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Geo Crítica
Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 197, 15 de septiembre de 2005

LA EVOLUCIÓN DEL SECTOR AGRÍCOLA EN TUCUMÁN (ARGENTINA) DESDE FINALES DEL XIX: UNA APROXIMACIÓN A TRAVÉS DE LA DINÁMICA DE LOS GRUPOS DE CULTIVOS

Juan José Natera Rivas
Ana Ester Batista Zamora
Departamento de Geografía, Universidad de Málaga
jjnatera@uma.es

Resumen. En los últimos 128 años la actividad agraria de la provincia argentina de Tucumán ha experimentado notables variaciones, entre las cuales la importante expansión de la superficie roturada y los cambios en la extensión y distribución de siete grandes grupos de cultivos en los que pueden ser reunidos los diferentes aprovechamientos agrícolas pueden contarse entre las más evidentes. En la presente investigación tomamos estos cambios como indicador de síntesis de las principales mutaciones que han afectado a la actividad agraria provincial, teniendo en cuenta que la importancia y extensión de un grupo de cultivos determinado a menudo da pistas sobre su importancia económica, y aún social; además, identificamos los principales procesos, de orden local, nacional e internacional, que subyacen en ellas.

Palabras clave: agricultura, Argentina, grupos de cultivos, Tucumán.

Abstract. In the last 128 years, the agrarian activity of the Argentinean province of Tucumán has experienced a wide range of modifications; among them, the expansion of the cultivated area, and the variations suffered by the extension and spatial distribution of the seven groups in which the crops could be arranged are probably the most evident. In this paper we use these variations as an indicator to identify the main changes that the agrarian activity in Tucumán has experienced, taking into account that the importance and extension of a group of crops is often related with it's economical and social importance. In addition, we identify the processes of local, national and international order that lie behind them.

Key words: agriculture, Argentina, groups of crops, Tucumán.

Localizada en la región noroeste de la República Argentina, la provincia de Tucumán ha visto cómo influían sobre su sector agrario a lo largo de los últimos 128 años toda una multiplicidad de procesos, alentados por factores de índole local, nacional e internacional: el azote de plagas agrícolas, la imposición de aranceles a la entrada de azúcar con el fin de proteger la producción nacional, o las demandas internacionales de determinados productos agroalimentarios son sólo algunos ejemplos de los mismos. Como consecuencia, la actividad agraria provincial ha experimentado importantes mutaciones: así, si Tucumán ha sido considerada, con razón, como una provincia dedicada fundamentalmente a la caña de azúcar y a su industrialización en los ingenios levantados al efecto, esto no siempre ha sido así; durante el último tercio del XIX Tucumán era fundamentalmente una provincia cerealera, al tiempo que, en la actualidad, no sólo la caña de azúcar ha dejado de ser el apartado agrario que más ingresos genera en la provincia, sino que las hectáreas a ella dedicadas se han visto ampliamente superadas por las implantadas con soja.

Los estudios referidos a la evolución, a veces a lo largo de intervalos temporales amplios, de los principales cultivos de la provincia son muy numerosos. Como reflejo de su importancia no sólo en la economía, sino también en la sociedad tucumana, son especialmente abundantes los referidos a la caña de azúcar, y recientemente han visto la luz otros dedicados a alguno de los aprovechamientos más dinámicos, y actualmente de gran importancia económica, como los correspondientes al limón, a la soja, a las hortalizas -con especial atención a las fresas-, etc. En ellos se abordan, con referencia a periodos temporales variables, cuestiones tales como la evolución de la estructura de la propiedad, el funcionamiento de algunos complejos agroindustriales, la importancia social de la actividad agraria... Sin embargo, tal vez la consecuencia más evidente de los cambios que el agro tucumano en su conjunto ha experimentado en el último siglo y cuarto sea la tocante no sólo a la propia extensión del área cultivada, sino también a la importancia superficial y a la localización de los diferentes aprovechamientos que a lo largo de este periodo se implantaron en ella, entre otras razones por sus implicaciones sobre el paisaje provincial. Pero más allá de esto, la extensión de los cultivos da pistas sobre su importancia económica, desde el momento en que tan sólo alguno de ellos ha escapado a la fuerte relación directa que se establecía entre superficie cultivada y producción, puesto que los aumentos en la producción de los cultivos han venido dados, o incluso aún vienen dados, más por incrementos en la superficie que por incrementos en la productividad. En este contexto, el que Tucumán sea considerada una provincia cañera implica no sólo la importancia económica de este cultivo, sino también su importante extensión espacial, lo cual es extrapolable también, a una escala menor, a los departamentos sojeros, o limoneros.

Siendo esto así, la importancia y distribución departamental de los grandes grupos de cultivos puede tomarse como indicador de síntesis -aunque incompleto, pues no da cuenta de elementos tales como la estructura de la propiedad, los circuitos de comercialización, etc.- del proceso de evolución del agro tucumano. Además, desde el momento en que tan sólo procesos de gran magnitud serán capaces de alterar significativamente dichas importancia y distribución entre dos momentos determinados, la explicación de las variaciones darán cuenta de los principales hechos que han afectado a la actividad agraria de la provincia de Tucumán, lo cual resulta de gran utilidad cuando el periodo estudiado es tan extenso como el que nosotros consideramos.

Consecuentemente, el objetivo de las páginas que siguen es identificar las principales mutaciones que la actividad agraria de la provincia de Tucumán ha experimentado en los últimos 128 años, tomando como indicador las variaciones en la importancia y distribución de grandes grupos de cultivos, dando cuenta al mismo tiempo de los principales procesos que subyacen en dichas variaciones, procesos que se resuelven como variables explicativas de las mismas.

Para cumplir con este objetivo hemos debido recurrir a una variedad de fuentes, desde el momento en que no existe una serie estadística única que abarque en su totalidad el periodo temporal cubierto por nuestra investigación; en este sentido, debe indicarse que pese a que se han realizado diferentes Censos Agropecuarios y Ganaderos en Argentina, el nivel de información que ofrecen es muy variable (abundante en los dos últimos, extremadamente parco el de 1969, etc.), y no en todos ellos figuran las hectáreas dedicadas a los diferentes cultivos. Por todo ello, junto a las estadísticas aportadas por León (1993) referidas al año 1874, hemos empleado cifras correspondientes al Anuario Estadístico de Tucumán para el periodo 1900/1930, estimaciones de la Secretaría Estado de Agricultura y Ganadería de la Provincia de Tucumán (S.E.A.G.) para el correspondiente a 1960/1990, y los resultados definitivos a nivel departamental de los Censos Nacionales Agropecuarios (C.N.A.) de 1988 y 2002.

A comienzos de la década de los noventa la delegación de la S.E.A.G. en Tucumán dejó de ofrecer estadísticas, y las obtenidas en Buenos Aires en la denominada S.E.A.G.y P. Nación referidas a Tucumán presentan ausencias de cultivos de gran importancia en la provincia, limitando su utilidad. Por ello, la extensa serie basada en la información aportada por esta Institución, continuación de la ofrecida por los Anuarios Estadísticos de la Provincia, no puede ser llevada más allá de principios de los noventa del siglo pasado. A este hecho viene a unirse otro, y es que en la década de los setenta se adoptó una nueva división administrativa en la provincia (Ley 4.518), según la cual se pasaba de los 11 departamentos existentes hasta esa fecha a los 17 actuales, modificación que, consecuentemente, fue adoptada en las estadísticas censales de 1988 y 2002. Es preciso señalar que el proceso de obtención de un nuevo departamento no implicó únicamente la división de otro preexistente (lo cual hubiera permitido recomponer la estructura anterior por medio de la adición de las subdivisiones), sino que en varios casos la obtención se realizó a través de la combinación de fracciones de varios departamentos. Este hecho torna incomparable stricto sensu la información censal correspondiente a las dos últimas rondas con la ofrecida por la S.E.A.G., que, recordemos deja de sernos útil desde comienzos de los noventa. Sin embargo, esta última Institución no adoptó la nueva división administrativa, quedando referidas sus estadísticas a la antigua división en 11 departamentos; este hecho, de gran relevancia para nuestros intereses, permite comparar las realidades administrativas correspondientes a la división en 11 departamentos (con cifras de la SEAG[1]) y a la división en 17 departamentos (con cifras del CNA de 1988), tomando ésta última como punto de partida para el estudio de lo ocurrido entre esa fecha y el 2002, y permitiendo de esta forma culminar la serie temporal.

Por otro lado, el grado de desagregación que las fuentes nos ofrecen en lo relativo a los cultivos es muy elevado (alrededor de las 125 en el C.N.A. de 2002, 65 en los listados de la S.E.A.G.). Por ello, hemos decidido agrupar los cultivos en los siete grandes grupos que los Censos reconocen, a saber: frutales, leguminosas, industriales, oleaginosas, granos, hortalizas y forrajeras, grupos a los que hemos, al contar con información referente a ellos, añadido las semillas y un grupo de otros cultivos (compuesto por aromáticas, flores para corte y viveros) en el último Censo. Estos agrupamientos conforman las categorías básicas con las que hemos trabajado, lo cual no impide que, donde ha sido necesario para la mejor comprensión de los procesos estudiados, hayamos bajado al nivel de especie.

En cuanto al instrumento empleado para explotar las estadísticas, hemos seleccionado el Índice de Combinación de Weaver. Como es sabido, este índice permite resolver cualquier problema de clasificación, siempre que los datos se presenten de forma porcentual, comparando las distribuciones observadas con otras hipotéticas con el objeto de establecer a cuál de ellas se parece más, y así poder clasificar y comparar unas áreas con otras. Consecuentemente, su aplicación nos informa del número de grupos de cultivos predominantes en un departamento determinado, identificándolas y ordenándolas según su importancia. Por la forma en que es calculado, este instrumento tiene la indudable ventaja de que en la mayor parte de los casos tan sólo variaciones significativas en las cifras de origen pueden afectar el resultado final, lo cual es de gran importancia en nuestro caso; téngase en cuenta que la información de la que disponemos para la mayor parte de la serie temporal son estimaciones, (bastante fiables, pero con un grado de exactitud menor que el de los Censos Agropecuarios), cuyas inexactitudes podrían afectar el resultado final de la aplicación de instrumentos más complejos, pero que quedan prácticamente eliminadas al usar el índice de combinación.

División temporal del periodo estudiado

Para el estudio de los procesos ocurridos en el periodo objeto de nuestra investigación hemos adoptado una división temporal conformada por cinco etapas. La primera de ellas arranca en 1874, dos años antes de la crucial llegada del ferrocarril a la provincia, y se extiende hasta 1900, cuando las importantes modificaciones producidas por este acontecimiento ya eran claramente visibles en el agro tucumano. La segunda abarca desde los comienzos del siglo XX hasta la década del 30, momento en el que la situación política internacional llevó al país a adoptar un modelo basado en la sustitución de importaciones, en contraste con el agroexportador hasta entonces imperante. En este sentido, es preciso indicar que la situación de marginalidad económica en la que la provincia había quedado tras el proceso de Independencia, y el desarrollo de actividades agrarias destinadas en lo fundamental al mercado nacional supusieron que la inserción de la provincia en el modelo agroexportador fuese indirecta; pero pese a que la producción agrícola tucumana estaba destinada fundamentalmente al mercado interno, la coyuntura internacional afectó de manera decisiva a la superficie dedicada a determinados cultivos, provocando su expansión o disminución. El tercer periodo recoge las décadas que van desde el treinta del siglo pasado hasta la del sesenta. El punto de inflexión fue la gran crisis de sobreproducción que afectó a la actividad cañera en 1966, dislocando la economía provincial, crisis que implicó el cierre de ingenios, crisis que fue de tal magnitud que hizo necesario implantar un paquete de ayudas conocido como “Operativo Tucumán”. Tomamos la situación correspondiente a 1960 como indicativa del estado de cosas anterior a la crisis. Por su parte, la cuarta etapa, que abarca el periodo comprendido entre las décadas del sesenta y del noventa, viene marcada por un proceso de reestructuración del agro tucumano, consecuencia parcial de la crisis anterior, en el cual se comenzó a diversificar la producción vía introducción de nuevos cultivos, como la soja, o expansión de otros preexistentes, como el limón. Por último, los 14 años que median entre los Censos Nacionales Agropecuarios de 1988 y 2002 conforman la última de las etapas en las que hemos dividido nuestro periodo de estudio, una etapa marcada, en lo fundamental, por la continuación de la expansión de la superficie sojera gracias a mejoras tecnológicas y a nuevas prácticas culturales.

Por último, antes de introducirnos en el núcleo de la investigación, creemos necesario hacer un breve inciso para reseñar, siquiera sea de forma muy somera, las características básicas del medio físico de la provincia. Con una extensión de 22.500 km2 y surcada en su porción occidental de norte a sur por una cadena montañosa que alcanza alturas de 5.000 ms, no toda la provincia de Tucumán presenta las mismas aptitudes para el desarrollo de la actividad agrícola. Así, el volumen de las precipitaciones está fuertemente influenciado por la localización con respecto a las alineaciones montañosas que actúan como pantalla con respecto a las masas de aire húmedo que, provenientes del este, son la principal fuente de lluvias de la zona. Asimismo, los suelos presenta problemas de salinidad conforme vamos hacia el este, debido al ascenso de sales desde una capa freática situada a poca profundidad, desde el momento en que el área oriental de Tucumán (excepto su porción norte) es una llanura deprimida; en aquellas zonas del noreste y sur provinciales donde el problema de la salinidad no está presente, la escasez de lluvias se resuelve como el principal limitante para la actividad agrícola. Y este mismo factor es el causante de lo reducido de las lluvias al oeste de las Cumbres Calchaquíes, área afectada por un efecto föehn, a lo que es preciso unir la elevada altura media de esta porción provincial. Por tanto, son el piedemonte de las Cumbres y el área localizada a su oriente la zonas más favorables para la puesta en práctica de las actividades agrarias; dicha zona presenta un clima húmedo y cálido, con precipitaciones que oscilan entre los 700 y 1.000 mms. anuales -descendiendo hacia el este- y temperaturas del orden de los 19º C de media; sus suelos tan sólo presentan limitaciones en relación con los déficits hídricos, aunque la salinidad aumenta hacia el este(Zucardi y Fadda. 1985, passim).

Primera etapa: 1874/primera década del XX

El cambio de siglo sorprendió a la provincia de Tucumán en pleno proceso de transición desde una agricultura orientada en lo fundamental al autoconsumo a otra que destinaba gran parte de su producción a abastecer a la República de un producto esencial, como es el azúcar. En este cambio intervinieron numerosos factores, como la disponibilidad de mano de obra en la provincia, la llegada del ferrocarril, las políticas destinadas a la protección del azúcar nacional, la existencia en Buenos Aires de grupos de presión ligados a la actividad azucarera, etc., que acabaron desembocando en la aparición de un monocultivo centrado en la caña de azúcar.

Como consecuencia de este proceso de transición, los granos -maíz, trigo y arroz- se configuraban como el grupo de cultivos predominante, presente en todos los departamentos y en condición de monocultivo -en el sentido que se deriva de la aplicación del índice- en la mayoría de ellos. Téngase en cuenta que, si bien el contexto era de una Argentina que aún importaba cereales básicos como maíz o trigo, Tucumán era la segunda provincia en función de las hectáreas dedicadas al arroz y la tercera al trigo, proporcionando en 1875 entre ambos cultivos el 44% del valor de la agricultura provincial (Natera y Batista. 2002, p. 402).

Además, la importancia de la ganadería en la porción norte de la provincia queda atestiguada por la presencia en la distribución por cultivos de las forrajeras en Trancas y el área de Tafí, así como en el departamento Capital, posiblemente en relación con la presencia de tambos, explotaciones de ganado vacuno destinado a la producción de leche, para consumo de este producto en la capital (cuadro 1).

 

Cuadro 1. Provincia de Tucumán, 1874. Grupos de cultivos predominantes por departamento

Departamento

Grupo predominante

Departamento

Grupo predominante

Burruyacu

G

Graneros

G

Capital

G-I-Fo

Leales

G

Chicligasta

G

Monteros

G

Colalao

Fo-G

Río Chico

G

Encalilla

Fo-G

Tafí

Fo

Famaillá

G

Trancas

G-Fo

G: Granos; Fo: Forrajeras; I: Industriales.
Fuente: Datos de León, 1993. Elaboración propia.

 

Junto a ello es preciso indicar que, tal y como se aprecia en el cuadro 2, ya en épocas tan tempranas el grupo de los industriales estaba presente con fuerza en el departamento Capital, foco de origen de la expansión cañera. En 1881 de los 34 ingenios existentes en la provincia, 28 se encontraban en este departamento, que aún comprendía el actual Cruz Alta (Bossoneto. 1949, p. 51); la caña de azúcar, con 1.500 has. cultivadas, se configuraba como uno de los dos aprovechamientos provinciales no ligados a la agricultura campesina, sino que junto al tabaco, del que existían en toda la provincia 980 has., se configuraba como actividad demandante de mano de obra. El resto de grupos de cultivos (frutales, hortalizas y leguminosas) no tenían en la práctica importancia alguna, sino es en el contexto de una agricultura de autoconsumo y de comercio en el propio marco provincial.

 

Cuadro 2. Provincia de Tucumán, 1874.
Superficie ocupada por grupos de cultivos (hectáreas), por departamento

Departamento

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Total

Burruyacu

148

10

4.545

27

45

0

4.775

Capital

940

167

2.310

95

1.594

41

5.147

Chicligasta

651

31

8.675

165

475

41

10.038

Colalao

620

0

516

0

0

0

1.136

Encalilla

434

0

310

0

0

0

744

Famaillá

372

66

5.632

124

554

103

6.851

Graneros

238

0

2.841

0

147

0

3.226

Leales

72

3

1.423

103

6

0

1.607

Monteros

352

80

4.700

83

109

72

5.396

Río Chico

310

15

4.287

23

329

8

4.972

Tafí

258

0

41

0

0

0

299

Trancas

1.037

1

2.996

0

0

41

4.075

Total

5.432

373

38.276

620

3.259

306

48.266

Fuente: León, 1993. Elaboración propia.

 

El comienzo del despegue azucarero, cuyo momento de inicio podría cifrarse en 1876, año de la llegada del ferrocarril a Tucumán, introdujo grandes modificaciones en el agro provincial, que tuvieron su reflejo en los grupos de cultivos implantados en los diferentes departamentos. No obstante, es necesario señalar que en la comparación entre 1874 y 1900 tan sólo indicaremos las tendencias más importantes, debido a que la información de la que disponemos a nivel departamental proviene de fuentes que contemplan unidades administrativas diferentes. La primera modificación que podemos registrar está en relación con el total de la superficie labrada en la provincia. Así, de las 48.266 has. sembradas en Tucumán en 1874 se pasó en 1900 a 89.414; pero no todos los departamentos participaron con la misma intensidad en este proceso de aumento de la superficie cultivada, sino que éste fue más marcado en los departamentos del centro de la provincia, esto es, aquellos que conformarían más tarde el núcleo cañero, mientras que aquellos otros localizados en la periferia mantuvieron o, aparentemente, incluso disminuyeron el número de hectáreas en ellos cultivadas (cuadro 3).

 

Cuadro 3. Provincia de Tucumán, 1874/1900. Superficie cultivada (hectáreas), por departamento

Departamento

1874
1900

Departamento

1874
1900

Burruyacu

4.775

1.913

Graneros

3.226

2.787

Capital

5.147

4.973

Leales

1.607

4.819

Chicligasta

10.038

12.191

Monteros

5.396

12.352

Colalao

1.136

-*

Río Chico

4.972

7.922

Cruz Alta

-**

21.061

Tafí

299

2.211

Encalilla

744

-*

Trancas

4.075

2.637

Famaillá

6.851

16.550

Total

48.266

89.416

*Desaparecidos ya en 1900.
**
El departamento Cruz Alta se creó en 1888, por división del departamento Capital.
Fuente: 1874: León, L.: 1993; 1900: Anuario Estadístico Tucumán. Elaboración propia.

 

Este incremento diferencial en las tierras labradas se explica desde el momento en que fue la caña de azúcar el cultivo que mayor aumento registró entre los dos momentos considerados. Así, y según la información de la que disponemos, las tierras dedicadas a la caña de azúcar habrían aumentado en 47.000 hectáreas -incremento superior, por tanto, al correspondiente al total provincial-, a través tanto de la puesta en explotación de nuevas tierras como de un proceso de sustitución del trigo por la caña en las zonas de riego (grano que registró una caída de 12.000 has. en la superficie a él dedicada). La importancia de la extensión del cultivo cañero fue tal que las hectáreas a ella dedicadas en 1900 venían a igualar aproximadamente el total de tierras cultivadas en todo Tucumán en 1874. Esta gran expansión de la superficie cañera estuvo motivada por la política proteccionista del gobierno nacional, que, mediante fuertes y sucesivos gravámenes al azúcar importado (la compra de azúcar en el exterior pasó de 35.000 tns. en 1884 a sólo 150 en 1902) permitió al producto tucumano copar el mercado nacional (Vázquez-Precedo. 1980, p .415), y tuvo a los ingenios como los principales responsables, a través de la creación de colonias cañeras. Así, y si antes de la llegada del ferrocarril en la práctica cada cultivador era al mismo tiempo productor de azúcar, las mejoras tecnológicas introducidas en los ingenios supusieron que éstos demandasen cada vez mayores cantidades de materia prima, con lo que  se vieron obligados a buscar mecanismos que les asegurasen un abastecimiento suficiente de caña de azúcar al menor coste posible. Así, surge el sistema de colonato; el ingenio facilitaba tierras y medios para el cultivo, y el colono recibía una cantidad por la caña entregada en fábrica. Este sistema supuso no sólo el aumento del área cañera, sino que la producción de azúcar se incrementase a tal punto que ya en 1895/96 se registró la primera crisis de sobreproducción, al quedar saturado el mercado nacional. En este sentido, es preciso señalar que los excedentes eran exportados tan sólo a Uruguay, uniéndose posteriormente Gran Bretaña. No obstante, en 1903 este mercado, junto a los de una decena de países europeos, quedó cerrado al azúcar argentino, debido precisamente a la criticada política de protección fiscal a la industria azucarera. Una de las primeras consecuencias del cierre de estos mercados fue la imposibilidad de colocar los excedentes de las cosechas, lo que llevó a promulgar en 1903 la denominada "Ley del Machete", en virtud de la cual se acabó con el 30% de los cañaverales tucumanos (Ortiz. 1987, p. 42).

El otro aprovechamiento incluido en el grupo de los industriales, el tabaco, comenzó a declinar desde principios de siglo; con especial desarrollo en el área central de la provincia, la actividad tabacalera en Tucumán gozaba a finales del XIX de cierta importancia; así, de las 980 has. que se cultivaron en 1874 se pasó a las 2.800 en 1895, centrándose la actividad en el departamento Río Chico (1.100 has.), seguido a cierta distancia por Monteros (641 has.) y Chicligasta (541 has.). Su cultivo en el último tercio del XIX estaba en manos de "hombres del pueblo", que no hacen sino seguir en ella la rutina que les dejaron sus antecesores (Granillo. 1872, p. 115), esto es, en manos del labrador pobre de la campaña (ibidem, p. 123), destinándose la producción tanto a la exportación a Chile como al mercado regional y nacional. No obstante, el atraso del que adolecían tanto las técnicas de cultivo como de elaboración, que redundaban en una disminución del precio del producto, como el severo seguimiento de la actividad por parte de la Administración e, incidentalmente, plagas naturales, actuaban como freno a la extensión de la actividad. A todo ello se unió el hecho de que en aquellos años -alrededor de 1895- los ingenios ofrecían altos precios por la caña, lo que alentó a los agricultores a abandonar la actividad tabacalera.

Consecuencia de todo ello fue el descenso en 1900 a 1.500 has. sembradas en toda la provincia, y a sólo 230 en 1930; la mayor caída se produjo en las áreas en las que competía directamente con la caña, como Río Chico, departamento en el que de las 1.100 has. de tabaco que tenía en 1895 pasó a 417 en 1900 y a tan sólo 31 en 1930, mientras que la caña aumentaba a 15.000 has. en ese último año. De esta manera la caña quedaba, en la práctica, desde los primeros años del XX como el único cultivo industrial de la provincia, y serán necesarios tres cuartos de siglo para que de nuevo el tabaco, esta vez localizado en la zona sur de Tucumán, vuelva a alcanzar cierta importancia.

Junto a este auge que el cultivo de la caña estaba experimentando, en el intervalo considerado se produjeron importantes cambios en el seno del otro grupo de cultivos con gran implantación provincial, los granos, también en estrecha relación con la expansión cañera. Así, y si bien los granos en 1900 todavía continuaban compartiendo la preeminencia con la caña en la mayoría de los departamentos (cuadro 4), el responsable de este mantenimiento fue el maíz, ante la disminución de las tierras dedicadas a arroz y, sobre todo del trigo; en este sentido, si las hectáreas de arroz descendieron a la mitad (de 3.500 has. en 1874 a 1.400 en 1900), las sembradas con trigo sufrieron una merma muy significativa. Así, de las 14.000 has. de trigo que en 1874 se cultivaban en Tucumán se pasó 25 años después a tan sólo 2.300; el porqué debe buscarse en un proceso de sustitución de trigo por caña en las zonas de riego (en las que la caña de azúcar se resolvía como el cultivo más rentable), a lo que es preciso unir el cambio hacia la producción de maíz que se registró en el seno de las economías agrarias de subsistencia; dado que su ciclo vegetativo no es coincidente con el de la caña, el agricultor podía obtener ingresos extra trabajando en la actividad cañera (León. 1993, p. 233). Además, la baja calidad de las harinas locales supuso que desde principios de este siglo se consumieran mayoritariamente harinas provenientes de otras regiones argentinas (Cross. 1942, p. 57), con lo que los incentivos para su puesta en cultivo se redujeron aún más; con estas perspectivas, y ante el descenso en el consumo de harina de trigo que se registró en la provincia, los agricultores decidieron sustituir en sus tierras el trigo por la caña de azúcar, producto mucho más rentable (Ortiz. 1987, p. 477). Por tanto, las 25.114 has. de granos cultivadas en Tucumán en 1900 eran fundamentalmente de maíz, grano que, como más adelante veremos, continuó expandiéndose por la provincia de manera constante hasta la década de 1930, sobre tierras poco aptas para la caña, en terrenos de relativamente poco valor.

 

Cuadro 4. Provincia de Tucumán, 1900.
Superficie ocupada por grupos de cultivos (hectáreas), por departamento.

Departamento

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Total

Burruyacu

104

14,32

1.375,75

276,75

137,75

4,5

1.913,07

Capital

589

81,97

679,75

99,12

3.494

29

4.972,84

Chicligasta

413

81,55

4.319,75

1.811,75

5.508

56,75

12.190,80

Cruz Alta

766

38,39

1.225,50

415

18.603

12,75

21.060,64

Famaillá

327

152,2

2.927,75

816,75

12.288,45

38

16.550,15

Graneros

716

40,99

1.059

136,75

805

29,25

2.786,99

Leales

114

5,36

2.360,75

1.228

1.094,50

16,5

4.819,11

Monteros

331

107,44

6.953,75

1.478,25

3.453,50

28,5

12.352,44

Río Chico

256

73,6

2.681

406

4.467,50

37,5

7.921,60

Tafí

108

39,37

722

91,25

1.194

56,75

2.211,37

Trancas

1691

21,1

809

53,5

21

41

2.636,60

Total

5415

656,29

25114

6813,12

51066,7

350,5

89.415,61

Fuente: Anuario Estadístico de la Provincia de Tucumán. Elaboración Propia.

 

La producción del resto de los grupos de cultivos seguía destinándose al autoconsumo o a la venta en el mercado provincial, con la excepción de las hortalizas. Éstas, a las que se dedicaban en 1900 unas 6.800 has., correspondían en su práctica totalidad a calabazas y ancos (4.000 has.), y melones y sandías (1.800), destinándose posiblemente parte de la producción al mercado regional e incluso al nacional, tal como ocurriría con el cultivo del tomate algunos años después, cuando durante los periodos de mayor producción se disponían servicios diarios de trenes para llevar esta producción temprana a los mercados de Buenos Aires y Rosario (Cross. 1942, p. 66).

Resultado de todo el proceso hasta aquí descrito son las variaciones que en el predominio de los grupos de cultivos en la provincia se registran en 1900. Así, y como se muestra en la figura 1, el importante aumento en las tierras dedicadas a la caña de azúcar -tanto en términos absolutos como en relación al total de superficie cultivada provincial- supuso que el grupo de industriales aparezca representado en la totalidad de la provincia, excepto en los departamentos Trancas y Burruyacu, en cuyos límites no existían áreas en las que el cultivo de la caña pudiera ser entonces fácilmente adaptado. Además, en esta época tan temprana la caña aparecía ya como monocultivo -en el sentido que se deriva de la aplicación del índice- en los departamentos Capital, Famaillá y Cruz Alta, área en la que, como en el momento anterior, se localizaba la mayor parte de los ingenios.

 

Figura 1. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1900.
Fuente: Anuario Estadístico de Tucumán. Elaboración propia.

 

Por otro lado, la importancia que el cultivo del maíz presentaba dentro de la agricultura tucumana colocaba al grupo de los granos en pie de igualdad con la caña de azúcar en los departamentos colindantes con el núcleo cañero provincial, mientras que la actividad ganadera mantenía a las forrajeras como el cultivo con mayor extensión espacial en Trancas, al tiempo que la importancia de las hortalizas en Leales colocaba a este grupo tras los granos.

Segunda etapa: 1900/década de los treinta

Entre 1900 y 1930 la superficie cultivada en Tucumán continuó creciendo, hasta llegar a las 245.230 has. en la última fecha (cuadro 5). Pero a diferencia del periodo anterior, en el que la caña de azúcar fue la protagonista casi exclusiva del aumento, en éste las forrajeras y, sobre todo los granos, experimentaron incrementos en la superficie a ellos dedicada que en términos porcentuales fueron superiores a los de la propia caña. Como consecuencia de este aumento más repartido entre diversos aprovechamientos, la mayor parte de los departamentos incrementaron considerablemente la superficie en ellos cultivada; de cualquier forma lo cierto es que fueron los situados en la zona cañera original, y aquellos otros que se extienden por los conos de deyección de los ríos que bajan del piedemonte de los encadenamientos montañosos del oeste de la provincia (Monteros, Río Chico) los que participaron de los mayores incrementos en términos absolutos de la superficie cultivada, teniendo como principal protagonista de este crecimiento a la caña de azúcar, seguida de los granos. En este proceso de expansión del área cañera tuvo una especial influencia el tendido del ferrocarril Noroeste Argentino, que actuó como eje vertebrador de los ingenios que surgieron alejados de la capital provincial; la materia prima necesaria para su funcionamiento provenía de las nuevas plantaciones de caña desarrolladas en virtud del agua que para su riego facilitaban los cursos que drenaban el piedemonte (Bosonetto. 1949, p. 53).

 

Cuadro 5. Provincia de Tucumán, 1930.
Superficie ocupada por grupos de cultivos (hectáreas), por departamento.
Departamento

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Total

Burruyacu

1.105

67

32.133

763

3.506

59

37.633

Capital

2.361

428

5.089

82

5.315

0

13.275

Chicligasta

2.512

112

8.172

1.241

9.452

71

21.560

Cruz Alta

2.960

77

2.907

515

35.699

20

42.178

Famaillá

1.190

728

3.105

1.188

24.754

100

31.065

Graneros

1.786

59

3.231

725

652

17

6.470

Leales

402

59

7.812

3.609

4.554

0

16.436

Monteros

2.698

301

11.126

1.823

13.594

10

29.552

Río Chico

1.497

157

5.907

552

15.698

59

23.870

Tafí

904

703

2.779

904

4.662

188

10.140

Trancas

4.416

20

6.303

646

166

1.477

13.028

Total

21.831

2.711

88.564

12.048

118.052

2.001

245.207

Fuente: Anuario Estadístico de la Provincia de Tucumán. Elaboración propia.

 

No obstante, durante la primera década del siglo XX una plaga natural vino a frenar de manera muy importante la producción cañera provincial. Nos estamos refiriendo a la plaga del mosaico, que en 1915 se cebó en la caña criolla, que en aquel momento era la predominante, y que llevó a su sustitución por nuevas variedades importadas de Java; una vez superada esta crisis, volvieron a aumentar tanto la superficie dedicada a la caña como la producción. Además, y al igual que ocurrió en el periodo anterior, la expansión de la superficie cañera provincial estuvo fuertemente mediatizada por la aplicación de una serie de instrumentos legales que, ante los continuos incrementos en la producción de azúcar -que hasta fines de los 50 estaban todavía ligados a la extensión de las tierras cultivadas (Farber y Lizárraga. 1990, p. 148)-, la Provincia se vio obligada a dictar durante la década del 20, leyes encaminadas a limitar la producción recurriendo a instrumentos arancelarios (Bolsi y Pucci, 1997, p. 121). El detonante fue la gran producción de azúcar que se obtuvo en 1926, y que sobrepasó en torno a las 120.000 tns. el consumo interno, estimado en unas 360.000 tns. (Cross. 1942, p. 16).

En aquellos otros departamentos con condiciones naturales menos favorables para la expansión de la caña, fueron los granos y, en menor medida, las forrajeras, los grupos de cultivos que llevaron el peso del incremento de la superficie cultivada.

Si bien cultivados en la totalidad de la provincia, era en los departamentos situados en los alrededores de la zona cañera (Trancas, Burruyacu) en los que la superficie dedicada a los granos presentaba mayor extensión. Como continuación de la situación generada en el periodo anterior, el grano que se cultivaba en la provincia continuaba siendo, casi en exclusiva, el maíz. La producción maicera se destinaba tanto al consumo humano como al forraje, consumiéndose mayoritariamente en el propio Tucumán. El porqué de las dificultades para su venta en el exterior debe buscarse en el coste de los fletes de ferrocarril, cuyo valor obligaría a vender el maíz a precios muy bajos para hacerlo competitivo en el mercado nacional. Por tanto, ante esta situación Tucumán no podría haberse aprovechado de la favorable coyuntura que desde 1926 y hasta la Segunda Guerra Mundial se registró para la exportación de maíz y que llevó a Argentina a los primeros lugares en el ranking de países exportadores de este grano, por lo que, al menos hasta los años cuarenta del siglo pasado, las perspectivas del cultivo de maíz habrían estado limitadas por las propias necesidades provinciales (Cross. 1942, p. 57).

Sin embargo, una detallada observación del comportamiento del volumen de las hectáreas dedicadas al maíz en Tucumán muestra un constante aumento desde 1926 hasta 1930, seguido por un progresivo descenso de la superficie maicera provincial tras esta fecha. Pero según lo anteriormente expuesto en relación con el coste del flete, esta expansión no podría ponerse en relación con el auge exportador que desde la segunda mitad de la década del veinte la producción nacional estaba experimentando; la explicación que para este incremento y el posterior descenso que, a modo de hipótesis, podemos ofrecer, es la siguiente. En primer lugar, es preciso tener en cuenta que el consumo interno del maíz era inversamente proporcional al precio que este producto alcanzaba en el mercado externo. Así, y partiendo de un precio de 5,8 pesos/100 kgs. en 1918, éste aumentó a 9,5 en 1924, manteniéndose en torno a los 7 pesos en el intervalo 1926/28. Paralelamente, el consumo interno descendió desde los 2,6 millones de tns. de 1919/22 -máximo del periodo considerado- hasta los 1,4 millones en 1927/30 (Ortiz. 1987, p. 431-432). Por tanto, hasta 1930 la mayor parte de la producción nacional era destinada a la exportación, con lo que presumiblemente las necesidades provinciales deberían ser cubiertas a través de la propia producción, lo que explicaría el aumento del número de hectáreas dedicadas a maíz en Tucumán registrado hasta 1930 (cuadro 6).

 

Cuadro 6. Provincia de Tucumán, 1922/1940. Hectáreas cultivadas con maíz

Año

Hectáreas

Año

Hectáreas

1922

38.762

1929

56.315

1923

37.501

1930

83.203

1924

38.893

1931

51.571

1925

38.700

1932

48.654

1926

43.596

1934

44.743

1927

43.524

1936

38.310

1928

51.118

1940

38.110

Fuente: Cross, 1942:56

 

Entre estas necesidades destaca la presencia de una cabaña porcina en constante aumento desde finales del XIX, con un pico en 1914 y otro en 1930. Destinada en su práctica totalidad al consumo interno, y asociada desde los comienzos del periodo considerado al pequeño productor, queda por dilucidar si los vaivenes en el tamaño de la cabaña porcina (cuadro 7) fueron consecuencia del comportamiento del número de hectáreas dedicadas a maíz en la provincia, o bien causa explicativa, junto a las arriba apuntadas, de dichas variaciones en la superficie maicera provincial. En este sentido es preciso señalar por un lado que dos de las razas porcinas más extendidas en 1930 (la Duroc Jersey y la Polland China) se adaptaban a la perfección a una alimentación a base de maíz y alfalfa; por otro, que, al menos a nivel nacional, la bajada de los precios del maíz en los primeros cuarenta provocó el crecimiento de la cabaña porcina "en forma extraordinaria", reduciéndose los planteles al aumentar en 1945/46 el precio del grano (CEPAL. 1950, p. 224), lo que indica la estrecha relación existente entre maíz y porcino.

 

Cuadro 7. Provincia de Tucumán.
Tamaño de la cabaña porcina y hectáreas dedicadas a maíz

Año

Nº de cabezas

Has. maíz

1895

31.272

36468

1908

42.385

s/d

1914

74.886

26.814

1922

39.817

38.762

1930

95.684
83.203

1937

32.414
55.110
Fuente: Cabezas de ganado, C.N.A. 1947, p. XXI. Hectáreas de maíz, Anuario Estadístico de Tucumán.

 

Poco después de 1930 el valor del maíz alcanzó cotas mínimas en el mercado internacional, en estrecha relación con la crisis mundial, con lo que se presentaron grandes dificultades para colocar la producción maicera nacional en el exterior; éstas se agravaron de manera decisiva tras el cierre del mercado europeo debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial, y la escasez de buques para el transporte que trajo aparejada. Todo ello supuso que de los 9.000.000 de tns. exportadas en 1937 se pasase a sólo 553.000 en 1941 (Le Breton. 1942, p. 174). Por ello, y como complemento a otras medidas encaminadas a dar salida a los enormes excedentes creados -como compra de grano por el Banco Nación, o su empleo como combustible-, parte de la producción maicera fue derivada hacia el mercado nacional en el contexto de un proceso de promoción del consumo interno de maíz auspiciado por el Estado (CEPAL. 1950, p. 223); como consecuencia de todo ello, el número de hectáreas dedicadas a este grano en Tucumán descendería a partir de 1930 ante la llegada de grano más barato, cultivado en otras regiones de la República a gran escala y bajo costo (Cross. 1942, p. 56-57).

El otro grupo de cultivos que aumentó de manera importante su superficie fue el de las forrajeras. De entre las diversas especies que integran este grupo, dos eran las que en este periodo estaban más extendidas espacialmente, la alfalfa y la grama Rhodes. La primera de ellas, en una variedad que no precisaba de manera necesaria riego, era destinada exclusivamente a su consumo local como forraje verde, y se resolvía como la forrajera cultivada en mayor extensión (10.500 has. en 1930); no obstante, es preciso indicar que su distribución espacial no está necesariamente ligada a la existencia de áreas ganaderas, desde el momento en que los ingenios empleaban este cultivo como rotación con la caña, con el fin de mejorar las condiciones del suelo tras varios años de monocultivo cañero. De esta manera, si bien las 1.900 has. de alfalfa cultivadas en Trancas están en relación directa con el aprovechamiento ganadero tradicional en este departamento, las 2.500 presentes en Cruz Alta, las 1.400 de Monteros o las 950 de Chicligasta deben explicarse a través de la mencionada práctica de rotación.

Por su parte, la grama Rhodes era la más apropiada para las áreas de secano, conformando un pasto perenne incluso en condiciones de gran sequía. La introducción de ésta última fue decisiva para la actividad ganadera de los departamentos más áridos de la provincia, dado que determinadas variedades  de la otra forrajera empleada en áreas secas, el sorgo (concretamente el Sorghum halepense, L.), se resolvieron como plagas, siendo prohibida su siembra por el Gobierno Nacional (Cross. 1942, p. 61).

En el incremento de las forrajeras también tuvo una gran importancia la introducción de la avena como forraje verde para el ganado vacuno en invierno, pasando de no estar presente en 1900 a cultivarse en 4.600 has. en 1930. La estrecha relación entre esta forrajera y el ganado mayor queda perfectamente reflejada en la distribución departamental de la superficie sembrada con avena. Así, el departamento Capital contaba con la mayor extensión de avenas (1.300 has.), como corresponde al desarrollo de la actividad tambera, que en este momento había transitado desde la producción tradicional a la industrial; si unimos a ellas las 725 sembradas en Burruyacu y las 610 en Trancas (como ya hemos indicado zonas ganaderas por excelencia), en conjunto representan el 60% del total de avena sembrada en la provincia.

Por último, es preciso indicar que el incremento en las hortalizas estuvo en relación con el aumento de la población provincial, aunque algunos productos que por el clima subtropical que zonas de la provincia región disfrutan eran de primicia en relación con la producción del litoral, continuaban siendo exportados fuera de la región. Si bien las mayores extensiones de huertas estaban centradas en los departamentos del piedemonte -esto es, aquellos en los que la posibilidad de riego era más factible-, es Leales, como en el momento anterior, el departamento en el que este cultivo tenía mayor extensión espacial, predominando en este grupo una vez más las calabazas y ancos (1.000 has.) y sandías y melones (1.100).

 

Figura 2. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1930.
Fuente: Anuario Estadístico de Tucumán. Elaboración propia.

 

Como hasta aquí hemos mostrado, debido a las imposiciones legales derivadas de las continuas crisis de sobreproducción la superficie cultivada con caña no se extendió tanto como su potencial hubiera permitido, al tiempo que coyunturas tanto locales como internacionales favorecieron el importante aumento de la superficie dedicada a forrajeras y, sobre todo, granos. Por ello, los resultados del índice referidos a 1930 (figura 2) indican cómo tan sólo en Cruz Alta y Famaillá la caña de azúcar se resolvía como un monocultivo, compartiendo la preeminencia con los granos en la mayor parte del resto de departamentos; únicamente en las distribuciones por cultivo de Trancas y Burruyacu las industriales, una vez más, no están presentes. Pero, de cualquier manera, la caña aparece como el aprovechamiento al que más hectáreas se le dedican en la práctica totalidad de la provincia, anunciando ya el absoluto predominio que mostraría a partir de entonces y que perduraría hasta la década de los setenta, momento de inicio de la expansión hacia el este de la frontera agraria tucumana a través del cultivo de las oleaginosas.

Tercera etapa. Década de los treinta/1960

En esta etapa la protagonista principal fue la caña de azúcar, cuya expansión (cifrada en 100.000 hectáreas), se realizó no sólo sobre nuevas tierras, sino también sustituyendo a cultivos preexistentes. En este sentido, la superficie cultivada en el conjunto de la provincia aumentó en estos 30 años en 65.000 hectáreas, para alcanzar las 310.000 (cuadro 8), y de la importancia del grupo de las industriales da cuenta el hecho de que algo más de la tercera parte de esas hectáreas estaba dedicada a ellas, fundamentalmente a caña de azúcar.

 

Cuadro 8. Provincia de Tucumán, 1960.
Superficie ocupada por grupos de cultivos (hectáreas), por departamento
Departamento

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Oleaginosas

Total

Burruyacu

3.487

2.232

8.887

1.636

20.300

610

133

37.285

Capital

432

3.059

697

951,5

10.065

24,5

2

15.231

Cruz Alta

1.842

846

2.555

1.272,5

46.984

4,5

4

53.508

Chicligasta

798

957

6.360

3.128

23.508

115

6

34.872

Famaillá

365

3.310

362

1.008

36.200

0

0

41.245

Graneros

1.442

120

4.522

777

4.513

46

7

11.427

Leales

1.197

113

4.745

787

18.995

4

6

25.487

Monteros

1.752

1.743

2.092

578

35.010

0

1

41.176

Río Chico

1.590

892

180

364

21.318

0

3

24.347

Tafí

803

3.704

1.670

1.321

3.142

45

8

10.693

Trancas

5.560

526

4.792

986

566

2.122

1

14.553

Total

19.268

17.502

36.862

12.809

220.601

2.971

171

310.184

Fuente: S.E.A.G. de Tucumán.

 

Un comportamiento positivo tuvo también el grupo de los frutales, cuyo incremento, tanto en números absolutos como en porcentajes, fue muy marcado, al pasar de las 2.700 hectáreas a ellos dedicados en 1930, a las 17.500 de 1960. Ya entonces los cítricos eran los dominantes dentro del conjunto de los frutales, conjunto de especies que comenzó a tener cierta importancia en la provincia desde el momento en que inmigrantes españoles e italianos comenzaron a tener acceso a la tierra a principios del XX. Se radicaron en el piedemonte comprendido en los departamentos Capital y Tafí, fundamentalmente, esto es, en lo que aún hoy es el área citrícola más importante de Tucumán; el acceso a la propiedad de la tierra se resolvió como un hecho de gran importancia, desde el momento en que el tiempo de espera para recoger la primera cosecha una vez implantado el árbol viene a ser de 5 años aproximadamente, lo cual condiciona en gran medida la forma jurídica del productor, al tiempo que supone cierta solvencia económica del mismo. Hasta la década de los sesenta la especie cítrica dominante era la naranja, plantada sobre pie de naranjo agrio como respuesta a la plaga de gomosis que afectó en la década del 20 a los naranjos plantados sobre pie dulce de semilla, mayoritarios hasta ese momento (E.E.A.O.C. 1984, p. 10), tipo de pie que, como más adelante veremos, influyó decisivamente en el cambio al cultivo del limón al que se vieron obligados los productores desde mediados de dicha década. Por su parte, el destino de la fruta era el mercado extraprovincial, enviándose la mayor parte de la producción a Córdoba y el Cuyo, siendo escasas las ventas en Buenos Aires por la competencia tanto de las provincias del noreste argentino, más cercanas al mercado capitalino, como de las importaciones de fruta desde el exterior (especialmente de Brasil, cuyas naranjas veían facilitada la entrada a cambio de la venta de cereal argentino en dicho país). Por ello, la expansión de variedades que permitían su cosecha en abril y mayo (para poder competir con la fruta brasileña), así como también de aquellas otras que se cosechaban en primavera-verano (cuando escaseaba la fruta en los mercados del resto del país) conocieron una importante expansión (Batista. 2002, p. 101).

El resto de grupos de cultivos mantuvieron su superficie en estos 30 años, con la única excepción de los granos, que la vieron disminuir en prácticamente dos tercios, quedando reducida tan sólo a 36.000 hectáreas, aunque todavía se configuraban como el segundo grupo en importancia por superficie en la provincia. El porqué de esta drástica disminución debe buscarse en la importante mengua que el cultivo de maíz experimentó en Tucumán, cuyo proceso fue descrito en los párrafos anteriores.

Dado que la expansión tuvo como protagonistas a la caña de azúcar, los departamentos que experimentaron mayores incrementos en su superficie cultivada fueron aquellos que contenían porciones de las áreas más aptas para este cultivo. Así, Famaillá, Monteros, Cruz Alta y Chicligasta la aumentaron todos ellos en más de 10.000 hectáreas (Leales en 9.000), gracias a las industriales. En contraste, aquellos departamentos cuyas condiciones agroecológicas no eran tan favorables para este cultivo (Trancas, Tafí, Río Chico y Burruyacu) mantuvieron el volumen de su ager; en el caso de Burruyacu, es necesario señalar que el mantenimiento de la superficie cultivada implicó un drástico cambio en la distribución de los grupos de cultivos, desde el momento en que se registró un importante proceso de sustitución de grano por industriales.

 

Figura 3. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1960.
Fuente: S.E.A.G. de Tucumán. Elaboración propia.

 

Como resultado de todo ello, en el mapa correspondiente a 1960 (figura 3) se aprecia la existencia de tres zonas: la primera de ellas abarca toda el área central de la provincia, y se caracteriza por el predominio de un sólo grupo de cultivos, los industriales, caña casi exclusivamente.

La segunda se localiza al noreste y sur de la anterior, y en ella predominan dos grupos de cultivos, distintos según el departamento al que nos refiramos -industriales y granos en Burruyacu (en el extremo noreste), al igual que en Graneros (en el extremo sur), departamento en el que se presentan en orden inverso; en Capital, la caña (industriales) aparece seguida de los frutales (cítricos)-. La tercera, la más diversificada, se encuentra en el extremo noroeste de la provincia, con predominio de tres grupos de cultivos en Trancas y cuatro en Tafí. En Trancas las forrajeras se resuelven como el grupo situado en primer lugar (por la demanda que las explotaciones lecheras tienen de ellas), seguido por granos y leguminosas; en Tafí los frutales (cítricos) ocupan la primera posición, seguidos de los cultivos industriales, granos y hortalizas.

De todo lo anterior se puede deducir la fundamental importancia que la caña de azúcar tenía en 1960 en Tucumán, dado que, según los resultados del Indice de Combinación, constituía un monocultivo en toda el área central de la Provincia, y, excepto en Trancas, figuraba entre los cultivos predominantes en aquellos otros departamentos en los que se registraba una mayor diversificación productiva.

Cuarta etapa: 1960 a 1990

Las importantes transformaciones que en la distribución por cultivos del agro tucumano se han registrado desde los sesenta han estado motivadas por diversos factores: cambios en la demanda de productos alimenticios por parte del mercado mundial, la disminución de la demanda de azúcar de caña -ya sea por competencia de otros cultivos como la remolacha azucarera o por el aumento del uso de edulcorantes- o el requerimiento de nuevos productos que llevaron al surgimiento de nuevas agroindustrias. Estas modificaciones sin duda pueden considerarse como algunas de las causas de las crisis cíclicas que han venido afectando al circuito productivo azucarero, que tuvieron su máximo exponente en la crisis de sobreproducción acaecida a mediados de la década del sesenta, crisis que tuvo como consecuencia más visible el cierre de numerosos ingenios azucareros y el dislocamiento de gran parte de la estructura productiva provincial. Por otro lado, la demanda creciente del mercado en relación con diversos productos (como cítricos u oleaginosas) supuso la posibilidad de diversificar la producción mediante la sustitución de cultivos en determinadas áreas o la expansión de la superficie cultivada en otras. Estos cambios han estado ligados al fortalecimiento de un grupo de productores con visión innovadora y capacidad económica suficiente como para introducir nuevos cultivos en la provincia e insertarlos en circuitos comerciales internos y externos, o para expandir otros que ya estaban presentes en el área desde comienzos de siglo, como es el caso de los cítricos.

En este contexto, a partir de la década de los setenta se va a registrar un paulatino proceso de diversificación productiva en el agro provincial, propiciado, de un lado, por la crónica situación de crisis de la caña, junto al hecho de que a principios de los años setenta se fijo, por Ley, un máximo de 250.000 hectáreas en la superficie a ella dedicada en la provincia. De otro, por un proceso de expansión de la frontera agrícola.

Este proceso de expansión de la frontera en el este y sur tucumanos ha estado motivado por dos factores; en el orden externo, el aumento la demanda del mercado internacional de productos tales como soja y granos llevó a un aumento en los precios, motivando a determinados agricultores a dedicarse a la producción de los mismos. En el orden interno influyeron positivamente el movimiento de la propiedad tanto en áreas desmontadas como con vegetación natural, el apoyo estatal mediante medidas de desgravaciones impositivas que favorecían el desmonte y la puesta en producción de nuevas áreas, o la presencia de inversores provinciales, nacionales e internacionales con gran capacidad económica; además debe destacarse que en este proceso el aumento de precipitaciones en el área (se paso de 600 mms a 800 mms anuales) jugó un importante papel en la decisión de invertir en nuevas tierras para la agricultura.

El proceso de expansión tuvo dos momentos; el primero comenzó con la llegada de un grupo de colonos al este de la Provincia, que se dedicaron en un principio al cultivo de caña de azúcar. Pero ante las crisis azucareras debieron cambiar el uso de sus explotaciones, dedicándolas a la soja a partir de la década del 60, sin duda motivados por los altos precios de este cultivo en el mercado internacional (Salas. 1988, págs. :32-42). Estos agricultores podrían categorizarse como productores familiares capitalizados, con fuertes inversiones en maquinarias, tractores, cosechadoras, etc. La segunda etapa de expansión tiene como protagonistas a colonos descendientes del grupo anterior, a los que se unieron productores de otras actividades de la Provincia de Tucumán (industriales cañeros que buscaban diversificar su producción, empresas constructoras, financieras, etc.), productores de otras regiones del país, y una reducida corriente inmigratoria de agricultores franceses. Esta última etapa, a diferencia de la anterior, se caracteriza por el desarrollo de grandes explotaciones de tipo empresarial, que copan el mercado por su gran poder negociador.

También en los frutales se estaban experimentando grandes cambios, más allá de su incremento en 10.000 has. (ligeramente por debajo del 60% en términos porcentuales). Como anteriormente indicamos, la mayor parte de los naranjos existentes en la provincia eran híbridos plantados sobre pie dulce, como respuesta a una plaga de gomosis registrada a comienzos del XX. Sin embargo, ya en 1945 dieron resultados positivos pruebas destinadas a identificar en Tucumán otra plaga, la tristeza o podredumbre de raicillas, que, con una incidencia máxima a mediados de la década de los sesenta, arrasó con la totalidad de plantaciones de naranja, sobreviviendo tan sólo los limoneros plantados sobre pie de naranjo agrio. Este hecho marcó el cambio de especie en el monte cítrico tucumano, aunque en la expansión del limón intervinieron otros factores; entre ellos debe desatacarse el hecho de que la crisis de sobreproducción azucarera de 1966 motivó actuaciones tendentes a la reconversión del agro, reemplazándose tierras hasta entonces dedicadas a la caña por cítricos (limones fundamentalmente), al tiempo que comenzaron a instalarse fábricas procesadoras de esta fruta. Junto a estos factores de orden interno, el auge de esta actividad estuvo una vez más motivado por la demanda internacional tanto de frutos cítricos en fresco como de derivados del limón (zumos, cáscara deshidratada, pectina y aceites esenciales). En este proceso las grandes y medianas explotaciones fueron las que estuvieron en condiciones de adoptar las nuevas tecnologías, integrándose en algunos casos verticalmente; en contraste, las explotaciones de menor tamaño encontraron grandes problemas para acceder a las modernas técnicas productivas y de transformación, viéndose obligadas la mayor parte de las más pequeñas (por debajo de las 10 hectáreas) a abandonar la actividad (Batista. 2002, p. 141).

 

Figura 4. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1990.
Fuente: S.E.A.G. de Tucumán. Elaboración propia.

 

El mapa correspondiente a la situación en 1990 (figura 4) refleja la diversificación productiva experimentada por parte de la Provincia, resultado de los procesos anteriormente descritos. El cambio más importante es el registrado en relación con la expansión del cultivo de las oleaginosas (soja) y los granos (sorgo granífero y maíz), que queda reflejado tanto en el aumento del número de cultivos que predominan en los departamentos del este y sur tucumanos como en la importancia que la soja ha alcanzado en ellos. El proceso de expansión de este cultivo, aunque se ha producido en todo el este provincial, ha tenido más significación en el área situada al noreste y sur de la provincia (departamentos Burruyacu y Graneros), en los que el cultivo de soja/granos supone el 85% y 86% respectivamente del incremento total de la superficie cultivada. El tercer grupo de cultivos que aparece como predominante en ambos departamentos es el industrial, en segundo lugar en Burruyacu y tercero en Graneros; si en el primero es la caña la que mayor peso aporta al grupo, en el caso de Graneros es el tabaco; a él se dedican fundamentalmente pequeños productores, que hasta la crisis de 1966 cultivaban caña, obteniendo bajos rendimientos, y que, ante un aumento en la demanda de tabaco burley e incentivos estatales, cambiaron el uso de sus explotaciones; no obstante, los bajos beneficios que estos productores obtienen les obligan a emplearse en las grandes explotaciones cañeras.

Leales y Cruz Alta, los otros dos departamentos del este afectados por el proceso de expansión de la frontera agrícola, presentan la característica común de abarcar tanto áreas óptimas para el cultivo de la caña como porciones de la llanura chaco-pampeana en la que esta expansión ha tenido lugar. Por ello, el peso que la caña continúa teniendo en 1990 es muy grande (30.000 y 50.000 has. respectivamente -cuadro 9-), peso reflejado en el primer lugar que los cultivos industriales ocupan en el resultado del índice. Pero la roturación y aprovechamiento con oleaginosas y granos de grandes extensiones de tierras en su porción oriental ha supuesto una diversificación productiva similar a la registrada en Burruyacu y Graneros.

Cuadro 9. Provincia de Tucumán, 1990.
Superficie ocupada por grupos de cultivos (hectáreas), por departamento.
Departamento

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Oleaginosas

Total

Burruyacu

2.360

6.628

17.300

2.019

20.300

4.850

38.505

91.962

Capital

0

4.890

10

391

11.000

33

0

16.324

Cruz Alta

2.280

1.865

8.500

1.572

50.060

2.500

20.400

87.177

Chicligasta

440

761

100

5.536

36.350

231

0

43.418

Famaillá

30

5.181

200

2.232

40.254

304

0

48.201

Graneros

3.900

419

23.800

4.446

8.358

3.133

24.990

69.046

Leales

4.020

39

11.300

2.124

30.540

2.008

11.650

61.681

Monteros

100

837

400

1.101

28.992

100

0

31.530

Río Chico

2.130

464

1.200

1.019

28.501

200

300

33.814

Tafí

770

6.502

300

2.806

3.005

297

6

13.686

Trancas

6.800

17

5.794

1.323

0

3.585

100

17.619

Total

22.830

27.603

68.904

24.569

257.360

17.241

95.951

514.458

Fuente: S.E.A.G. de Tucumán.

 

En contraste, en el departamento Tafí se registró el fenómeno contrario, esto es, la reducción del número de grupos de cultivos predominantes, al pasarse de los cuatro de 1960 a los tres de 1990. El grupo que desaparece es el de granos, debido a la importante reducción de las has. dedicadas al maíz (se pasó de 1.670 en 1960 a 300 en 1990), que era el principal y casi único grano cultivado en el departamento. Entre las causas de esta desaparición creemos se encuentra un cambio de uso de las tierras hasta entonces dedicadas a él, sustituyéndolo con plantaciones de cítricos, y, posiblemente, de hortalizas.

En este último rubro es preciso diferenciar entre las hortalizas de estación y las de primicia. Son las primeras las que han aportado el mayor monto al crecimiento total del grupo (73%), en contraste con el total provincial, donde la situación es la de un descenso de la superficie dedicada a estas hortalizas de estación; así, las hortalizas de hoja -lechuga y acelga-, ocupaban 750 has. en 1990, mientras que en 1960, según la S.E.A.G., la superficie dedicada a su cultivo era muy reducida. Estas hortalizas son cultivos que se llevan adelante con muy poco capital y con mano de obra fundamentalmente familiar, y que pueden ser incluso complemento de otros aprovechamientos agrícolas -citrus, en este departamento-. Su destino es la capital, por lo que el impresionante crecimiento de su población urbana en los últimos años, y la cercanía a ésta, han sido los principales motores del crecimiento espacial de la actividad (Lizárraga. 1991, p. 30). Su forma de comercialización consiste en la venta a mercados mayoristas o minoristas de la ciudad, o en la misma venta directa en la calle.

En contraste, las hectáreas dedicadas a las hortalizas de primicia se han mantenido prácticamente en este departamento sin cambios, mientras que en el conjunto provincial asistimos a un continuo incremento, protagonizado por grandes y medianos productores con gran capacidad de inversión. Se trata de cultivos que precisan de gran cantidad de insumos, y su mercado, a diferencia del conjunto anterior, es el nacional.

El resto de la Provincia, pese a experimentar aumentos en la superficie cultivada, no ha participado de la diversificación de cultivos en montos suficientes como para ser registrados por el índice empleado, de manera que no presenta cambio alguno con respecto a la situación existente en 1960.

Como en la introducción indicamos, en 1979 se puso en práctica el paso de 11 a 17 departamentos en la provincia de Tucumán, pudiendo salvarse este escollo a través de la comparación entre las distribuciones resultantes del empleo de las cifras de la S.E.A.G. (referidas a 11 departamentos) y del C.N.A. de 1988 (referidas a 17). Sus resultados se muestran en la figuras 4 y 5: en ellas es posible observar cómo tanto el número de los grupos de cultivos predominantes -en el sentido que se deriva de la aplicación del índice- como su orden de importancia son los mismos en aquellos departamentos que experimentaron escasos cambios en sus límites: Trancas, Burruyacu, Cruz Alta y Leales, todos en el norte y este provinciales. Además, los departamentos Graneros y La Cocha, surgidos en gran medida de la disgregación de Graneros, conservan también el mismo número y los mismos cultivos predominantes, aunque con el orden cambiado en el nuevo Graneros.

Las variaciones más importantes afectan al centro y oeste de la provincia, puesto que fue en estas áreas provinciales donde los cambios administrativos fueron de mayor envergadura. No obstante, la distribución de cultivos predominantes sigue en gran medida las condiciones agroecológicas. Así, los nuevos departamentos surgidos en el oeste provincial, que conservaron en su interior una porción significativa de la zona cañera, muestran al grupo de los industriales, como el único cultivo predominante. Estos departamentos son Juan Bautista Alberdi, Chicligasta, Monteros, Famaillá, y Lules. Río Chico es la única excepción, puesto que junto con el grupo de las industriales las hortalizas aparecen en segundo lugar de importancia. El resto del territorio de los antiguos departamentos Monteros, Chicligasta y Río Chico quedó integrado en Simoca, en el que predominan, junto a las industriales, los granos y las forrajeras, puesto que esta zona de la provincia es marginal para el cultivo de la caña.

Por su parte, los nuevos departamentos de San Miguel de Tucumán (nueva denominación del Capital), Yerba Buena y Tafí Viejo mantienen el mismo esquema de cultivos predominantes que los viejos Tafí y Capital, de cuya división en gran medida surgen: los frutales y las industriales, al tiempo que el departamento de Tafí del Valle presenta los mayores cambios de toda la provincia. Sustraídas el área cañera y citrícola de la nueva división administrativa, a las hortalizas se les unen, en sustitución de las industriales, las forrajeras y los granos como nuevos grupos de cultivos predominantes.

 

Figura 5. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 1988.
Fuente: C.N.A. 1988. Elaboración propia.

 

La distribución de los cultivos en las nuevas unidades administrativas en 1988 guarda, por tanto, grandes similitudes con respecto a la anterior: predominio de la caña en el área central de la provincia, mayor diversificación productiva en el este y norte tucumanos, basada en la presencia de oleaginosas y granos, e importante peso del grupo de los frutales en el entorno del departamento S. M. de Tucumán, debido a la creciente importancia del cultivo del limón.

Quita etapa: 1988 a 2002

Probablemente los procesos más importantes que han afectado a la distribución de los grupos de cultivos en el agro tucumano en los 14 años transcurridos entre las dos últimas rondas censales sean, por un lado, la continuación de la expansión del cultivo de la soja, que ha traído consigo no solo un incremento de las hectáreas dedicadas a esta oleaginosa, sino también, de forma indirecta, de las ocupadas con trigo, como consecuencia de la difusión de la rotación soja/trigo por siembra directa experimentada en los últimos años; por otro, el desarrollo de la agroindustria del limón, actividad que, en la actualidad, se resuelve como una de las más importantes de Tucumán desde el punto de vista económico.

Pero antes de ocuparnos de esta cuestión es preciso indicar que este último intervalo temporal ha visto cómo la superficie dedicada a los siete grandes grupos de cultivos que venimos considerando ha disminuido en la provincia, en algo menos de 14.000 hectáreas (cuadro 11). Esta disminución debe achacarse fundamentalmente al descenso de las industriales, algo más de 43.000 hectáreas, y, en menor medida, de las hortalizas, que vieron disminuir la superficie a ellas dedicada en 6.700 has, un 40%. El resto de grupos, con la excepción de los frutales y la mencionada del binomio oleaginosas/granos, han visto también disminuir su superficie, pero no en las magnitudes de las dos anteriores. De cualquier forma, las pérdidas de la hortalizas, como en su momento veremos, pueden calificarse como de coyunturales, mientras que las de las industriales, fundamentalmente la caña, tienen un carácter más estructural.

En consecuencia, resulta que tanto la expansión del binomio oleaginosas/granos, cifrada en 37.000 hectáreas, como la de los frutales (más modesta en términos absolutos, 13.000 hectáreas, pero superior al 50% de la masa existente en 1988), han tenido lugar a expensas de otros grupos de cultivos, fundamentalmente las industriales, tal y como se aprecia en el cuadro 11.

 

Cuadro 11. Provincia de Tucumán, 1988/2002.
Superficie ocupada por grupos de cultivos en primera ocupación (hectáreas), por departamento
 

Censo

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Oleaginosas

Total

Total Provincial

1988

33.658,0

22.648,6

74.633,6

16.551,2

218.508,4

6.990,7

126.095,9

499.086,40

2002

30.247,4

35.657,0

167.173,6

9.840,1

174.960,5

5.275,9

62.580,9

485.735,40

Burruyacu

1988

5.894,4

6.647,4

15.893,9

1.179,9

23.453,0

960,5

69.299,7

123.328,80

2002

4.848,9

13.011,2

79.865,9

451,0

8.822,9

122,0

35.759,0

142.880,90

Cruz Alta

1988

1.832,1

1.453,9

7.642,2

512,3

44.189,8

565,0

26.660,5

82.855,80

2002

193,0

5.367,1

16.214,0

223,7

36.948,4

400,0

8.399,5

67.745,70

Chicligasta

1988

1.454,0

302,9

1.224,4

4.228,9

20.175,0

3,3

1.646,0

29.034,50

2002

161,0

340,0

946,0

2.782,6

11.023,7

-

400,0

15.653,30

Famaillá

1988

292,5

3.645,8

899,0

407,5

14.743,7

34,5

303,0

20.326,00

2002

1.173,0

4.376,1

628,7

158,7

15.583,0

2,5

100,0

22.022,00

Graneros

1988

3.530,2

0,0

6.519,8

943,5

1.428,3

1.354,5

4.500,5

18.276,80

2002

2.873,5

74,9

9.638,4

280,9

1.835,5

943,0

2.527,0

18.173,20

J. B. Alberdi

1988

113,5

108,0

1.165,0

281,4

9.727,3

2,5

312,0

11.709,70

2002

84,3

735,4

2.259,5

346,6

9.204,5

358,0

529,0

13.517,30

La Cocha

1988

2.225,3

367,9

10.384,9

1.233,6

8.916,7

368,0

10.394,5

33.890,90

2002

159,5

1.009,8

23.752,2

317,8

5.148,8

-

1.608,5

31.996,60

Leales

1988

5.343,6

309,3

15.356,2

1.572,8

28.432,5

667,5

12.251,7

63.933,60

2002

7.308,4

97,4

22.552,0

362,1

23.793,6

293,5

12.898,9

67.305,90

Lules

1988

94,7

535,9

302,9

524,7

7.673,4

73,0

31,0

9.235,60

2002

7,1

1.399,5

310,9

327,4

7.092,5

51,0

-

9.188,40

Monteros

1988

153,9

674,9

495,4

745,6

18.696,5

5,3

100,0

20.871,60

2002

6,8

922,9

21,2

155,5

16.769,1

9,0

-

17.884,50

Río Chico

1988

2,0

104,4

0,0

163,2

408,0

0,0

0,0

677,60

2002

3,5

569,0

428,5

2.539,3

14.041,3

-

53,0

17.634,60

S. M. Tucumán

1988

283,5

58,5

1.654,5

1.232,6

17.351,8

7,0

268,0

20.855,90

2002

0,0

60,0

740,0

47,5

-

-

-

847,50

Simoca

1988

4.411,8

94,2

5.622,0

778,8

19.841,5

2,7

220,0

30.971,00

2002

131,1

18,0

7.606,7

420,3

23.817,7

-

296,0

32.289,80

Tafí del Valle

1988

625,2

116,5

299,9

741,5

43,4

108,9

0,0

1.935,40

2002

939,1

185,0

233,1

516,4

-

91,2

-

1.964,80

Tafí Viejo

1988

127,0

6.850,8

198,5

951,2

1.890,5

310,9

0,0

10.328,90

2002

462,0

5.877,1

179,4

472,6

372,0

67,5

-

7.430,60

Trancas

1988

7.130,3

53,0

6.777,9

858,2

437,5

2.463,6

9,0

17.729,50

2002

11.883,2

137,1

1.797,1

402,8

52,5

2.882,2

10,0

17.164,90

Yerba Buena

1988

144,0

1.325,2

197,1

195,5

1.099,5

63,5

100,0

3.124,80

2002

13,0

1.476,5

-

34,9

455,0

56,0

-

2.035,40

Fuente: C.N.A. 1988 y 2002.

 

Además de la mencionada expansión las oleaginosas y los granos han experimentado en estos 14 años variaciones en las especies que las componen. Es así que, según las cifras censales, la totalidad de las oleaginosas sembradas en Tucumán son soja, habiendo desaparecido las 1.787 has de otras especies de este grupo que se sembraron en 1988. Por su parte, en el grupo de granos, y en contraste con la masa anterior, se ha registrado un importante cambio en las especies mayoritarias: el maíz, principal grano sembrado en 1988, ha visto cómo la superficie a él dedicada ha descendido en un 25%, al tiempo que el sorgo granífero, al que en 1988 se dedicaron 7.035 hectáreas en toda la provincia, ha visto cómo su extensión se redujo hasta unas exiguas 570 has en 2002. Por tanto, ha sido el trigo el grano que ha experimentado la evolución más positiva en estos 14 años, al aumentar el número de hectáreas a él dedicadas desde 27.751 a 142.208, con lo que esta especie es la responsable exclusiva del incremento del conjunto de la masa de cultivo. Con algo menos de la mitad del trigo sembrado, es Burruyacu el departamento en el que más hectáreas se le dedican, departamento que, junto a Cruz Alta, La Cocha y Leales, monopolizan la mayor parte de la superficie triguera tucumana (cuadro 12).

De cualquier forma, la importancia de la expansión territorial de la soja es mucho mayor de lo que muestran las cifras relativas a la primera ocupación, dado que, por su momento de siembra, en el Censo aparece como de segunda. Esto es así porque aunque el momento exacto de la siembra viene determinado por el grado de humedad del suelo, se puede considerar que la soja comienza a sembrarse en noviembre, para generalizarse en diciembre, verano austral, al tiempo que su cosecha comienza en el mes de mayo, para alcanzar su culminación durante el mes de junio. Por su parte, la siembra de trigo comienza en el mes de diciembre, para cosecharse durante los meses de septiembre a noviembre. En consecuencia, y en virtud del periodo de referencia del Censo, el trigo aparece de forma mayoritaria como cultivo de primera ocupación, mientras que el grueso de la soja lo hace como cultivo de segunda ocupación[2]. El cuadro 12, en el que se recoge la superficie sembrada tanto en primera como en segunda ocupación, da mejor cuenta de la verdadera importancia del binomio granos/oleaginosas en la provincia. En él se aprecia cómo las oleaginosas y los granos son la primera y tercera masa de cultivo, respectivamente, en extensión espacial de la provincia, acaparando entre ambas el 59% del total de la superficie cultivada en Tucumán.

 

Cuadro 12. Provincia de Tucumán, 1988/2002.
Superficie total ocupada (1º y 2º ocupación) por grandes grupos de cultivos (hectáreas), por departamento
Departamento

Año

Forrajeras

Frutales

Granos

Hortalizas

Industriales

Leguminosas

Oleaginosas

Semillas

Resto

Total

Burruyacu

1988

6.332,4

6.647,4

21.787,9

1.277,4

23.453

973

72.766,7

-

14,2

133.252

2002

5.326,9

13.011,2

85.607,9

477,5

8.822,9

122,0

102.386,4

580,0

24,8

216.359,6

Chicligasta

1988

1.456,5

302,9

1.255,4

4.260,9

20.176,3

3,3

1.646

-

23

29.124,3

2002

241

340,0

946,0

515,0

11.023,7

0,0

1.250,0

0,0

3,2

14.318,9

Cruz Alta

1988

1.832,1

1.453,9

8.128,1

564,8

44.189,8

565

27.624,5

-

7

84.365,2

2002

193

5.367,1

16.420,0

10,9

36.948,4

400,0

23.047,5

60,0

4,2

82.451,1

Famaillá

1988

332,5

3.645,8

899

426,3

14.743,7

34,5

303

-

0,5

20.385,3

2002

1173

4.376,1

628,7

71,0

15.583,0

3,0

100,0

-

1

21.935,8

Graneros

1988

3.533,2

0

6.943,8

1.053

1.428,3

1.354,5

5.160,5

-

0,3

19.473,6

2002

2.873,5

74,9

9.655,9

396,8

1.835,5

1.183,0

10.248,9

697,0

0

26.965,5

J. B. Alberdi

1988

122,5

108

1428

281,4

9.727,3

2,5

682

-

3,5

12.355,2

2002

91,3

735,4

2.316,0

1.022,8

9.205,0

358,0

2.777,0

87,0

0

16.592,5

La Cocha

1988

2.502,3

367,9

13.556,2

1.385

8.919,2

408

15.532,5

-

0

42.671,1

2002

184,5

1.009,8

24.168,7

16,5

5.155,3

0,0

25.710,0

2.274,5

2,3

58.521,6

Leales

1988

5.478,1

309,3

15.869,2

1.585,3

28.432,5

675,5

12.251,7

-

0,2

64.601,8

2002

7.605,4

97,4

22.717,1

48,8

23.794,6

293,5

29.195,9

51,0

4,5

83.808,2

Lules

1988

94,7

535,9

302,9

548,7

7.673,4

73

31

-

41,6

9.301,2

2002

7,1

1.399,5

319,4

109,7

7.092,5

51,0

300,0

0,0

6,5

9.285,7

Monteros

1988

155,9

674,9

540,4

786,5

18.696,5

5,3

100

-

0,1

20.959,6

2002

6,8

922,9

21,2

178,9

16.769,1

9,0

0

0,0

47,9

17.955,8

Río Chico

1988

2

104,4

0

166,6

408

0

-

11,8

692,8

2002

3,5

569,0

448,5

474,9

14.041,3

0,0

283,0

0,0

0,4

15.820,6

S. M. Tucumán

1988

283,5

58,5

1.656,5

1268,5

17.400,8

7

628

-

0

21.302,8

2002

0

60,0

740,0

59,0

0,0

0,0

740,0

0,0

7,4

1.606,4

Simoca 1988

5.146,3

94,2

6.036,8

795,1

19.883,5

2,7

220

-

0

32.178,6

2002

131,1

18,0

8.306,7

162,6

23.831,7

0,0

5.911,0

13,0

0

38.374,1

Tafí del Valle

1988

718,7

116,5

318,5

751,3

44,4

108,9

0

-

1,3

2.059,6

2002

1.041,9

185,0

235,6

667,5

0,0

92,7

0

48,0

23

2.293,7

Tafí Viejo

1988

148

6.850,8

199,5

1.090,7

1.890,5

312,9

0

-

0,5

10.492,9

2002

463,5

5.877,1

186,4

199,7

372,0

117,5

0

0,0

8,2

7.224,4

Trancas

1988

7.679,4

53

7.172,5

919

437,5

2.800,8

39

-

3,9

19.105,1

2002

12.331,7

137,1

1.843,1

517,2

52,5

3.687,2

10,0

32,0

2,7

18.613,5

Yerba Buena

1988

144

1.325,2

197,1

195,5

1.099,5

68,5

100

-

9,5

3.139,3

2002

13

1.476,5

0

0,0

455,0

56,0

0

0,0

10,4

2.010,9

Total

1988

35.962,1

22.648,6

86.291,8

17.356

218.604,2

7.395,4

137.084,9

-

117,4

525.460,4

2002

31.687,2

35.657,0

174.561,2

4.928,8

174.982,5

6.372,9

201.959,7

3.842,5

146,5

634.138,3

Fuente: C.N.A. 1988 y 2002.

 

Son varios los elementos que explican el elevado número de hectáreas que en 2002 fueron sembradas con soja en Tucumán. Uno de ellos es la favorable coyuntura exterior para el producto, de tal importancia que ha sido capaz de revertir la dinámica negativa que se registró durante 1999 y 2001. Así, una combinación de bajos stocks de granos en Estados Unidos y Europa, dificultades climáticas en USA, y un incremento sostenido de la demanda a nivel mundial son parte de los elementos que conforman este favorable clima exterior. También en el orden interno se registraron coyunturas favorables: la devaluación, y el consiguiente reposicionamiento de los costes internos, que mejoró la posición de los bienes transables argentinos en el exterior. Así, el precio de las principales semillas y granos que produce Argentina subió más que los costes de producción e insumos a ellos ligados (combustible, salario, agroquímicos y maquinaria).

Otro de los factores es el proceso de incorporación de mejoras tecnológicas. Entre ellas la adopción de variedades de soja transgénica, especialmente la RR, resistente al glifosato, ha sido de importancia fundamental. Esta variedad se introdujo en la campaña 1996/97, y se expandió con tal rapidez que en la 1999/2000 ya ocupaba el 85% de la superficie sojera nacional; en el caso de Tucumán, si en la campaña 1996/97 se sembraron con soja transgénica 1.000 hectáreas, en la 1999/2000 eran ya 65.000. Además, en las regiones extrapampeanas -entre las que se encuentra Tucumán- su aparición y asociación con la Siembra Directa -de la que nos ocuparemos inmediatamente-, propició la ampliación de la frontera agrícola hacia áreas hasta ese momento marginales para su cultivo.

Todo este proceso ha estado acompañado por un cambio en el tipo de labor cultural que se realiza, adoptando técnicas tendentes a mantener la productividad de los suelos en el largo plazo. Como es sabido, la soja se siembra bien después de otro cultivo de verano, bien como doble cultivo después del trigo. En la década de los setenta y comienzos de los ochenta, la soja de implantaba de forma tradicional, esto es, roturando la tierra, empleando rastras, rolo, etc., proceso que facilitaba la erosión del suelo por las lluvias. Pero desde los noventa, y cada vez más, se está implantando el sistema de siembra directa. Este sistema permite implantar un cultivo sin la preparación total del suelo, desde el momento en que tan sólo se prepara el suelo en la línea de labranza, quedando en el resto de la tierra el rastrojo del cultivo anterior; con ello se evitan en gran medida los problemas de degradación causados por la erosión hídrica. En Tucumán, las primeras experiencias con la siembra directa datan de 1982, pero fueron abandonadas, entre otras cuestiones por un deficiente control de malezas. Y es en este marco donde la adopción de la soja transgénica, resistente al glifosato, resulta crucial, desde el momento en que esta variedad es capaz de resistir el tratamiento de los campos con este potente herbicida.

Por otro lado, en la siembra directa el trigo se resuelve como un elemento fundamental, por la calidad y cantidad de rastrojo que aporta al suelo, implicando este sistema de producción en el área chaco pampeana subhúmeda de Tucumán asimismo al maíz, cultivo que aporta también una gran cantidad de rastrojo al suelo. Además, el sistema de siembra directa permitiría incrementos en los rendimientos tanto de la soja como del trigo, al menos en suelos con buen drenaje; pero si bien en áreas pampeanas los incrementos han sido notables, en el caso de Tucumán el aumento no ha sido tan espectacular, puesto que tan sólo se ha pasado de un rendimiento promedio en el quinquenio 1991/92-1995/96 de 19,69 quintales/hectárea, a otro en el quinquenio 1996/91-2000/01 de 22,51 (Begenisic. 2002, p. 11). De cualquier forma, es un hecho el que la progresiva incorporación de tecnología ha supuesto aumentos en los rendimientos de las zonas marginales, lo cual, unido al mencionado descenso de los costes de producción, y al aumento de los precios internacionales, han hecho que ahora sea rentable cultivar soja donde antes no lo era, de ahí la gran expansión que este cultivo ha experimentado, no sólo en Tucumán, sino en otras provincias argentinas. Sin embargo, y pese a este desarrollo del cultivo sojero, desde que en septiembre de 2003 Unilever-Bestfoods trasladó la producción de leche de soja (37 millones de litros anuales) desde la planta de La Cocha a la de Pilar, en Buenos Aires, no se industrializa soja en la provincia. De cualquier forma, esta fenomenal expansión de la soja está siendo contestada por las implicaciones, las más negativas, no sólo sobre el sector agropecuario argentino en general, sino también sobre el conjunto de la sociedad, puesto que se afirma que el modelo agroalimentario del que la soja transgénica forma parte habría sido parcialmente responsable de la crisis social que la República experimentó en el cambio de siglo (cfr. Teubal. 2003).

Siendo todo ello así, el porqué del enorme incremento de la superficie triguera en estos últimos años debe buscarse en el hecho de que este grano se emplea como cultivo de rotación con respecto a la soja, como material de cobertura de la siembra de verano. Es más, al menos en el este de la provincia, hasta el 2002, este cultivo no habría tenido rentabilidad económica per se, alcanzándola desde ese año, y en el siguiente, como consecuencia de variables económicas (Volante et al. 2003, p.14). Y, siendo todo ello así, no debe extrañar que los principales departamentos sojeros sean también aquellos en los que más hectáreas de trigo existen, así como también de maíz, tal y como se aprecia en el cuadro 13.

 

Cuadro 13. Provincia de Tucumán, 2002.
Hectáreas sembradas con soja, trigo y maíz en departamentos seleccionados

Departamento

Soja

Trigo

Maíz

Burruyacu

102.386,4 (1)

68.874,9 (1)

16.678,5 (1)

Cruz Alta

23.047,5 (4)

14.854,0 (4)

1.566,0 (6)

La Cocha

25.710,0 (3)

22.243,5 (2)

1.915,2 (4)

Leales

29.195,4 (2)

17.667,0 (3)

4.861,5 (2)

Total provincial

201.959,2

142.208,4

31.549,1

Fuente: C.N.A. 2002. Entre paréntesis, puesto que cada departamento ocupa en el ranking provincial.

 

El otro grupo de cultivos que ha aumentado su superficie de forma importante son los frutales, de los cuales el 85% es limón. El aumento del conjunto del grupo en términos porcentuales ha sido notable (un 57%), aunque las 35.600 hectáreas que supone lo sitúan tan sólo como la cuarta masa de cultivo en importancia. Durante la década de los noventa, la masa de limón se ha expandido al norte de la capital, en el departamento Tafí Viejo, en Burruyacu, al pie de la Sierra de la Ramada y sobre terrenos pertenecientes al piedemonte localizados al sudoeste de la provincia. Ello implica que no sólo se han roturado nuevas tierras para ser implantadas con este frutal, sino que también se ha registrado una sustitución de plantaciones de caña de azúcar, en una proporción importante: ha afectado a una superficie de unas 8.500 hectáreas, lo cual implica que el 23% del incremento de la masa de limón registrado entre 1990 y 1999 ha sido sobre superficie anteriormente dedicada a la caña de azúcar (Madariaga, Fandos y Soria. s.f., p. 21).

Esta expansión espacial de las hectáreas dedicadas al limón son el resultado más evidente, más visible para el observador casual, de la importancia que ha adquirido la actividad citrícola en la provincia. A finales del XX, Tucumán aportaba el 90% de la producción limonera argentina, país que se encuentra en los primeros puestos de productores e industrializadores de este cítrico a nivel mundial; junto a la exportación de frutas en fresco de gran calidad, los derivados del limón obtenidos en plantas agroindustriales dotadas con los últimos avances tecnológicos, se han convertido en uno de los rubros más rentables de toda la economía tucumana. Además, este proceso ha estado acompañado por la transición desde una estructura de tenencia de la tierra con predominio de las explotaciones familiares a otra en la que éstas están desapareciendo, y quedando la actividad progresivamente en manos de unos pocos agentes, integrados verticalmente, y con gran peso de los capitales internacionales. En este sentido, es importante señalar el hecho de que la aparición de este tipo de capital comenzó en 1993, cuando Merchant Bankers Asociados S.A. y MBP Internacional S.A. entran en el accionariado de San Miguel, la mayor citrícola tucumana, haciéndose con el control de la empresa un año después; a finales de los noventa, los grupos extranjeros procesaban ya el 48% de la fruta (a mediados de los sesenta lo hacían con tan sólo el 3%), desembarco de capital foráneo que ha supuesto, además, la absorción vía compra de competidores -con lo que la actividad limonera está quedando progresivamente en un número más reducido de manos-, y de inserción directa, de la mano de empresas vinculadas, en los circuitos de comercialización europeos.

De esta importancia económica de la actividad limonera, así como también de otros rubros agrarios, dan cuenta las cifras del cuadro 14. En él queda recogido el hecho de que de los 11 productos de exportación más importantes de Tucumán, 7 son productos agrarios o agroindustriales, y de ellos, los relacionados con la actividad limonera suponen el 41% del total exportado por la provincia en 2002.

 

Cuadro 14. Valor de las exportaciones provinciales de productos seleccionados, y participación de su
producción sobre el total de las exportaciones provinciales y sobre el total de la producción nacional, 2002

Producto

Valor (Mill. USS)

Participación*

Participación**

Limones frescos

80

19%

90%

Aceite esencial limón

56

14%

-

Zumo concentrado limón

33

8%

-

Cajas de cambio para camiones

30

7%

-

Materias y desperdicios vegetales

27

7%

-

Caramelos, confites y pastillas

22

6%

-

Azúcar de caña en bruto

21

5%

59%

Soja

21

5%

2%

Partes y accesorios de automóviles

16

4%

-

Hojas secas de tabaco burley

14

3%

9%

Maíz en grano

12

3%

-

* Sobre el total provincial exportado.
** Sobre el total de la producción nacional.

Fuente: Datos de la Agencia de Desarrollo de Inversiones.

 

El grupo de las industriales, históricamente el más extenso, ha experimentado una disminución en el periodo intercensal, descenso achacable en su práctica totalidad a la caña de azúcar, desde el momento en que al tabaco se le siguen dedicando las mismas 6.000 hectáreas que en 1988, todas ellas en el sur provincial (departamentos La Cocha, Alberdi y Graneros). A nivel departamental, las mayores pérdidas de caña de azúcar se han registrado en Burruyacu, Cruz Alta, Chicligasta y Leales, mientras que en otros la dinámica ha sido la contraria, especialmente marcada en Simoca, con alrededor de las 4.000 has. de ganancia. De cualquier forma, ha sido la caña de azúcar el cultivo que más ha sufrido por el incremento de las hectáreas dedicadas a la soja, puesto que la expansión de ésta ha supuesto una reducción de las hectáreas de cañaverales. Además, también se ha registrado una reducción de las explotaciones dedicadas a la caña de azúcar, un 25% en el periodo 1988/1996, significando el retiro de unos 4.000 productores (Giarraca, Aparicio y Gras. 2001, p. 311), al tiempo que los pequeños productores que aún quedan en la actividad tienen cada vez más dificultades para continuar en ella.

Son las hortalizas el otro grupo de especies que en este periodo intercensal han visto disminuir, en su caso desplomarse, la superficie que ocupan, al pasar de las 17.300 de 1988 a las 4.900 de 2002. El porqué debe buscarse en la drástica disminución de la superficie sembrada con patatas, que tan sólo se mantiene en Tafí del Valle, y batata (descenso de esta última derivado, según Teubal, 2003, de la expansión de la soja en la provincia), así como también de las diferentes especies de calabazas (zapallos) y el choclo (maíz). No obstante, la caída ha sido prácticamente general. Anteriormente habíamos indicado que, a diferencia del descenso experimentado por la superficie dedicada al grupo de las industriales, la sufrida por las hortalizas podría calificarse como de coyuntural. En este sentido, es importante señalar que el periodo de referencia del CNA -junio 2001, julio 2002- coincidió con el periodo de fuerte inestabilidad monetaria por el que el país atravesó a comienzos de este siglo, lo cual, indudablemente, tuvo importantes consecuencias sobre las decisiones de sembrar por parte de los agricultores, especialmente en lo relativo a aquellos rubros con menores márgenes de beneficio, márgenes además fluctuantes, como las hortalizas. Además, en este momento puede ser de utilidad recordar lo apuntado párrafos arriba en relación con el hecho de que el cultivo de las hortalizas de estación suele estar en manos de productores con muy poco capital, siendo esta actividad incluso complemento de otras, al tiempo que si bien son productores con mayores capacidades de inversión los que llevan adelante el cultivo de las hortalizas de primicia, ésta actividad es mucho más demandante de insumos; siendo ello así, ambos tipos de productores se retrajeron en su decisión de sembrar durante los difíciles meses de la crisis. Por otro lado, desde el momento en que el mercado de las hortalizas tucumanas es básicamente el local y el regional, la crisis económica afectó no sólo a la oferta, sino, también a la demanda, hasta el punto de que, espoleada por el creciente desempleo, ésta habría caído entre un 40% y un 55%, siendo cierto el hecho de que en 2001 en Mercofrut -el mercado mayorista de la capital provincial- la venta de frutas y verduras disminuyó en un 50%.

Una vez estabilizada la situación, el volumen de hortalizas sembradas ha vuelto a aumentar. Así, y a modo de ejemplo, en 2004 se estimaba que se sembrarían alrededor de las 8.500 hectáreas de patata (de las cuales unas 6.500 en Chicligasta y Río Chico, repartiéndose las restantes entre Alberdi y La Cocha), cifra en la que, además, influyó el hecho de que las condiciones de humedad eran las propicias en el momento de la siembra, y existían reservas de agua embalsadas para el correcto desarrollo de la cosecha. Y en 2003, a la fresa se le dedicaban en la provincia 380 has., frente a las 0 registradas un año antes por el Censo. El caso de la fresa es interesante, puesto que si bien su importancia es muy escasa desde el punto de vista de su extensión espacial, vertiente ésta que, no olvidemos, es la que queda recogida por el índice, desde el punto de vista económico y de generación de empleos resulta ser uno de los cultivos más rentables de la provincia: téngase en cuenta que las mencionadas 380 hectáreas generarían alrededor de 8.000 empleos, frente a los 28.000 de la caña de azúcar y a los 45.000 -entre recolectores y empleados en las agroindustrias asociadas- del limón, aunque eso sí, existiendo 189.000 has dedicadas al primer cultivo y alrededor de 5 veces menos dedicadas al segundo. De cualquier forma, y pese a los altibajos anuales que efectivamente pueden registrarse en un periodo determinado, en las actuales circunstancias la superficie dedicada a hortalizas a nivel departamental no tiene en ningún caso la suficiente entidad como para influir de forma importante en la distribución por grupos de cultivos a nivel departamental, variando de esta forma el valor final del índice

Por su parte, el resto de grupos de cultivos (forrajeras y leguminosas) puede considerarse que han visto mantener la superficie a ellas dedicada, aunque, sin excepción, con ligeros descensos.

Las consecuencias que estos procesos han tenido sobre la importancia y distribución espacial de los grupos de cultivos no pueden calificarse como especialmente marcadas, desde el momento en que, tal y como hemos indicado, con la excepción del descenso puntual de las hortalizas el comportamiento de los principales cultivos no es sino la continuación, y acentuación, de procesos que comenzaron algunas décadas atrás. Así, la expansión del binomio oleaginosas/granos ha tenido como consecuencia la desaparición de las industriales en los extremos norte y sur de Tucumán (figura 6), áreas marginales para su cultivo -departamentos La Cocha, Graneros y Burruyacu-, la aparición ya sea de ambos grupos de cultivos (Alberdi) o uno de ellos (Cruz Alta) en áreas donde hasta este momento estaban ausentes, y la conversión de las oleaginosas en el grupo más importante en el caso de Leales.

La expansión del limón, encuadrado en el grupo de los frutales, más moderada desde el punto de vista espacial, ha tenido el mismo efecto que la del binomio oleaginosas/granos: ha hecho desaparecer a las industriales de la combinación de cultivos predominantes en Tafí Viejo y Yerba Buena, departamentos en los que las hectáreas con limón son ya más de las tres cuartas partes del total de la superficie implantada.

 

Figura 6. Provincia de Tucumán. Grupos de cultivos predominantes en 2002.
Fuente: C.N.A. 2002. Elaboración propia.

 

Sin embargo, y siendo ello así, también merece la pena destacarse el hecho de que el grupo de las industriales, la caña de azúcar, continua apareciendo como un monocultivo -en el sentido que se deriva de la aplicación del índice- en el área central de la provincia; pese a los vaivenes de la actividad, y las fluctuaciones en la superficie sembrada con este cultivo, Lules, Famaillá, Monteros y Chicligasta, en menor medida Río Chico, deben continuar considerándose como departamentos eminentemente cañeros. Pero el mantenimiento de la actividad azucarera tucumana plantea problemas si se llegan a eliminar los aranceles que pesan sobre el azúcar brasileño (Giarraca, Aparcio y Gras. 2001, p. 319), lo cual, con toda probabilidad, redundará en importantes modificaciones de la situación actual de la distribución e importancia de los grandes grupos de cultivos no sólo en estos departamentos sino en más de la mitad de la provincia.

Conclusiones

Fruto de procesos de alcance tanto local, como nacional e internacional, a lo largo de los últimos 128 años el sector agrario tucumano ha experimentado importantes modificaciones. Entre ellas, la gran expansión de la superficie cultivada no es la menor: durante la mayor parte del periodo considerado ésta se ha ido incrementando, para llegar en 1988 a ocupar 499.000 hectáreas, frente a las 48.000 que se registraron en 1874. El proceso de roturación de tierras aptas para el cultivo ha sido, por tanto, muy importante, hasta el punto de que en algunos departamentos está ocupada la práctica totalidad de la misma. Sin embargo, en el último periodo intercensal esta tendencia al aumento de la superficie ocupada por los siete grandes grupos en los que hemos reunido los cultivos ha cambiado de signo, al experimentarse una ligera pérdida, cifrada en 14.000 hectáreas. No obstante, y siendo esto así, la intensidad con la que ese volumen de tierras roturadas se explota es, en la actualidad, mayor que nunca, puesto que las prácticas de rotación de cultivos dentro del mismo año agrícola elevan la cifra de tierra cultivada (en primera y segunda ocupación) a la cifra de 634.000 hectáreas en 2002, 90.000 más que en 1988.

Esta ingente expansión del ager tucumano ha venido acompañada por importantes cambios en lo tocante a los grupos de cultivos que se implantaron en él. Si bien al comienzo del periodo la provincia tenía una vocación eminentemente cerealera, factores como la llegada y posterior expansión del ferrocarril desde el último cuarto del XIX, y muy especialmente la aplicación de toda una serie de medidas legislativas tendentes a proteger la producción azucarera nacional llevaron a que ya desde comienzos del XX la caña de azúcar, englobada en el grupo de las industriales, fuese el aprovechamiento más extendido, y más importante desde los puntos de vista social y económico. Con razón a Tucumán se la ha venido considerando como una provincia eminentemente cañera, en la que no sólo se cosechaba el producto sino que también se lo procesaba en un comparativamente elevado número de ingenios. En consecuencia, la distribución de los grupos de cultivos ha estado dominada en la mayor parte de los departamentos por las industriales, alcanzando su máxima expresión en la correspondiente a 1960. No obstante, esta actividad (con un destino orientado fundamentalmente al mercado interno) ha estado afectada prácticamente desde sus comienzos por una serie de crisis, unas de origen natural, las más derivadas de episodios de sobreproducción, crisis que llevaron incluso a dictar leyes tendentes a la limitación de la superficie de los cañaverales. La más importante de ellas acaeció en 1966, afectando tanto a la vertiente agrícola como a la industrial de la actividad, y trajo consigo, entre otras consecuencias, una importante reconversión del agro tucumano. Pero incluso tras esta crisis el área central de la provincia, aquella que mejores condiciones agroecológicas presenta para su cultivo, debe continuar aún hoy considerándose como de monocultivo cañero (en el sentido que se deriva de la aplicación del índice de Weaver), culminación de un proceso de creciente importancia de la caña de azúcar que se remonta a comienzos del XX.

Paralelamente, en los últimos decenios se ha registrado un importante proceso de diversificación productiva en el este provincial, ligado a la demanda internacional y a la expansión de la frontera agraria. Su principal protagonista desde el punto de vista espacial ha sido el binomio oleaginosas/granos, equivalente a soja (hoy en su mayor parte transgénica) y trigo (en menor medida maíz) como rotación de la misma, y ha supuesto el que ambos grupos, de la mano de la soja, abarquen la fenomenal cifra del 59% del total de la superficie roturada provincial; una favorable coyuntura exterior, mejoras en el material genético y cambios en las labores culturales se encuentran entre los principales factores que subyacen en esta situación. Los cambios que esta expansión ha supuesto en la distribución departamental de los grupos de cultivos son evidentes: los extremos norte y sur de la provincia están dominados por este binomio, al tiempo que la caña ha dejado de ser el cultivo predominante en los departamentos orientales (Cruz Alta, Leales y Simoca), aunque aún está presente en sus distribuciones de cultivos. Sin embargo, esta situación -extrapolable a otras provincias del NOA y del área pampeana- está siendo contestada desde distintos sectores por sus implicaciones no sólo sobre el sector agrario, sino aún sobre el conjunto de la sociedad argentinos.

También espoleado por la demanda internacional, el grupo de los frutales, de la mano de los cítricos, ha ido poco a poco ganando terreno a la caña de azúcar en los departamentos del piedemonte tucumano, hasta el punto en que en 2002 se resuelven como monocultivo en Tafí Viejo y Yerba Buena. Hoy son limones los que fundamentalmente conforman el monte cítrico provincial, tras quedar arrasados por la plaga de la tristeza los naranjos que anteriormente eran los mayoritarios; la importancia de la producción limonera, tanto de fruta fresca como de derivados de la misma obtenidos en el propio Tucumán, no es sólo nacional, sino que la provincia es uno de los mayores abastecedores mundiales de estos productos. Sin embargo, en el proceso de expansión de esta actividad agroindustrial los pequeños productores están siendo progresivamente expulsados (una situación similar a la de la soja), al tiempo que capitales internacionales controlan porciones cada vez más significativas de este complejo productivo, todo lo cual proyecta en cierta forma sombras sobre una actividad tradicionalmente muy arraigada en el sector agrícola tucumano, y que además hoy se resuelve como el rubro agrario más rentable de la provincia.

El resto de cambios que el agro tucumano ha experimentado y que han quedado registrados en la importancia y distribución de los grupos de cultivo pueden considerarse como menores en comparación con los anteriores. El grupo de las forrajeras ha logrado mantenerse a través del tiempo en la distribución de Trancas, departamento históricamente con clara vocación ganadera, y es también en este departamento en el que el grupo de las leguminosas ha logrado hacerse un hueco; de cualquier forma, la presencia de éstas últimas se deriva más de lo exiguo de la superficie departamental cultivada -además en descenso-, que de el peso que las 3.600 hectáreas a ellas dedicadas tienen per se. Y en cuanto a las hortalizas, su importancia ha estado muy localizada tanto en el tiempo como en un número muy escaso de departamentos, aunque el reducido número de hectáreas sembradas con las especies que integran este grupo han limitado de forma sistemática su presencia en las distribuciones departamentales. Desaparecidas de la distribución de Leales, única división administrativa en la que estuvieron presentes hasta la década de los sesenta del siglo pasado, volvieron a aparecer en la década de los ochenta en Tafí del Valle y Río Chico, aunque, igual que ocurre con las leguminosas en Trancas, más por lo exiguo de la tierra roturada en ellos que por la extensión del grupo. De cualquier forma, el instrumento estadístico que hemos empleado ha podido detectar el hundimiento de este grupo registrado a comienzos de este siglo, derivado, como en su momento vimos, de una fuerte crisis económica que retrajo a los productores en su decisión de sembrar, situación coyuntural que volvió a la normalidad una vez estabilizado el panorama económico.

 

Notas

[1] La información del C.N.A. de 1988 está referida a la campaña 1987/88. Sin embargo, las cifras de la S.E.A.G. correspondientes a esa campaña no pueden utilizarse en su totalidad, puesto que falta la información del departamento Río Chico. Por ello, nos hemos visto obligados a emplear las de la campaña 1989/90. Pero, siendo esto así, también es necesario reseñar que, con la excepción del departamento indicado, los resultados de la aplicación del índice en los restantes departamentos son los mismos en ambas campañas, puesto que la diferencia en el número de hectáreas entre ambas es muy escaso, hecho que, probablemente, pueda extrapolarse también a Río Chico.

[2] El Censo entiende por primera ocupación aquella con la que se inicia el periodo de referencia, 1 de julio de 2001, momento en que el los campos en los que la rotación trigo/soja se realiza están ocupados por el primero de los cultivos.

 

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Ficha bibliográfica:
NATERA, J. J.; BATISTA, A. E. La evolución del sector agrícola en Tucumán (Argentina) desde finales del XIX: una aproximación a través de la dinámica de los grupos de cultivos.
Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de septiembre de 2005, vol. IX, núm. 197. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-197.htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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