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Scripta Nova.
 Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales.
Universidad de Barcelona [ISSN 1138-9788] 
Nº 94 (45), 1 de agosto de 2001

MIGRACIÓN Y CAMBIO SOCIAL

Número extraordinario dedicado al III Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)

CAMBIO DE MUNDO PARA CAMBIAR EL MUNDO: SACERDOTES CATALANES EN CHILE (1958-1973)

María José Larrain Berguño
Universidad Católica de Chile
Universidad Autónoma de Barcelona


Cambio de mundo para cambiar el mundo: sacerdotes catalanes en Chile, 1958-1973 (Resumen)

En esta comunicación se abordará la migración de un grupo de 57 sacerdotes diocesanos catalanes que, entre 1958 y 1968, fueron a Chile a prestar apoyo religioso y misional a ese país sudamericano (1). En el marco de una década emblemática -la de los sesenta- y el Concilio Vaticano II, el tema ha sido desarrollado analizando la importancia que tuvo el llamado progresismo católico catalán en su formación de seminaristas, las razones que les llevaron a Chile, su desempeño allí y, especialmente, el impacto que causó en ellos la realidad social y política con la que se encontraron No debemos olvidar que todos estos sacerdotes crecieron bajo la dictadura franquista y llegaron a un país que estaba en un intenso proceso de evolución política, marcado progresivamente por las fuerzas de izquierda y que terminó en un golpe de estado. Intentaremos, pues, dilucidar el modo en que estos religiosos se plantaron ante la realidad con la que se encontraron, sus cambios de actitudes y consecuencias de esta experiencia, sin dejar de lado el contexto histórico en el que se desenvolvieron. Este trabajo tiene como fuente principal el testimonio de varios de los sacerdotes que estuvieron en Chile, cuyas voces -aún matizadas por el paso del tiempo- son sin duda las más autorizadas en el tema.

Palabras clave: Chile/ Cataluña / Iglesia Católica / Progresismo Católico


Change of World to change the World: catalan priests in Chile, 1958-1973. (Abstract)

This paper addresses the migration of a group of 57 diocesan Catalonian priests who went to Chile between 1958 and 1968 to give religious and missionary support to this South American country. Inside the framework of an emblematic decade – the 1960s- and the 2nd Vatican Council, the topic has been developed analyzing the importance that the so called Catalonian progressivism had in the formation of seminarians, the reasons those seminarians had to go to Chile, their performance in that country, and especially, the impact that had on them the social and political reality they found. We cannot forget that
all these priests grew up under Franco’s Dictatorship and they arrived to a country that was in an intense process of political evolution progressively marked by the left forces and that ended in a "coup d’état". We will try to explain the way in which these priests faced the reality they found, their change of attitudes and the consequences of this experience without leaving behind the historical context in which they were involved. From a methodological point of view, it is important to point out that this paper has as its main source, the testimony of several priests that were in Chile, whose voices -even soften by the pass of time- are without a doubt, the most authorized in the subject.

Key words: Chile/ Catalonia/ Cathilic Church/ Catholic Progressism/


El ambiente en Cataluña: los años del progresismo frente al control

Por todos es conocido que, prácticamente en su totalidad, la jerarquía de la Iglesia española apoyó incondicionalmente los años de la dictadura franquista, así como hizo suya la bandera nacional durante la guerra civil que enfrentó a los españoles entre 1936 y 1939.

Entre los más ardorosos defensores de la dupla cristianismo-franquismo estuvieron dos destacadas figuras catalanas: el primado Pla y Deniel y el cardenal Isidro Gomá y Tomás, quienes ciertamente no fueron los únicos que defendieron tales ideas. Sin embargo, tampoco fueron la única voz del catolicismo en Cataluña. Hubo otra vertiente, más soterrada dadas las condiciones políticas, pero no por eso menos importante: el progresismo católico catalán, cuya influencia recibieron los adolescentes que se educaron en los seminarios catalanes desde 1940 en adelante.

No nos ocuparemos aquí de los orígenes del progresismo (2); para centrarnos en el período que nos interesa, sólo diremos que estuvo fuertemente influido por la nueva teología francesa, corriente desarrollada con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial y que superaba el análisis del neotomismo. Esta nueva visión teológica estaba empapada del sentido de la realidad del hombre y su vida terrenal, lo que trajo aparejado la relativización de conceptos que antes se presentaban inmutables y definitivos. Quienes la siguieron buscaron en la historia la verdad contenida en la revelación, analizándolo todo en el contexto del proceso humano. Jacques Maritain influyó poderosamente entre sus lectores, ávidos de una nueva manera de entender el Evangelio y la acción pastoral, concluyendo que el primero se vive allí donde están los desposeídos y en medio de su realidad cotidiana. Otros intelectuales franceses cristianos que dejaron su impronta en medio de los catalanes fueron M..Chenu, Charles Foucault, Yves M. Congar y René Voillaume, por citar algunos. Como ha reconocido uno de los sacerdotes:

en lo que era teología, éramos hijos del Evangelio, de un Evangelio vivido....por ejemplo, nos marcó mucho la espiritualidad de Foucault y en concreto, el que escribía más de esto era el padre Voillaume, que en aquella época marcó mucho a los seminaristas. Entonces algunos pusimos como condición para ejercer nuestro sacerdocio, pues, (hacerlo) con los más pobres (...) Los franceses eran los que más publicaban, la literatura que nosotros más manejábamos en aquella época era la literatura francesa(3).
El progresismo catalán se manifestó a través de la actividad de las congregaciones marianas, de la escuela Virtelia, de la presencia del sacerdote Antoni Batlle o la de Josep Benet (4); del grupo Torras y Bages (núcleo de estudio y reflexión cristiana, dirigido por Lluís Carreras); el grupo universitario Front universitari de Catalunya; las misas en catalán (pocas pero significativas) la Juventud Obrera Católica (JOC) (5) con Lleonard Ramírez, Miquel Juncadella y Josep Castaño; la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC), la Juventud Agrícola Católica (JAC) y la Juventud Estudiantil Católica (JEC), las publicaciones El Ciervo, Serra D' Or, Questions de vida cristiana y Criterion fueron un reflejo claro de la activa vida del progresismo en Cataluña.

Los años sesenta -década en la que se embarcaron rumbo a Sudamérica la mayor parte de los sacerdotes catalanes que se dirigieron a Chile- no fueron igualmente felices para la Iglesia catalana, ya que una gran crisis se desató a partir de 1966. Estos años fueron, en todo caso, una etapa llena de idealismos, fantasía, esperanza e imaginación, lo que va a conducir a buscar alternativas creativas, ricas y emancipadoras. Arropado por el Concilio Vaticano IIy la encíclica Mater et Magistra (6), el progresismo católico catalán recibió un impulso considerable. A la par de la apertura del papa Juan XXIII, la realidad política y social de España estaba sufriendo cambios dentro de la rigidez del franquismo, lo que permitió a estos nuevos aires esparcirse con un cierto grado de libertad. De hecho, los movimientos católicos estaban en este período en su mejor época, es el caso de la JOC y Agermanament (7), por mencionar a dos de ellos. Respecto a éste último, le ayudó el que los sectores más progresistas del clero tuvieran una actitud marcadamente misionera, sintiéndose capaz de dedicarse a los más alejados de la Iglesia y atraerlos a ella.

El Concilio abrió numerosos frentes de discusión, entre ellos el tema de la liturgia, los bienes materiales de la Iglesia y la presencia entre los más pobres, por citar algunos. Lo diferenciador en Cataluña (porque lo anterior fue una discusión presente en todas partes donde hubieran católicos que anhelaban reformas) fue la reafirmación, si se quiere, de los postulados del progresismo catalán que se mostraba tan distante y disidente con la religión oficial.

Cual más, cual menos, todos los sacerdotes catalanes que fueron a Chile entre 1958 y 1968 se educaron en este ambiente. En la mayoría de ellos existía la conciencia de que era importante dar prioridad a la realidad en el ejercicio pastoral antes que a los dogmas, (acercándose primero a la dimensión terrenal del hombre para luego poder llegar a la espiritual) y que era imprescindible dar con una nueva manera de vivir la fe. En los seminarios la educación era más bien progresista, aunque matizada por el control de quienes los administraban, personas afectas al régimen y generalmente no catalanes. Es interesantísimo constatar las dos vertientes que estaban presentes en los seminarios mayores, tanto en el de Barcelona como en el de Gerona (8) :

porque los superiores (...) no eran catalanes, ni siquiera conocían Cataluña, no sabían los problemas, los de los obreros, los problemas políticos, de ansias de libertad que ya iban surgiendo y no tenían idea ( ...) los profesores, esos sí eran catalanes y algunos alentaban esta manera de ser nuestra, también ellos estaban furiosos con que el Obispo pusiera superiores que no eran catalanes (9).


situación que era salvada por un equilibrio de intereses y poder por parte de ambas corrientes.

El destino en el Nuevo Mundo

La migración a Chile de estos sacerdotes se produjo por diversos motivos. Por una parte, los papas Pío XII y Juan XXIII llamaron a los religiosos diocesanos a un despertar de su vocación misionera. El primero escribió una carta pastoral en la que llamaba a los sacerdotes a incorporarse a la misión, hasta ese momento primordialmente en manos de las órdenes regulares. La solicitud de Pío XII tuvo tras de sí una carga dogmática importante (10), sin embargo, lo que movió a los jóvenes sacerdotes a partir a América Latina fue la escasez de religiosos en aquellas tierras y el convencimiento que allá podían entregar más que en su tierra. Las palabras de Francesc Puig reflejan, lúcidamente, la opinión de la mayoría:

Ir a colaborar con una Iglesia que estaba más necesitada que la nuestra, que le faltaban sacerdotes, había aquí un clima ... universal por así decirlo, de colaboración con las Iglesias más necesitadas, especialmente de clero. (...) En aquellas épocas España tenía mucho clero, comparado con Latinoamérica, y la proximidad cultural, sobre todo lingüista hacía que (...) los papas de aquella época, pues pidieran colaboración al episcopado español (11).
Juventud, ánimo de trabajar por la Iglesia universal, ideales y vocación de servicio fueron los motores del cambio, si es que una decisión tan personal y por lo mismo única, puede ser resumida y generalizada.

Ya sabemos algo de lo que motivó a los sacerdotes a partir. Ahora bien, ¿por qué a Chile? Encontrar respuesta a esta pregunta es más complejo. Juegan aquí la "casualidad"; las peticiones de obispos chilenos que pasaban por Cataluña camino a Roma y los consecuentes acuerdos (12) -muchas veces de carácter absolutamente informal- entre los obispados chilenos de Antofagasta, Valparaíso y Santiago con los de Cataluña (13); las decisiones de los superiores de la Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana (OCSHA); seguir los pasos de los que ya estaban allá y de quienes se tenían noticias, etc. Xavier Martí fue uno de los tres primeros sacerdotes que fueron a Chile (1958) y nos comentó que costó mucho que decidieran su destino en el seminario de la OCSHA

hasta que un día nos llamó el administrador y nos dijo: hemos pensado que sois de una tierra muy industrial y buscando... pues os vais al norte de Chile, a Antofagasta y Chuquicamata... (14)


La Obra de Cooperación Sacerdotal Hispanoamericana, localizada en Madrid y que decidió el destino de Xavier Martí fue creada en1949 y su objetivo era "empujar a los obispos y sacerdotes diocesanos para que comiencen a tomar en sus manos una tarea de corresponsabilidad en la Iglesia universal" (15), preparando a los decididos con un breve cursillo introductorio y muy general acerca de la realidad americana.

Al parecer, todo apunta a que la decisión del destino de los primeros sacerdotes estuvo exclusivamente en manos de los superiores de la OCSHA, tal fue el caso citado anteriormente; sin embargo pareciera que a medida que pasaron los años los seminaristas iban a la OCSHA con un destino ya definido, determinado en algún acuerdo directo entre los obispos catalanes y chilenos, y los que eran sacerdotes pasaban por ella sólo por cumplir con un trámite burocrático.

Ya lo hemos comentado: los sacerdotes catalanes que fueron a Chile lo hicieron entre 1958 y 1968 y en total sumaron cincuenta y siete (16): treinta y uno procedían de Barcelona, de ellos veintiuno fueron destinados a Antofagasta, tres a Calama y siete a Valparaíso; los procedentes de Gerona sumaron quince, doce se fueron a Santiago y tres a Valparaíso; de Terragona llegaron cuatro, tres destinados a Santiago y uno a Valparaíso y, finalmente, de Solsona salieron siete, todos a Santiago. De acuerdo a estos datos, Santiago recibió a veintidós catalanes, Antofagasta a veintiuno, Valparaíso a once y Calama a tres.

Una primera impresión arroja una notable equiparidad entre Santiago y Antofagasta. Al parecer ella se debió simplemente a la coyuntura de los acuerdos entre las diócesis chilenas y las catalanas y al buen resultado de la experiencia. Lo que no podemos dejar de señalar es la realidad tan diferente que se vivían en estas dos zonas del país, por aquellos años en medio de una transformación que cambió profundamente las bases sociales, políticas y económicas de Chile.

El país que les acogió: Chile

Haciendo un somero balance de la situación política y social con la que se encontraron estos sacerdotes a su llegada a Chile, lo primero que se hace evidente es el profundo contraste entre la realidad de la que salían y a la que llegaban. No viene al caso hacer aquí un análisis de la España franquista, pero es evidente que todos ellos estaban profundamente marcados, cada uno a su manera, por la experiencia de la dictadura del general F. Franco, especialmente en lo que a criterios morales, ideas políticas y fundamentos teológicos se refiere. Pere Adell nos comentó:

Aprendí bastante de democracia (...) nuestras maneras eran muy directivas, hubo cosas en las comunidades que yo impuse a rajatabla... el sentido de la democracia, no sólo en las formas, también el fondo, (...) un sentido de la vida más democrático de lo que habíamos vivido acá todo el tiempo. Eso por un lado. A nivel de la Iglesia, a nivel cristiano, pues también (aprendí) a no ser tan absoluto y a hacer todo un proceso hacia una actitud más comprensiva con las realidades, con la gente; yo que era tan ortodoxo, pues hacer un camino hacia la heterodoxia, un camino hacia la protesta, lo que te dabas cuenta que no (era adecuado) había que decirlo y plantar cara entonces a los obispos y decir que por ese camino no... (17)


Chile les recibió en plena efervescencia democrática.

Si nos situamos en el año de la llegada de los primeros religiosos, 1958, nos encontramos con un ajustado triunfo electoral de Jorge Alessandri (1958-1964), hombre que representó a la derecha y que recibió un país descontento con las administraciones anteriores y en pleno proceso de cambio social; panorama en el que destaca la ascendente presencia de los partidos de izquierda en la arena política, así como la del Partido Demócrata Cristiano (PDC). Este incremento de las fuerzas que representaban, cual más cual menos, los intereses de los desposeídos y las clases medias fue oscilante pero en constante aumento. En medio de una multiplicidad de causas, pero ante todo por la necesidad de cambios estructurales y la ampliación en las urnas del voto de las clases medias y populares, le siguió en la presidencia a J. Alessandri el demócrata cristiano Eduardo Frei M. (1964-1970), quien llegó a La Moneda con un programa que se resumía en su eslogan durante la campaña: "Revolución en libertad". Los cambios fueron muchos, pero al parecer no los suficientes

Frei creó un ambiente de participación popular, despertó las necesidades, los pobladores vieron que aquello era posible y exigieron....y entonces se quedaron sin respuesta. Para mi el gran problema del gobierno de Frei, la vivencia que yo tuve desde unas poblaciones obreras muy populares de Quilpue fue eso: fue un hombre que motivó, puso en marcha al poblador, lo hizo asociativo, con lo cual se educó mucho al pueblo, el pueblo tomó mucha conciencia, captó las posibilidades...pero después lo dejaron botado (18).
Entonces se optó por el gobierno de la llamada Unidad Popular, encabezado por Salvador Allende en 1970. Allende profundizó los cambios estructurales que el país requería y ello le trajo la oposición más pura y dura por parte de la derecha, a la que se sumó más tarde la del PDC. Sabemos que debido a una multiplicidad de causas, la llamada "vía chilena al socialismo" terminó de una manera trágica y cruenta en septiembre de 1973.

Unas cuantas reformas constitucionales, realizadas en las tres etapas presidenciales mencionadas, permitieron aumentar considerablemente -como ya hemos anotado- el universo de electores, ampliación que fue realmente significativa entre los grupos que hasta entonces no habían tenido voz. Junto con la conciencia política adquirida, la organización asociativa popular y la posibilidad del voto, estos sectores se convirtieron en un grupo activo al que los políticos debieron prestar atención, al que había que atraerse y ofrecer alternativas convincentes para captar su apoyo. Por su parte, los sectores obreros eran cada vez más concientes de su poder para ejercer presión y de la injusticia de sus condiciones y a través de las huelgas -legales o no- planteaban sus demandas de aumento de salarios y mejores condiciones de vida.

En el aspecto económico, entre 1958 y 1973 el país vivió permanentemente bajo el fantasma de la inflación, desatada y ya incontrolada al final de esta etapa; con una balanza comercial que cada vez se inclinaba más a las importaciones que a las exportaciones, que dependía fuertemente de los Estados Unidos y de la extracción del cobre de los yacimientos del norte del país. Hubo un fuerte impulso en la industria nacional, pero no fue permanente, fundamentalmente porque gran parte del capital (25% en 1970) estaba en manos de extranjeros. E. Frei M. inició el proceso de nacionalización de las minas cupríferas del norte, adquiriendo el Estado el 51 por ciento de ellas, S. Allende terminó de expropiarlas a los capitalistas norteamericanos en lo que se denominó la "chilenización del cobre". La explotación salitrera, cada vez más decaída, fue también foco de tensiones a causa del bajo precio del nitrato y la cesantía cada vez más numerosa entre los trabajadores. Uno de los sacerdotes, asentado en la oficina salitrera Pedro de Valdivia envió una carta a Barcelona en la que expresó:

En Pedro de Valdivia, como en toda la zona salitrera, hay una huelga total y local, hace poco más de dos semanas. Todos los capellanes de las tres ciudades afectadas han publicado un pequeño folleto denunciando la violación a los derechos humanos que involucra la situación actual. Mientras la vida sube en un 30%, la empresa sólo ofrece sólo un 18% de aumento del sueldo a sus empleados. El escándalo más grande viene de los sueldos fabulosos que cobran los de más arriba, aún con la tremenda crisis por la que pasa la industria, según ellos mismos (19).
El campo sufrió reformas importantes: la primera ley de reforma agraria fue dictada bajo la administración de J. Alessandri, E. Frei M. realmente inició en proceso, aunque con ciertas limitaciones y con S. Allende éste se profundizó y aceleró. Las consecuencias de esta intervención siguen siendo polémicas para los chilenos, aunque unánimemente reconocida su necesidad. Por diversos factores, las esperanzas en un aumento considerable de la producción agrícola se vieron frustradas y la reforma agraria no dio los frutos necesarios para sostener a la población, la economía y los intereses políticos. El historiador Simon Collier hace el siguiente balance:
Entre 1964 y 1973, dos gobiernos reformadores, con distintas formas de retórica revolucionaria, trataron de producir profundas reformas estructurales en un esfuerzo por remediar los graves problemas sociales y el lento crecimiento económico de Chile. Sean cuales hayan sido sus éxitos inmediatos, ni la "revolución en libertad" de la Democracia Cristiana ni la "transición al socialismo" de los partidos marxistas lograron sus objetivos. Los políticos de todos los sectores se fueron cargando ideológicamente cada vez más, mientras el panorama de la opinión pública se polarizaba en forma creciente durante la presidencia de Salvador Allende (20).
Somero panorama el anterior, pero nos muestra que los sacerdotes que llegaron a Chile, a Antofagasta, a Santiago o Valparaíso, lo hicieron a zonas donde los conflictos de la época eran palpables, a un país con profundas desigualdades, con niveles de miseria, analfabetismo y desnutrición importantes. Paradójicamente, también llegaron a una sociedad que se veía y sentía segura de su tradición democrática, abierta a la discusión política y al intercambio de ideas, respetuosa de las diferencias y orgullosa de su historia de libertad.

La Iglesia chilena

Era sencillo, era campechano don Emilio. En aquella época los obispos aquí eran más señores feudales, y en cambio el obispo chileno... había muchos obispos chilenos muy sencillos, para nosotros era algo atrayente.
Francesc Puig
¿sabes lo que es la noche, bajando toda la gente de Viña del Mar, concentrándose con velas, (gritando) con todo don Emilio, que aprendiste en el Concilio...!'?
Joaquim Lleal
y Pinochet, pues bueno, le arregló el asunto a don Emilio y a otros obispos, claramente, porque si no allí se armaba un sarao grande...
Joan Casañas
La figura del que fuera obispo de la diócesis de Valparaíso, Emilio Tagle Covarrubias marcó a los sacerdotes que estuvieron bajo su autoridad. Hombre considerado progresista antes del Concilio Vaticano II, no hizo suyos los cambios que éste trajo y pasó a ser uno de los obispos más conservadores de la Iglesia chilena. Pero evidentemente no era la única voz dentro de ella.

Desde la década de 1930 algunos sectores eclesiásticos estaban inquietos por la situación de injusticia social que presentaba Chile (21), inquietud que fue aumentando con el paso de los años. Si bien no es correcto hacer una relación en la que el uno no se explica sin la otra, el conglomerado político formado por jóvenes cristianos a finales de la década de 1930, la Falange Nacional, nació acunado por la Iglesia Católica y ambos compartían la preocupación por las estructuras anacrónicas de la sociedad y la responsabilidad que le cabía a la política para propiciar el cambio. La transformación de la Falange en el Partido Demócrata Cristiano en 1957 y el contundente apoyo popular que este fue obteniendo, hasta llevar pocos años más tarde a Eduardo Frei M. a la presidencia, demostraba que democracia y cristianismo podían ser una alternativa real.

no fue tan difícil entusiasmarse por lo demócrata cristiano porque caía al pelo por los tiempos de los años sesenta, ¡si eran los gloriosos años sesenta...! Se juntaba todo muy bien...Kennedy, el mismo Khruschov iba ya dando otra visión, el Concilio, el 64 sube Frei...qué más quieres, todo iba...y nosotros íbamos aprendiendo y avanzando (22)
El Concilio Vaticano II impactó a los chilenos y a la jerarquía de la Iglesia como lo hizo en muchas otras partes: fuerte y levemente a la vez. Todos los cambios a los que llamaba el Concilio eran aplaudidos cuando de ellos se hablaba, otra cosa era implementar la manera de llevarlos a la práctica y a la hora de establecer criterios, las diferencias entre los obispos eran una realidad y los sacerdotes españoles fueron testigo de ello. Entre los religiosos progresistas se encontraban los obispos Enrique Alvear, Manuel Larrain y Fernando Ariztía, por citar algunos, otros como el de Antofagasta, Francisco de Borja Valenzuela, eran progresistas frente a algunas materias y en otras no, y obviamente también estaban los conservadores y los muy conservadores, como el ya mencionado Emilio Tagle. Manuel Mas lo expresa de la siguiente forma:
(había) una apertura muy grande, (pero) yo capté (...), no sé si en aquel momento o después, a algunos como Valenzuela, que eran obispos de familias con latifundios, como que aceptaban en teoría pero en la práctica les costaba. (23)
Entre los sacerdotes, la realidad podríamos decir que era parecida. Mientras muchos curas siguieron llevando una vida tradicional, adaptándose poco a poco a los cambios hubo muchos otros que movidos por el Concilio, la política de la promoción popular impulsada desde el gobierno de E. Frei M. y las urgentes necesidades de cambios estructurales, decidieron irse a vivir a los sectores más paupérrimos, compartiendo con los más pobres la miseria de las poblaciones. De este modo, los sacerdotes optaron por una vivencia junto al pueblo, en el pueblo, y si bien no era una práctica estrictamente novedosa, porque ya se había dado en los años cincuenta, en la década de 1960 el número de sacerdotes chilenos que escogieron esta vida se multiplicó.

Respecto a la base de la Iglesia, aquella que forma la gente que comparte la fe, el Chile de los sesenta mostraba también un panorama variopinto, difícil de describir en pocas líneas, sin embargo enmarcado en una división tradicional acorde con el sector social al que se pertenecía. Los grupos de poder, la derecha, la elite social mayoritariamente se manifestaban católicas y conservadoras en la expresión de la religiosidad; las clases medias estaban abiertas a una educación laica, abiertas a que el catolicismo variara en sus formas y contenidos. Por último, en los sectores populares el catolicismo estaba fuertemente presente e iba acompañado de manifestaciones propias, aquello que ha dado en llamarse religiosidad popular. Estos grupos, históricamente, habían recibido de la Iglesia una asistencia más bien paternalista; el descubrimiento de su carácter como depositarios del evangelio y de las enseñanzas encarnadas de Jesucristo hizo que muchos sacerdotes decidieran vivir una renovada dimensión de la fe y testimonio cristiano traducida a las experiencias de vida cotidiana en medio de ellos.

El acercamiento a la realidad

Los sacerdotes catalanes tuvieron diversas actitudes pastorales en Chile. Evidentemente su labor estuvo muy relacionada con sus propios intereses e inquietudes y con el lugar al que llegaron, que algunos mantuvieron y otros variaron, dependiendo de las necesidades de la diócesis o de sus propias iniciativas. Dentro de las observaciones anteriores, no es errado afirmar que todos los sacerdotes, aún con matizaciones de por medio, se dedicaron a atender a los sectores populares.

Los que fueron al norte se repartieron entre las diócesis de Antofagasta y Calama, atendiendo a una población desperdigada en los oasis del desierto nortino, comunidades pequeñas a veces y con una población marcadamente indígena (de origen aymará); hubo otros que atendieron las poblaciones obreras de las minas; otros se dedicaron en los centros urbanos a la educación y a la formación. La realidad del norte de Chile es en sí muy particular, marcada por las distancias enormes entre los centros poblados, la aridez del desierto y la soledad. Todos los sacerdotes catalanes que estuvieron en el norte de Chile provenían de la diócesis de Barcelona.

Las otras dos diócesis de destino en Chile, Santiago y Valparaíso, pertenecen a dos de las ciudades homónimas más importantes del país, tanto en lo administrativo como en lo económico, siendo la primera la capital y la segunda un puerto de considerable importancia. Ubicadas en el centro de Chile y cercanas entre sí, en ellas se concentra la mayoría de la población total del país. Entre estas dos zonas se repartieron los sacerdotes de Gerona, Terragona, Solsona y unos cuantos de Barcelona.

Ante las consideraciones anteriores es posible deducir que las experiencias de los sacerdotes estuvieron marcadas por la zona a la que llegaron, independientemente -claro está- de sus individualidades y la coyuntura política que les tocó vivir. Por lo tanto es muy complejo generalizar las experiencias, así como llegar a conclusiones que realmente representen a la totalidad de ellos.

Sí es cierto el hecho que todos llegaron a sectores obreros o muy marginados y que la realidad fue la que dirigió sus pasos. Como manifiesta uno de ellos:

empecé a andar en algún minuto, pero no lo sé...me imagino que por las vivencias que tienes, lo que ves, lo que escuchas, te das cuenta que tienes que buscar otros caminos, los tenías o llegan con la gente, no lo sé. Lo que pasa es que la gran ventaja que tenía allí es que no había tradiciones, costumbres, así como las que hay aquí...allá no había nada establecido, hiciera lo que hiciera estaba bien, no tenías que romper con nada, era más...no había cortapisas (24).
La vocación en este sentido estaba presente en el seminario, ir a América era el primer paso en esta apuesta:
ya no íbamos en plan de misionero que iba a convertir o a hacer una labor estrictamente religiosa, desde el punto de vista cultural o catequista, sino con un sentido de evangelización muy atado a la vida, compromiso con los pobres... ya lo teníamos bastante asumido (25).
Tal vez lo que no estaba claro era cómo se iba a desarrollar esta opción, que era lo que había que hacer, cómo se iba a trabajar en un medio desconocido. La primera tarea fue adaptarse a la gente y al medio geográfico
He enriquecido mi conocimiento de la tierra y de los hombres del norte chileno (...) Se pasan muy buenos ratos en la misión. Hablar de Dios y de Cristo, aclarar dudas, convivir, descubrir gente muy buena, claro que todo esto tiene también un precio también fuerte algunas veces: no es fácil, por ejemplo, llamar a las puertas invitando y volviendo humildemente (todos dicen que sí pero no vienen). Ser el blanco preferido de los perros, de los niños, y no es que te tiren piedras, todo lo contrario, llamar la atención: "El padrecito, el padrecito" y "guau, guau, guau"... que me supongo que en el lenguaje de los perros quiere decir "el padrecito"... Aguantar la comida chilena de tantas amas de casa diferentes...conversar adaptándote a ambiente de cada familia o intentándolo. Se termina muy contento de la Misión y de haber terminado la Misión (26).


La segunda gran tarea para muchos fue generar las maneras de acompañar a las personas en su vida diaria, hacerse parte real de su mundo, encarnarse lo más posible en la vida del marginado.

Ya han pasado muchos meses, por lo tanto, las primeras reflexiones que nos despertaban las primeras experiencias de trabajo pastoral en el mundo obrero se han ido asentando, podríamos decir que ya no existe la admiración y el contraste de los primeros meses. Pero eso se compensa, nos parece, con una mayor comprensión y encarnación del ambiente chileno. (...) La gran novedad es que hace poco tiempo nos hemos cambiado, mossèn. Ribera y yo, de domicilio y por tanto de trabajo respecto al mundo obrero (...) La gran ventaja es que hemos comenzado por los cimientos: estamos en una habitación pequeña y muy igual a todas las demás, sin tener nada más: ni templo, ni terreno para edificar, nada preestablecido. Somos unos vecinos más del barrio, por más que siempre seremos "los otros", es una característica sociológica y no geográfica la que nos separa dela gente.(...) No tenemos local para celebrar la misa; se está tramitando el poderla celebrar en la misma habitación en la que vivimos; tampoco tenemos grupo al que asistir. Total que todo el tiempo lo tenemos para vernos como un vecino más. Sólo podemos hacer contactos, hablar, conocer de tú a tú. La gente, a medida que nos va descubriendo, se extraña nuestra presencia: dos capellanes bien negros en medio de ellos nunca lo habían tenido. No sé si se alegran o se espantan. Nosotros, de momento, nos reímos mucho pensando en el susto que muchos se llevan al vernos (27).
Para intentar hacer un análisis de la actividad de los sacerdotes en general, habría que dividir la etapa estudiada en dos: desde 1958 a 1968 y desde 1968 a 1973. Los primeros diez años de la presencia de los sacerdotes catalanes en Chile fue una etapa de descubrir una nueva realidad y de trabajar con ahínco en medio de las estructuras que existían y las que se estaban creando. En las minas, en centros educacionales, en medio de las poblaciones, haciendo colonias de verano para los niños y la familia, renovando la liturgia, viviendo con la gente, desarrollando la pastoral familiar, etc. los sacerdotes fueron descubriendo una nueva dimensión de su vocación. De alguna manera, esos años dirigidos por J. Alessandri y cuatro de los seis años de la presidencia de E. Frei M. mostraron un impulso renovador desde la Iglesia con el Concilio, la democratización progresiva y aún sin traumas de la sociedad, la esperanza estaba presente y parecía que los cambios estaban a la vuelta de la esquina.

"Dios está en todas partes, pero no está de parte de todos"

A partir de 1968, y aún cuando sabemos que no es posible encasillar cronológicamente los procesos, los acontecimientos se precipitaron. El PDC perdió apoyo popular (28), una sequía muy prolongada afectó la productividad del campo, las huelgas aumentaron considerablemente, las tomas de tierras de las grandes propiedades por parte de los campesinos se multiplicaron, la inflación se disparó y las posturas se fueron radicalizando. En la Iglesia

del 68 en adelante (...) ya se empezaba a ver que el Concilio no acababa de satisfacer, unas ciertas inquietudes, que no se encontraba el camino (...) la famosa encíclica del Papa sobre los anticonceptivos (...) empezó a decirse que si el Papa podía equivocarse con una cuestión de anticonceptivos, que parecía tan claro que se había equivocado, pues también se puede equivocar en otras...aquel año fue de cambios, (...) me di cuenta que se estaba despertando una nueva situación, que la DC ya no daba para tanto, que la Iglesia tenía que ser distinta, y don Emilio y otros obispos muy temerosos en la aplicación del Concilio en las ideas más a nivel de pueblo (29).
De esta forma y durante todos estos años, los procesos políticos, sociales y económicos influyeron en la forma de pensar y en la manera de actuar de estos sacerdotes.. Una experiencia clara fue la de los religiosos que estaban en el norte, quienes comprendieron que las condiciones de los trabajadores de las minas dependían del capital norteamericano y, cuando fueron intervenidas durante las administraciones de E. Frei M. y S. Allende, de las determinaciones que tomaran las autoridades nacionales (que centraban en la explotación del cobre esperanzas tal vez desmesuradas y les llevaron a tomar muchas veces medidas demagógicas). Por su parte los trabajadores, pusieron todas sus expectativas en la nacionalización de las minas y comenzaron a exigir mejores condiciones de vida, lo que se tradujo en huelgas que se repitieron una tras otra tanto durante la administración del PDC como en la etapa de la Unidad Popular. En este contexto hubo algunos sacerdotes que se vieron directamente involucrados ya que administraban unas cooperativas de consumo y ahorro, las primeras permitieron a los trabajadores comprar bienes a un precio conveniente y las segundas constituyeron un apoyo importante ya que"especialmente en épocas de huelga...había habido huelga durante todo un mes, era terrible, entonces (a los trabajadores) se les iba dando dinero durante todo el mes para poder vivir" (30).

Estas mismas cooperativas y los sacerdotes que trabajaban en ellas tuvieron también un destacado papel en la época de desabastecimiento de alimentación, durante 1972 y 1973: a través de ellas y resultado del trabajo asociativo, fue posible abastecer medianamente a la población de ciertos alimentos básicos. Tal vez, la mejor manera de comprender la dimensión de esta labor sea a través de las siguientes palabras:

La unión hace la fuerza, y eso era fruto de mucho trabajo, más que nada de hacer a la gente pensar (...) juntando peso a peso se hacían milagros...sobre todo, lo más importante era la educación de la gente, la solidaridad...(si alguien) sentía 'mis pesos están sirviendo al otro y los del otro me sirven a mi, y todos juntos somos capaces de hacer lo que no podemos hacer solos'... para mí eso era predicar el Evangelio, predicar en cooperativas, en lugar de hablar de la Virgen María. Yo me sentía muy feliz trabajando así...promoción humana concretamente, que yo no veo tanta diferencia entre la promoción humana y la promoción cristiana, era el Evangelio vivido y la gente lo entendía perfectamente bien (31).
La actividad pastoral también se hizo aprovechando las estructuras sociales que ya existían. Durante la administración de Eduardo Frei M.se impulsaron los movimientos asociativos de promoción popular, destinados a la organización de estos sectores. Surgieron así, e impulsados desde el Gobierno asociaciones de barrio (las Juntas de Vecinos) y asociaciones femeninas (los Centros de Madres), por citar a algunas. Los sacerdotes generalmente pertenecían a las primeras y a las segundas les asesoraban directamente en todos aquellos temas en los que podían. Muchas veces, además, sus conexiones y condición religiosa les permitía conseguir cosas que a los pobladores les habría sido prácticamente imposible.

En sus años de permanencia en Chile muchos sacerdotes decidieron trabajar, buscar alguna tarea remunerada, igual que lo hacían los laicos. Las razones que explican esta determinación se vieron alentadas por el magisterio emanado de la Gaudium et Spes (que poco después se vio refrendado con la Populorum Progressio) y por una serie de consideraciones más personales que apuntaban a la evangelización en medio de los obreros, la manera de entender la misión y considerar el hecho de ser sacerdotes como una actitud de servicio, no una forma de ganarse la vida. Difícil determinación que los más conservadores cuestionaban arguyendo que el mundo laboral no era el espacio para un religioso.

Joan Alsina explicó así las ventajas de esta opción:

Estoy viviendo desde dentro, y con mucha profundidad, los problemas de la clase trabajadora. Los encuentros que tengo, ahora que son más esporádicos, son mucho más profundos. Un ejemplo: (...) a las ocho tengo una reunión en la otra punta de San Antonio con un grupo que hace un mes que no nos vemos. Esta reunión seguramente durará tres o cuatro horas, y será muy profunda, muy seria, porque todos vivimos la misma realidad. Yo ya no soy simplemente el capellán, aquel hombre que les escucha y les aconseja, soy un hombre que lucha al costado de ellos. Si ellos tienen un sindicato, yo también. Si ellos están en un sindicato, yo también. Si ellos están en un comité de trabajo, yo también. Si ellos después de su jornada laboral tienen una reunión, yo también. Si ellos son explotados, yo también. Si ellos cobran un sueldo bajo, yo lo cobro entonces más bajo (32).
A medida que transcurrían los últimos años de la administración de E. Frei M. la situación del país se fue complicando, panorama que se agudizó cuando salió elegido el candidato socialista. Durante los tres años que duró el gobierno de S. Allende los ánimos se fueron polarizando en un grado cada vez más profundo. Durante esos años la obligada definición política se hizo imprescindible: si no se estaba de un lado se estaba del otro y quien intentaba no manifestar su fue identificado como adversario, condición que pronto pasó a la de enemigo.

La Iglesia oficial intentó mantenerse al margen de esta exigencia, instaba a sus sacerdotes a no intervenir ni opinar directamente de la política contingente y las cartas de la Conferencia Episcopal tuvieron un tono conciliatorio que buscaba opinar sin comprometerse con ninguna de las alternativas posibles. Sin embargo, nada podía hacer que los sectores católicos que se sentían profundamente comprometidos siguieran esta orientación oficial. Su fuerza se manifestó en signos tales como la ocupación de la catedral de Santiago por un grupo de cristianos, miembros de la llamada "Iglesia Joven" en agosto de 1968, o el nacimiento del movimiento Cristianos por el Socialismo, en 1972 o el atractivo que tuvo la Teología de la Liberación. Puig, en 1973, escribió:

Una minoría de curas y laicos nos hemos declarado abiertamente partidarios del socialismo y hemos desenmascarado la abstracción que la Iglesia no hace política. No se puede vivir sin optar, y cuando todo lo que el hombre hace ha de tener necesariamente una interpretación política, es absurdo repetir que no se hace política. Como no es posible vivir sin respirar, ahora tampoco es posible vivir sin ser político. Es estar con los pobres o sin los pobres, a favor o en contra de la justicia, la igualdad y la participación. En este sentido, el evangelio es eminentemente político y hoy la caridad tiene caminos políticos (33).
Las palabras precedentes reflejan la postura de muchos sacerdotes que, poco a poco y a la luz de sus vivencias diarias, habían alcanzado el convencimiento que su vocación de cristianos debía llevarles por el camino de enfrentar con juicios, palabras y acciones concretas la realidad en la que se desenvolvían. La fidelidad al Evangelio, la encarnación de la promesa cristiana y el convencimiento de luchar por la dignidad y la justicia marcaron sus actitudes durante los años de la Unidad Popular. No se trató de un apoyo irrestricto y sin cuestionamientos al gobierno socialista, por el contrario. La actitud, podríamos pensar, pasaba por una defensa inicial del proyecto que representaba mejor a los necesitados frente a todos aquellos que lo criticaban, trabajar por la justicia que el proyecto ofrecía y explicar a la gente sencilla sus alcances.
en estos momentos, los cristianos de parroquia son los que menos entienden los cambios y están temerosos ante el socialismo. En cambio, dentro de las fábricas, las universidades, etc. hay cristianos, no practicantes y marginados de la Iglesia como institución, pero que tienen un cristianismo de fondo muy importante y que son los que pueden entender más y mejor el proceso revolucionario y realizar el diálogo y la colaboración cristiano-marxista (34).
Dentro del entendimiento que la definición pasaba por las acciones y la actitud de público compromiso, algunos sacerdotes militaron en los partidos políticos que, consideraron, representaban sus ideas. En esta acción, más que una actitud exclusivamente política, se expresaba la necesidad de hacer algo por el cambio en un ámbito que, dada la encarnación del Evangelio en los procesos humanos, nada tenía de reprochable según sus criterios. Dentro del mismo marco, las siguientes consideraciones de Ignasi Pujadas pueden ser muy esclarecedoras al respecto:
A nivel cristiano, mi otro gran motivo de oscuridad, y por tanto de angustia, es el camino a seguir de la Comunidad Cristiana, con todo lo que significa la fidelidad al Evangelio y al cristianismo en un contexto revolucionario de transición socialista. Y esto, por una serie de circunstancias que sería largo de explicar, se ha resuelto también favorablemente según mis inquietudes y las necesidades del momento. Hemos iniciado una nueva comunidad cristiana, que ya no es general, con todo lo que eso significaba de tensión, ambigüedad y esquematización, sino que es exclusivamente para cristianos revolucionarios. Los otros no se han sentido agraviados, tienen otras iglesias donde encontrar lo que ellos buscan, incluso son una mayoría aplastante. Pero la nuestra no: será para otros cristianos, para los que luchan por la revolución (35)
Muchas son las palabras que pueden citarse para ilustrar la postura decidida y definida de algunos sacerdotes, las precedentes son tan sólo una muestra. Sin embargo es necesario plantear que no todos tuvieron una actitud tan explícita. Hubo un gran número que, si bien no se mantuvo completamente al margen ni defendió las ideas conservadoras, tampoco entró en el discurso ni en el gesto revolucionario.

.A modo de conclusión, diremos que la experiencia vivida en Chile marcó hondamente a todos los sacerdotes que participaron de ella. Hoy muchos están secularizados, otros han fallecido y los hay quienes siguen desempeñándose como religiosos, incluso unos cuantos permanecen en Chile desarrollando su labor pastoral De los que retornaron a España, todos no lo hicieron en "igualdad de condiciones": hubo quienes volvieron voluntariamente, otros vivieron la experiencia de la cárcel y su posterior expulsión por parte de la dictadura pinochestista y hubo quien dejó su sangre derramada en los márgenes del río que atraviesa la capital.

Si nos guiamos por los testimonios recogidos y hacemos con ellos apreciaciones generales, creemos no equivocarnos al afirmar que la experiencia vivida ha sido central en la existencia de estos hombres, por el prisma distinto a través del cual miran hoy el mundo. Cuando decidieron dejar las parroquias a las que habían sido destinados tras su ordenación, no les eran desconocidos el mundo de la Juventud Obrera Católica ni las privaciones de los marginados, y estaban decididos a trabajar en ese ambiente. Lo impactante fue pasar de una experiencia marcada por la teoría a una experiencia marcada por la libertad y la particularidad de una sociedad tercermundista.

Por lo mismo, en Chile, en la medida que fueron desarrollando plenamente la actividad pastoral, sus actitudes fueron cambiando, pausada pero sostenidamente y las opciones creativas aparecieron como una manera de abordar la realidad de un país que les acogió con los brazos abiertos en medio de la pobreza y la desigualdad pero con unas tremendas ganas de lograr la equidad.
 

Notas

1. Esta comunicación es parte de una investigación para elaborar una Tesis Doctoral, dirigida por el profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona, Dr. Jordi Figuerola.

2. Este movimiento se remontaría al siglo XIX, y aún al Romanticismo, épocas en las que ya habían católicos preocupados por la cuestión obrera y social. Para una visión completa, ver CASAÑAS, Joan.  El "progressisme católic" a Catalunya (1940-1980) ............

3. Testimonio oral. Francesc Puig, 22 de marzo del 2001, quien entró al Seminario Mayor en 1954.

4. Benet atravesaba la frontera y de Francia traía libros que aquí estaba prohibidos, estaba en contacto con sacerdotes obreros franceses, organizaba conferencias clandestinas que daban a conocer el progresismo francés, que ofrecía alternativas cristianas al mundo de la posguerra. Para los catalanes, todo esto era descubrir un mundo nuevo... estas informaciones, desperdigadas y desconectadas, van a ir formando una red eclesial y política con una fuerza ascendente que no puede ignorarse.

5. La Juventud Obrera Católica, JOC, fue suprimida tras el triunfo nacionalista en 1939, reapareciendo en Cataluña en 1947.

6. Si bien fue valorada, no por ello dejó de ser criticada por el catolicismo progresista catalán. Por ejemplo, la edición de junio de 1962 de la revista Questions de vida cristiana, así como otra de El Ciervo cuestionan algunos de los criterios vertidos en la encíclica.

7.  Este movimiento surgió del intercambio que hubo entre la diócesis de Barcelona con las de Chile y Camerún y estuvo integrado por sacerdotes y laicos que promocionaban un hermanamiento con los cristianos de estas zonas tercermundistas en una clara vocación misionera interdiocesana. Agermanament se formalizó en la Delegación Diocesana de Agermanament, en octubre de 1968.

8.  Los de Solsona y Terragona, las otras dos localidades de las que salieron sacerdotes a Chile, no han sido revisados a la fecha.

9.  Testimonio oral. Xavier Martí, 13 de marzo del 2001, quien estuvo en el seminario entre los años 1944 y 1956.

10.  Carta Apostólica Ad Ecclesiam Christi, de 1955.Los motivos para esta petición, fundamentaba el Papa, eran la escasez del clero en América, la amenaza masónica, la propaganda protestante, el laicismo, superstición y espiritismo y, finalmente, el comunismo.

11.  Testimonio oral. Francisco Puig, 22 de marzo del 2001.

12.  Para los fines de esta investigación, nos ha sido imposible acceder a los archivos de los obispados de Barcelona y Gerona, donde tal vez hubiera algún documento al respecto. Por lo tanto, las argumentaciones esgrimidas estás basadas en los testimonios de los sacerdotes entrevistados, consecuentemente sus versiones varían de acuerdo a sus respectivas experiencias y año de partida. Este último factor es importante, puesto que los criterios, al parecer, se hicieron más formales a medida que la experiencia de intercambio maduraba.

13.  Concretamente, los de Barcelona, Gerona, Terragona y Solsona.

14.  Testimonio oral. Xavier Martí, 13 de marzo del 2001. Antofagasta, en el norte del país, es un puerto muy relacionado a la mina de cobre de Chuquicamata. Zona minera con gran concentración de trabajadores, a una distancia de más de 1.350 kilómetros de Santiago.

15. GARRIGOS Meseguer Antonio. Evangelizadores de América. Historia de la OCSHA. Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos, 1992 El sacerdote que partía a misionar firmaba un contrato con el obispo de su diócesis, que era quien lo enviaba, y con el obispo de la diócesis a la que llegaba, que era quien lo recibía y lo asignaba a una tarea en la que fuera necesaria su presencia. El contrato era por cinco años, prorrogables, después de unas vacaciones en España. En 1953 se creó el seminario de la OCSHA, al que fueron sólo algunos de los sacerdotes catalanes, la mayoría pasó por esta institución brevemente, un par de meses para cumplir con el cursillo y los hubo quienes nunca estuvieron en ella.

16. Ellos fueron, oriundos de Barcelona:: BARCÓN Prevosti, Joan; BOLTES Fábrega Carlos; MARTÍ Junquera, F.Xavier;

ROCA Riera, Joan; BUXARRAIS Ventura, Ramón; FARRÁS Corominas, Joaquim ;RIUS Cot, Jordi; GARRIGA Rofach, Lluís; MIRABET Mullol Antoni; PRADA Vazquez, Josep Antoni;.VIDAL Baig, Joan; GRAS Figueras, JORBA Navarro,Jordi; MARTÍNEZ Guarné, Ernest;. OLIVÉ Tutu, Enric; CABANÍ Tuset, Jaume; GARRETA Tornel, Oriol; GISPERT, Monpart, Antoni; MAS Franch, Manel; PORTABELLA Alcós, Lluís; ROMEU Cardús, Enric;. PIDELASERRA Puig, Félix; CASAÑAS Guri, Joan; PUJADAS Domingo, Ignasi; RIBERA Pinyol, Josep; SANMARTÍ Roset, Joan; PUIG Busquets, Francesc; ESTADELLA Sagrera, Eusebi;. MIRÓ Francesc; ADELL Pere y CAPELL Joan. Procedentes de Gerona fueron los siguientes: LLORET Parets, Agustín; MIRANDA Ruiz, Juan; CONSTANS Pagés, Agustí; JORDÁ Sureda Miquel; ROMANS Collgrós, Josep; RUI Pons Conrad; MASSEGÚ Marti, Miquel; VILA Gusinye, Joan; ALSINA Hurtos, Joan; SARRÁ Pedrosa Ricard; NADAL Salamiá, Tomás; TEIXIDOR Butrina, Jesús; LLEAL Plantes, Joaquim; SITJAS Viñas, Lluís y LLORET Capellá, Joaquim. Provenientes de Terragona, los siguientes sacerdotes: PALAU Arbós, Delfín; TODA Torres, Lluís; BUNDÓ Nin, Antoni y CAMPOY Meca Francesc y, por último, los de Solsona: BAGÁ Ballús, Joan; COSTA Torrabdella, Joan; CONANGLA Morta, Andrés; BERENGUER Rovira, Jaume; ROSELLÓ Bover, José; VILARDAGA Vidal, José María y MONTANER Espar, Joan.

17.  Testimonio oral. Pere Adell, 14 de marzo del 2001

18.  Testimonio oral. Francisco Puig, 22 de marzo del 2001

19.  MAS, Manuel, carta publicada en el boletín nº 54 de Agermanament, mayo de 1970.

20.  COLLIER, Simon y SATER William Historia de Chile 1808-1994 Madrid, Cambridge University Press, 1998. p. 263

21.  Para los chilenos, una de las figuras emblemáticas en este período en la lucha por la dignidad de los pobres fue el sacerdote jesuita Alberto Hurtado C.

22.  Testimonio oral. Joan Casañas, 24 de abril del 2001

23.  Testimonio oral. Manuel Mas, 24 de marzo del 2001.

24.  Testimonio oral. Jordi Rius, 21 de marzo del 2001.

25.  Testimonio oral. Pere Adell, 14 de marzo del 2001

26.  Carta de Ernesto Martínez Guarné publicada en el boletín nº 9 de Agermanament, diciembre de 1963. Martínez estaba en el norte, en Antofagasta.

27.  PUJADAS, Ignasi, carta publicada en el boletín nº 8 de Agermanament, febrero de 1964.

28.  En las elecciones municipales de 1967 el único conglomerado político que aumentó su representación fue el FRAP, Frente de Acción Popular, que agrupaba a los partidos de izquierda. La derecha decidió aunarse en el Partido Nacional, el Partido Radical se recuperó algo y el partido en el gobierno bajó su votación.

29.  Testimonio oral. Joan Casañas , 24 de abril del 2001

30.  Testimonio oral. Jordi Rius, 21 de marzo del 2001

31.  Testimonio oral. Francesc Puig, 22 de marzo del 2001. Si bien no estuvo en el norte, en Valparaíso tuvo a su cargo una cooperativa de ahorro y consumo, la Cooperativa Araya.

32.  ALSINA, Joan. Testimonio escrito citado en PLA Joaquim. Joan Alsina,l'altra versió. Barcelona: Editorial Claret, 1995. p.48

33.  PUIG Francesc. Carta publicada en el boletín 88 de Agermanament, marzo de 1973. En catalán en el original.

34.  PUIG, Francesc. Carta publicada en el boletín 77 de Agermanament, abril de 1972. En catalán en el original

35. PUJADAS Ignasi. Carta publicada en el boletín 74-75 de Agermanament, febrero de 1972. Original en catalán.
 

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