Scripta Nova |
¿NEOLIBERALISMO
O CAPITALFEUDALISMO URBANO? REFLEXIONES A PARTIR DE
- En homenaje a Andre Gunder-Frank
-
Vicente Di Cione
Universidad Nacional de Tres de Febrero Programa
de Geografía Aplicada. Universidad de Buenos Aires-FFyL-Departamento de
Geografía.
E- mail: vdicione@untref.edu.ar
¿Neoliberalismo
o capitalfeudalismo urbano? reflexiones a partir de la cuestión urbana de
Argentina (Resumen)
A partir del
análisis de la urbanización de Argentina y
Starting from the
present features of the urbanization of
“Tiendo a sentir que algo se
pierde cuando un énfasis en el poder y la dominación apuntan a obliterar el
desplazamiento...hacia el sistema económico, la estructura del modo de
producción, y la explotación como tal” (F. Jameson, 1991).
"Aumenta la circulación
de los capitales y disminuye la de los derechos humanos"
(N. Chomsky).
Ponemos a consideración algunas reflexiones sobre el entronque
entre el neoliberalismo y “la cuestión urbana”. Nos interesa reflexionar sobre
los modos en que tienden a materializarse en la geografía urbana las tensiones
entre la hegemonía, coacción y coerción neoliberal, que proponemos denominar capitalfeudalismo
urbano, y la emergencia, configuración y posibilidades de extensión y
profundización de las formas contrahegemónicas orientadas a la redefinición de
la socialidad en clave solidaria y participativa.
Las reflexiones son el
resultado de un itinerario, aún en curso, de experiencias e investigaciones
urbanas realizadas por muchos y solo parcialmente por nosotros. Reflexiones de
experiencias en un doble sentido: como vivencias de circunstancias urbanas que
fueron presentándose sin que las eligiéramos,[1][i] por un lado, y como
experimentos urbanos o, más bien, como intentos para cambiar políticamente el
curso de los acontecimientos dentro de un horizonte que denominamos critico-conservador-de-izquierda.
A medida que avancemos se verán los motivos por los cuales se nos impone la
expresión.[2][ii]
Los temas y el objetivo propuesto se
sitúan dentro de un campo constituido por las tensiones entre la tendencia
feudalizadora de la urbanización del capitalismo en clave neoliberal y las
construcciones contrahegemónicas que se despliegan desde el polo del socialismo
urbano.
Nos proponemos, en definitiva, enfatizar
los peligros estructurales para la sociabilidad solidaria y democrática que
sub-yacen a la espectacularidad fenomenológica de la urbanización neoliberal, la cual vemos más como una estrategia
deliberada de reproducción ampliada de capitalismo, que como un efecto
indeseado del propio neoliberalismo sobre la condición urbana. Nos interesa, en
definitiva, destacar el carácter premodernista o feudalizador del logos
o racionalidad de “la barbarie civilizatoria tardocapitalista” (E. Grüner,
2002) que suyace en los paisajes pos, hiper, ultra o supermodernizadores,
con el deseo de intentar superar cierto encandilamiento fenoménico que se
observa en las investigaciones urbanas, retomar la focalización investigadora
de algunas de sus esencialidades y, sobre todo, ratificar, ante el “abismo”
tendencial, la imperiosa necesidad de incrementar el esfuerzo por el
descubrimiento e invención de alternativas conceptuales y prácticas superadoras
solidarias.
A
tal efecto haremos referencia brevemente a:
·
las coordenadas de origen y destino de la problemática tal como fue
preanunciada;
·
algunas lógicas estructurales del capitalismo y las formas y procesos de
feudalización urbana a nivel locales y globales y micro y macro sociales;
·
finalmente
trataremos de reflexionar sobre las alternativas dentro de la urbanización neoliberal
capitalfeudal de construcción y profundización de las socializaciones,
socialidades y urbanizaciones contrahegemónicas.
“Creíamos alejarnos y nos
encontramos en la vertical de nosotros mismos. El viaje rejuveneció las cosas y
envejeció la relación con uno mismo” (M. Foucault, 1984, pág. 14)
Nos
proponemos argumentar, entonces, sobre el carácter
tendencialmente feudalizador de la socialización y socialidad neoliberal
capitalista, las que especificadas en relación a “lo urbano” y las ciudades constituye lo que hemos propuesto
denominar capitalfeudalismo urbano. Por tal motivo neoliberalismo y
capitalfeudalismo urbano representan el rostro cultural global y el rostro
urbano respectivamente del sistema de acción histórico y geográfico de esta
etapa del desarrollo social, denominada posmodernidad, hipermodernidad,
ultramodernidad o “barbarie civilizatoria tardo-capitalista”. La última es la
que más claramente connota la noción de feudalización y de capitafeudalismo
urbano.
El neoliberalismo, en
consecuencia, más que anunciar el fin de la historia, preanuncia un trayecto
histórico de superación-conservación-supresión hegeliana (Aufhebung) de la
modernidad y premodernidad. Si no se desarrollan tendencias antagónicas, al
final de su recorrido pareciera que no hay otra cosa que la imposición de una cultura
emergente (Williams, 1977) basada en la restauración reconfigurada de la
premodernidad. Por tal motivo, la esencia de la posmodernidad (o
hipermodernidad), creemos, radica en su tenebroso y siniestro reverso
premodernizador, ocultado por la grandiosidad y “espectacularización” de sus
innovaciones científico-tecnológicas y simbólicas, la “compresión
espacio-temporal” (Harvey, 1989), la
compactación, densificación y expansión del mundo (Di Cione, 2003), la
aceleración de la metamorfosis material de los paisajes agrarios y urbanos y,
sobre todo, por el control y direccionamiento de los deseos que
sustentan el sistema de necesidades individuales y sociales, mediados y
determinados por el incesante desplazamiento de los objetos (de deseo),
elocuentemente expresados en las renovaciones de la vidrieras y escaparates
mercantiles y la colonización de “la calle” (Lefebvre) por el “fashonismo”
mercantil y cultural en general. Aunque no toda, tal como lo percibimos a
diario y como reflejo de movimientos culturales más generales, la ciencia
social y la ciencia de “lo urbano” no escapa a la regla, con lo cual, muchas
veces nos encontramos con “vino viejo en odres nuevos”.
Si desocultamos su naturaleza
estructural, lo que hoy se ha dado en llamar posmodernidad puede ser vista como
una transición hacia formas configuradas de la premodernidad. Es la etapa en la
que gracias al pavoroso desarrollo científico-tecnológico, el capitalismo, ante
la imposibilidad de gestión auténticamente democrática de “la cuestión urbana”
y la sociedad en general, resucita a los progenitores que había enterrado en
los orígenes de la modernidad.
Parafraseando e invirtiendo un viejo dicho francés que utilizara Marx,
podríamos decir que ante las exigencias de gestión de su “autodesarrollo”
estructural, en el capitalismo avanzado “algunos vivos resucitan a sus
muertos”.[3][iii]
Las consideraciones anteriores pueden
considerarse como una gran hipótesis, compartida por muchos, que sintetiza un
conjunto solidarios de postulados o hipótesis de trabajo resultantes de un
largo proceso de investigación-acción-participación (IAP) colectivo en el que
convergen tres horizontes superpuestos y entreverados de experiencias,
necesidades y lógicas:
a) el de la individualidad de la vida
cotidiana, b) el de la socialización, sociabilidad y socialidad de la
ciudadanía (de cívitas) o de la política (de polis) y c) el de las revisiones
del campo científico y epistemológico sobre “la cuestión urbana”.
b)
El horizonte de la vida cotidiana es la instancia en la cual se combinan el
sector dominado y no dominado de la vida (H. Lefebvre). Es obviamente el más
extenso en términos históricos y geográficos. Opera como “condición general de
producción y reproducción”, como fondo y éter de los otros dos y, a partir de
cierto momento, como ámbito de resolución de los otros.
En
este horizonte los procesos de socialización se experimentan como relaciones de
sociabilidad y socialidad urbanos, en decir, en los procedimientos rutinarios,
banales, de los encuentros y desencuentros en la multiplicidad de “locales”
(Giddens) de la interacción social, en especial de “la calle” (Lefebvre), en
tanto además de ser en si mismo lugar de encuentros y desencuentros, es el
dispositivo urbano y lugar que posibilita re-ligar desigual, combinada y contradictoriamente
la totalidad de los lugares de la vida social y privada.
En
la vida cotidiana priman los procesos y necesidades de la individuación
personal y, por lo tanto, de las relaciones de poder de la microfísica
(Foucault) de la reproducción social. Aquí la instancia macrosocial se presenta
como conjunto de sobredeterminaciones más o menos fetichizadas sobre las
prácticas y representaciones cotidianas. Las relaciones sociales se
personifican y cosifican. El carácter feudal se expresa mediante patrones de
comportamiento muy diversos que trasuntan diferentes “jerarquías” de las
posiciones de los individuos en la trama social y en relación al dominio o
poder sobre las personas, los bienes y los recursos sociales. La expresión de
amplia difusión “ese lugar es el feudo de fulano” es suficientemente elocuente.[4][iv] Volveremos sobre el tema más adelante al
considerar el desarrollo urbano desigual, combinado y contradictorio y las
principales lógicas de la socialidad.
c)
El horizonte de las experiencias, necesidades y lógicas de la socialización y
socialidad política o ciudadanía se inicia a partir de los comienzos de la
década de los sesenta. En esta etapa el horizonte urbano de la vida cotidiana
se entrelaza con la complejidad contradictoria de la sociedad política, al
punto que resulta un mero ejercicio especulativo intentar diferenciar ambos
horizontes.
Por aquel entonces el registro y las
primeras reflexiones fueron el
inevitable producto de la socialidad de
la vida cotidiana en contextos urbanos “autoritarios burocráticos” o
dictatoriales, caracterizados por la “suspensión” de los derechos humanos a
favor de algunos derechos de propiedad, casi siempre coincidentes con los
intereses geopolíticos imperialistas de algunos capitales transnacionalizados
o, utilizando una metáfora de nuestros tiempos, globalizados. En ese período se
desarrollaron las primeras experiencias migratorias y de trashumancias
habitacionales forzadas y, fundamentalmente, las primeras luchas urbanas
socialista y antiimperialista, como la denominábamos en aquel entonces, y
que ahora, renovados, aunque estemos “en la vertical de aquellos tiempos”,
denominamos “prácticas contrahegemónicas”. Fue dentro de esa búsqueda que
encontramos en 1963 el polémico y movilizador texto de Andre Gunder-Frank,
fallecido el pasado 23 de abril, América Latina: Subdesarrollo o
Revolución.
Las luchas reivindicativas y
antisistémicas fueron las que nos indujeron a mirar a la ciudad y a lo urbano
de un modo muy diferente al de las cartografías espaciales y conceptuales
vigentes en aquel entonces y aún posteriores. Sin saber cartografiar, pero
también para resguardarnos de la represión por la tenencia de cartografías,
fuimos forzados a a inventar los mapas mentales de la ciudad.[5][v] Entre las experiencias urbanas destaco
la “cultura de noche”[6][vi] en relación a las “pintadas”,
contrastantes con los “graffiti” de ahora, las movilizaciones callejeras y
enfrentamientos con los “aparatos
represivos”, las territorialidades relativamente combativas de algunas
barriadas y también las experiencias de los espacios carcelarios. Descubrimos
también el significado de topo, de la topo-logía y la topo-grafía,
no como representación de lugares, sino como invención de lugares para
la frecuente vida de topo y, también, para las u-topías.
En ese horizonte de los
En las formas de los paisajes barriales y
en sus usos políticos, con mayor o menor visibilidad, se fue revelando que las
ciudades son enormes dispositivos materiales y simbólicos orientados a la
producción y reproducción de la socialización en base a formas de socialidades
extremadamente constreñidas por las jerarquías patrimoniales y políticas.
Descubrimos el peso, pero también la falta, de la propiedad privada, sus muros
e interdicciones diferenciales y, coligados, una trabazón de fenómenos y
relaciones sociales percibidas como resabios coloniales, feudales o
medioevales.
En su esencia todas las culturas basadas
en el “ánimo o deseo de dominio” [animus dominis] privado de los
recursos sociales, son feudales o
tienden a la feudalización de las relaciones, independientemente de la mayor o
menor atención de los estados de derecho moderno. Sin caer en el extremo de
considerar proudhonianamente que todas las formas de propiedad son un robo, no
guste o no, las formas individuales de la propiedad son tendencialmente
feudalizadoras, tanto más cuanto mayor es la concentración de la riqueza. Como
prueba elocuente basta mirar la altura y porte de los muros de algunos enclaves
habitacionales del tercer mundo y, sobre todo, la distancia social y relativa
impunidad institucional y poder de las fracciones empresariales más
concentradas y centralizadas.
La experiencia política de la
urbanización capitalista puso de relieve que el movimiento del capitalismo
real combina socializaciones y socialidades dominantes, residuales y emergentes (R.
Williams, 1977), es decir, que ciertas relaciones sociales y formas de la
socialidad que parecen a simple vista como anacrónicas, son más bien
sincrónicamente funcionales al desarrollo del capitalismo. Dentro de las
urbanizaciones dominadas por el capitalismo sobreviven, en consecuencia, formas
residuales de feudalismo, pero también emergen nueva formas de relaciones
feudales. El capitalismo, al tiempo que
preserva algunas formas residuales del antiguo feudalismo, lo
reconfigura de modo tal que las nuevas formas parecen emerger de su propia naturaleza, tanto más, cuando
más se desarrollan las formas contrahegemónicas emergentes.
Los fenómenos más significativos del feudalismo
emergente dentro de la sociología política de la urbanización capitalista
se visualizan en las relaciones clientelares de la sociedad política, lo cual
incluye al Estado y a los partidos políticos, y la sociedad civil. Dentro de la
sociedad civil el feudalismo se relaciona con los procesos de
territorialización empresariales, en especial los implicados con la
reproducción orgánica de las grandes corporaciones. La socialidad de los
sindicatos (recordemos “Nido de ratas”) no escapa de la lógica del feudalismo
emergente dentro del capitalismo.
Creemos que la conclusión más importante
de la experiencia política de la cuestión urbana consiste en haber visibilizado
que el capitalismo más que tender a su desaparición como resultado automático
de sus contradicciones internas tiende a desarrollar automáticamente formas
emergentes feudales que solamente pueden “superarse” en otra dirección a partir
de una acción política social y culturalmente contrahegemónica. Este aspecto es
el que motiva centralmente la ponencia.
c) El horizonte de las experiencias,
necesidades y lógicas de la ciencia se inició parcialmente a fines de los
sesenta, cuando comenzamos a incursionar sobre la cuestión urbana con el
propósito de sistematizar teóricamente el conocimiento espontáneo, pero en
mayor medida, para orientar la acción política en torno a la cuestión de las
políticas sociales, en tanto connotan las condiciones urbanas de reproducción
de los sectores populares.
No obstante la inscripción específica de
las investigaciones empíricas dentro del campo estrictamente científico fue
posterior, iniciándose a mediados de los
Las investigaciones científicas fueron
alimentadas por las experiencias previas, las que a su vez fueron
reconfiguradas dentro de un horizonte de nuevos significados. Hasta fines de
los ochenta, la dialéctica puso de relieve las limitaciones del conocimiento
espontáneo, pero también cuestionó desde la experiencia el saber de la academia
sobre la cuestión urbana en Argentina y en América Latina y en los núcleos
disciplinarios dominante de EEUU, Canadá, Inglaterra, Francia e Italia. Las mayores deficiencias las visualizamos en
el campo disciplinario de la geografía urbana, la urbano-regional y la
regional, tanto en sus vertientes teóricas, aunque en rigor no cabe el término,
como en las aplicadas.
El mayor cuestionamiento derivó de las
debilidades de la teoría urbana para comprender finamente y en profundidad la
actuación de los procesos de socialización en las formas de las sociabilidad y
socialidad en general y, en particular, de las correspondientes a la sociología
urbana de las geografías de extramuros del primer mundo. La problemática de la
articulación fina entre las socialidades de los diferentes modos de producción
tuvo un tardío reconocimiento.
No obstante, fuera de la academia, en
coincidencia con los registros de nuestras propias experiencias en los tres
horizontes señalados, se fue desarrollando desde mediados de los
Como “reflejo” del conjunto de
circunstancias, numerosos autores, con más o menos fundamentación científica fueron
encarando el tema a partir de los
No
obstante, el carácter feudal del desarrollo capitalista fue reconocido por
muchos desde mediados del siglo XIX, es decir, a partir de la fase de ascenso
del capitalismo industrial, en reconocimiento de los procesos de “hibridación
cultural” (N. García Canclini, 1992) entre las formas emergentes capitalistas y
no-capitalistas y las formas residuales “precapitalistas”. A tal efecto son
significativos algunos registros de Proudhon y Marx, tanto por su significación
de época, como por los alcances sobre algunos debates contemporáneos acerca del
progreso de las transformaciones culturales impulsadas por el capitalismo.
El
primer texto corresponde a Proudhon. Fue escrito en 1865, seis años antes de
los acontecimientos de “
“Gracias a la legislación de minas, al privilegio del Banco,
y sobre todo a las concesiones de ferrocarriles, ha predominado decididamente
el feudalismo capitalista e industrial. De este modo, la clase media se
va extinguiendo día a día, atacada de frente por el alza de los salarios y el
desarrollo de la sociedad anónima; atacada en sus flancos por las
contribuciones y la concurrencia de extranjeros, o sea el libre cambio”
(Proudhon, 1865, El principio federativo).
Con la expresión feudalismo capitalista e
industrial, Proudhon se refiere a a la creciente concentración y centralización
capitalista y sus impactos destructivos sobre la clase media constituida en
aquel entonces por pequeños productores independientes y empleados estatales.
La expresión es la primera que hemos podido registrar en la que se señala
específicamente el desarrollo de formas feudales o neofeudales emergentes en
las sociedades capitalistas.
Marx, dos años después de Proudhon y a
solo cinco años de
“En todas las demás
esferas nos atormenta, al igual que en los restantes países occidentales del
continente europeo, no sólo el desarrollo de la producción capitalista, sino la
falta de ese desarrollo. Además de las miserias modernas, nos agobia toda una
serie de miserias heredadas, resultantes de que siguen vegetando modos de
producción vetustos, meras supervivencias, con su cohorte de relaciones
sociales y políticas anacrónicas. No sólo padecemos a causa de los
vivos, sino también de los muertos. Le mort saisit le vif! [¡El muerto
atrapa al vivo!]” (Marx, 1867, Prólogo a la 1ª. Edición de Das
Kapital ).
A diferencia de Proudhon, Marx encuentra
en las viejas relaciones sociales feudales o medioevales un escollo para el
desarrollo del capitalismo, al tiempo que reconoce el principio del desarrollo
desigual del capitalismo. El reconocimiento del carácter complejo del
capitalismo puede observarse en la distinción entre las “miserias modernas” y
las “miserias heredadas”
Avanzado
el siglo XX comenzaron a generalizarse las sospechas de que ciertos aspectos
bárbaros, salvajes, feudales o medioevales de las sociedades capitalista no
eran resabios del pasado, sino más bien resultados de su propia lógica interna.
Entre tantos, en 1935 Federico García Lorca percibía que Nueva York
“En una
primera mirada el ritmo puede parecer alegría, pero cuando se observa el
mecanismo de la vida social y la esclavitud dolorosa del hombre y la máquina
juntos, se comprende aquella trágica angustia vacía que hace perdonable por
evasión hasta el crimen y el bandidaje” (F. García Lorca, Un poeta en New
York, 1935).
Sin embargo, García Lorca no pudo preveer
que la expresiones culturales emergentes más bestiales, siniestras y tenebrosas
del capitalismo se estaban desarrollando en Europa a partir de 1933 con el
triunfo del partido nazi en Alemania y la reorganización falangistas del
conservadurismo político en el seno de
En los años siguientes hasta 1940 los
dirigentes nazis alemanes crearon 22 campos (urbanos) de concentración dónde
confinaron, en situaciones semejantes a los centros de detención de la
inquisición medieval, a judíos, comunistas, homosexuales, gitanos, eslavos y
otros grupos. Al final de la guerra (1945),
las formas esclavas de trabajo, los fusilamientos, las cámaras de gas y
las inyecciones letales acabaron con más de cuatro millones de prisioneros. Al
mismo tiempo, en España el falangismo, a la cabeza de la reacción conservadora,
con apoyo del fascismo y el nazismo, desplaza a
Por razones justificables, nos abstenemos
de considerar las particularidades de las hibridaciones que fueron dándose en
América Latina en países como Brasil, Uruguay, Chile y Argentina. En análisis
pondría de relieve una lista interminable de ejemplos de cómo el desarrollo del
capitalismo dominante desde su incorporación a los mercados internacionales se
fundó tanto en la preservación de las viejas formas culturales feudales, como
de la invención de nuevas formas feudales. La síntesis entre feudalización y
modernización la hallamos en muchas manifestaciones de la sociedad civil,
ligada a las formas de socialidad clientelar patrimonialista. Sin embargo la
expresión más acabada de síntesis la encontramos en la generalización
continental e histórica de los gobiernos militares.
A pesar de la densidad de las formas
feudales en la socialidad contemporánea, no se observa una densidad acorde de
las expresiones capitalismo feudal, feudalismo capitalista y capitalismo
feudalizado dentro de la literatura periodística y ensayística. En el
universo de las publicaciones científicas son casi inexistentes y las pocas
corresponden a referentes de la teoría sociopolítica anarquista,
anarco-socialista y socialista.[7][vii] Encontramos una sola referencia
procedente del campo del neoliberalismo, destacando como capitalismo feudal a
las formas empresariales que corrompen la “esencia modernizadora” del
capitalismo.
¿Cómo debemos interpretar la distancia
entre la realidad del capitalfeudalismo y el vacío de la literatura científica,
periodística y ensayística? No tenemos una respuesta suficientemente
corroborada. No obstante hipotetizamos que la distancia es imputable al
enmascaramiento de la cultura neoliberal mediado por los dispositivos de la
información y comunicación (DICs o, también, TICs), al disciplinamiento
“metodológico” del campo científico y tecnológico y a las sobredeterminaciones
(constreñimientos) que el campo ejerce sobre la ciencia crítica.
La asociación de capitalfeudalismo y
demás términos semejantes con “urbano” es prácticamente nula, lo cual es una
prueba significativa acerca de la relativa desvinculación de los rasgos
feudales del capitalismo de sus manifestaciones en el campo específicamente
urbano, es decir, entre la lógica capitalista y los dispositivos urbanos que
son condición de posibilidad de la socialización y socialidad capitalista.
La desvinculación contrasta con las
evidencias que hemos recogido de los tres horizontes de experiencias en
relación al tema, lo cual nos lleva a reflexionar sobre si son o no apropiadas
la expresión y la noción o si deberíamos apelar a otros significantes.
Seguidamente trataremos de aportar algunas hipótesis y postulaciones
adicionales que contribuyen a despejar las dudas y contribuyen a abonar la
corrección de capitalfeudalismo urbano.
El desarrollo del capitalfeudalismo
urbano característico de las sociedades neoliberales o posmodernas se sustenta
en una conjunto de condiciones generales de la producción y la reproducción que
abarcan todas las escalas geográficas. Trataremos de identificar brevemente
algunos aspectos que serán presentados a modo de hipótesis y postulaciones
complementarias que contribuyen a desarrollar y fundamentar analíticamente la
hipótesis central: el carácter tendencialmente capitalfeudalista de la
urbanización contemporánea.
Vivir en
sociedad implica que la sociedad vive en nosotros. Este bucle dialéctico se
enreda mediante otros bucles con las geografías que lo posibilitan, es decir,
con las condiciones geográficas indispensables a la socialización y
sociabilidad o socialidad. Dentro del conjunto de condiciones se destacan los
dispositivos específicos de la socialización y socialidad. Se trata de
“dispositivos” que “disponen” con mayor o menor armonía o conflictos a la
interacción social. Los dispositivos necesarios a las socialización y
socialidad son la esencia de la urbanización.
Socialización,
socialidad, geografía social, urbanización y geografía urbana son momentos del
despliegue cultural de las sociedades. Son, parafraseando salvajemente a la
dialéctica, términos relativamente intercambiables, en tanto cada uno se
configura en una trama complicada de bucles recursivos. Vivir en sociedad
implica vivir urbanamente. Vivir en una urbe implica vivir en sociedad.
Decimos que hay
un bucle recursivo, en tanto la naturaleza multiescalar de la socialización y
la socialidad produce y reproduce particulares geografías sociales con
particulares dispositivos materiales e inmateriales de la interacción
(dispositivos urbanos) y estos determinan a su vez las geografía sociales y los
particularismos de la vida social. En un nivel de abstracción exagerado, lo
dicho es equivalente a sostener que las particularidades de la socialización y
socialidad se objetivan en ciertos particularismos geográficos y urbanos y que
éstos se subjetivan en particularismos sociales.
Esta cuestión,
considerada en sus manifestaciones empíricas, es relativamente obvia. Si no lo
es, es simplemente por el efecto perceptivo de ciertos discursos “teóricos”
propensos a la formalización burocrática y lógica de los procesos reales. En
estos discursos nada más obvio que una cosa es la socialización, otra la
socialidad y otras la geografía social y la cuestión urbana.
Pero si
agregamos que la política es la esencia de la sociedad, debemos agregar que
hay, en términos analíticos, otro bucle recursivo relativamente obvio que
enreda la vida social. Se trata del bucle entre la urbanización y la vida
política, al punto que es impensable la política sin la urbanización y la
urbanización sin política.
La vida
política transcurre en las ciudades y las ciudades en la urbanización. La vida
política determina a la urbanización y las ciudades y estas a la vida política.
Conocer a ambas y a su interrelación es crucial para encarar tanto las
transformaciones de lo urbano y las ciudades como la naturaleza de la vida
política.
La noción de feudalismo, al igual que otras similares en cuanto a la
multiplicidad de manifestaciones fenomenológicas, es ciertamente compleja.
Entre el conjunto de rasgos nos interesa particularmente destacar como atributo
específico la estratificación y
jerarquía de las relaciones de poder basadas en diferentes formas de
construcción y dominio de territorios geográficos, económicos, políticos,
sociales y culturales. Connota a un sistema social en el que la dirección de
las funciones sociales están privatizadas o reservadas a una jerarquía
superior, la que se sostiene por una trama compleja de subalternizaciones
basadas en una multiplicidad de dependencias personales y empresariales
orientadas a proporcionar protección y ayuda a cambio de fidelidad y sumisión.
Si antes la relación se entablaba entre “señores” y “vasallos”, en la
actualidad es entre propietarios y empleados, jefes y subalternos, empresas y
organizaciones grandes y menores y entre dirigentes y dirigidos.
La propiedad de la tierra, típica del feudalismo premoderno, aunque perdura
subordinada a la lógica de la plusvalía (subsunción formal y real de la renta)
ha sido suplantada por las formas de propiedad y apropiación de territorios
sociales y naturales. Veremos más adelante cuales son las lógicas o
racionalidades que las sostienen.
El feudalismo contemporáneo atraviesa la sociedad civil (en base a las
relaciones de propiedad y apropiación, el clientelismo comercial, industrial y
financiero), la sociedad política (control jerarquizado de los “aparatos
políticos”) y el Estado (clientelismo estatal hacia la sociedad civil, pero
también clientelismo civil hacia el estado).
El feudalismo anida en las democracias contemporáneas. Aunque puede
conllevar a regímenes políticos diferentes, tal como ha sucedido con frecuencia
en la historia de la modernidad, el feudalismo es centralmente un fenómeno
cultural que escribe su propia historia dentro de la historia de los estados
democráticos, y cuando no puede la determina imponiendo estatalidades o
gobiernos acordes con su naturaleza estructural: la tremenda concentración y
centralización de capitales, es decir la socialización y sociabilidad
jerarquizada de las formas de propiedad y de comando de las corporaciones
empresariales capitalistas.
Parafraseando a Milton Santos (1982), al enfrentarnos a los fenómenos
contemporáneos de la cuestión urbana descubrimos con notoria evidencia que si
hubo una época en la cual debíamos demostrar que la realidad era dialéctica,
ahora la misma realidad en general y la urbana en particular, nos fuerza a
pensar dialécticamente. Estamos convencidos que muchos debates sobre la
cuestión urbana podrían resolverse sencillamente si se abandonan los
constreñimientos conceptuales, metodológicos y teóricos sustentados en los
formalismos del principio de identidad, de no contradicción y de tercero
excluido.
¿Qué significa considerar la cuestión urbana en términos dialécticos?[8][viii] Implica situarla dentro del desarrollo desigual, combinado,
contradictorio y complejo de las
formaciones económico sociales o formaciones geohistóricas. Entre el conjunto
de instancias analíticas punteamos las siguientes:
· los fenómenos y procesos
urbanos son formaciones urbanas, es decir, implican aspectos naturales y
culturales o, en otros términos, naturales, económicos, políticos, estatales e
ideológicos;
· los procesos urbanos
presuponen momentos subjetivos y objetivos, sujetos y objetos y subjetivaciones
y objetivaciones;
· el momento subjetivo
implica considerar la amplia variedad de “individualización” combinada de
actores individuales y colectivos (conductas individuales, actuaciones
empresariales, las luchas reivindicativas y los movimientos urbanos);
· visualizar la generalidad
de lo urbano en las singularidades y las singularidades en el movimiento de
conjunto (relaciones todo-parte, totalización);
· los procesos urbanos
concretos están sobredeterminados por las características multiescalares de las
totalidades y totalizaciones de las que forman parte, es decir, son mediadoras
y mediadas;
· considerar cada etapa como
“supresión-conservación-superación” de vectores históricos;
· no perder de vista la
correspondencia entre las relaciones técnica y las relaciones sociales, es
decir, el carácter social de los objetos técnicos y el carácter objetivamente
técnico de las relaciones sociales;
· destacar las formas
ampliadas de las relaciones de propiedad y apropiación, es decir con sus
correspondientes totalizaciones y sobredeterminaciones territoriales;
· los dispositivos urbanos
son el resultado de los procesos de
redefinición territoriales de la socialización y socialidad de los agentes;
· lo diferente se inscribe
dentro de socialidades y socializaciones “combinadas” de diferenciación y
clasificación de actores y agencias individuales y colectivos;
· distinguir los nexos de
las contradicciones, es decir, el momento funcional de la combinación del
momento estrictamente subjetivo-contradictorio (no siempre las relaciones
potencialmente contradictorias se expresan antagónicamente);
· diferenciar las
transiciones cuanti-cualitativas de los procesos (Ejemplo: los “saltos”,
segmentaciones y estratificaciones
derivados de la magnitud dominiales, tales como pequeños, medianos y
grandes agentes inmobiliarios; los saltos cuantitativos que transformaron los
barrios cerrados y condominios en una cuestión urbana);
· el desarrollo urbano no es
lineal, es decir, “combina” histórica y geográficamente formas culturales y
modos de producción residuales, emergentes y dominantes (R. Williams, 1977);
· el carácter de la
combinación es compleja, es decir, relativamente abierta e indeterminada.
El análisis de la estructura y funcionamiento de las formaciones
socioeconómicas capitalistas contemporáneas revela que con excepción de la
especificidad de la lógica económica del capitalismo y las formas del estado,
la mayor parte de las formaciones sociales importantes en la reproducción
social son premodernas: la propiedad privada, la familia, el ejército, la
religión, el dinero, el mercado, la corporación, el club, la logia, el partido político, la empresa
(incluso la capitalista), la universidad y, sin la importancia que adquiere
posteriormente, la burocracia.
El desarrollo del capitalismo ha reconfigurado o destradicionalizado (Williams,
1977; A. Giddens, 1989) a la formaciones premodernas. Sin embargo se trata de
un proceso de ajuste recíproco.
La característica común a todas radica en que involucran relaciones
jerarquizadas, asimétricas y relativamente cerradas que contrastan con el
ideario de igualdad y libertad concertada de los procesos democratizadores. El
poder descansa en las posiciones heredadas o asignadas o conquistadas de
control y dominio de los patrimonios involucrados.
En el comienzo de la modernidad, las formaciones operaron como entramados
relacionales anacrónicos, tal como fuera señalado, entre otros, por Marx al
referirse al desarrollo del capitalismo en Europa. Marx se refería
fundamentalmente al peso político y económico de los terratenientes e ideológico
del la cristiandad romana. En la actualidad, veremos, constituyen los pilares
mediante los cuales se sostiene la tendencia feudalizadora de la socialización
capitalista: afirmación absoluta de la propiedad privada y la familia como
soporte social general y la proliferación de burocracias cerradas gerenciales
empresariales, políticas, corporativas y militares integradas por agentes
subalterno “asalariados” en base a
procedimientos de cooptación privados o relativamente privados.
El análisis de los procesos urbanos reales revela que hay una infinita
cantidad de “lógicas”, razones o racionalidades operando desigual, combinada y
contradictoriamente en la praxis individual y social. Recordemos: lo concreto
es la unidad de la multiplicidad de determinaciones. Destacamos sólo algunas
que consideramos centrales para reconsiderar los procesos de la urbanización
dentro de la reproducción social y cultural urbana.
Son básicas en tanto posibilitan analizar a las conductas de los agentes frente
a la producción y reproducción de la vida social en general (capitalistas y no
capitalistas), en especial los procesos de clasificación, disciplinamiento o
subordinación, contestación y territorialización
Se
trata de lógicas que median los procesos de socialización y la actuación de la
socialización, es decir, la socialidad. Intervienen en el desempeño de la
interacción social, en especial en los “locales” (A. Giddens) y lugares de la
cotidianidad, razón por la cual son también lógicas que regulan los
intercambios entre lo micro y lo macrosocial y, dentro de este horizonte, la
difícil y comprometida elección entre la subordinación y la insubordinación, la
reproducción y la contestación sistémica, el individualismo y el socialismo y
el autoritarismo y la democracia. Los primeros términos son los que
caracterizan combinadamente la socialización y socialidad del capitafeudalismo.
Cada lógica, reiteramos pueden considerarse en perspectiva formal o dialéctica.
La segunda implica que hay relaciones de sub y sobredeterminación de cada una
en relación a las otras.
Del
conjunto de lógicas destacamos por sus implicancias explicativas las
siguientes:
·
Lógica de las necesidades (o lógica de los deseos y también lógica del
desarrollo personal) y los afectos (amor, odio).
·
Lógica de la propiedad y apropiación (despojo, desposesión, desapropiación).
·
Lógica de la competencia y acumulación.
·
Lógica de la herencia o delegación.
·
Lógica del valor de uso o del valor técnico o de la utilidad instrumental
material.
·
Lógica mercantil del valor de cambio
(dineraria y trueque)
·
Lógica de la distinción, del valor signo o de la clasificación (Baudrillard, Bourdieu)
·
Lógica de la confianza, solidaridad y fidelidad (Giddens)
·
Lógica de la seducción/fascinación.
·
Lógica del adentro y del afuera, de la inclusión o exclusión, de lo “insider” y
lo “outsider” (N. Elias)
·
Lógica del don o del regalo (Marcel Mauss)
·
Lógica de la violencia/miedo/terror/siniestro
·
Lógica de la protección/defensa
La
lógica de las necesidades/deseos/afectos o, en términos de R. Williams
(1977), “estructuras del sentir”, es primordial. Involucra la
socialización de los deseos y afectos en
términos biológicos, psicológicos y psicosociales. Señalemos que es en cierto
modo la lógica de las lógicas, es decir, la lógica que debe ser
“psicoanalizada” y sociologizada. Combina determinaciones personales y sociales
y necesidades básicas y no básicas, pero siempre ideológicamente
sobredeterminadas por los procesos de la socialización y las formas de las
socialidades. Aquí anudan las propensiones más o menos solidarias o más o menos
egoístas, la horizontalidad, justicia y equidad de los intercambios o el
autoritarismo jerárquico, vertical, asimétrico, desigual e injusto.
Lo
esencial en esta instancia radica en la búsqueda afectiva de gratificación y el
placer y el rechazo de sus antónimos. Es la instancia fundamental de condensación de las ideologías y sustento
de las socialidades primarias y las formas básicas de los consumos. Por razones
evidentes, con mayor o menor visibilidad o “sublimación”, es fuente y objeto
permanente de intervención de las políticas y del “marketing”.
Los
sentimientos o estructuras del sentir anudan a los individuos a los grandes
colectivos del sistema de acción histórica, mediante el establecimiento de
fronteras de amor, odio o indiferencia. Una vez instalados, suelen acompañar la
biografía de las personas con mayor permanencia que la mutabilidad fenoménica
de la vida social. Con fundadas razones algunos consideran que son “cárceles de
larga duración” y fuentes de
anacronismos. Sin embargo también son fuentes que contribuyen a la invención o
descubrimiento de alternativa culturales emergentes.
La
lógica de la propiedad y apropiación es crucial, en tanto sustento de
poder, del “ánimo de dominio” (animus dominis). Su importancia se
acrecienta si se logra liberarla de su confinamiento a los “medios de
producción” y se incorporan la totalidad
de medios productivos y reproductivos de la vida social que satisfacen
necesidades, lo cual incluye los “capitales simbólicos” (Bourdieu) y las
territorializaciones sociales en términos geográficos y sectoriales.
La
distinción de los hábitus (Boudieu) de apropiación no requiere mayores
comentarios: la feudalización tiende a acentuar la propiedad privada, mientras
que el socialismo tiende a la propiedad colectiva. La lógica de la propiedad es
central en las (irre)soluciones de las democracias en general y, en particular,
en la gestión de los dispositivos urbanos de la socialización y socialidad.
La
lógica de la competencia y acumulación es solidaria con la lógica
anterior. Sin embargo es conveniente distinguirla en tanto instancia de
regulación (positiva o negativa) de las distancias sociales. La competencia y
acumulación involucra los bienes materiales, simbólicos y territorios sociales
y geográficos, es decir, la reproducción ampliada de redes de ejercicio del
poder. En el origen de la modernidad el capitalismo luchó contra los grandes
propietarios agrarios y citadinos. En la actualidad en todas las democracias la
competencia y acumulación son prácticamente ilimitadas y las fuerzas sociales
que luchan en contra no logran obliterar la creatividad de recursos
alternativos evasivos. Las leyes antimonopólicas han fracasado y solamente se
observa cierta eficacia en las medidas impositivas que gravan la riqueza mueble
y inmueble. La acumulación de bienes y territorialidades geográficamente
difusas o borrosas y complejas es la base del capitalfeudalismo
contemporáneo. En concordancia y continuidad de la teoría de los “cortes de las
crisis de D. Harvey, la feudalización de la competencia en los “mercados”
capitalistas es el cuarto corte a las crisis de acumulación capitalista.[9][ix]
La
lógica de la herencia patrimonial refuerza las dos lógicas anteriores.
Es posiblemente la más premoderna, en la medida en que contribuye a la
reproducción ampliada de las familias y las corporaciones. Es la fuente de
preservación y proyección social de los
linajes familiares de los grandes patrimonios, bajo la forma tradicional de la
propiedad o las nuevas formas de apropiación territorializadas. El tema remite
a los punteros políticos y caudillos locales.
La
lógica del valor de uso o del valor técnico se rige por la utilidad
instrumental de la socialización y socialidad orientada a la satisfacción de
las necesidades básicas y no-básicas (¿hay alguna diferencia absoluta entre
ambas?). La mayor o menor racionalidad deriva del grado de conocimiento y
capacidad operativa de las relaciones involucradas con objetos, personas e
instituciones.
La
lógica del valor de cambio deriva de la “división social” del trabajo y
de la riqueza social. El vórtice de la lógica radica en los cálculos
especulativos de las relaciones de intercambio mercantiles. Sobre el tema versa
el cuerpo tradicional de la economía política. Recordemos que Marx confina la
lógica del valor de uso de las mercancías a la merceología.
La
lógica descansa en el elemental principio de la relación de equivalencia entre
el valor de las cosas que no se tienen y el valor del esfuerzo que estamos
dispuestos a realizar para obtenerlo. El principio instituye la especulación
mercantil, pero también el de la apropiación por desposesión o despojo y otras
formas de apropiación y acumulación originarias no estrictamente mercantiles,
derivadas de la asimetría de los intercambios.
La
especulación inmobiliaria se basa en gran medida en la diferencia entre el valor mercantil de los
bienes inmobiliarios, el costo de producción y la internalización de los
beneficios de los procesos sociales de la urbanización. Gran parte de la
acumulación de los capitales inmobiliarios (pero también de los “ahorros” o
acumulaciones familiares) derivan de un conjunto difusos de geopolíticas
locales de valorización diferencial de los inmuebles en las que se involucran
diversas formas de poder clientelares territorializadas altamente feudalizadas.
La
lógica del valor signo o de la distinción o de la clasificación (J.
Baudrillard, 1969; P. Bourdieu, 1979) agrega la carga simbólica de la actuación
de la socialidad y la pertenencia a determinadas redes de cooperación técnica
circunscripta dentro de específicas identidades. Esta lógica explica en gran
medida las elecciones de los consumos colectivos y las resoluciones
habitacionales. Son particularmente importantes en el mercadeo de los negocios
inmobiliarios, en especial los condominios, barrios y vecindarios cerrados.
La lógica de la seducción/fascinación se basa en la capacidad de los agentes y
“objetos” urbanos de embargar y cautivar con o sin engaño y con o sin malicia el
ánimo de dominio de las personas. La seducción/fascinación es asimétrica:
combina las predisposiciones de los agentes seducidos a partir de sus deseos
más o menos manifiestos, con el ánimo de dominio de los agentes y objetos seductores. Los objetos, fetichismo
mediante, tienen propiedades seductoras. No obstante no hay que perder de vista
las relaciones sociales que expresan y, fundamentalmente, las estrategias de
reproducción que los sostienen.[10][x]
Aunque sabemos que a la larga la praxis de las relaciones y
representaciones termina revelando la verdad, en un mundo dónde las
esencialidades se parapetan detrás del parpadeo incesante de nuevas imágenes,
la seducción/fascinación reina y domina en la inmediatez o el corto plazo de la
interacción social. La pregunta:¿cómo establecer una pedagogía de la
comunicación y sociabilidad que restituya la capacidad crítica del conocimiento
cuando la velocidad de la critica (praxis) es lenta en relación a los
desplazamientos y metamorfosis de la seducción/fascinación asociada a la
velocidad de los ciclos de acumulación capitalista y el travestismo de la
política dominante?.
La
lógica de la confianza, solidaridad, fidelidad y predicción (Giddens) en
las expectativas. La sociedad no podría funcionar si la interacción social y
sus correspondientes dispositivos urbanos no son confiables, solidarios y
fieles. Es una característica importante de diferenciación de los locales,
redes y territorialidades de interacción. Los hay más o menos confiables. La
confianza es crucial en la definición de soluciones habitaciones y
territoriales. Si lo es para la convivencia democrática, lo es más para
configurar territorialidades feudales (feudos), en tanto son más dependientes
de la implementación y cumplimiento de pactos de reciprocidad que combinan
aspectos legales e ilegales, formales e informales, implícitos y explícitos.
El
estatuto de la confianza deriva de un conjunto de factores objetivos y
subjetivos. Las leyes y reglas (morales, éticas, formales e informales) y la
calidad de los valores de uso involucrados son los aspectos objetivos más
importantes. Los subjetivos involucran el sentimiento de confianza y el valor
moral del cumplimiento del “pacto” involucrado en la interacción. La lógica de
la confianza es básica también en la constitución de la fe de las religiones.
La relación entre ambas es crucial, al punto que se observa que la confianza de
la interacción social ha configurado una cierta religiosidad (religión de re-ligare)
de la socialización y socialidad.[11][xi]
Vivir urbanamente es vivir religiosamente.
La
lógica del adentro y del afuera, de la inclusión o exclusión, de lo
“insider” y lo “outsider” es el principio de individuación social
(identidades y otredades) y a la vez de pertenencia a las redes de cooperación
mecánicas y orgánicas que son indispensables para ampliar los poderes
instrumentales. Parafraseando a Foucault, la lógica implica en cierto modo el
estar en la realidad de “lo verdadero”.[12][xii]
Independientemente de las estratificaciones interiores, entre jefes y
subalternos, propietarios y empleados, la frontera se establece entre los que
“pertenecen a” o “forman parte de” (los “insiders”) y los que están en el
afuera (los “outsiders”).
La
lógica del don (o del regalo) fue descubierta por Marcel Mauss (1925) al
estudiar los intercambios en las sociedades premodernas originarias o
“primitivas”. Se trata de formas de intercambio no mercantiles basadas en
“donaciones” o dádivas en reconocimiento de favores o posiciones sociales. Las
donaciones o dádivas de reconocimiento
de “favores” otorgados por las autoridades políticas o burocráticas constituyen
los clásicos y perseverantes casos de corrupción institucional, tanto más
intensos cuanto mayor es la apropiación personal (feudo) de los recursos
materiales y decisorios institucionales. En las sociedades tradicionales la
lógica del don es adscripta socialmente a los que detentan posiciones sociales
importantes de tipo patrimonial o institucional (“Don Pepito y Don
José”, “Don Corleone”) y de los cuales se esperan favores.[13][xiii]
La lógica de la violencia/miedo/terror/”aterramiento” está
ligada a las diferentes formas formales e informales o legales e ilegales del
poder sobre los fetichismos mercantiles y no mercantiles (Marx) de la
naturaleza, “la segunda naturaleza”, las sobredeterminaciones de las
territorializaciones y las transformaciones multiescalares de los lugares.
También
podría denominarse lógica a la pérdida, del miedo o del terror a
engrosar las filas de “los perdedores”.
Sabemos
que la lógica de la violencia puede materializarse de muchas formas, entre
ellas las simbólicas, es decir, las relacionadas con formas de expresión de la
socialidad que no tiene el cuenta “la cultura del otro” o se la tiene en cuenta
y se la ridiculiza o se le impide practicarla. También es violento pagar o
exigir un precio de algo (trabajo, bienes) diferente de lo que se considera
normal o justo. El violento el accionar de los monopolios y oligopolios, en
especial de recursos sociales improducibles o irreproducibles, tales como gran
parte de los recursos urbanos. Considerando el carácter social de los
individuos y, por lo tanto, la socialización de la reproducción, la propiedad
(privada) es ontológicamente violenta, tanto más cuánto mayores son las
desigualdades entre propietarios y no-propietarios.
La
lógica de la protección/defensa es el reverso dialéctico de la lógica
del terror. En las sociedades de derecho, es la fuente que consagra los
derechos, pero también es fuente de permanentes violaciones. Las estrategias de
feudalización de los locales, redes y territorialidades de la interacción
combinan las dos lógicas.
La
lógica de la protección tiene que ver con el cuidado en general de los derechos
humanos. En el neoliberalismo la lógica de la protección por excelencia es la
del resguardo de la propiedad privada de los bienes productivos y reproductivos, en especial las
formas del capital.
En
la actualidad la violencia urbana se ha convertido en una fuente de plusvalía
de los capitales inmobiliarios y las empresas de vigilancia parapoliciales (los
servicios de custodia). La diversidad de cerramientos habitacionales explotan
la lógica de la violencia, a la cual combinan con las otras lógicas, entre
ellas las del valor de cambio y del valor signo.
En
cierto modo ambas lógicas también operan en otros cerramientos, tales como los
industriales y los administrativos del Estado.[14][xiv]
En los primeros, reservada fundamentalmente a las PyMES, se socializa, además
de alguna infraestructura, la vigilancia general y el disciplinamiento obrero.
Estos temas creemos que no forman parte de la agenda de investigaciones
predominantes, demasiado centradas en las lógicas habitacionales.
Sin
embargo, es en las entrañas infraestructurales (económicas) dónde yace con
mayor densidad, definiendo las redes de socialidades y socializaciones
corporativas, clientelares, generando complejos entramados de producción y
reproducción de plusvalías absolutas y relativas.
En
las democracias capitalistas, por obvio dejamos de lado la consideración de los
gobiernos autoritarios, sabemos que en los palacios de justicia la “la ley es
ciega” y que “todos son iguales”. No obstante, las desigualdades reales y “las
redes de cooperación social” determinan profundas asimetrías, dentro de las
cuales se desarrollan los diferentes circuitos informales y formales de la
lógica de la violencia/protección.
Las
resoluciones feudales, socialistas o democráticas se vale del conjunto de
lógicas. Sin embargo las cuatro últimas son las que caracterizan y explican más
específicamente el desarrollo del capitalfeudalismo urbano.
Los
agentes capitalistas combinan el conjunto de lógicas enunciadas,
reconfigurándolas a partir de los diferentes momentos o lógicas de la
reproducción de los capitales, las que en conjunto orientan las estrategias
reproductivas (conjunto de dispositivos socializadores) y determinan los
procesos de territorialización y estos a su vez la metamorfosis (sociales,
económicas, políticas, físicas, paisajísticas, simbólicas) de las ciudades y lo
urbano en general.
Las
lógicas fueron consideradas por muchos desde adentro y fuera de la tradición
marxista.[15][xv]
Nos limitaremos a señalar solamente los más importantes a los fines de
comprender el desarrollo tendencial del capitalfeudalismo urbano por sus
implicancias en los procesos de territorialización:[16][xvi]
·
La lógica de la apropiación y acumulación de plusvalía (necesidad estructural)
social mediante el trabajo asalariado o mediante formas de sustitución es la
condición originaria (Derechos de las empresas capitalistas y derechos de los
trabajadores).
·
La lógica de la competencia interna y externa (otredades sociales difusas), la
cual ha sido considerada históricamente como la fuente permanente de
innovaciones tecnológicas, sociales y urbanas. Pero también de la violencia
social y urbana en general.
·
La lógica de la reproducción ampliada mercantil
y no mercantil (la lógica de la acumulación originaria), sustentada en
las relaciones entre ganancia, plusvalía, capital constante, capital variable,
capital fijo y capital circulante.
·
La lógica de las ventajas comparativas y competitivas, basadas en la
reingeniería total, lo cual implica la ingeniería “interna” y las reingenierías
o, en rigor, geopolíticas multiescalares (territorialidades y
territorializaciones) de internalización privada de ganancias y las
externalización socializada de costo de producción, mediante complejos sistemas
de intervención sobre las normas ambientales y territoriales de la tasa de
ganancia, la tasa de plusvalía, la tasas de rendimiento del capital constante,
variable, fijo y circulante. Esta lógica explica la cuestión de la “2ª.
Contradicción del capitalismo destacada por los economistas políticos
(O’Connors, 1991).[17][xvii]
·
La lógica de la concentración estratégica de recursos. Las empresas solo
concentran los críticos, es decir los que contrarrestan la impredictibilidad o
descontrol de los mercados (fetichismo mercantil) y refuerzan su competitividad
territorial.
·
La lógica de la fijación territorial de ganancias y plusganancias (C. Topalov,
1973 y 1979); D. Harvey).
·
La lógica del “tercer corte de la crisis” (D. Harvey), fuente de la expansión
de las relaciones imperialistas en sus formatos tradicionales, pero también con
el formato de las territorialidades borrosas, difusas y complejas.
·
La lógica de la centralización consiste en “concentrar concentraciones de
capitales (Marx) mediante el establecimiento de una multiplicidad de redes
técnicas y sociales, territorializaciones y dispositivos urbanos acordes. Esta
lógica es la que explica los procesos micros y macros, locales, regionales,
nacionales, internacionales y trasnacionales de “verticalización” y
“horizontalización” de la reproducción ampliada, es decir, por utilizar el
lenguaje típico del mundo empresarial, la definición de estrategias
corporativas globales.[18][xviii]
·
La lógica de la subordinación y reproducción de los modos de producción no
capitalistas residuales y emergentes.
·
La lógica de la feudalización de las relaciones capitalistas, las que
configuran, a nuestro criterio un cuarto corte de la teoría de la crisis
de acumulación capitalista.
El
conjunto de lógicas enunciadas se combinan en las definiciones estratégicas
individuales, pero también en las luchas y movimientos sociales de
clasificación y, consecuentemente, en la clasificación de los
dispositivos urbanos.
La especificidad de los agentes y las particularidades de clase y
aspiraciones definen los diferentes tipos o perfiles de estrategias
reproductivas, las que podrán oscilar dentro de un amplio círculo (¿o circo?)
el juego de competencias y oposiciones individuales o colectivas.
El
carácter feudal de la socialización y socialidad neoliberal involucra a todas
ellas. Sin embargo las que asignan primariamente los rasgos más específicamente
feudales son las lógicas del don,
confianza, violencia y protección. Las tres forman parte de la cultura normal
de las corporaciones, de las mafias y del clientelismo político. Explican
también algunos procesos de fijación territorial capitalista de rentas y
plusganancias.
Sobre
este punto convendría revisitar y “superar” las nociones de espacio vital
y sentido del espacio que nos legara F. Ratzel, mediante su
transposición a todos los agentes y todas las instancia escalares de los
agentes: desde los territorios de la vida cotidiana, hasta los territorios
geopolíticos transnacionales, pasando por las escalas intermedias. A tal
efecto, proponemos en otros trabajos las nociones de “territorialidad
orgánica” y “sentido territorial”. La primera se refiere a los
requerimientos territoriales de los agentes a los fines de sobrellevar su
reproducción simple y ampliada. La segunda denota las territorialidades
posibles e imaginadas, es decir las tendencias que darán lugar al movimiento
incesante de las transformaciones sociales, geográficas, territoriales y
urbanas.
El
carácter complejo de “lo urbano” radica en la relativa impredecibilidad de las
formas de resolución de la inconmensurabilidad de combinaciones de sentidos
territoriales, la cual es directamente proporcional a la multiplicidad de
“clases de agentes”, a las distancias sociales relativas y a la mayor o menor
descentralización decisoria.
La
paulatina feudalización capitalista de la urbanización, entroncada con lo que
hemos propuesto denominar cuarto corte de la teoría a la teoría de la crisis
de acumulación, es una respuesta orgánica
del capital para mitigar la impredecibilidad del “todo urbano estructurado”
mediante una extensa trama de dominios territoriales parcelarios de los
dispositivos urbanos indispensable para la producción y reproducción de su
socialización ampliada. El proceso de concentración y centralización
territoriales (horizontalizando y verticalizando) es estructuralmente
siniestro. No obstante, tal carácter está ocultado debajo de la modernización
de la epidermis de los paisajes y territorialidades relativamente exclusivos y
excluyentes, tanto más cuando mayor es su distancia con los “anocronismos
urbanos” y la relativa ineficiencia de las viejas urbanizaciones.
El tema de las metamorfosis geográficas y
territoriales de los procesos de urbanización combinan de manera desigual,
combinada, contradictoria y complejamente el conjunto de lógicas enunciadas.
Sobre el tema hay abundante literatura, destacándose las que enfatizan el
análisis de las transformaciones paisajísticas de las ciudades. Por tal motivo
solamente enumeraremos las que consideramos más importantes.
· La totalización social y
planetaria de la urbanización, a la cual H. Lefebvre denominó “urbanización
total” (Urbanización urbi et orbi). Hablamos de “rurbano” o de “nueva
ruralidad”. Ya no es real la metáfora de “lo urbano como archipiélado”
emergente o sobrepuesto a la naturaleza como fondo. Más bien sucede lo
contrario: la naturaleza se presenta como un archipiélago emergente en los cada
vez más escasos intersticios de las urbanizaciones. La naturaleza es hoy un
recurso escaso, cuando no absolutamente inexistente en los paisajes. Las
relaciones de apropiación (o valorización) penetran y sobredeterminan, directa
o indirectamente, todas las formas de la naturaleza.[19][xix]
· La segmentación,
especialización y abstracción de las “calles” (H. Lefebvre), que se superponen
diferencialmente y son condición de posibilidad de los procesos diferenciales
de territorialización (corredores con y sin peaje, rápidos y lentos, peatonales
y vehiculares, públicos y privados, transporte de personas y de bienes, etc.)
· La expansión cultural y
urbana (expansión espacial y temporal). El mundo no es más pequeño. El mundo es
objetiva y subjetivamente más pequeño en algunos aspectos y más grande o en
otros.
· La complejización y
abstración espacio-temporal. Es correlato del anterior. Hay una multiplicidad
de espacios y tiempos distinguibles por las formas tecnológicas y los agentes
involucrados en su producción y uso. Por lo tanto se superponen segmentos
espacio-temporales en los que se han comprimido (D. Harvey) y en otros se
han expandidos. Sin embargo el rasgo más
sobresaliente radica en la densificación y compactación diferencial de los
lugares (más o menos densos, más o menos compactos).[20][xx]
· El incremento relativo de
la incertidumbre derivada de la compactación (especialización y solidaridad) de
las partes y los procesos de urbanización, tal como se observa en la relativa
fragilidad de las autopistas y los dispositivos urbanos de las socialización y
socialidad más posmodernos (piquetes, terrorismo urbano, puestos de control,
etc.).
· La creciente privatización
de “la calle”(mercantilización y privatización de los servicios y equipamientos
colectivos, concesiones viales).
· Los cerramientos
funcionales (habitacionales, servicios, parques industriales).
· La proliferación
paisajística de la heráldica, blasones y pancartas empresariales, claro indicio
de las guerras de movimiento y posición locales y globales que libran las
gerencias estratégicas para conquistar territorios geográficos y sociales.
El conjunto de lógicas, estrategias y
guerras de movimientos y posiciones (Gramsci) son actualmente dominadas por el
neoliberalismo y se objetivan en formas de feudalización emergentes de la vida
social en general y urbana en particular. Las soluciones contrahegemónicas
deberán revisar sus propias lógicas, adecuándolas a las lógicas de la
feudalización capitalista.
El desafío y supervivencia de la
democratización con más o menos socialismo radica en el desarrollo u
orientación inverso del conjunto de lógicas. Nos queda la duda sobre la
cuestión de la legalidad o ilegalidad, por un lado, y por otro la cuestión, el
uso e implicancias de la violencia, el terror y el miedo.
“Quién apunta a
¿Hay alternativas diferentes a la urbanización que reproduce la
cultura neoliberal desde sus lógicas
infraestructurales? Y si las hay: ¿cuáles son las formas y caminos de
construcción infra y supraestructural? ¿cuáles son las socializaciones,
socialidades y urbanizaciones que puedan contrarrestar la urbanización
feudalcapitalista? ¿es posible, además de contrarrestar o mitigar, dar lugar a formas de
desarrollo contrahegemónicas basadas en la equidad, justicia y solidaridad?
¿son éstas las preguntas claves?
Creemos que son claves si nuestra intención no
es construir una metafísica de los fenómenos urbanos descolgada de la
historia...y de la geografía. También somos optimistas en relación a la primera,
aunque la física social contemporánea, neoliberal-posmoderna se empeña en
hacernos vacilar o, lisa y llanamente, a coaccionarnos para “cambiar de mano”.
Nos gustaría, por lo tanto, compartir
algunas reflexiones, incertidumbres y puntos de vista en relación a las
alternativas posibles. Las preguntas involucran reflexionar sobre la
articulación entre “los territorios reales, los territorios pensados y los
territorios posibles” (H. Bozzano, 2000), dentro de un horizonte
“geohistórico”, en el que los registros y tensiones de las contradicciones de
la geografía de la cotidianidad nos indican claramente que la historia no
concluye con y en el neoliberalismo capitalista.
En primer lugar nuestra
posición preepistemológica. Si los escenarios de la praxis política estuviera
poblado únicamente por el campo de la izquierda y la derecha, diría que la posición social y epistemológica de
las preguntas, lo que Hobsbawn (1983) denomina “Fragestellung,”[22][xxii] se inscriben en el horizonte heterogéneo de la primera, a
pesar de las sobresaturaciones de significados, único rasgo que comparte con
sus antónimos: la derecha y el neoliberalismo. A pesar de la dispersión e
incluso difuminación de significados y de ciertos usos clasificatorios
procedentes del neoliberalismo y las
“terceras vías”, sostenemos que el término seguirá teniendo sentido
lógico e histórico, aún cuando, parafraseando a Marx, nos tocará hacer la
historia en circunstancias que no elegiremos. El tiempo verbal me parece
correcto, al tiempo que la referencia a Marx denota también un topos regional
dentro del amplio campo de la izquierda. Lo dicho ratifica el carácter
“crítico-conservador-de-izquierda” propuesto al principio del texto.
En ningún momento de las
investigaciones nos propusimos analizar el “estado de la cuestión” en general y
menos aún preguntarnos como mejorar la funcionalidad urbana y orgánica del
capital. Si analizamos las alternativas
de la urbanización capitalista y sus tendencia hacia la profundización de sus
rasgos feudales fue como condición necesaria, “cuasi natural” (como situación
histórica dada) para descubrir en su realidad (y también en lo que aún no es)
las alternativas de su superación. Partir de lo
socialmente-dado-en-la-urbanización para descubrir en los trayectos y proyectos reproductivos el
modo como se combinan y “encarnan” en actores y agencias las dos tendencias
contradictorias y visualizar la posibilidad de redireccionar la reproducción
social sobre horizontes en los que la individualidad puede coexistir con una
socialización y socialidad que supere la tensión entre ambos momentos, buscando
caminos y atajos que permitan pasar “del laberinto de la soledad al espacio de
la solidaridad”, tan sencilla y claramente formulado por la consigna del X
Encuentro de Geógrafos de América Latina.[23][xxiii]
En relación a la
alineación, en general y de Argentina,
suele repetirse en que “el reloj de la izquierda está muy atrasado” (E.
Grüner, 1991) al momento de comprender y operar en los nuevos escenarios, entre
ellos los relativos a la urbanización y la metamorfosis de las ciudades, que
monta y desmonta con inusitada velocidad y dramatismo las redes socializadoras
de la cultura neoliberal, tan crucialmente persistente en esto que solemos
llamar “cultura del capitalismo tardío”, “barbarie civilizatoria
tardo-capitalista”, posmodernidad, hipermodernidad, mundialización,
globalización o, fiel a su esencia más o menos manifiesta u oculta,
neoliberalismo, “capitalismo salvaje”, “capitalismo bárbaro” y
feudal-capitalismo.[24][xxiv]
¿Qué nombre corresponde
asignar al horizonte alternativo contrahegemónico, antineoliberal? Y antes:¿es
necesario ponerle un nombre? Sin duda: es necesario, tanto como ponerle un
nombre al lugar que vivimos y a nosotros mismos, para transformarnos en una “identidad
de sentido y acción”, pero fundamentalmente para eludir el conformismo de la
retotalización de
Es necesario también para
poner límites, “porque si bien es cierto que al final siempre triunfa la
muerte, no es tanto el (previsible final) lo que importa, sino cómo llegamos a
él: podemos someternos al vacío mucho antes de que él nos reclame, y eso es lo
que quisieran introducirnos los poderes que hacen de la cultura un resorte cada
vez más fundamental de su dominación por vía de la banalización, de la
‘naturalización’ de lo existente que es en última instancia el núcleo de la
política posmoderna” (E. Grüner, 1991, p. 10).
Dada las implicancias con
la socialización y socialidad nada más lógico que “socialismo”. La noción de
socialismo es, diríamos, contrahegemónica por lógica, naturaleza y derecho
histórico, es decir, porqué está “encarnado”.
Sin embargo, así como el
liberalismo y el neoliberalismo son términos sobresaturados de significados al
punto de “no decir nada de tanto que dice” (¿“significantes vacíos”?),[26][xxvi] el socialismo también se multiplica en una diversidad de significados,
algunos de los cuales se expresan asociados a otros significantes también
cargados de historia y saturados de significaciones: socialismo científico,
socialismo revolucionario, socialismo marxista,
socialismo anarquista, socialismo cristiano, socialismo democrático,
socialismo nacional y, no por casualidad, nacionalsocialismo. Todas son
designaciones que pretenden “superar” (en el sentido hegeliano) los vacíos (¿?)
del “socialismo” a secas, llenándolos y combinándolos con los contenidos de
otras expresiones, resultado del juego social (histórico) de oposiciones, pero
sin que el sentido originario sustancial o esencial desaparezca: el énfasis en
la condición social de la existencia de las “personas” y, en tal perspectiva,
el reconocimiento de una socialización y socialidad libre, justa, equitativa e
igualitaria. La metamorfosis de la multiplicación muestra, más que su
vaciamiento, su necesidad y contenido social y vigencia histórica.
¿Cuáles son las
alternativas de construcción socialista de la urbanización?
Una primera reflexión se
refiere a la posibilidad de extender y profundizar el socialismo dentro del
(o en coexistencia con) capitalfeudalismo urbano, de manera similar a la fase
del cristianismo antes de su colonización romana o al surgimiento del
capitalismo en el seno del feudalismo. En tal sentido, algunos afirman que hay
“lugar para todos bajo el sol”.[27][xxvii]
Sin embargo las condiciones
actuales de la urbanización capitalista dejan pocos intersticios territoriales
para la cultura de las catacumbas o “undergraund” fuera de las formas de la
“exclusión” sistémica, y es demasiado resistente para compartir sus territorios
con otras formas de socialización y socialidad. En su origen y crecimiento, el
mundo de las mercancías fue notoriamente funcional al feudalismo, aunque a la
larga las territorializaciones basadas en la propiedad de la tierra fueron
colonizadas por las territorializaciones mercantiles sustentadas en la
propiedad del capital. Si antes la propiedad de la tierra determinaba las
formas de territorialización de las sociedades, ahora es la propiedad de
capital la que determina las nuevas formas de territorialización. Y en el
sentido dialecticamente inverso: si antes las formas de las territorialidades
de las sociedades feudales sustentaban y determinaban la propiedad de la
tierra, ahora son las formas de las territorialidades de las sociedades
capitalistas las que sustentan y determinan la propiedad del capital. La tierra
se ha transformado en capital y el capital en territorios.
El origen, maduración y
hegemonía del capitalismo difiere significativamente del origen, maduración y
posibilidades de hegemonía moderno del socialismo. En primer lugar porqué su
origen moderno es coincidente con el surgimiento de las revoluciones burguesas
(urbanas) y las versiones liberales de los estados (urbanos). En segundo lugar
porqué la maduración del socialismo se fue dando como resultado de la extensión
y profundización de la socialización capitalista. El capitalismo es el
resultado de su propia socialización, al tiempo que produce las condiciones de Ser-otro
expresado en el imaginario socialista.
Las
posibilidades de ensanchar y profundizar la territorialidad socialista se basa,
si nuestros análisis son correctos, en el redireccionamiento de la urbanización
a partir de la reconquista popular de “la calle”. No es casual que el “modo de
producción simbólico” y material tienda a confinar a las personas,
reteniéndolas seducidas o cretinizadas
por un mundo de imágenes de formas de vida y consumo que desfilan virtualmente
en las pantallas de los televisores y los monitores, en la intimidad de cierto
tipo de oikos (casa) individualistas (su casa), es decir, reducida a un
dominio que solo afirma la pertenencia ilusoria a la clase de los poseedores.
La urbanización feudalcapitalista es un inmenso dispositivo productor de
“muchedumbre”, de autómatas. Se basa en la reproducción de “conductas de
agregado”, en ligar amontonando, es decir, evitando transformar la muchedumbre
en agente y agencia histórica.
Creemos
entonces, que la urbanización socialista, debería reconquistar con una nueva
socialidad o cultura la calle, transformándola en el medio para redefinir la
socialización y socialidad de los lugares, de los oikos en el sentido de
los griegos, en una pespectiva multiescalar, contraponiendo a la magnitud de la
lógica del valor del capital, la magnitud de la lógica de la solidaridad social
en una perspectiva mundializada, acorde con la urbanización global de la
formación mundial.
La
riqueza, se dice, está en pocas manos, mientras que la circulación está en la
de muchos. El enredo, desigual y combinado, replantea “aggiornadamente” la dialéctica
entre la servidumbre y el señorío. Los derechos de propiedad de los
dispositivos urbanos está en las manos de poco y cada vez menos, mientras que
la tenencia y el control directo está en las de muchos, aunque, si se
consideran los “excluidos” de la muchedumbre en la que se insertan, paulatina y
relativamente sean menos.
El análisis social de las
ciudades, en especial las grandes conurbaciones, metrópolis, megalópolis o las
ciudades primaciales regionales y provinciales, revela que son cada vez menos
los incluidos en el reparto de la plusvalía social o “beneficios” de la
reproducción ampliada del capital, directa o mediada por el empleo estatal o
las redistribuciones de las políticas sociales, y cada vez más los excluidos de
sus “beneficios” en términos absolutos o con formas notoriamente precarizadas
derivadas, se dice, de la “flexibilización” de las relaciones salariales
impuesta por la lógica fetichizada del “nuevo orden internacional”.
La proporcionalidad entre
incluidos y excluidos dentro de las ciudades, sedes por excelencia de la
política, genera muchas dificultades a la hora de pensar la profundización
contrahegemónica en base al formato ortodoxo de la “lucha de clases” y la
caracterización del Estado capitalista como instrumento exclusivo al servicio
del capital (C. Offe, 1990; E. Laclau, 1996; J. Villarreal, 1996). Esta
característica de la “posmodernidad” urbana, en especial en urbanizaciones
similares a la de Buenos Aires, con el 23
% de desocupados y subocupados, el 40 % de la población por debajo de la
línea de la pobreza y 15 % de indigentes (INDEC, 2004), determina formas de la
agencia política centrada más en la atención de las condiciones de reproducción
de la vida cotidiana (vivienda, educación, salud, calidad de vida en general)
de los “excluidos”, que en las relaciones salariales estructurales de la
distribución, sean capitalistas o estatales.
Los asalariados,
enfrentados a una realidad social y urbana que amenaza con excluirlos, se
enfrentan a su vez a los excluidos, quebrando en consecuencia las posibilidades
de reconstrucción de bloques locales contrahegemónicos. En Argentina los juegos
de exclusión recíprocos se evidencian con claridad en la imposibilidad de
articular las organizaciones gremiales típicamente urbanas con las
organizaciones “piqueteras” y de ambas, juntas o por separado, con “el resto”
de la sociedad.
El ensanchamiento de la
exclusión en “la calle”, tal como lo consideramos, además de implicar la
ghettización inversa de los sectores medios y alto en la diversidad de barrios
o condominios cerrados, se revela como un factor de presión y amenaza
territorial sobre la esfera de la circulación de todo el sistema.
Aquí convendrá tener
presente que si bien la compactación urbana del mundo es orgánica al neoliberalismo
y a la cadena de valor de la feudalización capitalista, en tanto condición de
la concentración y centralización, también constituye su talón de Aquiles
debido a la dispersión amenazante de los excluidos que, en el marco de la
reproducción democrática, no pueden confinarse en ghettos sin mediar procesos
de relativa autoexclusión.
Se advierten, entonces,
notorias dificultades para sostener el funcionamiento social dentro de los
marco de la democracia en sociedades en las que la “calle” se puebla de excluidos
y los incluidos se recluyen en los centros comerciales y de servicios, barrios
cerrados, barrios vigilados y parques industriales por efecto de la
obliteración de la interdependencia entre residencia, consumo y producción.
Pero también se advierten “muros” en las urbanizaciones que impiden la
ampliación socializadora del campo contrahegemónico. Cuando se habla de
“muros”, se habla de materialidades de interdicción similares al efecto de los
vidrios polarizados, de barreras urbanas físicas, pero también podemos hablar de las
construcciones simbólicas, de los universos de representaciones que obliteran
la “in-formación” y la “formación” (en sentido aristotélico) indispensable para
la construcción de agentes y agencias históricas con capacidad para derribar
los “muros” de la percepción y los consensos neoliberales de la vida social.[28][xxviii]
A tal efecto el análisis
urbano revela la relativa eficacia del trabajo que opera sobre la socialización
y socialidad desde lo local hacia lo global (D. Harvey), mediante paulatinas
expansiones escalares de la socialización. No hay atajos entre lo local y lo
global, en la medida en que la distancia entre las élites del poder y la
“muchedumbre” se agranda en un sentido estructural y se acorta, a pesar de los
muros, en el sentido estrictamente urbano. La socialización de las élites es el
reverso de la socialización de la muchedumbre, envueltas y “en-redadas” por y
en las calles de la contradictoria interdependencia social.
Llegado a este punto, y
habida cuenta de los avances científicos sobre la cuestión urbana que hemos
inventariado y analizado en nuestras
investigaciones, nos resta concluir, parafraseando aquella célebre tesis sobre
Ludwig Feuerbach, que hay mucho conocimiento disponible, y que la principal
deuda radica en como transformarla siguiendo una dirección contraria al
capitalismo feudal urbano impulsado por las sucesivas olas neoliberales.
En tal sentido habrá que
recuperar plenamente la noción griega de praxis, obliterada por la coacción
neoliberal que nos fuerza a los automatismos y a adoptar los esquemas
productivistas en el mundo académico. Plenamente, en tanto es imposible
cartografiar la realidad urbana en clave contrahegemónica si no reeducamos la
conjugación de nuestros deseos a la par de los procesos emancipatorios que
transforman paulatinamente la muchedumbre de las calles en agencia histórica.
La perspectiva, creemos, implica la cartografía tanto de las fallas, vacíos o
perversidades visibles y ocultas del capitalismo y del neoliberalismo, como sus
lados buenos, es decir, aquellas cosas de la urbanización total que deberíamos
incluir en los mapas en los que se trazan los itinerarios de ampliación
socializada de los “nuevos espacios de esperanza” (F. Jameson, 1991 y D.
Harvey, 2000).
[1][i] Recordemos:
en alguna parte Marx dijo que “los hombres hacen la historia en circunstancias
que no eligen”. En un comic alguna vez leí “nos corren, pero nunca para dónde
queremos ir”.
[2][ii] Expresión similar de la
expresión “conservador de izquierda” propuesta por E. Grüner (2002). Pretendo destacar la pertenencia a una
tradición sin que implique la afirmación del tradicionalismo. Aunque las
expresiones son diferentes, ambos compartimos la misma idea.
[3][iii] Aquí estamos invirtiendo la
situación de la modernidad en el sentido de que las relaciones sociales
anacrónicas premodernas limitan el desarrollo del capitalismo, expresada por
Marx al decir que “no sólo padecemos a
causa de los vivos, sino tambén de los muertos. ¡Le mort saisin le vif! [¡El muerto atrapa al vivo!]
(Marx, “Prólogo” a la primera edición de El Capital, 1867). Volvemos
sobre el tema.
[4][iv] Muchas telenovelas las
expresan, tal como la reciente “El dueño de la vereda”. La serie televisiva “Dallas”
es otra. En la mayoría el carácter feudal deriva de las jerarquías
patrimoniales. El cine también es fuente de ilustraciones, en películas como
“Padre patrone” [“Padre padrón”] y “El Padrino”.
[5][v] En Argentina
[6][vi]
Título del libro de M. Margulis y otros (1994). La cultura de las “pintadas” y
“graffiti” es un tema pendiente.
[7][vii]
Una exploración inmediata en internet realizada recientemente arrojó los
siguientes resultados: (63) referencias de capitalismo feudal, (21) feudalismo
capitalista, (1) feudalización capitalista. La consulta con
historiadores, urbanistas y sociólogos no
arrojo ninguna pista sobre las expresiones. Entre los consultados destacamos a
I. Wallerstein y D. Harvey
[8][viii] Sobre la cuestión de la
dialéctica y el desarrollo desigual, combinado, contradictorio y complejo nos
extendemos en Di Cione (2003a, 2005) y en otros artículos disponibles en http://www.vdc.geoamerica.org/.
[9][ix] Nos situamos en la
perspectiva de D. Harvey (1982) al considerar las resoluciones de las crisis de
acumulación del capitalismo. El “primer corte” son las devaluaciones del
capital. El “segundo corte” radica en las concentraciones y devaluaciones
financieras. “El “tercer corte” a los desplazamientos geopolíticos de las
crisis. Nosotros proponemos que la feudalización de la socialización es el
“cuarto corte” a la crisis de acumulación del capital.
[10][x] El tema fue tratado por numerosos
autores, entre los cuales destacamos W. Benjamin, McLuhan, Baudrillard y Eco.
El texto de Baudrillard (1993) fue el que pivoteó la atención criítica sobre el
tema en las últimas décadas.
[11][xi]
La articulación entre ambas fue tematizada recientemente con motivo de los
intercambios entre el actual Papa Ratizinger y J. Habermas.
[13][xiii]
Es conveniente distinguir los casos claramente encuadrable en las diferentes
figuras del reconocimiento, de los casos de corrupción institucionales que por
su envergadura y modos de operar corresponden caracterizarlos como
“negociados”. Estos casos son típicas formas de ganancias y acumulaciones por
desposesión o despojo.
[14][xiv]
En Argentina contribuyeron a legitimar parcialmente los proyectos de
deslocalización de la administración nacional durante los comienzos de la
democratización (1983-86), hasta que fueran finalmente archivados.
[15][xv]
Remitimos particularmente a las obras de la sociología urbana crítica francesa
(M. Castells, C. Topalov, J. Lokjine), la geografía critica anglosajona (D.
Massey, D. Harvey y los de la escuela regulacionista (Boyer, Saillard, Lipietz,
Coriat).
[16][xvi]
Sobre el tema nos extendemos en Di Cione (2003b y 2003c) disponibles en www.vdc.geoamerica.org/
[17][xvii] DI CIONE, V., 2003b,
“Aportes críticos para una geopolítica ambiental del capitalismo”, Disponible
en www.geobaires.geoamerica.org/vdc/aportesgeopolambientalcapital.pdf
]
[18][xviii] Tal es el título de un
seminario que se desarrolla en una universidad privada de Buenos Aires
especializada en cooptar y capacitar “dirigentes de negocios”.
[19][xix]
Entedemos aquí “naturaleza” a la
“primera naturaleza” tales como las reservas, espacios verdes, parques
naturales y regiones con escasa o nula actividad antrópica.
[20][xx] Los
autos compactos es la mejor imagen del concepto de compactación: la carrocería
cumple la función de chasis. La compactación alude a la mayor solidaridad
orgánica o dependencia mutuas entre los lugares. El problema en un lugar
repercute instantáneamente en los otros lugares.
[21][xxi]
Consigna de la convocatoria del X Encuentro de Geógrafos de América Latina (San
Pablo, 20 al 25 de marzo de 2005).
[22][xxii]
Del alemán Frage, pregunta y stellung, posición o colocación en
relación a un problema o algo, fue propuesto por Hobsbawn (1983) para
sintetizar el universo de anclaje de la perspectiva historiográfica, es decir,
la posición social y epistemológica de sus interrogantes.
[24][xxiv]
Dialéctica mediante, cada significante remite desde las esencialidades de sus
propias formas a los otros, razón por la cual habría que inventar un nuevo
significante. Jameson (1984, 1991), atento a las imposiciones de los vientos
estructuralistas y posestructuralistas prefirió, con reservas, el término
“posmodernidad”, en consonancia con la importancia de época de la crítica de
J-F Lyotard (1979) para referirse a la
“tercera fase” del desarrollo del capitalismo. Nosotros, tal como hemos
argumentados, sugerimos transversalmente
las expresiones “feudal-capitalismo urbano” y “capital-feudalismo”, pero
siempre dentro de la “flecha del tiempo-histórico” tan excelentemente
interpretada por la noción hegeliana de “superación”. En la medida en que esta
en juego el avance en el horizonte de la sucesivas superaciones, también habría
que agregar términos como “sobremodernización” o “metamodernización”. Hay
muchos significantes posibles. La cuestión radica en los acuerdos y desacuerdos
de los contenidos individualizadores, entre ellos el problema, para algunos, de
las discontinuidades que habilitarían pensar que estamos en otra formación
social radicalmente diferente.
[25][xxv]
Aquí reflexionamos parafraseando a J.P.Sartre, El Ser y la nada
(1943), F. Jameson (1991) y E. Grüner
(1991).
[26][xxvi] Expresión propuesta y
tematizada por E. Laclau (1996).
[27][xxviii] El tema de los cerramientos
o encerramientos es abordando intensamente en la última década, por
científicos, urbanistas, operadores inmobiliarios y politicólogos. Pueden consultarse
los trabajos citados en la bibliografía de, Michael Janoschka (2002), Rodrigo
Hidalgo Dattwyler (2005), Gabriel Alvarez (2005).
Los
temas son tratados por una lista interminable de autores, muchos de los cuales,
como en cualquier producción social, fueron y son, siguiendo la distinción que
propone J. Ibañez, fuentes de inspiración. En esta categoría de fuentes destaco
en primer lugar los autores clásicos de la tradición socialista y anarquista y
también a sus contradestinatarios liberales y neoliberales por su empeño en
poner en evidencia las formas de enmascaramiento de sus propias prácticas. En
segundo lugar a aquellos que en la actualidad siguen sosteniendo la posibilidad
de construcción de una sociedad diferente, poniendo de relieve la superficie y
profundidad de las contradicciones y despejando caminos o descubriendo atajos.
En tercer lugar la diversidad de trabajos presentados en los seis Coloquios
Internacionales de Geocrítica iniciados en 1999 y los Seminarios Nacionales de
Geografía Urbana (Brasil) iniciados en 1988, que nos abrieron el horizonte con
las reflexiones y la fenomenología de una gran cantidad de casos empírico. Los
lectores sabrán percibir tales fuentes, de las cuales una gran cantidad, con
seguridad, no leímos aún, y de otras,
con los años y la falta de registros, hemos olvidado las referencias de
inventario. Pedimos disculpas por anticipado a ambos grupos.
Sin
embargo nuestra principal fuente de inspiración radica en la geografía vivida
en las “calles” (en el sentido de H. Lefebvre) de la socialización y
socialidad, con todas sus contradicciones. En dicha geografía estamos
particularmente en deuda con los sentimientos y reflexiones indocumentados de
los compañeros, compañeras, colegas y alumnos con los que compartimos
cotidianamente trayectos y proyectos.
En
la interminable lista de compañeras estoy particularmente en deuda con Marta
Alicia Pesenti, antropóloga, por los muchos trayectos compartidos (y discutidos)
y por su enorme sensibilidad y agudeza en el análisis de la socialidad de la
vida cotidiana. Sin su mirada, comentarios y reflexiones, con frecuencia
notoriamente perturbadoras de las inercias de la razón por su radicalidad y
persistencia, muchas esencialidades cotidianas del capitalfeudalismo no
hubieran sido destacadas y analizadas.
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bibliográfica:
DI
CIONE, V. ¿Neoliberalismo
o capitalfeudalismo urbano? reflexiones a partir de la cuestión urbana de
Argentina. Scripta Nova.
Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona:
Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2005, vol. IX,
núm. 194 (93). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-194-93.htm> [ISSN:
1138-9788]
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número 194
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