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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (31), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

LOS MIGRANTES Y LA DISCRIMINACIÓN EN ARGENTINA

José Sáez Capel
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires


Los inmigrantes y la discriminación en Argentina (Resumen)

Se analizan desde sus orígenes las migraciones hacia la Argentina, en especial la italiana y española. Se trata la discriminación de los inmigrantes, en parte tratando de cuestionar el mito del crisol de razas. Por la extensión refiere sólo a esos dos grandes grupos europeos venidos a la Argentina y a los modernos migrantes de países vecinos, mientras los argentinos hoy lo hacen hacia Europa y EEUU, en busca de mejor destino. Se tratan las motivaciones de aquellos, organizaciones, problemas políticos y económicos en los países de origen y de acogida. Para concluir la comunicación con los migrantes modernos, su problemática y posibles soluciones.

Palabras clave: migración/ migrantes italianos y españoles en Argentina/ migrantes modernos/ migrantes de países vecinos.


The migrants and the discrimination in Argentina (Abstract)

The migrations to Argentina, specially the italian and spanish migrations are analyzed from the very beginning. The discrimination of migrants is discussed, up to some extent, wrecking the myth of the race heterogeneity. Considering the extension only these two large European groups are referred to who came to Argentina, and to the modern migrants of the neighboring countries, while today, the Argentines migrate to Europe and the USA for a better fate. Further consideration is give to the organizations, political and economic problems in the countries of origin and of destination, concluding with the modern migrants their problems and possible solution.

Key words: migrations/ italian and spanish migrants in Argentine/ modern migrants/ migrants of the neighborig countries.


Cuando la Argentina comenzó su formidable expansión de 1880 en adelante, conectada comercialmente al Imperio Británico, con un ejercito de tipo prusiano, una cultura francesa y una mezcla única en el planeta de españoles e italianos, se había propuesto ser la Europa en América. Pasado casi un siglo y cuarto, han cambiado los sujetos del poder y el contenido de los discursos, empero quien antaño pagó el precio para esa ocupación territorial, los inmigrantes, no lo han hecho todavía hoy con su identidad nacional moderna y el discurso del poder, pretende seguir siendo el mismo.

El mundo ha cambiado merced a la globalización con un sistema que, al decir de Ahmed Ben Bella, "enloqueció a las vacas y ahora enloquece a la gente" (1) y esa Europa de la generación de 1880 es un sueño que se desmorona, como acertadamente refiere un sabio amigo, cuando ve a los negros en alguna de sus ciudades, vendiendo cosas expuestas sobre grandes manteles prestos a ser envueltos al primer asomo de presencia policial; pensando con profunda satisfacción, que antes de que termine el siglo XXI Europa será mestiza y gracias a Dios, se habrán acabado para siempre las pretensiones de raza superior que vienen desde la Edad Media (2).

No sólo él lo cree, pues en febrero del pasado año, se presentó un informe en la Academia dei Lincei, de Roma, que llevaba por título uno por demás elíptico ¿Es imaginable una Europa sin italianos? El documento, realizado por la Universidad de Nápoles, sostenía que la posibilidad es completamente cierta si se mantiene la actual tasa de nacimientos. Concretamente los italianos puros podrían extinguirse en 2250, dato que de alguna forma ha sido confirmado por la ONU, pues Italia junto con Japón son los dos países con la población más anciana del mundo.

El referido proceso de envejecimiento complica a toda Europa, donde la población mayor de sesenta años llega hoy al 21 por ciento. Parece mucho y lo es, pero para la ONU ese porcentaje podría aumentar al 34 por ciento en el 2050 cuando se prevé que el mundo llegará a doce mil millones de habitantes, número que complica todavía más las cosas.

El único que parece darse cuenta es el Papa Juan Pablo, pero no así alguno de sus obispos que aconseja que no lleguen musulmanes a Europa, como si desde el siglo VIII, en mayor o menor medida, no estuvieran allí.

Conocida es la tesis de Hegel en El espíritu Universal, donde se dice europeo, esto es germánico y cristiano; en su discurso no había lugar para los españoles pues entonces Europa terminaba en los Pirineos. Aquella era la España católica que tenía sus raíces en el islamismo y en el judaísmo, por lo que no pudo para colonizar América, y demos gracias ante ello, ser portadora de ese espíritu del que nos habla el filósofo de Jena, y tampoco se hubieran podido tomar en serio, con esta tesis, las culturas precolombinas de mayas, aztecas e incas.

Ortega lo comprendió muy bien en 1928 cuando con mordacidad, en Hegel y América, llamó la atención del abismo que se abre desde aquella crítica europea y la de los ideólogos de la identidad argentina del siglo XIX con sus tópicos eurocentristas. Es que Argentina tiene una historia bastante fraccionada y con frecuencia ha padecido de pérdida de la memoria.

Perderla en el tema de la inmigración puede hacernos olvidar que nuestros abuelos y bisabuelos también lo fueron, que llegaron traídos al país por un programa de traslado masivo de población en un momento en que el Reino Unido invertía en el Cono Sur de América, ya que en su propio país no alcanzaba precios competitivos. Aquí se necesitaba mano de obra en tanto que nuestros abuelos y bisabuelos sobraban en los países del sur de Europa, porque estaban atrasados en el proceso industrial de acumulación de capitales y no por que tuvieran ganas de hacer turismo. Trataban de huir de un continente devastado por situaciones y guerras que no les ofrecía salida, cuestiones estas complejas que encierran decenas de motivos que van desde lo cultural hacia lo imaginario.

Por eso, perder la memoria histórica puede hacernos olvidar que esa inmigración fue precedida por un racismo desprestigiante donde se idealizó lo europeo pero antes se desprestigió nuestra propia población mestiza. El Martín Fierro poema de José Hernández, es el reflejo de una realidad social. Los cientistas de la época con Domingo Faustino Sarmiento y Carlos Octavio Bunge a la cabeza, sostenían que había que mejorar la raza, porque nuestra población era producto de un cruce negativo, de una raza paleolítica con otra que no había superado la Edad Media.

Así llegaron nuestros ancestros, hombres de carne y hueso, que reclamaban jornadas de trabajo de ocho horas en vez de las diez o doce de aquel entonces y el descanso dominical; es decir, todas leyes que luego de casi un siglo, por voluntad de esa entelequia que es el mercado, tiende hoy a desaparecer. Ellos trajeron el sindicalismo, el socialismo, el anarquismo y, luego, en un segundo momento nuestro discurso racista vernáculo estigmatizó al inmigrante.

Corresponde no dejar de señalar que esta América morena que le reza a Dios en luso y español, es la más increíble síntesis de un proceso sincrético de culturas marginadas y subordinadas, la interacción de prácticamente toda la marginación planetaria. Así fueron subordinados y marginados los indios y los propios colonizadores que en general provenían del sur de la península, muchos de ellos árabes convertidos a garrotazos. Como lo fueron los judíos que lograron pasar a través de Portugal para llegar aquí y que tenían que ocultar su condición de cristianos nuevos; también se marginó a los negros del Golfo de Guinea traídos como esclavos, ocurrió lo propio con los chinos a quienes trajeron por el Pacífico cuando se acabaron los negros esclavizados; por último fueron marginados nuestros abuelos y bisabuelos a los que expulsaron de Europa, porque el sistema productivo no tenía donde meterlos.

Por eso la latinoamericana es una subcultura europea de marginados y olvidarlo, es negar nuestra esencia regional. Con esta introducción y con la esperanza de poder obtener enseñanzas para el futuro cercano doy comienzo al análisis, de las dos grandes corrientes migratorias de las que mayoritariamente descienden los argentinos y a las que tanto debemos.

La inmigración italiana

Respecto de la presencia italiana en Argentina, existe numeroso material de estudio proveniente de autores que han realizado serias e importantes investigaciones (3), en tanto otros han encaminado su tarea a temas específicos (4) o a aspectos parciales sobre una problemática histórica que tiene múltiples facetas, reunido desde la época colonial hasta llegar a la actualidad que han sido publicados merced al esfuerzo individual o de fundaciones, a veces con el apoyo del gobierno de Italia, otras por el Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos, sin dejar de destacar los importantes aportes a la materia efectuados por la Asociación Dante Alighieri (5).

Los orígenes.

Probablemente los genoveses fueron los primeros italianos asentados en Buenos Aires; si nos remontamos a 1810 había 42 de ellos en la ciudad, años después con motivo de las sangrientas revueltas de 1820 y 1821 ya incorporada Génova al Reino de Cerdeña, se asilaron muchos en las Provincias Unidas del Río de la Plata, más precisamente en la Boca del Riachuelo por entonces puerto de ultramar, donde constituyeron una población exclusivamente de ligures. Refiere Nícolo Cúneo, que en 1838 cerca de ocho mil poblaban sus costas, tres mil de los cuales se dedicaban a la navegación.

En esa época el puerto de Buenos Aires estaba bloqueado por la flota francesa, obligando a los genoveses de la Boca para eludirlo, a ondear en sus mástiles el pabellón de la Casa de Saboya, lo que al Gobernador de Buenos Aires y Representante de las Relaciones Exteriores de la Confederación, D. Juan Manuel de Rosas, le resultaba de gran utilidad (6).

De esta forma los genoveses convirtieron al hoy pintoresco barrio de La Boca, en un pequeño puerto italiano, con sus típicas casas de madera y chapa multicolores, absorbiendo con sus goletas, tartanes y otros navíos, la casi totalidad del comercio internacional de nuestro país, llegando con sus embarcaciones hasta los EEUU, las Antillas y Brasil. Eso provocó la aparición de gran cantidad de astilleros, armadores y almacenes navales, que en 1864 producen la botadura del primer vapor a ruedas, el "Félix Colón", que adquirido por el Gobierno participó en la Guerra de la Triple Alianza con el nombre de "Itapurú"

La política matrimonial reflejaba la posición alcanzada por estos italianos; cuando Justo José de Urquiza, primer Presidente de la Confederación con Capital en Paraná decidió casarse, lo hizo con la hija de un genovés que era su proveedor de pertrechos y esto en modo alguno fue considerado una mésalliance. (7)

La posición de esta temprana elite italiana había adquirido una dimensión política explícita, el surgimiento del movimiento nacional - liberal en la península y del liberalismo político en la Argentina, pusieron sobre el tapete afinidades ideológicas entre aquellos, vehementes nacionalistas liberales y anticlericales, sólo superficialmente reconciliados con la monarquía de Saboya y la nueva conducción política del Río de la Plata, que también emparentó por matrimonio a Bartolomé Mitre, Presidente de la Argentina unificada (1862), con Giancinto Caprile, cuyo patrimonio ascendía a un millón de pesos papel (unas 15.000 libras) y no necesariamente el más opulento de la colectividad, pero integró a su seno familiar a familias como los Drago y a los Asteso.

Este grupo logró durante décadas mantener el liderazgo indiscutido de la vasta colectividad, gracias a su superioridad económica y a los vínculos políticos establecidos, tanto allí como aquí. Pero las cosas cambiaron tanto por la movilidad ascendente de la clase media como por el desasosiego de las clases populares, detrás de las cuales asomaban las nuevas masas inmigratorias.

Por otra parte, la elite porteña había sufridos cambios importantes merced a la conquista del desierto, hasta los años 1880 en poder del indio, haciendo fortuna los terratenientes —medida ésta con parámetros mundiales— que les permitía aún a los menos opulentos mantener una vida ociosa y ampulosamente cosmopolita.

Para ese entonces la economía de Argentina había caído bajo la influencia de compañías comerciales y de transporte con base en la Gran Bretaña, cuyo poder económico superaba al de estos italianos de los albores de la nacionalidad. Como refiere Halperín Donghi (8) todo esto vino a agravar el deterioro de la posición de los italianos, no sólo porque una ola tras otra incesante ola de nuevos inmigrantes configurara su nueva imagen, como los más pobres de los más pobres, y además la elite italiana no pudo capear la transición con éxito como algunos irlandeses o vascos que habían adquirido extensas bases territoriales; pues la posterior expansión argentina fue moldeada por los ferrocarriles de origen inglés, pasando aquellos nuevos inmigrantes al papel de irritantes advenedizos, la vanguardia de un acceso silencioso, un asedio simplemente por el número de plebeyos invasores de ultramar.

Causas de esta nueva inmigración

Este fenómeno se dio, porque en el lapso comprendido entre 1876 y 1976, hubo un desplazamiento humano increíble, emigrando desde Italia aproximadamente 25 millones de personas, parte de las cuales se radicaron en nuestro país. De esta forma una nación que empezaba a crecer, fue permeable a ellas, asimilándolas de forma tal que produjo un gran entrecruzamiento de razas, lo que en parte la convirtió en una sociedad abierta de gran movilidad social.

Ello ha hecho risueñamente sostener que "los argentinos somos italianos, que hablamos en español y pretendemos comportarnos como ingleses, pero que a diferencia de otros pueblos de la América morena "descendemos de los barcos". Lo cual en parte no deja de ser cierto, si tomamos en cuenta que en el Censo Nacional de 1914, el 49 por ciento de la población de la hoy Ciudad Autónoma de Buenos Aires, era extranjera.

En el periodo 1871-1900 llegaron a la Argentina 2.700.000 inmigrantes, de los cuales se radicaron 1.700.000, pues muchos de ellos eran los denominados golondrinas, que luego de levantar las cosechas, regresaban a sus lugares de origen, convertidos en obreros temporarios. En el periodo 1900-1914 llegaron otros 3.100.000, de los que se radicaron, por la misma causa, sólo la mitad.

En el referido Censo la población de la República era de 7.900.000 habitantes, de los cuales el 43 por ciento eran extranjeros, de ellos el 50,1 por ciento italianos, el 20,2 por ciento españoles, el 9,6 por ciento franceses y el 3,2 ingleses. En el cuadro nro. 1 se puede ver la cantidad de italianos residentes en la Capital de Argentina y distintas provincias, en 1914 como así el porcentaje de estos sobre la población total de la República y el porcentaje de inmigrantes sobre la misma.
 
 

Cuadro 1.
Distribución de italianos en el censo de 1914.
Lugar Cantidad de italianos % de inmigrantes
s/ población total
% de italianos
s/ población total
Capital Federal 320.000 49 19,8
Buenos Aires 285.000 34 13,8
Santa Fe 164.000 35 18,3
Córdoba 83.000 20 11,3
Mendoza 28.600 32 10,3
        Fuente: Elaboración propia, tomando como base el Censo Nacional de 1914.

Estas grandes migraciones tuvieron su origen remoto en el difícil tránsito del Setteceto a la primera mitad del siglo XIX, en que la economía itálica hubo de adecuarse a los ritmos de la revolución industrial inglesa y las nacientes relaciones capitalistas europeas impuestas a los procesos de modernización, lógica consecuencia de su sector agrícola y respuesta a una gran presión demográfica. En tanto que otros fueron los factores que incidieron sobre esa inmigración entre mediados de aquel siglo y la Segunda Guerra Mundial. Por último, otra nueva ola desde finales de esa guerra y 1965, en que las cifras de italianos descienden bruscamente en Argentina.

Los italianos estaban dispuestos a expatriarse por años, pero también a volver desde la otra costa, cubriendo no sólo la colonización de Argentina, sino además las demandas de trabajo en Europa del Este, Norteamérica, Australia, Norte de África y la construcción del Canal de Suez, por lo que el éxodo nunca decreció.

A ello hay que agregar el papel subordinado de la agricultura peninsular a su desarrollo industrial (precios relativos, flujos financieros, compensación de su balanza de pagos, etc.) y el conjunto de modelo de desarrollo que marcó su crisis agraria de 1880, la expulsión de masas, aunado a las decisiones librecambistas luego de 1860, lo que debilitó su atrasado sector textil manufacturero preindustrial. Además la calidad sub-remunerada de esta mano de obra, permitió llenar nichos vacíos de la economía argentina, caracterizándose en muchos casos por hacer frente a desarrollos marginales singularizados por una decreciente economicidad y por qué no, por el propio rechazo de la clase trabajadora nacional a adaptarse, sobre todo en el último ciclo inmigratorio, a condiciones laborales muchas veces penosas o riesgosas.

También fuentes criminológicas de fines del siglo XIX ponen en evidencia el mecanismo global de expulsión de ciertas fuerzas marginales y el rol que jugaron las autoridades encargadas de tutelar el orden público. A estos se los calificaba de "subversivos", denominación genérica que era aplicada en la práctica a todos aquellos considerados "socialmente peligrosos". Constituyendo esta categoría los anarquistas, socialistas, republicanos, verdaderos emigrantes politizados, obreros y campesinos que por haberse puesto en evidencia en conflictos laborales y en agitaciones callejera o por profesar otra ideología que la dominante, eran así calificados y tratados como tales. Refiere María Rosaria Ostuni (9), que tanto unos como otros fueron objeto de continua atención por parte de la policía e incitados, de diversas manera a alejarse de su país.

Tampoco son ajenas a este fenómeno migratorio las penurias en el campo por la falta de moneda, a punto que con la ganancia de los emigrados se pagaban los arriendos agrícolas, tal como ocurría en Irlanda o los impuestos territoriales como en Alemania (10). Algo semejante acontece hoy día en que la inmigración incide en la economía de varios países de Asia, donde el dinero enviado por los trabajadores desde el exterior alcanzó en 1995 un total de 75 mil millones de dólares, bastante más que los 54 mil millones que ese mismo año recibieron de ayuda exterior. Los filipinos que emigran legalmente están obligados a enviar parte de sus ganancias a las islas, lo que se calcula en unos 8 mil millones de dólares por año, casi tres veces la suma que el país recibe de financiación y créditos del Banco Mundial. Según datos del Instituto para el Tercer Mundo, el 8 por ciento de los ingresos de divisas por parte de países como Egipto y Pakistán, proceden de remesas de los trabajadores emigrados, en tanto en Jordania y Yemen el dinero que envían los suyos es casi la única fuente de moneda extranjera que circula.

En el cuadro 2 se destaca la cantidad de inmigrantes italianos y total extranjeros, en los Censos de 1869, 1895 y 1914.
 
 

Cuadro 2.
Inmigrantes nacidos en Italia y total de extranjeros, en los tres censos de población, a la época de las grandes oleadas inmigratorias a la Argentina.
Años 1869 1895 1914
Total de italianos 71.442 492.676 928.860
Totales extranjeros 211.992 1.004.527 2.357.952
Total de población 1.736.923 3.954.911 7.885.237
Los que decidieron quedarse
Años 1921-1930 Saldo: 878.000 inmigrantes
Años 1931-1940 Saldo: 72.700 inmigrantes
Años 1941-1946 Saldo: 33.000 inmigrantes
Años 1947-1954 Saldo: 747.000 inmigrantes * *
Porcentaje de extranjeros en los últimos años
Año 1930 estimación: 30,8 %
Año 1940 estimación: 22,5 %
Año 1947 Censo Nacional: 18,1 % 
Año 1954 estimación: 17,8 %
        Fuente: Elaboración propia, tomando en consideración Censos nacionales y estimaciones del INDEC
        ** Adviértase la gran acogida de extranjeros en la inmediata posguerra

La segunda parte del mismo refleja la cantidad de ellos que se radicaron en Argentina, para finalizar con el porcentaje de extranjeros, sobre el total poblacional, en los últimos años.

Separamos la oscilación del flujo entre 1857 - 1914 y podemos dividir el periodo en cinco partes:

1857-1874, lento pero ininterrumpido aumento de la inmigración, a excepción de 1871, que correspondió a la epidemia de fiebre amarilla que asoló la Ciudad de Buenos Aires.

1875-1880: Se caracteriza por ser un periodo de crisis económica e inestabilidad política por la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, con enfrentamientos militares y la campaña al desierto. Hubo un decrecimiento de la tasa migratoria, con 249.090 entradas y 116.348 salidas, de lo que resulta un saldo de 132.742 inmigrantes residentes.

1881-1889: Constante aumento de inmigrantes, cuyo total es de 979.256 personas, permaneciendo 824.595. Sólo en el año de 1889 ingresaron 260.909.

1890-1903: La crisis económica argentina de 1990 produce una depresión con 1.369.290 entradas y 842.043 salidas, lo que arroja un saldo de 527.247 inmigrantes radicados en el periodo señalado.

1904-1913: Marca el periodo expansivo de los inmigrantes. 2.895.025 entradas contra 1.356.875 salidas, con un saldo de 1.538.240 (11).

El apoyo a la inmigración por parte del Gobierno. La llamada ley Avellaneda

Durante el gobierno de Nicolás Avellaneda (1874/1880), cuando la frontera con el indio estaba en el río Salado a cien kilómetros al sur de Buenos Aires y sólo existían asentamientos poblacionales de italianos en Bahía Blanca, de criollos en Carmen de Patagones y de Galeses en el Valle del río Chubut, a los que no se podía acceder por tierra; el Congreso sancionó la llamada Ley de Colonización y Tierras Públicas, que hubo de llevar como curiosidad jurídica e histórica —por el olvido del empleado que la protocolizara— la número 817 y 1/2 (único caso en la legislación); esta ley permitió la creación luego de 1886 de grandes centros de asentamiento humano, hoy verdaderas ciudades de provincia.

Lo que se viera facilitado además por la Compañía de Tierras del Ferrocarril Central Argentino, que unía Buenos Aires con Córdoba, pasando por Rosario (Provincia de Santa Fe) con varios ramales; sumado a la campaña militar de Julio A. Roca (1880), verdadero genocidio contra el indio, exitosa, merced a la mayor capacidad tecnológica del ejercito expedicionario: el winchester de repetición y el telégrafo morse.

Esas inmensas llanuras hasta el río Negro en plena Patagonia, hubieron de ser colonizadas las más de las veces con ovinos y en ellas más que la inmigración italiana tuvieron gran importancia por la acumulación de tierras, la irlandesa y la vasca, muchas de las veces adquiridas las tierras a bajo precio a soldados que las habían recibido en pago de sus salarios.

Pero ello en modo alguno implica que en Argentina a la colectividad italiana le fuera mejor que a la radicada en EEUU, tal como pretende el profesor Herbert Klein (12), pues si bien accedió a la propiedad urbana en Buenos Aires (13) donde en conjunto era titular del 32 por ciento de los inmuebles, a poco de analizarla se observa que se reduce al 14 por ciento en la Circunscripción 12, el centro de la Ciudad, y al 13 por ciento en el área cercana y barrio residencial de la zona norte (Circunscripciones 13 y 20); pero en el distrito 1 el 41 por ciento era propiedad de italianos, en esa época era un lugar inmenso, fangoso de reciente asentamiento de clases bajas, que si bien estaba situado dentro de los límites de la ciudad era prácticamente un suburbio.

Lo mismo aconteció en el sector agropecuario, pues salvo en distritos vitivinícolas como Mendoza o algunos pequeños chacareros de las provincias de Santa Fe y de Córdoba, que cultivaban su propia tierra, no habían tenido gran acceso a la misma.

La cuestión política en la colectividad italiana en Argentina

Luego de la diferenciación ideológica surgida en la Internacional Socialista entre marxistas y anarquistas sostenedores de las ideas de Bakunín, la policía italiana apuntó a estos últimos, pues los reputaba más peligrosos por su aspiración a la supresión violenta del estado. Así en 1874, se celebraron numerosos procesos que, por su injusticia e iniquidad tuvieron el efecto no querido de propagar las ideas que pretendían combatir. Luego de ello, las autoridades peninsulares, tomaron diversas líneas operativas, una de las cuales y que al presente trabajo interesa, fue el llamado exilio voluntario libre que ofrecía a los anarquistas una elección coactiva entre la privación de libertad o el otorgamiento de pasaporte para un alejado país, por lo general EEUU o Argentina.

La vigilancia de estos emigrantes politizados era efectuada por los agentes diplomáticos o consulares, que con la colaboración de las policías locales, mantenían informado al Ministerio del Interior Italiano, por intermedio del de Asuntos Exteriores (14).
Si bien los llamados agitadores de la colonia de Buenos Aires, no sólo eran los anarquistas sino también republicanos que, en nombre de los principios mazzinianos, se reunían en el Centro Republicano de Buenos Aires, bregando por la creación de una república itálica una vez derrocada la monarquía de Saboya.

Esto llevó a una política de acuerdos con el gobierno argentino (1894), pues la clase dirigente italiana había llegado a asimilar este tipo de peligrosidad, sea que se tratara de un profesional de la política o de un trabajador politizado que emigraba. Recordaban que el mismo Mazzini antes de la unificación se había empeñado en formar colonias en el exterior, que pudieran ser utilizadas en el momento oportuno para derrocar violentamente a los diferentes reinos de la península e implantar la república (15). Siendo que el propio G. Garibaldi, había tenido desde su llegada a Montevideo, luego de una fracasada insurrección en el Piamonte, gran participación político - militar tanto en las Repúblicas del Plata y como en el hoy Estado Brasileño de Río Grande do Sul, tomando parte en revolución de las farrophilas y bautizando a su barco corsario precisamente con el nombre de Mazzini.

Garibaldi, considerado héroe de dos mundos, enemigo del clericalismo, verdadero azote de Dios, tomó a saco los Estados Pontificios, logrando así la unidad de Italia, obligando a los Papas a asilarse en el Vaticano hasta la firma del Tratado de Letrán. Hoy día la Plaza Italia de Buenos Aires, lo recuerda, pañuelo rojo al cuello, en su estatua ecuestre.

Otro tema a destacar, es la llamada Ley de Residencia sancionada por el Parlamento Argentino (1902), a propuesta del Senador Miguel Cané, con el fin de expulsar por vía administrativa a inmigrantes ante las amenazas de huelgas y el fermento creciente del proletariado. Promulgada la ley fueron automáticamente arrestados seiscientos extranjeros, entre los cuales no menos de cuatrocientos eran italianos, para ser deportados. Pese a que mediante esta norma hubo el pretexto para expulsar a personas que por una razón u otra eran antipáticas a la autoridad local y por ello proscritas, no se formuló protesta alguna por parte del gobierno peninsular (16).

Otro enfrentamiento dentro de la comunidad itálica de Buenos Aires, fue el protagonizado entre católicos y liberales o más propiamente entre clericales y masones, que no sólo dividió a ese grupo inmigratorio sino que se agravó con la instalación de los Salesianos, enfrentamiento que se dio en toda la sociedad argentina de la época, por la separación del la Iglesia y el Estado, la secularización de los cementerios, la Ley de Registro Civil, la Ley de Matrimonio, la de Enseñanza Obligatoria, Gratuita y Laica (ley 1420) y muchas otras que hicieron de la República una sociedad moderna.

La inmigración española

Resulta harto difícil exagerar la importancia de la inmigración española en la formación histórico – política de la Argentina, en principio por el descubrimiento y la posterior conquista, que importaron la influencia de la lengua, la religión, las leyes y la cultura. Si bien es cierto que durante el periodo colonial el flujo hacia esta región austral del Imperio, fue menor que hacia otras latitudes, a la época de su independencia (1816) las Provincias Unidas del Río de la Plata por el peso español de su composición demográfica era la más hispano-criolla de las nuevas repúblicas americanas.

A partir de la década de 1830, luego de la batalla de Ayacucho con que Sucre finalizara las guerras de la Independencia de la América del Sur, se recuperó esta inmigración, pero más orientada a Cuba y Puerto Rico, últimas joyas de la Corona, perdidas junto a las Filipinas, a manos de la República Imperial tras la guerra y firma del Tratado de París (1898); en tanto que en el Río de la Plata, sus ciudades de Buenos Aires y Montevideo, recibían al igual que Brasil, y México, proporciones menores de emigrantes hispanos.

Casi un siglo más tarde, en el ya citado Censo de 1914, el 10 por ciento de los habitantes (829.701), eran españoles, y sólo Cuba —con el 8,5— se acercaba cinco años después a esa proporción. Buenos Aires contaba con 306.000 residentes españoles, con lo que en número sobrepasaba al de toda otra ciudad de la Península, salvo Madrid y Barcelona.

Refiere Cesar Yánez (17), que "si reducimos el estudio de la inmigración a la existencia de factores de expulsión del mercado en España, la investigación debería empezar por el análisis de ese mercado y la relación posible entre evolución de la corriente migratoria y los ciclos de la economía española. Pero las investigaciones realizadas en esa línea no han sido concluyentes, dado que no se observan regularidades explicativas entre ambas variedades". Sostiene el autor en posterior trabajo, que un análisis sostenido de la cuestión se puede ver en Blanca Sánchez Alonso, Las causas de la emigración española. 1880-1930, (Madrid: Alianza Editorial, 1995, pp. 172-1929 (18) y aunque el profesor de Barcelona no comparte su afirmación de que hubiera sido la política proteccionista hispana la principal causa económica de la inmigración, por cuanto para él no fue igual de un sitio a otro, existieron en cada uno niveles distintos de desarrollo y marcos institucionales que variaban según el tipo de economía dominante.

De igual forma que los destinos parecían estar concentrados, ocurría lo propio con los puntos de origen. El norte de España y Canarias proporcionaban las tres cuartas partes de las salidas. Si bien los catalanes habían tomado la delantera, abriéndose horizontes con sus barcos y forjándose una tupida red de intereses comerciales, debido a la vocación exportadora de su agricultura, la experiencia marinera de los hombres de la costa mediterránea y la creciente necesidad de importar desde los puertos americanos algodón en rama para sus industrias, hicieron de la emigración catalana en América una verdadera diáspora mercantil (19). Por ser el referido autor, profesor de la Universidad de Barcelona remito a sus trabajos, lo que me exime de mayor extensión en este punto de la comunicación.

En la misma época que Cuba atraía mucha mano de obra, también en el caso argentino, los viajes estaban focalizados luego de los meses de septiembre, salvo durante los años 1914-1918, marchaban aquí, luego de concluidas las faenas en el campo español, a recoger las cosechas de la Pampa, lo cual es un indicador de los llamados inmigrantes temporarios o golondrina. Además desde 1889 el gobierno austral había destinado grandes recursos para financiar pasajes subvencionados, dando lugar a una triplicación de las salidas desde España, que como es lógico se repartieron, no con la estacionalidad que era habitual, sino a lo largo del año y con fines de radicación.

La inmigración gallega, mayoritariamente de las provincias de A Coruña y Pontevedra, gozó de las ventajas de un proceso temprano, con un crecimiento en el siglo XIX muy gradual, siendo contratados o llamados para desempeñar actividades en donde sus predecesores se habían instalado y generado una cierta capacidad empleadora, lo que se conoció con el nombre de sobrinismo, en que se ofrecía un trabajo y se pagaba el pasaje a un paisano de la Galicia natal (20).

En tanto que los navarros mucho tiempo antes, habían tenido conocimiento del Río de la Plata, por noticias llegadas desde el norte de los Pirineos, por el camino que une a Pamplona con Bayona, en esa época principal puerto de salida en el Golfo de Vizcaya hacia esta parte de América, siendo que esta información se diseminó desde la montaña al resto de la provincia a través de muchos mecanismos donde no estaba ausente el "kontrebandistak" y sus canciones (21).

Otra inmigración interesante es la de los vascos, asentados junto con los irlandeses, en el territorio bonaerense conquistado al indio, los primeros mayoritariamente no huían del hambre como los segundos, sino que venían a hacerse la América lo que supone el aprovechamiento de oportunidades que presentaban un proceso en formación para insertarse en la economía mundial. La Pampa húmeda era una frontera que no terminaba de definirse y la creación de nuevos pueblos conllevaba para los vascos innumerables oportunidades de trabajo.

Refiere Marcelino Iríani (22) que cerca del Río Salado, una estructura productiva en expansión demandaba mano de obra especializada para las tareas primarias, pero también sin calificar para la comercialización, el transporte y actividades secundarias de los distintos núcleos de población. Así a partir de la cuarta década del siglo XIX llegaron los vascos, ofreciéndose a los demandantes de servicios con toda la familia, una característica de esta comunidad, que más al sur en Tandil, en el centro de la provincia, produjo una ganadería extensiva y existieron par ellos oportunidades urbanas interesantes.

Hasta 1870 fueron pastores y poceros, a partir de entonces alambradores, tamberos lecheros y fonderos. De esta forma los inmigrantes euskaldunes se dispersaron en todas direcciones lo que nos habla del oportunismo al momento de su inserción en tareas específicas. Es que como refiere Iriani, "una mirada global del comportamiento vasco en la Provincia de Buenos Aires nos permite seguir pensando que muchos inmigrantes agotarían las instancias para transitar por la pampa argentina de la manera más parecida a lo soñado cuando planificaron el futuro en el seno de sus caseríos". Al respecto es ilustrativo el cuadro 3.
 
 
 

Cuadro núm. 3
Trabajadores vascos en Chascomús 1869-1895
Ocupación 1869 % 1895 %
Jornalero 83 12,18 128 20,81
Peón 178 26,13 82 13,33
Trab. domésticos 63 9,25 40 6,5
Trab. rurales 115 16,88 91 14,79
Trab. urbanos 84 12,33 24 3,9
Comer. e indust. 58 8,51 61 9,91
Profesionales     6 0,97
Ganaderos 21 3,08 117 19,02
Peq. agricultores 6 0,88 36  
Empleados 21 3,08  22  
Artesanos 51 7,63 8  
TOTALES 681 100 615 100
        Fuente: Cédulas Censales: Primer y Segundo Censo Nacional. Sacado de Iriani, op. cit, p. 105.

Chascomús es una población que dista 110 kilómetros al sur de la Ciudad de la Ciudad de Buenos Aires, que también fue poblada por gallegos.

En las décadas cercanas al cambio de siglo, la Argentina pareció dar la razón a los pensadores liberales españoles, que en contra de la opinión predominante, defendieron las posibles ventajas que la emigración podía acarrear para la economía de su país, en especial el efecto inductivo sobre el desarrollo económico exterior (23). Y aunque Barcelona tenía un papel relevante en el comercio exterior español, no era una característica exclusiva del mantenido con la Argentina, pero cierto es, que en vísperas de la Primera Gran Guerra, el monto de las mercaderías despachadas a Buenos Aires superaba las remitidas a cualquier otro puerto fuera de Europa incluso a La Habana. Ello debido a la importancia que en el mismo tuvieron empresas como el Banco de Sabadell (1881), la Casa Llonch, que tras las pérdidas de las colonias de las Antillas reorientó su comercio mayorista hacia Buenos Aires (1905) siendo que a comienzos de la citada guerra, entre el 75 y 100 por ciento de sus exportaciones estaban dirigidas hacia este puerto sureño y algunas ciudades de su interior. Ocurriendo lo propio con la firma Corominas y Cía, que había comenzado con los tejidos para luego incorporar el hilado, por cuanto los industriales vallesanos al comenzar a explotar las alternativas del mercado externo, pensaron en sus paisanos establecidos en El Plata.

Política y redes sociales de la inmigración española

Fue el periodista Justo López de Gomara (24), quien para esa época trataba de alentar tanto al Gobierno argentino como al español, sobre la marginación del sistema político que padecían sus connacionales por falta de reconocimiento de ciudadanía, lo que con los años se ha visto en cierta forma morigerado por el Tratado Hispano-Argentino de 1969. Ello era así, por cuanto la escasa o nula participación de este colectivo en la política local, pues sólo el 2,2 por ciento del casi medio millón de varones peninsulares había adquirido la ciudadanía argentina, devenía según él, en una serie de males para el sistema democrático del país de acogida.

La elite política gallega fue la que más actuó en tal sentido, destacándose la colonia de exiliados españoles de la Primera República, que junto a su republicanismo con ideas interclasistas y funcionales a los intereses de la colectividad, los acercó cada vez más al regionalismo gallego de Buenos Aires. Una segunda generación de republicanos llega a estas costas en las dos primeras décadas del siglo XX, entre los cuales podemos contar al pedagogo krausista formado en el Instituto Libre de Enseñanza D. Ignacio Ares Parga, promotor en Buenos Aires de la Liga Republicana y del Centro Republicano. Pero es necesario admitir también, la gran influencia que esta parte de América ejerció sobre Galicia, donde por cada revista o periódico que llegaba de Madrid, lo hacían cinco o seis de Buenos Aires (25).

Un tercer grupo aparece en las décadas de los 20 y 30, el de los nacionalistas gallegos que fundaron las Irmandades da Fala en Galicia. El cuarto, el de los refugiados de la Segunda República, que en 1940, deambulaban por nuestra Avda. de Mayo convertida en un remedo de su entrañable Gran Vía. Allí en distintos cafés y a veces de vereda a vereda discutían sobre la guerra que había enlutado a España. Eran extraordinarios personajes que debatían y peleaban con los otros, los de la acera de enfrente, que solían ser inmigrantes económicos en su mayoría gallegos y unánimemente franquistas.

Entre aquellos se encontraba D. Ramón Gómez de la Serna; poetas como D. Rafael Alberti (de quien conservo una fotocopia de su inédita Oda a la Coca - Cola); escritores de la talla de Francisco de Ayala, Ricardo Baeza, Diego Abad de Santillán, Alejandro Casona; filósofos como Eduardo Zamacois; actrices y actores como Margarita Xirgú, Pedro López Lagar, Amalia Sánchez Ariño; ese militar democrático del ejercito republicano el Gral. Vicente Rojo; algunos editores como Antonio López Llausas y Gonzalo Losada o académicos como D. Francisco Blasco y Fernández de Moreda (último Fiscal General de la República y aquí profesor de penal en la Universidad del Nordeste), D. Claudio Sánchez Albornoz (creador del Instituto de Historia de España en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA), D. Ángel Garma (co-fundador de la Asociación Psicoanalítica Argentina), D. Niceto Alcalá Zamora (profesor de Derecho procesal y ex Presidente de la Segunda República), D. Ángel Osorio y Gallardo (expresidente del Colegio de Abogados de Madrid, autor de El Alma de la Toga, último embajador de la República) y D. Luis Jiménez de Asúa (mi maestro en Derecho penal). A muchos de ellos, yo un muy joven inmigrante hispano - argentino estudiante de leyes en la universidad porteña, traté en los años 1960. Y como olvidar a mi entrañable amigo el catedrático D. Manuel de Rivacoba y Rivacoba? insigne vasco recientemente desaparecido en Santiago de Chile, que tras no ser fusilado, cumplió condena en España junto a Nicolás Sánchez Albornoz, hasta que pudieron huir a Francia y de ahí a la Argentina.

A todos ellos, babel moderna de profesionales y talentos disímiles, con su profusión de "ces" y "zetas", la Argentina tanto les dio, a la par que la vida cultural y académica del país de acogida y de América Hispana, tanto les debe.

Muchos de ellos, modernos Quijotes del siglo XX mirarían hoy azorados y por qué no con cierta vergüenza, lo que acontece con los descendientes de sus acogedores criollos, en las oficinas de Moratín 43 de Madrid. Es que más allá de toda política inmigratoria, si existe un país al que España mucho debe, es precisamente a la Argentina, por la hidalguía y desprendimiento que demostró, cuando tras la Segunda Guerra, aquella era una paria de la política internacional (26); por eso sólo cualquier rioplatense debería tener ganado el derecho a no ser tratado allí como un sale meteque.

Los migrantes modernos

Finalizando el siglo XX Argentina comenzó a mirar a los "nuevos" como una desgracia no merecida. Al punto que algunos políticos en busca del voto del resentimiento, alguna organización gremial y funcionarios ligados al negocio de la inmigración se ocuparon durante los últimos años de generar una visión negativa de la inmigración, pese a que si hay una Nación que mucho le debe a ella es precisamente Argentina. Según aquella perspectiva, los migrantes serían los responsables del desempleo, de la carencia de servicios de salud o incluso de inseguridad publica, lo que no es cierto.

También en lo atinente al grado de alfabetización de los que recién llegan, los estudios realizados por la Unión Obrera de la Construcción y la Universidad de Buenos Aires, han valorado positivamente a estos inmigrantes. Su grado de alfabetización puede ser calificado como de superior al que tenían los españoles e italianos de las anteriores migraciones, siendo por ejemplo que los peruanos tienen en el sector de la construcción una valoración social semejante a la que se observa en otras actividades. Ocurre lo propio con la colectividad boliviana, dedicada a la actividad fruti hortícola donde el aporte de su mano de obra en zonas cercanas y de abasto de la Ciudad de Buenos Aires ha sido crucial. Mientras que, entre los migrantes de la Europa del Este, más de la mitad tiene título universitario de grado.

Resulta también falsa la afirmación de que el delito se ha extranjerizado pues estudios serios demuestran que su presencia es semejante a la de la población condenada en similar representación en la sociedad. Y casos hay como entre los inmigrantes los bolivianos y coreanos, en que prácticamente no existen individuos condenados por delitos comunes. Por suerte aún hoy, hay quienes apuntan a este país, aportando un bien cada vez más escaso en el mundo: población joven y económicamente activa.

En el cuadro 4, confeccionado por el autor, se establece conforme al último Censo Nacional, la cantidad de población extranjera en Argentina, según sus nacionalidades de origen (27).  El Censo arrojó una población total de 32.615.528 habitantes.
 

Cuadro núm. 4.
Extranjeros residentes según el Censo Nacional de 1991
Extranjeros totales: 1.655.473
América Países limítrofes 665.011 América no limítrofes 39.802
Bolivia 146.460 Perú 16.634
Brasil 34.850 Resto 23.168
Chile 247.679  
Paraguay 265.522
Uruguay 135.858
Sin especificar 46.642
 
Europa 677.223 Asia 32.719
Alemania 15.605 China 4.352
España 226.029 Corea 10.105
Francia 6.541 Japón 5.741
Italia 329.894 Líbano 3.180
Polonia 28.933 Siria 4.827
Yugoslavia (28) 12.958 Resto 4.514
URSS 7.443  
Resto 40.770
 
África 2.193 Países sin especificar 84.731
Oceanía 729 Ignorado 20.356
        Elaboración propia a partir del Censo de la Población

Sin embargo resulta una paradoja, que muchos argentinos muestren hoy sus quejas con las normas de extranjería españolas, cuando nuestro país tiene tantos trámites lo que indica que ya es hora de abordar real y sincerarse el tema ya que aquella legislación ha despertado inquietud entre nuestros compatriotas indocumentados, que temen tener dificultades para permanecer en la Península.

La historia de las migraciones en Argentina está describiendo estos años una triste parábola. El país ha empezado a sufrir la salida de su propia población; primero se inició el éxodo de técnicos, científicos e intelectuales, expulsados por la intolerancia política y el progresivo achicamiento de las investigaciones científicas; perdiéndose un valioso capital acumulado a lo largo de años, que fue a rendir sus frutos al exterior (29). De forma tal que hoy un país periférico subsidia parte de los sistemas científicos y tecnológicos de países ricos, con la emigración de sus científicos.

La situación últimamente ha adquirido ribetes más dramáticos ya que buscan salida personas de calificación baja o media, muchas de las cuales retornarán a la tierra de la que hace tiempo partieron sus abuelos. Estas migraciones se explican por la falta de trabajo y la escasa remuneración del existente. En 1993, la tasa de desocupación llegó a 9,6 por ciento y desde entonces, está por arriba del 14 por ciento, sin redes sociales de contención y con muy escasos seguros de desempleo.

A diferencia de otros países de Latinoamérica, en Argentina la clase media era muy amplia, y marcaba una meseta social, tanto económica como de valores, una especie de fortaleza, de bastión, en la cual se mantenían una serie de valores vinculados al trabajo, a la decencia, al ahorro, a la ambición de progreso, la cultura. Cuando en la década de 1990 se profundiza la brecha social y surge ese enorme descalabro, entonces la clase media tiende a desaparecer. Cuando hablamos de la Argentina farandulizada, frivolizada, indecente, insegura, es una Argentina que ya no tiene a la gran clase media que precisamente, era la que formaba esa barrera de valores (30).

Pero peor es la sensación que tienen gran parte de nuestra gente, de que no hay expectativas como para que la situación pueda cambiar en el corto plazo, con lo que la decisión que toman, no es un gesto de coyuntura, sino que surge del convencimiento vivido en la realidad de los últimos años, en que nos transformamos en una imaginara Belindia: un país con un 10 por ciento con un nivel de vida como el de Bélgica y un 90 por ciento como de la India, sacrificando a nuestra gente en el ara del mercado. De ahí el deseo de emigrar.

En cuanto a la reciente y polémica norma sancionada en la Madre Patria por la administración Áznar, parece que ha creado una nueva categoría jurídica, la de un ser humano sin derechos, una no-persona, tal como afirmara Diego López Garrido, diputado y secretario general de Nueva Izquierda (31).

Esta tesis no sólo se ve abonada por la norma que habilita la expulsión de unos 200.000 indocumentados, sino además por la confección de una llamativa Guía de Salud e Higiene, editada en cuatro idiomas por el Gobierno de Valencia - que cuan moderno seguidor del filósofo de Jena - equipara a los migrantes con los bárbaros y desnuda algunos prejuicios que parece sufrir esa próspera comunidad levantina.

Para el citado diputado "la guía es la consecuencia de la nueva ley de inmigración promulgada por el gobierno, que sólo beneficia a las mafias que lucran con las entradas clandestinas y, por tanto, potencian la marginalidad, que es el germen de la xenofobia y el racismo. De hecho, ningún otro país europeo niega explícitamente, sin pudor los derechos fundamentales, ni ningún país de la Unión Europea puede expulsar a un extranjero irregular en 48 horas sin control judicial eficaz".

Pese a las promesas oficiales y a los dichos del otrora ministro D. Jaime Mayor Oreja, es un hecho que esa norma no regula la inmigración sino que torpemente reprime derecho humanos básicos a los inmigrantes, pero a estos la nueva ley no les deja muchas alternativas o se vuelven a su país de origen o eligen vivir en la sombra y el silencio, como ciudadanos de cuarta. Por ello: go home. Así, ha circulado estos días el relato de una periodista que viajó a España para casarse con un antiguo novio y en las oficinas del Régimen General de Extranjeros, le colocaron en el pasaporte el sello de salida obligatoria con cinco días para abandonar el país; contaba la periodista, que en su angustia no andaba sola sino que la acompañaban cubanos con unas gorras enormes de lana, mujeres marroquíes con sus bebés a cuestas, unas chicas muy rubias con hablar de Europa del Norte y unos centroamericanos con sombreros traídos primorosamente como para conservar algo del país que ya no puede darles nada. Andaban todos igualados por el temblor, el sello y la urgencia de tener que desarmar una vida (32).

Sin duda que el problema, será el gran problema de los años venideros: los capitales se desplazan a costo cero hasta encontrar mano de obra esclava y como es natural, ésta trata de desplazarse hasta donde le paguen mejor. La globalización glorifica el primer desplazamiento y condena el segundo, en su afán por hacer que el navío espacial Tierra selle sus bodegas de esclavos, para que no perturben a los pasajeros de primera que toman sol en la piscina de cubierta. Pero cunde la alarma porque los negros aparecen en la piscina (33). Es que no hay forma posible de sellarlas, no es que por tejano bruto, el presidente de Estados Unidos quiera privilegiar la relación con México, sino porque sabe, que si no logra elevar el nivel de vida de los mexicanos, en una o dos generaciones tendrá un candidato a presidente de EEUU, que andará en guaraches y comerá tacos y enchiladas, lo que no es tan ilógico si ya tienen un Secretario de Estado negro, impensable hace años en una administración republicana.

Es además una cuestión de ricos y pobres, de clases sociales, no de países ricos y pobres, y México, integrante del Tratado de Libre Comercio de las Américas (NAFTA), es un buen ejemplo al respecto, mientras su economía crece y se pronostica que el PBI aumentará a un 5 por ciento anual, coexisten más de 40 millones de pobres, donde el 50 cien PBI se concentra en trescientas familias de una Nación de 100 millones de habitantes.

Ello así por cuanto la actual etapa tecnológica provoca equiparación salarial con los niveles más bajos del planeta y desocupación estructural para los restantes, en un ejercicio de poder planetario (globalización) que se desplaza de los estados a monopolios u oligopolios trasnacionales. El estado queda reducido a una función recaudadora (34); se lo concibe como una empresa regida por criterios de eficacia.

En Argentina no estamos en nuestro mejor momento, lo que como lógica consecuencia hace que no seamos un polo de atracción para inmigrantes; los que vienen en el número que habitualmente vinieron en los últimos lustros, casi siempre de países limítrofes. Ellos no inciden en el mercado laboral, por que los técnicos y profesionales argentinos que se han ido, no lo hicieron porque sus puestos estuvieran ocupados por bolivianos, paraguayos, uruguayos, chilenos o peruanos, sino porque tales puestos hoy no existen para gente capacitada, y estos inmigrantes sólo desempeñan las tareas más humildes.

Los voceros del racismo vernáculo no hacen a este respecto más que fraguar datos falsos, proselitismo xenófobo y racista, pese a que muchos de sus apellidos como es común entre nosotros denotan orígenes migratorios, ellos no pretenden disminuir la inmigración sino la legalizada. Lo que acarrea consecuencias graves: 1) porque esta es una población vulnerable a toda forma de explotación, desde laboral hasta sexual; 2) genera un problema de seguridad, porque en varios años se acumula gente que por no estar documentada no se puede controlar. Por razones de humanidad, pero también de sana política, es necesario aclarar las ideas y lo mejor que podemos hacer es facilitar los trámites migratorios, exigiendo fundamentalmente certificados de antecedentes penales (35). De ese modo tendremos la posibilidad de expulsar a los que traen precedentes de criminalidad y acoger al resto, pero registrados, documentados y más aún, bueno sería facilitarles el acceso a la ciudadanía lo más rápido posible. Manera esta de eliminar el negocio de los gestores de radicación de la que hablaba el diputado español, evitar la presencia de indeseables pues su expulsión sería perfectamente legítima; estarían mejor individualizados, habría una población totalmente documentada y, por ende, controlada. De esta manera podríamos incorporarla al país en forma más rápida; evitando la criminalidad que la explota y fundamentalmente aumentando nuestra población. ¿O es que no nos damos cuenta que tenemos un país despoblado, con lugares cuya densidad no alcanza a 0,5 hab/km2? ¿Que estamos esperando? ¿Que alguna catástrofe del medio ambiente, en otra parte del mundo haga que nos pueblen el país de repente y sin preguntarnos mucho?

Fácil nos resulta declamar el artículo 1º de la Declaración Universal de los Derechos Humanos "Todos los seres humanos nacen iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros" o su artículo 13: "1.- Toda persona tiene derecho a circular y a elegir su residencia en el territorio de un Estado.- 2.- Toda persona tiene derecho a salir de cualquier país, incluso del propio, y a regresar a su país."Ahora, vivir, actuar todo los días introyectando ese principio, no es fácil y tampoco lo es el superar las propias trampas que cotidianamente nuestro inconsciente nos pone para impedir o dificultar tal introyección (36)".

Pese a los 52 años pasados ello no resulta fácil, cuando según el Banco Mundial, sólo el 15 por ciento de los más de seis mil millones que pueblan la Tierra viven en 22 países con ingresos altos, en promedio 25.000 U$S anuales per capita. Mientras en el resto, el ingreso anual es cercano o inferior a los cuatro mil dólares anuales, lo que obliga a muchos al desplazamiento, pero eso tampoco es nuevo si tenemos en cuenta que Francia en los setenta, en sólo cinco años, aumentó el porcentaje de inmigrantes africanos en un 65 por ciento, con los consiguientes problemas de adaptación y consiguiente discriminación a la que magistralmente refiere Pierre Bourdieu (37).

Acordemos pues que la discriminación es una lacra y que en todo país su resultado final es y ha sido enredársele entre las manos de los que la manipulan, para terminar destruyendo, aniquilando o dañando al propio país (38). Es absurdo que en la Argentina - crisol de razas – se esgriman argumentos nacionalistas, cuando somos un país, que al decir de Zaffaroni (39), tiene su origen y su base en la inmigración. Nosotros en mayor o en menor medida procedemos de la inmigración o somos inmigrates, olvidarlo no sólo es una paradoja sino un absurdo de máxima crueldad, por que pretender esgrimir aquellos argumentos en éste país es negar su propia esencia.

Las señaladas, no son las únicas e interesantes migraciones en la historia Argentina. Han existido otras de franceses, ingleses, griegos, escoceses, portugueses, galeses e irlandeses y de semita, como nuestros "gauchos judíos" o los cientos de miles árabes venidos luego de la caída del Imperio Otomano, mimetizados como criollos de tez obscura en el NO Argentino, conocidos allí como "paisanos". Pero pretender abarcar a todos hubiera sido impropio de esta comunicación. No pierdo la esperanza de hacerlo en un futuro para poder contar el resto, a semejanza de las películas en capítulos que de pequeño los domingos por la tarde veíamos, en el colegio de curas de Barcelona, luego de haber jugado a "moros y cristianos".
 

Notas

(1) Diario Página / 12. - Buenos Aires, febrero 4 de 2001. p. 14.

(2) Modernamente han de tenerse en cuenta las tesis de: J. Artur. Conde de Gobineau, diplomático, filósofo y político francés, cuya teoría racial impregnada de antisemitismo, fue empleada como justificación filosófica del racismo nazi; Gobineau en su conocido Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853-55) afirma la existencia de una jerarquía entre las mismas, lo que según él, puede probarse por la historia, la antropología y la filología. Tampoco debemos olvidar a figuras como E. Renan (1823-1892) de quien Sarmiento fuera primer traductor en el Río de la Plata, de G. Le Bon (1841-1931), H. Taine (1828-1893) y H. S. Chamberlain (1855-1927) yerno de Wagner. Por su parte M. Foucault, en: Genealogía del racismo sugiere que, el concepto de racismo fue reapropiado en los siglos XIX y XX, como un mecanismo que volvió posible desarrollar el poder del Estado para quitar la vida a sus ciudadanos, por medio del discurso biológico que coloca a las víctimas como responsables de una progresiva "degeneración" de la raza y que por lo tanto, exige su desaparición como modo de garantizar la salud del conjunto social.

(3) Sobre los temas generales de dicha inmigración se puede consultar: BROSSAR, A.  Consideraciones históricas y políticas sobre las Repúblicas del Plata en sus relaciones con Francia e Inglaterra. París, 1850. Camara italiana de Comercio de Buenos Aires. La presenza dell´Italia in Argentina. Buenos Aires: Edición de la Cámara, 1963. CUNEO, N. Storia dell´emigrazione italiana in Argentina (1810-1870) Milán: Garzante Editore, 1940. DEVOTO, F. – Ideologías y conflictos en la comunidad italiana y argentina (1860-1914) IDES. Buenos Aires, 1984.  DEVOTO F. / ROSOLI, G. (compiladores). La inmigración italiana en la Argentina. 2ª ed. Buenos Aires. Biblos, 2000. DEVOTO F. / ROSOLI, G. (compiladores). L´Italia nella societá argentina. Centro Studi Migrazzione. Roma, 1980. GERMANI, G.  Estructura social de la Argentina. Buenos Aires: Raigal, 1955.  NASCIMBERE, M. C. Historia De los italianos en la Argentina. Buenos Aires. CEMLA, 1968.  NASCIMBERE, M. C. Los italianos y la integración nacional. Buenos Aires.  Selección SRL. 1968.  SERGI, J. Historia De los italianos en la Argentina. Buenos Aires: Italo-Argentina, 1940.

(4) Ver: AAVV. Extranjeros en la Argenta. Pasado, presente y futuro. Buenos Aires: CONICET,  Prigeo, 1994.  AGUIRRE, J. M. Influencia de la inmigración en el idioma de los argentinos. En: La inmigración en la Argentina. San Miguel de Tucumán: Universidad de Tucumán, 1979. BRIANI, V. Emigrazione e lavoro all´stero. Elementi per un repertorio bibliografico generale. Roma: Ministerio de Asuntos Exteriores, 1967.  BUCICH, J. A. Los viajeros descubren la Boca del Riachuelo. Buenos Aires: MCBA, 1961.  BUCICH, J. A.  El barrio de la Boca. Buenos Aires: MCBA, 1970.  CMIKELEVICH, W. Rosario 1884. Año de la vida de Edmundo D´Amicis. Revista histórica de Rosario. nº. 36. Rosario, 1884. DEL PINO, D. A. Clemente Onelli, el verdadero sabio que amó la Patagonia. Todo es historia. nº. 281. Buenos Aires, 1990. DESTEFANI, L. El corso en nuestro desarrollo histórico. Buenos Aires: Fundación de intereses marítimos, 1970. GARCIA JIMÉNEZ, F. et al.  Así nacieron los tangos. Buenos Aires: Losada, 1965. GOBELLO, J. Crónica general del tango. Buenos Aires: Fraterna, 1980. LAPPAS, A. La Masonería a través de sus hombres. 1ª, ed. Buenos Aires: Edición del autor, 1956.  MARGULIS, M. Migración y marginalidad en la sociedad argentina. Buenos Aires: Paidos, 1968. ROMERO, L.A. / BERTONI, L. A. Movimientos migratorios en el Cono Sur (1810-1930).  Europa, Asia y África en América Latina y el Caribe. París: UNESCO, 1989. WAPUIR, S. Hombres y pasiones de la Argentina. Buenos Aires:  Claridad. 1966.

(5) Publicaciones de la Asociación Dante Alighieri: BARBADORO, B.  Ventisette Secoli di Storia d´Italia. Buenos Aires, 1986.  PETRIELLA, D. Vida de Garibaldi. Buenos Aires, 1981.  PETRIELLA, D.  Vita Di Rivadavia. Buenos Aires, 1981. PETRIELLA, D.  Los italianos en la historia del progreso argentino. Buenos Aires, 1985   TRAVAGLINI, V.  L´emigrazione italiana nell´América Latina.  Tai del LVII Cogresso Int. Della Dante Alighieri (Cosenza, 20/25 sett. 1964). Roma, 1965.

(6) Gualco. 1997, p. 100-101.

(7) Halperín Donghi. 2000, p. 92.

(8) Halperín Donghi. 2000, p. 92.

(9) Ostuni. 2000.105.

(10) Kautsky. 1961, p. 220.

(11) La amplitud de las cifras es debida a la llamada inmigración golondrina iniciada en 1895 con la afirmación del negocio de cereales y que, en esos años tuvo su punto de máxima expansión.

(12) Klein, H. La integración de los italianos en la Argentina, Un análisis comparativo. En: Desarrollo económico. Volumen 21 Nro. 81. abril –junio 1981 p.3/2, referido por Halperín Doghi. Obra citada, p. 87 nota 1.

(13) Conforme al Censo Nacional de 1914.

(14) El ya citado trabajo de María Rosa Ostuni, ilustra acabadamente sobre la correspondencia diplomática referente a los movimientos de los anarquistas y republicanos italianos en Buenos Aires.

(15) Sobre el tema ver: Mazzini, G. – Scritti editi de inediti. Volumen XVII. Imola, 1914. p- 325. Correspondencia a dirigida a Luigi Amadeo Melegari, en fecha 30 de diciembre de 1838.

(16) Conf.: ASMAE Serie política (1891/1916) b.323. Argentina. Reporte Polici (1902) Buenos Aires a MAE. 1/12/1902, en nota 61 de Ostuni, ya citado.

(17) Yánez. 1996, p. 89-101.

(18) Yánez. 1993, p. 43 nota 1

(19) Yáñez. 1996, p. 46.

(20) Vázquez González. 1999, p. 73.

(21) Para un estudio sobre el valle desde los albores de la inmigración transoceánica masiva, puede verse: Arizcum Cela, A.– Economía y sociedad en un valle pirenaico del Antiguo Régimen. Baztan 1600-1841. Pamplona: Institución Príncipe de Viena. 1988.

(22) Iriani. 2000, p. 112.

(23) Esta opinión se ve reflejada en los publicistas de la revista El Mercurio de Barcelona, que se especializaba en el estudio de los vínculos mercantiles con las repúblicas americanas. En la especie, la postura más contundente la podemos ver en Rahola, F. – Sangre nueva. Impresiones de un viaje a la América del Sur. Barcelona: La Academias. s/f.

(24) López de Gomara. 1922, p. 28.

(25) Camba. 1920, p. 96.

(26) Sobre el tema es necesario recordar y así lo recomiendo, aquella vieja película en blanco y negro del cine hispano, en que trabajaba el recordado Manolo Morán: Bien venido Mr. Marshall.

(27) Argentina realiza actualmente sus censos cada diez años, siendo el de 1991 el último. El correspondiente a este año, está en proceso por parte del INDEC. Todo lo cual me lleva a pensar que al hacer el nuevo, el deterioro económico de algunos de nuestros vecinos países, limítrofes o no, hará que la cantidad de sus emigrantes sea muy superior al del último. Sobre todo por las diferencias cambiarias, que les permiten, con un peso argentino anclado al dólar norteamericano, girar dinero a sus países de origen y verse favorecidos por las diferencias cambiarias.

(28) Ha de tenerse en cuenta que a la fecha del último censo, la mayoría de ellos eran Croatas refugiados políticos desde que el Mariscal Tito tomara el poder en la Federación Yugoeslava, Hoy tras el desmembramiento de ella, la cantidad de migrantes de otras etnias y religiones ha aumentado, en tanto que muchos de aquellos colaboracionistas, han regresado a Croacia.

(29) Diario Clarín. Editorial: Los expulsados de la Argentina. Buenos Aires, 30/01/2001. / Clarín. Com: http://ar.clarín.dom/diario/hoy/o-01601.htm.

(30) Aguinis, M. – En la última década gobernó la escoria. En: Revista Tres Puntos. Buenos Aires, 1/02/2001, p.36

(31) W. G. España, negros pero limpitos. En: Revista Veintitrés. Año 3 número 133. Buenos Aires, 25 de enero de 2001, p.60.

(32) Ferrari, T. – Yo soy una ilegal en Madrid. – El drama de los argentinos que pueden ser deportados de España. En: Revista Gente y la actualidad. Año 36 número 1854. enero 30 de 2001, p. 52.

(33) Zaffaroni, E. R. – Opinión. Hablar de migraciones. En: Diario Página / 12. Buenos Aires, 29 de enero de 2001, p.6.

(34) Bergalli, R./ Resta, E. Soberanía: Un principio que se derrumba. Aspectos metodológicos y jurídico - políticos. Barcelona, 1996 citado por Zaffaroni. 2000, p. 133 nota 141.

(35) Zaffaroni, E. R. op.cit.

(36) Sobre el tema la Comisión de Derechos Humanos de la ONU ha recomendado, en su 54º periodo de sesiones. Tema 12 del programa provisional. E/CN. 4/1998/77/Add.1 (22/12/97) Original en español, inglés y francés, (como Informe del Secretario General al Seminario de Ginebra) que: El derecho de los individuos y los grupos a ser diferentes, proclamado e el párrafo 2 del artículo 1 de la Declaración sobre la raza y los prejuicios raciales de la UNESCO de 1978, debe ser respetado por todos. En la concepción de una política de integración de los inmigrados, los Estados de acogida deben garantizar la preservación de la integridad cultural de los migrantes como garantía de su derecho a la diferencia en armonía con la legislación del país de acogida. De tal manera que los gobiernos deberán invertir en programas educativos formales e informales como medio eficaz de promover el entendimiento cultural. Además la legislación que establece los derechos civiles y de otra índole no siempre constituye una protección eficaz de los migrantes en circunstancias vulnerables.

(37) A. A. V. V. Bajo la dirección de P. BOURDIEU – La miseria del mundo. México, Buenos Aires, Madrid: Fondo de Cultura Económica. México DF., 1999.

(38) En tal sentido, el referido informe de ONU (nota 37) ha dicho que, los gobiernos deberían establecer procedimientos de recurso adecuados, eficaces y accesibles para las víctimas del racismo, la discriminación racial y la xenofobia. Se reconoció así mismo la importante función que los medios de comunicación desempeñan a la hora de ayudar a la sociedad tanto a combatir como a aceptar el racismo y la discriminación. Y se elogió allí a los representantes y a los sindicatos de los medios de comunicación que han cooperado e la redacción de códigos de conducta de este sector. El seminario señaló además la atención de los Estados a los importantes trabajos que está realizando la OIT sobre el tema y con relación a trabajadores migrantes, pidiéndoles que apoye a dicha Organización e el desarrollo de este programa y en la prestación de asesoramiento a sus Estados miembros sobre la forma de luchar con mayor eficacia contra la discriminación en el empleo.

(39) Zaffaroni. 1999, p. 90.

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