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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VII, núm. 148, 1 de septiembre de 2003

ACCESO A LOS RECURSOS Y DISTRIBUCIÓN DE LA POBLACIÓN EN TIERRAS SECAS DE ARGENTINA: EL CASO DE MENDOZA. APORTES HACIA LA EQUIDAD TERRITORIAL

Laura María Torres
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), Argentina. ltorres@lab.cricyt.edu.ar
Elena María Abraham
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), Argentina.abraham@lab.cricyt.edu.ar
Eduardo Torres
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), Argentina. etorres@lab.cricyt.edu.ar
Elma Montaña
Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET), Argentina. emontana@lab.cricyt.edu.ar
Con la colaboración de María Eugenia Fusari y Silvia Urbina.


Acceso a los recursos y distribución de la población en tierras secas de Argentina: el caso de Mendoza. Aportes hacia la equidad territorial (Resumen)

Desde los objetivos de la equidad territorial, las tierras secan muestran un perverso patrón de distribución de la población con relación a la oferta de recursos. El presente trabajo analiza esta problemática en dos estudios de caso de Mendoza (en el centro-oeste de Argentina), representativos de fenómenos comunes a otras tierras secas de Argentina.

Así, el análisis de las dicotomías resultantes entre zonas de cordillera y de llanura y entre zonas de oasis y zonas no regadas muestra una lógica de hegemonización de espacios y uso instrumental de recursos de acuerdo a modelos de desarrollo que, al tiempo que otorgan predominio a unos espacios, se sirven de los recursos de otros, apoyándose en la reafirmación de las condiciones de subalternidad social. Los espacios marginales resultan condenados a perpetuar su condición de desigualdad y a hacer un uso no sostenible de los pocos recursos disponibles para asegurar mínimos niveles de subsistencia.

Palabras clave: población, recursos, tierras secas, equidad territorial, Argentina.


Access to the resources and population distribution in dry lands of Argentina: the case of Mendoza. Contributions towards territorial equity (Abstract)

From the objectives of the territorial equity, the dry lands show a perverse pattern of population distribution with relation to the offer of resources. The present work analyzes this problematic in two studies of case of Mendoza (in the central-west of Argentina), representatives of the common phenomena  among other dry lands of Argentina.

This way, the analysis of the resulting dichotomies between mountain range  and  plain areas and oasis and non-irrigated areas show a logic hegemonic of spaces and the instrumental use of resources according to development models that, at the time  they give prevalence to some spaces, they are served for the resources of another supporting on  the reaffirmation of  social subordinate conditions. The marginal spaces are condemned to perpetuate their condition of inequality and to have a non sustainable use of the few available resources to ensure minimal levels of subsistence.

Keywords: population, resources, dry lands, territorial equity, Argentina.


Mendoza, provincia situada en el centro-oeste argentino, en la frontera con Chile, reproduce un patrón de asentamiento común a lo largo del eje de la cordillera de los Andes Centrales: ciudades medianas, localizadas al pie del sistema montañoso, en las zonas de contacto entre piedemontes y llanuras, que emergen por agudos procesos de concentración, estructurando un espacio productivo restringido a las ofertas de agua y suelo y basado en una economía de agricultura intensiva bajo riego que se desarrolla en oasis artificiales orientados a modelos agroindustriales.

La distribución de su población presenta un esquema que se polariza en subregiones geográficas: las zonas de cordilleras y las de llanuras; y, dentro de éstas últimas, las zonas bajo riego o de “oasis artificiales”, y las sin riego o de “desierto”. En principio, tal polarización se asienta en la ganancia de algunas zonas en detrimento de otras.

Este trabajo se ubica en este marco espacial. Su objetivo es analizar, desde el enfoque de la equidad territorial, la distribución de la población con relación a la oferta de recursos, poniendo especial acento en las particularidades que ambos factores adquieren en su expresión local. Por lo anterior, se valorarán aquellos factores y procesos que han condicionado el desarrollo del territorio mendocino desde el punto de vista espacial, socioeconómico y político y que le han otorgado identidad dentro del contexto nacional.

Se analizarán los espacios naturales y sociales que han conformado el territorio y que, a lo largo de la historia, han cumplido funciones que han definido la identidad actual de la provincia en el marco de la región en la que se inserta, siempre determinada por las condiciones climáticas de aridez y semi-aridez.

En tanto que uno de los elementos que más incide en la conformación del territorio y la distribución de población en la provincia es la escasez de agua, se realizará un análisis pormenorizado de las disponibilidades de recursos hídricos por río y oasis.

El análisis se focalizará en los departamentos de Las Heras y Lavalle, ambos ubicados en el extremo norte de la provincia y con características comunes de aridez. Como estudios de caso, permitirán analizar en pequeña escala la polaridad cordilleras / llanuras –expresadas fundamentalmente en Las Heras- y la polaridad oasis / secano –expresada en Lavalle. Estos constituyen casos representativos de fenómenos que se reproducen en todo el territorio provincial y a nivel regional en las provincias del oeste argentino, particularmente en las vecinas de San Juan y La Rioja (ver figura 1).

 

Figura 1. Mendoza. Oasis artificiales de riego [clicar en la imagen para ampliarla]
Fuente: FUSARI, María Eugenia y URBINA, Silvia; sobre la base del Sistema de Información Geográfica del LaDyOT, Laboratorio de Ordenamiento Territorial y Lucha contra la Desertificación, IADIZA-CRICyT, 2002 y ABRAHAM, Elena María y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, Francisco (Ed.): Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida, 2000, Argentina, GTZ.

Descripción de espacios: el ámbito provincial

Mendoza, provincia andina, se extiende entre los 32° y 37°35´ de latitud sur, y 66° 30´ y 70° 35´ de longitud oeste. Limita al oeste con la República de Chile, al sur con la provincia de Neuquén, y al este y norte con las provincias de San Luis y San Juan respectivamente.

Tiene una extensión de 150.839 km2. Las cordilleras y tierras malas ocupan el 50,7 por ciento del territorio, identificándose cuatro cordones montañosos con orientación norte – sur, que se extienden sobre el extremo occidental: la Cordillera Principal, la Cordillera Frontal, la Precordillera y el Macizo de San Rafael. El restante 49,3 por ciento del territorio está ocupado por valles intermontanos y por la extensa llanura oriental.

Desde el punto de vista político el territorio se organiza en dieciocho departamentos, con sus respectivos gobiernos locales. La capital de la provincia es la Ciudad de Mendoza, la que conjuntamente con porciones urbanizadas de cinco departamentos vecinos (Godoy Cruz, Guaymallén, Las Heras, Luján y Maipú) conforma el Área Metropolitana de Mendoza (AMM). Con una población de casi 850.000 habitantes[1], el AMM concentra más de la mitad de la población total de la provincia.

En los valles intermontanos y en la llanura oriental se identifican dos sub-unidades desde el punto de vista del uso del suelo: las zonas de cultivo intensivo bajo riego o de “oasis” -donde quedan incluidas las áreas urbanas- y las zonas no irrigadas o de “desierto”, mal llamadas de secano, término que será utilizado en este trabajo con la aclaración de que agronómicamente es incorrecto puesto que en nuestra provincia no es posible desarrollar cultivos basados solamente en las magras precipitaciones existentes.

Toda la provincia presenta condiciones climáticas áridas y semiáridas, con precipitaciones medias de 200 mm anuales, caracterizadas por importantes variaciones espaciales y temporales. A modo de ejemplo, en la zona de cordillera se registran precipitaciones del orden de los 600 a 1000 mm anuales, mientras que en la zona de la llanura oriental las precipitaciones son de 100 mm en el límite norte con San Juan y de 450 mm al sur en el límite con San Luis y La Pampa.

En Mendoza el agua es el agente fundamental de la configuración espacial, por lo que es válido afirmar que el agua modela las actividades humanas así como que éstas muestran una particular preocupación por controlar el agua. Esto se advierte claramente en el desarrollo que han tenido los oasis de riego artificial.

Se identifican cuatro importantes oasis cultivados, en donde se aprovechan los caudales de los ríos y arroyos existentes y se explota agua subterránea en forma intensiva: el oasis norte –AMM y San Martín, Lavalle y Junín-, Valle de Uco, el oasis centro – parte de San Rafael y General Alvear- y el oasis de Malargüe en el sur.

El relieve impone sucesiones climáticas que determinan pisos de vegetación, como cinturones bioclimáticos, donde ésta se modifica en función de la topografía, disponibilidad de agua y suelo, orientaciones, etc. De este a oeste, distintas unidades de paisaje se amalgaman en la conformación de pisos altitudinales.

Una transecta a la latitud del AMM muestra claramente esta organización. En el extremo oriental, el piso inferior, corresponde a la llanura aluvial de los ríos Tunuyán y Mendoza. Consiste en una cuenca de acumulación de sedimentos fluvioglaciales y eólicos donde se diferencian las áreas irrigadas –oasis artificiales- de las extensas planicies medanosas dedicadas a la ganadería extensiva. La formación más importante es el algarrobal, bosque abierto de Prosopis con un estrato arbustivo de Larrea divaricata y Atriplex lampa y un estrato herbáceo.

Hacia el oeste continúa el piso pedemontano, entre 900 y 1500-1800 msm, con extensas rampas de erosión –glacis y pedimento- cubiertas por estepa arbustiva de Larrea Spp. (jarillales) y pastos duros, inducidos por el fuego. La única posibilidad de asentamiento en este ambiente desde la época prehispánica está dada por las líneas de aguadas o vertientes.

Se sucede hacia  el oeste el piso precordillerano, entre 1500 y 2700 a 3000 msm, que está conectado con el pedemontano por las quebradas transversales. Estas constituyen verdaderos corredores de penetración humana debido a la presencia de agua, suelo y pastos en las vegas y manantiales. Coronan este piso las pampas o planicies de altura, con estepas de coirón (Stipa Spp). La vertiente occidental, marcadamente más seca que la oriental, está dominada por vientos cálidos de tipo föehn que vienen del Pacífico y elementos puneños en la vegetación.

Hacia el oeste se conecta el piso andino, desde los 2700 msm, y el altoandino, sobre los 3500 msm, que marcan el dominio de la gran montaña.

En todo el ambiente de las montañas son elementos relevantes las vegas o mallines, asociados a arroyos o manantiales de los faldeos. Aún en el verano estas verdaderas "trampas" de agua y suelo -depósitos saturados de material fino con concentración de materia orgánica y vegetación hidrófila- tienen un valor incalculable en este árido paisaje. La relación directa entre las precipitaciones -sobre todo nivales- y los desagües glaciares aseguran la provisión de agua durante todo el año.

La población mendocina se distribuye desigualmente. Del poco más del millón y medio de habitantes de la provincia[2], el 98,5 por ciento se asienta en las zonas de oasis que suman un magro 2 por ciento de la superficie provincial[3], mientras el 1,5 por ciento lo hace en el resto del territorio, representando por el secano[4].

De acuerdo con los datos precedentes, la densidad de población promedio en los oasis es de 512 habitantes por km2, pero se debe tener en cuenta que quedan aquí incluidas áreas urbanas, dotadas de infraestructuras y servicios y con mayor densidad de población que la calculada y áreas rurales de uso intensivo con una densidad poblacional menor. Lo mismo ocurre en el resto del territorio de la provincia, cuya densidad poblacional promedio de 0,16 habitantes por km2comprende áreas con caseríos o centros poblados con mayor densidad de población que la calculada y áreas de desierto y de cordillera con población dispersa y densidades menores.

Valorando la distribución de la población en el territorio, es posible pensar al espacio provincial a partir de la existencia de tres franjas que en sentido meridiano recorren el territorio. Una primer franja al oeste, marcada por el dominio de la gran montaña y con los niveles más bajos de densidad poblacional de todo el territorio, una franja central –piedemontes y conos aluvionales- coincidente con las áreas urbanas y tierras de regadío artificial que concentra las mayores densidades poblacionales, y por el oriente una tercer franja coincidente con las grandes llanuras del secano, nuevamente con bajas densidades poblacionales.

Respecto de los sistemas productivos identificamos tres espacios: zonas marginales de producción ganadera, zonas de cultivos tradicionales y zonas de reciente dinamismo en la actividad agroindustrial. Las zonas marginales se ubican fundamentalmente en tierras de desierto y cordillera. Presentan organizaciones económicas de subsistencia, orientadas a la cría de ganado menor o ligados a empleos estatales. Las zonas de cultivos tradicionales se caracterizan por la predominancia de explotaciones de viñedos de uvas comunes de baja rentabilidad y con dificultades para el acceso a los nuevos mercados (más exigentes), por la utilización de tecnologías tradicionales y por la presencia de productores pequeños y medianos, con escaso poder en el mercado y sobre quienes suelen pesar deudas insalvables[5].Se observan, finalmente, áreas sobre las que se ha refundado la vitivinicultura en un modelo capital intensivo con objetivos de exportación de vinos de calidad que incorpora tecnologías modernas y en las que destacan las inversiones extranjeras. Estas áreas se desarrollan sobre las mejores zonas de los oasis tradicionales o, gracias a la utilización de modernas tecnologías de riego, habilitan tierras de desierto cada vez más altas en los piedemontes.

Dada la actual distribución poblacional de la provincia, merecen un análisis más detallado sus zonas de “desierto” y de “cordillera”, en contraposición y complementariedad con los oasis, con quienes en principio parecen mantener relaciones de cooperación y competencia. En este sentido, para el estudio del eje cordilleras / llanuras, se analizará como caso testigo el departamento de Las Heras, y para el estudio del eje oasis / desierto, se analizará el caso testigo del departamento de Lavalle.

El agua, un recurso estratégico

Como se ha señalado, Mendoza es una región semi-árida, con precipitación media anual de 200 mm. Si se compara esta cifra con los 700 a 800 mm/año que son necesarios para el desarrollo de la vid, el principal cultivo mendocino, se entiende por qué se han realizado grandes inversiones en materia de obras de infraestructura hídrica, ya sean diques de embalse, diques derivadores, canales, compartos, pozos para extracción de agua subterránea y obras de arte en general. Según el Departamento General de Irrigación, la provincia de Mendoza en el último siglo lleva invertidos 1.908 millones de pesos[6], provenientes principalmente de las arcas del Estado Provincial, en infraestructura hidráulica para el aprovechamiento del agua superficial. Si a esta cifra se le suman los 880 millones de pesos que han invertido los regantes privados para la construcción de los 18.344 pozos de extracción de agua subterránea desde el año 1954 a esta fecha, se obtiene un total de 2.788 millones de pesos. No se han contabilizado aquí las inversiones realizadas por la Nación para la construcción de los Diques Agua del Toro, Los Reyunos, Nihuil, y Valle Grande; tampoco se han contabilizado los tendidos eléctricos para llevar energía a los pozos, los caminos y otras obras civiles menores complementarias, como así tampoco los gastos de operación.

La importancia de la cifra indicada pone en evidencia claramente la preocupación que siempre ha existido, tanto en ámbito estatal como en el privado, para lograr seguridad en las dotaciones de agua para los distintos usos y por mantener y mejorar los sistemas para su  mejor aprovechamiento.

Se debe tener en cuenta, sin embargo, que estas grandes inversiones se han concretado en beneficio de los oasis irrigados dejando de lado al resto del territorio provincial. Esta asimétrica asignación de recursos económicos, que parte de una desigual participación en las decisiones políticas debido al distinto peso electoral y de representantes, ha actuado y actúa directamente sobre la distribución de la población y la valoración del territorio.

Para comprender la asignación del recurso hídrico en los territorios seleccionados como estudios de caso, se presentará la situación en cada río y oasis asociados a estos territorios. De los cuatro oasis artificiales que posee Mendoza –oasis norte, Valle de Uco, oasis centro y oasis sur, son los dos primeros y los ríos Mendoza y Tunuyán (que los alimentan) los que inciden en los departamentos de Las Heras y Lavalle. Como todos los demás ríos de curso permanente de la provincia, los ríos Mendoza y Tunuyán cuentan con obras para el embalse de sus aguas y/o con diques derivadores para riego, además de estar relacionados con embalses subterráneos de los que se extrae agua subterránea para complementar las dotaciones superficiales.

El oasis norte se abastece con las aguas de los ríos Mendoza y Tunuyán Inferior y el agua subterránea que se extrae del embalse subterráneo norte, que comprende parte de las regiones hidrogeológicas de los ríos Mendoza y Tunuyán y de los ríos Tunuyán y Diamante. Todo el oasis norte ocupa terrenos sedimentarios modernos correspondientes a la llanura del este de Mendoza, encontrándose los depósitos sedimentarios de mayor granulometría hacia el oeste y a la del río Tunuyán de la Cerrillada Pedemontana. Hacia el este se encuentran materiales sedimentarios de menor granulometría, llegando a fracciones del orden de los limos y arcillas en las partes distales de la llanura. En este gran embalse subterráneo se encuentran acuíferos libres hacia el oeste, los que gradualmente van pasando a acuíferos semiconfinados y confinados hacia el este.

El río Tunuyán se lo considera dividido en dos sectores, el río Tunuyán Superior y el río Tunuyán Inferior, siendo el punto de división el embalse Carrizal. El río Tunuyán Superior riega el oasis del Valle de Uco, en cambio el río Tunuyán Inferior, como ya se ha expuesto, riega junto con el río Mendoza el oasis norte. El río Tunuyán Superior, mientras transita por el Valle de Uco, colecta agua de sus afluentes y drena agua subterránea del embalse subterráneo del Valle de Uco, vale decir que el derrame de este río a la salida de la Precordillera (542 hm3) es menor que a la salida del Valle de Uco (1.065 hm3). Los materiales sedimentarios que han rellenado el Valle de Uco provienen principalmente del oeste, de la zona de Cordillera. En ese sector oeste se encuentran depositados los materiales sedimentarios de mayor tamaño, decreciendo la granulometría hacia el este del valle. Hacia el oeste los materiales son muy permeables, lo que favorece las recargas del embalse subterráneo, encontrándose acuíferos libres, los que paulatinamente, y a medida que decrece la granulometría, se van transformando en acuíferos semiconfinados y confinados hacia el este del valle.

En los oasis mendocinos se extrae agua subterránea a través de una infraestructura de alrededor de 18.344 pozos entubados, que explotan agua de acuíferos que se hallan entre 80 y 350 m de profundidad. En las zonas de desierto se utilizan "pozos balde" o "pozos indios" de escasa profundidad, que permiten extraer agua del primer nivel freático ubicado entre los 5 y 15 m de profundidad.

Todas las áreas cultivadas hacen uso de los recursos hídricos superficiales y también de los subterráneos, siendo este último el que ofrece mayor seguridad para su explotación cuando el primero no existe o disminuye en su disponibilidad. Los recursos subterráneos son los que sustentan la ocupación del territorio identificado como zona de desierto, complementado con la recolección de las escasas precipitaciones a través de rudimentarias represas.

Río Mendoza

El río Mendoza tiene un derrame anual de 1.585 hm3 y su curso es regulado por el dique Potrerillos, recientemente inaugurado, con una capacidad de almacenamiento de 420 hm3. Aguas abajo se encuentra el dique derivador Cipolletti, con capacidad de derivación de 80 m3/s. De este último se desprende una importante red de canales primarios y secundarios con la finalidad de proveer agua a los cultivos y a los otros usos no agrícolas: consumo humano, otros usos urbanos y usos industriales. La red de canales  tiene una longitud de 4.910 km, encontrándose impermeabilizada sólo el 2  por ciento de la misma. Esto último significa un grave problema a resolver en el futuro inmediato debido principalmente a la necesidad de controlar las recargas al embalse subterráneo norte de la provincia. Esas recargas se verán incrementadas significativamente por el escurrimiento de aguas claras por la red de canales sin impermeabilizar.

 Río Tunuyán inferior

El río Tunuyán inferior tiene un derrame anual de 1.065 hm3 [7] y cuenta con el embalse Carrizal (de 385 hm3 de capacidad) para la regulación de sus aguas. Aguas abajo, se ubican el dique derivador Tiburcio Benegas (con capacidad de derivación de 60 m3/s) y el dique derivador Phillips. A partir de estos diques derivadores nace una red de canales primarios y secundarios de 1.570 km de extensión, de los cuales solo está revestido el 10 por ciento. Esta situación ha generado inconvenientes por el ascenso de niveles freáticos de aguas subterráneas, fenómeno que continuará hasta que se logre el equilibrio entre las recargas de agua al subsuelo y las descargas.

Ambas situaciones planteadas, las del río Mendoza y del río Tunuyán Inferior, están enlazadas por la naturaleza, ya que las áreas urbanas y rurales servidas por ambos ríos se asientan sobre el embalse subterráneo norte de la provincia de Mendoza, que tiene una extensión de 39.600 km2 y una reserva total de agua subterránea de 396.000 hm3. Existen aproximadamente 12.800 perforaciones para extraer agua subterránea de este embalse, ya sea en áreas urbanas, para abastecimiento poblacional, o en áreas rurales, para complementar las entregas superficiales cuando éstas no alcanzan, o proveer de agua en forma exclusiva cuando las redes de canales no llegan a las propiedades. Vale decir que su existencia y explotación ha servido para mantener o ampliar los usos del agua en la zona. Esta situación pone de manifiesto la importancia que tiene el mantener la calidad del agua subterránea, situación que desde hace un tiempo se ve comprometida seriamente por la existencia de pozos rotos o mal construidos que desmejoran la calidad de esas aguas. Este grave problema, que ya se ha planteado en innumerables artículos y publicaciones científicas, aún no encuentra solución. Ésta se logrará cuando se haga una explotación organizada del agua subterránea, a través de baterías de pozos de bombeo estratégicamente ubicadas en la cuenca y continuamente monitoreadas, a fin de evitar o disminuir las explotaciones atomizadas, sin control, que son las responsables de la contaminación. En otras palabras, este fenómeno de contaminación paulatina que sufren los acuíferos de esta cuenca norte de agua subterránea sólo se solucionará cuando se concreten medidas de control de las explotaciones y se cambie el sistema actual atomizado y anárquico por otro concentrado y con control por parte de los organismos específicos. El objetivo es lograr el uso conjunto de las aguas superficiales y subterráneas, tema muy tratado y discutido pero aún no logrado.

Río Tunuyán superior

El río Tunuyán superior tiene un derrame anual de 542 hm3 y no cuenta con ningún dique para el embalse de sus aguas, pero tiene en su cuenca varios diques derivadores para riego: el Valle de Uco (con capacidad de derivación de 15 m3/seg), el Aguanda (con 4 m3/s de capacidad de derivación), el Yaucha (también con 4 m3/s) y Las Tunas (5 m3/s). Cuenta con una red de 2.680 km de canales primarios y secundarios, de los cuales sólo se encuentra impermeabilizada el 9 por ciento. El sistema superficial se encuentra relacionado con el sistema subterráneo constituido por el embalse subterráneo del Valle de Uco, que cubre una superficie de 3.200 km2 y tiene una reserva total de agua subterránea de 96.000 hm3. En esta cuenca las infiltraciones que se producen pasan a recargar el sistema subterráneo, que cuando supera su capacidad de almacenamiento, transfiere agua a los arroyos efluentes que son tributarios del río Tunuyán y por ende aumentan su caudal a la salida de la cuenca. Este fenómeno se advierte al comparar los derrames anuales del río Tunuyán superior, con los del río Tunuyán inferior (1.065 hm3), vale decir que el río Tunuyán colecta aguas al pasar por la cuenca Centro. En esta zona del río Tunuyán superior existen aproximadamente 1.900 perforaciones construidas para extraer agua subterránea. Muchas de esas perforaciones, debido a la excelente calidad química de las aguas que extraen, son utilizadas en plantas para el envasado de agua, que luego es distribuida para su venta en distintos puntos del país.

Aspectos metodológicos

Antes de introducirse en cada uno de los estudios de caso, vale la pena realizar algunas precisiones de tipo metodológico.

En los enfoques tradicionales que valoran la distribución de la población en el territorio prima la característica de apoyarse en el uso de datos provenientes de censos nacionales, a partir de los que se enfocan grandes unidades geográficas y políticas, partiendo de datos que, por generales, presentan escaso valor explicativo de los fenómenos locales. La organización de los datos censales determina que se pierda de vista el espacio local, dada la imposibilidad de reflejar sus múltiples particularidades en las cifras totales y finales.

Oportunamente nos propusimos construir una herramienta metodológica que permitiera analizar las particularidades de lo local, lo regional y lo interregional, haciendo un uso exhaustivo de los datos disponibles que hallamos a nuestro alcance y que, principalmente por razones económicas vinculadas con los altos costos que implica la generación de datos, también es el contenido en censos nacionales de población y vivienda. Así, el análisis de estos datos ha sido efectuado en el marco de una metodología cualitativa-cuantitativa en la que se incorporó el análisis de bibliografía y cartografía general y específica, de fotografías aéreas, de datos contenidos en fuentes secundarias y registros meteorológicos así como la observación directa durante el trabajo de campo.

Procedimos a una nueva lectura del material de censos, consistente en nuevos cálculos de población de acuerdo a los niveles locales en función de las unidades definidas como prioritarias (cordilleras/ llanuras y oasis/ desierto). A pesar de que los datos se organizan en radios y fracciones, cuyos límites en la mayoría de los casos no guardan relación con los aspectos físicos, fue posible discriminar la zona de cordillera y la zona de llanura; para luego considerar dentro de la segunda en forma separada las zonas de oasis (llanura irrigada) y las zonas de desierto (llanuras no irrigadas).

Posteriormente se revisaron las densidades poblacionales manejadas para estas zonas, a partir de lo cual el presente estudio permitirá tener una visión más precisa de los procesos de poblamiento y de sus características centrales en relación con la oferta ambiental.

Dicotomía cordillera – llanura, el caso testigo del Departamento de Las Heras

El departamento de Las Heras se sitúa al noroeste de la provincia. Posee una extensión de 8.955 km2 y una población de poco más de 150.000 hab.[8] Gran parte de sus zonas urbanas forman parte del AMM y las zonas de cordillera se desarrollan de N a S a lo largo de la frontera argentino-chilena. La cordillera posee una extensión significativa en el departamento de Las Heras: si en el contexto provincial la superficie de cordillera y tierras malas era del 50,7  por ciento, para este departamento tal proporción asciende aproximadamente al 90  por ciento.

Los datos aportados por el Censo Nacional de Población y Vivienda 2001 arrojan una densidad poblacional promedio en el departamento del orden de los 20,25 habitantes por km2. Al no discriminarse la cantidad de pobladores que habitan las zonas de llanura de los que se asientan en zonas de cordillera, no resulta fácil el cálculo de densidades poblacionales específicas. Sin embargo, es posible avanzar en el análisis de los datos censales con el objeto de obtener una visión más ajustada de la distribución de la población, complementada con estudios previos, Sistema de Información Geográfica (SIG)[9] y cartografía temática[10]. Para ello se tiene en cuenta que los censos en Argentina utilizan una unidad espacial denominada "fracción" y que el departamento de Las Heras suma once de ellas. De esas once, tres corresponden a zonas de cordillera y las restantes ocho a llanuras y piedemontes. En las tres fracciones censales correspondientes a cordillera se registraban en 1991[11] 4.886 habitantes, en una extensión de 7.999,6 km2. Según estos datos, la densidad poblacional para la zona de cordillera resulta en 0,61 habitantes por km2.

Hasta este nivel de análisis sólo se consideran totales poblacionales por grandes zonas, sin embargo dichos valores aún no reflejan la distribución real de la población en el espacio. Centrando el análisis en la zona de cordillera ha sido posible identificar la presencia discontinua de asentamientos humanos de diversa jerarquía, y de población dispersa.

Cabe entonces realizar otra consideración que contemple el análisis discriminado de estas dos sub-regiones. De acuerdo a este criterio las densidades poblacionales se analizarán considerando las superficies de las fracciones censales en las cuales se observa la presencia de grupos poblacionales organizados y aquellas en las que sólo se registra la presencia de población dispersa. Por el método de la pesada se han relacionado las superficies de las fracciones censales con la población asentada, lográndose así inferir las densidades poblacionales parciales de las dos sub-zonas.

Como se mencionara, existen asentamientos humanos de montaña, de reducidas dimensiones, población concentrada y distintas jerarquías, en contraposición con un conjunto muy reducido de población dispersa, organizada en puestos[12] y distribuida en un territorio de gran dimensión.

Se identificaron en la montaña los siguientes centros poblados: Polvaredas, Las Cuevas, Uspallata, Puente de Inca, Penitentes y Punta de Vacas, que concentran la mayor cantidad de población identificada como de cordillera. Presentan un patrón de asentamiento directamente vinculado a la traza del llamado "Corredor Andino", que forma parte del Corredor Bioceánico Central Buenos Aires – Valparaíso y que acompaña la traza del río Mendoza. En los casos de Polvaredas, Puente de Inca, Las Cuevas y Punta de Vacas se trata de puestos fronterizos de alta montaña, ocupados mayormente por militares de gendarmería nacional, ejército y servicios de aduana, que presentan variaciones de población entre invierno y verano. Uspallata es un valle de altura, apto para el desarrollo de cultivos, posee población estable, tanto urbana como rural que aprovecha las condiciones climáticas de la zona para sus explotaciones. Penitentes es un centro de deportes de invierno, con escasa población estable, que muestra una gran afluencia de turistas en los meses de invierno.

Por contraposición, los asentamientos dispersos tienen relación fundamentalmente con actividades tradicionales de ganadería, en función de la utilización de los “mallines” o vegas de cordillera y las vertientes y pampas de la Precordillera. Se trata de economías de subsistencia orientadas principalmente a la reproducción de las unidades domésticas, y donde la vinculación con el mercado al tiempo que escasa y discontinua no permite la generación de excedentes.

De las tres fracciones ubicadas en cordillera, en una de ellas se identifica la presencia de población dispersa; y en las dos restantes población concentrada. En el territorio habitado sólo por población dispersa se observa la presencia de 6 habitantes, en una extensión de 1.534 km2, lo que arroja una densidad poblacional de 0,004 habitantes por km2. En el segundo caso, la población asciende a 4.880 habitantes, en una extensión de 6.465 km2, lo que arroja una densidad poblacional de 0,75 habitantes por km2. Se debe tener en cuenta, sin embargo, que en esta segunda subzona están comprendidos asentamientos poblacionales cuya densidad de población es mayor que 0,75 habitantes por km2, y espacios con población dispersa a los cuales cabe asignarles la densidad de población de 0,004 habitantes por km2. Para esta zona de cordillera se puede afirmar que existe población concentrada sólo en los pueblos alineados sobre la ruta internacional a Chile y que éstos ocupan una mínima superficie; en el resto del territorio, que es la gran mayoría de la superficie de cordillera, sólo se encuentra población dispersa en un vasto territorio prácticamente deshabitado.

Por contraposición, las tierras de llanura correspondientes a las ocho fracciones censales restantes, suman una extensión de 955 km2 y una población de 151.819 habitantes, por lo que su densidad poblacional sería de 159 habitantes por km2. Dentro de esta zona se debería discriminar la población que se asienta en áreas urbanas y rurales, pero este cálculo no puede efectuarse a partir de los datos censales, en tanto las fracciones y radios no respetan estos límites.

Sin embargo, y a los fines de obtener una visión más realista de la distribución de la población, es posible hacer algunas aproximaciones basadas en la comparación con otras situaciones similares para las que los datos son más representativos. Para ello, y con relación a la densidad de población del área urbana de llanura, se toman en cuenta los datos censales de dos departamentos altamente poblados y sin áreas rurales, como son Capital y Godoy Cruz, que tienen densidades de población de 2.252,2 habitantes por km2 y 2.394,5 habitantes por km2 respectivamente.Las áreas urbanas de la llanura en el departamento de Las Heras responden a un patrón de asentamiento similar al de los departamentos indicados, ya que además de ser vecinos territorialmente, comparten características edilicias y de ordenamiento territorial, por lo que resulta válido inferir para el área una densidad de población aproximada que ronde entre los 2.200 y los 2.400 habitantes por km2.

Dificultades similares se plantean al tratar de calcular la densidad de población del área rural irrigada de la llanura del departamento. Sin embargo, y con la finalidad de acercar los cálculos a la realidad, se toman en consideración los datos censales del departamento de Junín, que representa una situación equivalente a la de las áreas rurales irrigadas de la llanura lasherina. Allí, la densidad de población es de 108,1 habitantes por km2. Vale decir que es posible asignar a las áreas de la llanura de Las Heras una densidad en torno a los 100 habitantes por km2.

 

Figura 2. Distribución de la población en relación con las unidades morfoestructurales. Departamento de Las Heras, Mendoza (1991) [clicar en la imagen para ampliarla]
Fuente: Fusari, María Eugenia: sorbe la base del Sistema de Información Geográfica (SIG), Banco de Datos del Laboratorio de Ordenamiento Territorial y Lucha contra la Desertificación (Coord.: Elena María Abraham). IADIZA-CRICyT, 2002 y Abraham, Elena María y Rodríguez Martínez, Francisco (Ed.): Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida, 2000, Argentina, GTZ

 

En conclusión, los 17,5 habitantes por km2 de densidad poblacional promedio para el departamento de Las Heras resultan un inadecuado indicador de densidades que van desde los 0,004 habitantes por km2 de las zonas cordilleranas con población dispersa a los más de 2000 habitantes por km2 de las zonas urbanizadas de la llanura.

Finalmente, para el caso del departamento, no aparecen delimitadas fracciones censales correspondientes sólo a zonas de desierto, por tanto no resulta posible determinar densidades reales de población en esta zona, siendo sólo factible el análisis del eje cordillera / llanura.

 

Tabla 1. Distribución de la población en el Departamento de Las Heras, Mendoza
 

Unidad político-administrativa

Unidad político-administrativa y geográfica (*)

Unidad político-administrativa, geográfica y según características del patrón de poblamiento (*)

Departamento

Cordillera

Llanura

Cordillera,

población concentrada

Cordillera,

población dispersa

Llanura,

población

urbana

Llanura,

población

rural

1991

2001

Hab

156705

182213

4.886

151.819

4880

6

S/D

S/D

Sup. km2

8955

7999

955

6465

1534

S/D

S/D

Hab/ km2

17,5

20,25

0,61

159

0,75

0,004

 2.300 (**)

100 (**)

(*) Datos de 1991; (**) Datos inferidos por comparación con territorios equiparables.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de los Censos Nacionales de población y Vivienda 1991 y 2001.

 

Dicotomía oasis – secano, el caso testigo del Departamento de Lavalle

El departamento de Lavalle se ubica en el extremo noreste de la provincia y limita al norte con la provincia de San Juan, al sur con los departamentos de Maipú, San Martín, Santa Rosa y La Paz, al este con la Provincia de San Luis y al oeste con los departamentos de Guaymallén y Las Heras. Su territorio forma parte de la zona identificada como gran llanura de la Travesía.

El río Mendoza surca su territorio con orientación sur-norte, y el río Desaguadero lo hace con orientación oeste-este en su límite con San Juan, para luego dirigirse hacia el sur en su límite con San Luis.

Posee una extensión total de 10.344 km2, y un total de 32.007 habitantes (2001), con una densidad poblacional promedio de 3,09 habitantes por km2 calculada para el total del departamento.

Se intentará en este caso analizar en forma discriminada los totales poblacionales correspondientes a zonas de oasis y de desierto. Los datos del Censo Nacional de Población y Vivienda del año 1991 han permitido determinar la existencia de cuatro fracciones censales ubicadas completamente dentro de la zona de desierto y tres fracciones ubicadas dentro de la zona de oasis irrigado. Trabajos previos han permitido determinar las superficies correspondientes a ambas zonas, con lo cual ha sido posible el cálculo de las densidades poblacionales reales de cada una de ellas.

De acuerdo con lo anterior, el oasis lavallino, calculado en una superficie de 237 km2, alberga 23.777 habitantes, es decir el 88 por ciento del total departamental. Dentro de la zona de oasis se encuentra población rural y urbana, en tanto en la zona de desierto sólo se encuentra población rural.

Tabla 2. Distribución de la población en el Departamento de Lavalle, Mendoza
 

Unidad político-administrativa

Unidad político-administrativa y geográfica (*)

Unidad político-administrativa, geográfica y según características del patrón de poblamiento (*)

Departamento

Oasis

Desierto

Oasis población concentrada

Oasis

Población rural

Desierto población concentrada

Desierto población dispersa

1991

2001

Hab.

26.967

32.007

23.777

10.007

S/D

S/D

S/D

S/D

Sup km2

10.344

237

3.213

S/D

S/D

S/D

S/D

Hab/ km2

2,6

3,09

100,3

0,32

S/D

S/D

S/D

0,32

(*) Datos de 1991
Fuente: Elaboración propia sobre la base de datos de los Censos Nacionales de población y Vivienda 1991 y 2002

Por su parte en las fracciones identificadas como zona de desierto, secano o sin riego, que abarcan el 97 por ciento de la superficie del departamento, es decir 10.007 km2, son habitadas por el 12 por ciento de la población, o sea  3.213 habitantes. Aquí, la densidad poblacional es de 0,32 habitantes por km2 o un habitante cada 3 km2.

En el gráfico 1 es posible apreciar la evolución de la población del departamento durante los últimos 20 años, a partir de la diferenciación oasis / desierto.

 

Figura 3. Departamento de Lavalle. Comparación intercensal de distribución espacial de la población según lugar de asaentamiento: oasis - secano.
Fuente: Elaboración propia sobre la base de censos nacionales

 

En el caso de la zona de desierto la población se encuentra organizada en pequeños poblados y en puestos aislados, considerados por el Censo Nacional como población rural. Los poblados identificados son: Asunción, San José, Lagunas del Rosario, San Miguel de los Sauces, El Retamo, El Forzudo y Lagunita. Estos poblados tienen totales poblacionales de gran variabilidad, pero en ningún caso superan los 200 habitantes. Se encuentran ubicados casi todos sobre las márgenes de los ríos Mendoza y Desaguadero, ubicación a partir de la cual aprovechan los esporádicos y magros caudales aportados por los cursos de agua que se suman a la utilización de aguas subterráneas captadas a través de pozos balde o "pozos indios" y la captación de lluvias a través de rudimentarias represas.

 

Figura 4. Llevando agua al puesto, Lavalle, Mendoza (2001)[13]

 

El resto de la población del desierto se localiza en forma dispersa, en puestos, haciendo uso exclusivamente de la explotación de aguas subterráneas y de las lluvias que recolectan en depresiones o ramblones usados para el abrevado del ganado. Dentro de esta distribución dispersa se advierten alineamientos de los puestos en coincidencia con paleocauces de los ríos Mendoza y Tunuyán, ya que con esas ubicaciones sus pozos balde tienen mayores eficiencias y mejor calidad de agua.

 

Figura 5. Distribución de la población en relación con las unidades morfoestructurales. Departamento deLavalle, Mendoza (1991) [clicar en la imagen para ampliarla]
Fuente: Fusari, María Eugenia: sorbe la base del Sistema de Información Geográfica (SIG), Banco de Datos del Laboratorio de Ordenamiento Territorial y Lucha contra la Desertificación (Coord.: Elena María Abraham). IADIZA-CRICyT, 2002 y Abraham, Elena María y Rodríguez Martínez, Francisco (Ed.): Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida, 2000, Argentina, GTZ.

 

Funcionalidad de los territorios y valorización de los recursos a lo largo de la historia

Hasta aquí observamos que la desigualdad en el acceso a los recursos, en especial al agua y al suelo determina que los procesos de desarrollo de la región tengan como característica central la de estructurarse sobre una dualidad básica expresada en la coexistencia de territorios nucleares y marginales. La consecuencia directa de esta realidad resulta en la desigual formulación de políticas de desarrollo que refuerza el marcado desequilibrio territorial y falta de equidad social tanto en las zonas de secano como en las de cordillera en comparación con las llanuras irrigadas.

El análisis anterior respecto de la distribución de la población se enriquece al considerar el rol y la valoración estratégica que de estos espacios han hecho las redes de transporte y comunicaciones desarrolladas a lo largo de la historia mendocina y el dinamismo que, a su vez, éstas han aportado a los territorios y particularmente a sus patrones de poblamiento. Dos ejes de dinamismo pueden ser identificados a lo largo de la historia de Mendoza. Uno en sentido norte – sur, penetrando y conectando el espacio andino, y otro que se desarrolla en sentido este – oeste y que articulaba los litorales atlántico y pacífico.

El eje norte - sur se asienta sobre el espacio andino. Diseñado sobre antiguos caminos prehispánicos, alcanza su máxima expresión con el denominado “Camino del Inca” en los tiempos previos a la conquista. Esta vía de conexión ha otorgado identidades específicas y diferenciadas a los territorios considerados, asegurando el modelo de complementariedad entre los distintos pisos altitudinales del área.

El eje este – oeste, “Camino Real" o "de la Travesía”, favoreció desde comienzos de la colonia la comunicación de la provincia de Mendoza tanto con Buenos Aires, como con Chile y Perú, funcionando en el actual territorio mendocino como facilitador de una lógica extractiva que dominaba una zona interior entre dos puertos (Buenos Aires y Valparaíso), incorporándolo como sector medial en una ruta de intercambios transfronterizos.

“...muchas de las vías de comunicación delineadas a comienzos de la colonia persistieron hasta el siglo XIX y aún hasta la actualidad, ... existió... (un) camino que conectaba el Atlántico con el Pacífico: saliendo de Buenos Aires, atravesaba Córdoba, San Luis y Mendoza, cruzaba la cordillera e ingresaba a Chile y desde allí se conectaba con el Perú. La ruta a Chile era en realidad una prolongación de la que se dirigía a Cuyo” (Abraham y Prieto 1993-1994, p. 3)

En los tiempos de la colonia estos intercambios se realizaban en carretas, a través de territorios ocupados por población indígena.

“... a principios del siglo XVII las relaciones económicas con el exterior tenían cierta continuidad sobre todo con Córdoba y Santiago del Estero y ya se habían comenzado a utilizar las carretas para trasladar lo producido en las chacras mendocinas” (Abraham y Prieto 1993-1994, p. 3).

Dadas las distancias que debían recorrerse y las dificultades que presentaba la zona surgieron a lo largo de los siglos XVII y XVIII áreas de apoyo a lo largo del trayecto, especialmente necesarias en las llanuras desérticas de la provincia.

“A medida que el comercio entre Buenos Aires, Rosario, Córdoba, San Luis, Mendoza y Chile fue adquiriendo mayor importancia, la presión sobre el bosque se fue intensificando. Al jerarquizarse el Camino Real como vía de comunicación, aumentó la necesidad y la demanda de postas -y gente para atenderlas- en su recorrido y producción de forraje para los animales de las caravanas” (Abraham y Prieto 1993-1994, p. 16).

Estas postas, además de su calidad de soporte estratégico a la ruta de intercambio funcionaron como nodos de un modelo de extracción de recursos (especialmente madera y leña de los bosques de algarrobo) que en el siglo XIX fue profundizado y perfeccionado por el ferrocarril.

Paralelamente, en el extremo norte de la provincia, actual territorio del departamento de Lavalle, se mantenía funcionando un espacio subregional conformado por el sistema de bañados y lagunas, especialmente las de Guanacache. Este territorio, extremadamente árido, tenía en la época un rol económico definido a nivel subregional consistente en el abastecimiento de pescado, cereales, madera y leña a la ciudad de Mendoza, manteniendo un rol de soporte a la economía provincial, asegurándose su participación en el sistema productivo provincial.

Por su parte las zonas de cordillera, representadas fundamentalmente por el actual territorio de Las Heras, se constituían en paso obligado de los intercambios con Chile y Perú hecho que aseguraba su posición como área de apoyo y soporte. Antes del auge del modelo agro-industrial vitivinícola (fines del siglo XIX) Mendoza desarrolló una actividad económica vinculada a la ganadería. Dentro de este esquema las zonas de cordillera de todo el oeste provincial y especialmente de Las Heras mantuvieron un indudable protagonismo en su calidad de soporte a los intercambios con Chile, especialmente para el engorde de los arreos en pie en los potreros de cordillera antes de afrontar el cruce (Uspallata).

Hacia los años 1810 y 1830 el Camino Real, en su tramo sobre la llanura desértica presentará signos evidentes de deterioro dado el tráfico sostenido al que había sido sometido, hecho que implicó el avance de los procesos de desertificación sobre su área de influencia en la llanura.

“... el camino está muy surcado por el tránsito de mulas y carretas que transportan el producto de las viñas y otras mercancías entre Buenos Aires y Mendoza” (Schmidtmeyer 1947, en Abraham y Prieto 1993-1994, p. 19)

A lo largo del siglo XX tanto las zonas de cordillera como las de llanura desértica irán registrando una pérdida paulatina de funcionalidad dentro de un esquema de desarrollo que propulsó la vitivinicultura y que revirtió en una monopolización de los recursos naturales en apoyo a la nueva industria.

La zona de cordillera registrará entonces el paulatino aglutinamiento de su población a lo largo del paso transfronterizo más transitado, el de Cristo Redentor, dejando al resto del territorio prácticamente despoblado. A partir de los primeros años del siglo XX, el FF.CC. Trasandino tuvo fuerte influencia en el patrón de distribución de los asentamientos. Sus estaciones dieron origen a un rosario de pequeños poblados a lo largo de la vía férrea. Con la renovación tecnológica del FF.CC. los poblados se fueron espaciando mientras que la ruta vial tomaba creciente importancia. Hoy el FF.CC. se encuentra abandonado[14] y la ruta vial concentra el dinamismo de los flujos transfronterizos y de turismo. Los centros poblacionales se han polarizado y se registran menos centros y más población en cada uno. En los últimos años, en el marco de los mercados ampliados y los esfuerzos en torno a la integración, el llamado "Corredor Andino", eslabón mendocino del Corredor Bioceánico Central, experimenta un nuevo dinamismo basado en las redes transfronterizas de transporte, el turismo, los servicios asociados y la presencia de nuevos actores sociales altamente dinámicos. A ello se suma el recientemente construido dique Potrerillos, destinado a beneficiar el aprovechamiento hídrico en el oasis norte. Todo esto coexiste con pobladores dispersos que mantienen prácticas ganaderas de subsistencia en un espacio que cada vez resulta más impactado y distorsionado por nuevos alambrados y construcción de infraestructuras y caminos que se superponen a las antiguas rutas de pastoreo y a los corredores naturales de la fauna silvestre, ocasionando importantes pérdidas para las economías domésticas y la supervivencia de la fauna. El acceso a los recursos hídricos del río Mendoza, en tanto recurso más valorado en el marco de un espacio árido, no será ajeno a esta lógica de accesos desiguales. Serán entonces estos nuevos emprendimientos los que logren marcar una presencia dominante con relación a los recursos; mientras los pobladores dispersos, dedicados a actividades de subsistencia aparecen con escasas posibilidades de modificar el medio a través de la apropiación de los recursos naturales necesarios para sostener sus emprendimientos productivos. Las mejores tierras, con mayor y mejor aprovisionamiento de agua, son apropiadas por nuevos actores sociales que al tiempo que monopolizan espacios, marginan aún más a los antiguos pobladores, reproduciendo el espiral de captación de recursos, localización de inversiones y concentración poblacional en espacios privilegiados a costa de otros excluidos.

Al mismo tiempo la zona de llanura de secano registrará dos procesos que determinarán su condición de ecosistema marginal frente al modelo de desarrollo agro industrial vitivinícola. Por un lado, como consecuencia del modelo de riego implementado en la zona de oasis y en especial dentro de la cuenca del río Mendoza-Desaguadero, se registra una paulatina merma de caudales superficiales en los cursos de llanura, que culminará –entre otros factores- con el agotamiento del sistema de bañados y lagunas hacia la primer mitad del siglo XX, y consecuentemente con los desbordes temporarios y la actividad ictícola y agrícola en la zona. Por otro lado se agudizará la lógica extractiva, a través de la sobreexplotación de los únicos recursos naturales que podía ofrecer al nuevo modelo: la madera de sus bosques de algarrobo. Con vistas a la satisfacción de sus necesidades, la población se resguardará en economías de subsistencia orientadas a la cría de ganado menor, que como actividad económica principal y en algunos casos exclusiva contribuirá en aumentar el grado de desertificación del área.

Se registrará, entonces, la mayor tala de bosque natural en apoyo a la vitivinicultura y a la urbe de Mendoza que para la época registraba crecimiento sostenido. Luego de la tala de los bosques naturales y de retracción de los humedales la zona entrará en un período de estancamiento y desertificación que se extiende hasta el presente, con población dispersa en puestos dedicados a actividades ganaderas de subsistencia sostenidos por un débil entramado de pequeños poblados que no alcanzan a estructurar el territorio ni a satisfacer las necesidades básicas de la población, al tiempo que se muestran dependientes de la zona irrigada.

Retomando el esquema en el que se presentaba el territorio provincial diferenciado en tres grandes franjas de orientación norte – sur, se observa que presentan en la actualidad funcionalidades diferenciadas al modelo de desarrollo y que éstas se asocian al menos a tres elementos: la existencia de accesos desiguales de la población a los bienes y servicios, la presencia de diferencias cada vez más estructurales en el ejercicio de la participación social y económica y, finalmente, a los procesos de desertificación, ya sea en su atenuación o en su agravamiento.

La franja oeste, coincidente con las cordilleras y representada en el presente trabajo por el caso Las Heras, experimenta en la actualidad la emergencia de redes transfronterizas en el marco de los mercados ampliados y los procesos de integración. Se observa la coexistencia de actores sociales relativamente nuevos, altamente dinámicos, que transforman el territorio junto con antiguos pobladores, amparados en prácticas tradicionales, en los que lejos de observar su integración al modelo de desarrollo vigente, vemos agudizada su condición de marginalidad. En la zona central se observan grandes concentraciones urbanas y cultivos de oasis, algunos altamente tecnificados y dinámicos conviviendo con pequeñas parcelas de productores, la más de las veces con altos niveles de endeudamiento. Finalmente, una franja al este ocupada por población que habita tierras de secano, representados por el estudio del caso Lavalle, que desde hace casi un siglo asiste a su falta de integración regional y al agravamiento paulatino y sostenido de sus condiciones de marginalidad social y productiva, todo lo que a su vez incidirá en el agravamiento de las condiciones de desertificación.

Conclusiones

Si procediéramos a la graficación de un gradiente que determinara niveles diferenciados de integración y exclusión observaríamos que, mientras las zonas de cordillera del departamento de Las Heras y las de desierto del departamento de Lavalle presentan el máximo grado de exclusión, las zonas de piedemontes y de contacto entre las cordilleras y las llanuras presentan el mayor grado de desarrollo e integración.

En la zona de cordillera del departamento de Las Heras se observan signos de dinamismo asociados a los servicios al transporte (Uspallata), al turismo (Penitentes y Puente del Inca) y a la realización de grandes infraestructuras (Potrerillos), aunque dentro de este nuevo esquema la población tradicional se halla marginada de beneficios localmente apropiados. Por su parte, la zona de desierto del departamento de Lavalle y en general todo el este del territorio provincial experimenta desde ya hace casi un siglo la exclusión de los circuitos económicos de la región.

Podemos pensar el espacio provincial a partir de una lógica de hegemonización de espacios y uso instrumental de recursos de acuerdo a modelos de desarrollo que al tiempo que otorgan predominio a unos espacios se sirven de los recursos de otros, apoyándose en la reafirmación de las condiciones de subalternidad social. Los espacios marginales resultan entonces condenados a perpetuar su condición de desigualdad y a hacer un uso no sostenible de los únicos recursos disponibles para asegurar mínimos niveles de subsistencia.

Alrededor de las redes de comunicación y comercio se despliegan espacios constelares que resultan beneficiarios de las ganancias regionales determinando su posicionamiento hegemónico. Y en el otro extremo espacios marginales, cuya situación actual se explica por su funcionalidad pasada, caracterizada por la explotación incontrolada de los recursos naturales y la acentuación de las condiciones de desertificación.

Las actividades económicas de la provincia y la dinámica de sus comunicaciones e intercambios, han planteado usos hegemónicos de algunas áreas hacia otras, donde unas se reservan las ganancias y quedan para otras casi exclusivamente las pérdidas. En la actualidad estas últimas se hallan estancadas, viviendo al limite de la subsistencia, con altos niveles de pobreza y endeudamiento, al tiempo que con una marcada inaccesibilidad al crédito que posibilitaría en todo caso su reconversión productiva. Áreas subalternas, que han perdido protagonismo en el contexto nacional y provincial, caracterizados por priorizar el desarrollo de las zonas cultivadas y de oasis. En síntesis la situación de marginalidad que caracteriza las zonas de estudio, y que presenta como indicador de mayor sensibilidad el bajo nivel de poblamiento, se explica por su alta funcionalidad con respecto al desarrollo del resto de territorio, no habiendo sin embargo sido receptora igualitaria de los beneficios.

En este sentido sostenemos la necesidad de plantearnos un desarrollo económico desde la perspectiva de la equidad territorial y social. Repensando a nivel nacional y regional un modelo de desarrollo para la zona que sea capaz de articular dinámica y equitativamente a todos los territorios y a todos los actores, a través de la creación de nuevos protagonismos sociales y estrategias de desarrollo diseñadas y consensuadas por los actores sociales involucrados y por las regiones implicadas.

Resta agregar que de no lograrse este acuerdo interregional se mantendrán los actuales niveles de concentración periférica en zonas urbano marginales, con el consecuente empeoramiento de las condiciones de vida de importantes sectores sociales, la mayoría de ellos producto de procesos migratorios de tipo expulsivos rural-urbano.

 

Notas

[1] 846.904 habitantes según el Censo Nacional de Población y Vivienda 2001

[2] Población de 1.575.667 habitantes según datos provisionales del Censo Nacional de Población y Vivienda 2001.

[3] De acuerdo al Departamento General de Irrigación, las áreas de oasis ocupan 3.029,73 Km2. Fuente: DGI, Política de Agua Subterránea, 2000, Mendoza, pp. 13.

[4] Fuente: Torres, Eduardo; cálculo en base a datos del Censo Nacional de Población y Vivienda 1991; y a datos del Departamento General de Irrigación. “Hidrogeología de la Provincia de Mendoza” (pp. 56) en Abraham, Elena María y Rodríguez Martínez, Francisco (ed.) Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida. Argentina: GTZ, 2000.

[5] Si bien la viticultura es el cultivo dominante, existen también frutales y cultivos anuales. Éstos últimos han ganado superficie en los últimos años (especialmente en áreas periurbanas) a costa de la reconversión de pequeñas explotaciones vitícolas tradicionales, abandonadas a causa de su baja rentabilidad.

[6] Equivalentes a igual cantidad de dólares estadounidenses.

[7] Medidos a la salida del dique Carrizal.

[8] Datos provisionales del Censo Nacional de Población y Vivienda 2001.

[9] Fusari, María Eugenia, Sistema de Información Geográfica, del LaDyOT. IADIZA-CRICyT, 2002.

[10] Abraham, Elena María y Rodríguez Martínez, Francisco (ed.) Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida. Argentina: GTZ, 2000.

[11] Los datos censales de 2001 aún no están disponibles en el nivel de fracciones, por lo que es necesario para efectuar este análisis  con datos del censo 1991.

[12] El puesto es la unidad productiva característica de la zona. Se trata fundamentalmente de economías domésticas orientadas a la subsistencia y dedicadas a la cría de ganado. El grupo doméstico completa el ciclo productivo al interior de la unidad. En su participación en el mercado, la característica central son los términos de desigualdad en los que se plantea la relación. Los puesteros en general venden su producción a intermediarios a precios muy bajos y que en ningún caso favorecen la producción de excedentes, o alquilan en forma temporaria su fuerza de trabajo, quedando las condiciones de reproducción a cargo de la economía doméstica.

[13] Fotografía de un puestero de la zona de secano del departamento de Lavalle, Mendoza, acarreando agua a su puesto (2001).

[14] Existe un proyecto para la reactivación del FF.CC. Trasandino, pero aún en caso de llegar a concretarse, las tecnologías a utilizar determinarían bajos impactos poblacionales, tanto cuantitativamente como en lo que respecta a la distribución.

 

Bibliografía y fuentes

ABRAHAM, Elena María y RODRÍGUEZ MARTÍNEZ, Francisco (ed.) Argentina. Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida. Argentina: GTZ,2000.

ABRAHAM, E. M. y PRIETO, M. del R. Proceso de Ocupación del Espacio y Uso de los Recursos de la Vertiente Nororiental de los Andes Centrales Argentino-Chilenos. Cuadernos Geográficos, Universidad de Granada, 1993-1994.

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DEPARTAMENTO GENERAL DE IRRIGACIÓN. Política de Agua Subterránea. Mendoza, Argentina, 2000.

LAURELLI, Elsa, Elena María ABRAHAM, Armando BERTRANOU, Elma MONTAÑA, Irma PAVÁN, Alejandro SCHWEITZER, Eduardo TORRES,  Laura M. TORRES y Silvia URBINA. Valorización de los territorios de montaña como espacios de comunicación y transportes. El caso de Mendoza en la Argentina. En Resúmenes de la Multiconferencia Transcontinental Highsummi. Mendoza, mayo de 2002, pág. 81.

TORRES, Eduardo. Hidrogeología de la Provincia de Mendoza. En Abraham, E. y Rodríguez Martínez, Francisco. Argentina, Recursos y Problemas Ambientales de la Zona Árida. Programa de Cooperación para la Investigación, Junta de Gobierno de Andalucía, Universidades y Centros de Investigacón de la Región Andina, Argentina, 2000.

TORRES, Eduardo, ABRAHAM, Elena M. TORRES, Laura M. y URBINA, Silvia. El Agua como Demanda Social en la Región Centro Oeste de Argentina. II Seminario Internacional CYTED – XVII “Un Enfoque Integrado para la Gestión Sustentable del agua – Experiencias en regiones semi áridas” Salvador, Bahía, Brasil. Resúmenes del II Seminario Internacional CYTED – XVII, 2002.

 

© Copyright Laura María Torres, Elena María Abraham, Eduardo Torres, Elma Montaña, 2003
© Copyright Scripta Nova, 2003

 

Ficha bibliográfica:
TORRES, L. M., ABRAHAM, E. M., TORRES, E., MONTALA, E.
Acceso a los recursos y distribución de la población en tierras secas de Argentina: el caso de Mendoza. Aportes hacia la equidad territorial . Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de septiembre de 2003, vol. VII, núm. 148. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-148.htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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