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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. X, núm. 209, 15 de marzo de 2006
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


PARA ENTENDER EL SIGLO XXI: EL CENIT DE LA PRODUCCION PETROLERA, LA PARADOJA ECOLOGICA Y LA REMATERIALIZACION DEL MUNDO

Armando Páez García
Arquitecto. Investigador independiente, especializado en el tema energético y la sostenibilidad
aaopz@yahoo.com

Recibido: 20 de junio de 2005. Devuelto para revisión: 15 de septiembre de 2005. Aceptado: 10 de octubre de 2005.

Para entender el siglo XXI: el cenit de la producción petrolera, la paradoja ecológica y la rematerialización del mundo (Resumen)

El cenit de la producción petrolera y la paradoja ecológica son temas que definirán el siglo XXI. Se identifican signos que permiten advertir que la era del petróleo entra en su fase de declinación. El primer impacto de este fenómeno será el encarecimiento del hidrocarburo; a finales de 2004 y comienzos de 2005 el mayor coste de este recurso afectó a la economía y al orden social de algunos países. Además del desafío energético, la Humanidad se enfrentará a la paradoja ecológica: la refinación del petróleo creó una nueva ecología humana al generar productos y servicios que sustituyeron la red de especies y servicios naturales, lo cual permitió la multiplicación del género humano en ambientes degradados. Para hacer frente a las posibles consecuencias del encarecimiento del petróleo se propone gestionar, en base a la capacidad regional, la autosuficiencia local, con esta lógica se rescata la idea del autovalimiento tecnológico (I. Sachs) y se esboza un método para estudiar la capacidad ecológicamente productiva de los territorios y las sociedades.

Palabras clave: desmaterialización, ecología humana, petróleo, sustitución, tecnología.

To understand the XXIst century: The peak of oil production, the ecological paradox, and the rematerialization of the world (Abstract)

The peak of oil production and the ecological paradox are themes that will define the 21st century. Signs that permit to notice that the petroleum age is coming in to its declination phase are identified, the first impact of this phenomenon will be the raise of the hydrocarbon price; at the end of 2004 and beginning of 2005 the higher price of this resource affected the economy and social order of some countries. Besides the energy challenge, humanity will face the ecological paradox: oil refining created a new human ecology as it generated products and services that substituted the net of natural species and services, this permitted the multiplication of the mankind in degraded environments. To face the possible consequences of the higher price of oil it is proposed to promote, according to the regional capacity, local self-sufficiency, with this logic it is rescued the technological self-reliance idea (I. Sachs) and is sketched a method to study the ecological productivity capacity of territories and societies.

Key words: dematerialization, human ecology, oil/petroleum, substitution, technology. 

Desmaterialización

Las posibilidades de la técnica. En 1961 un folleto titulado Archigram I se distribuyó en la comunidad arquitectónica londinense, sus autores, estudiantes y jóvenes arquitectos de la prestigiosa escuela The Architectural Association, presentaron, con métodos gráficos novedosos, sus visiones de la ciudad del futuro, propuestas fundamentadas en los alcances tecnológicos del momento: cápsulas espaciales, tecnología portátil, objetos desechables, consumo masificado. Paradoja arquitectónica: no importaba la forma o los espacios de los edificios, sino la aplicación de la tecnología: estructuras flexibles, movibles, desechables, armazones estandarizados en donde podían ensamblarse los servicios mecánicos y eléctricos y sustituirse las piezas y elementos deteriorados, infraestructuras tridimensionales en donde la decoración era el esqueleto de la megaestructura. Ciudades máquina: enchufadas, suspendidas, enganchadas. Tecnoutopías. Estas propuestas tuvieron eco a lo largo de la década de 1960 en Europa, Japón y Estados Unidos, destacando el grupo Archigram, autor del provocador folleto. Los críticos de esta tendencia futurista señalaron su negación del contexto y su desconocimiento de la gestión política de las transformaciones urbanas, no eran respuestas adecuadas a los desafíos que planteaba la urbanización, sólo “fantasías gráficas”, “orgía de superestructuras”.

Pensar las aglomeraciones humanas desde las innovaciones técnicas no arquitectónicas fue el aporte de Archigram y sus seguidores, pero en sus análisis no consideraron factores sociales, ambientales y energéticos. Y no los consideraron porque estos problemas aún no eran abordados de forma generalizada por el discurso académico, social y político, lo cual ocurrió, precisamente, a partir de la década de 1960. Cabe mencionar que aún la mayoría de los arquitectos y estudiantes de arquitectura ignoran en sus propuestas estos problemas, lo comercial o de moda se impone.

A más de cuarenta años de Archigram I no hay ciudades enchufadas, ni enganchadas, ni movibles. Hay decadencia y pobreza. Hay contaminación y degradación ambiental. Hay dificultades energéticas. En lo estético, entre otras tendencias, se habla de minimalismo: de las superestructuras a la desmaterialización de la arquitectura. Apuntan Anatxu Zabalbeascoa y Javier Rodríguez:

“La desmaterialización visual de la arquitectura minimalista podría ser eco de otras reacciones sociológicas favorecidas, de nuevo, por el desarrollo de la industria y los avances de la técnica […] La combinación de recursos limitados y escasez de materiales tiene sin embargo, en este caso, razones fundamentalmente estéticas y curiosamente funcionales. De esta mezcla resultan espacios polivalentes más fáciles de mantener”.

Y agregan:

“La desmaterialización de la arquitectura es, en rigor, tan paradójica como imposible, pero es un hecho constatable la tendencia inmaterial que afecta, fragmentaria y paulatinamente, a los diferentes elementos y recursos que componen los edificios” (Zabalbeascoa & Rodríguez, 2000: 90-94).

Tendencia que ya se hizo presente, como reacción al exceso de ornamentación, en los proyectos funcionalistas de las primeras décadas del siglo 20 [1].

Pero la desmaterialización va más allá de un ejercicio estético (arquitectónico, decorativo, escultórico), Internet ha creado nuevas formas inmateriales de comercio, educación, convivencia. En este sentido podría ser válido hablar de desmaterialización; sin embargo, esto no ha llevado a la transformación de la imagen y el funcionamiento de las ciudades: en el otrora amurallado centro de la ciudad de Campeche, México, abundan los cibercafés, lo mismo ocurre en los barrios periféricos, la urbe no se desmaterializa, lo inmaterial requiere su base material (un espacio techado y mesas para colocar los artefactos de plástico) y energía: el ciberespacio desaparece con los apagones.

Con el discurso de la desmaterialización ocurre lo mismo que con las tecnoutopías de la década de 1960: hay una negación del contexto que se pretende transformar. El problema abandona el mundo de las ideas cuando esta visión no la promueve un grupo de artistas, intelectuales, estudiantes o jóvenes profesionistas inquietos, sino el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), quien en su Informe sobre desarrollo humano 1998 indicó:

“El crecimiento del uso de recursos materiales se ha reducido en medida considerable en los últimos años, y los temores muy publicitados de que el mundo agotaría recursos no renovables como el petróleo y los minerales han resultado falsos. Se han descubierto nuevas reservas. El crecimiento de la demanda ha reducido su ritmo. El consumo ha cambiado a favor de productos y servicios con menor densidad de materiales. Ha mejorado la eficiencia de la energía. Y el adelanto tecnológico y el reciclado de materias primas han aumentado la eficiencia del uso de materiales, que ahora crece más lentamente que las economías. Llamemos a esto desmaterialización” (PNUD, 1998: 4).

La realidad: el consumo de petróleo a escala mundial se ha incrementado cada año en lo que va del siglo XXI: en 2001, 77.3 millones de barriles diarios (Mb/d); en 2002, 77.9 Mb/d; en 2003, 79.8 Mb/d; en 2004, 82.5 Mb/d (AIE, 2004). El crecimiento poblacional y la economía de mercado han aumentado la demanda de productos y energía, crece la huella ecológica de la humanidad, se multiplican los cibercafés, los supermercados y los restaurantes de comida rápida en todo el mundo, el éxito individual se mide en base al consumismo, al derroche. Es la desaceleración económica, no una revolución técnica o cultural, la que disminuye la demanda de recursos. Desmaterialización pasajera. ¿Nuevas reservas de petróleo? En el mes de marzo de 1998 la revista Scientific American publicó un artículo titulado “El final del petróleo barato”, en que los geólogos Colin Campbell y Jean Laherrère advirtieron: “El mundo no se está quedando sin petróleo –al menos aún no–. Lo que nuestras sociedades encararán, y pronto, es el fin del petróleo abundante y barato del que dependen todas las naciones industriales” (Campbell & Laherrère, 1998: 65). Estos autores anunciaron en un medio no especializado en temas energéticos el cenit de la producción petrolera a escala mundial, es decir, disminuyen las reservas, se descubren menos yacimientos, la producción alcanzará su techo en los próximos años. El petróleo se agota. Desmaterialización inconclusa.

Huella ecológica y cenit de la producción petrolera son temas que se hace imposible seguir eludiendo al comenzar el siglo XXI; el mundo se enfrenta a sus límites físicos e ideológicos como consecuencia de su propia dinámica poblacional, cultural, económica, tecnológica, energética y ambiental. No hay desmaterialización, sólo imposibilidades de la técnica en un mundo con crédito y dioses, pero finito, visión desafortunada del PNUD que no ayuda a entender el momento histórico y a planificar a medio y largo plazo siendo conscientes de las complicaciones que están por venir.

El cenit de la producción petrolera

El análisis sistemático del agotamiento del petróleo no es algo nuevo. Antes del ya célebre artículo publicado por Scientific American en 1998, Campbell lo abordó en más de una docena de artículos y en los libros The golden century of oil 1950-2050: The depletion of a resource (1991) y The coming oil crisis (1997). Entre más de setenta publicaciones (artículos de revistas y libros) editadas antes de 1998 destaca el trabajo de John Gever, Robert Kaufmann, David Skole y Charles Vorosmarty Beyond oil: The threat to food and fuel in the coming decades ([1986] 1991). A mediados del siglo XX, M. King Hubbert, geólogo norteamericano que predijo correctamente el cenit de la producción petrolera en Estados Unidos (la cual ocurrió en 1970, Hubbert hizo su pronóstico en 1956, el año que indicó fue 1969), estudió y difundió el problema.

A partir del análisis de Pedro Prieto (2005), vicepresidente de la Asociación para el Estudio de los Recursos Energéticos (AEREN - España) y editor del sitio de Internet Crisis Energética [2], podemos hacer una síntesis de lo que podemos considerar los signos que señalan el cenit de la producción petrolera mundial:

1)      La curva de Hubbert. A través de un modelo gráfico que representa una campana, el geólogo norteamericano antes mencionado ilustra la vida de un pozo, yacimiento, región o país petrolero: sube la producción, llega a una meseta y luego cae inexorablemente hasta que deja de extraerse el recurso. Esto ya sucedió en Estados Unidos, en más de treinta países productores y en el Mar del Norte. Hubbert predijo que el mundo llegaría al cenit de la producción de hidrocarburos, por razones geológicas, en la década de 1990; si no acertó se debió a razones políticas: la disminución del consumo que trajo la crisis petrolera de la década de 1970.

2)      La diferencia entre lo descubierto y lo consumido. El cenit de los descubrimientos se alcanzó en Estados Unidos en la década de 1930 y el de la producción en 1970, pero ambas curvas (descubrimiento y producción) tienen que igualarse, matemáticamente, porque lo que no se descubre no se puede producir y por lo tanto consumir. Esos cuarenta años es lo que ha solido presentarse entre el cenit de los descubrimientos y el cenit de la producción en las diferentes regiones petroleras del mundo, la distancia puede aumentar o disminuir en base a la intensidad de la explotación. El cenit de los descubrimientos a nivel global se alcanzó en la primera mitad de la década de 1960.

3)      La caída de descubrimientos de campos gigantes (yacimientos con más de 500 millones de barriles). Desde 2003 no se ha descubierto ninguno nuevo; el cenit ocurrió en 1965.

4)      La Tasa de Retorno Energético (TRE). Esto es, la energía neta que queda, cuando se extrae de una fuente, después de descontar la energía que hay que gastar para obtenerla. Con anterioridad a 1950, la TRE de la producción petrolera era de 100 a 1; en la década de 1970, 30 a 1; en 2005, 10 a 1. Las arenas asfálticas (petróleo no convencional) tienen una TRE de 4 a 1. A medida que la TRE se acerca a la unidad deja de ser productivo obtener energía de esa fuente.

5)      Cada vez más profundo y más lejos. En la actualidad se perfora a 4 km de profundidad en algunas regiones marinas y se busca petróleo en los círculos polares.

6)      La capacidad de reserva de la producción mundial cae en picado. Para el más importante inversionista petrolero, el norteamericano Matt Simmons, la mayor reserva del mundo, el campo de Ghawar, localizado en Arabia Saudita, pudo haber llegado a su cenit. Si Arabia Saudita llegó al cenit, el mundo ha llegado: ya no habrá un país que pueda cubrir cualquier eventualidad por guerras, sabotajes, conflictos políticos locales, etc. No habrá capacidad extra [3].

7)      Campos más antiguos. La mayor parte del petróleo que consumimos proviene de campos que tienen más de treinta años de existencia, indicio claro del envejecimiento de los mismos y de la incapacidad de encontrar lo que no existe.

Regresemos a la advertencia de Campbell y Laherrère: el problema inmediato es el fin del petróleo barato, no cuándo se agotará el recurso. No es un asunto menor o un juego de geólogos jubilados pronosticar el año en que ocurrirá el cenit de la producción petrolera, es un asunto económico relevante: el cenit marcará el comienzo de un período de inflación a escala mundial, tal vez de estanflación. La crisis petrolera de 1973 ofrece elementos para imaginar lo que puede presentarse si el precio del barril de crudo se cotiza a más de 75 dólares por varios meses: inflación, recesión, desempleo. Ahora bien, en los primeros meses de 2005 algunos países ya experimentaron complicaciones económicas e incluso sociopolíticas por el aumento del costo del hidrocarburo durante 2004.

§      Alemania, Italia y Japón tuvieron que destinar más recursos para importar crudo, lo que al combinarse con un bajo nivel de consumo interno y creación de empleos provocó una contracción económica en el cuarto trimestre de 2004; más aún, el incremento del precio del barril afectó a sus exportaciones y el costo de sus importaciones (The Wall Street Journal, 2005).

§      La República Dominicana también sufrió una contracción económica por el mayor gasto en importación de petróleo; el incremento del precio del hidrocarburo neutralizó la revaluación de su moneda frente al dólar (Hoy, 2005).

§      Los países centroamericanos han sido profundamente afectados: campañas de autorregulación del consumo en El Salvador; protestas por el aumento del precio del combustible en Honduras y Panamá; descontento en Nicaragua y Guatemala; anuncio de declaración del Estado de emergencia en Costa Rica si el precio aumenta aún más. En caso de que el coste del barril supere los 60 dólares la factura petrolera centroamericana, región con más del 50 por ciento de su población viviendo en la pobreza, aumentará en más de 1500 dólares millones (La Jornada, 2005).

Esto sólo es una muestra de los efectos recientes del aumento del precio del petróleo, ¿proemio de lo que vendrá? No está de más indicar que además del incremento del precio del barril de crudo, el desabastecimiento de gas natural y la escasez de lluvias han provocado crisis energéticas en Chile y Uruguay.

¿Cuándo ocurrirá el cenit petrolero? Según la Asociación para el Estudio del Cenit del Petróleo y el Gas (ASPO), creada en 2000 por Campbell, antes de 2010 [4]; para otras organizaciones (Consejo Mundial de Energía, Agencia Internacional de Energía) después de ese año, antes o alrededor de 2020 [5]. Lo relevante es que el fenómeno de la disminución de las reservas a escala mundial se reconoce y la mayoría de los analistas calcula que el cenit ocurrirá en menos de dos décadas. Habrá petróleo para los próximos cincuenta años, sin duda, pero más pesado, más lejano, más profundo, que requerirá más energía para extraerlo, refinarlo, producirlo, petróleo más costoso. Y habrá otras tecnologías… ¿mundo feliz? Nos enfrentaremos no sólo a un problema energético, sino de insumos industriales: vivimos en sociedades conformadas por los derivados del petróleo: agroquímicos, textiles, medicamentos, plásticos, etc.

Este trabajo, además de indicar los signos del cenit de la producción petrolera y presentar efectos socioeconómicos recientes del aumento del precio del barril de crudo, tiene por objeto plantear el problema del encarecimiento y agotamiento del petróleo bajo una perspectiva ecológica, específicamente, de la Ecología Humana: discutir el fin de la era del hidrocarburo como un problema de sustitución; vivimos el límite de una etapa de la humanidad basada en el reemplazo de las especies y servicios naturales debido a la refinación del petróleo. El problema del fin del hidrocarburo va más allá de lo estrictamente económico, financiero y energético.

La paradoja ecológica

Diversos autores han utilizado el concepto de la paradoja ecológica para señalar problemas relacionados con la degradación del medio. Para Theodore Sperry (1960) la paradoja ecológica se presenta al guardar genes de diferentes especies en zonas urbanas: en los días de los bosques, las sabanas y los desiertos no había necesidad de una reserva de genes, la hay ahora que se han levantado en esos ecosistemas ciudades o campos de cultivo, extensas áreas de la superficie terrestre que en otro tiempo tuvieron un alto nivel de productividad biológica (“océanos de genes”) han sido destruidas.

Para José Fariña (2003) la necesidad de vivir en las periferias de los centros urbanos o en el campo y la simpatía por el medio ambiente, consecuencia en parte de la propaganda, han ocasionado una paradoja ecológica, ya que estos estilos de vida han generado un mayor consumo de suelo y de energía, se ha degradado más el medio ambiente y ha aumentado la necesidad de uso de la naturaleza (por ejemplo: camionetas y jeeps llegando a lugares remotos y mayor consumo de libros sobre especies protegidas): la simpatía por el medio ambiente se convierte en una causa importante de su degradación o destrucción.

Para Joseph Huber (2004) la búsqueda de un consumo o una vivienda sostenible es inapropiada ya que esto presenta una paradoja ecológica: el mayor impacto ambiental no se presenta a nivel del consumidor, sino en los niveles primarios de la cadena productiva, donde influyen la tecnología empleada, el diseño y elaboración de los productos.

El problema de la paradoja ecológica, pienso, va más allá de las reservas de genes, el amor a la naturaleza que termina destruyéndola y una falsa idea de consumo “sostenible”; es una cuestión más compleja.

La Ecología nos enseña que las poblaciones no deben exceder la capacidad de carga de los ecosistemas en donde viven: si no hay suficientes alimentos y agua los individuos morirán hasta que la demanda de la población sobreviviente no exceda los recursos existentes y no altere la calidad de los servicios ofrecidos por la naturaleza (Marten, 2001). La especie humana se ha convertido en una anomalía. Hasta la primera mitad del siglo XX la subsistencia humana fue consecuencia de su adecuación a los ciclos naturales, los asentamientos humanos dependían de las zonas rurales, la degradación ambiental era un factor de trastorno o colapso. Pero algo ha cambiado. El dramático crecimiento de la población humana registrado desde 1950 coincide con la degradación ambiental y la destrucción de los ecosistemas a escala global: multiplicación-expansión humana y ecocidio. ¿Cómo explicar esta paradoja ecológica?

La ecología humana de la civilización contemporánea va más allá de la biología: está asentada en la biosfera, pero depende de la litosfera. La palabra mágica de nuestro tiempo es sustituibilidad [6]: procesos productivos basados en seres humanos, animales y herramientas sustituidos por la automatización; recursos y servicios naturales sustituidos por productos sintéticos y máquinas; energía limitada y obtenida con mucha dificultad sustituida por energía abundante y barata. Estos son los pilares de la revolución científico-técnica que ha modificado a escala mundial los patrones de asentamiento humano, la superficie terrestre y los océanos desde el final de la II Guerra Mundial (Richta, [1969] 1971). El fundamento de esta revolución es el petróleo. Posnaturaleza. Salud, educación, vivienda, comunicaciones, transportes, la gestión gubernamental y empresarial… alcanzaron nuevas posibilidades y adquirieron nuevas características gracias al petróleo. El desarrollo social y el crecimiento económico no encuentran más sus límites en la capacidad de la naturaleza: la sustituibilidad, el ecocidio, la restauración ambiental, la huella ecológica de las sociedades ricas, la complejidad social, la economía global de mercado basada en necesidades artificiales… muestran que el género humano depende de su tecnología (energía transformada) y organizaciones. La sostenibilidad va más allá de la ecología: si la maquinaria trabaja, los asentamientos humanos trabajan (Odum, 1971; Pimentel y Pimentel, [1979] 1996; Gever et al., [1986] 1991; Granados y López, 1996; Tainter, 1996; Chow, 1997; Tainter, 2000; Páez, 2002; Allen et al., 2003).

Sin embargo, la nueva ecología humana y sus límites no son analizados. Gracias al petróleo el género humano puede vivir en un mundo posnatural, biológicamente degradado. ¿Florecerá la Humanidad, como hoy la conocemos, sin petróleo –debido a su precio elevado o inexistencia? La sustituibilidad y el agotamiento del petróleo presentan nuevas preguntas, ignoradas por el discurso que promueve una nueva visión global: el desarrollo sostenible.

La sociedad global no es una civilización creada a partir de los procesos naturales, sino de sistemas políticos y tecnológicos conformados y elaborados gracias al fácil acceso a los hidrocarburos existentes en la corteza terrestre. La reflexión sobre la sostenibilidad debe enriquecer su enfoque biologista/ecologista (la capacidad de carga del planeta) considerando el factor energético neguentrópico (la capacidad de organización y resolución de problemas de un sistema social) y científico-técnico (la capacidad humana de crear productos sintéticos y de regenerar o restaurar la naturaleza). Si bien la degradación ambiental es en buena medida consecuencia del uso del petróleo, el mantenimiento de los asentamientos humanos en la actualidad depende de él. Los límites del crecimiento (de la industrialización) no están en el deterioro de la Tierra, sino en la escasez del recurso que ha permitido su expansión: la Humanidad sufrirá realmente los efectos del ecocidio (agotamiento de recursos, pérdida de la biodiversidad, contaminación, erosión, degradación) cuando carezca de: 1) energía para activar las máquinas que reemplazan los procesos naturales y transfieren, restauran o ‘maquillan’ los daños ambientales; 2) los elementos que permiten crear productos y alimentos sintéticos; 3) el sistema político que gestiona la resolución de problemas (Páez, 2002). La escasez de agua y el manejo de residuos (recolección, traslado, disposición, reciclaje) en las zonas urbanas encuentran solución temporal gracias al bajo coste de los combustibles, servicios ambientales también derivados del hidrocarburo.

La principal característica del actual momento histórico es la dependencia humana del petróleo, la sostenibilidad de nuestro patrón civilizatorio está en función del hallazgo de nuevas reservas de este recurso. Si la Humanidad ha sido capaz de sobrevivir a pesar de la desaparición de ecosistemas, la sobrepoblación y la degradación ambiental (de superar los límites ecológicos) es gracias, por una parte, a la creación de productos y alimentos sintéticos y a los servicios de salud que ofrece la tecnología moderna –subsistencia posnaturaleza– y, por otra, al mayor uso energético que ha permitido encontrar soluciones a los nuevos problemas mediante el aumento de la complejidad social (organización, especialización, diferenciación), respuestas derivadas del uso del petróleo (Páez, 2002). La petroquímica está presente en nuestros hogares, centros de trabajo y entretenimiento, hospitales y escuelas, medios de transporte, campos: artículos de cocina y para el baño, juguetes, calzado, ropa, telas, muebles, electrónica, informática, empaques, materiales de construcción, medicamentos, cosméticos, perfumes, aislante para cables, recubrimientos, solventes, adhesivos, anticongelantes, hule para llantas, carburantes, pesticidas, fungicidas, colorantes, conservadores, complementos alimenticios, etc.… (Chow, 1997).

El cenit de la producción petrolera nos obligará a enfrentar la paradoja ecológica, es decir, el crecimiento exponencial de la especie humana en medios degradados y destruidos o no aptos para la vida por sus condiciones ambientales: el problema de la sustitución de la naturaleza, el reemplazo de la red de especies y servicios naturales por productos y energía derivados del petróleo. Fenómeno señalado por Howard T. Odum en 1971: “En la medida que el ser humano recibe energías auxiliares de los combustibles fósiles, usa cada vez menos la red de especies naturales, las reemplaza con actividades de su propia sociedad” (Odum, 1971: 129).

Ahora bien, al complicarse la sustitución de la naturaleza por el encarecimiento y posterior agotamiento del petróleo (no sólo es un problema de transición energética), la Humanidad, considerando el proceso de urbanización y dependencia alimentaria que experimentan la mayoría de las regiones, tendrá que encontrar sustitutos a los productos derivados del petróleo, es decir, reemplazar lo que reemplaza a la naturaleza. Me refiero a una sustitución de segunda generación: en la sustitución de primera generación lo sintético (derivado del petróleo) sustituye la red de especies y servicios naturales, esta es una característica fundamental del siglo XX; en la sustitución de segunda generación se deberá sustituir lo sintético (derivado del petróleo), este será un problema central del siglo XXI, la pregunta es ¿con qué? Es aquí cuando toma relevancia, más allá de las posturas conservacionistas, el problema de la pérdida de la biodiversidad y la degradación/destrucción de los ecosistemas, incluyendo las aguas y los suelos. No contamos ya con esa red de especies naturales, no contamos con suelos fértiles y agua pura, no contamos con una base biológica que nos permita, hoy, ir más allá de lo sintético y artificial. Es necesario recrear la naturaleza, sus ciclos. Pero este llamado no responde a una lógica conservacionista per se, es un problema económico en su sentido más profundo: de administración y distribución de recursos escasos.

La visión que sostengo es antropocéntrica, sin duda, porque considero que ya es demasiado tarde para intentar desarrollar una visión ecocéntrica o biocéntrica que impida el ecocidio: éste ya ocurrió, el mundo ha sido radicalmente modificado, el ser humano colonizó todo el planeta y su expansión destruyó a las otras especies, contaminó las aguas, mató los suelos, deforestó y erosionó. El desafío ya no es detener la muerte de la naturaleza (voz válida en las décadas de 1960 y 1970), sino regenerarla y desarrollar ciclos y patrones de asentamiento y producción de alimentos y bienes que puedan prescindir del petróleo en un mundo biológicamente empobrecido. Debemos cambiar nuestra visión: vivimos en un momento posnaturaleza, ahora dependemos de nuestra capacidad de sustituir lo que ya no existe o no existe en abundancia. Esa capacidad será puesta a prueba cuando no se pueda usar el petróleo como materia prima y energético por su elevado costo (¿a partir de 2007, 2010, 2020?) y su agotamiento (¿2050, 2060, 2070?).

La rematerialización del mundo

No se presenta la desmaterialización que anunció el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1998: crece la demanda de productos y se agotan algunos recursos o son insuficientes; los procesos industriales que sostienen y alimentan el sistema económico muestran su impacto ambiental y su coste energético; la sociedad se resiste a enfrentarse a sus límites (pobreza, desigualdad, injusticia, explotación) y se niega a contemplar los del planeta. El cenit de la producción petrolera (el fin del petróleo barato) plantea preguntas que aún no conducen la praxis de nuestro interconectado y aún interdependiente mundo: ¿podrá el sistema de mercado y el modelo exportador sostenerse con un precio del barril de crudo superior a los 75 dólares? Un sistema económico mundial requiere para su operación productos energéticos y materias primas baratos; el petróleo es a mediados de 2005 el principal combustible y un insumo industrial fundamental.

Plantear la rematerialización del mundo es imaginar una economía y patrones de asentamiento humano en un mundo sobrepoblado, degradado, con recursos limitados, sin petróleo: ¿Cómo debe organizarse el territorio? ¿Cómo producir alimentos? ¿Cómo bombear agua? ¿Cómo manejar los residuos? ¿Cómo restaurar y regenerar los suelos? ¿Cuál debe ser el papel del Estado? ¿Qué instituciones e ideologías deben fortalecerse? El posible colapso, por insuficiencia energética, financiera y ecológica, de la Aldea Global obliga a regresar a la Aldea Local, a las regiones. Y aunque se multipliquen las plantas nucleares, las pilas de hidrógeno y las fotoceldas solares para satisfacer la demanda de energía, ¿cómo se producirán alimentos, textiles, medicamentos?

El siglo XXI, si aprendemos las lecciones de la crisis de 1973 y las complicaciones de 2005, consecuencia del incremento del coste del petróleo, debe experimentar una reorganización socioeconómica que supere la dependencia en las exportaciones y la importación de bienes plásticos baratos: planificar previendo una crisis económica mundial. El desafío, pienso, es aumentar el nivel de la autosuficiencia local/regional: no depender exclusivamente del comercio exterior.

En la década de 1970, con una óptica desarrollista, emancipadora y ecologista, se plantearon conceptos que hoy podemos presentar como antecedentes teóricos del problema que en este trabajo se pretende definir; uno de ellos es el autovalimiento, elaborado por Ignacy Sachs (1982) al profundizar en su teoría del ecodesarrollo.

Autovalimiento

Sachs fue uno de los primeros autores en hacer una reflexión en la que se relacionó crecimiento económico, desarrollo social, manejo de recursos naturales y protección ambiental, su propuesta del ecodesarrollo, elaborada originalmente para los países del llamado Tercer Mundo, buscaba generar proyectos productivos basados en las potencialidades de los ecosistemas de cada región ecológica; el manejo de los recursos vegetales y la organización social eran aspectos centrales. El fin de la era del hidrocarburo obliga a desarrollar otras tecnologías; un eje del pensamiento de Sachs es precisamente la elaboración de tecnologías adecuadas: rechazar la transferencia de tecnología y la imitación que se hacen sin criterios de selectividad. Para Sachs autovalimiento significa:

“autonomía en la toma de decisiones: la habilidad para resolver los propios problemas en forma independiente, imaginación para señalar soluciones adecuadas, y determinación para llevarlas a cabo. Esto implica un alejamiento radical de la situación de dependencia cultural, que se manifiesta a través de la internalización de valores ajenos, de metas y modelos conducentes a una modernización y aun crecimiento imitativos, pero no a un proceso de desarrollo” (Sachs, 1982: 69).

Mediante la modernización imitativa y la dependencia cultural se han impuesto en todo el mundo los valores de la sociedad del consumo; lo dramático es que esta transformación se refleja en el crecimiento del comercio (consumo), pero no de la producción a escala local: las sociedades imitadoras comienzan a importar productos que podrían producir; de la mano con esto se registra un deterioro de los ecosistemas.

Para Sachs el autovalimiento es un principio de ética individual que postula la realización del ser humano a través de un proyecto individual y colectivo encaminado a la satisfacción de las necesidades humanas básicas de toda la población, el cual requiere prudencia ecológica: los recursos deben ahorrarse, de tal manera que puedan preservarse las opciones para las generaciones futuras:

“La armonización de los objetivos sociales, económicos y ecológicos sólo podrá lograrse a través de una cuidadosa redefinición de los fines (el lado de la demanda) y de los medios (el lado de la oferta). La tecnología aparece, en ambos lados, a través de la tecnología de productos adecuados, y de la tecnología de los procesos de producción adecuada. En ambos casos y debido a su multidimensionalidad, la tecnología aparece como el locus conveniente para el juego de la armonización. Y recíprocamente, las elecciones de tecnologías inadecuadas están destinadas a tener múltiples efectos adversos: económicos, sociales, ecológicos, culturales, etc.

En este nivel es necesario insistir en que enfocar a la tecnología como a una entidad multidimensional, significa alejarse del tradicional universo bidimensional del economista (capital y trabajo). Cuáles sean las dimensiones pertinentes, es un problema a considerarse caso por caso. El término “adecuado” sólo tiene sentido en un enfoque contextual y comparativo” (Sachs, 1982: 70).

Sachs definió un programa de acción (políticas científicas y tecnológicas de autovalimiento):

“Bastante más importante que la elección entre productos existentes y tecnologías, es la búsqueda de nuevos productos y tecnologías adecuados. Estos productos debieran satisfacer las necesidades básicas de la población y ser producidos en el área de los recursos, capaces de ser explotados sobre bases sostenibles por medio de tecnologías adecuadas. El proceso de identificación de tales productos y tecnologías debiera conducir, normalmente, a una mejor comprensión de las prioridades de investigación, así como de los requisitos previos institucionales para introducir, con pleno sentido, los productos seleccionados y las tecnologías.

Una forma práctica de organizar el plan sugerido más arriba consiste en establecer, simultáneamente, un número limitado de grupos de trabajo interdisciplinarios centrados en problemas, con el mandato de estudiar, ya sea los diversos modos de cumplir una misión social (tal como nutrición, vivienda, etc.), o bien los múltiples usos para una determinada fuente de recursos (por ej., selva tropical, recursos biológicos, acuáticos, etc.) Ambos grupos entrarán, tarde o temprano, en el mismo terreno y comenzarán a interactuar” (Sachs, 1982: 70-71).

Las dimensiones de la variable tecnológica propuestas por Sachs son:

“1. Económica: nivel de productividad mínima (preservación de las condiciones de producción para las futuras generaciones, lo que incluye la gestión de recursos y el medio ambiente); reducir al mínimo los costes de acceso a la tecnología; preferencia por las técnicas intensivas en mano de obra (creación de empleos) y poco intensivas en capital; reducción de los costes en divisas de la tecnología (evitar insumos importados), etc.

2. Ecológica: preferencia por los recursos renovables disponibles localmente; prudencia en el uso de los recursos no renovables; aprovechamiento de los desechos; reducción al mínimo de daños al ambiente, etc.

3. Sociocultural: repartición igualitaria del ingreso, reducción de la transferencia de mano de obra, etc.

4. Política: estimula la autonomía del país, etc.

5. Técnica: estimula el desarrollo técnico y científico del país, etc.” (Sachs, 1982: 64).

Sachs señala que se debe ser selectivo en los contactos foráneos, no eliminarlos –no habla de autarquía–, aprovechar las oportunidades creadas por la cooperación internacional. La selectividad, apunta, es una cuestión de iniciativa, información y autonomía en la toma de decisiones acerca de la selección de áreas para ubicar las investigaciones locales prioritarias, las importaciones adaptables, la adquisición, cuando fuese inevitable, de tecnologías que crearan cierta dependencia y la elección de socios extranjeros (evaluación de los costes comparativos y de las ventajas ofrecidas por cada uno de ellos).

La base de esta visión, indica Sachs, es construir capacidades de investigación local, crear o reforzar instituciones que puedan explorar nuevas modalidades de uso de recursos y de organización comunitaria [7].

La propuesta del autovalimiento sirve para pensar una estrategia que nos permita enfrentar el encarecimiento y agotamiento del petróleo, la fase de transición tecnológica que se presentará en las próximas décadas. Deben desarrollarse programas científicos, políticos y sociales pospetroleros en cada región ecológica de cada país.

El Método HRPI (Historia, Recursos, Población, Iniciativas): una propuesta para estudiar la capacidad ecológicamente productiva de los territorios y las sociedades [8]

La transición energética, tecnológica, económica y social que se presentará con el cenit de la producción petrolera y el posterior agotamiento del hidrocarburo exige conocer los recursos naturales y humanos (conocimientos) existentes en cada región, así como su historia económica (identificar la organización del territorio antes del y durante el uso del petróleo) e iniciativas (políticas, programas, proyectos) que buscan gestionar la sostenibilidad.

Se propone que cada región o entidad política haga un estudio que le permita ser consciente de su dinámica energética-económica-ecológica y potencialidades productivas pospetroleras para conocer su capacidad de autoabastecimiento. Este estudio servirá como un marco de referencia para orientar políticas públicas, así como para diseñar estrategias de contingencia que permitan reaccionar en caso de que se presente un escenario económico-energético demasiado complicado.

Con el Método HRPI se busca conocer los patrones de asentamiento y uso y estado del territorio. No se pretende ser “original”, sino aplicar elementos de la Geografía y las Ciencias Sociales ampliamente conocidos por sus estudiosos, pero generalmente ignorados por los tomadores de decisión, concentrados en seguir el comportamiento de indicadores económicos. Las autoridades deben ser conscientes de lo existente en los territorios que administran y de lo que se podrá desarrollar en ellos si el precio del petróleo afecta la dinámica de los mercados o si se carece de energía y/o de los productos ofrecidos por la petroquímica.

§      Objetivo general

Identificar la existencia, consumo, flujos y demanda posible de recursos (energía, agua, alimentos, residuos, suelos, biodiversidad) para diseñar políticas previendo un escenario nacional e internacional condicionados por el encarecimiento del petróleo y su futuro agotamiento.

§      Objetivos específicos

1)      Estudiar la historia y los ciclos económicos del territorio y hacer un ejercicio prospectivo

2)      Estudiar la dinámica (existencia, consumo, producción, distribución, demanda) de los siguientes recursos relacionándola con la actividad de los centros urbanos y las zonas rurales:

a) Energía

  b) Agua

  c) Alimentos

  d) Residuos

  e) Suelos

  f) Biodiversidad

3)      Estudiar la dinámica poblacional

4)      Identificar las iniciativas (políticas, programas, proyectos) que buscan gestionar la sostenibilidad.

§      Temas de estudio

1. Historia, ciclos y prospectiva económica (identificar al menos): 

- actividades productivas

- sistemas de abastecimiento

- apertura económica y proteccionismo

- nivel de autosuficiencia

- degradación del medio y uso de recursos

- consumo de energía

- consumo de agua

- casos específicos donde ocurrió o se superó un proceso de colapso socioeconómico

- proyección del impacto en la economía local, regional, nacional e internacional si el precio del petróleo WTI alcanza los 60, 70, 80, 90 y 100 dólares

2. Recurso: Energía (identificar al menos): 

- consumo

- tipo de energía utilizada

- sistema de abastecimiento (energía requerida)

- proyección de la demanda

- tecnologías alternativas en operación en el territorio

- tecnologías alternativas disponibles y económicamente accesibles

- identificar zonas con potencial para el desarrollo de tecnologías alternativas

3. Recurso: Agua (identificar al menos):

- consumo

- sistema de abastecimiento (energía requerida)

- almacenamiento humano

- aguas continentales (calidad)

- aguas marinas (calidad)

- precipitaciones

- sequías

- inundaciones

- drenaje y tratamiento de aguas (energía requerida)

- desalinización (energía requerida)

- reservas de contingencia  (naturales y artificiales)

4. Recurso: Alimentos (identificar al menos):

- consumo

- sistema de abastecimiento (energía requerida)

- nivel de autosuficiencia (sistemas productivos, energía y agua requerida, insumos industriales)

- potencial de soberanía alimentaria utilizando métodos agroecológicos y de acuicultura

5. Recurso: Residuos (identificar al menos):

- producción de desechos

- manejo y disposición (área y energía requerida)

- reciclaje (área y energía requerida)

6. Recurso: Suelos (identificar al menos):

- uso del suelo

- tenencia de la tierra  

- calidad

- erosión

- reservas territoriales disponibles para proyectos de contingencia alimentaria

7. Recurso: Biodiversidad (identificar al menos):

- flora y fauna utilizadas como productos no comestibles

- sistema de abastecimiento (energía requerida)

- nivel de autosuficiencia (sistemas productivos, energía y agua requerida, insumos industriales)

- potencial de autodependencia utilizando métodos agroecológicos y de acuacultura

8. Población (identificar al menos):

- dinámica demográfica

- nutrición

- salud

- educación

- población económicamente activa

- centros urbanos

- poblaciones rurales  

9. Iniciativas (identificar al menos):

- políticas, programas y proyectos del gobierno (federal, provincial/estatal, municipal), organizaciones civiles, organismos internacionales, empresas, universidades, institutos de investigación, etc., relacionados con la gestión de los siguientes temas:

. ahorro y eficiencia energética

. energías alternativas

. manejo de agua (ahorro y eficiencia, captación, tratamiento, etc.)

. manejo de residuos

. restauración y conservación de suelos

. restauración y conservación de ecosistemas

. agroecología

. acuicultura

. pesca artesanal

. manejo de ganado

. ahorro y reinversión local: fortalecimiento de cooperativas, cajas de ahorro, formas asociativas, empresas solidarias; casos de mejoramiento local autogestionado; estudio de la balanza comercial local; estudio de ahorro-inversión pública; programas de fomento; disminución de la brecha riqueza-pobreza

. cultura y educación: análisis sobre la capacidad de autocrítica, tolerancia, apertura, negociación, diálogo, reflexión y aprendizaje de la sociedad; estudio del nivel de solidaridad, honestidad, violencia y seguridad existentes 

. organización social: fortalecimiento de las organizaciones civiles; casos de movilización y protesta ante la ineficiencia gubernamental; referéndum; experiencias de proposición desde la sociedad civil

. capacitación de funcionarios públicos sobre los temas arriba señalados

. inversión en investigación sobre los temas arriba mencionados.

Sin duda muchas regiones por sus recursos, tecnología o densidad de población son incapaces de ser autosuficientes (Grainger, 2004). No se plantea aquí la búsqueda total de la autosuficiencia, sino que las regiones sean conscientes de lo que importan, de lo que carecerán si el precio del petróleo y las materias primas aumenta demasiado, de lo que poseen, de su capacidad para autoabastecerse. Se ve en la autosuficiencia local/regional una alternativa ya que los transportes y el comercio internacional sufrirán el incremento del precio de los energéticos.

Minimal

El discurso de la desmaterialización es otra forma de desconocer los límites energéticos, ecológicos, económicos e ideológicos. En caso de que surjan tecnologías que permitan minimizar la demanda de recursos esto no superará el problema fundamental de la degradación de la materia y el consumo de energía: la entropía. Una vez más aparece la figura del economista rumano Nicholas Georgescu-Roegen, quien señaló hace más de treinta años a las leyes de la termodinámica como límite del proceso económico (1971), advertencia que ha sido ignorada por los discursos del desarrollo desigual, el libre mercado, el optimismo tecnológico, el nuevo socialismo y el desarrollo sostenible. No es una cuestión anticapitalista o antineoliberal, sino física.

El cenit de la producción petrolera y la paradoja ecológica obligan a definir una nueva Agenda para el mundo. La Agenda 21 (ONU, 1992) y sus posteriores revisiones (9) ignoran los problemas señalados en este trabajo: ¿Cómo vivir en un mundo donde la compra de energía demandará más dinero? ¿Cómo sostener industrias que gastarán más en sus insumos básicos? ¿Cómo sustituir lo que se deriva del petróleo? ¿Cómo solucionar el abastecimiento de agua y alimentos y la disposición de residuos en los asentamientos humanos? Estas preguntas deben presentarse en la teorización-gestión de la sostenibilidad.

Una nueva Agenda debe definir términos de cooperación internacional donde los países con reservas territoriales, de agua, recursos naturales renovables, suelos fértiles –a pesar de su deterioro– y baja densidad de población, apoyen a los países que no tendrán capacidad dentro de sus fronteras para instrumentar políticas que favorezcan su autosuficiencia, pero los países territorialmente estratégicos, por lo general política y económicamente subdesarrollados, deben recibir una retribución justa por el servicio (espacio) prestado. Estos acuerdos también deben presentarse entre las regiones de los países con grandes territorios. Si las relaciones son desfavorables para los países o regiones receptoras, podemos vivir nuevas formas generalizadas de colonialismo y explotación en el siglo XXI: regresaremos al siglo XVI, en vez de parecernos a las utopías y mundos felices esbozados en los siglos XIX y XX, incluyendo las visiones maquinistas de Archigram.

Pero para entender nuestro momento (desafío) histórico no hablemos de los tecnoutopistas, sino de su opuesto, los minimalistas, de la esencia del pensamiento que compartieron estos artistas en la década de 1960. Nos recuerda Kenneth Baker (1988) que estos creadores compartieron un impulso activista que buscó cambiar las actitudes de la gente: suponían que reflexionar sobre las experiencias artísticas podía alterar la manera como las personas llegaban a sus conclusiones sobre el mundo, que un encuentro con un objeto de arte podía provocar un ruptura significativa en la conciencia irreflexiva sobre la vida. En su trabajo y actividad se rebelaron a las fuerzas institucionales que difundían el arte, dominadas por una jerarquía de valores definida por el poder y el dinero. El Minimalismo fue, originalmente, una oposición a la burocracia, al comercio masivo y a los mecanismos mediáticos que configuraron la sociedad norteamericana durante la posguerra y la década de 1960, el discurso de ‘la libertad y la justicia para todos’ era contradicho por la política real y sus operaciones, discurso oficial divergente de la vida cotidiana: racismo, discriminación contra las mujeres, represión estudiantil, gobiernos oligárquicos, conformidad orientada a través del sistema educativo. El Minimalismo puede leerse como una reacción contra la exhuberancia y autocelebración romántica estadounidense de la década de 1950, una revuelta contra la prosperidad vulgar –consecuencia del encuentro de la democracia con la ambición capitalista–, el narcisismo popular y la obsesión al individualismo de una generación que vio por primera vez su yo colectivo en la televisión. El Minimalismo fue un proyecto que buscó clarificar la experiencia estética, revelar y explotar el contexto y los aspectos contingentes presentes al hacer una obra de arte y al instituirla como tal. Un sello de esta expresión artística fue la tendencia a localizar el contenido afuera del objeto, es decir, en su emplazamiento físico o en las respuestas de los observadores, en vez de ‘en sí mismo’ o en ciertos valores estéticos: el arte y su significado son creaciones del orden social, no sólo de individuos talentosos. Las circunstancias importan.

Las esculturas y trabajos abstractos de tres dimensiones carentes de detalles decorativos y cualquier técnica expresiva, la pureza geométrica, los objetos (materias primas) o cosas presentadas como arte, que a primera vista no se distinguirían como tal, expuestos en la década de 1960, principalmente en Nueva York, intentaron ser una contraparte al individualismo materialista de la sociedad estadounidense, ideología y sentido colectivo que se han adoptado en todo el mundo y que ahora, por su insostenibilidad, deben llegar a su fin. Hoy la palabra minimal es pobremente usada para referirse a cualquier austeridad estilística en las artes, incluyendo la literatura y la música. Imposible construir una sociedad sostenible sin una actitud, más que un estilo, minimalista. Rematerializar el mundo es reconocer sus límites y vivir (crear) en base a ello. Para entender el siglo XXI hay que señalar las imposibilidades, el pensamiento y las paradojas que lo conforman. El arte ayuda.

Conclusiones

El supuesto a partir del cual he construido mi elaboración teórica, basado en estudios publicados por geólogos, es que antes o alrededor del año 2020 la producción petrolera mundial alcanzará su cenit. Este fenómeno será uno de los factores que definirán el siglo XXI. En este artículo he orientado mi reflexión intentado explorar las posibles consecuencias del encarecimiento y agotamiento del petróleo más allá del tema energético. El petróleo, recurso sobre el que se ha construido la sociedad posindustrial, sustituyó la red de especies y servicios naturales; el cenit de la producción petrolera nos obligará a buscar sustitutos al petróleo, no sólo como energético, insisto.

El encarecimiento y agotamiento del hidrocarburo nos enfrentará a lo que he llamado la paradoja ecológica: la multiplicación del género humano en un mundo degradado. El crecimiento exponencial de nuestra especie a partir de la segunda mitad del siglo XX a pesar de la degradación del medio natural fue consecuencia del desarrollo de la industria petroquímica. El colapso de esta industria obligará a las sociedades a buscar recursos no derivados del petróleo, esto las obligará a “volver a casa”: a analizar sus patrones de asentamiento y uso del territorio para autoabastecerse. La globalización encuentra límites en el cenit de la producción petrolera. Reestructurar las economías nacionales en un mundo de energéticos y materias primas más costosas plantea desafíos no sólo a la Economía, sino a la Geografía Humana: es necesario estudiar los recursos naturales existentes en el territorio y la dinámica de las poblaciones humanas. Asimismo, se debe plantear la necesidad de restaurar el medio natural más allá de la visión consevacionista. El Método HRPI presentado en este artículo pretende definir una metodología para hacer esos estudios. Se necesita impulsar la investigación en cada región ecológica. 

La forma como enfrentaremos el cenit de la producción petrolera será determinada no sólo por la ciencia, sino por las visiones que tengamos del mundo y el futuro, es decir, por la cultura. La evolución del pensamiento arquitectónico y artístico nos permite entender cómo las sociedades definen sus anhelos y sueños colectivos y son conscientes de sus posibilidades e imposibilidades tecnológicas. Tecnología y sueños que hoy huelen a petróleo.

 

Notas

[1]. Debemos hablar en la actualidad más bien de un regreso, ya sea si se toman como fuente de inspiración los planteamientos de Mies van der Rohe, Gropius y Le Corbusier o la aventura intelectual y formal de algunos artistas norteamericanos de la década de 1960 identificados, precisamente, como minimalistas: Carl Andre, Donald Judd, Robert Morris o Richard Serra.

[2]. http://www.crisisenergetica.org

[3]. Cantarell, uno de los yacimientos más grandes del mundo, ubicado en las aguas marinas mexicanas (Sonda de Campeche), ha entrado en su fase de declinación.

[4]. Véanse los boletines mensuales de la asociación: http://www.peakoil.net (inglés) o http://www.crisisenergetica.org

[5]. Robert Hirsch ofrece una síntesis de varios estudios en un reporte elaborado para el National Energy Technology Laboratory (NETL) del Departamento de Energía (DOE) del gobierno de Estados Unidos: Peaking of world oil production: Impacts, mitigation, and risk management. Febrero 2005. Documento en línea: <http://www.hilltoplancers.org/stories/hirsch0502.pdf> [consulta: 18 Junio 2005].

[6]. La palabra sustituibilidad no aparece en el Diccionario de la Lengua Española (2001). En el libro Una sola Tierra. El cuidado y conservación de un pequeño planeta (1972), Bárbara Ward y René Dubos se refieren en el capítulo IX (El equilibrio de los recursos) a un “principio de sustituibilidad”, “nueva capacidad básica de ‘reordenar’ la materia de una amplísima variedad de formas”. Y también señalan sus límites: la complejidad de la tecnología requerida, la escala de la energía a través de la cual se produce la transformación y todos los crecientes costos y trastornos ambientales que pueden ocasionar tales transformaciones.

[7]. Véase el capítulo 5 “Del efecto de dominación al autovalimiento: Tecnologías adecuadas para el desarrollo” y el capítulo 6 “Tecnología de autovalimiento, autovalimiento en tecnología” del libro de Sachs (1982).

[8]. El autor de este artículo, siendo asesor del Gobierno del Estado de Campeche, presentó en abril de 2005 una versión preliminar de este Método ante el Subcomité de Ordenamiento Territorial y Desarrollo Sustentable de esta entidad, al cual denominó “Diagnóstico RPHI” (Recursos, Población, Historia, Iniciativas).

[9]. Programme for the further implementation of Agenda 21 (1997), United Nations Millenium Declaration (2000) yReport of the World Summit on Sustainable Development (2002).

 

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Ficha bibliográfica:
PÁEZ, A. Para entender el siglo XXI: el cenit de la producción petrolera, la paradoja ecológica y la rematerialización del mundo. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de marzo de 2006, vol. X, núm. 209. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-209.htm> [ISSN: 1138-9788]


 

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