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Geo Crítica
Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 186, 1 de abril de 2005

FACTORES QUE DETERMINAN EL PROCESO DE EXCLUSIÓN DE LOS BARRIOS PERIFÉRICOS: EL CASO DE EL PUCHE (ALMERÍA)

Juan Carlos Checa Olmos
Universidad de Almería
jcheca@ual.es

Ángeles Arjona Garrido
Universidad de Almería
arjona@ual.es

Resumen

Una de las características más importantes que presentan las ciudades es la presencia de áreas y comunidades excluidas. El proceso de exclusión no es un fenómeno arbitrario, sino que obedece a la confluencia de una serie de factores. El barrio almeriense de El Puche ese un ejemplo de área deteriorada, donde han confluido varios factores que han provocado dicha situación: olvido político, deficiencias residenciales, composición étnica o mercado laboral informal. De este modo, el objetivo principal de este texto es situar al barrio dentro de los estadios que propone R. Castel (1997) en el continuum exclusión-inclusión para tratar de operativizar la situación y tener una convergencia analítica que pueda guiar estudios y actuaciones posteriores en el trabajo social, como en la sociología aplicada.

Palabras clave: etnicidad, exclusión social, El Puche, segregación residencial.

Abstract

One of the most important characteristics that present the cities is the presence of areas and excluded communities. The exclusion process is not an arbitrary phenomenon, but rather it obeys the fork of a series of factors. The neighbourhood of the Puche that an example of deteriorated area, where several factors that has caused this situation have converged: political forgetfulness, residential deficiencies, ethnic composition or informal labor market. This way, the main objective of this text is to locate to the neighbourhood inside the stadiums that R. Castel (1997) proposes in the continuum exclusion-inclusion to explanation the situation and to have an analytic convergence that can guide studies and later performances in the social work, like in the applied sociology.

Key Words:  social exclusion, residential segregation, ethnicity, El Puche

La idea de exclusión ha estado presente a lo largo de toda la historia en algunas disciplinas científicas de las Ciencias Sociales como son la Antropología y, sobre todo, la Sociología. Teóricos sociales como Marx y Engels, Simmel, Tönnies, Weber, Bourdieu, Giddens, etc., han abordado el carácter dualizador de las sociedades que asigna posiciones en términos “in-out”. Incluso algunos autores partían de la hipótesis de Kuznets, según la cual se irían reduciendo progresivamente las desigualdades sociales a medida que se fuera generando suficiente crecimiento económico, idea que hoy tiene un escaso contenido real. Aunque el fenómeno actual de la exclusión presenta rasgos específicos, debe entenderse desde la perspectiva general de los procesos de dualización y segregación que han existido siempre. La historia de la sociedad humana no ha podido ser sino la historia de la desigualdad. De hecho, la desigualdad no sólo se percibe en el nivel de satisfacción o bienestar sino, incluso, en la forma de considerarla y valorarla como condición social.

La exclusión social es un concepto de connotaciones negativas, en términos de aquello de lo que se carece y se necesita. Carencias que hacen referencia más a necesidades vitales y obligatorias que a necesidades aspiración; es decir, nos referimos aquellas situaciones en la cuales se produce una falta o ausencia de algo que resulta casi imprescindible para la vida integrada de los seres humanos. Por lo tanto, como señala J. F. Tezanos  (1999, p. 11-13) su compresión total sólo es posible en función de la otra parte de la polaridad conceptual de la que forma parte, de su referente alternativo: la idea de inclusión. La exclusión social implica, en su raíz, una cierta imagen dual de la sociedad, en la que existe un sector integrado y otro excluido. Forman parte de una dialéctica inclusión-exclusión.

La situación de exclusión se produce con respecto a la noción de ciudadanía social, idea que tiene su génesis con Thomas Marshall, desarrollada en su libro Ciudadanía y clase social, y que atiende a los aspectos civiles, políticos y sociales. La ciudadanía confiere un estatus en la sociedad. Pero este concepto tal y como fue definido en un primer momento encubre un sesgo importante, la homogeneidad cultural comunitaria; o lo que es igual, excluye en algunos aspectos a aquellos  que son diferentes a la cultura  “mayoritaria”, achacando de forma inconsciente que los no beneficiados del estatus de ciudadano lo son por su diferencia cultural y su comportamiento. Se ignora así la diversidad y se construyen esquemas que encorsetan nuestra visión de la realidad.

En la actualidad, no sólo deben superarse algunos de los aspectos que llevan a esa definición de ciudadanía sino que hay que diferenciar la propia exclusión de aquellas situaciones con las que se relacionan. La exclusión social actual supera los aspectos económicos; podemos hablar de nuevos procesos de exclusión social tales como las relaciones asimétricas hombre-mujer, entre grupos étnicos, juventud-vejez, capacitados-discapacitados, etc.

De igual modo, los procesos sociales de exclusión contienen una gran complejidad contextual e interna, puesto que la exclusión no puede ser considerada como un todo homogéneo ni estanco sino que hay que abordarla como fruto de un proceso con diferentes estadios, que abarca desde una  integración total hasta la más completa exclusión, pasando por estados de riesgo, vulnerabilidad, etc. “La exclusión no puede definirse en términos de ser o no ser, sino que tiene que ser situada en el contexto de los procesos que la configuran” (Tezanos, 1999, p.43). Dicho de otro modo, es el resultado de la confluencia de múltiples variables que se combinan entre sí –polipatologías– y que pueden dar resultados dispares en los grupos afectados. Por tanto, la exclusión es obviamente una cuestión de grado más que de absolutos, y es evidente que una persona puede ser marginal en algún sentido, o con respecto a ciertas esferas de la vida o instituciones mientras está altamente integrada en otros.

La sacralización de la técnica y el funcionamiento mecánico de las sociedades actuales basado en un crecimiento tecnológico y un consumo ilimitado tienen como consecuencia final la exclusión de un segmento de la sociedad compuesto por individuos desechados, y que tiene como valor a trabajadores/consumidores agotados  y de cuya importancia como personas se prescinde (Castells, 1998, p. 80). Por tanto, para un estudio de exclusión se debe estudiar toda la trayectoria social que la ocasiona y los grupos que son víctimas de dicha  situación.

Por ello, para nuestro estudio del barrio de El Puche, hemos abordado el tema de la exclusión más allá de las deficiencias económicas, y también nos hemos fijado en la precariedad en áreas como el trabajo, educación, salud e higiene, vivienda, relaciones sociales, etc. Aunque aquí se muestren de forma aislada y a través de sus manifestaciones concretas, el proceso de exclusión de El Puche es el resultado de la combinación y potenciación entre sí de todos los factores. También debemos advertir al lector que no todos esos factores se manifiestan con la misma virulencia.

En definitiva, nuestro objetivo con esta investigación, además de describir la situación del barrio,  es tratar de situarlo dentro de algunos de los estadios que propone R. Castel (1997) en el continuum exclusión-inclusión para tratar de operativizar la situación y tener una convergencia analítica que pueda guiar estudios y actuaciones posteriores. Según Castel (1997, p. 418) nos podemos encontrar cuatro estadios dentro del hilo que une el estado de exclusión con el de integración. En primer lugar, existe una zona de integración, en la que se encuentran los individuos que tienen un trabajo estable y también una inscripción relacional sólida. La segunda zona es de vulnerabilidad y de inestabilidad laboral, de manera más precaria y con relaciones más frágiles que el estadio anterior. La tercera zona es la de asistencia. La cuarta, y última zona, es la de marginalidad o de exclusión que se caracteriza tanto por la ausencia de trabajo como por el aislamiento social.

En consecuencia, en este trabajo vamos a analizar; en primer lugar, la evolución y características del barrio desde su origen hasta nuestros días, con la intención de situar al lector y también de encontrar las primeras pistas que nos pueden explicar el proceso de exclusión que sufre el entorno. Posteriormente, resaltaremos los factores que consideramos determinantes (económicos, residenciales, culturales, relacionales y políticos) en el proceso de exclusión del barrio. No nos detendremos, por una razón de espacio, en  las cuestiones individuales que puedan asimismo derivar en procesos de exclusión-marginación.

Aproximación socio-histórica al barrio de El Puche

El barrio, con 213.810 m 2, se encuentra situado en el sector Este de la capital; sus límites son: al Este del Río Andarax, al Oeste la vía férrea Madrid-Almería, al Sur la carretera Almería-Níjar y el puente del Mamí sobre el río Andarax, y al Norte la finca cortijo Alhadra. Se configura con una apariencia triangular, en un enclave muy  delimitado y perfectamente identificable.

 

Figura 1. Delimitación espacial de la barriada de El Puche.
Fuente: A. Casado (2003).

 

Figura 2. Configuración espacial de El Puche.
Fuente: A. Casado (2003).

 

Este barrio se creó para paliar los efectos ocasionados por las lluvias torrenciales que cayeron en la capital almeriense durante los primeros días de enero de 1970. Tras las lluvias se contabilizaron un total de 453 viviendas y cuevas derruidas,  declarándose en ruinas 2.118 casas y chabolas. Como consecuencia de ello, unas mil personas de los barrios más humildes de la capital: Barrio Alto, Cuevas de El Puche, Hoyo de las tres Marías, Chamberí, Cuevas de San Joaquín, San Cristóbal, etc., necesitaron ser alojadas en albergues provisionales.

El Consejo de Ministros aprueba el 23 de febrero de este mismo año la construcción de 1.100 viviendas para los afectados. Su emplazamiento se ubica en la finca “Cortijo Puche” tras el pago de 20 millones de pesetas. Las obras comenzaron en mayo de 1971, con 996 casas aprobadas, de las cuales 496 serían de una sola planta, con 55,28 m2 útiles, denominado como Puche Centro o Puche Viejo y 500 viviendas de cuatro plantas, que se denominó Puche Norte, últimas viviendas en entregar. En 1975 la empresa encargada de construir las casas abandona su ejecución, quedando pendientes por terminar otras 500 casas. Tras una subasta se adjudicó la construcción de 427 viviendas tipo dúplex de diferentes tipologías (véase cuadro nº 1) que se terminaron en 1980 y a cuya ubicación se llamó Puche Sur o “Huevos fritos”[1]

 

Cuadro 1. Tipología de viviendas de Puche Sur
tipología
nº de viviendas
m2 útiles
A  
14
59,46
14
74,53
35
86,72
85,40
357 
74,39
Fuente: Junta de Andalucía. Elaboración propia.

 

La tercera fase de viviendas entregadas, en 1984, corresponde al Puche Norte, también conocidos como “pisillos” o “cubitos”, haciendo referencia a su forma. Está compuesto por 500 viviendas diseñadas en bloques de cuatro plantas de múltiples tipologías (véase cuadro nº 2).

 

Cuadro 2. Tipología de viviendas de Puche Norte
Tipología
nº de viviendas 
m2 útiles
A  
128
61,37
B  
128
60,82
C  
64
60,77
64
59,83
59,49
F  
55  
58,70
G  
52  
57,65
H  
57,11
I  
3  
56,32
Fuente: Junta de Andalucía. Elaboración propia.

 

En total, El Puche tiene alrededor de 1.425 viviendas, aunque en la actualidad están habitables un tercio de ellas y gran parte de las restantes tienen un estado muy deficiente.

Desde el exterior se tiende a simplificar el barrio de forma homogénea, la realidad es otra muy diferente: la Zona Norte está habitada casi en su totalidad por población de etnia gitana y algunos inmigrantes marroquíes. Los bloques de cuatro plantas sin ascensor contrastan con las casas que ocuparon en un primer momento, dificultando al principio la integración de sus habitantes, acostumbrados muchos de ellos a las relaciones «al aire libre». En El Puche Centro las casas son de tipo unifamiliar, de planta baja, concentradas en dos rectángulos a ambos lados de la calle Sevillanas, perpendicular al río, y separadas entre si por calles peatonales muy estrechas, formando un entramado reticular con escaso espacio vital.

La zona Sur, también de viviendas unifamiliares adosadas, separadas por galerías, escaleras y terrazas,  conforman un recinto parecido a un patio vecinal. Sus habitantes disfrutan de una  mejor estabilidad económica  y social que las dos zonas anteriores. Sus profesiones, expectativas e ingresos son iguales o parecidos a otros barrios –500 viviendas, Tagarete, etc.- que se insertan dentro del casco urbano almeriense.

Desde el principio de la adjudicación de las viviendas se han sucedido importantes cambios en la estructura de la población. Cuando una familia consigue mejorar de situación intenta salir del barrio, de esta forma muchas de las primeras familias allí asentadas cambiaron de residencia[2], se compran una casa en otro lugar, fundamentalmente en Los Molinos y Las Quinientas Viviendas, dos barrios mejor considerados dentro de la ciudad. Estos primeros habitantes han sido sustituidos, en un primer momento, por familias gitanas, procedentes de otros barrios de la capital almeriense y, sobre todo, de familias -gitanas y no gitanas- llegadas de otras provincias.

En la actualidad se asiste en el barrio a una tercera transición y sustitución con la llegada de inmigrantes africanos, en especial de Marruecos. Esta sucesión es parecida a la ocurrida en muchos de los barrios neoyorkinos con blancos, negros y otros grupos étnicos. En España U. Martínez (1999, p. 129-166) describe un proceso similar en el Parque Ansaldo de Alicante y Checa (2004) lo ha hecho para los diferentes barrios de Roquetas de Mar o El Ejido en Almería.

Este fenómeno dista mucho del automatismo invasión-sucesión que hablaban los autores de Chicago, sin tener en cuenta los procesos económicos que están presentes por debajo de esta evolución. Esto es, en el barrio no actúan agencias inmobiliarias, pero sí son los propios habitantes  los que utilizan sus viviendas como una mercancía potencial, viviendas que no están autorizadas para dicha comercialización. Ocurre tal y como señala A. Smart (1986, p. 41) “estos grupos con pocos recursos han podido tener tan inculcada la ideología de las clases dominantes que llegan a reproducir las relaciones de propiedad privada aún en aquellos donde está legalmente ausente”.

La población de El Puche (véase cuadro nº 3) está compuesta en su mayoría por jóvenes, convirtiéndose el intervalo 29-35 años en el más representado. Pero el aspecto más destacable de la población es su carácter dinámico, es decir, en el barrio existe un elevado flujo de personas que entran y salen, sin que exista constancia numérica de estos movimientos. Por ello, la población que el padrón indica no coincide con la de hecho, la población actual según nuestras estimaciones gira alrededor de las 9.000 personas.

 

Cuadro 3. La población de El Puche
EL  PUCHE

                  PORCENTAJES

EDADES

HOMBRES

MUJERES

TOTAL

HOMBRES

MUJERES

0 a 4

202

155

357

8,2

6,91

5 a 9

248

217

465

10,07

9,67

10 a 14

244

254

498

9,91

11,32

15 a 19

252

223

475

10,24

9,94

20 a 24

262

272

534

10,64

12,12

25 a 29

271

234

505

11,01

10,43

30 a 34

227

174

401

9,22

7,75

35 a 39

192

164

356

7,8

7,31

40 a 44

168

140

308

6,82

6,24

45 a 49

139

115

254

5,65

5,12

50 a 54

86

81

167

3,49

3,61

55 a 59

55

55

110

2,23

2,45

60 a 64

42

46

88

1,71

2,05

Más de 64

74

114

188

3,01

5,08

TOTAL

2.462

2.244

4.706

100

100

Fuente: Padrón Municipal 1-6-2000. Elaboración Propia

 

Una vez descrita y analizada la historia y composición del barrio, nos detenemos en los factores que definen a El Puche, como un enclave de importantes carencias, inserto en un proceso de exclusión.

Factores de exclusión social

Factores económicos

El principal factor que determina que el barrio se encuentre en un proceso de exclusión es el económico. Para ello, vamos a analizar, en primer lugar, los cambios económicos y laborales en las sociedades capitalistas avanzadas, a raíz de los procesos de globalización y su influencia en El Puche. En segundo lugar, nos detenemos en explicar la situación laboral y económica concreta del barrio.

Desde que se produjo la Revolución Industrial la economía ha sido el motor de la sociedad en el ámbito planetario, conformándose con el tiempo lo que hoy conocemos como sociedad globalizada o aldea global. El capitalismo impregna todos los aspectos de la vida del ser humano, superando y desdibujando todas las fronteras artificiales y reales que existen en el planeta.  Pero este  sistema no ha tenido una manifestación uniforme, sino que “se han sucedido múltiples secuencias a lo largo del eje de la producción y las formas de conocimiento” (Bell,1989, p. 27). Son varias y complejas las características de esta “sociedad post-industrial”, pero, de entre ellas, desatan las siguientes.

En primer lugar, el sector económico ha sufrido una metamorfosis desde una economía productora exclusiva de mercancías a otra  productora de servicios. La mayoría de la fuerza de trabajo no se ocupa ya en la agricultura o en las fábricas, sino en los servicios, que incluyen las finanzas, el transporte, sanidad, y un largo etcétera, dónde destaca la investigación, es decir, una nueva inteligentsia.

Este cambio económico provoca la aparición de un nuevo trabajador de cuello blanco, que desde 1970 supera a los trabajadores de cuello azul. Del mismo modo,  en este contexto tiene primacía el conocimiento teórico. La sociedad actual se organiza en torno al conocimiento para lograr el control social, la dirección de la innovación y el cambio, y esto, a su vez, da lugar a nuevas relaciones sociales y estructuras que tienen que ser dirigidas políticamente. Las sociedades actuales subsisten básicamente por la innovación y el control social del cambio y tratando de anticiparse al futuro a través del conocimiento con el fin de planificarlo. En definitiva, estamos ante la aparición de la “tecnología intelectual” (Bell, 1989 p. 30).

En segundo lugar, aparece la división internacional del trabajo y la especialización económica. Los mercados se reestructuran, segmentan y toman una vocación más universal. Esta segmentación laboral provoca que no exista un único mercado de trabajo, sino que existe una pluralidad de marcos de contratación. Como señala Piore (1983) hay tres grandes mercados: el primario superior (característico de empleos profesionales muy cualificados, con una enorme movilidad laboral), el primario inferior (específico de empleos estables en industrias y servicios, de cualificación media, y el mercado secundario compuesto empleos inestables, precarizados, de baja retribución y de enorme movilidad).

Todo ello, tiene como consecuencia la dualización del mercado y la apertura del abanico salarial: por un lado, encontramos a trabajadores precarios eventuales y con bajo salario –la gran mayoría de los habitantes de los extrarradios-, en el medio a empleados fijos con grandes rentas, y en el otro extremo del continuum, los propietarios de capital y altos cargos de dirección.

Si nos detenemos en el mercado de trabajo de la provincia de Almería, observamos que ha sufrido una fuerte transformación en los veinte últimos años, con un protagonista claro, la producción agrícola en invernadero. Además, de esta agricultura intensiva y sus derivados, la provincia de Almería fundamenta su crecimiento en dos ejes más. Uno, el sector servicios, con una aportación turística muy diversa. Dos, la extracción de mármol, localizada en la comarca de Macael. Estos tres ejes económicos que vertebran toda la provincia han provocado también un crecimiento de otros sectores como ha sido la construcción.

Pese a este estado de desarrollo y crecimiento económico de gran parte de la provincia, no se ha conseguido limar el proceso de exclusión laboral que padecen algunos barrios periféricos de la capital. El progresivo enriquecimiento de la provincia, en general y de la capital en particular, contrasta fuertemente con lo que ocurre en los barrios. Éstos se mantienen ajenos a la prosperidad y desarrollo del resto de la ciudad y la distancia social entre centro y periferia se hace cada vez más profunda. En Almería se está produciendo un proceso de pauperización y marginación continuo sin precedentes. En todos los barrios periféricos se está empezando a formar grandes bolsas de pobreza que están al margen de la sociedad. Además, viven de espaldas al resto de la ciudad.

En Almería el extrarradio está perfectamente delimitado por los barrios marginales de El Puche, La Fuentecica, La Chanca-Hoya y Los Almendros, que se configuran alrededor de la ciudad y forman un cordón de desempleo, pobreza y exclusión. Ahora bien, ¿todos los desempleados son pobres? Evidentemente no. La relación entre desempleo y pobreza no es sencilla y directa. “Ni todos los parados están abocados a la pobreza ni todos los pobres necesariamente se encuentran desempleados. Existen otras fuentes de ingresos diferentes del salario: por un lado, están los subsidios, por otro, las prestaciones por desempleo, a las cuales se tiene derecho gracias a contribuciones realizadas mientras se estaba trabajando y finalmente, las transferencias -monetarias y no monetarias- que tienen lugar dentro de las familias” (Fernández Enguita, 1999 p.1).  Esto es, la familia funciona de cara al exterior como un trabajador colectivo, con una importante cooperación económica entre sus miembros. Sin embargo, en la actual configuración de las sociedades modernas el triángulo compuesto por la familia, la economía y el Estado, en el cual la economía produce, la familia consume  y produce y el Estado redistribuye, ya no se aplica. Los elementos han cambiado de significación; la economía no solamente produce, sino que también desempeña un papel en la distribución de la riqueza; la familia consume más de lo que produce, y el Estado se convierte en mero dispensador de servicios. La familia ha perdido su lugar esencial en la economía y apenas es más que una especie de apéndice de la estructura económica. El lugar de la familia lo han ocupado otras grandes instituciones. O lo que es igual, aunque la familia en estos barrios todavía cumple una función importante, ésta pierde fuerza en el contexto exterior.

En este orden de cosas, las actividades laborales de El Puche se insertan en el mercado secundario que señalaba anteriormente Piore. Las necesidades de contratación en la capital almeriense se han adaptado a unas circunstancias cambiantes, en las que las exigencias del mercado se dirigen hacia una mano de obra cualificada con una gran movilidad, situación ajena al barrio.

Cuando aquí aludimos al trabajo nos referimos a un tipo de trabajo concreto: el trabajo asalariado. De ahí, que el hecho de trabajar en nuestras sociedades modernas sea definido como empleo. El trabajo –empleo– es, por tanto, una institución social que cumple un importante conjunto de funciones, económicas, psicológicas y sociales, independientes de las características de cada individuo y anteriores al mismo. A través de estas funciones descubrimos que el trabajo es un eje central e imprescindible para desarrollarse plenamente.

En una situación irregular de cara al empleo se van a trastocar todos estos elementos. Vivir en El Puche es un inconveniente para conseguir empleo, no existe, ni de lejos, una igualdad de condiciones con el resto de la población almeriense. El cuadro nº 4 refleja el elevado porcentaje de parados (57,4%) frente a un 42,57 por ciento de ocupados.

 

Cuadro 4. Población con 16 años o más según relación con la actividad
PUCHE
SEXO

Relación con la actividad

Hombres

Mujeres

TOTAL

Activos

Ocupados

505

174

679

Parados

Buscan 1º empleo

164

75

239

Han trabajado

409

87

496

Total parados

499

152

651

Total activos

1.259

336

1.595

No activos

Jubilados

163

131

294

Estudiantes

45

57

102

Ama de casa

3

964

967

Otros

73

20

93

Total no activos

284

1.172

1.456

Total Sección

1.543

1.508

3.051

Fuente: Censo 1991. Elaboración propia

 

De los 679 ocupados 505 son hombres lo que se traduce en el 74,37 por ciento, demostrando la escasa presencia femenina en la economía formal (25,63%), y que contrasta con el elevado número de mujeres (964) adscritas al apartado de amas de casa, es decir, un 63 por ciento en el total del barrio.

Asimismo resalta el elevado número de jóvenes, de ambos sexos, que han dejado de estudiar a partir de los 16 años. Existe entre los habitantes del barrio la idea que la educación y la formación incide directamente en el empleo para el resto de la sociedad y no para ellos.

 “Nosotros con los mismos títulos que otros almerienses, a ellos le sirve y a nosotros no, ¿sabes por qué? Fácil, cuando dices que eres de El Puche no sirven para nada tus estudios” (joven de El Puche).

El proceso educativo es muy largo y no es compatible con las exigencias económicas de los grupos domésticos, pocos estudiantes continúan en el ciclo universitario.

Pero, ¿cuáles son las actividades económicas desempeñadas por los habitantes de El Puche? El cuadro nº 5 muestra, en primer lugar, que un 47 por ciento de las personas se dedican a la construcción.

 

Cuadro 5. Población según rama de actividad

Rama de actividad

Hombres
Mujeres
Total

Agricultura

97

44

141

Industria extractora

0

0

0

Industria manufac.

61

11

72

Producción de energía

9

0

9

Construcción

642

3

645

Comercio

151

46

197

Otros servicios

144

157

301

Total

1104

261

1365

Fuente: Censo 1991. Elaboración propia

 

Así, lo expresa un joven del barrio: «como no tenemos estudios sólo podemos trabajar en construcción, pero es muy difícil encontrar trabajo, lo que más hay son peones, pero lo que más hace falta son oficiales. Aquí también hay muchos yesaires, sobre todo, en El Puche Viejo y en los “huevos fritos”. Yo sólo conozco un gitano que es oficial» (joven de El Puche).

En segundo lugar, destaca el comercio. Principalmente la venta ambulante, sobre todo de fruta y ropa. El titular del negocio es mayoritariamente el hombre. Esta venta se lleva a cabo en los mercadillos de la ciudad, y en algunos pueblos de alrededor; van rotando de un lugar a otro, pero ninguno tiene un local estable. Hemos encontrado algunas familias que tienen un negocio propio dentro del barrio (una pastelería, un bar, un kiosco de chucherías), pero representan más una anécdota que una garantía de desarrollo del entorno.

“No hay una actividad comercial para que la gente quiera quedarse a vivir aquí dentro. No hay tiendas, en otros barrios hay algo, algo que se mueve, no sé, una imprenta... algo que funciona, que crea relaciones entre la gente. Aquí hay cuatro tiendecillas sin declarar y bares. ¡No hay ninguna farmacia en el barrio!” (técnico proyecto SURGE, Puche).

En tercer lugar, aparece el apartado otros servicios, donde destaca el número de mujeres. Se incluye el servicio doméstico, los trabajos esporádicos en restauración, el cuidado de niños, etc.

En cuarto lugar, está la agricultura. En esta actividad destaca la estacionalidad. Son varios los focos donde acuden principalmente; primero, las personas que se desplazan a la recogida de aceituna –Jaén y Córdoba– y la vendimia – La Mancha-. Esta emigración laboral la realizan unas diez familias completas en todo el barrio. Segundo,  Pulpí[3] (pueblo de la zona norte de la provincia de Almería) a la recogida de la lechuga, aunque también hay algunos que se desplazan a trabajar a los invernaderos o almacenes del Poniente y Levante. Para casi todos los casos existen iniciativas para ayudarles en su proyecto laboral, como es el caso de la guardería para niños que ofrece cobertura durante las horas que dura la jornada de trabajo.

Por último, en la industria manufacturera hay algunas personas trabajando en las empresas del Polígono Industrial SEPES, anejo al barrio.

En suma, la característica común a todas estas actividades es la flexibilidad, no existe, en ningún caso, seguridad en el empleo. Las personas están sujetas a una elevada movilidad laboral, en precarias condiciones, sin empleos fijos ni estables. Los trabajadores describen situaciones cíclicas en las que pasan del afianzamiento en su puesto de trabajo, con cotización a la Seguridad Social, a la pérdida de esta garantía y vuelta a la inestabilidad.  Esto provoca una gran incertidumbre que se deja sentir en todos los ámbitos de la vida de la persona. No tienen posibilidad de promoción, de conseguir mejores puestos, de subidas salariales. Es claro, esta flexibilidad se traduce en situaciones de nulo ascenso social, imposibilidad de mejoras de vivienda, escasas opciones de invertir en educación, etc. Como anunciábamos arriba, esta falta de empleo estable y bien remunerado va a trastocar una innumerable lista de factores sociales, económicos  y psicológicos de vital importancia para el desarrollo de la persona.

En El Puche hay otros "empleos" que no tienen un reconocimiento legal, y están en permanente informalidad. Nos referimos a los pequeños trapicheos,  peleas de perros y gallos (el barrio es uno de los enclaves dentro de un circuito en Andalucía para este tipo de peleas, actividad que genera importantes ingresos), la venta de chatarra –principalmente hierro–, y la venta de droga: “Imagino que el tráfico de drogas es otra fuente de ingresos, aunque yo no puedo demostrar nada [...] aquí hay gente que da la sensación de que vive por encima de sus posibilidades, de las posibilidades con las que podría vivir por su trabajo” (trabajadora del Ambulatorio, El Puche).

La aparición del tráfico de drogas en el barrio ha supuesto el mayor fenómeno de ruptura social: “ha roto muchas costumbres, porque al meterse en la droga se han metido en mundo de payos [...] se han metido muchos en una dinámica mafiosa de payos muy negativa y, por otra parte, el mayor foco de problemas” (gitana del barrio). Se trata de una actividad más o menos generalizada, ya que todo el barrio se encuentra implicado de una forma u otra en ella, incluso los menores se sumergen con toda naturalidad en el tema. Podríamos incluso decir que se trata de un fenómeno comunitario (ya que impregna profundamente las bases comunitarias del barrio): “hoy por hoy es rara la familia, sobre todos gitanos,  que no se ha dado un viaje a por droga o que no se haya relacionado con ella de alguna forma. Hay críos que dicen “a mi padre le van a tocar los cupones” y eso quiere decir que han ido a Alicante o por allí a por una carguilla y al venderla se hacen con bastante dinero” (miembro asociación del barrio).

Esta iniciación con determinadas conductas delictivas fue interpretada por R. K. Merton (1980) como un efecto derivado de la anomia. En una población pauperizada se produce necesariamente un desajuste entre el nivel de las expectativas de futuro y las oportunidades materiales de realizarlas. Este desajuste de expectativas futuras y oportunidades vitales varía en función de la estructura social. En demasiadas ocasiones conseguir un dinero extra se empieza a relacionar con pequeño tráfico de estupefacientes, sin llegar a ser nunca grandes traficantes, ya que los verdaderos amos del tráfico son pocos y generalmente no viven en el barrio.

Una profesora nos sintetizaba la relación de la población con el empleo, en los siguientes términos:

El Puche es bastante heterogéneo en cuanto a empleos. Pues te encuentras zonas donde los padres son albañiles, trabajan en invernaderos, las mujeres limpian; en fin, que hay una serie de trabajos de servicios que más o menos cubren ellos y luego en la zona Puche Viejo que… ¿en qué trabajan? La población de la zona de abajo era gente que emigró de los pueblos cuando se hizo El Puche y que se quedó allí porque no prosperó. Pero es gente sencilla y humilde que trabajan de albañiles, de yesaires, en los almacenes, etc. Otra zona mucho más marginal y que están metidos en otros rollos y que se anda con broncas y con otras historias diferentes es la Zona Norte. La Zona Norte y la Zona Sur de El Puche no tienen nada que ver la una con la otra. Allí (zona Norte) las fuentes de ingresos son la venta de droga, la chatarra, trabajo temporero en otros lugares y peleas de perros y gallos” (profesora primaria, Puche).

No existe hoy en día la posibilidad de diferenciar tan claramente entre una zona del barrio y otra, cada vez hay mayor mezcla y la entrada de inmigración supone incrementar la complejidad en este sentido. Los inmigrantes se ubican allí dónde tienen la posibilidad de alquilar una casa y su relación con el empleo es absolutamente versátil, trabajan en venta ambulante, en agricultura, en construcción, etc. Siempre bajo parámetros de marginalidad e ilegalidad. 

Lo que provoca un mayor recelo y rechazo son las ayudas de las administraciones públicas, que en opinión de los habitantes del centro no hacen sino “acostumbrarles al salario social y a esforzarse poco”:

La Administración los ha acostumbrado muy mal dándoles todo y hoy por hoy se sigue con la dinámica de dar viviendas, de dar ayudas económicas, etc. Toda esta discriminación positiva se ha hecho a lo loco, sin analizar caso por caso y sin después establecer un seguimiento. En estos barrios la gente no paga luz, ni agua, ni nada y no pasa nada, saben que ellos están defraudando y no pasa nada. Hay una dinámica de engañar. No pagan la luz, pero sin embargo llevan a rajatabla lo de pagar el seguro de decesos para tener un buen entierro” (profesor secundaria, El Puche).

Entre los profesionales de la zona también puede encontrarse opiniones parecidas :

“Habría que ver que objetivo perseguimos y hacer políticas para cumplirlo. Nosotros queremos quitar un poco lo que es la "cultura del subsidio", de que esté todo pagado, pisos pagados, me muevo pagándome... Se puede hacer, pero si por un lado nosotros quitamos ese estilo de prestaciones y, por otro, Ayuntamiento, Junta... lo que sea; sigue subvencionando este tipo de cosas, al final lo que pasa es que la gente dice: ¿a quién me voy, a Surge o a tal sitio? A tal sitio que me pagan” (técnico proyecto SURGE, Puche).

Sobre el mismo tema opina un monitor de absentismo:

“Los jóvenes del barrio viven en la inconstancia, sólo se mueven cuando necesitan algo, sobre todo si tienen que pedir el paro, otra paga..., pese a todo hay una minoría que trabaja de forma constante. Los demás tienen trabajos absolutamente esporádicos, hoy trabajan y mañana no. Se da solo una respuesta inmediata, se han perdido los hábitos, los jóvenes se dedican a vegetar y cuando lo necesitan hacen cualquier cosa”.

Aunque no hemos distinguido hasta el momento, entre empleos, las condiciones de trabajo para gitanos y no gitanos, sí existen algunas diferencias entre unos y otros. La estructura ocupacional gitana ha sido un elemento de resistencia a los modos de vida no gitana, en función de la autonomía, independencia y control sobre las condiciones y horario de trabajo. La entrada a la actividad laboral entre los gitanos suele hacerse a una edad más temprana que entre el no-gitano. De igual modo, el tipo de trabajo desarrollado por los gitanos tiene menor cualificación y mayor precariedad. Tradicionalmente las actividades de esta minoría han estado fuera de la economía dominante, son pocos los que tienen acceso a un trabajo asalariado continuo y a profesiones cualificadas. Algunos aún se dedican a la trata de animales, recogida de chatarra, etc., actividades que no realiza ningún no gitano en el barrio. La concepción de autonomía e independencia que tienen del trabajo los gitanos, dificulta en mayor grado la adaptación a nuevos empleos. Además, sobre ellos pesa el prejuicio étnico (también sucede con inmigrantes) lo que les imposibilita la entrada a empleos considerados como “payos”. Ellos mismos reconocen tener más problemas para encontrar trabajo por su etnia, y son conscientes que esto les estigmatiza y les cierra puertas. Un joven hablaba en estos términos: “mis hermanos han ido a buscar trabajo y cuando les han dicho que son de El Puche no han puesto buena cara […], yo fui a buscar trabajo a una carnicería y me dijeron primeramente que sí, y uno que había allí y me conocía dijo en confianza ¡eh, gitano!, y el jefe que había, lo escuchó y fui otra vez que quedamos y me dijeron que ya tenían otra persona” (joven de El Puche).

Por último, la incorporación de la mujer gitana al mercado de trabajo supone un importante respaldo a la economía familiar, pero tienen peores condiciones de empleo, sin Seguridad Social, realizan empleos inestables –servicio doméstico, cuidado de niños– y están peor retribuidos.

Factores residenciales

Quizá una de las características más acuciantes de la pobreza y la exclusión social sea el aspecto geográfico-espacial, es decir, el hábitat urbanístico, arquitectónico, demográfico y social en el que se manifiesta. De tal forma que su aspecto y ubicación  no se debe al azar, sino que en él se expresan la organización social y las intenciones políticas o administrativas, o lo que es igual, la morfología materializa la firma del poder. La diferenciación residencial o segregación no es un fenómeno reciente. Timms (1976) resaltaba que la segregación, por la razón que fuere, caracterizaba tanto a las ciudades preindustriales como a las ciudades industriales, también a las  ciudades planificadas capitalistas y socialistas. La historia del urbanismo está repleta de multitud de ejemplos de segregación urbana. A los estamentos, razas y profesiones elementos básicos de segregación en otras épocas, se han añadido otros factores como son los demográficos, la división internacional del trabajo, la red de  comunicaciones y por supuesto la etnicidad que sustituye a la raza o también como en nuestro caso la influencia de las decisiones políticas.

En un principio la ubicación del barrio fue una decisión político-institucional. De tal forma que nos encontramos un barrio alejado en varios kilómetros de la ciudad de Almería y delimitado por una serie de elementos naturales (río) y otros elementos construidos (carretera y vía del tren). M. Castells (1986, p. 264-273) estudia casos parecidos en algunas ciudades latinoamericanas, donde los barrios y sus viviendas son permitidas por el Estado y se vinculan a las redes más poderosas del capital inmobiliario a través de diferentes intermediarios sin tener en cuenta, en ningún momento, la calidad de las viviendas y las necesidades de los futuros habitantes.

El Puche, al igual que muchas zonas norteamericanas tal y como describe Wilson (1987), ha sufrido un abandono paulatino de los servicios residenciales. La salida de muchas de las familias pioneras en busca de una mayor elitización residencial y la sustitución por otras de menor nivel socioeconómico ha provocado un mayor aislamiento, no sólo geográfico sino también político, institucional y económico.  La salida de dichas familias supuso la desaparición y disolución paulatina de algunas estructuras productivas, centros culturales, asociaciones vecinales y el deterioro de otras que aún sobreviven a duras penas. También se ha roto el control social de la comunidad, «descontrol» que ha producido un aumento de la delincuencia, del contrabando y del consumo de drogas. H. Safa (1973) describe una situación similar para un barrio en San Juan de Puerto Rico, las redes y lazos sociales entre parientes, vecinos y amigos delimitaban lo que estaba bien o mal, y hasta el punto donde podían transgredir la norma. Pero este control en la actualidad ha desaparecido casi en su totalidad, ahora ese control reside en varias familias dedicadas al contrabando de droga. Familias que, como también señala Safa (1973) en San Juan, podrían vivir por su capacidad económica en otros lugares, pero no lo hacen puesto que este tipo de hábitat les permite realizar sus actividades sin mucha dificultad. De tal forma, que existe una conexión entre asentamientos, organizaciones y actividades delictivas por parte de algunas familias, con la consiguiente desidia política para evitarlo. Gran parte de la población de El Puche no es apática e indiferente a esta situación, han mostrado en múltiples ocasiones y de formas diferentes la situación del barrio, pero la sordera e ignorancia institucional solidifica cada vez más la situación.

Un aspecto fundamental a destacar del barrio es la escasa y deteriorada dotación de equipamientos e infraestructuras que tiene. El barrio, de forma general, posee una deficiente urbanización, en cuanto a zonas verdes, iluminación, falta de aceras y de zonas recreativas, comerciales y administrativas. Tampoco existe una recogida diaria de basura,  y limpieza de las calles: los contenedores se encuentran ubicados en el perímetro del  barrio y en grupos de cuatro o cinco, obligando a las familias a recorrer entre 300 y  400 metros para tirar la basura. La limpieza de las calles es casi nula, especialmente en el Sector Norte, donde matorrales crecen en las plazas y aceras, además de estar repletas de bolsas de plástico, restos de vidrios y otros residuos. En general, y salvo en la avenida principal, –Mare Nostrum–  la suciedad  y el abandono es una constante.

Por otro lado, las dotaciones y el estado de las diferentes residencias hace que hoy podamos hablar de infraviviendas, sobre todo, en El Puche Centro (según el censo de viviendas de 1991, el 99% de las viviendas tienen una situación deficiente) y Pisillos.

Si observamos con detenimiento el cuadro nº 6 veremos que las dotaciones básicas de las viviendas no se distribuyen de forma simétrica en las tres zonas que componen el barrio. El Puche viejo es la zona en peor estado y por el contrario los Huevos Fritos la zona de mejor estado.

 

Cuadro 6. Dotaciones básicas de las viviendas de El Puche
 
Agua corriente
Agua caliente
Refrigeración
Cocina
Electricidad
Gas
Teléfono
Calefacción
Baño
Puche Centro

433

29

1

417

426

 

17

3

432

Puche Sur

443

404

15

436

419

27

256

204

443

Puche Norte

488

338

7

480

488

28

174

193

488

Fuente: Censo de viviendas 1991. Elaboración propia.

 

Figura 3. Edificio de Puche Norte.
Fuente: Fotografía del autor (2003).

 

Figura 4. Edificios deEl Puche.
Fuente: Fotografía del autor (2003).

 

Otro aspecto a destacar es el importante hacinamiento que tiene el barrio. Aunque éste no se da por igual en toda la población. Por tanto, el mayor grado de hacinamiento lo encontramos entre los inmigrantes, seguido de los gitanos y en último lugar los no gitanos nacionales. Ahora bien, el proceso que conlleva al hacinamiento difiere unos de otros.

Por un lado, los nacionales no gitanos, con un hacinamiento de 2,1 personas por habitación, es el resultado de la insolvencia económica debido a la inestabilidad laboral de la población, de tal forma que impide a los jóvenes irse de casa aún estando casados. A los gitanos, además, debemos añadir el carácter extensivo de sus familias y el gran número de personas que las componen. Por su parte, los inmigrantes, como señalan J. C. Checa y A. Arjona (2000) y Martínez (1999), sufren hacinamiento debido a un doble proceso. Por un lado,  los inmigrantes debido a sus escasos recursos tratan de abaratar al máximo los gastos de la vivienda; para ello, recurren a compartir casa en función de los lazos de parentesco o amistad. Y, por otro lado, a la permisividad de los propietarios, quienes alquilan la vivienda, no con un precio global, sino por el número de individuos. De tal modo, que por casas o pisos que no deberían superar el precio de veinte o treinta mil pesetas, cobran unas setenta mil pesetas, es decir, el doble. Por ello, el hacinamiento que en un principio parecía ser una estrategia abaratadora del inmigrado se convierte en un negocio de rentabilidad absoluta para el propietario. Decimos rentabilidad absoluta porque es una mercancía en cuya conservación, reparación y adecuación son muy pocas las inversiones que se realizan por parte de los propietarios a la hora de ponerlas en alquiler. Pero sí son muy elevados los ingresos que obtienen, entre otras cosas, por que no declaran esta actividad.

En una investigación de F. Fernández y R. Asensio (1998) sobre la percepción del espacio en Almería encontramos como El Puche en un 80 por ciento es rechazado como residencia por los encuestados, al igual que la consideraban la zona más molesta y desagradable de la capital. Los habitantes sufren discriminación estadística en todos los ámbitos sociales debido a que se toma a las características del lugar de la habitación como una señal o sustituto de los individuos que allí residen. Esta imposición de estigma asocia descalificación de territorio y residentes, pero es una relación que se construye desde el exterior. Los criterios residenciales son el principio organizador y el marco explicativo para sus juicios y acciones. La imagen mental de gran parte de los almerienses que ponen en relación los procesos cognitivos y la conducta espacial, refleja perfectamente los modelos integrados de percepción y comportamiento de Downs (1970) y Goodney (1973). La información que obtenemos del medio, bien a través de nuestra propia experiencia o bien a través de otras fuentes de información, como pueden ser los medios de comunicación, la filtramos y creamos una imagen y unos valores sobre lo percibido y a partir de ahí actuamos. Pero, en todos los modelos las imágenes como resultado de mecanismos fisiológicos, psicológicos y sociales dan una información fragmentada, esporádica y por lo tanto distorsionada, generando actitudes y comportamientos viscerales, inoportunos, desmesurados e incoherentes. La discriminación se manifiesta en un doble sentido: desde el que la realiza y desde el que la sufre. El que discrimina porque lo define como el “otro” y le asigna el atributo de la inferioridad. El discriminado porque siente su diferencia como una inferioridad atribuida a la alteridad y reforzada por los obstáculos sociales que encuentra. Esto, innegablemente, pone el acento en la falta de lazos fuera del barrio y por tanto, provoca un mayor aislamiento de los residentes y un menor contacto con el exterior. La segregación también genera, en algunos aspectos, en los habitantes un mecanismo de autodefensa y la conformación de un código de comunicación propio. Con lo dicho hasta el momento, se pone de manifiesto que existe una incapacidad por parte de la economía de mercado y de la política de las diferentes administraciones para proporcionar alojamientos y servicios urbanos dignos y adecuados a unos pobladores heterogéneos.

Factores socioculturales

Los aspectos socioculturales de exclusión que afectan a la población de El Puche son muy diversos y de muy amplia categorización.

En este trabajo, hemos optado por centrarnos en un análisis de los factores más generales y que afectan a la propia organización del barrio. Esto es, son factores colectivos, cuyo origen es objetivo y que les vienen dados a raíz de un tipo de sociedad, y por lo tanto, su gravedad y solución han de buscarse en ámbitos socioestructurales o grupales. Por contra, los factores individuales que pueden tener un carácter subjetivo, y aunque sean susceptibles de aparecer dentro del ámbito marginal (drogas, delincuencia, apatía, anomia, autorepresentación negativa, etc.) no vamos a detenernos en su especificidad.

El factor sociocultural que provoca una mayor fractura relacional y un mayor efecto estigmatizador de los habitantes de El Puche es su composición étnica. En el barrio, conviven: gitanos, no gitanos autóctonos (payos) y magrebíes, en relación de conflicto y cooperación determinada por las características objetivas del entorno.

En El Puche, como en la mayoría de los enclaves que comparten una realidad de exclusión, es muy abundante la presencia de población gitana. Como afirma J. P. Liégeois (1998) se trata del resultado de una historia de persecución y desvalorización que les ha obligado a agruparse de forma endogámica en contextos de pauperización creciente, de cuarto mundo y de violencia. Se caracterizan los gitanos por mantener una serie de especificidades, tales como su idea de un carácter/origen común, la diferenciación que mantienen con respecto a otros grupos y la interacción plural y constante con el otro. No obstante, no se trata de un pueblo homogéneo y ha adquirido elementos de culturas con las que ha tenido contacto, al igual que por diversos procesos de acomodación y asimilación.

La organización social gitana pasa por la articulación de las diferentes fracciones y por la adhesión a valores comunes, a pesar de su diversidad interna (múltiple diversidad de modos de vida, de riqueza, de fuentes de ingresos, de tipos de vivienda, tejido de relaciones flexible, etc.) Como señala Teresa San Román (1981, p.7), "este colectivo asegura la convivencia étnica mediante una organización por la que el grupo minoritario depende totalmente de la producción del grupo mayoritario, colocándose en los intersticios menos organizados del sistema económico dominante, sin llegar a establecer relaciones de interdependencia económica”. Este fenómeno puede observarse con una mayor intensidad en lugares como El Puche.

La segunda pieza de este puzzle multiétnico está constituida por la población magrebí. Su exclusión a priori viene dada por una escasa disponibilidad de recursos, diferencia cultural y por su condición de extranjería. Esto les lleva a experimentar las más virulentas condiciones de incomunicación en una doble dirección: dentro y fuera del barrio.

En tercer lugar, el entorno de El Puche también es compartido por “payos”[4], sus formas de vida distan en ciertos aspectos con respecto la población del centro de Almería. Existe el estereotipo por parte de los individuos del centro de la ciudad de que “la gente de El Puche vive como gitanos”. Podemos interpretar esta estigmatización como una manifestación del fenómeno de la distinción que describía P. Bourdieu (1988), esto es, la población acomodada y del centro de la ciudad marca la diferencia de su grupo frente al resto atendiendo al lugar de residencia y poder económico.

En síntesis, ningún residente del centro de Almería quiere residir en El Puche, pero también, pocos payos del barrio querrían ser gitanos, al igual que pocos gitanos desearían asimilarse a los magrebíes. Así, la distancia social y étnica está servida y los muros de la incomunicación se enquistan cada vez más.

El segundo elemento sociocultural es la falta de redes sociales consolidadas. Sus relaciones se circunscriben al propio barrio. Las visitas al centro de la ciudad son esporádicas y se reducen por un lado al tema de «papeleos» y, por otro, a los centros comerciales. No obstante, tampoco los habitantes del centro frecuentan el barrio, exceptuando a los compradores de droga o a los profesionales que desempeñan su labor allí –trabajadores sociales, agentes de desarrollo local, profesores, taxistas, ATS y médicos–.

Junto al determinante étnico y de las relaciones sociales existen en el barrio otros factores de exclusión sociocultural como son la desestructuración familiar: un número importante de familias monoparentales, viudos/as solos, huérfanos, elevado número de  personas divorcias, uniones de consanguinidad, etc. Por otro lado, el nivel académico de la población del barrio es muy bajo, destaca un elevado número de analfabetos. También, el absentismo escolar supera el 50 por ciento, sobre todo, en los niños de etnia gitana mayores de 12 años. Del mismo modo, existen graves problemas de salud. Son muy frecuentes las enfermedades infecto-contagiosas –SIDA–, enfermedades mentales, etc. Todo ello, unido a los escasos medios con los que cuenta el centro público de salud con sede en el propio barrio.

Por eso, la organización social en este tipo de entorno es un factor muy importante. A. Zárate (1991, p. 45) habla de la ciudad en general afirmando que “la presencia de verdaderos mosaicos culturales, la diversidad de estilos de vida, la disparidad de valores y aspiraciones dentro de la ciudad, hacen imposible el consenso y la cohesión social del pasado en su interior, al tiempo que incrementan la desorganización social y personal, provocan fricciones y propician la proliferación de comportamientos sociales desviados”. No obstante, y como señala este autor, dentro del contexto de la ciudad, el barrio se erige como un espacio particular de relaciones y organización social donde se da la cohesión social, redes de solidaridad mutua y ciertos sentimientos de solidaridad.

Muchos han sido los autores que han tratado el tema de la especificidad de la organización social entre los grupos sociales excluidos, como N. Anderson (1923) que analizó la complejidad de esta organización entre los nómadas urbanos (mendigos, transeúntes, etc.) de la ciudad de Chicago. Este autor resaltó las múltiples categorías internas que se veían incluidas dentro de este grupo aparentemente homogéneo y analizó sus cánones de conducta, organización y comunicación. También, F. M. Thrasher (1927) al acercarse al estudio de la delincuencia urbana en esa misma ciudad, se encontró con la enorme diversidad del fenómeno de las pandillas, encontrando hasta cinco tipos diferentes de las mismas y llegando a la conclusión de que su conducta y organización internas eran una forma de “adaptación a un medio ambiente indiferente” (Ulf Hannerz, 1993, p.53).

 Pero, el problema más grave de separación e incomunicación entre los habitantes de El Puche y el centro de Almería se basa en la conducta «desviada» que se  atribuye a la mayoría de la población del barrio. El discurso mayoritario dominante tiende a estereotipar a todos los habitantes del barrio, extrapolando la conducta desviada de unos cuantos al resto, logrando un efecto estigmatizador. López Hernández (1999) resalta las consecuencias que suponen tal presunción, ya que si la desviación es un proceso subjetivo de la persona mediante el cual se distancia o aparta de los valores, normas, actitudes mayoritarias, la marginación de las personas residentes en entornos marginados es objetiva y consecuencia del funcionamiento de la estructura social. De tal forma, que esa igualación provoca la atribución de culpa a priori de todos los actos delictivos que ocurren en la ciudad. Por su parte, los individuos estigmatizados, también generan estereotipos y prejuicios, así como mecanismos de autodefensa y protección frente a un medio que le es hostil.

Para entender el discurso estigmatizador generador de prejuicios de la población del centro de la ciudad basta con centrar la atención en las múltiples fuentes que lo generan: medios de comunicación, discursos políticos, diseño de políticas sociales asistencialistas e incluso coercitivas (especialmente, enfocadas para ser aplicadas sobre colectivos desviados), currículos educativos, etc.

A. Van Dijk (1997 p. 242) resalta que las ideologías conservadoras que hoy día reproducen los medios de comunicación de masas “propagan y legitiman a la vez las desigualdades socioculturales resultantes de las restricciones que se imponen, culpando a las víctimas, desigualdades que son también producto que la criminalización, la marginación, la discriminación flagrante o el debilitamiento de algunos avances anteriores hacia el pluralismo étnico y la igualdad. Estos complejos procesos ideológicos y sociopolíticos impiden además una posible solidaridad y, por lo tanto, una capacidad de contrapoder de los grupos sociales más desasistidos e inducen, por otra parte, al racismo popular contra los habitantes de los núcleos urbanos pobres cuya condición socioeconómica es el caldo de cultivo favorable para aceptar los prejuicios predominantes acerca de la competencia desleal y el favoritismo”.

Existe, por tanto, un cuerpo de creencias socialmente compartidas que sustentan la discriminación. Las minorías son presentadas como causantes de problemas y nunca como víctimas. Estos prejuicios precisan de un aprendizaje fundamentado en la observación, imitación y participación. El procesamiento de la información se basa  principalmente en el discurso y la comunicación, ámbito que la prensa tiene una vital importancia.

Por eso, en esta investigación hemos realizado un análisis de contenido de los titulares de prensa para comprender el discurso que se vierte desde las agencias de comunicación. Para ello, se revisaron tres diarios locales: La Voz de Almería, La Crónica y El Ideal; durante los años 1990, 91, 92, 98 y 99.

Casi la totalidad de las noticias aparecidas sobre El Puche en dichos diarios se refieren a sucesos o circunstancias relacionadas con su condición de barrio marginal. Los temas más habituales son: relacionados con el consumo o tráfico de drogas (“Las drogas y la prostitución se adueñan de la antigua fábrica de El Ingenio[5]”, La Voz de Almería, 16-11-1998); intervenciones policiales (“Detienen en El Puche el presunto asesino del joven de 17 años”, La Voz de Almería, 9-03-1990); violencia callejera (“Fallece un hombre como consecuencia de una cuchillada realizada durante una discusión en El Puche”, La Voz de Almería, 16-07-1999); intervención de las administraciones en desarrollo y mejora del barrio (“Mañana se constituye la comisión para la puesta en marcha del Plan Puche”, La Voz de Almería, 20-02-1990) y malas condiciones higiénicas en que se encuentra el barrio (“Los niños de El Puche salieron a la calle para limpiar el barrio” El Ideal, 23-01-1999).

Más de un tercio de los titulares hacen referencia a la actividad delictiva del barrio y en especial a la droga[6]. En la mayoría de las ocasiones se hace explícito en el titular el lugar del evento, con el objetivo expreso de matizar que el suceso ha ocurrido en un barrio marginal o ha sido protagonizado por un habitante del mismo. De esta manera, se consigue que el lector interprete la noticia según sus propios modelos contextuales[7], como podemos ver en este caso:“Detenido en El Puche el autor de un asesinato” (La Crónica, 9-03-1990).

En lo que se refiere a noticias que puedan entrar en la categoría “otras temáticas”, hacen referencia a actividades culturales que se realizan en el barrio, a la visita de algún personaje de la política o la administración o a la constitución de una asociación. No obstante, estos titulares no llegan a constituir ni el 2 por ciento del total de las noticias analizadas.

La publicación continuada de estas noticias ha propagado y legitimado de forma instantánea el estereotipo asociado al barrio. Como señala Brown (1998) el prejuicio no es, en definitiva, más que un “atajo” mental que facilita el poder tener una opinión generalizada y negativa de forma inmediata e irreflexiva de todo un grupo social.

Una de las formas de manifestación de estos atajos mentales a escala grupal es el desarrollo de discursos negativos con respecto a los residentes en El Puche. Al igual que M. L. López y G. Fresnillo (1995) con respecto a los gitanos españoles, nosotros hemos percibido cuatro discursos diferenciados a través de los cuales se canalizan los estereotipos y prejuicios. Por un lado, existe una visión conflictiva (discursos de la discriminación y segregación) y por otro lado, una visión no conflictiva (discursos de la diferencia y la integración).

Aplicando sus líneas de investigación, observamos que el discurso mayoritario es el conflictivo. Se considera a la población de El Puche como privilegiada por las autoridades, además de ejercer una competencia desleal puesto que se ganan la vida gracias a las dinámicas desregularizadas del mercado (tráfico de drogas, venta ambulante, etc.). Así, van ganando posiciones económicas frente a los ciudadanos del centro que se ven imposibilitados moralmente a entrar en esa dinámica de ilegalidad: “Pero si hacen lo que les da la gana, viven mejor que nosotros... que quiero una tele, pues una tele, que hoy no quiero trabajar, no trabajo, que hoy me hace falta dinero, no pasa , vendo chocolate, así... pues claro” (conserje de colegio, El Puche).

 

Cuadro 7. Discurso de los habitantes del centro sobre El Puche

EJES CONCEPTUALES

Población del Centro

Población de El Puche

BIOLÓGICOS

Limpieza, salud

Suciedad, enfermedad

RELACIONES SOCIALES

Solidaridad, generosidad

Individualismo, avaricia

ACTITUDES POLÍTICAS

Humildad, sumisión a la ley, identificación con la norma.

Arrogancia, insumisión a la ley, trasgresión de normas

ACCÍON SOCIAL

Trabajo, acción social, construcción

Goce, gasto inmediato, destrucción

TIEMPO

Progreso

Atraso

Fuente: López y Fresnillo (1995). Elaboración propia.

 

Los habitantes del barrio son percibidos como individualistas, parásitos, instalados en el goce continuo y en la pereza, la suciedad y la corrupción, mientras que los habitantes del centro se autoreconocen como solidarios, generosos, entregados al trabajo, amantes de la limpieza y la pulcritud, etc. “Si es que no puede ser, que no... que no quieren trabajar como Dios manda... mira, yo he tenido trabajadores de allí y me han durado dos días, porque lo que quieren es coger el dinero y ya está” (empresario de construcción).

Los habitantes de El Puche son identificados con tendencias destructivas del edificio social y, por ello, se justifica que permanezcan en las afueras. Descartando la responsabilidad de la sociedad en su conjunto y estableciendo la marginación como consecuencia de comportamientos desviados: “están en juego las posiciones simbólicas de poder y jerarquía entre ambos sectores sociales [...] por ello la principal condición que se impone para la integración es la igualación en cuanto al sometimiento de las normas sociales” (López y Fresnillo, 1995 p. 82).

Por otra parte, el discurso de la segregación es similar, pero se expresa con mayor intensidad dado el temor a que el espacio central se vea invadido por el crecimiento de los grupos marginados y la extensión de su desviación. Los pobladores de El Puche son temidos y su realidad aparece desprovista de todo contenido socio-estructural, ya que, existe la percepción de que en ellos reside el poder. Como afirman López y Fresnillo (1995 p.88) “se produce una sensación de acoso y peligro [...]. El avance de la vida corrupta y el poder de lo marginal se percibe dentro de la impunidad y las autoridades se encuentran incluso en complicidad con éstas, que lleva a una demanda de control policial de estos colectivos y una vigilancia constante”. Por lo tanto, se piensa que la única forma de solucionar los problemas es la separación de los espacios comunes:

“tú porque no has trabajado allí, son los amos del patio, tienen acobardado a todo el mundo, hasta a los profesores, ¿cómo va a querer la gente que sus hijos se eduquen en el mismo colegio?” (antiguo profesor del I.E.S Andarax, El Puche).

También debemos resaltar que existen, de forma minoritaria, discursos no conflictivos, pero no deja de ser una declaración de intenciones:

“la culpa de su situación la tienen los poderes que no les interesa que salgan de su situación, su forma de vida es necesaria en muchos aspectos [...] yo les daría una casa no aislada y un buen trabajo» (estudiante de magisterio, Universidad de Almería)

e incluso otros que dicen comprender su situación:

“si yo viviera allí y no tuviera posibilidad de trabajar en ningún sitio, pues también sería como ellos” (comerciante, Almería).

Existe un colectivo dentro del barrio que es objeto de un doble discurso del conflicto: los magrebíes. No sólo son objeto de prejuicio por parte de la población del centro, sino también por parte de sus convecinos “payos” y gitanos. Los inmigrantes son vistos como marginados y extranjeros peligrosos.

El Colectivo Ioé (1995 p.103-104) se refiere a las ideologías y comportamientos que se desarrollan ante la presencia de extranjeros. Estos autores encontraron cuatro posiciones típico-ideales con referencia “lo extranjero” que nosotros hemos contrastado con respecto a los inmigrantes de origen magrebí residentes en el barrio.

Por un lado, se manifiesta la identidad (comunitaria) contra modernidad: “como la cosa siga así, es que se van a adueñar de esto [...] si vienen que vengan con sus papeles y cuando acabe su trabajo que se vayan, como hicimos nosotros cuando fuimos a Alemania” (vecina de El Puche). Según este discurso ideológico, “la nación debe mantener su pureza frente a elementos extraños, manteniéndolos apartados de sus dominios o en una posición de inferioridad irreversible” (Colectivo Ioé, 1995 p.103).

Por otra parte, aparecen modernizadores intolerantes, para los que los inmigrantes deben sujetarse férreamente a las normas, asimilándose:

“lo que tienen que hacer es adaptarse ¿no?, ellos son los que vienen aquí que este no es su país, lo primero de todo es seguir las normas del país al que van, a los que estén ilegales o los que se líen a delinquir tendrían que echarlos a todos” ( joven de El Puche).

Por último, hemos observado, aunque minoritario, un discurso solidario con los inmigrantes magrebíes:

 “yo pienso que si vienen es porque las cosas están muy mal allí, en su país [...] el problema no son ellos es... cómo están hechas las cosas, allí tan poco y aquí tanto... no sé, pienso que habría que repartir un poco ¿no?” (ama de casa de El Puche).

Para el Colectivo Ioé existe un cuarto discurso ideológico que aparecería entre población pobre, blanca y xenófoba. Los inmigrantes son percibidos como competencia para acceder a los recursos.

“Si no es que yo sea racista ¿sabes?[ ...] pero [...] es que no puede ser, aquí se está juntando toda la chusma de Marruecos y vienen a echar a perder lo poco bueno que hay en el barrio, por lo menos que les controlen y echen a los que no tienen papeles, que nos están haciendo la vida imposible ¡hombre!” (vecino de El Puche).

Llegados a este punto, cabe preguntarse ¿podemos hablar de El Puche como barrio desviado?, ¿existen conductas propias de la marginación?, ¿existen hábitos o estilos de vida propios de la marginación?,  ¿es válida la consideración de una cultura de la pobreza?

En primer lugar, han sido los sociólogos y los psicólogos ambientales quienes han realizado un mayor esfuerzo para tratar de explicar el comportamiento humano desviado. No ha existido uniformidad en la explicación de esos comportamientos, encontramos explicaciones diferentes que van desde la influencia del entorno (Toffler, 1970; Goffman, 1982) hasta las interpretaciones neomarxistas (Quinney, 1980; Smith, 1984), pero ninguna de las interpretaciones anteriores, ni las omitidas, por si solas son conclusiones evidentes, en cuanto a relaciones causa-efecto. La desviación es un hecho mucho más complejo que la mera incidencia del entorno. En la conducta desviada son múltiples factores los que inciden sobre el comportamiento. Por eso, cada vez más son los enfoques que recorren multitud de factores para explicar las desviaciones, superando la fórmula marginación es igual a desviación.

En segundo lugar, el concepto de cultura de la pobreza fue acuñado por O. Lewis en 1965 desde un punto de vista culturalista, como “un conjunto integrado de valores, normas y comportamientos característico de aquellos que vivían en condiciones de pobreza” (Monreal, 1999 p.77). Esta cultura representa una serie de rasgos para con el resto de la sociedad, en la propia comunidad, en el plano familiar y en la personalidad individual que se transmiten de generación en generación a través de la socialización. El funcionamiento de estos entornos marginados es independiente al del resto de la sociedad (y no consecuencia de su lógica), por lo que quienes se socializan bajo estas condiciones no pueden participar jamás de las ventajas de la sociedad mayoritaria. Esta teoría llevó a muchos analistas a culpar a los propios excluidos de su situación.

Años más tarde W. J. Wilson (1987), tras la lluvia de críticas vertidas sobre las tesis de Lewis, abordó el tema desde un punto de vista estructuralista, afirmando que los guetos actuales son foco de “dislocaciones sociales” relacionadas con los cambios en la economía urbana. Estos cambios se traducen, básicamente, en el abandono de los guetos por parte de sus antiguos moradores (de clase media) y en su ocupación paulatina por parte de las “subclases” que se encuentran con entornos desprovistos de equipamientos y servicios básicos como iglesias, escuelas, centros culturales y actividades económicas y por tanto, completamente deprimidos. El efecto básico de todo ello es el “aislamiento social”, la inexistencia de redes sociales que liguen a los individuos con el mercado de trabajo. Como vemos, este autor, a diferencia de Lewis, sí deja espacio para reconocer la responsabilidad que la estructura social tiene en las realidades marginales.

No obstante, ambos puntos de vista (culturalista y estructuralista) tienden a contemplar a los pobres como excluidos “desenganchados del mercado de trabajo [...]; geográficamente separados por efecto de la concentración y segregación urbana; cultural y socialmente aislados, sin compartir las instituciones y valores fundamentales de la sociedad dominante” (Monreal, 1999 p. 83). Sin embargo, también se comparte en ambas perspectivas la consideración de los hábitos propios de entornos excluidos como perniciosos y desviados. Ambas teorías son partícipes de los discursos  del conflicto de López y Fresnillo, que describimos más arriba, y no tienen en cuenta la diversidad interna de los barrios.

En definitiva, El Puche no puede ser considerado fuera de contexto, sino en relación constante con el resto de la ciudad. Es necesario centrarse en la búsqueda de los aspectos [culturales y estructurales] que lo caracterizan como excluido, aislado y, por lo tanto, desintegrado así como en la consideración de las estrategias colectivas e individuales de la población para adaptarse al entorno hostil y estigmatizador.

Factores institucionales y políticos

La exclusión social es una realidad compleja, que no sólo dificulta su conceptualización sino también la aplicación de estrategias idóneas para contribuir a su prevención o mejora, incrementando esta dificultad la gran heterogeneidad de factores que la configuran, así como las diferencias y dispersión de las personas o grupos afectados.

Para analizar el papel desempeñado por las instituciones dentro de la vida de un barrio marginal como El Puche podemos recurrir a dos puntos de vista. Por un lado, los grandes procesos macroeconómicos y las consecuencias que tienen sobre la creación de un cuarto mundo dentro del primero y, por otro, la incidencia de las políticas públicas locales y la aplicación de programas de bienestar social. Es en este último punto donde nos vamos a centrar, para estudiar la posible contribución por parte de las políticas públicas a la perpetuación de la situación en el barrio. También analizaremos las propuestas de los partidos políticos que confluyeron a las últimas elecciones municipales de Almería a través de sus programas electorales.

Para entender la aplicación de políticas sociales en cualquier zona geográfica,  hay que tener en cuenta el sentido que estas  tienen. Toda política social tiene como objetivo una reforma social y, a su vez, quien propone semejante reforma admite que la sociedad tiene alguna imperfección o que existe una disfunción que es preciso corregir. En otras palabras, se proponen perfeccionar la sociedad, ya sea en nombre de la justicia y del progreso o de la eficiencia y conveniencia política.

La finalidad de la reforma social, viene determinada por el contenido de la correspondiente política que la aplica. Si sólo se trata de ganar una elección o de capear un episodio de descontento popular, se improvisará una política social circunstancial, sectorial y superficial, que a la larga podrá ser más perjudicial que beneficiosa.  Todas estas políticas sociales tienen su origen en el Estado de Bienestar, nacido en los países occidentales después de la II Guerra Mundial sobre la base de un amplio consenso entre las principales fuerzas sociales y con el objetivo de paliar las desigualdades que el sistema liberal estaba generando. El crecimiento económico no se  traducía en un aumento en la calidad de vida, de ahí el planteamiento de los estados de la necesidad de intervenir en la economía para tratar de solventar los fallos del libre mercado. Este bienestar, se articula en base a unos principios ideológicos: en primer lugar, el principio de la autonomía individual y el derecho a la autorrealización. Y en segundo lugar, la aplicación a todos los individuos por igual de las reglas del bien estar.

Estos valores básicos de la sociedad occidental democrática, se están tornando en pautas “impuestas socialmente” donde la responsabilidad económica personal se vuelca únicamente en la persona disfrazada de libertad de elección. Esta reclamación de libertad presupone la igualdad de oportunidades necesaria para elegir libremente el destino, así como, la exigencia de imparcialidad del Estado y la equidad de trato basado en la igualdad de derechos políticos y jurídicos.

Aplicando este esquema de valores a la situación socioeconómica de El Puche, se ratifica como complejo axioideológico en el ámbito teórico. Es decir, la situación de El Puche como barrio “marginal” no sólo es aceptada por el resto de la ciudadanía de Almería, sino también por las instituciones, que son quienes definen su condición. Prueba de ello es la definición y aplicación de programas específicos a El Puche como Zona Necesitada de Transformación Social. A su vez, la sensibilización desde otras instancias como la UE, se está dejando ver en mayor grado hacia este tipo de situaciones a partir de finales de los años 80 y principios de los 90 del siglo pasado, con la voluntad equilibradora de los presupuestos destinados a la mejora de la calidad de vida en las zonas de rentas por debajo de la media.

Las políticas aplicadas en este contexto, han ido encaminadas a combatir la exclusión a través de la renta, es decir, con ayudas complementarias, prestaciones por desempleo, etc. Pocas veces nos encontramos con la aplicación de políticas enfocadas hacia la lucha contra la exclusión cultural o la exclusión por razones de etnia, por poner algunos ejemplos. Sin embargo, estas prestaciones son normalmente insuficientes para completar los presupuestos familiares, por lo que conllevan el fomento en la población del desarrollo de modalidades irregulares de trabajo y la informalización de actividades económicas. Son rentas de supervivencia eventual mientras se accede a otro tipo de empleos. Las prestaciones que la administración concibe como amortiguador de la carencia de ingresos por pérdida de empleo, suelen estar siempre relacionadas con las contribuciones realizadas durante el tiempo de trabajo formal o legal. Es una especie de seguro, cuya finalidad es dotar de un ingreso mínimo a quienes tienen agotado su derecho a la prestación pero, a la vez, esta prestación por desempleo se da como un requisito previo a la situación normalizada de trabajo y de integración en la sociedad, de la cual muchos de los habitantes de la zona han estado excluido siempre. Esto puede llegar a provocar « choque de intereses entre la población “normalizada” o cotizante y los beneficiarios de los sistemas de protección social» (Ochando, 1998 p. 57). Esto es, la aplicación de políticas de discriminación positiva es percibida como injusta en ciertos sectores de la sociedad.

El sistema de servicios del Estado de Bienestar es incapaz de eliminar esos choques, como lo es también de dar solución a las situaciones de discriminación de acceso al empleo de ciertos colectivos, ya que en este caso opera únicamente el mercado de contratación privado. Aunque periódicamente se oferten cursos de formación por parte de la administración, estos no son garantía de incursión en el mercado laboral, sino que, por el contrario, están llegando a tener efectos contraproducentes al repetirse anualmente las demandas –y las ofertas– de formación en ramas como estética, jardinería, restauración, etc., que no ofrecen salida a los alumnos. La saturación de cursos de formación en ciertos campos, deja al descubierto parcelas de cualificación en otras ramas dentro del barrio.

Por lo general, los programas derivados de las políticas sociales, se aplican sectorialmente y no de forma global a través de proyectos temporales de duración limitada. Son gestionados por técnicos de la administración y ONGs, basando su  continuidad en objetivos anuales (creación de empleo, casos de absentismo escolar solucionados, actividades realizadas con éxito, etc.) Por otra parte, existe una falta de coordinación patente entre las distintas actividades que se llevan a cabo[8] y este es uno de los principales problemas para la aplicación de políticas integrales eficaces a favor del desarrollo del barrio. También las políticas asistenciales suelen homogeneizar las problemáticas de los barrios marginales, según se desprende de los documentos institucionales. Se actúa desde la ambigüedad de conceptos y la generalización, es decir, el estereotipo, aplicándose estos a la totalidad de los barrios en situación de marginalidad de la capital, sin atender a las peculiaridades de cada uno. Esto induce a pensar que se trabaja sobre la base del prejuicio, en sentido de simplificación y homogeneización de la información sobre contextos con realidades diferentes. Como muestra de ello, el lenguaje utilizado en el diseño de las políticas sociales, está compuesto de conceptos como: formación en jóvenes, políticas de integración social, inserción laboral, promoción de la mujer, prestaciones complementarias, acciones para la mejora de la salud, etc. Conceptos que no llegan nunca a concretarse sobre el papel y que implica una relativización del compromiso de las administraciones en cuanto a la lucha contra la marginación y la pobreza. Por último, existe una dicotomía entre la objetividad con que se diseñan las políticas sociales y la subjetividad a la hora de aplicarlas, es decir, las diferencias existentes entre políticos y ejecutores del trabajo, provocada en ocasiones por la falta de comunicación y coordinación entre las distintas escalas. Esta falta de comunicación se da tanto a nivel intra-institucional, como inter-institucional. Si bien, aunque se conocen las actuaciones que se están llevando a cabo en la zona por parte de otras instancias, se desconoce casi siempre el funcionamiento, las funciones y los objetivos, con lo cual a veces se producen situaciones de solapamiento de funciones y un derroche de recursos técnicos y materiales.

Pero las políticas sociales no sólo se centran en las prestaciones por desempleo. El Estado keynesiano del Bienestar, se compone de varios subsistemas que van desde la salud y educación hasta las infraestructuras y otros aparatos que también contribuyen de manera especial al bienestar de forma secundaria. De ahí, el amplio abanico de proyectos procedentes de las políticas sectoriales aplicadas en la zona, como son: Garantía de rentas, subsistema laboral, de vivienda y urbanismo, educativo, sanitario, servicios sociales personales, subsistema medioambiental, etc.

¿Cómo actúan estos subsistemas dentro de El Puche? Simplemente no actúan, puesto que la mayoría no se aplican y los que ponen en marcha son incompletos. Por ejemplo, dentro del subsistema de educación, la simple aplicación de los currículos, la atención personalizada en formación y factores coercitivos como los programas de absentismo escolar de la Junta de Andalucía no son suficientes, ni garantía de éxito.

Por tanto, ¿cuáles podrían ser las líneas a seguir en la aplicación de unas políticas sociales de forma adecuada? Como señala Delors (1993, p.158) la aplicación de políticas sociales se debe hacer desde una formulación global y con la participación de técnicos investigadores expertos que estudien los problemas desde un perspectiva científica, tratando de encontrar las raíces de los problemas y de aplicar políticas correctas contando con la participación activa de la población del barrio.

La renovación de un proyecto de atención a la población, no puede nunca depender de su rentabilidad en términos económicos, o por casos solucionados. Puesto que así se pierde la perspectiva de las causas del problema y del proceso que conlleva dicha situación. Sólo a través de un análisis profundo, se pueden corregir ciertas disfuncionalidades. Estos procesos, evidentemente, son largos, que se han ido consolidando, afianzando y agravando con el paso del tiempo y cuya solución no depende de la acción única de un agente ni de la aplicación anual de programas aislados.

Después de examinar las actuaciones de las políticas sociales en El Puche. Vamos a analizar la contribución de los partidos políticos a la formación y perpetuación de la situación del barrio. Para ello, hemos seleccionado los programas electorales de las diferentes formaciones que concurrían a las últimas elecciones municipales en la ciudad de Almería.

Los partidos políticos actúan teóricamente como canalizadores de las demandas del electorado. Los programas electorales son diseñados en el ámbito interno en el partido, sobre la base teórica de las demandas ciudadanas y de las carencias más cercanas de la población. Su contenido proyecta el modelo social de cada barrio o ciudad al que cada uno de los partidos se compromete. Aunque el programa no es vinculante si es el reflejo de la sociedad que los partidos políticos aspiran a crear. 

El lenguaje utilizado por los partidos en sus programas electorales locales al igual que ocurre con los documentos de programas sociales es casi siempre estereotipado. Así, cuando se habla de barrios periféricos, se hace desde el punto de vista externo, problematizando la situación y proponiendo actuaciones de solución a dichos problemas desde un nivel abstracto, como podemos ver a continuación

El Partido Popular (PP) no hace referencia apenas a los colectivos marginales de Almería mas que en los apartados de Obras Públicas "rotonda de acceso a El Puche desde la carretera de Níjar", Juventud y Deportes: "creación de un carné solidario que permita el acceso a determinados servicios públicos y de ocio a voluntarios y a jóvenes de colectivos marginales" y, por último, en participación ciudadana: "dotar de mayor cuantía económica al capítulo de emergencia social para aquellos que necesiten ayuda urgente, independientemente de ayudas de asistencia social".

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) incluye a El Puche dentro de los apartados temáticos referidos a obras públicas y urbanismo, cuyas actuaciones básicas se reducen a: "continuar y dar término a los PERIS[9] de La Chanca y San Cristóbal y promover actuaciones similares en otras barriadas de la ciudad: Barrio Alto, Puche y Los Almendros". En cuanto a vivienda,  propone: "la resolución definitiva de la situación de El Puche y de La Fuentecica".

Asimismo, dentro de las iniciativas referentes a minorías étnicas: "igualdad de oportunidades a gitanos de Almería en el acceso a recursos públicos y de igualdad, respetando sus peculiaridades y cultura" además de "favorecer mayor conocimiento de la cultura gitana en colaboración con Programas específicos de La Junta. En este sentido, desde el ayuntamiento, iniciaremos medidas y actuaciones específicas en vivienda, salud, educación, empleo, cultura y mujer"

El Partido Andalucista (PA) incluye a El Puche dentro del programa específico de barrios. En el programa genérico sus propuestas van desde: "creación de un Agente de Desarrollo Comunitario dando prioridad a los jóvenes con difícil acceso a un puesto de trabajo por su condicionante cultural y económico”, hasta "vigilancia policial, Plan de Actuación Integral del Barrio con: resolución del Centro Puche, mejora de alumbrado público, urbanización del Ingenio, zona deportiva, asfaltado, biblioteca municipal y presupuesto municipal para actividades culturales y deportivas."

Izquierda Unida (IU) propone dentro de infraestructuras: "plan Integral de Reforma de Barrios: Rehabilitación y rentabilización de áreas degradadas.", "Bolsa de alquileres para colectivos más desfavorecidos." En Bienestar Social: Integración social de individuos y grupos para prevenir situaciones de marginación: "Planes Integrales de barriadas marginadas, etc."

Podemos comprobar la imprecisión y ambigüedad del lenguaje y de las propuestas de todos los partidos políticos. De conceptos poco precisos y abstractos únicamente se pueden esperar promesas de actuaciones sin compromisos concretos, generalidades, tales como: solicitar proyectos para la integración social, fomentar la conciencia solidaria, combatir la discriminación y la exclusión social, promover la participación, o crear, para ellos, el Plan Municipal para la Integración o un Consejo Consultivo. El ejemplo más extremo es el PP donde su solución a los problemas de los barrios periféricos se reduce a cinco líneas.

El  PSOE y PA dentro los apartados relacionados con políticas sociales en cuatro ocasiones hace referencia a medidas de carácter social y ninguna de ellas plantea actuaciones específicas en El Puche. El resto de los compromisos van encaminados a la rehabilitación del barrio en cuanto a infraestructuras y mobiliario urbano, refuerzo de la vigilancia policial, construcción de viviendas en zonas periféricas, etc. Pero además cabe preguntarse si todos los componentes del barrio son asistibles, es decir, ¿sólo allí son aplicables los programas de atención a toxicómanos, etc.?

Sólo IU amplía  un poco el espacio dedicado a los barrios en apartados como: educación, infraestructuras, minorías étnicas, salud, etc., planteando soluciones concretas, pero sin especificar en  la situación de El Puche.

La imagen que se proyecta de los barrios a través de los programas es doble, por un lado, de homogeneización y desviación, prueba de ello son las propuestas del PA. Y por otro lado, la ausencia de problemas en el barrio, puesto que no se dan propuestas ni alternativas concretas de solución. Sus deficiencias se reducen a mejora de asfalto, alumbrado, etc. Mostrando un desinterés consciente de las necesidades reales del barrio y un silenciamiento de los problemas más graves: paro endémico, infravivienda, enfermedades infecto-contagiosas, etc. Se produce así, lo que se ha llamado en otro lugar (Checa, Checa y Arjona, 2000) una atención descortés, ya que, denota el conocimiento que los partidos políticos tienen de los barrios, pero también manifiestan el escaso interés por su situación.

Entonces, ¿por qué se incluyen los barrios marginales en los programas electorales? Nosotros barajamos tres hipótesis:         

1º.- Su inclusión en los programas y el espacio dedicado a ellos es, hasta cierto punto, obligatoria por una cuestión de cosmética política.

2º.- La consecución de votos tanto por parte de la población del barrio, como por el resto de los sectores. Es mucho más probable que una persona vote, si  percibe que las actuaciones a realizar revierten de forma positiva en sus circunstancias.

3º.- La creación de puestos de trabajo de técnicos de grado medio y superior que gestionen los programas que se diseñan desde la administración.

En definitiva, la distancia psicológica entre las lógicas políticas y las lógicas que rigen los individuos se hace difícilmente salvable, provocando procesos de anomia. Como señala E. Gil Calvo (1988) se acepta la democracia política pero se desconfía de quienes la representan y de quienes tienen el poder de actuación –en este caso– sobre el entorno más inmediato. Esta desconfianza generalizada es lo que Montero y Torcal (2000 p. 18) han llamado desafección política, es decir, un conjunto de actitudes y de orientaciones que implican desapego de los ciudadanos con respecto a su sistema político. Es la manifestación de un rechazo general hacia algo que no responde suficientemente a los deseos, tras comparar lo que se tienen con lo que se estima que se debería tener.

Dicho esto, la situación del barrio no sólo debería analizarse desde el punto de vista de la dotación oficial de recursos económicos y técnicos. Las condiciones de carencia no sólo pasan por poner a disposición de esta población los recursos, sino en crear las condiciones de igualdad de acceso a ellos, reforzar la identidad como grupo, etc. Para esto se hace imprescindible la intervención, pero no sólo en el barrio, como parte integrada de una comunidad global, sino en la totalidad de la población almeriense, como parte del problema. La unidad de acción debe ser local, no parcelada.

Conclusiones

De lo que llevamos dicho hasta el momento se desprende que la dinámica vivida en las sociedades avanzadas de nuestro tiempo da lugar a que la “cuestión social”, entendida principalmente en términos de procesos de exclusión, se manifieste agudamente en aquellos terrenos “fronterizos”, donde se hace más palpable la imperfección del sistema. Estar en la «frontera» va más allá de lo estrictamente económico, puesto que los procesos de exclusión remiten a otros planos sociales –educación, sanidad, cultura, residencia– y psicológicos.

Aquí hemos entendido la exclusión como un proceso complejo, y no como una resultante del destino individual, esto remite a esquematizar el proceso con los planteamientos esbozados por R. Castel (1997) quien entendía dicho fenómeno a lo largo de un continuum con varias escalas: de integración, vulnerabilidad, asistencia y exclusión. Lo notorio de su esquema es la percepción procesual, transversal y multidimensional de la exclusión, así como la imposibilidad de homogeneizar este fenómeno. En El Puche se pone de relieve la posibilidad de combinaciones que pueden dar lugar a las distintas modalidades e itinerarios –personales y grupales– de inserción/exclusión.

Después de analizar los factores determinantes que influyen en el proceso de exclusión de este barrio, percibimos como fundamental la heterogeneidad interna tanto en la población, como en la configuración física, social, económica y residencial de este. Esta complejidad desemboca en distintos procesos de exclusión y demuestra una asimetría entre quienes gozan de una relativa estabilidad y quienes se encuentran en inmersos en una total vulnerabilidad. Por tanto, El Puche puede estudiarse desde diferentes estadios y podemos afirmar que ninguno de los sub-barrios que lo componen estaría en la zona de integración y apenas existen individuos que tengan un empleo estable y bien remunerado, redes sociales, etc.

El Puche Sur de mayor población no gitana, se caracteriza por la inmersión en   un empleo precario e inestable que se inserta en una economía irregular y sumergida. La exigencia del mercado a adecuarse constantemente a una recualificación profesional queda lejos de sus posibilidades. Esto les provoca sentimientos de inseguridad e incertidumbre. Por ello, podemos hablar de una zona en estado de vulnerabilidad.

El Puche Centro, el subbarrio de mayor antigüedad, padece un desempleo casi endémico, los grupos domésticos se nutren de trabajos muy esporádicos y de las aportaciones públicas. En esta zona vive la mayor parte de la población de avanzada edad –jubilados, pensionistas– y los inmigrantes magrebíes. Sus sentimientos son de resignación y apatía. Esta  zona se enmarcaría en un estado asistencial.

Por último, Puche Norte está habitado en su mayoría por personas de etnia gitana, muy recientemente se están incorporando familias de inmigrantes magrebíes. En esta parte del barrio los vecinos sufren un proceso de desempleo y de aleatoriedad de ingresos constante. El mercado irregular y algunas conductas desviadas junto con la anomia y pasividad conforman parte de algunas de sus actitudes. Consideramos esta zona en estado de exclusión.

 

Notas

[1] Su nombre es debido al aspecto externo inicial de las viviendas: pared blanca, persianas y barrotes amarillos.

[2] La ley de adjudicación de viviendas prohíbe la venta o alquiler de estas casas y el cambio de titular, sin embargo se llevan a cabo contratos falsos que generan un importante flujo de dinero negro.

[3] Son unos 60 trabajadores del barrio los que salen cada madrugada para trabajar en Pulpí  en dos autobuses.

[4] Este vocablo procede del caló y tiene unas connotaciones negativas al referirse al no-gitano.

[5] El Ingenio es un conjunto de ruinas de una antigua fábrica situado al sudoeste del barrio.

[6] Nos referimos a todos aquellos términos  relacionados con la droga como: traficante, heroína, cocaína, droga, camello, etc.

[7] Para conocer más sobre modelos contextuales ver Van Dijk 1997.

[8] La primera reunión entre los agentes sociales presentes en el barrio se celebró en verano de 2000, a la cual asistimos como invitados algunos miembros de este grupo de investigación. Dicha reunión se llevó a cabo con la asistencia de miembros del proyecto SURGE,  ADL,  proyecto ZAHORÍ y la Trabajadora Social de El Puche.

[9] Planes Especiales de Reformas Interiores.

 

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© Copyright Juan Carlos Checa Olmos y Ángeles Arjona Garrido, 2005
© Copyright Scripta Nova, 2005

Ficha bibliográfica:
CHECA, J. C., ARJONA, A. Factores que determinan el proceso de exclusión de los barrios periféricos: el caso de El Puche (Almería).
Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de abril de 2005, vol. IX, núm. 186. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-186.htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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