Scripta Nova.
Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788]
Nº 9, 1 de noviembre de 1997.

LA PREOCUPACIÓN POR LA PRODUCTIVIDAD AGRÍCOLA EN LA CATALUÑA DEL SIGLO XIX: LA AGRICULTORA CATALANA, FÁBRICA DE ABONOS

Pere Sunyer Martín


La aparición en Cataluña a mediados del siglo XVIII de instituciones preocupadas por la mejora del campo catalán, no es un hecho casual. Se hizo patente ya recientemente, el año 1766, con la creación en el seno de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona de una sección dedicada a la agricultura. Paralelamente, y poco después, la propia Junta de Comercio creó una cátedra de botánica y agricultura, cuyo rastro puede seguirse hasta 1913 con la creación de la Escuela Superior de Agricultura. Finalmente, el año 1850, desaparecida la Junta de Comercio, se creó el Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, que aún hoy en día mantiene su interés por los problemas del campo.

La agricultura catalana era a finales del siglo XVIII y con la misma tónica a lo largo del siglo XIX, una actividad que tendía hacia la especialización de productos destinados a la exportación, como por ejemplo el vino, los frutos secos y el aceite. De hecho, sucede lo mismo que en otros lugares de la periferia peninsular en la cual los cultivos más lucrativos fueron las viñas y los olivos, por su preciada calidad y la posibilidad de exportar sus productos hacia el exterior. No obstante, como indica P. Vilar, no se puede reducir toda la actividad agrícola catalana a esta vía de salida(1). Existía además una gran dinámica de intercambios a corta distancia destinados a equilibrar la carencia en ciertos productos entre las distintas comarcas catalanas, así como un activo comercio con las tierras de Aragón y de Castilla, y entre las comarcas pirenaicas.

En este contexto en el aumento de la productividad agrícola, tuvieron un papel muy destacado los ingenieros, en general, un cuerpo de técnicos al servicio del Estado cuya tarea principal era la de situar al país en la vía de la modernidad. En esta ponencia quiero centrarme en un representante de este nuevo estamento de la España del siglo XIX y, concretamente, en una de sus aportaciones. Se trata del ingeniero industrial y químico madrileño Luis Justo y Villanueva y su aportación, la que se decía que era la primera industria de abonos habidos en España: la Agricultora Catalana(2).

Este ingeniero llevó a cabo una parte importante de su labor divulgativa y científica dentro del Instituto Agrícola Catalán de San Isidro entre 1861 y 1876, y se inscribe dentro de esta corriente de difusión de los conocimientos científicos de la agricultura entre las clases propietaria y agricultora, que afectaba a toda España, y dentro del propio interés de la burguesía terrateniente por modernizar la agricultura. De hecho, su incorporación al Instituto viene avalada por una experiencia de cerca de cuatro años en la enseñanza de temas de interés agrícola.

A Justo se le conoce principalmente por su esfuerzo por la mejora de los vinos catalanes, y en concreto, por sus investigaciones en la obtención y mejora del cava catalán; no obstante, también es destacable su interés por el aumento de la productividad agrícola mediante la aplicación del análisis químico de las tierras, y de los abonos, dos puntos sobre los que el químico alemán Justus von Liebig había cimentado el éxito de la agricultura alemana de mediados del siglo XIX, y sobre los cuales los químicos españoles, entre ellos Luís Justo y Villanueva, pretendían fundamentar una nueva era de progreso en la agricultura, base del desarrollo económico del Estado(3).

El trabajo realizado por Justo y Villanueva no se puede entender sin hacer referencia al contexto económico, social y científico que envolvía al campo catalán durante el siglo XIX. Pero tampoco se puede comprender sin hacer referencia a los aspectos intelectuales, institucionales y corporativos, de la ciencia.

En el aspecto intelectual, Justo pone en práctica por primera vez en España, las teorías de Liebig sobre la nutrición mineral de las plantas, por ejemplo: incorporó el análisis químico como técnica fundamental para la mejora de la tierra y de los productos agrícolas; introdujo el debate sobre el nitrógeno que tanto preocupó a la élite internacional de químicos; adoptó la teoría de los abonos completos, que contuvieran N, P, K y Ca en su composición y que fuera asimilable por las plantas, etcétera.

En el aspecto institucional de la ciencia, no es gratuito citar la pertenencia de Justo a un cuerpo de ingenieros, y en concreto, al de ingenieros industriales, un cuerpo creado en el año 1851. En aquellas fechas, todos los cuerpos de ingenieros del Estado (de minas, de montes, agrónomos, industriales, de caminos) se ocuparon de una manera más o menos intensa de temas agrícolas. La aportación de los ingenieros industriales se situó en los aspectos productivos de la agricultura, las industrias de los abonos, las aplicaciones industriales de los productos agrícolas, las industrias agrícolas y la maquinaria del campo.

Los conflictos habidos tantas veces entre los cuerpos de ingenieros y el cuerpo docente universitario para la defensa de competencias en el propio campo científico, no se hizo evidente en el caso de Justo, creemos que por dos motivos: primero, porque era un aspecto, el de la fabricación de abonos, en el que no entraron los profesores universitarios; por otro lado, Justo poseía las dos formaciones, la técnica y la universitaria, que le debían ahorrar muchos problemas.

El ejemplo de Justo, servirá también para mostrar el lento proceso de introducción de una idea científica como era la hipótesis mineral de la nutrición vegetal de Justus von Liebig en la sociedad catalana de la época. Para esto, nos acercaremos, en primer lugar, a las concepciones que a mediados de siglo XIX existían en el ambiente científico relativo al origen de la fertilidad de la tierra. Esto nos permitirá conocer las ideas de Justo al respecto y que ya desarrolló con anterioridad a su incorporación al Instituto. Y segundo, trataremos de reconstruir a partir de las fuentes de que disponemos su aportación a la creación de la fabricación de abonos, un campo de la ciencia agrícola del cual fue maestro indiscutible. Luis Justo y Villanueva es una de las personalidades españolas en la que hemos podido constatar mayor preocupación por la divulgación de los conocimientos científicos entre los agricultores y la ciudadanía, en general. Fueron, con todo, y tal como se dice en una de sus biografías, quince años de plena dedicación a la agricultura catalana(4).

Los fundamentos de la nueva agricultura: la hipótesis mineral de Liebig

Un hecho trascendental dentro de la química que comportó un notable desarrollo de la agricultura fue la superación de la hipótesis vitalista, centrada en la teoría del humus, que dominaba tanto los estudios de fisiología vegetal, como la ciencia química. Por esta, las plantas y los seres vivos eran capaces de transformar, en virtud de un principio vital, la materia inorgánica en materia organizada -orgánica-. Fue desde la síntesis de la molécula de urea en 1828 por Friedrich Wöhler que comenzó a tambalear la separación entre la química orgánica y la inorgánica. Justus von Liebig, llamado por muchos autores como el "padre de la agricultura moderna", fue uno de los químicos más activos en el descubrimiento y síntesis de compuestos orgánicos. De la misma manera, fue quien dió forma al principio de la hipótesis de la nutrición mineral de las plantas: se trataba de la denominada teoría mineral.

La teoría mineral de la nutrición vegetal fue emitida por primera vez en la obra Chemie Orgànique appliquée a la physiologie végétale et à l'agriculture (1841), a raíz de unas conferencias pronunciadas en la British Association de Glasgow el año 1840. Según esta teoría las plantas se alimentaban exclusivamente de materia inorgánica, bien producto de la descomposición del humus, de la atmósfera, o bien de las substancias minerales que hay en la tierra. El agotamiento de éstas producía la infertilidad y llevaría a la ruina a muchos agricultores, en un futuro más o menos próximo. Por esto, se había de preocupar de su restitución de forma continua. Entre los elementos más importantes que se habían de suministrar estaban el nitrógeno, el fósforo, el potasio, y el calcio (N, P, K y Ca). No obstante, dadas las grandes cantidades de nitrógeno que hay en la atmósfera y dada una supuesta capacidad de las plantas para asimilarlo directamente (tal y como pudo demostrar el propio Liebig), y dado que los principales cultivos eran cereales, el químico alemán creía que no era necesario que el agricultor se endeudara con los guanos y otros abonos nitrogenados. Era más importante añadir fósforo y potasio en estado asimilable por las plantas.

Con la teoría mineral se consiguió explicar por qué resultaban tan útiles las prácticas entonces tan normales de la agricultura tradicional como las enmiendas de calcio o yeso, o las aplicaciones de huesos en polvo o de guano. La materia orgánica en forma de estiércol no interesaba de por sí, sino por los productos de su descomposición. Por esto no importaba que se substituyera por substancias minerales. Estos elementos habían de encontrarse además en combinaciones binarias como el agua, el CO2 o el amoníaco, para hacer más rápida su asimilación. De otro lado, el principio mineralista representaba un adelanto para los agricultores sobre otras hipótesis, porque permitía desvincular la producción agrícola de la dependencia de los animales y de su alimentación. Por lo tanto, podía dedicar una parte de la superficie de su finca a cultivos más lucrativos que hasta aquel momento.

Fue precisamente el problema de la absorción del nitrógeno y el debate que se planteaba en su entorno el que condujo, en una etapa posterior, al abandono de las tesis mineralistas. De hecho, como afirman ciertos autores, el químico alemán no llegó a aclarar nunca la manera como asimilaban las plantas este importante elemento(5). El debate sobre el nitrógeno estuvo asegurado durante unos cuantos años en toda Europa, España incluida, entre los llamados "azoístas" y los "no azoístas". Entre los primeros figuraban Justus von Liebig y George Ville (1824-1897), por un lado, y Jean Baptiste Boussingault, John B.Lawes (1814-1900) y Joseph H.Gilbert (1810-1901), por otro, que solamente se resolvería gracias a la aportación procedente de los estudios realizados sobre la materia viva.

Disciplinas tales como la economía rural, la agrología, o la elaboración del catastro, encontraron en los principios mineralistas una herramienta de primera mano para trabajos agronómicos, de productividad y fiscales. Por primera vez, era posible valorar de una forma científica la fertilidad de la tierra, es decir, su riqueza y potencia, según el lenguaje de la época. La riqueza venía dada por la disponibilidad de substancias nutricias para las plantas; la potencia venía dada por las características físicas de la tierra -permeabilidad, higroscopicidad y otras más. Mediante un sencillo análisis químico y físico - decían- el agricultor podía calibrar las carencias de la tierra en los elementos principales y sus cualidades físicas, para corregirlas y añadir fertilizantes o enmiendas según conviniera, en función a la vez del cultivo elegido.

Luis Justo tuvo oportunidad de explicar las teorías mineralistas de Liebig y fue juntamente con el químico y farmacéutico Ramon Torres Muñoz y Luna -paladín de los fosfatos en la agricultura-, el químico Manuel Díaz, el ingeniero industrial Ramón de Manjarrés, y otros químicos e ingenieros industriales, de los primeros en difundir tales ideas.

Una vida de dedicación al progreso de la agricultura

Luis Justo y Villanueva (1834- 1880), ingeniero industrial de las primeras promociones salidas en Madrid, y licenciado y doctorado en ciencias fisico-químicas, era madrileño de origen. Su paso por Barcelona fue debido al cierre de la Escuela de Ingenieros Industriales de Gijón donde ejerció como profesor de química durante los cursos 1857 a 1860. Este último año fue nombrado profesor de la misma asignatura en la Escuela Industrial de Barcelona, que impartió hasta 1880.

La vinculación de Justo con el mundo de la agricultura se puede datar desde 1857. A partir de sus lecciones oficiales, impartió como maestro extraoficialmente y de forma gratuita materias como física, química, mecánica y dibujo. Fruto de estas lecciones fue la publicación semanal La química. Periódico destinado a artesanos y agricultores que duró lo que se alargaron los temas, a pesar de su deseo para que otros siguieran la labor por él empezada. En esta publicación se trataban nociones elementales de química y se dedicaba un apartado a los abonos y al análisis de vinos, los dos asuntos que centraron sus investigaciones durante el resto de su vida.

Una vez en Barcelona, el año 1860, para hacerse cargo de la plaza que tenía en la Escuela de Ingenieros Industriales de dicha ciudad, rápidamente fue llamado por la Junta Directiva del Instituto Agrícola Catalán para llevar a término una labor investigadora, asesora y docente en su seno. Fue en este momento cuando se inició su aportación a la agricultura catalana.

La actividad desarrollada por Justo dentro del Instituto fue muy diversa. Se encargó de todo el programa docente que en ella se hacía con el establecimiento de una cátedra de agricultura dirigida a diferentes niveles e intereses que, una vez establecida, fue dotada de los siguientes contenidos: vinicultura, fisiografía agrícola, química orgánica, análisis químico, dibujo y otras materias. Algunas de estas dentro de un programa de estudios válidos como base para optar a los títulos de perito o ingeniero agrícola; otros, de una forma privada para aquellos que quisiesen completar sus conocimientos(6). Estos estudios se completaron con la instalación del laboratorio agrícola, en su vertiente docente y práctica, con las excursiones agrarias por las comarcas del litoral de Cataluña, y con el asesoramiento agrícola.

Su dedicación al campo catalán se prolongó aún hasta 1875. El año 1874 recibió el encargo del ayuntamiento de Madrid para hacer un estudio de las aguas residuales de su población y su posible aplicación a la agricultura. La falta de instalaciones apropiadas para este trabajo en la capital del Reino le obligaron a efectuarlo en varias etapas. El año 1877 pidió una excedencia de su plaza de ingeniero para poder dedicarse a ello con más profundidad(7). El año 1879 dimitió de su cargo como profesor de la Escuela Industrial para ponerse al frente del laboratorio o Inspección Municipal de Madrid. Afectado desde hacía tiempo por una enfermedad, murió en su ciudad natal el 31 de enero de 1880 a la edad de 46 años.

El trabajo realizado con sus cursos gratuitos en Gijón resultaron altamente clarificadores para comprender toda la labor desarrollada posteriormente en Barcelona. Mediante el periódico La Química se pueden seguir los mismos temas que posteriormente irán apareciendo en los artículos publicados en la Revista del Instituto y a nivel práctico. Podemos decir que Justo encontró en el Instituto la posibilidad de poder llevar al terreno práctico muchas de las ideas que estaban apareciendo en el ámbito teórico. El problema de la tradición agrícola y la necesidad de aplicar la teoría de la restitución de las materias exportadas con los cultivos mediante abonos; el problema del estiércol y sus características, como una de las partes más importantes de la exportación agrícola; el de las materias nutrientes que se pierden por las cloacas de las ciudades; el de los abonos incompletos y los completos y de otros más, ocuparon sus páginas. De todos ellos, nos interesa la crítica que en boca de Liebig dedicó a los fertilizantes azoados y la defensa de la aplicación de abonos completos a los cultivos.

De los abonos completos y la Agricultora Catalana

Las ideas de Liebig se ajustaban perfectamente a las necesidades que en aquella época tenia el campo catalán. La posibilidad de aumentar los rendimientos agrícolas era el primer objetivo de una actividad que, a excepción de determinados cultivos, ya había superado su capacidad de extensificación y había de reparar en la intensificación. No obstante, las ideas de Liebig fueron, se lamentada él mismo, malinterpretadas. Se le acusaba de haber negado la importancia de los abonos orgánicos cuando en realidad nunca se había expresado de esa manera tan explícita(8). Así, siguiendo esta versión y ante las evidencias del estado de pérdida de fertilidad de la tierra a que se llegó con ciertas aplicaciones de guanos, letrinas, salitres etc., se recorrió a un nuevo concepto cual era el del abono completo. En este punto, Justo y Villanueva abandonó las tesis difundidas por Liebig y aceptó la crítica que le dedicaron los químicos, como Boussingault, y otros agrónomos franceses, defensores de los abonos completos. Habló así del terrible desengaño

"que ha sufrido el químico para mi más sabio de nuestro siglo, Liebig, en su país natal al querer poner en planta sus teorías sobre los abonos, las cuales son diametralmente opuestas a las que yo profeso"(9)

El abjetivo de "completo" aplicado a los abonos fue utilizado por primera vez por George Ville y Jean B. Boussingault hacia el año 1857. Lo define Justo como aquellos que contienen "todos los elementos que necesitan las plantas para su nutrición y desarrollo y en las condiciones convenientes para que puedan ser absorbidos por los vegetales", y por lo tanto mucho más provechoso para el agricultor(10).

Los principios teóricos con los que trabajaba Justo y que intentó aplicar a los abonos que produciría en la futura Agricultora Catalana se basaban en la importancia de suministrar abonos completos a los terrenos: un tipo de abono no esquilmante, de una composición similar al estiércol producido en los establos, pero más rico en materias azoadas y fosfatadas, y al mismo tiempo capaces de suministrar a los terrenos los minerales que las cosechas se extraían. Se trataba de crear un tipo de fertilizante aplicable a las necesidades de cada cultivo y de cada terreno, y en unas condiciones que permitieran su rápida absorción por las plantas, de manera que se pudieran añadir substancias diversas en función del interés del propio agricultor y del destino que se le quisiera dar(11).

Y estas eran las grandes diferencias que le separaban de otros abonos corrientes utilizados entre los agricultores catalanes y valencianos como el guano del Perú, las aguas residuales y otros abonos azoados comercializados. El efecto de todos ellos, consideraba Justo, era esterilizador, por cuanto eran capaces de aumentar la producción durante unos cuantos años, pero a causa de la proporción desequilibrada de sus componentes, no suministraba todos los minerales indispensables para la tierra, acababan dejándolos improductivos.

Hemos comentado anteriormente la preocupación que experimentó Luis Justo por el destino de ingentes cantidades de substancias útiles para el campo y que se perdían día tras día, sobre todo, en las grandes poblaciones. Este problema manifiesto en sus artículos publicados tanto en La Química como en el boletín del Instituto Agrícola Catalán condujo a la fundación de la Agricultora catalana. Además, la idea difundida entre sus discípulos de la cátedra de química agrícola en el Instituto Agrícola, del aprovechamiento de esta fuente como abono, hizo que un grupo de socios pensara en la posibilidad de juntar el capital necesario para erigir una fábrica similar a las que ya existían en el extranjero. Después de una serie de conversaciones y consultas a dicho químico, fue fundada, el año 1863, con sede en el barrio de Santa Eulalia (Hospitalet del Llobregat) y bajo la dirección de Luis Justo, la que se ha dicho que fue la primera fábrica de abonos artificiales de España. Su producto "abonos completos para la producción de plantas; carne seca para abono; sangre seca; huesos calcinados y pulverizados" (12).

Fabricación de abonos y evolución de la empresa

La historia de la Agricultora Catalana se puede seguir a través de las páginas de la revista que publicaba el Instituto Agrícola Catalán. Así, tanto por lo que hace referencia a las características de los abonos y de su fabricación, como para el seguimiento de la propia empresa podemos encontrar referencias directas.

Justo, en la preparación de su abono, puso en practica el año 1863, inconscientemente, una acción destinada a cerrar los ciclos de la materia, una labor plenamente vigente hoy en día en relación a la gestión de los residuos industriales, esto es, el reciclaje de los subproductos procedentes de las fabricas que habían entonces en el Pla de Barcelona. La lista de materias utilizadas indica su origen: aguas aciduladas de fábricas de gelatina de huesos; residuos sólidos procedentes de las tinajas; restos de animales muertos, carne seca, sangre, cuernos; residuos de la lana, pelos; residuos sólidos de fábricas de cola.

Las materias utilizadas en la Agricultora Catalana son de tres tipos: vegetales, animales y sales. Entre las primeras habla del "roldor" (Coriaria Myrtifolia) --utilizado antiguamente en las operaciones de blanqueo--, hierbas y restos vegetales, así como los residuos de la uva. De animales hay: restos de peces, animales muertos, restos de matadero etcétera; y entre las sales encontramos cloruro de calcio, lejías de jabones y huesos tratados con ácido para hacer superfosfato-, "caparrosa" --colorante--, yeso y calcio. Los animales se mataban, en muchos casos, directamente sobre el futuro abono para que la sangre y otros líquidos impregnaran todas las substancias.

Todas estas materias eran sometidas a un proceso de fermentación y de homogeneización para convertirlos en abonos. Se disponía en capas de forma que alternasen los abonos cálidos y los fríos, teniendo en cuenta que "estos últimos no predominan". Se les practicaba un reguero para humedecerlos, si convenía, y se esperaba que hubiese una primera fermentación, lo cual duraba aproximadamente un mes, en la que se llegaban a unas temperaturas de más de 100º --no especifica unidades . Después se deshacía, se removía, y se traspasaba a otra sala donde maduraba hasta su venta.

Los aspectos sanitarios estaban resueltos básicamente por la forma de compostación, que diríamos hoy, que se le daba. Se trataba de impedir que se fueran las substancias volátiles resultantes del "desprendimiento de hidrógenos carbonatados y por sales amoniacales". A todo esto dice: "en el interior se nota algún olor, pero en el exterior no se percibe lo más mínimo, efecto de los siguientes procedimientos de desinfección". En este sentido, la práctica de este químico se ajusta a las investigaciones que años posteriores realizaban destacados agrónomos (Déhérain, P. Gasparin) y químicos franceses en relación a los procesos de nitrificación y los medios a emplear para reducir las pérdidas de nitrógeno

El resultado era un abono más rico en nitrógeno y fosfato de calcio, "soluble y insoluble", que los estiércoles obtenidos de la propia granja. La composición expuesta en el prospecto de propaganda era la siguiente:

Cuadro 1.
Composición del abono de la Agricultora Catalana
agua 42,21%
substancias orgánicas y sales amoniacales 16,60%
arena o sílice 14,63%
sales alcalinas 1,70 %
fosfato de calcio soluble 1,70 %
fosfato de calcio insoluble 6,20 %
sulfato de calcio 3,05 %
otros (carbonatos de calcio) 15,61%

  Fuente: L. Justo, 1874, Hoja de propaganda final

Al año de su aparición, los resultados que nos ofrece este químico eran alentadores, aunque no del todo satisfactorios. Se habían consumido un total de 4.852 quintales entre 110 agricultores. Los resultados obtenidos a partir de las 67 cartas contestadas, dirigidas a cada uno de los compradores, daban los siguientes resultados: 52 eran favorables al cultivo, 10 dieron resultados normales, y tan sólo 5 dieron resultados peores de los esperados. Por otro lado, faltaba aún la respuesta, en el momento que escribió el articulo, de la granjas experimentales de Figueras y de Barcelona, y la del catedrático de agricultura de Lérida, Domingo de Miguel.

No había bastante. Como toda empresa se habían de llegar a cubrir los intereses del capital, lo cual no parecía posible con el simple aumento de las ventas a lo largo de sus primeros años de vida. Era imposible conseguir aumentar el volumen de ventas para reducir los precios, que entonces estaban en 5 reales/quintal. Pero para bajar únicamente un real este importe era necesario, según cálculos de Andrés de Ferran, llegar a la inalcanzable cifra de 50.000 quintales de venta.

Esta era la situación cuando Luis Justo, en una reunión celebrada con los socios, se dirigía a todos ellos para hacerles saber que si durante los ejercicios del 1867 y 1868 no se llegaban a los 10.000 quintales, era inútil continuar con esa empresa. Con todo, en un artículo aparecido el año 1867 con el motivo de la Exposición Universal de París, una memoria de los productos agrícolas que presentaron las diversas naciones, dentro de la sección dedicada a productos agrícolas, aparecieron en la sección española seis representantes de fábricas de fertilizantes del país, de las cuales únicamente la Agricultora catalana podía vanagloriarse de llegar a la venta de 4.000 quintales al año. Nada comparable con los 400.000 kg. que vendían cualquiera de las empresas extranjeras del ramo, equivalentes a 10.000 quintales catalanes(13).

Justo y Villanueva hizo en dicho artículo una lista de agravios donde nos da a conocer los graves problemas que asediaban, ya no solo la propia agricultura española, sino a todo el ramo de las empresas de fertilizantes que había en nuestro país. Esto se puede resumir en la poca protección que se dispensaba por parte de instituciones y organismos, tanto públicos como privados, a este tipo de iniciativas directamente vinculadas con el progreso agrícola del país. Hace referencia a los malparados fosfatos extremeños, los de Logrosán, "uno de los primeros del mundo" y de los cuales España "no consumía ni un quintal"; hace alusión los importantes yacimientos de huesos que se encontraban también en nuestro país y que nos dedicábamos a exportarlos como si "no los fuéramos a necesitar"; habla también del aprovechamiento que se hacía en otros países "de los productos de los mataderos, de materias fecales, de las aguas de las cloacas, de los urinarios públicos y de otras materias azoadas que el país dispone", y que en España, a excepción de ciertas regiones, no se aprovechaba.

Sigue así arremetiendo contra la poca difusión que se daba a ciertas prácticas que eran tradicionales y que podían reportar grandes beneficios para el país. Finalmente, arguye contra la falta de sensibilidad que habían demostrado muchísimas instituciones y organismos entre los que cita al propio Instituto Agrícola Catalán de San Isidro, al Ateneo Catalán, a la Sociedad Económica de Amigos del País y a las Diputaciones, respecto a una cuestión tan capital como la de los fertilizantes en la agricultura. Acaba con una frase que resulta indicadora del desánimo que embargaba a nuestro químico en relación este problema: "He aquí como pasan las cuestiones del abono en España".

Otras fábricas de fertilizantes. La difusión de las nuevas teorías

La Agricultora Catalana subsistió aún más de un decenio. Justo la dirigió durante nueve años, y después decidió ceder su cargo a uno de sus discípulos, Francesc Xavier Tobella y Argilla, el 1872, quien fue, entre otras cosas, el fundador de la "Biblioteca del Pagés". Los productos que el año 1874 fabricaba eran abonos completos para las viñas; abono completo concentrado; y finalmente, abono biconcentrado para los cereales, legumbres y hortalizas. Dentro del palmarés de premios que se le concedió, hay que destacar la medalla al mérito de la Exposición Agrícola de Zaragoza (1868); la distinción con medalla y mención honorífica en la Exposición General Catalana (1871); la medalla de plata en la Agrícola de Barcelona (1872) y al mérito en la Exposición Universal de Viena (1873).

Hubieron otras en el resto España. Entre las más afamadas tenemos noticias de dos: la barcelonesa Andrés Estruch y Cia, y la madrileña de Sáez, Utor, Soler. De Estruch sabemos de ella a través de la Exposición General Catalana de 1871, la cual se presentó con una gran gama de productos: guano del Perú-amoníaco fijo, abono complementario para la mejora de "letrina y estiércol", abonos especiales para toda clase de cultivos y substancias químicas para la preparación de abonos. Obtuvo la medalla de bronce. Participó también en otras exposiciones como la Exposición Agrícola de Barcelona (1872), o un año más tarde en la Universal de Viena. Situada en la Barcelona del Ensanche sus productos fueron elogiados por el director de la entonces Granja Experimental de Barcelona, José Presta(14).

Respecto a la empresa madrileña, Luis Justo hizo su presentación en Cataluña a través de las páginas de la revista del Instituto(15). Dirigida por dos ingenieros industriales coetáneos de Justo y Villanueva, Luis María Utor Suárez y Constantino Sáez de Montoya, contaban entre sus productos muchos relacionados con los fosfatos, superfosfato de calcio, abono amoniacal, abono potásico de Stassfurth(16), abono fosfoamónico potásico y abono especial para el arroz. Posteriormente esta empresa se trasladó a Haro (Logroño), donde actuó bajo el nombre de Serrano, Marcelino y Cia, pero bajo la dirección facultativa de los dos ingenieros(17).

La infatigable labor llevada a cabo por Justo en Cataluña en la agricultura dentro del Instituto no tuvo el eco que había de haber tenido, a causa de razones extracientificas. Las tesis de Liebig sobre la restitución, sobre el principio de la alimentación mineral de las plantas, abrió una nueva manera de entender la explotación del campo y de hecho abría la posibilidad de superar los límites de la producción de alimentos, sobre los que Malthus había dibujado un oscuro panorama. La Agricultora Catalana fue pionera de esta nueva concepción. No obstante, tal y como se decía más arriba, no tuvo el apoyo suficiente, ya no sólo de los agricultores y propietarios agrícolas de Cataluña, sino incluso de los socios del Instituto. La citada institución no quiso o no supo aprovechar esta iniciativa, y lo mismo sucedió con el laboratorio químico agrícola que Justo dirigía y del que el Instituto era protector.

Justo, a pesar de su lucidez intelectual y su gran capacidad de trabajo no fue más que un producto de su tiempo. El ejemplo de otros ingenieros industriales como Ramon de Manjarrés, Luis Utor, Constantino Sáenz, muestran la implicación de un Cuerpo del Estado en el ámbito de la agricultura ­ como en otros campos de la producción--. Ellos pusieron en práctica las teorías vigentes respecto la nutrición vegetal, y desvelaron las contradicciones entre la teoría y la práctica.

Los ingenieros industriales, sin embargo, representan una manera de entender la agricultura frente a la que presentaban otros ingenieros como los de minas o los agrónomos. Si los primeros veían en el agricultor un futuro consumidor de productos para la mejora de la productividad del campo, los agrónomos entendían el trabajo del agricultor desde una perspectiva global: la necesidad de autosuficiencia del agricultor, de que conociera y sacara provecho de los recursos que disponía de sus tierras. Se trataba, en definitiva, de un problema de economía rural.

Se adivina en el ejemplo de Luis Justo, otras inquietudes científicas y objetos de estudio que pocos años después fueron ganando mayor atención. Las hipótesis de Liebig respecto a la alimentación de las plantas empezaba a presentar fisuras y la polémica nueva se centraba sobre la bondad de los abonos químicos sobre la conservación de las tierras: ¿los abonos químicos, esquilman las tierras?. Más allá de este incipiente debate, se trataba de entender el funcionamiento no sólo de las plantas, sino del papel que ejercían los terrenos, en sus características físicas, químicas y biológicas, en la nutrición de las plantas. Otros temas fueron el papel del clima en la distribución de las plantas; la necesidad de realizar mapas de suelos y geográfico botánicos para orientar a los científicos, los propietarios agrícolas y forestales hacia una mayor intervención -gestión diríamos hoy- de sus explotaciones, y otros más.

Al poco tiempo de morir Justo, los problemas con que debía enfrentarse la agricultura española estaban por llegar. Particularmente, la crisis de sobreproducción que apareció a partir de 1880 y que afectó en primer lugar a las producciones ceralícolas y, más tarde, al vino y a los olivos. También fue el inicio de la filoxera en algunas comarcas del norte de Cataluña. Todo junto repercutió en las relaciones contractuales entre propietarios y trabajadores del campo, en el replanteamiento de una nueva manera de enfocar las explotaciones agrícolas y demás, cuyo exponente será el conflicto de la "rabassa" muerta. La aportación de Luis Justo no fue en vano, aunque no fueron unos años muy favorables a la agricultura. Hubieron de pasar unos cuantos años hasta que se rescataran de la memoria muchas de sus aportaciones al campo catalán.

NOTAS 

1. P.Vilar, 1966, III vol., pág. 339 y ss. 

2. Ver al respecto Sunyer, 1993 

3. Sobre los vinos véase Bosch de Noya, 1989. En relación a los fertilizantes, véase Sunyer, 1993 

4. F.X.Tobella, 1902 

5. Es interesante la opinión relativa a esta cuestión que se discutirá en los círculos agronómicos de nuestro país entre los llamados "azoístas" y los "no azoístas" treinta años después. Sobre esta opinión en particular véase Botija y Fajardo, Conferencias agrícolas de la provincia de Madrid, [1876-77], vol.II, 1878, pág.181-82 

6. Al respecto puede verse P.Sunyer, 1991 

7. El resultado fueron tres memorias con el título de Memoria que contiene los trabajos hechos acerca del aprovechamiento de las aguas que discurren por las alcantarillas de Madrid, publicadas los años 1874, 1876 i 1877.. 

8. Así lo manifestaba Liebig en las Lois naturelles de l'agriculture 

9. Justo y Villanueva, Revista de agricultura práctica, vol. XIII, 1864 

10. Llorente, 1899, pág.347 . Algunos acusaron a Justo de inventarse un término nuevo, lo que se alejaba mucho de la realidad. Justo y Villanueva, Revista de Agricultura práctica, vol.XIII, 1864, pág.178 i 198 

11. Así apareció en los folletos de propaganda que se difundieron 

12. Justo y Villanueva, 1864 i 1869 Lec.XII; Ferrán, 1866. En realidad, la primera fabrica de adonos española de la que tenemos noticias. Se dió a conocer a través del catalogo de la Exposición Universal de Londres en el año 1862. Se trata de una industria de "guano artificial" a base de "huesos pulverizados, sangre desecada, carne y otros desperdicios orgánicos", dirigida por el sevillano Juan J.García Vinuesa. En la sección española de la mencionada exposición se presentaron juntamente con el producto de García Vinuesa, algunos productos elaborados a partir de los fosfatos extremeños por el también químico e ingeniero industrial Ramón de Manjarrés. No obstante, esta última estaba sin comercializar. Ramón Manjarrés fue premiado por la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid por una memoria sobre los fosfatos a la agricultura (1862) 

13. Justo y Villanueva, Revista de Agricultura práctica, vol.XVII, 1868, págs.25-32 

14. Tenía las oficinas en la Ronda de S. Pedro, núm. 176, y los almacenes en la calle Diputación "detrás del convento de las hermanitas de los pobres". J.Presta, Revista de agricultura práctica, 1874, pág.178-79 

15. Justo y Villanueva, Revista de Agricultura práctica, vol.XXIV, 1874, pág.195-98 

16. Las minas de potasa de Stassfurth fueron descubiertas en Alemania durante el decenio de los sesenta, la cual cosa representó una solución por su suministro -a nivel industrial-. 

17. Hidalgo y Tablada, vol.I, 1885, pág.81

BIBLIOGRAFIA UTILIZADA

Bibliografía general

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Bibliografía utilizada de L.Justo Villanueva:

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JUSTO VILLANUEVA,L. Estracto de las lecciones de química aplicada a la agricultura, esplicadas en el Instituto Agrícola Catalán de S.Isidro. Barcelona: Herederos vda. Plà, 1861, 288 p.

JUSTO VILLANUEVA,L. Estracto de las lecciones de química aplicada a la agricultura, esplicadas en la subdelegación del Instituto Agrícola de Tarragona en 1864. Tarragona: Imp.del Diario, 1865, 134 p.

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JUSTO VILLANUEVA,L. Laboratorio químico destinado para el servicio de la agricultura. Barcelona: Est.Tip.N.Ramírez y Cia. 1870, 55 p.

JUSTO VILLANUEVA,L. Expedientes de la Real Academia de Ciencias y Artes de Barcelona. Barcelona: datos bibliográficos A.López Robert S.A., 1913-14, p.128-135.

JUSTO VILLANUEVA,L. La Química", periódico dedicado a los artesanos y agricultores. Gijón: Imp.Crespo Cruz, 1859-60

JUSTO VILLANUEVA,L. Laboratori químich del pagés o sia esplicació rahonada sobre la manera de funcionar alguns dels aparatos que necessita'l pàgés per l'avansament de la agricultura, donada en les sessions que sobre aquest punt professà en 1873 en l'Institut Agrícola Ctalà de Sant Isidre. Barcelona: Estampa de la Renaixensa, 1874, 56 p.

JUSTO VILLANUEVA,L. Discurso leído en la universidad Central en el acto solemne de recibir la investidura de licenciado en Ciencias... el día 4 de enero de 1865. Barcelona: Est. Tip. Narciso Ramírez y Rialp, 1865, 36p.

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