REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98 Vol. X, núm. 218 (28), 1 de agosto de 2006 |
MECANISMOS DE CONTROL TERRITORIAL EN TIEMPOS DE LA GLOBALIZACIÓN
Isabel Rodríguez Chumillas
Departamento de Geografía
Universidad Autónoma de Madrid, España
Mecanismos de control territorial en tiempos de la globalización (Resumen)
Hay un nuevo tipo de expansión territorial. Es el resultado de la reducción de distancias que la globalización ha introducido como efecto final de la fulminante disminución del tiempo. Ha provocado formas de ocupación del suelo difusas que involucran mucho territorio y nuevas formas de consumirlo. Las nuevas condiciones que intervienen en la construcción del territorio para enfrentar estos cambios se manejan cómo coartada de responsabilidad pública y cómo oportunidad de negocio privado y están justificando la necesidad de fijar límites. El estudio de Ciudad Juárez demuestra la permisividad de los poderes públicos con los intereses privados y su capacidad de reinterpretar y dirigir la demanda en boga de exclusión social. La oferta de nuevos modos y formas de vida exitosos y, por tanto, rentables, se acomete con costes medioambientales y sociales irreparables cómo resultado de privilegiar los mecanismos tradicionales de inversión inmobiliaria en la construcción de la ciudad.
Palabras clave: territorio,
límites, negocio inmobiliario
Territorial control mechanisms in the globalization days (Abstract)
There is a new type of territorial expansion. It is the result of the reduction of distances that the globalización has introduced like final effect of the sudden diminution of the time. It has caused forms of diffuse occupation of the ground that involve much territory and new forms to consume it. The new conditions that take part in the construction of the territory to face these changes handle how alibi of public responsibility and how opportunity of private business and is justifying the necessity to fix limits. The study of Juárez City demonstrates to the permisividad of the powers public with the private interests and its capacity to reinterpretar and to direct the demand in rows of social exclusion. The supply of new ways and forms of life successful and, therefore, profitable, is undertaken with irreparable environmental and social costs as resulting from to privilege the traditional mechanisms of real estate investment in the construction of the city.
Key words: territory, limits, real estate busines
Un nuevo tipo de expansión territorial
El primer supuesto o hipótesis es que la reducción de distancias que ha introducido la revolución de la velocidad del tiempo, con su fulminante disminución, provoca formas de ocupación del suelo difusas que involucran mucho territorio y nuevas formas de consumirlo. Su generalización sugiere un nuevo tipo de expansión territorial por la reducción de distancias. Así, las interrelaciones entre los elementos permanentes, dispersos, cerrados y mayoritariamente privados, determinan la necesidad de cruzarlos definiendo una circulación continua en un nuevo espacio operativo. Se trata, por consiguiente, de nuevos usos del suelo según el tipo de propietario y las funciones específicas que les asignan en las emergentes relaciones espacio-temporales de la contemporaneidad.
La organización territorial traduce estas nuevas relaciones a través de la fragmentación espacial en una dualidad entre espacio público-operativo y espacio privado. Por una parte, la aparición de espacios privados y cerrados, dónde se cualifica el “espacio público” (de propiedad privada comunitaria), se desarrolla al tiempo que el espacio público colectivo (y el resto de servicios e infraestructuras urbanas de la ciudad) que mantiene unas fuertes deficiencias de conservación o es inexistente. Además, la continuidad y conectividad física que da razón de ser al espacio público se ha roto y se ha especializado en sus funciones hacia un uso efímero, sólo de paso entre los lugares. De este modo, se simplifica, se especializa y sólo se materializa en elementos de cambiante movilidad (le confieren una permanente condición efímera). Un espacio público que así pierde una de sus finalidades básicas cómo es la de espacio común y tradicional, es decir, se relega su papel de único espacio fijo y permanente de interrelación social. En definitiva, se ha exacerbado su condición de transmisor en detrimento de otras cualidades y, en consecuencia, se ha habilitado su estructura y su artificio hacia una condición de espacio transitorio[1]. Una porción cada vez mayor de espacio público, concebido y manejado del modo anterior, es insostenible, es banal, por ser decorado que consume un suelo.
En las metrópolis, territorios de movilidad creciente, el espacio eminentemente público es el espacio de una red de flujos y actividades que permiten la articulación y el acceso, cualidades del espacio más vitales que el entorno social y material[2], pero también, funciones que sobre especializan el espacio público y le confieren un importante papel en la configuración de un nuevo tipo de expansión del territorio. Según Daniel Hiernaux (2002) muestra la aparición de un nuevo paisaje, híbrido, una forma distinta de paisaje integrado resultante del continuo e intempestivo cruce de los sujetos en el paisaje tradicional, es decir, interactuando en la movilidad del territorio, cruzándolo, usándolo como espacio operativo para una apropiación eficaz y rápida, sin apreciarlo, sin participar de él, sólo consumirlo en el período más corto de tiempo y a través del trayecto espacial más corto. Esa fugacidad es una nueva forma de consumo de espacios y actividades y, en consecuencia, puede ser demandada y satisfecha, es una dimensión invisible del espacio que expresa la lógica cultural de ciertos componentes del paisaje que no se leen a primera vista: “lo fugaz no es sólo lo que resulta de la fragmentación espacial de las actividades y de la necesidad de articularlas, sea visible o sea invisiblemente, sino también, es el gusto de una demanda social y de una política pública y empresarial hacia un nuevo modo de usar o abusar del espacio” (Ibídem, 2002, 15).
Hay, por tanto, nuevos procesos espacio-temporales, efímeros y fugaces, que necesitarían ser analizados. Sin llegar a afirmar que se ha roto el paradigma tradicional del paisaje urbano[3] se considera que estos paisajes híbridos pueden identificarse cómo una nueva categoría de paisaje metropolitano, en el sentido más arriba apuntado, de exacerbación de su condición de transmisor y, por tanto, su carácter de espacio transitorio. Además, hay que añadir la categoría de espacio transitorio e híbrido que podríamos denominar “fundacional” o natural que define Eloy Méndez. El autor identifica a las ciudades de esta frontera noroeste de México por su condición efímera de espejo natural de un orden social y territorial de proyecto inacabado (Méndez, 2002 a, b).
Se puede reconocer entonces una suma de espacios híbridos y efímeros que van acotando la identificación y características de esta nueva expansión territorial. Cuándo la importancia de estos en el territorio es notable y ordena el territorio, se sugiere asignar la denominación de “paisajes de frontera”cómo una nueva categoría para definir la prioridad lineal de un espacio de flujo, un espacio para el movimiento, efímero y fugaz, que la ciudad difusa engendra y que configura paisajes híbridos permanentemente efímeros con cambios continuos del límite.
La socioagorafobia
Por lo anterior, por la singular circunstancia de una reducción de distancias, y con ella la desaparición de los límites, hay en el espacio una comunión en las relaciones sociales que produce incertidumbre y por ello vulnerabilidad. Se trata de un vértigo “socioagorafóvico” que está actuando cómo factor modelador del territorio entre las nuevas condiciones que operan en su construcción. Actúa para contrarrestar la reducción de la distancia en el nuevo espacio (interpretado a veces, desacertadamente, cómo efecto de desterritorialización) construyendo y justificando la necesidad de fijar límites con elementos permanentes.
También se puede enunciar esta segunda hipótesis considerando que, precisamente, la percepción del carácter limitado del planeta, ha determinado la exacerbación de la separación para garantizar lo privado. Así, el muro evidencia la yuxtaposición entre el adentro y el afuera, precisamente, porque no lo hay, requiere explicitarse, materializarse, constituir el punto de concreción para naturalizar el límite y que se familiarice la sociedad con la incomunicación, o con la diferencia, la distinción, lo otro.
En las ciudades de la frontera tanto la Línea internacional cómo las líneas de las bardas de los vecindarios defensivos son permanente penetrados, son límites siempre tenues, frágiles, porosos[4]. Cabría entonces argumentar que ahora que la distancia ya no es una defensa, tampoco es una defensa la que pone la distancia del muro porque además, el territorio pierde importancia y ya no hay afuera (Bauman, 2004, 288)[5].
La imagen compleja e incontrolable de estas ciudades, marcadas por el deterioro de sus espacios urbanos sin terminar de construirse, y al tiempo sin terminar de derribarse por deterioro, se puede considerar una primera pauta del espacio inmanejable. El discurso de la prensa, tan monotemático cómo mediático, esculpe cada día una imagen difícil de la ciudad fronteriza que refuerza la idea de ser un espacio inmanejable. Forja a fuego la inseguridad y la violencia en el imaginario del habitante fronterizo. Enganchado y coherente aparece el discurso de la promoción inmobiliaria que ofrece la solución con la construcción de unos fraccionamientos que crean mundos interiores y cerrados: lugares seguros.
Dice Bauman que la naturaleza de los procesos de globalización, no regulada y políticamente incontrolada, ha deparado un nuevo tipo de condiciones que llama “zona fronteriza” en el “espacio de los flujos” planetarios. Según el autor el precario equilibrio de los escenarios fronterizos descansa en la vulnerabilidad mutuamente aceptada[6]. Ese es el escenario de la vida contemporánea. Un escenario poco adecuado a la seguridad personal por ser “zona de perpetua incertidumbre”[7]. Es un caldo de cultivo perfecto para la organización de mundos cerrados dónde el papel del Estado y sus políticas sólo están encargados de seguir anunciando la llegada de más riesgos y precariedad[8].
Estas nuevas condiciones están operando en la frontera norte y en Ciudad Juárez. El crecimiento urbano, acelerado y desordenado, ha construido un deficiente espacio físico que hace más explícitas las respuestas empresariales y sociales que se generan a favor de la reconquista de parte de esos espacios, los que han quedado fuera del control económico y social hegemónico. Su yuxtaposición con los límites permanentes que imponen los vecindarios defensivos, con el límite mismo de la Línea internacional –refortificado-, conforma los “paisajes de frontera”, como aquéllos que se conforman para marcar el fin de la comunicación física y, por tanto, indica expresivamente la falta de cohesión social, y no nace para defenderse o dominar.
La construcción del artificio urbano combate con la simulación y el consumo el envite de las nuevas condiciones espacio-temporales. Éstas se exacerban en el escenario local de la frontera noroeste de México y se traducen en el urbanismo cerrado de sociabilidad interrumpida. Así, los nuevos límites en el espacio, se concretan en muros y bardas que simulan eliminar la comunión citada en las relaciones socioespaciales. Se simula el control de una parte del territorio mediante la separación física del espacio, creando un espacio interno de control privado y un espacio exterior. Un “afuera” de carácter operativo, sin límites y de indefinida incertidumbre. Se justifica con los argumentos forjados en una férrea cadena del miedo a base de unir el eslabón de la pobreza, con el de la inmigración y ambos con la criminalidad. Grilletes del peligro y la vulnerabilidad social reinante que determinan la demanda de nuevas fronteras en el espacio y la refortificación de otros límites fronterizos.
La construcción de nuevos límites en el espacio urbano, por los motivos y justificaciones expuestos, constituye una demanda social en boga entre las reacciones a la fragmentación territorial que auspicia la política pública y resuelve la política empresarial. Se somete a los mecanismos tradicionales de producción e inversión inmobiliaria que asume y reinterpreta las demandas actuales de exclusión social ofreciendo continuamente nuevos productos, renovadas variantes de modos y formas de vida exitosos y, por tanto, rentables.
En Ciudad Juárez, el territorio fuera de control es la tramoya del escenario local que ha impuesto el drama de la inmigración. Así, con el continuo flujo de inmigrantes queda garantizada, por una parte, la necesidad creciente de alojamiento barato que sólo encuentra acomodo en invasiones[9]. Por otra parte, se genera la presencia de “el otro”, pieza maestra en el tablero inmobiliario fronterizo, que permite manejar la pertinencia de los vecindarios defensivos como una necesidad y orientar su demanda social. Esta inercia territorial[10] de invasiones ha determinado una ocupación continua del suelo periférico[11]. Además de las evidentes agresiones directas al medio natural y a la habitabilidad, el orden urbano definido se caracteriza por su imagen ambivalente entre ciudad desordenada, dominante, y la ciudad ordenada, pequeña y coincidente con las etapas fundacionales e históricas de su evolución urbana. En definitiva, una ciudad dual fragmentada en su expansión difusa.
Las nuevas condiciones espacio-temporales se asimilan entonces, construyendo nuevas formas cerradas de hábitat con el objeto de combatir los efectos negativos de la globalización.
La
socioagorafovia sugiere otras vertientes a contemplar cómo respuesta
generalizada de encierro individual frente al miedo social por las condiciones
imperantes. El vecino encerrado, autoexcluido del “afuera” adverso, por más
motivaciones colindantes con la señalada, representa el retraimiento
social ante el vértigo de la movilidad del tiempo. El encierro así,
supone un ensimismamiento, un retraerse sobre sí mismo del individuo
para enfrentar a solas la adversidad de un mundo hostil, produciéndose
la paradoja del sin sentido del individuo sin su sociedad.
El quehacer público en Ciudad Juárez
La idea de la capacidad de la globalización de determinar el funcionamiento de elementos estructurales del mundo actual, sugiere reconocerle la condición estructurante y omnipresente de trinidad. Le permite desempeñar el papel de coartada del quehacer público y al tiempo, precisamente, servir de oportunidad para el negocio privado. Paradoja del presente que genera un territorio que es el fluido de la deriva urbana, en parte, por los modos y efectos que ha traído consigo la movilidad y tecnología definitorias de los tiempos actuales. Estos tres elementos (propios del estudio territorial y de los mecanismos que operan en él): la actuación de los actores públicos, la de los agentes privados y la configuración y funcionamiento espacial[12], tienen en la globalización un referente común.
Sobre el primero, el quehacer público y el planeamiento convencional de Ciudad Juárez, baste señalar que la configuración y dimensiones “derrochadoras” de la ciudad y el alto porcentaje de su espacio físico y social “precario”, se entiende son concluyentes[13] respecto a su carácter deficiente. La gran superficie de suelo involucrada en la nueva expansión territorial extiende la ciudad más de 40 kilómetros al sur del centro, salpicando con la urbanización dispersa un amplio espacio[14] que incluso abarca una unidad paisajística nueva[15]. El nuevo suelo urbano regular, incorporado conforme a las previsiones y supervisión del planeamiento vigente, se suma a las ampliaciones espontáneas de los asentamientos marginales. Juntos constituyen la extensiva ciudad que se prolonga hasta los confines fronterizos del poniente y los cerriles de sur-poniente. Estas pautas de ocupación del suelo permiten interpretar que su adaptación a la Línea internacional, al río Grande/Río Bravo -que aquella sigue- y a la propia Sierra Juárez, son más eficaces que las acciones de control del quehacer público[16].
El quehacer público en Ciudad Juárez es deficiente, por ejemplo, por el reforzamiento de los procesos de dualidad social entre habitantes de asentamientos regulares (aunque también están aislados y desdotados) e irregulares, marginales por definición. Su reflejo en el territorio, por la escala e intensidad del crecimiento demográfico y espacial, evidencian un agravamiento de la segregación socio-espacial como principal efecto negativo de la particular expansión territorial de Ciudad Juárez[17]. Lo anterior, teniendo en cuenta que, por lo pronto, no se consideran los severos desequilibrios medioambientales que produce a medio y largo plazo[18]. Por consiguiente, todo conduce a una valoración negativa y crítica del quehacer público y sus mecanismos de control habitual mediante el planeamiento convencional.
La política y planes para la ciudad muestran que el planeamiento ha sido, de manera especial, un conflicto de intereses explícito entre los grupos económicos y políticos a lo largo de varias administraciones municipales.
Hasta la fecha, desde el programa Ciudad Moderna, desarrollado por el gobierno estatal a principios del siglo XX, el Plano Regulador de la Ciudad del gobierno federal en 1958[19] y hasta el Plan de Desarrollo Urbano de 1979 del gobierno federal[20], que con revisiones y actualizaciones sigue de documento de referencia, así ha sido. Según Víctor García (2005)[21] es desde 1984[22] cuándo se evidencia esta pugna abierta de los intereses políticos y privados por el control y la gestión urbana; también cuándo se orientó el crecimiento urbano hacia el sureste de la ciudad: “Hasta ese momento, el desarrollo urbano había estado dirigido por la autoridad federal, y los grupos políticos locales en la administración municipal en turno se encargaban de darle la orientación al crecimiento, sin una previa discusión o dictamen técnico, mucho menos público o abierto. (…) Vimos cómo en las administraciones emanadas del PRI se dirigió el crecimiento hacia la zona sur y se contempló el poniente como posible segunda opción, evitando siempre desarrollar en zonas agrícolas; mientras que durante las administraciones panistas se contempló el crecimiento únicamente hacia el sur oriente (lo que incluía las zonas agrícolas) y en todo momento hubo oposición a que se extendiera la ciudad hacia el poniente”(García, 2005, 56-58).
Sin embargo, desde mediados de los noventa funciona el IMIP, una nueva institución pública. Pese a todo, incluso a si ello supone un nuevo discurso en el juego de los actores públicos, llama la atención el ensimismamiento que los investigadores muestran en la interpretación de los actores, obviando sus acciones e intervenciones. El hecho de que ha transcurrido más de una década de la creación del IMIP y que ha coincidido con la fase de máximo expansión urbana, sugiere la corresponsabilidad del IMIP en el tipo de crecimiento reciente de Ciudad Juárez, y aconseja poner en duda su misión y su visión[23]. La puesta en práctica, a gran escala y con un ritmo de construcción inusitado, de la mayor parte de propuestas “desarrollistas” del Plan de 1979 (retomadas por la reformulación del planeamiento de control municipal) ha sido ejecutada. La tabla adjunta muestra errores evidentes[24], según cálculos del IMIP, que determinan un comienzo sorprendentemente moderado de esta fase expansiva[25]. Sin embargo, se han ocupado tierras agrícolas del sureste, se ha “detonado” el gran Sur, y se activan las propuestas y realizaciones del poniente. Cabe concluir que de uno u otro modo todos los intereses en juego de los grupos locales han sido cumplidos, obviamente, cabe pensar que se trata de negociaciones y consensos dentro y fuera de las alternancias de poder, y dentro y fuera de las estructuras partidistas[26].
Cuadro 1
Distribución de usos de suelo en Ciudad Juárez
Fuente: IMIP, 2001 (Chávez-Garza, 2005)
Entre tanto, las grandes deficiencias, objeto permanente de críticas y balances sobre Ciudad Juárez en estos últimos veinticinco años de planeación municipalizada, siguen en pié: antes y después del planeamiento municipal partidista y antes y después de la existencia del IMIP cómo arbitro permanente, público y técnico, del quehacer de los gestores públicos. En estos años el aumento de la mancha urbana ha traído consigo más espacio físico y social precario, porque se han ampliado los barrios marginales cómo Anapra al oeste, siguiendo la estructura lineal que sugiere la disposición de la propia línea internacional fronteriza con Estados Unidos y muchas más colonias de invasión afianzadas en esta localización. Este aumento de la superficie urbana tan extraordinariamente extensivo, tan laxo, incluso en los proyectos programados, no tiene resueltas las necesidades de equipamientos e infraestructuras públicas.
Resulta paradójico, que en este contexto, las propuestas y ejecuciones de nuevos desarrollos campen en las inmensas y horizontales periferias burlando todas las lógicas de la producción sostenible, en medio de la nada, sin conexión con la ciudad, ni siquiera con la red básica de infraestructuras urbanas[27], a caso, teniendo cómo vecindad una maquila o una derivación del nuevo viario[28]. Así, sin ninguna otra lógica que la del mercado del suelo y el manejo tosco de su revalorización y puesta en valor de los terrenos -quizá cómo moneda de cambio por otros convenios en la política empresarial de Ciudad Juárez-, han aparecido grandes agrupaciones de casas desdotadas y desconectadas del todo, aisladas en el territorio y de la ciudad como pretenciosas miniciudades, por su tamaño y por el desapego con la otra ciudad, alejándose de una autosuficiencia que en absoluto tienen. Bien, en estas condiciones, el quehacer público de Juárez puede expresarse cómo ha quedado expuesto aquí en esas características descritas del tipo de crecimiento reciente que vive. Obviamente, el discurso político no reconoce la evidencia de esta configuración aberrante de la ciudad, y de una gestión pública deficiente en la medida que ha posibilitado la “invasión” del territorio en todos sus rumbos y con ella ha favorecido la reconquista territorial por parte del capital inmobiliario en alianza con los grupos de poder local (muchos grandes terratenientes)[29].
A pesar de las evidencias hay discursos que, quizás buscando la lectura positiva, insisten en la conveniencia y confianza en el planeamiento urbano[30]. En la misma línea de otras estrategias y discursos locales que se consideran receptores de las demandas ciudadanas. Expresan su disconformidad y crítica en la formulación de propuestas de planificación estratégica. En éstas se constata el acuerdo tácito de los agentes locales ante el estado actual de crisis de autoridad de los poderes locales, y también la dificultad de seguir manejando el rumbo de la ciudad manteniendo a la par las lucrativas rentabilidades actuales. Los discursos bienhechores de sostenibilidad inherentes a la planificación estratégica, se presentan cómo las únicas fórmulas posibles para reajustar la conciliación de los intereses públicos y privados, dentro de esta nueva etapa de su histórica pugna por entreverarlos.
El
consenso de actores que define la naturaleza y los objetivos de la planificación
estratégica sugiere esa faceta de instrumento coyuntural, adaptable al
contexto, de una vía de escape a la estructura urbana, una salida operativa
al escenario local que, cómo en otros muchos casos de ciudades latinoamericanas
van a la deriva y recurren a la planificación estratégica[31].
En Ciudad Juárez la concepción del planeamiento estratégico
representa, de hecho, una crítica y renuncia a la convencional[32].
Y aunque nace para diferenciarse y distinguirse de la anterior, obviamente por
su estrepitoso fracaso, y con fines claros de sustituirla (así se reconoce
en la iniciativa de la asociación civil que promueve el Plan Estratégico
de Ciudad Juárez)[33]
cumple a la perfección la deontología de la planeación
estratégica[34],
empezando por la búsqueda de consensos en las fuerzas vivas, en y fuera,
del poder local institucionalizado[35].
El negocio inmobiliario controla el territorio
En general, los mecanismos de control territorial son siempre artificios interpuestos para articular las relaciones y papeles entre la intervención y el capital público y el privado. En estas ciudades fue común articularlas, cómo en el resto de las ciudades latinoamericanas, en primer lugar, con el libre albedrío en el desarrollo de la construcción (hasta bien entrado los años ochenta), teniendo en cuenta el incumplimiento generalizado de las obligaciones urbanísticas por parte de los promotores inmobiliarios. Así, entre los años cincuenta y sesenta, se superpusieron la explosión urbana espontánea y la construcción de algunas propuestas formales de crecimiento urbano desarrolladas por el poder local (monopolio de sagas familiares como propietarios de suelo)[36]. La concentración del suelo en pocas familias estuvo en la base de la inercia urbana inmanejable de las ciudades de la frontera, por la extensión de prácticas de retención de suelo y, a la par, de autopromoción de invasiones (por parte de los mismos propietarios territoriales) para suministrar suelo a la autoconstrucción37].
En segundo lugar, la articulación de las relaciones entre la intervención y el capital público y el privado, se realizó beneficiándose éste último (propietarios del suelo y promotores inmobiliarios) de los Programas de Regularización del Suelo Urbano. Es común se lleven a cabo con lentitud[38] y representen una evidente revalorización del sector dónde operan. Suponen la recuperación (reconquista) del valor económico de los espacios intersticiales (residuales) que de este modo van introduciéndose en la dinámica urbana con el esfuerzo del capital público. En conclusión, se logra la revalorización económica del espacio, en buena medida, por la mejora que los citados programas públicos introducen en el espacio urbano.
Estos dos procesos, estas dos maneras de hacer ciudad[39], son parte de las causas que explican el paisaje residencial desordenado y precario de Ciudad Juárez (expresión de las deficientes condiciones de vida de sus habitantes). Porque el poder local (extraordinariamente imbricado en los intereses políticos y económicos) ha permitido, desde los años cincuenta, la inercia territorial del desorden creando condiciones precarias de inhabitabilidad (e insostenibilidad futura).
La reconquista del territorio hacia los canales de control del mercado, y de los que controlan a su vez el mercado, propietarios e inversores [40], comenzó en los años noventa a partir de la modalidad de conjuntos cerrados. Ha supuesto impresionantes movimientos de tierra[41] y un ¡eureka! en los negocios inmobiliarios[42] que se orientaron a la producción masiva de vivienda de clase media baja a gran escala[43].
La combinación de factores nuevos, mundialmente reconocidos, con las trayectorias locales y singulares de las ciudades fronterizas, va a determinar oportunidades extraordinarias de negocio, cómo lo atestigua la llegada de las principales inmobiliarias del país. Son los protagonistas de esta reconquista que provoca la aparición de nuevos paquetes de vivienda de clase medía-baja, en enormes extensiones[44], intercalados entre los parquesindustriales en medio del espacio precario, colonizando con enormes explanaciones (en los ámbitos más cercanos a las carreteras y a nuevas vialidades de peaje) una extensísima periferia.
Es la idea de que muchos habitantes pueden vivir mejor en los nuevos y grandes nodos controlados por el capital financiero y el capital local [45], atados por una hipoteca que tiene vecindad, técnica y simbólica, con la maquila y, en general, con la precariedad de las condiciones laborales –flexibilidad y desregulación sindical-. Así, se reconquista el control para ordenar el espacio [46] y la sociedad en su crecimiento [47]. Resulta de la intervención consensuada de los sistemas financiero y político, aliados en el liderazgo de la promoción inmobiliaria de megaproyectos estratégicos[48] que, normalmente, han supuesto remodelaciones profundas de partes de la ciudad no exentas de manifestaciones especulativas.
La política empresarial[49] en Ciudad Juárez es pues la protagonista de las nuevas tendencias urbanas, de la nueva expansión que vive la ciudad y de los nuevos modos de vida urbana que se generalizan. Y por eso también en Ciudad Juárez están desarrollándose óptimos negocios privados en el estratégico transnacional sector inmobiliario-constructivo. Hasta el punto que, igual que otras ciudades del norte de México, están destacando por el florecimiento y fortaleza de varios grupos locales que han alcanzado talla nacional. Estos cambios en los promotores y sus modos se están reflejando nítidamente en el territorio. Hasta el extremo de que son sus decisiones empresariales las que determinan la construcción del Nuevo Juárez. De sus conveniencias de negocio han dependido que sean los sectores del gran sur, árido y llano, los que constituyan tanto el gran tamaño de lo conjuntos residenciales (a base de megaoperaciones por sucesivas fases de varios miles de viviendas), cómo el consecuente referente de vida de muchas jóvenes familias. Sobre todo, por la implicaciones múltiples de su diseño del nuevo modo de vida urbana aislado del resto y cerrado.
Sin
duda, el caso de Juárez confirma la idea de “reconquista inmobiliaria”
para categorizar la acción que mejor define a los actores y mecanismos
que operan para explicar esta nueva expansión territorial y la sociagorafovia
citadas. Por consiguiente, las intervenciones y discursos sobre la ciudad de
los distintos agentes urbanos locales están reforzando, además,
la idoneidad fronteriza que se le reconoce a las ciudades de esta frontera de
estudio cómo laboratorio dónde observar las nuevas tendencias
urbanas globales.
Hacedores del Nuevo Juárez [50]
La ciudad sometida así a los mecanismos tradicionales de producción e inversión inmobiliaria, sin las cortapisas del control público, depende una vez más de sus protagonistas, los “hacedores” de Ciudad Juárez”[51].
Los promotores inmobiliarios habían tenido poco negocio en las precarias y jóvenes ciudades de la frontera. Desde finales de los años ochenta ya hacen sueños realidades al construir para todos los extractos solventes (por tanto, masiva y selectivamente, según el caso), la casa ideal que es la casa segura[52]. En la vega del Río Grande en Ciudad Juárez, aún entre huertas y campos de algodón[53], o más al sur[54], se han levantado en los últimos cinco años grandes complejos masivos para las clonadas y minúsculas casas-nicho[55]. Estas viviendas son los nuevos productos de éxito de todos los hacedores profesionales, locales (más modestos en la clonación) y externos (los principales del país).
En Ciudad Juárez[56] los sueños en serie clonan sus periferias materializando un espacio físico que expresa mayor distanciamiento social, dónde la exacerbación de valores individualistas y la pérdida de referentes identitarios (antagónicos con las utopías urbanas más comunes) demuestran las consecuencias negativas de una idea de ciudad basada en la exclusión. Diversos factores, en efecto, favorecen su conversión en producto estrella.
En Juárez, el estilo lo marca “Vida residencial”, el crédito publicitario de la empresa norteña Urbi, hoy una gran inmobiliaria de ámbito nacional con gran éxito en la Bolsa de valores del país[57]. Urbi Desarrollos Urbanos, con su eslogan “Vida residencial”, ilustra cómo se maneja el negocio. Vida residencial es al mismo tiempo el producto en el que se especializa dentro del mercado inmobiliario, la idea central de su objetivo empresarial[58] y su propia estrategia cómo empresa. Se definen convencidos y seguros creadores de un concepto de ciudad, capaces de hacer realidad mucho más que una casa, tanto cómo un modo de vida definido por una cultura comunitaria con capacidad de reconquistar el territorio a la deriva y colonizarlo con un nuevo grupo social[59]. La filosofía humanista para los empleados promueve lo que llaman “el espíritu grande”. Consiste en creer para crear por “el prestigio del hacer”[60]. Creen también que es la base de “una sólida y original cultura corporativa” que también ha desarrollado un vocabulario propio[61].
La casa Urbi es la más abundante entre las casi 4000 promovidas en Ciudad Juárez en 2003[62]. El esquema se repite[63], en la vivienda promovida por otras inmobiliarias de Ciudad Juárez[64]. Consiste en viviendas[65] de 30.70 m²(en parcelas de 41.20 m²) agrupadas en conjuntos de 16 a 95 unidades[66].
En las interpretaciones que hasta la fecha ha recibido este fenómeno por parte de los estudiosos locales se pone el énfasis en las incongruencias del propio producto [67] analizado en sí mismo68]. En general, se cuestiona[69] las “restringidas perspectivas de calidad de vida” (20)[70]. No se han considerado otros efectos cómo los de su articulación con el resto de la ciudad. Se han confirmado (Maycott, 2005) las condiciones actuales de los créditos y el rápido proceso de deterioro de las viviendas (2005, 13)[71]. Es decir, en el contexto económico global, la base social sujeto de crédito público ha sido absorbida por la vorágine de una producción masiva e intensiva dentro de los circuitos del interés del sector inmobiliario profesional, concretamente, de un sector inmobiliario fuertemente marcado por el monopolio pues el 72% de las viviendas fueron construidas por sólo tres promotores: Condak, Ruba y Urbi[72].
Conclusión
En la configuración actual del territorio es fácil interpretar ese derroche inaceptable porque el planeta sí es limitado y el individuo sin sociedad también lo es. El fatídico bucle de la flexibilidad temporal, sin control social consensuado, conduce al aniquilamiento físico y social. Éste primer encare “salvaje” , desplegando los mecanismos tradicionales de construcción del territorio, no es la única respuesta posible, aunque sí es desde luego negativa.
La nueva configuración identificada en Ciudad Juárez, lejos de desempeñar un papel en la recomposición socioespacial (entendiéndolas como acciones correctoras y de control de la deriva territorial e inmanejabilidad del espacio y la sociedad fronteriza (de por si provista de singularidades locales que refuerzan la ambivalencias) es la protagonista de la deriva urbana en el fluido líquido de la contemporaneidad dónde se atrinchera una sociedad polarizada. La ciudad dual que resulta está simplificando sus antagonismos entre cañadas de diversidad autoconstruida y uniformes vecindarios prefabricados.
La
ciudad dual que resulta se expresa en los antagónicos modos de habitar.
Unas condiciones de habitabilidad actuales definidas que se radicalizan y simplifican,
en este escenario local de la frontera norte de México, en cañadas
de diversidad autoconstruida y uniformes vecindarios prefabricados. Los paisajes
construidos, en estos tiempos de globalización, son la prueba evidente
del daño irreparable causado al territorio y de la necesidad de “repararlos”,
articulándolos, social y espacialmente. Y así, enfrentar la extensión
inconcebible de las malas condiciones de vida y, con ella también, la
socioagorafobia excluyente.
Notas
[3]
Daniel Hiernaux considera que es el enfoque humanístico y constructivista
de las ciencias sociales el que suministra los instrumentos y categorías
indispensables para elaborar una geografía de lo efímero y
lo fugaz dónde el individuo y sus prácticas sean privilegiados
para analizar la especialidad, la temporalidad y la morfología resultante
(Hiernaux, 2002, 17).
[4]
En el sentido apuntado por Zigmun Bauman, 2004, 24. Las fronteras son móviles
pues no hay alianzas duraderas, ni colonos que cumplan los acuerdos, o que
los incumplen antes de que se firmen, redefiniendo constantemente el límite
que separa a los aliados de los enemigos “más bien, participarían
coaliciones flotantes de países, sujetas al cambio y a la evolución”
(2004, 289). También son tenues y frágiles los límites
de los conjuntos residenciales de baja densidad que tiene más que
ver con el tiempo y el espacio social, que con el propio espacio físico
de la urbanización cerrada, pese al carácter hermético.
[6]
“De ahí las alarmas referentes al deterioro de la seguridad, que
incrementan las ya abundantes ofertas de ‘temores relativos a la seguridad’,
al tiempo que desplazan las preocupaciones públicas y las salidas
a la ansiedad individual lejos de las raíces económicas y
sociales del problema y hacia preocupaciones relativas a la seguridad personal
(física). A su vez, la próspera ‘industria de la seguridad’
se convierte con rapidez en una de las principales ramas de la producción
de desechos y en el factor clave en el problema de la eliminación
de residuos” (Bauman, 2005, 18).
[7]
Dónde “la inseguridad inmune a toda intervención efectiva
(...) encuentran su mejor expresión en la metáfora, propuesta
por Buril Lotean, del terreno minado” (Íbidem, 2005, 116) porque
la única certeza es que en algún lugar algo explotará,
tarde o temprano, dominada por un presagio de aleatoriedad, de contingencia
permanente.
[8] Dice Bauman que cuando “apelan a los electores para que
sean ‘más flexibles’ (o sea, para que se preparen para las cotas
aún mayores de inseguridad que están por llegar)” están
orientándolos para que busquen individualmente sus
propias soluciones personales a los problemas socialmente producidos (119).
[9]
La mayor parte de las nuevas periferias en las ciudades fronterizas del
noroeste, en efecto, han sido ocupadas a través de invasiones de
predios privados durante las dos últimas décadas con frecuencia
cómo “auto-invasiones”: una ocupación ilegal del suelo propiciada
por los propietarios para vender suelo evadiendo los costos de urbanización,
a corto plazo, y buscando su regularización para la consecuente revalorización
de los terrenos adyacentes, en el medio plazo.
[11]Elmecanismo
dominante de creación de suelo es la invasión y/o autoinvasiones.
Ver páginas siguientes del presente texto dónde se abordan
los mecanismos de control territorial aplicados por promotores y propietarios
inmobiliarios, que desarrollan estrategias cambiantes según el momento
y la coyuntura.
[15]
El área de estudio se ubica en el desierto Chihuahuense, sobre el
Acuífero Río Grande en superficie y el gran acuífero
Bolsón Hueco en profundidad. La evapotranspiración en la superficie
del A. de Río Grande y los flujos de recarga de retorno de riego
o por pérdidas y lluvias en la superficie del Acuífero del
Bolsón afectan desigualmente a uno y otro con implicaciones en los
usos potenciales. Según los investigadores que encabeza Múñiz:
“Las aguas subterráneas y superficiales interactúan de manera
compleja y hacen a las zonas ribereñas muy sensibles a los cambios
de calidad y cantidad de los flujos de agua. Se conoce poco acerca de cuanta
agua esta disponible en el subsuelo, cuanta se consume en la actualidad,
como fluye en el los mantos freáticos, etc. (…) El acuífero
del Bolsón del Hueco, que sostiene alrededor de dos millones de personas
de de Ciudad Juárez-El Paso, se está terminando con rapidez
y se prevé el agotamiento en 20 años (FUMEC, 1998)”. (Múñiz,
2005).
[16]
Estas características ponen en cuestión cualquier otra caracterización
posible de la ciudad que sólo podrá referir aspectos parciales
respecto de su progreso en otras cuestiones (mejora de equipamientos e infraestructuras,
nueva superficie de actividad económica, comercial, de ocio, además
del espacio de maquila), o de la mejora acontecida en determinadas áreas
urbanas (vialidades y sectores urbanos cualificados).
[17]
Se ubican cerca de 278 maquiladoras en 2004 que han consumido (el conjunto
del sector) 9.36 Mm3, lo que significa 802 m3 por
usuario y mes (datos del 2002). El sector agrícola utiliza más
del 80 por ciento de las derivaciones que se hacen del Río Grande/Río
Bravo en la zona de estudio. El distrito de riego 009 en el Valle de Juárez
proporciona agua para el riego de 15.000 ha, aunque tiene un potencial de
25.000 ha que no se riegan por falta de agua. Utiliza también aguas
del subsuelo y residuales provenientes de Ciudad Juárez. Su eficiencia
global es del 40 por ciento. Los principales cultivos son los forraje y
el algodón. (Múñiz, 2005, 2-3).
[18]
Teniendo en cuenta las características propias, y frágiles,
de los ecosistemas del llamado desierto chihuahuense. Éste desierto
está rodeado por las Montañas Rocallosas, La Sierra Madre
Occidental y la Sierra Madre Oriental. Al igual que otros desiertos de Norteamérica
se caracteriza por planicies aluviales, pendientes suaves y montañas
dispersas. Aproximadamente el 80 % de los suelos se derivan de material
paren-tal de naturaleza calcárea, con presencia adicional de materiales
volcánicos (Chávez-Garza, 2005).
[21]Investigación
sobre el proceso de constitución del IMIP. El inicio, en 1992, de
la idea de formar un Instituto de planeación que obedeciera a criterios
técnicos y a largo plazo de parte del presidente municipal electo
de Ciudad Juárez, Francisco Villarreal, para la creación del
Instituto Municipal de Investigación y Planeación, expresa
según el autor, “una formalización de las prácticas
y las visiones que tradicionalmente giraban en torno a la elaboración
de los planes de desarrollo urbano para la ciudad. Estas prácticas
y visiones implican una mediación de intereses en juego y una funcionalidad
de las tareas técnicas y políticas que requiere el proceso
de planeación del municipio de Juárez” (García, 2005,4).
[23]
También caracterizaciones tan asépticas cómo la siguiente
a la luz de la comparación entre los objetivos y la evidencia, al
menos, de una intervención ineficaz: “un organismo independiente
de la autoridad municipal, guiado por criterios técnicos y científicos,
con presupuesto propio y con personalidad jurídica (García,
2005, 56). De hecho se afirma que es “a partir del IMIP que se empieza a
definir una postura específica y a largo plazo del desarrollo urbano,
es la primera vez que se crean reglas claras y se tecnifica la planeación”
(56-58). Por lo que cabe definir que en el nuevo tipo de expansión
territorial y ente los mecanismos de control actuantes están las
propias intervenciones del IMIP.
[25]
Llama la atención la moderación del incremento de la superficie
que se registra en 2001 según el IMIP. Pese a la autoría de
la institución y la solvencia de su capacidad técnica (y a
pesar de los errores apuntados en la nota 24 de error aritmético
simple) el aumento de superficie de varios usos del suelo (residencia y
baldíos) es muy fuerte y así se manifiesta ya en 2003 y se
ha incrementado para 2005. Este aumento tan fuerte, repentinamente, no es
posible sólo puede obedecer a cálculos de medición
específicos que han minimizado la explosión de todos los usos
del suelo urbanos.
[26]
Durante el 2005 ha seguido la ocupación del sur, en el Ejido de San
Isidro, sobre suelo reserva del Estado, se han vendido 154 hectáreas
a la inmobiliaria Urbi Desarrollos Urbanos a 5,5$/m2. Y
también se ha aprobado el proyecto de ocupar el oeste, San Jerónimo-Santa
Teresa, más atrás de Anapra. Urbi, Entrevista UDU, sep. 2005.
[27]
La permisividad de los poderes públicos y el derroche de capital
público es práctica de gestión habitual a juzgar por
la intervención de la administración con la que la familia
Quevedo, propietaria y promotora local, que realizó sólo 2
de los 4 diques requeridos. La administración recibió los
dos realizados que ahora repara por el deterioró de las primeras
lluvias.
[28]
La localización de baldíos se presenta en mayor proporción
en cuatro zonas de la ciudad y que están relacionadas estrechamente
con las densidades: al sur poniente, desde la avenida Zaragoza hasta la
carretera a Casas Grandes; al norte de la ciudad, en la zona aledaña
al ribereño; al sur y oriente de la ciudad, caracterizadas por colindar
con las áreas de reservas existentes, como la Zona de Integración
Ecología y Zona Sur, en donde existen algunos fraccionamientos (tanto
habitacionales como industriales) que han sido urbanizados, pero que no
están ocupados en su totalidad; y al sur, donde han quedado espacios
sin ocupar entre los desarrollos; además existen áreas industriales
con extensos espacios sin ocupar (IMIP, 2002) (García, 2005, 9-10).
[29]
El Plan forzó el crecimiento al sur y sureste sobre terrenos
de Bermúdez, Quevedo según las informaciones coincidentes
de la empresa privada, según las entrevistas con empleados de Urbi
Desarrollos Urbanos y con miembros del Plan Estratégico de Ciudad
Juárez. Entrevistas UDU, sept. 2005 y Plan Estratégic0, 2003.
[30]
Que “se revela como una necesidad en vista de que existe una urgencia por
atender la problemática que representa una ciudad que integra cada
vez más a su dinámica al resto de las poblaciones que conforman
el municipio. Ciudad Juárez, conurbada con el condado de El Paso,
Texas, adquiere dimensiones metropolitanas y tiene corresponsabilidades
transfronterizas, lo que le exige reflexiones que trasciendan la inmediatez
y coloquen la perspectiva internacional, regional y de largo plazo, tanto
en los contenidos de las soluciones técnicas, como en las formas
de proceder de instituciones civiles y gubernamentales” (García,
2005, 2).
[31]
También apoya esta hipótesis, del planeamiento estratégico
cómo un estadio más del planeamiento convencional, en el sentido
que se trata de otra instrumentación nueva con vistas a lograr una
relación más eficaz del planeamiento al servicio de los intereses
de los grupos de poder local, los escenarios de futuro pensados por los
expertos. El desarrollo de la planificación estratégica en
muchas ciudades confirma el carácter continuista y no alternativo
de este tipo de planificación en boga en Latinoamérica. Un
primer escenario es aquél donde la planificación estratégica
se consolida como proceso de planificación preliminar y director
de los planes sectoriales de una ciudad o un territorio. Otro segundo escenario
dónde la planificación estratégica pierde su independencia,
pero se asume por los planes de ordenación urbana y territorial.
Y un último escenario, el tercero, dónde desaparece como proceso
de planificación, pero son aceptados sus instrumentos de análisis
y sus enfoques de participación. En gran medida los tres escenarios
forman parte ya de la práctica de la planeación en el mundo
entero dónde se aplican esas vertientes: la generalista y directora,
la que promueve la sustitución para convertirse en la protagonista
del planeamiento local o, por último, la que se ofrece de nueva metodología
que moderniza con categorías y nuevas terminologías pautas
y postulados habituales que permiten nuevas perspectivas de los planeamientos
convencionales.
[32]
Así, se reconoce que “el marco de crisis actual ha generado entre
el empresariado local una toma de conciencia sobre la necesidad de dejar
de lado los esquemas del pasado, en que los intereses privados y de grupos
de interés, aprovechando la debilidad del gobierno municipal, primaron
sobre los intereses comunitarios. Plan Estratégico de Juárez,
A.C., (2003).
[33] El Grupo Promotor lo componen menos de un centenar de
técnicos, profesionales y funcionarios pertenecientes a 20 instituciones
del sector público y privado que se han comprometido a apoyar el
Plan Estratégico de Juárez y que, a la vez, son actores clave
en la comunidad que estarán participando en el proceso de elaboración
del Plan. Además hay unos “Socios Numerarios” que son todas
aquellas personas, empresas o instituciones interesadas en sumarse a la
Asociación Civil y que participan con una aportación anual.
[34]
“El Plan Estratégico aparece como instrumento que aglutina esfuerzos
del sector privado en el sentido de trabajar conjuntamente con el sector
público para dar respuesta a las preocupaciones compartidas sobre
el futuro de Juárez. Esta necesidad de cooperación será
clave en los ámbitos y zonas más necesitadas de desarrollo,
como son la vivienda y el espacio público en las zonas periféricas
y rurales del municipio, y la baja densidad urbana debida a la persistencia
de espacios baldíos en zonas céntricas, que influyen negativamente
en la apropiación del espacio público y en el desarrollo de
valores de convivencia”. Plan Estratégico de Juárez, A.C.,
(2003).
[35]
Están de acuerdo en que entre las fortalezas principales de un proyecto
de ciudad deseable, está lograr una diversificación de la
economía ante la excesiva dependencia en la industria maquiladora.
“Visión ampliamente compartida por los agentes económicos
locales (...). Así, a pesar de que el turismo se ha convertido en
una actividad puramente testimonial, existe una opinión compartida
acerca del potencial de Juárez como plaza turística y de ocio
ligada a su condición de ciudad fronteriza. La condición de
centro industrial-maquiladora y su ubicación como puerta de entrada
al mercado estadounidense, crean también nuevas oportunidades para
el desarrollo de Juárez como plaza logística. Al mismo tiempo,
el propio tamaño de la ciudad genera un conjunto de economías
de aglomeración con un amplio potencial para el desarrollo de sectores
como el comercio, los servicios o la construcción.” (Plan estratégico,
2003).En definitiva, hay acuerdo en el protagonismo de la maquinaria económica
no sólo para poner en funcionamiento la ciudad sino cómo base
de proyecto de ciudad, una estrategia por cierto nada original.
[36]
En el tablero del juego inmobiliario, sin embargo, estaban las posiciones
tomadas por parte de la élite local propietaria del suelo para crear
los primeros parques industriales en los años sesenta convirtiéndose
en el escenario de la explosión urbana que se desató para
resolver espontánea y desordenadamente el asunto crucial de la necesidad
de vivienda que supuso.
[37]
Modo rápido y sin ningún coste de obtener beneficios directos
de la conversión de uso del suelo de rústico a urbano con
el cobro a muy bajo coste y, frecuentemente, a plazos, del precio del suelo
de los miles de lotes resultantes de una parcelación por invasión.
Obviamente, lo anterior, es al objeto de eludir los costes de inversión
e impositivos que la urbanización representa de acuerdo a la normatividad
vigente del planeamiento local.
[39]
Las condiciones en la que los inversores inmobiliarios han desarrollado
sus iniciativas han permitido al promotor obtener los beneficios de reconversión
del uso del suelo de rústico en urbano sin merma alguna. No obstante,
y dada la imbricación del poder político y el económico,
muy acusado desde el principio de la formación de los núcleos
aduaneros, la recepción de los beneficios de la venta de tierras,
con frecuencia, se ha demorado y se ha hecho a plazos, pero siempre han
sido plusvalías fáciles y cómodas. Pero sobre todo,
hay que tener también en consideración, que han podido ser
prioritarios otros objetivos distintos del exclusivo beneficio directo e
inmediato del lucro económico. Algunos de los hacedores de ciudad
de la élite fronteriza, probablemente, cómo dice Bourdieu,
no necesariamente se mueven y han movido por razones conscientes “como si
plantearan conscientemente los fines de su acción y actuaran para
conseguir la máxima eficacia al menor coste ni todo lo que les motiva
es el interés económico con un beneficio en dinero” (2002,
144).
[40]
La reconquista del espacio inmanejable de las ciudades fronterizas ha comenzado,
por muy diferentes frentes, auspiciada por una gama amplia de proyectos
estrella y megaproyectos pertrechados con el urbanismo cerrado, principalmente,
en los sectores inmediatos a las principales grandes vías rápidas.
Estos ámbitos que funcionaban como parques industriales y otros tipos
de equipamientos carreteros, algunos en construcción desde la eclosión
urbana en América Latina y fuertemente penetrados de este estado
de desorden y abandono, han iniciado una remodelación morfológica
y funcional.
[41]
Estas intervenciones masivas sobre el territorio suponen una potente transformación
del espacio, frecuentemente con allanamientos del terreno que explicitan
la capacidad del hombre con sus máquinas cuándo la maquina
inmobiliaria decide mover las piezas del juego, y ganar la partida del tablero
inmobiliario, entonces, los cerros desaparecen las vaguadas se rellenan
y una tupida red de infraestructura tapiza de técnica y confort el
territorio. El artificio humano construye ciudad.
[42]
Estas potentes inversiones son posibles en parte por la llegada masiva
del capital foráneo que ha repercutido también en el mercado
del suelo, no sólo a través de la demanda directa de grandes
extensiones para los nuevos usos comerciales e industriales sino, sobre
todo, mediante la reconversión hacia el sector inmobiliario de importantes
capitales locales antes dedicados a la producción manufacturera o
al comercio.
[44]
Grandes paquetes de vivienda, de interés social, encerradas en una
barda perimetral no defensiva. Lejos de ser castillos, fortalezas, por su
carácter de conjuntos cerrados, son grandes islas en el mar del desorden
de la deficitaria periferia. Los nuevos grandes fraccionamientos, con únicos
o escasos accesos, se ordenan clónicamente repitiendo disposiciones
y modelos de viviendas idénticas y diminutas cómo celdas de
panal de abeja.
[45]
Por eso la ciudad hoy, además de fuertemente segregada, es fragmentaria,
por la propia naturaleza arbitraria y autónoma de los intereses y
agentes inmobiliarios que manejan la ciudad al margen de la propia ciudad,
con notable autonomía de las técnicas y sistemas de construcción
y de normativa legal, incluidas las estructuras de propiedad. La ciudad
fragmentada, en sus formas y funciones, probablemente sólo
lo sea de forma efímera, precisamente por las mismas razones anteriores,
y en su deriva devendrá, sometida a fuerzas arbitrarias y autónomas,
nuevas configuraciones urbanas hacia la compactación de los espacios
emergentes cómo mera etapa de rentabilización consecuente
a la actual de laxa expansión creadora de la ciudad dispersa.
[47]
Es expresiva la utilización del término “detonar” para hacer
alusión a la puesta en valor que una inmobiliaria hace en determinados
sectores de la periferia que decide urbanizar. Denota la capacidad de crear,
en el más amplio sentido de la palabra, de esto grandes inversores
nacionales en las ciudades de la frontera. Entrevistas con el personal técnico
y comercial de diversas inmobiliarias nacionales con sede y negocio en las
ciudades de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez.
[49]
Las ciudades de la región fronteriza norteña viven igual que
el resto de México un proceso de profesionalización y concentración
del sector inmobiliario desde finales de los ochenta que hasta los noventa
no se ha manifestado con contundencia, cuándo el soporte necesario
de políticas colaterales cómo la de la vivienda y los
compromisos financieros se han consolidado.
[51]
También son “hacedores” de ciudad, los otros hacedores, los autoconstructores
de su alojamiento, habitantes de la frontera, y por cierto los más
numerosos, aquellos autodidactas que provisoria y sutilmente levantan millones
de casas precarias en los cerros y cañadas de la Sierra de Juárez,
y de los lomeríos de Anapra al poniente.
[54]
Sobre la gran planicie seca, al pié de las estribaciones de la sierra
oriental y más al sur de las fértiles tierras del valle, las
casitas de Fox (las casas-nicho) tienen un enorme eco y articulan el gran
sureste de la periferia juarense. Comparten con la maquila los intersticios
urbanos en barbecho agronómico, pero sobre todo, retenidos especulativamente
en espera de nuevas fases e iniciativas en esa línea de especialización
espacial de los usos del suelo, el fiel binomio residencia popular-industria,
ahora en nuevas versiones tanto de vivienda masiva cómo de herméticos
y anónimos grandes contenedores, las maquiladoras o factorías
posfordistas.
[55]
Casas de pequeñas dimensiones promocionadas masivamente con créditos
oficiales. Son las mismas casas sin pasillo en calles cerradas de un espacio
físico clonado y anónimo, producto estrella del sector inmobiliario
mexicano actual y al que el habitante fronterizo también debe hacer
habitable, cómo si se tratara de un lote vacío del que lograr
un espacio social construido. El necesario milagro para dotar de habitabilidad
a este anónimo, escaso y deficitario espacio urbano pasa por los
aberrantes reglamentos de las promotoras que abogan por un control del conjunto.
[56]
Según Elvira Maycotte en el caso de Ciudad Juárez (compara
los fraccionamientos y condominios aprobados durante el primer semestre
de los años 2001 y 2003 que obran en la Dirección de Desarrollo
Urbano de Ciudad Juárez, Chihuahua) son las que más y mejor
se venden. Se han denominado “clonadas populares” (Méndez-Rodríguez,
2004 a, b y Rodríguez, 2005) y se han multiplicado
por diez. Los 69 construidos han producido 3.567 viviendas suministrando
alojamiento a casi 15.000 nuevos residentes en cerradas populares (con una
media, según el II Censo de Población y Vivienda de 2000 de
4.15 personas por vivienda). Son, en efecto, la oferta residencial de la
población obrera pues el 81% de los trabajadores son empleados -obreros
o peones - y el 56% gana de 1 a 3 salarios mínimos (dentro del rango
más bajo de 1 y 2 salarios mínimos) (2005, 10-12).
[63]
El caso de Brasa revisado por Sergio Castillo (2005) aporta datos y valoraciones
no sólo del producto de las cerradas de clase media e interés
social[63] sino que además, manifiesta una explícita preocupación
por caracterizarlo. Se trata también de una empresa de ámbito
regional que actúa en los estados fronterizos de Baja California
Norte, Sonora, Chihuahua y Tamaulipas que ya ha desplegado una gran infraestructura
para el desarrollo de sus comunidades. Según este autor su estrategia
empresarial está influida por las promotoras norteamericanas “que
han tenido la visión mercantil de proporcionar una vivienda (producto),
dentro de un ambiente muy valorado por la clase media y alta” (Ibídem),
sin embargo, en el mismo ámbito de la región fronteriza se
han comprobado cómo promotores locales y con una producción
también local, cómo en caso de Nogales (Sonora) el esquema
es el mismo y todo apunta a las propuestas profesionales sin vínculo
con la citada producción estadounidense (Rodríguez, 2005).
[67]
Los condominios son la figura que permite a los promotores aprovechar intensivamente
el suelo combinando una parcelación muy acusada, un tratamiento
de las zonas verdes especulativo y demagógico y otras infracciones
flagrantes. Destaca el tema de las donaciones de suelo en las estipuladas
por la normativa del Estado “áreas de donación” que las resuelve
con superficies residuales y dispersas, frecuentemente, ubicadas en sectores
abruptos, o impropios a la urbanización desde el punto de vista topográfico
y, por tanto, de muy difícil utilización para usos del suelo
urbanos.
[69]Cuestiona
el grupo social destinatario de las ayudas financieras del programa de vivienda
social oficial (tienen posibilidades de acceder a otras fuentes de financiamiento
y por el alto porcentaje de renta se evidencia el uso cómo valor
de cambio de la vivienda social) y al propio programa que califica de “el
más importante y ambicioso programa oficial con alcance nacional”
(Ibídem).
[70]
Concluye que el estilo de vida que propone el modelo de condominio “puede
ser una alternativa para quienes lo adoptan voluntariamente y así
se integran a un grupo más o menos homogéneo, sin embargo,
no lo es para aquellos a quienes se les impone, cualquiera que sea la razón”.
No obstante, observa entre los factores para la integración comunitariaque
contempla la promotora bajo e lema: ““enseñarles a vivir en comunidad”
que “no es una estrategia sostenible por varias razones porque “no existe
una garantía de que los promotores tengan la suficiente capacidad
para afrontar un problema social de tal magnitud” y porque se requiere una
capacitación permanente no garantizada por un promotor privado” (Maycott,
2005, 20 y 21).
[71] Las encuestas realizadas a los residentes del Condominio
de Parajes del Sol confirman las prácticas sociales de distanciamiento
entre los vecinos, de desconocimiento de los Reglamentos internos que determinan
estos derechos deberes comunitarias, así como sus opiniones respecto
a la las funciones públicas sobre las áreas verdes.
[72]Urbi
promueve 14 conjuntos (el 36% de todos los conjuntos habitaciones), Ruba,
11 (el 28 %) y Condal 6 (Maycott, 2005, 14-15).
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