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Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. 
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 58, 15 de febrero de 2000. 

HUMBOLDT EN LOS ANDES DE ECUADOR.  CIENCIA Y ROMANTICISMO EN EL DESCUBRIMIENTO CIENTÍFICO DE LA MONTAÑA
Pere Sunyer Martín


Resumen:

La montaña fue, hasta mediados del siglo XVIII, un espacio ajeno a la curiosidad científica. Entre las contribuciones de Humboldt a las ciencias, debemos considerar el descubrimiento de la montaña. No fue, sin embargo, un precursor de tales estudios, sino continuador del camino emprendido por Jean Jacques Rousseau u Horace Bénédict de Saussure. En este artículo queremos presentar la importancia de las investigaciones en el ámbito de la montaña en el desarrollo de las ciencias naturales, y poner énfasis en la aportación de Humboldt a él. No fue solamente el descubrimiento de un naturalista, sino, también, el de un alma romántica.
 

Palabras clave: montaña, Saussure, Humboldt, Ecuador, Chimborazo, romanticismo.

Abstract:

Mountain have no part in the interest of scientist until the second half part of the XVIIIth century. Among Humboldt's contributions to scientific knowledge, we have to consider the discovery of mountain. But he wasn't an original forerunner in this topic. He followed the path that Jean Jacques Rousseau or Horace Bénédict de Saussure had traced before. In this paper we want to show the importance of mountain research to the development of natural sciences, and to emphasize the Humboldt's contribution to it. It wasn't only the discovery of a natural scientist, but also of a romantic soul.

Key words: mountain, Saussure, Humboldt, Ecuador, Chimborazo, romanticism.



La celebración del segundo centenario de la llegada de Humboldt a América es un buen motivo para tratar de revisar sus aportaciones a la ciencia, entre ellas las que se refieren al mundo de la montaña. Una lectura rápida de una parte de las obras del naturalista y geógrafo alemán Alexander von Humboldt (1769-1859) permite apreciar su interés por las alturas. No son pocas las ascensiones que efectuó a lo largo de los cinco años de viaje que le condujo de España a las tierras americanas. Sin contar las travesías que obligadamente hizo para llevar a cabo sus exploraciones científicas, realizó un mínimo de trece ascensiones, culminadas o no: el pico del Teide en Tenerife (Canarias), la Silla de Caracas, en Venezuela, el volcán de Puracé y de Pasto, en Colombia; los volcanes de Antisana, Guagua y Rucu Pichincha, Cotopaxi, Tungurahua, Chimborazo y Cerro del Chicle en Ecuador; el Nevado de Toluca y el Cofre de Perote, en México. Como puede observarse, en su gran mayoría eran volcanes y muchos de ellos se elevan por encima de los 5.000 metros de altitud, como los ecuatorianos. Pero, podemos preguntarnos, ¿qué interés tenía para los naturalistas, y por extensión para Humboldt, la propia ascensión a las montañas?, y ¿por qué los volcanes?.

En respuesta a esta segunda cuestión, no ha de extrañar tal predilección si tenemos en cuenta el debate que había en relación al origen de las rocas del planeta en la Europa de finales del siglo XVIII, entre neptunistas y plutonistas, en el que Humboldt participó activamente. Había sido discípulo del teórico del neptunismo, Abraham G. Werner, durante su estancia en la Escuela de minas de Freiberg, pero anteriormente el naturalista Georg Forster le había animado a escribir y publicar un primer estudio sobre los basaltos del Rhin, tras una excursión a las montañas del Harz y por el valle de aquel río. Una parte importante de sus viajes tuvo como objetivo la búsqueda de volcanes, tanto en Italia, en Canarias como en las Américas.

En cuanto a la primera cuestión, cabe atribuir al ambiente ideológico, artístico y literario de la segunda mitad del siglo XVIII este inusitado interés por las alturas. Interés que contribuyó en gran medida al redescubrimiento de la naturaleza y, con ella, de la montaña, y a replantear la relación que se establecía entre el ser humano y ella: la influencia de Jean Jacques Rousseau con sus ideas de retorno a la naturaleza, o la del movimiento Sturm und Drang ­ en gran parte alimentado por las ideas del filósofo ginebrino--fueron decisivas en la percepción que tuvo el naturalista alemán. La cabeza visible de este movimiento fue Johann Wolfgang Goethe, quién desde 1794 mantuvo una estrecha amistad con Humboldt, y cuyas obras tienen en la naturaleza y en la montaña el marco de la acción de sus personajes.

Entre los precursores de Humboldt en los estudios sobre la montaña, contamos además con la personalidad científica de Horace Bénédict de Saussure (1740-1799). Este naturalista suizo que tiene entre sus méritos la primera ascensión con carácter científico a la cima del Mont Blanc en los Alpes, que fue a su vez la tercera ascensión absoluta realizada, es considerado como uno de los iniciadores de la geología y de la geografía física(1). Asimismo precede e influye, como trataré de mostrar, en la labor desarrollada por Humboldt en las montañas andinas.

En este artículo quiero presentar la contribución realizada por el naturalista alemán en el descubrimiento científico y humano de la montaña a partir de su actividad desarrollada en los Andes ecuatorianos. Una aportación que deriva de la percepción de, en aquel entonces, un roussonniano de la naturaleza y de la sociedad, romántico y prepositivista. Para este objetivo y con el fin de no derivar en exceso el tema que propongo explicar, he creído conveniente hacer algunas acotaciones en lo que se refiere a las fuentes y al modo de presentar el tema.

En primer lugar, como fuente principal he optado por los diarios de su viaje transcritos por la investigadora Margot Faak y publicados en 1986 (ver bibliografía)(2). Esta fuente resulta interesante a mis propósitos pues nos ofrece las primeras impresiones que el naturalista alemán tuvo en su contacto con la naturaleza americana, y en el caso que nos ocupa, con la alta montaña andina. Y, en segundo lugar, me ha parecido conveniente comparar sus ascensiones e impresiones de las principales cotas de los volcanes ecuatorianos, con las anotaciones realizadas por Johann W. Goethe y Horace Bénédict de Saussure; concretamente, de este último su ascensión efectuada a la cima del Mont Blanc, en los Alpes, en 1787.

He dividido este texto en dos partes. En la primera, hago referencia a los precedentes de la actividad de Humboldt en las montañas; aludo, particularmente, a la visión romántica de la naturaleza, cuyo principal exponente fue Goethe, y la posible influencia de Saussure. En la segunda parte, expondré la actividad del prusiano en los Andes de Ecuador y su particular percepción de aquel medio que describe y está descubriendo, la montaña.

Precedentes de Humboldt en el descubrimiento científico de la montaña

Un punto crucial en la relación del naturalista alemán con la montaña y que puede ayudar a resolver la primera pregunta planteada en la introducción se halla en una de las páginas de su diario. Específicamente, cuando, a pesar de haber ya ascendido a varias cumbres en los dos años que ya llevaba de viaje por los dominios de la Corona española hace una reflexión en el sentido que ninguna de las expediciones realizadas a lo largo del siglo XVIII habían mostrado interés alguno por la montaña, a pesar de tratarse de países abruptos, con importantes desniveles y con una gran riqueza mineral. Más bien, habían interesado las costas y derrotas, y la riqueza florística y faunística que se hallaba en las regiones bajas y costeras. El interior de los continentes sólo había sido objeto de estudio de los naturalistas locales o españoles afincados en los territorios de la Corona y, a pesar de ello, sólo en contadísimas ocasiones se habían dirigido a la montaña, siempre peligrosa, impredecible e inaccesible. Al respecto dice

"Durante las largas travesías, la tierra no se presenta a la observación del viajero, sino en raras ocasiones; y cuando la encuentra tras arduos intentos, generalmente la encuentra desprovista de sus más bellas producciones. En ocasiones, más allá de las estériles costas se observan cadenas de montañas cubiertas de verdor, pero cuya lejanía las sustrae de la investigación; y este espectáculo no hace más que aumentar su frustración"(3).  Extiende este pesar, inclusive, a la expedición de La Condamine realizada a mediados del siglo XVIII, para la medición del grado meridiano. Las pocas ascensiones que el grupo de científicos franceses y españoles efectuaron en la región ­por ejemplo, al volcán Rucu Pichincha--no se habían realizado con el detenimiento necesario, ni con la amplitud de miras e intereses que despertara en Alexander von Humboldt años después:

"De tiempos de La Condamine la parte mineralógica y física [de la exploración de América] ha sido singularmente descuidada. Las observaciones se reducían a la medición de las alturas, la elasticidad del aire, los grados de calor o de frío. Se detenían en la cantidad"(4). Por eso mismo decide asumir el compromiso de un verdadero reconocimiento científico de la montaña ecuatoriana, como ya se empezaba a hacer en Europa con la montaña alpina:

"Entrando en la provincia de Quito, me propuse visitar los grandes Nevados, uno tras otro, hacer las observaciones mineralógicas, recoger muestras de plantas alpinas, del aire atmosférico a gran altura, registrar la inclinación magnética (...) Comencé por el Antisana, luego el Cayambe y el Chimborazo, la montaña más alta del mundo"(5)

La nota está fechada en el mes de marzo de 1802, y desde este mes hasta el 23 de junio, fecha en que realizó una ascensión al Chimborazo, subió a los diversos volcanes, y recopiló el material y los datos necesarios para el conjunto de sus obras posteriores. Pero, pese a sus mediciones y razonamientos acerca de su origen y características, sus escritos destilan las sensaciones y emociones que estas montañas le producen: estamos ante una verdadera visión romántica del paisaje.

La montaña romántica

La montaña, como un elemento característico del mundo natural, adquiere en la segunda mitad del siglo XVIII una relevancia especial. En el siglo de las expediciones es todavía un espacio desconocido y ajeno a la curiosidad científica. Únicamente la posibilidad de explotar sus riquezas minerales y forestales había permitido una primera aproximación. En palabras de George Sonnier, el siglo XVIII es el de la "invención de la montaña", y junto a ella la del "sentimiento de la naturaleza": se pasa de una consideración de la montaña como objeto, a la montaña como sujeto(6), y comienzan a aparecer reflexiones acerca del papel que ésta puede representar en la formación del nuevo Hombre y, por ende, de la nueva sociedad.

Fue Jean Jacques Rousseau (1712- 1778) uno de los autores que introdujo la idea del papel pedagógico y formativo del contacto con la naturaleza, en general, y con la montaña, en particular; así parece deducirse de obras como la Nueva Eloisa y Emilio o de la educación(7). Citemos además a Henri Pestalozzi (1746- 1827) quien tuvo además mucha influencia con su método intuitivo de la enseñanza de la geografía en el cantón suizo de Vaud(8): se trataba, en definitiva, de erigir un nuevo orden social, alejado de lo establecido hasta entonces. Un orden basado en una diferente concepción de las relaciones del individuo con sus semejantes, frente a la naturaleza y al mundo. Las ideas básicas que se trataban de infundir eran las de la bondad natural del ser humano, alejado de las instituciones, y el del valor de las vivencias en la naturaleza de cara a educar en las ideas de solidaridad y justicia. Este contacto ayuda a forjar la voluntad del individuo y a formarlo en los valores que han de caracterizar a los miembros del nuevo orden social, basado en los principios de libertad, justicia y fraternidad.

Al mismo tiempo, al igual que el resto de los elementos de la naturaleza, la montaña deviene objeto de interés científico. Con su descubrimiento se pretendía aportar datos para contestar a diferentes cuestiones; entre ellas, los orígenes de la Tierra, como apuntaba Saussure en sus Voyages dans les Alpes (1779): "Pero es sobretodo el estudio de las montañas el que puede acelerar al progreso de la Teoría del Globo"(9). El origen de la Tierra y la formación del relieve; la composición y estructura vertical de la atmósfera y su variación espacial y temporal; el estudio de los seres vivos en las alturas, eran algunos de los temas a resolver.

Humboldt, con su viaje a América, pretendía dar una respuesta a estos problemas que se planteaban los naturalistas del siglo XVIII. En el prólogo a su obra Viaje a las regiones equinocciales, el científico alemán planteaba la falta de ambición de viajeros y naturalistas para el estudio de todos aquellos aspectos de la naturaleza y del medio geográfico que podrían resultar de interés. Ya en los preparativos de su viaje a ultramar parece que tenía claro cuales debían ser sus objetivos, o mejor, su objetivo: un estudio completo del territorio que recorriese.

"¡Mis ojos se enfocarán en la colaboración de las fuerzas, en la influencia de la creación inanimada sobre el mundo animado de los animales y las plantas, en toda esta armonía!"(10)

Afán de cuantificación y visión roussoniana de la naturaleza y de la sociedad aparecen continuamente en la obra de Humboldt. Supo aprovechar la ventaja de los numerosos instrumentos de medición que en aquel siglo XVIII contribuyeron a un cambio en la percepción de la naturaleza y de sus fenómenos(11), pero, paralelamente, también se encuentra en él la reacción, si no contraria, sí correctiva de los excesos del racionalismo: "Para conocer la naturaleza se ha de sentir" era la divisa de los Natürphilosophen y los representantes del romanticismo naciente, entre ellos Herder, Goethe y Schiller(12).

En los primeros escritos de Humboldt se encuentran ambas tendencias con claridad: por un lado, la precisión de la medida y la profundidad del razonamiento; por otro, el vértigo de una naturaleza sobredimensionada, que escapa a lo humanamente comprensible y, al mismo tiempo, la admiración por el conjunto armónico de todos los elementos que conforman los cuadros de la naturaleza. Como han apuntado diversos autores, tanto los datos cuantitativos como los cualitativos le sirvieron para tratar de explicar la unidad armónica del mundo natural, la búsqueda del orden dentro del caos(13).

Entre los numerosos viajeros, naturalistas y científicos que alimentan la imaginación del joven Humboldt, hay que citar, en particular, a Georg Forster (1754-1794). Para Humboldt, Forster fue "el continuador alemán de la obra de Rousseau y el émulo de Bernardin de Saint Pierre en el arte novísimo de la literatura descriptiva"(14). Lo mismo cabe decir del poeta y dramaturgo alemán Johann W. Goethe, con quien Humboldt trabó amistad desde su mutuo conocimiento en 1794. Es precisamente este escritor, como representante de los Natürphilosophen y del romanticismo, quien puede servirnos de referencia para desvelar los elementos románticos presentes en los primeros escritos de la trayectoria científica de Humboldt. De Goethe quiero rescatar, sobre todo, su visión de la montaña, y en general de la naturaleza, como objeto y como sujeto de sus obras.

La naturaleza y la montaña en Goethe

Exaltación de la naturaleza, del sentimiento y del individuo frente a la sociedad son las ideas que caracterizan el movimiento literario romántico alemán de finales del siglo XVIII fuertemente embebido de la filosofía de Rousseau. El recurso a lo "natural" y a la naturaleza ­la amplia libertad que gozaba el individuo en la naturaleza frente a los vicios y el encorsetamiento de las actitudes en sociedad, la bondad del ser humano en su estado primigenio, el "buen salvaje"--; el recurso a los efectos balsámicos de ésta para con las enfermedades espirituales, físicas y sociales del hombre, fue una constante entre la juventud intelectual de la Europa de la segunda mitad del siglo XVIII. Goethe, como Schiller y otros exponentes del romanticismo, no escaparon a esta regla.

En su relación con la naturaleza, Johann Wolfgang Goethe (1749 -1832), experimentó una evolución desde el panteísmo más profundo(15), en su primera etapa como escritor, hasta lo que se considera sus estudios científicos de la naturaleza, en la madurez. Recordemos que Goethe, aparte de su extensa obra poética, publicó diversas obras científicas a lo largo de su vida como su estudio sobre el hueso intermaxilar del hombre (1784), La metamorfosis de las plantas (1790), sus Contribuciones a la óptica (1791) base de lo que fue su Esbozo de la teoría de los colores (1810- 1820). Estas tres últimas fueron resultado de su experiencia de la Naturaleza como poeta, dibujante y pintor; para él arte y ciencia no eran dos ámbitos separados. La ciencia la entendía como el "punto de comparación" con la poesía, es decir, el medio que le permitía "otear y juzgar desde alguna distancia aquello que [le] me ofuscaba de cerca"(16).

Esa diferente percepción experimentada nace, en gran parte, en la montaña. La montaña como elemento del paisaje en la que la naturaleza se manifestaba en toda su magnitud, fue para Goethe refugio y consuelo en sus crisis pasionales, en sus años de juventud; pero también templanza, estudio, observación y ciencia, en el inicio de su madurez(17).

Es, en un primer momento, la naturaleza concebida tal como aparece en Los sufrimientos del joven Werther (1774) novela que le encumbró como escritor universal. Una naturaleza conveniente a una necesidad estética, pero que corresponde, también, a estados emotivos. Su descubrimiento de la montaña en 1765, sus dos primeros viajes a Suiza, en 1775 y en 1779, tienen su origen en conflictos sentimentales. Goethe se acerca a la montaña con un fin más bien "curativo".

Pero también, en su segundo viaje a Suiza, los biógrafos del poeta alemán sitúan su interés inicial hacia los aspectos geológicos, mineralógicos y botánicos de la naturaleza que tendrá ocasión de desarrollar más holgadamente en sus viajes por Italia.

En Goethe, como posteriormente para Humboldt, ya no sólo se trataba de la Naturaleza roussoniana en su máxima expresión. Se trata, primero, de una naturaleza dinámica, cambiante, sorprendente, que se adapta a las condiciones del medio tal como expone en su ensayo sobre La metamorfosis de las plantas. Segundo, es unitaria, sin saltos y sin vacíos que le permite, por un lado, comprenderla en la conformación del paisaje ­Goethe como pintor--, y por otro, atisbar en el estrecho parentesco de los seres vivos entre sí, concretamente en la proximidad del ser humano a los otros seres de la naturaleza.

Fueron sus bosquejos de la naturaleza los que llamaron la atención de Humboldt, reflejo de la influencia que ejerce el medio físico sobre el cuerpo social:

"tales descripciones no sólo tienen por objeto producir un mayor goce espiritual; el conocimiento del carácter propio de ciertas regiones se enlaza íntimamente con la historia de la raza humana y de la civilización"(18)

Finalmente, se trata de una naturaleza "reencontrada" personalmente a través de la experiencia del viaje. Un viaje realizado con una clara intención catártica, para regresar renovado a su medio social; pero también, en el sentido de unión mística con la naturaleza: viaje a los orígenes naturales del ser humano y de sí mismo.

Alexander von Humboldt no desentona de este esquema. Desde la propia concepción del viaje a ultramar ­un viaje necesario, iniciático en muchos sentidos(19)--, a la búsqueda de un conocimiento más completo ­holístico- de la naturaleza, como pretendió en sus obras; todo en el joven prusiano tiene mucho de romanticismo. Como más adelante se verá, no todo en Humboldt fueron mediciones y generalizaciones. En muchos casos, su percepción rige de manera preponderante, aunque posteriormente tenga que reafirmar la experiencia de sus sentidos con el dato medido. Y esto sucede así en la montaña, cuando las condiciones de la ascensión y de los propios aparatos utilizados dificultaban las labores.

Saussure, precursor de los estudios sobre la montaña

Sin duda, Horace Bénédict de Saussure (1740- 1799) con su ascenso a la cima del Mont Blanc en 1787 marcó un paso muy importante en la consideración de la montaña como objeto de interés científico. En un momento en el que los vuelos aerostáticos estaban en sus albores, el conocimiento acerca de los límites del hábitat humano (del ecumene) era una preocupación científica, tanto como desvelar otros enigmas del planeta: las profundidades abisales, el interior ignoto de los continentes o los enigmas geográficos.

En la intensa actividad desplegada a lo largo de su vida, Saussure mostró un vínculo sentimental y científico con la montaña. Así lo refleja en sus escritos:

"Tuve por las montañas, desde mi infancia, la pasión más decidida; recuerdo aún la emoción que me embargó la primera vez que mis manos tocaron las rocas de la Salève, y mis ojos gozaron de sus perspectivas"(20)

En Saussure, como en Humboldt más tarde, sensibilidad y ciencia aparecen entremezcladas. Sus relatos de viajes en los Alpes, en el caso de Saussure, o los de Humboldt en la cordillera andina son muestras de ello.

Para Saussure, el Mont Blanc fue, sobre todo, un problema de curiosidad científica. Paradójicamente, ha sido considerado en muchas ocasiones más como viajero que como naturalista. Sin embargo, la ascensión al techo de Europa no fue un hecho aislado de su propia trayectoria científica, sino punto final y origen de otros estudios. Todo su interés por este macizo estuvo precedido de años de investigaciones en el campo de la botánica y la geología, así como de su curiosidad acerca de los fenómenos meteorológicos. De esta manera, se entienden los elogios que le dedicaron a su deceso otros científicos, como T. Sennebier o G. Cuvier(21).

Ascensiones menores y travesías por todos los Alpes y macizos vecinos(22), o sus viajes a las montañas de Inglaterra, Alemania e Italia, entre otros lugares, jalonan su trayectoria, primero, como científico, y luego como montañero. Su interés, sin embargo, era puramente científico, como lo fue también para Humboldt como veremos. Para él no tenía sentido alguno subir un pico o una montaña si no iba acompañado de esta curiosidad por el conocimiento.

"Realicé todos estos viajes con el martillo de minero en mano, sin otra finalidad que la de estudiar su historia natural, ascendiendo a todas las cumbres accesibles que me prometían alguna observación interesante, y llevándome siempre muestras de las minas y de las montañas"(23)

Su vida giró a partir de 1760 en torno a la población de Chamonix, cuando decidió ir a conocer los grandes glaciares alpinos "solo y a pie, poco frecuentados entonces, y cuyo acceso era considerado difícil y peligroso". Este mismo año ofreció una sustanciosa recompensa a quien encontrase una ruta de acceso o ascendiese a la cima del Mont Blanc. Pese a ello, pasaron todavía quince años en realizarse los primeros intentos, y veintisiete años hasta la primera ascensión. Ésta corrió a cargo del médico afincado en la citada población, Michel Gabriel Paccard, y de un guía local, Jacques Balmat.

Un año después, en agosto de 1787, el propio Saussure decidió probar fortuna y subir él mismo al propio pico. Llegar a la cima y efectuar las mediciones pertinentes era su meta: comprobar científicamente todas las suposiciones que él mismo había planteado en relación a la generación de las montañas. Entre otras cosas, se proponía anotar datos acerca de los hechos biológicos en las alturas; verificar la altitud del Mont Blanc, medir el grado de humedad atmosférica, la velocidad del viento, observar la formación de las nubes; o entender el proceso de generación de los glaciares y su dinámica. Como lo expresa George Sonnier, la montaña debía exorcisarse y eran los científicos los encargados de ello. Y para ello era preciso contar con el instrumental necesario para efectuar cada una de las mediciones: magnetómetro, brújula, termómetro, higrómetro y, sobre todo, barómetro, son los aparatos que acompañaban y registraron la ascensión.

La ascensión duró tres días, y los expedicionarios tuvieron que enfrentarse a los peligros propios de esa montaña: innumerables grietas, fuertes pendientes de nieve y hielo, el "plateau" somital y el mal de altura, poco estudiado hasta entonces. En la cumbre permanecieron cerca de tres horas. Los guías levantaron una tienda de campaña; dispusieron de una silla y de una mesa, y en ellas Saussure procedió a realizar sus experimentos y anotaciones. Al cabo descendieron, durmieron a medio camino y llegaron a Chamonix al atardecer del día siguiente. Fueron cuatro días para la gloria(24).

De hecho, la hazaña de Saussure marcó una pauta no solamente en el modo de proceder en cuanto a la investigación científica de la alta montaña (qué se debía estudiar y cómo), sino que además puso de relieve uno de los límites fisiológicos del ser humano en el planeta, el relacionado con la altura sobre el nivel del mar. Así Saussure con su prosa poética describe en sus Voyages ésta y otras experiencias de los Alpes: sus paisajes y glaciares; su vegetación y fauna; y mide la temperatura y la altura de diversos puntos del itinerario y, cómo no, de la propia cima. Todos estos aspectos fueron considerados por científicos, profesionales o aficionados que ascendieron, posteriormente, a las montañas.

Humboldt y Saussure

Humboldt conoció personalmente a Saussure en 1795, con ocasión de un viaje que realizó con su amigo Carl Freiesleben por la alta Italia, los Alpes del Jura y de Saboya(25)en el que visitó, entre otras ciudades, Ginebra. A él se refiere en varios pasajes de su diario y en alguna de sus obras, siempre en temas relacionados con el descubrimiento de la montaña. Estas referencias guardan relación, primero, con el método descriptivo empleado por el naturalista ginebrino en sus escritos; segundo, la admiración que despertó en el joven Humboldt la actividad científica de dicho autor. En este sentido, en uno de los textos que relata su ascensión al volcán del Chimborazo, tras llegar a una altura de aproximadamente 5.900 metros (3.036 toesas) --a falta, según cuenta, de unas 200 toesas para alcanzar la cima-- dedica a Saussure unas palabras llenas de elogio y reconocimiento

"El punto donde nos detuvimos para observar la indicación de la aguja magnética, parecía más alto que cualquier otro que los hombres hubieran llegado en las cimas de las montañas; superaba en 1.100 metros la cima del Mont Blanc, donde el más sabio e intrépido de los viajeros, De Saussure, tuvo la osadía de llegar, luchando contra dificultades mayores a aquellas que nosotros tuvimos que vencer, cerca de la cumbre del Chimborazo"(26)

Hay que señalar, por otro lado, que el método empleado por el naturalista suizo en sus descripciones de los cuadros de la naturaleza fue de utilidad para Humboldt en la mayoría de sus obras.

"Para que mi obra fuese más variada en su forma, he interrumpido a menudo la parte histórica por medio de sencillas descripciones. Expongo los fenómenos según el orden en que se presentaron, y los considero seguidamente en el conjunto de sus relaciones individuales. Este procedimiento, fue felizmente utilizado en los viajes de De Saussure, libro preciado que, más que ningún otro, ha contribuido al progreso de las ciencias y que, en medio de discusiones frecuentemente áridas sobre la meteorología, incluye varios cuadros llenos de encanto, como los de la vida de los montañeses, los peligros de la caza del rebeco, o las sensaciones que se experimentan en las cumbres de los altos Alpes"(27)

Una descripción que, en cualquier caso, no estaba exenta de dificultad: se trataba de que fuese lo más próxima posible a la realidad que se estaba viviendo sin caer en lo que denominaba "la expresión monótona de su admiración". Y que al mismo tiempo permitiese vincular, relacionar, los diversos objetos que se presentaban ante el lector, dando, en definitiva, una explicación al conjunto:

"Se conoce tanto mejor la fisionomía de un paisaje cuando se exponen los rasgos individuales, se comparan entre ellos y se descubren, por este tipo de análisis, las fuentes del goce que nos ofrece el gran cuadro de la naturaleza"(28).

Tampoco debió pasar por alto a Humboldt la referencia que hace Saussure en sus escritos a propósito de su quehacer científico diario, tras largas horas de trabajo y recolección de muestras. Decía Saussure:

"Me impuse la obligación de tomar siempre notas de mis observaciones en el propio lugar, y de pasarlas a limpio en las veinticuatro horas siguientes, en tanto ello fuera posible"(29)

El diario de Humboldt es un buen ejemplo de ello. Alternan en él la descripción y anotación de los sucesos más relevantes, y las mediciones efectuadas a lo largo de las jornadas de viaje; materiales que, en definitiva, le sirvieron posteriormente para la redacción de sus obras. A través de su diario trataremos de aproximarnos a su labor de descubrimiento de la alta montaña andina.

Humboldt y los volcanes ecuatorianos

El propósito declarado de Humboldt de ascender las cimas más importantes del entonces reino de Quito, citado más arriba, no es algo trivial. El estudio de la montaña podía permitir desentrañar muchas de las dudas que preocupaban a los naturalistas del momento. Pero este estudio no estaba exento de inconvenientes. Era necesario, primero de todo, contratar buenos guías conocedores del itinerario para la aproximación a las montañas y llegar al punto más alto posible. Hacía falta, asimismo, una buena condición física para la ascensión, de equipo adecuado para el frío y la nieve (ropa de abrigo, botas claveteadas, bastón para la nieve, y lentes protectores de la vista). Además, buenas condiciones de la nieve y meteorológicas. Aparte, como se trataba de efectuar un trabajo científico, había que transportar todos los instrumentos necesarios. Finalmente, hay que añadir el efecto de la altura con el que apenas contaban y que rápidamente se haría sentir en su organismo, y para el cual no había medicina alguna. Con todo ello, pueden entenderse las dificultades que realmente debió enfrentar Humboldt en sus excursiones por los volcanes de Ecuador, muchos de ellos auténticos Nevados y superiores a los 5.000 metros de altitud.

Aspectos generales: objetivos, guías e itinerarios

Si se considera el inicio de un viaje desde el momento que se plantea y se realizan los preparativos, el viaje a América duró mucho más de lo que generalmente se reconoce. Seis años antes de iniciar su partida, Humboldt ya trató de hacerse con los mejores instrumentos disponibles, aprendió a manejarlos y propuso modificaciones en algunos de ellos a fin de acarrear los más precisos y resistentes. La lista de instrumentos que con él viaja aparecen minuciosamente detallados en su Viaje a las regiones equinocciales. Superan el número de cuarenta, y a ellos hay que añadir otros instrumentos para reponer los dañados, y las herramientas necesarias para las reparaciones. Podemos imaginar pues las extensas caravanas de mulas que acompañaron a Humboldt y Bonpland en sus largos desplazamientos por tierras americanas. Esto, que puede parecer trivial, representaba una complicada organización de la expedición. A todo ello, hay que tener en cuenta que con los ejemplares recogidos se hacían varias colecciones y se enviaban por vías separadas a Europa(30).

La aproximación a los objetivos particulares del viaje se realizaba a partir de un punto que servía de base. En el caso de las montañas ecuatorianas, Quito fue el centro de residencia durante cerca de tres meses en relación con las montañas de la parte septentrional y central del reino. Desde allí se desplazaron al Antisana, al Rucu y Guagua Pichincha y al Cotopaxi. Luego, en su recorrido hacia Lima, se encaminaron hacia el sur. En Riobamba establecieron un segundo centro de operaciones para examinar de cerca el Sangay, Tungurahua, Carihuayrazo, Yana Urcu y Chimborazo.

En cada excursión se cargaban los instrumentos necesarios para efectuar las mediciones pertinentes y las marchas de aproximación se realizaban sobre mulas. Solamente en los últimos metros, o cuando se encontraban con las nieves de los glaciares, se apeaban de estos cuadrúpedos y efectuaban la ascensión a pie. Esto les supondrá algunos inconvenientes relacionados con su aclimatación a la altura.

En general, se realizaba primero un recorrido que servía a Humboldt para tener una noción general del territorio, calcular las posiciones geográficas de poblaciones y elementos del relieve importantes y confeccionar un primer esbozo cartográfico. En un punto determinado medía una base con máxima precisión, y realizaba las operaciones trigonométricas requeridas para medir las alturas de las montañas.

Una vez en marcha hacia los volcanes, se observaba frecuentemente la temperatura, la altura y la humedad. Cargaba además con el magnetómetro, un cianómetro, y otros instrumentos menos pesados, además de cajas y envases para recopilar y almacenar desde muestras de nieve, hasta elementos florísticos, animales y minerales de todas las variedades y dimensiones. Paralelamente efectuaba diversas observaciones del conjunto a fin de poder recrear, posteriormente, las escenas ("tableaux") de la naturaleza.

No hay una secuencia lógica en sus ascensiones. Rigen criterios de proximidad y de oportunidad. Para el Antisana, por ejemplo, el primero de la serie y situado en el centro de una gran propiedad, se aprovechó la amistad con el propietario para utilizar una construcción que les sirvió de refugio durante unos días, situada en los páramos a 4.000 metros, "el lugar habitado más alto del mundo".

Hay que aclarar a fin de poder entender mejor el trabajo realizado por estos naturalistas, que afortunadamente, a pesar de las largas aproximaciones que hay que efectuar desde los poblados, se puede llegar hasta una considerable altura sin grandes dificultades técnicas con la ayuda de las siempre eficaces mulas. Continuamente, Humboldt a través de sus mediciones se asombra de ello y realiza constantes comparaciones con el paisaje alpino que él conoce en Europa. Le llama la atención, por ejemplo, que a pesar de ser unos desniveles poco dignos de mención -- 1.400 metros de desnivel entre la ciudad de Quito y el páramo del Antisana, frente a los 3.780 metros existentes entre la ciudad de Tenerife y el pico del Teide en distancias horizontales menores de 50 kilómetros--, sus alturas sobrepasaban las cimas de volcanes como el Etna, el paso de Saint Bernard en los Alpes o las máximas cotas de los Pirineos.

Hasta aquí las líneas generales de la actividad desarrollada por Humboldt y Bonpland en el reino de Quito. La realidad fue bastante más cruda.

Como ya se ha dicho, la montaña era desconocida por los científicos y por los lugareños. En su diario de viaje, antes de llegar a la provincia de Quito, en su ascensión al Puracé, Humboldt reflexiona sobre las dificultades que halló para encontrar buenos guías locales; unos guías que conociesen el terreno, que no retrocediesen ante las dificultades y que al mismo tiempo fuesen de fiar. Por regla general, la mayoría de sus acompañantes desconocían el terreno que pisaban. Las razones las entiende y justifica: los nativos del lugar no ascendían a las montañas más que por la necesidad de apacentar ganado o de recoger hielo en los glaciares. No obstante, según reconoce Humboldt, tampoco los europeos, "afectados de amor por las ciencias, no realizan ningún viaje de observación [a las alturas], de suerte que el verdadero estado de las bocas de los volcanes, de las cimas de las altas montañas les es desconocido". De esta manera, ni unos ni otros conocen el verdadero estado de las cosas.

Aconsejaba Saussure que para conocer esa naturaleza "es preciso abandonar los caminos trillados y ascender a las elevadas cumbres desde las cuales la mirada puede abarcar de una sola vez, multitud de objetos". Y es lo que trató de hacer Humboldt, abandonar el fondo de los valles, dejar las monturas y aventurarse en un terreno que le era completamente desconocido y peligroso con los instrumentos de medición requeridos.

El deficiente apoyo que obtuvieron de los habitantes locales agravó estas circunstancias iniciales. A la falta de compromiso y de interés de los propios indígenas hacia la propia obstinación de los científicos extranjeros por llegar a la cima, se sumaban los retrasos en el suministro de víveres o cobijas, la rotura de vasijas de recopilación de material, las pérdidas de muestras recogidas, etcétera. Todo ello fue una constante desde la misma ascensión al pico del Teide en las islas Canarias hasta la que hizo dos años más tarde al Chimborazo y, de hecho, sólo hubo dos cumbres en las que pudo realizar las mediciones con una "cierta" tranquilidad: las cimas principales del Pichincha, el Guagua y el Rucu, para las que la ayuda requerida de los locales era mínima.

Como se ha subrayado, Humboldt y Bonpland no sólo efectuaron mediciones, sino que, principalmente, observaron y percibieron. Desde su llegada a tierras americanas, ambos naturalistas no dejan de sorprenderse de la magnificencia del espectáculo de la naturaleza que contemplan. No se trata únicamente de la exuberante vegetación que los recibe; se trata además de la fuerza de los elementos: la naturaleza en su más grandilocuente expresión. Lluvias intensas con un fenomenal aparato eléctrico, vientos huracanados, inundaciones, ríos enormes, extensísimos parajes; y en la montaña, magníficas alturas inaccesibles a causa de las masas de hielo y nieve, abismos insondables y la ausencia de cualquier forma de vida orgánica.

Paisajismo romántico

La montaña es un elemento típico del paisajismo romántico, como el mar, o las planicies extensas. Son espacios ajenos a la intervención humana y, también, en consecuencia, deshabitados. Se diría que defienden desde lo agreste su libertad. Y en cierta manera, a la persona que accede a ellos por inconsciencia, locura o afán de aventura o conocimiento, se le comunican esas mismas características: Saussure, Goethe, Humboldt y Bonpland, por citar algunos, compartieron parecidas impresiones y experiencias. Y la primera de todas, es la imagen de libertad que estos ámbitos prometen:

"En las montañas está la libertad. Las fuentes de la degradación no llegan a las regiones puras del aire. El mundo está bien en aquellos lugares donde el ser humano no alcanza a turbarlo con sus miserias"

Así se expresaba Humboldt en la tercera edición francesa de sus Tableaux de la nature (1868), en un remedo de los versos de los poetas.

Sin entrar a hacer un recuento pormenorizado de los elementos románticos que aparecen en el diario de Humboldt, quiero señalar los más relevantes, entre ellos: el protagonismo de la Naturaleza, el paisaje trágico e inaccesible, la constante referencia al devenir, a la historia (natural y humana) y al constante mudar de las cosas:

En Humboldt, como también para Goethe o Saussure, la naturaleza es el centro de su atención. Frente a ella, el ser humano, incluidos ellos mismos como relatores, adquieren una dimensión nimia. No se trata ya de preservar la objetividad y el interés científico; se trata de la posición que el ser humano ocupa en su descripción. En el paisajismo romántico existe una obsesión por los espacios poco o nada humanizados, y frente a ellos el ser humano desaparece, ha sido expulsado o es autoexcluido. Es un paisaje desposeído, como lo define Rafael Argullol(31). Humboldt actúa como el "loco", el "aventurero necesario", que reporta no sólo a los europeos las riquezas naturales de ultramar, sino también la magnificencia y unidad del paisaje contemplado. Bajo su prisma, confluyen el dato y la percepción, esa "aproximación subjetiva, sensual, estética" de la que hablara Goethe.

Describe Humboldt un paisaje arruinado, con restos de construcciones humanas o de montañas que remiten a la idea de devenir teñido de nostalgia del pasado. Un pasado glorioso asoma entre la vegetación y es continuamente idealizado y exaltado por el alemán. Descubre la civilización inca y se sorprende de la perfección de sus construcciones y de sus tallas en la dura piedra: "Es admirable que estos pueblos hayan tenido las ideas de medida y simetría"

La revalorización del indígena frente al sometimiento y ausencia de libertad que imponía el dominio español es otra de las constantes de sus escritos. Viene a colación la siguiente anécdota ocurrida en Yaruquí donde se alzaban los restos de una pirámide inca. Humboldt colaboró con el Marqués de Selvalegre ("celoso por el progreso de las ciencias, patriota entusiasta") en el examen de la pirámide para su reedificación. En su cima, el científico francés La Condamine había colocado una flor de lis. En este punto, Humboldt inquiere sobre las vicisitudes de la historia: "¿Pensó La Condamine en el momento de coronar esta pirámide con una flor de Lys que, sesenta años más tarde, esta flor símbolo de la tiranía, sería quebrantada y borrada de Francia?"

Por lo que se refiere al paisaje natural, el autor presenta en su diario la fuerza de la naturaleza reflejada en los grandes cataclismos y en las ruinas de las montañas. Describe montañas descarnadas y calcinadas, torrentes profundos, y trata de hallar una explicación coherente a su morfología. Asciende a los volcanes y nos cuenta las ruinas y caos de su formación, como en el caso del Rucu Pichincha(32)cuya cima la define como las murallas de un viejo castillo en ruinas: "¡Qué destrucción, que desorden caótico, sobre todo en su vertiente orientada al mar!"

Es en definitiva, un paisaje trágico. La montaña dista del bucolismo geórgico y es en su esencia, duro. Soledad, inaccesibilidad y caos son algunos de los nombres que aparecen constantemente en el diario de viaje del naturalista alemán. En las alturas ya no observa ningún ser vivo, ni líquenes, ni insectos que resistan esas condiciones: sólo ve volar un cóndor a una altura calculada en 5.400 metros. En el Guagua Pichincha, a una altura de 4.500 metros, dice, "no hay ya vestigios de seres organizados"; y en el Chimborazo, su estancia en altura la define como "triste y lúgubre": "rodeados de abismos y una espesa niebla, a penas se halla algún vestigio de vida: alguna mosca, un cóndor (...), el Lichen geographicus y el Lichen Postulatus, los únicos seres vivos (...), restos de un mundo habitado".

Se trata, para Humboldt de una naturaleza inaccesible ­prohibida- que se manifiesta en fenómenos como la niebla, de frágiles puentes de nieve, de grandes grietas en los glaciares. Un ejemplo de todo ello fue su ascensión en solitario al Guagua Pichincha: una montaña más hecha para sentir que para medir. En ella, por diversas razones, se ve obligado a separarse del resto del grupo, y en compañía de un indio trata de resolver el laberíntico acceso al cráter. Todo ello le va a conducir a un escenario que describe así:

"La Condamine ha hecho muy bien al comparar este lugar con el caos de los poetas. Uno cree ver en él un mundo destruido, sin esperanza de que jamás sirva de morada a seres organizados"

En este punto, Humboldt reflexiona acerca de la emoción del momento vivido: "Todo aquello que uno ve, interesa, inspira horror, pero no puede desarrollarse todo lo que se ha visto". Incluso se plantea si es preciso correr tales riesgos físicos para conseguir resultados tan escasos, pues

"Excursiones tan penosas, cuya narración excita generalmente el interés del lector, no ofrecen, sin embargo, más que un pequeño número de resultados útiles al progreso de la ciencia. El viajero suele encontrarse un suelo cubierto de nieve, con una capa de aire cuya mezcla química no difiere de la de las regiones bajas, y donde, debido a su ubicación, tampoco pueden realizarse experimentos delicados con toda la precisión que se requiere"(33)
 

La montaña parece sustraerse a la observación científica, por las duras condiciones a las que somete a aquellos que osan hollarla. Incluso aceptamos con reservas la afirmación de Susan Cannon, "cualquier romántico puede ascender una montaña: el Humboldtiano quiere utilizar su altura como laboratorio a fin de observar las condiciones extremas de la vida"(34). Ni la naturaleza medida, a través de los instrumentos, ni la naturaleza interpretada, por los ojos ­del alma--permiten llegar a ella. Humboldt, ante las condiciones adversas, retrocede y podemos preguntarnos acerca de los resultados que nos ofrece.

Llegados a este punto, se nos presentan varias cuestiones: unas relacionadas con la fragilidad de su posición como observador sin los aparatos de medición; otras, sobre la fiabilidad de sus datos. Nos preguntamos, en definitiva, sobre cuál es la verdadera aportación de Humboldt al conocimiento de la alta montaña y, a través de ella, la historia natural de la Tierra.

Contribución de Humboldt al conocimiento de la montaña

Con la ascensión al Chimborazo se puede decir que concluye una parte de los estudios que realizaba Humboldt en la montaña, pero se inicia otra de mayor clarividencia en sus objetivos científicos. Si hasta aquel momento daba la impresión de que en su viaje no existía un objetivo claro, posteriormente y poco a poco, tras su primera campaña montañera, fue configurando su extensa obra.

Su primera contribución fue, sin duda alguna, las innumerables escenas o cuadros de la naturaleza que aparecieron en sus obras, desde Tableaux de la nature hasta Cosmos. Unas escenas que tratan de conjurar el peligro de la pasión por la estética, del "sentimiento y la fantasía" a través del dato medido y la descripción ajustada, a fin de reconstruir la riqueza de imágenes que ofrece la naturaleza:

"Contemplar el conjunto de la naturaleza, sorprender la acción común de todas las fuerzas que lo animan, renovar el placer de ver las regiones tropicales, no deben dejarse pasar desapercibidas al lector sensible, y tal es la finalidad a la que tiendo [con mis escritos]"(35)

Si se habla de algo más concreto, debemos mencionar como otra de sus contribuciones la que nació, como decía él, a los pies del Chimborazo: su ensayo sobre la geografía de las plantas. A los pies del volcán ecuatoriano, en las costas del mar del sur, dice, "he redactado la mayor parte de esta obra"(36). En este sentido, el antiguo reino de Quito le fue, por lo pronto, muy propicio dados los grandes desniveles que se suceden en la corta distancia lineal existente entre el océano Pacífico y la alta montaña. En su viaje desde Quito hasta Guayllabamba explica que en menos de treinta minutos se desciende desde el clima de Santa Fe (en la altiplanice) hasta la de Cumaná (en las tierras bajas): "¡En ninguna otra parte puede observarse mejor la geografía de las plantas!"(37)

Se trataba de vincular la vida vegetal a las condiciones de su medio, y para ello, no sólo era importante anotar la altura sino también las condiciones de humedad, insolación, y características del substrato sobre el que crecían las plantas. Cabe recordar que no era Humboldt el único que estaba trabajando sobre esta cuestión, y menos en el antiguo reino de la Nueva Granada. El propio botánico Celestino Mutis o el entonces joven naturalista Francisco José de Caldas o, en España, el botánico Simón de Rojas Clemente, estuvieron trabajando en proyectos semejantes(38).

El estudio de la vegetación en su más extenso sentido, tal como se propone en su geografía de las plantas, le permitía comprender y aprehender la historia de la "raza humana y de la civilización", por esa "acción recíproca y misteriosa del mundo sensible y del mundo inmaterial". La vegetación define, para él, los rasgos propios, naturales y sociales, de las diversas regiones del planeta.

Otra de las ideas que parece entreverse en su recorrido por los volcanes, era el de corroborar la hipótesis plutonista por la cual el vulcanismo no era únicamente un fenómeno local sino que, precisamente, las fuerzas internas del planeta eran capaces de generar también cadenas de montañas. Ello le llevó a efectuar continuos análisis de las muestras recogidas, a recopilar información histórica acerca de temblores y fenómenos telúricos en general, y a tratar de concluir la posible relación entre ellos.

El cálculo de la posición geográfica y de las alturas le llevó también un tiempo considerable. De hecho, muchas de las observaciones realizadas al respecto tenían como objeto fijar la latitud, la longitud y la altura de diversos puntos de su recorrido: una información básica para el conocimiento del territorio y la confección de una mínima cartografía. También para dibujar el cuadro de las condiciones en las que vivían los seres vivos, concretamente las plantas, y poder, a su vez, establecer comparaciones con otras zonas del planeta. Pero, sobre todo, para conocer la dinámica de la corteza terrestre. Dice al respecto, en la tercera edición de Tableaux de la nature revisada por el autor,

"Si las corporaciones de sabios se honran en seguir con perseverancia la huella de los cambios capaces de influir sobre la economía del mundo, que han operado en la temperatura, en la presión atmosférica, en la dirección e intensidad de las fuerzas magnéticas, es, por otro lado, deber del geólogo viajero que busca reconocer las características del relieve terrestre, tener en cuenta, sobre todo, las variaciones que se han producido en la altura de los volcanes"(39)

Finalmente, como he tratado de mostrar, quiero subrayar que pese a la importancia de las aportaciones de Humboldt en el ámbito de la montaña, no fue su precursor, sino un continuador de las ideas y objetivos prevalecientes en el ambiente científico y cultural de su época. Incluso se le puede aplicar la afirmación que insistentemente se repetía, con el inicio a mediados del siglo XIX de los clubes de excursionismo: "los científicos no eran buenos montañeros, y los montañeros no eran buenos científicos"(40). Habían de pasar bastantes años para que fueran ascendidas muchas de las cimas del Ecuador y para que en ellas, con otro criterio ­más objetivo y deslindado de las emociones propias de este tipo de vivencias--, con mejor equipo y más experiencia, se obtuvieran unos resultados de mayor fiabilidad.
 

NOTAS

1.  Véase al respecto los apuntes biográficos anónimos del prólogo a la obra de SAUSSURE, 1834

2.  Un texto que me ha sido de gran utilidad ha sido también Voyage aux régions équinoxiales du Noveau continent, fait en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 et 1804, par... Avec un atlas géographique et physique. Paris: Librairie grecque-latine-allemande, 1816-1826. 12 tomos, de la que, aparte de la original en francés, he utilizado también la primera versión castellana, publicada en 1826 con el título Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Mundo. Me ha resultado interesante consultar dos versiones más de ella: una publicada en Venezuela, de 1956, con un estudio preliminar de Eduardo Röhl, (HUMBOLDT y BONPLAND, 1956); y una última más reciente en inglés, de 1995 que cuenta con dos estudios preliminares, uno de Malcolm Nicolson, y otro de Jason Wilson (HUMBOLDT y BONPLAND, 1995), todos estos de sumo interés y que ayudan a entender con mayor profundidad la compleja personalidad de Humboldt.

3.  HUMBOLDT y BONPLAND, 1816-1826, p. 8-9. Todos los textos que se reproducen, han sido traducidos por el autor del artículo.

4.  HUMBOLDT, A. Von, 1986, pág.174

5.  Ibidem.

6.  SONNIER, [1970], 1977

7.  Cita Sonnier a autores como Scheushzer y Gesner, como precedentes de Rousseau en esta consideración. La denigración de Rousseau de lo urbano, frente a lo rural, o del hombre civilizado ­afectado por las instituciones humanas-- frente al hombre en su estado natural, está en la línea de su crítica a las instituciones sociales que precedieron el naciente orden burgués

8.  MARTÍ, 1994, pág. 19

9.  SAUSSURE, 1779. Continúa así: "Les hautes montagnes (...) infiniment variées dans leur matière et dans leur forme, présentent au gran jour des coupes naturelles, d'une très-grand étendue, où l'on observe avec la plus grande clarté, et où l'on embrasse d'un cop-d'oeil, l'ordre, la situation, la direction, l'épaisseur et même la nature des assises dont elles sont composées, et des fissures qui les traversent"

10. Extracto de una carta escrita en 1799 poco antes de su partida publicada en Die Jugendbriefe Alexander von Humboldts 1876-1799, Berlín, 1973, y reproducida en BIERMANN, [1983], 1990, pág. 59

11.  La importancia de estos en la actividad científica del prusiano ha sido ya puesta en relieve por diversos autores como J. LASSEL y C. LASSEL, 1948 (Life of Alexander von Humboldt. New York. Baltimore Press. 1948 citado en SÁNCHEZ, 1997); R. SÁNCHEZ FLORES y Max SEEBERG, 1997; A. BUTTIMER, 1999. Como muestra puede verse la lista de instrumentos que el propio Humboldt embarcó en su viaje a América: más de cuarenta aparatos de medición, sin contar duplicados y otros objetos de apoyo a sus investigaciones HUMBOLDT y BONPLAND, 1816- 1826, vol. I. págs.106-114

12.  En un conocido escrito de Schiller, este critica a Alexander von Humboldt su tendencia a tratar de aprehender la naturaleza mediante el cálculo y la medición. Véase al respecto NICOLSON en HUMBOLDT y BONPLAND, 1995 y BIERMANN, [1983], 1990.

13.  Por ejemplo NICOLSON, Malcolm, en Estudio introductorio a HUMBOLDT y BONPLAND, 1995

14.  PEREYRA, s.a., p.22. Humboldt conoció a Georg Forster en un viaje por Maguncia en 1789. Con él realizó un largo viaje por la cuenca del Rhin hasta los Países Bajos y luego Inglaterra. Véase al respecto PEREYRA, s.a.; BIERMANN, [1983], 1990; NICOLSON en HUMBOLDT y BONPLAND, 1995

15.  Que definió en un artículo titulado La Naturaleza (1782) como "una entidad inescrutable, incondicionada, humorística, que a sí misma se contradice, pudiéndolas tomar a aquellos como un juego, no exento, sin embargo, de amarga seriedad", y que es base de los fenómenos del mundo. GOETHE, 1991, pág. 949

16.  GOETHE, 1991, "Para las Metamofósis de las plantas", vol. I, págs. 960 y ss. Como explica uno de sus biógrafos, a partir de cierto momento de su vida "Goethe se abstiene de fórmulas exteriores de culto y adora a su dios inmanente en sus múltiples manifestaciones de la Naturaleza, y trata de acercarse a él y a comprenderlo por la vía científica. Su templo es la Naturaleza; su capilla, el laboratorio." CANSINOS. "Estudio preliminar" en GOETHE, 1991, vol. I, pág.25

17.  Esta evolución puede seguirse a través de escritos tales como Poesía y verdad (1811-1833), sus notas autobiográficas publicadas bajo el título Particularidades biográficas, o de sus numerosas cartas de viaje, entre otras.

18.  HUMBOLDT, 1868, págs. 347-348

19.  Dice así Humboldt: "J'avois éprouvé, dés ma première jeunesse, le desir ardent d'un voyage dans des régions lointannes et peu visitées par les Européens. Ce désir caractérise une époque de notre existence où la vie nous paroît comme un horizon sans bornes, où rien n'a plus d'attraits por nous que les fortes agitations de l'ame et l'image des dangers physiques". Del Capítulo I de HUMBOLDT, 1816-1825, vol.I, págs.65-66

20.  SAUSSURE, 1779. pág.X

21.  Al respecto puede leerse de G. Cuvier, Eloge de Saussure, en Recueil des éloges historiques prononcés à l'Institut (1819); de T. Sennebier, Memoire historique sur la vie et les écrits de H.B. Saussure, citados ambos en SAUSSURE, 1834. Sus biógrafos consideran a Saussure como padre de la geología y de la geografía física. Véase también SAUSSURE, 1779 en el que habla de los objetivos que ha de tener el estudio de la geología y la geografía física.

22.  Dice así: "Dans cette espace de temps (1760- 1787), j'ai traversée quatorze fois la chaîne entière des Alpes par huit passages différens; j'ai fait seize autres excursions jusqu'au centre de cette chaîne" en SAUSSURE, 1779, págs. XI

23.  SAUSSURE, 1779, p. XI. Lo mismo manifestó Jean B. Boussingault acerca de la prudencia que expresaba Saussure. Boussingault opinaba en el relato de su ascensión al Chimborazo, casi treinta años después que Humboldt, que debían reprobarse "las excursiones peligrosas a las montañas cuando no se emprenden en el interés de las ciencias". Boussingault, 1849, págs.208

24.  El relato de esta ascensión fue publicado algo más tarde con el título de Relation abregée d'un voyage à la cime du Mont Blanc de gran difusión y éxito. Sobre ello puede verse SONNIER, [1970], 1977. Para el propósito de este trabajo me he servido de la edición titulada La première ascension au Mont-Blanc, (Paris, s.a., ver bibliografía).

25.  PEREYRA, s.a., capítulo 5

26.  HUMBOLDT, s.a. [1869], pág. 74

27.  HUMBOLDT y BONPLAND, 1816-1826, vol. I, pág.51

28.  HUMBOLDT y BONPLAND, 1816-1826, vol.I, pág.297.

29.  SAUSSURE, 1779, págs. XI

30.  Así lo explica en el capítulo introductorio a la obra HUMBOLDT y BONPLAND, 1816-1825,

31.  ARGULLOL, 1987, pág.13 y ss.

32.  A lo largo de su estancia en Quito, confunde constantemente los nombres de las cimas del Guagau Pichincha con las del Rucu Pichincha. En el texto he utilizado el nombre actualmente correcto. Su primera ascensión efectuada a este macizo el 14 de abril de 1802 fue a la cima oriental de los Pichincha (el Rucu); más adelante, en el mes de mayo efectua una ascensión en solitario ­con un guía nativo--al Guagua Pichincha, y dos días después vuelve a él en compañía de Aimé Bonpland y Carlos Montúfar.

33.  HUMBOLDT, s.a., [1869], págs. 74

34.  CANNON, Susan. Science in Culture: the Early Victorian Period. New York. Dawson and Science History Publications. 1978. Págs. 73-110, citado por A.BUTTIMER, 1999

35.  HUMBOLDT, 1868. Del prefacio a la primera edición.

36.  HUMBOLDT y BONPLAND, [1805], 1955. Del Prólogo.

37.  HUMBOLDT, 1986, pág. 194

38.  Concretamente Caldas, quien veía en el viajero alemán la solución a sus afanes científicos, junto con José I. Pombo tenían el proyecto de elaborar una Fitografía del ecuador. Humboldt se le adelantó. No obstante, en la traducción de la Geografía de las plantas que publica en el Semanario de Nueva Granada (1849) Caldas se "desquitó" y le hizo algunas anotaciones y correcciones.

39.  HUMBOLDT, 1868, pág. 613- 614

40.  MARTÍ, 1994
 

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

ARGULLOL, Rafael. La atracción por el abismo. Un itinerario por el paisaje romántico. Barcelona: Plaza y Janés, 1987. 127 p.+ 129 láminas

BIERMANN, Kurt R. Alexander von Humboldt. México: Fondo de Cultura Económica, [1983], 1990. 191 p.

BURGMER, Wolfgang. "Sobre el volcán", en Humboldt. Alexander von Humboldt. Bicentenario del viaje americano, 1799- 1804, núm.126, 1999. p. 46-51

BOUSSINGAULT, J.B. Viajes científicos a los Andes ecuatorianos o Colección de memorias sobre física, química e historia natural de la Nueva Granada, Ecuador y Venezuela. París: Librería Castellana, Lasserre editor, 1849. XXI+ 332+ 1 cuadro

BUTTIMER, Anne, "Humboldtean Science or Goethe's Way of Science: Enduring Lessons from Alexander von Humboldt's Geography", comunicación presentada en la Conferencia Internacional, Humboldt y la Ciencia americana, México: 15 a 19 de agosto de 1999. 33 p.

CALDAS, Francisco José. Semanario de la Nueva Granada. Miscelánea de ciencias, literatura, artes e industria. Publicado por una sociedad de patriotas Granadinos, bajo la dirección de.... Paris: Librería castellana, Lasserre editor, 1849. 567 p.

GOETHE, J. W.. Obras Completas." México: M. Aguilar editor, 1991. 4 vol. Estudio preliminar a cargo de R.CANSINOS

HUMBOLDT, A. Von. Tableaux de la nature. Paris: Editado por L. Guerin et Cie, Tercera edición, 1868. 720 págs.

- Reise auf dem Rio Magdalena durch die Anden und Mexico. Berlin: Akademie- Verlag, 1986. 402 págs. Transcripción y notas a cargo de Margot FAAK

- Sites de cordillères et monuments des peuples indigènes de l'Amerique. Paris: Legrand, Poumey et Crouzet, s.a. [1869], 531 págs.

HUMBOLDT, A. Von y Aimé de BONPLAND. Essai sur la géographie des plantes; accompagné d'un Tableau Physique des Régions Equinoxiales. México: Instituto Panamericano de Geografía e Historia, 1955. Edición facsímil de Paris: Chez Levrault, Schoell et compagnie, 1805

- Voyage aux régions équinoxiales du Noveau continent, fait en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 et 1804, par... Avec un atlas géographique et physique. Paris: Librairie grecque-latine-allemande, 1816-1826. 12 tomos. Traducido en primera versión al castellano como Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo continente, hecho en 1799, 1800, 1801, 1802, 1803 y 1804 por..., París: Casa de la Rosa. 1826, 4 vols.

Véanse también:

- Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo continente. Caracas: Ministerio de educación,1956. 5 vol. Estudio biográfico a cargo de Eduardo Röhl

- Personal Narrative of Travels to the Equinoctial Regions of America. London- New York: Penguin Books, 1995. 310 p. Traducción, introducción y notas a cargo de Jason Wilson; Introducción histórica, por Malcolm Nicolson.

MARTÍ HENNEBERG, Jordi. L'excursionisme científic. Barcelona: Editorial Alta Fulla, 1994. 168 p.

NICOLSON, Malcolm. Historical Introduction. In HUMBOLDT y BONPLAND, 1995. p. IX-XXXIV

PEREYRA, Carlos. Humboldt en América. Madrid: Editorial América- Sociedad General Española de Librería.s.a. 275 p.

SÁNCHEZ FLORES, R. y Max SEEBERG. Humboldt y sus instrumentos científicos. In Alejandro de Humboldt en México. México: Instituto Nacional de Antropología e Historia- Instituto Goethe, 1997. p. 55-65

SAUSSURE, Horace-Bénédict de. La première ascension au Mont-Blanc. Paris: Henri Gautier. Nouvelle Bibliothèque Populaire, núm.308. s.a. 32 p.

- Voyage dans les Alpes. Précédés d'un essai sur l'Histoire naturelle des environs de Geneve. Neuchatel. Chez Samuel Fauche. Imprimeur et libraire du Roi, 1779.

- Voyage dans les Alpes. Partie pittoresque des ouvrages de H.B. de Saussure. Paris: Henri Gautier. Abraham Cherbuliez, 1834. 396 p

SONNIER, George. La montaña y el hombre. Barcelona: Editorial RM. [1970], 1977. 262 p.

STEVENS-MIDDLETON, Rayfried Lionel. La obra de Alexander von Humboldt en México, fundamento de la geografía moderna. Boletín de la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística. vol. LXXXI, 1956
 

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