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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona.
ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VIII, núm. 170 (78), 1 de agosto de 2004

EL ÚLTIMO DIFUSIONISTA

Thomas F. Glick

Boston University


Horacio Capel me pidió reflexionar un poco sobre mi carrera, sobre todo en su dimensión geográfica. Lo hago con mucho gusto, y trataré de plantear algunas cuestiones de carácter más general.

Realicé Licenciatura (en historia de la ciencia) en Harvard University, donde la geografía no se enseñaba, habiendo dejado de existir como Departamento unos años antes de mi llegada en el otoño de 1956. (De hecho, mi única contribución a la serie Geo Crítica fue la historia de la llamada "crisis" de geografía en esa Universidad[1]).  En el verano de 1958, tuve una experiencia que resultaría esencial para la dirección futura de mi carrera.  Estaba matriculado en una escuela de verano en Madrid, a la que acudió para dar una serie de tres conferencias el arabista y hebraista de Barcelona, Josep Millàs i Vallicrosa. El tema de una de esas conferencias era la orentalización del paisaje del sur de la Peninsula Ibérica, sede de la cultura andalusí.

Escuchar a Millás aquel día fue para mí un episodio clave, el que me impulsó hacia la historia comparativa arraigada en una coyuntura cultural dada -en el cruce de las tres religiones. En mi mitología personal aquella conferencia de Millàs, era un poco como el momento en el que Salvador Dalí pensó haber descubierto la forma molecular helicoide de la vida en  la estación de ferrocarrile de Perpiñán. Cuando se me pregunta de dónde viene su interes en al-Andalus,  en los sistemas de riego o en las técnicas hidráulicas, vuelvo forzosamente a Millàs y a su concepto de la "orientalización" del paisaje.

Arthur Maass y el regadio valenciano

En mi ultimo curso de licenciatura (1959-60) en Harvard, empecé a trabajar con un catedrático de ciencia política llamado Arthur Maass (1917-2004), quien había puesto un anuncio en el diario estudiantil buscando a alguien que supiera traducir "documentos españoles".  Estos documentos resultaban ser, precisamente, las ordenanzas de las acequias de la huerta de Valencia, que el barón Jaubert de Passá había publicado en 1844, y que no estaban  en realidad  escritas en español, sino en catalán, o valenciano, como había de aprender durante aquel otoño[2]. Antes, yo había pasado por Barcelona, como turista adolescente en 1954 y en 1956, sin haberme dado cuenta de que se hablaba aquí otra lengua, que no era la castellana.

Maass estaba preparando en aquel momento lo que venía a ser un estudio comparado monumental de los sistemas de riego tradicionales del levante español y otros del oeste estadounidense. Había formulado un elegante método analitico, que consistía en extraer de las ordenanzas los "procedimientos operativos" del sistema de riego en cuestión y deducir de ellos los objetivos de los regantes -equidad, igualdad, justicia, eficacia económica y control local. Tales objetivos y el peso social relativo de ellos en un lugar dado, reflejarían, a su vez, los valores de la sociedad a la que se vinculaban los grupos en cuestión.. El método de Maass facilita una manera muy eficaz de comparar sistemas de riego entre sí, ya que los valores que informan a cada comunidad difieren entre sí segun una variedad de factores, tanto fiscicos como socio-culturales. En eso, Maass seguía, hasta cierto punto, los propósitos del geógrafo francés, Jean Brunhes, quien, en su libro L'Irrigation (1902) proponía que los derechos al agua varían según factores climáticos y hidrológicos[3].

Esa fue mi introducción a la escuela de geografía francesa. Luego leí a Ferdinand Braudel, que tenía una vision de la uniformidad geográfica de la cuenca mediterránea que facilitaba la migración de gentes, quienes hallaban en sus nuevos hogares los mismos ecosistemas (especialmente agro-ecosistemas) que habían conocido en sus países de origen[4]. Eso apoyaba una perspectiva que yo empezaba a deasarrollar sobre la difusión de técnicas hidráulicas y especialmente instituciones para la distribución del agua desde el mundo musulmán hacia al-Andalus -programa completamente dentro de la línea formulada por Millàs Vallicrosa en la conferencia aludida.

En 1960, después de licenciarme, vine a Barcelona para estudiar con Millàs y con su colega, el arabista Joan Vernet -ambos grandes historiadores de la ciencia árabe y de su influencia en el mundo cristiano medieval. Es decir, su orientación forzosamente consolidaba mis convicciones repecto a la centralidad de la difusión cultural en la edad media española. En aquella época, la historia de la ciencia facilitaba los ejemplos más documentados del tipo de difusion que me interesaba: por ejemplo, las matemáticas indias, hisab al-hind (el zero y sistema de "place value") cuyo tránsito del este al oeste era  análogo a él de la agricultura India -filaha hindiyya- con idéntica trayectoria de difusión. Vernet precisaba tambien los paralelos entre la difusion de la ciencia y de la técnica (el papel, por ejemplo)[5].

El tipo de difusion que me interesa  -acabo de decir. ¿Qué tipo?  La difusión de un elemento cultural dado (o bien un conjunto de elementos coherentes entre sí) que irradian desde un hogar identificable a traves de fronteras culturales y que se presta, por lo tanto, a un enfoque comparaativo.

Desde la antropología a la geografía cultural

Al mismo tiempo empezaba a leer los clásicos de antropología cultural norteamericana, sobre todo de Alfred L. Kroeber y otros pioneros de la teoría de la aculturación o, transculturación, que facilitaba unos parámetros para comprender los efectos sociales y culturales procedentes del contacto de culturas[6]. Todo se podia aplicar, naturalmente, al contacto entre musulmanes y cristianos en la España medieval.

Era la época del gran debate entre Américo Castro y Claudio Sánchez Albornoz sobre ese mismo punto, es decir, sobre cuál era el significado del contacto de culturas en la formación  de las culutras hispanas. Castro era leído por antropólogos norteamericanos (por lo menos los kroeberianos) precisamente porque él había comprobado, en el caso español, las líneas maestras de la teoría antropológica de la aculturación -sin saberlo, irónicamente, porque don Américo no leía nada de ciencias sociales. Me acuerdo leyendo La realidad histórica de España, en sendas tardes en la playa de Castelldelfels durante el verano de 1961, y en el tren. Leyendo a Castro sobre el edad media se nota que eran las ideas las que se combatían entre sí, y no las personas o las sociedades. Le faltaba una teorización adecuada.

Todavía antes de recibir mi doctorado escribí una especie de aperçu de la transculturación en colaboración con un antropólogo catalán, Oriol Pi-Sunyer, artículo que yo considero ahora que fue, en realidad, programático, un anuncio de la necesidad de aplicar los propósitos de Kroeber al contacto de culturas en la España medieval. Pi-Sunyer insistía en que las culturas eran, y habían de ser, entidades siempre en flujo, sujetas a cambios sociales desde adentro y bombardeadas desde el exterior por elementos procedentes de culturas ajenas que se asimilaban segun criterios de selectividad que ere preciso identificar[7].

Mi tesis doctoral, leída en 1968, era un estudio de los sistemas de riego en la Valencia medieval en sus dos aspectos: el social (cómo las comunidades de regantes se conformaban para distribuir el agua y evitar -o resolver- el conflicto), por una parte; y  difusional, por otro: hasta qué punto y cómo los cristianos habían adquirido de los musulmanes las técnicas hidráulicas -y entre ellas incluyo las modalidades institucionales para la distribución del agua (medidas de agua, modos de regular la distribución por turnos, y semejantes mecanismos). Creo que la primera parte del libro, la parte social que describe las instituciones del riego en la Valencia bajomedieval, sigue sosteniéndose todavía. La segunda parte, sobre la difusión de elementos del este al oeste ha servido de estímulo, pero carecía de una base social adecuada. En 1968 faltaba entender, precisamente, el factor más importante de aquel movimiento, que es la tribu como la unidad social significativaen lo que se refiere a la introducción de la hidráulica musulmana en al-Andalus[8].

Con el advenimiento en los años ochenta de la nueva arqueología medieval, que reformulaba la organización social rural de al-Andalus, era posible contextualizar el hidraulismo medieval de manera mucho más realista. Los segmentos tribales eran los agentes de difusión. No se le ocurrió a nadie irse a un país musulmán y estudiar las formas del trabajo de los campesinos de las mismos tribus que emigraban a al-Andalus, hasta que Miquel Barceló y su equipo empezaron sus trabajos del campo en el Yaman sobre los Banu  Ru'ayn[9].

Mi primer puesto docente fue en la Universidad de Tejas, en Austin, entre 1967 y 72.  Allí conocí, por primera vez, a unos geógrafos profesionales, en particular, un geógrafo cultural llamado Paul English (1936-2000), estudioso de la tecnología hidráulica en Persia, en particular, los qanats[10]. Yo empezaba tener un gran interés por la literatura geográfica, la cual, Jean Brunhes aparte, no conocía en absoluto.

"Cómo voy a leer todo eso?" preguntaba a English.

Me decía: "Tu eres historiador; por lo tanto no has de leer todo, solo lo mejor."

-"Pero como voy a saber qué trabajos son los mejores," le preguntaba. Y me dijo

-"Yo te lo diré!"

Aparte de Paul, a nadie en la Universidad de Texas le gustaba hablar de la difusión; primero porque se la veía como perteneciente a una corriente demasiado idealista, es decir, insuficientemente basada en realidades sociales, lo cual se debía, en parte, a una mala lectura de Kroeber y de los antropólogos de su escuela, quienes estudiaban, preferentemente, a las gentes indigenas del Nuevo Mundo y, por lo tanto, la "aculturación" -teóricamente, un movimiento de cambio cultural en ambas direcciones subsecuente al contacto de dos culturas- se veía como una justificación de la extirpacion de culturas indígnas; por ello, los antropólogos y sociólogos de esa época (finales de la década de 1960) se fijaban más bien en el conflicto social, y menos en aspectos puramente culturales del contacto de diferentes sociedades. Por consiguiente, ya en Texas, empezaba a sentirme como el último difusionista.

Este sentimiento aumentaba, sobre todo porque en la historiografía de la ciencia (sobre todo en los años 80) reinaba cierto desdén hacia la "difusión", la cual desde del punto "dependentista" se asociaba con un modelo de imperialismo científico en el cual las ideas y técnicas del "centro" se imponen en la "periferia".  La crítica es, en parte, acertada y puede aplicarse, por ejemplo, al Occidente latino en la edad de la expansión del Imperio Islámico. Per eso tiene poco que ver con la literatura  antropológica sobre difusión cultural, que describe cómo las personas en la cultura "receptora" adaptan ideas y técnicas nuevas, selectivamente e introduciendo los cambios necesarios para aclimatizar esas ideas a sus propios valores.

 Por English conocí, por ejemplo, las líneas maestras de la teoría geográfica contemporánea de difusion, empezando realmente con la tesis doctoral de Torsten Hagerstrand en 1952[11]. English insistía siempre en el concepto de la percepción ambiental (environmental perception) como base de cualquier acercamiento a la geografia regional, porque todas la sociedades organizan el espacio de manera distinta; una idea simple, que me ha guiado durante toda mi carrera[12].  Él y yo colaboramos en una asignatura sobre la historia ambiental, probablemente el primer curso sobre este tema en cualquier universidad, en los años 1970, 71 y 72.

"El mejor departamento de geografia en el mundo"

Cuando el decano de Filosofía y Letras de Tejas,  John R. Silber,  fue nombrado en 1971 presidente de la Universidad de Boston, English tenía la idea de crear allí lo que él llamaba "el mejor departamento de geografía del mundo".  Como proyecto, era singular porque él proponia superar la antigua y dificultada división de la disciplina en dos ramas, geografía humana y geografía física, reduciendo el peso de la segunda, calificándola de geografía ambiental (y no fisica), y concentrando su enfoque en la ecología humana. La sección de geografía ambiental había de tener cuatro integrantes, la de geografía urbana, otros cuatro (de los cuales Julian Wolpert era la figura de mayor relieve). Y la sección de geografía "humanista" había de contar con ocho integrantes (además de él, que actuaba como director), entre ellos David Lowenthal (más historiador que geógrafo), Yi-Fu Tuan (cuyo  trabajo tendía hacia la semiótica y una lectura simbólica del paisaje), Philip Wagner, y Gunnar Olsson[13].

Este departamento virtual se reunió una sola vez en Boston, el otoño de 1971. Estaban todos los humanistas menos Olsson, más Wolpert.  Pudimos escuchar una arenga no muy persuasiva del decano; luego English sospechó que el dinero que le ofrecían no era bastante "duro", y eso puso fin al mejor departamento de geografia del mundo. Finalmente, yo fui a Boston y él no.

Allí estaba yo, medio historiador y medio geógrafo y tenia que enseñar geografía, campo en el cual mi formación era enteramente autodidacta. Enseñaba historia ambiental y historia de la ideas geográficas en el departamento de geografía, y luego entre mis asignaturas de historia, una clase sobre expansion europea con una fuerte dimensión geográfica, en donde ponía énfasis en la centralidad de la difusión de ideas y técnicas en la edad del imperialismo y colonialismo occidentales. Pero forzosamente tenía que enseñar alguna vez geografía regional de Europa, e incluso la geografia urbana histórica.

Siempre he pensado que la historia tiene que ser informada por, y contribuir a, la teoría social.  Ahora cómo geógrafo, estaba leyendo una nueva teoría con una fuerte corriente social concentrándose en las relaciones de poder entre grupos desiguales (que yo veía tgambién como una manera de poder explicar la difusion  de ideas y técnicas consecuente del contacto de culturas). Me refiero a la teoría de estructuración de Anthony Giddens, interpretada por buenos teóricos geográfos como Derek Gregory y toda una gama de autores en la revista Environment and Planning C, revista que en los años 80 era quizás la revista más creativa de teoría socia[14]. La geografía -que siempre ha sido debil en la teoria- empezaba entonces a cobrar alguna fuerza explicativa que podía relacionarse con la gran tradición de teoría social occidental y que prometía quizás escapar de la jaula intelectual del determinismo geográfico.

La difusion de las ideas cientificas

Al mismo tiempo que realizaba la investiagción para mi tesis, continuaba con otro tema que me interesaba crecientemente; se trataba de  la recepción del darwinismo en España, el principio  de un programa de investigación que se ampliaba para incluir cada vez más ideas científicas y más paises -campo ideóneo para un estudio comparado de la difusion de ideas- siempre con los mismas variables pero con cambios de los valores de los distintos parámetros en cada sociedad: lo cual facilitaba, de alguna forma, el poder obtener alguna conclusion sobre el peso  de las distintos variables y la relación entre ellas. Estudiar la difusion de ideas sobre una base de datos fácilmente accesibles y controlables[15].

Para mí, estaba claro que las variables que intervienen en la difusión de una idea son homogables a las que intervienen en la difusión de una técnica, es decir. agentes, medios, selectividad, resistencia de distintos orígenes a la innovación, etc.  En una solicitud de beca alrededor de 1980 un "árbitro" se quejaba de que "este señor trata las ideas como si fueran chocolate".  En la misma época yo decía en un seminario en la cátedra de J. M. López Piñero -colega y amigo desde hace ya 40 años- que realmente no había mucha diferencia en la manera de analizar la recepción de un arado por un grupo de campesinos y una idea como la relatividad por un grupo de matemáticos. Fue la única vez en que José María López Piñero y yo nos peleamos, porque para él, formado en la escuela alemana de la historia de las ideas era un disparate comparar una sutileza como la relatividad con una burda técnica campesina. Los historiadores de las ideas privilegian las ideas, tradición que se remonta en su forma reciente, quizás a Hegel  para quien las gentes analfabetas carecen de cultura y, por lo tanto, no son (utilizando el término de Américo Castro) historiables. Se nota en Castro la desvinculación de las ideas de su entorno social. Ahora, pasa igual en la historia de la tecnología, o cierta línea de ella, en la se privilegían las máquinas, olvidándose de que la tecnología es un proceso mental, igual que la ciencia. En ambos casos (hablando de una época ahora bastante remota) no era el estilo (ni en historia de la ciencia, ni en historia de la tecnología) concentrarse en procesos de cambio o en la vinculación social de las ideas e, incluso, las técnicas. En un congreso de historia de las ciencias, a mediados de los años ochenta, cuando yo hablaba del suministro de la instrumentación científica en las colonias españolas comparadas con las inglesas,  un colega me dijo, "Tu tratas los instrumentos como si fueran ideas"[16].  Se trata de un acercamiento siempre comparativo, siempre procesual, y implicitamente geográfico -procesos de difusion que comparten la misma lógica- a mi parecer.

Para mí hay una continuidad real entre mis investigaciones medievales (hidraulismo) y las contemporáneas (recepción de ideas científicas).  Pero, evidentemente, eso no resulta obvio a todo el mundo. En un congreso de historia de las ciencias contemporánea se me acercó otro conferenciante, me miraba con un poco de confusion, y luego decía: "Ah, ahora lo entiendo: Vd es el hijo del medievalista!".

Horacio Capel me aseguraba quizás hace 25 años que en el año 2000 la geografía habría dejado de existir (cita textual -sus palabras exactas). En cierta medidad Horacio tenía razón. En  mi Universidad, el departamento de geografía se ha convertido en un  departamento de Remote Sensing, sin haber conservado ningun rasgo de la geografía cultural. Quizás tenemos que contentarnos con departamentos virtuales -personas en disciplinas distintas que mantengan el viejo programa de conocer las formas y  procesos de la vida de la humanidad sobre y en relación reciproca con la tierra- programa que comenzaba hace bastante más de un milenio, cuando el filósofo Aristipo -segun nos cuentan Vitruvio y luego Clarence Glacken, otro ídolo del añorado Paul English-  habiendo naufragado en la costa de Rodas, encontró allí figuras geométricas dibujadas en la arena y exclamó: "Tengamos buena esperanza, porque en verdad veo aquí trazas de la humanidad"[17]. Si he podido, en el curso de los años, explicar algunas de estas trazas, estoy contento. Y estoy enormemente agradecido por la concesión del Premio Geocrítica.
 

 
Notas

[1] Edward Ullman y la crisis de la Geografía en Harvard, Geo-Crítica nº 55, 1985.

 
[2] F. J. Jaubert de Passa, Canales de riego de Cataluña y Reino de Valencia, 2 tomos (Valencia, 1844); el segundo tomo contiene los Reglamentos y ordenanzas de las principales acequias del Reino de Valencia, que tenia que traducir yo.
 
[3] Arthur Maass and Raymond L. Anderson, And the Desert Shall Rejoice: Conflict, Growth and Justice in Arid Environments (Cambridge, Mass., 1978). Este libro por fín se publicará en version castellana, en la traducción de Carles Sanchis, por la Biblioteca Valenciana. Véase mi reseña en Technology and Culture, 20 (1979), 652-655. Sobre el método de Maass, v. mis artículos, Cap a una història institucional dels regs: Un mètode d'estudi comparatiu, Taller d'Història, III.1 (1994), 39-46, y  Arthur Maass y el análisis institucional del regadío en España, Arbor, 151 (1995), 13-33.
 
[4] Leí a Braudel en español. En el primero tomo, escribe que, en la cuenca del Mediterráneo, el viaje migratorio de campesinos "significaba, simplemente, encontrar en un lugar nuevo los mismos árboles y plantas, la misma comida sobre la mesa que habían conocido en su lugar de orígin, lo que significa vivir bajo el mismo cielo, viendo las mismas estaciones familiares" (The Mediterranean and the Mediterranean World in the Age of Philip II , I, 237).
 
[5] Véase la construcción difusionista en Juan Vernet, La ciencia en el Islam y Occidente, en L'Occidente e l'Islam nell'alto Medioevo (Spoleto, 1965), II, 537-572. Sobre el papel (pp., 549-550); sobre hisab al-hind, 547-549. Para Vernet, no había distinction util, en cuanto a su proceso, entre la ciencia y la técnica.
 
[6] Es un tema que no he dejado de cultivar; véase mis artículos en The Dictionary of Anthropology, Thomas Barfield, ed. (Oxford, Blackwell, 1997): acculturation (pp. 2-3), diffusion, diffusionism (118-119), Melville J. Herskovits (234); Alfred L. Kroeber (270-271).
 
[7] Glick and Oriol Pi-Sunyer,  Acculturation as an Explanatory Concept in Spanish History, Comparative Studies in Society and History, 11 (1969), 136-154.
 
[8]Irrigation and Society in Medieval Valencia (Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1970); hay versión en castellano, Regadío y sociedad en la Valencia medieval, 2nda ed, (Valencia, Biblioteca Valenciana, 2003).
 
[9] Pierre Guichard, Al-Andalus, Estructura Antropológica de una Sociedad Islámica en Occidente (Barcelona, 1976); Miquel Barceló, Helena Kirchner y Josep Torró, Going Around Zafar (Yemen), the Banu Ru'ayn Field Survey: Hydraulic Agriculture and Peasant Work, Proceedings of the Seminar for Arabian Studies, 30 (2000), 27-39.
 
[10] Paul Ward English, The Origin and Spread of Qanats in the Old World, Proceedings of the American Philosophical Society, 112 (1968), 170-181.
 
[11] Torsten Hagerstrand, Innovation Diffusion as a Spatial Process (Chicago, 1967); la edición en inglés de la tesis doctoral de Hagerstrand coincidía precisamente con mi llegada a Tejas.
 
[12] English, Landscape, Ecosystem, and Environmental Perception: Concepts in Cultural Geography, The Journal of Geography, 67 (1968), 198-205.
 
[13] Development Proposal: Department of Geography, Boston University, documento mecanografiado, Office of the Chancellor, Boston University (sin fecha, pero seguramente del otoño de 1971).
 
[14] Para un reflejo de la teoría de estructuración, véase la traducción de una serie de artículos míos, publicados originalmente en Progress in Human Geography, en La geografía hoy: Textos, historia y documentación (Barcelona, Anthropos, 1994), p. 19-41, 79-87.
 
[15] Véase, por ej., mis libros Darwin en España (Barcelona, 1982) y Einstein y los españoles: Ciencia y sociedad en la España de entreguerras (Madrid, 1986).
 
[16] Imperio y dependencia científica en el XVIII español e inglés: La provisión de los instrumentos científicos. in J. L. Peset, ed., Ciencia, vida y espacio en Iberoamerica, 3 vols. (Madrid, 1989), III, 49-63.
 
[17] Clarence Glacken, Traces on the Rhodian Shore (Berkeley, California, 1967). Otro libro recomendado por English en el mismo año de 1967.
 
 
© Copyright Antonio Roca Rosell, 2004
© Copyright Scripta Nova, 2004

Ficha bibliográfica:

GLICK, Thomas F. . Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2004, vol. VIII, núm. 170 (78). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-170-78.htm> [ISSN: 1138-9788]

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