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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 146(032), 1 de agosto de 2003

PISO DE SOLTERO EN EL LONDRES DEL SIGLO XVIII

Consuelo Freixa Lobera
Instituto de Enseñanza Media, Barcelona

Piso de soltero en el Londres del siglo XVIII (Resumen)

El enorme crecimiento de Londres ( 650.000  habitantes aproximadamente en 1700 a 1.474.069 en el censo de  1831) y el fuego que la destruyó en 1666 hicieron necesario un  gran proceso de construcción y expansión del que surgió la ciudad  que hoy conocemos. No obstante la escasez de vivienda y el hecho  curioso de que no hubiera hoteles obligó a  muchos de sus habitantes a vivir realquilados. James Boswell  (1740-95) escribió un diario durante su estancia en la ciudad en  1762, en él cuenta cómo eran las habitaciones que alquiló, cuánto  le costaron y las condiciones del contrato. También muestra cómo  convirtió la ciudad -tabernas, casas de comidas, teatros,  parques, calles e iglesias- en "su" casa.

Palabras clave: vivienda, Londres, S. XVIII,James Boswell.

Bachelor's furnished lodgings in the eighteenth  century London (Abstract)

The great fire of 1666 destroyed London, this and the growth of its population (650.000 in 1700 -1.474.069 in 1831)  made it necessary  to begin a process of building and development  that shaped the city we know today. However as there were still no houses for everybody and there were almost no hotels, people had to hire furnished lodgings. James Boswell ( 1740-1795) lived in London in 1762, in his diary he describes "his rooms", the money he paid for them , he also writes about his life and how London -its coffee-houses,  eatings-houses, theatres, churches, parks and streets- became "his house".

Key words: housing, London, Eighteenth century, James Boswell

La ciudad de Londres

"Hay una gran diferencia entre la soledad en el  campo, donde no se puede evitar, o en Londres donde, en un  momento, puedes estar en medio de la prisa y el esplendor de la  vida".

James Boswell

En 1666 Londres estuvo ardiendo durante cuatro días y cuatro  noches, afortunadamente  hubo pocas víctimas si consideramos  que el año anterior la peste había matado a 75.000 personas.  No obstante el incendio arrasó la ciudad, esto y el aumento progresivo de la población a lo largo del siglo siguiente  hicieron necesario una gran campaña de reconstrucción.

La ciudad que el fuego se había llevado era, según escribió  John Evelyn en 1661, estrecha, congestionada, laberíntica,  incómoda, con cosas mal hechas, suelos irregulares y con los  desagües de los tejados tan mal colocados que el transeúnte  seguía mojándose después de una tormenta; a ello había que  añadir, según él, los almacenes destartalados y los muelles que  ocupaban los mejores lugares en las orillas del río (1).  Christofer Wren, el arquitecto de la actual catedral de San Pablo, puesto que la antigua fue también pasto de las llamas, trazó un  plan urbanístico que pretendía racionalizar la nueva ciudad. Pero  debido a las prisas y a la sospecha de que su realización  comportaría discusiones sobre los derechos de propiedad y ello  traería consigo problemas y juicios y, por lo tanto, retrasos, se  hizo caso omiso. De modo que el "nuevo" Londres se reconstruyó  siguiendo el antiguo dédalo de calles y callejuelas. No obstante,  algo sí cambió. Para evitar nuevos incendios se dictaron una  serie de normas que había que obedecer: no podría construirse en  madera; el ladrillo, que todos los que hayan visitado  Londres  conocen, o la piedra fueron los nuevos materiales a utilizar; los  marcos de las ventanas que forzosamente eran de madera debían  quedar retirados y en cierta manera escondidos y el número de  pisos permitidos estaría relacionado con la anchura de las  calles.

El incendio tuvo todavía otra consecuencia: la ciudad se  desplazó hacia el oeste porque fueron muchos los que no quisieron  seguir viviendo dentro de las murallas, zona  que, con razón,  consideraban insalubre y peligrosa; de modo que continuando  con una tendencia que ya había empezado un siglo antes, optaron  por trasladarse a las nuevas "urbanizaciones" que iban surgiendo  entre la City y los parques palaciegos del West-End. Es decir  Londres se aproximó a Westminster, donde ya estaba la corte, el  palacio, el Parlamento y la abadía que daba nombre a este lugar.  Ambas zonas quedaban unidas por el río y por el Strand, calle  amplia y elegante que corría paralela al Tamesis. Dentro de la  ciudad o muy cerca quedarían San Pablo, la gran catedral, las  finanzas, la justicia, la prensa, los comercios, y a medida que  se alejaba por el este los artesanos y el puerto; hacia el oeste  aprovechando los jardines y la campiña y tomando los tres parques, St. James, Green Park, Hyde Park, como límite, surgiría una  nueva ciudad más limpia, más elegante, más amplia  y por lo tanto  más segura. Allí se trazarían  nuevas calles que serían anchas,  rectas y pavimentadas, y posteriormente se construirían las  grandes residencias de la aristocracia aunque pronto el lugar sería "colonizado" por las clases medias; las actividades sucias o malolientes, destilerías, mataderos y tenerías, astilleros  y cordajes, quedarían relegadas al otro lado del río.

La nobleza que en 1539 se apropió de las tierras que la  Iglesia tuvo que abandonar a raíz del edicto de Enrique VIII  sobre la supresión de órdenes religiosas, fue la gran  beneficiaria de esta necesidad. Las grandes familias nobiliarias  pronto se dieron cuenta de que se necesitaban  espacios nuevos y  se dispusieron a sacar provecho de sus propiedades. El método que  utilizaron con éxito a lo largo de varios siglos y que configuró el Londres que hoy conocemos consistió en trazar una plaza, el  square, que sería la parte noble del proyecto. Allí se  construirían las mejores casas o si se terciaba los palacios; luego abrirían calles paralelas a ambos lados y continuarían  edificando y ganando dinero.

En realidad el método del square tenía un precedente ilustre: en 1631, Iñigo Jones, arquitecto del desafortunado  Carlos I que fue decapitado durante la Revolución de 1649,  recibió el encargo de urbanizar unos terrenos entre Westminster y  la City lindando con el Strand. Jones había viajado por el  Continente y puede decirse que fue el introductor del estilo  renacentista en una Inglaterra todavía sumergida en el gótico.  Inspirándose en las piazzas  italianas y, según parece, también en la Place Royal de París,  hoy de los Vosgos, creó para su cliente, el conde de Bedford, una  gran plaza rectangular en la zona llamada del Covent Garden; en  uno de los lados  construyó una iglesia que se quemó en 1795 pero  que se reconstruyó siguiendo los planos originales y que hoy  todavía podemos ver; los otros tres lados estaban ocupados por el  palacio de los Bedford y por  grandes casas señoriales. Pronto no  obstante, la zona de Covent Garden fue perdiendo su aire  aristocrático cuando se abrió el mercado en 1661 pero, sobre  todo, con la apertura en 1663 del Royal Theatre en Drury Lane  y  de la Royal Opera House en 1731.

En 1661, pasada ya la turbulenta  época de Cromwell, y  coincidiendo con el inicio de la reinstauración monárquica, el  Conde de Southampton hizo una operación parecida: trazó la plaza  de Bloomsbury y a sus lados construyó su propia residencia y un  conjunto de casas nobles. A su muerte su única hija emparentó con  los Bedford y  la propiedad  que quedó en manos de esta familia  fue inmensa; su riqueza siguió aumentando puesto que continuaron  con la misma política: en 1775 hicieron la Bedford  Square y en 1800 la gran Russell Square. Si el resultado  urbanístico era bueno el económico fue brillante: los Bedford obtuvieron unas rentas de 2000 libras en 1700, que ascendieron a  3.000 en 1732 y a 8.000 en 1771 (2).

Evidentemente fueron imitados. En 1720, por ejemplo, Sir Richard Grosvenor inició la urbanización de una  propiedad como los cien acres,  hundred acres , y que se hallaba más al norte, muy cerca de  Hyde Park. Su proyecto seguía el mismo esquema de siempre: la  gran plaza ajardinada, en este caso Grovesnor  Square que ocuparía ocho acres; las calles principales, Grovesnor Street y  Brook Street, las dos de sesenta pies de anchura y a  continuación otras calles y plazas de menor categoría.

Es interesante ver cómo se desarrolló esta operación.  Primero  hubo que pedir permiso al Parlamento porque las leyes  relacionadas con las propiedades y las herencias eran muy  estrictas en Inglaterra dado  que tierras y casas pasaban del  padre  al  hijo primogénito y no se podían vender, ni repartir.  Dos disposiciones dictadas en 1711 y en 1726  permitieron al  dueño conceder leases es decir compartimentar su propiedad en  lotes que "alquilaba"  durante un cierto número de años, pasados  los cuales esta misma tierra y lo que en ella se hubiera  construído volvía a su propietario. El que tomaba una lease  pagaba por ocupar  la tierra y se comprometía a construir  siguiendo unas ciertas normas. En el caso que nos ocupa, se  concedieron unos cien permisos sobre lotes de terreno de muy  diversas medidas con periodos de tiempo de "alquiler" también  distintos pero que normalmente eran de cincuenta años. Los  beneficios fueron muy buenos puesto  que estas  propiedades  rindieron rentas de 2.000 libras en 1772, 7.000 en 1779 y 12.000  en 1802 (3).

Thomas Barlow fue el constructor elegido por Sir Grosvenor  para supervisar la operación, trazar calles y plazas y dar una  serie de direcciones generales: el que obtenía una lease se  comprometía a hacer una "buena casa de ladrillo", a seguir la alineación convenida, a pavimentar el trozo de calle  correspondiente y a colocar los postes de madera que separaban la  calzada del espacio reservado a los peatones -norma que se  dictó  a principios de siglo para "  conveniencia y seguridad de los   viandantes ... ante el incremento de carros y carruajes " (4).  

La labor de construcción de todo el Grovesnor Estate duró  unos cincuenta años y ocupó alrededor de 300 personas.  La categoría de  las casas no fue uniforme, dependía de su medida, de la calidad  de los materiales  pero sobre todo de su ubicación, los precios  podían ser pues muy distintos: en 1730 se pagaron 7.500 libras  por una casa construida en Grosvenor Square que tenía 60 pies de  anchura, mientras que siete años más tarde se pagaron 180 por una  casa mucho más pequeña situada en una calle sin mayor importancia  (5).

La nueva ciudad fuera murallas que iba surgiendo era hermosa  y elegante. En 1780 un viajero escribía: " En el extremo este,  especialmente a lo largo de la orilla del Támesis, las casas son  viejas, las calles  estrechas, obscuras y mal pavimentadas, la  zona  estaba habitada por marineros y trabajadores empleados en los  astilleros y por un gran número de judíos. El contraste con el  oeste es sorprendente: las casas aquí son en general nuevas y  elegantes; las plazas soberbias, las calles rectas y anchas  -si  todo Londres estuviera así de bien construido nada en el mundo  podría comparársele "(6).

Es posible que la diferencia  deslumbrara a Von Archenholz  pero el hecho es que en la City también había buenas casas y  magníficos monumentos como la propia catedral de San Pablo.  Puesto que, poco a poco, la vieja ciudad se iba ido reformando: a  partir de 1760 se empezaron a demoler las puertas de las  murallas;  se canalizó el Támesis y se levantaron  terraplenes a ambos lados del río; en 1750 se construyó un  segundo puente, el de Westminster, en 1756  el de  Blackfriars y, un año después, se reformó el que hasta hacía poco  había sido el  único puente, el London Bridge.

Como durante el incendio además de San Pablo se quemaron 84  iglesias,  se dispuso un nuevo impuesto sobre el carbón que  llegaba al puerto londinense y con este dinero se reconstruyó la  catedral que hoy conocemos y un gran número de parroquias.   La ciudad también  intentó ser más segura, no sólo se  reservó un espacio para los peatones sino que se obligó a los  carruajes y carros a mantenerse en línea tanto si eran rápidos  como lentos. En cuanto a la iluminación, ya desde 1716 había una  ley que obligaba a los propietarios a colgar luces en el exterior  de sus casas desde las seis de la tarde a las once de la noche  durante dieciocho noches cada mes, puesto que se exceptuaban las  de luna, a lo largo de los seis meses de invierno; aunque más  tarde se encargaría de ello una empresa privada que cobraría a  cada propietario por el servicio. Se empezaron a numerar las  casas y se estableció un servicio nocturno de vigilantes que  patrullaba las calles y señalaba las horas. Así Samuel Pepys,  famoso por su extensísimo diario y por el relato que hizo  del  gran incendio, escribe el 16 de enero de 1660: " Estuve  trabajando hasta que el vigilante con su campana se colocó precisamente debajo de mi ventana mientras escribía estas líneas  y gritó: " son más  de la  una, noche fría, helada y con viento",  entonces me fui a la cama" (7).

Sus habitantes  percibían todo este conjunto tan diverso  como una unidad porque, aunque hablaban de ir a la City o  acercarse a Cheapside que estaba en el extremo este, de subir a  Holborn, o bajar a Westminster, la nueva ciudad todavía no era  demasiado grande. En 1763 James Boswell, de cuyo piso de soltero  hablaremos más adelante, la recorrió  de punta a punta en sólo  unas horas, dedicando una parte importante de ellas  a comer y  beber para recuperarse de la caminata.

Boswell se reunió con sus amigos  en el extremo oeste, en  Hyde Park Corner, e iniciaron la marcha a las diez de la mañana  como si se tratara de una verdadera expedición. Según él era una  aventura  que les iba a permitir observar la gran diversidad de la  ciudad porque, y aquí citaba a su admirado Spectator " un extremo  de Londres es tan distinto del otro,  en aspecto y en costumbres,  que parecen dos países distintos".

Primero bajaron hacia el Strand, la calle elegante que  los llevaba directamente del West-end al East-end; antes de  llegar al Temple hicieron su primera parada en la Somerset  Coffee-house donde "comieron un excelente desayuno"; luego  probablemente andaron a lo largo de Fleet Street y pasaron por  delante de la catedral  porque, según cuenta, un poco más lejos  tomaron Gracechurch que les dejó en el London Bridge. Allí  se  acercaron a ver el Támesis que estaba medio helado -era el 19 de  enero de 1763, un año especialmente frío- y, desde el puente,  pudieron observar "con horror complacido " como chocaban los  enormes témpanos de hielo que iban bajando. Pasaron luego The Tower, siguieron por Whitechapel, y cruzaron el turnpike -es  decir el lugar donde se iniciaba el recorrido de la carretera de  pago. Después de andar media milla, decidieron que ya habían cumplido su objetivo y para celebrarlo entraron en un lugar de  bebidas donde tomaron vino blanco con especias aromáticas-  pimienta y cinamón. Después de este reconstituyente, iniciaron el  retorno y se dirigieron a un lugar de comidas llamado Dolly's  Steak-house, cerca de la catedral, allí comieron unos bistecks  jugosos y humeantes. A continuación fueron a la plaza del Covent  Garden y en la Bedford Coffee-house tomaron té y café; a las  cuatro en punto, cuando abrían las puertas del teatro, ya  estaban allí para reservar sus asientos para la obra, en este  caso una tragedia titulada Elvira. Así pues en menos de siete  horas, incluyendo paradas, habían cruzado la ciudad de punta a  punta (8).

A pesar de las diferencias entre el oeste, la propia City, y  la ciudad que surgía por el este, la obligación de construir en  ladrillo, la propia práctica de los constructores y la edición de  manuales sobre arquitectura como A book of Arquitecture de James  Gibbs y A Complete Body of Arquitecture, o más prácticos como The builder's Chest Book, dieron una cierta uniformidad y proporción  a la ciudad sólo variada, eso es cierto, por la calidad de los  materiales y del trabajo, y por la amplitud de las casas. Si  prescindimos de las grandes residencias de la nobleza , como por  ejemplo el palacio que Lord Burlington construyó cerca del Green  Park, las casas londinenses tenían una estructura similar.

En 1756 Isaac Ware describía en A Complete Body of  Arquitecture cómo era la casa  tipo londinense. Solía haber un  semisótano parcialmente hundido lleno de inconvenientes  porque  era húmedo,  insalubre y poco confortable pero que a pesar de todo seguía construyéndose porque "el precio del suelo es muy  caro en Londres". La planta baja normalmente tenía dos salas, la  de delante que quedaba disminuida por la entrada, la escalera de  subida y el pasillo que conducía a la sala posterior -y era  precisamente para aumentar el espacio de esta habitación que el  autor sugería que se accediera al pequeño patio trasero por una  escalera procedente del semisótano. En el primer piso solía estar  el comedor y uno o varios dormitorios, acompañados de sus  correspondientes armarios; había más habitaciones en el segundo  piso y, más arriba, debajo del tejado, estaba el garret, es  decir el desván, lugar que normalmente se reservaba para la  servidumbre. El retrete se colocaba en el patio, lo más lejos  posible de la vivienda. Ware calculaba que esa casa media podía  construirse por una seis o siete mil libras que aumentarían a  medida que se ampliase  la extensión y la ornamentación (9).

En 1774 una recién casada, esposa de un abogado, describe a  su madre su nueva casa en Lincoln's Inn Fields al norte de San Pablo.  La casa es más amplia y más larga que la anterior pero la  disposición es casi la misma.  El parlour que era la sala de  visitas tenía en este caso dos ventanas y una chimenea; a  continuación había una sala con una gran mesa de comedor para  "los días importantes" con una ventana que daba a un patio  interior privado de " 16 pasos de los míos de largo y seis de  ancho ", le seguía todavía otra habitación, la escalera trasera y  la despensa. En el primer piso al que se accedía "por una buena  escalera de caoba", había un comedor de 21 pies y medio de largo  por 17 de ancho, además de una serie de salas de menor amplitud.  En el segundo piso y encima del comedor estaba el dormitorio del  matrimonio, y a su lado el de su doncella; arriba había dos  "buenos"  desvanes para el servicio. Todas las habitaciones,  comentaba, tenían  chimenea aunque su elegancia dependía del uso  que tuviera cada espacio; todas, comentaba satisfecha, estaban  pintadas o empapeladas, las de abajo pintadas de blanco mientras  que el comedor estaba recubierto con un nuevo tipo de papel con  relieves que en este caso eran de color azul mientras que los del  dormitorio eran verdes. El  water-closed, muy "conveniente y  bonito", estaba en el primer piso sobre los establos (10).

Este esfuerzo constructivo era la respuesta a una presión demográfica importante. Al comenzar el siglo XVIII había en  Londres medio millón de habitantes -aunque otros historiadores le  añaden 150.000 personas- (11) y siguió aumentando progresivamente  puesto que en el censo de 1831 ya eran 1.474.069. La población  londinense se caracterizaba por su movilidad y la corte y las dos  cámaras del Parlamento daban la tónica. Durante la temporada  parlamentaria llegaban los 220 aristócratas de la Cámara de los  Lores y los 558 representantes -de los cuales 45 eran escoceses y  24 galeses- de la Cámara de los Comunes acompañados todos por sus  familias, sus clientes políticos y  su numerosa servidumbre -por  ejemplo la familia Bedford contaba con 42 criados que le costaban  al año 859 libras. Este era el mejor momento de la ciudad: las  familias acudían con el propósito de hallar un buen partido para  sus hijas o una dote para sus hijos, mientras que cientos de  jóvenes llegaban con la esperanza de encontrar un empleo como  criados, o una recomendación para conseguir un cargo en la  administración o en el ejército. Había fiestas y cenas; se abrían  los palacios, los teatros y los lugares de diversión; se vendían  los periódicos llenos de chismes políticos, se llenaban las  coffee-houses y se reunían los clubs. Sir Robert Walpole, el  primer ministro, podía llegar a beberse junto con sus invitados  1.500 libras al año en vino y gastar 15 libras cada noche en  velas (12).

La temporada empezaba en septiembre y terminaba en junio,  entonces los nobles se marchaban a sus propiedades y los comunes  a sus casas; este era el gran cambio que cada año acontecía en la  ciudad. A ello había que añadir el puerto con su trajín constante  y el enorme ir y venir de marineros y oficiales, mercaderes y  comerciantes. Pero no sólo había este flujo y reflujo anual, sino  que entre la ciudad y los pequeños pueblos de alrededor existía  un constante movimiento que podía ser diario o semanal puesto que  los ingleses se habían inventado la segunda residencia y estaban  construyendo pequeñas villas a lo largo del Támesis hasta  Greenwich o hacia Kensignton donde la reina Carolina había hecho  plantar unos magníficos jardines.

Es curioso observar que dado que sólo las familias nobles  más ricas y las clases medias arraigadas en la ciudad poseían  casa, este hecho no fuera acompañado por la creación de  hoteles sino por la costumbre de alquilar ya fuera casas enteras  o  furnished lodgings, es decir habitaciones amuebladas. En  realidad esta actividad acababa de redondear los ingresos de  mucha gente de clase media e incluso de la aristocracia -Lord  North que fue primer ministro solía alquilar su casa en Grosvenor   Square cuando no estaba en Londres- (13). Las familias importantes  podían permitirse alquilar viviendas enteras pero los que venían  a hacer fortuna se conformaban con cualquier rincón para dormir  puesto que la ciudad ofrecía espacios para todo lo demás.

Así pudo comprobarlo Samuel Johnson, literato, redactor de  un diccionario de la lengua inglesa y creador de una frase -el  que está cansado de Londres está cansado de la vida- que todavía  hoy utilizan las campañas publicitarias londinenses. Johnson  contó a Boswell  que cuando llegó a la gran metrópoli en 1737 con  la esperanza de labrarse un futuro como autor dramático, un amigo le explicó que con 30 libras al año podría vivir. Le recomendó  reservar diez libras  para la ropa porque luego por 18 peniques a  la semana podría alquilar un desván, " dado que poca gente te  pregunta dónde vives; y si lo hace, es fácil decirle: "caballero,  podría encontrarme en tal establecimiento". Puesto que, le había  comentado, gastando tres peniques en una coffee-house podría  pasar horas en muy buena compañía; en comer gastaría poco: seis  peniques para el almuerzo porque sólo desayunaría pan y leche y  prescindiría de la cena. Seguía contando Johnson que ese amigo suyo tan práctico y ahorrador hacía las visitas el día que se  cambiaba la camisa. En cuanto a él, había encontrado  habitaciones cerca del Strand en casa de un corsetero y comía  allí cerca por 8 peniques, que quedaban repartidos de la  siguiente manera: seis peniques de la carne, uno del pan y, como  no bebía vino, se podía permitir pagarle otro penique al  camarero, de modo que siempre estaba muy bien servido (14).

Con los años Johnson  cambió 14 veces de alojamiento y,  aunque recibió una pensión real, nunca fue propietario de su  vivienda; en cambio su antiguo discípulo y amigo David Garrick  que llegó con él a Londres y que tuvo gran éxito como actor y  también como empresario del teatro de Drury Lane acabó siendo  dueño de una casa en la que había, según Boswell, una hermosa  biblioteca " con una colección de buenos libros  decorada con  bustos y pinturas " .

James Boswell y su "piso de soltero"

James Boswell que se haría famoso por su amistad con Johnson  y por la biografía que escribió sobre este peculiar literato,  fue a Londres en 1762 también con la esperanza de hacer  fortuna. Tres años antes, furioso, escapando de la tiranía de su  padre, un severo juez escocés, cabalgando día y noche había ido  de Carlisle  a Londres en dos días y medio.  La gran ciudad lo  dejaría arrobado: sus casas elegantes, sus teatros, los grandes  personajes literarios que la habitaban pero sobre todo su  bullicio, su vida y la libertad de la que se gozaba. A  regañadientes tuvo que volver y aceptar las condiciones impuestas  por su padre: estudiar y aprobar unos exámenes de ley civil.  Cumplida su parte fue el  padre quien tuvo que ceder:  le  concedería una pensión anual y le permitiría ir a Londres durante  un tiempo con el objetivo de obtener un cargo ya fuera en el  ejército o en la guardia real. No lo conseguiría. No sólo llegaba  a Londres en el momento en que estaba a punto de terminarse una gran campaña  bélica, la Guerra de los Siete Años, y por tanto se  estaban  licenciando los diversos cuerpos de ejército sino que todos los  que podían influir en la corte para darle el cargo sabían que si  ayudaban al joven Boswell automáticamente se hacían con la  enemistad del padre.

Pero él no lo sabía y feliz y contento marchaba a disfrutar  de su libertad. Esta vez viajaba en un cómodo carruaje para dos  personas y tardó cuatro días en ir de Edinburgo a Londres.      Al llegar se hospedó en el Black Lion pero enseguida se dio  prisa en visitar a su amigo Douglas, médico que más adelante le  ayudaría a curar una enfermedad  venérea; como él ya debía suponer su  paisano le ofreció " una cama en su casa " hasta que encontrara  alojamiento. Durante los días que Boswell empleó en buscarlo fue  feliz porque sensible como era al lujo y a la comodidad, disfrutó  de una hermosa sala y un dormitorio pero sobre todo porque la  casa se hallaba en el Pall-Mall que él consideraba el mejor lugar  de la ciudad. No obstante hay algo que obscurece su dicha:  conversando con su anfitrión ha comprendido que las 200 libras  anuales que su padre le concede es poco para vivir en la gran  urbe y que hallar un alojamiento de su agrado le resultará  difícil. Preocupado, escribe en su diario, que en ocho días ha  visto por lo menos cincuenta sin saber cual  elegir puesto que se  debate entre el ahorro y la elegancia.   Finalmente se decide por el lujo y alquila unas habitaciones  en un buen lugar de Westminster entre el parque de St. James y el  parlamento, en Downing Street. Por 40 guineas podrá ocupar dos  salas en el piso superior y utilizar la sala de visitas del piso inferior durante las mañanas. Pero sigue dándole vueltas a la  cuestión. " Mucho medité sobre ello. A veces consideraba que un  buen alojamiento denotaba un hombre elegante pero luego pensaba  que poca gente lo vería y que, en consecuencia, este gasto  quedaba escondido mientras  que me convenía lucir mi pequeña  asignación en mi persona. Por otro lado pensaba que tener un  hogar elegante, sería agradable y me inspiraría ideas acerca de  mi propia dignidad; pero luego discurría que ello sería difícil  sino podía lucirme de la misma manera en otras cosas, y que era  mejor subir gradualmente hacia un lugar bueno que ir de uno bueno  a uno peor " (15).

Siguió buscando y  encontró casi por mitad de precio, 22  libras, unas buenas habitaciones  también en Westminster pero en  una calle que califica de obscura. Sin embargo  cuando notifica a  Mr.Terry, su casero, que ha decidido mudarse, se encuentra con la  agradable sorpresa de que al dueño parece convenirle tener como  huésped al hijo de un juez escocés, ese muchacho tan educado y  elegante. De modo que después de comentarle que aunque alquile  habitaciones no lo necesita para vivir  y de advertirle que no lo cuente, le rebaja el alquiler.

Las 22 libras que Boswell pagará al año, incluyen las  habitaciones y su limpieza pero nada más. El deberá pagar el  carbón que gaste en su chimenea y las velas que necesite, también  pagará por el lavado de su ropa y por todas las comidas  incluido el desayuno. En un memorándum que escribió cumpliendo de  este modo el propósito que se había hecho de convertirse en un  caballero ordenado, ahorrador, serio y prudente como tanto  deseaba su padre, hizo las previsiones siguientes. Al año gastaría 50 libras en vivienda -que como vemos pudo rebajar-, 6  en velas de cera " porque hacían mejor luz y podían apagarse sin  que molestaran " y 7 en carbón puesto que sólo encendería la  chimenea de su comedor durante siete meses al año; en comidas 27  libras: 9 en el desayuno que consistirá en té, azúcar, pan y  mantequilla, y las 18 libras restantes serían para la comida del mediodía porque estaba dispuesto a no cenar. El capítulo de  lucimiento personal era el que le iba a salir más caro: en el  lavado 6 libras porque dispondría de " una muda limpia cada día"  y en la limpieza de los zapatos 1; en ropa gastaría 50 libras, 10  más en zapatos y medias, y otras 6 en el cuidado diario de su  pelo puesto que no utilizaba peluca y deseaba que alguien del  oficio fuera quien se lo empolvara y cuidara (16).

Boswell está satisfecho con la zona en la que vive, con sus  habitaciones y con su casero. Mr. Terrie que era funcionario de  la corona en lo que hoy llamaríamos el Ministerio de Comercio, es  muy amable con él. Le suministra papel y todo lo necesario para  escribir " en abundancia y gratuitamente" y accede a todo lo que  le pide:  abrir una puerta para que pueda ir directamente del  dormitorio a su comedor, comprar tazas grandes para el desayuno  y también una alfombra y un escritorio. Mrs. Terrie le hace las compras, su hermana se encarga de las pequeñas composturas y  Molly, la criada, le trae el pan, le sirve el desayuno y limpia  sus habitaciones. El 12 de diciembre de 1762 cuando ya lleva casi  un mes escribe satisfecho: "Hice encender la lumbre en mis dos  habitaciones de arriba. Tomé té. Me lavé los pies con leche tibia  rebajada con agua. Luego me calentaron la cama y me fui a dormir  tranquilo y satisfecho " (17).

Desde el primer momento Boswell inicia los contactos que  considera necesarios para conseguir el deseado cargo que le permitiría tener un buen sueldo, vivir en Londres, prescindir de  su padre y, sobre todo, evitar lo que finalmente fue su destino,  dedicarse a las leyes. También intenta crearse una serie de  rutinas porque piensa que  le ayudaran a ser ordenado. Por las  mañanas da un paseo por St.James Park y se acerca a ver el cambio  de guardia, luego vuelve, desayuna y dedica la mañana a la lectura y a escribir su correspondencia y su diario; pronto, no obstante, decide que los sábados desayunar en la Child's Coffee-house donde además de leer los periódicos podrá participar en las  discusiones que se suscitan  entre los clientes. Boswell que  siente debilidad por los literatos, reconoce que ha elegido  Child's porque era el lugar de encuentro de los personajes del  Spectator, revista de opinión editada por Joseph Addison, y  cuando lo visita escribe: "Es un lugar que me gusta; un poco obscuro, comfortable, cálido, los clientes son ciudadanos y  médicos que hablan de política de manera sagaz y a veces  divertida " (18).

Otras veces, no obstante, esta primera comida del día puede convertirse en un acontecimiento social y convida a sus amigos a  desayunar con él en "sus habitaciones", como escribe orgulloso, o  es recibido en casas tan distinguidas como la de Lord Eglinton, o  la de Garrick el actor. Lo mismo sucede con la del mediodía que  en aquellos momentos solía hacerse entre tres y cuatro de la  tarde. Al principio decidió que comería en casa de su casero pero  tanta familiaridad y el peligro de verse involucrado en sus asuntos le preocupan y opta por las innumerables casas de comidas  llamadas chop-houses y también steak-houses que eran  relativamente baratas.

"Una steak-house resulta un lugar muy bueno para comer.  Entras en una gran sala cálida y confortable y allí te  encuentras con un cierto número de personas sentadas en las  mesas. Te sientas en el lugar que encuentras vacío; pides lo que  quieres, y te lo traen bueno y bien servido. Puedes hablar o no,  como quieras. Nadie se fija en ti y pagas un precio muy  razonable.  Mi comida: buey, pan, cerveza y el penique que le di al  camarero costó un chelín" (19). También estaban las taverns  donde uno podía tener un comedor privado pero eran más caras y  Boswell sólo las frecuentará al final de su estancia cuando  decide agasajar a las eminencias literarias que ha conocido. Pero  problemas de presupuesto hacen que  organice una red de amistades  que le invitarían a comer y, sobre todo, a tomar el té. Están su  amigo Douglas, el parlamentario Dempster, Mr. Cochrane que visita  periódicamente para recibir su asignación, una serie de familias  escocesas que lo recibirán siempre con cariño y dos aristócratas:  Lord Eglinton que lo acogió en su casa durante su primera  escapada y la condesa de Northumberland. 

Boswell es feliz en Londres porque "la libertad y la  espontaneidad que aquí reinan crea una gran variedad de  caracteres perfectos y curiosos. La inmensa multitud y la prisa y  la agitación de los negocios y de las diversiones, el gran número  de lugares de esparcimiento, las nobles iglesias y los soberbios  edificios de todo tipo, agitan, divierten y elevan la mente.  Además la satisfacción de poder seguir el plan que más te  apetece, sin que te conozcan o te miren, es muy agradable "(20).  La libertad que posee es lo que más le gusta y es precisamente  por eso que también disfruta quedándose en casa:   "Llego a casa por la tarde, me pongo la ropa vieja, el gorro y  las zapatillas, y me siento tan contento a escribir mi diario o  cartas. Mientras pueda disfrutar así" -Boswell venía de cortejar  a una dama- "me siento feliz cuando estoy solo. En realidad hay  una gran diferencia entre la soledad en el campo, donde no se  puede evitar, o en Londres donde, en un momento, te encuentras en  medio de la prisa y el esplendor de la vida " (21).

Sus habitaciones pueden ser pequeñas pero la ciudad entera  es su jardín, su comedor, su sala de estar y de lectura, el lugar  donde puede estar sólo o acompañado y también hallar goce sexual.  Después de un intento fallido de tener un affair galante con  una actriz con la intención de encontrar placer seguro y  gratuito -y comprobar que no es ni lo uno ni lo otro puesto que  coge una enfermedad venérea que le retendría cinco semanas en su  habitación- Boswell opta por las prostitutas protegiéndose con lo que él llama armour es decir un condón.

El lugar de encuentro suele ser la calle pero puede haber  variaciones, por ejemplo el puente de Westminster: " En Haymarket  me hice con una joven fuerte y divertida, y cogiéndola por el  brazo me la llevé hasta el puente de Westminster, y encima de ese  noble edificio y utilizando mi "armour" hice uso de sus  servicios. La idea de hacerlo allí con el Támesis fluyendo bajo  nuestro me divirtió mucho "(22). No siempre era tan caprichoso y,  aunque normalmente iba al St. James Park,  a veces  le bastaba la  obscuridad y una callejuela tranquila; no obstante en ciertas ocasiones valía la pena recurrir a una de las múltiples tabernas que según parece alquilaban habitaciones. " Llegué a las piazzas  pletórico de un rico espíritu animal y quemándome en un fuerte deseo. Me encontré con dos hermosas jóvenes que me pidieron que me las llevara conmigo. " Queridas mías", les dije, "Soy un muchacho  pobre. No os puedo dar dinero. Pero si queréis un vaso de vino y  mi compañía, si queréis divertiros y disfrutar sin cobrar, soy  vuestro hombre". Después de tan breve pero esclarecedor discurso, fueron a la Shakespeare's Head, pidieron una habitación y una  botella de sherry. Primero bebieron, luego cantaron y "a continuación  solacé mi existencia con ellas, una después de la otra, por orden  de edad " (23).

También va a la iglesia, puesto que no es sin remordimientos  y con una afán de superar lo que él llama  depravación  que  escribe sobre sus escapadas. Esta fue una de las rutinas que  logró mantener: ir cada domingo a una iglesia distinta.  Llegó a visitar todos los lugares de culto de la City e incluso,  gracias a su amistad con un miembro del  coro real, pudo ir a la  Chapel Royal y observar al rey;  también presenció una ceremonia católica que "le llenó la cabeza de ideas románticas"  mientras que su participación en la reunión dominical de una  iglesia presbiteriana le dio tal tristeza que para librarse del  ataque de melancolía que tanto temía, corrió hacia San Pablo donde  logró serenarse.   

En realidad todo en Londres le interesaba porque todo era un  espectáculo: desde su  propia calle contempla el paso  del rey y  su corte, y desde la Torre ve la llegada de los embajadores  venecianos; participa en las fiestas que se organizan para  celebrar la paz y observa las algaradas políticas causadas por el  asunto Wilkes.  También le llama la atención la parte obscura de  la ciudad.  Visita la cárcel de Newgate y, sin ningún impedimento, entra en el patio donde ve a dos condenados a  muerte -Paul Lewis por asalto armado aunque frustrado y Hannah  Diego por robar en casa de su dueña- que se  dirigían hacia la  capilla arrastrando sus cadenas. Como había casi 50 delitos  castigados con  la pena capital -que en 1800 se multiplicaron por  cuatro- (24) también  asiste a las ejecuciones que eran públicas.

Después de visitar la cárcel, fue con uno de sus amigos a  Tyburn que era donde se colgaba a los condenados a muerte porque  " mi curiosidad para ver el melancólico espectáculo era tan  fuerte que no pude resistirlo, aunque era consciente de que  sufriría por ello. " En torno al lugar de ejecución se habían  levantado una serie de tribunas para que la gente pudiera ver las  ejecuciones con mayor comodidad y de paso obtener un beneficio  -en 1760 en ocasión de una célebre ejecución se llegaron a  recaudar 500 libras (25). Boswell continua narrando: " subimos a  una tribuna cerca del árbol fatal para ver bien la triste escena.  Había una prodigiosa multitud de espectadores. Quedé terriblemente impresionado  y caí en una profunda melancolía"  (26). Pronto no obstante, en 1783, se suprimirían las ejecuciones  públicas porque Tyburn, que estaba en el lugar donde el actual  Oxford Street se encuentra con Hyde Park, había quedado en medio  de uno de los lugares más elegantes de Londres.

Si quería diversiones más intelectuales tenía un amplio  abanico de  opciones: podía visitar las dos cámaras del  parlamento, discutir de política y leer los periódicos en las  Coffee-houses, participar en las reuniones de los diversos clubs  -había uno que se llamaba la Robin Hood Society donde pagando  seis peniques se podía hablar durante cinco minutos de lo que se  quisiera- (27); también podía ir a las librerías que en muchas  ocasiones eran también imprentas o suscribirse a una circulating  library, es decir un servicio de préstamo de libros.

O hacer turismo cultural: podía  ir al nuevo British Museum  lleno de "curiosidades " y a las exposiciones de pinturas -por  ejemplo en la Sociedad de artistas de la Gran Bretaña vio una  exposición de retratos de Reynolds. También visita  la abadía de Westminster y  sube al tejado de la cúpula de San Pablo desde donde vio " una  cantidad prodigiosa de tejados y callejuelas estrechas que se  abrían aquí y allí " (28). Incluso se animó a   ascender la escalera de doscientos  pies de altura que le lleva al balcón que coronaba el monumento que Wren diseñó para señalar el lugar desde donde partió el fuego  que incendiaría la ciudad. La altura le molesta: " Fue horrible  para mí encontrarme monstruosamente elevado en el aire, tan por  encima de Londres y todas su torres. No me atreví a mirar a mi  alrededor" (29).

Aunque su amistad con Lord Eglinton y la condesa de  Northumberland no le sirvieron para conseguir sus propósitos, sí  le permitió entrever el Londres más refinado. Lord Eglinton lo  invitaba a desayunar, a comer y también a cenar e incluso le  permitía quedarse a dormir en su casa -en la misma habitación que  ocupó durante su anterior escapada londinense- porque Boswell  temía a los ladrones y  tenía miedo de deambular por la ciudad en  la obscuridad de la noche. Eglinton lo lleva en su carruaje a los  jardines de Ranelagh en Chelsea donde Boswell disfrutaba viendo  "la noble rotonda rodeada de palcos y la gran profusión de gente  bien vestida " (30); o, cruzando el río, a los jardines de  Vauxhall donde se podía pasear, comer, escuchar música y bailar.  Incluso lo invita a su club, "Beef and Liberty" -Buey y  Libertad-, que se reunía en el piso superior del  teatro del  Covent Garden. Según recuerda Bowsell, se encontró allí gente muy  variada, aristócratas, militares, actores, periodistas; " sólo  comimos buey y bebimos vino y ponche en abundancia y libertad.  También cantamos" (31). En otra ocasión este aristócrata le hizo un pase para que pudiera asistir a la solemne apertura del  Parlamento presidida por el rey.

La condesa de Northumberland tuvo la amabilidad de invitarlo a sus reuniones de los viernes y allí acudía Boswell vestido de  etiqueta. A veces había grandes fiestas: "por la tarde fui al  palacio de Northumberland, a la fiesta, que realmente fue  magnífica. Las tres grandes salas y la galería ( prodigiosa)  estaban llenas de la mejor compañía, entre trescientas y  cuatrocientas personas" (32).  En otras ocasiones se trataba tan  sólo de una pequeña reunión informal, en ellas Boswell solía  aburrirse porque la única diversión era el juego -"esta noche me  sentí muy incómodo, era la única persona en la sala que no  jugaba"; (33) y él, después de muy malas experiencias, había  prometido no jugar.

Pero lo que realmente le gustaba era ir teatro que era una  de sus grandes pasiones. Había dos el Covent Garden y el Drury  Lane, además de la Royal Opera House y un Little Theatre donde  había mimo. Boswell es feliz en Drury Lane con el más famoso de los  actores, David Garrick, a quien tiene el honor de conocer  personalmente, de ser invitado en su casa  y obviamente de admirar en sus grandes creaciones de Shakespeare. Boswell anota sus impresiones después de una memorable interpretación de King Lear: " la fama de Garrick era tan grande que a las cuatro de la  tarde cuando todavía faltaban dos horas para que empezara la  representación ya estaba el teatro lleno"   -los asientos no  estaban numerados de modo que había que entrar y ocuparlos, las  gentes pudientes mandaban a sus criados para que se los  reservaran. En aquella ocasión Boswell reconoce que se sintió totalmente conmovido por la interpretación y que "derramó  lágrimas en gran abundancia" (34).

Pero tanta felicidad acabaría pronto no sólo no hacía ningún  progreso con el asunto de su cargo en la milicia sino que su  padre empieza a exigir que abandone la holganza para volver al  estudio. Todo son presiones y problemas, de ahí la melancolía de  la que se queja; a todo ello se unió una trifulca con su casero  por un tema que de viejo parece intemporal: el ruido. Boswell se  había reunido con dos amigos y ocupado por la noche la salita que  sólo podía utilizar durante las mañanas, allí hablaron, bebieron  negus -oporto caliente con limón y especias- y alborotaron. Cuando el casero aporreó la puerta exigiendo que salieran,  después les insultó y a continuación les amenazó primero con la  llegada del vigilante y luego de la fuerza pública, Boswell se  sintió herido en lo más profundo de su orgullo y decidió actuar.  Sus conocimientos de leyes le servirían de algo, al día siguiente  presentó cargos por trato injurioso, también averiguó que podía  abandonar la casa pagando no por un año entero como había  contratado sino por los meses que había vivido allí. Lleno de  dignidad Boswell, liquidó sus pequeños gastos con Mrs. Terrie no  sin antes advertirle que con semejante marido le sería difícil  conseguir inquilinos, luego cargó sus pertenencias en un coche y  se trasladó a las habitaciones que un amigo  le cedía  temporalmente en el Temple.

Pero aquel mismo día le quedaba otro problema por  resolver, casualmente había invitado a sus amigos literatos,  entre otros Samuel Johnson y Oliver Golsmith, a cenar en sus  habitaciones pero la pelea con su casero se lo impide; entonces  recurre a una taberna y pide a sus amigos que consideren "la  Mitra como su casa por aquella noche". Allí encarga la cena y,  "bien vestido ", recibe a sus amigos; allí charlan, comen y beben  hasta la una de la madrugada luego, después de haberlos  despedido, considera con satisfacción que esta ha sido una noche  provechosa puesto que al tiempo que ha recibido placer también se  ha instruido (35).

Por otra parte su nuevo alojamiento en la zona del Temple  merece su aprobación: las habitaciones le parecen buenas, el lugar tranquilo y bien cuidado y sobre todo halla una ventaja:  tiene la llave de sus habitaciones de modo que puede ir y venir  cuando quiere y no le sucede como en casa de Mr. Terrie donde  siempre que llegaba tarde obligaba a la criada a esperarlo. Aquí  también hay una buena mujer que limpia y así es como Boswell lo explica:  " En este momento tenemos una vieja que se llama Mrs.  Legge que limpia, nos prepara el desayuno, nos lava la ropa,  limpia las habitaciones, cepilla los zapatos y, en resumen, hace  todo lo que se puede pedir de una mujer vieja " (36).

Durante este tiempo ha seguido negociando con su padre. Está  dispuesto a abandonar su plan militar y volver a las leyes si él  le permite viajar por el Continente. Los últimos días que le  quedan, disfruta de la amistad de su admirado Johnson de quien  escribiría una biografía que les haría famosos a ambos; también  reflexiona sobre los nueve meses que ha pasado en Londres y  reconoce que le parecen  un sueño. El balance de su estancia ha  sido, según él, bueno porque aunque no ha conseguido su objetivo,  " ha conocido el mundo ". Ahora, triste y deprimido sólo de  pensar que "debo abandonar Londres, donde estoy tan bien situado y  donde he disfrutado de tanta felicidad ", trata de animarse  pensando en sus viajes.

Boswell visitó los Países Bajos, Suiza, algunos de los  principados alemanes, Italia y Córcega y siempre siguió con su  diario. Lo único que nos queda por lamentar es que no viniera a  España como tenía pensado -su padre de nuevo- porque ahora  tendríamos una crónica interesante, divertida y probablemente muy  precisa de nuestro país.

Conclusión

James Boswell, joven escocés de veintidós años que vivió en el siglo XVIII, puede ser contemplado como el paradigma de todos los que han emigrado, y siguen emigrando, a la ciudad para realizar el futuro que han soñado. Ellos, dispuestos a vivir en cualquier rincón con tal de participar en la gran fiesta y en el abanico de oportunidades que una ciudad supone, han creado las ciudades que hoy conocemos. Ellas son pues el resultado de los anhelos e ilusiones de cada uno de nosotros.

 

Notas

1. John Evelyn (1640-1706) citado en Denvir.

2. Porter,   p. 72

3. Porter, p.72

4. Marshall,  p. 8. Hay que considerar que un pie (foot) equivale a 0'3048 m. y un acre a 0'4047 ha.

5. Reed,   p. 113-115

6. Porter, p. 61.

7. Pepys,  p. 215.

8.  Boswell's London Journal, p. 152-154.

9. Ware, Isaac. A Complete Body of Arquitecture, 1756. en  Denvir, p. 42-44.

10. Historical MSS Comission Reports: Fourteenth Report en  Denvir, p. 50.

11. Michael Reed y Roy Porter consideran que el número de  habitantes estaba entre seiscientos y setecientos mil.

12. Porter, p. 74.

13. Reed, p.117.

14. Boswell's Life of Jonhson,  p. 55, vol. I.

15.  Boswell's L.J. p. 58.

16. Boswell's L.J. p. 336.

En cuanto a las monedas hay que considerar: guinea era una  moneda de oro que dejó de circular en 1813 que valía 21 chelines  (shillings) o 1'05 libras (pound). Chelín moneda de plata y  posteriormente de aleación de cobre y níquel cuyo valor era la  doceava parte de una libra, en 1970 fue reemplazada por  una moneda de 5 peniques (penny). Penique, antes de 1970, era una  moneda de bronce o de cobre que valía la doceava parte de un  chelín. Desde la reforma de 1970 la libra es la moneda inglesa y  está dividida en cien peniques.

17. Boswell's L.J. p. 81.

18. Boswell's L.J. p. 74.

19. Boswell's L.J. p. 86.

20. Boswell's L.J. p. 69.

21. Boswell's L.J. p. 96.

22. Boswell's L.J. p. 255.

23. Boswell's L.J. p. 264.

24. Porter, p. 151.

25. Porter, p. 32.

26. Boswell's L.J. p. 252.

27. Boswell's L.J. p. 322.

28. Boswell's L.J. p. 310.

29. Boswell's L.J. p. 232.

30. Boswell's L.J. p. 256.     

31. Boswell's L.J. p.

32. Boswell's L.J. p. 70.

33. Boswell's L.J. p. 126.

34. Boswell's L.J. p. 251.

35. Boswell's L.J. p. 294.

36. Boswell's L.J. p. 306.

 

Bibliografía

BOSWELL, J. Boswell's London Journal. New York. McGraw Hill, 1950.

BOSWELL, J. Life of Johnson, London, Heron Books,  sin fecha de edición.

DENVIR, B. The eighteenth Century. Art, design and society. London. Longman,  1983.

MARSHAL,D. Dr.Johnson's London. New York, John Wiley, 1968.

LINDSAY,J. The monster city. Defoe's London. London.Granada Publishing.1969.

PEPYS,S. A Pepys Anthology. London, Unwin Hyman, 1987.

PORTER, R. English Society in the Eighteenth Century, London, Penguin Books, 1986.

REED, M. The Georgian Triumph. London, Routledge, 1983.

 

© Copyright Consuelo Freixa Lobera , 2003
© Copyright Scripta Nova, 2003

 

Ficha bibliográfica:
FREIXA, C. Piso de soltero en el Londres del siglo XVIII. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2003, vol. VII, núm. 146(032). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(032).htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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