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Geo Crítica
Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. IX, núm. 201, 15 de noviembre de 2005

MERCADO LABORAL Y NUEVOS PERFILES DE LA INMIGRACIÓN EXTRANJERA EN CANARIAS

Carmen Díaz Rodríguez
Universidad de La Laguna
cdiazrod@ull.es

Carmen Rosa Delgado Acosta
Universidad de La Laguna
cdelgado@ull.es 

Recibido: 21 de febrero de 2005. Devuelto para revisión: 14 de abril de 2005. Aceptado: 10 de octubre de 2005.

Mercado laboral y nuevos perfiles de la inmigración extranjera en Canarias (Resumen)

La inmigración que recibe Canarias desde la segunda mitad de la década de 1990 está muy relacionada con las transformaciones experimentadas durante esos años por el mercado de trabajo regional. El fenómeno inmigratorio actual se define por su incremento numérico, su heterogeneidad demográfica y laboral y su extensión a todas las islas. A la tradicional inmigración residencial y de ocio europea, propia de la condición de destino turístico del archipiélago, se incorpora desde finales del siglo XX una inmigración económica extracomunitaria que tiene, no obstante, una desigual implantación a escala insular.

Palabras clave: inmigración, inmigrantes económicos, mercados de trabajo, Canarias.

Labor market and new features of foreing inmigration in the Canary Islands (Abstract)

The inmigration received in the Canaries from the second half of the nineties is deeply linked to the changes which the regional labor market has experienced. The present phenomenon of inmigration is defined by its fast increase, its laboral and demographic variety and its spreading to the whole islands. A non EU economical inmigration with a uneven island presence joins to the traditional european inmigration for living and leisure, wich has been associated to tourist economy of the archipelago.

Key words: inmigration, economical inmigrants, labour markets, Canaries.

En España y en Canarias la inmigración adquiere desde la segunda mitad de la década de 1990 nuevas dimensiones estadísticas, que generan sobre tales flujos estados de opinión contrapuestos; unos los interpretan como una posibilidad para reajustar los desequilibrios entre la oferta y la demanda de mano de obra en los mercados de trabajo, o como un adecuado antídoto, al menos temporal, para compensar el mermado crecimiento natural y el envejecimiento demográfico. En otros sectores de opinión este fenómeno, al ser asociado por algunos medios de comunicación y por ciertos políticos con la delincuencia y el terrorismo, genera recelo e incluso rechazo social. En todo caso, la inmigración no es neutral y en torno a ella surgen en las sociedades receptoras desde problemas territoriales relacionados con la composición social y la concentración espacial de los flujos, hasta tensiones por los prejuicios existentes sobre las consecuencias económicas que entraña la incorporación de un número creciente de extranjeros.

En Canarias aunque la inmigración no es un fenómeno desconocido y ha sido una componente clave en su configuración demográfica, social, productiva y territorial, lo cierto es que desde la segunda mitad de la década de 1990 adquiere nuevas dimensiones cuantitativas y cualitativas que la convierten en una de las variables más relevantes del cambio social e incluso territorial. La rapidez de su incremento y la heterogeneidad de sus orígenes, sus diversos perfiles demográfico y laboral y su extensión a todas las islas del archipiélago, son rasgos que caracterizan los movimientos migratorios actuales.

Partiendo de esta triple combinación de características recientes, nuestro objetivo es doble: por un lado, reflexionar sobre las transformaciones del mercado de trabajo regional y su incidencia sobre la intensidad y la variedad de los flujos migratorios internacionales y, por otro, trazar el perfil demográfico y laboral de la mano de obra extranjera y aproximarnos a su distribución territorial a escala insular.

El colectivo de población analizado es el que compone la inmigración extranjera regular entre 1996 y 2003. Para ello se ha utilizado la información que sobre flujos migratorios y extranjeros residentes proporcionan, entre otras fuentes, las Estadísticas de Variaciones Residenciales, el Censo de Población de 2001, el Anuario de Extranjería de 2002 y algunos Informes del Consejo Económico Social de Canarias y del Gobierno Autónomo sobre inmigración y condiciones sociales de la población canaria.

Inmigración extranjera y mercado de trabajo

Desde una perspectiva crítica hoy se reconoce que las migraciones internacionales lejos de responder a decisiones individuales están “en función de una dinámica económica transnacional y geopolítica de mayor alcance” (Sassen, 2001: 76-79). La presencia e incremento de estos flujos se interpreta como una más de las manifestaciones atribuibles al sistema económico en su fase global actual, pues si bien no todos los desplazamientos están fundados en causas económicas, también es verdad que muchos de los que se establecen en nuestras sociedades constituyen un aporte adicional de mano de obra, ocupan una parte variable de los empleos disponibles y, en muchos casos, su contratación permite reducir costes laborales y garantizar la rentabilidad de ciertas inversiones. Por tanto, la realidad migratoria actual no se puede entender ni al margen de la dinámica económica internacional, ni tampoco al margen de las características de los mercados de trabajo nacionales, regionales y locales.

En el caso de Canarias, los argumentos empleados para explicar los nuevos atributos de la inmigración, a saber, su incremento, la diversificación de sus orígenes y su generalización a todas las islas han sido diversos. Uno, recurre al tradicional papel de Canarias como “frontera y lugar de paso…de personas y mercancías…”, es decir, al hecho de que la región es, al  igual que el conjunto del país, un “área bisagra” (Capel, 2002) con un alcance tricontinental entre el mundo europeo, el africano y el latinoamericano. Otro, tanto o más repetido, se sustenta en la favorable coyuntura económica por la que atraviesa en los últimos años el archipiélago, en contraste con las condiciones “endémicas” de inestabilidad y subdesarrollo del África cercana” (Gobierno de Canarias, 2002-2004). Esta explicación, popularizada bajo la expresión efecto llamada,  expresa la idea del dispar desarrollo entre las áreas de partida y de instalación. Y, por último, el que sitúa en el incremento actual de los niveles de pobreza y en la agudización de las desigualdades derivadas del proceso de globalización, la razón de la emigración.

Siendo de forma general válidos tales argumentos e incuestionable la compleja combinación de factores de expulsión (elevados niveles de pobreza, inestabilidad económica, conflictos bélicos, etc.) y de atracción (contactos culturales, cercanía geográfica, crecimiento económico), lo cierto es que estas circunstancias no son nuevas en el panorama internacional, de ahí que, por sí solas, no sean suficientes para explicar el incremento reciente de la inmigración. Existe, sin embargo, un factor de atracción decisivo menos analizado: la liberalización de los mercados de trabajo y la extensión, tras la reforma laboral de 1994, de los empleos precarios y del sector informal de la economía (Delgado y Díaz, 2002). De hecho, en Canarias la etapa de mayor crecimiento económico y de más intensa creación de empleo se corresponde con la de más rápida y profunda transformación en la composición de su población activa. Dos son los cambios más relevantes que ésta experimenta: uno, el proceso de feminización, analizado en un trabajo previo (Díaz y Delgado, 2004); otro, el incremento de los trabajadores extranjeros. Ambos fenómenos no son, por supuesto, ajenos al marco laboral e institucional de la sociedad que los protagoniza y si bien el cambio de modelo laboral en la región es similar al que tiene lugar en el resto del país, la particularidad de Canarias estriba en la intensidad con la que se produce, dada la marcada orientación turística de su sistema productivo.

Así pues, la inmigración actual responde no sólo a las estrategias de supervivencia familiar y comunitaria de los migrantes, sino también al estímulo de los mercados laborales, que basculan con intensidad creciente hacia el empleo precario. Por ello en Canarias las mayores alteraciones cuantitativas y cualitativas del fenómeno inmigratorio se producen al generalizarse la dualidad laboral en su mercado de trabajo.

Entre los cambios cuantitativos del proceso migratorio se sitúa el notable incremento de las entradas anuales y de los residentes extranjeros. Las primeras pasan de menos de 2.000 en 1996 a casi 25.000 en 2002 (cuadro 1), multiplicándose su cifra por 12 durante esos seis años. Como no todos los que llegan se establecen, el incremento de los que lo hacen es más modesto; aún así, los residentes contabilizados en 2002 representaban un 64 por ciento más que los inscritos en 1996, de tal forma que hoy aproximadamente 50 de cada 1.000 habitantes en la región tienen nacionalidad extranjera.

 

Cuadro 1. Flujo de inmigrantes extranjeros y extranjeros residentes. Canarias (1996-2002)

Año

Flujo de inmigrantes

Extranjeros residentes

Número

Número índice
(1996=100)

Número

Número índice
(1996=100)

1996

1.915

100

56.233

100

1997

5.404

282

58.890

105

1998

7.229

377

68.848

122

1999

10.553

551

68.347

121

2000

20.826

1087

77.594

138

2001

23.761

1.241

87.483

155

2002

24.734

1.291

92.149

164

    Fuentes: Estadísticas de Variaciones Residenciales, INE. Elaboración: OBECAN y propia.

 

Tanto o más destacados son los cambios cualitativos, entre ellos sobresale la diversificación de los orígenes geográficos, con el retroceso europeo como nota más singular. Los europeos, en particular los comunitarios, han sido superados en número por la suma de los latinoamericanos y africanos (figura 1). El análisis de las diez nacionalidades más numerosas a escala regional revela la desigual importancia de los distintos orígenes. La presencia europea se concreta en los dos países que encabezan la lista, Alemania y Reino Unido, a los que se suma en un 5º y 9º puesto respectivamente Italia y Francia. Cuatro son también los países latinoamericanos que, por orden de importancia, se distribuyen entre el 3º y 8º lugar: Colombia, Cuba, Venezuela y Argentina. África está representada sólo por los marroquíes, aunque ocupan un 4º puesto, y, por último, los hindúes por Asia se sitúan en la posición final.

Esta modificación de los orígenes es, a su vez, inseparable de otro cambio fundamental en la condición del migrante: su claro y definido perfil laboral. Éste se aprecia bien a través de la información suministrada por distintas fuentes. El Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales cifra el número de trabajadores extranjeros afiliados a la Seguridad Social en la región en 33.549 y 61.768 en 1999 y 2003, respectivamente (Gobierno de Canarias, 2004); lo que supone un aumento del 85 por ciento. De igual forma, los datos de la Encuesta de Población de 1996 del Instituto Canario de Estadística y los del Censo de 2001 permiten cuantificar la variación porcentual de los extranjeros activos y ocupados en más de un 150 por ciento entre ambas fechas. Estas y otras evidencias empíricas vienen a demostrar que los inmigrantes laborales aumentan a un ritmo superior al de la totalidad de los residentes extranjeros, lo que manifiesta que Canarias no sólo es un espacio de tránsito sino también de establecimiento para determinados colectivos de migrantes, receptivos a las demandas coyunturales de los mercados de trabajo. Se puede afirmar, por tanto, que en estos años la región, a la vez que mantiene su posición como destino turístico, refuerza su papel como destino laboral.

 

Figura 1. Flujo inmigratorio según procedencia. Canarias 1996 y 2002
Fuente: Estadísticas de Variaciones Residenciales, INE. Elaboración propia.

    

La incorporación de esta población foránea coincide con una coyuntura económica propicia desde el punto de vista de la generación de empleo[1], pues Canarias experimenta de forma simultánea una sustancial elevación de su tasa de ocupación (de 11 enteros entre 1996 y 2001) y un recorte en igual proporción de su tasa de paro, al tiempo que se incrementa la de actividad. El cambio cuantitativo es manifiesto, algo menos el cualitativo, aunque la UGT estima que entre 1996 y 2002 la economía sumergida de la región absorbió a unos 49.000 trabajadores (Díaz y Parreño, 2004), lo que significaría que ¼ parte del empleo generado durante los últimos años correspondería a las formas irregulares del sector opaco de la economía. Es decir, los flujos migratorios se han visto favorecidos por unos mercados de trabajo crecientemente desregularizados en los que tiene cabida y crece la irregularidad (Izquierdo, 2004).

En definitiva, la estrategia liberalizadora aplicada en la gestión del mercado laboral —en la que se incluye la concesión y renovación de permisos de trabajo a la población extranjera—, al tiempo que facilita el acceso al empleo, condiciona las formas de participación en la actividad, tanto de los residentes en general como de los inmigrantes en particular. Este marco en el que se inscribe la inmigración y que explica su evidente dimensión productiva no supone, sin embargo, la existencia de estructuras demográficas similares ni comportamientos laborales homogéneos entre los foráneos. Las más de treinta nacionalidades que integran los flujos recientes ofrecen en origen distintos contextos socioeconómicos y rasgos estructurales diferenciadores, ocultos bajo su consideración conjunta. El estudio de tales rasgos se aborda a continuación como paso previo al análisis de la inmigración económica en los mercados de trabajo insulares.

Heterogeneidad demográfica y laboral de la mano de obra extranjera

La mano de obra extranjera establecida en la región está compuesta por colectivos con características estructurales y expectativas laborales distintas. Entre los europeos se incluyen, desde los que llegan para desarrollar una actividad por lo general en el marco de empresas relacionadas con el sector de la hostelería, hasta los jubilados que residen durante largas temporadas para disfrutar de las condiciones ambientales de las islas (migraciones de retiro). Por su parte, entre los inmigrantes no comunitarios se encuentran desde los emigrantes canarios retornados de primera, segunda o incluso tercera generación, hasta los que proceden de países con los que Canarias ha mantenido, o no, vínculos previos. El incremento que conoce este último colectivo responde a una modificación del modelo inmigratorio consistente en el debilitamiento de la corriente residencial y de consumo, característica de los flujos procedentes de los países del centro-oeste europeo, y el simultáneo reforzamiento de un patrón inmigratorio basado en la producción, con una definida vertiente laboral e integrado de forma mayoritaria por los naturales de los restantes continentes (Salvá, 2003).

Perfiles diversos y/o divergentes

Los distintos orígenes se traducen en perfiles demográficos diversos y, en ocasiones, divergentes. Así se desprende del análisis según edad (cuadro 2), que revela una dispar estructura entre la mano de obra comunitaria y la procedente de África y de Latinoamérica. En el primer caso de cada 10 personas en edad laboral sólo 3 cuentan con menos de 35 años, frente a las 6 de los originarios del continente africano. En consecuencia, dos estructuras muy contrastadas, una madura y otra joven, resultado de dos direcciones opuestas de partida: norte y sur, respectivamente.

 

       Cuadro 2.  Distribución de la población extranjera en edad laboral. Canarias 2001
 

% de personas de 15 a 34 años

% de personas de 35 a 64 años

Índice de masculinidad*

Población residente total

Población extranjera

47,7

44,6

52,3

55,4

102,2

98,6

Extranjeros según nacionalidad

Unión Europea

Otras procedencias

30,5

57,1

69,5

42,9

94,2

102,6

Resto de Europa

47,8

52,2

83,3

África

60,9

39,1

224,1

Marruecos

62,8

37,2

220,5

Latinoamérica

56,9

43,1

81,9

Colombia

61,1

38,9

80,3

Venezuela

57,5

42,5

72,3

 Cuba

47,4

52,6

88,4

*Hombres por cada 100 mujeres. Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC. Elaboración propia.

 

También la distribución por sexos varía en función de las procedencias (figura 2). En los europeos comunitarios hay un ligero predominio de las mujeres, como corresponde a estructuras demográficas con un peso relevante de las personas de más edad. En los no comunitarios existen contrastes según la nacionalidad pues es abrumador el peso de los varones africanos y de las mujeres latinoamericanas. Las diferencias culturales entre ambos mundos respecto a la participación de la mujer en la sociedad pueden explicar estos divergentes resultados. A pesar de tales contrastes lo cierto es que la mitad de los inmigrantes son mujeres lo que parece indicar la existencia de una oferta ocupacional adaptada a este tipo de trabajadoras. Canarias es de hecho, después de Madrid y Cantabria, la comunidad con mayor porcentaje de presencia femenina entre la mano de obra extranjera (Colectivo IOE, 2002:92).

 

Figura 2. Población en edad laboral, Canarias 2001
Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC.  Elaboración propia.

 

La formación es otro rasgo a considerar (cuadro 3), pues casi la mitad de los extranjeros (47%) tiene estudios postobligatorios, frente a una tercera parte (32%) de los residentes. Elevada cualificación poseen los comunitarios pero también los de las restantes procedencias y aunque se observan dispares resultados según las nacionalidades, en general, se confirma el hecho de que los inmigrados, a excepción de los de origen africano, tienen un nivel educativo superior al de la población de acogida. Esta característica que en teoría constituye un importante activo para mejorar la productividad y estimular la competencia, precisa la sintonía entre formación y trabajo ofertado, pues de no ser así, se produce ineficiencia económica. Es lo que parece suceder en Canarias donde el aumento del empleo cualificado resulta modesto en comparación con el algo más que notable incremento del de baja o nula cualificación (Delgado y Díaz, 2002). Esta última modalidad afecta en especial a los extranjeros pues el 27,4 por ciento de los hombres y el 30,4 por ciento de las mujeres con estudios postobligatorios realizan una actividad de estas características; porcentajes que se reducen a la mitad entre los residentes (13,9% y 12,3% respectivamente). Así pues, la formación tiene para muchos foráneos un desigual valor añadido, más que por su condición de extranjero por su condición de inmigrante, al actuar tal circunstancia negativamente en su situación laboral.

 

       Cuadro 3. Niveles de formación de la población de 16 años y más. Canarias 2001
 

Obligatoria no terminada

Obligatoria terminada

Secundaria no obligatoria

Estudios universitarios

Población residente total

Población extranjera

39,2

22,9

28,8

29,8

20,8

31,7

11,2

15,6

Extranjeros según  nacionalidad

Unión Europea

14,4

31,1

36,3

18,2

Otras procedencias

28,8

29,2

28,9

13,1

Resto de Europa

18,2

27,7

34,2

19,9

África

51,2

27,9

15,0

6,0

Marruecos

54,4

27,4

13,3

5,0

Latinoamérica

21,9

29,9

33,4

14,9

Colombia

26,4

33,4

31,6

8,6

Venezuela

19,0

29,1

34,7

17,2

Cuba

12,3

21,2

36,4

30,1

 Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC. Elaboración propia.

 

Situaciones laborales plurales

La diversidad de situaciones laborales es también un rasgo apreciable en la definición del estatus de extranjero. En 2001, alrededor de 54.000 (el 63%) declaraban estar activos y aunque su entidad numérica no es excesiva, representaban el 6 por ciento de la mano de obra regional. Dato que apoya, como afirma el último Informe Anual del Consejo Económico y Social de Canarias (2004), la idea de que este aporte adicional es uno de los factores —junto con el incremento de la actividad femenina— del fuerte impulso de la oferta laboral en los últimos años.

La participación de los extranjeros en la economía regional, medida a través de los indicadores usuales, se caracteriza, al igual que a escala del país, por ofrecer tasas de actividad y ocupación más altas que las de la población local y tasas de paro similares, aunque levemente superiores. No obstante, la distinta magnitud que alcanzan los índices señalados según la nacionalidad, el sexo y la edad es un síntoma de los diferentes grados de participación en la actividad de cada uno de los colectivos y de la existencia de diversos procesos o mecanismos de selección en el mercado de trabajo. Los no comunitarios, con independencia de su nacionalidad, son los que presentan las mayores tasas de actividad y ocupación (cuadro 4). Destaca el alto grado de participación de africanos y latinoamericanos, quizá como reflejo de sus menores exigencias tanto en relación con las tareas a realizar como con respecto a las condiciones en las que éstas se llevan a cabo. En muchos de estos casos, el empleo está muy vinculado con la posibilidad de obtener un permiso de residencia, lo que influye, aún más si cabe, en la aceptación de ofertas laborales que no siempre están en consonancia con la formación adquirida. Como han señalado varios autores, estaríamos ante trabajadores a los que se "les discrimina positivamente en la selección para discriminarles negativamente en el trabajo" (Carrasco, 1999: 51-52). En contraste, la inactividad de muchos de los europeos, jubilados o no, es el factor determinante de sus modestos niveles de participación laboral, no sólo en comparación con el resto de los extranjeros sino también con respecto a los canarios.

 

Cuadro 4. Tasas de actividad, ocupación y paro. Canarias, 2001
 

Tasas de actividad (%)

Tasas de ocupación (%)

Tasas de paro (%)

Total

Varones

Mujeres

Total

Varones

Mujeres

Total

Varones

Mujeres

Residentes totales

59.1

71.7

46.8

49.2

61.5

37.2

16.8

14.3

20.5

Residentes extranjeros

63.2

73.2

53.2

51.9

61.4

42.4

17.9

16.2

20.3

Extranjeros según nacionalidad

Origen/Procedencia

Total

Varones

Mujeres

Total

Varones

Mujeres

Total

Varones

Mujeres

Unión Europea

53.0

59.2

47.0

45.0

50.8

39.3

15.1

14.2

16.3

Otras procedencias

72.8

86.2

59.2

58.4

71.2

45.4

19.8

17.4

23.3

Resto de Europa

63.3

71.4

51.1

51.4

60.3

44.0

18.8

15.5

13.9

África

79.4

90.7

54.3

63.8

74.6

40.0

19.6

17.8

26.3

Latinoamérica

73.2

86.0

62.9

57.8

70.0

47.9

21.2

18.6

23.8

Asia

62.7

82.4

42.8

54.9

73.3

36.5

12.3

11.1

14.7

Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC. Elaboración propia

 

Dos rasgos estructurales de los inmigrados ya analizados: su feminización y su juventud, reaparecen ahora bajo un prisma diferente. Las extranjeras destacan por una implicación laboral superior a la del conjunto de la población de su mismo sexo. Al margen de estereotipos, parece que la mujer inmigrante encuentra acomodo con facilidad en los empleos menos cualificados de la hostelería y en los servicios relacionados con el trabajo doméstico y los cuidados personales. Existe, sin embargo, una desigual actitud laboral entre las inmigrantes, reflejo de patrones culturales previos que pueden influir desde el inicio, como sucede con las originarias de África, en su desplazamiento y posterior participación laboral. A diferencia de los varones, las latinoamericanas conforman el colectivo con mayor actividad, quizá por ser una corriente donde la mujer cuenta con un proyecto migratorio propio (Izquierdo, 2001: 115).

La edad, por último, es otro factor a considerar porque son los más jóvenes, con independencia de su nacionalidad, los que alcanzan tasas sensiblemente superiores a las de la población insular, mostrando así su precoz inserción laboral. Esta pauta común de fuerte implicación en la actividad de los más jóvenes, no es, sin embargo, aplicable a la población de mayor edad, porque sólo los latinoamericanos y, en especial, los africanos permanecen en una alta proporción en el mercado de trabajo hasta edades avanzadas, con tasas entre los 60 y los 64 años 10 puntos por encima de las registradas por la totalidad de los residentes (figura 3).

 

 Figura 3. Tasas de actividad según edad. Canarias, 2001
Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC. Elaboración propia

 

Dónde y cómo desempeñan su trabajo los extranjeros, es decir, en qué actividades y bajo qué condiciones laborales, son dos aspectos que clarifican sus modos de inserción. En esta ocasión su perfil laboral se ilustra mediante sus ámbitos de ocupación, sus modalidades contractuales y la duración media de sus contratos.

Dada la estructura económica regional, los sectores en los que trabaja la población extranjera coinciden con los de la residente, evidenciándose el predominio del sector servicios. De todas formas hay diferencias entre ambos colectivos pues en la hostelería, la construcción y el comercio se emplea el 60,5 por ciento de la mano de obra extranjera y el 47,9 por ciento de la residente, destacando el alto porcentaje de extranjeros (un 30%) ocupados en la rama hotelera (cuadro 5). Las oportunidades laborales varían, no obstante, entre las nacionalidades, de ahí que los extracomunitarios encuentren, a diferencia de los comunitarios, en la construcción y en ciertos servicios turísticos y urbanos que precisan una menor formación, una fuente importante de empleo. Al respecto, se advierte la existencia de un amplio abanico de nichos de ocupación, como es el caso de la construcción entre los colombianos y ecuatorianos (con el 42,9% y 33,7%, respectivamente del empleo total); del comercio entre los hindúes (51,2%); de la hostelería entre los chinos y marroquíes (46,8 y 40%, respectivamente); o del servicio doméstico entre las mujeres ecuatorianas, colombianas y filipinas (35% y 29%, y 44%, respectivamente).

 

Cuadro 5. Población ocupada en las principales ramas de actividad. Canarias 2001
 

Construcción

Comercio

Hostelería

Población residente total

14,0

18,0

14,4

Población extranjera

14,2

16,2

30,1

 

Extranjeros según nacionalidad

Unión Europea

9,0

15,0

32,3

Otras procedencias

19,2

15,3

28,6

Resto de Europa

13,9

14,5

31,7

África

21,9

17,0

33,4

Marruecos

19,3

17,2

40,0

Latinoamérica

18,5

14,8

26,6

Colombia

23,1

11,5

26,3

Venezuela

15,1

21,2

21,3

Cuba

15,4

15,9

25,9

Fuente: Censo de Población de 2001, ISTAC. Elaboración propia.

Por su parte, el contrato eventual es la modalidad principal, dado que el 45 por ciento de los trabajadores desarrollan su labor bajo esta fórmula. Es, además, un tipo de contrato mayoritario entre los no comunitarios al corresponder al 60 por ciento de los empleados, mientras que casi el 70 por ciento de los comunitarios disponen de un contrato fijo o trabajan por cuenta propia. Al carácter secuencial del empleo que implica la eventualidad se agrega una duración mínima de los contratos, pues casi la mitad (46,4%) se firman por un periodo inferior a los tres meses.

Por último, hay una evidente segmentación ocupacional entre los comunitarios y los extracomunitarios. Los primeros  trabajan en una proporción que ronda el 50 por ciento como directores y técnicos o como técnicos de apoyo y administrativos. En cambio, los no comunitarios, en especial ecuatorianos y colombianos, declaran en un 60 por ciento de los casos desarrollar una actividad como trabajadores no cualificados o como trabajadores de la industria y de la construcción. En realidad, esos contrapuestos perfiles laborales no hacen sino traducir la profunda división existente en el mercado de trabajo regional entre “un segmento primario de escasa expansión y fuerte rigidez, y un segmento secundario en pleno crecimiento y destacada inestabilidad en el empleo (Godenau y Arteaga, 2003:175). Esa dispar situación ocupacional explica a su vez que las categorías salariales extremas (los que más ganan y los que menos) concentren a una mayor proporción de trabajadores extranjeros, en torno cada una de ellas al 10 por ciento del total. Esta división coexiste con seguridad con una discriminación salarial generalizada para aquellos grupos más débiles, como han revelado los informes de Comisiones Obreras sobre los inmigrantes establecidos en el territorio nacional, cuyo salario es inferior entre un 25 y un 30 por ciento al de los nativos (Carrasco,1999: 52). En este sentido, dadas las características del empleo en la región, tales porcentajes pueden constituir un umbral mínimo de referencia.

En síntesis, al comparar los rasgos de los extranjeros residentes con los de la población insular se aprecian aspectos comunes a los ya constatados en otros trabajos referidos a la situación de este colectivo en el conjunto del estado. Los que proceden de la Unión Europea tienen más edad, mayor grado de feminización y una cualificación superior. Los extracomunitarios presentan, en general, a excepción de los europeos, una mayor juventud, pero difieren en su composición por edad y en sus características culturales. Las diferencias se advierten bien a escala continental, de ahí que los latinoamericanos destaquen en conjunto por su mayor formación y por su feminización; en cambio, los africanos sobresalen, además de por su juventud, por los rasgos contrarios: alta masculinidad y baja cualificación.

Desde el punto de vista laboral lo más destacable es la especial incidencia que tienen la temporalidad y, en menor medida, el paro entre los trabajadores extranjeros, de forma que la tercera parte de los afiliados a la Seguridad Social son perceptores de ayudas sociales. Los inmigrantes no comunitarios están, pues, ocupando, sobre todo en la construcción, la hostelería y el comercio, empleos bajo fórmulas no aceptadas por los trabajadores locales. Existen en definitiva “nichos laborales” con un alto potencial de trabajo pero también de marginalidad para estos nuevos trabajadores; aspecto que se ha revelado de una forma particularmente intensa en los países de reciente inmigración (Izquierdo, 2004: 32).

La mano de obra extranjera en los mercados de trabajo insulares

La fragmentación del territorio y la existencia de realidades socioeconómicas distintas a escala insular condicionan las características de los mercados de trabajo insulares y, por tanto, el significado que en ellos alcanza la mano de obra extranjera.

Todas las islas comparten, en distinta medida, los rasgos que definen el proceso inmigratorio actual, es decir, su carácter reciente, su notable incremento y su heterogeneidad.  En todas sin excepción, la mitad o más de los residentes extranjeros se ha establecido entre 1996 y 2001 (cuadro 6). Se trata de un fenómeno reciente apreciable en espacios con una definida función turística y con mercados laborales muy dinámicos, como ocurre con Tenerife, Gran Canaria, Fuerteventura y Lanzarote, pero también en aquellos territorios donde tal actividad tiene una implantación incipiente. Es el caso de La Palma, La Gomera y El Hierro, que a pesar de contar con estructuras productivas de menor dinamismo, ofrecen algunas oportunidades para el asentamiento y el empleo. Por tanto, el incremento de la inmigración eleva de forma notable el peso de los foráneos en el total de habitantes de cada isla, con porcentajes en 2001 que oscilan entre el mínimo del 4 por ciento que presenta Gran Canaria y el máximo del 15 por ciento de Fuerteventura, pasando por valores intermedios nada despreciables como los registrados por La Gomera (10%).

 

Cuadro 6. Indicadores del significado de la población extranjera a escala insular

Ámbito

Población extranjera en 1996

Población extranjera en 2001

% de establecidos entre  1996-2001

%  de extranjeros en el  total poblacional en 2001

Lanzarote

3.332

11.550

65.3

12.3

Fuerteventura

1.351

8.205

67.2

14.9

Gran Canaria

15.396

27.794

57.2

3.9

Tenerife

21.219

43.387

52.2

6.7

La Gomera

888

1.691

71.5

9.6

La Palma

3.640

4.606

59.3

6.0

El Hierro

449

607

61.3

7.0

Canarias

46.275

97.840

57.2

6.1

Fuente: Encuesta de Población de 1996. Censo 2001, ISTAC. Elaboración propia.

Ahora bien, aunque todas las islas reciben inmigrantes, las ganancias recientes en el número de extranjeros a escala insular difieren sensiblemente. Mientras Lanzarote y Fuerteventura multiplican por 4 y 6, respectivamente, su cifra inicial entre 1996 y 2001; La Palma y El Hierro se sitúan en el extremo opuesto con aumentos débiles en este contexto (26 y 35% respectivamente) y, por último, las dos islas centrales, Gran Canaria y Tenerife, junto con La Gomera, ocupan una posición intermedia con aumentos cercanos al promedio del archipiélago.

Las diferencias cuantitativas no son las únicas, la heterogeneidad se manifiesta también en la localización y composición de los flujos migratorios, pues cada isla posee un distinto universo poblacional y una desigual capacidad laboral. En su distribución se aprecian, pues, asimetrías que responden al crecimiento diferencial de cada mercado de trabajo; desde el reducido número de trabajadores extranjeros que residen en El Hierro[2], apenas un cuarto de millar, hasta los varios miles de Tenerife.

La especialización turística, por su directa influencia sobre la creación de nuevos empleos en los servicios y en la construcción, acaba siendo un poderoso factor de demanda laboral, en especial en aquellas ocupaciones con menor estabilidad y escasos requerimientos en los niveles de formación[3]. No es extraño, pues, que precisamente las islas o áreas con fuertes inversiones de capital en tales ámbitos de actividad sean los principales lugares de destino de unos flujos inmigratorios de claro perfil económico. De ahí que, además de las islas centrales, que destacan por su carácter de grandes mercados laborales a escala regional, sean Fuerteventura y Lanzarote, donde el factor demanda se combina con un poblamiento relativamente débil, las que conozcan un mayor incremento de la mano de obra extranjera. De hecho, es en estas islas donde los foráneos alcanzan un porcentaje significativo en el conjunto de activos (el 16% en Fuerteventura y el 13% en Lanzarote).

La diferente función productiva de las islas periféricas de las dos provincias canarias explica que, a pesar de que más de la mitad de los extranjeros de la región resida en las islas occidentales, sean las orientales las que concentren el mayor número de activos (representan el 52,8% del total) y registren las tasas de actividad y ocupación más altas, como respuesta a una inmigración económica de considerable juventud (casi el 50% tiene menos de 35 años) (figura 4). En cambio, en las islas occidentales la coexistencia de distintos agregados migratorios[4] es la razón de sus inferiores índices de actividad  y ocupación; de su menor proporción de trabajadores extranjeros en el conjunto de activos (inferior al 10%) y de su madura estructura por edad, dado que los mayores de 35 años representan más del 60 por ciento del total de los ocupados. Sólo la isla de La Gomera escapa a este comportamiento general de su provincia con una elevada tasa de actividad entre los extranjeros, de casi el 65 por ciento, y un 11 por ciento de foráneos en el total de activos. La propagación de los servicios y de las actividades inmobiliarias destinados al turismo, en parte como una prolongación del mercado turístico del sur de Tenerife, ha contribuido a su consideración en los últimos años como destino potencial y a sus rasgos productivos actuales.

Las disimetrías en los mercados de trabajo insulares quedan al descubierto no sólo en las diferencias de volumen y en el mayor o menor carácter laboral de los flujos, sino también en la desigual impronta que alcanzan las diversas nacionalidades en cada una de las islas. Sobre el particular se aprecia una clara división entre el predominio de los extracomunitarios en las orientales (desde un 69,3% en Gran Canaria hasta un 53,9% en Fuerteventura); y de los comunitarios en las occidentales, (con proporciones que oscilan entre el 72,7% de La Gomera y el 57,9% de La Palma). De igual forma, el origen de los extracomunitarios difiere entre las islas orientales y las occidentales.  En las primeras proceden, en su mayor parte, de países cuyos vínculos con Canarias no han sido nunca muy fuertes (Colombia, Ecuador), y en las segundas llegan, fundamentalmente de Venezuela, es decir, del lugar de acogida de los emigrantes canarios a mediados del siglo XX.

 

Figura 4. Población extranjera en edad laboral, Canarias 2001
Fuente: Censo de Población, 2001, ISTAC. Elaboración propia

El comportamiento laboral (cuadro 7) de los extranjeros es asimismo distinto a escala insular. En el caso de los comunitarios, los índices de actividad de los alemanes e ingleses establecidos en las islas orientales son muy elevados (tasas del 66,6% en Fuerteventura y del 55% en Lanzarote) en comparación con los obtenidos en las occidentales, donde se reducen casi a la mitad (tasas del 38,4%, del 33,6 y del 32,3% en Tenerife, El Hierro y La Gomera, respectivamente). De nuevo, La Gomera, presenta un patrón más cercano a las islas de la provincia oriental, pues el 61 por ciento de los alemanes, la nacionalidad más numerosa, declara formar parte de la mano de obra insular. Tales disparidades desaparecen cuando se analiza la situación de los extracomunitarios (africanos, colombianos y ecuatorianos, principalmente) caracterizados por sus altas tasas de actividad y la proximidad de sus valores en las diferentes islas. 

 

Cuadro 7. Indicadores laborales de la población  extranjera.  En porcentajes

Ámbito

Tasas de actividad

Ocupación

Paro

Estudios postobli-gatorios

Eventua-  lidad *

Directores y técnicos

Trabajadores
no cualificados

Lanzarote

72.9

85.4

14.6

41.6

47.7

13.9

25.6

Fuerteventura

78.9

88.6

11.4

44.3

53.5

13.1

20.9

Gran Canaria

66.4

79.1

20.9

46.2

43.2

17.0

22.8

Tenerife

57.8

83.1

16.9

49.6

42.5

18.9

16.9

La Gomera

64.8

65.1

34.8

57.6

59.5

21.8

15.3

La Palma

45.3

72.2

27.8

58.7

33.0

22.8

15.5

El Hierro

49.3

74.9

25.1

44.1

42.0

16.5

22.3

Canarias

63.2

82.1

17.9

47.3

44.7

17.2

20.1

* sobre el total de empleos
Fuente: Censo de 2001. ISTAC. Elaboración propia

Por otra parte, aunque las oportunidades de empleo son, por lo general, mayores para los comunitarios, el grado de competitividad laboral en cada uno de los mercados insulares actúa como factor condicionante. El análisis revela que la orientación económica y el tipo de empleos que se genera en Fuerteventura y Lanzarote han hecho posible la ocupación de los extranjeros con independencia de su nacionalidad; en cambio, en las islas centrales los extracomunitarios tropiezan con más dificultades a la hora de obtener trabajo. No se observan, sin embargo, diferencias significativas en los ámbitos de actividad pues sea cual sea el perfil laboral y la isla en la que se encuentren, los extranjeros trabajan en la hostelería, la construcción y el comercio, si bien los porcentajes varían en función del grado de implantación del turismo.

A la vista de estos datos parece que sean los mercados de trabajo los responsables de la especialización migratoria que se detecta en cada isla. Las diferencias observadas apuntan hacia la coexistencia de dos modelos migratorios principales que, con una desigual implantación territorial, tienen en común combinar las nacionalidades europeas con las no comunitarias y responder a comportamientos laborales distintos. El que afecta a las islas orientales incluye, junto a los alemanes, a los colombianos y marroquíes, y revela la naturaleza económica de la mayoría de los inmigrados. El otro, propio de las islas occidentales, combina a los alemanes (ingleses en Tenerife) y a los venezolanos y manifiesta el predominio de la tradicional inmigración residencial y de ocio europea, junto con una inmigración laboral con un destacado componente familiar de los canarios o de sus descendientes retornados de Venezuela.

En definitiva, resulta expresiva la correspondencia entre las características de los mercados de trabajo y el tipo de inmigración que recibe cada isla. Así, las que conocen una mayor afluencia de inmigrantes, son también aquéllas en las que la mano de obra extranjera tiene una menor cualificación; superiores tasas de actividad y ocupación; mayores porcentajes de empleo no cualificado y más precariedad laboral, como se desprende de la elevada eventualidad en el empleo. A esta imagen responden los casos de Fuerteventura y Lanzarote. El Hierro y La Palma son, en cambio, el prototipo contrario, pues reciben una afluencia menor de extranjeros con mayores niveles de formación pero con una menor participación laboral, al tiempo que la proporción de trabajadores no cualificados y los empleados eventuales alcanzan los valores más bajos. Por último, las islas centrales, Tenerife y Gran Canarias, al contar con mercados laborales de mayores dimensiones y diversificación interna, presentan una inmigración más heterogénea integrada por colectivos con rasgos culturales y laborales contrapuestos. Existen, pues, vínculos objetivos entre la estructura productiva de cada uno de los espacios insulares y la cantidad y composición de los flujos migratorios que en ellos se establecen.

Conclusiones

Los cambios producidos recientemente en los mercados de trabajo canarios han sido determinantes en las transformaciones de los flujos inmigratorios que recibe la región. La precariedad en las nuevas modalidades de contratación, la flexibilización en el empleo y la segmentación laboral, son factores relevantes a la hora de explicar el incremento de los inmigrantes económicos de origen extracomunitario desde mediados de los años noventa. La condición tradicional del archipiélago como enclave turístico con presencia mayoritaria de inmigrantes europeos, se ha visto ampliada tras su conversión en destino laboral último de un colectivo numeroso de latinoamericanos y africanos.

Las asimetrías existentes en los mercados de trabajo insulares, derivadas de su desigual capacidad productiva, explican las diferencias en la implantación territorial de este tipo de inmigrantes. Las islas centrales de Tenerife y Gran Canaria y, sobre todo, Lanzarote y Fuerteventura, de fuerte especialización turística, son las que concentran la mayor parte de la inmigración laboral y es donde los extranjeros alcanzan la proporción más elevada entre el conjunto de activos. Por el contrario, en La Palma y en El Hierro, la menor intensidad en la creación de empleo y la escasa demanda de trabajadores en la construcción y en los servicios para el turismo, condicionan el reducido significado que posee esta mano de obra. Sólo La Gomera destaca, dada su reducida dimensión demográfica, por alojar a un volumen notable de trabajadores extranjeros atraídos, al menos en parte, por los empleos que se han generado al amparo de la extensión sobre esta isla del mercado turístico del sur de Tenerife.

En suma, en Canarias el incremento en los últimos años de la inmigración así como su desigual distribución territorial, encuentran justificación en las transformaciones de sus mercados de trabajo que, al desarrollar con intensidad creciente modalidades contractuales y ámbitos de ocupación precarios, se convierten en auténticos reclamos para los nuevos inmigrantes laborales.

 

Notas

[1] Se produce un fuerte desarrollo de las obras públicas, en particular la puesta en marcha y realización de grandes proyectos de infraestructuras y equipamientos diversos (culturales, recreativos, comerciales, de ocio...), muchos de ellos financiados, en parte, con capital europeo. A los fondos públicos se unen las fortísimas inversiones privadas de carácter inmobiliario que adquieren especial relieve en las principales ciudades y áreas turísticas de la región (incremento del parque de viviendas y de la oferta alojativa). Por último, bajo el empuje de la actividad hotelera, crecen también en las actividades turísticas principales y complementarias y las empresas que aportan tales servicios. Se intensifica así, la terciarización económica y la creación de empleo en este último sector. 

[2] En esta isla algo más de la mitad de los extranjeros residentes son fundamentalmente emigrantes canarios retornados de Venezuela.

[3] Las actividades turísticas y la construcción se consideran factores estimulantes de la inmigración pues, al tratarse de empleos de alta permeabilidad laboral, aumentan la probabilidad de ocupación de estos colectivos (Godenau y Arteaga, 2003:42).

[4] Junto a la inmigración económica destacan también la de descanso y la de retorno

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© Copyright Carmen Díaz Rodríguez y Carmen Rosa Delgado Acosta, 2005
© Copyright Scripta Nova, 2005

Ficha bibliográfica:
DÍAZ, C. y DELGADO, C. R. Mercado laboral y nuevos perfiles de la inmigración extranjera en Canarias.
Geo Crítica / Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de noviembre de 2005, vol. IX, núm. 201. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-201.htm> [ISSN: 1138-9788]

 
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