Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]
Nº 20, 1 de mayo de 1998.

FILOSOFÍA, CIENCIA Y FILOSOFÍA DE LA CIENCIA EN LA ANTROPOLOGÍA

Jerónimo Bouza


De tres maneras diferentes se acercó el hombre al estudio de sí mismo a lo largo de la historia. Tres formas de mirarse que se corresponden con tres estatus epistemológicos diferentes del pensamiento antropológico. En primer lugar, lógica y cronológicamente, un estadio filosófico, en el que las preguntas esenciales -nunca mejor dicho- referían a quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos. En una etapa posterior, y coincidiendo con un período de gran desarrollo de las ciencias de la naturaleza y el auge del positivismo, el hombre se contempla a sí mismo como parte de la naturaleza, integrando su estudio en las ciencias naturales. Una tercera etapa la constituye el estudio del hombre como ser cultural y social. Estas tres maneras de enfocar el estudio del hombre siguieron -siguen- diferentes caminos, a veces paralelos, convergentes otras veces, divergentes casi siempre.

En este trabajo vamos a ocuparnos del segundo estadio, del momento en que, dejando de lado las especulaciones metafísicas, se pretende acercarse al conocimiento del hombre con métodos científicos, dando lugar a la aparición de la antropología como una ciencia natural. Parece evidente, no obstante, que no es posible sustraerse de las concepciones supracientíficas -filosóficas o religiosas- cuando lo que se trata de analizar es algo tan complejo como el hombre, a la vez objeto y sujeto de estudio, y base de todo el sistema de valores sobre el que se asienta la sociedad.

Las contradicciones y controversias que de ese estudio se desprenden, son la base sobre la que se ha sustentado la ciencia antropológica en su transición de filosofía a ciencia positiva. Como ejemplo de ello, estudiamos aquí las relaciones entre la antropología y una de las grandes corrientes de pensamiento en las que se vio inmersa durante esa etapa, el evolucionismo, puestas de manifiesto en los debates desarrollados en la Société d'Anthropologie de Paris en los años 60 y 70 del siglo XIX.

No es nuestro propósito exponer ni la génesis, ni el desarrollo ni el contenido de las teorías evolucionistas. Entre otras razones, porque este tema ha sido ampliamente estudiado y disponemos de una completa y accesible bibliografía. Sí que nos interesa examinar cómo esas teorías fueron percibidas y, en su caso, asumidas por los antropólogos, en el momento en que la antropología era tan sólo una posible ciencia en busca de un paradigma en el que desarrollarse. Tomemos, para ilustrar esta hipótesis, un caso concreto del proceso que nos ocupa. Entre las varias explicaciones que pueden darse a la diferenciación entre la antropología francesa y la británica en el último tercio del XIX, no es ésta la menos verdadera: mientras en la antropología británica tuvo una enorme influencia el darwinismo social -o, más concretamente, los darwinistas sociales-, en Francia los antropólogos siguieron muy ligados a la tradición del transformismo iniciada por Lamarck, tradición notoriamente más biológica que social. Los desarrollos posteriores, siguiendo una línea coherente con esta divergencia inicial, no harían más que aumentar las diferencias, que no siempre habrían de tener su fundamentación en caracteres nacionales. Así, por ejemplo, la sociología de Durkheim tendría una influencia capital en la antropología social británica, mientras pasaba casi desapercibida para los antropólogos franceses. Pero volvamos a los inicios del debate en la Société d'Anthropologie, en donde, a diferencia de muchas otras instituciones, tuvieron más peso los criterios científicos que los filosóficos y los teológicos. Esa era, al menos, la pretensión de los socios.

Es conocido el retraso y la lentitud con que el darwinismo fue recibido en Francia (1) . Laurent (1987) atribuye esta lentitud a que muchos de los científicos franceses eran, al menos desde la tercera década del siglo, evolucionistas. Lo que para otras comunidades científicas fue la demostración de una teoría hasta entonces muy poco fundamentada(2) , para los franceses no fue sino el descubrimiento de un mecanismo explicativo de la evolución, que a juicio de unos aseguraba aún más una teoría que compartían de antiguo, mientras que otros no reconocieron, aun siendo evolucionistas, la pretendida virtud explicativa a la selección natural. Es decir, que en Francia se recibió el darwinismo entre el rechazo de los que ya se oponían al evolucionismo -lamarckiano o de cualquier otro tipo- y la indiferencia de los transformistas, que, en general, concedían más eficacia a la adaptación y la herencia de los caracteres adquiridos que a la selección natural; consideraban por ello más decisiva en la evolución la intervención de los agentes externos que la de los internos.

En el momento de la fundación de la Société d'Anthropologie de Paris no se opuso ningún obstáculo a las diferentes teorías científicas ni las concepciones filosóficas fueron óbice para formar parte de la institución. Lo único que se intentó dejar claro, con una insistencia casi obsesiva, fue que las discusiones habrían de desarrollarse dentro del campo estrictamente científico. Durante los primeros años, fijistas y evolucionistas, monogenistas y poligenistas, positivistas, idealistas y materialistas, dedicaron sus esfuerzos más a la aportación de datos que a la discusión de teorías generales: a ello obligaba una necesidad metacientífica de atenerse a la realidad positiva, a los hechos y su tratamiento estadístico; todo lo que no fueran hechos debería ser descartado(3) . Pero el eco de la revolución darwinista no pudo dejar de ser oído y el debate se desató, efectivamente, en 1868.

El darwinismo había hecho aparición por primera vez en una discusión de la Société el 5 de enero de 1865, a raíz de una comunicación enviada, desde Bonn, por Schaaffhausen, y leída por Broca, Sur les rapports entre les singes anthropomorphes et l'homme(4) . Curiosamente, esta discusión se produjo en la misma sesión en que el antidarwinista Pruner-Bey pronunció su discurso de apertura como presidente de la sociedad para el año que comenzaba. Con buen pie entraba el evolucionista y materialista Letourneau, que llegaría a ocupar la secretaría general, al solicitar su ingreso en esta misma sesión. Schaaffhausen, desde una posición poligenista, criticaba en su comunicación la tesis de Huxley(5) de que hay mayores diferencias anatómicas entre los monos inferiores y los superiores, que entre éstos y el hombre, por una parte, y la de que puede haber mayor diferencia en el volumen del cerebro entre un europeo y un australiano que entre éste y un antropomorfo, por otra. Fundamentaba su crítica en que las afirmaciones de Huxley se basaban en el empleo arbitrario de medidas de cráneos muy raras e incluso dudosas, mientras que aquí la decisión no depende sino de los valores ordinarios o medios; además, no tenían en cuenta la talla o el peso total de cada individuo, que es bastante semejante en los monos antropomorfos y el hombre, y mucho menor en los monos inferiores.

Hasta ahí la parte crítica de la comunicación de Schaaffhausen. A continuación hacía unas afirmaciones que conseguirían alborotar de inmediato a los antidarwinistas (Gratiolet, Sanson) y extraía una conclusión que no gustó a los monogenistas (Quatrefages, Pruner-Bey). Decía que era un hecho comprobado que la distancia que separa al hombre de los monos superiores es cada vez mayor, y deducía de ello que hace varios miles de años esa distancia era mucho menor o incluso inexistente. Debía tenerse en cuenta, asimismo, que las especies de monos superiores eran cada vez más raras, y terminarían por desaparecer, puesto que cuanto más avanza el hombre en desarrollo, más destruye los eslabones que le unen a la naturaleza bruta(6) . Ello hacía pensar en que pudo haber habido en tiempos pasados especies más próximas a las escalas más bajas de la humanidad.

Otro dato aportaba Schaaffhausen a la discusión: los grandes monos de Asia y de Africa difieren entre ellos por los mismos caracteres que diferencian a los hombres de estos dos continentes(7) . Y concluía que ésta es la mayor objeción que podía hacerse a la unidad del género humano. Si los caracteres diferenciales entre razas son comunes a otras especies del mismo orden, es difícil asegurar que haya una sola especie de hombre.

La respuesta de Gratiolet fue tan inmediata como airada. Basándose en el estudio del músculo flexor del pulgar de la mano de los antropoides, Gratiolet aseguraba que, cuanto más se estudian estos primates, más signos característicos se encuentran que los diferencian del hombre. Decía, además, que los defensores de la similitud entre el hombre y los monos superiores solían olvidar fácilmente que hay muchos rasgos que son comunes no sólo a todos los primates, sino también a todos los mamíferos.

Ni siquiera el hecho de que en el hombre los nervios ópticos se desarrollen directamente en los hemisferios cerebrales, hecho común a los primates y exclusivo de ellos, que es considerado por muchos naturalistas como criterio para la definición del orden, puede impedir que el hombre sea un ser completamente aparte. Como alumno de Blainville(8) , a quien remiten todas las ideas relativas a las series en historia natural, Gratiolet no podía aceptar que las ideas de su maestro pudiesen ser utilizadas para sostener teorías que pretendían ligar a un solo tronco todas las especies del reino animal: Blainville reconocía una serie ideal entre tipos, no una serie lineal entre seres(9) .

Esta andanada antievolucionista provocó la intervención mediadora de Broca; Gratiolet no había entendido el pensamiento de Schaaffhausen que, lejos de ser un escrito en favor de la teoría de Darwin(10) , comienza, por el contrario, con una refutación de las ideas emitidas por Huxley sobre el cráneo de Neanderthal(11)

. No hay una solidaridad necesaria entre las teorías de la serie animal y el evolucionismo, como ya había mostrado Blainville oponiéndose a las teorías de Lamarck. El darwinismo está hecho, según Broca, para explicar la existencia de la serie, y no al revés. La serie es el hecho; el darwinismo, una interpretación:

Se ha podido discutir sobre el modo de transición de los tipos, sobre la ordenación y la repartición de los caracteres que constituyen los escalones intermedios; pero la serie misma, es decir, la existencia de formas de más en más elevadas, unidas por transiciones más o menos graduales, no ha sido contestada(12)

El problema está, decía Broca, cuando se llega al penúltimo escalón. Entre el último de los hombres y el primero de los monos hay una laguna mucho mayor que cualquier otro eslabón. Muchos partidarios de la gran cadena del ser rompían en este punto la cadena. La cuestión que planteaba Schaaffhausen era, según Broca, si la actuación destructiva del hombre no había hecho aún mayor ese vacío entre hombres y monos.

Aunque hasta este momento, seis años después de la fundación de la Société, no se había suscitado el debate sobre el darwinismo, da la impresión de que se veía como inevitable a la menor oportunidad que se presentase. En este primer conato pueden verse tres actitudes muy marcadas de los socios. La que mantienen los que hacen una interpretación dura de la comunicación de Schaaffhausen (Gratiolet, Sanson), antievolucionistas que quieren frenar el avance del darwinismo; las interpretaciones blandas, del sí pero no, que quisieran evitar este debate ante el temor de divisiones profundas en la Société (Broca, Quatrefages); la de los evolucionistas, darwinistas o no, que no ven llegado todavía el momento de manifestarse y se mantienen totalmente en silencio, salvo una declaración, clara pero breve, de fe darwinista por parte de Pouchet, socio, por lo demás, poco significativo(13) .

Si hábil estuvo Broca calmando los ánimos, no menos lo estuvo Quatrefages al desviar la cuestión hacia el concepto de raza, propiciando una discusión entre él mismo y Sansón con la que se cerró el debate.

En 1868, tres años después de este primer acto, apareció la versión francesa de Evidence as to man's place in nature, de T.H. Huxley. La traducción fue realizada por Eugène Dally, y los comentarios vertidos en su introducción dieron lugar a una reapertura del debate sobre el evolucionismo en el seno de la Société, de cuyo Comité Central formaba parte Dally. Prunner-Bey solicitó a Dally una exposición detallada de los argumentos que en la introducción a la obra de Huxley aparecían de una manera popular y divulgativa. Dally elaboró una memoria que leyó ante sus consocios el 19 de noviembre de 1868.

El trabajo de Dally fue importante por varios motivos. Lleva por título L'ordre des primates et le transformisme, siendo la primera vez que se utilizaba el vocablo transformismo. La idea de transformación estaba, evidentemente, en el ambiente de las discusiones científicas, pero la palabra, que tanto éxito habría de tener en Francia, apareció en este preciso momento.

El otro aspecto importante del trabajo de Dally fue el intenso y largo debate que desencadenó, y cuyo resultado fue el establecimiento definitivo del darwinismo en Francia, en un plazo de menos de tres años.

Utilizando la información proporcionada por Huxley, Dally pretendía mostrar que si el hombre y los monos forman dos órdenes diferentes habría que formar más órdenes dentro de esta familia, puesto que las diferencias, desde el punto de vista anatómico, entre

los caracteres diferenciales de las familias de monos, cuyo conjunto es tan impropiamente designado por Cuvier y Blainville bajo el nombre de orden de los cuadrumanos, son más considerables que los caracteres diferenciales de los hombres, por una parte, y de esos mismos monos tomados en bloque, por otra parte.(14)

Y si los monos, formando un mismo orden y siendo tan diferentes, proceden de un origen común, no hay ninguna razón por la que no se pueda extender a las razas humanas el beneficio de la misma hipótesis y suponer que el grupo humano y los simios pueden derivar del mismo tronco.(15)

La oposición que estas hipótesis concitaban en la Société obligaba a Dally a adoptar una postura que podríamos calificar de humilde, si no fuera descaradamente astuta. El aseguraba que su objetivo no era demostrar todos estos hechos, sino, simplemente, defender la legitimidad de estas hipótesis, el carácter científico de esta suposición y el método de investigación que ha introducido en la ciencia (16) .

Se extrañaba Dally de que la oposición al paralelismo anatómico entre hombres y monos viniera de los espiritualistas cristianos, puesto que para éstos las diferencias no deben ser anatómicas, sino de soplo divino, lo que, por el momento, no era asunto de discusión por parte de la ciencia. Tendrían que ser, en buena lógica, los materialistas quienes se opusieran: las estrechas relaciones anatómicas entre hombres y monos, por una parte, y la considerable distancia entre ellos en cuanto a facultades intelectuales, por otra, parecían dejar sin relación directa la materia y la fuerza. El descubrimiento de razas inferiores de hombres no llenó la laguna existente entre la proximidad anatómica y la distancia mental. La ciencia, por su parte, se limita a constatar las relaciones de antecedente, de consecuencia y de coincidencia, sin darles más importancia de la que tienen, pero sin olvidar las deducciones obligadas que comportan.(17)

Otra cuestión importante era mostrar cómo los términos bimanos y cuadrumanos deberían ser suprimidos, por basarse en errores anatómicos, y que entre los monos y los hombres el encadenamiento (...) no está interrumpido(18) ; para conseguirlo, Dally echó mano de la descripción de los caracteres fisiológicos (funciones) y del paralelo anatómico (proporciones y medidas) utilizando los elementos que le parecieron más oportunos a su propósito.

La teoría de los tres estadios puede ser aplicada, concluía Dally, a las ideas sobre la posición del hombre en la naturaleza: El estado teológico le atribuyó un carácter sobrenatural o milagroso; el estado metafísico lo separó del resto de la naturaleza, dotándolo de cualidades únicas, sin afines, y yo añadiré, sin realidad; el estado positivo le muestra, en fin, su verdadero lugar, el de familia del orden de los primates (19)

El desconocimiento de los antropoides y de las razas inferiores había propiciado, según Dally, este secular error, aunque ya desde la antigüedad algunos autores se habían percatado de las semejanzas entre hombres y monos: Plinio, por ejemplo, las había señalado, llamando a éstos cuadrúpedos, por un error a la inversa del de Prunner-Bey; estos cuadrúpedos, al devenir cuadrumanos, deben haber ganado en el cambio, pero la verdad, no(20) .

Una vez cumplidos los objetivos que había marcado a su trabajo, Dally no quiso dejar pasar la ocasión de sacar consecuencias más amplias y romper la primera lanza institucional en favor del transformismo. Su argumentación se basaba en tres puntos:

1º, ningún hecho, hasta el momento, podía probar la hipótesis del transformismo humano, pero numerosos hechos muy próximos a una demostración positiva, especialmente observados en animales, la hacían probable;

2º, para discernir si un hecho apoyaba o no a una teoría, habría que discernir primero lo que era, desde el punto de vista científico, un hecho, y diferenciarlo de una hipótesis; para los ortodoxos que se oponían al transformismo, el Génesis aportaba hechos; para Quatrefages, la unidad de la especie humana era un hecho, lo mismo que lo era la pluralidad para Broca. La ciencia no avanza sólo de los hechos a las teorías, sino que partir de hipótesis para formular teorías es una conducta metodológica tan válida como partir de un hecho cualquiera, como se había demostrado en astronomía.

3º. Las hipótesis sólo están sometidas a una condición, la de no ser contradictorias.

La serie animal no debía ser entendida como una escala de progresión simple, como una serie lineal, sino que los diferentes tipos emergen de un mismo tronco y representan ramificaciones de distinta longitud y situadas a distancias distintas unas de otras. Unicamente algunos de los caracteres primitivos se encuentran, desigualmente distribuidos, en varias ramificaciones, lo que permite establecer las conexiones. Si se admite que el hombre no ha existido siempre

nada se opone a que se le reconozca por ancestro un ser desconocido que, por una serie de lentas modificaciones continuadas durante siglos, acumuladas por selección, llegó a divergir del tronco común no menos que de las ramas que emergieron al mismo tiempo que él.(21)

El transformismo no tenía que responder, según Dally, a la pregunta que le hacían sus contradictores, de por qué varían los seres, sino sólo reconocer que varían y explicar cómo lo hacen. Y eso es lo que realizaba Darwin mediante el mecanismo de la selección natural, o de lo que Spencer llamó la supervivencia del más apto.

Para finalizar su exposición, Dally hizo una distinción entre transformismo en general y darwinismo, defendiendo las cualidades que aquél podría tener para el desarrollo de la biología y de la ciencia: era una doctrina admirablemente propia para servir de estimulante, de dirección y de objetivo a los trabajos dispersos de los naturalistas(22) , a la vez que presentaba a la filosofía una solución, verdadera o falsa, pero verificable, de los problemas que durante siglos habían preocupado a la humanidad.

Concluida la lectura, se acordó poner a disposición de los socios el texto de la memoria, para que pudiera ser discutido a partir de la sesión siguiente (17-XII-1868), comenzando por los aspectos anatómicos. Será interesante conocer la posición de Broca en este debate, por la gran influencia que ejercía sobre sus colegas.

Siguiendo una tradición sólidamente implantada desde Cuvier entre los naturalistas y los médicos franceses, Broca consideraba que el único camino seguro para llegar a establecer la posición del hombre en la naturaleza era la anatomía comparada. Y lo que esta ciencia mostraba era el paralelismo anatómico entre el hombre y los antropomorfos. Ello conducía a suponerles un origen común, y, por tanto, a la idea de evolución, idea que Broca nunca rechazó. No obstante, su posición era ambigua. En 1869, año en el que el debate en el seno de la Société se desarrollaba con mayor intensidad, escribía:

Estos hechos responden a los deseos de los partidarios del transformismo o darwinismo; no prueban sino una sola cosa (...): que la disposición serial y el desarrollo gradual de las formas orgánicas, desde hace mucho tiempo constatadas en el resto de la escala animal, se observan también en los escalones superiores; que la cadena de los seres (...) no está bruscamente interrumpida en este nivel(23) .

Pero esta continuidad de la serie no hace necesaria la idea de transformación de las especies, sino, por el contrario, el evolucionismo es, para Broca, un intento de explicación de esta continuidad:

El transformismo es una hipótesis atrevida con cuya ayuda se intenta explicar el fenómeno de la disposición serial de los caracteres morfológicos; esta hipótesis ejerce sobre los espíritus una atracción tanto mas fuerte, cuanto que no se le ha opuesto ninguna otra; pero, al examinarla fríamente, se reconoce que no reposa todavía sobre ninguna prueba directa. (24)

Ambas citas corresponden a un artículo publicado en la Encyclopédie génerale, Almanach de 1869; con unas líneas más, despachaba el tema del evolucionismo. La amplitud e importancia del debate queda reflejada en el artículo que escribió el año siguiente para el almanaque de la citada Encyclopédie, en el que dedicaba una atención mucho mayor al tema. Siendo, como era, un artículo de divulgación, explicaba las líneas generales de la teoría de Darwin, y, después de afirmar que las teorías contrarias, es decir, las que mantenían la invariabilidad de las especies, habían quedado descalificadas por la paleontología, reconocía

que las influencias señaladas por Darwin no son en modo alguno imaginarias, que son capaces de ocasionar a la larga cambios orgánicos y morfológicos más o menos graves, y que han probablemente desempeñado un papel importante en el doble fenómeno de la extinción de las especies paleontológicas y de la evolución de las especies que se han perpetuado hasta nuestros días modificándose.(25)

El cambio de actitud con respecto al año anterior parece evidente. No obstante, Broca está todavía lejos de asumir el evolucionismo darwinista. Entre la doctrina clásica de la especie y el transformismo unitario, hay lugar para opiniones intermedias, dice en el mismo artículo. Y es ahí, en lo que el darwinismo tiene de unitario, donde radica la mayor oposición de Broca, convencido poligenista que no podía aceptar un origen único para la humanidad.

El debate auspiciado por el trabajo de Dally, dividido, como hemos dicho, en dos partes, condujo a la aceptación por la Société de la clasificación del hombre en el orden de los primates, desterrando para siempre el término cuadrumanos:

aquellos mismos que, estableciendo un paralelo anatómico entre el hombre y los monos, se proponían ante todo resaltar los caracteres distintivos, han reconocido que estos caracteres distintivos no eran de valor ordinal , que, en otros términos, el hombre y los monos superiores no eran bastante diferentes para ser clasificados en dos órdenes distintos.(26)

La principal contribución a esta aceptación corrió a cargo de Broca, que cinco meses después de la lectura de la memoria de Dally, presentó su memoria L'ordre des primates. Parallèle anatomique de l'Homme et des singes(27) . Tras una extensa exposición de los paralelismos, anatómicos y fisiológicos, entre hombres y monos, concluía que

en el paralelo del hombre y de los antropoides, la comparación de los órganos no muestra sino diferencias ligeras, mientras que la comparación de las funciones las revela mucho mayores.(28)

Establecía una clasificación del orden de los primates en cinco familias(29) , la primera de las cuales correspondía exclusivamente al hombre; la distancia entre ésta y la de los antropoides es, a su juicio, mucho mayor que la distancia entre la segunda y las demás familias.

Pero dejemos este asunto y pasemos a la segunda parte de la discusión, la que debía remitir exclusivamente al transformismo, que nos permitirá conocer la posición de Broca en el debate(30) . A pesar de sus intentos de separar totalmente ambas partes -enteramente distintas-, intentando hacer creer que nada tenía que ver el paralelismo actual entre las diversas familias de los primates con su pretendido origen común, durante la discusión de la primera parte no pudo evitar las excursiones que numerosos oradores no han podido guardarse de hacer incidentalmente sobre la cuestión del transformismo(31) . Este hecho nos da pie para analizar en primer lugar las razones institucionales de su no aceptación del darwinismo, dejando para después sus reservas científicas, que, a nuestro juicio, parecen ser subsidiarias de las primeras.

Para Broca, sólo las sociedades, las instituciones científicas, podían llevar a cabo la tarea de hacer de la antropología una ciencia, puesto que sin esfuerzo colectivo institucionalizado no puede haber ciencia. La experiencia le mostraba, por otra parte, que discusiones extrañas a los objetivos de una institución, que pudieran tener un componente ideológico -filosófico, religioso, político- importante, conducían a la división y, por tanto, a la desaparición de las instituciones, como ya había sucedido en París con la Société des Observateurs de l'Homme, a principios de siglo, y con la Société Ethnologique veinte años atrás. Su preocupación constante era preservar la unidad de la Société por encima de cualquier discusión. Ya hemos visto cómo dedicaba grandes esfuerzos a mantener el equilibrio, evitando ciertos debates, reconduciendo otros, y proponiendo siempre cuestiones en las que todos pudieran trabajar con el mínimo de enfrentamientos. Y no debería andar muy desencaminado en sus temores, pues veremos cómo, tras su muerte, se habría de desencadenar una batalla entre las diversas tendencias: Topinard, su sucesor, que no era una autoridad tan indiscutiblemente respetada como él, sería apartado pronto de todos sus cargos, tanto en la Société como en la École, y el control de ambas pasaría a manos de los materialistas.

La forma un tanto provocativa en que Dally había planteado su exposición y el propio desarrollo del debate fueron un traspiés para él(32) . Pero supo aceptar la evidencia y se subió al carro de la discusión, aportando dos extensas memorias en las que trataba, lógicamente por separado, las dos cuestiones a debate: el orden de los primates en la primera, que ya hemos citado y comentado, y el transformismo en la segunda(33. Detengámonos un instante en esta última, que nos puede dar la clave científica de su oposición al darwinismo.

El punto de partida de la posición de Broca ante el darwinismo hay que buscarlo en el paralelismo anatómico entre hombres y antropoides, que le sugiere la idea de evolución, y en la diferenciación fisiológica, que le aparta de la comunidad de origen, de la descendencia de hombres y monos de un tronco común. Anatomía muerta, que nos une, frente a anatomía viva, que nos separa. Pero, como ya hemos visto, en la polémica de los cuadrumanos Broca se había situado claramente del lado de Huxley, es decir, concediendo preeminencia a los criterios anatómicos ante los funcionales; los fenómenos fisiológicos siempre han de estar subordinados a los fenómenos anatómicos. Por este lado, se inclinaba decididamente del lado del evolucionismo.

¿Qué era lo que le alejaba del darwinismo?. Metodológicamente, no aceptaba sino los hechos probados, o verificables, pero no las hipótesis. Como buen positivista, detestaba profundamente la metafísica; y metafísica era, según los positivistas, toda suposición -hipótesis- que no descansara en datos empíricos, observables y cuantificables. Por eso el debate no era, para él, sino una confrontación entre una ciencia -la anatomía comparada- y una hipótesis(34) Broca entendía que Darwin era, como Lamarck, un grandísimo científico -y la Société lo reconoció públicamente, nombrándolo miembro asociado extranjero en 1871- que debería ser considerado como uno de los pioneros en la explicación científica del origen del hombre. Pero no aceptaba que el motor de la evolución fuese el propuesto por Darwin, la selección natural(35) . Para Broca, la selección natural era un coadyuvante más, como la adaptación al medio, el uso-desuso o la selección social que él mismo propuso. La selección natural no podía crear especies. Aceptando los diversos condicionantes que contribuyen a la evolución, lo que él buscaba, y que no quería reconocer que Darwin lo hubiese encontrado, era un mecanismo capaz de crear especies que se aviniera con su poligenismo, que no pusiera el énfasis en el individuo, como hacía el darwinismo, sino en la especie. Frente a monogenia y la oligogenia -darwinismo- que buscaban el origen de los seres ya en una mónada, ya en un grupo primitivo de individuos, Broca propone el transformismo poligénico, ya que si la organización de la vida se debe a causas naturales, no hay ninguna razón para limitar a un momento dado y a un punto dado esta evolución espontánea de la materia.(36)

Superado el primer nivel de discusión, la existencia de la evolución, lo que entonces había que discutir era cuál pudiera ser el mecanismo de la evolución, de la creación de especies.

Al estudiar cualquier grupo de seres vivos, hay que distinguir, según Broca, dos categorías de caracteres, los caracteres de evolución -que divide, a su vez, en caracteres de perfeccionamiento y caracteres simplemente seriales-, ambos favorables o, al menos, compatibles con el darwinismo; y los caracteres indiferentes, que, por la irregularidad de su distribución, aunque no prueban nada contra la idea general del transformismo(37) , escapan completamente a la teoría de la selección.

En resumen, la posición de Broca era claramente evolucionista; aceptaba, además, la importancia de la selección natural como uno de los factores de la evolución(38) , pero no admitía su carácter decisivo(39) . Al estudiar, no obstante, los trabajos de Broca entre 1865 y 1873, puede observarse cómo cada vez atribuye a la selección natural un mayor poder explicativo; en 1872, ya parece casi injustificada su negativa a aceptarla como mecanismo decisivo de la evolución. A partir de 1876, en los cursos de la École d'Anthropologie dedicó gran atención a la comparación del cerebro del hombre y de los antropoides(40) y poco después, Mathias Duval, también profesor de la École, podía afirmar que

si había sido desde el principio enteramente transformista, si era desde 1870 un poco darwinista, podemos decir que con sus últimos trabajos, había llegado a ser enteramente partidario de la doctrina darwiniana o de la selección natural.(41)

Quizás el doctor Duval pretendía llevar el agua a su molino, como afirma Conry; pero lo cierto es que si con la publicación de L'ordre des primates pretendía Broca atacar frontalmente la selección natural, esta actitud se iría moderando -y téngase en cuenta que la actitud de Broca era sólo el reflejo de la mayoría de la Société- hasta aceptar casi sin reservas el darwinismo; aunque en la propia Société todavía en 1880 se publicaran trabajos antidarwinistas (42) .

Interesa ahora ver qué sucedió en la École d'Anthropologie, otra de las fundaciones de Broca y estrechamente ligada a la sociedad. Nos limitaremos a la participación en el debate evolucionista, pues los aspectos institucionales de esta escuela los estudiaremos en otro lugar.

En el momento de la fundación de la École d'Anthropologie (1876), el debate sobre el evolucionismo estaba ya completamente encauzado en la Société. Los darwinistas creyeron llegado el momento, una vez concluido el debate teórico, de pasar a la enseñanza, a la difusión. La oposición externa, sobre todo por parte de los teólogos católicos, seguía siendo muy fuerte, aunque tampoco los evolucionistas se andaban por las ramas a la hora de contraatacar:

Los pseudo-representantes de divinidades de toda clase, al no encontrar más gentes bastante atrasadas para vivir a sus expensas (...), habrán de sufrir entonces la ley común: transformarse o desaparecer.(...) Es su última lucha, el último acto de esa lucha por la existencia tan bien descrita por Darwin.(43)

Los ataques a la École d'Anthropologie fueron más duros, si cabe, que los que había sufrido la Société. Y no es de extrañar: los evolucionistas dominaban ampliamente en el Consejo, y de los profesores - Bertillon, Broca, Bordier, Duval, Dally, Hervé, Hovelacque, Letourneau, Manouvrier, Mortillet, Topinard- sólo los dos primeros no eran decididamente darwinistas. Dada la audiencia que estaban adquiriendo las ciencias antropológicas entre el público instruido, era de temer que la Escuela fuera un éxito, y, con ella, la difusión del darwinismo. Que ello fue así, no sólo podemos conocerlo a través de numerosos comentarios de alumnos que, llegados de toda Europa, asistieron a los cursos; los datos de asistencia también lo confirman: en los diez primeros años l'École d'Anthropologie ha contado más de noventa y cinco mil presencias en su anfiteatro, es decir, alrededor de mil trescientas por profesor y año, dejando tras ella a la Sorbonne y al Collège de France.(44)

Algunos de los cursos, como el de Antropología Zoológica a cargo de Mathias Duval, estaban exclusivamente consagrados al estudio del transformismo; si tenemos, además, en cuenta que hasta 1889 no se instituyó en la Sorbona una cátedra de Evolución de los seres organizados, se comprende la importancia que para la difusión de las teorías evolucionistas tuvieron la antropología, en general, y la Escuela de Antropología, en particular.

En 1882, este mismo grupo de profesores propuso la creación, en el seno de la Société, de una Conferencia anual darwiniana, propuesta aceptada unánimemente en su contenido, pero denominándola Conferencia anual transformista, para mantener vivo el recuerdo de Lamarck, según se manifestó explícitamente, y para no dar ocasión de que el orgullo nacional de los más susceptibles pudiera sentirse herido. La conferencia era pronunciada en sesión solemne por un científico de prestigio, sobre cualquier tema relativo a la evolución biológica, social o religiosa, y publicada en los Bulletins d'Anthropologie, órgano de la Société.

Cuando Broca murió, en 1880, el darwinismo había sido asumido por la mayoría de los miembros de la Société. Todavía se publicarían algunos trabajos sobre aspectos parciales, pero el tema había dejado de ser el punto central de las polémicas, como pudo comprobarse cuando, en 1887, Clemence Royer, traductora de Darwin, solicitó el apoyo de la sociedad para su proyecto de creación de un Laboratorio de experiencias transformistas(45) a pesar del apoyo decidido de algunos socios -Duval, Dareste-, fue aplazada la decisión por defecto de forma sin suscitar la menor discusión.

La amplitud del debate en torno a las teorías evolucionistas trascendió el ámbito puramente biológico e implicó, con mayor o menor profundidad, a científicos de todas las ramas del saber. No obstante, hemos querido señalar aquí -tomando como referencia la sociedad antropológica de París, pero sabiendo que ese proceso se desarrolló por caminos similares en otros países- la contribución de la comunidad científica de los antropólogos al debate y la difusión de las teorías evolucionistas. Fue esa una de las mayores contribuciones de la antropología al desarrollo de la ciencia durante el siglo XIX.

NOTAS

1. Véase., por ejemplo, Rostand, 1945, cap. XII; Templado, 1982, cap.11.

2. Un comentario de Lyell en 1856 puede servirnos para ilustrar esta opinión: Después de una conversación con Mill, Huxley, Hooker, Carpenter y Busk, en el Club Filosófico, mi conclusión es que cada vez es menos convincente la hipótesis de que las especies son entes permanentes, fijos e invariables, así como que su origen radica en la descendencia de parejas únicas o protoplastos; pero no hay otra hipótesis que explique claramente los hechos. [Citado por Ruse (1983, pág.255). El subrayado es nuestro]. Los naturalistas franceses sí creían, desde Lamarck, que existía esa hipótesis, aunque fuera inaceptable para muchos desde puntos de vista filosóficos, teológicos o científicos.

3. El método de las observaciones individuales -dice Broca en su artículo ANTHROPOLOGIE, pág. 16-, tomadas mediante procedimientos simples, uniformes, a cubierto de la fantasía, y repartidas en un gran número de individuos tomados al azar, es pues la verdadera base de las investigaciones antropológicas.

4. Bulletins d'Anthropologie, Vol. VII, 1865, Séance du 5 Janvier, págs. 11-14.

5. HUXLEY, T.H.: De la place de l'Homme dans la nature, traducida al francés por E. Dally.

6. Bullet. d'Anthr., VII, 1865, pág. 13.

7. Id., pág. 14.

8. Ayudante de Cuvier y profesor de zoología en la Facultad de Ciencias de París.

9. Bull. d'Anthr., VII, 1865, pág. 16.

10. En cursiva, en el original.

11. Bull. d'Anthr., VII, 1865, pág.16.

12. Id., pág.17.

13. (...) Yo creo, pues, con Darwin, que somos los primos tan lejanos como se quiera de los gorilas, por intermedio de un vertebrado primordial cuyo tipo está perdido hoy. Hay mucha distancia de la serie arborescente a la serie lineal. En Bull. d'Anthr., VI, pág. 18.

14. Bull.et Mém. de la Soc. d'Anthrop., 2 Série, T. III, 1868, pág. 674.

15. DALLY, op. cit., pág. 674

16. DALLY, op. cit., pág 674

17. DALLY, op. cit., pág. 677.

18. DALLY, op. cit, pág. 678.

19. DALLY, op. cit., pág. 701.

20. DALLY, op. cit., pág. 701.

21. DALLY, op. cit., pág. 705.

22. DALLY, op. cit., pág. 710.

23. L'Anthropologie en 1868, en Mém. d'Anthr., II, Pág. 519.

24. L'Anthropologie en 1868, en Mém. d'Anthr., II, pág. 519

25. L'Anthropologie en 1869, en Mém. d'Anthr., II, pág.524-525.

26. BROCA : L'Anthropologie en 1869, en Mém. d'Anthr., II, pág.529.

27. Bull. de la Soc. d'Anthr., 2 Série, t.IV, 1869. Nosotros utilizaremos aquí la reproducida en las Mémoires d'anthropologie., t. III, págs. 1-144.

28. Pág. 143.

29. Hominiens, Anthropoïdes, Pitheciens, Cebriens, Lemuriens

30. Nos referimos a su posición ante el darwinismo, pues su aceptación del transformismo fue clara en todo momento: (...) la doctrina de las permanencia de las especies no condujo sino a un abismo de confusiones, de contradicciones, de imposibilidades físicas y metafísicas, y no se puede salir de este abismo sino admitiendo, como una consecuencia de la historia de la distribución y de la constitución de las especies, la necesidad de su evolución y de su transformación. BROCA: Sur le tranformisme, en Mém. d'Anthr., III, pág. 185.

31. Mém. d'Anthr., II, Pág. 529.

32. Era evidente, no obstante, que para él [Dally] la discusión zoológica no era sino el medio, y que el transformismo era el objetivo. De manera que las dos cuestiones, aunque esencialmente distintas en principio, se encontraron fusionadas de hecho. Yo lo lamento mucho por mi parte, porque resultó, como se podía fácilmente prever, que la hipótesis del transformismo ha ejercido sobre los espíritus una diversión suficientemente fuerte como para hacer olvidar casi constantemente el punto de partida de la discusión. En vano la Société, desde el primer día, decidió que el debate sería dividido(...), que el examen del transformismo estaba reservado para una época ulterior; los adversarios de M.Dally no han tenido más paciencia que él mismo, y, aunque el presidente haya hecho todos sus esfuerzos para volver siempre de nuevo a la primera cuestión, sus argumentaciones han sido hechas casi siempre a la vista de la segunda. BROCA: Mém. d'Anthr., III, pág. 2.

33. Sur le transformisme. En Bulletins de la Soc. d'Anthr., 2 Série, T. V, 1870, págs. 168-239.

34. CONRY (1974), pág. 53.

35. Si es dudoso para mí que la selección natural y la selección sexual puedan llegar a producir especies, o, en otros términos, a hacer nacer caracteres específicos, las considero no obstante como poderosas modificadoras, capaces de desarrollar ciertos caracteres ya existentes, y ,por consiguiente, de perfeccionar especies o razas. Por esta razón, es de un alto interés estudiar la influencia que puedan ejercer sobre el hombre. BROCA: Les sélections, en Revue d'Anthropologie., t. II, 1873., en Mém. d'Anthr., III, pág. 241.

36. Mém. d'Anthr., III, pág.165.

37. Sur le transformisme, Mém. d'Anthr., III, pág. 194.

38. Esta hipótesis da cuenta de la mayoría de los grandes fenómenos biológicos actuales o pasados, y especialmente de los que más dificultades ponen a los partidarios de la creación [presenta una lista de estos grandes fenómenos]. En Mém d'Anthr., III, 201

39. Asimismo, diré a los darwinistas: la selección natural, tal como Vds. la definen, no es imaginaria; pero el poder ilimitado que le atribuyen es hipotético e ilusorio. Hacen de ella el agente exclusivo de una evolución a la que puede no ser completamente ajena; pero no puede contrarestar, ella sola, el conjunto de todas las otras condiciones más enérgicas y no menos persistentes a las que los seres vivos están sometidos. En Mém. d'Anthr., III,pág. 191.

40. 0 Es interesante confrontar la clasificación de los primates presentada por Broca en 1869, que hemos comentado más arriba, con la que proponía en sus cursos de la École en 1876:

PRIMATES:

1. Anthropomorphes

A. Hommes

B. Anthropoïdes

2. Singes

A. Pitheciens

B. Cebriens

41. Citado por CONRY (1974), pág. 56.

42. PERIER, Sur le transformisme, En Revue d'Anthropologie, 1880, págs. 213-229.

43. MAHOUDEAU, P.G.: Artículo Transformisme del Dictionnaire des Sciences Anthropologiques.

44. SALMON, Ph: Artículo Sociétés d'Anthropologie en el Dictionnaire des Sciences Anthropologiques.

45. Las experiencias tendrían por objetivo el estudio del cruzamiento de especies animales vecinas, de la fecundidad o de la esterilidad relativas de los productos obtenidos y especialmente la búsqueda de los medios susceptibles de hacer reaparecer los caracteres ancestrales más o menos desdibujados. Cfm. Bull. d'Anthr., 1887, pág. 461.

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