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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XII, núm. 257, 15 de enero de 2008
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]


INMIGRACIÓN Y MERCADOS DE TRABAJO URBANOS: TENDENCIAS RECIENTES EN LA REGIÓN METROPOLITANA DE MADRID [1]

Ricardo Méndez
Instituto de Economía y Geografía CSIC. Madrid, España
rmendez@ieg.csic.es

Recibido: 16 de abril de 2007. Devuelto para revisión: 9 de julio de 2007. Aceptado: 10 de julio de 2007

Inmigración y mercados de trabajo urbanos: tendencias recientes en la región metropolitana de Madrid (Resumen)

Los trabajadores inmigrantes soy hoy un actor relevante en las transformaciones de los mercados de trabajo que tienen lugar en el mundo desarrollado, especialmente en las denominadas ciudades mundiales y en las regiones metropolitanas. El artículo propone una revisión crítica de diferentes conceptos y teorías sobre esta cuestión a partir del análisis de las trayectorias laborales de los principales grupos de población inmigrante que residen en la Comunidad de Madrid, su funcionalidad en las nuevas formas de división social y espacial del trabajo, así como la relación entre el empleo y sus niveles de instrucción, desde la perspectiva del capital humano.

Palabras clave: inmigración, mercados de trabajo, regiones metropolitanas, trabajo flexible.


Inmigration and urban labour markets: recent trends in the metropolitan region of Madrid (Abstract)

Inmigrants workers are relevant actor son recent transformations of labour markets in developed world, specially in so-called world-cities and metropolitan regions. This paper propose a critical review of recent concepts and theories and analyse the labour trajectories of principal groups of immigrants in the Community of Madrid, its role in the new social & spatial divisions of labour, as well its levels of instruction in the perspective of human capital.

Key words: Inmigration, labour markets, metropolitan regions, flexible work.

La intensificación de las migraciones internacionales se ha convertido en uno de los efectos más visibles del actual proceso de globalización, tal como ya ocurrió en anteriores fases históricas de intensificación de las relaciones internacionales. La localización de los principales focos emisores y polos de atracción pone en evidencia que la mayor parte de estos movimientos son de carácter económico, por lo que la búsqueda de empleo, mayores ingresos y mejores expectativas de futuro resulta el motor fundamental que los pone en marcha.

Pero si bien a esta escala es habitual interpretar el mundo a partir de las relaciones que se tejen entre los Estados que lo componen, una mirada más atenta constata que buena parte de esos desplazamientos tiene como destino las grandes regiones urbanas del mundo desarrollado, que Veltz (1996) consideró progresivamente interconectadas en un archipiélago mundial. Las profundas y rápidas transformaciones económicas, sociales y culturales que viven hoy las metrópolis tienen hoy a esta población inmigrante como uno de sus protagonistas principales (Calatrava et al. edits., 2007).

Las relaciones entre inmigración y ciudad son, pues, un fenómeno antiguo, pero que al mismo tiempo adquiere formas nuevas y diferenciadas según condiciones de tiempo y espacio. Tal como afirmaba Capel hace ahora una década, “la inmigración ha sido una característica permanente de las ciudades desde el comienzo de la historia. La inmigración es consustancial a la ciudad y ha significado una aportación de gran valor, factor de crecimiento económico y de innovación. Y lo siguen siendo hoy, a pesar de que los cambios en las sociedades desarrolladas generan en la actualidad una menor demanda de mano de obra y, por consiguiente, un menor número de inmigrantes para el mercado de trabajo” (Capel, 1997: 1).

El mercado de trabajo puede entenderse, por tanto, como uno de esos puntos de encuentro –o desencuentro- en el que las demandas de quienes llegan se confrontan a las de unas sociedades mayoritariamente prósperas que, a menudo, valoran la inmigración como una oportunidad, pero también como fuente potencial de problemas que exigen respuestas preactivas basadas en una detección previa de las tendencias en curso.

En ese contexto, la región metropolitana de Madrid –habitualmente identificada con el territorio de su Comunidad Autónoma- se ha convertido en la principal concentración urbana de población inmigrante en España, en especial de los grupos de procedencia extracomunitaria. Con las precauciones necesarias al valorar esta fuente, a comienzos de 2007 los extranjeros empadronados en municipios de la región superaron el millón y, dada su muy elevada tasa de actividad, su participación en la población ocupada se aproxima ya a la cuarta parte del total.

Muchos han sido los estudiosos y las instituciones que en estos últimos años han hecho aportaciones relevantes para un mejor conocimiento del fenómeno de la inmigración desde la perspectiva del empleo. Las referencias a trabajadores invisibles (Martinez Veiga, 2004), confinados en determinados nichos laborales y aquejados por problemas de precariedad o informalidad, subcontratación, alta rotación, bajos salarios y dificultades de promoción, han ofrecido a menudo una fotografía de su situación dominada por un color gris en el que tan sólo se aprecian intensidades diversas según los casos (Carrasco, 1998; Colectivo IOE, 1999; Tornos edit., 2003; Ortega, 2005).

Han escaseado, en cambio, los trabajos planteados desde una perspectiva dinámica, que centren su atención en las trayectorias laborales de los inmigrantes, comprobando su continuidad o ruptura. Tampoco son numerosos los que intentan contrastar las características de ese capital humano, que muestra unos niveles de formación heterogéneos, con respecto a su relación con el trabajo realmente existente (Castillo dir., 2005) para estos colectivos y sus posibles cambios con el paso del tiempo. Finalmente, interpretar la funcionalidad del trabajo inmigrante en el contexto de la reestructuración económico-laboral de las aglomeraciones metropolitanas también puede considerarse un enfoque inusual.

Estos fueron algunos de los objetivos de un proyecto colectivo, realizado para la Comunidad de Madrid por el equipo de investigadores del CSIC ya mencionado, que incluyó también otros apartados relativos a la situación familiar y de los hogares, el acceso a los servicios sociales, la participación de esta población en cursos de formación, o las demandas detectadas en ese ámbito. El texto que ahora se presenta toma como base la participación de su autor en ese proyecto, aunque una parte de las referencias e interpretaciones teóricas, así como la caracterización general del empleo inmigrante en la región, se elaboraron con posterioridad a la finalización del mismo, en noviembre de 2005.

Junto con esos datos que sirven de presentación general a la situación laboral de los inmigrantes, el núcleo fundamental de la investigación se basó en la generación de información propia a partir del uso de diferentes técnicas complementarias. Para ello, se identificó como población objeto de estudio a los trabajadores inmigrantes correspondientes a las cuatro nacionalidades más numerosas, realizándose 1.101 encuestas directas mediante un muestreo por conglomerados en el que se asignaron cuotas relacionadas, tanto con la nacionalidad (376 ecuatorianos; 248 rumanos; 233 marroquíes; 244 colombianos), como con la edad, sexo (567 hombres y 534 mujeres) y localización en la región (586 en la ciudad de Madrid y 515 en los restantes municipios metropolitanos), lo que permitió estimar un error de muestreo de +/- 2,8 por ciento, para un nivel de confianza del 95 por ciento [2].

A la información cuantitativa derivada de los cuestionarios, se sumó otra cualitativa, obtenida mediante la realización de 16 entrevistas semiestructuradas (diez con representantes de asociaciones de inmigrantes y seis de instituciones públicas) y la organización de cinco grupos de discusión, según perfiles de sus participantes. Pese al interés de la información obtenida y transcrita de ambas fuentes, en este artículo se utilizarán principalmente los resultados de la encuesta, aunque una parte de las interpretaciones realizadas encuentran apoyo en ese otro material no visible, esencial en la búsqueda de significados. A lo largo de todo el trabajo, la colaboración de las asociaciones de inmigrantes puede considerarse fundamental para los resultados alcanzados.

Sobre estas bases, el artículo comienza con una breve panorámica general de la inmigración en Madrid y su relación con el empleo, para centrarse luego en la trayectoria de los inmigrantes al contrastar su situación laboral durante su primer año en España con la existente al realizar la investigación y compararla con sus niveles formativos. Pero el núcleo central del artículo corresponde al apartado final, en el que se realiza una reflexión de carácter teórico sobre el significado de este nuevo ejército de reserva en la transformación que experimentan hoy los mercados de trabajo metropolitanos, que en Madrid no difiere significativamente a la experimentada en otras metrópolis del entorno, salvo por lo reciente e intenso del proceso.

Inmigración extranjera en la región metropolitana de Madrid: un contexto

En apenas una década, la sociedad española parece haber mutado su secular tradición emigratoria, primero hacia América y más tarde hacia algunos prósperos países de Europa occidental, para convertirse en ámbito de acogida para unos flujos de migrantes internacionales que han crecido de un modo que puede calificarse como espectacular. Según Naciones Unidas, en 2005 España era ya el décimo país del mundo por la proporción de inmigrantes extranjeros en su población y alcanza el cuarto lugar en la Unión Europea, sólo por detrás de Alemania, Francia y el Reino Unido, pero su tasa de crecimiento actual es más elevada.

Aunque la presencia de residentes de otras nacionalidades –en particular latinoamericanos- sea muy anterior, la explosión en el número de llegadas tuvo su origen a finales de la pasada década: de apenas 10.000 en 1997, se pasó a 30.000 en 1999, para superar los 130.000 en cada uno de los cuatro años siguientes y estabilizarse ligeramente a la baja desde entonces (115.000 llegadas en 2005).

La dimensión del fenómeno ha generalizado la presencia de inmigrantes extranjeros en todas las regiones españolas. Pero, pese a que las cifras que se alcanzan en las áreas turísticas del litoral mediterráneo, o en algunas de agricultura intensiva, son elevadas, este proceso migratorio tiene un destino esencialmente urbano. Por ese motivo, acentuado por el hecho de la capitalidad, la Comunidad de Madrid –que es también la principal región metropolitana del país- constituye la mayor concentración de población inmigrante en el momento actual.

Si bien las cifras oficiales infravaloran la realidad y han experimentado saltos periódicos, en paralelo a los sucesivos procesos de regularización, los datos del Observatorio de la Inmigración de la Comunidad de Madrid, que toman como base el Padrón Municipal de Habitantes a 1 de enero de 2007, señalan que aquí residen ya más de un millón de extranjeros (1.001.058), que representan una quinta parte de los que viven en España. De ser una población apenas visible hace tan sólo una década, cuando no superaban el 2 por ciento de los residentes en la región, su presencia ha crecido con rapidez, alcanzando el 8 por ciento en 2002 y hasta el 16 por ciento en 2007, lo que también ha acentuado la percepción social del fenómeno.

Sin ninguna pretensión de profundizar en una caracterización general que ha sido ya objeto de publicaciones recientes (García Ballesteros y Sanz coords., 2002 y 2004; Tornos, 2003; Cebrián et al., 2004; García Ballesteros, 2005; Argea Consultores, 2006; Jiménez y Redondo, 2006), pueden aportarse algunos datos de especial significación relativos a sus características laborales que, pese a su excesiva generalización y la falta de matices que conllevan siempre los sumatorios y los promedios estadísticos, permiten enmarcar la investigación realizada [3]:

- A diferencia de ciertas regiones litorales, donde la población inmigrante jubilada de origen europeo, que es residente habitual, resulta mayoritaria (Rodríguez et al, 2005), en la Comunidad de Madrid los inmigrantes latinoamericanos representan casi la mitad (48,6%) del total, siendo también importantes los procedentes de Marruecos y el este de Europa. En la actualidad, los mayores contingentes corresponden a los ciudadanos de Ecuador (166.810), Rumanía (155.958), Marruecos (83.339) y Colombia (77.305), seguidos a cierta distancia por los de Bolivia, Perú, China, República Dominicana, Bulgaria, Polonia y Argentina, hasta sumar en conjunto casi el 90 por ciento del total.

- La migración por motivos laborales es ampliamente dominante y los procesos de reagrupamiento familiar no impiden que la tasa de actividad de una población mayoritariamente joven (60,2% entre 16 y 40 años) sea muy superior a la del conjunto de los residentes españoles de la región (83% frente a 59% en 2005). Pero esa diferencia aún se acentúa con respecto a las mujeres, pues si en el caso de las españolas la incorporación al mercado laboral se situaba en el 42 por ciento, en el de las extranjeras (no procedentes de países de la UE) alcanzaba casi el 80 por ciento.

- Los sucesivos procesos de legalización han aproximado la cifra de inmigrantes afiliados a la Seguridad Social a la de aquellos que trabajan y eso unido al crecimiento general de la economía regional justifica un aumento que puede calificarse de espectacular: de apenas 90.000 afiliados en diciembre del 2000, se pasó a 320.000 cinco años después y las últimas cifras disponibles al redactar este texto, correspondientes a febrero de 2007, la elevan a 418.785 (sobre 1.876.401 afiliados extranjeros en España, un 22,3%), de los que 221.942 corresponden a los servicios y 88.491 a la construcción, por apenas 21.573 a la industria y 1.781 al sector agrario.

- No obstante, en una primera caracterización general ya pueden identificarse tres rasgos expresivos de su posición relativa dentro del mercado de trabajo de la región. En primer lugar, los sectores de actividad donde su presencia es mayor –superando en todos los casos los 50.000 empleos- son los de servicios personales, incluido el doméstico, construcción y obras públicas, servicios a las empresas, hostelería y comercio, siendo muy escasa en el resto. En segundo lugar, y como resultado de lo anterior, sus ingresos medios anuales son inferiores en un 26 por ciento a los de los trabajadores españoles, aunque esa cifra no significa la existencia de diferencias en los mismos puestos de trabajo, sino, sobre todo, de diferencias en cuanto a los tipos de puestos de trabajo a que se accede.

- Según el informe publicado en noviembre de 2006 por la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, durante el decenio 1996-2006 la inmigración aportó algo más de un 30% al crecimiento registrado por el PIB español, contribuyendo también a elevar la tasa de actividad y reducir la de paro. En esa misma línea, el del Instituto Klein, presentado en marzo de ese mismo año, estima que su aportación al PIB regional entre 2001-2005 fue del 9,7 por ciento y que el crecimiento anual de éste habría sido 1,8 puntos porcentuales inferior, si bien su productividad resultó un 22 por ciento inferior al promedio regional.

- Finalmente, su distribución por el territorio metropolitano muestra una creciente dispersión, si bien la mayor parte aún se concentra en la capital (550.804, el 55% del total regional y un 17% de los residentes en la capital), donde ocupan en particular ciertos enclaves en el centro y en distritos populares con un parque de viviendas antiguo y de baja calidad (Tetuán, Carabanchel, Usera, Villaverde, Puente de Vallecas…). Pero las proporciones más elevadas sobre la cifra total de residentes aparecen ya en municipios del Este y Sur metropolitanos (Parla: 23,2%; Coslada: 20,1%; Torrejón de Ardoz: 18,8%; Alcalá de Henares: 18,0%...), así como en algunos periféricos, que cuentan con viviendas de menor costo, integrándose plenamente en los densos flujos de desplazamientos diarios residencia-trabajo, principalmente como usuarios del transporte público. Mientras la población latinoamericana muestra una distribución espacial bastante equilibrada, otros grupos (marroquíes, rumanos, chinos…) muestran mayor tendencia al agrupamiento, aunque los fenómenos de ghettización visibles en otras metrópolis con procesos de inmigración más antiguos son aquí solo incipientes.

Esta caracterización inicial, meramente descriptiva, sólo comienza a adquirir capacidad interpretativa cuando se desciende al terreno y se consigue una inmersión en las realidades del trabajo (Noon y Blyton, 1997), capaz de superar la simplicidad y aparente objetividad de las estadísticas mediante una aproximación a los protagonistas del fenómeno observado. Es así como puede intentarse una efectiva comprensión del fenómeno migratorio y su aportación a la transformación del mercado de trabajo metropolitano en estos años, superando excesos retóricos y afirmaciones teóricas no siempre basadas en el suficiente trabajo empírico que las fundamente.

Las páginas que siguen, que sintetizan los resultados obtenidos de encuestas, entrevistas y grupos de discusión con trabajadores pertenecientes a las cuatro nacionalidades mayoritarias en Madrid, pretenden aportar algunas de esas claves, que permiten volver sobre los supuestos teóricos iniciales. Frente a otros estudios centrados en precisar la estructura ocupacional de los inmigrantes o sus condiciones de trabajo desde una perspectiva estática, aquí se prestó especial atención a las trayectorias laborales de los inmigrantes, comenzando por una breve referencia a su experiencia previa en el país de origen, para abordar luego las diferencias entre el empleo al que pudieron acceder en su primer año de estancia y el que ocupaban al realizarse la encuesta. Dos aspectos complementarios que se juzgaron de interés fueron la proximidad o distancia actuales entre su formación de partida y los puestos de trabajo que ocupan, así como su propia percepción sobre la calidad del empleo y el tipo de relaciones laborales que mantienen. El limitado número de páginas ha obligado a trazar apenas un boceto del paisaje obtenido, dando prioridad a los datos más relevantes y dejando de lado una inclusión de los testimonios transcritos de entrevistas y grupos de discusión, que ayudan a dar sentido a algunos de esos valores numéricos.

Trayectorias laborales y estrategias de supervivencia en el acceso al mercado laboral madrileño

La gran mayoría de los inmigrantes que residen en la región metropolitana de Madrid llegaron aquí sin experiencia migratoria previa y sin haber cubierto etapas intermedias en otros lugares. Tan sólo un 14 por ciento residió antes en otros países europeos o latinoamericanos y apenas el 11,9 por ciento lo hizo en alguna región española desde la que se trasladó a Madrid, siendo mayoritarios en este último caso los marroquíes y ecuatorianos que comenzaron trabajando en la agricultura o la construcción en alguna de las regiones del Mediterráneo (Andalucía, Murcia, Comunidad Valenciana o Cataluña). Pero Madrid fue la primera y única opción para casi nueve de cada diez inmigrantes de las nacionalidades estudiadas, al considerar que las oportunidades de empleo serían mayores (42,6% de los encuestados), o por tener ya miembros de la familia residiendo en su territorio (41,6%).

Si bien una cuarta parte no tuvieron ningún empleo anterior en su país de origen, la mayoría de los llegados ya había iniciado su vida laboral a edad temprana, especiqalmente en el caso de la población marroquí (34% antes de los 16 años). Mientras entre estos últimos la escasez y precariedad del empleo, así como las malas condiciones de trabajo, justifican su decisión de venir a España, en el caso de los rumanos se confirma una mayor estabilidad laboral y mejor adecuación a su formación, siendo aquí los bajos salarios el factor más relevante de su decisión migratoria. Situación intermedia era la de colombianos y ecuatorianos, que también destacan factores de baja estabilidad en el empleo y reducidos ingresos como los más importantes.

La llegada a España supuso, de forma generalizada, una ruptura con la biografía laboral previa, o bien el inicio de la misma tras una experiencia anterior como estudiante o ama de casa. La necesidad acuciante de encontrar pronto un empleo para satisfacer necesidades básicas e iniciar cuanto antes el envío de recursos a los familiares que permanecen en el país de origen, junto con la frecuente ausencia de permiso de trabajo, justificó la aceptación de ocupaciones muchas veces precarias y mal pagadas. La obtención de papeles se convirtió así en la primera barrera a franquear para su inserción en la sociedad y el mercado de trabajo madrileños.

Los resultados de tal situación resultan evidentes en las respuestas obtenidas: un 38,4% declara haber trabajado el primer año sin contrato (hasta el 70,0% en el caso de los rumanos) y otro 34,6 por ciento lo hizo en empleos eventuales de corta duración, aunque regularizados (hasta el 65,7% de los colombianos). Fueron, en cambio, sólo un 6,3 por ciento quienes obtuvieron contratos de duración indefinida (8,8% entre los ecuatorianos) y apenas el 1,2 por ciento los que se convirtieron en autónomos, en tanto otro 4,3 por ciento se mantuvo en situación de desempleo (6,4% de los marroquíes), correspondiendo el resto a quienes aún se encontraban en su primer año de residencia al responder a la encuesta. En resumen, pese a los frecuentes cambios de empleo en esa fase inicial de asentamiento, sólo una cuarta parte declara haber modificado el tipo de situación contractual en esos doce primeros meses, manteniéndose en el ámbito de la informalidad o de la precariedad de forma estable.

Ese perfil se correspondió con una adscripción también muy definida a sectores de actividad y tipos de ocupación específicos. En el caso de los hombres, la mitad (50,2%) comenzó trabajando en la construcción, por una cuarta parte (27,6%) en los servicios y el resto en la industria (10,0%) y la agricultura (10,1%), donde sustituyeron a los casi desaparecidos agricultores autóctonos. Entre las mujeres, en cambio, la práctica totalidad (95,2%) se empleó en los servicios, con una presencia muy destacada de las empleadas de hogar (49,6%), sobre todo entre las mujeres latinoamericanas.

En otras palabras, la aplicación de estrategias de supervivencia por parte de los inmigrantes, junto al tipo de demandas generadas por una región en rápido crecimiento económico, fuertemente terciarizada y aquejada por un boom inmobiliario de grandes proporciones, favoreció una estricta división del trabajo, con adscripciones selectivas según país de origen y género. Mientras los hombres –en especial los rumanos y marroquíes- se concentraron en la realización de trabajos manuales dentro de sectores productivos, las mujeres –en especial las ecuatorianas y colombianas- se ocuparon en actividades de servicio a una población con un creciente nivel de ingresos, aspecto en el que la proximidad idiomática y cultural tuvo un destacado papel. En el extremo opuesto, la presencia de los inmigrantes resultó casi testimonial en el comercio (4,3%), entre el personal administrativo (1,5%), o entre los directivos y profesionales de alto nivel de las empresas (1,3%).

La comparación de este perfil ocupacional en los primeros meses de estancia con el actual permite constatar cierta evolución en el tipo de inserción laboral de los inmigrantes, pero también innegables permanencias que ponen de manifiesto una determinada funcionalidad latente, asignada a estos colectivos en el marco de las transformaciones estructurales que experimentan las economías y los mercados de trabajo metropolitanos (Méndez, 2002).

El trabajo inmigrante: perfiles y tendencias

La evolución de las condiciones laborales que ha experimentado la población inmigrante desde su llegada a Madrid no se presta a un diagnóstico simplista, sino que estamos en presencia de un proceso complejo, que puede ser interpretado desde diversos puntos de vista. En este caso, se contabilizaron únicamente las respuestas de los 981 inmigrantes que llevaban más de un año residiendo en España, lo que permitió la comparación entre su situación en el primer año y la correspondiente al momento de realizar la encuesta, al menos en valores porcentuales, posibilitando una perspectiva diacrónica sobre la movilidad y la trayectoria laboral de este colectivo.

El primer aspecto que merece destacarse en relación a su situación laboral es una cierta mejora desde la perspectiva de la estabilidad en el puesto de trabajo. Son ya amplia mayoría (81,0% de los casos) los que mantuvieron su actual situación laboral sin ninguna modificación a lo largo del último año. Al mismo tiempo, los contratados de forma indefinida alcanzan ya el 39,2 por ciento del total (sólo el 6,3% en el primer año de estancia), ampliándose esa proporción hasta el 43,1 por ciento en el caso de los hombres, por tan sólo poco más de una tercera parte (35,3%) en el de las mujeres (tabla 1).

A la hora de justificar esta mejora, el tiempo de estancia no parece un argumento suficiente, puesto que los valores más elevados corresponden a la población colombiana (49,6%) y rumana (44,1%), en tanto los más bajos son los de la población marroquí (21,8%), pese a ser también la que cuenta con menor presencia relativa de mujeres trabajadoras, lo que es buena muestra de dificultades específicas en su proceso de inserción laboral.

Tabla 1. Situación laboral de los inmigrantes en 2005  (%)

SITUACIÓN

Colombia

Ecuador

Marruecos

Rumania

Hombres

Mujeres

TOTAL

Contrato fijo

Contrato temporal

Empresario/autónomo

Sin contrato o verbal

Desempleado

Otras situaciones

49,6

31,5

4,8

0,9

0,4

12,8

39,7

36,5

2,4

10,3

1,1

10,0

21,8

36,1

4,1

8,1

2,0

27,9

44,1

14,0

9,7

27,4

1,6

3,2

43,1

29,0

5,0

12,2

1,8

8,9

35,3

33,0

4,4

9,5

0,6

17,2

39,2

31,0

4,7

10,9

1,2

13,0

Fuente: Elaboración propia.

 

Esa estabilización tuvo como contrapunto una paralela reducción de quienes trabajaron sin contrato, o con un simple acuerdo verbal, poco más de una décima parte (10,9%) del total (38,4% en el primer año), siendo también mayor esta situación entre los hombres (12,2%) que entre las mujeres (9,5%). Aquí, en cambio, el tiempo de estancia y la falta de papeles sí se muestran como factor explicativo de su mayor importancia entre los rumanos (27,4% del total), frente a su práctica desaparición entre los colombianos (0,9%).

Aumentó igualmente la presencia de inmigrantes que, tras un periodo como asalariados, pasaron a la situación de autónomos o empresarios (4,7%), si bien siempre a partir de cifras muy bajas. Y en este aspecto llama la atención la mayor capacidad de iniciativa que parece reflejar el colectivo rumano, donde casi una décima parte del total (9,7%) se encuentra ya en esa situación, pese al poco tiempo de estancia en nuestro país, situación opuesta a la que muestran los ecuatorianos (2,4%).

Lo que se mantuvo, en cambio con escasas variaciones fue la presencia relativa de trabajadores con contrato temporal y/o a tiempo parcial, que continúan representando alrededor de un tercio (31,0%) del total. Resulta significativo destacar, en este caso, que si en el caso de los trabajadores eventuales la situación de hombres y mujeres apenas difiere, no ocurre lo mismo con los trabajadores por horas, mucho más numerosos entre las segundas (13,1%) que entre los primeros (6,2%), lo que guarda relación con la elevada presencia de las empleadas de hogar.

La población que declara estar en otra situación se corresponde, básicamente, con estudiantes y amas de casa, razón por la que su proporción entre las mujeres duplica la de los hombres. La población desempleada es, en cambio, muy escasa, tanto por el elevado índice de ocupación actual que registra la región, como por la baja proporción de los que pueden acceder a prestaciones por desempleo.

Por lo que hace referencia a su distribución por tipos de actividad, el proceso que debe destacarse es el de progresiva normalización entre la distribución sectorial de los inmigrantes y la correspondiente a una economía metropolitana, que reduce los fuertes sesgos observados inicialmente y vuelve a poner de manifiesto la rápida adecuación de estos trabajadores a la demanda local (tabla 2).

 

Tabla 2. Sector de actividad de los trabajadores inmigrantes en 2005 (%)

País S. Agrario Industria Construcción Servicios No contesta

Colombia

Ecuador

Marruecos

Rumania

0

0

3,6

5,1

13,3

8,4

10,9

9,6

15,7

20,9

36,2

31,7

71,0

70,7

48,6

51,9

0

0

0,7

1,7

Hombres

Mujeres

2,9

0,3

16,7

3,1

45,4

0,8

34,1

95,8

0,9

0

TOTAL

1,7

10,2

24,4

63,2

0,5

Fuente: Elaboración propia

 

En primer lugar, la presencia de trabajadores agrarios se redujo a una fracción mínima, en tanto la de trabajadores industriales se mantuvo en una décima parte del total (10,2%), como reflejo de las dificultades del sector para generar nuevos empleos, sobre todo en sectores intensivos en mano de obra, crecientemente deslocalizados. Por ese mismo motivo, la construcción y, sobre todo, las actividades de servicios siguen dando empleo a casi nueve de cada diez inmigrantes.

También en este caso, las diferencias por nacionalidad resultan muy acusadas y mientras los inmigrantes latinoamericanos se ocupan en un 70 por ciento en actividades de servicios, los marroquíes y rumanos lo hacen tan sólo en un 50 por ciento, mientras otro tercio trabaja en la construcción y las obras públicas .Pero la interpretación de estos resultados debe relacionarse, sobre todo, con un reparto por razón de género que no es privativo de la población inmigrante, pero que aquí alcanza rasgos extremos. Salvo en 16 mujeres encuestadas, todas las restantes integradas en el mercado de trabajo lo hacen dentro del sector de servicios, que absorbe hasta el 95,8 por ciento de esa fuerza de trabajo, frente a la oferta mucho más diversificada en el caso de los trabajadores masculinos.

La constatación de los cambios sociolaborales ocurridos en el tiempo tiene su mejor expresión al considerar la situación profesional al realizarse la encuesta, resumida en la tabla 3 y el diagrama de la figura 1. Se observa así un lento pero progresivo avance hacia lo que puede entenderse como un movimiento de cualificación en el trabajo que, al margen de su formación de origen, pone en evidencia cierta capacidad para ir abandonando el ámbito de la precariedad en beneficio de situaciones profesionales más valoradas y mejor retribuidas. Pese a todo, esta tendencia resulta significativa en una perspectiva diacrónica, pero no oculta un posicionamiento de los inmigrantes en los segmentos inferiores de la escala profesional que en ningún caso ha desaparecido o se ha reducido de forma sustancial.

 

Tabla 3.  Situación profesional de los trabajadores inmigrantes en 2005 (%)

SITUACIÓN

Colombia

Ecuador

Marruecos

Rumania

Hombres

Mujeres

TOTAL

Trabaj.especializado producción

Empleado de hogar

Peón construcción

Trabajador servicios personales

Trabajador no cualificado

Dependiente de comercio

Personal administrativo

Directivos y profesionales

No contesta

17,7

11,3

12,3

24,3

12,3

15,7

3,4

3,0

0

27,8

20,6

2,7

19,5

15,8

10,6

2,7

0,3

0

37,7

13,0

13,0

13,9

10,9

7,2

0,7

2,9

0,7

28,3

29,4

18,1

12,8

6,8

2,3

0

0,6

1,7

49,0

1,6

17,3

12,8

8,0

8,5

1,3

1,5

0,9

2,6

38,5

1,6

25,4

17,0

10,8

2,8

1,3

0

27,1

19,0

9,9

18,4

12,2

9,5

2,0

1,4

0,5

Fuente: Elaboración propia.

 

De este modo, los trabajadores con cierto nivel de cualificación que trabajan en actividades de producción, junto con los empleados del hogar, siguen a la cabeza entre los grupos profesionales (46,1% del total), seguidos por quienes trabajan en servicios a la población que requieren escasa formación (18,0 %). Tampoco puede ignorarse la destacada presencia de peones y trabajadores de escasa cualificación, que suman otro 22,1 por ciento del total. Como contrapunto, los directivos y profesionales de alto nivel conocen un salto relativo importante, pero en cifras absolutas siguen siendo una exigua minoría (1,4% del total), y algo similar ocurre con el personal administrativo (2,0%).

 

Figura 1. Sector de actividad en los últimos 12 meses (%).
Fuente: Elaboración propia.

 

Aunque se mantienen las diferencias según países de procedencia, las tendencias han resultado bastante similares. Por el contrario, en este aspecto más que en ningún otro la inserción laboral muestra las importantes diferencias de género que perviven en la sociedad, pues la proporción de mujeres ocupadas según grupos profesionales resulta casi el negativo de la que corresponde a los hombres, lo que puede entenderse como una división del trabajo remunerado. Mientras los hombres se ocupan en actividades productivas, ya sea como personal cualificado o sin cualificar (74,3 % del total), tres cuartas partes de las mujeres ocupadas lo están aún como empleadas de hogar (38,5 %), o en servicios personales y comercios (36,2 %), siendo también superior su presencia entre los trabajadores no cualificados. Los diagramas de estrella (figura 2) representan el peso relativo de cada uno de los ocho grupos profesionales y reflejan las diferentes  situaciones existentes mediante los correspondientes polígonos ocupacionales.

Las conclusiones derivadas del tratamiento de la información coinciden en líneas generales con la percepción y valoración mayoritaria de los propios inmigrantes. Al ser preguntados sobre el cambio registrado en su situación laboral desde que reside en la Comunidad de Madrid, casi dos tercios (63,3%) reconoció haber mejorado su situación por tan sólo un 7,1 por ciento que afirma haberla empeorado y una cuarta parte que consideró no haber tenido modificaciones sustanciales en el tiempo transcurrido. Factores como el tiempo de residencia y, sobre todo, la regularización legal se consideraron la puerta a nuevas oportunidades, que resultan diferentes luego en función de las características personales.

No obstante, lo anterior no puede ocultar importantes bolsas de decepción, sobre todo en aquellas personas con mayor cualificación en origen que, bien por su situación legal, el no reconocimiento de su titulación o, simplemente, su inadecuación a lo que los empleadores parecen buscar en estos grupos de población, desempeñan ahora trabajos muy alejados de sus expectativas y posibilidades, aunque estén mejor remunerados que los que desempeñaban en su país, aspecto que será abordado a continuación. Una segunda fuente de insatisfacción es el empleo en actividades penosas, que exigen mucho esfuerzo, amplias jornadas de trabajo, o limitan la capacidad de autonomía personal, caso este último de las mujeres que trabajan como internas en el servicio doméstico, junto a unos ingresos insuficientes aún para poder acceder a una vivienda digna y mantener unas remesas regulares en dirección a su país de origen.

Finalmente, aunque en una amplia mayoría de casos (45,9% del total), se declara no haber tenido nunca dificultad para encontrar empleo cuando se ha buscado, o tan solo en algunas ocasiones (30,2%), también se detectó una escasa información sobre las ofertas de empleo existentes, que en la mayor parte de los casos se solventó acudiendo a redes locales de apoyo, bien en forma de ONGs, asociación de inmigrantes o, sobre todo, vínculos informales con otros conciudadanos del país de origen, frente a una menor relación con las instituciones públicas. El proceso migratorio acarrea una fragilidad en determinados momentos ante las condiciones del entorno al que se accede (trámites administrativos, búsqueda de vivienda, de empleo, etc.), que pone en marcha redes de cooperación de interés mutuo, cuando no de verdadera solidaridad. Se acumula así un capital social cuyo origen son, como en tantos otros casos, la necesidad de enfrentar problemas comunes, que beneficia a todos los miembros de esas redes difusas y de geometría muy variable, pero que demuestran su eficacia como medio de información cuando los cauces oficiales no existen, son mal conocidos o provocan, incluso, cierto temor y desconfianza en personas en situación no regularizada.

 

Figura 2. Situación profesional de los inmigrantes según nacionalidad y género (%).
Fuente: Elaboración propia

 

Formación y empleo: una ecuación no resuelta.

Un último apartado del análisis, que resulta útil para los objetivos del artículo, es el relativo a las relaciones entre la formación de los trabajadores inmigrantes y los tipos de puestos de trabajo que ocupan en la actualidad, una vez transcurrido en la mayoría de casos el periodo transitorio de asentamiento en la región metropolitana madrileña, aspecto no suficientemente estudiado hasta el momento. Se trata de una cuestión que resulta de interés desde una triple perspectiva: por un lado, permite constatar hasta qué punto se rentabiliza el capital humano que aportan estos contingentes migratorios; al mismo tiempo, resulta un aspecto a valorar en la trayectoria profesional de los inmigrantes, que afecta al grado de satisfacción o decepción respecto a sus expectativas; finalmente, permite detectar posibles desajustes que pudieran exigir el reforzamiento de la oferta formativa que realizan las instituciones públicas. No se consideran ahora esas dos últimas dimensiones, que fueron estudiadas por otros miembros del equipo investigador, para centrar la atención en la primera perspectiva.

En una primera panorámica de conjunto, destaca el hecho de que poco más de la décima parte (10,5%) se declara sin estudios o con estudios primarios sin finalizar, y otro 18,8 por ciento cursó la escolaridad obligatoria, frente al 15,8 por ciento que dice contar con estudios universitarios; pero el mayor contingente corresponde, con diferencia, a quienes señalan haber realizado estudios de nivel secundario, ya sea de bachillerato (39,2%) o de formación profesional (15,7%).

Pero, más allá de esas cifras demasiado genéricas, se constata que, de nuevo, los niveles educativos con que los inmigrantes llegan a Madrid difieren sustancialmente según nacionalidades de procedencia (figura 3), con una situación bastante más favorable en el caso de la población rumana, que en  más del 90% de los casos cuenta, al menos, con estudios de grado medio. En el extremo opuesto se sitúa la población marroquí, donde esa situación apenas alcanza al 40 por ciento de los encuestados, frente a una proporción similar de población sin apenas estudios, en tanto los colombianos (80%) y ecuatorianos (70%) están en situación intermedia. Aunque la equivalencia de titulaciones no siempre resulta fácil, lo que sí se pone en evidencia es que buena parte de los llegados no pertenecían en sus países de origen al estrato inferior de la pirámide social, lo que les permitió acceder a determinados bienes públicos, ofertados en cantidad y con calidad muy diversas según los casos. Incluso se detecta la presencia de clases medias urbanas con alto nivel de instrucción y que migraron en busca de mejores salarios y perspectivas de promoción personal, lo que por el momento parece difícil para la mayoría, a juzgar por la relación existente entre las situaciones profesionales al abandonar su país y las que mantienen ahora en Madrid de los 583 encuestados que contestaron esa pregunta con cierta precisión y contaban con empleo antes de realizar su desplazamiento (tabla 4).

 

Figura 3.  Formación en el país de origen (por países %).  Fuente: Elaboración propia.


Tabla 4. Variación entre el último empleo en el país de origen y el actual empleo en la comunidad (%).

Situación profesional

Última ocupación antes de emigrar
Última situación laboral en Madrid
% de variación

Directivos y profesionales de nivel superior

43

11

-74,4

Trabajadores especializados actividades productivas

172

177

2,9

Trabajadores no cualificados

25

67

168,0

Empleados del hogar

21

91

333,3

Peones

43

56

30,2

Personal administrativo

84

10

-88,1

Trabajadores de servicios personales

64

106

65,6

Dependientes de comercio

117

62

-47

NC

14

3

-79

Total

583

583

-

Fuente: Elaboración propia

 

Las cifras, pese a su frialdad, dejan escaso margen a la duda. Tanto los directivos y profesionales con titulación superior, como los dedicados a tareas administrativas e, incluso, los dependientes de comercio tuvieron que abandonar en la mayoría de ocasiones el tipo de trabajo anterior y se encuentran ahora sub-representados; el contrapunto se encuentra en el caso de las empleadas de hogar, trabajadores no cualificados, peones y empleados en servicios personales de carácter banal, que duplican con creces su cifra de partida. Los problemas de regularización, de homologación de estudios o de dificultades con el idioma en el caso de marroquíes y rumanos (el 72% entiende el español, pero sólo el 48% dice hablarlo correctamente y apenas el 27% lo escribe), junto a una adscripción no escrita a empleos de bajos salarios y/o penosos, que los españoles no desean a menudo ocupar, parecen ser los principales factores explicativos. Si se consideran los datos de la tabla 4, puede así deducirse que un 30 por ciento de los inmigrantes madrileños se enfrentó a una ruptura de su trayectoria profesional y, en una proporción aún superior, a la aceptación de empleos por debajo de su grado de cualificación, registrando así experiencias de movilidad laboral descendente que se resisten a desaparecer con el paso del tiempo.

Inmigración extranjera y transformación del mercado laboral metropolitano: una revisión crítica

Todo este volumen de información tiene un valor muy limitado si no sirve para  inferir algunas conclusiones teóricas sobre la reestructuración económico-laboral en regiones metropolitanas como la de Madrid, superando la casuística propia de cada territorio en busca de tendencias y significados capaces de ser contrastados con otras trayectorias locales. Se trata así de diferenciar lo que pueden ser procesos estructurales, asociados a la actual fase de capitalismo global, frente a respuestas específicas que reflejan las herencias económicas, sociales e institucionales propias de cada metrópoli, así como la diversa capacidad de los actores locales para enfrentar los nuevos retos. El esquema de la figura 4 intenta reflejar de forma gráfica esta interpretación, que toma como base algunas reflexiones anteriores sobre los mercados de trabajo metropolitanos (Méndez, 2002), para incorporar ahora de forma explícita la funcionalidad asignada a la población inmigrante dentro de tales procesos.

 Las economías metropolitanas parecen haber superado la fase de transición vivida hace ahora unas dos décadas –que permitió algunos diagnósticos sobre aparentes tendencias desurbanizadoras no confirmados con posterioridad- para afianzarse hoy como nodos fundamentales de una economía mundializada, tal como han puesto de manifiesto en estos años un buen número de autores (Castells, Sassen, Taylor, Veltz…). Su capacidad para generar un volumen creciente de empleos ha intensificado los movimientos migratorios en dirección a las principales regiones metropolitanas, que en un número creciente de casos tienen ya carácter internacional, tal como ocurre en el caso madrileño.

Pero, del mismo modo que las ideas sobre la contraurbanización y las metrópolis maduras, en progresivo declive, se muestran hoy como hipótesis apresuradas y de escasa utilidad para comprender las tendencias actuales, algo similar debe decirse de la repetida afirmación sobre la consolidación de metrópolis postindustriales. Tal como se ha planteado en otros textos (Caravaca y Méndez, 2003), los sistemas productivos metropolitanos –al menos en la Unión Europea- evolucionan hacia una creciente integración entre la industria y los servicios, que diluye de forma progresiva las antiguas divisorias sectoriales y exige nuevos modos de abordar el sentido de los cambios recientes en el empleo.

Aunque las estadísticas nos hablan de una creciente terciarización del empleo y el VAB, frente al progresivo retroceso de la industria, los estudios empíricos que combinan el análisis de las actividades con el de las funciones que llevan a cabo las empresas aquí instaladas y el perfil profesional de sus trabajadores, permiten apuntar la conformación de una economía que, a falta de un término mejor para definirla, se ha calificado como servindustrial. En ella, buena parte de las empresas industriales que permanecen se terciarizan internamente, al concentrar en las metrópolis sus centros de decisión y gestión, investigación y desarrollo tecnológico, distribución y servicio al cliente, etc., en tanto deslocalizan una parte creciente de sus tareas productivas. Y, en paralelo, crecen los empleos de intermediación (Halbert, 2005), correspondientes a un amplio conjunto de empresas e instituciones públicas que gestionan los flujos que dirigen hoy la economía globalizada: flujos de capital (sector financiero y de seguros), mercancías y personas (transportes, logística y comunicaciones), información y conocimiento (servicios a las empresas, formación e investigación). Muchas de estas firmas mantienen estrechos vínculos con la industria y son clave en la diferente capacidad de las metrópolis para incrementar la productividad y eficiencia del trabajo, generar e incorporar innovaciones, reforzar su nivel de internacionalización y elevar así su capacidad competitiva (OCDE, 2001).

En aquellas regiones metropolitanas más dinámicas, estas tendencias se reflejan en su perfil laboral, aumentando las cifras de empleo tanto en sectores industriales intensivos en conocimiento (o de alta intensidad tecnológica según la OCDE), como en empresas innovadoras (cualquiera que sea su rama de actividad), sedes sociales corporativas, servicios avanzados a las empresas, centros de I+D+i y universidades, etc. Una mirada en esa dirección permite conclusiones optimistas no exentas de apoyo a partir de la observación de la realidad.

Pero en esas mismas regiones metropolitanas –y más aún en las de países o regiones que enfrentan dificultades estructurales para lograr una inserción en el archipiélago metropolitano capaz de impulsar el crecimiento de su economía y de un empleo de calidad- existe otra realidad, asimismo innegable para quienes miren en otras direcciones, que permite diagnósticos igualmente sesgados si no se contextualizan.  Predomina aquí el empleo en sectores industriales maduros o de baja intensidad tecnológica, en todo tipo de actividades relacionadas con la construcción, junto a numerosos servicios a la población, que si bien en algunos casos se asocian con una mejora de los niveles de bienestar colectivos y con empleos de cierta cualificación (educación, salud, cultura…), en otros muchos pretenden cubrir necesidades básicas y exigen muy escasa formación profesional, manteniéndose incluso en el ámbito de la informalidad en aquellas regiones urbanas donde los fenómenos de marginalidad social son más acusados.

Desde esta propuesta de interpretación teórica, los resultados de encuestas y entrevistas parecen confirmar que la mayor parte de la población inmigrante en Madrid ha ocupado puestos de trabajo correspondientes a las actividades de menor rango funcional, que en la figura 3 aparecen oscurecidas, frente a su escasa o nula su presencia entre las actividades de rango superior, que también experimentaron un notable crecimiento dentro de la economía regional. En ese sentido, cada grupo de inmigrantes se adaptó a las ofertas de trabajo existentes en los estratos inferiores de la pirámide ocupacional más en función de sus características personales (edad, sexo, dominio del idioma…) que de su formación previa, a menudo poco relacionada con esas ofertas. Se integraron así, en buena medida, dentro del grupo que Gorz (1991) identificó como los nuevos servidores, que bien trabajan en tareas productivas de carácter manual (especialmente en la construcción) o, sobre todo, prestan unos servicios de proximidad cuya demanda ha crecido de forma sustancial debido a nuevo estatus de las familias españolas (incorporación de la mujer al mercado laboral, envejecimiento, aumento del nivel de renta…) y al bajo coste de muchos de ellos.

El diagrama también muestra que buena parte de estos inmigrantes se incorporaron a ese mercado secundario o atípico (Harvey, 1989: 151) que se asocia en buena medida con las diversas formas de precariedad hoy presentes en las relaciones laborales. Pero todo ello no puede negar cierta movilidad laboral y, por consiguiente social, ciertamente selectiva, reflejada en el incremento de empleos estables con contratos indefinidos, profesionales autónomos e incluso empresarios, que también comienzan a diversificar su presencia en actividades donde hasta ahora estaban ausentes.

Del mismo modo que De Mattos (2002 y 2005) ha señalado la excesiva simplicidad de las metáforas sobre el dualismo sociolaboral para interpretar las complejas tendencias propias de los territorios metropolitanos, lo que no impide afirmar la presencia de una fuerte segmentación entre mercados de trabajo paralelos pero poco interconectados, también en este caso puede aplicarse al ámbito de los trabajadores inmigrantes la conocida metáfora del techo de cristal, invisible pero no intangible, que parece haber confinado a la mayoría en segmentos laborales limitados, con independencia de su formación, y que sólo de forma incipiente parece comenzar a quebrarse.

En este caso, de nuevo, el tiempo transcurrido en Madrid resulta una clave explicativa fundamental, como parte de la segunda fase dentro de su proceso de integración, que incluye la regularización legal, el acceso a formas de contratación normalizadas y, a partir de ahí, a los derechos sociales inherentes. Reflejo de todo ello puede ser que, aunque un 60,4 por ciento de los encuestados declaró ingresos mensuales inferiores a 900 euros, un 7,9 por ciento los declaró superiores a 1.200 euros, y si una tercera parte aún no están afiliados a la Seguridad Social, son ya un 66,9 por ciento los que confirman estar regularizados.

 

Figura 4. Transformaciones productivas y laborales en la economía de Madrid: inserción de los trabajadores inmigrantes.
Fuente: Elaboración propia.

 

Consideraciones finales

Tal como ha podido constatarse en páginas anteriores, la región de Madrid se ha convertido en un polo de atracción de inmigrantes, tal como corresponde a una de las metrópolis de mayor dimensión en el ámbito europeo. Una tasa media anual de crecimiento del PIB situada en el 4,0 por ciento entre 1997 y 2005 (3,5% en España y 2,1% en la Unión Europea) permitió generar oportunidades de empleo para un contingente de trabajadores extranjeros que creció con rapidez, al tiempo que se reducía la tasa de desempleo general. La fuerza de los hechos ha permitido mostrar la compatibilidad entre ambos fenómenos, al menos en fases expansivas del ciclo económico, desactivando así la capacidad de atracción de aquellos discursos que plantean la presencia de esta población como una amenaza para el empleo y el bienestar de la población española. Por el contrario, diversos informes recientes confirman la aportación positiva al crecimiento del conjunto que ha tenido la incorporación de estos contingentes de trabajadores para la economía nacional y regional.

En el contexto de creciente segmentación de los mercados de trabajo que acompaña a formas de producción más flexibles, las regiones metropolitanas son el mejor exponente de las diversas y contradictorias tendencias laborales que coexisten en un mismo territorio. En palabras de Kovács (2005: 42), “una de las tendencias es la valorización de los recursos humanos fundamentales para la realización de las actividades de fuerte valor añadido. Esta valorización implica el desarrollo de sus competencias, invirtiendo en la formación de las personas, la delegación de responsabilidades, la promoción del espíritu de equipo y de la ciudadanía en la empresa. Pero la otra tendencia consiste en la reducción y en la flexibilización del empleo, así como en el aumento de una fuerza de trabajo desvalorizada relacionada con las actividades de bajo valor añadido y naturaleza más rutinaria. La difusión de las formas flexibles de empleo puede implicar un fuerte crecimiento de una fuerza de trabajo fluida, que puede ser contratada, despedida y deslocalizada de acuerdo a las necesidades de adaptación al mercado por parte de las empresas”.

Según han planteado diversas lecturas críticas sobre la tesis sobre el fin del trabajo, puesta de moda por algunas obras de indudable impacto en la pasada década (Rifkin, 1994), lejos de una reducción generalizada y masiva, asistimos más bien a una profunda transformación del sentido, el contenido y el reparto social y territorial del trabajo (De la Garza, 1999), y los territorios metropolitanos son un laboratorio privilegiado para su análisis e interpretación. Surgen así nuevas formas de desigualdad social y espacial, al tiempo que se atenúan otras y se actualizan bajo manifestaciones distintas algunas de las heredadas. Como afirmó Harvey (2003), “las diferencias geográficas son mucho más que meros legados históricos y geográficos. Son perpetuamente reproducidas, sostenidas, socavadas y reconfiguradas por los procesos políticoeconómicos y socioecológicos que tienen lugar en el presente”.

En consecuencia, dentro de las grandes aglomeraciones metropolitanas del llamado mundo desarrollado se asiste hoy a movimientos de sentido inverso, pero que no deben entenderse como contradictorios sino como complementarios dentro de la lógica del sistema. Aumentan, por un lado, lo que Florida (2002 y 2005) identifica como clases creativas, vinculadas mayoritariamente a puestos de trabajo donde la generación, incorporación, aplicación y/o transmisión de información y conocimiento es su característica distintiva. Pero esa tendencia es compatible –tal como ya planteó Reich (1991)- con el paralelo aumento de trabajos poco o nada cualificados, con bajos salarios, escasa protección social y alta temporalidad. Aunque tales condiciones no son privativas, ni mucho menos, de la población inmigrante, este colectivo parece especialmente asociado a estas formas de empleo.

Así, la mayoría de los trabajadores inmigrantes en Madrid que fueron objeto de estudio se mantienen en un reducido número de actividades, en empleos de baja cualificación con independencia de su nivel de formación, y en condiciones laborales asociadas a diferentes formas de precariedad. Constituyen una fuerza de trabajo relativamente barata, que se adapta con rapidez a la oferta de empleos, tiene escasa capacidad reivindicativa y un muy bajo nivel de sindicalización.

Pero cualquier simplificación dualista de una realidad socioeconómica y territorial tan compleja como la metropolitana está condenada a iluminar poco el camino que conduce a un mejor conocimiento de las tendencias en el entorno. Por eso, a lo anterior debe sumarse la constatación de trayectorias laborales diferenciadas, que se dibujan con mayor claridad a medida que el proceso de integración en la sociedad madrileña se consolida, diversificando el horizonte ocupacional de los inmigrantes, al tiempo que se propicia una mayor estabilidad en el empleo e, incluso, la aparición de autónomos y empresarios que, aunque minoritarios, tienden a crecer de modo visible. Una identificación de mercados locales de trabajo en el interior de la región metropolitana permitiría profundizar en esa dirección, pero tal objetivo fue ajeno a las pretensiones de esta investigación.

Notas

[1]  El presente artículo toma como base la aportación personal al proyecto colectivo Inmigración, formación y empleo en la Comunidad de Madrid, financiado por  la Consejería de Empleo y Mujer de la Comunidad de Madrid y desarrollado a lo largo del año 2005. El trabajo, realizado por un equipo de investigadores del Instituto de Economía y Geografía del CSIC, fue dirigido por Vicente Rodríguez y en él participaron también Ascensión Calatrava, Teresa Castro, Sol Juárez, Silvia Marcu y Ana Melero.

[2]  El posible sesgo derivado de las respuestas dadas por los propios inmigrantes a la encuesta se contrastó con la información estadística disponible para constatar una coincidencia básica en cuanto a datos fundamentales. Puede consultarse a ese respecto la  estadística sobre contratos registrados en la región que elabora el Servicio Regional de Empleo de la Comunidad de Madrid, disponible en  http://gestiona.madrid.org/tdpcweb/run/j/InicioContratos.icm?ESTADO_MENU=2

[3]  Se recogen aquí cifras procedentes de diferentes organismos estadísticos (Instituto Nacional de Estadística, Tesorería General de la Seguridad Social, Instituto de Estadística de la Comunidad de Madrid, OFRIM), que no se precisan en mayor medida por ser sólo tangenciales a los objetivos del trabajo.

 

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© Copyright Ricardo Méndez, 2008.
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