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Geo Crítica
Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VIII, núm. 163, 15 de abril de 2004


LA ESTRUCTURA PROFESIONAL DE UNA CIUDAD TERCIARIA: A CORUÑA, 1900 - 1960

Jesús Mirás Araujo
Universidade da Coruña

La estructura profesional de una ciudad terciaria: A Coruña, 1900 - 1960 ( Resumen)

Se analiza la evolución de la población activa y de otros indicadores demográficos vinculados, con el fin de determinar cuál era la estructura profesional dominante, y las posibles transformaciones que se registraron en la actividad económica urbana. La principal hipótesis a demostrar es el predominio de las actividades terciarias sobre las de tipo industrial y primario, como parte de un proceso de consolidación del sector a largo plazo. A pesar del peso del sector terciario, se aprecia un cierto dualismo, derivado de la fuerte presencia de actividades de servicios de bajo nivel de cualificación (servicios domésticos, comercio cotidiano, etc.), frente a otras funciones de mayor nivel de sofisticación, vinculadas por lo general a los diferentes tráficos originados por el principal motor de la actividad económica local, el puerto. Palabras clave: población, A Coruña, historia urbana, actividad económica


Abstract

The professional structure of a tertiary town: A Coruña, 1900-1960. The evolution of working population and other linked demographic parameters are analyzed, in order to assess which was the dominant professional structure, and the possible transformations of the urban economic activity. The main point is to demonstrate the predominance of tertiary activities upon the industrial and primary ones, as a part of a long-run consolidation process of the sector. Despite the growth of the tertiary sector, we appreciate a certain dualism, which came from the strong presence of low qualification service activities (domestic service, retail, etc.), as opposed to other more sophisticated functions, linked to the traffic generated by the main responsible of the local economic activity, the port.

Key words: population, A Coruña, urban history, economic activity

En el presente trabajo se estudian algunas de las principales características de la población activa de una ciudad de rango jerárquico intermedio durante la primera mitad del siglo XX. El objetivo es determinar qué tipo de estructura profesional era la dominante en la ciudad, y las posibles transformaciones que se registraron en la actividad de sus habitantes en un período en conjunto de gran importancia para la sociedad española, que antecede a los profundos cambios que se desarrollaron a partir de los años sesenta. La investigación nos introduce en el conocimiento de la estructura económica urbana a través del examen de sus distintos sectores, proporcionando así un primer índice del nivel de desarrollo socioeconómico de la comunidad.

La principal hipótesis a demostrar es el predominio de las actividades terciarias sobre las de tipo industrial y primario, como parte de un proceso de consolidación del sector a largo plazo, que hunde sus raíces en el siglo XVIII (Alonso 1991) y que se afianzó durante la primera mitad del siglo pasado. Este predominio se basaba principalmente en las actividades vinculadas al tráfico portuario, pesca, comercio, además de otras tradicionales funciones urbanas (militar, administrativa, hostelera, etc.), repitiendo en este caso un patrón similar al de la mayor parte de las ciudades españolas de tipo medio.

Esta evolución ha tenido elementos comunes con otro tipo de economías urbanas y ha caminado en paralelo al propio proceso de terciarización que característico de la mayoría de las sociedades occidentales[1]. La terciarización se considera un fenómeno cuyo escenario es esencialmente urbano, y que lo es en la medida en que se desarrolla en el marco de un territorio en el que previamente se ha producido un proceso de urbanización (Carreras 1989; Romero 1995).

Sin embargo, en la literatura económica no es frecuente hallar estudios sobre tempranos procesos de terciarización en economías urbanas concretas[2]. Ahora bien, la terciarización que han experimentado las sociedades occidentales desde la segunda mitad del siglo XX (Stanback et al. 1981; Gershuny y Miles 1983; Daniels 1993), incluida la española (Cuadrado 1993; Cuadrado y Ortiz 2001), y que se ha acelerado tras el advenimiento de la sociedad globalizada y de la sociedad de la información (Cuadrado et al. 2002; Ács et al. 2002), constituye un fenómeno que encuentra sus raíces en el siglo XIX y con mayor claridad en los inicios del siglo XX (Daniels y Moulaert 1991). Por ello, aunque la vinculación entre industrialización y urbanización ha sido extensamente analizada, el crecimiento urbano dependió también en gran medida del desarrollo y diversificación de diversas actividades de servicios, localizados principalmente en las ciudades (Daniels 1991b). El problema reside en que estos fenómenos han estado parcialmente ocultos por el avance del sector industrial.

Por otra parte, existen ciudades que no han seguido el patrón evolutivo estándar de la mayoría de las urbes, especialmente de las grandes metrópolis (Daniels 1991a). Con frecuencia, la industrialización no llegó a cristalizar o, cuanto menos, se manifestó tardíamente o con menor intensidad. Este parece haber sido el caso de A Coruña, en donde durante el siglo XIX los intentos de industrialización resultaron en general fallidos. Con todo, en determinados momentos, el sector industrial-manufacturero experimentó algunos avances, vinculados en buena medida con la función portuaria. Pero éstos ocurrieron más como resultado de desaceleraciones de los sectores primario y terciario que de un verdadero proceso de industrialización. Finalmente, conviene tener presente que una de las fuentes consultadas en otros trabajos, la contribución industrial y de comercio, registraba empresas, pero no recogía la totalidad del empleo (por ejemplo, el servicio doméstico, los servicios públicos, la administración, etc.), cuyo peso en términos de ocupación de la mano de obra era elevado. Esto de por sí cuestiona cualquier conjetura sobre una hipotética industrialización de la ciudad.

La fuente utilizada han sido los Censos de la Población de España, a pesar de que numerosos autores han puesto de manifiesto que adolecen de algunas limitaciones que restringen su fiabilidad. Entre otros, destacan su escasa actualización y desagregación, tanto espacial como sectorial, lo que plantea dudas sobre la realidad de la actividad de la población (Vinuesa 1988), circunstancia que se ha revelado como un problema especialmente grave en los censos de principios de siglo (Puyol 1990, p. 122). Sin embargo, su principal deficiencia radica en la falta de homogeneidad y permanencia de los sistemas clasificatorios, y en los cambios en la nomenclatura utilizada en los conceptos básicos (por ejemplo, el de la población activa[3]), siendo en la población activa femenina donde los criterios de registro han sido más variables. Sólo a partir del Censo de 1900 comenzaron a solventarse (parcialmente) las dificultades para la formulación de una nomenclatura adecuada de las actividades económicas, gracias a la adopción de una clasificación aceptada internacionalmente[4]. Además, a nivel de los sectores secundario y terciario, durante los primeros censos del siglo no se efectuó una distinción entre patronos y no patronos (sólo en el de 1920). Y en el caso de la actividad comercial los datos no permitían determinar con exactitud la estructura del mercado de trabajo y realizar una diferenciación social de la actividad (Nielfa. 1985, p. 107). Finalmente, las actividades que no aparecían bien especificadas suponían un porcentaje considerable, arrastrando así el crecimiento del epígrafe "Otros".

Por último, los peculiares rasgos socioeconómicos de la región gallega acrecientan las dudas, debido al predominio de actividades primarias, caracterizadas por la permanencia de unas estructuras de tipo tradicional. La principal anomalía reside en la infravaloración de la actividad femenina, sobre todo cuando el hombre era agricultor o comerciante. Algo similar ocurría con rentistas y jubilados, que solían ejercer algún tipo de tarea agraria (Bertrand 1992, p. 169).

Los datos han permitido comprobar un aumento de la población activa durante gran parte del período analizado, fruto de una rejuvenecida estructura por edades (gracias al crecimiento vegetativo y, sobre todo, la inmigración regional), que se comienza a quebrar, sin embargo, en el tramo final de la etapa analizada. Se confirman, además, grosso modo los rasgos revelados por el tejido empresarial a través del análisis de la contribución industrial (Mirás 1995, 1999), con un claro predominio del sector terciario. Sin embargo, se detecta la existencia de un cierto dualismo socioeconómico, originado por la contraposición entre el elevado número de actividades de servicios de baja cualificación (servicios domésticos, comercio cotidiano, etc.), y otras de mayor nivel de sofisticación, vinculadas por lo general a los diferentes tráficos originados por el principal motor de la actividad económica local, el puerto.

Caracterización de la evolución de algunos indicadores demográficos básicos

En conjunto, la primera mitad del siglo XX constituyó una etapa decisiva en la evolución histórica de A Coruña. A principios de siglo, era la ciudad más habitada de Galicia. Sin embargo, su población apenas se acercaba a los 44.000 habitantes[5], lo que le valía únicamente para ocupar una posición intermedia dentro de la jerarquía urbana nacional. El modelo demográfico de entonces se caracterizaba por la permanencia de algunos elementos propios de un régimen demográfico antiguo, aunque inmerso ya en pleno proceso de modernización. A lo largo de la primera mitad de la centuria, las variables que definían el comportamiento biológico (tasas de natalidad, mortalidad, nupcialidad, etc.) dieron lugar a un crecimiento vegetativo relativamente reducido, como resultado del inicio de la transición demográfica en la ciudad (Figura 1). En consecuencia, el crecimiento demográfico endógeno era más lento que el de su entorno rural.

Al igual que ocurrió con la mayor parte de las ciudades españolas medias, A Coruña experimentó un crecimiento demográfico destacado. Podemos distinguir dos grandes etapas, separadas por la Guerra Civil[6]. A pesar de que el crecimiento durante el primer tercio del siglo fue notorio, la fase de mayor progresión se sitúa en los años treinta[7]. La causa sería la coyuntura depresiva que presidió este período, cuyos acontecimientos (recesión económica, guerra, posguerra) supusieron un freno importante a la emigración exterior gallega, principal válvula de escape rural, quedando como única alternativa la de dirigirse hacia las ciudades regionales más dinámicas.

 
Figura 1. Tasa de crecimiento vegetativo de la población de la ciudad de A Coruña, 1900 - 1960.
Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Movimiento Natural de la Población. Elaboración propia

 

Durante los años cuarenta y cincuenta, el crecimiento fue también notable. En la primera década, a pesar de restablecerse la emigración latinoamericana, de nuevo la crisis internacional (guerra mundial) frustró la salida hacia el exterior. El propio régimen franquista imponía numerosas trabas, debido a intereses políticos. En los años cincuenta se inició la migración masiva hacia las ciudades españolas (Gozálvez 1991). Esto se tradujo en un desarrollo urbano importante en A Coruña. De hecho, su crecimiento demográfico fue mayor que el del conjunto de las capitales de provincia[8]. El resultado fue un crecimiento demográfico destacado, en términos absolutos y relativos, dentro del contexto de las capitales provinciales de rango intermedio[9].

A pesar de que no es posible negar la aportación de la componente vegetativa (Figura 1), así como la habitual anexión de municipios limítrofes (en el caso coruñés, Santa María de Oza, en 1912), la inmigración fue la principal responsable del crecimiento demográfico[10]. Utilizando la información suministrada por el Padrón municipal de habitantes, Blanco (1996, p. 149) ha estimado que alrededor de 1900 sólo el 52,16% de la población urbana había nacido en la capital. La influencia de la ciudad se extendía hacia el hinterland próximo, de manera que los principales flujos migratorios procedían de los municipios más cercanos. Pero su influjo se extendía hacia el resto de la provincia (en donde había nacido el 28,34% de la población urbana), e incluso hacia el resto de la región (Blanco 1996, p. 150-151). Aun sin disponer de información detallada para los años posteriores, todos los indicios apuntan a una agudización de este fenómeno.

La inmigración rural estaba constituida principalmente por población activa. Y ello tuvo profundas repercusiones sobre el mercado de trabajo urbano, debido a los efectos que ejerció sobre la estructura por sexo y edades de la población urbana, especialmente sobre la de su población activa, a través del mayor crecimiento del número de hombres que de mujeres, especialmente en las fases de más intenso flujo migratorio. En A Coruña la población inactiva superaba ampliamente a la activa[11]. El diferencial, además, era creciente (salvo un ligero retroceso en 1930). Pero esto resulta engañoso. En general, la población masculina mostró porcentajes (que, además, iban en aumento) de actividad superiores a los de inactividad, y eran las mujeres las "responsables" principales de la baja tasa de actividad, circunstancia coherente con el nivel de desarrollo socioeconómico existente entonces[12]. La mujer todavía no había alcanzado un status laboral equiparable al hombre. Debía dedicarse a las tareas domésticas, lo que elevaba cuantitativamente las estadísticas de población inactiva. De no ser por estas labores, las diferencias no serían sustanciales (salvo su distinto status profesional), pues la restante población inactiva (estudiantes, pensionistas, etc.) no mostraba grandes disparidades. La todavía escasa penetración de la mujer en el mercado laboral se veía, además, acompañada de un acceso selectivo (debido a su especialización en actividades no avanzadas del sector terciario, con excepción de ciertas industrias, como la manufactura del tabaco, la pesca u otras), que se realizaba de forma bastante más lenta que la masculina.

El mayor crecimiento de los activos provino de la aportación masculina (un 80,55 % del total), lo que cuestiona la supuesta incorporación femenina al trabajo en la sociedad española, máxime si tenemos en cuenta la notable disminución de la tasa de actividad entre las mujeres. A pesar de ello, el incremento porcentual de la población activa masculina fue escaso, llegando en ocasiones a disminuir, lo que significa un mayor progreso de los inactivos, fundamentalmente estudiantes y ancianos[13].

La Guerra Civil marcó una profunda línea divisoria. El crecimiento absoluto de la población activa masculina fue más rápido después del conflicto, sobre todo en los años cuarenta y cincuenta, a causa de la inmigración rural, que encontraba dificultades para poder salir hacia el exterior. Su crecimiento en términos absolutos se explica por tratarse de población mayoritariamente activa. Sin embargo, el avance de la transición demográfica y su secuela en forma de un mayor número de ancianos, y la ampliación del período escolar provocaron un crecimiento más acelerado de la población inactiva[14]. Entre las mujeres, ambas etapas se aprecian todavía con mayor nitidez, porque, además, tuvieron gran influencia las mujeres dedicadas a tareas domésticas, que provocaron un enorme incremento absoluto de los inactivos femeninos (responsables en un 68,78 % del aumento de la población inactiva total). Sin embargo, en mi opinión, este proceso globalmente muestra en estado embrionario el tránsito hacia una sociedad moderna, con una mayor presencia de población inactiva (ancianos y jóvenes en período de formación). Este proceso se consolidará durante las siguientes décadas, siguiendo la tendencia de los países desarrollados.

Estos cambios resultan aparentemente contradictorios con lo que había constituido la norma en el conjunto de la sociedad gallega, en donde los porcentajes de participación femenina en la actividad históricamente han sido muy elevados, superiores a la media nacional, aun a pesar de que las diferencias se han reducido[15]. Sin embargo, en Galicia también creció la tasa de actividad masculina, disminuyendo la proporción de población activa femenina (Beiras 1970). El factor que explicaría la divergencia entre A Coruña y el resto de la región era el cómputo de la población activa femenina en el sector primario, que presentaba unas elevadas tasas de actividad, rasgo acentuado por el fenómeno de una emigración fundamentalmente masculina.

Finalmente, conviene tener presente que la población económicamente activa era todavía relativamente joven, aunque sólo disponemos de información censal hasta el año 1940 (Cuadro 1). Existía un elevado porcentaje de activos menores de 30 años (cerca del 50 %), reflejo de una sociedad demográficamente poco madura (tradicional). Los tres grupos más importantes eran los de 21-25, 26-30 y 16-20 años. Se constata, por tanto, una temprana entrada en actividad, sobre todo en las mujeres (especializadas en ciertas manufacturas y en el servicio doméstico, con una escasa formación profesional). Aunque éstas, por el contrario, tenían un mayor porcentaje de población activa en edades avanzadas.

 

Cuadro 1. Distribución de la población activa por tramos de edad, 1900 y 1940 (porcentajes)
1900
1940
  Hombres Mujeres Total   Hombres Mujeres Total
< 19 años
10,87
13,34
11,81
< 15 años
0,33
1,00
0,47
15-19
10,67
13,09
11,19
20-39
56,15
51,91
54,54
20-29
36,99
32,60
36,04
30-39
22,27
20,82
21,96
40-59
26,02
25,39
25,78
40-49
15,01
14,16
14,83
50-59
8,89
9,66
9,06
60 +
6,96
9,35
7,87
60 +
5,85
8,67
6,45
Total
100
100
100
Total
100
100
100
Fuente: Fuente: Instituto Nacional de Estadística. Censos de Población. Elaboración propia

 

El crecimiento en una fase de inestabilidad, 1914 - 1935

La continuación del prime despegue de finales del siglo XIX, 1900 - 1914

El primer tercio del siglo XX se caracterizó en conjunto por un apreciable crecimiento económico y demográfico. Sin embargo, y a pesar de la relativa dosis de arbitrariedad que lleva consigo cualquier intento de periodización, se puede dividir esta etapa en cuatro grandes bloques, marcados por el desencadenamiento de otros tantos acontecimientos trascendentales. La primera etapa corresponde aproximadamente a los años 1900-1914, en la que la Primera Guerra Mundial marcó una línea divisoria, toda vez que quebró la tendencia expansiva que se venía registrando en A Coruña, desde al menos los años noventa del siglo XIX, década en la que el clima económico imperante en la ciudad de A Coruña experimentó una mejoría muy notable. Con anterioridad, las series de constituciones de sociedades y sus capitales parecen confirmar la existencia de una coyuntura muy favorable durante la última década del siglo pasado y los primeros años del actual (Lindoso 1999). De hecho, a pesar del predominio del sector terciario durante todo el siglo XIX, se constatan algunos cambios importantes entre 1891 y 1914. Fue en este período cuando tuvo lugar el despegue industrial coruñés, modesto si lo comparamos con otras zonas de España, pero relevante en relación a la economía gallega (Lindoso 1999; Lindoso y Mirás 2001).

En el caso de A Coruña resulta casi un tópico aludir al predominio del sector terciario en la distribución ocupacional de su población. De hecho, el carácter terciario se encuentra instalado en la estructura económica desde al menos el siglo XVIII (Alonso 1991). Aun cuando la llamada sociedad post-industrial se hallaba muy lejana en el tiempo, antes de la guerra este sector rondaría el 50 % de la población activa[16]. A Coruña formaría parte así del grupo de ciudades que durante la segunda mitad del siglo XIX no lograron transformar plenamente su base económica, cristalizando como ciudades terciarias de medio o pequeño tamaño, diferenciándose de este modo de los núcleos urbanos de mayor rango funcional y demográfico (Delgado 1995, p. 24). Sin embargo, el terciario se caracterizaba por una amplia variedad de actividades, por lo que es necesario observar con más detalle su composición interna[17], con el fin de determinar qué subsectores configuraban la base económica urbana en cada período.

El modelo teórico de la base económica urbana surgió en Estados Unidos en los años treinta[18], difundiéndose con éxito tras la Segunda Guerra Mundial y, sobre todo, durante los años sesenta. El soporte fundamental consistía en que una ciudad tiene una serie de actividades que constituyen la base económica de su funcionamiento y desarrollo. Las primeras formulaciones del modelo postulaban que los servicios no jugaban un papel primordial en el desarrollo local, sino un rol pasivo. Por tanto, la base económica estaba constituida por las actividades manufactureras, que exportaban sus productos, permitiendo la afluencia de capital hacia la economía urbana, lo que generaba inmediatamente efectos inducidos sobre la oferta y demanda locales de bienes y servicios. Sin embargo, avances posteriores del modelo permitieron determinar que existen casos en los que son las actividades terciarias las que constituyen el motor económico de un área (Blumenfeld 1955).

Las ocupaciones no económicas que mayor presencia tenían en A Coruña a principios de siglo eran las denominadas en el censo Miembros de la familia, que incluían fundamentalmente a los individuos dedicados a trabajos domésticos; los niños sin profesión y los alumnos de primera enseñanza. Si prescindimos de estos inactivos, los siguientes sectores en cuanto a población ocupada eran las diversas actividades industriales, clasificadas por el tipo de mercancía que fabricaban (confección, madera, química, construcción, trabajo de los metales y especialmente manufactura del tabaco) o profesionales, así como del sector servicios, dentro de las que destacaban numéricamente los servicios personales y domésticos; a continuación, el comercio, la administración y la fuerza públicas o los transportes (especialmente, la navegación marítima), y el sector primario, incluyendo pesca, agricultura y, secundariamente, ganadería (Cuadro 2).

 

Cuadro 2. Principales actividades socioprofesionales
en A Coruña en 1900, por sexo y grupos de edades (porcentajes)
Hombres
Mujeres
 
< 12 12-19 20-39 40-59 > 60 < 12 12-19 20-39 40-59 > 60 TOTAL
Agricultura, pesca, etc.
0,02
8,55
18,46
27,39
28,29
1,76
2,64
5,39
6,97
7,87
Industrias según mercancías
0,19
17,58
16,82
17,86
10,50
0,29
17,37
16,40
15,89
8,03
11,93
Comercio
0,02
7,08
9,61
10,29
7,28
1,02
2,14
4,82
4,21
4,15
Policía y fuerzas militares
4,01
25,24
8,47
0,99
4,96
Servicios domésticos y personales
0,02
1,05
1,60
1,18
1,08
0,04
8,04
20,38
10,63
7,69
6,44
Alumnos
44,53
18,29
42,29
15,21
13,24
Niños sin ocupación
50,94
54,16
13,35
Refugiados, enfermos, convictos
2,58
5,73
2,65
1,48
7,94
2,10
3,59
0,88
1,41
4,97
2,53
Miembros de la familia
9,71
1,94
1,97
9,43
46,12
52,85
57,23
60,24
24,09
TOTAL
98,30
72,00
76,33
68,64
65,51
98,88
93,11
95,30
95,37
92,10
88,57
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

El protagonismo del sector terciario tiene su raíz en la trascendencia del movimiento portuario y, dentro de éste, el tráfico pesquero y actividades asociadas (Mirás 1997). Con las diferencias propias de cada caso, en otras ciudades costeras españolas ocurrió un fenómeno similar, sobre todo en aquellos casos en los que, desde la segunda mitad del siglo XIX, se aprovecharon las ventajas de la renovación, reforma y ampliación de las infraestructuras portuarias, lo que permitió una mayor conexión con el comercio internacional (Delgado 1995, p. 45). Algunos ejemplos de esta dinámica los encontramos en Las Palmas, en donde el puerto ha sido el factor probablemente más decisivo en su desarrollo; su estratégica situación geográfica en las comunicaciones marítimo-comerciales, además de canalizar la exportación de productos primarios de Gran Canaria, favoreció también el surgimiento de diversas funciones terciarias (Cáceres 1980). Valencia, definida por sus funciones terciarias (y en menor medida industriales) vinculadas en elevado grado con la actividad portuaria (Teixidor 1982). Otros fenómenos similares, aunque quizá con menor dependencia respecto de la actividad portuaria se encuentran en ciudades como Alicante (Ramos 1987), San Sebastián (Luengo 1990), Cádiz (Pérez Serrano 1991), etc. Excepciones a este comportamiento han sido las de las ciudades industriales, como Gijón (Llordén 1994), Cartagena (Pérez Rojos 1986), Vigo (Precedo et al. 1988), Ferrol (Clemente 1984), etc., en donde las funciones terciarias han tenido un protagonismo inferior a las secundarias.

En los primeros años del siglo se consolidaron otras actividades terciarias menos sofisticadas. Como en la mayoría de capitales del país, existía un fondo constituido por un considerable número de comerciantes[19], muy extenso dado el minifundismo de los establecimientos de venta al detall. El aparato comercial coruñés cumplía una doble función, la de atender la demanda de la población urbana, y la de suministrar artículos para su área de influencia. Esto condicionó su estructura, porque predominaban los establecimientos de tipo tradicional, que incluían talleres artesanales, con funciones de abastecimiento, pues en ellos se realizaba también la función de venta, además de la producción. Finalmente, existía una fuerte jerarquización locacional, debido a la concentración y especialización en los espacios urbanos centrales del comercio cuyo período de renovación era más dilatado, frente al elevado grado de ubicuidad en el comercio cotidiano, localizado en todo el área urbana.

Al lado de estas actividades, coexistían otros servicios de muy baja cualificación, pero que tenían un peso muy considerable, en los que la participación femenina era abrumadora. Estos eran, fundamentalmente, los servicios domésticos y similares, que todavía en A Coruña de principios de siglo empleaban una elevada proporción de la mano de obra femenina (se fue feminizando progresivamente respecto al siglo XIX, por lo que la proporción de los varones era casi insignificante), principalmente inmigrante y joven. En esta etapa, la participación femenina en el mercado laboral todavía se hallaba restringida prácticamente a este tipo de actividades.

Por otra parte, sobresalían otras funciones urbanas tradicionales, que se repetían con mayor o menor intensidad en el territorio español: administrativa, militar, hostelera... No podemos obviar el hecho de que las ciudades gallegas, en general, se caracterizaban por un escaso número de funciones especializadas; pero, aunque la mayoría de dichas funciones estaban vinculadas de uno u otro modo al terciario[20], el principal motor de su funcionamiento residía en actuar como centros administrativos, factor esencial en las ciudades convertidas en capitales provinciales tras la división administrativa de 1833. También existían servicios avanzados, como los financieros, las actividades profesionales, etc., en los que la presencia masculina era prácticamente absoluta. Por tanto, la base económica urbana estaba cimentada sobre unos pilares similares a otras ciudades de carácter terciario: comercio, fuerza pública, administración, servicio doméstico, etc., a los que se añadía la función portuaria.

Sorprende el peso del sector secundario. La imagen de una ciudad industrializada sería errónea, aunque sea ésta una circunstancia común a la mayoría de las ciudades españolas de este período. Aunque la industrialización fue uno de los motores del crecimiento urbano español de los siglos XIX y XX, esto no ocurrió en todos los casos, porque marginó a los núcleos tradicionales, o les asignó funciones poco relacionadas con la producción. Por tanto, el proceso de desarrollo urbano estuvo parcialmente desconectado del crecimiento económico español, y en particular de la actividad industrial[21]. Como consecuencia de ello, los servicios ocuparon una posición hegemónica ante su incapacidad para asimilar los elementos modernizadores. En A Coruña se observa, en cualquier caso, una fuerte presencia femenina en la manufactura, no excesivamente inferior a su participación en el sector servicios. Esto se explica por la existencia de algunas instalaciones fabriles que concentraban la mayor parte de la fuerza de trabajo femenina, con un volumen de empleos que superaba con creces a cualquier establecimiento: Fábrica de Tabacos y, en menor medida, ciertas actividades vinculadas a la industria pesquera (conserva y otras).

El coruñés constituía el arquetipo de tejido industrial insuficientemente consolidado, dominado por industrias de escasa proyección exterior. Aunque la contribución industrial muestra un aumento del número de empresas, se trata de una industria excesivamente polarizada hacia actividades consideradas no centrales en el aparato productivo del momento[22], es decir, una industria sesgada hacia la fabricación de bienes de consumo directo. El nacimiento de estos negocios partió principalmente del aumento de la demanda originado por el crecimiento urbano, respondiendo más a una política de sustitución de importaciones y a una legislación proteccionista que a una industrialización global. En consecuencia, la mayoría se definía por sus reducidas dimensiones y por estar orientadas hacia el mercado urbano, rasgos que, por otra parte, compartían la mayoría de las capitales de provincia españolas[23]. Al igual que ocurría en el comercio, existían una numerosa presencia de pequeños talleres en el tejido productivo coruñés.

El sector primario jugaba también un destacado papel en la economía local. Al tratarse de una ciudad portuaria, con larga tradición pesquera y comercial, la trascendencia de las actividades marítimas extractivas era notable. Permitía la ocupación directa e indirecta de un número considerable de individuos, dedicados a las faenas pesqueras y demás actividades vinculadas. Y generaba importantes efectos de arrastre sobre multitud de actividades industriales y de servicios. Paralelamente, en la periferia urbana, existía una cierta presencia de distintas actividades agrarias, cuyo mercado era el área urbana[24]. La trascendencia de este sector era mayor si tenemos en cuenta que existía una cierta simbiosis entre algunas actividades industriales o de servicios y las agrarias. A pesar de ello, el sector primario experimentó un continuado descenso porcentual, consecuencia lógica del crecimiento urbano, que restaba posibilidades de expansión, sobre todo en un municipio de dimensiones tan reducidas (32,85 Km2). Sólo se recuperó tras la dura posguerra civil, gracias al impulso de las actividades pesqueras, que situarán al puerto coruñés como uno de los primeros del país por el volumen de capturas.

La guerra y sus efectos perduran durante una década, 1914 - 1923

La segunda etapa en que podemos fragmentar este período corresponde aproximadamente a los años 1914-1923, aunque no se trata de un decenio homogéneo. Es suficientemente conocido que el entorno creado durante la guerra mundial resultó especialmente beneficioso para la economía española en su conjunto; tanto por la vía del incremento de la oferta derivado de la nueva demanda procedente de los países beligerantes, como de la política consciente de sustitución de importaciones forzada por la disminución de las entradas de mercancías procedentes del exterior. Sin embargo, a pesar de que tuvo lugar un auge coyuntural en la creación de sociedades, sus efectos fueron espacialmente heterogéneos[25]. A Coruña no pudo o no supo sacar partido adecuadamente de la favorable situación, pasando a formar parte del grupo de regiones y sectores perjudicados por el conflicto (García Delgado 1983), porque durante la guerra se constata una ralentización de las actividades económicas urbanas[26]. En realidad, aunque hubo un cierto crecimiento en la constitución de algunas industrias, creadas al amparo del efecto "invernadero", predominó el impacto negativo ocasionado por la disminución de las importaciones en una ciudad netamente comercial y mercantil.

En primer término, se produjo un fuerte aumento de los costes empresariales[27], sobre todo de materias primas y combustibles, que afectó a numerosos sectores industriales y a la pesca y sectores vinculados. Esta circunstancia se vino a añadir al conocido problema de las subsistencias (común al resto del país), caracterizado por una grave escasez de numerosos artículos y una tendencia inflacionista especialmente virulenta de los principales productos de consumo[28], dando lugar a un ambiente social muy conflictivo. Asimismo, las dificultades para la importación de productos, inputs, maquinaria, etc. se multiplicaron ocasionando una notoria contracción de las actividades mercantiles. La ralentización de la actividad mercantil, industrial y portuaria, perjudicó a un amplio abanico de actividades económicas urbanas, en especial dentro del sector terciario. Con todo, la industria y el comercio resistieron mejor, dadas sus características estructurales: empresas de pequeñas dimensiones, que atendían a un mercado local, y que eran menos sensibles a las coyunturas externas[29].

Resulta complicado establecer una comparación fiable respecto al censo de 1900, debido a la modificación de los criterios de clasificación ocupacional de la población. No obstante, en esta etapa podemos apreciar que se produjeron algunos cambios respecto a las dos décadas anteriores (Cuadro 3). Con independencia de la elevada presencia de inactivos, se puede observar que seguía existiendo un predominio de ciertas actividades terciarias no sofisticadas, como el comercio o el servicio doméstico. En el primer caso, el censo distinguía entre patronos y comercios varios o sin especificar; pero entre ambos totalizaban una fracción significativa de la mano de obra masculina. Por el contrario, la mano de obra femenina continuaba estando sesgada en exceso hacia el servicio doméstico. La administración, los transportes o las fuerzas del orden continuaban desempeñando un rol importante, como resultado de las funciones de capitalidad y portuaria, además del papel de A Coruña como cabecera rectora de su comarca.

 

Cuadro 3. Principales actividades socioprofesionales
en A Coruña en 1920, por sexo y grupos de edades (porcentajes)
Hombres
Mujeres
< 21 21-60 > 60 Total < 21 21-60 > 60 Total TOTAL
Comercio (patronos)
1,43
3,07
12,05
2,73
0,26
0,38
0,16
1,35
Pesca
0,83
5,49
1,38
3,20
0,01
0,15
0,08
0,09
1,53
Forestales y agrícolas
0,69
2,96
2,53
1,92
0,07
0,12
0,04
0,09
0,94
Industria química
0,11
0,56
0,84
0,37
0,11
5,59
9,78
3,59
2,10
Industria del vestido
0,57
1,54
1,23
1,09
3,30
4,01
0,85
3,47
2,37
Transportes
0,94
6,59
2,30
3,85
0,12
0,31
0,08
0,21
1,90
Industrias varias o sin especificar
5,11
17,12
12,36
11,47
0,53
1,21
0,38
0,86
5,78
Ejército
1,89
14,35
1,77
8,15
3,78
Servicio doméstico
0,20
1,11
0,46
0,68
3,96
8,36
2,71
6,33
3,71
Alumnos escuelas y colegios
37,98
16,99
35,42
14,76
15,79
Estudiantes
5,20
1,21
2,94
2,46
0,11
1,08
1,94
Miembros de la familia
18,07
75,51
73,04
51,21
27,48
Niños sin ocupación
32,00
14,31
33,61
14,01
14,15
TOTAL
86,95
54,00
34,92
67,70
97,66
95,63
87,34
95,86
82,82
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

Sin embargo, se aprecia un significativo crecimiento de la función industrial, pues los principales sectores manufactureros (construcción, madera, textil, químico, metalurgia, etc.) representaban un porcentaje netamente superior al de principios de siglo, confirmando el inicio del despegue del sector, que se había detectado en los años finales del siglo XIX. Las características estructurales del sector, en cambio, no experimentaron una modificación sustancial, en la medida en que algunas de las empresas creadas en esta etapa nacieron al amparo de las condiciones creadas por la guerra.

La dictadura primorriverista, 1923 - 1930

Tras el paréntesis de la guerra, la economía recobró el pulso, pero la tendencia de los primeros años veinte fue de un crecimiento insuficiente. Sin embargo, la fase de crecimiento más sobresaliente tuvo lugar durante la Dictadura de Primo de Rivera, síntoma del crecimiento económico general que protagonizó el país. Aunque existe coincidencia en señalar que la evolución económica estuvo encuadrada en los mismos parámetros de fuerte intervencionismo estatal y de tendencias nacionalistas que vinieran operando hasta entonces en la economía española, y que se prolongarían aun durante la etapa republicana (Comín 1991).

La recuperación fue evidente y mucho más intensa para las actividades ligadas a los servicios, coincidiendo con una etapa de fuerte crecimiento del número de trabajadores terciarios, fenómeno que se produjo también en el conjunto nacional. Por una parte, los establecimientos orientados al mercado local, incrementaron su número, gracias al crecimiento demográfico y la expansión urbana. Pero también aquellos negocios que mantenían relaciones con otros puertos regionales, nacionales o extranjeros, gozaron de buenas perspectivas. A ello se vinieron a añadir otras mejoras, principalmente en los servicios públicos e infraestructuras urbanas, tales como las reformas portuarias, viarias, en los transportes urbanos y con el hinterland, e incluso con el interior peninsular, etc.

Se dieron, además, dos fenómenos distintos, que han sido observados en otras ciudades españolas. Por un lado, un crecimiento de los empleos en tareas burocráticas, relacionadas con el mayor grado de intervención gubernamental en diversas parcelas de la vida socioeconómica. Por otro, el aumento de los empleos privados en oficinas, y, especialmente, de las profesiones liberales, que experimentaron un considerable desarrollo en estos años. Esto supone el asentamiento de los trabajos denominados white-collars, siguiendo el patrón del mundo occidental.

De nuevo, descubrimos que el servicio doméstico continuaba acaparando una gran proporción de la mano de obra inmigrante femenina rural. Perdieron peso de forma considerable las actividades primarias (agrarias) y también disminuyeron, en términos relativos, algunas tradicionales actividades económicas urbanas, como el comercio, los transportes, la pesca y derivados, la manufactura del tabaco, etc. Sin embargo, podemos apreciar un correlativo crecimiento de un amplio abanico de industrias. Ninguna de ellas llegó a tener un peso determinante en la estructura económica urbana. Pero este fenómeno al menos evidencia que se estaba produciendo una diversificación del tejido industrial de A Coruña y, en general, de la base económica de la ciudad (Cuadro 4 y Cuadro 5).

 

Cuadro 4. Principales actividades
socioprofesionales en A Coruña en 1930 (Hombres, en porcentajes)
Hombres
< 15 16-20 21-25 26-30 31-35 36-40 41-50 46-50 51-60 > 60 Total
Tabaco
0,08
0,13
0,34
0,14
0,11
0,12
0,22
0,17
0,09
Industrias diversas
1,42
26,88
26,60
39,21
37,16
35,27
32,8
34,79
33,87
30,99
21,44
Navegación
0,07
2,46
4,91
7,35
7,82
7,97
9,87
6,69
4,63
2,82
3,76
Comercios diversos
0,65
6,62
5,27
7,35
8,71
8,49
8,55
8,21
6,77
4,23
4,73
Servicio doméstico
0,08
0,86
0,49
0,59
0,3
0,42
0,40
0,61
0,52
0,79
0,39
Ejército
0,10
10,41
31,33
4,65
4,83
5,96
6,08
3,65
3,97
0,73
6,48
Administración Pública
0,36
0,95
2,01
2,90
2,35
3,16
3,47
4,93
3,83
1,51
Otras profesiones liberales
2,55
3,24
4,51
4,61
3,89
3,44
2,55
3,40
2,31
2,21
Alumnos 1ª enseñanza
48,89
3,06
17,68
Estudiantes
4,86
14,48
4,65
1,68
0,13
0,05
3,83
Miembros Familia
Niños sin profesión
39,00
13,87
TOTAL
95,07
67,68
77,52
67,48
66,8
64,54
64,41
60,09
58,31
45,87
75,99
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

Cuadro 5. Principales actividades socioprofesionales
en A Coruña en el año 1930 (Mujeres y total de ambos sexos, en porcentajes)
Mujeres
< 15 16-20 21-25 26-30 31-35 36-40 41-50 46-50 51-60 > 60 Total TOTAL
Tabaco
0,05
1,7
3,47
3,47
3,01
1,96
2,17
10,50
12,02
2,96
1,62
Industrias diversas
0,39
3,92
2,61
2,5
2,75
3,4
3,29
4,43
3,30
2,23
2,28
11,20
Navegación
1,75
Comercios diversos
0,02
0,58
0,58
0,46
0,65
0,58
0,53
1,06
0,72
0,42
0,42
2,43
Servicio doméstico
0,95
18,5
19,7
15,87
11,3
11,78
10,49
11,12
8,85
6,40
9,52
5,28
Ejército
3,01
Administración Pública
0,05
0,11
0,15
0,19
0,11
0,21
0,14
0,06
0,07
0,74
Otras profesiones liberales
0,02
0,25
0,45
0,38
0,04
0,18
0,09
0,03
0,06
0,14
1,10
Alumnos 1ª enseñanza
46,68
2,47
14,60
16,04
Estudiantes
3,00
8,55
1,37
0,23
0,0
0,05
1,94
2,82
Miembros Familia
6,71
50,06
62,43
68,6
73,16
72,0
74,30
71,30
66,87
65,55
47,70
25,50
Niños sin profesión
39,66
12,19
12,97
TOTAL
97,43
84,43
88,95
91,66
91,56
91,06
90,78
90,36
90,33
86,68
91,82
84,46
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

El período republicano y la Guerra Civil, 1930 - 1939

Durante buena parte del período republicano se aprecia un cierto estancamiento en la economía urbana. Sin embargo, en vísperas de la Guerra Civil, varios sectores industriales y especialmente el sector terciario atravesaron claramente una situación crítica, que se había venido gestando durante el quinquenio anterior. En realidad, el aislamiento de la economía española contribuyó a minimizar los efectos de la crisis de 1929, al menos durante sus primeras manifestaciones. En Galicia, éstos no comenzaron a percibirse hasta 1931. Las políticas redistributivas frenaron asimismo la caída del consumo, evitando un descenso brusco de la actividad mercantil. No obstante, cuando la crisis se dejó sentir, se produjo una fuerte paralización. Sólo se mostraron ausentes algunos segmentos del comercio local. En un período de crisis económica generalizada, las actividades comerciales (algunas de ellas), parecieron mantener un comportamiento mucho más positivo que los demás sectores[30]. El factor que lo explica sería el carácter fundamentalmente minorista del comercio coruñés, más acentuado si cabe en el subsector alimentación. Una posible hipótesis de este anormal comportamiento sería su carácter de sector "refugio" frente a la crisis. Además, se trataba de actividades en buena medida vinculadas al mercado urbano, que no dependían excesivamente de la coyuntura exterior, circunstancia que en cambio afectó a otros muchos negocios dentro del sector servicios.

La Guerra Civil quebró buena parte de las tendencias previas de desarrollo de la economía gallega (Fernández Prieto 1996). Prácticamente todos los sectores económicos padecieron las mismas dificultades, incluido el sector primario (y, por tanto, la pesca), que debió afrontar el destino que le deparaban las nuevas autoridades a estas actividades: el papel de las zonas de retaguardia en una guerra, es decir, actuar como fuente de abastecimiento. La producción industrial, agrícola y pesquera fue militarizada, pasando a depender de las Intendencias militares, que centralizaban los suministros; además de proporcionar soldados, buques, capital y otros medios para el frente.

La guerra tuvo un considerable impacto, aunque A Coruña pudo sobrevivir gracias a que formó parte del bando nacional desde el inicio del conflicto. Los principales perjuicios fueron la espectacular subida de los precios y de los costes empresariales, la suspensión del normal suministro de productos, y la interrupción del normal funcionamiento de los mercados.

Como resultado de los bruscos cambios sufridos en el transcurso de un decenio, la composición de la estructura socioprofesional de la ciudad sufrió una nueva transformación hacia 1940 (Cuadro 6). Además del lógico aumento de la componente represiva (ejército y fuerzas del orden), en mi opinión, lo más notorio fue el crecimiento de las industrias y los oficios relacionados con la construcción, que en esos años y, con mayor claridad todavía en las dos décadas siguientes, se beneficiaron de la intensa corriente inmigratoria, lo que dio lugar a una considerable expansión urbanística de la ciudad.

 

Cuadro 6. Principales actividades socioprofesionales en A Coruña en 1940 (porcentajes)
Hombres
Mujeres
?
< 15  15-19 20-29 30-39 40-49 50-59 60 + Total < 15  15-19 20-29 30-39 40-49 50-59 60 + Total
Pesca
0,01
2,15
2,26
4,86
4,51
4,92
3,44
2,48
0,06
0,18
0,30
0,59
0,67
0,32
0,23
1,31
Carpintería
0,02
3,20
1,98
4,13
4,53
5,50
4,72
2,50
1,20
Trabajo metales
0,03
4,80
2,35
3,68
2,46
2,12
1,35
2,08
1,00
Albañilería
0,04
5,35
3,77
7,50
6,03
5,85
4,43
3,84
1,85
Industrias
0,29
12,96
3,46
5,17
7,99
8,00
6,84
4,66
0,16
3,50
2,05
2,36
1,74
1,58
2,48
1,70
3,12
Comercios
0,02
1,73
1,61
3,50
3,40
3,86
1,79
1,80
0,26
0,24
0,18
0,34
0,22
0,20
0,17
0,95
Serv.doméstico
0,01
0,19
0,08
0,09
0,08
0,13
0,33
0,09
0,18
10,38
14,68
8,15
7,17
7,30
4,19
6,97
3,66
Ejército
0,04
11,00
49,66
4,30
3,08
3,18
1,65
14,95
7,18
Admón. Pública
0,15
1,18
3,21
4,04
4,18
3,95
1,69
0,60
0,67
0,44
0,22
0,37
0,12
0,33
0,98
Alumnos 1ª enseñanza
62,34
17,44
61,74
16,84
17,13
Estudiantes
3,65
26,48
3,79
0,38
4,52
2,40
16,36
1,88
0,05
2,65
3,55
Miembros familia
2,66
61,77
71,31
77,91
78,09
77,95
76,05
54,33
28,22
Alumnos
30,52
8,54
31,74
8,66
8,60
TOTAL
96,97
68,01
70,14
36,82
36,12
37,74
28,50
64,59
98,88
92,93
91,01
89,39
88,15
88,09
83,36
91,88
78,75
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

El largo primer franquismo, 1939 - 1960

La primera posguerra. El crecimiento con dificultades de los años cuarenta

El período 1940-1951 fue el de la autarquía más dura y el estancamiento del producto, sobre todo en la primera mitad de la década, que afectó especialmente al sector industrial (Catalán 1989). La autarquía introdujo elementos peculiares, como el aislamiento, el dirigismo estatal, la especulación, etc., a consecuencia de los cuales la renta per cápita experimentó una brusca contracción, la escasez de bienes se convirtió en el pan de cada día, y los precios se dispararon en todos los sectores.

Para Galicia éste fue un período ciertamente crítico (Fernández Prieto 1996). Sin embargo, a diferencia del resto del país, y a pesar de que la literatura ha insistido en el carácter fuertemente inmovilista de la primera posguerra, la información suministrada por la contribución industrial nos revela que, al menos cuantitativamente, la evolución empresarial en A Coruña presentó una relativa tendencia alcista. El crecimiento más significativo del número de empresarios matriculados en la contribución industrial aparece en la primera mitad de los años cuarenta, frente a un comportamiento más retraído en su segunda mitad. En este segundo período, se intuye un agotamiento del modelo, con una ralentización del ritmo de crecimiento del número de empresas, de manera que los sectores que habían estado en la base del crecimiento de la ciudad sufrieron un retroceso del que no comenzaron a recuperarse, en algunos casos, hasta bien entrados los años cincuenta (Mirás 1999).

Se distinguen cuatro grandes grupos que centraban la actividad económica de los habitantes de la ciudad (Cuadro 7). El primero, un sector muy heterogéneo, el de los servicios oficiales, públicos y personales, en el que se incluían principalmente los servicios relacionados con la administración, que habían crecido como consecuencia de la construcción de un complejo aparato burocrático (y también represor). Pero, sobre todo, se incluían los tradicionales servicios personales y domésticos. Estos experimentaron un considerable crecimiento respecto a la preguerra, como resultado del deterioro del rol social y laboral de la mujer con respecto al período republicano. Tras la Guerra Civil, las características autoritarias y conservadoras en extremo del régimen, condujeron a una derogación de la legislación igualitaria desarrollada por la República[31]. Además, ante las dificultades para emigrar hacia el exterior, se inició un éxodo rural que llevó a las mujeres españolas hacia el servicio doméstico y otros trabajos eventuales en las ciudades. Por este motivo, todavía en estos años descubrimos unas cifras tan elevadas en este sector[32].

 

Cuadro 7. Principales grupos de actividad económica en A Coruña en 1950 y 1960 (porcentajes)
Hombres (1950)
Mujeres (1950)
Total (1950)
Hombres (1960)
Mujeres (1960)
Total (1960)
Agricultura, silvicultura, caza y pesca
11,61
0,85
8,80
9,62
1,95
7,71
Explotación de minas y canteras
0,15
0,11
0,26
0,19
Industrias fabriles
20,01
28,26
22,17
24,86
27,59
25,54
Construcción
21,72
0,28
16,12
13,6
0,47
10,33
Electricidad,gas,agua y servicios sanitarios
0,97
0,21
0,77
1,62
0,22
1,27
Comercio
16,89
11,28
15,42
18,03
13,32
16,85
Transportes, almacenaje y comunicaciones
8,38
1,00
6,46
9,87
1,58
7,8
Servicios oficiales, públicos y personales
20,14
57,89
30,00
19,84
46,44
26,48
Actividades mal especificadas
0,13
0,23
0,15
2,3
8,42
3,83
TOTAL
100
100
100
100
100
100
Fuente: vid.Cuadro 1. Elaboración propia

 

El segundo grupo, en conjunto, continuaban siendo las industrias fabriles, a pesar de que la crisis industrial había golpeado con fuerza a algunos sectores, particularmente los vinculados con el mar. Hay que tener en cuenta que el número de epígrafes que recogía el censo de 1950 era sustancialmente menor que el de censos anteriores, por lo que los porcentajes agregados de la industria fabril, a primera vista, pueden llevar producir una impresión excesivamente optimista.

Los otros dos grandes sectores eran la construcción y el comercio. El primero, a consecuencia de la intensa actividad constructora que se desarrolló en la ciudad en estos años, y que, aunque se encontraba en la antesala del gran salto demográfico de los años cincuenta y sesenta, corrió paralelo al inicio de una fuerte pero desordenada expansión urbanística hacia la periferia urbana. El segundo, debido a su carácter de sector refugio y al carácter tradicionalmente comercial de A Coruña.

La recuperación de los años cincuenta

El período 1951-59, que García Delgado (1991) califica de "decenio bisagra", muestra mayores tasas de crecimiento, aunque con fluctuaciones, gracias a la gradual liberalización de la política económica, exterior e interior. El estancamiento de la economía gallega durante el decenio precedente se mantiene en los años cincuenta, lo que demuestra que la dinámica gallega es distinta de la estatal, y refuerza la hipótesis de que el comportamiento de la economía coruñesa fue en cierto modo también autónomo.

Los años cincuenta en A Coruña aparentemente acusaron un crecimiento más lento que la década anterior. Sin embargo, si prescindimos de la inestabilidad de algunos negocios del sector servicios, el resto de actividades económicas urbanas se distinguió por una línea más dinámica que en el decenio precedente. Así, frente a la violenta depresión que caracterizó algunos sectores urbanos a finales de los cuarenta (sobre todo, industriales), se registró un cambio de dirección hacia 1951 (Mirás 1999). No podemos olvidar que desde los años cincuenta, las ciudades españolas de rango intermedio que no habían logrado engancharse al tren de la industrialización del siglo XIX, o del primer tercio del siglo XX, intentaron un nuevo despegue de su sector secundario, y algunas de ellas lo consiguieron, como fue el caso de Vitoria (Arriola 1991). Por este motivo, en A Coruña se aprecia un resurgimiento de la actividad fabril (Cuadro 6), aunque el sector continuaba adoleciendo de un grave problema estructural y de dimensión, por cuanto continuaba predominando la componente artesanal, como se puede comprobar a través de la enorme proporción de artesanos que todavía operaban en la ciudad, buena parte de ellos incluidos dentro de las estadísticas oficiales de producción industrial. En conjunto, fue, junto a los servicios oficiales, públicos y personales, la actividad económica que mayor volumen de empleo generó en los años cincuenta.

Posteriormente, desde principios de los años sesenta, el desarrollo económico del país arrastró el despegue de la mayoría de ciudades[33]. Precisamente a principios de esta década se puso en marcha una nueva política gubernamental de promoción del desarrollo regional, que se concretó en los denominados Polos de Desarrollo, del que A Coruña fue uno de los beneficiarios[34]. A partir de ese momento se revitalizó la industria urbana. Los efectos sobre el empleo fueron escasos, y no consiguieron alterar sustancialmente la base económica, que continuó descansando sobre el terciario[35]. Sin embargo, algunas de las industrias creadas en los sesenta eran intensivas en capital, lo que dio lugar a unas cifras relativamente bajas de empleo industrial, pero con una elevada productividad. Tal es el caso de nuevas empresas aparecidas en sectores anteriormente de muy escasa presencia en la ciudad, como la Refinería de Petróleos de Petrolíber, Aluminio de Galicia, S.A., Elaborados Metálicos, S.A., Grafitos Eléctricos del Noroeste, S.A., Fabricación de Envases Metálicos, S.A., Industrias Gallegas, S.A., Isolux Galicia, S.A., Begano, S.A., etc.

Buena prueba de esta afirmación la sustenta el hecho de que los aludidos servicios oficiales, públicos y personales ocupaban a uno de cada cuatro trabajadores de la ciudad hacia 1960, aunque habían experimentado un ligero retroceso respecto a 1950, que cabe atribuir al inicio de un notorio descenso de los servicios de carácter personal menos avanzados  (particularmente, del servicio doméstico). Además, el comercio representaba algo más del 16% de la fuerza de trabajo, habiendo evidenciado un crecimiento absoluto importante, como consecuencia, en parte, de la extensión de la superficie y de la población urbanas, y de los comienzos de las transformaciones del sector, que conducirían a una modernización de sus estructuras durante las siguientes décadas. Las actividades vinculadas a los transportes también exhibieron un cierto crecimiento, gracias al crecimiento del movimiento portuario, y de los transportes terrestres. Por último el conglomerado de actividades de oficina y los servicios profesionales tenían una presencia cada vez más sólida en la economía de la ciudad, dando lugar al conocido fenómeno de terciarización en altura, es decir, la sustitución de la prestación de servicios en las plantas bajas de los inmuebles, por establecimientos especializados localizados en oficinas especializadas.

Conclusiones

La ciudad de A Coruña durante la primera mitad del siglo XX experimentó una notoria transformación de su estructura sociodemográfica. A principios de siglo se trataba de una sociedad fundamentalmente tradicional, dentro de un entorno, además, marcadamente rural y escasamente desarrollado, con una estructura demográfica todavía joven y que encajaba en los patrones del siglo XIX. Predominaban los individuos fuera del mercado de trabajo, por su edad o por su escasa cualificación socioprofesional, con una clara división por sexos en función de la actividad realizada y predominio masculino en las actividades de mayor cualificación y de las mujeres en el resto, con la excepción de algunas industrias manufactureras (tabaco, derivados de la pesca, etc.).

El ritmo de crecimiento demográfico, a pesar de todo, era relativamente lento, lo que revela que el proceso de consolidación de la transición demográfica comenzaba a dejar su huella, con unas tasas vitales en acelerado proceso de disminución. En consecuencia, el crecimiento urbano se alimentó principalmente de la componente inmigratoria rural, incluso a pesar de la sangría de efectivos que suponía para la población gallega la emigración exterior.

Por lo que respecta a la base económica urbana, se trataba de una ciudad marcadamente terciaria, manteniendo en lo sustancial el patrón económico decimonónico. Por tanto, el proceso se había iniciado con anterioridad al siglo XX. A pesar de los intentos por erigir una base industrial sólida, la aportación de la industria en términos de empleo no consiguió situarse en ningún momento por encima de la de los servicios, el comercio o los transportes, en conjunto, como correspondía al perfil de una típica ciudad portuaria, con una larga tradición mercantil.

En las siguientes décadas, la sociedad se modernizó demográficamente, como lo prueba la plena consolidación de la transición demográfica, y la progresiva equiparación (aunque lenta) de los roles laborales de hombres y mujeres, aun a pesar del nocivo impacto en tantos sentidos de la guerra y la posguerra civil en nuestro país. Comienzan a retraerse algunos tradicional empleos, de escasa cualificación, como el servicio doméstico, la edad de acceso al mercado laboral se incrementa, lo que se acompaña de una mayor alfabetización de la población, se envejece la pirámide de población, etc.

Desde el punto de vista económico, no es posible afirmar que haya habido un asentamiento del sector industrial en A Coruña. Sí se produjo un crecimiento del volumen de empleo y una diversificación de la estructura industrial, sobre todo durante los años cincuenta y sesenta, a pesar del golpe que había supuesto la guerra. Pero el peso de las actividades terciarias continuaba siendo comparativamente muy elevado al final del período, lo que impide que podamos incluir a la ciudad dentro del grupo de las capitales que se internan, eso sí, tardíamente, por la vía de la industrialización en esos años, debiendo esperar, como mínimo a la década siguiente, y a las políticas de promoción industrial estatal. A la hora de medir el impacto sobre el empleo, debemos seguir considerando como funciones jerárquicas algunas tradicionales actividades urbanas, como el comercio, los transportes, los servicios personales y profesionales, la administración, etc., sin olvidar el papel del puerto sobre un amplio abanico de actividades manufactureras y de servicios.

 

Notas

[1]Numerosos autores han identificado dicho proceso de terciarización de las economías y lo han relacionado con el crecimiento urbano. Vid. Bairoch (1988).

[2]Vid. Menchero, Rueda y Velert (1991).

[3] Esto ha obligado a algunos autores a emplear una denominación diferente a la hora de referirse a la actividad económica de la población. Vid. de Miguel (1982). Por ejemplo, entre los datos de clasificación profesional y los de población activa existen importancia diferencias. La principal radica en que la primera se refiere a la cualificación del individuo y la segunda a la profesión concreta que ejerce en un determinado momento. Sin embargo, la clasificación profesional se ha considerado un buen reflejo de la población activa, y así lo han supuesto quienes han utilizado sus cifras (Zapata et al. 1996, p. 34-35).

[4] El censo correspondiente a ese año recogió 91 categorías socioprofesionales, ampliadas a 129 en 1930 y a 139 en 1940, y en 1950 se añadieron otras clasificaciones de la población por sectores y por situación profesional y condición socioeconómica. No obstante, en los primeros censos de este siglo (1900, 1910), existen diferencias en los criterios de clasificación socioprofesional, debido a las diferentes clasificaciones adoptadas (Nicolau 1989). Gil (1978) advierte de que la razón de tal discrepancia sería que, para los resultados de las capitales de provincia, los criterios empleados se basaban en los censos del siglo XIX, mientras que para los resultados nacionales se empleaba otra clasificación aprobada por el Instituto Nacional de Estadística (García Ballesteros 1982).

[5] Población de hecho y tasa de crecimiento anual: 1900 = 43.971; 1910 = 47.984 (0,91 % anual); 1920 = 62.022 (2,92 %); 1930 = 74.132 (1,95 %); 1940 = 104.220 (4,06 %); 1950 = 133.844 (2,84 %); 1960 = 177.502 (3,26 %).

[6] La Guerra Civil significó un fuerte freno en el proceso de modernización que se había iniciado en numerosas ciudades españolas, especialmente en las de tamaño medio y grande, aunque la posterior política económica autárquica de posguerra en realidad favoreció especialmente a un grupo concreto de ciudades, las industriales, que crecieron de modo importante, gracias a la inmigración rural (García Merino 1995, p. 9).

[7] Aunque la mutación urbana posterior a los años cincuenta ha sido la más importante de la historia española y se halla suficientemente estudiada, recientemente se ha reconocido que desde los años veinte las ciudades en nuestro país experimentaron un considerable cambio. Este decenio representa el eslabón anterior y necesario para comprender el desarrollo de las ciudades, pues constituye una pieza esclarecedora esencial "de una época de tránsito y muerte de lo tradicional e inaugural de la modernización de España" (Bonet 1992, p. xii). La distribución de la población activa española por sectores refleja el proceso de éxodo rural que daba sus primeros pasos por entonces, es decir, un importante crecimiento en sectores como la construcción, el comercio, los transportes u otros servicios (Malerbe 1981, p. 21-22).

[8] Al menos si lo consideramos globalmente, pues el ritmo de crecimiento fue más acelerado en las ciudades de mayor tamaño (Díez Nicolás 1966). El crecimiento de las capitales de provincia españolas fue el siguiente: 1900-1910 = 1,00 % anual; 1920-1910 = 1,72 %; 1930-1920 = 2,48 %; 1940-1930 = 2,41 %; 1950-1940 = 2,17 %; 1960-1950 = 2,18 %.

[9] Delgado (1995). Una posible hipótesis explicativa sería el retraso cronológico español en relación a los países más desarrollados. Entre sus posibles causas, el tardío proceso de industrialización, que retrasó la urbanización de la sociedad española hasta el primer tercio del siglo XX e incluso más tarde (Reher 1990. Gómez Mendoza y Luna 1986).

[10] Lo que coincidía con el patrón de la mayoría de las ciudades pequeñas y medias en España. En opinión de Delgado en estas ciudades "la responsabilidad exclusiva del aumento de la población [..] recayó en la inmigración", lo que revela unas pautas de comportamiento biológico propias de un régimen demográfico primitivo hasta al menos la segunda década del siglo XX (Delgado 1995, p. 77). Se distinguían dos tipos de situaciones. La primera, la de unas pocas capitales capaces de albergar a un importante contingente migratorio de la propia provincia e incluso de otras aledañas; la segunda, que constituía, además, el grupo más numeroso de capitales, que sólo acogieron una parte reducida de los inmigrantes provinciales (Delgado 1995, p. 78). A Coruña encajaba dentro de este último perfil, dado que las cifras de emigrantes que salían hacia el exterior eran muy superiores a las de los que se dirigían a la ciudad.

[11] El porcentaje de población activa total en A Coruña era el siguiente: 1900 = 43,28 %; 1910 = 40,08 %; 1920 = 36,44 %; 1930 = 39,16 %; 1940 = 38,99 %; 1950 = 40,53 %; 1960 = 37,43 %.

[12] La tasa de actividad masculina era la siguiente: 1900 = 59,28 %; 1910 = 58,18 %; 1920 = 59,12 %; 1930 = 59,61 %; 1940 = 63,66 %; 1950 = 65,29 %; 1960 = 58,77 %. La tasa de actividad femenina era: 1900 = 30,09 %; 1910 = 25,17 %; 1920 = 16,85 %; 1930 = 21,37 %; 1940 = 16,15 %; 1950 = 19,55 %; 1960 = 17,88 %.

[13] Coincide en este sentido con el comportamiento del país, en donde la población activa aumentó a un ritmo más lento que la población total, disminuyendo la tasa de actividad (Maluquer 1991, p. 64).

[14] Después de la guerra, en España se observa, además, una fuerte regresión de la población activa en el sector industrial, y un crecimiento de algunas categorías de servicios no avanzados, entre ellos, la fuerza pública como uno de los principales (Tuñón 1980, p. 167).

[15] En España la tasa de actividad ha sido tradicionalmente baja, aunque mayor en las zonas urbanas, tanto para hombres como para mujeres. No obstante, la evolución no ha mostrado una tendencia homogénea. A unos primeros decenios de estancamiento siguieron unos años francamente progresivos a partir de los años cuarenta (Sáez 1975). La Fundación FOESSA advertía en 1970 de la "extraña singularidad" de España, por presentar una de las más bajas tasas de actividad femenina del mundo (Fundación FOESSA 1970).

[16] La distribución de la población activa por sectores económicos era la siguiente: Sector Primario: 1900 = 18,27 %; 1910 = 18,16 %; 1920 = 8,28 %; 1930 = 2,74 %; 1940 = 5,74 %; 1950 = 10,01 %; 1960 = 8,81 %. Sector Secundario: 1900 = 30,76; 1910 = 29,89; 1920 = 45,52; 1930 = 47,23; 1940 = 39,02; 1950 = 40,79; 1960 = 39,89. Sector Terciario: 1900 = 50,97 %; 1910 = 51,94 %; 1920 = 46,20 %; 1930 = 50,03 %; 1940 = 55,24 %; 1950 = 49,20 %; 1960 = 51,30 %.

[17] Sin embargo, la estructura socioprofesional plantea un problema de falta de homogeneidad, a consecuencia de la enorme diversidad de categorías censales, lo que obliga a la construcción de una serie de equivalencias, tomando necesariamente decisiones arbitrarias (Zapata et al. 1996, p. 35).

[18] Weiner y Hoyt (1939) y Hoyt (1941). Y, especialmente, los trabajos de Robert B. Andrews, publicados entre 1953 y 1954, en los volúmenes XXIX y XXX de la revista Land Economics, bajo el título de "Mechanics of the urban economic base", en donde se sientan los cimientos del nuevo modelo, y de Alexander (1954). Vid. Capel (1974), quien aplicó el modelo a las ciudades españolas en Capel (1968).

[19] A lo largo del siglo XIX, el comercio se constituyó como una actividad esencial de las capitales de provincia españolas, aunque fuese un sector bastante condicionado por la amplitud de la demanda campesina, debido a la fuerte interdependencia entre la ciudad y el campo. Es decir, la expansión de la función comercial (así como una mayor variedad y especialización de la oferta comercial) estuvo obstaculizada por el bajo poder adquisitivo campesino (Delgado 1995, p. 56-57).

[20] Sólo el modesto desarrollo industrial de finales del siglo XIX en algunos núcleos quebró parcialmente esta dinámica. Pero únicamente fue responsable del crecimiento en algunas ciudades (Vigo y Ferrol), no siendo el caso de A Coruña, más vinculada a funciones comerciales o terciarias, a pesar de un cierto desenvolvimiento de algunas actividades manufactureras. Durante la primera mitad del siglo XX, el peso de las funciones terciarias continuaba siendo abrumador, aunque con diferencias entre las principales ciudades, caracterizadas en algunos casos puntuales por un mayor desarrollo de las actividades manufactureras y fabriles - Vigo y Ferrol - (Souto 1990; Precedo 1990).

[21] En opinión de Delgado (1995, p. 209), el desarrollo urbano de las capitales de provincia españolas presentó rasgos peculiares, al tratarse de un modelo de urbanización a medio camino entre el de las ciudades de los países europeos industrializados (en donde el agente fue el impulso de la base económica urbana) y el de las ciudades de los países subdesarrollados (en donde el agente fue la desarticulación de la economía agraria tradicional). En España actuaron ambos grupos de factores.

[22]Vid. Nadal (1991).

[23] Existían en casi todas las ciudades pequeñas fábricas para la producción de bienes destinados a satisfacer una parte de la demanda urbana, así como la demanda campesina del entorno rural próximo, a partir de materias primas agrarias (harinas, cerámica, madera, papel, curtidos), aunque esto fuese insuficiente para consolidar una base económica fabril (Delgado 1995, p. 60).

[24] Las cifras relativamente altas que se observan en la población activa agraria de las siete mayores aglomeraciones urbanas gallegas se debe a que los datos se refieren a unos municipios que tienen como núcleos a las respectivas ciudades, pero el territorio municipal de cada una de ellas abarca una zona no urbana, sino de transición, e incluso una zona propiamente rural. "De ahí que a la población ocupada en la pesca [...], cuya existencia sería perfectamente compatible con una demarcación estrictamente urbana, haya que añadir la dedicada a faenas agrícolas y censada en el municipio que consideramos, grosso modo, como una aglomeración urbana" (Beiras 1970, p. 206).

[25] El conflicto pudo proporcionar una excelente oportunidad para el despegue definitivo de la industrialización española, en buena medida desperdiciada. Se inicia, además, el proceso de definitiva descomposición de la Restauración, cuyo punto culminante fue la crisis social de 1917, que se prolongó por espacio de varios años (García Delgado 1981, p. 117).

[26] Instituto de Reformas Sociales, Informes de los Inspectores del Trabajo sobre la influencia de la Guerra Europea en las industrias españolas (1917-1918), tomo segundo, Madrid, 1919. El mismo panorama se descubre en numerosas ciudades españolas (Delgado 1995). Aunque en algunos casos la guerra representó una excelente coyuntura que favoreció un despegue del sector industrial en las ciudades en las que éste tenía un mayor protagonismo, el fenómeno fue puramente coyuntural, por cuanto obedecía a un esquema de crecimiento "en invernadero", amparado en las condiciones de demanda generadas por la guerra y en el elevado proteccionismo natural y de la política económica española.

[27] Bernárdez, A. (1917), "Los negocios de Galicia", Revista Nacional de Economía, nº 7.

[28]Instituto de Reformas Sociales (1923), Movimiento de los precios al por menor en España durante la guerra y la posguerra, 1914-1922, Madrid.

[29] Un factor a tener en cuenta sería el creciente grado de introversión de la economía española (y de A Coruña) que siguió al marco de fuerte proteccionismo articulado por la política económica nacional tras el desastre que supuso la pérdida de las colonias de Ultramar (Maluquer 1991).

[30] En particular, la industria. Consejo de Industria, Apuntes para el momento de la industria española de 1930, Madrid.

[31] En un intento de luchar contra el proceso de emancipación de las mujeres que las autoridades creían que se había producido con anterioridad (Nielfa 1999, p. 73). El ejemplo más evidente fue el Fuero del Trabajo de 1938, que establecía que el Estado habría de "libertar" a la mujer casada del taller y de la fábrica; a partir de ahí, surgió una legislación laboral discriminatoria en función del sexo (Nielfa 1993, p. 6). Este ideal entroncaba perfectamente con el modelo de mujer surgido en el mundo occidental tras la Segunda Guerra Mundial, según el cual ésta se dedicaría exclusivamente a atender a su marido y a sus hijos, a la realización de las tareas domésticas, y dejaría de preocuparse por lo que sucediese fuera de su hogar, por considerar poco femenina esta preocupación (Nielfa 1993, p. 5).

[32] Para Carreras (1989, p. 31) en la posguerra se asistió a una "edad de oro del servicio doméstico" en España, que acompañó a un crecimiento artificial de los servicios, sobre todo aquéllos vinculados al Estado. Según Vilá y Capel (1970, p. 155), en 1950 el servicio doméstico todavía representaba un tercio de la población activa total española dentro del sector terciario.

[33] "Aunque de nuevo hay sensibles diferencias entre las que intentan y consiguen el despegue por sus propios medios, o inducidas por la política de polos de desarrollo, como Huelva o Vitoria, y las que son arrastradas por la evolución general del país, como Avila o Toledo" (García Merino 1995, p. 10).

[34] Fernández, F. et al. (1972), Evaluación económica de los Polos de Desarrollo. Tomo Primero. Huelva-Sevilla, La Coruña-Vigo, Madrid, I.E.D.E., 2 vols.

[35] De los Polos creados, el de A Coruña fue el de crecimiento demográfico más débil y ocupó el último lugar en cuanto a puestos de trabajo creados, además de arrojar el coste más elevado por puesto de trabajo (Batanero 1976).  

 

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© Copyright Jesús Mirás Araujo, 2004
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Ficha bibliográfica:
MIRÁS ARAUJO, J.
La estructura profesional de una ciudad terciaria: A Coruña, 1900-1960. Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de abril de 2004, vol. VIII, núm. 163. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-163.htm> [ISSN: 1138-9788]


 
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