Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (68), 1 de agosto de 2006 

ALTÉPETL: EVIDENCIA ARQUEOLÓGICA DE UNA ORGANIZACIÓN POLÍTICO 
TERRITORIAL EN LA TLAXCALA PREHISPÁNICA
[1]

Magdalena Amalia García Sánchez
Centro de Estudios Arqueológicos de El Colegio de Michoacán, A.C.



Altépetl: evidencia arqueológica de una organización político territorial en la Tlaxcala prehispánica (Resumen)

Los estudiosos de la historia antigua de México, entre los que hay historiadores y etnohistoriadores, han dado cuenta del concepto náhuatl altépetl, que tiene connotaciones territoriales (de a: agua y tepetl: cerro) pero también sociales (poblacionales, simbólicas) en Mesoamérica. Sin embargo, no existe un puente que una los datos históricos con los geográficos y arqueológicos, por lo que hasta ahora altépetl no ha tenido evidencia material que lo confirme. Es objetivo de este trabajo presentar una propuesta que vincula los datos arqueológicos con los históricos, en el marco geográfico de la Tlaxcala prehispánica, que ayuda a entender el desarrollo de la organización colonial, política y territorial, posterior.

Palabras clave: Altépetl, territorio, arqueología, etnohistoria.



Altépetl: archeological evidence for a political-territorial organization in pre-hispanic Tlaxcala (Abstract)

Scholars of Mexico’s ancient history, both historians and ethnohistorians, have long been aware of the náhuatl concept of the altépetl and its connotations, both territorial (from “a”, meaning water, and tepetl, mountain), and social (demographic, symbolic) in Mesoamerica. However, no connection has been found that links historical information with geographical and archaeological data, so we have never had solid material evidence to confirm the existence and nature of this concept. The objective of this article is to present a proposition that unites archaeological findings with historical data in the geographical context of pre-hispanic Tlaxcala, as a means of advancing our understanding of later developments in political, territorial and colonial organization.

Key words: Altépetl, territory, archaeology, ethnohistory



 
 
Tlaxcala bajo la mirada de la investigación histórica

La región de Tlaxcala ha sido objeto de estudio por parte de investigadores de diversas disciplinas; historiadores, etnohistoriadores, geógrafos, arqueólogos, edafólogos, biólogos, sólo por mencionar algunos, han dedicado sus esfuerzos a proveer de explicaciones que dan cuenta de múltiples aspectos del entorno natural y social y desde una perspectiva diacrónica, con un énfasis particular en los periodos de antes de la llegada de los españoles (siglo XVI) y durante las primeras décadas de su presencia (siglos XVI y XVII). El interés en este periodo -que abarca aproximadamente los primeros 60 años de la Colonia- no es gratuito, se debe en gran medida a la abundancia de fuentes (históricas y arqueológicas) resultado de la situación singular que los tlaxcaltecas tuvieron por haber sido aliados de los españoles en la conquista de México Tenochtitlan. En efecto, el apoyo que los tlaxcaltecas les brindaron, fue recompensado con una distinción que no tuvo paralelo en otras ciudades de la Nueva España: toda la Provincia de Tlaxcala quedó bajo la tutela directa del soberano español; así, gozaron de ciertos privilegios entre los que destacaron haberles permitido continuar con el gobierno indígena durante muchos años; considerar al territorio de la provincia como “intocable” por parte de los hispanos, bajo la consigna “Tlaxcala para los tlaxcaltecas”, y algo de particular importancia para este trabajo, conservar a la nobleza indígena de los cuatro altépetl como célula para la organización del gobierno. Tales privilegios delinearon a la nueva sociedad colonial tlaxcalteca con una marcada continuidad de la vida que existía en la época anterior a la llegada de los españoles, tanto en el funcionamiento gubernamental cuatripartita como en el desarrollo de la vida cotidiana de sus habitantes.

En la región central de la provincia tlaxcalteca, durante la época colonial temprana como presumiblemente desde el posclásico tardío (ca. 1300 a 1521 d.C.),  el gobierno indígena estaba constituido por el señor principal -también llamado tlatoani o tecuhtli-, de cada una de las cuatro ciudades jerárquicamente más importantes, a saber: Tepeticpac, Ocotelulco, Tizatlan y Quiahuiztlan[2] Entre los habitantes indígenas de Tlaxcala así como entre todos los de las sociedades nahuas contemporáneas, cada una de estas ciudades (y otras) se llamaba altépetl, y a partir de la comparación con un modelo de organización que les resultaba familiar, los españoles denominaron comúnmente a estas ciudades o altépetl como pueblos o cabeceras; asimismo, de esta manera se refirieron a la organización política y territorial jerárquica de los nuevos pueblos fundados, cuya conformación iniciaron desde fechas muy tempranas.

Para algunos estudiosos como Gonzalo Aguirre Beltrán, tal situación refleja un modelo español impuesto entre las sociedades indígenas que poco tenía qué ver con lo que existía anteriormente; para otros como James Lockhart, el fundamento de las sociedades hispanas no fue más que la superposición de un “nuevo” modelo sobre el ya existente, en el que se aprovechó la aparente semejanza en la organización territorial, económica y política. Pero vale la pena resaltar que, a favor de una postura u otra, la gran mayoría de las investigaciones que se han realizado han sido elaboradas con base en fuentes históricas coloniales (escritas o gráficas); en efecto, documentos como litigios, códices, registros de catastro, escrituras de compra-venta, y en últimas fechas también documentos como la comunicación epistolar y los testamentos indígenas[3] pero sólo en contados casos se ha utilizado la evidencia arqueológica, y hasta donde sabemos, no para corroborar la existencia del altépetl.

Así pues, para poder vincular la evidencia histórica documental con la arqueológica, conviene definir y describir qué es un altépetl y cual era su manifestación material en la Tlaxcala prehispánica; pero antes es pertinente ubicar el marco geográfico.

La región de Tlaxcala

El marco geográfico que delimita histórica y espacialmente a los altépetl tlaxcaltecas, corresponde en gran medida al actual estado de Tlaxcala. Este estado con sus límites actuales, está ubicado al oriente de la cuenca de México, más precisamente al sureste de la meseta central mexicana; colinda al norte, al oriente y al sur con el estado de Puebla y al noroeste con el estado de Hidalgo. Se trata del estado más pequeño de la República mexicana, con una extensión total de 4027 km2 y, para la década de los años ochenta del siglo pasado, tenía una población de más de 140 habitantes por km2. Esta extensión territorial está caracterizada por llanuras interrumpidas por barrancas erosionadas y profundas, y por contar con parte de la cordillera neovolcánica que perfila el paisaje con colinas y cerros de poca altura. Su sistema orográfico está constituido por cuatro planicies y tres cadenas montañosas; dentro de las primeras están el valle de Pie Grande (en el NW, como continuación de los Llanos de Apan, en Hidalgo), la de Huamantla (W) que se unen a las planicies poblanas de San Juan de los Llanos; por los llanos conformados por los ríos Atoyac y Zahuapan (S), y hacia el centro de la entidad por los valles y la doble cadena del Zahuapan, Tlaxco, Apizaco, Chiautempan, Tlaxcala, Panotla y Texmelucan. Con respecto a las cadenas montañosas, éstas son las sierras de Tlaxco y de la Caldera (N), la Malinche y el Espolón de la sierra Nevada (S) cuya unión forma una sola; y por la que forma el río Zahuapan en el centro de Tlaxcala[4]

El clima de Tlaxcala es templado, subhúmedo y con pocas lluvias en invierno. Es seco en las llanuras de Pie Grande y Huamantla, y frío en Apizaco (a más de 2500 msnm). El promedio de heladas anuales es de 65, en particular para las regiones de Calpulalpan, Nanacamilpa, Huamantla, Apizaco, Tlaxco y Cuapiaxtla[5]

Ahora, la idea que viene a la cabeza al pensar en Tlaxcala hacia el posclásico tardío (1100-1519 d.C.) como región territorial, es la que abarca los cuatro señoríos mejor conocidos hacia la época colonial, a saber: Ocotelulco, Tizatlan, Tepetícpac y Quiahuiztlan, y a partir de ellos, una serie de otros asentamientos dependientes de tales lugares[6] Todos estos, sin embargo, ocuparían una extensión mucho menor que la que ocupa el actual estado de Tlaxcala[7] aún así, la evidencia arqueológica da cuenta de una extensión de unos 1500 km2, máximo 2000 km2, que corresponden a lo que García Cook ha definido como Cultura Tlaxcala y que fue el territorio tlaxcalteca que los españoles encontraron a su llegada[8]

El altépetl

El concepto

El concepto altépetl se ha utilizado por autores como J. Lockhart y sus seguidores, y corresponde a la explicación de una organización social, económica y política cuyo asiento estaba definido en términos territoriales. Lockhart tuvo el acierto de haberlo recuperado y enfatizar su uso como categoría analítica obtenida de fuentes primarias escritas en idioma náhuatl, tales como demandas, litigios, comunicación epistolar y testamentos de indígenas.

De acuerdo con Luis Reyes, altépetl es un concepto náhuatl que se refiere en primera instancia a un territorio:

Altépetlse ha traducido normalmente por pueblo, aunque en náuatl es una contracción de yn atl yn tepetl, difrasismo que significa "el agua, el cerro", refiriéndose a dos elementos necesarios para que un sitio sea habitable, además de implicar aspectos religiosos, queda fuera de este difrasismo la idea de tamaño, de ahí que se pueda aplicar a diferentes niveles. [...][9]

Por su parte, Lockhart ha precisado el uso de este concepto, añadiendo el elemento demográfico y de poder; para este autor, altépetl "se refiere en primer lugar, al territorio, pero lo que significa principalmente es una organización de personas que tiene el dominio de un determinado territorio"[10] El altépetl entonces, es en primera instancia un territorio habitado por personas que reconocen ser habitantes de ese territorio y también la organización de las personas que rigen tal territorio. Ahora, si bien la denominación de altépetl en los documentos coloniales se utiliza para, como dice Luis Reyes, aplicarlo en distintos niveles (huey altépetl: pueblo grande; tlatoca altépetl: pueblo tlahtoani; altépetl: pueblo tecpan, "lugar del teuctli")[11]hay una clara referencia a considerarlo sinónimo de pueblo, entendido más como un núcleo grande de población que como calificativo del tamaño de la población, en donde pueblo sería de menor rango que ciudad; como señala Lockhart, era quizás más parecido a las ciudades-estado mediterráneas12]

De acuerdo con este autor, uno de los principios básicos de organización de un altépetl es provenir de una tradición; es decir, no se trataba de una creación "reciente" en términos del tiempo inmediato anterior a la conquista española, más bien se reproducía un modelo de organización con raíces más antiguas, posiblemente precedentes del periodo clásico (100-900 d.C.) e incluso anterior. Los otros tres principios fundamentales que lo conformaban daban cuenta del carácter económico, político y simbólico de esta organización mesoamericana: el territorio al que ya me referí, un gobernante dinástico o tlatoani (o tecuhtli) y un conjunto de partes constitutivas de rango menor con un nombre de identificación propio. La presencia del tlatoani era de fundamental importancia en el funcionamiento del altépetl en virtud de que éste representaba no sólo al gobernante político sino, desde la perspectiva religiosa, cosmogónica:

[…] el gobernante sería identificado con el árbol cósmico, con la columna hueca por cuyo interior fluyen en combate las fuerzas frías y calientes del cosmos. Este símbolo y su equivalente [...] hacen del gobernante mediador entre la sobrenaturaleza y el mundo de las criaturas. Es probable que a partir de esta época [periodo preclásico] se lo concibiera como el portavoz de la voluntad divina[13]
Hacia el periodo posclásico, todo habitante de un altépetl sabía que el gobernante principal era el responsable de conservar el orden cósmico y que era también la "garantía del bienestar del pueblo"[14] Así pues, en esa tríada el gobernante era tan relevante para la vida de la población, como el territorio mismo.

Entre los altépetl del centro de México, otra característica era tener un pasado mítico que casi siempre se remontaba a la peregrinación de los grupos chichimecas provenientes del norte. En la Historia Tolteca-Chichimeca así como en la obra de fray Bernardino de Sahagún, se narra el mito de la peregrinación que los chichimecas iniciaron desde tierras del norte, del Pánuco y Tampico, en donde después de muchos sucesos importantes (entre ellos la fundación de Tula, donde se desarrolló la cultura tolteca chichimeca), los grupos étnicos que constituían la peregrinación se asentaron en distintas regiones. Entre tales grupos venían los tlaxcaltecas, que luego de asentamiento y primeros años, iniciaron un periodo de paz y prosperidad[15] Primeramente se quedaron en Tepetícpac, una vez que expulsaron a los olmecas y zacatecas (quienes se fueron hacia el norte), y esta ciudad más tarde sería el principio de los cuatro altépetl centrales de Tlaxcala[16]
 

Los altépetl en Tlaxcala

La evidencia arqueológica está casi en total concordancia con la información documental. Para el periodo señalado como de paz y prosperidad de los grupos chichimecas que fundaron Tlaxcala anotado en la referencia de Muñoz Camargo, la evidencia arqueológica los caracteriza por los asentamientos de Texcalac, Tepeyanco, Xaltocan, Huitziloapan, Tlacocalpan y Tepetícpac, en donde algunos de ellos estaban fortificados[17] Para el Bloque Tlaxcala, que corresponde a la parte central del actual estado y que fue asiento de los cuatro altépetl más conocidos, hacia el posclásico los sitios están representados precisamente por esos cuatro altépetl: Tepetícpac, Ocotelulco, Tizatlan y Quiahuiztlan. Pero vale la pena enfatizar que existe evidencia arqueológica de otros altépetl contemporáneos, entre ellos los siguientes doce: Temetzontla, Las Margaritas[18] Tzompantzingo, Chiautempan, Tecoac, Atlihuetzian, Hueyotlipan, Yauhquemecan, Xalpetlahuaya-Quimilco, Atlangatepec, Xipetzingo y Oztotlapango9] Hacia el centro-norte de Tlaxcala se desarrolló ampliamente la Cultura Tlaxco, que al parecer correspondió al altépetl de Tliliuhquitépetl, habitado por gente de filiación otomí. Asimismo, en esta región hay evidencia de otros grupos culturales que parecen corresponder a los altépetl de Atlangatepec (fortificado, con presencia de villas, población rural y un observatorio) y Tecoac (también con villas y observatorio), ambos también de filiación otomí20] Hacia el noroeste, la región de Calpulalpan estaba habitada por gente de filiación nahua que compartía elementos culturales con los nahuas de la vecina Cuenca de México, como lo muestra la evidencia material. Ahora, entre estos grupos y el lado poniente del Bloque Tlaxcala hasta el suroeste, hay una vasta región que no tiene evidencia de ocupación hacia este periodo, prácticamente hasta el límite con la región de los cholultecas (ya en el actual estado de Puebla)21] Al parecer, es esta región la que se utilizó para las prácticas guerreras entre mexicas y tlaxcaltecas.

La expresión material de toda esta ocupación humana se refleja en un aumento demográfico en sitios más grandes y más numerosos (220 según García Cook y Merino Carreón, seguramente muchos más que ahora han quedado cubiertos por las poblaciones actuales); se calcula que habría 161785 habitantes en unos 1500 km222] La propuesta de García Cook para los asentamientos que estuvieron en funcionamiento a la llegada de los españoles, se distribuye como sigue.

Cuadro 1
Cantidad y tamaño de sitios arqueológicos en el Bloque Tlaxcala, posclásico tardío

 
Cantidad
Descripción
8
pueblos grandes, 6 bien definidos, 1 fortificado
19
pueblos, 1 fortificado
34
villas
43
aldeas concentradas, 13 grandes, 26 chicas y 4 microaldeas
114
aldeas dispersas, 13 grandes, 89 chicas, 2 fortificadas
12
estancias
2
adoratorios
Fuente: Elaboración propia con base en la información de A. García Cook y L. Merino Carreón, 1991, tomo 3: 330

Con respecto al espacio territorial ocupado por estos asentamientos, los restos arqueológicos se han hallado mayoritariamente en las cimas de los cerros o en las laderas altas, pocos en las laderas bajas y casi ninguno en el valle. Prácticamente toda la población era rural, repartida en una proporción de entre 150 y 300 habitantes por hectárea; las ciudades grandes albergaron entre los 4000 y 8000 en la misma extensión y la capital de toda Tlaxcala (Bloque Tlaxcala) pudo haber acogido de 25000 a 30000 personas[23] de acuerdo con la definición de cada unidad territorial, como lo muestra el cuadro que sigue.

Cuadro 2
Sitios arqueológicos de distintas dimensiones

 
Tamaño de sitio
Descripción
estancias
Asentamientos permanentes, con una o dos casas por hectárea o menos de 15 habitantes por ha.
aldeas
Asentamientos permanentes, sin aparente diferenciación social entre la población, con un número mayor a tres casas por ha. que pueden estar concentradas o dispersas.
Villas
Asentamientos permanentes, con diferenciación social marcada arquitectónicamente, con áreas al interior bien definidas
Pueblos
Asentamientos permanentes, con presencia de "centro ceremonial" (pirámides o plataformas) planificado; distinción espacial de las áreas habitacionales que denotan jerarquía social
grandes pueblos
También denominados "ciudades", son asentamientos permanentes, con mayor densidad de población, con planeación urbana que incluye distribución de áreas habitacionales, drenaje, calles, y con una distribución clara de las zonas constituyentes (zona ceremonial, residencial, habitacional, rural).
Elaboración propia con base en A. García Cook, 1977, en A. García Cook et al., 1997, vol. III: 142-143.
 

Todos estos sitios de tamaño variable coexistieron en lo que puede considerarse un patrón de asentamiento disperso. Esta denominación se refiere a los asentamientos que aparentemente no guardan un orden en su distribución espacial y más bien parecen ubicados al azar en grandes extensiones territoriales, en todo caso cercanas a algunos recursos explotables; esto es válido sobre todo para aquellos sitios de dimensiones pequeñas, aunque sean contemporáneos -e incluso tributarios- de otros que sí tienen una traza urbana. Vale la pena mencionar sin embargo, que para la región de la cuenca de los ríos Zahuapan y Atoyac, que abarca una notable extensión en los actuales estados de Puebla y Tlaxcala, hay evidencia de que la ubicación de los sitios "dispersos" y aun la de los asentamientos grandes, parece responder a un orden que se puede entender mejor si a la región se le superpone una malla hipotética sobre cuyos cruces están los sitios con pirámides (o cuando menos con presencia de estructuras ceremoniales), y las vías de comunicación intersitios corresponderían a los hilos de la malla a lo largo de los cuales estarían también algunos sitios[24] Aún más, tanto los sitios como las vías de comunicación pudieron servir como base de orientación para las tierras de cultivo y facilitar sus medidas25] De acuerdo con esta hipótesis, tal distribución de las poblaciones en el espacio es una respuesta, un comportamiento, que se entiende en el marco de una cosmovisión que adecua en el espacio físico (el territorio) la representación del cosmos, de su universo[26] De este modo, una posible explicación para lo virtualmente disperso de los sitios arqueológicos -también señalado por Patrick- es que se trata de la manifestación material de la cosmovisión social, lo que no se contrapone al hecho de vivir en un territorio limitado.

Por otra parte, el denominado patrón de asentamiento disperso (tan socorrido entre los arqueólogos para identificar conjuntos de sitios aparentemente sin un orden), no es una característica sólo de los tlaxcaltecas sino que más bien éstos compartían tal característica con el resto de las sociedades mesoamericanas contemporáneas; esta situación puede corroborar la propuesta de la distribución territorial como una manifestación de la cosmovisión social. No sobra señalar que la dispersión fue vista por los españoles bajo otras explicaciones, como lo muestra esta apreciación de Cervantes de Salazar:

Pueblan los indios de la Nueva España muy diferentemente de las otras naciones, porque, por las idolatrías que tenían y por hablar con el demonio más secretamente, ni buscaban riberas ni costa de mar, ni lugares llanos donde hiciesen sus poblaciones, y las que hacían era en lugares altos, ásperos y montuosos, sin orden ni continuar casa con casa, por manera que un pueblo de mil vecinos venía a ocupar cuatro leguas de tierra. Decían que el hacer su asiento en tales partes era por fortalecerse contra los enemigos comarcanos, y el estar tan apartados los unos de los otros, por tener cada uno la simentera o milpa a par de su casa, y porque, si hubiese pestilencia, no se inficionasen estando juntos [...] [27]
Los otros componentes

Un altépetl ya fundado tenía también su templo principal dedicado al dios tutelar (posiblemente un dios étnico), un mercado y partes constitutivas, es decir, la población que lo conformaba organizada en unidades menores que se denominaban calpulli. (que podían ser de distintas jerarquías: calpulle principales y calpulle menores)[28] los que aparecían casi siempre en número simétrico: cuatro, seis, ocho, etc[29]

Con respecto a algunas funciones que se llevaban a cabo en los calpulle (plural de calpulli), estaban las realizadas en los templos, cuya responsabilidad recaía en los calpolleque o personas encargadas del ritual en las festividades del calpulli; había variantes de estos personajes como los calpolueuetque "viejos del calpulli", teouaque "poseedores del dios", calpolleque cuicanime "cantores", quaquacuiltin y ciuaquacuiltin, "cabezas pintadas" que aparentemente eran los calpolleque con atuendos especiales[30] Por su parte, los sacerdotes del calpulli tenían también funciones militares y políticas, en particular durante las migraciones31] Con respecto a los funcionarios que se encargaban de cuestiones administrativas, estaban los calpoleque o tequitlato, cuyas funciones eran distribuir las tierras y recibir el tributo de parte del común de la población, los macehualtin[32]

Otra unidad conceptual, al parecer territorial y parte constitutiva del calpulli, era el tlaxilacalli. nuestra propuesta es que la articulación entre calpulli y tlaxilacalli puede ser, calpulli para referir el espacio de jurisdicción del dios tutelar, incluido su templo, las tierras para su mantenimiento, las tierras de sus protegidos y por supuesto a su gente (nobles y no-nobles), así como el número de orden (de aparición) que tiene con respecto a los otros calpulli de un altépetl; por su parte, tlaxilacalli es el concepto para ubicar territorialmente el espacio de actividades de los habitantes del calpulli; es decir, la referencia material y concreta en donde estaban asentados los habitantes. Más claramente, me parece que calpulli es la unidad económica, política y religiosa constitutiva del altépetl, en tanto que tlaxilacalli es la misma unidad económica, política, religiosa y además territorial del mismo altépetl; de esto se puede derivar que los tlaxilacalli son constitutivos del calpulle y que el conjunto de sus conjuntos abarcan el mismo espacio-territorio que el calpulli principal. Estos tlaxilacalli parecen conformar asimismo un nivel menor de los calpulle, precisamente porque son unidades que conjuntas dan cuenta del territorio total del calpulli.

Vistos desde esta perspectiva es que calpulli y tlaxilacalli parecen sinónimos pero no lo son[33] se refieren al mismo espacio pero de distinta manera. No es difícil percatarse de que la confusión de esta distinción se agravó con la denominación castellana de barrio o estancia para tlaxilacalli34]desde el siglo XVI y durante la Colonia, y luego se extendió este concepto para nombrar indistintamente templo, oratorio o  lugar de residencia[35] incluso pueblo36]por ello me parece que el concepto perdió su precisión durante la época colonial, además de tener una "etimología oscura"37] Los calpulle-tlaxilacalli entonces, ocupaban un territorio que se entiende desde el punto de vista de una doble categoría: un territorio geográfico espacial y a la vez éste se percibía con un alto contenido simbólico, de identidad, por parte de los habitantes.

El mercado

Poco, por no decir prácticamente nada, se sabe sobre los mercados prehispánicos desde el punto de vista arqueológico; prácticamente todo lo que se sabe sobre éstos se debe a las fuentes históricas. Los mercados fueron siempre -y ciertos mercados aún lo son- centros donde confluía gente de muchos lados: de montañas, lomeríos y bosques, de regiones lacustres, de pie de monte, de regiones secas, de zonas de minas de donde se extraían metales y minerales; en fin, de los entornos inmediatos a los lugares en donde se llevaba a cabo el mercado y de mucho más allá, de ahí que la diversidad de los productos ofrecidos a los compradores haya sido sorprendente en calidad y cantidad, ya fuera productos terminados o semi terminados e incluso materias primas.

Los mercados prehispánicos de los altépetl debieron parecerse mucho en forma, periodicidad, diversidad de gente y productos, abundancia, colores y olores, a los mercados periódicos o tianguis que todavía pueden apreciarse hoy día.

Una propuesta entre la arqueología y la historia

En el caso de los altépetl tlaxcaltecas, en particular los del Bloque Tlaxcala, es difícil identificar a los cuatro más conocidos, los repetidamente mencionados Tizatlan, Ocotelulco, Tepeticpac y Quiahuiztlan, tomando en cuenta sólo la información de las fuentes históricas escritas o la evidencia arqueológica; de hecho, la única manera de entender la articulación entre una y otra fuente es precisamente vinculándolas. De esta manera, a continuación presentamos una propuesta acerca de cómo entender ambos tipos de datos bajo la óptica de tal articulación.

Con base en su reconocimiento de prospección arqueológica, resumido en el cuadro 1 de este trabajo, repetidamente García Cook y Merino Carreón se refieren a que los altépetl del Bloque Tlaxcala correspondían a Tepetícpac, Ocotelulco, Tizatlan y Quiahuiztlan (en orden de aparición), por lo que los asentamientos identificados se relacionan con los espacios de cada uno de ellos divididos en sus calpulle principales, calpulle menores y tlaxilacalle de cada altépetl. Así, los 6 pueblos grandes bien definidos corresponden con certeza a estos cuatro altépetl y probablemente a dos calpulle principales (o tal vez sólo a uno, considerando que no está especificado como "bien definido"); la indicación de que uno es fortificado se refiere probablemente a Tepetícpac o a lugares cercanos a él[38].

Los 19 pueblos pueden corresponder a los calpulle principales de cada altépetl; es sabido que Ocotelulco tenía cinco, [39]pero no hay fuentes que permitan conocer la división en calpulle principales de los otros altépetl; desde luego esto no quiere decir que no hayan existido, más bien que Ocotelulco cuenta con esa fuente. Así pues, si Ocotelulco tenía cinco calpulle principales, es posible que los otros altépetl tuvieran un número semejante, lo que daría en promedio y retomando la noción de números pares, cuatro calpulle principales para Tizatlan, seis para Tepetícpac (si se considera que fue el origen de otros tres altépetl) y otros cuatro para Quiahuiztlan. Esta propuesta desde luego es hipotética, porque es probable que hubiera más de estos 19 sitios definidos por los arqueólogos como pueblos y que ya hayan desaparecido. Por otra parte, dado que está documentado mediante la evidencia arqueológica que hay presencia de "centros ceremoniales" además de una clara distinción de las áreas habitacionales de la elite y de la gente del común (“diferenciación social” señaló García Cook), no es difícil pensar que estos 19 pueblos albergaron las casas señoriales más importantes.

La otra jerarquía de sitios arqueológicos registrada es la de villas, cuya característica distintiva con respecto a las categorías anteriores es el tamaño, también presenta una marcada diferenciación social. Tales características dan pie a pensar que posiblemente se trate de los calpulle menores, con áreas específicas dentro de los asentamientos para ubicar a los nobles en sus casas jerárquicamente definidas (huehuecalle, yaotequihuacalle, pilcalle). Esta propuesta sin embargo, tiene la debilidad de que los datos arqueológicos son pocos para dar cuenta de los muchos calpulle menores que están anotados en los Padrones de Tlaxcala[40];esto es, la evidencia arqueológica registrada da un total de 34 villas, lo que significa que de hacer la asociación directa con los altépetl del Bloque Tlaxcala apenas habría un número un poco menor que el que registran los padrones sólo para Ocotelulco (37). Sin embargo hay argumentos para explicar esta situación. Hay que considerar el enorme número de sitios clasificados por los arqueólogos como aldeas concentradas (43) y aldeas dispersas (114, total entre ambas 157), cuya característica, además de la conglomeración, es una aparente ausencia de diferenciación social. Sin embargo, estos sitios pudieron ser parte de los mayores, es decir, de los clasificados como villas. Mi propuesta es que los calpulle menores incluían el templo (o los templos), un edificio administrativo y las casas de los nobles, mientras que la población del común se distribuía en el resto del territorio sin necesidad de ningún otro elemento que diera cuenta de su pertenencia al calpulle. Vistos los datos desde esta perspectiva, las 37 villas  podrían tener sentido como los lugares cívico-ceremoniales de los calpulle menores y el resto de la población se distribuiría en los terrenos del calpulli arqueológicamente identificados como aldeas (concentradas y dispersas) rodeadas por su hinterland. De esta manera, los 37 calpulle menores o pueblos registrados en los padrones de Ocotelulco, probablemente tuvieron las características de las aldeas definidas por García Cook y Merino Carreón.

La última categoría de asentamientos arqueológicos son las estancias, de las que el Bloque Tlaxcala tenía 12. Las estancias tenían menos de dos casas o menos de 15 habitantes por hectárea, es decir, grupos de casas virtualmente aisladas de los núcleos urbanos. En estos casos no es difícil pensar que se tratara de asentamientos pertenecientes a un calpulli menor que se ubicaban en las zonas rurales o, como también es posible, un tipo de casas con ocupación temporal por parte de la familia o por un grupo de trabajadores. En estas casas también se cocinaba, de ahí que hubiera evidencia de cerámica doméstica (ollas, comales, platos y vasos) y menaje de casa (cuando menos un metate, mecapales, petates y hasta una imagen religiosa)[41].

Entonces, los más de 11000 habitantes registrados en los Padrones… hacia 1554-1557, permiten imaginar una población que muy probablemente contaba con bastante más habitantes en el posclásico tardío, lo que quedó asentado en la propuesta de García Cook y Merino Carrión de un número de entre 25000 y 30000 habitantes en todo el bloque y en ese periodo, con una concentración notable en las ciudades importantes (los cuatro altépetl, se infiere, y posiblemente algunos calpulle principales) que albergaron entre 4000 y 8000 habitantes por hectárea.

Ahora, con respecto a otro elemento del altépetl, el mercado, hay referencias históricas específicamente al de Ocotelulco. Lo que se sabe de éste se debe fundamentalmente a las fuentes históricas, debido a dos factores determinantes. Por un lado el hecho de que difícilmente la evidencia arqueológica podría mantenerse a lo largo de los siglos en un contexto que, por su propia naturaleza, debía mantenerse constantemente limpio y por ello no dejar huella; asimismo, que no es difícil pensar que el mercado hubiera sido periódico aun cuando estuviera dos o más días consecutivos, y luego levantarse para volver a colocarse tiempo después (quizá una semana o dos) en el mismo lugar. Más aún, es posible que parte del comercio común y corriente dentro de la ciudad se llevara a efecto en mercados locales, casi a nivel de calpulle, como ocurre de hecho en algunos lugares de México todavía. Lo cierto es que el mercado de Ocotelulco quedó registrado en las fuentes históricas como uno de los más importantes del centro de México.

Por la descripción que Hernán Cortés manifestara en su Segunda carta de relación al monarca español, se infiere que el mercado de Ocotelulco era regional, es decir, a él concurría no sólo la gente de los calpulle principales y menores de Ocotelulco sino también las de las áreas circunvecinas, muy probablemente incluso las de los otros altépetl tlaxcaltecas y, por qué no, tal vez hasta de otros más lejanos[42] esta situación permite entender la apreciación de Motolinía cuando dice "Aquí en este barrio era la mayor frecuencia de Tlaxcallan, y adonde concurría mucha gente por causa de un gran mercado que allí se hacía"[43] En este sentido, el mercado regional de Ocotelulco fungía no sólo como un espacio de comercio sino como un articulador de su territorio y su hinterland, lo que le daba el estatus de integrador regional.

La nueva conformación territorial hispana

Desde fechas muy tempranas después de la conquista, la Corona española había determinado que los tlaxcaltecas habrían de conservar sus tierras sin intervención de los hispanos, es decir, que quedaría entre los indígenas la posesión legal, de facto y de iure, por lo que quedaba terminantemente prohibido a los hispanos pretender comprar terrenos ahí. Sin embargo, esta prohibición pronto fue rebasada.

La exclusividad de la población indígena fue originalmente garantizada por una pragmática real expedida en 1535, en donde se asentaba que no estaba permitida la escisión territorial ni la habitación de no-indios en la provincia tlaxcalteca; sin embargo esta pragmática se cuestionó, perdió fuerza y finalmente se invalidó 26 años después (1561)[44]. Lo cierto es que, con restricción oficial o sin ella, toda la provincia tlaxcalteca fue paulatinamente ocupada por españoles, en particular por los ganaderos que aprovecharon los fértiles llanos al norte de la ciudad de Tlaxcala. Antes de finalizar el siglo XVI, Gibson señala que “la provincia quedó cercada desde todas las direcciones y penetrada hasta su propio centro. La distribución geográfica de la incursión civil abarcó toda la provincia. Ni una sola región escapó”[45].

Así la situación, con respecto a la fundación y distribución espacial de los nuevos pueblos y sus cabeceras y sujetos, entendidos desde la perspectiva de organización territorial española, fue claro que la organización precedente fue utilizada como base. Para ello, una de las estrategias utilizadas fue la congregación (con fines religiosos) de las poblaciones virtualmente dispersas, que antaño pudieron haber pertenecido a uno o más altépetl, en pueblos más grandes. De acuerdo con la información que proporciona la Suma y epíloga…, varias de las nuevas cabeceras en donde se fundaron monasterios, se asentaron en lo que otrora fueron altépetl importantes pertenecientes a alguno de los cuatro más conocidos.

Dice así la Suma y epíloga…Tiene la cabecera de Tlaxcala por sujetos ocho pueblos que fueron en otros tiempos en su antigüedad como villas o ciudades de muy grandes poblazones, que se llaman Topoyanco y Atligüetza y Chiautempan y Ichcaquiztlan y Tequemecan y Hueyhutlipan, Atlancatepeque, Cuamantla, cuyas poblazones no solían estar congregadas como agora lo están a causa de que en cada pueblo de éstos se han fundado monesterios de frailes de la orden de San Francisco, para mejor instruir a los naturales en la policía cristiana. Y ansí se llaman en estos tiempos San Francisco Topoyanco, La Concepción de María Santísima Atligüetza, Santa Ana Chiautempan, Santa María Nativitas de Ichcaquiztlan, San Felipe de Tequemecan, San Ildefonso de Gueyhutlipa, San Juan de Atlancatepeque, San Luis de Cuamantla[46]

Con referencia a la ubicación, población y autoridades de San Francisco Topoyanco, la nueva cabecera doctrinal, a su vez perteneciente a la cabecera de Ocotelulco, se dice en el mismo documento:

Dista de la cabecera el pueblo de Topoyanco dos leguas, y tiene tantos vecinos y tantos lugares que llaman visitas, que son iglesias de santos de tal nombre y advocaciones, a este pueblo sujetos. Tiene tantos indios de tributo o reconocimiento, ansí la cabecera como cada uno de los lugares. […] Asiste en este pueblo de Topoyanco de ordinario un alcalde ordinario y un teniente de gobernador indio, que salen por elección cada un año de la cabecera, y otros ministros de justicia. Está este pueblo de Topoyanco a la parte del sur en cuanto al asiento y sitio de la ciudad de Tlaxcala, o a la parte del meridiano. Es pueblo sujeto a la cabecera de Ocotelulco, donde fue señor Maxiscatzin[47]Por otra parte, la organización de los órganos de gobierno tlaxcalteca -el cabildo indígena y, más tarde, el cabildo mixto entre indígenas y españoles-, se refería a la rotación del gobierno entre los cuatro altépetl más importantes de la época prehispánica: Ocotelulco, Tizatlan, Quiahuiztlan y Tepetícpac, ello quedó establecido en las ordenanzas signadas por el oidor Santillán. Con base en éstas, se puede apreciar que más que haber innovado una forma de gobierno parecen haber captado, registrado y sancionado desde la perspectiva legal hispana, una forma de organización preexistente. Es decir, si se compara por ejemplo la rotación de los altépetl tlaxcaltecas con los de los mexica, es difícil pensar que se tratara de un acuerdo tomado entre Santillán y los tecuhtli de cada altépetl, más bien parece una notable continuidad.

Con la desaparición (a causa de la muerte, sobre todo) de los nobles, así como las transformaciones sociales debidas a la migración, la guerra y las epidemias, la intervención de los hispanos en el gobierno indígena fue cada vez mayor. Pero hubo un elemento fundamental que pervivió a lo largo de los tres siglos de dominio colonial en Tlaxcala: la fundación de los nuevos pueblos así como la persistencia de los que ya existían, continuaron organizados de la misma manera en que estuvieron mucho antes de la llegada de los españoles a tierras americanas.

Consideraciones finales

Hemos querido demostrar que existió una franca continuidad de la forma de organización político territorial indígena, englobada bajo la forma del altépetl. Esto tiene sentido si se considera que, desde el punto de vista de un régimen de conquista, resultaba más operativo continuar con un sistema que ya funcionaba y funcionaba bien, antes que improvisar o imponer otros que con seguridad les significaría pérdidas económicas, tiempo y esfuerzo. La nobleza jugó un papel importante en este sistema, sobre todo porque ellos conocían cuáles eran los mecanismos que relacionaban los recursos que se podían disponer en sus altépetl de menores jerarquías, así como “accionar” las redes encargadas de la administración y recaudación del tributo, ya en trabajo o en especie.

La evidencia arqueológica que existe (en la actualidad ya bastante mermadas), muestra que hacia antes de la llegada de los españoles, había una clara distinción jerárquica entre el tamaño de los asentamientos, lo que está en correspondencia con la información de las fuentes escritas, que dan cuenta de que precisamente esa jerarquía obedecía a una organización definida para los altépetl.

El altépetl fue también el modelo de operación para los pueblos, cabeceras y sujetos de éstos que se fundaron ya en periodo colonial, pues los habitantes estaban “acostumbrados” a vivir en esa organización; de hecho, los conflictos surgidos a causa de las congregaciones, se debieron tanto a la conjunción de poblaciones procedentes de distintos altépetl como a la obligación misma de moverse en un territorio que no se consideraba como propio.

La permanencia de la organización en el modelo de altépetl, garantizó también para los indígenas la reproducción de su modo de vida anterior a la conquista, tanto en el ámbito material como en el simbólico. Desde luego, desde muy pronto se estableció una inevitable convivencia con nuevos elementos (materiales y simbólicos) impuestos por los dominadores hispanos, principalmente en lo relacionado con la tenencia de la tierra y la intervención en la toma de decisiones desde los órganos de gobierno, donde muy pronto se llevaron a cabo acciones impensables en la época prehispánica. Sin embargo, a pesar de todo ello, la esencia de una organización ancestral se mantuvo durante todo el periodo colonial y también en el siglo XIX; fue quizás hasta el siglo XX, cuando las condiciones económicas, políticas y socioculturales fueron trastocadas de manera drástica para las sociedades indígenas, que el altépetl se perciba más como huella que como una organización latente.Notas

 
1]El presente trabajo proviene de la investigación de tesis doctoral cuyo título es “Los que se quedan: Las familias de los difuntos en la región de Tlaxcala, 1572-1673. Un estudio etnohistórico con base en testamentos indígenas”. México, CIESAS, 2005.

2]En la época prehispánica, es sabido que en la región de Tlaxcala existían varias ciudades o altépetl presumiblemente organizados de la misma manera que los cuatro más conocidos del centro de la provincia, que eran precisamente los que aquí se mencionan. Es decir, de ninguna manera éstos eran los únicos pero sí los mejor conocidos desde la llegada de los españoles, puesto que ellos tuvieron relación directa con los tlaxcaltecas de esos altépetl. Cfr. Gibson, 1991: 25-26.

[3]Dentro de estas investigaciones destacan Anderson, Berdan y Lockhart, 1976; S. Cline, 1986 y Schroeder, Wood and Haskett (eds.), 1997.

[4] Enciclopedia de México, 1988, tomo 13: 7714.

[5] Op. cit.: 7715-7716.

[6] A. García Cook y L. Merino Carreón, 1991, tomo 2: 743.

[7] Ch. Gibson, 1991: 21.

[8] A. García Cook, et al., 1991, vol. III: 202.

[9]L. Reyes, 1996: 47.

[10] J. Lockhart, 1999: 27.

[11]L. Reyes, íbidem: infra

[12] J. Lockhart, op. cit.: infra.

[13] A. López Austin, 2001: 241.

[14] J. Broda, 1982: 39.

[15] Ver D. Muñoz Camargo, 1998: 68-105.

[16] L. Reyes y L. O. Güemes, 1995.: 247.

[17] L. Merino Carreón, 1989: 93-95.

[18] Este nombre es con certeza el del poblado moderno en donde el equipo de investigación dirigido por el arqueólogo Ángel García Cook encontró la evidencia prehispánica.

[19] L. Merino Carreón, op. cit.: 96.

[20] L. Merino Carreón, íbidem: infra; A. García Cook y L. Merino Carreón, 1991, tomo 3: 328.

[21] A. García Cook y L. Merino Carreón, 1991, op. cit.: infra.

[22] A. García Cook y L. Merino Carreón, íbidem: 330-331.

[23] A. García Cook y L. Merino Carreón, 1991, Ibíd..: 331.

[24] Esta propuesta hipotética tendría cuando menos algunos casos a favor en la evidencia arqueológica que A. García Cook y L. Merino Carreón encontraron también en la región norte de Tlaxcala, en donde los caminos que sirvieron como vías comunicación y presumiblemente también de comercio entre muchos de los sitios ubicados ahí, presentan estas estructuras cívico-ceremoniales como parte de sí mismos; a éstas se les ha denominado momoxtlis, que de acuerdo con la definición de Noguera que estos autores presentan, significa "altar adoratorio levantado en el cruce de caminos". Cfr. A. García Cook y L. Merino Carreón, 1977, en A. García Cook et al., 1997, vol. III: 155.

[25] K. Tyrakowski, 1991: 33-37.

[26] K. Tyrakowski, op. cit.: 38-41.

[27] F. Cervantes de Salazar: 128.

[28] Esta percepción también se deriva de la entrada léxica calpulli en el Vocabulario... de Molina, donde los significados son casa o sala grande, o barrio.

[29] J. Lockhart, 1999: 29.

[30] L. Reyes, íbid.: 52-54.

[31] A. López Austin, 1989: 79.

[32] Este detalle de información fue obtenido por Carrasco de documentos censales de la región de Morelos, elaborados durante la Colonia temprana (cfr. P. Carrasco, 1982: 105).

[33] J. Lockhart no discute de manera importante la distinción entre uno y otro concepto, pero es ilustrativo que Carrasco, quien ha estudiado muy de cerca estas unidades, considera a calpulli sinónimo de tlaxilacalli (cfr. P. Carrasco, 1961: 7, 18).

[34] Cfr. Ch. Gibson, 1967: 154.

[35] Cfr. L. Reyes, íbid.: 64-68.

[36] Cfr. P. Carrasco, 1982: 31-31 y 104.

[37] Cfr. J. Lockhart, íbidem: 30.

[38] Cfr. F. Toribio de Benavente Motolinía, 1541 (1980): 229.

[39] Testamento de Juan Maxixcatzin, AGN, Tierras, vol. 20, exp. 1 (1a. parte), f. 48r, 1563;  citado en L. Reyes, 1991: 8.

[40] Padrón de Nobles de Ocotelulco y Padrones de Tlaxcala del siglo XVI, 1987.

[41] No he encontrado información en las fuentes históricas que de cuenta de este hecho, es decir, de las casas de habitación temporal que tienen características semejantes a las de residencia permanente: ubicación, orientación, materiales de construcción y hasta número (grupos de 2, 3 y 4 casas). Pero he tenido la oportunidad de observar este tipo de casas en recorridos de campo por los estados de México, Oaxaca y Guerrero.

[42] Por ejemplo, Michael Smith (2004: 102) encontró cerámica tipo códice en Yautepec, Morelos y la identificó como proveniente de la región Puebla-Tlaxcala, más precisamente del tipo de la de Ocotelulco.

[43] F. Toribio de Benavente Motolinía, 1980: 230

[44] A. Martínez Baracs, 1996: 159.

[45] Ch. Gibson, 1991: 89.

[46] Suma y epíloga… 1994: 88-89.

[47] Suma y epíloga… op. cit.: 89.

 
 

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Ficha bibliográfica:

 
GARCÍA SÁNCHEZ, A.Altépetl: evidencia arqueológica de una organización político territorial en la Tlaxcala prehispánica.  Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (68). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-68.htm> [ISSN: 1138-9788]

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