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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (101), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LOS USOS DEL ESPACIO URBANO Y EL PROCESO DE INTEGRACIÓN DE LA MUJER INMIGRANTE

Anna Belén Sánchez García
Licenciada en Sociología
Doctoranda en Geografía Humana,  Universidad de Barcelona


Los usos del espacio urbano y el proceso de integración de la mujer inmigrante (Resumen)

El objetivo del análisis de los usos del espacio urbano por parte de las mujeres inmigrantes es conseguir una aproximación a la dimensión de adaptación a la vida urbana en el proceso de integración. Este análisis se plantea tomando como base las actividades que se llevan a cabo en los diversos espacios urbanos y la significación social de éstas. La principal actividad que se pone en relación con los usos del espacio urbano es la laboral. Las trabajadoras inmigrantes se concentran en el servicio doméstico, actividad asociada a los espacios de la reproducción. Pero frente a los análisis basados en la dicotomía presencia/ausencia, se pretende poner de manifiesto la complejidad latente en la relación con los espacios urbanos que permita distinguir los conceptos de ausencia y de invisibilidad ya que no se refieren a las mismas dinámicas socioespaciales y tienen consecuencias distintas.

Palabras clave: espacio urbano / género / servicio doméstico / integración


Urban space's uses and migrant woman's integration process (Abstract)

The aim of the paper is to analyze the relationship among the urban space's uses and migrant woman in the urban life's integration process. The main factor considerated is labour activity.To be employed as domestic service conditions the space's uses principally for the social visibility of migrant woman.

Key words: urban espace / gender / domestic service / integration


La llegada de mujeres inmigrantes extracomunitarias a las ciudades del sur de Europa se ha incrementado notablemente en los últimos años pero su presencia no se ha traducido en visibilidad social. Aunque cada vez son más las que toman la iniciativa del proyecto migratorio y se ponen a trabajar, su papel en la economía de la unidad doméstica inmigrante y en la economía en general continua estando infravalorado.

En el presente artículo se plantea que la invisibilidad social de la mujer inmigrante en los espacios urbanos públicos no se debe a su ausencia física en determinados espacios sino al papel que juega cuando se encuentra en estos. Para ello, en primer lugar se describe las condiciones laborales de las mujeres inmigrantes empleadas en el servicio doméstico para luego ver la incidencia de éstas en relación al proceso de integración en la vida urbana.
 

Un nuevo modelo migratorio

Para poder aproximarse a la situación de las mujeres inmigrantes en España hay que contextualizarla en el nuevo modelo de inmigración del sur de Europa.

En Portugal, España, Italia o Grecia se está dando un modelo distinto de inmigración del que tuvo lugar durante la década de los cincuenta y los sesenta cuando estos países enviaban mano de obra inmigrante a los países vecinos europeos más avanzados económicamente. El cambio de modelo ha sido acelerado y profundo: hoy en día estos países se han convertido en receptores de inmigración, un papel que no estaban preparados para asumir. Pero mientras las fronteras de la Europa central y nórdica se han cerrado, la Europa del sur se ha convertido en la región más permeable a la entrada de inmigración, tanto por razones de proximidad (geográfica o cultural) como por razones económicas y socioeconómicas.

Este nuevo modelo está vinculado al importante cambio social que se ha dado en estos países con relación a las transformaciones económicas resultantes del postfordismo y el replanteamiento del Estado del bienestar desde una perspectiva de género. Cambios que se vinculan al nuevo modelo migratorio a través de su interdependencia con las transformaciones socioeconómicas en los países exportadores de mano de obra.

Las principales características definitorias de este modelo son la heterogeneidad de los lugares de procedencia de la inmigración (especialmente en Italia y España) el papel dinámico de la economía informal, una fuerte concentración en el sector terciario, el incremento del porcentaje de mujeres inmigrantes y una alta segmentación en la estructura de la demanda de trabajo según género y grupo étnico.

La heterogeneidad de los colectivos de inmigrantes se debe su procedencia nacional pero también de la diversidad en la formación, la clase social, la situación familiar, el proyecto migratorio, etc. La interacción de estas variables con el contexto de llegada definirá en gran medida el proceso de integración a la vida urbana. Aunque en este caso vamos a fijar nuestra atención en el contexto de llegada existente, creemos que esta heterogeneidad es ineludible en la interpretación de los resultados del proceso de integración, que exigiría la definición de los diferentes colectivos y el análisis detallado de cada uno de ellos.

La segunda característica, el papel de la economía informal es una de las claves del modelo de inmigración en los países del sur de Europa. Como señala H. Capel (1), a diferencia de lo que sucede en las economías de la Europa central y nórdica, donde el trabajo sumergido no tiene un gran desarrollo, en los países de la zona sur la economía informal tiene un peso importante y decisivo, incorporando mucha mano de obra inmigrante. Pero, si bien estas condiciones facilitan la rápida ocupación de la inmigración, dificultan su integración como ciudadanía de pleno derecho.

En los últimos años se observa un importante incremento de la llegada de mujeres inmigrantes extracomunitarias para ocuparse en el sector servicio de los mercados locales de las principales ciudades del sur europeo.

Esta feminización de la inmigración, no puede explicarse suficientemente a partir de la relación entre contextos de "expulsión" y "atracción". Como señalan los análisis recientes, hay que considerar con más detalle las características de los contextos de llegada.

En este sentido, R. King y E. Zontini (2) plantean los cambios sociales que están afectando a la mujer en el sur de Europa respecto al mercado de trabajo y en el contexto del hogar y la familia. Explican como las características económicas de estos países son determinantes tanto a nivel macroeconómico (ya que sus estructuras presentan un mercado flexible y altamente informalizado) como a nivel microeconómico, con dos nichos laborales decisivos: El servicio doméstico y el trabajo sexual. Ambos ámbitos de ocupación que remiten a las relaciones de subordinación en las que la interacción de las relaciones de clase social, género y etnia se ponen de manifiesto de forma más acentuada.

Más allá de una simple atracción, se da una relación entre las estructuras y procesos socioeconómicos de los países de origen y de llegada. Esa relación pone de manifiesto que la dinámica migratoria incorpora no sólo a los inmigrantes sino también a los actores sociales del contexto de acogida; se retroalimenta en función de las estrategias, prácticas cotidianas y representaciones sociales de aquellas que participan en ella.
 

La inserción de la inmigración en el mercado de trabajo: La concentración en el servicio doméstico

El papel de la mujer inmigrante ha cambiado en los últimos años. Las mujeres inmigrantes ya no emigran solamente para reagruparse con su familia sino que muchas han tomado la iniciativa de inmigrar y su objetivo es trabajar. Los estudios realizados a finales de los años noventa revelan la elevada participación de la mujer inmigranteen el mercado laboral: entorno al cincuenta por ciento de las inmigrantes trabajan salarizadas.

Pero la inserción de la inmigración en el mercado de trabajo español es marcadamente sexuada: las mujeres copan el servicio doméstico y los hombres la agricultura, la venta ambulante, la construcción y la creación de empresas; siendo más equilibrada la ocupación en restauración, como técnicos y profesionales. Se pone de manifiesto que el empleo masculino ofrece mucha más diversificación que el femenino. Esto significará más diversidad potencial de espacios de interacción social, todos ellos más vinculados a la producción, a la esfera pública.

Así, en la distribución de la ocupación de las mujeres inmigrantes la variable sexo resulta más determinante que la nacionalidad (3): las mujeres inmigrantes en España se distribuyen de forma homogénea y mayoritaria en el servicio doméstico.

De los factores explicativos de esta concentración en el servicio doméstico destacan el estado, las necesidades de estabilidad de la unidad doméstica inmigrante y las empleadoras de servicio doméstico.

El estado incentiva de forma determinante la ocupación de mujeres inmigrantes en el servicio doméstico a través de la política de inmigración y la concesión de los permisos de trabajo: las solicitudes de permiso de trabajo para ocuparse en un sector que ya está cubierto o desbordado por trabajadores/ras autóctonos, tienen nulas posibilidades de concederse ya que su criterio fundamental es que la mano de obra inmigrante se destine a aquellas ocupaciones que no se cubren con la oferta autóctona. Así, la demanda no cubierta de trabajadoras en el sector del servicio doméstico, la hostelería o los servicios personales recurre a mano de obra extranjera e incentiva del desarrollo de corrientes migratorias femeninas.

Las recientes investigaciones ponen además de manifiesto como mujeres inmigrantes cualificadas (enfermeras, licenciadas en psicología o filología) acaban empleándose como trabajadoras domésticas al ser prácticamente la única posibilidad de empleo que, en tanto que extranjeras, les ofrece el mercado de trabajo y al ser la vía más rápida de acceso a un permiso de trabajo.

Por otro lado, a medio o largo plazo, ante coyunturas de crisis, la mujer proporciona estabilidad al hogar inmigrante puesto que la ocupación en el servicio doméstico la dota de mayor equilibrio para soportar la eventualidad en el empleo que la agricultura o la construcción.

En relación a la búsqueda de un trabajo estable y seguro, otro de los elementos que favorecen la concentración en este sector es el tipo de cualificación que se necesita, no basada en la formación reglada sino en el rol de género femenino: Limpieza, dulzura, resistencia, sumisión, destreza en la procura de cuidados, etc. Se pone así de manifiesto una relación fundamental entre la sociedad de origen y la sociedad receptora: la asignación a la mujer del trabajo reproductivo. Más allá de las diferencias culturales que se puedan dar en la realización de este trabajo, los valores asociados al género femenino pretenden ser universales. La formación para realizar el trabajo en de la unidad doméstica va a cargo de la empleadora: más que una cualificación profesional se busca capacidad de adaptación al funcionamiento de la casa.

Este contexto favorece el empleo femenino foráneo no cualificado, restringe las posibilidades de movilidad laboral e integración social. Pero para comprender las características de este sector hay que considerar el otro agente decisivo del contexto de llegada: las empleadoras domésticas y la función que cumplen en relación a éstas las mujeres inmigrantes.
 

La relación con las empleadoras domésticas

Actualmente, en las grandes ciudades españolas, el empleo en servicio doméstico se encuentra a caballo entre la invisibilidad del trabajo doméstico y la economía sumergida. Este sector responde a las características de un mercado de trabajo secundario: bajos ingresos (el precio hora trabajada es muy bajo y las jornadas muy largas); malas condiciones de trabajo, altos índices de economía irregular y de precariedad en la contratación; bajo grado de organización colectiva y prácticamente nulas posibilidades de promoción laboral/profesional.

En los últimos años, el crecimiento de la incorporación de la mujer a la esfera productiva y el ascenso relativo en la jerarquía ocupacional ha generado un incremento de la demanda de servicio doméstico. Pero este incremento de la demanda ha sido paralelo al descenso de la oferta autóctona. De hecho, hoy en día, una vez acabada la época de las grandes migraciones campo-ciudad, ocuparse en el servicio doméstico entre las mujeres españolas se plantea únicamente como una salida de emergencia cuando se necesita un empleo a edad madura y se dispone de muy poca cualificación.

Aparece así la opción de contratar a una inmigrante que, superados los recelos iniciales, ofrece considerables ventajas: la sumisión, el abaratamiento de los costes y el mantenimiento de las relaciones y prácticas de dominación étnicas y de clase. La situación de discriminación y explotación se agrava cuánto más precaria es la situación de las contratadas, cuando acaban de llegar o no tienen regularizada su situación.

En el conjunto de empleadoras de servicio doméstico se distinguen dos tipos de demanda: la de la reproducción de la servidumbre como símbolo de estatus y la resultante del incremento de la tasa de actividad de las mujeres casadas de clase media urbana.

Para el primer tipo de demanda, los cambios que se están dando responden a una adaptación al contexto actual ya que siempre han tenido servicio doméstico y lo que ha cambiado es el origen de las trabajadoras (antes las "chicas" venían del campo y ahora de Filipinas). En cambio, el desarrollo del segundo tipo de demanda es el principal responsable del importante crecimiento de la demanda de servicio doméstico y de la nueva función de éste.

Por su parte, las empleadas, según el acuerdo de trabajo pueden ser: interinas (residen en la casa de la empleadora), externas fijas y asistentas por horas. La primera situación, la más minoritaria (inferior al 10 por ciento) es la que supone mayor dependencia de la empleadora. No hay espacio propio y el tiempo libre es mínimo, es la más frecuente entre la demanda asociada a la reproducción de servidumbre como símbolo de estatus.

Las que se encuentran en situación de externa fija realizan toda la jornada laboral en una unidad doméstica, realizando la mayoría de funciones de mantenimiento material de la casa y de sus miembros. Además de limpiar, lavar y planchar, cocinan, hacen la compra y cuidan, si los hay, de ancianos y niños, adaptando siempre su jornada a las necesidades de casa. Aunque disponen de mayor independencia que las internas, pierden mucha autonomía a través de los fuertes vínculos personales que se establecen con los miembros de la unidad doméstica para la que se trabaja. Este colectivo representa, aproximadamente, un 46 por ciento.

Finalmente, las que trabajan como asistentas por horas (entorno al 47 por ciento) son las que establecen una relación más mercantilizada con las empleadoras. Las principales tareas que realizan están vinculadas a la limpieza de la casa. El perfil de la empleadora responde a una categoría inferior al resto. Se contrata una asistenta por horas y no una fija porque resulta más económico y resuelve el principal problema del funcionamiento de la casa: realiza aquellas tareas imprescindibles de limpieza que ninguno de los miembros de la unidad doméstica está dispuesto a asumir: las tareas de limpieza más pesadas y "sucias" (desde los platos de la cocina a la ropa, pasando por el sacar el polvo, barrer, limpiar el lavabo, fregar, etc.) se traspasan. El trabajo de estas empleadas es de los más duros porque tienen la responsabilidad de mantener (o poner) la casa limpia y en orden sin tener ninguna responsabilidad en su organización.

Esta modalidad de contratación es que la que ofrece más autonomía a la empleada pero también supone mayor inestabilidad laboral y menores posibilidades de conseguir el permiso de trabajo ya que la administración exige una oferta de contrato laboral para ocho horas o, como mucho, dos ofertas, pero es casi imposible conseguir regularizarse trabajando por horas.

Para hacer emerger la relación entre las empleadoras y las mujeres inmigrantes dedicadas al servicio doméstico, hay que tener en cuenta cómo se ha dado el incremento de la incorporación de la mujer a la esfera productiva. Si relacionamos este proceso con la tesis de la doble presencia de L. Balbo descubriremos el origen de la función que cumplen las empleadas domésticas en relación a las empleadoras y el papel social que a partir de esto se les asigna.

La doble presencia, pretende dar cuenta de la relación de la condición femenina con el mercado laboral i la organización familiar. Balbo explica el fenómeno del incremento de la actividad femenina con el mantenimiento de la organización social anterior, a partir del precio de la doble presencia de las mujeres en la esfera productiva y en la reproductiva.

Para Balbo, en las sociedades occidentales, la mayoría de las mujeres en edad adulta, que son responsables de la gestión doméstica, que son madres y esposas, realizan además un trabajo extradoméstico, es decir, "la condición de la mujer adulta se caracteriza por una doble presencia, en el trabajo de la familia y en el trabajo extrafamiliar"(4).Esta doble presencia está claramente institucionalizada en la vida social. La doble presencia condiciona la situación de la mujer en el mercado laboral: la posición de la mano de obra femenina se define por la segmentación horizontal y vertical por las cuales las mujeres quedan relegadas a los sectores inferiores de actividad y prácticamente impide su acceso a puestos de alta dirección.

En definitiva, el trabajo para la familia no desaparece sino que se hace compatible con el trabajo extradoméstico porque la presencia física permanente de la mujer en el ámbito familiar ya no es imprescindible.

Veinte años después de la aparición de estos planteamientos y de discursos a favor de la conciliación del trabajo reproductivo y productivo a partir de la distribución igualitaria entre mujeres y hombres, el problema de la doble presencia no se ha resuelto por la vía de la equiparación de tareas: el trabajo de la reproducción se ha jerarquizado, los aspectos mejor valorados socialmente siguen bajo responsabilidad de la mujer de la casa, los más desvalorados, los que invisibilizan y ensucian, ahora se salarizan. Se traslada así al colectivo de mujeres inmigrantes dedicadas al servicio doméstico las implicaciones del desprecio, no-reconocimiento y bajo estatus de las tareas rechazadas por los hombres y la sociedad y ahora también por las mujeres que pueden permitírselo.

Es lo que L. Oso define como etnización, refiriéndose al proceso de segmentación étnica del trabajo de la reproducción que, con diferentes modalidades parte de un principio común: la externalización de las tareas más desvaloradas socialmente, antes realizadas en el hogar, y la creación de un "ejército de servidoras para su realización"(5).

La mujer inmigrante, se convierte en una trabajadora de género para que las autóctonas puedan conciliar su tiempo de producción y reproducción. Función que deriva en gran medida de las deficiencias del sistema de bienestar existente asociadas a la falta de una infraestructura de servicios específicos para las familias, de nuevo, el estado juega un papel decisivo en la configuración de esta dinámica.
 

Esfera de la reproducción y espacio urbano

Una vez planteadas las principales características del contexto de desarrollo de la actividad laboral de las mujeres inmigrantes empleadas en el servicio doméstico y su funcionalidad específica en el contexto de llegada, podemos abordar la relación de estos factores con los usos del espacio urbano y el proceso de integración.

Para ello, en lugar de plantear el espacio urbano en términos estrictamente físicos o sociales se considera espacio y vida como un solo fluido y se plantean de forma relacional las interrelaciones entre los diversos espacios urbanos y los procesos sociales(6).

Consideramos que la relación con un determinado espacio se establece a partir de la actividad que en él se realiza, siendo especialmente relevante la significación social de ésta. Así, el espacio se considera más que un entorno físico para convertirse en el escenario de representación de los roles asignados socialmente, con diferente poder simbólico, con mayor o menor protagonismo, con mayor o menor visibilidad social. Por eso la mera presencia física en un espacio no significa directamente la visibilidad social de una persona o un colectivo.

En este sentido, el sistema de géneros es uno de los principales estructuradores de la asignación de espacios y de visibilidad social. La distribución entre sexos, de papeles, estatus y espacios que todavía hoy vigente, arranca de la Revolución Industrial. La industrialización significó la segregación y zonificación de la vida social en dos ámbitos diferenciados: la fábrica y la casa. La fábrica es el mundo de la producción, vinculada a la esfera pública de la vida social. Este será el ámbito masculino; la casa es el ámbito de la reproducción y el consumo, de la privacidad; éste será, cada vez más, el ámbito de la mujer.

Se construye así la dicotomía entre producción / reproducción; público/privado; masculino/femenino; con una clara traslación espacial. La mujer queda relegada al espacio del trabajo reproductivo, la esfera privada. La esfera pública queda reservada para lo masculino y sobre esta base se clasificarán los diversos espacios urbanos y se establecerá la invisibilidad y desvalorización de la participación femenina en la actividad económica.

Esta adscripción de la mujer a la casa, ignorando la relación con el espacio público, imperó también hasta hace poco tiempo, la mayoría de los trabajos entorno a los usos del espacio. Los trabajos desde la arquitectura, la sociología o la antropología se centraban en la vivienda, considerándola como el espacio más apropiado para aproximarse al comportamiento espacial de la mujer ya que es el que tradicionalmente se le ha asignado como propio, mientras los espacios exteriores sólo eran accesibles, cotidianamente, para las mujeres que trabajaban fuera de casa.

Pero en los últimos años han empezado a aparecer diversos trabajos que al analizar la relación entre la concepción de la mujer y la del espacio público reivindican el papel casi siempre olvidado, de éste y plantean como la realidad global de muchas mujeres no puede ser entendida únicamente a través de sus funciones y papeles en el espacio privado(7).

Se han ido abriendo de este modo nuevos caminos en la investigación de la relación entre mujer y espacio y también entre espacio y colectivos inmigrantes (8) pero la situación de las inmigrantes empleadas en el servicio doméstico no puede equipararse a ninguno de los colectivos ya que su situación social no es equiparable a la de una mujer autóctona y respecto el colectivo de inmigrantes se dan múltiples variaciones según sexo, edad, país de origen, de manera que no se configura un único modelo de usos espaciales a partir de la condición de inmigrante.

A partir de estas consideraciones, nos aproximamos a los usos del espacio urbano por la mujer inmigrante, evaluando los condicionantes provenientes de su ocupación como empleada doméstica para ver de qué manera pueden incidir en el proceso de integración.

Respecto al proceso de integración sociocultural entendemos la inserción en la estructura de clases y la interpenetración de valores culturales de tal manera que el colectivo que se integra en una comunidad mayoritaria no está obligado a renunciar a sus valores originales. En esta noción de integración se diferencia claramente de la de asimilación que se refiere al proceso por el cual un grupo se subordina y cambia sus creencias culturales a favor de las del grupo con el que entra en contacto. La idea de integración sociocultural implica evaluar la penetración de los valores culturales del nuevo grupo así como la incorporación de las características culturales de la sociedad. Los elementos básicos del proceso de integración son: la integración en el sistema de clases, la aceptación de las condiciones de vida urbana, la participación en las organizaciones sindicales y políticas y la aceptación de los símbolos e instituciones de la sociedad receptora(9).

En este caso centramos nuestra atención en la dimensión de adaptación a la vida urbana que consideramos básicamente como el conocimiento y el acceso potencial a los espacios y recursos que ofrece la ciudad, a partir de la integración ocupacional.

La integración implica la aproximación del colectivo inmigrante a la sociedad receptora y a la situación y posición social de los autóctonos, pero la sociedad receptora puede desarrollar mecanismos selectivos en la acogida de personas inmigrantes. Uno de estos mecanismos es la segregación ocupacional, que implica, como veremos, la discriminación espacial directa e indirecta.
 

Discriminación espacial en la unidad doméstica de la empleadora

Si planteamos la situación de partida a que se enfrentan las mujeres inmigrantes empleadas como servicio doméstico, hay que señalar que la concentración en el servicio doméstico descrita hace efectiva la triple discriminación laboral (por razón de clase social, de género y de etnia) a que se enfrenta este colectivo en la sociedad receptora(10).

El primer espacio directamente asociado al servicio doméstico es la vivienda dónde se va a trabajar. Hemos planteado la función de las inmigrantes realizando los trabajos domésticos despreciados socialmente. Esto marca inicialmente una diferencia de estatus entre empleadora y empleada. La empleadora sigue siendo la jefa del hogar, llevando a cabo las tareas de la reproducción que gozan de reconocimiento social y supervisando el trabajo de la empleada. Cuando empleadora y empleada tienen que compartir el espacio, las marcas de estatus y dominación cobran un papel fundamental.

En la casa, la discriminación y subordinación responden a lógicas simbólicas de dominación que se hacen evidentes, por ejemplo, en la denominación entre empleadora y empleada. Aunque se manifieste un respeto mutuo, la superioridad de la empleadora se hace manifiesta en su trato de "señora" mientras la empleada, en los mejores casos, cuando no es "la chica", responde a su nombre de pila.

Pero de forma implícita se da también una clara discriminación espacial dentro de la casa que se corresponde con el papel que se le asigna a la empleada doméstica. Cuando la distinción de roles debe ser más clara, en presencia de la empleadora o de otro miembro de la unidad doméstica, la empleada queda relegada a la cocina, lugar que en la vida urbana simboliza la dependencia y la suciedad, nunca el comedor o en el salón, espacios reservados a la interacción familiar o las visitas.

En los casos en que el servicio doméstico responde a la reproducción de estatus a partir de la servidumbre, la relación está muy clara, pero en el caso de las empleadoras de clase media puede quedar encubierta por un falso acercamiento de la empleadora a la empleada: las empleadoras pueden compartir mesa con las empleadas, y para ellas significar ser, de algún modo, un miembro más de la familia. Pero no significará eso si no sucede en el comedor o en salón, los espacios verdaderamente importantes de la casa.

En algunos casos, la segregación espacial se marca por elementos arquitectónicos y decorativos: una doble entrada (la principal y la de servicio) o bien la habitación de la interna, situada junto a la cocina. Puertas, habitaciones, etc. se caracterizan por contrastar con la decoración de los otros espacios por su desnudez y funcionalidad. Las diferencias marcan las relaciones simbólicas de dominación trasladando a nivel espacial la posición asignada a estas mujeres.

Con todo, el empleo como servicio doméstico no sólo implica la precariedad laboral, el aislamiento, la inexistente organización colectiva, que dificultan notablemente la integración de la mujer inmigrante en las organizaciones sindicales o políticas. Las instituciones de soporte, además de la propia familia, son para estas trabajadoras los grupos étnicos, especialmente las redes de relaciones de cadenas migratorias. Este tipo de redes sociales son el primer agente de integración social y urbana ya que normalmente ofrecen un lugar donde alojarse, ayuda para encontrar trabajo y los conocimientos que proporciona la experiencia. En ese sentido, son fundamentales en el conocimiento de los espacios urbanos y los recursos de la ciudad.

En los casos en que este colectivo dispone de un espacio de reunión, donde además se realiza algún tipo de actividad lúdico cultural, este lugar puede convertirse en un punto encuentro e interacción entre inmigrantes y de perpetuación de la identidad. En algún caso también puede ser un espacio para de contacto con la sociedad receptora.

La fuerza de este tejido de relaciones informales y el nivel de inserción de la inmigrante en este grupo, será determinante también en el mantenimiento del bagaje sociocultural anterior, incluida la relación con los diferentes espacios.

Así, encontramos en el espacio laboral un ámbito que debería servir a la integración pero que en la práctica remite a la discriminación y a las redes de contactos étnicos como primer agente de integración.

Pero la situación de discriminación y los problemas de integración específicos de la empleada doméstica traspasa las paredes de la casa.
 

Extensión de las instituciones del trabajo reproductivo

En primer lugar hay que romper con la idea generalizada que fija el trabajo de la reproducción en el interior de las casas, vinculado al grupo doméstico mientras la producción se ubica "fuera" de las paredes de la casa.

Las instituciones de la reproducción existen más allá del ámbito doméstico. Escuelas, mercados, centros médicos, residencias de personas mayores, servicios de la administración pública, etc. son ejemplos de los espacios no domésticos en los que se desarrolla trabajo de la reproducción. En éstos, las mujeres inmigrantes estarán presentes haciendo la compra, llevando a ancianos, yendo a buscar recetas o medicamentos. Se trata de espacios públicos pero vinculados a los aspectos más despreciados socialmente de la esfera doméstica. Esos espacios, que podrían ser un ámbito de interacción e integración serán difícilmente apropiados por las empleadas domésticas extranjeras porque siempre serán intrusas. Su presencia física y activa, por falta de reconocimiento social las volverá invisibles. Porque están presentes y activas pero llevando a cabo tareas tan necesarias como desvaloradas, socialmente son la representación de la capacidad de una jefa de hogar para delegar los trabajos de la reproducción más desvalorados en otra persona.

Además ésos espacios no podrán ser apropiados a través del trabajo que se realiza en ellos nunca, en el servicio doméstico no hay posibilidades de promoción profesional. La apropiación debería provenir de otras fuentes de estatus hicieran a estas mujeres visibles y protagonistas. Al comparar los espacios domésticos y de trabajo reproductivo ampliado de la unidad doméstica para la que se trabaja con los propios de la empleada, se hace patente una gran divergencia, resultado de nuevo de su posición social. Supermercados, asistencia médica, centros educativos, tiendas y establecimientos en general vinculados a la empleadora, poco tendrán que ver con los de las mujeres inmigrantes en una sociedad los bienes de consumo son uno de los principales marcadores de clase. Cuando las empleadas acceden a estos espacios por su trabajo lo harán a través de la mediación de la empleadora, no como la cliente final de esos bienes y servicios. En este sentido, en los casos que la relación entre empleadora y empleada se hace más estrecha, además de cubrir con un halo paternalista la explotación, la empleadora puede convertirse en un importante factor de integración ya que permitirá acceso (aunque de nuevo mediado) a servicios fundamentales como el alquiler de un piso, la contratación de los suministros o la gestión de trámites legales o financieros a los que o no podrían acceder o por los que tendrían que pagar un coste muy superior al normal.

De la relación con la empleadora también puede surgir una red de contactos de trabajo para la empleada y su entorno. En este sentido, la empleadora puede convertirse en un agente de integración indirecta como mediadora en aspectos más formales o burocráticos de la vida urbana cotidiana, cuando la falta de ciudadanía priva el acceso a muchos servicios. Por otro lado, la empleadora también puede ser un agente de integración en la movilidad: los mejores itinerarios, la red de transporte público, los diferentes barrios, etc.

Vemos como la posición que se asigna socialmente a las empleadas inmigrantes en el servicio doméstico sobrepasa los límites del ámbito laboral. Al margen de la relación con la empleadora, la discriminación espacial se hace patente en dos aspectos fundamentales de la adaptación a la vida urbana: el acceso a la vivienda y la movilidad.

Respecto a la vivienda, en ciudades donde acceder a una vivienda digna es un problema que afecta a gran parte de la población, las perspectivas en el caso de los inmigrantes son aún peores. Por una parte, muchos propietarios se niegan a alquilar pisos a los inmigrantes mientras otros, aprovechando la coyuntura los alquilan a precios muy por encima del que tendrían en el mercado. Se añaden, además, las mafias que controlan lugares de acogida para inmigrantes recién llegados.

Se dan así dos tipos extremos de viviendas: pisos muy baratos en muy malas condiciones de habitabilidad, conseguidos a partir de contactos interétnicos y pisos alquilados a partir de contactos autóctonos (a partir de la empleadora, por ejemplo) con un precio por encima de la media, caracterizados por una alta densidad de ocupantes.

La ubicación de estas viviendas se corresponde generalmente a los barrios que acogieron las migraciones procedentes del campo. Dado que las condiciones de centralidad y comodidades son dos valores fundamentales en el mercado de alquileres, residir en una zona céntrica conllevará malas condiciones de habitabilidad que sólo se conseguirán encontrar en zonas más alejadas del centro, normalmente peor equipadas. Los barrios centrales ofrecen mejores condiciones de accesibilidad física a los equipamientos culturales y a los servicios en general. Residir en zonas bien equipadas y en viviendas en buenas condiciones supone un alto coste que ha quedado restringido a las clases sociales medias y altas.

La idea clave de la movilidad por el espacio urbano radica en el hecho de que en una sociedad donde los ámbitos de residencia, producción y servicios están disociados espacialmente, el acceso al mercado de trabajo y a los servicios será tanto peor cuanto más limitada sea la movilidad(11). La movilidad requiere conocimiento de la trama urbana y de su funcionamiento.

Desde la geografía de la percepción se ha puesto en relación los temas de percepción y conocimiento del espacio urbano con las funciones desempeñadas, desplazamientos y comportamientos espaciales en general. Se puede afirmar que existe una elevada correlación entre conocimiento del espacio y movilidad, dependiendo ambas de aspectos culturales y socioeconómicos. Los resultados obtenidos revelan que a mayor movilidad y tiempo libre, mejor conocimiento del entorno espacial.

La pregunta entonces es qué potencial de movilidad y tiempo libre se da entre las inmigrantes empleadas en el servicio doméstico.

La movilidad obligada de las mujeres inmigrantes vendrá determinada por la posición relativa de su vivienda respecto al lugar (o lugares) de trabajo y por los desplazamientos que realice vinculados a este. Ya se han planteado los condicionantes de la posición de la empleada doméstica en este ámbito, tan sólo añadir que el conocimiento de estos espacios urbanos será funcional para su trabajo pero no para su adaptación a la vida urbana ya que como decíamos estos espacios no le son propios ni apropiables ni ofrecen muchas posibilidades de integración.

La movilidad no obligada, desvinculada del trabajo, estará relacionada con los desplazamientos vinculados al trabajo de la reproducción de la unidad doméstica dónde se reside. Este puede ser un mecanismo importante de conocimiento del barrio en que se vive, de los servicios y equipamientos de los que dispone, pero también de interacción con los vecinos y vecinas. En estos espacios las mujeres inmigrantes sí son protagonistas pero la condición de inmigrante y la invisibilidad del trabajo reproductivo permanece, en mayor o menor medida según el talante del barrio, el porcentaje de inmigrantes, la actividad comercial, la actividad vecinal, etc. En cualquier caso se necesita disponer de cierto tiempo.

El uso del tiempo libre o de ocio está también condicionado por la desigualdad de clase y de género. Dado que la mayoría de empleadas tiene jornadas largas de trabajo, que además han de combinar con el trabajo doméstico propio, el tiempo restante es muy reducido. El tiempo empleado en actividades laborales hace que sea muy difícil poder dedicarse al desarrollo personal, el asociacionismo, la participación en actividades políticas o culturales o el conocimiento de la ciudad. Estos elementos pueden llevar a que su mundo sea mucho más limitado y pobre que el de otros ciudadanos.

Con todo, las limitaciones y dificultades vinculadas a la ocupación en el servicio doméstico toman forma en la casa dónde se trabaja, se extienden en todo el ámbito laboral y acaban alcanzando los ámbitos no laborales de la vida cotidiana de las inmigrantes ocupadas en este sector. Pero a partir de esto no podemos llegar a conclusiones definitivas. No se puede olvidar que cada vez son más las inmigrantes que se vinculan a organizaciones con clara voluntad visibilizadora e integradora.

Si no queremos caer en tópicos o simplificaciones no podemos abordar el colectivo de mujeres inmigrantes como un grupo homogéneo, sino que hay que tener muy en cuenta su propia heterogeneidad. Por otro lado, los procesos de inmigración e integración no pueden reducirse a su dimensión puramente económica o cultural ya que están inmersos en procesos sociales mucho más complejos.
 

Notas:

1. CAPEL, Horacio. "Inmigrantes extrangeros en España. El derecho a la movilidad y los conflictos de la adaptación: grandes expectativas y duras realidades" Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales ,  Universidad de Barcelona, nº 81, 1 febrero 2000 (http://www.ub.es/geocrit/sn-81.htm)

2. KING, Russel; ZONTINI, Elisabeta. "The role of gender in the South European immigration model"Papers, Revista de sociologia. nº60. Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona, 2000.

3. Con la excepción de las argentinas que se concentran como técnicos y profesionales.

4. BALBO, Laura La doppia presenza. Inchiesta, nº32, 1978, citada en BORDERÍAS, Cristina, CARRASCO, Cristina, ALEMANY, Carmen (comp). Las mujeres y el trabajo. Rupturas conceptuales. Barcelona: Icaria, Fuhem, 1994.

5. CATARINO, Christine, OSO, Laura. La inmigración femenina en Madrid y Lisboa: hacia una etnización del servicio doméstico y de las empresas de limpieza. Papers, Revista de sociologia. nº60. Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona, 2000.

6. SANTOS, Milton.  Metamorfosis del espacio habitado. Barcelona: Oikos-Tau, 1996.

7. VÁZQUEZ ANTÓN, Carmen.  Concepción de la mujer: concepción del espacio público.  In GARCÍA BALLESTEROS, Aurora (ed). El uso del espacio en la vida cotidiana. Madrid: Universidad Autónoma de Madrid, 1986.

8. MONET, Nadja. El uso del espacio público por parte de los nuevos habitantes del Casc Antic de Barcelona: continuidad e innovaciones.  Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. Universidad de Barcelona, nº69 1 agosto 2000 (http://www.ub.es/geocrit/sn-69-48.htm).

9. SOLÉ, Carlota. La mujer inmigrante. Madrid: Ministerio de Asuntos Sociales, Instituto de la Mujer, 1994

10. PARELLA, Sonia. El trasvase de desigualdades de clase y etnia entre mujeres: los servicios de proximidad. Papers, Revista de sociologia. nº60. Bellaterra: Universitat Autònoma de Barcelona, 2000.

11. SABATÉ, Ana.  Movilidad espacial, migraciones y desplazamientos de la mujer. op. cit. en nota 7
 

© Copyright: Anna Belén Sánchez García, 2001
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