Coloquio sobre "El desarrollo urbano de Montréal y Barcelona en la época contemporánea: estudio comparativo" Universidad de Barcelona, 5-7 de mayo de 1997

LOS PARQUES URBANOS DEL SIGLO XIX EN MONTRÉAL Y BARCELONA

Carles García Hermosilla


Montréal y Barcelona participan durante el siglo XIX del modelo de urbanización que reclama la creación de espacios urbanos en los que destaque el componente natural como una de las soluciones para la mejora de la ciudad degrada que surge del proceso de industrialización. La creación de paseos arbolados, jardines públicos, jardines privados, parques urbanos muestran la necesidad que la ciudad decimonónica tiene de nuevos espacios públicos en los que el entorno debe ser natural. Esta concepción de la naturaleza urbanizada o de ciudad naturalizada adquiere una gran fuerza, y será reivindicada desde muchas posiciones. Aún hoy la fuerza de esta opción supone un problema para aquellos arquitectos o urbanistas que diseñan espacios públicos con nuevos materiales y nuevos conceptos entre los que no aparece el entorno natural. Es el caso de la discusión entre los partidarios de la plazas duras y la plazas blandas, que ocupó la calle durante un buen tiempo y que ha sido de mucha importancia en Barcelona. Pretendemos analizar comparativamente ahora como se plasma en dos ciudades como Barcelona y Montréal, cada una perteneciente a un entorno diferente, los proyectos para la creación de los parques urbanos.

La introducción de la naturaleza en las ciudades es un fenómeno que se da en el mismo momento en la mayor parte de las grandes ciudades de Europa y América del Norte. Todas la ciudades que se precien desarrollaran algun proyecto público o privado en el que la naturaleza urbana aparecerá como parte integrante del nuevo espacio urbano. Esto se debe a dos factores originales: los procesos de industrialización imponen unas transformaciones a las ciudades que crearán nuevos problemas urbanos y sociales y reclamará nuevas ideas para solucionarlos; por otra parte el prestigio adquirido por la naturaleza, que asume una valoración positiva y a la que se atribuyen des de el siglo XIX valores pedagógicos, terapéuticos, estéticos,etc.

Barcelona y Montréal son dos ciudades importantes de su entorno durante el siglo XIX. Las dos estan sometidas a las grandes transformaciones sociales y urbanas del capitalismo industrial i comercial decimonónico. Sus poblaciones obreras crecen rápidamente,y las dos ciudades superaran durante el siglo XIX sus límites físicos tradicionales, en Barcelona gracias a la demolición de la murallas que constreñían su crecimiento el año 1956. La clase alta de estas ciudades está compuesta cada vez más por una burguesía de negocios floreciente. Esta burguesía se identifica totalmente con su ciudad y se preocupa de su aspecto.

Así tanto en Barcelona como en Montréal el siglo XIX ve nacer un inusitado interés por la naturaleza en el entorno urbano. Montréal como ciudad de América del norte estaba bajo la influencia de la corriente norteamericana del Park Movement, un movimiento que como un reguero de pólvora promueve la creación de parques urbanos en la mayoría de ciudades norteamericanas. Este movimiento promueve la creación de un gran parque urbano diseñado en estilo en estilo naturalista, es decir, imitando al máximo las formas de la naturaleza tal como venían haciendo los jardineros ingleses des de el siglo XVIII. En muchas de estas ciudades será el arquitecto paisagista más importante del momento, Frederick Law Olmsted, el encargado de diseñar los parques más importantes. Montréal encargará a este personage, destacado entre otros, por ser el creador del Central Park, el diseño del proyecto más importante de la ciudad en lo referente a la política de parques: el Mont Royal. El mismo año en que empieza a funcionar el Mont Royal se crean también en Montréal dos parques urbanos más en propiedades antiguamente militares: el parque de la Île de Sainte Hélène y la ferme Logan, posteriormente La Fontaine.

Por su parte, en Barcelona destaca como el proyecto más importante el parque de la Ciutadella. Este adquiere mayor fuerza a medida que las autoridades públicas se dan cuenta de la dificultad de llevar a cabo el proyecto de ensanche de Cerdà, aprovado el año 1859, en lo que se refiere a los espacios públicos de recreación y higiene. Este parque se inicia con la cesión de los terrenos del anigua edificio militar de la ciudadela y recibe su espaldarazo definitivo con la celebración de la exposicón universal de 1888 en Barcelona, que se celebrerá en los terrenos del parque.

Higienismo y naturaleza y ciudad

La idea de la influencia del hombre sobre el medio que éste habita se empieza a desarrollar durante el s. XVIII por algunes autores de la ilustración. Mediante este concepto explicaban la diversidad cultural y física de la especie humana. Del mismo modo, grupos higienistas y reformistas consideran durante el siglo XIX que el entorno determina las condiciones de vida en las ciudades. Estas, sometidas a las transformaciones de la sociedad industrial imponen a las grandes masas de población obrera unas inhumanas condiciones de vida que contribuyen a su degradación física y moral. Por contra, el contacto con la naturaleza tiene virtudes moralizadoras y higiénicas. Así, el medio natural puede influir positivamente sobre la conducta moral de los ciudadanos, mejorando además su calidad de vida. La naturaleza se presenta como una fuente del recto proceder.

Siguiendo estos razonamientos, en los debates para la creación del Mont Royal, que empiezan ya en la década de los años 60, se exponía la necesidad de dedicar un gran espacio a la función higienizadora moral y física del parque urbano. Olmsted, en un documento en el que defiende ardientemente la creación del parque de Mont Royal expone los siguientes argumentos:

El valor de esta propiedad de la ciudad depende del grado en que sera adaptada para atraer ciudadanos que obtengan las plenas necesidades de ejercicio y una ocupación mental alegre al aire libre, con el resuldo de una mejor salut y buena forma en todo lo que respecta a las pruebas y los deberes de la vida; con el resultado también, necesariamente, de mayores ingresos y contribuyentes capacitados, de manera que al final la inversión sera aprovechable por la ciudad.(1)

También en la creación del parque de la Ciutadella, en Barcelona, se han referido los investigadores a las influencias que los conceptos higienistas tienen para la promoción del parque. Así, en su monografia sobre el parque, Arranz, Grau y López(2)

resaltan que el proyecto del parque de la ciutadella estaba consagrado a la higiene pública y a la difusión de la cultura positiva. El parque debía proporcionar un ocio moralmente aceptable que propugnase la higiene física y moral del ciudadano en la misma óptica de la expresada por Olmsted. Es decir, el parque ha de servir para restaurar la salut del obrero minada por el trabjo industrial y por las deficiencias de la vivienda, de manera que como decía Olmsted la inversión sea aprovechable económicamente desde el momento que permite el reciclage de la mano de obra obrera.

El argumento higienista era utilizado ampliamente por los defensores del parque como solución a problemas sociales como la delincuencia, el alcoholismo, la insalubridad del entorno urbano, etc. Hemos de preguntarnos, sin embargo, si el uso posterior de estos parques se corresponde con estos objetivos programáticos. Es curioso que a partir de la inauguración definitiva del Mont Royal, el año 1874, este sea ocupado por la gran burguesía anglófona del oeste de la ciudad, que lo toma como uno de los centros de ocio y de relaciones sociales centrales contrastando con la idea inicial de servir para contrarestar las malas condiciones de vida de la masa obrera. El mismo año otro parque creado en la antigua propiedad militar de la Île de Sainte Hélène se convierte en el lugar de esparcimiento de la clases populares. En este sentido es curioso remarcar como incluso en la época se diferencia entre el Mont Royal, el parque del oeste anglófono y pudiente y la Île de Sainte Hélène, el parque del este y de las clases populares principalmente francófonas. De todas maneras, sería interesante confirmar a partir de la documentación de la época cual era el uso social que se hacía de los parques en el momento de su creación y lo mismo para el caso de la Ciutadella; un análisis de la documentación de la época nos ha de poder confirmar si el parque se consagró a la higiene mental i física de los ciudadanos más desfavorecidos o si por contra se convirtió en un lugar de relación de clases altas i medias de la sociedad barcelonesa.

El motor del prestigio

Sin duda se hace difícil imaginar la expansión por el interés de los parques sin el motor del prestigio. Una gran ciudad, tenía que contar para considerarse como tal con un gran parque urbano. Sin este impulso puede parecer estraño que en un momento de gran expansión urbana se dedique tanto espacio a una actividad en pricipio nada productiva. En el caso de Montréal, el Mont Royal cuesta a una adiministración municipal totalmente endeuda la astronómica cifra de 1,000.000 de dólares, destinados a un parque que finalmente serviría para el uso de las clases acomodadas anglófonas. El uso que estas clases realizan del parque y del posterior establecimiento a su alrededor de los barrios de la alta burguesía, Westmount para la anglófona y Outremont para la francófona, muestran el prestigio que el medio natural tiene para estos grupos sociales.

Las ciudades se convierten en el símbolo del poder económico de sus grupos sociales predominantes. Así las capitales de imperios o estados como Londres, Viena, París, Washington, etc. realizaran grandes esfuerzos para el embellecimiento y monumentalización de su trama urbana y se convierten en símbolos de poderio político. Las ciudades en las que el grupo dominante es una clase burguesa de negocios asumirán esta misma pretensión. Esta clase se identifica plenamente con su ciudad y promueven su embellecimiento, lo cual les aporta prestigio a ellos mismos. En este grupo de ciudades se encuentran Barcelona y Montréal. Ninguna de las dos es un centro administrativo de importancia comparable a otras urbes de su entorno, pero cuentan com una burguesía muy activa que desea modernizar su ciudad con el objetivo de mostrarla como símbolo de sus logros. La valoración positiva de la naturaleza se muestra entonces no solamente por sus dotes terapéuticas y pedagógicas para con las clases mas desfavorecidas sinó también por su valor exclusivamente estético. Olmsted defiende esta concepción puramente estética para el Mont Royal. Considera el entorno de la montaña como una obra de arte de la naturaleza que los habitantes de Montréal han de conservar en su estado original. Llega incluso a afirmar que considera más importante la conservación de los encantos naturales del entorno del Mont Royal que su uso para la recreación o la higiene pública.

Recreación y entretenimiento. Parques y jardines surgidos de la iniciativa privada

Los parques cumplen además la función de ofrecer un espacio en el que los ciudadanos puedan disfrutar su tiempo de ocio. Esta es una necesidad cada vez mas evidente para todas la clases sociales. La prueva es la aparición ya a principios del siglo XIX tanto en Barcelona como en Motréal de jardines de iniciativa privada, a semejanza de lo que acurría en las grandes ciudades de Europa, en los que en un entorno natural se ofrecen los más diversos espectáculos. En Barcelona el espacio elegido para situar estos jardines fue el Paseo de Gracia. En esta via arbolada que unía Barcelona con la Villa de Gràcia se encontraban los espacios de recreo más importantes de los Barceloneses. Estos jardines a principios de siglo se encontraban en el exterior de la muralla y en una zona en la que no era permitido edificar sin el permiso expreso de la autoridad militar. Ese fue el lugar elegido des de los años 40 por establecimientos como el criadero, Los Jardines de la Nimfa - más tarde Jardines Euterpe -, el Tívoli, la Font de Jesús, el Jardín Español, el Prado Catalán y finalmente los Campos Elíseos. En estos establecimientos se representavan obras de teatro, conciertos, bailes, etc. También en Montréal aparecen durante el siglo XIX establecimientos de características similares: entre otros el jardin botanique Guilbault y el parc Sohmer son dos ejemplos. El primer jardín perdurará en Montréal entre los años 1832 y 1869, y aunque en un principio nace como el espacio de un comerciante de plantas, Guilbault después de diversas localizaciones acabará convirtiéndolo en un espacio en el que se desarrollan todo tipo de espectáculos. El parque Sohmer, creado el año 1889, es la prueba del aumento de la demanda de parques y espacios de recreación entre la capas más populares de la población. Estaba situado junto al Saint Laurent a la altura de donde hoy se encuentra el puente Jacques Cartier. En este parque, por un precio módico y en un entorno natural se ofrecía a los visitantes música, magia, teatro, "excentricidades y anormalides", exhibiciones deportivas, etc.

La asignación del espacio

El elevado valor del suelo urbano en un momento como este de enorme crecimiento y expansión de las ciudades dificulta la creación de los parques. Los jardines de recreación privados, que por no estar en manos públicas eran en menor medida resistentes a la especulación sobre el suelo son una muestra de lo que decimos. Tanto en Barcelona como en Montréal estos jardines van retrocediendo a medida que avanza la ciudad. Lo mismo sucede en Montréal con los primeros clubes deportivos de las clases altas de la sociedad, que van trasladando su ubicación a medida que la ciudad crece y absorve para edificarlos espacios demasiado valiosos como para dedicarlos a actividades deportivas no lucrativas. Otro ejemplo de las dificultades para la creación de espacio para la recreación y la higiene en las ciudades es lo sucedido en Barcelona con el proyecto de urbanización de Cerdà. Este contemplaba en el interior de las islas que habían de conformar la cuadrícula barcelonesa toda una serie de jardines y de pequeños parques. El crecimiento imparable del eixample, el elevado valor del suelo y el aprovechamiento de los interiores de la manzanas para todo tipo de actividades económicas no relacionadas con la higiene pública impidieron que se cumpliera totalmente con el proyecto urbanizador de Cerdà, que idealmente perseguía urbanizar el campo y ruralizar la ciudad. Hoy se estan recuperando algunos de estos interiores proyectados por Cerdà, aunque la inmensa mayoría aún estan acupados por talleres, fábricas, parkings, etc.

No es de estrañar entonces que tanto en Barcelona como en Montréal tuviese una gran importancia para el establecimineto de parques urbanos el papel desarrollado por la autoridad militar. Los antiguos espacios y infraestructuras dedicados a la defensa (y al control) de Barcelona y Montréal que habían quedado desfasados ante la nuevas necesidades militares fueron en algunos casos cedidos a la ciudad para la creación en ellos de parques urbanos destinados a la recreación y higiene de los ciudadanos.

En Barcelona ya des de principios de siglo los miliatares se convierten en los ejecutores del proyecto urbano burgués. El paseo de la esplanada, situado en la esplanada que había entre la ciudadela militar y la ciudad es el primer ejemplo de la influencia militar an la creación de estos espacios. Posteriormente, entre 1815 y 1818 y por iniciativa del General Francisco Javier Castaños se crea el Jardín del General, más o menos donde se encuentra hoy el Passeig de Sant Joan. Estos espacios venían a cubrir un poco la necesidad de espacios públicos que tenían los barceloneses en los que espacirse y mostrarse en público. Con la liberación posteriormente del espacio de la ciudadela militar se presentaba la ocasión de aprovechar un espacio que en aquellos momentos se encontraba aún en manos públicas para llevar a término el programa de equipamientos públicos incluidos en el plan Cerdà de la nueva ciudad ante la dificultat arrebatar de manos privadas los espacios del resto del plan. El año 1868 con el fin de la monarquía borbónica se decreta la demolición de la Ciutadella y se decide no incorporarla al mercado de solares sinó conservarla para construir en ella un parque. En diciembre de 1969 el General Prim cede el solar a la ciudad con la condición expresa de construir en el un jardín público. Este es el inicio del que será el parque de Barcelona más importante hasta la creación del parque de Montjuic ya en el siglo XX.

En Montréal también es de importancia la cesión de terrenos militares para la creación de parques urbanos. Durante la segunda mitad del siglo XIX seran tres parques urbanos los que se creen en Montréal. Dos de ellos, el de la Île de Sainte Hélène y la Ferme Logan, hoy parque de La Fontaine son dos parques que se crean en antiguas propiedades militares. Con la marcha definitiva de la guarnición imperial en 1870 se promueve la posibilidad de convertir estos espacios en parques públicos.

Con lo dicho hasta el momento diríamos que la creación de parques urbanos no aporta ningún beneficio económico a aquellos que la promueven y a la ciudad. Dejamos de lado las teorías higienistas que ven un gran beneficio en los parques porque permiten reciclar la mano obra obrera y matener la buena salut de los contribuyentes. Los parques urbanos hemos de creer que también aportaban en algunos casos jugosos beneficios económicos, y hemos de investigar también hasta que punto tiene importancia este factor en su creación. Los parques, por una parte, a menudo se situaban en terrenos poco aprovechables para la edificación y por otro ayudan a revalorizar los terrenos situados a su alrededor. Este quizás sea el caso del Mont Royal, aunque para demostrarlo sea necesaria una investigación en profundidad. Por una lado, su orografia, en comparación con el terreno llano del resto de la isla dificulta la edificación en el, y por otro lado, vemos como las clases altas de la sociedad de Montréal, primero los anglófonos al sur en Westmount y posteriormente al norte, en outremont, los francófonos, se instalan alrededor del parque atraidos por el prestigio del lugar.

Conclusión

El estudio de los parques urbanos en concreto y de la naturaleza urbanizada en su ecepción más amplia durante el siglo XIX es muy importante para la comprensión de la ciudad decimonónica y su evolución. Este estudio ha de cubrir todas la dimensiones posibles. Los discursos ideológicos, programáticos o políticos que justifican su necesidad (como por ejemplo el higienismo reformista), su diseño formal, el proceso de asignación del espacio y de construcción, el uso real que de ellos realizan las diferentes clases sociales y su influencia sobre la morfología urbana.

El parque es uno de los puntos de partida del urbanismo moderno y surge con una carga ideológica contra la ciudad conocida. Los parques urbanos y otros espacios muestran una nueva forma de vivir la ciudad. En ellos se encuentra la naturaleza, a la que se se le ha otorgado la capacidad redentora y embellecedora la ciudad, y también en ellos se encuentran espacios dedicados a actividades de ocio como el deporte la música, etc. Los parques se convertiran en centros de relación social donde los ciudadanos van a observar, hablar a encontrarse; son espacios que entretegen la vida urbana. Son espacios que nos explicaran mucho de las ciudades en las que surgen.

1.

1 OLMSTED: "To the owners of Mount Royal" en S.B. SUTTON (ed.): Civilizing American Cities. A selection of Frederick Law Olmsted's writings on city landscapes, The MIT Press, Cambridge (Massachusetts) y Londres, 1979.

2.

2 ARRANZ, Manuel; GRAU, Ramon; LÓPEZ, Marina (1984) El parc de la Ciutadella. Una visió històrica, Ajuntament de Barcelona y L'Avenç, Barcelona

Copyright Carles García Hermosilla

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