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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol VI, nº 108, 15 de febrero de 2002



LOS COMERCIOS DE INMIGRANTES EXTRANJEROS EN BARCELONA Y LA RECOMPOSICIÓN DEL “INMIGRANTE” COMO CATEGORÍA SOCIAL1

Mikel Aramburu Otazu


Los comercios de inmigrantes extranjeros en Barcelona y la recomposición del "inmigrante" como categoría social (Resumen)

Los comercios de inmigrantes extranjeros y su efecto dinamizador sobre los barrios económicamente más deprimidos del centro de Barcelona generan, grosso modo, una disparidad entre la actitud contraria de los comerciantes autóctonos (y en cierto modo también de la Administración) y la actitud favorable de las clases populares. Para los comerciantes autóctonos los comercios de inmigrantes despiertan el fantasma de la desvalorización debido a su doble significación: "degradante" (como actividad que malogra el entorno) y "étnica" (que evoca "comunidades/barrios inmigrantes" que, a su vez, evocan marginalidad). Por otro lado, los comerciantes convierten a sus colegas extranjeros en chivos expiatorios de la crisis del pequeño comercio tradicional. Por el contrario, las clases populares han visto en gran medida a los comercios de inmigrantes como un elemento revitalizador de barrios deprimidos. Si para las clases populares el inmigrante genérico o arquetípico suele ser un Sujeto social representado (y construido) a través de imágenes de pobreza, marginalidad y delincuencia, la visibilidad pública de estos comercios supone una anomalía para esta imagen preconcebida. No obstante, a pesar de que los comerciantes extranjeros aportan heterogeneidad al "inmigrante" como categoría social, la homogeneidad se recompone a través de una serie de procedimientos discursivos.

Palabras clave: comerciantes, comercio étnico, actitudes hacia los inmigrantes


The foreing immigrants retail trade in Barcelona and the recomposition of "immigrant" as social category (Abstract)

The foreign immigrants retail trade and their dinamizing effect on the most economically slumps of the Barcelona center has generated, grosso modo, a disparity between the opposed attitude of the autochthonous shopkeepers  (and in certain sense, of the Administration, also) and the favorable attitude of the popular classes. For the autochthonous shopkeepers, the inmigrants retail trade arouse the ghost of devaluation because his double significance: "degrading" (as activity that pervert  the environment) and "ethnic" (that evokes immigrant "communities/neighborhoods" that, in turn, they evoke marginality).  On the other hand, the shopkeepers transform their foreign colleagues into scapegoat of the small traditional retail trade crisis. On the contrary, the popular classes have seen in great measure the immigrants retail trade as a revitalizang element of depressed neighborhoods. Usually, the popular classes stand (and built) the generic or archetypic immigrant as social subject through images of poverty, marginality and delinquency; but the public visibility of these shopkeepers supposes an anomaly for this preconceived image. Nevertheless, although the foreign shopkeepers contribute heterogeneity to the "immigrant" as social category, the homogeneity is recomposed through a series of discursive procedures.

Key Words: shopkeepers, ethnic retail trade, attitudes towards immigrants


Los comercios regentados por inmigrantes extracomunitarios han pasado a formar parte del paisaje urbano del distrito de Ciutat Vella, el casco antiguo de Barcelona2. La reciente y pujante apertura de estos comercios se presta a múltiples lecturas e interpretaciones que resultan muy informativas de la recomposición del "inmigrante" como categoría social. Aquí analizaré las lecturas que diferentes sectores sociales hacen de estos comercios. Comenzaré con un examen crítico del modelo de "comercio étnico" (y de su aplicación a los comercios de inmigrantes existentes en Barcelona hasta recientemente) y posteriormente abordaré las reacciones e interpretaciones de los comerciantes autóctonos y de las clases populares del distrito.



¿Comercio étnico?

En una investigación de campo realizada en 1997, Moreras contabiliza 165 establecimientos comerciales regentados por extranjeros extracomunitarios (1999: 224), pero es probable que este número se haya casi triplicado desde entonces.

La reciente apertura de comercios de inmigrantes se produce en un contexto de crisis prolongada del pequeño comercio tradicional de base familiar, especialmente aguda en Ciutat Vella (EARHA, 1991). Las zonas donde más comercios de inmigrantes han abierto presentan un alto grado de coincidencia con las zonas más deprimidas comercialmente en décadas anteriores. Es decir, los comercios de inmigrantes están "revitalizando", para usar un término empleado con profusión en el discurso oficial, la actividad comercial, económica y social en barrios decaídos y degradados.

Figura 1. Actividad comercial de inmigrantes extranjeros en Ciutat Vella.
Fuente: Elaboración propia a partir del Padrón de habitantes de 1996 por secciones censales (Ayuntamiento de Barcelona); Mapa de espacios comerciales y asociativos inmigrantes (Moreras, 1999: 224); Mapa de dinàmica dels establiments de comerç (EARHA, 1990).



Las zonas donde hay más tiendas de inmigrantes coinciden también con las de mayor residencia de inmigrantes. Este hecho parece apoyar una explicación de tipo culturalista, según la cual las tiendas surgen para responder a las necesidades específicas y culturalmente determinantes de los inmigrantes.

Sassen ha señalado que el dinamismo económico de las comunidades inmigrantes segregadas las convierte en un polo de desarrollo económico (generando mercados internos a través de una demanda propia que encuentra su propia oferta) en barrios deprimidos, creando así un proceso revitalizador (neighborhood upgrading) que no siempre es reconocido como tal (1997: 214). Esto nos lleva a tomar en consideración los estudios sobre "enclaves étnicos" que han proliferado recientemente.

Si por enclaves étnicos entendemos comunidades étnicas o de inmigrantes con sus propias necesidades (culturalmente específicas) de bienes y servicios que requieren una oferta especializada (Low 1996, 1998; Sassen, 1997), ¿cómo podemos interpretar las tiendas de inmigrantes en el caso de Barcelona? ¿Se trata de tiendas para inmigrantes? No existen monografías específicas al respecto, pero este tipo de supuesto parece subyacer a algunas interpretaciones académicas locales de los comercios de inmigrantes en Ciutat Vella3.

Sin embargo, si distinguimos los comercios regentados por inmigrantes según el tipo de clientela a la que van dirigidos lo que predomina es la diversidad. Hay un tipo de comercio que, efectivamente, va dirigido a una clientela mayoritariamente inmigrante: una floreciente oferta de bienes y servicios consumidos preferentemente por estos colectivos que ya empiezan a ser numéricamente importantes. Una veintena de carnicerías halal y una cincuentena de negocios de mensajería internacional y locutorios telefónicos son los más representativos; también varias peluquerías y tiendas de alquiler de videos4. Pero hay también una amplia gama de comercios dirigidos a un público más amplio: un centenar largo de colmados (entre los que destacan los regentados por pakistaníes), además de bares y restaurantes, tiendas de prendas textiles, de cuero, zapaterías… Otros negocios importantes son bazares de bisutería y artículos baratos, o tiendas de productos electrónicos (de "import-export") donde se proveen los vendedores ambulantes. Las tiendas de souvenirs de las Ramblas regentadas por inmigrados de la India forman un tipo de establecimiento que, al igual que algunos restaurantes, muestran que la inmigración también intenta sacar provecho del pujante mercado turístico en que se ha convertido el centro de Barcelona.

En resumen, hay un amplio abanico de tipos de tiendas: desde tiendas para turistas hasta tiendas para inmigrantes pasando por comercios generalistas, y si alguno predomina es este último. Además, no es tan sencillo establecer fronteras entre diferentes tipos de comercios según la población a la que vayan destinados. Por ejemplo, una carnicería halal es frecuentada básicamente por musulmanes pero un número creciente de cristianos acude a comprar porque les gusta el sabor de la carne halal. Los y las parroquianas de una peluquería árabe o caribeña son normalmente gente de "su comunidad" pero muchos autóctonos acuden porque son más baratas. Muchos de los productos y servicios que podríamos considerar como "étnicos" o "comunitarios" no lo son tanto porque vayan destinados a una determinada nacionalidad sino que se dirigen a una clientela transversal en lo nacional y religioso. Así, un colmado pakistaní tiene productos tropicales que son consumidos no sólo por pakistaníes sino también por filipinos. Un locutorio dominicano tiene tarifas baratas para una amplia gama de países de América, Asia y África, y así sucesivamente.

Lo que más destaca por tanto es la diversidad de negocios y públicos a los que van destinados, lo que hace difícil encuadrarlos en bloque dentro del modelo de "comercio étnico", si por esto entendemos la provisión comercial de bienes y servicios en el seno de una comunidad étnica, nacional o religiosa. El comportamiento de los inmigrantes en tanto que consumidores requeriría un estudio específico, pero con la información disponible no parece que sigan pautas diferentes a los autóctonos, comprando (comestibles por ejemplo) donde lo hace la mayoría de la gente: en los mercados y supermercados. La provisión de productos de primera necesidad culturalmente específicos la carne halal sería el más destacado¾ debe interpretarse más como una excepción que como una regla de pautas de consumo diferenciadas5.

Todavía podemos barajar otras nociones del "comercio étnico". Por ejemplo, Werbner (1999) denomina así a la mercantilización de elementos de las culturas inmigrantes (artesanía, comida, etc.). Pero según esta acepción muy pocos de los comercios enumerados arriba cabría caracterizar como "étnicos".

Otro tipo de consideración que se maneja en la bibliografía para hablar de comercio étnico se distancia de la noción de comunidad territorializada que crea con su cultura distintiva un mercado propio y se piensa más en términos de la estructura social que sustenta laboral y financieramente el emprendimiento comercial. En esta acepción el enclave étnico deja de definirse por la residencia concentrada de sus miembros y pasa a identificarse por la interdependencia económica que se generan en el seno de comunidades étnicas territorialmente dispersas, en cuyo caso sería más acertado hablar de "economías de enclave" (Werbner, 1987; Gimenez y Malgessini 1997: 112, Rex, 1997). Pero en Barcelona, a diferencia de los enclaves étnicos donde hay grandes empresarios ya constituidos y se generan "cadenas emprendedoras" (Werbner 1987, 1999) con abundantes transacciones entre empresas del mismo grupo étnico y sistemas de crédito paralelo al bancario, la inversión inicial para constituir un colmado, como señala Moreras, "suele surgir de lo acumulado en los trabajos anteriores del propietario" (1999: 223). El bajo precio de los locales en calles desertificadas comercialmente, las reformas mínimas realizadas por ellos mismos con los materiales más baratos, y la mano de obra familiar, permiten a muchos inmigrantes aventurarse en el comercio.

El mantenimiento de un colmado necesita del trabajo familiar o la colaboración de personas de estrecha confianza que normalmente trabajan sin contrato laboral y con pagas más bajas y jornadas más largas que las habituales en el mercado de trabajo local. Pero hasta cierto punto esto también ocurre con el pequeño comercio autóctono de base familiar, y no por ello recibe el calificativo de étnico. Los comercios de inmigrantes en Barcelona están enormemente fragmentados en comercios de base familiar. De esta manera encuentran un modo de integración económica independiente que los salvaguarda de la subordinación y la discriminación propias de la inserción laboral de los inmigrantes en el mercado de trabajo.

El examen de la caracterización "étnica" de los comercios es relevante no tanto como valoración de interpretaciones académicas más o menos acertadas, sino porque la adjetivación "étnica" pone en juego una serie de representaciones recurrentes de los inmigrantes que se repiten en otros ámbitos y que despliegan otros actores sociales por lo cual, más allá del ámbito académico, tienen importantes implicaciones sociopolíticas, como vamos a ver a seguir en el caso de los comerciantes autóctonos.



Comerciantes contra comerciantes

En una reunión de una "Asociación de Vecinos y Comerciantes" una docena de asistentes estudiaban estrategias para reorientar su política asociativa ante su falta de visibilidad pública. Una vía de acción que se proponía en la reunión era reivindicar el pequeño comercio del barrio. Uno de los líderes, él mismo un comerciante, planteó la idea de hacer una campaña en defensa del pequeño comercio del barrio. Para ilustrar la crisis del comercio de proximidad expuso los resultados de un muestreo que había realizado con otro compañero sobre los comercios y pequeños talleres desaparecidos en el transcurso de un par de décadas: en una calle habían desaparecido más de 60 comercios, en otra casi 80. Pero una vez que se expusieron las cifras, entre los asistentes a la reunión fue surgiendo otro método más rápido de ratificar y dimensionar la crisis del pequeño comercio: "en la calle X han abierto dos tiendas de hindúes", "en la calle Y también han abierto una que son moros", "todas las que están abriendo son de gente de fuera", etc, etc. Contabilizar las tiendas abiertas por inmigrantes resultaba una forma más económica de expresar la crisis del pequeño comercio. Paradójicamente, la apertura de pequeños comercios familiares servía para visualizar la crisis del pequeño comercio familiar. Esta dualidad, que aplica una lógica a los comercios de inmigrantes y otra diferente a los comercios autóctonos y que ve en el apogeo de los primeros la decadencia de los últimos, se encuentra generalizada entre los comerciantes del distrito y sus representantes6.

En las entrevistas realizadas con cinco representantes de asociaciones de comerciantes, estos exponían todo un rosario de causas para explicar la crisis del pequeño comercio tradicional: la competencia de grandes y medianas superficies era la principal causa estructural de la crisis7. Pero a escala local también hablaban de la drástica reducción y progresiva pauperización de la población del distrito, la mala imagen del barrio que ahuyentaba a posibles compradores de rentas altas, el sistema impositivo municipal que grava duramente al pequeño comercio en barrios deprimidos, la falta de relevo generacional en los negocios familiares bien porque los hijos aspiran a otro tipo de empleo bien por la carga impositiva que pesa sobre la transmisión del negocio, etc. Pero en las intervenciones públicas de los comerciantes del distrito todos estos factores pierden relevancia hasta su virtual evaporación mientras que las tiendas de inmigrantes, que raramente aparecen en las entrevistas como una "causa" de la crisis del pequeño comercio tradicional, ganan casi todo el protagonismo en detrimento del resto de factores. Esto es algo recurrente en foros públicos, ya sean debates, mesas redondas, reuniones o asambleas donde participan comerciantes autóctonos.

Los comercios de inmigrantes concentran las protestas de sus homólogos autóctonos, quienes ven a los primeros "desplazando" a los comercios tradicionales y haciéndose con su negocio. Esta representación de la actividad comercial inmigrante ocupando la escena comercial es a veces convalidada por titulares de prensa, como "Inmigrantes paquistaníes se hacen con el pequeño comercio tradicional de Ciutat Vella" (El Mundo 18-IX-1996; itálicas mías). Este tipo de representaciones, más que señalar a los comercios de inmigrantes como una "competencia" para los comercios autóctonos, evoca la secuencia chicaguiana de invasión-sucesión-expulsión.

En todo caso la retórica de los comerciantes autóctonos recurre a una argumentación múltiple y desordenada en la que "todo vale" para transmitir la idea de que los comercios de inmigrantes no son buenos para el barrio en general y para los comercios autóctonos en particular. Una síntesis de este tipo de argumentación polivalente nos la proporciona la presidenta del Mercado de la Boqueria en unas declaraciones en un debate sobre Ciutat Vella:

"No tengo nada en contra de los inmigrantes, pero actualmente la gente que viene de fuera destroza nuestro comercio. No se adaptan a nuestras costumbres y crean sus propias tiendas, a las que van a comprar. Por otra parte, con las tiendas de souvenirs y bazares de las Ramblas parece que estoy en la India, en lugar de Barcelona. Y lo más grave es que algunas funcionan sin permiso y con horario libre. Esto es una discriminación para el resto del comercio". (en Eco, 28-VI-1997; itálicas mías).

Vemos cómo se yuxtaponen argumentos variopintos: destrozan "nuestro" comercio porque 1) forman un mundo aparte con sus propias tiendas y descaracterizan la oferta comercial de Barcelona con sus bazares, y 2) son privilegiados por la administración al estar exentos de las obligaciones legales generales, de lo que resulta una discriminación hacia los comerciantes autóctonos. Una perspectiva es de orden cultural o culturalista. Otra es de tipo legal y política. Veremos cómo ambas se cruzan frecuentemente con representaciones de los comercios de inmigrantes como actividades degradadas y degradantes y por tanto dignas de ser frenadas y reducidas.



1. Argumentos culturalistas. Las críticas de los comercios de inmigrantes basadas en argumentos culturales pueden seguir bien una línea que incide en presentarlos como actividades que desdibujan el comercio catalán y forman un mundo aparte con sus tiendas, bien una línea contraria que hace hincapié en la comercialización de artículos que no son propios de sus culturas, argumento que se aplica especialmente a los bazares y a las tiendas de souvenirs para turistas.

En un debate sobre Ciutat Vella organizado en 1997 por un diario local una comerciante se quejaba de los bazares de artículos para la venta ambulante (bisutería, alfombras, aparatos electrónicos…) que proliferaban en su calle: "Están tomando la calle. Yo no digo que no vendan pero al menos que vendan cosas típicas de sus países, que vendan cosas tradicionales, artesanía y cosas así. Eso sería bonito para la calle y le daría calidad. Pero esos bazares que tienen ahora no son buenos ni para la calle ni para el barrio ni para nada". El mismo argumento había utilizado otro comerciante respecto a los bazares con ocasión de una asamblea de vecinos celebrada unos meses antes. La legitimidad de su actividad comercial se hacía depender de que vendieran artesanía y artículos tradiciones de sus países, lo cual proporcionaría la "calidad" suficiente.

Ya se les reproche su hermetismo cultural con su propia gente o se les recrimine salirse del guión comercial que marca la idea preconcebida de "sus culturas", lo cierto es que el resultado es el mismo: hacerles presos de sus supuestas tradiciones y usar un argumento o su contrario para deslegitimarlos.

Las tiendas de souvenirs de hindúes en la Rambla despiertan en especial este extrañamiento culturalista por entender que realizan una actividad que no les corresponde. En un libro sobre las Ramblas, unas periodistas hacen el siguiente comentario irónico:

"Ara, les botigues de souvenirs dels indis formen part del paissatge de la Rambla, amb els seus aparados plens de 'arte oriental', de toros de plàstic, barrets de mexicà i samarretes estampades amb motius de Guadí i Miró". (Soler, Mateu, Alcocer, 1994: 158).

Seguramente, los toros y las camisetas estén hechos por orientales y en ese sentido sean en gran medida "arte oriental", pero esto es lo de menos. Las tiendas de souvenirs de hindús chocan con la idea de que sólo un comerciante de la cultura X puede vender artículos propios de la cultura X y que por tanto sólo él o ella está legitimado/a para sacar provecho económico de sus productos. Sin duda se trata de un argumento selectivo que sirve para criticar a estos comercios pero no a otros -en este sentido los gorros mexicanos que tradicionalmente se venden en las tiendas de souvenirs de Barcelona sería una anomalía desapercibida.

Es decir, por un lado los inmigrantes como son culturalmente diferentes, descaracterizan la identidad cultural de nuestro comercio y, por otro lado, como sólo pueden ser culturalmente diferentes, no es legítimo que vendan productos que no son "propios" de sus culturas

Este tipo de impugnaciones culturalistas de las tiendas de souvenirs tiene su principal exponente en los comerciantes de las Ramblas y en su poderosa asociación Amics de la Rambla, tal como pone de manifiesto el siguiente fragmento de una publicación de los comerciantes del distrito:

"Una excesiva proliferación de un solo tipo de establecimiento que monopolizaría la oferta comercial marginando la variedad y calidad habitual que ha caracterizado siempre al paseo más emblemático de Barcelona. (…) Se constata que hay empresas importantes que renuncian a invertir en la Rambla alegando quedar rodeadas de souvenirs. Es bien cierto que sin la colaboración de estos inversores será difícil transformar el panorama comercial de la Rambla, evitando así una degradación de este sector que ya se hace patente y que contrasta con el gran esfuerzo que están realizando las instituciones a nivel urbanístico, social o de seguridad ciudadana, de cara a una ya evidente recuperación de Ciutat Vella (…) Lo que sí está claro es que la Rambla no puede perder su identidad de oferta comercial de Cataluña" (La Veu de Ciutat Vella, febrero 1995; itálicas mías).

La "concentración exagerada" de souvenirs no sólo atenta contra el comercio emblemático de Barcelona y la identidad de la oferta comercial de Cataluña sino que margina el comercio "de calidad" y supone una "degradación", algo que, como veremos después, suele extrapolarse a las tiendas de inmigrantes en general. De todas maneras, esta amenaza a la identidad de la oferta comercial catalana es compatible con otro discurso sobre la Rambla en el que también invierte la mencionada asociación y en el que se pone énfasis en el cosmopolitismo de esta calle8.

La identidad "cosmopolita" de la Rambla es compatible con la identidad degradante de las tiendas de personas del Tercer Mundo, "tercermundistas", tal como expresa uno de los dueños de uno de los establecimientos más tradicionales de la Rambla:

"Cuando miro el paisaje que tengo delante de la tienda, pienso que es para ponerse una venda en los ojos. No se puede permitir que monopolicen la Rambla unos comercios baratos, los de los indios, que degradan lo que tendría que ser un lugar para que la gente pasee i disfrute. Espero que, antes de llevar bastón, podré ver la Rambla que deseo" (en Soler, Mateu, Alcocer, 1994: 147. Itálicas y traducción mías).

Tal vez como efecto de la imagen cosmopolita asociada con la identidad de la Rambla no se cuestiona tanto la existencia de comercios de souvenirs regentados por indios, sino que los impugnan mediante la exageración -pues se trata de una docena de comercios de este tipo en una gran avenida comercial-- subrayando su "concentración", su "monopolio" del espacio y su efecto de "desplazamiento" de otros negocios.

No estamos meramente ante discursos y representaciones, porque cuando estos proceden de grupos poderosos tienen efecto sobre políticas públicas, que en este caso se han traducido en normativas restrictivas de los bazares y las tiendas de souvenirs9.

Ya se apele a la identidad amenazada por la diversidad, ya a la diversidad amenazada por la concentración, el resultado se plasma en una misma política restrictiva. El hecho de que con el mismo objetivo (desprestigiar la actividad comercial de los inmigrantes) se utilice un argumento y su contrario nos indica hasta qué punto la "cultura" ha sido incorporada como un maleable argumento de exclusión.



2- Privilegios administrativos. Abrir sin permiso de apertura, no respetar horarios, disfrutar de "vacaciones fiscales", vender toda clase de productos sin tener permiso para ello, etc.; forman toda una serie de ilícitos que la Administración "tolera" a los comercios inmigrantes mientras "reprime" duramente a los comerciantes autóctonos. Son imputaciones que más o menos indistinta e indiscriminadamente circulan con fluidez entre los comerciantes.

Los comerciantes constituyen una fuerza de presión importante en el distrito. No sólo por su importancia fiscal y económica sino también por su implantación social (vertebrados en un denso tejido asociativo) y cultural (promoviendo tradiciones populares). Además, algunas de las principales asociaciones de comerciantes son accionistas de Procivesa (la empresa semipública que gestiona las reformas urbanísticas). Su presión e influencia sobre la política municipal en el distrito se deja notar en las sesiones plenarias del Consell de Seguretat i Prevenció.

El Consell de Seguretat i Prevenció de Ciutat Vella es un consejo consultivo donde participa la administración municipal, los cuerpos de policía y entidades vecinales del distrito, y en el que se informa y discuten cuestiones de seguridad ciudadana. En el Consell los participantes denuncian y la administración informa de inspecciones y cierres de locales marginales y generadores de inseguridad, real o imaginada. Los comercios de inmigrantes han llegado a ocupar progresivamente el lugar de las pensiones de mala muerte, de los meublés y de los bares de mala reputación como nuevas expresiones de marginalidad. Así, el presidente de una asociación de vecinos señala en una sesión del Consell que la "marginalidad está creciendo en el Raval debido, por ejemplo, a la apertura de locutorios". Un representante de una asociación de comerciantes manifiesta en la misma sesión que "Ciutat Vella se está convirtiendo en un ghetto debido a los locutorios ilegales"10.

En estas sesiones los comerciantes autóctonos presionan al Distrito para impedir que se abran comercios de inmigrantes y se sancionen a los ya existentes. Los responsables municipales admiten que no existe discrecionalidad a la hora de conceder licencias o sancionar establecimientos puesto que se trata de procedimientos reglados, por lo cual, concluyen, "estamos obligados a concederlas [las licencias de apertura] si cumplen la normativa". En una sesión el regidor cierra la discusión emplazando a una solución a medio plazo para erosionar la "actividad marginal" que representan los comercios de inmigrantes.

"La concentración de establecimientos en algunas zonas se debe al bajo precio. En este sentido se están haciendo esfuerzos para reformar i mejorar el distrito i conseguir que supere las dificultades económicas que permiten la acumulación de actividades de tipo marginal".

Los comercios de inmigrantes (locutorios, empresas de mensajería, colmados...) en vez de verse como un revulsivo revitalizador de barrios económicamente degradados y deprimidos son equiparados a actividades marginales que hay que controlar y frenar. La reactivación económica de Ciutat Vella no cuenta con los comercios inmigrantes y, al contrario, se espera que ella sea la solución que, a través de la subida del precio de suelo, desplace a estas actividades marginales y no deseadas. Entretanto, los reglamentos vigentes marcan el límite de lo que se puede hacer, esmerando eso sí la vigilancia y control a que son sometidos estos comercios. Esta visión que equipara los comercios de inmigrantes a actividades marginales o de "baja calidad" no es, sin embargo, algo exclusivo de Ciutat Vella ya que también encuentra eco en otros distritos11.

Las críticas y presiones de los comercios autóctonos contra sus homólogos extranjeros se formulan no tanto como medidas tendentes a acabar con una especie de competencia desleal, sino que más bien parecen animadas por una motivación justiciera. Objetivamente, la crisis del pequeño comercio tradicional se resiente de unos males que no guardan relación alguna con la apertura de comercios inmigrantes12. Lo que está en juego aquí más que una cuestión de competencia desleal es que los comercios de inmigrantes no se ven simplemente como unos comercios más sino como comercios de baja calidad, comercios simples y humildes que no incorporan el diseño a su estética ni tienen el aspecto lujoso que se busca para la "recuperación" del centro histórico. Además, los comercios inmigrantes, dada su asociación con "comercios étnicos", evocan "comunidades inmigrantes", y el inmigrante arquetípico se asocia a pobreza y marginalidad, justo aquellos rasgos que intentan conjurar las políticas de recuperación urbanística del centro de Barcelona. En este sentido los comerciantes autóctonos sólo pueden esperar la desvalorización de sus negocios y locales si el distrito adquiere la identidad de "barrio de inmigrantes", del que los "comercios de/para inmigrantes" son una de sus señales exteriores.

Desde una perspectiva neoliberal, sin embargo, los comercios de inmigrantes pueden ser un modelo de laboriosidad y adaptación a las necesidades flexibles de la clientela, una oferta competitiva en términos de horarios y costes laborales. Esta es la postura que, por ejemplo, mantiene un editorial del diario conservador-liberal La Vanguardia:

"Los paquistaníes que de un tiempo a esta parte van abriendo sus negocios en Barcelona han introducido una nueva manera de entender la actividad comercial. Una manera que choca con las reglas y los hábitos de aquí, pero que contiene valores que no pueden soslayarse (…) Los empleados trabajan de 14 a 15 horas diarias, domingos incluidos. Uno de sus éxitos ha sido, precisamente, que los comercios paquistaníes aplican horarios flexibles. Los ciudadanos agradecen esta disponibilidad y el resultado evidente es que la actividad comercial de los paquistaníes ha sido bien acogida en los barrios donde se han establecido (….) Compiten en costes laborales y en horarios, dos factores esenciales para el progreso de esta actividad de servicio que es el comercio. No se trata de que todos los comerciantes deban seguir la fórmula paquistaní, pero lo cierto es que son un ejemplo de que la libertad comercial es positiva para los que se dedican a este negocio y, sobre todo, para los consumidores" (14-X-1996)

Desde esta perspectiva, los comercios de inmigrantes aparecen como ejemplos de flexibilidad, es decir, de "modernidad". En un debate sobre el comercio en el Raval13, el moderador señaló que la existencia de comercios de inmigrantes era un síntoma de europeización: "Ahora comenzamos a ser europeos, digamos. Tenemos que tener extranjeros por arriba que vengan y paguen y extranjeros por abajo que hagan el trabajo que la gente de Barcelona no quiere que sus hijos hagan. Y eso ha pasado en toda Europa". En este sentido, la oferta comercial inmigrante se adapta a las necesidades flexibles del consumidor, y "la flexibilización es inevitable". Al calor de esta discusión, una intervención del público interpeló con prepotencia a uno de los ponentes, un comerciante refractario a los comercios de inmigrantes: "se están fragmentando las horas en que la gente puede ir a comprar. Yo pienso que los comerciantes tendrían que ser sensibles a la oportunidad que gente de nivel cultural y conocimiento internacional os están dando lecciones y no os estáis dando cuenta". Los comercios de inmigrantes constituyen un elemento urbano especialmente valorado por los nuevos vecinos de clases medias, partícipes de la gentrification porque ven en ellos algo que asemeja Barcelona a Londres o París. Los pequeños comercios son vistos así como un una especie de índice de "europeización".

Aquí, creo, tenemos otra clave de interpretación de las posiciones de los pequeños comerciantes autóctonos que veíamos anteriormente. No se trata tanto de que los comercios de inmigrantes les hagan una competencia desleal como de que vean en ellos un síntoma de desregulación, fexibilidad y libertad de horarios, etc, eslóganes esgrimidos por las grandes superficies y, en general, por el neoliberalismo económico y que han significado en los países del norte de Europa una auténtica devacle del pequeño comercio tradicional de base familiar. En este sentido, si los comercios de inmigrantes son vistos como exponentes de flexibilidad y desregulación elementos asociados a lo "moderno"¾ la retórica contra ellos sería anti-moderna y antiliberal. Si los comerciantes no formulan un discurso explicitamente en estos términos, éstos sí pueden informar sobre sus acciones y representaciones.



Las clases populares ante los comercios de inmigrantes

La gent del barri suele manifestar opiniones sobre la actividad comercial de los inmigrantes contrarias a las que elaboran los grupos con poder en el distrito. En muchos sentidos sus opiniones contrastan además con las representaciones denigrantes de los inmigrantes que dominan en otros registros del discurso popular.

Mari, una madre soltera en paro, es una de las personas entrevistadas que expresa más hostilidad hacia los inmigrantes extranjeros ("la verdad es que yo los colgaba a todos de un árbol y los dejaba colgaos" es una de sus frases contundentes). Por eso me sorprendió cuando reveló que compraba la carne en una carnicería halal:

"Sí, son más baratas que en otros sitios. Y son gente que les gusta matar ellos su propia carne. Yo por eso voy allí. Porque ahí la carne de ellos no te saca agua. Y la tienen más barata. Y otra cosa: fían mucho a la gente también".

Uno de los aspectos que más valora la gent del barri en los nuevos comercios de inmigrantes es la animación y revitalización de la calle que implican tales actividades; lejos de percibirse como una actividad degradante o inadecuada, "dan vida" a la calle, como expresan los siguientes testimonios.

"Ahí sí que les dan vida pa que pongan eso, eses negocios. Tienen vida, esta gente tiene vida, porque les dan negocio rápidamente, no se como lo hacen pero…Y le dan vida a la calle también….".

"Comercios del barrio que se están yendo, muchísimos comercios. Van viniendo otra gente: árabes, negros, mulatos, de todo. Y esa gente es la que tienen las tiendas abiertas, porque los españoles las tienen todas cerradas. Y son los que están dando vida, también al barrio, porque si abre este una tienda, abre el otro negro otra tienda, abre el otro... (...) Los que lo han levantado son todos estos, ellos. Porque si no fuera por esa gente estaría todo cerrado, porque un español tienen dinero para tener un comercio y prefieren tenerlo en el banco antes de alquilar una tienda".

"Va muy bien poder encontrar a las 9 o las 10 de la noche un colmado abierto; o un domingo que te has olvidado alguna cosa i que sepas que aquellos tienen abierto… Se han recuperado les tiendas del barrio que se habían perdido. Sí, eso de que un día te dejas la sal o la leche o el pan, ¿no? este tipo de tiendas así se han recuperado".

El aprecio popular por los comercios de inmigrantes les reconoce un papel dinamizador y revitalizador de los barrios, lo que contrasta con las interpretaciones elaboradas por los comerciantes o desde entes de coordinación y gestión urbanística14 .

Pero las opiniones populares sobre las tiendas de inmigrantes resultan interesantes sobretodo porque afectan a las propias representaciones del "inmigrante" como categoría social. Las tiendas exteriorizan una actividad que socava la asociación del inmigrante a la pobreza y sobretodo a la delincuencia. Si en el discurso popular el "inmigrante" suele ser representado como una figura caracterizada de modo uniforme como desempleado e inempleable, marginal y delincuente, la visibilidad y pujanza del comercio inmigrante representa una, podríamos decir, "anomalía cognitiva" para dichas representaciones del inmigrante arquetípico.

Esta anomalía genera un problema "hermenéutico", problema que da origen a varias soluciones interpretativas. Una de ellas supone simplemente reconocer que las realidades de la inmigración se caracterizan por la variedad de situaciones y condiciones sociales, introduciendo por tanto heterogeneidad en lo que suele ser representado como una categoría social homogénea. Pero hay otras soluciones interpretativas que intentan reconciliar la concepción genérica e indiferenciada del inmigrante como categoría social con la "anomalía" que representan los comercios inmigrantes.

Una de estas "soluciones" consiste en establecer una línea de continuidad entre diferentes realidades de la inmigración. En este sentido, poner en relación las tiendas de inmigrantes con la delincuencia suele ser lo más habitual.

"En la calle Conde del Asalto hay tres tiendas que han abierto moros también. Pasamos el otro día y estaban abiertas 'Mira, también hay moros [en realidad pakistanís] aquí'. Ahora, yo hasta prefiero verlos así que verlos que vayan robando. Es como cuando vas al mercado y hay señoras que están vendiendo. Son gitanas. Pues chica, yo prefiero…. Son personas humanas. Déjalas vender porque mientras están vendiendo no te quitan el monedero. Pero va la policía y les quita el material y no les deja vender. Yo un día le dije a un policía: 'déjalas ¿Qué daño te hacen? ¿No ve que si no nos va a quitar el monedero, que se están ganando la vida?".

"Está todo lleno de negocios de hindús [pakistanís]. Bueno, yo digo que al menos así no están haciendo otra cosa. Es mejor que abran comercios que no que roben bolsos".

Estas alusiones aprobadoras a los tenderos inmigrantes aparecen subordinadas a las representaciones dominantes del inmigrante genérico como un sujeto excluido que se dedica a robar porque no tiene trabajo, representaciones que sólo aparecen insinuadas en los fragmentos reproducidos arriba y que en otro lugar he mostrado y analizado con más extensión (Aramburu 1999). Si los comerciantes inmigrantes son el contramodelo del inmigrante delincuente, no deja de haber una línea de continuidad de manera que "ellos" (los inmigrantes) se encuentran ante la disyuntiva de robar o trabajar ostensiblemente. El comercio es la actividad económica excepcional de una categoría social que por regla general parece abocada a delinquir. Dicho de otra manera, para no ser considerado delincuente el "inmigrante" tiene que demostrar y (exteriorizar) que trabaja catorce horas al día. A pesar de la heterogeneidad que introducen las tiendas de inmigrantes, aquí el "inmigrante" todavía es un sujeto compacto cuya única disyuntiva es robar o trabajar dura y visiblemente.

Otra "solución hermenéutica" relacionada con la anterior consiste en la etnificación o nacionalización de la inmigración.

"[Los pakistanís] esos son mejor gente, son más tranquilos, más amables; esos no roban a la gente. Yo los conozco por las carnicerías de por allí. A parte que ellos no quieren ni mezclarse con los moros para no tener ellos mala fama. Eso me han dicho a mí, eh?".

Con frecuencia el "inmigrante" pasa de ser socialmente construido como un Sujeto genérico a ser paulatinamente fragmentado en categorías nacionales con diferentes atributos sociomorales. Así, como muchas tiendas de alimentación son regentadas por pakistaníes, "los pakistaníes" suelen ser identificados como "comerciantes" y, por tanto, como económicamente holgados o como concienzudos trabajadores mientras que, por ejemplo, "los moros" continúan asociados a la pobreza, la marginalidad y la delincuencia. Esto nos muestra la primacía del lenguaje étnico sobre el lenguaje social, la tendencia a interpretar las realidades de la inmigración en términos de características culturales nacionales idiosincrásicas en detrimento del reconocimiento de sus diversas condiciones, situaciones y estrategias sociolaborales. La etnificación de la migración restituye la homogeneidad, en categorías menores pero igualmente compactas, a las representaciones del "inmigrante".

Por último, una tercera solución consiste en una reinterpretación excluyente. Las tiendas inmigrantes son utilizadas en ciertos contextos no para introducir heterogeneidad y erosionar las representaciones del inmigrante genérico, sino para reconvertirlo en un Sujeto económicamente holgado. Esta reconversión ocurre especialmente con el objeto de cuestionar el acceso de los inmigrantes a ayudas sociales, dando a entender que, como "ellos" tienen tiendas, no es justo que "ellos" sean beneficiarios de ayudas sociales. La prosperidad de unos puede servir para cuestionar la situación de necesidad de otros. De repente el "inmigrante", como figura social, se puede convertir en un "tendero". Como ya hemos visto, esto ya ocurre con los pakistaníes, pero, según la conveniencia, esta condición de holgura económica puede proyectarse sobre "todos los inmigrantes", como indican ciertas muestras de incredulidad que algunos entrevistados manifiestan sobre la condición trabajadora de los inmigrantes: "no sé si vienen a trabajar porque el otro día hablaban de una que había venido aquí y había puesto una tienda de juguetes. O sea que no sé si han venido de su tierra a trabajar o si ya han venido trabajaos"; "Aquí en la calle de los que hay extranjeros, todos se han montando un pequeño negocio, una tienda, todos tienen algo". Las tiendas de inmigrantes indican la situación "acomodada" de sus dueños. Proyectar esta condición sobre "todos los inmigrantes" hasta convertirla en un nuevo atributo del inmigrante genérico convierte también en fraudulento el acceso de algunos inmigrantes necesitados a becas escolares o ayudas sociales, como muestra la respuesta automática de Carme, una madre soltera de clase trabajadora precaria, cuando le pido su opinión sobre la inmigración en el barrio:

"¿Los inmigrantes? Todos tienen tiendas. Todos tienen becas".

En cualquier caso, estas diversas interpretaciones muestran cómo a pesar de la heterogeneidad de situaciones y condiciones sociales el inmigrante persiste como un sujeto compacto en el imaginario social.



Notas

1. El texto que aquí se presenta es una adaptación abreviada del capítulo diez de la tesis doctoral "Bajo el signo del gueto. Imágenes del 'inmigrante' en Ciutat Vella" (Universitat Autònoma de Barcelona 2000). La investigación de campo fue llevada a cabo entre 1996 y 1998 gracias al apoyo financiero de la Fundació Jaume Bofill.

2. Ciutat Vella es un distrito popular y urbanísticamente degradado que contaba en 1996 con 83.000 residentes (5% de la población de Barcelona) y que albergaba al 74% de pakistaníes, al 61% de filipinos, al 52% de marroquíes y al 30% de dominicanos de la ciudad. Los extranjeros extracomunitarios, la mayoría de los cuales ha llegado en los años 90, representan el 7,5% de la población del distrito (1,9% en Barcelona). El distrito experimenta desde finales de los 80 un importante plan de reforma urbanística cuyas piezas esenciales son la renovación urbana en áreas centrales, la promoción de la rehabilitación, la renovación de las infraestructuras así como la atracción de inversión privada y residentes de rentas altas.

3. Es lo que sostiene Moreras al referirse a las tiendas de inmigrantes como "comercios étnicos" (1999: 223) y que maneja el geógrafo urbano Carles Carreres al explicar las transformaciones comerciales en Ciutat Vella. Este autor identifica dos nuevos actores comerciales: por un lado un nuevo tipo de comercio destinado a una población de renta alta (librerías, boutiques, galerías de arte) ligado al proceso de gentrification, y por otro, el de las tiendas de inmigrantes que siguen un proceso natural, "definido por la Escuela de Chicago como de invasión-sucesión. Los nuevos inmigrantes son de culturas diversas y por tanto tienen requerimientos de primera necesidad diferentes (Conferencia en la exposición "Escenes del Raval". Centre de Cultura Contemporánea de Barcelona, marzo de 1998).

4. Estas estimaciones están referidas a 1999, año de finalización del trabajo de campo

5. Otra cuestión es la relación de confianza (concesión de crédito, por ejemplo) que pueden establecer los comerciantes con su clientela y que podría verse favorecida por la pertenencia de ambos a un mismo "grupo étnico". No obstante, y en lo relativo a los colmados, que es el tipo de comercio donde he realizado una observación más extensa, no parece que dicha pertenencia étnica sea el elemento más relevante en la generación de relaciones de confianza ("págamelo otro día", pequeños obsequios para agradar al cliente, etc.) y sí el conocimiento del consumidor o la voluntad de atraer clientes de rentas altas. Además, la pertenencia étnica suele verse enturbiada por afinidades diferenciadas con facciones políticas o religiosas enfrentadas o por la simple animadversión personal.

6. En un debate sobre las reformas urbanísticas en Ciutat Vella organizado en 1997, el presidente de una asociación de vecinos se lamentaba de las tiendas que cerraban los catalanes y abrían los inmigrantes. "Ya ha venido la inversión privada", comentaba irónico, "pero no era esta la inversión que esperábamos".

7. En 1998 cerraron en España 8.400 pequeñas tiendas de alimentación y droguería. Los 1.400 establecimientos más grandes (2%) conseguían casi la mitad (el 47%) de todas las ventas de alimentación (El País, 27-V-1999).

8. "¿Cuál es el ingrediente esencial de la Rambla?", le preguntaba un periodista al presidente de Amics de la Rambla:

"Más que el tipismo o el aire mediterráneo, el carácter cosmopolita, no le diría barcelonés, sino internacional. No, no es el Oxford Street de Barcelona, como usted dice: Oxford Street es muy británico, la Rambla es más, mucho más internacional (...) la Rambla recibió muchas heridas y debemos conseguir que sea de todos: sus características hacen que sea un paseo total'" (Som-hi Raval, nº 8, 1993).

En un registro la Rambla se caracteriza por su cosmopolismo más allá de cualquier tradición nacional. En otro registro las tiendas de souvenirs de la Rambla amenazan la identidad catalana de su oferta comercial tradicional.

9. En 1995 el Ayuntamiento de Barcelona decretó una suspensión en la concesión de licencias de obras y apertura para bazares y establecimientos para turistas en la Rambla y en otros ejes turísticos, y en 1996 aprobó una nueva ordenanza restringiendo las condiciones de apertura en toda Ciutat Vella de establecimientos comerciales ligados a la "actividad turística", para, según el regidor del distrito, "proteger la diversidad comercial del centro histórico" (El País, 8-III-1996), enmascarando así la especial afectación de la medida sobre los comercios de inmigrantes: la distancia mínima entre bazares y tiendas de souvenirs pasaba a ser de 80 metros, mientras que la distancia bajaba a 40 metros para los fast-food y los establecimientos de cambio de moneda.

10. Acta de la Sesión Plenaria del Consell de Seguretat i Prevenció 13-I-1998.

11. Así El Periódico informaba en el titular de la portada que "El Ayuntamiento ordena cerrar diez tiendas chinas" (2-XI-1999). La regidora del distrito del Eixample informaba que la operación afectaba a "las tiendas de baja calidad" y que las inspecciones perseguían restaurar "la legalidad i calidad" de los comercios. La medida, señalaba el diario, obedecía a las presiones de los comerciantes que manifestaban que "la zona se ha degradado". Un comerciante se quejaba de los comerciantes chinos en los siguientes términos: "descargan en la calle, amontonan el género en las tiendas, sacan sillas a la vía pública para hacer tertulias y decoran sus tiendas con la parafernalia de su país. Todavía no han adoptado las costumbres locales". Y concluían: "El colectivo sólo pretende que les normas sean las mismas para todos". El periodista informaba que, por su parte, el gobierno catalán estudiaba "promover unos mínimos de presentación estética de los comercios que evite una imagen degradada". Privilegio administrativo, alteridad cultural irreductible, degradación; forman una trilogía que se combina con un efecto convergente.

12. En un cuadro general de crisis del pequeño comercio debido a la competencia de las medianas y grandes superficies no parece que la competencia que ejerzan los comercios de inmigrantes sea la clave interpretativa. Además, observando los comercios más característicos de los inmigrantes no parece que les hagan competencia a los que ya existen. Un locutorio o una tienda de import-export no hace la competencia. Por su parte, los colmados de inmigrantes han sustituido a los colmados autóctonos que cerraron por la competencia de los supermercados; si acaso es a éstos a los que hacen la competencia, desleal o no.

13. En la Exposición "Escenes del Raval", Centre de Cultura de Barcelona, 1998.

14. Sin embargo, desde el punto de vista popular no todo son elogios para los comercios inmigrantes, pues hay gente que los ve como un asunto "de ellos y para ellos". Ya sea por éste u otros motivos algunos informantes manifiestan no acudir a comprar a las tiendas de inmigrantes. No obstante, "acudir" a comprar y "valorar" son cosas diferentes. Es decir, una persona puede ir poco o casi nunca a comprar a tiendas de inmigrantes y sin embargo tener una valoración positiva de ellas por lo que suponen de "animación" de la calle o porque son comercios de proximidad que aunque sean poco frecuentados son un recurso útil. Los colmados no suelen ser lugar de compra habitual -los supers son más baratos. De manera inversa, acudir a comprar a las tiendas con cierta frecuencia no implica tener necesariamente una buena opinión de ellas o de sus dueños. En este sentido, en la interacción cotidiana entre comerciantes y consumidores autóctonos a veces se presencian ciertos tics prepotentes por parte de algunos de estos últimos. No son ciertamente infrecuentes los desencuentros en torno a los precios y al cambio donde el cliente, antes mismo de comprobarlo, supone que está siendo timado, manifestaciones de desconfianza que los tenderos suelen asumir con oficio y diplomacia, teniendo a veces que tragarse las exhibiciones de superioridad de los clientes.



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© Copyright Mikel Aramburu Otazu, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002


Ficha bibliográfica:
ARAMBURU OTAZU, M.. Los comercios de inmigrantes extranjeros en Barcelona y la recomposición del "inmigrante" como categoría social
. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, núm. 108, 15 de febrero de 2002. www.ub.es/geocrit/sn/sn-108.htm [ ISSN: 1138-9788]


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