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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. 
ISSN: 1138-9788. 
Depósito Legal: B. 21.741-98 
Vol. X, núm. 218 (76), 1 de agosto de 2006 


PAISAJES DEL PROGRESO. LA NORPATAGONIA EN EL DISCURSO

CIENTÍFICO Y POLÍTICO ARGENTINO DE FINES DEL SIGLO XIX Y PRINCIPIOS DEL XX*

Pedro Navarro Floria**

 


Paisajes del progreso. La Norpatagonia en el discurso científico y político argentino de fines del siglo XIX y principios del XX (Resumen)

Análisis de la literatura sobre la Patagonia Norte (actuales provincias de Neuquén y Río Negro, República Argentina) perteneciente a sociedades geográficas y científicas, que intenta determinar las representaciones dominantes y disidentes producidas acerca de la región, su población, su territorio y sus recursos, e inferir la influencia que pudieron haber tenido en las políticas nacionales hacia estos territorios. Se entienden esas representaciones como parte de las prácticas territoriales legitimadoras de la conquista de ese espacio por el Estado argentino y productoras de colonialismo interno. En ese sentido, las representaciones territoriales contienen un fuerte componente temporal, de modo que Historia y Geografía se superponen.

Palabras clave  Patagonia; representaciones; sociedades geográficas; progresismo.


Landscapes of the progress. The Norpatagonia in the Argentine scientific and political discourse, at the end of XIXth century and beginning of the XXth (Summary)

Analysis of Literature on the North Patagonia (present provinces of Neuquén and Río Negro, Argentina) pertaining to geographical and scientifical societies, that tries to determine the dominant and dissident representations produced about that region, its population, territory and resources, and to infer the influence that could have had in national policies towards these territories. Those representations are understood as territorial practices of legitimacy of the conquest of that space by the Argentine State and producing internal colonialism. In that sense, the territorial representations contain a strong temporary component, so that History and Geography superpose.

Key words  Patagonia; representations; geographic societies; progresism.
 



 

Una serie de instituciones científicas creadas en la Argentina en la segunda mitad del siglo XIX, paralelamente con la formación del Estado nacional, algunas de ellas directamente dependientes del Estado –como la Academia Nacional de Ciencias de Córdoba- y otras más relacionadas con la iniciativa colonialista occidental de exploración y sistematización geográfica del mundo, emprendieron el estudio del territorio nacional. La indagación se centró en los Territorios Nacionales, recientemente incorporados al cuerpo del Estado mediante la conquista [1] , y el conocimiento resultante se volcó en una narrativa presente en diversas publicaciones institucionales. Las representaciones resultantes –nos concentraremos en las referidas a la Patagonia Norte [2] (actuales provincias de Neuquén y Río Negro)- resultan coincidentes en líneas generales, y funcionales al proceso de legitimación y delimitación territorial del Estado, pero divergentes en algunos aspectos específicos. Nos muestran, así, un abanico de posiciones respecto de los perfiles institucionales e ideológicos de los actores y de las redes sociales implicadas, de sus objetos de interés y de preferencia, y de sus omisiones discursivas. Podemos inscribir a todas ellas en la retórica progresista característica de la época, por el rol decisivo que introduce el factor tiempo en su relato, transformando simbólicamente al territorio en paisaje del progreso y a la descripción de sus recursos en una narración del futuro regional, pero cada institución-publicación, vista como un fragmento del corpus discursivo bajo análisis, pone el acento en aspectos diferentes de la realidad que propone. En ese sentido, el análisis del discurso científico-territorial de las élites argentinas nos permite identificar distintos proyectos de futuro para la región en cuestión, tiene interesantes puntos de contacto con el discurso político de la misma época y contribuye al mismo proceso que ya hemos identificado y descripto (Navarro Floria 2004) como de nacionalización fallida de la región Norpatagónica.

El contexto social de las representaciones: las sociedades científicas y geográficas

El impulso exploratorio del mundo no colonizado por las burguesías de las potencias occidentales formaba parte de la llamada “unificación del mundo” (Hobsbawm 1998:60-64), a la que se sumaban los esfuerzos de las democracias representativas modernas dirigidos a elaborar elementos discursivos de legitimación de su poder, y entre ellos a producir conocimiento acerca de los distintos aspectos de su realidad social y natural (Escolar 1997:59-60), destacándose la Geografía como campo disciplinario sistematizador de la reflexión estatal sobre la identidad territorial (Moraes 1991:166-167), y las modernas sociedades geográficas (Dodds 1993:311) como “lugar privilegiado de la socialización del saber geográfico, de su aplicación práctica y de su transmisión intelectual” (H. Capel, cit. en Escolar 1997:76; cfr. Zusman 1996:14; Zusman y Minvielle:1; Escolar 1997:73).

Estas sociedades funcionaron en distintos niveles. En países, como Brasil o Argentina, que en el contexto mundial serían objetos del interés colonialista (Pereira 2003:178) encarnaban la intención de las élites locales de emular a sus semejantes europeas y estadounidenses, pero también trasladaron este sentido colonialista al proceso de formación de sus Estados y territorios nacionales propios (Zusman 1996:20). [3] Se incorporaron al proceso y al proyecto colonialista mundial reproduciendo la matriz discursiva y práctica de las sociedades del hemisferio norte e intercambiando con ellas conocimientos y reconocimientos (Zusman 1996:48-49; Zusman y Lois 2004), funcionando, en definitiva, a la manera de filiales informales, y esa coincidencia de propósitos y de procedimientos determinó, al menos en el caso del Instituto Geográfico Argentino, como veremos, que la visión generada sobre sus objetos de exploración y relevamiento –la Patagonia y el Chaco, fundamentalmente- produjera un colonialismo interno fuertemente problemático. Un tercer nivel de funcionalidad de estas instituciones, en cada caso nacional, debe reconocerse en su relación con un público lector local en proceso de nacionalización, en el sentido de que el conocimiento sobre el territorio y sus habitantes se iba produciendo e incorporando en el horizonte intelectual colectivo y constituyendo la identidad nacional, en la Argentina sin la mediación, prácticamente, de una comunidad académica que lo validara (Bruno 2005:66). En virtud de sus condiciones de producción -la autoridad epistémica de sus productores- y de comunicación –las revistas científicas, para nuestro caso-, algunas de estas representaciones se socializan y naturalizan, ocupando con facilidad el lugar del discurso científico autorizado.

La actualidad y practicidad del conocimiento producido por las instituciones argentinas no se relacionaba tanto con el uso de modernos dispositivos técnicos como con su percepción en términos de condición de posibilidad para la tarea de modernización que el Estado proponía. Esto nos coloca ante la más importante de las contradicciones entre el orden del discurso –las prácticas de representación- y las prácticas materiales hacia la Patagonia Norte, objeto de abundantes proyectos de desarrollo pero carente de políticas de Estado a fines del siglo XIX (Navarro Floria 2003). De tal modo que los límites del desarrollo social, económico y político de la región, marcados por la imposibilidad de su incorporación al sistema político federal y por las serias dificultades para su integración en el sistema socioeconómico nacional, se constituían en límites u obstáculos epistemológicos para la Geografía de la época, y viceversa: la representación de una región despoblada y disputada producía a su vez fuertes restricciones a la colonización y la ciudadanización de su población. De este modo, los gestos políticos y las miradas científicas se retroalimentaban.

En el caso argentino, la Sociedad Científica Argentina (SCA) formada por profesores y alumnos del Departamento de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires en 1872 (Babini 1986:140-143; Pompert 1970:II-VI) –entre quienes se destacaba Estanislao S. Zeballos- publicó sus propios Anales y fue el tronco común de una importante biblioteca propia (1874), del primer Museo dirigido por Francisco P. Moreno (1875) –embrión del Museo de La Plata-, del Club Industrial Argentino (1876), del Instituto Geográfico Argentino (IGA) y su Boletín (1879), de la Sociedad Geográfica Argentina (SGA) y su Revista (1881), y de los Congresos Científicos Latinoamericanos (desde 1898) y Panamericanos (desde 1908).

En el corpus de las publicaciones de divulgación científica de la época, es claro que los Anales de la SCA (en adelante, ASCA), cuya publicación se inició en 1876 –tras el precedente de los Anales Científicos Argentinos (1874) (Pompert 1970:VI-VII)-, abrieron un frente pionero y conservaron, al mismo tiempo, un perfil de mayor nivel de complejidad científica y una mayor diversidad disciplinar que las posteriores revistas de las asociaciones propiamente geográficas. Por de pronto, las motivaciones y los trabajos de la SCA no se vincularon solamente ni principalmente con la cuestión territorial, y por lo tanto las prácticas exploratorias, en su contexto institucional, quedaron en un segundo plano respecto de las discusiones teóricas en los campos de la Antropología, la Geografía y las Ciencias Exactas y Naturales en general. Los momentos en los que la SCA fijó su interés en la región fueron los años de la conquista (1876-1881) y el lapso del diferendo limítrofe con Chile (1896). Tanto el IGA como la SGA, en cambio, resultan ejemplos claros del perfil general de las sociedades geográficas decimonónicas caracterizado más arriba. Efectivamente, durante sus primeros años, el Boletín del Instituto Geográfico Argentino [4] proveyó a sus lectores información internacional acerca de la situación de la geografía y de su inserción en ella. En años de estrechez económica, en cambio, cuando se discutía en el Congreso de la Nación el otorgamiento de un subsidio al IGA, los legisladores destacaban la funcionalidad de la institución a los proyectos estatales, considerándolo “la única asociación científica del país que se ha preocupado de la geografía nacional” (BIGA XVI:540-544, 1885, y XVII:217, 1886).

Es posible distinguir redes de actores sociales que participaban de estas asociaciones y ponían en juego intereses sectoriales o corporativos en las acciones institucionales: militares de tierra o de agua [5] , ingenieros, topógrafos, naturalistas y funcionarios aportaban sus matices (Zusman 1996:37), aunque el IGA no parece haber perdido su perfil de institución predominantemente científica y técnica. Los actores concretos que produjeron la literatura de las sociedades geográficas y científicas han sido caracterizados muy insuficientemente como “viajeros” cuyos rasgos comunes serían el positivismo como matriz de pensamiento y el liberalismo político (Carnevale 2002:1-2), o un pensamiento vagamente evolucionista y mecanicista (López 2002 y 2005), aunque es su funcionalidad a los procesos políticos contemporáneos, más que su matriz ideológica, lo que otorga un cierto carácter de corpus a la narrativa de “militares, científicos y periodistas” (Torre 2002:1-2), muchos de ellos verdaderos constructores materiales del Estado en el sentido de que desde sus saberes contribuían a consolidar un espacio de dominación que por entonces permanecía en estado de liquidez (Cacopardo y DaOrden 2005). Algunos de ellos se destacaron por su compromiso político en distintas facciones del régimen oligárquico, aunque un análisis preciso de sus escritos nos mostrará –y este es uno de los propósitos de nuestro estudio- una diversidad ideológica mayor de la que a menudo se supone.

La coexistencia de dos instituciones geográficas paralelas –el IGA y la SGA- es explicada por distintos autores a partir de una serie de divergencias personales, ideológicas o políticas al interior de esa élite, que habrían llevado a la SGA y a su fundador Ramón Lista, en coincidencia cronológica con la conquista argentina del Chaco, a poner un mayor énfasis en la divulgación del conocimiento y en el debate sobre la temática humana y política en general y sobre la cuestión indígena en particular, reflexiones prácticamente ausentes del ámbito del IGA (De Jorge 1988:13-14; Zusman 1996:43-45; Lois y Troncoso 1998; Lois 2004:81-82). En ese contexto, la SGA se habría construido como un espacio público relativamente más autónomo respecto de las políticas nacionales y como un núcleo ideológicamente minoritario por su inclusión de antidarwinistas [6] y católicos (Zusman 1996:45), y en general más joven.

El perfil institucional de la SGA se encuentra relativamente diferenciado, efectivamente, del IGA y de otros espacios y actores más claramente funcionales al discurso oficial de la coalición roquista. Haya sido uno u otro el factor decisivo para la apertura de la SGA, lo que resulta relevante constatar es que la nueva institución produce una mirada disidente sobre el objeto de la Patagonia, sus territorios y sus habitantes. La decadencia de la Sociedad y de su Revista, que llevaría a su extinción en 1890, coincide con el alejamiento de Lista de Buenos Aires, designado gobernador del Territorio Nacional de Santa Cruz en 1887, pero fundamentalmente con la crisis del ’90 como punto de quiebre del impulso progresista del ’80, impulso que comprende la conquista del Sur y la construcción de los Territorios Nacionales. Así, la identificación de la RSGA con el período de la incorporación de los Territorios a la Nación y, por consiguiente, con los debates y aspectos más controvertidos de ese proceso, resulta una clave de lectura necesaria.

En definitiva, ambas sociedades geográficas formaban parte de una esfera pública nacional, ocupando un punto en el que se entrecruzaban sus vínculos con otras instituciones internacionales y nacionales similares –principalmente la Sociedad Científica-, con el Estado nacional y sus agencias –Fuerzas Armadas, Academia de Ciencias, sistema educativo, etc.- y su pertenencia a una amplia comunidad imaginada parcialmente lectora de sus publicaciones y beneficiaria de la expansión territorial de la Argentina. Si el IGA construyó selectivamente una serie de ideas -objetos simbólicos- acerca de la Norpatagonia en función de su pertinencia al marco ideológico-político del régimen oligárquico, la SGA parece haberse propuesto producir una mirada desplazada respecto de ese eje, capaz de formular una serie de ideas relativamente críticas para los intereses dominantes.

La disidencia de la SGA respecto del IGA y otros círculos científicos reconoce matices y grados. Por ejemplo, en el tema de los límites internacionales, la RSGA refleja las mismas posiciones que el BIGA y que los principales periódicos porteños, en una cerrada defensa de las interpretaciones más favorables a la Argentina en su diferendo con Chile. En cambio, en relación con el modelo de desarrollo y el modo de incorporación de los nuevos espacios al sistema económico nacional, si bien la SGA coincide en la preponderancia del modelo primario-exportador, pone un acento muy particular sobre las potencialidades de desarrollo agrícola mediante la colonización, y en función de eso genera una representación claramente diferente de los recursos y necesidades de la Patagonia Norte. Pero el punto en que se hace más notoria la disidencia es en relación con el proceso de poblamiento de la región, en la medida en que el discurso de la RSGA resulta evidentemente contestatario de la concepción de los Territorios Nacionales como vacíos de población y no oculta su preferencia por el sistema de colonización indígena. En función de estas diferencias –mayores en unos temas, menores en otros-, frente a la construcción simbólica dominante de la “Suiza argentina” [7] potenciada por el IGA -una denominación para la franja andina patagónica que la marca como objeto preferencial tanto de las políticas de apropiación como del imaginario futurista sobre la región- la SGA propone como objeto preferente de su consideración a las tierras agrícolas del valle del río Negro y a las obras de riego y colonización que el Estado debía realizar en ellas. El IGA, en efecto, generó intencionalmente una serie de representaciones del territorio y de la población de los espacios recién conquistados por el Estado, definidas socialmente como científicas pero funcionales al programa político de conquista y de colonialismo interno. Las sociedades geográficas de la época construían “un saber útil a los fines del proyecto territorial estatal”, retóricamente cientificista en su propuesta de modernización pero desligado de los marcos teóricos de moda en la disciplina (Lois 2004:39-42).

El desarrollo y la publicación de trabajos geográficos sobre la Patagonia Norte en el Boletín del Instituto Geográfico Argentino acompañaron, fundamentalmente, dos iniciativas políticas: en primer lugar el ciclo de expediciones militares de conquista que se extendió hasta 1885, y en segundo lugar el desarrollo del diferendo limítrofe con Chile que culminó en el laudo arbitral de 1902. Fuera de esos dos grandes temas, sólo algunos aspectos puntuales del desarrollo regional llamaron la atención de la institución, pero sin generar debates ni análisis más profundos. La Revista de la Sociedad Geográfica Argentina describe y fundamentalmente propone, en cambio, la operación de apropiación productiva del espacio inmediatamente siguiente a la conquista, generando incluso un “discurso crítico hacia el Estado que hasta entonces no ha sabido hacerse cargo de esa riqueza interior” (Andermann 2000:108). Los problemas de límites con Chile generaron el segundo ciclo de exploraciones (De Jorge 1988:14), coincidiendo con el retorno al IGA de los fundadores de la Sociedad Geográfica y con cierto mejoramiento del estado financiero del Instituto (Goicoechea 1970:11).

De acuerdo con esas observaciones acerca de los momentos de mayor intensidad de producción científica sobre la región presentes en los Anales, en el Boletín y en la Revista, y con estas notas acerca del sentido que fue adquiriendo la literatura científica en la época, podemos concluir a priori que las representaciones de la Norpatagonia presentes en esos materiales se fueron alejando progresivamente de los estereotipos negativos marcados por el concepto axial de desierto, establecidos en las décadas anteriores, y que se recentraron en la identificación y valorización de recursos útiles. Sin embargo esto no es más que una hipótesis inicial, y dejamos abierto el análisis que nos permita determinar en qué momentos, respecto de qué temas concretos, con qué distintos sentidos, alcances y consecuencias se dio esta resignificación de la región.

El proceso de objetivación de las representaciones [8]

El aporte a la delimitación territorial

Un eje discursivo en el que coinciden perfectamente –como ya señalamos- las prácticas de las distintas asociaciones científicas y geográficas argentinas es su contribución a la delimitación internacional del territorio en el marco del diferendo con Chile, un problema que, indudablemente, era percibido como superior a las diferencias coyunturales entre instituciones, partidos políticos y grupos de opinión. En América Latina la delimitación externa del territorio, junto con su control político interior y la construcción de ciudadanía, forman parte de un mismo proceso de construcción nacional (Quijada 2000:181, 192-194 y 217), “de cohesión interna y de diferenciación externa” (Zusman y Minvielle:1), que consistía en traducir la unidad de sentido entre naturaleza e historia característica de los nacionalismos en la escala de los nuevos Estados. Desde el momento mismo de la conquista, coincidente con el tratado general de límites entre Argentina y Chile de 1881, la exploración de la región Norpatagónica resultó funcional a la determinación de criterios conceptuales apoyados por referentes materiales para la fijación definitiva del límite internacional (Zusman y Minvielle:5).

En la medida en que crecía el conocimiento detallado de la zona cordillerana, se advertía que la línea de las más altas cumbres de los Andes no coincidía necesariamente con la divisoria de aguas entre las vertientes del Atlántico y del Pacífico. En busca de un mayor provecho para la Argentina resultaba pertinente generar una representación favorable tanto de una como de otra línea. Esto significaba mostrar un caudal consistente de información que demostrara una divisoria de aguas lo más oriental posible –lo que la invalidaría como límite internacional, al separarse claramente de las altas cumbres-, o bien una línea de altas cumbres lo más occidental posible de tal modo que diera, al menos en algún punto, acceso a la Argentina a la costa del Pacífico. El mayor Rohde, que había encontrado la divisoria de aguas apenas al sur del Nahuel Huapi, consideraba que la línea de altas cumbres atravesaba el seno de Reloncaví; por lo tanto, propone –provocativamente- trazar un ferrocarril enteramente argentino desde el Atlántico hasta ese punto del Pacífico (BIGA IV:172-178, 1883). La respuesta chilena no se hace esperar (BIGA VI:300-301, 1885; cfr. el informe completo en RSGA III:208-235, 1885), pero la tesis argentina queda establecida.[9] Un intercambio similar se produjo entre Lista y los chilenos Steffen, Fonck y Fischer, y repercutió esta vez en los Anales de la SCA (ASCA 41:286-296 y mapa, 1896). La generación de información y de interpretaciones sobre el tema, por parte del IGA y en función de la solución del conflicto territorial con Chile, fue acompañada por la divulgación de abundante material documental: todos los tratados, convenciones, protocolos, actas, proposiciones, memorias, informes y mapas inherentes al conflicto, y finalmente el laudo arbitral fueron publicados en su Boletín (BIGA XIX:511-560, 1898, y XXI:249-302, 1903).

La publicación de estos materiales por el IGA y la SGA en ese contexto tiene dos resultados. Uno, inmediato y evidente, que es el de contribuir a sostener la posición argentina y a lograr un laudo arbitral favorable. El otro deriva indirectamente del primero: quizás el mejor tributo de estas instituciones al proceso político de territorialización consistió, mediante la determinación de los términos del debate, en la identificación del objeto en disputa. Ese objeto era las tierras situadas entre las dos líneas propuestas como límite internacional: la de las altas cumbres y la divisoria de aguas. En partes significativas –como las cuencas del lago Lácar y de los ríos Manso, Puelo, Futaleufú-Yelcho y Palena- esas tierras formaban parte de la “Suiza argentina” y eran consideradas, como hemos visto, las más fértiles de la Patagonia. Después del laudo de 1902, entonces, la abundante información reunida, sistematizada y publicada sobre la zona limítrofe contribuiría a la representación de la zona andina norpatagónica como principal objeto de interés regional.

En síntesis, las tres instituciones con sus publicaciones científicas divulgativas estudiadas coincidieron plenamente, durante el desarrollo del diferendo limítrofe argentino-chileno, en su compromiso de generar conocimiento geográfico sobre el terreno y, a partir de él, producir una interpretación favorable a la Argentina, a menudo polemizando con las interpretaciones chilenas.

Los objetos preferenciales de representación: la zona andina y los valles agrícolas

Los estudios publicados por el Boletín del IGA sobre la Patagonia Norte consagran un nuevo itinerario canónico para el viaje al Sur argentino: el viaje por la cordillera de los lagos. Otros itinerarios anteriores habían hecho posible establecer diferencias entre la costa generalmente inhospitalaria, la estepa desértica y el rico ambiente cordillerano, y percibir a este último como el objeto preferencial del deseo y de la conquista.

Paralelamente con las expediciones militares de conquista de la Norpatagonia andina al mando del general Villegas, se comenzó a percibir la especificidad de esa subregión desde el punto de vista geográfico. Esa mirada se vuelca en una serie de exploraciones, mapas y descripciones realizadas por ingenieros militares, viajeros civiles y agrimensores: el ingeniero militar Jorge Bronsted, desde Pulmarí al Nahuel Huapi (BIGA IV:247-260, 1883), el capitán de la Armada Eduardo O’Connor en torno del gran lago (BIGA V:196-201, 232-240 y 261-263, 1884), y Jorge Rohde –concentrado en la cuestión del límite internacional- en lo referente a la zona sur del Nahuel Huapi. Relativamente diferentes en estilos y énfasis, estas descripciones –fundamentalmente las dos primeras- pueden ser leídas como el “interrogatorio utilitarista” referido por Andermann, que culmina en una valoración no exenta de una estética marcada por la delectación en el paisaje cordillerano. Destacan su calidad de descubridores y renombran los objetos del paisaje; identifican y clasifican cuidadosamente las tierras, las vías de comunicación y demás recursos; proponen modalidades de explotación y evalúan las actividades económicas de la población preexistente; comparan las condiciones naturales con las de otras zonas templadas del mundo –con Suiza, sobre todo-; definen la zona, en fin, como una unidad de análisis disponible para el trabajo productivo e imaginable como lugar de desarrollo futuro. Esta representación de la subregión persiste con escasas variaciones hasta hoy. El discurso de la Geografía de la época aproxima a ésta a la Historia: si la exploración y descripción sistemática del terreno es producto de una Geografía fijista, poco sensible a los procesos humanos, a la dinámica y al conflicto, también es cierto que produce a su vez una Historia fría, cuya dinámica se expresa con la lógica de las leyes de la naturaleza y evoluciona tan lentamente como ésta, pero que enmascara la crisis estructural de la conquista.

En otro texto, extraño al estilo general del Boletín, el médico, naturalista y literato Eduardo L. Holmberg pronuncia una conferencia que sintetiza bien, en 1889, la representación fragmentada de la Patagonia generada en la primera década de vida del IGA. “Nuestra tierra a vuelo de pájaro” (BIGA X:174-183, 1889) describe en prosa lírica, desde el punto de vista imaginario de un cóndor que sobrevuela la Argentina [10] , el contraste entre las montañas ricas en recursos y la meseta árida y dura. Un texto que representa el efecto estético de la apropiación nacionalizadora del paisaje, producido como consecuencia del interrogatorio utilitarista de los exploradores (Andermann 2000:123).

El concepto de desierto, aplicado uniformemente a los territorios fronterizos de la Pampa y la Patagonia durante las décadas anteriores (Navarro Floria 2001 y 2002), se carga de ambigüedad: las regiones revalorizadas y resignificadas por su exploración y conocimiento más directo se consideran ahora tierras fértiles pero vacías, y por lo tanto disponibles. La representación de la Patagonia se fragmenta: ya no es un desierto uniformemente inhóspito sino, por un lado, una estepa estéril, por el otro una franja andina fértil y rica, y secundariamente una serie de valles u oasis fluviales que interrumpen la monotonía de la meseta. La resignificación del área cordillerana norpatagónica como tierra fértil contiene su proyección al futuro como asiento de una población abundante e industriosa, representación resumida en la imagen de “la Suiza argentina”. Pero en cuanto a la ausencia de colonización agrícola, el discurso geográfico acompaña a los hechos: el programa colonizador desaparece de las páginas del BIGA en la misma medida en que el sistema de apropiación de la tierra en la región, en la década de 1880, lo va transformando en una utopía de cumplimiento imposible.

En cambio, la representación de las tierras fértiles regionales identificadas por la literatura de la SGA en los valles cordilleranos y fluviales y aún en la mesopotamia Colorado-Negro, no aparece, en general -en los ensayos y en la documentación oficial propagada por la RSGA-, relacionada con la conservación del modelo económico dominante sino, claramente, con un sentido reformista, es decir con la necesidad de obras de riego y de colonización agrícola, con la demanda de inmigración, con la crítica del latifundio especulativo y con el programa de subdivisión y de perfeccionamiento de la propiedad de la tierra pública. No hace falta explicar que la pauta de poblamiento y de distribución de la propiedad que este modelo suponía se contraponía con el esquema de poder del régimen oligárquico que por entonces gobernaba la Argentina, que se resistía a la ampliación de la ciudadanía y encontraba en la concentración de la propiedad de la tierra y en la capacidad de dirigir la inversión pública la herramienta privilegiada de su predominio.

Después de 1890, el Boletín del IGA insiste en la caracterización de la región andina en tanto rica y disponible, pero con el tono crítico propio del fin del siglo y de la conciencia de no haber avanzado significativamente en el desarrollo del territorio (BIGA XIV:373-383, 1893; XXIII:186-198, 1909). Si la representación de la “Suiza argentina” había funcionado, en el momento de la conquista de la Patagonia, como prototipo para la resignificación de toda la región como fértil y rica, a fines del XIX y principios del XX operaba como prototipo para el diagnóstico del fracaso del Estado y de la falta de iniciativas que pusieran en valor a la región entera.

Los objetos controvertidos: la población preexistente

El tema de la población preexistente en los territorios conquistados se presenta rico en matices y en sentidos. Las sociedades geográficas hablan del “desierto” como vacío –soslayando la existencia de población indígena-, como desconocido –postulando la urgencia de su relevamiento y la presencia hipotética de cuantiosos recursos en él- y como soporte de la barbarie –legitimando la acción militar del Estado- (Lois 1999); propugnan su vaciamiento violento (Quintero 2003:68; Andermann, Argentine literature...); colaboran con censos, estadísticas y mapas estatales en el borramiento de los nombres y las marcas de la diversidad y en la exhibición de las nuevas marcas de la estatalidad y el progreso (González Bollo 1999:24; Quintero 2003:passim; Lois 2003:169-172).

Una de las estrategias del vaciamiento simbólico del espacio conquistado consiste en la remisión discursiva al pasado y en la arqueologización conceptual de la población indígena, por los exploradores militares que describen corrales vacíos, sembrados arrasados y toldos abandonados en toda la franja cordillerana norpatagónica, desde el norte neuquino hasta el área del Nahuel Huapi –como Bronsted o Holmberg-, o que reconocen “restos” indígenas –como Zeballos-, “descubriendo cementerios y paraderos [...] hasta algunos de los cuales no había llegado aún la mirada audaz del explorador a sorprender tan valiosos secretos” (BIGA I:111-112, 1880; cfr. XVIII:601-602, 1897). También se constata el reemplazo poblacional de los indígenas por campesinos chilenos –seguramente mapuches muchos de ellos- (BIGA V:205, 1884).

Otro abordaje posible de la población originaria de la región, desde el punto de vista científico, fue la discusión teórica acerca de cuestiones antropológicas generales (ASCA 4:37-48, 103-109, 148-149 y 218-223, 1877; 12:160-173 y 193-207, 1881; RSGA III:334-335; cfr. Lista 1975 [1880]:119-121 y Lista 1894:48-55 y 104ss; RSGA III:193-199, 1885) o de aspectos particulares, tales como –en la Argentina- las características culturales y adscripciones étnicas de agrupaciones conocidas a través de fuentes documentales etnohistóricas (BIGA XIX:106-118 y XX:3-9, 1898-1899). Estas discusiones participan de diferentes registros discursivos: el ensayo antropológico-sociológico –en el caso de Émile Daireaux-, la justificación política de las ciencias del hombre –Moreno (cfr. Navarro Floria, Salgado y Azar 2004:415-416); Lista-, o el estudio académico –en el caso de científicos jóvenes como Félix F. Outes y Samuel Lafone Quevedo-. Estas miradas –la de la arqueología de superficie y la de la etnología, antropología o sociología teóricas- eludían, en mayor o menor medida, la cuestión indígena real, es decir el debate acerca de las políticas hacia los indígenas contemporáneos que hubiera supuesto, probablemente, algún tipo de revisión crítica de la conquista y de sus consecuencias. En todo caso es Lista, otra vez, el que relaciona más estrechamente las culturas originarias con su actualidad y con rasgos de civilización que los convertirían en adaptables a las condiciones de vida modernas, en la misma línea de sus trabajos anteriores y posteriores sobre los tehuelches de la Patagonia [11] .

Los materiales publicados por la RSGA en relación con el aspecto político de la cuestión indígena contribuyen a esta línea de pensamiento relativamente pro-indígena, tanto al destacar la disposición a someterse a la autoridad estatal y a participar de la utopía de la colonización agrícola que mostraban los caciques derrotados, como al caracterizar fenotípicamente a los indígenas como de apariencia mestiza –en el caso de Namuncurá (RSGA II:194-196)- y culturalmente avanzados, contradiciendo las marcas de alteridad radical que el pensamiento más difundido de la época asignaba a los supuestos “salvajes”. La SGA expresa una posición pública a favor de “la redención del salvaje” y apoya un proyecto de ley de colonización indígena alternativo al del Poder Ejecutivo (RSGA VI:170-176, 1888; cfr. República Argentina 1889a:98 y 105-114), en la línea crítica del liberalismo extremo surgida en la Argentina alrededor de la crisis de 1890 que se refiere a la ausencia de políticas activas del Estado para “civilizar a los indios” (cfr. Peset 1983:219). En los materiales del IGA, el mayor contraste con la representación de la Patagonia Norte como vacía y disponible para la inmigración europea emerge en los últimos años del siglo, allí donde se menciona a los campesinos indígenas y mestizos preexistentes y persistentes (BIGA XIV:370-372 y 379-381, 1893).

Los modos en los que el IGA y la SCA hablan del indígena –como objeto arqueológico o como “raza” en extinción- son, en síntesis, modos de no hablar del indígena real y de la complejidad y conflictividad –apenas entrevistas- de la sociedad mestiza desestructurada por la violencia de la conquista. Pero la SGA representa también aquí una mirada alternativa, al internarse en la cuestión indígena real y adoptar una posición relativamente crítica de las políticas dominantes, e indirectamente al aludir a los campesinos, indígenas e inmigrantes como colonos reales o potenciales. El discurso antropológico disidente de la SGA sobre las naciones indígenas sometidas, antievolucionista y catastrofista respecto de los procesos socioculturales en curso a fines del siglo XIX, tiene su consecuencia política más importante en la asignación de responsabilidades concretas al Estado conquistador por la situación de los vencidos, y consecuentemente en la postulación de una formación social relativamente inclusiva del otro que discrepa con el modelo dominante.

El anclaje de las representaciones[12]

La resignificación de las tierras de la Patagonia Norte: ¿desierto fértil o colonia agrícola?

El aporte central de los primeros estudios de las revistas analizadas sobre la región Norpatagónica fue su representación como territorio fértil y explotable –sobre todo en su franja andina-, y su consiguiente diferenciación del estereotipo decimonónico del desierto aplicado uniformemente, hasta entonces, a la Pampa y la Patagonia enteras (ASCA 1:183-188 y 194-197, 1876; 5:191-192 y 197, 1878; BIGA I:110-116, 1879 [13] ). En los años siguientes a la conquista y hasta el fin del siglo serían los exploradores, funcionarios civiles y jefes militares los que corroborarían esas primeras impresiones respecto de la cuenca del Neuquén (BIGA I:9-15, 1879; I:157-159, 1880; II:10-15, 64-65, 76 y 99, 1881; V:99-100 y 202-208, 1884; RSGA I:79 y 88, 1881; II:127, 1882), del Alto Valle del río Negro (RSGA II:92-93;95-97;100;138-139, 1882; IV:236; VI:28-35; VII:173-195 [14] ; BIGA IX:125-130, 1888), del País de las Manzanas del actual sur neuquino (RSGA I:59, 1881) y hasta de las aguadas y valles de la meseta patagónica (BIGA I:239-240, 1880; V:55 y 57, 1884; XIX:134-138, 1898). Incluso en el marco de la discusión territorial con Chile se contraponen la vieja concepción de la Patagonia como desierto y la nueva opinión construida después de la conquista del territorio (BIGA I:289, 1880; XIX:79-81, 1898). En la literatura producida o publicada por la SGA sobre el territorio Norpatagónico, del tópico de la fertilidad y potencialidad agrícola de la tierra también derivan una serie de representaciones referentes tanto a los recursos preexistentes como al desarrollo futuro, y una selección de objetos de interés que, más allá de la descripción geográfica sistemática, pretende condicionar las decisiones políticas acerca del desarrollo de los Territorios norpatagónicos: distribución de la tierra pública, obras de infraestructura, etc. Incluso la reproducción de memorias gubernamentales (RSGA VI:277-295 y VII:196-198; cfr. República Argentina 1888:567-574 y 1889b:331-333) o mensajes presidenciales sobre el tema (RSGA VII:76-80; cfr. República Argentina 1890:XXXVII-XXXIX), a pesar de no constituir productos de la Sociedad Geográfica, supone una valoración especial de estos aspectos de la obra de gobierno. En síntesis, la práctica intelectual de resignificación de la región norpatagónica insinuada por Moreno desde la SCA e iniciada por los exploradores nucleados en el IGA al momento de la conquista es continuada por los hombres de la SGA, pero relacionándola más directa y explícitamente con la demanda de determinadas políticas estatales como la realización de obras de regadío, la subdivisión y perfeccionamiento de la propiedad de la tierra y la apertura de vías de comunicación.

Después de 1890 y en consonancia con el giro del discurso político derivado de la crisis que estalló ese año, a la representación de la Patagonia Norte como una naturaleza fértil se suma su valoración como riqueza abandonada o desaprovechada por el Estado que la conquistó (BIGA XIV:154-169, 1893; XVII:405-414, 1896). La “Suiza argentina” se convierte en utopía futura (ASCA 42:401-425, 1896) y emerge un discurso crítico tanto contra el sistema colonial español que abandonó la Patagonia (BIGA I:85, 1880, y III:236, 1882) como contra los pueblos indígenas considerados improductivos o contra las actuales políticas latifundistas y colonialistas: “Hemos conquistado el desierto, pero luego lo hemos dejado librado a sus propias fuerzas” (BIGA XIV:154-156 y 377-385, 1893).

Sueños de progreso, o la Geografía convertida en Historia regional proyectada al futuro

Las prácticas de conquista y exploración del territorio, personificadas en el Estado y en instituciones funcionales a él, constituyen una secuencia lógica y metodológica de operaciones por las cuales se ponía en juego el instrumental técnico y conceptual de la apropiación del espacio, se estructuraba una representación del espacio y del tiempo y se organizaba la realidad regional misma. Explorar, renombrar, describir, sistematizar lo descripto, cartografiar, son entonces los momentos salientes del relato científico sobre los nuevos espacios nacionales. Se exalta el heroísmo de los exploradores (BIGA VII:2, 1886; X:178, 1889), se relaciona estrechamente su tarea con la conquista violenta del territorio (BIGA I:108, 1880; III:205-207, 1882; IV:23, 1883) y con el renombramiento o reapropiación de sus objetos [15] . Cada una de estas operaciones intelectuales era percibida y presentada por los agentes del IGA como un avance sobre sucesivas fronteras científicas de la Geografía o sucesivos modos de estudiar el espacio, comenzando por la descripción superficial (BIGA II:33, 1881; I:62, 1879; XIV:369, 1893) y continuando por la determinación de la posición de los accidentes más notables y el inventario utilitario de los recursos (BIGA VI:289-290, 1885), y por las observaciones sistemáticas sobre espacios acotados y objetos o problemas particulares –como las de Avé-Lallemant (BIGA VIII:173-188, 1887), Kurtz y Bodenbender (BIGA X:311-322, 1889) o Kühn (BIGA XXIII:177-178, 1909)-. Se generaba así un conocimiento actualizado y práctico, no tradicional ni preestructurado (Pereira 2003:188-189), destinado a mostrar la congruencia y simultaneidad de existencia de un ámbito de dominación del Estado y un escenario físico o ámbito de extensión (Zusman 1996:9), adecuado al paradigma naturalista, que facilitaba la apelación a metáforas biologicistas y a leyes superiores a la voluntad humana –como las de gravitación universal, evolución, etc.- para explicar procesos políticos o sociales tales como las dinámicas de la población humana o la estructura institucional de los Territorios.

La necesaria conexión de estas estrategias intelectuales con el siguiente paso en esa representación de la historia regional, la explotación productiva que correspondería al trabajador pionero, se constituye en la práctica temporal característica de toda otra vertiente del discurso científico y político analizado, cuyo tema es el futuro regional. De este modo y como característica más notable de esta literatura exploratoria, por las consecuencias que tendría en el proceso social-territorial de la época y de tiempos posteriores, aparece la apertura de la secuencia metodológica descripta –conquistar/explorar/renombrar-hacia el futuro, a un nuevo espacio de representación signado por la idea positivista de progreso. La exploración de los nuevos territorios se convierte en las páginas de las revistas analizadas, entonces, en la postulación de un proyecto regional estructurado en torno de la idea de progreso y de la puesta en tensión del futuro respecto del pasado. En esa lógica, las instancias de la conquista, la exploración y la explotación de la tierra integran una secuencia forzosa –discursivamente naturalizada-, expresándose las acciones que constituirían este último momento, generalmente, en verbos de tiempo futuro. Esto supone en los exploradores y descriptores el gesto imperial de imaginar la Patagonia como pura naturaleza, “como una condición anterior a la civilización, a la espera de que las fuerzas del progreso la cultiven” (Livon-Grosman 2003:95), como lugar nunca transitado antes por el hombre o que parece no cambiar con el tiempo, actitud que implica la idea de que quienes descubren, exploran y nombran el territorio serían los primeros y únicos capaces de cultivo, progreso e historia.

Esta descripción del país (la naturaleza), la patria (la historia) y el reino (la matriz política) como un continuum, heredera de la “historia natural y moral” americana del Renacimiento (Quijada 2000:186-191), sólo se ve alterada, a fines del siglo XIX, por la sustitución del objeto reino por el de nación. Desde el siglo XVIII, en definitiva, la historia de la civilización era leída a través del progreso humano en el dominio de la naturaleza y permitía la extrapolación de postulados organicistas al ámbito social (Di Filippo 2003:15 y 91). [16] En el contexto de nuestro análisis parece claro que esa lógica explicativa se relaciona con el intento de naturalizar determinadas representaciones sociales. De acuerdo con esta clave de lectura, resulta importante determinar de qué modo se representaba el futuro de la región, como producto a la vez de una imaginación geográfica y una imaginación histórica.

Inmediatamente después de la conquista, el porvenir de la región se liga con la explotación económica por una nueva población trabajadora y productiva (BIGA II:76 y 36, 1881; IV:178, 1883; V:205, 1884; XVII:408-409, 1896). Esta interpretación del devenir regional en clave progresista derivaba frecuentemente, como era común en el siglo XIX, en ideas nebulosas y ensoñaciones industrialistas que rara vez se concretaban en proyectos, entre las cuales ocupaba un lugar central el tema de la “Suiza argentina” (algunos ejemplos en BIGA IV:162, 1883; V:100, 1884; VII:2, 1886; V:56, 1884; X:329, 1889; XX:483, 1899; ASCA 42:401-425, 1896). Resulta interesante comprobar que este género futurista cercano a la ficción científica está prácticamente ausente de las páginas de la Revista de la SGA, publicación que daba un sentido explícitamente más político que científico a sus contenidos, y que, en esa línea, elaboraba un discurso más cercano a problemas determinados y precisos que a principios generales. De todos modos, algunas de las ideas que acabamos de identificar también aparecen formuladas en un tono más concreto, constituyendo anteproyectos o proponiendo soluciones a problemas puntuales ya previstos como el riego de zonas áridas de meseta (BIGA I:69-70, 1879; V:99, 1884; RSGA II:92-97, 1884), la apertura de vías de comunicación (BIGA XIV:171-176, 1893), la realización de ferrocarriles (BIGA XX:475-482, 1899) [17] , embalses (BIGA XX:483-491 y 494-495, 1899), etc. (RSGA II:100 y 138-139, 1884).

Al representar a la Patagonia Norte como una tierra de futuro y particularmente a su zona andina y a los valles fluviales como objetos preferentes de las mejores expectativas, se refuerza la yuxtaposición discursiva de la Geografía con la Historia. Si los representantes de la civilización han llegado, por fin, a los Andes como límite último de la Nación, ese viaje en el espacio se convierte también en una propuesta de itinerario en el tiempo, hacia el futuro. Los temas de estas proyecciones al futuro configuran, entonces, las representaciones de una serie de futuros contingentes y distintos para la región norpatagónica. Uno de los futuros posibles es el que se refiere a los ferrocarriles, y por lo tanto a la franja norpatagónica como corredor bioceánico: todos los proyectos de ferrocarril formulados en estos materiales (de General Acha a Chos Malal y de allí a Chile por el paso de Antuco; de Bahía Blanca a la Confluencia y prolongándose a Chos Malal y al Nahuel Huapi; del Nahuel Huapi a Chile), con mayor o menor grado de sustento en estudios de factibilidad, imaginan una Norpatagonia relacionada con los mercados externos a través de uno de los artefactos característicos de la era industrial y del proceso de achicamiento del mundo por las comunicaciones. Un segundo futuro posible destacado en esta literatura científica es el que habla de las posibles obras de riego, y por lo tanto de la Norpatagonia como región de colonización agrícola mediante el esfuerzo transformador del hombre: la reiterada solicitud de realización de canales de riego en los valles del Negro y del Neuquén; la visión de la mesopotamia entre el Colorado y el Negro como zona regable; los proyectos de embalses de los ríos de la cuenca del Negro; son proyecciones que asignan un rol activo al Estado como hacedor y como regulador tanto de obras públicas como de los flujos inmigratorios. Una tercera representación importante de futuro posible es la que destaca la presencia de un paisaje que despierta la comparación con la Europa montañosa y rural -la Suiza argentina- y a través de esa comparación propone una Norpatagonia andina como destino de la colonización y del desarrollo: en la medida en que esta representación de la Suiza argentina no se plasma en proyectos concretos de acción sino que se limita a constatar la presencia de determinados elementos valiosos –suelos, clima, recursos hídricos, bosques, minerales, etc.- que recuerdan a la Suiza original, registrando una serie de recursos dados por la naturaleza y no objetos por hacer mediante el trabajo constructivo del hombre, es la imagen que permanece con mayor carga utópica y con menor grado de materialización. El hecho de que a lo largo del siglo XX esta representación haya derivado de la proposición de un desarrollo agroindustrial similar al suizo a una proyección como mero recurso paisajístico visual destinado a su contemplación por el turismo, en todo caso, nos habla de hasta qué punto la Suiza argentina quedó en el plano de las prácticas discursivas y su traslado al plano material se limitó al desarrollo de un recurso turístico.

Conclusiones: entre la ciencia como construcción de certezas y la política como arte de lo posible

El estudio de los contenidos de las revistas científicas argentinas de fines del siglo XIX y principios del XX sobre la Patagonia Norte nos aporta nuevos materiales explicativos acerca de las prácticas espaciales y temporales de la época hacia esta región, enriqueciendo también nuestro conocimiento de la relación entre discursos y materializaciones, representaciones y políticas.

Abordamos este estudio desde un punto de vista que atiende con preferencia a los contextos de producción de esos contenidos, con el propósito de explicar cómo se generó, sobre los territorios marginales de la nación, una serie de representaciones coincidentes en su funcionalidad al proyecto civilizatorio global, característico de la época, y al proceso estatal-nacional, pero divergentes –por los perfiles institucionales, ideológicos y políticos de los actores- en aspectos particulares de sus discursos. Las coincidencias fundamentales se relacionan con el origen de estas representaciones en un grupo de instituciones científicas, predominantemente geográficas, productoras de un colonialismo interno en su afán de integrar los nuevos espacios nacionales a sistemas de poder externos a ellos. Las divergencias provienen de la diversidad de instituciones –para el caso argentino, el Instituto Geográfico y la Sociedad Geográfica, junto con otras, procedentes del tronco común de la Sociedad Científica- que reflejan la existencia de grupos y redes sociales e intelectuales relativamente diferenciados entre sí por sus contornos profesionales, ideológicos y políticos.

Identificamos en el discurso de las instituciones y publicaciones analizadas una retórica progresista común, que despliega sobre el territorio la conciencia de hallarse ante unos paisajes donde se realiza o se realizará el progreso tal como esta narrativa lo concibe. Esta retórica común está claramente determinada por su funcionalidad al proceso estatal-nacional de territorialización –muy claramente perceptible, por ejemplo, en relación con la cuestión de los límites internacionales-, por la superación –para esta región- del estereotipo del desierto, y por la identificación de recursos materiales para el desarrollo socioeconómico futuro. En la medida en que el discurso geográfico avanza sobre el espacio y sobre la explicación de la interacción sociedad-naturaleza en el pasado, el presente y el futuro, hemos visto cómo se acentúa la superposición entre Geografía e Historia –característica de la unidad de sentido positivista entre ciencias del hombre y ciencias de la naturaleza- y se postula un desarrollo histórico regional caracterizado por aquella retórica del progreso.

Sin embargo, la diversidad de miradas –de instituciones, de grupos, de descriptores y de momentos- genera una diversidad de sentidos para ese discurso del progreso. Una pluralidad evidente de proyectos de desarrollo territorial se expresa en una serie de futuros contingentes y alternativos para la Norpatagonia.

En primer lugar, la Norpatagonia es resignificada como fértil en función de sus suelos, ríos, bosques, valles, etc. El discurso de la RSGA, en particular, apunta a condicionar las decisiones políticas sobre el desarrollo regional futuro centrado en la colonización agrícola de los valles fluviales mediante la realización de obras de regadío, la subdivisión y perfeccionamiento de la propiedad de la tierra y la apertura de vías de comunicación. Alrededor de la crisis de 1890 surge y se suma a la anterior la representación crítica de la Norpatagonia como riqueza abandonada o desaprovechada, acentuándose la demanda de políticas estatales activas. Esta demanda, sin duda, contribuye al cambio en la percepción de la región constatado en el discurso político (Navarro Floria 2004) y a la crítica de la inacción estatal que se proyecta sobre el siglo XX.

En segundo lugar, cada una de las representaciones identifica su objeto preferencial de interés. La mirada dominante, que centraba su preocupación en la conquista estatal y la delimitación del territorio nacional, hacía hincapié en la franja cordillerana –la “Suiza argentina”-, mientras que la mirada disidente, que fijaba su interés en el desarrollo productivo, generaba fuertes imágenes de las tierras con aptitud agrícola y de la población indígena y criolla con un sentido claramente reformista respecto del modelo socioeconómico dominante. El vaciamiento imaginario del espacio que acompañó a la coyuntura de la conquista –mejor reflejado en el BIGA- fue puesto en cuestión por la RSGA y hasta por el mismo BIGA después de 1890, mediante una relativa valorización de la población originaria y de sus posibilidades de integración al sistema productivo, y una posición crítica hacia las políticas dominantes en la materia. El perfil ideológico catastrofista y antievolucionista de los sectores disidentes se refleja aquí en la responsibilización política del Estado acerca de los efectos negativos de la conquista y en la proposición de un modelo de formación social inclusivo del Otro.

Las sociedades geográficas en cuestión se autoidentificaban con la exploración del territorio entendida como operación práctica y teórica complementaria de la conquista material, capaz de producir una apropiación definitiva del espacio que se reflejaba, por ejemplo, en la imposición de una nueva toponimia. Además del progreso en el sentido epistemológico del conocimiento geográfico, estas representaciones del espacio y del tiempo incluían la proposición de un futuro regional signado por la idea positivista del progreso y por la consiguiente puesta en tensión del futuro respecto del pasado. Retomando la tendencia moderna a asignar una unidad de sentido a la naturaleza y a la historia, entonces, el discurso geográfico sobre la Norpatagonia generó una serie de representaciones sobre el futuro regional que acompañaron y contribuyeron a configurar las prácticas materiales sobre el territorio. La Norpatagonia como corredor bioceánico mediante el trazado de líneas ferroviarias, como región de colonización agrícola mediante el esfuerzo transformador del hombre y la intervención activa del Estado, o bien como región de desarrollo restringido a la franja andina y librado a un proceso evolutivo espontáneo, son los futuros posibles y alternativos que se prefiguran en el discurso científico de las revistas analizadas.

La conflictividad registrada entre estos distintos discursos geográficos y sus consiguientes proyectos de futuro regional nos permite contribuir a desnaturalizar algunas representaciones instaladas con mucha fuerza en la historia regional y, en definitiva, a restituir historicidad al proceso sociopolítico regional, en tanto percibimos distintos futuros –que desde nuestra perspectiva ya son pasados- posibles. Esas distintas Patagonias posibles, ayer como hoy, nos llevan de la problematización del pasado a la construcción del presente. La relación entre el proceso de edificación de certezas que pretendía constituir la ciencia decimonónica y el arte de lo posible que era y es la política, también nos permite destacar puntos de coincidencia entre el discurso geográfico y el discurso político –que ya analizamos en trabajos anteriores (Navarro Floria 2004)-, ambos constitutivos del proceso de nacionalización deficitaria de la Norpatagonia –un territorio incorporado formalmente al Estado pero no integrado eficazmente a la sociedad ni al sistema económico ni al régimen político nacional- que caracterizó las últimas décadas del siglo XIX. De ahí lo incierto del progreso soñado en esos tiempos.
 

Notas

* El presente trabajo pertenece al proyecto de investigación 04-H082 de la Universidad Nacional del Comahue (Argentina) El aporte científico a la resignificación de la Patagonia, 1880-1916.

 
**Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y Universidad Nacional del Comahue, Argentina. Correo electrónico: navarronicoletti@ciudad.com.ar. Dirección postal: Ameghino 1170, Q8300JQX Neuquén, Argentina.
 
[1] Aunque Castro (2005) señala acertadamente que un espacio colonizado desde siglos antes como el Noroeste argentino, en función de su lejanía y exotismo respecto del centro político del Estado, también fue objeto de relevamiento y resignificación en la misma época.
 
[2] El recorte espacial de la Norpatagonia es una opción metodológica nuestra y nace de una inquietud actual. En el discurso geográfico que analizaremos existe la idea no muy claramente explicitada de un corredor norpatagónico, origen de la representación que permanece aún hoy y que ha emergido a lo largo del siglo XX cada vez que el Estado formuló una iniciativa planificadora. Ese corredor estaría articulado tanto por la cuenca del río Negro y el ferrocarril Bahía Blanca-Zapala como, más tarde, por el ferrocarril San Antonio Oeste – San Carlos de Bariloche. Con ese sentido, veremos de qué modo a fines del siglo XIX se construyó una serie de paisajes que aparecen como articulados y complementarios: la “Suiza argentina”, por ejemplo, que tendría salida para su producción por el río Negro, o el Valle de este último que proveería el comercio con Chile. El origen de la división política (actual, porque perduró en los límites provinciales) de los Territorios Nacionales, que reparte la Norpatagonia entre los Territorios de Neuquén y de Río Negro, es un tema por investigarse.
 
[3] En Chile, donde también se mapeaba todo el territorio, corrigiendo los trabajos de Gay y Pissis anteriores a 1875, complementando la tarea del IGA y participando, desde 1909, de la Carta Internacional del Mundo al millonésimo (Álvarez Correa 2000), ese rol fue cumplido por instituciones del Estado mismo, como la Oficina Hidrográfica de la Armada (creada en 1874) y su revista. Agradezco a Zenobio Saldivia esta información. En relación con Brasil, v. Sousa 2005; Magnoli 1997:272-287; Moraes 1991:168 y 2002:112ss.
 
[4] En adelante, cuando citemos textualmente al Boletín del Instituto Geográfico Argentino indicaremos entre paréntesis la sigla BIGA, el número de tomo, página/s y año, y del mismo modo las siglas RSGA para la Revista de la Sociedad Geográfica Argentina y ASCA para los Anales de la Sociedad Científica Argentina.
 
[5] Hubo una competencia conflictiva entre el Ejército (de tierra) y la Armada (fuerza naval) en la exploración de la Patagonia. Por ejemplo, v. los informes divergentes sobre el lago Nahuel Huapi generados en 1881 y presentados al IGA en 1883 y 1884 (González Lonzième 1977:112), uno desde una idea de integración territorial fundada en las vías terrestres y los ferrocarriles, y el otro en la vinculación fluvial con el río Negro.
 
[6] Ramón Lista era antievolucionista tanto en el plano científico-biológico como en el político (el evolucionismo biológico consiste en explicar la transformación de los seres vivos a lo largo del tiempo en forma gradual y de acuerdo con mecanismos naturales propios, y el evolucionismo político consiste en explicar el cambio social a lo largo del tiempo también en forma gradual y asimilando el comportamiento de las sociedades al de los organismos vivos, lo que lo convierte en una posición conservadora, antirreformista y antirrevolucionaria, contrapuesta a la mentalidad progresista, revolucionaria o voluntarista, negadora de la necesidad y del fatalismo; cfr. Segovia 1998:381-382). En diversos pasajes de sus escritos expresa su desconfianza hacia las explicaciones mecanicistas o fatalistas de la realidad tanto natural como social: respecto de la extinción de las grandes especies cuyos restos se encuentran frecuentemente en el suelo patagónico (Lista 1975 [1880]:140-141); como de la tendencia a la extinción del pueblo tehuelche (Lista 1894:7-12).
 
[7] Martin De Moussy, Description Géographique et Statistique de la Confédération Argentine, Paris, 1860, tomo 1, refiriéndose a los lagos y lagunas (capítulo III del libro de Hidrografía) denomina a la región recién colonizada de los lagos chilenos como “la Suisse sudaméricaine”. Después de la conquista de la Patagonia, por ejemplo Rohde se refiere al área del Nahuel Huapi como un futuro “centro de una abundante producción agrícola... un pedazo de Suiza trasplantado al suelo argentino” (Rohde 1889:35-36). Unos años después, en sus primeras exploraciones, Lista extenderá el uso del topónimo “Suiza argentina” a toda la vertiente oriental de los Andes patagónicos y a sus recursos económicos (Lista 1999:9 y 17; BIGA XVII:414, 1896; ASCA 42:412, 1896).

[8] Entendemos por objetivación de una representación social el proceso por el cual se seleccionan y retienen, se descomponen, simplifican y naturalizan determinados objetos del discurso generando una reconstrucción de la realidad en torno de un sentido (Mora 2002 (8-11).
 
[9] Cfr. BIGA VI:304-313, 1885 y RSGA III:235-254, 1885). Todavía en 1895 el IGA sostiene esa posición (BIGA XVI:mapa entre 226 y 227, 1895). Como antecedentes, en el “Mapa de la República Argentina construido por A. de Seelstrang y A. Tourmente ingenieros por orden del Comité Central Argentino para la Exposición de Filadelfia, Buenos Aires, 1875”, el límite argentino-chileno norpatagónico pasa por los citados volcanes y cerros actualmente chilenos; en el Atlas de V. Martin de Moussy (en la “Carte de la Province de Mendoza, de l’Araucanie et de la plus grande partie du Chili par le Dr. V. Martin de Moussy, 1865”, donde está trazado el límite internacional, y en la “Carte de la Patagonie et des archipels de la Terre de Feu, des Malouines et des côtes occidentales jusq’au golfe de Reloncavi par le Dr. V. Martin de Moussy, 1865”, donde no figura), en cambio, el límite parece seguir la divisoria de aguas allí donde era mejor conocida gracias a Cox –volcando el lago Lácar hacia el lado chileno- y las altas cumbres aparecen constituidas más al sur, entre el Nahuel Huapi y los 45° de latitud, por los mismos volcanes y cerros que en los otros mapas.
 
[10] En la literatura de Holmberg, hombre de la llamada “generación del ‘80” pero de ningún modo limitado al craso materialismo con que se suele caracterizar la época, conviven los estilos científico-denotativo y poético-connotativo en un intento de conciliación de saberes ciertamente antipositivista (Guzmán Conejeros 2003:140-150) o relativamente excéntrico respecto de la tradición escriturística de los viajes científicos del siglo XIX (Salto 2002). Por otra parte, el vuelo o el viaje a alta velocidad imaginario forma parte del arsenal discursivo de la literatura decimonónica, en la proyección del viaje real al campo de la ficción científica (Cicerchia 2005), y en ese sentido podemos comparar la fantasía aeronáutica de Holmberg con la “visibilidad asombrosa” y panorámica lograda, por ejemplo, por Don Bosco en sus sueños sobre las misiones salesianas y en particular sobre la Patagonia (Bosco 1995:327-332; Blengino 2005:126). Para una explicación del “punto de vista alto” como ilusión de control y dominio, influenciado por los sistemas modernos de representación cartográfica, v. Penhos 2005:47ss.
 
[11] Una de las preocupaciones más salientes del líder de la SGA, Ramón Lista, fue precisamente el destino de los tehuelches patagónicos (Auza 1975:10ss). Desde su Viaje al país de los tehuelches, en el que describe un pueblo de “carácter dulce, cariñosos y serviciales” (Lista 1879:77), pasando por la misma descripción corregida, ampliada e incluida en la crónica del viaje al río Chico, donde destaca su hospitalidad y sus “corazones sencillos y leales” (Lista 1975 [1880]:118), o la Esploración de la Pampa y de la Patagonia en compañía de cinco “nobles y humildes criaturas” de la tribu de Orkeke (Lista 1885:5-6), y hasta su enérgico alegato contenido en la obra Los indios tehuelches (1894), Lista se esforzó por describir en toda su riqueza una cultura en vías de catastrófica desaparición, pero también intentó proponer una política activa en su favor. Efectivamente, si el peligro que corrían los tehuelches era producto de un “aniquilamiento implacable y artero por un instinto de malignidad civilizada y tácitamente consentida por los que mandan”, motivado por el “móvil único” de la riqueza, generado no por “evolucionismo natural sino por la pólvora y el licor”, entonces su supervivencia dependía de que se revirtiera la pasividad gubernamental ante el genocidio y el Estado pusiera en práctica un sistema de “reserva agraria” indígena similar al aplicado por los Estados Unidos en relación con los sioux (Lista 1894:8-14). Llamativamente, la preocupación de Lista por los tehuelches no se extendía a otros pueblos indígenas. En sus exploraciones, los manzaneros y otros colectivos de origen “araucano” son significados como peligrosos (Lista 1975 [1880]:143 y 148), salvajes (Lista 1885:5) y corresponsables del empobrecimiento de los tehuelches (Lista 1894:39-47). Por otra parte, si la lengua tehuelche merece, por su riqueza, ser considerada por Lista en el tercer lugar entre las grandes lenguas indígenas de la Argentina, tras el quechua y el guaraní, la lengua mapuche ni siquiera es mencionada (Lista 1894:52).
 
[12] En tendemos por anclaje de una representación social al establecimiento de relaciones claras entre las estructuras materiales y simbólicas objetivadas, y un marco de referencia social, proceso por el cual la representación adquiere el sentido de un proyecto o guía operacional sobre la realidad (Mora 2002:8-12).
 
[13] Sobre la narrativa de Alfred Ébelot en su doble función de técnico y de cronista de la frontera, y particularmente en relación con el tema del progreso, cfr. Blengino 2005.
 
[14] Se trata de una descripción general de Río Negro escrita por Hilarión Furque, encomendada e impresa por el gobernador territoriano Napoleón Berreaute y anexa a su memoria anual sobre 1888 (República Argentina 1889b:310-330).
 
[15] Esta actitud sería impugnada en el marco del IGA recién a principios del siglo XX por Elina González Acha de Correa Morales, que considera lamentable la deformación e ignorancia de la toponimia indígena y el renombramiento de accidentes geográficos con los apellidos de funcionarios circunstanciales, recomendando, a los jefes y oficiales del Ejército, el estudio de la lengua mapuche (BIGA XXIII:166, 1909). Para más datos sobre esta geógrafa, v. Zusman 1996:65-74.
 
[16] Desde el punto de vista del pensamiento histórico entendido como ideología, Blengino (2005) acierta, sin duda, al hilvanar distintos registros textuales de científicos, exploradores, funcionarios y misioneros que abordaron la frontera pampeano-patagónica en las últimas décadas del siglo XIX mediante el hilo conductor de una común tensión hacia el futuro, una representación progresista del devenir regional que subrayaba tanto el anacronismo del Otro antropológico como su contraste con el proyecto civilizador occidental expresado en el discurso utópico del progreso.
 
[17] El tema de los proyectos ferroviarios de la época puede verse desarrollado en Navarro Floria 2003:101-104.



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Ficha bibliográfica:
 
NAVARRO FLORIA, P. Paisajes del progreso. La Norpatagonia en el discurso científico y político argentino de fines del siglo XIX y principios del XX. Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales.  Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2006, vol. X, núm. 218 (76). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-218-76.htm> [ISSN: 1138-9788]