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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(020), 1 de agosto de 2003

ECLECTICISMO Y MODERNISMO EN LAS VIVIENDAS DE UN BARRIO OBRERO: EL BARRIO DE SAN ANDRÉS DE VALLADOLID

Francisco Javier Domínguez Burrieza
Dpto. Historia del Arte.Universidad de Valladolid


Eclecticismo y Modernismo en las viviendas de un barrio obrero: El barrio de San Andrés de Valladolid (Resumen)

La presencia de las tendencias eclécticas y modernistas en arquitectura, alentadas por la burguesía durante la segunda mitad del siglo XIX hasta bien entrados los años veinte del siglo pasado, casi siempre han sido analizadas en la localización urbanística del centro de una ciudad. Sin embargo, no sólo aquí encontramos modelos relevantes y dignos de ser estudiados, sino que en la periferia, en determinados barrios, como es el caso del barrio obrero de San Andrés de Valladolid, también existen edificaciones tan notables como las que pudiéramos encontrar en el centro de la ciudad. Viviendas hasta ahora inéditas que fueron levantadas por los mismos arquitectos y maestros de obras que realizaron la configuración arquitectónica de Valladolid en aquellos años. De éstas, una buena parte todavía hoy permanecen en pie y otras tantas únicamente podemos estudiarlas a través de los planos conservados en el Archivo Municipal de Valladolid.

Palabras clave: Eclecticismo, Modernismo, vivienda obrera.

Eclecticism and Modernism in the dwellings of a working-class district: San Andres district in Valladolid (Abstract)

Eclectic and modernist trends in architecture, encouraged by the bourgeoisie in the second half of 19th century until the late 1920s, have always been analysed in the city-centre urban development. Nevertheless, it is not only in the city centre where relevant models worthy of studying can be found, but also in the periphery, mainly in some districts. This is the case of San Andres district in Valladolid, where we can discover outstanding buildings similar to those in the city centre. Dwellings hitherto unknown were built by the same architects an master builders who designed the lie of the land in Valladolid those days. Some of these buildings still stand and some others can be analysed with the help of the plans and maps preserved at the Local Archive in Valladolid.

Key words: Eclecticism, Modernism, working-class dwellings.

A partir de 1860, con la llegada a Valladolid del primer tren, la ciudad experimentará una de las transformaciones económicas, sociales y urbanas más espectaculares, hasta ese momento, de toda su historia. El ferrocarril será la causa principal del enorme florecimiento comercial y la implantación de una nueva generación de industrias que perdurarán durante muchísimos años, convirtiéndose en elementos fundamentales para el desarrollo económico vallisoletano.

El barrio de San Andrés, localizado en la zona sur de la ciudad histórica, estuvo ligado, desde un principio, a la gran empresa ferroviaria. Su origen se remonta a los primeros años del siglo XIV. Sin embargo, como acabamos de señalar, en la segunda mitad del XIX San Andrés "cambiaría de carácter de barrio artesano tradicional, para ser un barrio de obreros y ferroviarios"[1].  Será en este tiempo y a consecuencia del crecimiento demográfico cuando se produzca, según Eloísa Fernández de Diego, la "segunda expansión de San Andrés". Ésta concluiría  en torno a 1910[2].  Tal desarrollo urbanístico estaría claramente ligado a la existencia en el barrio de una serie de talleres y fábricas que atrajeron en masa a no pocos inmigrantes. A los talleres del ferrocarril y los de fundición de Miguel de Prado (las empresas más importantes vinculadas al barrio) habría que unir un gran número de fábricas de diversa índole, ya fuesen de cerámica, hilados, fideos, etc., que daban trabajo a la tradicional y a la nueva población. Por lo tanto, el suelo urbano de San Andrés se habría multiplicado por tres. Sin embargo, la parte que más nos interesa es la de esa segunda expansión, la que configuraría la parte nueva del barrio, cuyo límite por el este sería la calle Labradores, por el sur la de la Estación, por el norte la de Tudela y por el oeste la Plaza Circular y la calle de San Isidro.

En un principio no sería lógico imaginar la adaptación en esta nueva parte del barrio de los diferentes estilos arquitectónicos que, por influencia de la burguesía vallisoletana, se desarrollaban en las viviendas del centro de la ciudad. El sentir ecléctico y modernista también hizo mella, aunque en menor medida, en diversos ejemplos de la arquitectura doméstica dentro de los límites de la segunda expansión de San Andrés. Así, no pocas fachadas muestran diferentes motivos relacionados con aquellos estilos que legitimaban, en apariencia y con diferentes matices en sus significados, el poder de la burguesía[3]. En nuestro caso, no existirán únicamente ejemplos basados en una repetición formalista por imitación sino que también se fundamentarán en una segregación social acorde con el pensamiento que anteriormente hemos señalado. San Andrés, aun configurándose en el tiempo como un barrio mayoritariamente obrero, en el que se observa una clara homogeneidad, conservaría la segregación social que durante tantos siglos lo había caracterizado. Ésta se aprecia claramente entre los vecinos de la zona sur, mayoritariamente jornaleros relacionados con el ferrocarril (sus calles se sitúan al borde de éste) y los de la zona norte, también vinculados con dicha empresa, pero en la que además se conservaron, como forma de vida, aquellos oficios tradicionales relacionados, entre otros sectores, con la actividad textil. En este último sentido, industriales y comerciantes serán los que posean las viviendas más lujosas de las calles norteñas de San Andrés, como es el caso de la calle Tudela.

La mayor parte de las edificaciones levantadas en esta zona sur aproximadamente entre 1880 y 1920 mantendrían unas características similares. Éstas, según María Soledad Camino Olea, estarían constituidas por dos o tres plantas sin semisótano, aunque en ocasiones también se proyecta algún nivel más. En cuanto a las fachadas, lo más interesante para nosotros puesto que en ellas es donde los elementos ornamentales toman un fundamental protagonismo, se realizarían "con un único material, el ladrillo, preferentemente prensado y de color rojo vivo, que se dejaba al descubierto"[4]. En este caso, la decoración corría a cargo de la diferente disposición y manipulación del ladrillo en fachada[5]. En pocas ocasiones ocultarían dicho material con un revoco, ya que éste ofrecía una escasa durabilidad, resultando muy poco rentable para el negocio del alquiler (debemos de tener en cuenta que los inquilinos casi siempre eran familias con exiguos recursos económicos). Pese a todo, ya hemos señalado que no sería únicamente esta clase de viviendas las que se construyesen en la zona sur, e incluso también, en la zona norte de la parte nueva del barrio. Tampoco debemos de olvidar que los diferentes estilos arquitectónicos igualmente podían plasmarse a través del ladrillo, realizándose programas ornamentales claramente vinculados, de una u otra manera, a diseños eclécticos y modernistas[6].

La tipología que más abunda es la casa de vecinos, convirtiendo la expansión de San Andrés en un desarrollo en altura. En ésta, las diferencias más sobresalientes, al menos en nuestro ámbito de estudio, estarían relacionadas con la estética de las fachadas, existiendo algunas diferencias entre el sector sur y norte del barrio. Mientras el primero se caracteriza por la elevación de una serie de construcciones que servían de alojamiento al gran número de jornaleros que allí residían, el último, concentrándonos principalmente en la calle Tudela (la más norteña de San Andrés), se identificaría algo más con particularidades del centro de la ciudad. En ella convivirían estudiantes, jornaleros, catedráticos, industriales, comerciantes y maestros de obras, entre otros. Así, no sólo dentro del mismo barrio, sino que también en una misma calle, presenciaríamos una discriminación en el tipo de construcciones ligada a las diferencias socio-profesionales de sus vecinos. La ubicación de los talleres de Miguel de Prado dividiría, físicamente, San Andrés de norte a sur. De esta manera, algunas de las características arquitectónico-urbanísticas de estos dos sectores conseguirían ser bastante diferentes entre sí debido a la clase de población que en ellos existiría.
 

Eclecticismo

Durante los años noventa del siglo XIX se edifican una serie de viviendas de considerable relevancia arquitectónica e inmersas en los postulados eclécticos de aquellos momentos en la ciudad. Es cierto que la mayor notabilidad de proyectos la encontramos en la calle Tudela, límite norte de San Andrés y cuyas características difieren ligeramente de la parte sur del barrio, como ya hemos señalado. El 30 de diciembre de 1889, una de las personas más poderosas de Valladolid, don Miguel de Prado, solicita licencia de obras para construir de nueva planta una casa en la calle Tudela que le serviría de domicilio[7].  Así le sería más fácil controlar sus talleres de fundición que llevaban su nombre y que estaban ubicados en el barrio de San Andrés. El sencillo proyecto, llevado a cabo por el maestro de obras Julián Palacios, especifica que la vivienda constaría de dos portales de entrada, dos pisos y desván. La fachada, realizada en ladrillo prensado, se revocaría ofreciendo un programa ornamental basado en impostas, jambas y cornisas fabricadas en yeso. Sin embargo, los planos no detallan la presencia de estos elementos decorativos, por lo que no nos aventuramos a afirmar que las consideraciones eclécticas determinasen la apariencia de dicha fachada.

Unos años más tarde, en 1894, Miguel de Prado solicita permiso para cerrar el solar correspondiente al número 2 de la calle Tudela, en donde recientemente se habría desmontado una casa[8]. En la solicitud se explica cómo en un futuro debía de construirse una vivienda bajo la dirección de Palacios. Al año siguiente, en 1895, se proyecta definitivamente dicha obra, pero no por Palacios sino por el maestro de obras Alejandro Gallego Melero[9]. Nuevamente, la solicitud de licencia vuelve a ofrecernos una serie de datos bastante curiosos. La edificación, llevada a cabo por Alejandro Gallego, se realizaría sobre la planta baja que ya fuera levantada en 1894. En este caso, es posible que Palacios fuese quien, con anterioridad, hubiese construido dicho nivel. No hemos podido localizar su expediente de obras, sin embargo, tampoco sería descabellado pensar que la cerca de cerramiento, que en ese año se proyectara, sirviese posteriormente como planta baja a la nueva construcción. Tal vez a Miguel de Prado no le convencieron suficientemente los planos que Palacios le presentara, decantándose por el sencillo diseño ecléctico de Alejandro Gallego. En un principio pudiera parecer extraño que se llevase a cabo un proyecto que no estaría muy relacionado con el resto del caserío de San Andrés. En este sentido podemos argumentar que Miguel de Prado no dejaba de pertenecer a la alta burguesía vallisoletana y como tal, tenía que estar a la altura de sus homónimos conciudadanos. Además, a partir de ese mismo año de 1895 comienzan a aparecer en el barrio diferentes proyectos de vivienda ligados a un claro sentido ecléctico de la arquitectura, como veremos más adelante. La decoración que Alejandro Gallego ejecuta en la fachada se basa en la utilización de molduras realizadas en yeso y enriquecidas con incisiones formando dibujos. El centro de la capital vallisoletana conserva numerosos ejemplos similares a éste, por supuesto, en la órbita de la vivienda burguesa. Lo más curioso es que esta decoración sería, según explica la memoria del proyecto, “exactamente igual á la señalada con el número 6 de la misma calle, propiedad del citado D. Miguel y construida recientemente”(no nos ha sido posible localizar el expediente de obras correspondiente a este número).
 

Tal programa decorativo perduró durante muchos años en las casas de Miguel de Prado ubicadas en la calle Tudela, uniendo todos los números de dicha calle en un único inmueble. El ejemplo lo tenemos en 1914, cuando se le encarga al arquitecto Manuel Cuadrillero Sáez que realice una edificación "que una, con igual decoración y sistema de construcción, los números 2 y 4 de la calle Tudela".[10]  El diseño de fachada correspondería al mismo del que anteriormente hemos estado hablando (figura 1).

 

Figura 1. Edificación que une los números 2 y 4 de la calle Tudela. Manuel Cuadrillero Sáez. 1914.
Fuente: Elaboración de Manuel Cuadrillero Sáez. A.M.V., E.O., Caja: 613 (33)

La calle, actualmente, conserva un edificio que responde a las mismas características que la propiedad de Miguel de Prado (figura 2). Sin embargo, éste presenta una serie de variaciones en el diseño de las incisiones, pudiendo haber sido modificado su aspecto años más tarde.

 
Figura 2. Estado actual de edificio en la calle Tudela.
Fuente: Elaboración del autor

Al mismo tiempo que se está levantando el número 2 de la calle Tudela, en la misma vía, pero en la acera de los impares, don Francisco Agapito solicita licencia para construir una casa de su propiedad en el número 15 (figura 3)[11].  El proyecto de vivienda, diseñado por Santiago Rodríguez Herrero y que en la actualidad no conservamos, muestra una sutil elegancia en el proyecto de fachada. Ésta llevaría un zócalo de cantería de Villanubla y el resto de los niveles se realizarían en "fábrica de ladrillo refrentada con friso prensado en todos aquellos paramentos libres de decoración". Una de las cosas más interesantes es la intención decorativa conseguida a través del contraste de los materiales utilizados, como la piedra, el ladrillo y el guarnecido de impostas, dinteles y jambas de yeso.

 
Figura 3. Calle Tudela, 15. Santiago Rodríguez Herrero. 1895.
Fuente: Elaboración de Santiago Rodríguez Herrero. A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 350 (6)

El programa ornamental se fundamentaría en un predominio de elementos propios del lenguaje clasicista que sería muy utilizado en los inmuebles de la calle Tudela, la más burguesa de San Andrés. Pilastras cajeadas en los dos primeros niveles y estriadas en el último junto con el reiterativo sistema decorativo de molduras repartido por los paramentos lo demuestran. La elegancia del diseño de fachada estaría al nivel del de las viviendas burguesas que se ejecutaban en el centro de la ciudad. Y es que Francisco Agapito, dedicándose al negocio textil (debemos de recordar que tal negocio siempre había tenido una considerable importancia en San Andrés), era un burgués en toda regla y en las fachadas de sus inmuebles, cualesquiera que fuesen sus destinos, dejaba buena constancia de ello[12].

Cinco años más tarde, en 1900, Francisco Agapito vuelve a solicitar permiso para levantar, en esta ocasión, el número 13 de la misma calle (figura 4)[13].  El arquitecto elegido para conformar los planos (el edificio no se conserva) sería Jerónimo Ortiz de Urbina, uno de los más influyentes en Valladolid a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XIX. El proyecto es todavía más rico en cuanto a decoración que el realizado en el número 15, conservando la misma elegancia y composición de fachada. Nuevamente apreciamos el predominio del lenguaje clasicista. Sin embargo, la verdadera diferencia entre estos dos inmuebles radica en la elección, en este último, de molduras realizadas en yeso y enriquecidas con incisiones, como ya habíamos visto en las propiedades de Miguel de Prado. La memoria  del proyecto reconoce, una vez más, como en otros tantos, el valor ornamental que prestaría el contraste de los materiales descubiertos, caso de la piedra, el ladrillo y el yeso.

 
Figura 4. Calle Tudela, 13. Jerónimo Ortiz de Urbina. 1900.
Fuente: Elaboración de Jerónimo Ortiz de Urbina. A.M.V., E.O., Caja: 278 (104)

Dejando a un lado la arquitectura doméstica de la parte norte del barrio, en la zona sur encontramos una serie de viviendas que, aunque más modestas en relación con sus homónimas norteñas, confirman la adopción del eclecticismo y dentro de él la consolidación del lenguaje clasicista (aunque sencillo podemos poner el ejemplo del actual número 14 de la calle Asunción). Pese a todo, la riqueza de algunos programas decorativos compiten, e incluso superan, a los que hemos señalado de la calle Tudela. Los más interesantes los localizamos en las calles Labradores, Asunción, Niña Guapa y San Luis. Éstas comenzarían a formar parte de la transformación del tejido urbano a partir de 1890[14]

Volviendo al año de 1895, don Eduardo Vecilla solicita permiso para que Alejandro Gallego construyese un edificio de nueva planta en uno de los solares que había pertenecido a los herederos de don Juan Nuevo y que estaría ubicado en la calle Estación (figura 5)[15].  La construcción, de una gran magnificencia (planta baja, piso principal, segundo y tercero, además de los 18,95 metros de fachada), se levantaría sobre un zócalo de piedra sillería procedente de las canteras de Villanubla y el resto de la fachada en ladrillo ordinario. Nuevamente, la decoración se centraría en la manipulación de diversos elementos propios del lenguaje clasicista realizados, presuntamente, en yeso. Cada piso poseería un diseño diferente en su concepción ornamental, el cual cercaría cada uno de los vanos existentes en la vivienda. En este caso, la opción elegida en el piso bajo sería una imposta retranqueada perfilando la parte superior de cada uno de los huecos. En el principal, los vanos estarían flanqueados por una simulación de pilastras almohadilladas que soportarían, ficticiamente, frontones curvos. El segundo nivel conservaría las pilastras, esta vez no almohadilladas, y los frontones, en esta ocasión con perfiles rectos y forma triangular. Para el último piso Alejandro Gallego se decide por unas pilastras de perfiles mixtilíneos que soportarían, también ficticiamente, lo que de alguna manera podríamos denominar la reelaboración de una especie de juego de alternancia entre arco y dintel. Posiblemente sería una de las edificaciones más interesantes y espectaculares de toda la calle Estación. Desafortunadamente, hoy día no existe.

 
Figura 5. Calle Estación. Alejandro Gallego Melero. 1895.
F
uente: Elaboración de Alejandro Gallego Melero. A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 309 (158

Retrocediendo en el tiempo, en 1891 el maestro de obras Coloma es encargado por don Policarpo Martínez para construir una casa que le sirviera de domicilio en el número 10 de la calle Niña Guapa[16].   Lo verdaderamente interesante de este inmueble es el motivo decorativo que corona cada uno de los vanos del piso principal y segundo. Éste se exhibe en la vivienda más espectacular que se conserva de San Andrés, el número 25 de la calle San Luis c/v a la calle Asunción (figuras 6 y 7) y que posiblemente fuera proyectado por el mismo Coloma (no hemos podido localizar su expediente de obras). La fachada alberga demasiadas pistas como para pasar por alto esta más que probable suposición. Aunque la alternancia de materiales muestre una clara tendencia decorativa, tal y como este técnico solía dotar a sus arquitecturas de atractivo estético, ésta es muy usual no sólo en el barrio sino en toda la ciudad, por lo que no podemos señalar dicha característica como un valor definitivo que otorgue la autoría de la construcción al maestro de obras palentino.

 
Figura 6. Calle San Luis, 25 c/v a la calle Asunción.
Fuente: Elaboración del autor.

 

Figura 7. Detalle calle San Luis, 25 c/v a la calle Asunción.
Fuente: Elaboración del autor

Sin embargo, las guarniciones de yeso que señalamos en la casa de Policarpo Martínez (figura 8), los guardapolvos del último piso soportados por unos componentes abalaustrados que Coloma utiliza en algunas de sus obras y el diseño de pilastras cajeadas coronadas por capiteles que enmarcan, lateralmente, las fachadas a las dos calles, son razones suficientes para afirmar que éste fuese el verdadero autor de la vivienda. Es curioso cómo el actual número 6 de la calle Colmenares, una de las vías predilectas para la vivienda de la alta burguesía vallisoletana, presenta el mismo motivo decorativo realizado en yeso del que estamos hablando. Así, además de sospechar la intervención de Coloma en esta última edificación, también podemos afirmar la imitación formalista en San Andrés de diseños utilizados en viviendas de la alta sociedad. No obstante, debemos de tener muy presente que Policarpo Martínez[17] era un industrial al igual que Miguel de Prado y, por lo tanto, un burgués más.

 
Figura 8. Motivo decorativo de la calle Niña Guapa, 10. Modesto Coloma. 1891.
Fuente: Elaboración del autor

No hemos hablado de edificaciones ubicadas en la parte antigua de San Andrés por salirse fuera de los límites de nuestro trabajo. Sin embargo, aunque en ésta predomine la renovación del caserío sobre la construcción de nueva planta (esto último se llevó a cabo sobre los solares de nueva creación constituidos en las antiguas huertas de la Niña Guapa y que posteriormente darían nombre a la calle localizada en la parte nueva del barrio), también sobresalen algunos modelos imbuidos en la estética ecléctica. Como ejemplo podemos destacar el actual número 12 de la calle Panaderos, propiedad de don José Ruano, que en 1895 (el dintel de la puerta indica el año de 1896 como fecha de finalización de las obras) encarga a Rodríguez Herrero la construcción de una casa[18].  Prácticamente es el único ejemplo de relevancia que conservamos en cuanto al tema que nos ocupa. En su fachada, realizada en ladrillo al descubierto, destaca la utilización de molduras de yeso que representan mascarones y animales propios de bestiarios renacentistas. Además, los laterales quedan enmarcados por pilastras estriadas de orden corintio y una fila de miradores que sigue el mismo lenguaje clasicista que domina toda la fachada.
 

Modernismo

La opción modernista se reduce, en la mayoría de los casos, al tratamiento del hierro en antepechos, balcones y miradores. No obstante, actualmente existe algún inmueble con motivos modernistas realizados en yeso sobre sus paramentos.

Muy pronto el barrio de San Andrés se hace eco del "nuevo estilo" que se introduce en la ciudad hacia 1905[19].  Así, el arquitecto Teodosio Torres proyecta, en 1907, una casa de nueva planta que hoy es el actual número 37 de la calle Labradores (figura 9).[20]

 

Figura 9. Calle Labradores,  37. Teodosio Torres. 1907.
Fuente: Elaboración de Teodosio Torres. A.M.V., E.O., Caja 609 (34)

Como casi siempre, el alzado estaría constituido por piso entresuelo, principal y segundo. Toda la fachada se realizaría en ladrillo al descubierto. Sin embargo, el diseño con el que resuelve la parte central de ésta deja entrever, aunque de forma muy simple, un nuevo sentido en la organización estética de la ornamentación que sería utilizado, nuevamente, en obras claramente modernistas del centro de la ciudad. Pero lo que más llama la atención es la labor de herraje de los balcones (figura 10). Ésta se basa en una preciosista manipulación de la línea látigo que a partir de 1904, con el edificio proyectado por Luis Ferrero en el actual número 16 de la calle Platerías,[21] extiende su uso por Valladolid. La importancia del inmueble de Torres, que en su ejecución material pierde la gracia y el ligero sentido modernista que poseen los planos, radica en la existencia hoy en día de tres edificaciones en la ciudad que utilizan la línea látigo en sus antepechos, balcones o miradores. La tercera de las viviendas sería el número 15 de la calle Miguel Íscar, proyectada por el maestro de obras Antonio Ortiz de Urbina[22]

 
Figura 10. Balcón de la calle Labradores, 37.
Fuente: Elaboración del autor.

En la misma calle y muy cerca del ejemplo de Torres (este nuevo edificio es el número 41) hallamos otra construcción cuya labor de herrajes también estaría inserta en el "nuevo estilo" (hablamos del actual número 41). Ésta, levantada por Coloma en 1908 para don Valentín Valle,[23] propondría un nuevo modelo basado en una derivación y mezcla de la línea látigo y el sentido curvilíneo del Art Nouveau (figura 11) que él mismo había experimentado en anteriores trabajos, incluido el número 16 de la calle Platerías, cuyas obras fueron ejecutadas por él bajo los planos y la dirección de Ferrero. Así, estos dos inmuebles, el de Torres y el de Coloma, a priori sencillos, logran afianzarse, al menos en sus diseños de antepechos y balcones, como ejemplos de gran importancia para la historia de la arquitectura vallisoletana.

 
Figura 11. Antepecho de la calle Labradores, 41. Modesto Coloma. 1908.
Fuente: Elaboración del autor

El inmueble modernista más espectacular, dentro de la modestia que en teoría caracterizaría al barrio, lo encontramos en el número 11 de la calle Niña Guapa (figura 12). No hemos podido localizar su expediente de obras, sin embargo y afortunadamente, todavía hoy se conserva en pie. El programa ornamental de fachada se basa en una proliferación de motivos secesionistas que tienen su modelo más cercano en el número 12 de la calle Gamazo[24].  Este último, una de las obras modernistas más importantes de la ciudad, fue levantada por Torres en 1911, por lo que es de suponer que la vivienda de San Andrés se plantease con posterioridad y por el mismo arquitecto. El motivo central de la fachada, exactamente igual al que aparece en la calle Gamazo, muestra dos anillos entrecruzados de donde cuelga una guirnalda. Elementos florales, balcones panzudos, antepechos en los que una chapa recrea una cinta que graciosamente cuelga de sus extremos (ya con un claro afán geométrico de las formas) y el contraste del ladrillo de fachada con las guarniciones de yeso conforman un rico programa ornamental inserto en el ámbito modernista que no tiene comparación en el barrio. De esta manera, también vemos cómo algunas de las edificaciones de San Andrés, que mayoritariamente posee características de barrio obrero, poco tienen que envidiar a modelos significativos del centro de la ciudad.

 
Figura 12. Calle Niña Guapa, 11.
Fuente: Elaboración del autor.

Uno de los proyectos más espectaculares que hemos podido localizar es el correspondiente a la reforma realizada en el número 2 de la calle Tudela (figura 13)[25].  Hemos visto que a finales de siglo el inmueble pertenecía a Miguel de Prado. En esta ocasión el propietario sería don Baldomero Alonso, que en 1924 pide permiso para construir un cuerpo de edificio a la derecha de lo ya construido, ampliando, de esta manera, la vivienda. Como aquella, se elevaría una planta baja (destinada a cochera), piso principal y segundo (funcionando como habitaciones de vivienda). Lo más interesante de la obra llevada a cabo por Manuel Cuadrillero sería el mirador colocado en la fachada principal. Su diseño, basado en una decoración claramente modernista, muestra una enorme elegancia y riqueza ornamental. En él se aprecia la paulatina geometría de las formas además de una serie de motivos muy significativos en la producción arquitectónica de Manuel Cuadrillero por aquellos años. No obstante, el singular sentido orgánico que ofrecen las formas vegetales del cuerpo superior del mirador, armonizan de forma exquisita y refinada con el resto del programa decorativo de la construcción. Desgraciadamente, hoy no conservamos este notable ejemplo de la tardía arquitectura modernista vallisoletana.

 
Figura 13. Reforma de la calle Tudela, 2. Manuel Cuadrillero Sáez. 1924.
Fuente: Elaboración de Manuel Cuadrillero Sáez. A.M.V., E.O., Caja: 752 (25)

Aparte de estos modelos significativos, en San Andrés únicamente se conservan restos modernistas en los diseños de antepechos y balcones. A medida que avanzaba el tiempo, los motivos utilizados tienden más a la geometría de las formas, siendo el desarrollo formal de la lira y los círculos tangentes entre sí los temas más recurrentes. En este último caso podemos destacar el actual número 39 de la calle Labradores. Es posible que esta construcción, ubicada entre las obras de Torres y Coloma en la misma calle, fuese levantada por este último en el mismo año de 1908[26].  Desafortunadamente, el croquis que hemos localizado en el Archivo Municipal no confirma con rotundidad esta suposición, aunque también es verdad que ésta y la obra de Torres debieron de ampliarse con el tiempo con un nivel más, puesto que los proyectos originales no incluyen un tercer piso, además del bajo, como sí podemos observar hoy día.
 

Conclusión

Como hemos comprobado, también es posible encontrar una arquitectura doméstica de gran relevancia acorde con las nuevas estéticas, en este caso la ecléctica y la modernista, dentro de los límites físicos de un barrio obrero localizado en la periferia de una ciudad. La discriminación y el olvido que frecuentemente han predominado en estas construcciones, no tan minoritarias como acabamos de ver, ha facilitado la destrucción de ejemplos paradigmáticos en la arquitectura de muchas poblaciones. No sólo tenemos el caso de Valladolid, sino que otras localidades, con similares características, poseen este mismo problema. En este sentido, peligra la conservación de un patrimonio arquitectónico que de una u otra manera refleja la imagen de la sociedad de aquella época.
 

Notas

[1] Fernández de Diego. 1971, p. 64.
 
[2] Ibídem. p. 78.
 
[3] Es evidente que el Eclecticismo mantenía un claro concepto fachadístico de la arquitectura. Por otra parte, el lenguaje modernista muchas veces conseguiría un efecto similar. Sin embargo, su verdad radicaría en que sin preparación alguna cualquier persona sería atraída por sus formas.  Acitores. 2000, p. 91-92.
 
[4] Camino. 1989, p. 107-109.
 
[5] Esta opción ornamental fue una constante en la arquitectura vallisoletana a partir de la segunda mitad del siglo XIX, configurándose gracias a unas costumbres implantadas por los arquitectos más importantes de la ciudad como Jerónimo Ortiz de Urbina, Martín Saracíbar, Antonio Iturralde, Joaquín Ruiz de la Sierra o Teodosio Torres. Ortega. 2000, p. 23-26.
 
[6] Hay algunas edificaciones que siguen estos parámetros. Sin embargo, únicamente señalaremos, a modo de ejemplo, una casa realizada en 1918 en el ángulo que forman la calle Labradores y Nicolás Salmerón (en aquella época sin nombre, proyectándose sobre el cauce sur del Esgueva). En ésta se dan cita una serie de elementos propios de corrientes historicistas, además de antepechos, que siguiendo la paulatina geometría de las formas, presentan diseños claramente modernistas. A.M.V., E.O., Caja: 730 (30).
 
[7] Archivo Municipal de Valladolid, Expediente de obras (en adelante A.M.V., E.O.), Caja: 285 (18).
 
[8] A.M.V., E.O., Chancillería, Caja : 349 (35).
 
[9] A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 335 (461).

[10] A.M.V., E.O., Caja: 613 (33).
 
[11] A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 350 (6).
 
[12] En 1876, Francisco Agapito solicita realizar una portada en una tienda de su propiedad recién inaugurada en la calle Lencería, 7. A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 320 (71). Más tarde, en 1906, encarga al maestro de obras Modesto Coloma una nueva fachada para los números 12 y 14 de la misma calle, donde también poseía una tienda de ropas. A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 341 (286). Visto en Domínguez. 2001, en prensa. El proyecto modernista de Coloma demuestra que Francisco Agapito siempre intentaría mostrarse como un burgués más, consolidando la "apariencia" de su imagen a través de sus inmuebles.
 
[13] A.M.V., E.O., Caja: 278 (104). Previamente, Francisco Agapito había solicitado el señalamiento de línea para la nueva construcción. A.M.V., E.O., Caja: 278 (80).
 
[14] Jiménez. 1992, p. 92
 
[15] A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 309 (158).
 
[16] A.M.V., E.O., Caja: 285 (33).
 
[17] A.M.V., Padrón Municipal de Habitantes (en adelante P.M.H.), año 1895-1896, barrio de San Andrés, n.º 309, folio 351v.
 
[18] A.M.V., E.O., Chancillería, Caja: 309 (153).
 
[19] Virgili. 1979, p. 319.
 
[20] A.M.V., E.O., Caja: 609 (34).
 
[21] A.M.V., E.O., Caja: 282 (60).  Visto en Domínguez. 2001, en prensa.
 
[22] A.M.V., E.O., Legajo: 737 (86). Visto en Herrero. 1976, p. 46.
 
[23] A.M.V., E.O., Caja: 610 (72). Dos años más tarde, en 1910, vuelve a ser encargado por el mismo propietario para llevar a cabo una casa de nueva planta en la acera de los pares de la calle Asunción, pudiendo corresponder al actual número 12 de dicha calle. La ausencia, hoy en día, de los balcones corridos proyectados por Coloma nos plantea serias dudas en su identificación. No obstante, lo más interesante son las molduras presentes en los vanos que evidencian una pequeña muestra de elementos secesionistas. A.M.V., E.O., Caja: 610 (119).
 
[24] A.M.V., E.O., Legajo: 737 (11). Visto en Herrero. 1976, p. 45.
 
[25] A.M.V., E.O., Caja: 752 (25).
 
[26] A.M.V., E.O., Caja: 610 (73).
 
 
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Ficha bibliográfica:
DOMÍNGUEZ, F. J. Eclecticismo y Modernismo en las viviendas de un barrio obrero: El barrio de San Andrés de Valladolid. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(020). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(020).htm> [ISSN: 1138-9788]


 
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