Scripta Nova
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. 
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 38, 15 de abril de 1999. 
 

LA INVENCIÓN DEL DESIERTO CHAQUEÑO. UNA APROXIMACIÓN A LAS FORMAS DE APROPIACIÓN SIMBÓLICA DE LOS TERRITORIOS DEL Chaco EN LOS TIEMPOS DE FORMACIÓN Y CONSOLIDACIÓN DEL ESTADO NACIÓN ARGENTINO.

Carla Mariana Lois(1) 



Resumen

Un conjunto de representaciones organizan la experiencia social y son constitutivas de ciertas prácticas. Algunas de ellas, se manifiestan en la apropiación de conceptos por parte de sujetos o grupos sociales para nominar aspectos del mundo y visiones sobre dichos aspectos que, a veces, condensan en un mismo término diferentes concepciones del mundo social. Pero la fuerte recurrencia de ciertas metáforas puede entenderse como la institucionalización de una imagen ­por cierto, no unívoca-, de una mirada particular sobre los fenómenos que conceptualiza. En este artículo se abordarán algunos usos y resignificaciones que del término desierto se hicieron en ámbitos vinculados con las prácticas de apropiación territorial del Chaco en el periodo de consolidación del Estado-nación argentino, entre ellos, los organismos militares que encabezaron los avances sobre el Chaco en forma sistemática desde 1884 a partir de la Campaña del General B. Victorica, y las instituciones geográficas que participaron de los debates intelectuales en torno de las problemáticas sobre la ocupación y colonización del Chaco. El objetivo de este trabajo es, entonces, indagar acerca de las imágenes construidas sobre el Chaco y articuladas en la metáfora desierto por parte de aquellos sujetos interesados en transformarlo en un no-desierto, en el seno del proceso de formación estatal argentino.

Abstract

The group of representation organize the social experience and constitute certain practices. Some of them are shown in the appropriation of concepts by individuals or social groups to name aspects of the world and views of those aspects that, some times, compress different conceptions of the social world in only one word. But the repetition of certain metaphors could be understood as institutionalization of an image ­certainly, non univocal-, of a particular view about the phenomena that are conceptualized. In this article some used and new meanings made of the word desert are approached. Some of these uses were made related to the practices of territorial appropriation of Chaco during the consolidation period of Argentine state nation, mainly by militer organisms that systematically led advances to Chaco since 1884 (General Victorica Campaign) and the geographical institutions that participated on the debates about occupation and colonization of Chaco. This article aims to inquire into the images built about Chaco, that are also articulated to the desert metaphor by those who wanted to transform it into a no-desert during the building process of Argentine state. 


Parece una obviedad recordar que son múltiples y variadas ­incluso, a veces, hasta paradójicas- las representaciones que los sujetos o grupos sociales construyen respecto de su mundo. Pero algunas representaciones se institucionalizan en ciertos dominios de validez(2) y son asimiladas e internalizadas por grupos que hacen diversos usos de ellas, asumiendo cierto acuerdo tácito acerca de las significaciones que transmiten dichas representaciones. En efecto, construir imágenes simbólicas es una de las prácticas involucradas en la experiencia social que se hace extensiva tanto a las situaciones de la vida cotidiana como a aquellas institucionalizadas. La producción, circulación, resignificación, mitificación y abandono de ciertas imágenes acerca del mundo no es sólo una práctica textual o un acto comunicacional, sino que se trata de una variedad compleja de operaciones que, en el seno de contextos definidos, consisten ni más ni menos que en la práctica de objetivar el mundo. O también, en formas de imaginar y aprehender lo real.

En este sentido, pierde acreditación cierta clasificación de la experiencia social que establece una tajante división entre los hechos o las instituciones y las representaciones, adscribiendo a los primeros el dominio de lo real y relegando peyorativamente a las segundas al campo de lo subjetivo.

Desde esta perspectiva, es interesante desmitificar aquella idea de que los procesos de investigación deben tener por propósito restituir la "realidad" a partir de análisis que despojen a los objetos de estudio de las supuestas deformaciones que produjeron los sujetos que ­entendemos aquí- los constituyen.

En este trabajo se tomará como punto de partida que cada imagen, cada texto conceptualiza un recorte posible de la realidad y, con todas las mediaciones implicadas, lo expresa jerarquizando algunos aspectos de esa visión en detrimento de otros que son subestimados, convenientemente deformados o ignorados. No se propone aquí abordar ni las imágenes ni las mediaciones desde un ángulo explicativo, porque "la proliferación de los hechos, la multiplicidad de las intenciones, el desorden de las acciones no pueden ser referidas, por tanto, a ningún sistema de determinismo capaz de darles una interpretación racional; vale decir, de enunciar su significación y sus causas" (Chartier, 1996: 21). Se considera más fértil plantear algunas cuestiones y reflexiones acerca de ciertas imágenes territoriales que permearon a múltiples discursos: nos referimos específicamente al uso del término desierto hacia fines del siglo pasado para hacer referencia a los territorios que se encontraban bajo dominio indígena, particularmente los del Chaco argentino (aunque, por cierto, también fue ampliamente utilizado en relación a los territorios de la Patagonia). En algunos casos, y desde el punto de vista político, la conceptualización del Gran Chaco como desierto subyació a muchos discursos y atravesó una gran cantidad de argumentos para legitimar acciones gubernamentales destinadas a su apropiación durante el siglo XIX.

El largo proceso de incorporación de los "territorios de los indios del norte" al territorio bajo dominio efectivo del Estado nacional estuvo estigmatizado, en su dimensión material, por políticas de intervención militar sostenidas sistemáticamente con posterioridad a la campaña que, en 1884, consagra al General Benjamín Victorica (ministro de Guerra y marina del General Julio Roca), como el nuevo "Conquistador del Desierto". Se trataba de un conjunto de operaciones orientadas a afirmar la territorialidad(3) estatal sobre un área dominada por minorías étnicas. Pero no sólo se buscaba establecer los límites internacionales y eliminar las "fronteras interiores", sino que también se apuntaba a construir y socializar imágenes oficiales y estandarizadas del territorio nacional(4), de manera tal que fuera posible la construcción de referentes patrióticos(5) que actúen como aglutinadores y como diferenciadores. De entre todos esos referentes nos interesan en este caso, principalmente, las imágenes que en torno del territorio se construyen, en el marco de las particularidades del proceso de formación territorial del estado nación argentino.
 

Un desierto "impenetrable"
 

El Chaco era, ante todo, un territorio indígena, ocupado por tribus y comunidades con lógicas de organización social y política diferentes a las costumbres occidentales. También era llamado el Impenetrable(6), en alusión a la espesura de sus bosques. Y también era conocido como el "desierto del norte". O mejor dicho, se lo llamaba "desierto del norte" pero, en gran medida, era desconocido para quienes se proponían dominarlo e incorporarlo al dominio efectivo del Estado.

En términos generales, hasta la década de 1870 las políticas de expansión territorial habían sido puntuales y esporádicas, además de concentrarse en el avance sobre la Pampa(7). En este contexto, en una primera etapa del proceso de apropiación material del Chaco existieron numerosas exploraciones de reconocimiento del terreno(8) con algunos intentos aislados y poco sistemáticos de ocupación efectiva a partir de sucesivas incursiones con resultados bastante efímeros(9), particularmente en lo vinculado a la determinación de caminos y fundación de pueblos, debido a la dificultad de mantener los trabajos realizados(10).

Los intentos de ocupación más coordinados entre sí se corresponden con una serie de expediciones iniciadas en 1870 cuando se lleva a cabo la expedición exploradora del comandante Napoleón Uriburu con las finalidades de someter a los indios y buscar el camino que uniera Salta con Corrientes (Martín, de Paula y Gutiérrez, 1976: 271). Desde este momento, las expediciones comenzarán a sucederse acompañando el proceso de organización jurídico-administrativa del Chaco. Sin embargo, la falta de una programación sistemática de objetivos y operaciones militares, sumados a ciertos desacuerdos entre las autoridades del gobierno central y las autoridades locales en relación a las irregulares partidas presupuestarias van a condicionar severamente el avance militar efectivo sobre el territorio indígena.

Con la campaña encabezada el general B. Victorica en 1884 se inauguró una nueva modalidad de exploración signada por el intento sistemático de avanzar sobre el territorio indígena y de establecer colonias "civilizadoras" fuertemente militarizadas, conformadas por extranjeros e indígenas sometidos(11). Este último rasgo está vinculado con la necesidad de incorporar mano de obra barata para los obrajes que, para esta época, constituían la principal actividad productiva de la región. No obstante esta necesidad, no se escatimaba en recursos violentos para los indígenas considerados 'indomables'; es decir, la preocupación primera parece consistir en la apropiación territorial, la cual sería secundada por la "asimilación indígena" (por otra parte, al poner el énfasis en la apropiación territorial, el discurso funcionaría como un argumento para legitimar el proceso de sometimiento indígena):

"Es necesario perseguir los indios y gauchos matreros que encuentre en los desiertos y a los que no crea conveniente dar de alta en la Brigada debe remitirlos presos a Buenos Aires a disposición del Estado Mayor. A este respecto, cuanto se consigna tiene mucho mérito para la seguridad de esos territorios y la sujeción de las reducciones de los mismos indígenas que empiezan a llevarse a cabo" (Carta del general Victorica al coronel Carlos M. Blanco; Victorica, 1885: 219, los destacados son nuestros)

Muchos objetivos e intereses impulsaron diversas acciones que, podría sintetizarse, promovían la incorporación efectiva y definitiva de esos territorios dominados por los indígenas. Por ejemplo, desde la década de 1870, algunas iniciativas buscaban proporcionar el marco jurídico para llevar adelante políticas de colonización que involucraran a colonos inmigrantes(12), intentando, por un lado, incorporar esas tierras al sistema productivo y, por otro, instalar "personas civilizadas" en las áreas expropiadas a los indígenas. Pero por distintas circunstancias políticas, la idea original de la Ley de Colonización (1976) del presidente Avellaneda fue distorsionada, favoreciendo la concentración de tierras en manos de los terratenientes y especuladores, en particular en la década de 1880. Posteriormente, la Ley Nº 2.875, conocida como la Ley de Liquidación (1891) proporcionó el marco legal para la enajenación de tierras sin necesidad de colonizarlas. Ello permitió la instalación de grandes empresas obrajeras, como La Forestal(13).

Sin duda, la creciente preocupación del Estado por hacer efectivo su dominio sobre el territorio pretendido se materializó en proyectos y campañas cada vez más sistemáticos, dirigidos y planificados, a la vez que se exaltaban y difundían los avances sobre el territorio indígena 'en nombre del progreso y la civilización' como indiscutibles valores morales y nacionales. En este proceso de apropiación material del Chaco se articularon políticas de organización jurídico-administrativas, expediciones de reconocimiento territorial, campañas de sometimiento indígena y proyectos de colonización pensados como la "victoria de la civilización sobre la barbarie del desierto chaqueño".

Las prácticas institucionalizadas que pretendían asegurar el dominio estatal sobre territorios indígenas se articularon con múltiples prácticas de representaciones que construían a partir del Chaco una amplia variedad geografías imaginadas. Representar el Chaco como desierto fue una de ellas.

Aunque no se ha encontrado sistematicidad o regularidad alguna en el uso del término desierto, la permanente recurrencia de este termino en diversos textos y contextos, invita a reflexionar sobre las imágenes y sentidos que estaría transmitiendo el concepto desierto en los primeros tiempos de la ocupación sistemática del Chaco.

Sin embargo, son múltiples los significados que adquiere el concepto desierto en los textos producidos por distintos actores que debatieron y se interesaron por la apropiación material del Chaco en ámbitos oficiales. Además, al igual que en los discursos de funcionarios estatales civiles y militares, también en la producción textual de las instituciones geográficas(14) que aparecieron en ese momento histórico se encuentran referencias al Chaco en términos de "desierto". De lo anterior se desprende que, en función de la delimitación de los sujetos involucrados y de los contextos de circulación de los textos que incluyen en sus argumentaciones el término desierto, se ponderarán ciertos campos de significación y se relegarán otros, vinculados, en el caso que nos interesa, con aquellos efectos de sentido destinados a producir fundamentaciones de diverso tipo (pragmáticas, científicas, etc.) respecto del proyecto político de expansión territorial de la elite gobernante.
 

Vaciar el desierto
 

No sólo el Ejército, encargado de la apropiación material de los territorios indígenas, sino que también diversos sujetos e instituciones vinculados de diversa manera con los intereses estatales recurrieron a la conceptualización del Chaco en términos de desierto. El anclaje de esta imagen se basaba en una tácita transferencia de ciertas características del significado literal y original que, estableciendo una relación de sinonimia (nunca fundamentada) entre "Chaco" y "desierto", ponderaba de este último el rasgo de vacío. Aunque podría sugerirse que no se trataba de un área vacía ya que estaba repleta de vegetación impenetrable y de indígenas "hostiles", cabe recordar que, según los cánones del positivismo decimonónico, la ausencia de civilización era un vacío. Y un vacío que debía ser llenado.

En estos términos, el significado habitual del término "desierto" referido a un "espacio vacío", en una operación no explícita, se hace extensible a "vacío de civilización". En efecto, el concepto de desierto remite a un espacio vacío y deshabitado(15). Claro que, aunque resulta llamativo que pueda llamarse desierto a un área en la que la presencia de los indígenas era fuerte y constantemente reconocida, puede suponerse que la existencia de formas de organización social, económica y política incongruentes con los parámetros de aquellas formas de organización del mundo capitalista occidental habilite a generalizar la acepción figurativa especificada en un diccionario de la época, en tanto "predicar en desierto" significaría "dirigir la palabra a oyentes no dispuestos a admitir la doctrina o consejos que les dan (Real Academia Española, 1899: 340). Sin embargo, cuando hablaban de "desierto" el énfasis estaba puesto en el referente empírico territorial(16): la ausencia de civilización era asumida como un "vacío" y legitimaba la conceptualización como "desierto", dotándolo de un sentido muy laxo que nada decía sobre los habitantes del lugar. De esta forma, ignorando la existencia de población indígena, es que se construye el vacío y, consecuentemente, el desierto. En torno a esta cuestión se fundamentan y se materializan los proyectos de apropiación territorial (de características militares) llevados adelante por el Estado: el criterio de apropiación -y de legitimación de la apropiación- suponía que "la estatalidad se impone sobre la nada". Esto, significativamente, ponía fuera de la discusión la cuestión indígena y situaba al desierto como escenario óptimo para la civilización.

En el ámbito militar, la visualización de las áreas ocupadas por indígenas como "espacios vacíos" o "desiertos" le imprimió un sello particular al modo de apropiación y, en consecuencia, al proceso de formación territorial argentino, estrechamente vinculado con el desarrollo de tareas cartográficas en el Ejército. En efecto, pensar en "los desiertos del norte y del sur" permitía poner de relieve -desde la esfera técnica- la indiscutible falta de conocimientos "geográficos" y, con ello, plantear la 'urgente necesidad' de avanzar sobre esas tierras desconocidas y relevarlas topográficamente. Esto llevó al Instituto Geográfico Militar(17) (en adelante, IGM) a enunciar claramente la necesidad de un relevamiento topográfico para, entre otras cosas, demostrar científicamente que el desierto era "desierto pero no tanto", ya que "el término 'Desierto' engloba más un sentido de desconocimiento geográfico que una acción natural pues en estas tierras inmejorables se encontraban riquezas potenciales para ganaderos y agricultores"(18) (IGM, 1979: 21). El desierto equiparado al "desconocimiento geográfico" parecía no dejar lugar a dudas acerca de la necesidad impostergable de conocerlo.

Una de las modalidades de conocerlo era cartografiándolo. Claro que para cartografiarlo había que "penetrar en el Impenetrable". Es que de eso se trataba, pero las tareas cartográficas eran presentadas con argumentos técnicos asumidos como irrefutables sin reparar demasiado en que, en primer lugar, conocerlo y nominarlo (por ejemplo, en términos de desierto, aún antes de su reconocimiento efectivo) implica cierta apropiación intelectual y, en segundo lugar y en relación específicamente a la cuestión cartográfica, en que la representación cartográfica constituye otra de las formas de objetivar el mundo(19). En este sentido, se enmascaraba tras la mensura del terreno y otras operaciones técnicas, un conjunto de prácticas que pugnaban por instaurar concepciones del mundo, que en este caso, se referían a un mundo relativamente desconocido y no apropiado.

Todas estas cuestiones permiten sostener que la inexistencia de una cartografía científica del Chaco, contribuía a su conceptualización como desierto en una doble operación: por un lado, un área no cartografiada era, supuestamente, un área desconocida y podía ser llamada desierto pese a sus "inmensas riquezas naturales"; pero por otro lado, en el contexto del imperialismo europeo y el auge del positivismo, los desiertos "debían" ser colonizados, apropiados y cartografiados. Es decir, pensar el desierto implicaba necesariamente la urgencia de vaciarlo y transformarlo, mediante la apropiación nominal y simbólica, en un no-desierto. A estas cuestiones se le agrega otra: subyace en la conceptualización de "desierto" la idea de barbarie, opuesta al proyecto de civilización inscripto en el proyecto de la construcción del estado nación. La vinculación entre desierto y barbarie está presente en la totalidad de las relaciones militares sobre el avance y la ocupación del territorio chaqueño: la barbarie y el desierto son los enemigos, que se vencerán con la aniquilación y el sometimiento, por un lado, y con el control efectivo, por el otro.

Pero vaciar el desierto no era solamente una empresa militar. Había que pensar el desierto: era necesario construir y socializar una imagen legitimada que articulara estos sentidos. Entre los ámbitos en que la imagen de desierto circuló y fue dotada de sentido, pueden mencionarse las sociedades geográficas (Zusman, 1996), en donde numerosos intelectuales producían discursos académicos sobre el territorio pretendiendo impregnarlos del prestigio de la cientificidad(20) reconocido para las ciencias fáctico-naturales.
 

El desierto en los discursos legítimos sobre el territorio: las sociedades geográficas decimonónicas
 

En virtud de las coyunturas políticas y económicas en que las instituciones geográficas emergieron y atendiendo a los intereses, funciones y actividades que en ellas se desarrollaron se advierte la existencia de un nexo entre los ámbitos de la ciencia y los de la política de características muy complejas: notablemente, el surgimiento de este tipo de sociedades se enmarca en el periodo de consolidación del estado nación argentino. Y al respecto, cabe mencionar que la fundación del Instituto Geográfico Argentino (1879) coincide con uno de los hitos en el proceso de formación territorial: la Campaña al Desierto de Roca. Esto podría estar asociado al profundo y persistente interés de todos los integrantes del IGA -rastreable en las páginas del Boletín que editara el Instituto a lo largo de los períodos 1879 a 1911 y 1926 a 1928, pero particularmente durante la primera etapa- en las temáticas vinculadas a la Patagonia. En términos similares, la fundación de la Sociedad Geográfica Argentina(21) (1881) se corresponde con los tiempos de apropiación del Chaco y esto se refleja, nuevamente, en las páginas de su Revista.

En este sentido, la funcionalidad de las conceptualizaciones construidas por estas instituciones se inscriben dentro de un conjunto de prácticas que no se limitan al ámbito científico. En tal sentido, planteamos el abordaje del vínculo entre ciencia y política, asumiendo que "la noción de 'ciencia' o de 'actividad científica' designa un conjunto de instituciones y de sistemas de acciones y de normas [...] que se encuentra al interior de lo social" (Verón, 1996:16).

Análogamente a las sociedades geográficas europeas del siglo XIX, quienes participaron en estos emprendimientos científicos (militares, naturalistas, abogados y otros de las más diversas profesiones, incluyendo aficionados) compartían una concepción de la geografía "puramente práctica y estrictamente utilitaria, puesta al servicio de los intereses comerciales y la causa colonial" (Rhein, 1982: 14). Esta visión del conocimiento geográfico explica en parte la frecuente pertenencia simultánea a la esfera política oficial y a estas instituciones geográficas, siendo ésta una de las formas más habituales de proporcionar a las sociedades científicas información actualizada sobre los desiertos(22). Concomitantemente, las instituciones geográficas construían argumentaciones que, en algún sentido, contribuían a fundamentar científicamente algunas de las prácticas políticas de la elite gobernante apoyándose en los mecanismos legitimadores que proporcionaba el campo de las ciencias(23). En suma, "el proyecto estatal-nacional se acompañaba de un ambiente filosófico y epistemológico particular. El positivismo en sus vertientes biologicistas (darwinistas, antidarwinistas y spencerianas) y, derivado de él, la idea de progreso, eran como la base que legitimaba las acciones políticas que se estaban llevando adelante. Si en el campo de las ideas científicas se estaba elaborando un pensamiento que contribuiría a establecer las bases que otorgarían un significado y concretitud al concepto de progreso, podríamos comprender la importancia que el desarrollo de este tipo de saber y especialmente de las ciencias naturales adquirió en la Argentina en formación" (Zusman, 1996: 34).

Los discursos producidos al interior de estas instituciones dialogan y nutren a los discursos oficiales: en primer lugar, no es frecuente encontrar en las crónicas completas alguna oposición o fuerte crítica a los proyectos políticos más significativos desde el punto de vista territorial (las conquistas de los "desiertos") sino que, por el contrario, colaboran en la construcción de imágenes fácilmente socializables y 'científicamente demostrables' que contribuyan a internalizar al territorio como uno de los componentes de la ideología colectiva nacional. Y en segundo lugar, gran parte de los debates se correspondían con las discusiones establecidas por los responsables de las decisiones políticas: cuando la idea de la existencia de "inmejorables riquezas de los desiertos" se instaló en el imaginario expansionista y se decidió que la campaña de Victorica debería, a diferencia de la campaña al Desierto de Roca, dan prioridad el sometimiento indígena a su aniquilamiento para incorporarlos como mano de obra "autóctona y adaptada"; también aparecieron en el seno de estas instituciones distintas argumentaciones que se adecuaban a las fuertes transformaciones acaecidas en el escenario político como consecuencia de algunas críticas al brutal exterminio indígena en manos de Roca unos años antes. En esta clave es posible leer el primer trabajo publicado en la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina, que se titula "El Chaco y sus indios" (conferencia del explorador Juan de Cominges(24); RSGA, 1881: T I, 6); en este artículo aparece la preocupación por el efecto de las campañas sobre la población indígena, preocupación que tiene sus orígenes en los resultados de la "Conquista del Desierto" de Roca (RSGA, 1881: T I, 6). De Cominges introduce esta inquietud al inicio de su conferencia:

"La conquista del Chaco va a emprenderse, ¿pensará el Gobierno Argentino llevarla a cabo por medios idénticos a los empleados en la Pampa?" (RSGA, 1881: TI, 7)

y, poco antes de finalizar exhorta a su auditorio:

"Después de haber bosquejado ligeramente lo que es la naturaleza del Chaco, y lo que son allí, sus pobladores, dejo la consideración de los que han tenido la paciencia de escucharme, el si será justo ni prudente el tratar de conquistar el Chaco por medios idénticos a los empleados en la Pampa" (RSGA, 1881: TI 24).

¿Cómo analizar, entonces, el uso que las sociedades geográficas hicieron del concepto "desierto" considerando que gran parte de los artículos publicados en los órganos de difusión del IGA y de la SGA referidos al Chaco(25) también describen minuciosamente dos tipos de biomas: en la zona oriental, los parques y sabanas subtropicales, con bosques en los altos combinados con esteros y bañados en los bajos; en la occidental, el bosque subtropical caducifolio y xerófilo?

Por un lado, parecieran aflorar ciertas imágenes residuales que remitirían a la embestida militar que el general Roca llevó a cabo hacia los territorios del sur en 1789 y recuperaban de ésta ciertos aires civilizatorios y triunfalistas. Pero la cobertura herbácea de la Pampa y aún más el árido paisaje de la Patagonia ofrecían al observador una imagen semidesértica. Particularmente para el caso de la Patagonia, la vegetación era escasa, dispersa y de muy baja cobertura y se extendía discontinuamente sobre las llanuras y las mesetas escalonadas con suelos pedregosos o arenosos, con escasa materia orgánica, sometida a los constantes vientos del oeste (Prudkin y Marchetti: 1982).

Es cierto que Roca no estaba pensado en la condición esteparia de la Patagonia cuando difundió como 'Campaña al Desierto' su emprendimiento militar al sur del río Colorado; sin embargo, el escaso o nulo interés por la población indígena (que favorecía la conceptualización de 'vacío' porque se basaba en negar a la población existente) y, por ello, la ambigüedad que el término desierto tenía en este caso -ausencia de población civilizada y de vegetación- permitía una alusión más sutil a la barbarie dado que, por lo menos, no parece contraponerse a las 'características físicas objetivas'.

Muchas de las argumentaciones políticas que justificaban la apropiación del Chaco encontraron un ámbito de difusión en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino (en adelante, BIGA) y en la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina (en adelante, RSGA), que no sólo constituía su vía de expresión sino que era un ámbito para su legitimación: quienes publicaban allí sus trabajos recurrían a explicaciones y a elementos discursivos y argumentativos que apelaban en forma más o menos explícita al cientificismo positivista de manera que se impregnaba al mensaje la veracidad que se le adscribía a la rigurosidad metodológica y la analogía biologicista. La filosofía positivista permeaba las propuestas de modernización, las explicaciones a los efectos no deseados de la modernización, la normatización de la relación entre el aparato estatal y la sociedad, y la interpretación del pasado nacional (Terán, 1987). La colonización del Chaco era, sin duda, una propuesta de modernización que prometía el control efectivo de una vastísima porción del territorio, la ampliación de los circuitos productivos, la incorporación de una gran masa de asalariados al mercado laboral y la delimitación y defensa de la frontera nacional (Iñigo Carrera, 1983; Trinchero, Piccinini y Gordillo, 1992; Viñas, 1982). Algunos de los argumentos que sostuvieron este proyecto modernizador se construyeron a partir de una extrapolación de los criterios de cientificidad (entre ellos: la veracidad; y su contracara: la anomalía, lo patológico) a todas las esferas sociales y del accionar político (transformándolos en la justificación técnica y científica de los anhelados orden y progreso).

Esta estrategia argumentativa permea, con mayor o menor transparencia, gran parte de los artículos publicados en el BIGA y en la RSGA. Un ejemplo de ello es el artículo publicado por el poeta O. V. Andrade bajo el título de "Territorios desiertos": en él hace una analogía entre geografía de la colonización y geografía del mar: corrientes de hombres y corrientes de agua (RSGA, 1881: T I, 52) como dos fenómenos homologables que responden a las mismas leyes y que pueden ser explicados con los mismos argumentos y procedimientos:

"Esa gran corriente ecuatorial [...] busca siempre las costas frías, cuyo clima riguroso puede suavizar con el contacto de sus aguas tibias. La gran corriente de la emigración busca a su vez las zonas propicias para la producción de las razas y la fecundidad del trabajo" (RSGA, 1881: T I, 53).

Después de una breve descripción de las "riquezas naturales" del país concluye:

"Como se ve, no hay en el mundo un territorio más vasto ni más apto para la colonización que el nuestro. Tengamos paz y tendremos población. La corriente humana busca las costas tranquilas, no los cabos tormentosos" (RSGA, 1881: T I, 58).

Aquí cabe comentar la curiosa naturalización de los procesos sociales operada por estos discursos. En este caso en particular, dado el dinamismo de las costas, los cabos están destinados a erosionarse y a constituirse en lo que geomorfológicamente se considera una costa rectificada por procesos erosivos cuyos agentes son olas y mareas: en efecto la evolución de la línea de costa tiende a su rectificación, con acreción en las bahías y erosión en los cabos; este proceso natural y las estrategias equilibradoras del sistema geomorfológico son utilizados para explicar el fenómeno de la inmigración y las ventajas de un ambiente político sin demasiadas turbulencias.

De esta naturalización ontológica (Escolar, 1991) derivan otras argumentaciones que, extrapolando razonamientos y lógicas de fenómenos de las ciencias naturales, apelan a su carácter científico para justificar procesos políticos, sociales y económicos, como los involucrados en las políticas de apropiación territorial. En este sentido, también la idea de un destino superior a la voluntad humana aparece en gran parte de los trabajos publicados en la RSGA: el proyecto de colonización que expone el Dr. Wasserzug ante la SGA en su conferencia del 16 de febrero de 1883 se sostiene sobre la base de una necesidad 'natural' y destinada más allá de cualquier obstáculo de ocupar y colonizar ese territorio:

"La ley del equilibrio rige a los hombres y a los capitales como al Universo. El giro de los planetas, el flujo y reflujo de las olas del mar; las agitaciones de los hombres y de las naciones, son tan sólo afanes en busca de un equilibrio. En la historia de la humanidad, estos afanes se traducen por 'emigración', y el equilibrio, por época; era para el tiempo; Estado para el espacio" (RSGA, 1883: T I 186; los destacados son del original).

Explicar la gran preocupación manifestada en las páginas de la RSGA por los asuntos referidos al Chaco nos remite, como ya hemos anticipado, a la coincidencia temporal entre el funcionamiento de la SGA y los proyectos de colonización del Chaco. El área chaqueña bajo dominio indígena, en ese momento histórico constituía un objetivo fundamental desde lo político, lo militar, lo económico y lo cultural. Sin duda, era un desafío que buscaba emular los "éxitos" de la campaña de Roca aunque intentando paliar las críticas y -básicamente- las desventajas económicas del aniquilamiento de los indígenas: evidentemente, los avances territoriales logrados en la "expedición al Desierto" fueron un estímulo para otros proyectos de expansión territorial.

Tal como se ha señalado anteriormente, el Gran Chaco argentino se asemejaba a la Pampa Central en la ausencia del hombre civilizado, la exclusión de los circuitos productivos y la gran distancia al centro de poder (con sede en Buenos Aires). Pero, ¿en que se parece el bosque chaqueño, también conocido como "El Impenetrable" por la densidad de su vegetación, a un desierto? Ciertamente es, cuanto menos, llamativo que en una institución geográfica exista consenso en utilizar el concepto desierto para referirse a una región de vegetación muy abundante que ha sido calificada de "vergel" por algunos viajeros que recorrieron el lugar. Es pertinente, entonces, preguntarnos acerca de los usos de esta metáfora y la intención de instituir una imagen muy fuerte que establece a partir del concepto desierto una analogía entre la ausencia de vegetación y ausencia de civilización, negando cualquier otra forma de organización y legitimando todo tipo de acciones en nombre del progreso y de la civilización, aunque en este caso no pueda hablarse de ausencia de vegetación.

Atravesando la gran mayoría de trabajos, cartas, proyectos y monografías subsiste una aparente paradoja: el Gran Chaco argentino es presentado, a la vez, como desierto y como Edén. ¿Por qué un mismo expositor, autor o corresponsal en una misma conferencia, artículo o epístola se refiere al Chaco como 'desierto de salvajes' y también como un lugar de 'espléndida vegetación', una 'grandeza de la Creación'(26)? Una vez más, entonces, ¿de qué se habla cuando se habla de desierto? Considerando la insistencia de este tipo de conceptualización en los textos analizados, es factible pensar en el uso deliberado de un juego de imágenes "naturales" dicotómicas y otro de imágenes "sociales": se trataría de un recurso habitual en estos discursos que alterna las imágenes de barbarie y civilización con las de desierto y de vergel o 'bosque real y muy tupido'. De estos dos pares de imágenes surge una combinación muy particular: un análisis de la frecuencia de uso de cada uno de estos elementos revela que, del primer par, predomina civilización, y del segundo par, desierto, apelando, por un lado, al deseo y a la necesidad de una sociedad civilizada de una forma bastante explícita, pero, por otro lado, apelando a la barbarie desde la noción de desierto, denominación que se aparecía como 'más científica' y socialmente aceptada como legítima(27) para imponer la idea de la civilización que la de barbarie, entre otros motivos porque no aludía a los individuos sino al territorio. Desde la perspectiva positivista, se construye un nuevo par de imágenes que instala una renovada dicotomía: se resignifica la idea de desierto adicionándole al sentido iluminista tradicional -ausencia de civilización- y al determinismo geográfico sarmientino de matiz romántica, la legitimidad de la cientificidad otorgada por la aplicación de términos provenientes de ciencias naturales (el desierto, en un sentido estrictamente ecológico, alude a las condiciones climáticas y biogeográficas de una porción de la superficie terrestre) a fenómenos sociales (la barbarie), los que según los parámetros positivistas no serían pasibles de un abordaje científico desde una lógica propia. Entonces, aunque a primera vista parezca que desierto y vergel son dos conceptos opuestos, en el discurso de la época ellos cumplen funciones diferentes y, en algunos sentidos, complementarias. La aparente paradoja queda resuelta, entonces, cuando comprobamos que el vergel se utiliza en referencia estrictamente a las condiciones naturales favorables para acoger las bondades de una organización civilizada y al hablar de desierto se habla metafóricamente de barbarie, anulando en parte su significación "geográfica", porque se anula la significación topográfica, pero, paradójicamente, se la conserva para aprovecharla en beneficio de su aceptación y legitimación en términos de cientificidad.
 

Hacia la desaparición del desierto...
 

Tras la expedición de Victorica la relación retórica "civilización-barbarie" se resignifica. En efecto, cuando se consideró haber desequilibrado las fuerzas en la lucha contra los indios en favor de la institución estatal los indígenas dejaron de representar la barbarie a dominar para convertirse en "naturales de la Nación" (BIGA, 1885: T VI 105), según palabras del propio Victorica al regreso de la campaña: los indios, una vez considerados dominados, pasaron de ser los enemigos naturales de la civilización conceptualizados como una otredad indeseada a ser una población autóctona, una otredad incorporada que en su carácter de "especie adaptada al medio" era útil para una mejor explotación de las riquezas (y cuya situación inferior en la escala humana estaba más vinculada a las vicisitudes de la evolución natural que al destino intrínseco de los indígenas). En palabras de uno de los exploradores del Chaco y socio de IGA:

"No se ha exterminado al indio y aquellos que han caído para no levantarse más han caído como héroes impulsados por una inflexible temeridad, en presencia de un destino ciego y fatal.

Haber sometido a tanta tribu es uno de los timbres de honor que pueden ostentar en todo tiempo los que han dirigido la expedición al Chaco, tan sabia y tan prudentemente.

Y al emplear estas palabras, no me guío por un sentimiento ciego y trivial sino por dos causas fundamentales: la primera, la que se relaciona con los sentimientos de humanidad; y la segunda, más importante aún, se refiere a las ventajas étnicas del momento ya que en su esencia, la radicación de una raza vigorosa en un suelo casi desierto es cuestión de tiempo, de adaptación climatérica y de la selección que se opera en el desenvolvimiento regular de las fuerzas y en la marcha compleja no pocas veces fugitiva de los acontecimientos humanos.

El indio en su expresión actual es como un producto de aquel suelo, típicamente caracterizado por el aislamiento en que se ha desarrollado.

Puesto en contacto con razas superiores se tornará en un factor económico y será de gran utilidad en el progreso de las industrias que empiezan a implantarse en el Chaco" (Discurso del Comandante Fontana, en la Recepción de Victorica en los salones del IGA el 2 de marzo de 1885 BIGA; Tomo VI 102)

Efectivamente, al regreso exitoso de Victorica no sólo cambió el discurso sobre los indígenas sino que también mutó el discurso sobre el área geográfica en cuestión. El Chaco dejaba ya de ser nombrado constantemente como "desierto" para comenzar a asumir en forma plena el carácter de "territorio argentino":

"A lo desconocido se le exagera y se le reviste casi siempre de cualidades terribles. La palabra desierto en todos los pueblos y en todos los tiempos se presenta envuelta en una penumbra de prestigio mágico y medroso. La imaginación popular asocia a ella un mundo de visiones fantásticas y poco simpáticas y tranquilizadoras, y era natural también que el Chaco pagase su parte de tributo a esta lejana y tradicional manera de considerar lo desconocido.

Así, ese territorio, teatro desgraciado de las valientes exploraciones de Alexis García y de Ayola, en los primeros tiempos de la Conquista, ha sido sucesivamente clasificado de malo, unas veces, y otras pintados con las exageradas claridades de un Paraíso, tachado inhabitable por lo ardiente de su clima, otras se ha creído ver allí la esplendidez de la naturaleza pintada en los primeros versos de Flor de un día. Error todo: ni tan malo, ni tan absolutamente bueno" (BIGA, 1885: T VI: 148; los destacados son del original).

Las sociedades geográficas se acoplaron a la política estatal en lo referente al dominio territorial: el interés "geográfico" por la región chaqueña se ajustó a los pulsos de alza y baja del interés político por esa área y los discursos científicos producidos en esas coyunturas estuvieron funcionalmente orientados a sostener argumentaciones de carácter político, es decir, fueron utilizados como una táctica legitimadora. Las estrategias retóricas que posibilitaron la eficacia de tales argumentaciones se inscriben en la potencialidad legitimadora de los métodos científicos en el marco del positivismo decimonónico.

La imagen de desierto condensó, entonces, un conjunto de expectativas políticas (dominio estatal efectivo) y científicas (reconocimiento del terreno y cartografía) respecto del Chaco hacia fines del siglo XIX. También articuló una postura política respecto del orden social con ideas y supuestos (algunos de ellos, anclados en el campo de las ciencias) que funcionaron como legitimadores del proyecto político de expansión y consolidación de las fronteras nacionales.
 

Algunas reflexiones acerca de la necesidad de inventar el desierto
 

Entonces, ¿qué es lo que permite conceptualizar al Chaco como "desierto" teniendo en cuenta, por un lado, la numerosa población organizada en una gran cantidad de tribus, y, por otro lado, la exhuberancia de sus bosques, sabanas y parques que los constituyen biogeográficamente? ¿qué es lo que sostiene lógicamente a esta conceptualización? ¿por qué instituciones científicas embebidas del espíritu positivista de la época la construyen o, cuanto menos, la reproducen aún pese a su inexistente referente real, imposible de contrastar a partir de la observación directa, tal como rezan los postulados epistemológicos de esa corriente?

La invención del desierto chaqueño es la representación subjetiva del área geográfica sobre la que se pretende ejercer un dominio efectivo. Distintos sujetos contribuyeron, apelando a diversas estrategias (entre ellas, la retórica cientificista), a instalar en el imaginario colectivo esta conceptualización. La "emergencia de las descripciones 'positivistas' en la década de los ´80, de los imaginarios que fueron construidos sobre el Chaco" (Trinchero, 1997: 97) irrumpe en las descripciones pintorescas e instala la ansiosa búsqueda de argumentaciones científicas que fundamenten y legitimen tanto la ofensiva militar como los proyectos de ocupación definitiva. Sin embargo, los objetivos políticos aflorarán en los razonamientos científicos, en una relación recíproca de legitimidad: la escasa reflexión acerca del concepto desierto es minimizada por la necesidad política de "inventar el desierto". En este sentido, Trinchero señala que "todas las alusiones a los espacios territoriales sobre los cuales la burguesía diseñó su modelo de dominio y valorización no constituyeron únicamente una metáfora geográfica sino también socio-cultural: espacios que el proyecto estatal-nacional debería vaciar de toda reivindicación étnica o local en el entendido de que ninguna de estas alteridades debería mediar entre las instituciones del Estado y sus 'ciudadanos'" (Trinchero, 1997: 140).

Las representaciones simbólicas aparecerán, entonces, acompañando el proceso político de expansión territorial "gestando un sentido común respecto del espacio [...], una mentalidad acerca de sus temas, un horizonte espacial, colectivo" (Moraes, 1988: 32; en portugués en el original y las cursivas son del original). En este contexto surgieron instituciones ­como el Instituto Geográfico Argentino y la Sociedad Geográfica Argentina- cuyas prácticas estaban orientadas a construir discursos científicos y cartográficos en directa relación a las necesidades de los proyectos territoriales de la elite nacional. Se ha asumido la relevancia de la producción intelectual de las sociedades geográficas, en tanto ésta constituyó una parte significativa del "pensamiento geográfico", es decir, consistió en "un conjunto de discursos respecto del espacio que [sustantivaron] las concepciones que una sociedad dada, en un momento determinado, [poseía] acerca de su medio (desde lo local a lo planetario) y de las relaciones con él establecidas" (Moraes, 1988: 32; en portugués en el original). En este sentido, puede decirse que estas instituciones, junto a los organismos dependientes del Ejército que también asumieron entre sus funciones la representación cartográfica de los territorios explorados, articularon una serie de justificaciones ideológicas y fundamentaciones científicas tendientes a legitimar la incorporación del Chaco al territorio nacional, a partir de "una transformación simbólica de la realidad sintetizándola como única y comprensible" (Ortiz, 1985: 139).

Es decir, algunos de los pilares sobre los que se apoyaron diversos proyectos políticos fueron los proyectos de expansión territorial, las discusiones sobre la necesidad de poblamiento efectivo de todo el país, la consolidación de las fronteras "interiores"(28) y exteriores; pero también fueron estos tópicos los disparadores sobre los que se construyeron proyectos científicos y académicos, como los del Instituto Geográfico Argentino y de la Sociedad Geográfica Argentina. El interés de las sociedades geográficas por el apoyo estatal, por un lado, y el interés de los sucesivos gobiernos por las tareas llevadas a cabo por estas corporaciones, por otro, convergen en una gran cantidad de actividades conjuntas.

Los discursos que se ocuparon de reflexionar acerca de alguna de las dimensiones implicadas en la apropiación estatal del territorio chaqueño, trabajaron la idea de desierto a partir de imaginar un espacio vacío. En efecto, el propósito que subyacía a las políticas de expansión territorial implicaba vaciarlo de los indígenas. En cierta medida, el desierto no era desierto, sino que debía ser desierto. O en otras palabras: había que inventar un desierto porque el Chaco no era un desierto pero debía serlo para poder llenarlo. Y llenarlo con personas civilizadas. Con inmigrantes europeos. Pensar el desierto imponía un campo de sentidos muy amplio pero, en cierta medida, restringido a un referente espacial y excluyendo cualquier cuestión relacionada con sus ocupantes. Hablar de desierto era hablar de espacio. En cambio, hablar de Chaco era hablar de indígenas, porque el Chaco siempre había sido dominado por los indígenas. En términos similares lo expresa David Viñas: "firmado en Santa Fe en 1853 [el contrato de Castellanos] implicaba la mensura de 'campos vacíos' y la instalación de inmigrantes europeos. Desalojar/ocupar, en verdad, la correlación liquidación de indios/convocatoria de inmigrantes resulta, en su punto central, un drama del espacio" (Viñas, 1982: 124; las cursivas son del original).

Este "drama del espacio" puede resumirse en la invención del desierto chaqueño. En efecto, el punto de partida era asumir la existencia de un área no civilizada, pero que no estaba vacía. Resultaba necesario, pues, vaciarla: para ello, se instaló una imagen territorial ­el desierto- que recordaba un vacío (de la civilización) y ello habilitaba, retóricamente, otras acciones en nombre de las cuales se sometió y aniquiló a una gran cantidad de minorías étnicas. Es decir, se vacío al Chaco material y simbólicamente.

Pensar el desierto, entonces, precedió y acompañó la transformación del Chaco en un no-desierto. Imaginar ­no en el sentido de construir una ficción sino en el de conceptualización y apropiación intelectual- el desierto chaqueño constituyó una de las tantas prácticas que operó en distintos planos en el proceso de incorporación efectiva del Chaco al territorio nacional, que, en términos discursivos, implicó la paulatina desaparición del "desierto chaqueño" y la invención, ahora, del "territorio chaqueño".
 

Fuentes y bibliografía
 

Fuentes
 

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Notas
 

1. Licenciada en Geografía y becaria del Instituto de Geografía de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires.

2. Se utilizará la categoría dominio de validez para hacer referencia al ámbito institucional donde "se impone el sistema [semiótico, lingüístico] y debe ser reconocido u obedecido" (Benveniste, en Pérez de Medina, 1997: 25) o, en otros términos, a las condiciones institucionales que otorgan y asumen la validez de ciertos postulados.

3. Adscribiendo a Sack, entendemos por territorialidad el "intento individual o grupal por afectar, influir o controlar ciertos conjuntos humanos, fenómenos y relaciones, delimitando y asegurando el control sobre un área geográfica (Sack, 1986: 19; en inglés en el original).

4. Dentro de este conjunto de imágenes oficiales y estandarizadas del territorio nacional incluímos particularmente la aparición del discurso geográfico en la institución escolar (Quintero Palacios, 1992) y los intentos por normatizar la producción cartográfica (Zusman, 1996 y Lois, 1997 y 1998b).

5. Para problematizar la construcción de referentes patrióticos asumimos que "la representación patriótica podrá ser considerada, en consecuencia, como el sentimiento de identificación grupal de una comunidad nacional estatalizada con una serie de símbolos abstractos e históricos, y también con el sentimiento de identificación grupal de un pueblo con su ámbito territorial (naturalizado) de pertenencia legítima" (Escolar, Quintero Palacios, Reboratti, 1994: 4).

6. El uso irreflexivo del concepto "impenetrable" nos merece algunos interrogantes: si los indios pueden instalarse en esas zonas boscosas llamadas "impenetrables", la densa vegetación no resultaría ser el impedimento a la accesibilidad; entonces cabe preguntarse ¿"Impenetrable" para quién? ¿"Impenetrable" por qué? ¿qué es lo "impenetrable": el bosque o el territorio de dominio indígena? El problema de la resistencia indígena, entonces, parece ser naturalizado y corporizado en las características biogeográficas de la región. Además, el término "impenetrable" fue utilizado por el discurso oficial del gobierno militar entre los años 1976-1982 para incentivar sus planes de colonización del Chaco (Zusman, 1997).

7. No sólo fue prioritaria el área sur en las expediciones militares (tal como queda expuesto con la secuencia temporal de la Campaña al Desierto -encabezada por el general Roca- y la del general Victorica; es decir, la primera cinco años antes que una de similar envergadura al Chaco). También en los aspectos jurídicos y organizativos resultó priorizada la Patagonia, como puede apreciarse en la Ley del 9 de octubre de 1878, según la cual "el Poder Ejecutivo establecerá una gobernación en los territorios de la Patagonia con el personal de empleados y los sueldos que la ley de presupuesto asigna para la del Chaco" (Meroni, 1977: 134)

8. Antes de la campaña del Grl. Victorica (1884), las expediciones tenían un carácter predominantemente exploratorio. Expediciones como las del Mayor Fontana (1880), del Coronel Bosch (1881) y del Comandante Solá (1881) se concentraron en realizar tareas de reconocimientos del terreno, como observaciones meteorológicas, levantamiento de planos, recolección de muestras y recopilación de datos para la confección de un informe. Aunque en algunos casos se ocuparon de fundar fortines, no llevaron a cabo acciones sostenidas para lograr la ocupación efectiva y permanente de esas tierras.

9. En los relatos de expediciones anteriores a 1870, como las que describe Napoleón Uriburu -gobernador del Chaco- al Ministro del Interior Iriondo (S.H.E., caja 2, Documento 1274) o el Jefe de la II División de la Dirección General de Frontera Coronel Juan A Noguera (S.H.E., caja 2, Documento 758), se encuentran crónicas de las expediciones en las que se puntualizan los enfrentamientos con los indígenas, las bajas de oficiales y de indios. En ellas también se realizan recomendaciones sobre la instalación de fuertes. En general, estas memorias se detienen más en sucesos anecdóticos relacionados con las luchas contra el indio y en las dificultades materiales por falta de presupuesto que los militares tienen para sostener los avances realizados.

10. Una multiplicidad de factores determinaban la vulnerabilidad de esos trabajos: las condiciones climáticas, la inexistencia de una estructura administrativa in situ que mantenga permanentemente la infraestructura y el alto costo que ello implicaba, entre otras. Entre las variables que explican los resultados poco exitosos de la empresa colonizadora cobraba una fuerza singular la lejanía con respecto a Buenos Aires desde donde se pretendía controlar y administrar estos territorios. En el Informe que Arturo von Seelstrang eleva a las autoridades nacionales consigna, al referirse a las "ideas relativas al fomento de las futuras colonias" que las dificultades para la colonización definitiva del Chaco están asociados a dos tipos de obstáculos: por un lado, el "peligro más o menos serio que siempre ocasionan vecinos tan turbulentos y de poca fe como son los indios, [y por otro lado] y en mucho más alto grado [...] la poca accesibilidad de esas regiones que puede decirse ha sido la verdadera de habernos olvidado hasta el presente de esa importante parte del patrimonio argentino" (Seelstrang, 1876: 87).

11. En una carta del Gobernador de Corrientes a Simón de Iriondo (Ministro del Interior) del 13 de abril de 1875 puede interpretarse la relación que por entonces se establecía entre reconocimiento territorial, ocupación militar y garantías a la población inmigrantes y a su trabajo:

"Sería pues conveniente que, sin perjuicio de proceder inmediatamente al reconocimiento ordenado de los territorios sujetos a mi jurisdicción y a la delimitación de los cantones militares y pueblos a que se refiere la ley del año ppdo., se me autorice para comenzar a organizar un Piquete de Dragones, por lo pronto para garantir tantos intereses comprometidos seriamente, sin que esto obste a que en adelante [...] se le dé mayores proporciones y se formen otros cuerpos que garanten a los inmigrantes una labor tranquila y exenta de sobresaltos y la seguridad de que el fruto de sus trabajos no les será arrebatado por los indígenas.

Comprendo que el objetivo primordial del Gobierno al establecer autoridades en el Chaco no es garantir los capitales de Corrientes comprometidos sobre aquel suelo sino ofrecer garantías de seguridad a la inmigración europea que debe afluir sobre él.

La organización de esta fuerza, que será el núcleo de otra mayor, es tanto más necesaria cuanto que el establecimiento de los cantones militares debe preceder al envío de los inmigrantes a los pueblos que deben crearse a fin de que en ningún tiempo queden expuestos a las incursiones de los salvajes que, como he expuesto, desacreditarán a los ojos de la inmigración que miraría estos lugares como inhabitables por falta de seguridad cuando algún sin seso desgraciado viniese a azotar esos pueblos en su propia cuna"" (S.H.E. Caja 6, Documento 1229).

12. Particular relevancia tiene la Ley de Colonización firmada por el presidente Avellaneda en 1876, que apuntaba a facilitar la instalación de colonos que se dedicaran a tareas agrícolas en tierras que aun no habían sido puestas en producción.

13. La Compañía de Tierras, Maderas y Ferrocarriles La Forestal, Ltda. se instaló como tal e inició sus actividades de explotación del quebracho colorado en 1906, pero sus orígenes pueden rastrearse desde los principios de la década de 1880, época en la que comenzó la compra y la concentración de tierras. A ello le siguió "la formación de la compañía y la expansión de sus propiedades hasta constituir un latifundio de cerca de dos millones de hectáreas, que incluía una constelación de pueblos cuya vida entera giraba en torno a la fábrica de tanino y estaba sometida al arbitrio de la empresa" (Gori, 1988)

14. Nos referimos al Instituto Geográfico Argentino (1879-1930) y la Sociedad Geográfica Argentina (1881-1890). Estas sociedades geográficas decimonónicas fueron concebidas para "promover la exploración y descripción de los territorios, costas, islas y mares adyacentes de la República Argentina" (BIGA, 1879: T I 79)" y para "vulgarizar los conocimientos geográficos y fomentar la exploración de los territorios desiertos de la República" (RSGA, 1881: T I, 2; las cursivas son nuestras).

15. Según el Diccionario de la Lengua Castellana de la Real Academia Española en su 13º edición de 1899, el término desierto proviene del latín desertus (p.p. de desèrère) y significa "Despoblado, solo, inhabitado/ Lugar, paraje, sitio despoblado de edificios y gentes/ Predicar en desierto fr. fig. y fam. Dirigir la palabra a oyentes no dispuestos a admitir la doctrina o a los consejos que les dan" (Real Academia Española, 1899: 340).

16. Es ampliamente recurrente reemplazar los términos bosques o monte por desierto cuando se está hablando sobre los indios. Un ejemplo de esto es la expresión "salvajes que pueblan el desierto" (S.H.E., caja 2, Documento 769)

17. El Instituto Geográfico Militar fue fundado en 1879 y siempre contó con una sección especializada en la confección de cartografía. De acuerdo a la dispuesto en la Ley Nº 12.696, conocida como la Ley de la Carta, esta institución concentra y controla monopólicamente toda la producción cartográfica oficial del Estado y la difusión de la misma, desde 1941 hasta la actualidad.

18. En la publicación del IGM sobre su propia historia se encontró una nota al pie en la que se explicita el significado del término desierto. La reproducción completa de tal nota es la siguiente: "El término 'Desierto' engloba más un sentido de desconocimiento geográfico que una acción natural pues en estas tierras inmejorables se encontraban riquezas potenciales para ganaderos y agricultores. Más tarde, la explotación del suelo descartó definitivamente el concepto de desierto" (IGM, 1979: 21).

19. Sobre las argumentaciones que sostienen esta perspectiva, puede consultarse Jacob, 1992; Pickles, 1992; Wood, 1922.

20. Adscribimos a la definición de cientificidad de Eliseo Verón: "La ´cientificidad´ es el efecto de sentido por medio del cual se instaura, en relación con un dominio determinado de lo real, lo que se llama el ´conocimiento científico´; puede tener lugar en el interior de un cierto tipo de discurso (el de la ciencia o de las ciencias) que está (como todo discurso socialmente producido) determinado ideológicamente en el nivel de sus condiciones de producción" (Verón, 1996: 22).

21. Resulta llamativo la aparición de una segunda institución geográfica -la Sociedad Geográfica Argentina- en la que participaron personajes que ya lo habían hecho en el Instituto Geográfico Argentino, como es el caso del fundador de la SGA, Ramón Lista. Al respecto, Zusman ha ensayado como hipótesis que la SGA podría ser interpretada como un desprendimiento del IGA impulsado por el probable interés de un grupo de socios por formar una sociedad científica menos vinculada con el gobierno y de centrar las discusiones en los proyectos de colonización y valorización del territorio. Además, Zusman señala que aunque los dos institutos compartían ideológicamente el proyecto político de la elite gobernante existían ciertas divergencias epistemológicas entre los integrantes de ambas instituciones: en este sentido, se identifican las perspectivas adoptadas por el IGA a la vertiente darwinista (cabe mencionar que el presidente del IGA, Zeballos prologó a Florentino Ameghino) en oposición a la postura antidarwinista a la que adscribían gran parte de los miembros de la SGA (como Olegario V. Andrade o Pedro Goyena).

22. Muchos artículos consignan bajo el nombre del autor, además de su participación en la institución geográfica en cuestión, el cargo que desempeñaba como funcionario público. Los ejemplos abundan; a modo ilustrativo remitimos a los siguientes artículos:

- "Formosa, nueva capital del Chaco" subtitulado "informe oficial por D. Luis Jorge Fontana. Gobernador Provisorio del Chaco, miembro corresponsal del Instituto Geográfico Argentino" (BIGA, 1879: T I 41); y

- "Chaco" subtitutlado "Informe del Gobernador del Territorio Nacional del Chaco. Coronel D. Francisco Bosch. Miembro activo del Instituto Geográfico Argentino" (BIGA, 1882: T III 207).

23. Curiosamente, el Reglamento de la SGA (que se reproduce en la primera página de la Revista) comienza diciendo que dicha sociedad es "una corporación que tiene por objeto vulgarizar los conocimientos geográficos y fomentar la exploración de los territorios desiertos de la República" (RSGA, 1881: T I, 2; las cursivas son nuestras).

24. El agrónomo Juan de Cominges recibió concesiones de tierras entre 1882 y 1885 en su calidad 'empresario particular' (Punzi, 1997: 684). Sus propuestas para el tratamiento de los indios consistían en la cristianización, disciplinamiento y educación de los indígenas para una efectiva y provechosa utilización como mano de obra barata y adecuada a las condiciones del lugar.

25. Desde el punto de vista fitogeográfico, lo que se conoce como región del Chaco es una llanura de acumulación (con escaso declive hacia el sudeste) en la que los ríos divagan sin formar valles profundos (de manera que, con las crecientes, los ríos se desborden, en tanto los que bajan por el borde oriental se insumen o forman bañados) abundan las formaciones vegetales (predominantemente arbóreas, en algunos casos, con codominancia herbácea) sometidas a los pulsos de sequía e inundación. Los bosques y esteros asociados a pajonales y pastizales del Chaco húmedo oriental se tornan, hacia el oeste, en bosques y arbustales del Chaco árido. En efecto, en el Gran Chaco (Prudkin y Marchetti: 1982).

26. Las expresiones utilizadas para ejemplificar fueron extractadas de la conferencia de de Cominges (RSGA, 1881, T I: 6-25). De todos modos, más allá de los giros exactos -y esto es lo que nos interesa ponderar- es muy recurrente el empleo alternado de ambas figuras discursivas en un mismo trabajo.

27. En efecto, la legitimidad y la cientificidad provenían del uso deliberado de conceptos y métodos de las ciencias naturales según el paradigma positivista de la época: los fenómenos y procesos sociales podían ser abordados científicamente si se adaptaban a estos parámetros.

28. El prólogo del Informe de la Comisión Exploradora del Chaco, firmado por Juan Carlos Walther, comienza significativamente con un grito de victoria: "El proceso de expansión de las llamadas fronteras interiores del país que lindaban con los desiertos se concretó tanto en el norte (Chaco) como en el sur (pampas bonaerenses y Patagonia)" (Seelstrang, 1977: 7). Del mismo modo, el prólogo de la "Campaña al Chaco" que recoge las crónicas del General Victorica también da cuenta de este objetivo: "No más fronteras con los indios; no más fronteras dentro del territorio argentino; no más limitación humillante del territorio por las chuzas y flechas del salvaje." (Victorica, 1885: XLII). También el general Victorica se expidió al respecto: del Presidente de la República que, fiel a su programa de gobierno, ha decidido que, al norte como al sur, sean nuestras fronteras las internacionales y que los salvajes que habitan el territorio se sometan al imperio de la civilización y al favor de nuestras instituciones generosas" (Victorica, 1885: 62).
 

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