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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XI, núm. 248, 15 de septiembre de 2007
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


“SABER SEPARAR LO BUENO DE LO MALO, LO CIERTO DE LO INCIERTO”: LA FRENOLOGÍA Y LOS MÉDICOS CATALANES, c. 1840 - c. 1860

David Nofre Mateo
Centre d’Estudis d’Història de les Ciències (CEHIC), Universitat Autònoma de Barcelona

Recibido: 30 de noviembre de 2006. Devuelto para revisión: 12 de febrero de 2007. Aceptado: 19 de marzo de 2007.

Resumen

La frenología del médico alemán Franz Joseph Gall (1758-1828), combinación de teoría del cerebro y de ciencia del carácter, fue popularizada en España durante la década de 1840 principalmente por el frenólogo catalán Marià Cubí (1801-1875). Transmisora de una concepción naturalista del ser humano, la doctrina frenológica ejerció un gran atractivo entre la profesión médica catalana, especialmente entre aquellos facultativos cercanos al liberalismo progresista. Entre ellos cabe destacar por su importancia a Pere Mata (1811-1877) y a Pere Felip Monlau (1808-1871), quienes se apropiaron de muchos de los elementos de la doctrina frenológica para conformar un discurso que tenía como objetivo final la reforma de la medicina y de la sociedad española.

Palabras clave: frenología, naturalismo científico, Marià Cubí, Pere Mata, Pere Felip Monlau.

Abstract

Franz Joseph Gall’s phrenology, a combined theory of brain and science of character, was popularised in Spain during the 1840s principally by the Catalan phrenologist Marià Cubí (1801-1875). A vehicle of transmission of scientific naturalism, phrenology appealed to Catalan medical profession, especially to those physicians who hold liberal political views. We stress the role of Pere Mata (1811-1877) and Pere Felip Monlau (1808-1871), main figures of mid-nineteenth century Spanish medicine, who appropriated many elements of the phrenological doctrine in order to build a discourse with the purpose of reforming both medicine and Spanish society.

Key words: phrenology, scientific naturalism, Marià Cubí, Pere Mata, Pere Felip Monlau.

El jueves 22 de octubre de 1846 aparecía en las páginas de El Barcelonés el siguiente anuncio*:

EL CUERPO DEL HOMBRE O LA ANATOMÍA [sic] y fisiología humana por el doctor Galet. Obra ilustrada con 195 láminas dibujadas y litografiadas por el autor, incluidas las de los sistemas de Lavater y Gall, vertida de la lengua francesa a la española. La obra consta de 4 tomos en folio, con láminas iluminadas por 800 rs., y en negro por 400 rs. Se abre suscripción por tomos a 100 rs. cada uno en la Agencia Médica Catalana, calle de Escudellers nº 68[1].

Su contenido anunciaba la publicación de la traducción de la obra del médico francés Jules Galet Le corps de l’homme, ou l’anatomie et physiologie humaines mises à la portée de toutes les classes de la société (1835-1841)[2]. El texto de anatomía y fisiología de Galet fue publicado por la Agencia Médica Catalana entre 1844 y 1846, un establecimiento propiedad del farmacéutico homeópata Josep Martí i Artigas[3], y posteriormente fue recomendado como texto de consulta a los estudiantes de la Facultad de Medicina de Barcelona[4].

La obra de Galet contenía abundantes ilustraciones y había sido escrita con la voluntad de difundir entre un público no especializado una visión naturalista (o «fisiológica», según expresión de la época) del ser humano, con la intención final de convencerlo de las posibilidades que ésta ofrecía para el progreso de la sociedad. El hecho de que el anuncio hiciera referencia a la «frenología» del médico alemán Franz Joseph Gall (1758-1828) y a la «fisiognomonía» del pastor evangelista suizo Johann Kaspar Lavater (1741-1801) es un indicio de hasta qué punto prácticas controvertidas como la frenología o la fisiognomonía, transmisoras de una concepción naturalista del ser humano, ejercieron un atractivo entre la profesión médica catalana durante las décadas centrales del siglo.

El objetivo de este artículo es analizar con detalle las actitudes de los médicos catalanes en relación con la doctrina frenológica popularizada por los frenólogos catalanes, principalmente por Marià Cubí i Soler (1801-1875) [5]. Aunque estas actitudes fueron plurales y complejas, la doctrina de Gall sedujo sobretodo a médicos catalanes con una filiación política cercana a los postulados del liberalismo progresista. Figuras clave de la medicina catalana y española del siglo XIX, como Pere Mata i Fontanet (1811-1877) o Pere Felip Monlau i Roca (1808-1871), se apropiaron de muchos de los elementos de la frenología[6]. Aunque desarrollaron la mayor parte de su carrera profesional fuera de Cataluña, Mata y Monlau se formaron e iniciaron sus respectivas carreras profesionales en un contexto caracterizado por la represión y las tensiones sociales, como lo era la sociedad catalana de la décadas de 1830 y 1840. En este contexto, tanto los partidarios de la frenología como aquellos que se apropiaron de algunos de sus principios tuvieron que hacer un esfuerzo para moderar sus posiciones, percibidas a menudo por los sectores más conservadores como desafiantes del orden social, y evitar así la consabida acusación de propagar el materialismo y el ateísmo[7]. Este proceso de apropiación fue altamente selectivo y estuvo guiado por una actitud prudente basada, en palabras del médico alienista Antoni Pujadas i Mayans (1811-1881), en “saber separar lo bueno de lo malo, lo cierto de lo incierto” [8].

Como es sabido, la frenología tuvo su origen en los trabajos sobre anatomía y fisiología del cerebro humano realizados por Franz Joseph Gall durante la última década del siglo XVIII[9]. En un contexto de amplia difusión de doctrinas que establecían alguna relación entre la morfología de la cara y cabeza de un individuo con sus disposiciones innatas, Gall inició una investigación sistemática sobre la anatomía del cerebro humano con la ayuda de Johann Gaspar Spurzheim (1776-1832), por entonces un estudiante de medicina. El sistema de Gall, llamado por él mismo primero “Schädellerhe” (o doctrina del cráneo) y posteriormente “physiologie du cerveau”, era una combinación de teoría del cerebro y de ciencia del carácter que puede resumirse en los siguientes postulados: el cerebro es el órgano de la mente y está formado por un conjunto de órganos; estos órganos se encuentran localizados en diferentes áreas del cerebro y cada uno de ellos realiza una función específica; y, por último, debido a que el cráneo se osifica sobre el cerebro durante su formación, el análisis externo del cráneo (o examen craneoscópico) proporciona el método para diagnosticar el estado de las facultades mentales (figura 1) [10].

 

Figura 1.

 

En 1813, Spurzheim abandonó a Gall, parece ser que con motivo de sus discrepancias en relación a las posibles aplicaciones de la doctrina y a la bondad natural y perfectibilidad del ser humano[11]. Spurzheim se estableció en Gran Bretaña con el propósito de divulgar la nueva ciencia. Allí, elaboró con el abogado escocés George Combe (1788-1858) una versión modificada del sistema de Gall para hacerlo más asequible a audiencias más amplias. Spurzheim y Combe popularizaron la denominación de “frenología”; añadieron un nuevo postulado que relacionaba el tamaño relativo de cada órgano del cerebro con su potencia; crearon una nomenclatura frenológica para designar las facultades mentales; y postularon las aplicaciones terapéuticas, educativas y sociales de la nueva ciencia (figura 2) [12]. En sus manos, la doctrina de Gall se convirtió en una auténtica ciencia del hombre y de la sociedad.

 

Figura 2.

 

Durante las últimas tres décadas la frenología ha atraído la atención de los historiadores interesados en comprender el proceso de delimitación de las fronteras y contenidos de la ortodoxia científica. Durante la década de 1970, Steven Shapin y Roger Cooter, entre otros, propusieron en sus respectivos trabajos una nueva forma de entender la frenología alejada de aproximaciones anteriores que la consideraban una pseudociencia practicada por charlatanes[13]. Estos trabajos contribuyeron a consolidar la imagen de la frenología como una ciencia al servicio de los movimientos de reforma social de la Gran Bretaña de las décadas de 1820 y 1830. Para estos autores, el acento que los frenólogos ponían en la mejora del individuo y en la necesidad de manipular los factores ambientales a través de reformas sociales, atrajo a amplios sectores de las clases medias, especialmente a aquellos que, como los jóvenes profesionales de la medicina o los artesanos más calificados, buscaban ascender socialmente[14].

Los recientes trabajos de John van Wyhe desafían abiertamente la visión constructivista de la frenología defendida por Shapin y Cooter[15]. Para Van Wyhe, la frenología fue ante todo un tipo de fe etiquetada como «ciencia» que proporcionaba autoridad a todos aquellos que la practicaban, pero que en ningún caso contenía una concepción reformista de la sociedad. Al contrario, según van Wyhe, los frenólogos itinerantes (llamados también peyorativamente “bump-readers”), de forma similar a astrólogos, magnetizadores o espiritistas, veían en la frenología una ciencia fácil de aprender y practicar y una manera de ganarse la vida. La crítica de Van Wyhen no invalida, en mi opinión, el hecho de que todas estas prácticas controvertidas, incluida la frenología, contuvieran elementos que las hacían muy atractivas a todos aquellos que buscaban transmitir visiones reformistas o alternativas de la sociedad. El mismo van Wyhe reconoce el papel central que tuvo la frenología en la difusión del pensamiento naturalista durante la primera mitad del siglo. El caso catalán estudiado por el autor de este trabajo junto con trabajos recientes sobre la frenología francesa también apuntan a la íntima relación existente entre las actividades de los frenólogos itinerantes y la popularización de una visión marcadamente fisiológica del ser humano, percibida por los sectores más conservadores como transmisora de concepciones materialistas; a la vez, estos trabajos demuestran la afiliación progresista (entendida ésta en un sentido amplio) de la mayoría de los partidarios de la frenología[16].

Si exceptuamos el caso de la homeopatía, la historiografía española no ha prestado demasiada atención a la presencia de prácticas alternativas en la sociedad española del siglo XIX[17]. En el caso concreto de la frenología, la producción existente hasta la fecha se centra básicamente en los trabajos realizados por Luís S. Granjel sobre Marià Cubí y los realizados por Jacint Corbella y por Edelmira Domènech sobre la llamada «escuela de frenología catalana»[18]. Corbella y Domènech estudian no sólo la figura de Cubí, la importancia de la cual está fuera de dudas, sino que extienden su estudio al grupo de frenólogos que se agrupó en Vilanova i la Geltrú entorno a la figura de Magí Pers i Ramona (1803-1888), editor de la Revista Frenológica (1852-1854), y al grupo de partidarios de la frenología liderado por los jóvenes Narcís Gay i Beyà (1819-1872) y Joan Llach i Soliva (1821-1860?), colaboradores de Cubí y editores de la revista El Eco de la Frenología (1847) [19].

Aunque la popularización de la frenología en Cataluña se produjo durante las décadas de 1840 y 1850, la doctrina de Gall ya había sido introducida en España a lo largo de las primeras décadas del siglo[20]. Tal y como han demostrado Francesc Bujosa y Consuelo Miqueo, durante el primer tercio del siglo la doctrina de Gall era bien conocida en los ambientes médicos españoles. Así lo demuestran las múltiples referencias a la obra de Gall en los tratados de fisiología y anatomía, en las entradas de los diccionarios médicos, en algunos tratados de higiene y también en algunas publicaciones periódicas médicas de las décadas de 1820 y 1830[21].

A pesar de los diversos intentos realizados a lo largo de las primeras décadas del siglo por dar a conocer la doctrina frenológica en España, fue sin duda la frenética actividad de Marià Cubí como frenólogo itinerante la que permitió el acceso a la doctrina de Gall a amplias capas de la población. En el caso concreto de Cataluña, la amplia repercusión que tuvieron las actividades de Cubí convirtió a la frenología en uno de los elementos más controvertidos de la vida cultural catalana. En una sociedad dividida y sometida a fuertes tensiones sociales, la irrupción de Cubí y de sus enseñanzas polarizó las posiciones en relación a temas tan controvertidos como la necesidad de realizar reformas sociales o el papel de la religión en la nueva, pero todavía frágil, sociedad liberal.

Una nueva ciencia llega a Barcelona

 Cubí procedía de los Estados Unidos, donde había pasado gran parte de su vida desde que a los veinte años de edad había decidido abandonar Mahón, donde había residido toda su niñez y juventud, y embarcarse en una aventura que le llevaría a recorrer los Estados Unidos, México y Cuba[22]. Los años que Cubí pasó en tierras americanas, especialmente su segunda estancia en los Estados Unidos entre 1835 y 1842, son fundamentales para entender su posterior dedicación como “propagador de la frenología en España” [23]. Parece ser que el primer contacto de Cubí con la frenología se produjo durante su estancia en Baltimore, hacia 1828. Según Miquel Arañó, Cubí tuvo la oportunidad de leer las obras de George Combe durante su estancia en Baltimore[24]. Sin embargo, no fue hasta su llegada a Nueva Orleáns a finales de 1835 cuando Cubí decidió iniciar su formación como frenólogo. Durante un periodo de cinco meses, Cubí se formó con los frenólogos Orson Squire Fowler (1809-1887) y Joseph Rodes Buchanan (1814-1899) [25]. Una vez finalizado este periodo inicial de formación, Cubí continuó su aprendizaje visitando centenares de instituciones públicas (escuelas, prisiones, presidios, asilos, hospitales, etc.) donde tuvo la oportunidad de examinar miles de cabezas.

El aprendizaje de Cubí se produjo en los estados sureños de los Estados Unidos y en el área del Caribe. Ambos territorios eran por entonces espacios de frontera y por tanto contextos muy favorables para la proliferación de todo tipo de «sectas médicas»[26]. Por otra parte, durante las primeras décadas del siglo XIX ambos territorios vivieron un período de difusión de los valores democráticos que en el ámbito de la práctica médica se concretó en una menor regulación, dando lugar en el caso concreto de los Estados Unidos a la derogación de facto de las distinciones legales entre practicantes ortodoxos y heterodoxos[27]. Finalmente, las giras que Spurzheim y Combe realizaron por los Estados Unidos en 1832 y 1838-1840, respectivamente, aumentaron aún más el interés de la población norteamericana por una doctrina que, ensalzando la creencia en la mejora individual, reforzaba las tesis del por entonces emergente individualismo norteamericano[28].

A su llegada a Europa, Cubí se encontró con un ambiente menos favorable que el norteamericano para la propagación de la doctrina de Gall. En un artículo enviado desde París al American Phrenological Journal, Cubí se quejaba de la falta de vitalidad de la frenología en Francia[29]. Según Cubí, ésta se había convertido en un objeto de estudio por parte de médicos y científicos interesados únicamente en entender mejor el funcionamiento del cerebro. Como veremos a continuación, la percepción inicial de Cubí, sin ser del todo errónea, resultó un poco exagerada.

 La llegada de Marià Cubí a Barcelona se produjo el 2 de octubre de 1842. Pocos días después, la prensa de la ciudad se hacía eco de la noticia a través de dos artículos publicados en el conservador Diario de Barcelona y en el progresista El Constitucional[30]. Los artículos fueron redactados por dos de las máximas autoridades médicas de la ciudad: Pere Vieta i Gibert (1778-1856), vicepresidente de la Real Academia de Medicina, autor del artículo publicado en el Diario de Barcelona, y Pere Mata, quien por entonces ya era una figura clave de la intelectualidad progresista de la ciudad y jefe de la redacción de El Constitucional, autor del artículo que apareció en éste último[31].

Aunque el tono de los dos artículos es bastante positivo, las diferencias en el contenido y en la forma en que fueron publicados proporcionan algunos indicios de cómo sería percibida la nueva ciencia entre los diferentes sectores de la clase dirigente catalana y de la profesión médica. El artículo escrito por Mata para su diario presenta a Cubí como sabio, amante de la ciencia y de la humanidad y como profesor de frenología en los Estados Unidos, realzando positivamente también sus actividades como profesor y fundador de escuelas en Cuba, México y los Estados Unidos. En cambio, el artículo escrito por Vieta para el Diario de Barcelona en ningún momento trata a Cubí como profesor de frenología, sino que tan sólo se menciona su dedicación a la enseñanza de las lenguas, y muestra una cierta prevención hacía la nueva ciencia y hacia su propagador, señalando la falta de “prevención” y “precaución” de Cubí en su dedicación al estudio de la frenología[32].

A pesar de las advertencias de Vieta, Cubí se lanzó a una intensa campaña propagandística y rápidamente entró en contacto con diversos miembros de la elite cultural catalana, examinando “la cabeza a muchas de las personas más notables de Barcelona” [33]. El ejercicio de la práctica frenológica levantó rápidamente gran expectación en Barcelona, favoreciendo la aparición de más frenólogos que recorrían los pueblos de Cataluña y la proliferación de diversos productos culturales que -como carteles, obras de teatro, literatura popular o bustos frenológicos- actuaron como vehículos de transmisión de una visión naturalista de la mente humana[34].

Entre las actividades llevadas a cabo por Cubí, cabe destacar sus visitas a los diversos establecimientos penitenciarios de Barcelona, así como al hospital y al departamento de expósitos, en los cuales, previo permiso de las autoridades, pudo examinar las cabezas de diversos internos. Estos establecimientos, en los cuales se encontraban individuos considerados por los frenólogos como «casos extremos», es decir, individuos con algún órgano cerebral excesivamente desarrollado, ofrecían al frenólogo la oportunidad de mostrar la utilidad terapéutica y social de la nueva ciencia en presencia de las autoridades públicas. En este sentido, Cubí no hacía más que reproducir una práctica habitual entre los frenólogos, los cuales realizaban estas visitas con el objetivo de legitimar su ciencia.

Un testimonio de estas visitas lo encontramos en el artículo que el arquitecto Josep Oriol i Bernadet (1811-1860), amigo de Cubí y profesor de matemáticas en la Academia de Ciencias Naturales y Artes barcelonesa, publicó en el diario La Corona el 27 de febrero de 1843[35]. El artículo se titula significativamente “Visitas Frenológicas” y en él se relatan las visitas que por entonces Cubí estaba realizando a los presidios de la ciudad, elogiando la figura del frenólogo y deseándole lo mejor para él y para su ciencia[36]. El artículo de Oriol i Bernadet fue contestado pocos días después en el mismo diario por el médico Joaquim Pascual, quien, a pesar de reconocer el éxito que estaba obteniendo Cubí, ponía en duda la veracidad de la frenología y de otras prácticas también por entonces en boga en la ciudad, como el magnetismo animal o la homeopatía[37]. Tal y como reconocía pocos años después el destacado anti-frenólogo Josep Marià Riera i Comas (1827-1858), el artículo de Pascual iba contra una corriente que “era entonces muy impetuosa” [38].

El éxito de Cubí debió de ser sin duda formidable, como lo demuestra el cambio de actitud de Pere Vieta. Un día después de que Cubí finalizara su primer curso de frenología en Barcelona, que significativamente se impartió en la Casa de la Convalecencia del Hospital General de la ciudad, Vieta publicaba otra vez en el Diario de Barcelona un artículo bajo el mismo pseudónimo en el cual defendía abiertamente las virtudes de la frenología[39]:

“La voz frenología, que vale lo mismo que si dijésemos ciencia del espíritu, no es una impostura como muchos creen, es una ciencia de indagación que al paso que reconoce ya muchas y grandes verdades, también está sujeta a errores, pudiéndose decir que esto le es común con todas las demás ciencias, pues que ninguna hay que haya llegado al colmo de las verdades: todas necesitan continua indagación, todas han de corregir errores a menudo.”

La rectificación de Vieta suponía un buen aval para la frenología, como reconocería Cubí posteriormente[40]. Sin embargo, el hecho de que Vieta firmara otra vez bajo pseudónimo restaba impacto a su artículo. De todos modos, esta vez Vieta tampoco tenía inconveniente en reconocer ser el autor del artículo en una carta privada dirigida a Cubí y que éste posteriormente reproduciría en repetidas ocasiones[41]. Las reservas de Vieta a la hora de firmar sus artículos hay que entenderlas en el contexto de un período de intensos cambios en la estructura de la profesión médica[42]. A falta de acuerdo interno sobre la doctrina de Gall, lo mejor era no expresarlo públicamente, evitando así debilitar a la profesión, la cual por entonces ya se encontraba sometida a desafíos muchos más importantes y urgentes, como el que representaba la homeopatía[43].

La actividad frenológica de los médicos catalanes

Las obras que se podían encontrar a la venta en la Agencia Médica Catalana no eran las únicas obras publicadas que transmitían una visión naturalista del ser humano. Durante este período proliferaron las traducciones de textos frenológicos (entre los que cabe destacar el Lecciones de Frenología (1844-1845) de F.J.V. Broussais) [44]; las referencias a la doctrina de Gall en los libros de textos más importantes; y una amplia variedad de productos culturales que, sin versar específicamente sobre la frenología, transmitían una concepción marcadamente fisiológica del ser humano[45]. La realización pública y privada de exámenes craneoscópicos por parte de facultativos catalanes confirma el interés que despertó la frenología entre un sector no despreciable de la profesión médica. Fuera de Cataluña, los debates que tuvieron lugar en el Instituto Médico Valenciano o la convocatoria de un concurso público por parte de la Academia de Esculapio de Madrid con el objetivo de dilucidar la utilidad de la frenología, son muestras de que éste interés era también compartido fuera de Cataluña[46]

La doctrina de Gall también encontró su lugar en las aulas catalanas. Ya hemos comentado al inicio de este trabajo que el atlas de Jules Galet El cuerpo del hombre (1844-1846), con sus litografías de los sistemas de Gall y Lavater, era recomendado a los estudiantes de primer curso de medicina como obra de consulta. Sin embargo, éste no era el único caso. La tercera edición del Lecciones de Fisiología (1848) del catedrático de fisiología Joan Ribot i Ferrer (1788-1851) contenía varías lecciones en las que se explicaba y criticaba moderadamente el sistema de Gall. En su libro de texto, Ribot reconocía el poder de seducción de la nueva ciencia, a la vez que no dejaba de advertir a sus alumnos de primer curso de medicina de los excesos de algunos de los partidarios de Gall, así como del carácter provisional de su sistema. La doctrina de Gall también estaba presente en el museo de anatomía de la facultad. El conservador y preparador de las piezas anatómicas del museo era Ignasi Miquel Pusalgas i Guerris (1790-1874), seguidor de la doctrina de Gall y promotor de un proyecto que pretendía incluir en todos los museos de anatomía de España una sección que contendría “los cráneos y los cerebros de locos, maniáticos y criminales, con sus retratos” [47]. Según Pusalgas, esta sección sería de gran ayuda para aumentar los conocimientos sobre la locura y “para el estudio de la Frenología espiritualista” [48].

La presencia de la frenología no sólo se circunscribía a las aulas de la Facultad de Medicina, sino que también encontramos rastros de su enseñanza en las lecciones de historia natural explicadas por Agustí Yáñez i Girona (1789-1857) en el Colegio Nacional de Farmacia de San Victoriano de Barcelona[49]. En la segunda edición de sus Lecciones de Historia Natural (1844), Yáñez introdujo dos lecciones dedicadas a explicar los principios de la frenología y la clasificación de las razas humanas según el criterio del ángulo facial del anatomista holandés Petrus Camper (1722-1789). Yáñez, además, aceptaba sin reservas que en general “el volumen del cerebro en los animales vertebrados indica el desarrollo de la inteligencia” y que la forma del cerebro era un buen indicador del tipo de facultades que éste desarrolla[50].

Un artículo aparecido en la revista frenológica El Eco de la Frenología  el 1 de marzo de 1847 con el título “Craneoscopia. Caso práctico” es buen testimonio de examen craneoscópico realizado por médicos catalanes[51]. El artículo apareció firmado por “S.V.”, iniciales del médico Sebastià Vinent. En el artículo, Vinent narra unos hechos acontecidos el 1 de febrero de 1846 en una massia de Gràcia. De acuerdo con el relato de Vinent, tres ladrones fueron sorprendidos por un grupo de mossos d’esquadra mientras intentaban entrar en la casa. Dada la resistencia de los ladrones, se entabló una lucha que finalizó con la muerte de los delincuentes. Como reconocía el propio Vinent, la oportunidad era la ideal para llevar a cabo un examen craneoscópico de las cabezas de los delincuentes y comprobar la validez de la doctrina de Gall. Acompañado del alcalde de barrio y de algunos amigos, Vinent se presentó en la escena de los hechos con el objetivo de “ver si en las cabezas de aquellos hombres se comprobarían algunas doctrinas frenológicas”. Una vez realizados los correspondientes exámenes craneoscópicos, los resultados fueron los siguientes[52]:

“Individuo número 1: edad unos 34 años, temperamento sanguíneo, cabeza de tamaño regular, predominio de la parte posterior y laterales, frente deprimida, particularmente en el sitio en que se halla el órgano de la benevolencia y el de la veneración, órganos de la circunspección y concienciosidad sumamente deprimidos; los de firmeza de carácter, acometividad, destructividad y adquisividad abultadísimos; y los de amatividad y adhesividad grandes.

Individuo número 2: edad 24 años; temperamento sanguíneo; cabeza pequeña con predominio de las partes laterales; órganos de la inteligencia algún tanto desarrollados; el de la benevolencia extremadamente deprimido; los de la veneración, concienciosidad y circunspección pequeños, y los de firmeza de carácter y adquisividad grandes.

Individuo número 3: edad de 35 a 40 años: temperamento fibroso y formas atléticas; cabeza de tamaño regular con predominio de la parte posterior y laterales; órganos de la inteligencia pequeños, y los de la benevolencia, veneración, concienciosidad, circunspección y secretividad sumamente deprimidos; los de firmeza de carácter, aprecio de sí mismo, adquisividad, acometividad y destructividad grandes.

Las tres cabezas presentaban de común la forma de un cono cuyo vértice lo formara la firmeza”.

El diagnóstico de los médicos-frenólogos resultó ser correcto. Efectivamente, los mossos d’esquadra confirmaron que el individuo número 2 había sido el instigador del crimen, corroborando la apreciación de los frenólogos sobre el gran tamaño de los órganos correspondientes a la firmeza de carácter y a la adquisividad. Por otra parte, el gran desarrollo de los órganos de los otros individuos correspondientes a la acometividad y a la destructividad explicaba que éstos hubieran sido los primeros en atacar a los mossos y “los más determinados e imprudentes en su desesperada defensa”. Finalmente, el éxito del diagnóstico de los médicos-frenólogos provocó que algunas de las personas presentes pidiesen que sus cabezas fuesen también examinadas por los frenólogos[53].

Un segundo testimonio menos explícito de examen fisiognomónico y craneoscópico lo proporciona Ramon Ferrer i Garcés (1803-1872) en su Tratado de Medicina Legal (1847), libro de texto de los estudiantes que cursaban la asignatura de medicina legal[54]. Ferrer i Garcés, miembro activo del Partido Progresista en Barcelona, había substituido a Pere Mata en su cátedra de medicina legal en 1842. En su Tratado, Ferrer i Garcés relata el caso de un examen realizado por una “junta médica” el 10 de diciembre de 1846 con el objetivo de discernir el estado de salud mental del paciente “Sr. D.A.S.”. La junta estaba formada por el propio Ferrer i Garcés y por Raimon Duran i Obiols (1792-1858), médico del Hospital de la Santa Creu y anteriormente médico de cámara de Fernando VII, Joan Barret i Fortí (1794-?), y Ramon Yáñez i Girona (1798-?), hermano de Agustí Yáñez. El primer día, la junta llevó a término un examen físico y moral del paciente, examinando “el aspecto de su rostro, la naturalidad de sus facciones, la buena conformación de sus cráneo” y “lo ajustado de sus respuestas”. Aunque no podemos asegurar que se llevara a cabo un examen craneoscópico completo, el testimonio de Ferrer i Garcés y su inclusión como caso ejemplar en un libro de texto parece sugerir que el análisis de la morfología del cráneo y de la fisiognomonía de un individuo formaba parte de la práctica habitual de los médicos catalanes.

De todas formas, los testimonios más explícitos sobre el interés que despertaban las enseñanzas de Cubí entre los médicos catalanes nos los proporciona la prensa diaria de Barcelona. Un buen ejemplo es la carta que el diario El Fomento publicaba el 7 de junio 1845 y que recogía el testimonio de los 52 asistentes al curso que Cubí acababa de dar en la ciudad de Tarragona[55]. Entre los asistentes y firmantes de la carta, encontramos el nombre de seis profesionales de la medicina; entre ellos, cabe destacar la presencia de Josep Maria Pelegrí, farmacéutico del Hospital General de Tarragona y de Julián Álvarez, director del Hospital Militar de Tarragona[56]. Una vez finalizado el curso de Tarragona, Cubí se trasladó a Reus para impartir un segundo curso. Al igual que había sucedido en Tarragona, los médicos de Reus asistentes al curso no tuvieron ningún reparo en dar testimonio de su compromiso con la frenología y con el magnetismo animal en una carta privada dirigida a Cubí y que éste después incluiría en varias de sus obras[57]. Por su interés y brevedad, reproducimos enteramente la misiva[58]:

“Sr. D. Mariano Cubí y Soler,

Muy señor nuestro: hemos creído que de ninguna manera podíamos manifestar a V. más profunda gratitud por las lecciones de Frenología que acaba de darnos que el transmitirle nuestra opinión, fundada en estas mismas lecciones. Los críticos se desatan contra la Frenología: a los discípulos de V. toca manifestarles si sus esfuerzos fructifican mucho. Quizás algún día nos sea posible dirigirle algún ensayo más digno de esta ciencia y de los hombres dedicados a su estudio.

Puede también que nuestras observaciones sobre el Magnetismo nos den motivo a conocer alguna ley general sobre este fluido; mas por ahora sí responderemos con toda la veracidad de que somos susceptibles a los que lo niegan que su existencia es tan verdadera como la nuestra [sic], y que solamente sobre la diversidad de sus fenómenos y casos de aplicación, puede ocurrir contradicción de pareceres, efecto de no haberse podido todavía deducir de casos particulares, suficientemente estudiados, los principios generales de su naturaleza y de su modo de obrar.

Sin embargo, los recientes experimentos hechos, y por muchísimos aquí observados, prueban positivamente que su aplicación a la Frenología demuestra la existencia de esa doctrina más que todos los hechos y autoridades hasta ahora conocidas; puesto que hemos visto pintado en el rostro el lenguaje natural de los órganos cefálicos según estos han sido sucesivamente magnetizados.

Reciba V. esta manifestación como una leve prueba de nuestro reconocimiento y de las consideraciones con que somos de V. su más atentos S.S.Q.B.S.M.”

Los médicos de Reus y Tarragona no fueron los únicos en debatir las posibilidades que ofrecía la frenología. Como veremos a continuación, gran parte de los principios frenológicos fueron adoptados, aunque con algunas reservas, por figuras importantes e influyentes de la medicina catalana y española del siglo XIX, como Pere Mata o Pere Felip Monlau. A pesar de que la mayor parte de los trabajos existentes sobre Mata y Monlau han subestimado este aspecto de su obra, ésta difícilmente puede entenderse si no se valora adecuadamente el proceso de apropiación que realizaron de los principios frenológicos. Unos principios que se encuentran tanto en las lecciones que Mata impartió a lo largo de la década de 1850 en el Ateneo Científico y Literario de Madrid como en las obras sobre higiene de Monlau y que conforman un discurso de clara influencia frenológica que tenía como objetivo final la reforma de la medicina y de la sociedad española.

La «filosofía fisiológica» de Pere Mata

A pesar de que Menéndez y Pelayo no dudó ni un instante en calificar despectivamente a Pere Mata como “frenólogo” y “secuaz fervoroso seguidor de las doctrinas de Gall”, la historiografía española ha ignorado mayoritariamente la caracterización del médico reusense propuesta por Menéndez[59]. Sin embargo, una lectura atenta de sus trabajos confirma la enorme influencia que la frenología ejerció en Mata. De hecho, su figura puede contextualizarse en el ámbito del naturalismo y organicismo de raíz ilustrada presente en las principales figuras de la medicina francesa del periodo post-revolucionario. Esta corriente de pensamiento, denominada por Jan Goldstein «programa fisiológico», englobaba a todos aquellos médicos y naturalistas de principios del siglo XIX que defendían una aproximación fisiológica al estudio del ser humano[60]. En este sentido, las múltiples facetas de Mata como médico, filósofo o político se entienden mejor, a la vez que ganan en coherencia, si se tiene presente la estrecha vinculación existente entre su pensamiento fisiologista y sus posturas liberales progresistas.

La “filosofía fisiológica” de Mata es un intento de construir una visión fisiológica de la mente basada en las doctrinas de Gall, Broussais y Spurzheim, aunque dejando de lado aquellos aspectos más controvertidos -especialmente el examen craneoscópico y la posible fusión con el magnetismo animal[61]. Las líneas principales del pensamiento de Mata se encuentran en los textos que publicó durante la década de 1850 y principios de la siguiente, sobre todo en el Examen crítico de la homeopatía (1851) (a la cual ataca por vitalista), en el primer volumen del Tratado de la razón humana (1852) y en el Curso de lengua universal (1862). Estos tres textos recogen las lecciones que Mata impartió en diferentes momentos a lo largo de la década de 1850 en el Ateneo Científico y Literario de Madrid[62].

El programa fisiológico de Mata era la expresión última de una voluntad de explicar científicamente el individuo y la sociedad, que debería servir de base para la formación de los estudiantes de medicina y para la reforma de la sociedad, a la vez que constituiría los cimientos de un pensamiento original español. En este sentido, Mata se hacía eco de las imágenes organicistas que tanta presencia habían tenido en la medicina francesa de las primeras décadas del siglo. Para Mata, como para tantos fisiólogos franceses del periodo post-revolucionario, el cuerpo humano actuaba como mediador de un nuevo modelo de sociedad[63].

Es en el primer volumen del Tratado de la razón humana donde Mata expone más claramente los contenidos de su programa, a la vez que realiza una acérrima defensa de la visión fisiológica del ser humano, atacando al vitalismo, al idealismo de Fichte y Hegel, y a las posiciones espiritualistas de los Coussin, Jouffroy y Maine de Biran, adoptando en algunos momentos un tono claramente anti-metafísico[64]. En el Tratado, Mata define la razón humana como un conjunto de facultades fisiológicas, las cuales funcionan de acuerdo con las «leyes de la organización» y adopta la metáfora del cerebro como república de órganos (“considerad la suma de las facultades humanas como una asamblea, como un cuerpo deliberante, donde cada uno tiene voz y voto”) [65]. Mata agrupa las facultades humanas en seis categorías diferentes: movimientos moleculares o químico-orgánicos; movimientos musculares; instintos; sentimientos; sentidos; y facultades intelectuales. Mata se centra en el estudio de las cuatro últimas, ya que considera que las dos primeras ya se estaban bien descritas en los manuales de anatomía y fisiología. Excepto algunas pequeñas modificaciones, y el hecho de que no utiliza la nomenclatura frenológica, la lista de instintos, de sentimientos y de facultades intelectuales de Mata es prácticamente idéntica a la lista de órganos frenológicos que se puede encontrar en la primera edición del Sistema de frenología (1844) de Cubí[66]. Para mostrar mejor la equivalencia, a continuación se muestran las dos clasificaciones:

 

CLASIFICACIÓN DE MATA [67] CLASIFICACIÓN DE CUBÍ [68]

Instintos

1.                    El apego a la vida o biofilia.[69]
2.                    El instinto gastronómico.
3.                    La adhesión personal.
4.                  El amor o inclinación recíproca de ambos sexos.
5.                    El cariño filial o filogenitura.
6.                    El apego al lugar donde se nace o vive.
7.                    El de la resistencia o de defensa.
8.                    El de la agresión.
9.                    El de la astucia.
10.                 El de la propiedad.
11.                 El de la construcción

Afectos inferiores

1.                    Conservatividad.
2.                    Alimentatividad.
3.                    Adhesividad.
4.                    Amatividad.
5.                    Filogenitura.
6.                    Habitatividad.
7.                    Acometividad.
8.                    Destructividad.
9.                    Secretividad.
10.                 Adquisividad.
11.                 Constructividad.
12.                Concentratividad.

Sentimientos

1.                    La estimación de sí mismo.
2.                    El amor a la aprobación.
3.                    La circunspección.
4.                    La benevolencia.
5.                    La veneración.
6.                    La firmeza.
7.                    La justicia o la conciencia.
8.                    El de la esperanza.
9.                    El de la fe, de la maravilla.
10.                 El de la belleza.
11.                 El de la hilaridad.
12.                 El de la imitación.

Afectos superiores o morales

1.                    Aprecio de sí mismo.
2.                    Aprobatividad.
3.                    Circunspección.
4.                    Benevolencia.
5.                    Veneración.
6.                    Firmeza.
7.                    Concienciosidad.
8.                    Esperanza.
9.                    Maravillosidad.
10.                 Idealidad o perfectibilidad.
11.                 Chistosidad.
12.                 Imitación.
13.                Sublimidad.

Facultades intelectuales perceptivas

1.                    La distinción.
2.                    La de las formas.
3.                    La de la extensión.
4.                    La del peso o resistencia.
5.                    La del colorido.
6.                    La de los lugares.
7.                    La de los números.
8.                    La del orden.
9.                    La de los hechos.
10.                 La del tiempo.
11.                 La de los sonidos.
12.                 La del lenguaje.

Facultades intelectuales perceptivas

1.                    Individualidad.
2.                    Forma o configuración.
3.                    Tamaño o extensión.
4.                    Peso o resistencia.
5.                    Colorido.
6.                    Localidad.
7.                    Cálculo numérico.
8.                    Orden.
9.                    Eventualidad.
10.                 Tiempo o duración.
11.                 Tonos.
12.                 Lenguaje.

Facultades intelectuales reflexivas

1.                    La comparación.
2.                    La causalidad.

Facultades intelectuales reflexivas

1.                    Comparatividad.
2.                    Causalidad o causatividad.

 

Sin embargo, la parte más interesante del Tratado llega en el momento en que Mata se defiende de los ataques lanzados por la escuela de fisiología experimental francesa contra la frenología, especialmente los lanzados por Louis-Francisque Lélut (1804-1877) y Pierre Flourens (1794-1867) contra la posibilidad de localizar los órganos cerebrales[70]. Mata admite que el actual estado de la fisiología no permite determinar qué parte del cerebro corresponde a cada facultad, pero niega que esta dificultad refute la existencia de tales órganos. Evidentemente, en el núcleo de la cuestión se encontraba la craneoscopia. Si, tal y como defendían Gall y Spurzheim, era posible localizar los órganos cerebrales, el examen craneoscópico adquiría la máxima credibilidad. Sin embargo, Mata elude la cuestión, afirmando que no necesita resolverla para fundamentar su “filosofía fisiológica”, aunque admite que existen suficientes certezas empíricas que apoyan a la craneoscopia[71]:

“[…] para profesar la doctrina que os he expuesto, para proclamar la filosofía fisiológica, tal como la hemos establecido, no tenemos ninguna necesidad de descender a ese terreno anatómico siquiera no escaseen los hechos y observaciones que pueden darle apoyo y práctica comprobación. (…) Que sea o no verdad la doctrina de Gall sobre la configuración del cráneo y las protuberancias designadoras de determinadas facultades, la filosofía fisiológica siempre será la misma, porque no se funda en la craneoscopia, no tiene nada que ver con ella; son dos cosas independientes; verdad, señores, que es necesario no perder jamás de vista; porque son muchos los que las confunden, y de las objeciones dirigidas contra la una, deducen la falsedad de la otra”.

El testimonio de Mata confirma la incomodidad que generaba la práctica de la craneoscopia entre los médicos españoles que apostaban por adoptar el sistema de Gall. Mata era muy consciente que la craneoscopia debilitaba a la doctrina y la ponía al servicio de los “charlatanes” y por este motivo lamentaba profundamente la excesiva atención que le había prestado Gall[72]. La práctica del examen craneoscópico era el aspecto más vulnerable de la frenología, sobretodo por su similitud con la quiromancia y por la dificultad con que se encontraban los frenólogos para demostrar las localizaciones de los supuestos órganos cerebrales. Además la posibilidad de que el carácter y las capacidades de una persona pudieran ser «leídas» en la superficie del cráneo albergaba profundas implicaciones. Tal y como han señalado por separado Steven Shapin y Michael Shortland[73], el examen craneoscópico era un poderoso instrumento para exponer públicamente el engaño, la afectación y la hipocresía, útil, por tanto, para desenmascarar a los impostores; especialmente, a aquellos que sin merecerlo ocupaban los lugares más privilegiados de la sociedad.

Aunque Mata se encontraba muy lejos de aceptar los peligros que conllevaba la práctica pública del examen craneoscópico, es difícil de creer que Mata fuera del todo ajeno a la craneoscopia. En sus primeros años como catedrático en Madrid, Mata había llevado a cabo diversos intentos para proveer a la Facultad de Medicina con los cadáveres abandonados en las calles[74]. Por otra parte, es conocida la amistad que unía a Mata con el cirujano Pedro González de Velasco (1815-1882), director de los museos de anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad Central y corresponsal de Paul Broca (1824-1880) y de su Société d’Anthropologie de Paris[75]. González de Velasco, según nos cuenta Mata, era propietario de un gabinete anatómico que contenía una rica colección de cráneos humanos (naturales y en yeso) [76]. Dado el interés de Mata por la frenología, no parece absurdo creer que Mata hubiera colaborado con González de Velasco en su gabinete anatómico.

La frenología al servicio de la higiene: la obra de P. F. Monlau [77]

La relación que Monlau mantuvo con la frenología tuvo un carácter más equidistante y ambiguo que la que mantuvo su amigo Pere Mata[78]. Aunque Monlau adoptó muchos de los elementos de la doctrina de Gall, en sus obras practica en repetidas ocasiones una retórica de distanciamiento respecto a los frenólogos, llegando incluso a acusarlos de haber ido demasiado lejos y de haber sido poco moralistas. Evidentemente, esta estrategia era deliberada y obedecía muy probablemente a la prudente actitud adoptada por Monlau con posterioridad a su expulsión de la Universidad de Barcelona en 1844, como consecuencia de su participación en lo hechos pre-revolucionarios del otoño de 1843 (“la Jamancia”) y en el contexto de las purgas contra los elementos más radicales del liberalismo catalán[79]. Al margen de la posible evolución conservadora de Monlau a partir de 1845, la influencia de la frenología en los planteamientos higienistas de Monlau está fuera de toda duda, como veremos a continuación.

Es muy posible que Monlau, al igual que Mata, entrara en contacto con la frenología durante su exilio en París a finales de la década de 1830. El hecho que pocos meses después de volver del exilio tradujera la Mémoire pour l’établissement d’un hôpital d’aliénés (1840) del médico y frenólogo francés Alexander Brierre de Boismont (1798-1881) apoya esta hipótesis[80]. Poco después de la publicación de la traducción, Monlau fue nombrado médico de la sala de dementes del Hospital General de Barcelona, siendo cesado el 30 de noviembre de 1843 como consecuencia de los hechos de la Jamancia. Sabemos que mientras ocupó el cargo, Monlau suprimió los métodos de coacción violenta y liberó a los internos de las cadenas[81]. Algunos autores señalan que posiblemente durante este breve periodo la actividad de Monlau estuvo guiada por los principios frenológicos[82]. Aunque esta posibilidad resulta muy plausible, no ha podido ser comprobada.

La actitud que adoptó Monlau respecto a la frenología era muy parecida a la adoptada por el higienista francés Jean Baptiste-Félix Descuret (1795-1872), a quien cita profusamente en sus obras. Descuret en su texto de higiene privada Le médecine des passions (1841) defiende la clasificación de las facultades humanas propuesta por los frenólogos, pero reconoce la dificultad de probar la localización de los correspondientes órganos cerebrales, llegando a proponer una comisión para llevar a cabo una investigación más exhaustiva que pueda probar o refutar finalmente las tesis de Gall[83]. Monlau sigue a Descuret, y al igual que Mata, acepta la clasificación de los frenólogos, no duda de la utilidad de la frenología en sus aplicaciones sociales, pero expresa sus dudas respecto al estado de desarrollo de la craneoscopia[84]:

“Nosotros creemos que el arte que tanta celebridad ha dado a Gall y a Lavater existe; creemos íntimamente en la verdad del principio que le sirve de base; pero creemos también que es un arte difícil, que no ha progresado todavía lo bastante, y que cuenta con pocos profesores eminentes. Las indicaciones craneoscópicas y fisiognómicas fallan muchas veces, o por mal tomadas, o por erróneas en sí: mas creemos que importa no despreciarlas en manera alguna, y que pueden servir de eficaz auxilio a los padres que cuidan de la educación de sus hijos, a los maestros, a los magistrados, a los médicos y a todos los que tienen un interés en formarse idea cabal de la conducta, del carácter, del talento y del estado moral de una persona”.

Para Monlau la frenología era una hipótesis plausible y, sobretodo, útil porque proporcionaba a la higiene y a la fisiología una buena comprensión de las pasiones humanas. La frenología, por tanto, se convierte en manos de Monlau en un instrumento al servicio de la higiene y de la perfección de la sociedad gracias al hecho de que posibilita la mejora de sus individuos. Monlau se apropia de la clasificación frenológica de las facultades humanas y la inscribe como una rama más de la higiene, a la que llama “perceptología”. La perceptología estudia las sensaciones externas (los cinco sentidos) y las internas, las cuales se dividen en animales, sociales y morales, e intelectuales. El conjunto de facultades o sensaciones internas se corresponde exactamente con la lista de facultades de los frenólogos. Monlau, aunque cambia el orden de presentación de las necesidades/facultades, respeta la nomenclatura y las descripciones de los frenólogos.

El compromiso de Monlau con la aproximación fisiológica iba más allá de la adopción de la clasificación frenológica de las facultades humanas. De la mano del médico-frenólogo Casimir Broussais (1803-1847), hijo de F. J. V. Broussais y miembro destacado de la Société de Phrénologie de Paris, Monlau introduce en sus Elementos de higiene pública (1847;1862) el “catecismo fisiológico”: un conjunto de quince preceptos que todo individuo debería seguir para mantener la higiene de sus facultades. Dada la extensión de la cita, ofrecemos sólo algunos de estos preceptos[85]:

“1º. Todos los mismos hombres tienen los mismos órganos, y por consiguiente unas mismas necesidades primordiales. [...]
2º. Las necesidades orgánicas o fisiológicas difieren en su manifestación, como difieren las organizaciones en los diferentes hombres.
[...]
5º. Cuanto más nobles son las necesidades a que cede el hombre, más se ennoblece, más hombre es; y cuánto más inferiores son las necesidades a que obedece, más se rebaja, más se degrada, más animal se hace.
6º. La manifestación de las facultades instintivas, en el hombre, constituye la industria; -la manifestación de las necesidades morales ha creado las bellas artes; -y la manifestación de las necesidades intelectuales constituye las ciencias.
[...]
9º.  El derecho de cada facultad es desarrollarse: de aquí se deriva todo derecho. El deber de cada facultad es respetar el desarrollo de las demás; y de aquí se deriva todo deber.
10º. Ninguna facultad tiene derecho a dominar y anonadar a las demás; pero las facultades intelectuales están naturalmente encargadas de ilustrar a las instintivas y a las morales que no saben discernir y escoger.
11º. El único límite legítimo del desarrollo de una facultad es la existencia de las otras facultades.
12º. De la obligación que tiene cada facultad de respetar a las demás (9º) resulta la ley de la armonía de las funciones.
[...]
14º. De consiguiente, la educación, o la higiene moral e intelectual del hombre, es el arte de dirigir la acción de los modificadores del organismo en términos de: 1º. Desarrollar las facultades, y de consiguiente los órganos, que pecan por defecto; 2º. Comprimir o debilitar las facultades o los órganos que pecan por el exceso contrario”.

La cita anterior demuestra que Monlau, al igual que Mata, también adoptó de los frenólogos la metáfora del cerebro/sociedad como colectivo de facultades/individuos. Esta metáfora encuentra su mejor expresión en la «ley de la armonía de funciones» establecida en el precepto 9º del catecismo fisiológico de Casimir Broussais[86]. Según esta ley moral, en una sociedad sana los individuos han de respetarse mutuamente, tal y como lo hacen las facultades sanas del cerebro, a la vez que han de reconocer la superioridad «natural» de unos individuos sobre otros, al igual que en un individuo sano las facultades animales están sometidas al control de las facultades intelectuales. Para Monlau, una enseñanza guiada por la «ley de la armonía de funciones» comportaría sin duda una mejora moral y material de la sociedad. De esta forma, la sola aplicación del pensamiento higienista, sin tener en cuenta los aspectos económicos, mejoraría las condiciones de vida de las clases trabajadoras. Mediante la educación y la instrucción, la higiene demostraría a los obreros que el orden social existente era el «natural», alejándolos de otras ideas más peligrosas. En este sentido, la frenología al servicio de la higiene se convertía en las manos de Monlau en el instrumento idóneo para llevar a buen término la labor de instrucción del obrero que tanto necesitaba la sociedad catalana[87].

Conclusiones

La frenología tuvo un papel destacado en la vida cultural catalana durante las décadas de 1840 y 1850. Presentada por sus partidarios como una fuente de conocimiento verdadero sobre el ser humano y su “organización”, la sociedad catalana de mediados de siglo tuvo acceso a una doctrina que tenía sus raíces en el programa ilustrado del siglo anterior. Los frenólogos transmitieron a la vez una visión naturalista del ser humano y una visión organicista de la sociedad, facilitando el camino a la posterior recepción de las teorías darwinistas[88].

Las doctrinas propagadas por los frenólogos difuminaron las fronteras que separaban la fisiología de la filosofía moral, estableciendo las bases fisiológicas de la lógica y de la metafísica. De esta forma, amenazaron el espacio ocupado tradicionalmente por la religión. En una sociedad como la catalana de mediados de siglo, donde la religión todavía jugaba un papel muy importante, éste aspecto resultó fatal para las aspiraciones de los partidarios de la frenología[89]. Las acusaciones de materialismo y fatalismo cayeron rápidamente sobre los frenólogos catalanes, obligándolos a repetir reiteradamente la moralidad de la doctrina de Gall y su absoluta adecuación con los principios del dogma católico.

La mezcla de frenología, fisiognomonía y magnetismo animal propagada por Marià Cubí despertó también el interés de los médicos catalanes, especialmente entre aquellos cercanos a las posiciones del liberalismo progresista. En un contexto caracterizado por las políticas represivas de los sucesivos gobiernos moderados y el dominio creciente de un programa cultural claramente conservador impulsado por las élites catalanas con la finalidad de regenerar la sociedad, la frenología fue percibida por los sectores más conservadores como un desafío al orden social. Esta circumstancia, junto con la incomodidad y dudas que generaba la práctica del examen cranioscópico, obligó a los médicos catalanes partidarios de la doctrina de Gall a desarrollar diferentes estrategias de apropiación del nuevo conocimiento.

Los casos de Pere Felip Monlau y de Pere Mata nos han permitido estudiar las características principales de este proceso de apropiación, el cual fue altamente selectivo y que estuvo condicionado tanto por las características del contexto catalán de mediados de siglo, bien conocido por ambos, como por sus propios intereses profesionales. De hecho, la obra de Monlau y Mata dificilmente puede entenderse si no reconocemos el papel central que tuvo el proceso de apropiación que llevaron a cabo de los principios que guiaban el llamado programa fisiológico, que tenía en la frenología su versión más radical. Tanto las lecciones que Mata dió a lo largo de la década de 1850 en el Ateneo Científico y Literario de Madrid, como las propuestas higienistas de Monlau, estaban atravesadas de un pensamiento de influencia frenológica que tenía como objetivo final la reforma de la medicina y de la sociedad española.

A lo largo de la década de 1850, los frenólogos catalanes fueron dejando de lado la defensa pública y férrea de la doctrina de Gall. Las diferentes vicisitudes personales de cada uno de ellos (entre las que cabe destacar sobre todo el delicado estado de salud de Cubí y las aspiraciones de ascenso social de Magí Pers y Narcís Gay), así como el descrédito creciente de la doctrina en el resto de Europa y las múltiples dificultades para propagar una doctrina percebida con mucho recelo por la cultura conservadora dominante, son factores que contribuyeron sin duda a la desaparición del movimiento frenológico en Cataluña. No obstante, la frenología mantuvo su presencia, aunque de forma marginal, en la vida cultural y científica catalana hasta el último tercio del siglo. Las lecciones de fisiología impartidas por Juan Magaz en la Universidad de Barcelona durante la década de 1860, en las que se discutía ampliamente la doctrina de Gall, son un buen ejemplo de la pervivencia de la doctrina frenológica en las aulas catalanas[90].

Sin embargo, y a pesar del declive del movimiento frenológico durante la segunda mitad del siglo, hay indicios suficientes para creer que el legado de los frenólogos españoles debió de ejercer alguna influencia en ámbitos tan importantes de la ciencia española de finales de siglo como el movimiento eugenésico, la psiquiatría, el darwinismo, las teorías degeneracionistas o la antropología física y criminal[91]. Este trabajo ha demostrado la importante presencia en Cataluña de una forma de pensamiento naturalista y organicista -como lo era la frenología- durante las décadas anteriores al Sexenio Revolucionario (1868-1874), considerado tradicionalmente como el periodo clave en la introducción del pensamiento positivista en España. Futuras investigaciones seguramente reforzarán la necesidad de retrotraer el «1868» como fecha simbólica en la introducción del naturalismo científico y del positivismo en España, abriendo la posibilidad a dibujar un mapa mucho más preciso a la vez que complejo de la ciencia española del siglo XIX[92].

 

Agradecimientos

En primer lugar, quiero agradecer los comentarios y sugerencias de los dos evaluadores anónimos de este artículo. Lo comentarios de Néstor Herrán (CEHIC), Àlvar Martínez (CEHIC) y José Pardo (CSIC-Institució Milà i Fontanals) a las primeras versiones de este artículo han contribuido también a mejorar ostensiblemente la calidad de este trabajo. Quisiera también agradecer los comentarios realizados por Josep Lluís Barona (CSIC-Universitat de València), Josep Maria Fradera (Universitat Pompeu Fabra), Enrique Perdiguero (Universidad Miguel Hernández) y Alfons Zarzoso (Museu d’Història de la Medicina de Catalunya) a mi tesis doctoral. Por último quiero agradecer una vez más a Agustí Nieto Galán la ayuda recibida durante estos años.

 

Notas

* Este artículo está basado en la tesis doctoral realizada por el autor en el Centre d’Estudis d’Història de les Ciències (CEHIC) de la Universitat Autònoma de Barcelona, bajo la supervisión del profesor Agustí Nieto Galan y gracias a dos becas Batista i Roca concedidas por la Generalitat de Catalunya para realizar sendas estancias de investigación en el Centre for the History of Science, Technology and Medicine (CHSTM)–Wellcome Unit de la Universidad de Manchester (2004BBR 00038; 2003BBR 0034). El autor también recibió una ayuda para la investigación del Centre d’Història Contemporània de Catalunya (CHCC). Nofre, 2006a.

[1] El Barcelonés, 22 de octubre de 1846, p. 3. Subrayado del autor.

[2] Galet, 1844. Poco sabemos de la identidad del “doctor Galet”, aparte de su nombre de pila y de que se había formado como médico en Montpellier, donde posteriormente ejerció como profesor de clínica.

[3] La Agencia Médica Catalana insertó numerosos artículos en las páginas de los diarios barceloneses entre 1845 y 1847, período durante el cual hemos podido seguir sus actividades. Con posterioridad al mes de febrero de 1847, no hemos encontrado anuncios de la Agencia Médica Catalana en la prensa de Barcelona. De Josep Martí i Artigas sólo sabemos que era el propietario de una farmacia homeopática, de la cual formaba parte la librería medico-científica “Agencia Médica Catalana”. Parece ser que Martí i Artigas vendía medicamentos homeopáticos preparados por algunos profesores de la Facultad de Medicina. Fuente: Calbet, Corbella, 1981-1983, vol. II, p. 117.

[4] Pusalgas, 1871, p. 9.

[5] Durante el periodo estudiado en este artículo, la mayoría de frenólogos catalanes, encabezados por la figura de Cubí i Soler, divulgaron una amalgama de frenología, fisiognomía y magnetismo animal. Dado la complejidad de las relaciones entre todas estas doctrinas, este artículo se centra solamente en analizar las relaciones de los médicos catalanes con la doctrina frenológica. Un análisis más detallado de las relaciones de los médicos catalanes con el magnetismo animal, se ofrece en: Nofre, 2006a. En relación con la presencia del magnetismo animal en España, ver también: González de Pablo, 2006.

[6] En este artículo el término «apropiación» hace referencia a cualquier proceso activo llevado a cabo por los actores históricos con el objetivo de adoptar de una forma crítica elementos de un determinado cuerpo de conocimiento. Se escoge este término en detrimento de otros similares -como aceptación, introducción o adopción-, porque el uso de estos últimos parece eludir el contexto local de recepción del conocimiento.

[7] Sobre Cataluña durante la Década Moderada, ver: Fuster, 2006; Ollé, 2003; Risques, 1995; Mestre, 1985; Carrera, 1957.

[8] La referencia aparece en un artículo publicado en el periódico El Barcelonés, por entonces órgano oficioso del Partido Progresista en Barcelona. Fuente: “Frenología”, El Barcelonés, 10 de septiembre de 1847, p. 1. Josep Lluís Ausín Hervella ha identificado a Antoni Pujadas como el principal redactor de El Barcelonés entre 1846 y 1854. La entrada de Pujadas en la redacción coincidió con la obtención del permiso para incluir artículos de contenido político. Esta circunstancia permitió al periódico explicitar poco a poco su línea política, convirtiéndose en la publicación oficiosa del Partido Progresista en Barcelona. Durante este periodo, y coincidiendo con la presencia de Pujadas en la redacción, el diario adoptó una actitud abierta en relación a prácticas como la frenología, la homeopatía o la hidropatía (ésta última obedecía a los propios intereses empresariales de Pujadas, propietario de una “casa de baños”); inició una intensa campaña de denuncia de las condiciones insalubres del Hospital de la Santa Creu («bestia negra» de los progresistas barceloneses); y aumentó el espacio dedicado a los anuncios de específicos, de textos médicos y de nuevos establecimientos médicos. La cita procede de un artículo en el cual se defendía a Cubí de las acusaciones lanzadas por el Tribunal Eclesiástico de Santiago de Compostela por propagación de ideas heréticas. Aunque el artículo no aparecía firmado, el hecho de que Pujadas fuera el principal redactor del periódico y que el artículo fue publicado en la primera página de El Barcelonés nos lleva a defender la autoría de Pujadas. Sobre Antoni Pujadas, ver: Ausín, 2000; Solà, 1997. Sobre la actitud favorable de Pujadas en relación a la frenología, ver: Nofre, 2006a, p.158-165. 

[9] Los trabajos sobre Gall y los orígenes de la frenología son abundantes. Entre otros, cabe destacar: van Wyhe, 2002; Pogliano, 1991; Oehler-Klein, 1990; Clarke, Jacyna, 1987; Lesky, 1979; Lantéri-Laura, 1970; Ackerkneckt, Vallois, 1955; Temkin, 1947. Una lista exhaustiva de los trabajos más importantes se puede encontrar en la página web The History of Phrenology on the Web realizada y mantenida por John van Wyhe: http://pages.britishlibrary.net/phrenology/.

[10] Gall, Spurzheim, 1810-1819. Spurzheim colaboró con Gall solamente en los dos primeros volúmenes de la obra.

[11] Pogliano, 1991,  p. 153.

[12] Sobre los cambios introducidos por Spurzheim y Combe, ver: Van Wyhe, 2004a. Gall nunca aceptó las denominaciones de “frenología”, “craneología”, o “craneoscopia”. Spurzheim adoptó la denominación “phrenology” después de leer el texto de Thomas Forster Sketch of the phrenology of Gall and Spurzheim (1816). La expresión “frenología” proviene de la raíz griega “fren-” (mente) y había sido usada anteriormente por el médico estadounidense Benjamin Rush (1745-1813). Fuente: Carlson, Noel, 1970.

[13] Shapin, 1979a; Shapin, 1979b; Shapin, 1975; Cooter, 1984); Cooter, 1976a; Cooter, 1976b. Para una crítica a las posiciones constructivistas de Shapin, ver : Cantor, 1975a ; Cantor, 1975b. Para una revisión exhaustiva de estos debates y de la más reciente historiografía de la frenología, ver: Nofre, 2006b

[14] Para una revisión de estos trabajos, ver: Nofre, 2006b.

[15] Van Wyhe, 2004a; van Wyhe, 2004b; van Wyhe, 2002.

[16] Goldstein, 2005; Renneville, 2000; Williams, 1994.

[17] La mayor parte de estudios sobre la homeopatía en España han sido realizados o dirigidos por el profesor Agustín Albarracín Teulón (1922-2001). Para una revisión de estos trabajos, ver: Perdiguero, 2004.

[18] Doménech, 1977; Granjel, 1973. Otros trabajos menores sobre la frenología en España son: López, 2000; Bosch, Gili, Ferrer, 1996; Bosch, García-Mas, Rosselló, 1991;  Bujosa, Miqueo, 1986; Calvet, 1967.

[19] Para un análisis de la propuesta del grupo de El Eco de la Frenología, ver: Nofre, 2006a, p. 171-185.

[20] Algunos de los textos frenológicos publicados en España durante este periodo son: Gall, 1835; Bessières, 1837; Combe, 1840. Francesc Bujosa y Consuelo Miqueo también mencionan la existencia de los siguientes textos, pero no hemos podido comprobar su existencia: Mayer, J.; Cook, C.E., Exposición del sistema del doctor Gall sobre el cráneo y cerebro, y método para conocer en la parte exterior del cráneo las principales inclinaciones naturales y talentos. Recopilada por el doctor Juan Mayer, arreglada por Don Carlos Ernesto Cook, Barcelona, (lugar de publicación y editor desconocido) 1822; Seoane, M., Exposición razonada de la doctrina frenológica, precedida de un gran discurso sobre el valor de los signos exteriores para conocer las tendencias morales de los individuos, Londres, (lugar de publicación y editor desconocido) 1825. Fuente: Bujosa, Miqueo, 1986.  

[21] Una lista extensa de estos textos se encuentra en Bujosa, Miqueo, 1986.

[22] La figura de Cubí está aún por estudiar; especialmente su periodo americano. La principal aportación continúa siendo la obra de Edelmira Doménech y la biografía escrita por Miquel Arañó, amigo íntimo de Cubí, así como las propias obras de Cubí. Pere Grases (1909-2004) proporciona una extensa bibliografía de Cubí y algunas breves referencias a sus actividades en Estados Unidos, México y Cuba. Ver: Grases, 1986; Doménech, 1977; Arañó, 1876. Una aportación similar a la de Pere Grases es la realizada por el profesor Jordi Peña Casanova (Hospital del Mar, IMAS-Barcelona), quien ha elaborado una bibliografía muy completa de las obras de Cubí publicadas en Estados Unidos (comunicación personal). Otras aportaciones menores son: Robles, 1983; Mir, Quevedo, 1970; Carnicer, 1969; Berrio, 1965. Cabe advertir que la reconstrucción novelada de la vida de Cubí realizada por Ramón Carnicer es una fuente muy problemática debido al uso continuo que el autor realiza de un supuesto diario de Cubí del cual no hemos podido comprobar la existencia.

[23] Cubí se veía asimismo como el “Propagador de la Frenología en España”. Ver: Cubí, 1846,  p. 13, nota.

[24] Arañó. 1876, p. 12. Otra fuente nos confirma que cuando Cubí llegó a La Habana en 1829, éste ya parecía “un fanático de la nueva ciencia frenológica.” Ver: Martí, 1919, p. 96-97.

[25] Sobre Orson S. Fowler, ver: Dalton, 1994. Sobre Joseph Rodes Buchanan, ver: Johnson, Alone, 1958, vol. II, p. 565-566.

[26] Sobre el contexto norteamericano, ver especialmente: Warner, 1991; Warner, 1987; Rothstein, 1972.

[27] Warner, 1991.

[28] Sobre la frenología en los Estados Unidos, ver: Dalton, 1998; Colbert, 1997; Walsh, 1974; Davies, 1955.

[29] La referencia la proporciona John D. Davies. Davies, 1955, p. 43.

[30] Diario de Barcelona, 23 de octubre de 1842, p. 4047; El Constitucional, 23 de octubre de 1842, p. 2.

[31] Ninguno de los dos autores firmó su respectivo artículo. El artículo de Pere Vieta apareció firmado con las iniciales “M.M.”, mientras que el de Pere Mata apareció sin firma. Hemos podido identificar la autoría de los artículos gracias al testimonio del propio Cubí, quien da a conocer la identidad de ambos autores en sus Documentos (1846). Hay razones suficientes para creer que los motivos de Mata y Vieta para no firmar sus artículos fueron bastante diferentes. Parece ser que Cubí se encontró con Mata en la redacción de El Constitucional, donde le presentó los documentos necesarios para que Mata escribiera su artículo. El tono positivo de Mata así como el hecho de que él era el jefe de la redacción literaria del diario nos lleva a pensar que no tenía ningún motivo especial para no firmar el artículo, exceptuando que era la práctica habitual en la mayor parte de periódicos de la época. En cambio, el hecho que Vieta firmase con pseudónimo es bastante significativo. Es muy probable que su cargo como vicepresidente de la Real Academia de Medicina, así como su filiación política moderada, le impidieran posicionarse públicamente a favor o en contra de una práctica que intuía polémica y potencialmente creadora de división de opiniones en la profesión. Fuente: Cubí. 1846, p. 13 nota. Sobre la adscripción ideológica de Pere Vieta, ver: Jorba, 1984, p. 24.

[32] Diario de Barcelona, 23 de octubre de 1842,  p. 4047.

[33] El comentario es del arquitecto Josep Oriol i Bernadet (1811-1860), amigo de Cubí y testigo de alguna de estas visitas. Ver: Oriol y Bernadet, 1843. Sobre la amistad entre Cubí y Oriol i Bernadet, ver: Cubí, 1843, p. 111.

[34] Sobre la proliferación de productos frenológicos en Barcelona, ver: Nofre, 2006a, p.105-130.

[35] Oriol y Bernadet, 1843. Para una breve biografía de Josep Oriol i Bernadet, ver: Tatjer, 2005.

[36] Oriol y Bernadet,1843.

[37] Pascual, 1843, p. 3. De Joaquim Pascual sólo sabemos que ejerció en Mataró durante la primera mitad del siglo XIX, que fue colaborador del Diario General de Ciencias Médicas y que es el autor de una memoria sobre el magnetismo animal presentada en la Real Academia de Medicina de Barcelona el 26 de noviembre de 1844 y que llevaba por título: “Reflexiones sobre el Magnetismo Animal y sus efectos”. Ver: Calbet, Corbella, 1981-1983, vol. II,  p. 188.

[38] Riera, 1852, vol. I,  p. 110.

[39] Diario de Barcelona, 23 de abril de 1843.

[40] Cubí, 1846, p. 35.

[41] La carta de Vieta ya apareció en la primera edición del Sistema (1843) de Cubí. Ver: Cubí, 1843,  p. 315.

[42] Granjel, 1973b.

[43] Sobre el desafío que representaba la homeopatía en la práctica médica diaria a mediados del siglo XIX, ver el caso de Alicante estudiado por Mercedes Pascual y Enrique Perdiguero. Fuente: Pascual, Perdiguero, 2004.

[44] Broussais, 1844-1845. La referencia original de la obra de Broussais es: Broussais, 1836. El Cours de phrénologie estaba formado por las lecciones que Broussais había impartido durante el mes de abril de 1836 en su cátedra de patología general y terapéutica de la Facultad de Medicina de París. La gran afluencia de público que asistió a las primeras lecciones y las acusaciones de que en el curso se impartían lecciones de materialismo y ateísmo obligaron a Broussais a continuar el curso en un local privado, fuera de las dependencias de la Facultad. Inicialmente Broussais se mostró contrario a aceptar las ideas de Gall. En concreto, Broussais negaba, tal y como defendía Gall, que las actividades del cerebro se realizasen sin intervención de las vísceras y tampoco aceptaba la no existencia de un órgano central en el cerebro. Sin embargo, y a pesar de las diferencias, Broussais era muy consciente de que él y Gall luchaban por la misma causa y con el tiempo acabo aceptando sus supuestos. La aceptación final de la frenología se produjo entre 1828, año de la publicación de De l’irritation et la folie, obra en la que ya se mostraba cercano a Gall, y agosto de 1831, fecha emblemática en la cual Broussais fue escogido presidente de la Société de Phrénologie de Paris. Sobre Broussais, ver: Braunstein. 1986. Sobre la difusión de las teorías de Broussais en España, ver la tesis doctoral de Consuelo Miqueo: Miqueo, 1986.

[45] Algunos de estos productos: Lavater de hombres, o arte de conocer los hombres por su fisonomía; aumentado con un resumen de la vida de Lavater y del Dr. Gall; y de una colección de anécdotas fisonómicas. Con treinta y dos ilustraciones. Barcelona, Imprenta de Antonio Berdeguer, 1848; Comte, A.J. Organización y fisiología del hombre, explicadas con el auxilio de láminas iluminadas de figuras recortadas y sobrepuestas según sus planos naturales. Barcelona, Agencia Médica Catalana, 1848; Ottin, N.J., Sistema del doctor Gall sobre las facultades del hombre y funciones del cerebro, vulgarmente llamado frenología o craneoscopia. Barcelona, Agencia Médica Catalana, 1845; Ottin, N.J., Sistema de Lavater sobre los signos fisiognómicos, o medio de penetrar las disposiciones de los hombres, sus inclinaciones, sus aptitudes, su género de talento, su grado de cultura y de madurez, por la observación de sus hábitos exteriores y principalmente por el examen de las formas de la cabeza, de su capacidad y de las facciones del rostro. Barcelona, Agencia Médica Catalana, 1845. También cabe destacar la publicación de las llamadas “fisiología populares”, en las cuales abundan las descripciones fisiognomónicas y/o frenológicas. Entre otras, a finales de la década de 1840 se publicaron las siguientes: Cler, A. Fisiología del músico. Barcelona, Imprenta de Juan Oliveres, 1848; Huart, L. Fisiología del médico. Barcelona, Imprenta de Juan Oliveres, 1848. Para un análisis de éstos y otros productos culturales similares, ver: Nofre, 2006a, p. 105-130.

[46] La Academia de Esculapio de Madrid celebró una sesión pública el 7 de noviembre de 1847 en la cual dio a conocer el programa de premios para el siguiente año. El programa consistía en tres cuestiones a resolver mediante la redacción de una memoria. La primera cuestión consistía en la realización de un examen topográfico de una provincia española y la segunda versaba sobre las enfermedades epidémicas y contagiosas. La tercera era sobre la utilidad de la frenología: “¿La sociedad puede sacar ventajosas aplicaciones de la Frenología y la Craneoscopia para la moralización de los pueblos y la educación de los niños? Y en caso afirmativa, trazar un plan de educación fundado en este sistema.” Fuente: El Telégrafo Médico, t. I, 1847, p. 351-352. En relación al Instituto Medico Valenciano, sus miembros demostraron un gran interés por dilucidar que había de verdad en la frenología y en el magnetismo animal. Para ello, se realizaron diversos debates y se nombró una comisión. Al respecto, ver: Nofre, 2006, p. 142-143.

[47] Pusalgas, 1862, p. 15. Sobre Ignasi Pusalgas, ver: González, 2003.

[48] Pusalgas no da ninguna definición de qué entiende por “frenología espiritualista”. Dadas las posiciones conservadoras defendidas por Pusalgas, parece plausible que se refería a una frenología respetuosa con el dogma católico. Sobre las posiciones conservadoras de Pusalgas, ver González (2003) y algunos de los escritos del propio Pusalgas; por ejemplo, su relato sobre los acontecimientos de la Jamancia en Barcelona: Pusalgas, 1843.

[49] Sobre Agustí Yáñez, ver: Sucarrats, 2006.

[50] Yánez, 1844, vol. I,  p. 123-125.

[51] Sobre el grupo de partidarios de la frenología que formaban la redacción de El Eco de la Frenología, ver: Nofre, 2006a, p. 171-185; Domènech, 1977, p. 129-135.

[52] Vinent, 1847.

[53] Ibídem.

[54] Ferrer, 1846, p. 574-577. Sobre Ferrer i Garcés, ver: Calbet, Corbella, 1981-1983, vol. II,  p. 20.

[55] El Fomento, 7 de junio de 1845, p. 2.

[56] Muy probablemente, la carta fue escrita por Josep Maria Pelegrí, ya que su nombre es el primero de la lista de firmantes y ésta no está ordenada alfabéticamente.

[57] Los médicos firmantes eran: José Simó y Amat, médico y cirujano; Manuel Pamies, médico; Francisco Figarola, médico-cirujano; José Soriano, médico-cirujano; Pedro Baiges, doctor en medicina y cirugía; José Juncosa, médico-cirujano; José de Ayxemis, doctor en medicina y cirugía; Prudencio Aulestia, médico; Antonio Baiges, doctor en medicina y cirugía. Fuente: Cubí, 1852, p. 235, nota 1.

[58] Ibídem.

[59] La referencia de Menéndez y Pelayo se encuentra en: Menéndez. 1946-1948, vol. 6, p. 351-352. No disponemos todavía de ninguna aproximación completa a la figura de Pere Mata. Los trabajos publicados son muy parciales y abordan solamente aspectos del personaje: Ibáñez. 1994; López. 1992. Otros trabajos: Rosselló, Rosselló, Horrach, Perelló, 1995; López, Álvarez-Llaneza, 1995; Pousada, de la Fuente, 1994; Navarro, Pousada, Caparrós, 1992; Doménech, 1980. Sobre el papel de Mata como impulsor de un núcleo de actividad psiquiátrica en Madrid, ver: Huertas, 2002; Gracia, 1971.

[60] Goldstein, 1987, p. 242-245. Goldstein utiliza indistintamente las denominaciones “”physiological program” y “physiological current”. Cabe entender que el sustantivo ‘programa’ se refiere al conjunto de supuestos generales compartidos por un amplio y heterogéneo grupo de médicos y naturalistas y en ningún caso ha de entenderse como una denominación restrictiva o dogmática.

[61] Según Tomás Carreras y Artau, Pere Mata había asistido a las clases de F.J.V. Broussais durante su exilio en París en 1838. Carreras, 1952, p. 64.

[62] Mata, 1851; Mata, 1858; Mata, 1862.

[63] Sobre el papel mediador de la fisiología en Francia durante este periodo, ver: Blanckaert, 2004; Pickstone, 1999; Jacyna, 1987; Williams, 1994; Braunstein, 1986.

[64] Así ocurre, por ejemplo, cuando critica la supuesta existencia de una fuerza vital: “¿Qué es en realidad ese dentro [sic] de nosotros? ¿Qué son las profundidades de nuestro ser? Hueca palabrería (...) Yo no sé, señores, que en realidad haya más interioridades, más profundidades que esas (cavidades de vasos, tubo digestivo, celdillas pulmonares, etc.) en nuestra organización, y esos espacios están llenos de líquidos, o de gases, o de sustancias blandas. ¿Son esas profundidades dónde se desarrolla el principio inteligente? Eso sería absurdo y ridículo.” Mata, 1858,  p. 39-40.

[65] Mata, 1858,  p. 334.

[66] Cubí, 1844,  p. 1.

[67] Mata utiliza nombres diferentes a lo largo del texto para las diferentes facultades. En la lista aparecen los más frecuentes. Mata, 1858, p. 324-325.

[68] Se ha modificado el orden en que aparecen las facultades en el Sistema de Cubí para mostrar con mayor claridad la equivalencia entre las dos clasificaciones. En cursiva facultades no admitidas por Mata.

[69] Es muy probable que Mata utilizara el término “biofília” influido por la obra de F. J. V. Broussais, que lo introdujo en su Cours de phrénologie para denominar el órgano del instinto de conservación introducido por  Vimont. Monlau atribuye la invención del término a Broussais. Ver: Broussais, 1844-1845, vol. I, p. 224; Monlau, 1862, vol. II, p. 350.  

[70] Lélut, 1843; Lélut, 1858; Flourens, 1842.

[71] Mata, 1858,  p. 526-527.

[72] “Si el doctor Gall no hubiese dado tanto parte a la craneoscopia, estoy seguro que su filosofía hubiera rayado más alta que la de todos sus antecesores, coetáneos, y sucesores. Sus páginas, destinadas a exponer la fisiología del cerebro, son un monumento que hará eterna su memoria. Dios vendrá en que se la haga justicia.” Mata, 1858, p. 488.

[73] Shortland, 1987,  p. 179-180; Shapin, 1975, p. 242. 

[74]He logrado que se construyera una capilla mortuoria en la Facultad para la exposición de los cadáveres encontrados en la vía pública; al lado de esta capilla se ha construido de intento una sala para practicar las autopsias jurídicas; todo está dispuesto para los ejercicios prácticos; mis alumnos están distribuidos en secciones; todas las semanas funciona una sección, y todos los días varios individuos de ella; y, sin embargo, sólo dos cadáveres de los muchos que se han expuesto en la capilla nos han sido entregados para el estudio.” Mata, 1846, vol. I, p. 22.

[75] Sobre Pedro González de Velasco, ver: Puig-Samper, 1982.

[76] Mata, 1858,  p. 526.

[77] A pesar de los estudios existentes que se citan a continuación, no disponemos todavía de una buena biografía de P.F. Monlau. De todas formas, la aproximación de Ricardo Campos, aunque escrito con un carácter divulgativo, es el mejor trabajo del que disponemos hasta la actualidad. Ver: Campos, 2003. Sobre las dificultades con que se encontró Ricardo Campos para realizar su trabajo sobre Monlau, ver: Campos, 2005, p. 159-160. Ver también: Parellada, Buqueras, 1990; Jutglar, 1984; Granjel, M., 1983; López-Piñero, 1964.

[78] La amistad entre P. F. Monlau y Pere Mata data al menos de mediados de la década de 1830. Mata y Monlau, junto con otros liberales catalanes, como el farmacéutico Josep Oriol i Ronquillo o el médico alienista Antoni Pujadas i Mayans, tuvieron que exiliarse en 1837. En el fondo Moragues-Monlau de la Biblioteca del Monasterio de la Real de Palma de Mallorca se conservan cartas recibidas por P. F. Monlau que confirman estas amistades.

[79] Entre 1844 y 1846, la situación personal de Monlau era bastante delicada. Considerado un revolucionario por el poder político a consecuencia de los hechos de la Jamancia, fue depurado de su cátedra de Historia y Literatura de la Universidad de Barcelona y fue destinado a Valencia como médico militar. Parellada, Buqueras. 1990.

[80] Brierre de Boismont, 1840.

[81] Así lo relata al menos Antonio Elías de Molins, que cita a su vez la necrológica de Monlau escrita por Carles Ronquillo –hijo de Josep Oriol i Ronquillo, farmacéutico y consejero del Ayuntamiento de Barcelona y encargado de nombrar a Monlau. Ver: Elías de Molins, 1972, p. 204, nota al pie.

[82] Jutglar, 1984, p. 24. Jutglar en este aspecto sigue a Carreras y Artau: Carreras, 1952, p. 28.

[83] Descuret, 1842.

[84] Monlau, 1857,  p. 366. El libro de Descuret alcanzó una gran difusión en España, publicándose una segunda edición en 1857, corregida y aumentada con adiciones y notas de P.F. Monlau.

[85] Monlau, 1862,  p. 375-377.

[86] Broussais, C., 1837.

[87] Sobre Monlau y la cuestión social, ver muy especialmente: Campos, 2003, p. 13-66. Ver también los trabajos ya citados de Jutglar (1984) y Granjel (1983). Del mismo Monlau, ver: Monlau, 1856; Monlau, 1841.

[88] La importancia de la frenología como vehículo de transmisión de un naturalismo científico de raíz ilustrada, así como de las primeras teorías evolucionistas, ha sido señalada por varios autores. Entre otros: Van Wyhe, 2004a; Secord, 2000; Desmond, 1989. Para el caso español, la difusión de teorías evolucionistas durante el periodo anterior al Sexenio Revolucionario (1868-1874) ha sido poco estudiada. La mayor parte de los trabajos publicados se centran en analizar las controversias originadas por la difusión del evolucionismo darwinista. Como excepción cabe destacar los trabajos de Agustí Camós sobre el editor Antoni Bergnes de las Casas (1801-1879) y su papel como difusor del transformismo lamarckista a través de la publicación barcelonesa La Abeja durante la década de 1860. Agustí Camós, siguiendo a Santiago Olives, apunta la posible participación de P. F. Monlau, quien fue un cercano colaborador de Antoni Bergnes, en la traducción de la Histoire Naturelle des Végétaux (1803) de Lamarck y en la elaboración de una serie de nueve artículos con claro contenido evolucionista que bajo el título “Funciones de generación y reproducción” fueron publicados en La Abeja entre 1864 y 1865. Ver: Camós. 1998; Camós. 1997; Olives. 1847. Sobre el evolucionismo en España, ver: Glick, Puig-Samper, Ruiz, 2001; Pelayo, 1999; Girón, 1996; Sala, 1987; Glick, 1982; Núñez, 1977.

[89] El argumento es de Thomas F. Gieryn, quien lo utiliza en su breve estudio de la frenología en el Edimburgo de las décadas de 1820 y 1830. Gieryn señala la importancia de los procesos de reasignación del poder y de la autoridad que tuvieron lugar durante el periodo 1820-1840 en Gran Bretaña, como consecuencia de la transición de una sociedad pre-industrial a una sociedad plenamente industrial. En este contexto de disolución, la frenología desafió los espacios culturales atorgados tradicionalmente a la ciencia y a la religión. Consideramos que el mismo argumento se puede aplicar a la Cataluña del periodo 1840-1850. Marc Renneville ha demostrado como en la Francia de Luis Felipe de Orlenas, la frenología también apareció ligada a oposiciones políticas contrarias a la Restauración monárquica y argumenta que la caída de la monarquía en 1848 supuso un giro conservador que perjudicó seriamente a la frenología. Ver: Gieryn, 1999; Renneville, 2000. Sobre la importancia de la religión en el proyecto conservador catalán, ver especialmente: Fradera, 1992.

[90] Magaz, 1870, vol. II, p. 342-355.

[91] La herencia dejada por los frenólogos en ámbitos como la antropología física y criminal o su influencia en la emergencia del pensamiento eugenésico está aún por estudiar. Tal y como ha señalado Daniel Pick, uno de los elementos de esta herencia fue el sueño de encontrar el «mapa» del criminal, tan extendido entre las teorías degeneracionistas de finales de siglo. La conexión entre eugenesia y frenología ha sido analizada brevemente por Victor Hilts. Pick. 1989; Hilts. 1982. Sobre las teorías degeneracionistas y el movimiento eugenésico en España, ver especialmente los trabajos realizados por Ricardo Campos y Raquel Álvarez: Campos, Huertas, Martínez, 2000; Campos, 1999; Campos, 1999; Campos, 1998; Álvarez, 1997; Álvarez, 1995; Álvarez, 1995.

[92] Sobre la introducción del positivismo en España, ver: Núñez, 1975.

 

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Ficha bibliográfica:
NOFRE, D. “Saber separar lo bueno de lo malo, lo cierto de lo incierto": la frenología y los médicos catalanes, c. 1840 - c. 1860. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias sociales. Barcelona: Universidad de Barcelona, 15 de septiembre de 2007, vol. XI, núm. 248<http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-248.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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