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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VIII, núm. 170 (62), 1 de agosto de 2004

NUEVAS TECNOLOGÍAS DE LA INFORMACIÓN Y REVALORIZACIÓN
DEL CONOCIMIENTO GEOGRÁFICO

Antonio Moreno Jiménez
Universidad Autónoma de Madrid


Nuevas tecnologías de la información y revalorización del conocimiento geográfico (Resumen)

Las tecnologías de la información están alterando sustantivamente el papel y las condiciones de las prácticas de las disciplinas científicas, lo que plantea un reto crítico de ineludible abordaje por las comunidades científica y profesional de los geógrafos. En este trabajo se examinan algunos ejemplos recientes de la progresiva demanda de información geográfica (IG), se subraya la potencia analítica aportada por las tecnologías de la información geográfica (TIG) y se suscitan reflexiones acerca de las implicaciones e iniciativas en curso. Como colofón se apuntan indicaciones sobre cómo reorientar el rumbo de la Geografía, en aras de mantener e incrementar su relevancia social.

Palabras clave: tecnologías de la información geográfica, papel del conocimiento geográfico


New information technologies and geographical knowledge (Abstract)

Information technologies are deeply modifying the role and conditions of scientific disciplines practices, thus posing a critical challenge that professional and scientific communities of geographers have to tackle unavoidably. In this paper, some recent examples of increasing demand of geographical information (GI) are examined, the analytical empowerment provided by geographical information technologies is emphasized and reflections on implications and ongoing initiatives are issued. Finally, indications are raised on a reoriented course of geography, focused to maintain and to increase its social relevance.

Keywords: Geographical information technologies, role of geographical knowledge


La portentosa revolución que, casi en silencio, están protagonizando las tecnologías de la información en nuestro contexto histórico nos están abocando a un escenario en el que las bases sobre las que discurre el funcionamiento de las sociedades avanzadas están resultando socavadas. De forma gradual y acumulativa las innovaciones tecnológicas que permean nuestras actividades nos obligan inexorablemente a adoptarlas, ante la contundencia de las mejoras que suponen en la eficiencia y la efectividad. Como no podía ser de otra forma, el decurso de las ciencias está sometido a idénticas tensiones para adaptar sus planteamientos y procedimientos al nuevo marco de coordenadas. La Geografía, como disciplina, está sometida desde hace tiempo a dicho proceso y en ello se está viendo tocado no sólo su papel social como saber, sino también sus propias prácticas de creación y diseminación del conocimiento que forja.

Ante esta situación, parece éste un momento oportuno para detenerse, ascender y avizorar algunos de los rasgos, hechos e implicaciones que van perfilando nuestra cotidianeidad como colectivo humano que protagoniza y mueve un tren disciplinar, cuya longitud nos retrotrae a los albores de la cultura occidental. Heredera de una añeja tradición, la Geografía perdura merced a que puede contribuir, en tanto que saber, a satisfacer necesidades imperecederas de conocimiento y de actuación para las sociedades humanas. Lo que el cambio de milenio nos está planteando es la obligación de revisar no tanto el sentido de nuestra marcha (aunque sí en parte) y los fines últimos a los que sirve el conocimiento geográfico, sino cómo desempeñamos nuestro quehacer, no solo con los nuevos instrumentos técnicos, sino también con más conceptos adecuados y refinados. Esta contribución pretende así, a partir de datos observables en nuestra realidad social, organizativa y académica, suscitar un conjunto de reflexiones y valoraciones acerca del significado que tienen para la disciplina geográfica y su inmediato futuro.

La función informativa del saber geográfico y su creciente demanda

Es de sobra conocido que una de las razones de ser de la Geografía, y de su génesis histórica, ha sido la de proporcionar información sobre los lugares. Así, el oficio de geógrafo ha conllevado siempre una labor como documentalista territorial y ello para usos tan múltiples, amplios y dispares como la extensa gama de intereses que mueven al género humano: viajar, hacer senderismo, practicar deporte, construir, explotar, vender, dominar, guerrear, aprender, asistir a ferias y congresos, controlar móviles (personas o medios de transporte), etc.

En los últimos tiempos el crecimiento de la demanda real de información geográfica (IG) es palpable. Es plausible conjeturar que probablemente necesidades hasta hace poco latentes de IG están pudiendo ser progresivamente atendidas en tiempo y forma; ello significa imputar a la oferta una parte de la expansión del mercado. En los EEUU, un país donde el consumo de IG se muestra mucho más alto que en Europa, Frank (2003) reseña que tal consumo se ciñe fundamentalmente a unos tipos de productos concretos: mapas topográficos a una escala media (en torno a 1:50.000), callejeros con numeración de todos los edificios, modelos digitales de elevaciones, ortofotos e información demográfica.

Pero sugiero además que otra razón, concretamente la que se ha dado en denominar de globalización, es también corresponsable del crecimiento del mercado de IG. La sociedades humanas se llevan “globalizando” desde los orígenes de la historia y quizá fuese más exacto reconocer que lo que llamamos globalización no es más que un cambio de grado, una intensificación que se traduce en unas manifestaciones bien palpables como flujos de información, de mercancías y de personas. En cualquier caso, estamos asistiendo a una movilidad personal expansiva, en buena medida limitada sólo por los recursos personales, la accesibilidad proporcionada por los sistemas de transportes o razones de seguridad. Los ritmos de crecimiento del tráfico aéreo así lo van corroborando. Pero los flujos de personas precisan y se apoyan sobre información geográfica de los lugares de destino: interés que ofrecen (e.g. para la práctica turística, para la inversión), seguridad, rasgos habitacionales (como alojamiento), etc. y también sobre la ruta o itinerario, por las oportunidades que el trayecto nos puede deparar.

Otra cara harto conocida de esa globalización, los procesos denominados como deslocalización empresarial, cuyo negativo impacto sobre el empleo local puntualmente conocemos a través de los medios de comunicación, conviene subrayar que previamente han conllevado una labor de recopilación y valoración de IG acerca de los países y lugares alternativos, candidatos para las plantas fabriles y los transportes de las mercancías. Es bien sabido que la lucrativa actividad de asesoramiento internacional a empresas que avistan una decisión de localización o relocalización de sus establecimientos se nutre de IG que resulta de interés estratégico para los negocios1.

Se podría, en fin, proseguir describiendo una amplia gama de campos en los que la geoinformación, potenciada merced a las nuevas tecnologías de la información, está adquiriendo un papel creciente. En evitación de una relación superficial apuntaremos y comentaremos someramente sólo unas pocas muestras concretas que sirvan para poner de relieve los hechos nuevos y algunas de las oportunidades emergentes que se están conformando en nuestro entorno.

La IG para la práctica del turismo

Viajar con fines de ocio constituye uno de los capítulos en los que el gasto familiar exhibe una inequívoca tendencia alcista, a medida que crecen las rentas personales. Devenida actividad básica de cara al desarrollo económico de ciertas ciudades, zonas o países cabe considerar dos caras del proceso: la demanda es proclive a usar una cierta cantidad de información geográfica sobre los recursos y amenidades en el destino, el trayecto o viaje, el alojamiento, etc. de cara a decidir dónde ir y planificar su estancia. La oferta, ante la creciente concurrencia entre destinos, tiene ante sí el reto de conseguir atraer al usuario potencial y a tal fin el recurso a la información geográfica, constituye una de las palancas más potentes. Junto a la tradicional producción de guías, mapas, etc. en soporte papel, las nuevas tecnologías de la información (v.gr. por Internet) están proporcionando excelentes y eficaces vías para diseminar publicitariamente los recursos existentes en un lugar. Es bien sabido que los portales informativos de Internet sobre alojamientos, viajes, planos urbanos, carreteras, itinerarios (en su multiplicidad de contenidos temáticos), etc. nos permiten hoy día organizar totalmente un viaje a ciertos países, regiones y ciudades. La competencia se incrementa a la par que las posibilidades de elección de los diferentes segmentos de turistas. Lugares que gozan de limitada notoriedad pueden así posicionarse de manera asequible y efectiva en el mercado de destinos turísticos haciendo visibles sus recursos naturales, culturales, lúdicos, culinarios, etc. La alternativa de cara al desarrollo económico local y regional que suponen las visitas turísticas explica que no pocas comarcas, antaño marginales y exangües (por serranas, lejanía, hostilidad climática, etc.), estén recuperando así el pulso del crecimiento. Naturalmente, la cantidad y calidad de información geográfica suministrada al turista potencial juega un papel inequívoco en esa línea y las posibilidades ofrecidas por las TIG están aún en buena medida pendientes de explotar extensivamente. No obstante, cualquier curioso puede comprobar la existencia de prolija, aunque no siempre apropiada, IG en portales sobre cualquier destino turístico (vid. figura 1).

Figura 1
Bloque diagrama clásico del Parque Nacional de Ordesa divulgado en uno de los
muchos portales informativos de Internet sobre el Pirineo

Fuente: <http://www.iespana.es/trotamontes/marcocotatuero.htm>

Cartografía digital y servicios de localización para el conductor

Otro ejemplo evidente de la progresiva comercialización y consumo de geoinformación soportada por las nuevas tecnologías se halla en los dispositivos de localización que se incorporan en vehículos y que integran receptores GPS y cartografía. A su favor juegan los precios cada vez más competitivos (en algunos casos alrededor de 230 €). De esta forma los convencionales mapas de carreteras en soporte papel se enfrentan a una difícil competencia y cabe presumir que en el inmediato futuro serán progresivamente sustituidos por este nuevo producto, que ofrece superiores prestaciones (incluso la sugerencia de rutas convenientes). Pero lo que merece resaltarse desde la tesis sostenida en esta contribución, es la trascendencia que ello tiene como segmento emergente de mercado de geoinformación y la exigencia que genera de actualización de la cartografía. La obsolescencia en que incurrían los mapas de carreteras tradicionales podrá superarse simplemente sustituyendo un CD de bajo coste como soporte o renovando los archivos cartográficos a través de algún canal comercial. Naturalmente ello presupone un proceso de producción permanente para que el servicio de los dispositivos de localización cumpla con las expectativas. En síntesis, se trata de una nueva línea de popularización de los geodatos que un cierto número de empresas han decidido acometer como línea de negocio y que pronto veremos extenderse a toda suerte de vehículos.

Geoinformación para ganar clientes

Que el mercado (y su control) ha adquirido el papel central en las economías desarrolladas, en detrimento de la función de producir, no parece ya algo discutible a la altura de nuestro horizonte histórico. Tal constatación ha espoleado el desarrollo del marketing, como práctica y como campo disciplinar, el cual, en una voracidad insaciable, se apropia e integra cualquier contribución, sea cual fuere su origen disciplinar, sin más límite que el derivado de la utilidad proporcionada para mejorar o potenciar la función de vender.

Una de las manifestaciones más palpables de esas convergencias interdisciplinares inducidas por la agresiva lucha por el mercado radica en la eclosión del geomarketing, cuya firme expansión en las últimas décadas constituye una prueba evidente de su utilidad aplicada. Procede recordar que el despegue acelerado del geomarketing, que de hecho se llevaba ya practicando desde los años cincuenta de la pasada centuria, se ha sustentado en la excelentes prestaciones que los SIG han proporcionado para gestionar, analizar y presentar datos relevantes para la actividad comercial minorista y los servicios para la población. Sin entrar en un examen pormenorizado de la rica y plural contribución que las tecnologías de la información geográfica están realizando al marketing (véase al respecto, Moreno, 2001) querríamos reseñar, a modo de ilustración, una de las manifestaciones más cotidianas y conocidas del empleo de la geoinformación en apoyo de la venta: los mapas publicitarios.

Los objetos publicitados pueden ser diversos, pero promociones inmobiliarias (viviendas urbanas, segundas residencias, alojamientos costeros, etc.) y, recientemente, comercios prevalecen. Nuestra reflexión se ceñirá a este último caso. El habitante urbano se ve sometido cotidianamente a un aluvión de folletos publicitarios (a través del buzón), en muchos de los cuales se incluyen mapas mostrando la ubicación del establecimiento comercial o de servicios. Este canal de difusión, bastante convencional por demás, no debe considerarse único, puesto que a través de Internet es posible encontrar así mismo abundantes ejemplos y los cauces que ofrecen los PDA y los teléfonos móviles cada vez más sofisticados serán aprovechados de forma pronta por los departamentos de ventas.

Los atributos de dichas representaciones del territorio son muy heterogéneos y su rigor, en general, medio o bajo. Un geógrafo o cartógrafo ortodoxo difícilmente haría una valoración aprobatoria de tales mapas (a veces meros croquis), dadas las licencias que se permiten los diseñadores publicitarios. A lo largo de los últimos años, sin embargo, una evidencia se ha impuesto a los ojos de quien esto escribe: la frecuencia creciente con la que dichos mapas aparecen en la publicidad, lo que suscita por un lado la constatación de un consumismo de geoinformación, y por otro la pregunta de por qué.

La respuesta habría que buscarla en el cometido que tales mapas tienen encomendado: contribuir a que el consumidor potencial se decida a ir a comprar en el establecimiento anunciante. Los diversos resortes del diseño cartográfico se ponen al servicio de ese fin de comunicación, primando ciertos componentes y eliminando o distorsionando otros (figura 2). Se trata por tanto de otra línea emergente de producción de cartografía para un segmento del mercado final, que de nuevo está siendo objeto de negocio por empresas diversas, aunque con desigual grado de acierto en sus diseños.

Figura 2
Ejemplo de geoinformación con finalidad publicitaria incluida en un folleto.

Nótese el énfasis en clarificar la ruta que conduce a los establecimientos anunciados.

Las razones de la expansión de esta cartografía publicitaria del comercio son varias: la movilidad superior del consumidor que hace posible acceder a muchos más destinos (por ejemplo dentro de un área metropolitana), la comprobación en estudios empíricos del desconocimiento por muchos ciudadanos de la oferta que tienen en su entorno, la evidencia de que al ampliarse el campo de información espacial del consumidor se logra que el punto de venta entre dentro del denominado &ldquo;conjunto elegible&rdquo; por dicho consumidor, esto es el conjunto de establecimientos que considera como destinos potenciales de compra, la competencia más aguda entre las grandes empresas comerciales en su afán por conseguir más clientes y cuota de mercado, etc.

Servir mapas por Internet para localizar equipamientos sociales

La atención de ciertas necesidades sociales, en expansión en el período reciente, está propiciando la aparición de centros de servicios más numerosos. Ello es particularmente constatable en lo concerniente a la atención a los mayores. La superior longevidad humana ha ocasionado que la demanda de nuevos servicios geriátricos haya alcanzado cifras importantes y que, por ende, no solo el sector público, sino también el privado haya apostado por entrar en ese terreno, en la medida en que ciertos segmentos de la población mayor es solvente y puede afrontar el coste, en general, elevado de ciertos servicios, que a veces deben ser cualificados y permanentes (por ejemplo, los requeridos por las personas mayores con deterioro físico o psíquico).

Conocer la oferta de un mercado tal no resulta ágil y sin embargo la necesidad surge a veces de forma acuciante. De nuevo las TIG están jugando un papel destacado al respecto, merced a su capacidad para proveer IG a través de Internet (vid. Harder, 1998). Como ilustración puede mencionarse la iniciativa, notable por su cobertura territorial y estructura informativa, que en los EEUU funciona desde hace ya unos años y que tiene como objetivo facilitar información a través de Internet acerca de la oferta de servicios residenciales asistidos. Se halla accesible a través del portal <http://www.nursinghomeinfo.com/> ( figura 3).

Figura 3
Interfaz de diálogo en un navegador de Internet del portal
informativo sobre residencias asistidas en los EEUU.

(Para ampliar, lleve el cursor sobre la imagen)

Una de las modalidades de interacción se apoya en un cuestionario de contenido temático-geográfico, en el cual el usuario especifica sus opciones, lo que le permite generar una lista de instalaciones que responden a los requisitos de interés. Aparte de otras informaciones, un servidor de mapas le permite visualizar a varias escalas la localización de los equipamientos en cuestión, lo que posibilita un conocimiento exacto de muchos extremos de los mismos. Así mismo, y de acuerdo con otra de las estrategias de búsqueda habituales en los SIG, el portal también posibilita la selección espacial, haciendo clic directamente en el mapa sobre cualquier punto-instalación para obtener información de la misma.

El seguimiento y control de movimientos personales

Conocer quién está dónde y cuándo es una pregunta universal que atraviesa el devenir histórico de la humanidad. A la altura de nuestro tiempo la pregunta es susceptible de respuesta ya de una forma exacta, lo que indefectiblemente va a suscitar cuestiones de dos tipos: por un lado, el aprovechamiento de ese potencial para muchas aplicaciones que hallarán ventajas al incorporar en su operativa habitual esa información y, por otro, la preservación de la reserva o discreción que en ciertos casos puede suscitarse. El seguimiento de vehículos es algo que está ya asumido en el campo de los transportes (aéreos, marítimos, militares, ambulancias, repartidores, flotas, etc.), pero el asunto adquiere una dimensión espectacular cuando se vislumbra su aplicación al campo de las personas. Los sistemas WAP que ya ofrecen los operadores de telefonía móvil en España soportan una pluralidad de servicios basados en la localización (LBS) entre los cuales se halla el de determinar la ubicación de la persona portadora del teléfono móvil. El clásico principio de triangulación, ahora apoyado en las antenas terrestres de las redes de telefonía celular, es el que sirve para sustentar este emergente campo que se está denominando como &ldquo;location-based computing&rdquo;. En los EEUU un estudio de prognosis ha estimado que de 150.000 usuarios de estos servicios en 2002 se pasará  42 millones en 20052.

El terreno es novedoso y sus potencialidades aún pendientes de explorar, sin embargo hay algunas que están configurándose como perentorias. Tal es el caso de las relacionadas con el seguimiento de ancianos, discapacitados o con el control de ciertos individuos por razones de seguridad, en particular las atingentes al cumplimiento de sentencias de alejamiento entre personas. El lamentable desenlace que reiteradamente están teniendo no pocos casos de maltratos a mujeres por parte de sus cónyuges constituye un lacerante ejemplo de ineficaz control de la ubicación, con resultados a veces irreversibles, cuya resolución pasa por el seguimiento de los movimientos personales en tiempo real a través de TIG.

La potenciación de la capacidad de análisis espacial y sus posibilidades: hacia una ciencia de la información geográfica

Con notoria antelación, hace ya más de 15 años Openshaw y Goddard (1987) postularon que la emergente economía de la información abría un nuevo horizonte para el análisis geográfico. Resultaba un tanto insólito que, en unas fechas de plena eclosión de los sistemas de información geográfica (SIG), los autores afirmasen con rotundidad que las nuevas oportunidades no residían en los SIG propiamente dichos, sino en el uso de las herramientas de análisis geográfico para hacer posible un re-empaquetado de la información para añadirle valor y hacerla más útil y utilizable. La clave para ello implicaba que, tras el uso de sofisticados análisis, los resultados debían comercializarse vía mapas simples y expresivos. Recordaban al respecto la exitosa experiencia de algunas empresas inglesas de consultoría en geomarketing, que habían logrado popularizar empresarialmente sus taxonomías geodemográficas (que requieren complejos análisis multivariantes).

A lo largo de las últimas décadas las técnicas de análisis espacial han progresado notablemente (vid. por ejemplo Bosque Sendra, 1992; y O&rsquo;Sullivan y Unwin, 2003) y paulatinamente están siendo integradas dentro de la caja de herramientas que los SIG ofrecen. Como certeramente han subrayado Goodchild y Haining (2003, p. 376), el crecimiento de los SIG ha conducido a una popularización masiva de los métodos espaciales; la causa parece residir en la facilidad con la que permiten su aplicación y la agilidad con la que los resultados pueden ser presentados visualmente. De ser un simple &ldquo;asistente de investigación&rdquo; el SIG ha devenido el cauce a través del cual es factible encauzar el trabajo de indagación, por cuanto aparte de las prestaciones para disponer y gestionar los geodatos y de las herramientas para el análisis y la visualización de resultados, cada vez más se están configurando como un marco en el que la conceptualización de los problemas y la forma de abordarlos y resolverlos pueden ser concretadas. Ello es lo que está justificando las reiteradas invocaciones a una ciencia de la información geográfica, GISscience (Goodchild, 1992; y Duckham, Goodchild y Worboys, 2003), cuya agenda se está tratando de definir.

Como es bien sabido, genéricamente las utilidades de los análisis espaciales conciernen a la identificación de patrones, es decir, configuraciones espaciales (figura 4), a la medición de relaciones espaciales entre hechos o fenómenos, al análisis de procesos en los que intervienen diversos agentes o elementos físicos y / o humanos dando lugar a formas, paisajes o impactos espaciales concretos y a la resolución de problemas de toma de decisiones espaciales con las que se trata de formular cursos de acción mejor fundamentados (vid. por ejemplo Bosque y Moreno, 2004).

Figura 4
 Representación del área de mercado de un pequeño establecimiento minorista.

La elevación desigual de los "escalones" refleja el gasto promedio por habitante para
coronas concéntricas de 100 m de amplitud alrededor del establecimiento.
Nótese la congruencia de la imagen con el teórico cono de demanda espacial.

Ciertamente, cabe reconocer con los mencionados autores que las prestaciones de análisis espacial, cada vez más potentes, de los sistemas SIG y de tratamiento digital de imágenes nos ofrecen unas posibilidades de afrontar problemas de conocimiento inabordables hasta hace poco tiempo. La parafernalia instrumental, accesible a través de los sencillos menús e iconos de los programas, puede quedar perfectamente en un segundo plano a la hora de comunicar los resultados, y las brillantes funcionalidades para la elaboración de mapas nos permiten, sin excusa alguna, diseñar productos finales acordes con el lector potencial.

La simulación de procesos, por ejemplo la difusión atmosférica de contaminantes, la evolución de geoformas litorales, la cartografía de hechos poco tangibles, pero muy reales, como los riesgos tecnológicos que a modo de campo espacial circundan a las instalaciones molestas, nocivas o peligrosas, las vivencias o reacciones afectivas respecto al territorio, la competencia espacial entre establecimientos comerciales o de servicios (figura 5), etc. son unos pocos ejemplos de los abordables de manera efectiva con las TIG. En todos estos casos, metodológicamente se suele construir un modelo que, a partir de información geo-referenciada, permite estimar el estado previsible del fenómeno en cada lugar del espacio (e.g. la magnitud del riesgo, la inmisión del contaminante, etc.).

Figura 5.
Mapa representando el nivel de competencia espacial entre clínicas odontológicas

(Para ampliar, lleve el cursor sobre la imagen)
Fuente: Moreno, 2003.

Implicaciones y oportunidades

Una realidad tan cambiante y fascinante como la esbozada en los anteriores apartados está suscitando exigencias y requerimientos a los agentes involucrados en la IG y sus tecnologías, sea cual sea su posición de partida. Como corolario, merece la pena glosar algunas de las implicaciones y estrategias que en la actualidad se están perfilando, en aras de tomar conciencia y valorar las mismas. Los planos sobre los que se sitúan son plurales, pero todos están irremisiblemente atravesados por el dinamismo del complejo IG-TIG.

 Las organizaciones del sector de la información geográfica

Las expectativas, inquietudes y problemas suscitados ante la creciente expansión de las TIG hicieron tomar conciencia de la necesidad de afrontar los desafíos emergentes de una forma colectiva. Ello desembocó en un movimiento asociativo que a diversas escalas está cristalizando. En España existe desde hace tiempo la AESIG <http://www.aesig.com>, cuya sección catalana <http://www.aesig.org/> mantiene un dinamismo encomiable.

A escala europea la entidad claramente de referencia es European Umbrella Organisation for Geographic Information, conocida abreviadamente como EUROGI <http://www.eurogi.org/ >. Surgió en 1993, a partir de una iniciativa de la Comisión Europea, y en 2003 acogía a 24 miembros. Se trata de una asociación de asociaciones, básicamente de los países de la UE, pero también de los candidatos y de la EFTA. Sus objetivos avistan a: 1) Maximizar el uso efectivo de la IG, en beneficio de los ciudadanos, los gobiernos y el comercio en Europa; 2) Representar los puntos de vista de la comunidad de la IG; y 3) Promover y apoyar el desarrollo y uso de la IG.

A tal fin EUROGI desarrolla actividades diversas de las cuales merecen citarse algunas:

Las iniciativas de impulso de la IG, como no podía ser de otra forma, han aflorado ya también en el nivel global y este año de 2004 se ha constituido la Global Spatial Data Infrastructure Association (GSDI Ass.), <http://www.gsdi.org/>. La principal meta que inspira su actividad radica en promover la conciencia, aceptación e implementación de infraestructuras de datos espaciales, globalmente compatibles, a los niveles local, regional y nacional. Entre las actividades vinculadas a la GSDIA cabe mencionar las conferencias internacionales sobre el tema (la 8ª tendrá lugar en 2005 en Egipto).
Potenciación de la capacidad de comunicación cartográfica y visual como exigencia y prioridad
Desde el punto de vista técnico una de las facetas que más se ha visto sacudida por la revolución de las TIG ha sido, sin lugar a dudas, la centrada en la generación de imágenes del territorio, bien bajo la convencional forma de mapas, bien bajo otras modalidades.
La representación cartográfica ha sido la vía tradicional de transmitir y comunicar los hechos espaciales. Sumariamente, el proceso de elaboración de mapas responde a una secuencia de operaciones del siguiente tenor:
Datos -> codificación -> representación -> lectura-percepción

A partir de la última fase mencionada cabe abrir un abanico de opciones, en función del cometido comunicador al que el mapa sirve. Veamos algunas de ellas:

1) Coadyuvar a una toma de decisiones. En este caso el mapa se insertaría en una secuencia de esta forma:

Mensaje-> toma de conciencia -> formación de opinión o juicio -> eventual decisión

2) Facilitar el aprendizaje o estudio. El conocimiento territorial, como componente básico de la cultura básica de cualquier ciudadano, se apoya ineludiblemente en el soporte informativo de los mapas y atlas, usados de acuerdo con esta secuencia:

Mensaje-> comprensión / memorización

3) Analizar y descubrir. La moderna visualización científica, como método aceptable de la práctica investigadora, ha mostrado un ascenso espectacular en los últimos años (MacEachren, 19994, p. 1), abriendo una senda prometedora para el descubrimiento y el avance del conocimiento. Ahora la secuencia de uso de las representaciones cartográficas podrían responder a este esquema:

Afloramiento de patrones o relaciones espaciales -> exploración y pensamiento visual / razonamiento -> formulación de hipótesis o conclusiones

4) Difundir información. La divulgación de diferentes contenidos, que están esencialmente arraigados en el territorio, recurre al soporte cartográfico para transmitir a amplias audiencias. Cabría establecer un devenir del mensaje en la mente del destinatario de este tenor:

Mensaje-> percepción -> integración y asociación mental con otra información

La tradición de diseño cartográfico acuñada, a lo largo de mucho tiempo había establecido y sedimentado unos procedimientos y reglas, acordes con una tecnología de apoyo a la delineación de mapas, eminentemente artesana y poco flexible. Se conocían, pero apenas podían explotarse, las posibilidades de producir mensajes cartográficos heterogéneos (o incluso contradictorios) a partir de la misma información, por ejemplo, simplemente alterando los intervalos o gamas cromáticas en los mapas. Los sugerentes escritos de Monmonier (1991), particularmente en su obra How to lie with maps terminaron de concienciar contundentemente a los hacedores de mapas de hasta qué punto el manejo habilidoso de la sintaxis cartográfica por un experto era capaz de generar mensajes muy dispares.

A partir de la revolución que las TI han desencadenado la situación ha cambiado drásticamente, debido, por un lado, a la potencia y flexibilidad que han conferido a la fase de diseño y elaboración de mapas, y por otro, a la libertad, baratura y agilidad para la difusión de cualquier tipo de representación espacial (mapa o imagen).

Una consecuencia de ello, bien reconocible ya en el panorama de la Geografía, ha sido la eclosión de una corriente de trabajo centrada en la visualización de la información geográfica. Con la visualización se trata de &ldquo;llevar algo como una imagen a la mente&rdquo;, y ante la facilidad de construir imágenes con las TI y la innata disposición humana a captar estímulos a través del sentido de la vista, la apuesta resulta segura: la visualización cartográfica está así buscando resituar la representación de hechos espaciales en una posición dominante en el marco de nuestras mediáticas sociedades (Hernshaw y Unwin, 1994; Kraak y Ormeling, 1996; y MacEachren y Fraser Taylor, 1994).

En esa marcha, además, el viento favorece esas pretensiones por cuanto parece fuera de toda duda a cualquier atento observador que nuestra sociedad se caracteriza por un proceso de aculturación cada vez más visual. Sin desdoro de la transmisión cultural por el libro y los documentos impresos, los medios de comunicación visual (TV, Internet, PDA e, incluso, terminales telefónicos) han ido adquiriendo en las últimas décadas un protagonismo indiscutible a la hora de diseminar información entre una pluralidad de "mercados".

De esta guisa, se está recuperando la conciencia de que los diferentes segmentos de la demanda son capaces de asimilar documentos cartográficos de desigual grado de complejidad, lo que está planteando la necesidad perentoria de afinar y diferenciar las representaciones y productos cartográficos para el usuario final, de acuerdo con sus capacidades de comprensión y sus intereses específicos. Al respecto, Bernhardsen (1992, p. 215) sugirió distinguir, desde el punto de vista de la comunicación, dos categorías de mapas: los mapas visuales (viewable maps) y los mapas legibles (readable maps). Los primeros están concebidos para transmitir mensajes a los usuarios inmediatamente, un ejemplo serían los mapas temáticos. La aprehensión de la información contenida en los mapas legibles requiere más tiempo, puesto que, en general, deben ser interpretados. La cartografía básica convencional (e.g. 1/50000) caería dentro de esta categoría.

Pero más allá de las representaciones cartográficas, más o menos convencionales de los mapas temáticos, el horizonte se está ensanchando espectacularmente con el advenimiento de lo que se ha denominado como realidad virtual en Geografía.

Estos mundos virtuales o realidad alternativa (expresiones más ajustadas, al decir de algunos autores) constituyen una forma del interfaz hombre-ordenador, mediante la cual se crea una construcción, a partir de la fuente real, en nuestro caso el medio geográfico (Brodlie et al., 2002, p. 7-8). Una definición algo más concreta es la que proporcionan Fisher y Unwin (2002, p. 2): la realidad virtual es la capacidad del usuario de cambiar, a partir de una vista construida sobre un dominio limitado de información codificada digitalmente, su visión en tres dimensiones de la misma, ocasionando una actualización ante los ojos del usuario.

La inserción de funcionalidades para la creación de simulaciones del territorio de este tipo en un buen número de sistemas de información geográfica (e.g. ArcGIS, Erdas, Idrisi Kilimanjaro, etc.) ha aportado las condiciones técnicas mínimas para permitir el desarrollo de trabajos que implican la recreación virtual del territorio. Las prestaciones que las herramientas de desarrollo deberían ofrecer (y que en gran medida ya brindan) están bien determinadas, si bien en cuanto a los frentes de aplicación parecen aún tentativos3, susceptibles de una exploración más amplia y de una determinación más completa de sus utilidades.

Los efectistas vuelos geográficos a que nos tienen acostumbrados nuestros informativos de predicción meteorológica diarios constituyen un ejemplo bien conocido. Cabe mencionar, así mismo, por su carácter pionero en España, los vuelos interactivos promovidos por la Consejería de Medio Ambiente de la Junta de Andalucía sobre el ámbito transfronterizo del Estuario del Guadiana y sobre Sierra Nevada y el Sureste de Andalucía, publicados en soporte CD (figura 6).

Figura 6
Imagen de la línea de cumbres de Sierra Nevada y el alto Genil tomada del vuelo virtual sobre la zona

Fuente: Junta de Andalucía (2001): Vuelo interactivo sobre Sierra Nevada y el Sureste de Andalucía. CD.

Otro ejemplo notable de aplicación de la realidad virtual es el servicio Da-Mobil implantado en la ciudad de Darmstadt. Sus prestaciones caen más exactamente dentro de la categoría de los conocidos como LBS o servicios basados en la localización, que, entre otras potencialidades, permiten proporcionar geoinformación al ciudadano, contando con el conocimiento de la localización de éste por el sistema. La mención aquí obedece a que en este caso se ha incluido además un espectacular servicio de rutas 3D. A partir de una base de datos 3D se construye una escena a lo largo de la ruta que, una vez transferida al PDA (figura 6), da una impresión de cómo es el paisaje a lo largo del itinerario real (Jasnoch, 2003). Un ejemplo del resultado obtenible por el usuario es factible examinarlo descargando un archivo desde el portal

<http://www.gistec-online.com/infos/infocenter.html> (enlace 3D Approach Video to GIStec ) y visualizándolo con el Reproductor Windows Media.

Hacia un mercado amplio y transparente de geoinformación: Las infraestructuras de datos espaciales

Una constatación ya tradicional entre los expertos de proyectos SIG radica en los elevados costes que impone la base de geodatos. Aunque otros factores sean muy significativos, e incluso vitales (e.g. la pericia de los expertos, el software o las máquinas), existe un convencimiento general de que la parte más sustantiva del presupuesto se ha de destinar a capturar, integrar y depurar la información geográfica requerida por el usuario final del proyecto. La multiplicidad de agentes productores de geoinformación (públicos y privados) ha desembocado en unos problemas serios ya bien evidenciados: en primer lugar, la diversidad de formatos y contenidos, lo que ha hecho brotar la necesidad de armonizar / estandarizar la información para hacerla más utilizable, y por ende más útil; en segundo lugar, la dificultad de conocer qué geodatos existen y dónde encontrarlos; y en tercer lugar, la descoordinación administrativa que, ante las necesidades de geoinformación, a menudo ha desembocado en gastos duplicados (e. g. adquisición "independiente" de los mismos datos por parte de varios departamentos del mismo organismo). En esencia la situación evidenciada ante unas TIG que son útiles en la medida en que disponen de IG (de lo contrario devienen meros entretenimientos) se caracterizaba así: ni los productores disponían de herramientas idóneas para ofrecer la geoinformación al mercado, ni los consumidores tenían los medios apropiados para localizarla.

La alternativa propugnada para solucionar estos problemas recayó en las llamadas "infraestructuras nacionales de información geográfica" o también "infraestructuras de datos espaciales (IDE)" (vid. Bañares et al., 2001; Echeverría Martínez, 2001). Los EEUU, a partir de una orden ejecutiva del presidente Clinton en 1994, pusieron en marcha la primera iniciativa para crear la National Spatial Data Infrastructure (NSDI) y son ya del orden de 50 los países del mundo que han lanzado iniciativas similares, con desigual alcance.

Una IDE es concebida como un conjunto de tecnologías, políticas, estándares y recursos humanos necesarios para adquirir, procesar, almacenar, distribuir y mejorar la utilización de la IG <http://www.geoportal-idec.net/>.

El objetivo primero estriba en crear un catálogo nacional de metadatos (información sobre los datos geográficos) accesible a través de Internet. Ello implica disponer de un sistema que facilite la creación de metadatos describiendo los datos espaciales, de manera consistente y normalizada, para luego poder publicar dichos metadatos, facilitando la consulta y búsqueda por los usuarios. Funcionalidades adicionales que la infraestructura en cuestión proporcionaría serían las de acceder a los geodatos para su visualización y examen, descarga, geoprocesamiento (transformación, conversión, integración de varias fuentes, cálculo de propiedades geométricas, ...) etc. En tal sentido, resulta destacable la propiedad conocida como interoperatividad, la cual habilita la integración y superposición de diversas capas de información, ubicadas físicamente en diferentes servidores de datos.

La estrategia de la infraestructura de datos espaciales contempla, como es lógico, el establecimiento de mecanismos y acuerdos para coordinar la producción de geoinformación, de estándares de intercambio y de difusión de la misma, identificación de los conjuntos de geodatos básicos (llamados "framework" o datos marco), etc.

En última instancia se trata de establecer unas fórmulas y procedimientos que potencien la difusión y el uso de la geoinformación, en aras de conseguir una superior utilidad y rentabilidad de las inversiones que la producción de la misma implica.

Quizá la realización más señera de este tipo hasta el momento presente sea el portal Geospatial One-Stop (GOS), <http://www.geodata.gov/>, del gobierno de los EEUU, que proporciona acceso a una amplia gama de datos geográficos de dicho país, almacenados en una base de datos espacial que se gestiona con plataformas informáticas de ESRI Inc. (ArcSDE y ArcIMS).

En nuestro país una iniciativa en esa dirección, mucho más modesta que la anteriormente mencionada, es la IDEC de Cataluña accesible en <http://www.geoportal-idec.net/>

En el marco europeo merece mencionarse la iniciativa INfrastructure for SPatial InfoRmation in Europe (INSPIRE) lanzada por la Comisión Europea, en colaboración con los estados miembros, la cual persigue hacer disponible información geográfica relevante, armonizada y de calidad para soportar la formulación, implementación, seguimiento y evaluación de las políticas comunitarias con dimensión o impacto territorial. Se trata de una actuación legal que abordará los protocolos y estándares técnicos, las cuestiones organizativas y de coordinación, así como la políticas de datos, incluyendo el acceso, la creación y mantenimiento de la información espacial (vid. figura 7). Inicialmente se centrará en la información espacial necesaria para las políticas ambientales y se abrirá luego a la requerida para otros ámbitos de actuación como la agricultura o los transportes.

Figura 7
Diagrama de las interacciones avistadas en la iniciativa europea INSPIRE.

Fuente: <http://www.ec-gis.org/inspire/>

 Revisando la geografía universitaria en un contexto de convergencia europea y permeada por las TIG

Los progresos tan notables que la TIG están realizando y la constatación de que ellas potencian extraordinariamente la relevancia del conocimiento geográfico ante terceros han terminado por imponer la conciencia, incluso entre los más reticentes, de que la geografía académica tiene que apostar decididamente por insuflar el poder de las TIG, tanto en las actividades docentes, como investigadoras. En la geografía española, históricamente renuente a las &ldquo;veleidades informático-cuantitativas&rdquo; que desde mediados de los años 70 comenzaron a despuntar, las últimas manifestaciones anuncian un cambio copernicano en la actitud hacia las TIG. Al socaire de las orientaciones emanadas de la Unión Europea sobre convergencia en las enseñanzas universitarias, se ha impuesto el requisito de evidenciar la relevancia socio-laboral de las mismas. Sin entrar a discutir tal hecho, que como es bien sabido constituye uno de los aducidos para legitimar los nuevos currículos formativos, cabe reseñar que el recientemente publicado Libro blanco para el diseño del título de grado Geografía y Ordenación del Territorio (Tulla i Pujol, 2003) asume ya sin ambages el compromiso hacia una formación universitaria de los geógrafos sustantivamente apoyada en las TIG. Así mismo, textos de destacados especialistas sobre ese campo (Escolano Utrilla, 2004; y Martín Vide, 2004) han saludado positivamente la necesidad y normalidad de tal evolución, por cuanto supone apostar por la tendencia de futuro más prometedora que se avista en actualmente para la disciplina geográfica. Ello implicará incorporar como direcciones de trabajo al menos éstas:

Advertencia final
Los contenidos expuestos a lo largo de este documento han pretendido enfatizar la tesis de que las innovaciones en las tecnologías de la información, a la par que abren oportunidades que revalorizan el conocimiento geográfico, están configurando una base distinta para la obtención, manejo, análisis, re-elaboración y diseminación de la IG que tiene implicaciones en los planos organizativos, académicos y profesionales. Tomar clara conciencia del marco en el que nos desenvolvemos se hace imprescindible para acertar en la estrategia que los geógrafos colectivamente adopten.
No obstante, todo lo dicho en modo alguno esconde, como solapado propósito, el de encerrar la Geografía en el recinto de las TIG, ni siquiera en el de esa ciencia de la información geográfica que reiteradamente se cita. Más bien lo que quiere es sustentar la convicción de que la Geografía del presente y del inmediato futuro será inviable sin las TIG y sin un compromiso profundo por incorporar las extraordinarias posibilidades de las mismas, tanto para un remozamiento de sus prácticas en tanto que saber científico, como para lograr un reposicionamiento ante la sociedad, del conocimiento que las comunidades científica y profesional de los geógrafos pueden construir para la sociedad. La duda que emerge es si la comunidad académica universitaria ha llegado a tomar conciencia exacta del calado de ese desafío y si se implicará decididamente en infiltrar las TI en la disciplina, de forma crítica y efectiva a la vez, re-construyendo sus esquemas y sus prácticas de acuerdo con su tempo tecnológico.
 
Notas

 
1 Hace unos pocos años una empresa consultora líder internacional publicaba un anuncio en una revista profesional del mundo de la geoinformación buscando, para su "International Location Advisory Service" expertos con este perfil: Analyst GIS, Quantitative Analysis, Decisión Support, insistiendo además en los conocimientos de las fuentes de datos y las capacidades para gestionar información.
 
2 Tomado de Madri+d. 30/04/04.
 
3 La indagación realizada por Haklay (2002) revela proyectos en los siguientes campos: planificación urbana y regional, planificación, modelado y evaluación de impactos ambientales, visualización científico / geográfica, inteligencia y simulación militar, ciencia de la información geográfica, modelado arqueológico, educación y ecología.
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Ficha bibliográfica:

MORENO, A.Nuevas tecnologías de la información y revalorización del conocimiento geográfico. Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2004, vol. VIII, núm. 170-62. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-170-62.htm> [ISSN: 1138-9788]
 

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