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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XI, núm. 230, 15 de enero de 2007
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


CIUDADES DE MUROS. LOS FRACCIONAMIENTOS CERRADOS EN LA FRONTERA NOROESTE DE MÉXICO

Jesús Ángel Enríquez Acosta
Departamento de Sociología y Administración Pública. Universidad de Sonora
jesusenriquez@sociales.uson.mx

Recibido: 22 de junio de 2006. Devuelto para revisión: 4 de diciembre de 2006. Aceptado: 18 de diciembre de 2006.


Resumen

En las ciudades de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, ubicadas en la frontera noroeste entre México y Estados Unidos, el proceso de urbanización más característico y dominante a últimas fechas es el fraccionamiento cerrado. El fraccionamiento cerrado refiere el espacio físico protegido con bardas y rejas de los disturbios de la ciudad, existencia de controles en el acceso a las áreas del fraccionamiento con casetas y plumas y seguridad basada en el uso de guardias privados. El concepto de fraccionamiento cerrado tiende a expandirse en el paisaje urbano de las ciudades fronterizas sin más restricciones que las que el mercado inmobiliario se establece a sí mismo.

Palabras clave: ciudades fronterizas, fragmentación urbana, segregación social.

Abstract

Nowadays the characteristic and prevailing process of urbanization in border cities located in the northwest of Mexico (like Tijuana, Nogales and Ciudad Juárez), is the enclosed neighborhood. It refers to the physical space protected by walls and fences from city disturbance, access control, and private vigilance. This kind of neighborhoods tends to spread throughout border cities without restrictions, but the ones established by the real-estate market.

Keywords: border cities, urban fragmentation, urban segregation.

La frontera noroeste de México es una de las regiones más dinámicas del país, no solamente por la actividad manufacturera basada en la maquiladora de exportación  establecida en las ciudades fronterizas, sino también por mantener altos niveles de crecimiento poblacional y urbanización, intensos procesos sociales y culturales que tienen como principal referente la contigüidad con Estados Unidos. Las ciudades fronterizas también representan el escenario del problema del narcotráfico, el carácter fronterizo alimenta la permisividad alrededor del contrabando de drogas en vía de paso a Estados Unidos. Las ciudades fronterizas tienen el estigma que las ubica como espacios idóneos para la actividad del narcotráfico y la violencia.

Las ciudades fronterizas caracterizadas por las relaciones establecidas primordialmente hacia Estados Unidos presentan rasgos específicos de urbanización, diferentes a los procesos ocurridos en otras ciudades del país. La primera parte de la historia de las ciudades fronterizas que va de mediados del siglo XIX y parte del XX, las define como aduanas o asiento de garitos para norteamericanos. Es a partir de la expansión del capital norteamericano a la frontera sur de ese país, a los problemas sociales de México que obligaron a la población a migrar por empleos y mejores condiciones de vida, el desarrollo de un dinámico sector servicios dependientes de la ciudad par norteamericana y la actividad productiva basada en las maquiladoras, la ciudad fronteriza adquiere un nuevo rol. No sólo son ciudades de paso hacia Estados Unidos sino escenarios atractivos para el establecimiento de capitales y población originaria del interior del país.

El proceso de urbanización observado en las relativamente jóvenes ciudades fronterizas tiene serias debilidades, en primer lugar, el acelerado crecimiento poblacional sin planeación urbana ocasionó la acentuación del proceso de aparición de asentamientos irregulares, en segundo lugar, la actividad maquiladora construyó ciudad a su alrededor obligando a los gobiernos a proporcionar infraestructura y equipamiento sin ordenamiento en los usos del suelo, y en tercer lugar, los gobiernos de las ciudades tienen problemas para diseñar e instrumentar políticas urbanas en un contexto de desorden y caos, con marcos normativos limitados. Estas dificultades presentes en la urbanización de las ciudades fronterizas facilitó la polarización social y espacial. Las desigualdades devinieron en creación de espacios de pobreza donde se agudizan los problemas de carencias de servicios públicos, equipamiento e infraestructura, vivienda e inseguridad. Al mismo tiempo surgieron los espacios “ganadores”, privilegiados por el desarrollo urbano y la economía ligada a Estados Unidos.

Las ciudades fronterizas mexicanas y su imbricación con sus gemelas del otro lado, formaron una región marcada por procesos de exclusión/inclusión de bienes y personas. Los contactos y conflictos entre sociedades y culturas diferentes aumentaron, así como se mezclaron una diversidad de componentes de ambas naciones que dieron lugar al debate académico para definir la especificidad de la frontera en términos de apropiación, reafirmación, desnacionalización, transnacionalización, resistencia, hibrides, entre otros. Pero lo común dentro del debate académico es indicar la magnitud y profundidad que la migración y el creciente proceso de urbanización tienen para explicar la particularidad de las ciudades fronterizas.

Hoy en día las ciudades fronterizas del noroeste mexicano son espacios con un fuerte desarrollo en el sector servicios y en el sector industrial representado por la actividad maquiladora. Las ciudades fronterizas mantienen un diversificado sector terciario, a tono con el proceso globalizador. El comercio, el turismo y los servicios, actividades tradicionales de la frontera, le confieren una imagen urbana particular a las ciudades. Las ciudades fronterizas mexicanas encarnan la visión de un Norte más próspero, más desarrollado, ligado profundamente a la actividad económica y cultural norteamericana.

Los fraccionamientos cerrados aparecen en las ciudades fronterizas a finales de los años ochenta, incentivándose de forma masiva a partir de la década de los noventa. Influye en gran medida en la forma urbana de las ciudades fronterizas, los fraccionamientos cerrados se establecen en las zonas periféricas o en zonas contiguas a asentamientos irregulares donde los suelos resultan más baratos, de modo tal, que las distancias espaciales que separan a ricos y pobres se acortan pero aumentan las barreras físicas para mantener alejados a unos y otros.

La polarización socio-económica en las ciudades fronterizas es evidente, en ese contexto el fraccionamiento cerrado se torna para las clases medias y altas como una alternativa eficaz para expresar exclusividad y prestigio social. La segregación social referida por el levantamiento de muros y casetas de vigilancia establece formas materiales a las distancias sociales. En ese sentido, el fraccionamiento cerrado constituye para las clases media y alta un remanso de seguridad y tranquilidad dentro de la precariedad social existente en la frontera. A las elites locales les cayó como traje a la medida el concepto cerrado que hace de la autonomía interior, la comunidad privada y la invisibilidad del otro, los puntales del paraíso y del mantenimiento del status social.

Las ciudades fronterizas estarían reproduciendo formas urbanas cada vez más fragmentadas en términos espaciales y sociales. La lógica norteamericana del corredor urbano que concentra el poder económico y social impera, desarticulando el entramado urbano en función de los centros comerciales, industriales y residenciales cerrados. Aunado, el fraccionamiento cerrado fragmenta la ciudad en tanto no ofrece soluciones de continuidad espacial ni tampoco favorece los contactos entre la población, más bien los inhibe. A la hibrides cultural que supone el espacio fronterizo por ser punto de paso o de llegada a la migración se antepone el diseño hermético de la ciudad.

En México el fenómeno de las comunidades cerradas está relacionado con la asimetría social y económica. Pobreza y marginalización, asentamientos precarios, infraestructura y equipamiento deficientes, inseguridad cotidiana, apuntan a configurar un paisaje de las ciudades donde las desigualdades y la débil calidad de vida son comunes. En ese contexto es donde los fraccionamientos cerrados surgen como islas urbanas que se sustraen a la precariedad social y económica para definirse como seguros, exclusivos, confortables y asegurantes de un estilo de vida.

La frontera noroeste de México, en particular las ciudades de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, no están exentas del patrón de segregación socioespacial, privatización del espacio público y fragmentación urbana que parece caracterizar a las ciudades mexicanas. En ese sentido, la intención de este trabajo es presentar las consecuencias y el impacto del proceso de urbanización de tipo cerrado en las ciudades fronterizas y mostrar las particularidades que asumen los fraccionamientos cerrados en dichas ciudades. Previamente se hace recuento de algunos de los estudios realizados en Estados Unidos, Latinoamérica y particularmente de las ciudades fronterizas

Las gated communities en Estados Unidos

En los estudios realizados en Estados Unidos sobre las urbanizaciones cerradas, la percepción del miedo, la reducción del espacio público, la fragmentación espacial, la segregación residencial, el blindaje espacial, entre otros, son las dimensiones tratadas exhaustivamente para explicar el tema de las urbanizaciones cerradas.

Los valores referidos a la comunidad, el esfuerzo individual, las tradiciones, el poder local, la religión, se consideran en proceso de debilitamiento por la frialdad de la ciudad planeada, heterogénea, cosmopolita, multicultural. Esa ciudad genera miedo. Al menos ese es el punto de vista de los enfoques llamados posmodernos como el de  Davis, y Flusty. Para el caso de Low y Blakely sobresale el esfuerzo por situar el fenómeno de las urbanizaciones cerradas no sólo por la presencia del miedo sino introducen las variables que apuntalan lo cerrado como un elemento de construcción del prestigio social. McKenzie y Kohn consideran las urbanizaciones cerradas como un resultado de las políticas inmobiliarias seguidas en Estados Unidos en los últimos años, seguido de un aumento del poder político representado por las asociaciones de propietarios.

Davis (1990) plantea la crudeza de la dualización espacial presente en Los Ángeles, California, perfila un escenario donde las comunidades defensivas se constituyen en el remanso de seguridad y tranquilidad mientras que en los ghettos la violencia es la constante entre las minorías y la policía. Sin duda, este es un estudio clásico que pone atención en el estado de California por concentrar el mayor número de comunidades cerradas en Estados Unidos pero también de la violencia.

Teniendo como objeto de análisis la ciudad de Los Ángeles Flusty (1995) observa el predominio en el paisaje urbano de las edificaciones de diseño defensivo, la tecnología de vigilancia y la seguridad privada. Considera que esta preocupación por vigilar los espacios y las personas es un fenómeno relativamente reciente en las ciudades contemporáneas. Está ligado a la percepción del miedo a la inseguridad que ha venido incrementándose constantemente al parejo que las poblaciones de inmigrantes hispanos y orientales, formando una ciudad compleja, insegura por las altas tasas de delitos y por la exaltación mediática de la violencia.

Los espacios referidos por Flusty son diseñados para repeler, interceptar o amedrentar a quienes no tengan una actividad específica en ellos. El diseño defensivo de los espacios apuesta a la seguridad, a la tranquilidad de los moradores o usuarios, a la inhibición de las actividades criminales. Pero también este proceso tiene consigo una privatización de los espacios públicos o al menos un debilitamiento del ámbito público con respecto al privado, se estimula la construcción de plazas privadas, se favorece la expansión del poder de las asociaciones de propietarios en las gated communities y el cierre de las calles por motivos de la inseguridad reinante. La obsesión por la seguridad que se vive en Los Ángeles es resultado del crecimiento vertiginoso de la ciudad, el aumento constante de la población, la presencia de grupos étnicos diversos, la inequitativa distribución de la riqueza, entre otros.

Low (2000) es otra autora que considera que el miedo es importante para explicar el fenómeno de las comunidades cerradas. Low piensa que en las urbanizaciones cerradas para las clases medias y altas construidos en los suburbios de las ciudades de Estados Unidos, existe un discurso del miedo que justifica el incremento de los desarrollos de este tipo y que un mayor número de norteamericanos deseen vivir en ellos. Sin embargo, en su opinión, este proceso crea nuevas formas de exclusión y segregación social y exacerba las divisiones sociales que ya existen. Además, las comunidades cerradas con muros, guardias y rejas contradicen –según Low- los valores norteamericanos, amenaza las prácticas sociales que aseguran el acceso público a los espacios y amenaza la tolerancia entre los grupos sociales y raciales.

Low (2003) señala que la expansión de las comunidades cerradas se debe a los deseos de seguridad, comunidad, homogeneidad y placer, pretendidos por los norteamericanos de clase media, quienes huyen de la ciudad y prefieren establecerse en los suburbios por el miedo al otro que generalmente pertenece a grupos raciales no blancos. Para Low es importante considerar que los deseos de seguridad, mantenimiento de un estilo de vida y valores que pretenden generar arraigo a un espacio amigable, ocultan el proceso de exclusión y segregación social y espacial que representa la comunidad cerrada. Sin embargo, se reconoce que las relaciones sociales construidas sobre bases artificiales son bastante débiles y no fomentan el comunitarismo, objetivo emprendido por los desarrolladores inmobiliarios, sino más bien aíslan profundamente a los individuos así como al espacio cerrado respecto a la ciudad. Todavía más, esos lazos construidos sobre las bases de los reglamentos y los convenios restrictivos reducen los contactos con el exterior, con el otro, con lo diferente, por tanto incrementan paradójicamente el miedo más que la seguridad.

Uno de los pioneros en el estudio de las comunidades cerradas en Estados Unidos es Blakely (1997). Para este autor el fenómeno genera muchas críticas como seguidores en ese país, sobre todo por poner en tela de duda los valores que se consideran norteamericanos por excelencia, tales como el sentido de comunidad y la justicia, tomando en cuenta el asunto de las diferencias étnicas y las desigualdades económicas. También lo piensa como un proceso desafortunado pero necesario.  Cuestiona la eficiencia de los gobiernos para proporcionar seguridad y protección a los ciudadanos, de allí que se vea con buenos ojos establecer las defensas apropiadas del vecindario. Además, en la sociedad norteamericana persiste un sentimiento que recela de la ciudad por sus conflictos y complejidad, por lo cual el norteamericano de clase media pugna por habitar en las afueras, en el suburbio.

Blakely considera que hacia los ochentas del siglo XX las comunidades cerradas se generalizan en los Estados Unidos concentrándose básicamente en los estados del sur del país. Lo que empezó como comunidades para jubilados y millonarios devino en comunidades esencialmente para clases medias y altas. Blakely considera que las comunidades cerradas dentro del patrón de suburbanización norteamericano, expresan un deseo de separación y segregación que incentiva hacia fuera la discriminación social y económica. Al igual, la separación favorece la reducción del espacio público, disminuye los contactos entre personas de diverso nivel socioeconómico y étnico, los beneficios para unos son mayores y para otros disminuyen. Ahora, la variable miedo al crimen es cuestionada por Blakely, ya que en su estudio encontró que el reforzamiento de las defensas de los barrios cerrados no significaban una atenuación del miedo o que el crimen disminuyera en relación a la fortificación del espacio.

En una lectura de las urbanizaciones cerradas un tanto diferente a los estudios que refieren principalmente el miedo, McKenzie (1995) analiza el poder creciente de las asociaciones de propietarios de las comunidades cerradas. Para este autor los conjuntos cerrados son la expresión más clara del proceso de privatización del espacio público que caracteriza a las ciudades norteamericanas, al ceder los gobiernos locales poder social y político a favor de las Common Interest Development (CID). Las CID son desarrollos inmobiliarios donde la propiedad es socialmente compartida por los residentes, no solo en las áreas comunes o en el equipamiento colectivo, sino también en las regulaciones que rigen a las viviendas individuales. El control del conjunto cerrado se deposita en la asociación de propietarios creada ex profeso por el desarrollador inmobiliario, esta asociación administra todos los asuntos concernientes a la vida cotidiana, establece las reglas del juego para los residentes. McKenzie argumenta que la idea de comunidad y seguridad contenida en las urbanizaciones de tipo cerrado crea más sujeciones y controles a los residentes. En ese sentido critica a los urbanistas y arquitectos seguidores del denominado Nuevo Urbanismo quienes se encargan del diseño de las comunidades cerradas y piensan que construyen comunidad entre iguales, cuando solo utilizan artificialmente el discurso comunitario para beneficiar a los desarrolladores inmobiliarios.

En un sentido similar a McKenzie, Margaret Kohn (2004) considera que la vida pública en la ciudad norteamericana está siendo socavada por el gobierno privado de las gated communities, el shoping mall suburbano, los condos complexes y los distritos de negocios. Para esta autora son tres las propiedades que distinguen al espacio público: posesión, accesibilidad e intersubjetividad. Estas tres propiedades se ven amenazadas cuando lo privado implica la regulación para acceder al espacio, excluyendo a unos e incluyendo a otros. La promesa de la democracia y la igualdad implicada en el espacio público moderno está desapareciendo mientras se fortalece la posesión privada en los espacios de seguridad. Para Kohn, este proceso es evidente en la arquitectura del miedo, en las comunidades cerradas de los suburbios y en los malls vigilados por seguridad privada. El diseño de las edificaciones incide en las prácticas sociales, en las interacciones de los individuos ya sea propiciándolas o restringiéndolos, en ese sentido el gobierno privado en las principales urbanizaciones de tipo defensivo que distinguen a la ciudad, refuerzan el proceso de segregación existente en la sociedad.

Aproximación a las  urbanizaciones cerradas en Latinoamérica

En la bibliografía existente sobre el tema de las urbanizaciones cerradas en América Latina, se coincide en indicar la expansión del fenómeno a todas las ciudades. Para el caso de América Latina los estudios recientes ponen énfasis en las urbanizaciones cerradas y tienen como principales objetos de estudio a ciudades como Buenos Aires, Santiago, Sao Paulo, Caracas, Lima, Ciudad de México y Guadalajara. Los estudios han revelado que las urbanizaciones de tipo cerrado no se circunscriben solamente al esquema de la ciudad metropolitana sino que también asumen rasgos propios en las ciudades medias y pequeñas de los países. De tal modo, no estaríamos hablando de un fenómeno circunscrito a las grandes ciudades sino con gran presencia en los territorios y regiones donde la búsqueda de seguridad y certidumbre al caos urbano propicia el traslado a los espacios cerrados. Pero ligado al tema de la seguridad tendríamos el discurso de la distinción, las comunidades cerradas se constituyen en espacios de exclusividad y autonomía con respecto al conjunto urbano.

Sobresaliente es el estudio de Svampa (2001), quien plantea que la ciudad de Buenos Aires es campo de un creciente proceso de segregación espacial expresado en el explosivo aumento de los barrios cerrados y countries privados. Para Svampa la proliferación de barrios cerrados fue propiciado por las transformaciones económicas y sociales ocurridas en Argentina en los últimos años, transformaciones encaminadas a la privatización de la economía, al desmantelamiento del Estado interventor, el debilitamiento de las prestaciones sociales otorgadas por el Estado y a una consiguiente polarización social manifestada en el empobrecimiento de la clase media y la inseguridad creciente.

Dentro de ese caos social que envolvió a Argentina los barrios cerrados se constituyeron en la década de los noventa en los espacios “ganadores” y sus residentes, en la expresión más clara de la polarización existente en la clase media que benefició sobretodo a los sectores de población empleados en los sectores de la economía globalizada. Los “perdedores” fueron los sectores de clase media que se empobrecieron a consecuencia de la crisis económica. Para Svampa, la recurrente crisis económica creo una nueva estratificación con una reducida capa de ganadores que en el ánimo de encontrar protección  y seguridad vieron en los barrios cerrados una oportunidad para auto segregarse de la creciente fragmentación y polarización social.

Caldeira (1999) quien tiene como objeto de estudio Sao Paulo en Brasil,  considera que es una de las ciudades con la más inequitativa distribución de la riqueza en el mundo. Argumenta que la expansión en la ciudad de Sao Paulo de lo que ella llama “enclaves fortificados”, en los últimos quince años, ha tenido como consecuencia un nuevo modelo de segregación espacial que transforma la vida pública, es visible, confiere de símbolos de status y de instrumentos a la diferenciación social. Ella define los enclaves fortificados como espacios privados, cerrados y regulado el espacio para vivir, consumir, entretener y trabajar.

Estos enclaves tendrían como característica principal que la distancia espacial que separaba a ricos y pobres ha disminuido así como incrementado los mecanismos para mantener a los pobres físicamente alejados de los enclaves, dispositivos de control cada vez más obvios. Para Caldeira las barreras físicas en las viviendas unifamiliares, en los edificios de condominios y los centros comerciales, contribuyen a formar una nueva estética arquitectónica para conferir seguridad a las construcciones pero también para crear ambientes homogéneos socialmente no solo en los espacios para habitar sino también en los espacios para el consumo y el entretenimiento. Las clases medias y altas son las más favorecidas con el blindaje urbano pero también por dotarse físicamente de elementos simbólicos que incrementan la distancia social con otros grupos menos favorecidos. Caldeira considera que los enclaves fortificados son parte de una realidad discursiva que ofrece el mito de “un nuevo concepto de residencia” basado en las imágenes de seguridad, aislamiento, homogeneidad y calidad de servicios, pero que en verdad consolidan un estilo de vida y el status para la clase media y alta al ligar comunidades cerradas, aisladas, calidad de servicios, vivir entre iguales, con la posibilidad de vivir seguro. En contrapartida a las islas de seguridad se tendría a la ciudad con adjetivos negativos, con un medio físico deteriorado, contaminado, heterogéneo socialmente, inseguro y con espacios públicos abandonados.

Otra gran cantidad de estudios realizados en América Latina, principalmente en Chile, Argentina y Brasil. Cabrales (2002) y Janoshka (2002) coinciden en situar el origen del fenómeno de las urbanizaciones cerradas en Estados Unidos y desde allí, alimentado por el proceso globalizador, llegaron a América Latina en años recientes como espacios reafirmantes del estilo de vida para la clase media y alta además de constituirse como zonas de seguridad. Aunque Borsdorf (2003) identifica una larga tradición en cuanto a tendencias de segregación espacial en las ciudades latinoamericanas, observándose esa tradición en la tipología arquitectónica de origen español de las viviendas y monasterios religiosos. Borsdorf también indica la existencia para el siglo XIX de espacios cerrados construidos para los empleados de las compañías mineras extranjeras y en el siglo XX el desarrollo del country club en México y Argentina. Cierto es, que a pesar de la existencia de experiencias tempranas de urbanizaciones cerradas, el fenómeno contemporáneo tiene un carácter más expansivo y con formulaciones similares a la versión norteamericana en cuanto al autogobierno, la privatización del espacio público, la pretensión de crear comunidad y sobretodo la defensa del vecindario de la inseguridad latente de la ciudad. Borsdorf e Hidalgo (2005) advierten de la formación de un nuevo sentido de ciudad con la proliferación de residenciales vallados donde parece predominar el antiurbanismo representado por la inaccesibilidad urbana, la exaltación de la exclusividad y el prestigio social, escasa interacción entre los grupos sociales,  el favorecimiento de la exclusión sobre la inclusión y el poco aprovechamiento a nivel del tejido urbano de la infraestructura y el equipamiento conseguido por las urbanizaciones valladas.

Lacarrieu (2002) enfatiza un aspecto central en el tema de las urbanizaciones cerradas: la comunidad. Tomando como ejemplo las urbanizaciones cerradas existentes en Buenos Aires indaga en ellas la presencia de la naturaleza, el “verde”, como un elemento que articula la construcción de un sentido de lugar ligado a la idea del barrio o comunidad. Si bien considera importante el mercado, los medios y el poder político como elementos que explican los vecindarios cerrados, también concede centralidad al papel de los residentes de esas urbanizaciones para construirse un sentido de pertenencia a los lugares. De ese modo, las explicaciones basadas en el efecto de los procesos globales sobre las ciudades o la percepción del miedo a la violencia, aspectos que reiteradamente se encuentran en el análisis de las urbanizaciones cerradas, tienen un nuevo matiz consistente en el papel de la comunidad para mediar en los conflictos urbanos y en el nivel de la interacción social. Para Lacarrieu el contacto cara a cara, en un nivel microsocial, alimenta la construcción de una nueva forma de observar lo urbano y a las urbanizaciones cerradas.

También hay estudios que explican el fenómeno de las urbanizaciones cerradas a partir de la inseguridad y el miedo existente en las ciudades latinoamericanas, los casos arriba mencionados de Svampa y Caldeira son ejemplos de ello. Pero autores como Dammert (2001) y Nieto (2003) consideran la inseguridad como causas de las urbanizaciones cerradas, relacionan violencia, pobreza y deterioro urbano para justificar la segregación socioespacial. Muxí (2004) articula los procesos globales que contribuyen a acentuar la fragmentación urbana con la inseguridad de las ciudades que posibilitan la segregación social, para crear reductos urbanos de “felicidad controlada”. Para Muxí las urbanizaciones cerradas no hacen ciudad, por el contrario la ciudad tiende a ser impermeable por la instauración de barreras físicas que favorecen al ámbito privado sobre el público. Pone en duda el ideal comunitario de las urbanizaciones cerradas diciendo que se trata de un proceso de segregación a la medida del precio pagado por vivir en paraísos de seguridad.

Lugar central ocupa dentro de los estudios realizados en América Latina considerar las urbanizaciones cerradas en términos de consecuencia de la fragmentación espacial de las ciudades, generada esta fragmentación por la liberación del mercado del suelo, el proceso de globalización económica, las desigualdades sociales existentes y la segregación espacial correspondiente. En esta línea y diferenciándose por los matices propios de las ciudades estudiadas y el enfoque utilizado, se encuentran Rodríguez y Arriagada (2004), Roitman (2003), Prevot Schapira (2000), Janoschka (2003).

El inventario de estudios sobre urbanizaciones cerradas tiende a incrementarse como su objeto de estudio en las ciudades latinoamericanas. “Parece indicar que se trata de un objeto de estudio que está adquiriendo su propia identidad y que ya cuenta con marcos básicos de referencia” (Cabrales, 2003). De allí que estudiar el fenómeno de las urbanizaciones cerradas en la frontera noroeste de México puede ser un buen motivo para poner a prueba los enfoques teóricos utilizados en Estados Unidos y Latinoamérica, aprovechando la contigüidad de las ciudades fronterizas mexicanas con el país donde supuestamente se inició el proceso.

Al respecto son importantes los análisis realizados por Méndez y Rodríguez (2004), quienes se acercan por primera vez al estudio de los fraccionamientos cerrados en las ciudades de la frontera entre México y Estados Unidos. Teniendo como fondo la vecindad con Estados Unidos, las ciudades fronterizas observan marcados procesos de polarización social y de crecimiento demográfico, desde los cuales los fraccionamientos cerrados vienen llenando los intersticios dejados por el desarrollo urbano para convertirse en la principal oferta para las clases altas, al igual que la periferia se destina para los otros grupos sociales. La dispersión y la ciudad inmanejable son la consecuencia de estos procesos. Para estos autores los fraccionamientos cerrados se encargan de abastecer satisfactores materiales entre la población, simulando la seguridad y el confort mediante artificios de tipo escenográfico que recrea la puesta en escena de una versión local como caricatura de sus contrapartes en otros países.

Pensando en el tipo de urbanismo y arquitectura dispuesta en el espacio de las ciudades fronterizas Méndez (2006) retoma las experiencias tempranas de encerramiento observadas en México para llegar al fraccionamiento cerrado como lo conocemos hoy en día con las bardas, la ostentosidad interior que resalta con la pobreza de los entornos circundantes y el sentido de comunidad artificialmente construido a modo de las clases acomodadas. El urbanismo representado por el fraccionamiento cerrado asume a las ciudades como facilitadoras de la competitividad por el mercado inmobiliario a costa de privilegiar y excluir, la arquitectura del fraccionamiento cerrado es recurso escenográfico utilizado para idealizar lo comunitario a costa de los mensajes presuntamente tradicionales pero recontextualizados a la situación fronteriza como mero accesorio de consumo. A consideración de Méndez prevalece la simulación en la arquitectura y una propuesta urbana que reniega de la ciudad pre-existente más que construir alternativas “abiertas, amables, incluyentes, ambientalmente racionales”.

Rodríguez (2006) observa que en las ciudades fronterizas prevalece un modelo urbano que refuerza la fragmentación urbana y la segregación social. Dicha fragmentación y segregación en buena medida son propiciadas por el mercado inmobiliario quien encabeza el proyecto de ciudad cerrada a falta de una eficaz intervención pública en la hechura  urbana que favorezca el interés colectivo sobre el privado. Rodríguez piensa que las inmobiliarias imponen un concepto urbano basado en el rápido montaje de viviendas que fácilmente envejecen y desmantelan por la precariedad de las identidades pre-fabricadas dentro del paquete de venta de las viviendas. Sin embargo, la propuesta cerrada es un tipo de urbanización que no sólo se ofrece a las elites fronterizas sino también a todos los demás grupos sociales, además es un producto demandado y apreciado, por lo cual sus consecuencias urbanas todavía no son previsibles.

Maycotte (2005) teniendo como referencia a Ciudad Juárez y las políticas de vivienda gubernamentales seguidas en los últimos años, introduce una variable que explica en buena medida el éxito inmobiliario de los fraccionamientos cerrados: la figura del condominio. Ella considera que el marco legal existente da cobertura a políticas que tienden a reducir las condiciones de habitabilidad de las viviendas de interés social mediante el régimen de condominio, ésta forma de propiedad permite disminuir el tamaño de las viviendas y restringir las posibles ampliaciones a las mismas, además convierte a las exiguas áreas comunes en áreas residuales que no promueven la convivencia vecinal. Cosa distinta ocurre con los residenciales medios y altos donde el ornamento es fundamental.

Los fraccionamientos cerrados en las ciudades fronterizas de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, han proliferado en los últimos 15 años y son en algunas ciudades la única forma de urbanización disponible. El fenómeno tiene particularidades locales que lo distinguen de otras ciudades latinoamericanas, no sólo por el contexto del muro que separa a México y Estados Unidos, sino también por el tipo y extensión del proceso de fragmentación urbana y segregación social propiciado por el mercado inmobiliario que no tiene contraparte activa en la dimensión pública.

Las ciudades fronterizas

En los estudios realizados por las ciencias sociales en el norte del país, poco espacio se tiene para los estudios que tratan de comprender la relevancia y complejidad de las transformaciones sociales, demográficas, urbanas y culturales generadas en las ciudades fronterizas. En ese sentido, este trabajo tiene el objetivo de adentrarse en la comprensión de la dinámica urbana más reciente que caracteriza a las ciudades fronterizas del noroeste mexicano, en particular del proceso de urbanización que hace de los fraccionamientos cerrados uno de sus principales signos distintivos.

Las ciudades fronterizas mexicanas se destacan por mantener altas tasas de crecimiento poblacional y urbanización, Tijuana, Nogales y Juárez las ciudades que nos ocupan son ilustrativas de este proceso. Son ciudades que a inicios del siglo XX todavía no alcanzaban rango de ciudad. Son ciudades marcadas por la leyenda negra de los garitos y cantinas para norteamericanos como es el caso de Tijuana y Ciudad Juárez y como aduana fronteriza del ferrocarril para Nogales. De inicio el destino de estas ciudades fue marcado por los vaivenes de la economía norteamericana, esta dependencia influyó en sus posibilidades de crecimiento poblacional y económico. La frontera se abre y cierra para la emigración mexicana y para el cruce de mercancías de uno u otro lado de acuerdo a las necesidades norteamericanas.

La magnitud y profundidad de las relaciones transfronterizas establecidas entre las ciudades gemelas asentadas en la frontera se caracteriza por las diferencias estructurales existentes entre las naciones y por la dependencia mexicana a su contraparte norteamericana en bienes, mercancías, dinero y empleos. El fenómeno de la emigración mexicana hacia las ciudades fronterizas a lo largo del siglo XX no solo ocurrió por la posibilidad de cruzar legal o ilegalmente hacia Estados Unidos sino también por encarnar un escenario más próspero y de oportunidades, entre ello las actividades ligadas al narcotráfico que es la otra cara de las ciudades fronterizas en Baja California, Sonora y Chihuahua. Sin embargo, son ciudades que devinieron históricamente articulándose más hacia estados Unidos que a su integración nacional en términos sociales, culturales y económicos.

Es a partir que la industria maquiladora se estableció en las ciudades fronterizas que la fisonomía y la dinámica de Tijuana, Nogales y Juárez se altera profundamente. Para estas ciudades resultó sumamente impactante la maquiladora de exportación y los servicios que se desprenden de dicha actividad para su economía. Pero también significó que más población llegara y se incentivaran los conflictos y problemas para regular y planear el crecimiento de las ciudades. Las presiones sobre los gobiernos de las ciudades para mantener servicios básicos, infraestructura y equipamiento de calidad aumentaron no así su resolución. Al igual crecieron la inseguridad y la violencia citadina, la precariedad de los asentamientos irregulares, la competencia por los usos del suelo urbano y la capacidad del mercado inmobiliario para hacer ciudad.

Hoy en día Tijuana, Nogales y Juárez son ciudades que presentan un escenario urbano y social fragmentado. Las ciudades responden a múltiples centros o fragmentos que no conforman un conjunto funcional, más cuando el espacio se organiza en zonas de riqueza que concentra a los componentes de la globalización y zonas de pobreza con condiciones de vida demasiado precarias. Polarización social y fragmentación urbana son las dos caras para definir a las ciudades fronterizas. Además, son ciudades compuestas de muros para separar y segregar la vida social con el pretexto de la inseguridad.

Segregación y fragmentación en las ciudades fronterizas. La ausencia de un proyecto de ciudad

La fragmentación urbana que caracteriza a las ciudades fronterizas tiene implicaciones no sólo en el espacio cada vez más difuso y desintegrado sino también en la dimensión social, el efecto del proceso de fragmentación está ligado a la segregación social. El levantamiento de barreras físicas a las distancias sociales es algo común en la frontera aparentemente más cosmopolita, multicultural y permisiva a la llegada de nuevos integrantes. El muro de la línea que divide a México de Estados Unidos es prueba de las barreras físicas pero las ciudades mismas a su interior crean muros y bardas para separar y excluir, ese es el caso de los fraccionamientos cerrados. Los fraccionamientos cerrados refuerzan las distancias sociales por el discurso de la exclusividad y el prestigio social  presente en ellos, pero también por las bardas y dispositivos de seguridad que objetivan la segregación social y urbana (cuadro 1). Por segregación social y urbana puede entenderse a los espacios donde se separa y excluye de acuerdo a la condición social, económica, étnica o religiosa, para el caso de las ciudades fronterizas se trata de urbanizaciones donde las clases sociales tienen su propio espacio, el espacio físico determina el espacio social o también los ingresos determinan la ubicación residencial de los grupos sociales.

 

Cuadro 1
Fraccionamiento cerrado y clase social en las ciudades fronterizas
NIVEL

CIUDAD

ALTO

MEDIO

INTERES SOCIAL

TOTAL

TIJUANA

25

33

14

72

NOGALES

2

7

2

11

JUAREZ

12

20

4

36

TOTAL

39

60

20

119

Fuente: Elaboración propia.

 

La segregación social expresada por el fraccionamiento cerrado se basa en su ubicación cercana a vialidades principales, por ser conjuntos de pequeñas dimensiones y orientadas a la clases altas y medias primordialmente, no mantener comunicación ni continuidad con los sectores contiguos sino más bien aislados de ellos por las bardas. Visualmente la segregación se percibe por la calidad de las construcciones, el grado de ornamentación de las viviendas, la arquitectura evocativa de lo comunitario y las casetas de acceso con arcadas monumentales. Espacialmente la segregación se observa por los límites establecidos para separarse o escindirse de la ciudad, en este caso se trata de calles convertidas en muros, zonas baldías alrededor del conjunto como espacio de amortiguamiento, perímetros formados por taludes de cerro o cortes de tierra como muros de contención que hacen inaccesibles las intromisiones y campos agrícolas rodeando el conjunto realzando el aislamiento.

Es claro que existen diferencias en la oferta de conjuntos cerrados en las ciudades fronterizas de acuerdo a la condición de clase, resultando más desfavorecidos los residenciales de interés social en cuanto al diseño urbano, la calidad de las viviendas y la magnitud de los fraccionamientos que pervierten las condiciones de habitabilidad, resultando el conjunto cerrado de interés social más una caricatura que una propuesta de vida. El modelo cerrado está pensado para favorecer las condiciones de vida de la clase media y alta, de allí que sus atributos materiales y simbólicos endurecen la exclusividad y la seguridad, por el contrario en los conjuntos de interés social se trata de un proceso inmobiliario que asegura la obtención de ganancias a partir de facilidades legales como el condominio que permite crear asentamientos masivos y viviendas de reducidas dimensiones. En ese caso no existe posibilidad alguna para que los residentes obtengan prestigio social, la figura de la exclusividad se convierte en un argumento discursivo para vender y la seguridad en una simulación. Las bases de la segregación social consisten en la reproducción de un efecto de normalización de la propuesta cerrada entre la población, pero donde la efectividad de la propuesta se realiza sólo entre los grupos sociales con mayor capacidad económica. Pongamos el siguiente ejemplo de Tijuana (figura 1), en el plano se puede observa el patrón de ubicación de los fraccionamientos medios y altos representados por las líneas rojas y los de interés social representados por las líneas verdes. Sobresale en ese plano el acomodo de los fraccionamientos cerrados medios y altos en las zonas más exclusivas de la ciudad de Tijuana que son el entorno de Agua Caliente al centro de la ciudad, Playas de Tijuana al oeste pegado a San Diego y la línea costera hacia Rosarito al sur.

 

Figura 1. Ubicación de los fraccionamientos cerrados altos-medios y los de interés social o popular.
Fuente: Trabajo de Investigación “Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México, 1980-2003.” Bajo la dirección de Eloy Méndez Sáinz de El Colegio de Sonora.

 

En cambio los grandes asentamientos de interés social se establecen de manera periférica en suelo más barato, donde los problemas urbanos son más abrumantes en cuanto a seguridad, provisión de servicios básicos, condiciones de habitabilidad, cercanía con las áreas comerciales y laborales y disponibilidad de vialidades primarias. En ese sentido, la segregación social es básicamente notable entre los fraccionamientos medios y altos con respecto a la ciudad y a los demás grupos sociales.

Los fraccionamientos cerrados en Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez constituyen un fenómeno socio-espacial en proceso de expansión y prácticamente es la única opción ofrecida por el mercado inmobiliario. Los conjuntos urbanos creados por las empresas inmobiliarias en los últimos años o actualmente en proceso de construcción ofrecen las viviendas dentro de un diseño urbano que privilegia la vida detrás de bardas y casetas de vigilancia (cuadro 2). El efecto segregador de la tipología de vivienda que hace de los muros perimetrales y las restricciones a las entradas de extraños su principal característica es manifiesto, el efecto es todavía más grande cuando los emprendimientos cerrados medios y altos tienen como signo distintivo la exclusividad y el mantenimiento de un estilo de vida, logrando que la homogeneidad social existente exacerbe las diferencias sociales y la privatización del espacio público.

 

Cuadro 2
Fraccionamientos cerrados terminados y en construcción
               ESTADO

CIUDAD

TERMINADO

INCONCLUSO

TOTAL

TIJUANA

39

33

72

NOGALES

8

3

11

JUAREZ

23

13

36

TOTAL

70

49

119

Fuente: Elaboración propia.

 

El diseño urbano de tipo cerrado recrea bastante bien el proceso de fragmentación y segregación urbana característico de la ciudad contemporánea, tiene relevantes consecuencias en el territorio de las ciudades fronterizas y define con nitidez las imágenes caóticas y desordenadas que la componen. En las ciudades fronterizas de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, las consecuencias y el impacto de los fraccionamientos cerrados son observables en:

·                                La inaccesibilidad e impermeabilidad urbana

·                                La dispersión y creación de periferia

·                                La privatización del espacio público y el diseño urbano defensivo

·                                El lugar residual de la administración y la planeación urbana

·                                Fortalecimiento y legitimación del discurso de la seguridad y el miedo

·                                La paradoja de la socialización y el sentido de comunidad

La inaccesibilidad e impermeabilidad urbana

En Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez la proliferación de los fraccionamientos cerrados rápidamente están produciendo un paisaje urbano donde las bardas y muros perimetrales sustituyen a las fachadas de las viviendas en la traza básica de las ciudades. Las fachadas de las viviendas, con sus particulares estilos arquitectónicos y jardines frontales con vistas a la calle, constituían la unidad y el sentido de las zonas residenciales, en la actualidad dicha unidad es referida por las barreras físicas que separan lo público conformado por la calle y lo privado conformado por conjuntos residenciales ocultos a la vista. La discontinuidad urbana que refieren los fraccionamientos cerrados es fácilmente observable a partir de los elementos materiales como bardas, muros y arcos de tipo monumental que identifican el espacio, constituidas en barreras y obstáculos para la integración urbana.

Inmediatamente es observable que las ciudades reducen la permeabilidad urbana, la secuencia y continuidad se interrumpe en las bardas, los circuitos interiores son inaccesibles y el acceso vigilado es el único punto que liga el espacio cerrado al resto de la ciudad. En ciudades como Tijuana o Nogales la continuidad urbana se interrumpe aún más por las dificultades de la topografía montañosa, el trazado urbano de los espacios cerrados utiliza los cerros y taludes como límites pero también como elemento material que facilita aislar el espacio y ligarlo poco a las ciudades.

En Tijuana, el elemento topográfico sirve a los fraccionamientos cerrados de nivel alto, como los ubicados en el sector exclusivo de Agua Caliente, para presentar una imagen resbaladiza, es decir, son visibles en el entorno por establecerse sobre las pendientes de los cerros pero debido a lo accidentado del terreno los contornos y el acceso resultan difíciles de encontrar, aumentando su inaccesibilidad y la impermeabilidad urbana (figura 2). En el caso de Ciudad Juárez los fraccionamientos cerrados se ubican en medio de zonas agrícolas en proceso de extinción por el avance de la mancha urbana, sin embargo el trazado urbano del espacio cerrado se liga a las vialidades principales sin soluciones de continuidad a futuro por los bardeados existentes. Hacia el oriente de la ciudad lo visible de los espacios cerrados son las calles principales ocupadas a lo largo de ellas por casetas de acceso controlado y por las fachadas decoradas de las bardas y muros de cantera perimetrales, siendo los interiores del espacio invisibles al escrutinio público.

 

Figura 2. Espacios resbaladizos. Fraccionamiento cerrado Rincón Colonial en el sector de Agua Caliente, Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

A pesar de la variable topográfica o el suelo agrícola, para el caso de las ciudades fronterizas estudiadas la formalización de los límites de los espacios cerrados mediante bardas y muros interrumpe la estructura viaria de las ciudades. Se construyen espacios residenciales sin ciudad, es decir, la integración de los espacios cerrados a la ciudad y su vinculación con el resto de las áreas residenciales es cuestionable. No se trata sólo de bardas como límites físicos de la propiedad sino de restricciones al tráfico vehicular, a la circulación peatonal, al incremento en los tiempos de recorrido por las distancias cada vez mayores para rodear espacios impenetrables o por las contribuciones al desmejoramiento del transporte público y el beneficio del transporte privado. La continuidad de la ciudad se reduce y el signo distintivo de las ciudades recae en la impermeabilidad del espacio cerrado.

Dispersión y creación de periferia

La aparición de fraccionamientos cerrados al mismo tiempo que fomenta la discontinuidad urbana por la morfología de islas no integradas plenamente al tejido urbano, favorece la dispersión de la ciudad y la creación de nuevas periferias. Los grandes fraccionamientos cerrados de interés social de Tijuana como Santa Fe, El Refugio o Villa Residencial del Bosque se crearon en las orillas de la ciudad (figura 3), incluso alejados de la mancha urbana, contribuyendo con esto a la dispersión y a la formación de pequeñas ciudades dormitorio carentes de equipamientos comerciales o recreativos para grandes sectores de población. Si bien el costo de llevar infraestructura y servicios fuera de la ciudad recae en las empresas inmobiliarias, el congestionamiento presentado por la existencia de sólo una vialidad principal para el acceso y salida de vehículos y personas es obligación para el gobierno local buscar su solución. Sin embargo, un efecto positivo de la creación de periferia mediante fraccionamientos cerrados es la llegada de infraestructura y equipamientos a las áreas adyacentes, generalmente sectores pobres y con tenencia irregular de suelo urbano, que de otra manera tendrían que esperar mucho más tiempo en la gestión de políticas públicas. Además, como consecuencia de la urbanización el valor del suelo urbano se incrementa y permite la llegada de capital comercial o industrial.

 

Figura 3. Acceso al conjunto de Villa Residencial del Bosque en la periferia de Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

Los pequeños fraccionamientos cerrados para las clases altas y medias se localizan unos en zonas intersticiales de la ciudad ocupando reducidos espacios vacíos, permitiendo cierta densificación del espacio urbano, pero la mayoría se destaca por ubicarse sobre accidentes de terreno alejados de la ciudad o en sus márgenes, explotando el manejo paisajístico del espacio. El sector de Playas de Tijuana y la carretera escénica hacia Rosarito (figura 4 y 5), son buenos ejemplos de entornos que explotan las condiciones naturales aunque sumamente dispersos y aislados. Estos sectores concentran a conjuntos residenciales con buenos equipamientos recreativos e infraestructura, alejados completamente de la zona central de la ciudad, pero accesibles por la calidad de las vialidades principales.

 

Figuras 4 y 5. Fraccionamientos exclusivos en Playas de Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

La ciudad de Nogales reproduce el mismo esquema de dispersión y creación de periferia (figura 6) aunque a una escala mucho menor comparando con Tijuana o Ciudad Juárez. El fraccionamiento Santa Lucía es ejemplo del fenómeno de dispersión urbana, ubicado al oriente de la ciudad, es un espacio aislado y lejano de la mancha urbana pero funcionando como una pequeña ciudad, conectado a una vialidad principal que comunica hacia el centro y a la carretera hacia Hermosillo.

 

Figura 6.Ubicación de Fraccionamientos cerrados en la ciudad de Nogales.
Fuente: Trabajo de Investigación “Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México, 1980-2003.” Bajo la dirección de Eloy Méndez Sáinz de El Colegio de Sonora.

 

El sector oriente de Ciudad Juárez donde se ubican el grueso de los fraccionamientos cerrados ejemplifica el proceso de dispersión y creación de periferia (figura 7). La antigua zona agrícola brinca las condiciones naturales para aislar y dispersar los espacios de tipo cerrado por la amplia superficie. Al mismo tiempo, los fraccionamientos cerrados se constituyen en zonas suburbanas que explotan la lejanía con el área central y con las zonas residenciales populares del poniente y sur de la ciudad. Esta nueva periferia de Juárez se caracteriza por la exclusividad, los altos ingresos de sus residentes y la promoción de espacios periurbanos privilegiados por la naturaleza abundante en agua por los canales de riego existentes y el discurso “verde” de la cercanía al campo.

 

Figura 7. Ubicación de Fraccionamientos cerrados en Ciudad Juárez.
Fuente: Trabajo de Investigación “Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México, 1980-2003.” Bajo la dirección de Eloy Méndez Sáinz de El Colegio de Sonora.

 

Dentro del proceso de dispersión urbana, en las tres ciudades fronterizas estudiadas se tiene que la creación de periferia está acompañada de la formación de nuevos centros urbanos, representados por los grandes centros comerciales y de entretenimiento cercanos a zonas residenciales privilegiadas. En contrapartida, el área central tiende al deterioro y las zonas populares habitadas por la clase social baja, ubicadas también en áreas periféricas de las ciudades, no se benefician del esquema poli céntrico y del desarrollo material y simbólico como los fraccionamientos cerrados altos y medios. Con esto la fragmentación urbana se acentúa así como la segregación social urbana.

En Nogales la construcción de periferia consiste en fraccionamientos de tipo cerrado ubicados en los márgenes de zonas industriales y populosas invasiones urbanas, el caso del fraccionamiento Casa Blanca ejemplifica la situación. Este conjunto inserto en un costado del parque industrial Nuevo Nogales II tiene como vecinos a las invasiones Colosio y Jardines de la Montaña, la comunicación a la ciudad se logra cruzando el parque industrial pero reforzando, mediante un largo talud que sirve de barrera, la separación física entre el espacio cerrado y la invasión. La inequidad social es evidente. En Tijuana la ocupación de áreas periféricas de la ciudad por espacios cerrado de nivel medio y alto, como Residencial Jardines de Agua Caliente, refuerza la segregación social urbana mediante una avenida principal que la divide de la colonia Camino Verde ubicada al sur, una de las áreas más irregulares en cuanto a ocupación del suelo de la ciudad y con un grado de marginación alto. En Juárez (figura 8) las cosas resultan ser distintas por la característica ya descrita de la existencia de fraccionamientos cerrados ubicados de manera periférica y dispersa sobre zonas agrícolas lejanas a sectores residenciales.

 

Figura 8. Fraccionamientos cerrados alejados de la mancha urbana en Ciudad Juárez.
Fuente: GoogleEarth. Copyright Image 2006  DigitalGlobe.

 

Sin embargo, las especificidades locales en cuanto a las formas de expresión del fraccionamiento cerrado no exime la aparición del proceso de construcción de vivienda en la periferia pero sin articulación formal con la ciudad o dispersión urbana, representado por los grandes emprendimientos cerrados de interés social existentes en Tijuana como El Refugio y con los fraccionamientos populares abiertos de Ciudad Juárez como Parajes del Sur o Castillo Peraza que arquitectónicamente están diseñados para ser cerrados. Aunque el reducido tamaño del conjunto, la calidad en los equipamientos comunes y las viviendas, el manejo paisajístico del espacio y la exclusividad, caracterizan y confieren un particular matiz a los fraccionamientos medios  y altos de Tijuana y Ciudad Juárez, igualmente se adscriben al proceso de dispersión y creación de periferia.

La privatización del  espacio público y el diseño urbano defensivo

En las ciudades fronterizas los fraccionamientos cerrados inmediatamente afectan el espacio público propiciando su privatización. Al momento que las calles y banquetas interiores, parques y áreas verdes, equipamientos recreativos e infraestructura de servicios, son restringidos en su uso y utilización libre a los habitantes de la ciudad, en cambio la exclusividad de los usos recae solamente en los residentes de los fraccionamientos, en ese instante ocurre una modificación sustancial en la forma de experimentar y valorar el espacio público. La restricción a los ciudadanos para usar el espacio público al interior del fraccionamiento privado se acompaña de la exclusividad, las restricciones son en ese sentido indicativas de la existencia de desigualdades sociales e inequidades económicas.

A la privatización del espacio público contribuye el particular diseño interior de las urbanizaciones cerradas. Los modelos apuntan al alejamiento del trazado ortogonal clásico de la ciudad moderna, refieren la búsqueda de elementos visuales atractivos, pequeñas variaciones en las fachadas de las viviendas que rompan con la homogeneidad y decorados que evoquen tradición y nostalgia. La arquitectura dispuesta pretende crear confianza en la organización espacial y sentido de comunidad por la recurrencia a jugar simbólicamente con figuras religiosas o históricas. El diseño urbano básico se conforma  de trazados viales sinuosos que exaltan al atractivo visual del conjunto, formando un circuito principal en forma de peine que los arquitectos denominan “cul de sac”. Los dientes del peine, en las ciudades del norte de México se les llaman privadas,  son vialidades pequeñas con retorno en el extremo y puerta eléctrica o caseta de vigilancia en el acceso y con las viviendas ubicadas a lo largo de la vialidad. Las áreas verdes se localizan en un sector central del fraccionamiento o bien en pequeños fragmentos en cada una de las privadas. Otro diseño clásico consiste de una entrada principal, un circuito viario rodeando el parque y las zonas de equipamiento, las viviendas alrededor del circuito y las fachadas orientadas hacia el parque (figura 9). Se tienen combinaciones y variaciones pero esos son los modelos principales. Estos diseños dejan al interior el espacio público, priorizan la invisibilidad externa devenida en inaccesibilidad por las prohibiciones al acceso.

 

Figura 9. Diseño urbano de fraccionamiento cerrado en circuito rodeando un área central en Ciudad Juárez.
Fuente: Revista Casas, No. 3, Ciudad Juárez, Agosto de 2005.

 

La figura del condominio es la principal forma de organización espacial utilizado en el fraccionamiento cerrado para dejar el espacio público encapsulado detrás de bardas y muros (figura 10). El condominio señala la propiedad privada de las viviendas, la propiedad colectiva de las áreas comunes como estacionamientos y áreas verdes para asegurar el mantenimiento y conservación de los espacios, pero también existen las áreas de donación que pertenecen a la ciudad y esas áreas en el caso de los fraccionamientos cerrados son utilizadas por las inmobiliarias para introducir servicios y equipamientos que confieren valor agregado al espacio por la exclusividad condicionada sólo a los residentes, sin embargo las leyes de desarrollo urbano no contemplan restricciones para que la ciudad las utilice como de hecho ocurre.

Otro elemento importante para explicar la privatización del espacio público es que las regulaciones públicas son sustituidas por las reglamentaciones privadas, todo fraccionamientos cerrado cuenta con reglamentaciones surgidas de las asociaciones de propietarios. Además, ciertos servicios públicos como la seguridad y la recolección de basura recaen en administraciones privadas. En esas reglamentaciones se expresa el deseo de fomentar el sentido de comunidad indicando a sus miembros las reglas para vivir al interior, el pago de cuotas, el uso de los espacios comunes y el mantenimiento del espacio. La forma de propiedad en régimen de condominio facilita el establecimiento de medidas que aseguren la armonía y la tranquilidad del espacio, entre ello restringir la intromisión de extraños y la implementación de sistemas de seguridad basados en la vigilancia privada de bienes y personas. Siendo accesible el espacio solamente a residentes la posibilidad de mantener una interacción  social intensa o fomentar el encuentro de la diferencia se inhibe,  limitando con esto los otros atributos del espacio público.

En Tijuana el régimen de propiedad en condominio caracteriza a los fraccionamientos cerrados. En esos espacios cerrados las vialidades colectoras son consideradas por el gobierno local como públicas, sin embargo, la accesibilidad  principio básico del espacio público es  negada a todo individuo que no sea residente, en ese sentido los equipamientos recreativos y áreas verdes también son restrictas. Esa es la función de la caseta de vigilancia instalada en el acceso principal del fraccionamiento, prevenir por motivos de seguridad la intrusión de no miembros del conjunto.

 

Figura 10. Diseño urbano básico del condominio en Tijuana.
Fuente: Mungarro, Jesús, La frontera y sus fronteras. Tipologías urbanísticas y arquitectónicas del fraccionamiento cerrado en Tijuana, Tesis de Maestría, El Colegio de Sonora, Septiembre de 2005.

 

La privatización del espacio público tiene funciones de mantenimiento de la exclusividad y la seguridad. Al menos, los fraccionamientos cerrados de nivel alto y medio se destacan por la inaccesibilidad al espacio público que es parte de la ciudad pero que es apropiado para dar status al conjunto, el endurecimiento del perímetro mediante bardas y muros y la profesionalización de la seguridad privada para vigilar el orden, muestra que entre más seguro y hermético es el espacio mayor prestigio y distinción detenta. Los fraccionamientos cerrados ubicados en Playas de Tijuana sobre la carretera costera a Rosarito y el sector de Agua Caliente en el área central de la ciudad son ejemplos de ello. Cosa contraria ocurre con los grandes conjunto formados por miles de viviendas de interés social como las Villas en sus distintas secciones, Santa Fe o El Dorado, donde el diseño cerrado del espacio poco a poco tiende a debilitarse y por tanto a presentar una imagen no tan exclusiva ni prestigiosa.

En Ciudad Juárez las áreas consideradas públicas al interior de los fraccionamientos son abundantes y amplias, a diferencia de Tijuana donde la presión del costo del suelo y la voracidad de las inmobiliarias reduce su tamaño. Sin embargo, la accesibilidad al espacio antes público es notablemente menor, a esta situación contribuye el particular diseño urbano del conjunto cerrado. El espacio público conformado en su mayoría por bondadosas áreas verdes y andadores peatonales se concentra al centro del espacio cerrado, sin posibilidad de acceder a él por las restricciones en el acceso y por el círculo de viviendas que la rodea. A pesar de la aceptación del gobierno local del carácter público de ese tipo de espacio, se muestran permisivas a la exclusividad de su uso por considerar adecuados los ordenamientos vecinales tendientes a lograr la seguridad interior. Pero la privatización de hecho del espacio público ocurre en una ciudad que carece de grandes espacios para la recreación y el entretenimiento, además el inaccesible espacio existente al interior del fraccionamiento cerrado contribuye no sólo a la fragmentación de la ciudad sino también a la segregación social urbana, proceso que refiere básicamente la normalización de la desigualdad social.

En Nogales la privatización del espacio público por el fraccionamiento cerrado no tiene un carácter tan marcado como en Tijuana o Juárez, más bien es un asunto de rehabilitación del espacio de parte de los mismos residentes. La mayoría de los fraccionamientos cerrados detectados en la ciudad de Nogales cuentan con limitado espacio público y equipamiento de uso colectivo, al contrario las empresas inmobiliarias dejaron como zonas baldías y abandonadas todo aquello que no fuera de su propiedad, ha sido la organización vecinal la que se ha encargado de recuperarlos del vandalismo y el olvido. Los fraccionamientos Real del Arco, El Paseo y Santa Lucía (figura 11) son urbanizaciones cerradas donde los vecinos se encargaron de rehabilitar el poco espacio público disponible del abandono del gobierno local y de la indolencia de las inmobiliarias. Sin embargo, a pesar de la recuperación del espacio público no deja de ser de uso exclusivo a los residentes ni accesible a los habitantes de la ciudad.

 

Figura 11. Fraccionamiento cerrado Santa Lucía en Nogales.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

El lugar residual de la administración y planeación urbana

Los fraccionamientos cerrados tienen un fuerte impacto en las políticas de planeación urbana. Los gobiernos de las ciudades difícilmente pueden resolver los problemas de fragmentación urbana cuando los espacios organizados defensivamente para el mantenimiento de la seguridad mediante bardas y muros perimetrales, obligan a la ciudad a rodearlos, haciendo  que los recorridos y los tiempos sean mayores. Además, la ubicación y morfología de los fraccionamientos cerrados privilegia el uso del transporte privado contribuyendo a la congestión del tráfico vehicular. El tráfico congestionado se ve favorecido por los accesos únicos que mantienen los fraccionamientos cerrados que redireccionan los accesos y salidas hacia un mismo punto. A los gobiernos de las ciudades les resulta difícil resolver los problemas generados cuando las vialidades que conectan los fraccionamientos con la mancha urbana no están diseñadas para soportar un gran número de vehículos, el mantenimiento y conservación de la infraestructura se complica más para la administración urbana.

En Tijuana, el fraccionamiento Santa Fe ubicado al sur-poniente de la ciudad mantiene un acceso único a cerca de 20,000 viviendas que utilizan una sola vialidad que a su vez funciona como carretera hacia Rosarito (figura 12). La saturación vehicular en las horas picos es mayúscula, por otro lado la carencia de equipamientos comerciales y recreativos presiona a los residentes a salir fuera del fraccionamiento a realizar las compras, llevar a los hijos a la escuela o asistir al trabajo. La misma situación ocurre en los sectores de El Refugio y El Florido al sur-oriente de la ciudad que desembocan en una vialidad que se convierte en carretera hacia Mexicali. Las medidas de planeación y administración urbana seguidas por el gobierno municipal como construir distribuidores viales, aumentar los carriles de circulación en las vías existentes o crear nuevas, no son suficientes para aligerar la carga vehicular vista la magnitud de los conjuntos residenciales. La saturación vial en buena medida es posible por privilegiarse el transporte privado sobre el público.

 

Figura 12. Sección del conjunto Santa Fe en la periferia de Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

La naturaleza casi impenetrable del fraccionamiento cerrado reduce la permeabilidad urbana, por tanto facilita el alargamiento de las rutas y la mencionada congestión vehicular. Pero sus implicaciones mayores tienen que ver con la creación de áreas separadas y aisladas del entorno urbano, con accesos restringidos al concurso de la ciudad. La segregación urbana expresada por el fraccionamiento cerrado permite no sólo que los espacios particulares sean inaccesibles sino también amplios sectores de la ciudad, las colonias y áreas vecinas reproducen el modelo urbano cerrado formando conglomerados urbanos donde la circulación se reduce a residentes y empleados domésticos. En Tijuana el sector de Agua Caliente (figura 13) agrega a la imagen de exclusividad y asiento de las clases altas, la cualidad de un espacio central de la ciudad formado por pequeños fragmentos cerrados que inhiben la circulación de vehículos y personas ajenas, las imágenes de soledad posibilitadas por un continuo de bardas y muros que bordean las vialidades indican la ausencia del dinamismo propio de una ciudad.

 

Figura 13. Entorno de Agua Caliente en el área central de Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

Otra impacto de las urbanizaciones cerradas para las ciudades son las dificultades de los servicios de emergencia y de seguridad para ingresar a los espacios cerrados. De acuerdo a lo declarado por funcionarios municipales [1] al asumir los residentes o las inmobiliarias las administraciones de los condominios y sustituir al gobierno en la provisión de servicios públicos, se presenta la situación de que se restringe la prestación de servicios por la Cruz Roja, Bomberos y seguridad pública municipal en casos de emergencia o de auxilio, dando la preferencia a instancias privadas o en todo caso sometiendo a las instituciones públicas al escrutinio y vigilancia de la seguridad privada. La obstrucción a los servicios de emergencia reduce los tiempos de respuesta de la policía o de las ambulancias, también el particular diseño urbano del espacio cerrado caracterizado por la existencia de barreras físicas dificulta el tránsito por zonas resguardadas por bardas sin puntos visibles o referencias.

La existencia de espacios cerrados con barreras físicas, poco integrados a la ciudad y con restricciones al acceso, tienen la posibilidad de funcionar sin los permisos establecidos por las leyes y reglamentos de los diversos órdenes de gobierno. Con esto la posibilidad de planear y regular adecuadamente el crecimiento de la ciudad por parte de las autoridades se reduce ampliamente. De acuerdo a entrevistas realizadas a funcionarios municipales en materia de desarrollo urbano en la ciudades fronterizas estudiadas, en muchas ocasiones las inmobiliarias no hacen entrega al municipio de los conjuntos urbanos construidos por ellas para evitar la intromisión del gobierno local en los asuntos internos y para evadir responsabilidades, con esto los municipios no prestan los servicios de recolección de basura, alumbrado público y conservación de áreas verdes, pero las empresas privadas contratadas por los vecinos o las inmobiliarias se hacen cargo de esas tareas sustituyendo al ámbito público.

Otra irregularidad en la que incurren las inmobiliarias es urbanizar suelo no apto para soportar asentamientos humanos, particularmente en Tijuana y Nogales es común que las inmobiliarias realicen rellenos de cauces de arroyo o cañadas para estabilizar terrenos, cortes de talud mal construidos y utilicen materiales permeables (cuadro 3). Estas son prácticas que propician la creación de riesgos y aumenten la vulnerabilidad de los conjuntos urbanos a inundaciones, derrumbes y hundimientos del suelo. Al operar las inmobiliarias de manera irregular también se dificulta que la administración de la ciudad pueda realizar los estudios de factibilidad para la dotación de servicios e infraestructura, propiciando con esto que ocasionalmente los desarrollos no cuenten con suficiente agua potable o que las aguas negras generadas puedan ser conducidas al drenaje de la ciudad.

 

Cuadro 3
Fraccionamientos cerrados en situación de riesgo en las ciudades fronterizas
UBICACION

CIUDAD

SOBRE PENDIENTE LIGERA

SOBRE PENDIENTE PRONUNCIADA

SUELO PLANO

SITUACION DE RIESGO*

TIJUANA

28

31

13

35

NOGALES

3

8

0

8

JUAREZ

2

0

34

15

TOTAL

33

39

47

58

* erosión, cauce de río, derrumbe, inundación
Fuente: Elaboración propia.

 

Es claro que a los gobiernos locales les resulte difícil planear y regular el desarrollo urbano cuando se enfrentan a la voracidad de las empresas inmobiliarias que no consideran suficientemente las implicaciones del modelo de urbanización cerrado ni mucho menos consideran las condiciones de habitabilidad generadas funcionando al margen de los ordenamientos. Pero la informalidad bajo la cual aparentan trabajar las inmobiliarias requiere de una autoridad débil, en otras palabras, es el mercado inmobiliario quien realmente hace ciudad.

El fortalecimiento y legitimación del discurso de la seguridad y el miedo

Muchos habitantes entrevistados en los fraccionamientos cerrados de las ciudades fronterizas consideran que los muros y los controles de acceso hacen seguros a sus espacios. Se cree firmemente que entre más herméticos sean los dispositivos de protección, mejor equipados y adiestrados sean los guardias privados, más altas las bardas y reforzadas con rejas y alambradas, la percepción de seguridad será mayor (cuadro 4). Este sentimiento de buscar la seguridad detrás de las bardas y muros, en buena medida es alimentado por la gran inseguridad existente en las ciudades pero también por la desconfianza depositada en el gobierno para proveer tranquilidad y paz. Se considera a los gobiernos cómplices, ineficientes e incapaces para proveer de seguridad, por esa razón la respuesta privada a la sensación de miedo es refugiarse en el espacio cerrado como si este fuera una burbuja protectora. Los índices de inseguridad en Tijuana, Ciudad Juárez y Nogales, son altos (SEDESOL, 2004), aparentemente los datos disponibles dan pie a pensar que el caos y la delincuencia es significativa en las ciudades reforzando los imaginarios del miedo (ICESI, 2004).

No existe información pública que refiera una disminución de delitos al interior de los espacios cerrados o que no ocurran con la misma frecuencia que en el resto de la ciudad. De acuerdo a la información obtenida en las entrevistas a residentes[2], ellos declaran que regularmente se presentan casos de delitos, primordialmente el robo en casa habitación, vandalismo y violencia intrafamiliar. A pesar de las medidas de protección consistentes en bardas, guardias privados y control de acceso, los fraccionamientos cerrados no siempre erradican la delincuencia completamente. Sin embargo, los entrevistados declaran a sus conjuntos urbanos como seguros, podría pensarse que los fraccionamientos cerrados mantienen un falso sentido de seguridad.

Cuadro 4
Medidas de seguridad en los fraccionamientos cerrados

CIUDAD

TIPO SEGURIDAD

TIJUANA
NOGALES
JUAREZ

CASETA

67

10

36

GUARDIAS

52

9

35

PLUMA MANUAL

22

6

6

CAMARA/CC

10

0

2

REJA CONTROL ELECTRONICO

22

0

30

REJA MANUAL

32

4

5

ESTACIONAMIENTO P/VISITANTES

22

4

8

Fuente: Elaboración propia.

 

En las ciudades fronterizas, particularmente Tijuana, donde los fraccionamientos cerrados de interés social están conformados por miles de viviendas, la inseguridad es significativa y los residentes entrevistados declaran haber sido víctimas de algún delito o saber de alguien, además de acuerdo a datos del municipio contenidos en el Plan de Desarrollo Urbano de Tijuana de 2003, el sector de Las Villas conformado como ya hemos dicho por fraccionamientos cerrados en su mayoría, es considerado como inseguro (figura 14). Los residentes de fraccionamientos medios y altos observan en sus declaraciones no recordar la comisión de algún delito en el tiempo vivido en esos espacios. En Nogales, igualmente los residentes consideran sus espacios como seguros a pesar de haber reportado delitos como el robo en vivienda y vandalismo. En Ciudad Juárez se pudo observar que el fraccionamiento cerrado no protege a los residentes de la inseguridad, al contrario los mismos dispositivos de seguridad pueden fallar como quedo demostrado en el Fraccionamiento San Pablo, donde los guardias privados contratados para cuidar el conjunto fueron sorprendidos robando en una vivienda por dos mujeres residentes a las cuales asesinaron.

Ese hecho saca a colación el problema de la utilización de guardias privados en los fraccionamientos cerrados como medida de protección en sustitución de las instituciones públicas de seguridad. La utilización de guardias privados viene a revelar que la seguridad de los fraccionamientos recae primordialmente en empresas que operan ilegalmente, no están registradas en los sistemas de seguridad pública y con personal no adiestrado o capacitado, en el mejor de los casos los guardias utilizados en los fraccionamientos es personal improvisado contratado por las asociaciones de vecinos. La situación observada con los guardias privados corrobora el falso sentido de seguridad construido en los fraccionamientos cerrados, existen fraccionamientos altos y medios en Ciudad Juárez y Tijuana donde la seguridad es excepcional pero la regla es el funcionamiento informal de los guardias.

 

Figura 14. Caseta de acceso a fraccionamiento Villas del Sol tomada por el vandalismo y la inseguridad, Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

Otro problema relacionado con la seguridad es que la protección basada en la inaccesibilidad al interior y la existencia de barreras físicas, favorece que los narcotraficantes tomen al fraccionamiento cerrado de nivel medio y alto como el lugar idóneo para vivir. Por el contrario, los narcotraficantes se ven favorecidos por las restricciones y el control para vivir con tranquilidad y no ser molestados por las instituciones de seguridad públicas o por los mismos narcotraficantes rivales. En algunas de las entrevistas realizadas a residentes de fraccionamientos y a especialistas ligados a la venta o construcción de fraccionamientos en Tijuana y Juárez, salió a la luz el temor por la posibilidad de vivir junto a narcotraficantes o de venderles viviendas, ya que se tiene noticia de capturas, sospechas de gente armada y peleas ocurridas al interior de espacios cerrados en esas ciudades. Sin embargo, sólo se tiene información percibida por los entrevistados más no información de fuentes oficiales, aunque queda la posibilidad.

Estos problemas en la seguridad presentados en los fraccionamientos cerrados niegan precisamente lo que se supone es su principal atributo y razón de existir. La seguridad privada se convierte en ese sentido en mera simulación (Méndez, 2002), el decorado y montaje con barreras presuntamente infalibles revelan que la seguridad es puro artificio.

La paradoja de la socialización y el sentido de comunidad

Los fraccionamientos cerrados tienen un efecto diferenciado en los procesos de socialización y en la fortaleza del sentido de comunidad. En los grandes conjuntos residenciales de tipo cerrado de interés social en Tijuana, la estrechez del espacio y el hacinamiento ocasionan una fuerte tensión reflejada en el menoscabo en la calidad y la intensidad de la interacción social (figuras 15 y 16). Los residentes se muestran inconformes con la calidad de sus viviendas y la queja común es el incumplimiento de lo prometido por parte de la inmobiliaria en lo referido a la seguridad y la formación de un sentido de identificación con el espacio al procurar la participación vecinal en los asuntos comunes. Por otro lado, son espacios que muy rápidamente van deteriorando su imagen física como la desintegración social de sus habitantes. En Nogales, en los fraccionamientos cerrados predominantemente de nivel medio es observable un buen nivel de organización y participación vecinal, con la finalidad de mantener en buenas condiciones el espacio y para defenderse de las omisiones  e incumplimientos de las inmobiliarias.

 

Figuras 15 y 16. Viviendas de 3 metros de frente en fraccionamiento cerrado de interés social en el Sector de Las Villas, Tijuana.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

En contrapartida, es observable un efecto contrario en los fraccionamientos medios y altos de Tijuana y Ciudad Juárez, donde el reducido tamaño de los conjuntos residenciales asegura un mayor control, además se trata de condiciones de habitabilidad distintas y calidad en los equipamientos e infraestructura de servicios. En ese tipo de fraccionamientos la necesidad de proteger el espacio y mantener la exclusividad social lleva a los residentes a organizarse aunque no necesariamente significa un nivel de interacción alto sino más bien contactos cordiales pero distantes, la individualidad y el egocentrismo repelen o condicionan los vínculos sociales.

El diseño urbano de los conjuntos cerrados supone una arquitectura facilitadora del sentido de comunidad por los mensajes alusivos a la nostalgia y la tradición, requiere una alta participación de los residentes para crear cohesión social, pero el resguardo detrás de las bardas y muros no necesariamente implican que automáticamente ese objetivo se cumpla. Los niveles de integración social son diferenciados,  las tensiones o la buena sintonía entre los residentes dependen de las condiciones de habitabilidad de las viviendas, la calidad de los equipamientos y la compartición de un mismo conjunto de valores y creencias en relación al espacio común.

Sin embargo, las empresas inmobiliarias consideran importante la formación de una cultura comunitaria al interior de los espacios cerrados. En ese sentido, la empresa URBI en Tijuana y Ciudad Juárez, teniendo como referencia y experiencia el caso fallido de Las Villas [3], ofrece como parte del paquete de venta de las viviendas la puesta de un plan maestro comunitario [4] que procura sumar esfuerzos entre el gobierno, las hipotecarias, los residentes y la empresa inmobiliaria, para propiciar la organización vecinal en los condominios tendiente al mantenimiento del valor de la propiedad y la buena imagen urbana, dotar de prestigio material y simbólico a los conjuntos urbanos e incentivar la cultura de pago en las cuotas de conservación y los pagos a las hipotecarias. Se considera prioritario el mantenimiento constante de la participación vecinal para ver cuajar la articulación entre imagen del espacio, valor de la propiedad y sentido de comunidad, la seguridad viene por añadidura y como expresión del fuerte estado de integración e interacción entre los residentes.

Para posibilitar la creación y mantenimiento de un sentido de comunidad, las inmobiliarias recurren también a la implementación y seguimiento de las políticas que buscan robustecer la organización vecinal como la periodicidad de las asambleas y la rendición de cuentas mediante informes de trabajo de los comités de vecinos, además se incentiva la participación vecinal haciendo hincapié en el cumplimiento del pago de cuotas y su correspondiente utilización en las mejoras materiales y visuales de los espacios comunes. Como parte del seguimiento, inmobiliarias como URBI de fuerte presencia en el noroeste de México, mantienen oficinas de atención a clientes en sus conjuntos urbanos con la finalidad de resolver conflictos entre vecinos, quejas contra la empresa y vigilar el cumplimiento de la normatividad del régimen de condominio.

Sin embargo, esas medidas tendientes a construir sentido de comunidad mediante la participación y organización condominal no están generalizadas en los fraccionamientos cerrados de las ciudades fronterizas, al contrario en demasiadas ocasiones las empresas inmobiliarias se desprenden de cualquier responsabilidad en cuanto a lo ofrecido a los compradores una vez realizada la venta de la vivienda. En otras ocasiones, ante las omisiones o incumplimientos de las inmobiliarias son los propios vecinos quienes deciden organizarse y buscar el mantenimiento y la seguridad de sus espacios, construyendo desde abajo el sentido de comunidad artificialmente construido por las inmobiliarias desde un proceso de compra-venta y no desde una articulación entre sistema de creencias y valores, tradición e historia compartida, espacio físico-social simbólicamente envestido de arraigo. Importante es indicar que los problemas al nivel de la socialización y la interacción entre residentes en la mayoría de las ocasiones se refieren a los grandes emprendimientos de interés social y en menor medida a los conjuntos cerrados de nivel medio o alto.

En las ciudades fronterizas la situación en los fraccionamientos cerrados tiende a complicarse porque los gobiernos locales difícilmente pueden interceder en los conflictos generados en los condominios, primero por su incapacidad funcional y operativa para atenderlos, en segundo lugar por las ambigüedades e indefiniciones legales que lo inmovilizan. Actualmente, las leyes de condominios estatales no confieren relevancia al gobierno local para ser instancia de atención y resolución de conflictos, las leyes de desarrollo urbanos estatales tan sólo le otorgan capacidad al gobierno local para llevar los trámites administrativos de autorización y expedición de permisos para construir los fraccionamientos abiertos o en condominio, más no para intervenir en los conflictos presentados en la interacción vecinal o con las inmobiliarias, el derecho administrativo prevalece para atender los asuntos comunitarios a pesar de que los conflictos rebasan ese ámbito jurídico en bastantes ocasiones.

En los fraccionamientos cerrados de interés social, los comités de condóminos conformados por vecinos exclusivamente para observar el cumplimiento de los derechos y obligaciones de los residentes, igualmente son rebasados por la inseguridad urbana, por la escasa participación o la apatía de los vecinos. Es claro que no todos los fraccionamientos cerrados de las ciudades fronterizas pueden considerarse como experiencias fallidas en cuanto a la posibilidad de ser alternativa para la sociabilidad, el sentido de comunidad, la habitabilidad y sustentabilidad urbana, sin embargo, los problemas parecen agravarse en los fraccionamientos de interés social en primer lugar por la alta densidad habitacional y poblacional y en segundo lugar por las deficiencias en las condiciones de habitabilidad de las viviendas.

En ocasiones, la hiperregulación plenamente consensuada y defendida por los residentes al interior de los fraccionamientos cerrados prevalece como mecanismo de prevención de conductas desviadas, para asegurar los niveles de convivencia y regular las prácticas cotidianas. Los casos de hiperregulación detectados en las ciudades fronterizas se refieren a espacios medios y altos básicamente. Los fraccionamientos cerrados ubicados en Playas de Tijuana y sobre la carretera costera a Ensenada orientados a la clase media alta tanto de Estados Unidos como de Tijuana son ejemplos de espacios donde la variedad de reglas establecidas convierten la vida interior en monótona y sin sobresaltos. El sector de Agua Caliente asiento de las clases pudientes de Tijuana, mantiene un significativo desarrollo de conjuntos cerrados exitosos basados en el respeto irrestricto a la normatividad de los condominios y a la regulación exacerbada de la sociabilidad interior. En Ciudad Juárez fraccionamientos exclusivos como La Rioja, Paseos del Bosque (figura 17), Paseos de las Palmas y Las Arboledas, residenciales de nivel medio alto también gozan de reglas de estricto cumplimiento. Pero lo común en este tipo de emprendimientos cerrados en Tijuana y Juárez es no sólo el cumplimiento de las leyes de condominios sino la plena aceptación de los residentes para acatarlas y aún más convertirse en sus mejores vigilantes.

 

Figura 17. Puerta de acceso a Paseos del Bosque, fraccionamiento cerrado exclusivo y con altos niveles de hiperregulación interna. Ciudad Juárez.
Fuente: Archivo de investigación Comunidades Cercadas, 2005.

 

Consideraciones finales

De acuerdo al trabajo de investigación realizado en las ciudades fronterizas de Tijuana, Nogales y Ciudad Juárez, se pudo constatar que el fraccionamiento cerrado es su principal forma de urbanización. El dinamismo mostrado por el mercado inmobiliario en los últimos años no deja lugar a dudas, como se observó en las visitas a esas ciudades, la cantidad de conjuntos urbanos en proceso de construcción o recientemente terminados son numerosos. El “boom” de fraccionamientos cerrados tiende a transformar radicalmente el escenario urbano, no se trata de una propuesta focalizada o sin consecuencias para el tejido urbano, ni tampoco es mero reflejo del buen desarrollo de la industria de la construcción en México, por el contrario, cada vez son más evidentes y visibles sus efectos positivos como negativos.

La localización de los fraccionamientos cerrados en las periferias de las ciudades ha servido para incrementar el valor del suelo circundante a los fraccionamientos cerrados, también permite redensificar áreas abandonadas en la zona central de las ciudades, además el fraccionamiento cerrado permite introducir o acercar infraestructura y equipamiento a sectores marginados o populares contiguos al mismo. El desarrollo residencial también facilita la actividad comercial y la provisión de servicios urbanos para la creciente población de los conjuntos, así como emplea a un numeroso contingente de personas ocupadas en el servicio doméstico y en la conservación de los equipamientos. Para el caso de los fraccionamientos cerrados medios y altos, estos se benefician de diseños arquitectónicos de mayor calidad, viviendas mejor construidas y más espaciosas, al parecer mejor seguridad y superiores equipamientos recreativos.

Pero el fraccionamiento cerrado también tiene consecuencias negativas para las ciudades fronterizas. Restringe los usos mixtos del suelo, desmerece la accesibilidad urbana, favorece el aislamiento de zonas, establece barreras que acrecientan la incomunicación urbana. Entre los efectos negativos más evidentes se tiene la segregación social que convierte las barreras físicas de la seguridad en elementos primordiales para la exclusividad social, los fraccionamientos medios y altos de Tijuana y Ciudad Juárez corroborar esa situación. También la privatización del espacio público es otro proceso aparejado al fortalecimiento del fraccionamiento cerrado, el diseño restricto del espacio fomenta la inaccesibilidad a los habitantes de las ciudades. Ligado al proceso de privatización del espacio público en las ciudades fronterizas prospera la privatización de los servicios, la seguridad policíaca recae en cuerpos privados, los servicios de mantenimiento de los equipamientos recreativos y conservación de las vialidades así como la recolección de la basura es llevada a cabo principalmente por servicios privados.

Los fraccionamientos cerrados se justifican por la existencia de alta inseguridad urbana y a la percepción del miedo de los ciudadanos. Ese discurso legitima la instauración de muros, casetas de vigilancia y el uso de guardias privados, para regular el acceso a propios y extraños así como proporcionar seguridad. Aunque no exista información fidedigna en las instituciones públicas de seguridad, los fraccionamientos cerrados, a pesar de las medidas de seguridad establecidas, no están exentos de la violencia urbana. El trabajo de investigación realizado permitió corroborar que los habitantes de los fraccionamientos cerrados se sienten seguros y tranquilos por las medidas de protección instauradas, sin embargo, la información recogida en las mismas entrevistas a los residentes y en los periódicos locales, da cuenta de innumerables hechos delictivos cometidos al interior de los conjuntos cerrados. La cuestión es que los muros y los dispositivos de vigilancia no son efectivos para atenuar la inseguridad pero si construyen en los habitantes un falso sentido de la seguridad.

Es difícil pensar en qué medida el fraccionamiento cerrado contribuirá a crear ciudades más seguras, tranquilas, amables, cohesionadas y ordenadas, cuando tiende a beneficiar solamente a determinados sectores sociales excluyendo al resto. Revertir el proceso de segregación social en las ciudades es una actividad que, forzosamente, requiere la conciliación de un fenómeno que al parecer favorece la creación de seguridad y privacidad, homogeniza a los grupos de mayores ingresos y confiere prestigio, densifica y compacta a las ciudades, presenta mejores equipamientos de uso colectivo y viviendas de calidad, pero, al mismo tiempo es un proceso que restringe la diversidad de usos del suelo, la sustentabilidad urbana, la conexión urbana, la diversidad social, la accesibilidad y la equidad social.

 

Notas

[1] Las entrevistas a funcionarios municipales fueron realizadas en las 3 ciudades estudiadas por el equipo de investigación “Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México, 1980-2003”, bajo la dirección de Eloy Méndez Sáinz de El Colegio de Sonora.

[2] Las entrevistas a residentes de fraccionamientos cerrados fueron realizadas por el equipo de trabajo en las tres ciudades estudiadas en la investigación: “Comunidades cercadas: estudio de una arquitectura y urbanismo alternativos a la luz de la experiencia de la frontera norte de México, 1980-2003”, bajo la dirección de Eloy Méndez Sáinz de El Colegio de Sonora.

[3] Las Villas en sus 4 secciones (Villa Fontana, Villa del Sol, Villa del Real y Residencial del Bosque) es de los primeros fraccionamientos cerrados de interés social construidos en Tijuana de forma masiva a inicios de la década de los noventa por la empresa URBI.

[4] La empresa URBI de significativa presencia en el mercado inmobiliario del noroeste de México a raíz del fracaso de la organización comunitaria en las Villas de Tijuana, su primera experiencia en grandes conglomerados de fraccionamientos cerrados, ensayó un Plan Maestro de Desarrollo Comunitario en el conjunto Santa Fe de reciente creación.

 

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