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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 319, 1 de abril de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

DE UNIVERSIDAD-CAMPUS, AISLADA Y SUBURBANA, A POLO METROPOLITANO DEL CONOCIMIENTO. EL CASO DE LA UNIVERSITAT AUTÒNOMA DE BARCELONA

Carme Miralles-Guasch
Dpto. de Geografia – Universidad Autónoma de Barcelona
carme.miralles@uab.es

Recibido: 9 de julio de 2009. Devuelto para revisión: 23 de julio de 2009. Aceptado: 21 de enero de 2010.

De universidad-campus, aislada y suburbana, a polo metropolitano del conocimiento. El caso de la Universitat Autònoma de Barcelona (Resumen)

La universidad es, entre otras muchas cosas, un elemento territorial, que puede tener formas -desde los más compactos a los más desagregados- y emplazamientos diversos, --desde los más centrales a los más suburbanos-. En los años sesenta se inauguraron, por primera vez en España, tres universidades campus, en Madrid, Bilbao y Barcelona, que tropezaron con la pobreza en la concepción de las áreas metropolitanas donde se ubicaron. Un urbanismo funcionalista, la falta de infraestructuras y de planificación plurimunicipal, además de cierta voluntad política, las aíslan y las convierten en enclaves universitarios desconectados de sus entornos más inmediatos. 

Sin embargo, y con en tiempo, la Universitat Autònoma de Barcelona localizada en la periferia de la Región Metropolitana de Barcelona, se convierte en un polo metropolitano con capacidad de liderazgo y con una alta sinergia con su entorno. Esto se analiza desde la economía y los territorios de conocimiento. Unos territorios que tienen geografías variables y límites cambiantes en una realidad metropolitana que adopta unos modelos urbanos en forma de red.

Palabras clave: universidad, áreas metropolitanas, territorios del conocimiento, infraestructuras, movilidad.

From an Isolated and Suburban University Campus to a Metropolitan Pole of Knowledge: The Case of the Universitat Autònoma de Barcelona (Abstract)

Universities are, among many other things, a territorial element: they can vary in form –ranging from the most compact to the most fragmented– and location –from the most central to the most suburban–. In the 1970s three campus universities were inaugurated in Spain –Madrid, Bilbao and Barcelona–, which coincided with a deficient perception of the metropolitan areas where they were sited. They were isolated and became university enclaves that were disconnected from their immediate surroundings as a result of functionalist urban planning, a lack of infrastructures and pluri-municipal planning; and not forgetting a certain degree of vested political interest.

The Universitat Autònoma de Barcelona was located on the periphery of the Barcelona Metropolitan Region, but as time passed it became a metropolitan point of reference with leadership potential and a high degree of synergy with its surrounding areas. This is analysed from economic and territorial knowledge. These are territories with varying geographical features and changing limits within a metropolitan reality that has adopted urban models in the form of a network.

Key words: universities, metropolitan areas, territorial knowledge, infrastructure, mobility.

La universidad, más allá de su carácter académico, es un agente territorial de primer orden. Ya en sus inicios la ubicación de este equipamiento significó cambios importantes en las estructuras urbanas donde se localizaron. Algunos países optaron por una universidad urbana emplazada en las grandes ciudades, otros en cambio las situaron en pequeñas localidades. A mediados del siglo XX, en la Europa continental, atraída por la excelencia de las universidades británicas y norteamericanas, se inicia una nueva etapa en la localización de las universidades, creadas al amparo del significativo aumento de alumnos. España no es ajena a este proceso, y con algunas especificidades propias del régimen político, a finales de los años sesenta se inauguran tres nuevas universidades, las Universidades Autónomas, situadas en las periferias de Madrid, Barcelona y Bilbao. En su génesis, las tres tienen características comunes, al emplazarse en los polos de desarrollo económico del momento, lejos de los centros urbanos y aislados de cualquier entorno construido, con la voluntad de incomunicarlas de los ámbitos sociales y políticos.

La universidad, tenga el emplazamiento que tenga, siempre interactúa con su entorno y es, a la vez, un agente económico y social que favorece las sinergias territoriales. Esta relación entre entorno y universidad se intensifica a finales del siglo XX, cuando se conceptualiza y se da valor a la economía del conocimiento y con ella a los territorios del conocimiento, donde los capitales humanos, culturales y  territoriales se entretejen en un contexto local y regional. En este contexto la universidad aparece como una pieza clave del sistema, al generar innovación y con ella un aumento de la productividad y de la riqueza.

La Universitat Autónoma de Barcelona (UAB), una de las tres universidades campus creadas en España en los años sesenta, ubicada en al periferia de la Región Metropolitana de Barcelona, es el objeto de estudio de este artículo. El análisis parte de la evolución de la institución universitaria como agente territorial, subrayando aquellos emplazamientos suburbanos que con el tiempo se han caracterizado por ser un elemento fundamental del desarrollo regional y son nodos de redes sociales y económicas. Una empatía con el entorno que ha supuesto un cambio de escala y de función del territorio de la universidad, el cual ya no se corresponde con los límites estrictos del recinto del Campus, sino que tienen geografías variables definidas por los aquellos agentes que interactúan con la universidad.

Para el análisis de la UAB, se parte de la Región Metropolitana de Barcelona y de su emplazamiento funcional y territorial en este contexto metropolitano. Un marco que permite dibujar los territorios de la UAB desde las conexiones y los desplazamientos de la comunidad universitaria.

La universidad como agente territorial

Existen dos tipologías territoriales de universidades, las ubicadas en un ámbito urbano que forma parte de la ciudad –y son ciudad-, y las que adoptan forma de campus, aisladas de las tramas urbanas tradicionales de su entorno y que, en su génesis, sólo albergaban actividades académicas. Este espacio suburbano de universidad, el campus, en general, se ha ido transformando en ciudad, no en términos administrativos sino funcionales, en la medida que se van localizando, en recinto del campus funciones plenamente urbanas (comerciales, culturales, deportivas, etc.) y se construyen espacios residenciales e infraestructuras de transporte. Una transformación que se complementa en la medida que los campus universitarios forman parte de una red de nodos urbanos a escala metropolitana o regional. Un nodo que no se identifica con sus límites estrictos del campus, sino con sus funciones enraizadas en la teoría de los territorios del conocimiento, basa en flujos de personas y de información.

Tipologías territoriales universitarias: de la ciudad al campus y el campus transformado en ciudad

Desde que en el año 1088 se fundó la primera universidad en la ciudad de Bolonia, estas han tenido una relación compleja con su entorno territorial, adoptando formas distintas según el lugar y la época. Así, si la tradición en la Europa continental fue ubicarlas dentro de las grandes ciudades -Paris (1170), Salamanca (1230) o Berlín (1809)-, el patrón británico (y en consecuencia el americano) fue el de situarlas en espacio semirurales o en pequeñas poblaciones –Oxford (1214) y Cambridge (1229)-. Con el tiempo la universidad ha sido una de las instituciones clave en la definición de la estructura urbana occidental. Hasta el punto que si hasta el siglo XIX la iglesia, el palacio real y el castillo eran los tres equipamientos urbanos por excelencia, a partir de entonces, la ciudad liberal los sustituye por las estaciones ferroviarias, los grandes almacenes y las universidades (Piè, 2004).

En la ciudad, el mundo universitario encuentra los apoyos y las actividades que requiere, a la vez que la ciudad tiene en la universidad una fuente próxima de conocimiento (Bellet, 2001; Peronneau, 2003; Vicente et al., 2007). Sin embargo la localización de la universidad en el entorno urbano, ha sido -y sigue siendo- distinta y dispar, a tenor de la historia académica, administrativa y urbana de los diversos países. Una historia que se define entre dos posiciones dispares entre dispersión o concentración de las actividades académicas dentro de las ciudades o en zonas aisladas de sus periferias. Toda la variabilidad que se engendra entre estas opciones opuestas se dibujan todos y cada uno de los modelos que hoy coexisten en las localizaciones universitarias.

La ubicación de la universidad respecto al entorno construido ha dado lugar a distintas clasificaciones. Campos (2000) distribuye las universidades españolas según su ubicación territorial o urbana, y cada una de ellas las divide en diversas tipologías. Vilagrasa (2001) clasifica la relación entre ciudad y universidad en cuatro categorías: ciudades universitarias, zona universitaria urbana concentrada, universidad urbana dispersa y campus universitario. Esta última es la única localización universitaria que se aleja del binomio ciudad-universidad y que tiene sus raíces en los Colleges ingleses de los siglos XIII y XV (Gómez Mendoza et al., 1987).

El campus, como modelo universitario, es un recinto segregado, de localización suburbana, en la que queda especialmente vinculada la función residencial de estudiantes y profesores y la académica de estudio e investigación y que tiene siempre una dotación de servicios y equipamientos suficientes que le permiten tener autonomía funcional. El resultado es una estructura densa pero a la vez aislada, donde los lugares de encuentro entre la comunidad universitaria están muy cuidados. Sin embargo la ubicación de estos campus, a menudo en terrenos de ocupaciones inmediatas y baratas, hace que su emplazamiento se haya localizado en los peores lugares, mal relacionados con su entorno, de difícil acceso y sin infraestructuras de conexión. Además muchos de ellos tiene problemas de gigantismos y pobreza arquitectónica, con el añadido que, en muchas de ellas, no se terminaron de emplazar las residencias y los servicios que la universidad requería (Pinchemel, 1971). Este alejamiento hace que sean espacios universitarios con dificultades de relación, en términos de conexiones físicas. Lo que produce, en el mejor de los casos, ghetos culturales, si se logra las condiciones de integración docente-residencial, con servicios suficientes, de lo que se puedan extraer las rentas de aglomeración científica que en principio entraña la reunión de docentes e investigadores. Si no es así, el ghetto cultural se convierte simplemente en ghetto (Gómez Mendoza et al., 1987).

De todas formas otros autores señalan efectos positivos en la concentración de centros de docencia, de investigación y de innovación en un punto del territorio, hecho que genera muchas sinergias internas y puede ser un factor de impulso innovador para el entorno. Como señala Bohigas (Argullol, 1993) el concepto de campus tiene una parte positiva en tanto que espacio centralizador de edificios y coordinador de funciones. Por esto los campus, a pesar de su aislamiento en que se concibieron, pueden acabar constituyéndose en ciudades en si mismas, no en un sentido administrativo sino funcional y morfológico. Las experiencias parecen demostrar que un campus para que sea territorial y socialmente viable, tiene que adquirir un carácter urbano -tiene que pasar a ser ciudad- razón por la que debe añadirse otras funciones, como la vivienda, el comercio, la cultura o el ocio, al mismo tiempo de las estrictamente académicas o laborales.

En España hasta mediados de los años sesenta, con la creación de las tres Universidades Autónomas, el modelo universitario se mantuvo inalterable en ubicación y en número. Las universidades españolas estaban localizadas en los centros urbanos y en un único emplazamiento. Eran centrales y compactas. Además la última universidad inaugurada había sido, en 1917, en Murcia. Las universidades españolas, hasta mediados del siglo XX, habían seguido un modelo determinado por la demanda (Neave, 1984), igual que en Francia, Italia y Grecia, procedente de la universidad napoleónica, aunque con adaptaciones a las realidades de cada uno de los entornos administrativos y políticos.

Después de la contienda bélica, las universidades europeas siguen las pautas anglófonas de aislamiento y unicidad, con la formación de grandes campus universitarios en las periferias de las áreas metropolitanas y la fragmentación de las grandes universidades urbanas (Carreras, 2001). Con lo que en Europa continental, fascinada por el prestigio de las universidades inglesas y norteamericanas, empiezan a aparecer campus universitarios similares a los que se habían implantado en EEUU a lo largo de los años 30, siguiendo el criterio de la arquitectura racionalista. En España esta fase se inicio en los años 70[1], cuando se promovieron tres Universidades Autónomas, en Madrid, Barcelona y Bilbao, con el objetivo que fueran pioneras en la adopción del modelo anglosajón

Desconexión y aislamiento. Elementos fortalecidos potenciado, en lo que se refiere a las tres Universidades Autónomas españolas, por los lugares escogidos -Cantoblanco, Leiola y Bellaterra-  que las situaban aisladas de cualquier entorno urbano y además en espacios, por aquel entonces, mal comunicados en ferrocarril y en carretera. Los tres campus nunca se plantearon como un modelo alternativo, pues solo se trataba de descongestionar las respectivas universidades centrales y urbanas, por lo que había todos los inconvenientes de estar lejos del centro y ninguna ventaja de estar en una gran área metropolitana. Por lo que según Pié (2004), tienen además el trauma del exiliado. Las tres universidades campus españolas, la de Madrid, Barcelona y Bilbao, están dolidas por la exclusión que padecieron del centro Mater y desprecian al territorio en que se ubican.

Además, en el caso español, la creación de campus universitarios multifuncionales, tropezaron con el concepto de área metropolitana donde se insertaron. Estas partían de un modelo extraordinariamente pobre y fragmentado, subyacente, también, en los grandes conjuntos habitacionales y en las grandes áreas para actividades productivas. Enclaves monofuncionales, segregados unos de otros y enlazados a la ciudad central por grandes corredores de transporte, básicamente viarios (Caravaca y Feria, 1994). Todo ello basado en el urbanismo funcionalista, en este caso de baja calidad y peor desarrollo.

En este contexto se intentaron formalizar las tres áreas metropolitanas con un planeamiento territorial plurimunicipal. En 1963 se aprobó el Plan General de Ordenación del Área Metropolitana de Madrid, incorporando nuevos conceptos a los contenidos en la Ley del suelo de 1956. En Bilbao, en 1964,  se aprobó el Plan Comarcal de Ordenación y en Barcelona en 1968 se decreto el Plan Director del Área Metropolitana de Barcelona. Aunque en ninguno de los tres planes se preveía la construcción de nuevas instalaciones universitarias ni siquiera, en los futuros emplazamientos de las Autónomas, se preveía su uso urbano.

Las tres Universidades Autónomas españolas se emplazaron de forma improvisada en lo que entonces eran los grandes polos de desarrollo económico del país. Y su modo de implantación territorial lo guió el desarrollismo de la época, con un crecimiento gigantesco, desordenado y despilfarrador. Se buscaba una cierta distancia al centro urbano, entre los 10 y los 15 km. Pero no sólo una distancia neutra sino social: se querían las periferias de las incipientes metrópolis, en ámbitos poco urbanizados.

Aquel modelo metropolitano, desde hace unos años, se esta sustituyendo por uno más reticular, donde el centro y la periferia no sean tan marcadamente desiguales, donde existan más de un centro y algunos subcentros y la multifuncionalidad este cada vez más presente (Fishmann, 1987; Dematteis, 1988). A este cambio de modelo metropolitano, la universidad-campus con vocación metropolitana no puede estar ausente. En palabras de Caravaca y Feria (1994) la integración de la universidad en el núcleo central de las relaciones urbanas metropolitanas, contribuye a su configuración, esforzándose en robustecer nuevos modelos territoriales. Por lo que requieren una voluntad para definir su papel de nodo metropolitano y a la vez para organizarse internamente de forma mucho más articulada funcional y urbanísticamente.

La Universidad: un nodo en la red regional

Más allá de su localización e incluso de su historia, el papel de la universidad, como factor de desarrollo regional es cada vez más decisivo, hasta el punto que algunos autores, especialmente norteamericanos, consideran la universidad como uno de los entes más activos de desarrollo territorial (Segarra, 2004). Esta nueva categoría universitaria, allende de la estrictamente académico-formativa, se inicio con la crisis energética de los años setenta, que obligo a redefinir las relaciones entre formación superior, investigación y transferencia de conocimientos entre la universidad, la administración y el mundo empresarial (Pié, 2004). Los dos fenómenos más conocidos y pioneros son el Silicon Valley y la Boston Area-Route 128.

En este nuevo contexto se considera que la universidad, como ente institucional, se halla en una segunda transformación conceptual. Si la primera fue la humboldtiana, basada en la docencia y la investigación, esta segunda introduce el concepto de la universidad emprendedora, con la difusión comercial del conocimiento, la incubación de nuevas empresas derivadas (spin-off), la creación de parques científicos y la potenciación del mercado tecnológico (Etzowitz, et al., 2000). Sin embargo, además de los aspectos económicos y tecnológicos, la universidad incide en otros muchos ámbitos, como los territoriales o urbanísticos, los sociales y los culturales. Aspectos, estos últimos, que se subrayan en la Estrategia Territorial Europea (ETE), cuando indica que la formación y la investigación universitaria se configuran como uno de los principales factores de competitividad territorial. La formación de un capital humano que se suma al capital social, organizado por redes sociales e institucionales, son los intangibles para que el territorio sea un actor principal del conocimiento, la innovación y la competitividad (Caravaca y González 2009).

Los que más han estudiado este fenómeno, especialmente en las nuevas universidades de la segunda mitad del siglo XX, son los británicos, y en todos los casos se deduce que la universidad, como factor multiplicador, ayuda a reactivar el tejido económico (Abercrombrie, 1974; Gómez Mendoza, 1987). Sin embargo, estos impactos, tengan la naturaleza que tengan, se manifiestan de forma lenta y no inciden en todo el territorio por igual. Según Segarra (2004) se manifiestan en dos dimensiones, una geográfica y otra temporal. La primera dependerá del radio de acción de los efectos de propagación relacionados con las externalidades vinculadas a la difusión del conocimiento. La dimensión temporal se manifiesta por la evolución de la producción, la ocupación y la localización de las actividades, los efectos sobre el capital humano y los procesos de aprendizaje.

El modelo de desarrollo territorial en que la universidad encaja plenamente es el local y regional endógeno, que se basa en la especialización flexible, en las relaciones de proximidad y en elementos intangibles en el proceso de producción (información, tecnología, calidad) que tienen un componente territorial muy acentuado (Michavila, 2004; Parellada y Duch, 2005; Martier, 2007). Estas relaciones de proximidad no son meramente físicas, sino también organizacionales e institucionales, interacciones desarrolladas y mantenidas por los agentes territoriales. Dentro de esta perspectiva, el territorio se convierte en un elemento de proximidad social, que se define en términos de referencias compartidas y de acciones construidas deliberadamente por los distintos agentes (Mercier, 2007).

En este modelo territorial la universidad como agente económico y social tiene que tener una capacidad de liderazgo para proveer a su entorno proximidades sociales y un compromiso claro y concreto hacia su entorno más o menos inmediato. Por todo ello la universidad tiene que conocer su entorno: las características de las empresas y de las instituciones que están presentes; así como las  particularidades demográficas, sociales y culturales. Estos objetivos tienen que situarse entre los ejes principales que orientan la actividad universitaria. La implicación en el desarrollo regional no puede quedar limitada en un apéndice aislado del resto de la institución y tiene que apoyarse en lo más alto de la jerarquía académica.

Además, si la universidad toma forma de campus, el principal reto, en términos territoriales, es el trabajo en red, es decir la capacidad de trabajar de forma intensa y extensa con los otros agentes territoriales, sin perder su autonomía. Este trabajo requiere también el reconocimiento de un cierto modelo territorial, que en este caso  tiene que ser un modelo policéntrico, donde los distintos nodos urbanos, no necesariamente con carácter de municipio, se relacionen eficientemente entre si. Este replanteamiento teórico substituye la interpretación del territorio que solo contempla relaciones jerárquicas o verticales entre núcleos, por otra que se considera heterárquica o horizontal. De cada uno de estos modelos se sacan unas optimizaciones de las pautas de ocupación del territorio, de movilidad y de actuaciones diferenciadas. Así mismo, el modelo en red surge como respuesta del requisito de un territorio medio ambientalmente más sostenido, socialmente más equilibrado y económicamente más eficiente (Tarroja, 2003).

Aunque tampoco cabe pensar que exista un modelo general de relación de la universidad con su entorno.  Al contrario cada región tiene que impulsar sus estrategias de actuación, basándose en las características del territorio donde se ubica y de los agentes que actúan.

La Universidad, territorio del conocimiento

Desde que a principios del siglo XXI la Estrategia de Lisboa (2000) marca como objetivo estratégico convertir la economía de la Unión en una Economía del conocimiento, a través de tres objetivos estratégicos de competitividad, atractividad y nivel de vida, los territorios del conocimiento subrayan su papel motor del desarrollo europeo. La globalización requiere localización y sitúa a los ámbitos regionales y locales en primera línea de actuación.

La capacidad de un territorio de generar conocimiento y transferirlo a la sociedad tiene que ser a una escala local o regional, donde los medios metropolitanos son los más innovadores y competitivos. En este juego de escalas territoriales múltiples, los territorios del conocimiento se definen como áreas que no se corresponden, necesariamente con divisiones administrativas formales, que son conocidas porque alimentan sus ambientes creativos en general y sus sectores de conocimiento en particular y dentro de ellos las universidades tienen un papel central (Reichert, 2006).

El territorio de la universidad, por lo tanto no se circunscribe a los límites que marca el campus universitario. Todo lo contrario, el territorio de la universidad se define por las funciones que les son propias y por los agentes territoriales y sociales que se relaciona. El territorio de la universidad deriva de una definición funcional y tiene sus raíces teóricas en las ciudades del conocimiento o regiones metropolitanas del conocimiento.

Como representación de las relaciones que fomentan los territorios del conocimiento, se utiliza habitualmente el modelo conocido por la triple hélice (Etzkovitz y Leydesdorff, 1997): administración, universidades y empresas. Este modelo explica las nuevas relaciones en el ámbito de la innovación (y en otros) que se establecen entre estos tres agentes que determinan los sistemas de innovación. Si bien la administración representada por una de las aspas de la hélice acostumbra a ser la regional o la estatal, ya que tiene la capacidad de financiación de la universidades, y sin que esto deje de ser vigente, en el caso que nos ocupa, es posible y deseable una ampliación del radio de acción de este termino a los gobiernos locales.

En este contexto, las universidades tienen que desarrollar nuevas estrategias de actuación más allá de las funciones tradicionales de la docencia y la investigación. En este sentido, son muchos los debates sobre la necesidad que las universidades desarrollen una tercera actividad que se sumaria a las dos funciones tradicionales. Esta tercera misión se refiere a las funciones sociales y económicas que pueden desarrollar las instituciones académicas, es decir, las aportaciones directas que ellas pueden ejercer sobre el bienestar social y el desarrollo económico de su entorno (Molas-Gallart, 2005).

Todo ello relacionado con las actividades de transferencia de conocimientos y comercialización tecnológica, bajo el supuesto que las universidades tiene unas capacidades (de conocimiento, habilidades e infraestructuras) que no están  suficientemente explotadas y que constituyen claramente un recurso más utilizable; como también se refiere a la incidencia en el marco comunitario en que se insertan, comprometiéndose con las comunidades locales. Se trata de hacer frente a las necesidades locales, desarrollar actividades y generar proyectos que den respuesta a los problemas de su entorno. Esta perspectiva potencia la función social y territorial de las universidades.

La Universitat Autònoma de Barcelona en su contexto regional y metropolitano

La universidad, especialmente si adopta la tipología de campus, es un agente territorial que va más allá de su naturaleza administrativa y actúa de nodo territorial dentro de una red urbana más o menos extensa. La Universitat Autònoma de Barcelona es un nodo metropolitano que forma parte de la Región Metropolitana de Barcelona (RMB), un territorio de 3.242 km2, con casi cinco millones de personas, que ocupa, en su conjunto el noveno lugar del ranking[2] de espacios metropolitanos europeos.

La UAB, universidad aislada de un entorno urbano y periférico en su ubicación metropolitana, se analiza desde esta perspectiva metropolitana y suburbana. Para ello se analizan los intentos de planificación supramunicipal en la RMB y se describen las variables clásicas de población, morfología, lugares de trabajo, etc. Que hoy definen esta Región. Para focalizar, después el análisis en la UAB y su entorno, desde la perspectiva de los territorios del conocimiento, tratados en la primera parte del texto, interpretados a partir del Modelo de la Triple Hélice de Etzkovitz y Leydesdorff (1997). Donde se interrelacionan distintas escalas territoriales, con una estructura territorial en red entre diversos centros y subcentros de dimensión y naturaleza diversa.

El relato de la región metropolitana de Barcelona, el entorno de la UAB

El Campus universitario de la UAB se localizó en 1968, al noroeste de la ciudad de Barcelona, en el corredor del Vallès, situado detrás de la sierra de Collserola, paso natural del eje mediterráneo norte sur, en uno de los lugares con un mayor potencial de crecimiento económico y urbano. Buena parte de este potencial estaba relacionado con el nivel de accesibilidad que las infraestructuras proyectadas, básicamente viarias, iban a otorgarle. El Campus estaba situado junto al entonces proyecto de autopista by-pass de Barcelona por el corredor del Vallès, entre los dos túneles que se habían planeado para conectar al centro de la metrópolis, junto al futuro Centro Direccional de Cerdanyola, un espacio reservado para actividades empresariales. Era una localización que tenía, en principio, asegurado su accesibilidad y además contemplaba la proximidad a unas instalaciones de carácter empresarial (Figura 1).

 

Figura 1. Ortofotomapa del Campus de la Universitat Autònoma de Barcelona.
Fuente: Instituto Cartográfico de Cataluña, 2008.

 

El entorno metropolitano donde se instaló la Universidad requería, ya por aquel entonces, de una visión territorial a una escala más amplia que la estrictamente municipal para poder ordenarlo desde una perspectiva supramunicipal. Para ello se hicieron dos intentos, ambos fracasados en su momento, aunque fueron los embriones del Plan General Metropolitano de 1976, y aun hoy vigente. El primero de ellos  surgió en 1953 al ser ratificado el primer plan urbanístico supramunicipal que incluía Barcelona y los 27 municipios de su alrededor,  con un total de 456 Km2,  denominado Plan de Ordenación de Barcelona y su zona de influencia. Un ámbito que, en los años setenta, seria el de la Corporación Metropolitana de Barcelona y el del Plan General Metropolitano. Ya en la década de los 60 se presentó el segundo intento con el Plan Director del Área Metropolitana de Barcelona, más amplio que el anterior con la inclusión de las siete comarcas alrededor de Barcelona y sus 164 municipios. Aunque las cinco comarcas del plan del 1937 las consideraban de acción inmediata y las del Garraf y el Penedès, en áreas de acción diferida (Esteban, 2003). La falta de voluntad política, de instrumentos técnicos y de normativas legislativas para desarrollar un proyecto supramunicipal y los frustrados inicios de la planificación metropolitana malograron el plan en su conjunto y convirtieron la instalación de la Universidad Autónoma de Barcelona en una pieza aislada en medio de un paraje vacío, subrayando la voluntad de desconcentración y exilio universitario (Piè, 2004).

En 1987 se suprime la Corporación Metropolitana de Barcelona –el único ente de acción conjunta metropolitana que ha existido- y se crean tres Mancomunidades de Municipios, con el objetivo de gestionar los residuos, el agua y los transportes, sin que ninguna de ellas tenga una visión de conjunto. Cada una incluye municipios distintos, que en su totalidad suman 36 administraciones locales alrededor de Barcelona. Este cambio de rumbo metropolitano también significo el inicio del tercer intento de una planificación supramunicipal, con el Plan Territorial con el objetivo de abordar la ordenación del espacio metropolitano en un ámbito más real, por lo que se adoptó el perímetro del antiguo Plan Director de los años 60. Aunque los trabajos se terminaron en 1998, nunca se aprobó, no obstante consolidó lo que hoy se conoce como la Región Metropolitana de Barcelona (RMB). Ámbito territorial utilizado en los trabajos de planificación territorial y de infraestructuras recientes.

El fracaso de todo este proceso, que caracteriza el planeamiento supramunicipal de la RMB en la segunda mitad del siglo XX, confirma la idea de Caravaca y Feria (1994) de la debilidad y la fragmentación de las zonas metropolitanas españolas, donde se ubicaron las universidades Autónomas. Y entre ellas la UAB localizada en una área metropolitana altamente dividida en lo administrativo y segregada en lo funcional, lo que en palabras de Gómez Mendoza et al. (1987) ahonda en la idea que, la UAB en sus primeros veinticinco años tenia características de gheto cultural.

En la actualidad, y como resultado de esta dinámica, la RMB -más allá de las siete comarcas que la integran-, se interpreta a través de distintos subambitos, de dimensión variada y con denominaciones diversas: área metropolitana, continuo urbano, coronas metropolitanas, arco tecnológico metropolitano, Plan Estratégico metropolitano (PEM). Cada uno de ellos según diversos criterios y objetivos (Figura 2), aunque ninguno forme una unidad desde el punto de vista administrativo y de planeamiento. Sin embargo todos ellos son intentos para superar la fragmentación y aumentar en objetivos y estrategias compartidas.

 

Figura 2. Mapa administrativo de la Región Metropolitana de Barcelona.
Fuente: Elaboración propia.

 

Los intentos y los fracasos en generar unidades de planeamiento supremunicipales ayudan a comprender los cuatro rasgos fundamentales que actualmente definen la Región Metropolitana de Barcelona (RMB): un mapa administrativo fragmentado, una morfología urbana que se debate entre la compacidad y la dispersión, unas densidades de población desiguales y unas actividades económicas que se empiezan a relacionar con los territorios y las economías del conocimiento. Y todas ellas influyen en la inserción de la Universidad en su entorno.

Las únicas unidades administrativas legalmente constituidas son los municipios, que con un total de 164, fragmentan enormemente el mapa metropolitano y dificultan cualquier intento de planeamiento a escala metropolitana. Y las comarcas, 7 en total,  que al ser unidades muy pequeñas, sin muchas competencias reales, no permiten una gestión supramunicipal adecuada. Por ello a lo largo de toda la historia reciente de este territorio y más especialmente para la UAB, ha existido y sigue existiendo una disfuncional territorial entre un mapa administrativo y funcional donde la unidades territoriales son demasiado pequeñas y con capacidades de actuación limitadas, en relación a las dimensiones territoriales, económicas y sociales de la UAB, concebida como un equipamiento metropolitano que requeriría de interlocutores administrativos de dimensiones similares.

Desde un punto de vista morfológico, la RMB está integrada por la ciudad-capital, Barcelona, por un espacio compacto central y por un espacio urbano discontinuo de la Primera Corona y por uno discontinuo de la Segunda Corona, formada por sistemas urbanos polarizados en las capitales de las áreas, donde aun se conserva, en buena parte, la estructura geografía histórica.

Estos tres ámbitos mencionados, según se advierte en el Cuadro 1, se pueden definir como equilibrados en población (resultado de fenómenos migratorios intermetropolitanos, Pujadas, 2009) pero con características demográficas y urbanas distintas. De ello se deduce que el fenómeno metropolitano, en su estructura física y poblacional, tiene dos formas de urbanización y de ocupación del territorio. Por una parte, Barcelona y su continuo más consolidado, con una forma urbana compacta y con funciones complejas. La compacidad deriva de un urbanismo que ha apostado por la ciudad densa y continua, con una distribución de las funciones bastante homogénea y mixta. Por otra parte, en el resto del territorio y especialmente en la Segunda Corona, exceptuando los núcleos históricos de las ciudades, se ha optado, a grandes rasgos, por las bajas densidades, las discontinuidades de los tejidos urbanos y la zonificación funcional (Font, 2005).

 

Cuadro 1.
Población por ámbitos de la Región Metropolitana de Barcelona


Fuente: Elaboración propia.

 

La región metropolitana de Barcelona ha sido descrita e interpretada, en los últimos años, desde las teorías de los territorios del conocimiento (Trullén, 2001; Lasuén y Baró, 2005; Boix, 2006; Marmolejo y Roca, 2008). La ciudad, y con ella sus territorios metropolitanos, siempre han sido centros básicos de innovación y difusión del conocimiento, y además son instrumentos esenciales para incentivar el capital humano, social e institucional. Aunque ahora, esta acumulación de conocimientos diversos se establece no sólo en una ciudad sino en una región urbana, donde los distintos núcleos actúan en forma de red. Según indica Boix (2006) la RMB se esta transformando en una metrópoli del conocimiento pues desde 1991, las actividades de Conocimiento Alto tienen tasas de crecimiento elevadas y los residentes en edades laborales con educación universitaria superior han pasado del 12,8 por ciento al 18,9 por ciento. Además según el mismo autor, es una de las diez concentraciones del Conocimiento Alto más grandes de Europa, con 675.000 asalariados, 37.700 empresas, 24.600 millones de producción, 500.000 ocupados en profesiones de ciencia y tecnología, 468.000 residentes en edad de trabajar en educación universitaria, 8 universidades (180.000) matriculados, 51 institutos tecnológicos.

Una metrópolis que avanza y con ella la Universidad Autónoma de Barcelona

En la parte más externa de la primera corona metropolitana y con características funcionales de la segunda corona es donde se ubica la Universidad Autònoma, y en esta última es donde algunos autores emplazan el Arco Tecnológico o Metropolitano que incluye 128 municipios de las cinco comarcas periféricas de la RMB[3].

A pesar de su historia reciente, desde hace unos años, esta área ya no puede ser interpretada, de forma simplificada, como la parte externa de un centro metropolitano muy potente, donde las piezas funcionales se reparten de forma aleatoria y desconectada. En este momento debe entenderse como un espacio de complejidad creciente que dispone de una red de ciudades y nodos urbanos propios. Una personalidad que no sólo deriva del proceso de descentralización de actividades y de población del centro metropolitano hacia la periferia, como fue en origen la UAB, sino por fenómenos de incremento de actividades económicas y de intensidades en las propias redes sociales y culturales. Una interpretación de las dinámicas territoriales metropolitanas que han teorizado los trabajos de Fishmann, (1987) y Dematteis, (1988) y que definen a muchas regiones metropolitanas maduras. 

Para ilustrar a nivel cuantitativo esta intensificación cabe mencionar que en el año 1981 la población que vivía en la Segunda Corona Metropolitana representaba el 26 por ciento del total de la RMB y el año 2006 esta es casi el 35 por ciento (Pujadas, 2009). Por lo que se refiere a la actividad económica, en la Segunda Corona Metropolitana existen 520 polígonos industriales, que representan más del 70 por ciento de todos los que se ubican en la RMB y casi el 30 por ciento de toda Cataluña (Figura 3). En superficie industrial (105,3 km2) concentra el 67,5 por ciento del total de la RMB y el 30,6 por ciento del total catalán (Miralles-Guasch y Donat, 2007). Una conglomerado  de actividad económica que se refleja, tal y como indica el Cuadro 2, con un aumento considerable de lugares de trabajo.

 

Figura 3. Polígonos de actividad económica en el ámbito de estudio.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2000.

 

Sin embargo la creciente presencia de este Arco Metropolitano se origina, más allá del incremento neto de la población y de la actividad económica, a partir de la intensificación de las relaciones ente sus diferentes agentes territoriales. Con lo que esta irrumpiendo –más informalmente que formal- una articulación de este territorio metropolitano en redes (Tarroja 2003), donde los nodos (en forma de municipio o no) no se sitúan sólo en relación con el núcleo central, -en este caso la ciudad de Barcelona- sino que se articulan en una red compleja y multidireccional de interrelaciones donde es posible establecer estrategias de cooperación y de complementariedad, además de integrarse en los ejes dinámicos de desarrollo a escala europea y peninsular, como son el corredor del mediterráneo y el eje del Ebro.

 

Cuadro 2.
Distribución de los lugares de trabajo en la Región  Metropolitana de Barcelona

 
Fuente: Elaboración propia.

 

Aunque, según la opinión de Esteban (2003) esta dinámica esta en sus primeras etapas y para reforzarla se requiere potenciar a las ciudades y subcentros específicos como polaridades urbanas principales y necesarias para corregir un modelo, que en algunas zonas es demasiado difuso y confuso, evitando crecimientos aislados de la trama urbana consolidada. También interpreta, en lo referente a las actuaciones en sistemas de infraestructuras, que es necesaria una apuesta doble en los ámbitos ferroviarios y varios. La universidad Autónoma actúa de polo metropolitano que ayuda a consolidar la articulación metropolitana. Por lo que, como se verá en el tercer apartado, es imprescindible una apuesta por la articulación y la conexión territorial, a través de sus infraestructuras, de este subcentro metropolitano.

La UAB en el territorio del conocimiento metropolitano y regional

En el contexto descrito de la RMB, se requiere que, junto a la ciudad central, Barcelona, se fortalezcan el papel de aquellos subcentros metropolitanos que disponen de una estructura básica necesaria para convertirse en territorios del conocimiento. Entre los distintos tipos de territorios del conocimiento, los subcentros de la RMB forman parte de la categoría de ciudades metropolitanas, que según la descripción de Boix (2006) tienden a tener una base económica del conocimiento más amplia y diversificada, con niveles de accesibilidad más altos, con una dimensión del mercado de trabajo mayores y unos niveles de dotaciones educativas y culturales más elevadas. En comparación, todo ello, con las ciudades no metropolitanas.

Todas estas características se encuentran en el municipio de Cerdanyola del Vallès, donde se ubica la UAB, el Centro Direccional y el Parque tecnológico (Figura 4). Un municipio con cerca de 60.000 habitantes, de unos 30,6 km2 de superficie con una densidad de casi 2000 hab./km2. Con unos niveles de instrucción, en 2001, superiores a la media catalana, el 53 por ciento tenia niveles de secundaria y el 16 por ciento eran universitarios. Porcentajes que en Cataluña eran del 47,2 por ciento y de 14,3 por ciento respectivamente. Con más del 63 por ciento de la población ocupada en el sector servicios y con una mayoría de viviendas unifamiliares (41,8 %). Por lo que, si la RMB esta consolidando su posición estratégica europea como región del conocimiento, este subcentro metropolitano puede llegar a tener una relevancia de primer orden entre las ciudades del conocimiento, como un polo de conocimiento metropolitano, donde la UAB juega un papel fundamental.

 

Figura 4. Municipio de Cerdanyola del Vallès (CdV). Ubicación del Centro Direccional (CDCV) y de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB).
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

Este polo metropolitano parte de tres características excepcionales en si mismas y en su conjunto: la concentración de conocimiento, la identidad del territorio junto con sus redes sociales y culturales, y su alta conectividad y accesibilidad:

  1. En primer lugar la gran concentración de actividades ligadas al conocimiento, en relación a la Universidad y a los centros de investigación que allí se ubican.
  2. Además, dadas las características del entorno, de las que no cabe olvidar un medio natural privilegiado, se  puede consolidar una unidad que integre elementos culturales, sociales y territoriales propios. Elementos que otorguen identidad a un espacio hasta hoy desestructurado y desdibujado. Una identidad del conocimiento con la construcción de una imagen y personalidad específicas, como activos necesarios para destacar una oferta distintiva, que parta de una interacción creativa entre universidad, administración, empresa, población y entorno. Todo ello tiene que ser una fuente de ventajas comparativas en el contexto internacional de la siempre cambiante geografía del conocimiento.
  3. La inusual densidad de establecimientos vinculados a la economía del conocimiento, se complementa con unas singulares conectividades y accesibilidades, fruto de una privilegiada posición territorial del municipio de Cerdanyola, en relación a las infraestructuras viarias de gran capacidad y también de las ferroviarias, que tienen que responder a una mejor articulación e integración de los distintos elementos, y profundizar en el encaje territorial y funcional, a distintas escalas territoriales. Características que se desarrollaran en la tercera parte de este artículo.

Ahondando en la segunda característica, y según Reichert (2006), la identidad del conocimiento, se basa en tres elementos, una actitud cultural enraizada en la tradición que sustenta estos territorios, (es lo que él denomina construir sobre recursos existentes), el reconocimiento y la existencia de una ciudad capital, jerárquicamente superior y, por último, la presencia de una narración sobre ese territorio en forma de acontecimientos anteriores entrelazados, que actúan como proyecciones hacía el futuro. Estos tres elementos se encuentran en esta área en la medida que tiene recursos existentes propios y singulares, se define por formar parte de un conjunto de centros metropolitanos dispuestos jerárquicamente y ha potenciado la sinergia entre tres cualidades que se encuentran raramente juntas con esta intensidad: centralidad, calidad ambiental e innovación.

En el caso del polo de conocimiento metropolitano UAB-Cerdanyola, el objeto de esta apreciación se puede ampliar, de una parte, hacía proyectos que constituyen un patrimonio histórico-artístico y, por la otra, hacia aquellos que se sitúan en las áreas agroforestales, patrimonio natural del entorno (Parc de Collserola, Corredor ecológico de Sant Llorenç del Munt, Serra de Galliners, etc) (Figura 5).

 

Figura 5. Polo de conocimiento metropolitano UAB-Cerdanyola del Vallès.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

De acuerdo a una reciente corriente de planificación del territorio donde se intenta capitalizar los recursos de la identidad, los cuales no solo tienen que ser identificados y cuidados, sino también explicados. En palabras de Sabaté (2005),

“La gestión inteligente de los recursos patrimoniales supone en diversos territorios uno de los factores clave para su desarrollo (…). Algunas de las iniciativas más recientes y de éxito de ordenación del territorio evidencian el interés de esta nueva aproximación. Todas contemplan algunas premisas básicas: identificar los recursos de mayor interés y ofrecer una interpretación estructurada y atractiva de estos, narrar una historia”.

Y uno de los recursos de mayor interés es, en este territorio, la calidad de vida, como uno de los objetivos estratégicos mencionados por los territorios del conocimiento. El concepto de calidad de vida es muy amplio y tiene muchos aspectos, todos ellos fundamentales. Por una parte se trata de atraer, retener e integrar personas con altos niveles de formación o estudiantes y trabajadores en actividades creativas, y por el otro no limitarles el acceso a la calidad de vida. Otros factores relevantes pueden ser el atractivo de la oferta cultural y de ocio, la capacidad de atracción de colectivos con mucho conocimiento pero con pocos recursos a nivel adquisitivo, donde el fomento de la relaciones transcomunitarias y los encuentros casuales hagan posible el surgimiento de las nuevas e inesperadas iniciativas. En este relato, un Campus Universitario, que nació aislado y expulsado del centro de la ciudad, se convierte en un espacio excepcional para que todo ello se lleve a cabo.

Este polo metropolitano de conocimiento, donde esta localizada la UAB, se debe interpretar a través del modelo antes mencionado de la triple hélice, donde cada una de ellas esta representada por el gobierno, la universidad y la empresa. Si bien en este contexto esta figura tendrá algunas singularidades, en la medida que el gobierno vendrá caracterizado no sólo por las administraciones estatales y regionales sino, y especialmente, por las locales, representadas por los municipios más cercanos: Cerdanyola, Sabadell, Sant Cugat y Terrassa. Además tendrá un papel esencial, en lo que se refiere a la hélice empresarial, en el parque científico vinculado a la UAB y en el Centro Direccional de Cerdanyola (Figura 6).

 

Figura 6. El territorio del conocimiento: la triple hélice.
Fuente: Elaboración propia a partir del modelo de Etzkovitz y Leydesdorff (1977).

 

La hélice representada por la UAB, es fundamental en la medida que la investigación está cada vez más vinculada a la universidad, como motores de la economía del conocimiento. Las empresas y la administración requieren de la universidad, y especialmente de sus licenciados, para tener una competitividad global y desarrollar productos innovadores. Por lo que, las universidades refuerzan los lazos entre ellas con el fin de alcanzar mayores niveles de innovación y de excelencia, en este sentido la UAB esta integrada en el Consorcio Europeo de Universidades Innovadoras (ECIU), y forman parte de asociaciones internacionales de parques científicos y tecnológicos, vinculados a sectores de investigación y empresariales de la biotecnología y a los sectores de las ciencias de la salud. También cabe destacar la importancia de la construcción del sincrotón ALBA, uno de los cuatro que existen en Europa de última generación (de los diez existentes) y el único situado en el sur de Europa.

Además de las condiciones excepcionales antes citadas y de las redes entre la administración, el mundo empresarial y la universidad, el territorio del conocimiento, debe vincularse al modelo urbano que deriva de la idea de policentrismo y con él al de la red de ciudades. Esto requiere, en el caso de la RMB, que se potencien los subcentros metropolitanos que dispongan de una base necesaria para convertirse en ciudades del conocimiento. Un ejemplo de ello seria el arco metropolitano y las relaciones entre Cerdanyola, Sant Cugat y Sabadell.

Focalizando la atención en una parte de lo que antes se ha mencionado como polo de metropolitano de conocimiento, como es el Centro Direccional de Cerdanyola del Vallès cabe destacar que si bien este tiene su origen en el Plan General Metropolitano (PGM) de 1976, su evolución actual parte de la actualización de este a partir de un Plan Parcial.  Este plan, con el que finalmente se empezó a desarrollar, es la última de una sucesión de propuestas con el objetivo actualizar y adaptar el concepto inicial a los distintos contextos socioeconómicos y a las nuevas perspectivas de futuro. Un plan parcial que desarrolla la idea de distrito del conocimiento, con las características de centralidad, de multifuncionalidad y desde donde se pueden generar dos externalidades en forma de economías de localización y de urbanización. La constatación actual de estas tres características indica que la primera concepción del Centro Direccional y la consolidación de la UAB, han evolucionado a lo largo de las últimas tres décadas hacia una estrategia de consolidación del Distrito de Conocimiento (Figura 7).

 

Figura 7. Principales áreas de transformación urbanística en el área de estudio.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

También es importante subrayar que la economía territorializada de conocimiento, en sus diversas escalas -regional, local y de distrito- requieren de los ciudadanos que viven, trabajan y/o estudian en estos ámbitos. Así la gobernanza y la participación ciudadana son en estas estructuras multiformes del conocimiento una pieza fundamental, que en el caso que nos ocupa pueden tener perfiles distintos, pues existen ciudadanos que residen en los núcleos urbanos, usuarios de la universidad (sean estudiantes o personal de la misma) y trabajadores de las distintas empresas. Perfiles que en ningún caso son excluyentes (Bruguè et al., 2002).

Según Van den Berg et al. (2003 y 2004) la estructura de este polo metropolitano es el resultado de la conjunción de una serie de condiciones físicas y socioeconómicas que pueden resumirse por la existencia de una base de conocimiento y por una tipología económica específica afín con este; además de elementos relacionados con la calidad de vida, la accesibilidad y la diversidad, dimensión urbana y equidad social.

Los territorios de la UAB

Los territorios del conocimiento se definen como áreas que no se corresponden, necesariamente, a divisiones administrativas formales y son conocidas por alimentar sus ambientes creativos en general y los sectores de conocimiento en particular, en los que las universidades tienen un papel central. En este contexto se subraya una de los requisitos antes descritos en un marco de campus universitario suburbano metropolitano, como son su accesibilidad y conectividad físicas. 

La UAB, a pesar que no tiene categoría de municipio, es un nodo plenamente metropolitano. Un polo de la segunda corona metropolitana que se interpreta dentro del paradigma del territorio de conocimiento y más concretamente de la ciudad y del distrito de conocimiento. Estos territorios de geografía multiforme que no se pueden explicar dentro de los límites administrativos, tienen en la accesibilidad y la conectividad uno de los retos más sustanciales. Por ello es necesario introducir en el análisis de la Universidad, como nodo metropolitano, la movilidad, los transportes y las infraestructuras, como especificidades que indican los contornos de estas geografías variables y de los retos presentes y futuros que este territorio alberga en relación a una buena conexión regional e internacional. 

Con la idea de iniciar la búsqueda de estos territorios, se han manejado elementos, como la oferta de infraestructuras y de servicios de transporte que permiten, en el sentido físico de la palabra, enlazar el Campus con distintos lugares más o menos lejanos. También se ha utilizado el lugar de residencia de los miembros de la comunidad universitaria. Estas variables ofrecen una primera aproximación del radio de acción de la actividad universitaria de la UAB por lo que se refiere a la difusión territorial de conocimientos que puedan ejercer los miembros de la universidad, que en ningún caso son las únicas variables. Al contrario, como ya se ha dicho en la primera parte de este artículo, el impacto de la universidad abarca muchos otros aspectos, de los que, en este momento, aún no existe la información necesaria para la UAB.

Infraestructuras de conexión de la UAB con su entorno

Como ya se ha mencionado, para que la Universidad sea uno de los polos de desarrollo metropolitano que estructure un territorio articulado multiescalar es necesario que, en palabras de Esteban (2003), se apueste por las infraestructuras viarias y ferroviarias. Unas infraestructuras que conecten a la Universidad con el entorno y que a la vez ayuden a superar la difusión y la confusión que reina el territorio de la Segunda Corona Metropolitana, producto del ausente planeamiento supramunicipal. Además estas son la base vertebral para que la UAB pueda organizar y reconocer su propio ámbito de actuación, por lo que es necesario analizar las infraestructuras existentes, también desde sus carencias y disfunciones.

Como se ve en la Figura 8, por el carácter suburbano del Campus sólo los barrios más próximos de los municipios de Cerdanyola, Barberà y Badia del Vallès se encuentran a una distancia asumible a pie hasta el Campus de la UAB, con unos tiempos de desplazamiento que oscilan entre los 10 y un poco más de los 30 minutos. El resto del los alrededores (Ripollet, Sant Cugat, Sant Quirze, Barberà y Sabadell) están a una distancia mínima de entre 40 y una hora de desplazamiento, que hace casi impracticable su uso. Sin embargo no sólo es el tiempo el elemento disuasorio de este medio de transporte. El único acceso para peatones es el de Badía del Vallès y lo utilizan las personas de este municipio y de Sabadell. En el resto de entradas, los transeúntes tienen que compartir espacio con otros medios de transporte. La llegada por la rotonda del eje norte es el que utilizan más peatones, pues comunica el Campus con el municipio de Cerdanyola. Este es un acceso difícil porque muchas personas que van a pie tiene que pasar por dos rotondas muy transitadas por vehículos motorizados. Además la inexistencia de aceras hace impracticable el uso de este medio de transporte.

Existen dos tipos de carriles bici para acceder a la UAB desde los núcleos urbanos próximos. Desde Cerdanyola es un camino pavimentado que transcurre paralelo a la carretera de Cerdanyola-Bellaterra, y que tiene como puntos negros, el puente de la B-30 y las rotondas contiguas. El segundo es desde Badia, con pendientes muy acusadas que limitan la circulación con bicicleta.

 

Figura 8. Redes de peatones y bicicletas.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

Como indica la Figura 9, dos vías principales de gran capacidad del conjunto de la red viaria metropolitana, las autopistas AP-7 y C-58, se cruzan a muy poca distancia del Campus. L’AP-7, con tres puntos de acceso directos al Campus, enlaza la Universidad al resto de la Región Metropolitana, especialmente por lo que se refiere a los núcleos situados al nord-este (dirección Girona) y al sud-oeste (dirección Lleida-Tarragona). La C-58, con conexión indirecta al Campus por la vía local BV-1414, une los núcleos situados al norte (dirección Manresa) y al sur (dirección Barcelona). Otra vía de acceso al Campus es la BV-1414 que, con el ramal que va hasta Cerdanyola y que constituye el eje norte del Campus, enlaza directamente este municipio con Sabadell. Los puntos de acceso al Campus se hallan en el este y el oeste, por lo que ni en el norte ni el sur, existe ninguna conexión exterior.

 

Figura 9. Red viaria.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

La red ferroviaria tiene una notable presencia en el Campus de la UAB, aunque el servicio que este transporte ofrece esta determinado por el carácter radial de la misma red. Y aunque en los últimos años se ha puesto en servicio la línea de RENFE Mollet-Papiol que rompe por primera vez esta forma, la radialidad hace que las poblaciones de la Segunda Corona próximas en distancia, que no se encuentran en la dirección axial entre Barcelona-Sabadell, tengan (como se verá) unos tiempos de recorrido muy altos.

En la UAB existen dos estaciones de los Ferrocarriles de la Generalitat, una en medio del Campus y la otra en el núcleo de Bellatera, muy cercana al Campus. Las dos estaciones se encuentran en la línea del Metro del Vallès, que enlaza con los municipios de Barcelona, Sant Cugat del Vallès, Sant Quirze del Vallès, Sabadell, Rubí y Terrassa, (transbordo a Sant Cugat del Vallès). La frecuencia de paso de las oscila entre los cinco y los dieciocho minutos, con un total de 109 convoyes diarios y el tiempo de desplazamiento esta entre los cinco y los treinta y tres minutos. A pesar de la elevada frecuencia de paso, la demanda del servicio aún supera la oferta de desplazamiento y los episodios de sobrecarga se producen a menudo.

 

Figura 10. Red de ferrocarril.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

En el Campus también existe una estación de RENFE, con un emplazamiento excéntrico respecto al núcleo central de la Universidad. Las barreras que suponen, en el recorrido hasta el Campus, la autopista AP-7 y el lateral de la B-30 y la ausencia de un acceso directo adaptado a los peatones hace que a nivel perceptivo se agrande el escaso kilómetro de longitud que existe entre los dos emplazamientos. Circunstancia que  hace que la conexión a las diversas facultades se realice mediante un servicio de autobús interno de la UAB. Es una estación de la línea de C-7 de RENFE cercanías  (Martorell-Cerdanyola Universidad-l’Hospitalet). Esta línea enlaza el Campus de Bellaterra directamente con los municipios de Martorell, Castellbisbal, Rubí Sant Cugat del Vallès, Cerdanyola del Vallès, Montcada y Reixac, Barcelona y l’Hospitalet de Llobregat. La frecuencia de paso es muy variable según las horas del día y el tiempo entre los 5 y los 42 minutos. El tramo central de la línea C7 presenta unos niveles muy elevados de saturación en hora punta  (Figura 10).

 

Figura 11. Líneas de autobuses interurbanas con paradas a la UAB.
Fuente: UAB, Ayuntamiento de Cerdanyola, CUCDCV, 2007.

 

Existen quince líneas de autobuses interurbanos que enlazan el Campus con el exterior. De estas, once tienen servicio diario y cuatro semanal. En conjunto, conectan 51 municipios con el Campus, 35 diariamente y 16 de forma semanal. No existe ningún carril exclusivo de autobuses que llegue a la UAB (Figura 11).

Los territorios de la Universidad Autónoma de Barcelona, desde el municipio de residencia de sus estudiantes

Sin embargo los territorios de la UAB, de límites flexibles y cambiantes, no vienen definidos sólo por las infraestructuras. La insularidad de los Campus creados en los años 60 y su tipología monofuncional hacen que la mayor parte de los miembros de la comunidad universitaria vivan lejos de ellos.  De ahí la importancia de empezar a buscar variables que pueden definir los entornos de influencia de la UAB, más allá del estricto recinto universitario. Es lo que algunos autores antes citados han considerado como los impactos que genera la universidad en su entorno (Gómez Mendoza et al., 1987) o el radio de acción de los efectos de propagación (Segarra, 2004). En este apartado se utilizan, como variables de análisis, los municipios donde residen los alumnos de la UAB en relación a otras universidades y a la oferta de transporte antes descrita.

Una primera aproximación a estos territorios de la Universidad lo proporcionan los municipios de residencia de los alumnos matriculados.  primera aproximaciEn este sentido, es útil manejar el estudio realizado por el grupo de investigación GEMOTT[4] (2004), en el que se analiza la distribución municipal de los alumnos universitarios de Cataluña. Y aunque sea un primer acercamiento al tema, es valido como marco general de análisis. Como se ve en la Figura 12, la distribución de los universitarios sigue la pauta del conjunto de la población catalana: gran concentración en el ámbito de la Región Metropolitana de Barcelona y en toda la franja litoral, y un peso importante de la red de ciudades medianas.

 

Figura 12. Alumnos matriculados en los distintos centros universitarios de Cataluña, 2002-03.
Fuente: GEMOTT, 2004.

 

Tal y como apuntan los trabajos realizados en otras universidades catalanas, (Segarra (2004) para Tarragona, Carreras (2001) para Barcelona y Vicente et al., (2007) para Girona), y como se puede ver en la Figura 13 la distribución y la adscripción de los estudiantes a los diferentes centros universitarios catalanes se explica, en primer lugar, por la proximidad territorial: los alumnos universitarios van al centro más cercano a su lugar de residencia. Sin embargo en el ámbito metropolitano de Barcelona, donde existen distintas universidades en los mismos territorios, especialmente la Universidad de Barcelona (UB) y la Autónoma (UAB), su nivel de accesibilidad con transporte público, básicamente ferroviario, es también una variable que influye en la elección de centros (Carreras, 2001).

 

Figura 13. Distribución comarcal de los alumnos matriculados en los distintos centros universitarios de Cataluña, 2002-03.
Fuente: GEMOTT, 2004.

 

Perfilando los territorios de la UAB según las residencia de sus alumnos a escala municipal, tal y como se observa en la Figura 14, son los municipios de la comarca del Vallès Occidental, el Bages, el sector occidental del Vallès Oriental y el área meridional del Maresme son los que constituyen el ámbito de influencia principal de la UAB. Los municipios de la comarca del Barcelonés y de la franja litoral del Baix Llobregat, aunque son el origen de un importante contingente de universitarios matriculados en la UAB, la fuerte competencia ejercida por el resto de centros universitarios metropolitanos, principalmente la UB, hace disminuir significativamente el peso relativo de la UAB. La delimitación de los ámbitos territoriales de influencia de la UAB y de la UB permite hablar de los dos centros metropolitanos en el reparto territorial de los alumnos en términos complementarios (Miralles et al., 2003).

 

Figura 14. Relación de los alumnos universitarios matriculados en la UAB y en la UB, 2002-2003.
Fuente: GEMOTT, 2004.

 

La influencia de las infraestructuras en la delimitación del área de influencia de la UAB

El análisis superpuesto de las dos variables tratadas, el conocimiento exhaustivo de las infraestructuras y de la oferta de transporte público y colectivo que enlaza el Campus de la UAB con los distintos territorios de Cataluña, por una parte, y la distribución territorial de los alumnos matriculados en dicha universidad, permite perfilar más detalladamente los territorios de la UAB e incluso dibujar sus limites, aunque sean flexibles y variables. Las dos informaciones utilizadas -infraestructuras y servicio de transporte, y localización de los alumnos- se identifican como oferta y como demanda, respectivamente.  

Este análisis, que relaciona oferta y demanda, parte de dos informaciones distintas pero complementarias: aquella que se refiere a la distribución municipal de los alumnos matriculados y la oferta de transporte colectivo en cada una de sus localidades (GEMOTT, 2004) y la que correlaciona los municipios de residencia de toda la comunidad universitaria (trabajadores y alumnos) con el corredor ferroviario donde se inscribe su lugar de residencia (UAB, 2006). Todo ello permite verificar la hipótesis, apuntada por varios autores (Gómez Mendoza et al., 1987, Carreras, 2001 y Segarra, 2004), en la que se establecen  una relación directa entre las áreas de influencia de las universidades campus y sus niveles de accesibilidad, en este caso cuantificado por el nivel de oferta de los servicios ferroviarios.

A nivel municipal, tal como indica el Cuadro 3, el análisis conjunto de los alumnos de la UAB y el nivel de oferta de transporte colectivo, realizado en el 2004, pone de relieve una aceptable correspondencia entre estas dos variables, en concordancia a unos valores muy desiguales de oferta, distribuidos en cuatro niveles. Estos se relacionan con el número de municipios que tienen estos niveles de oferta y con la media de universitarios matriculados en ellos. También se indican las desviaciones más significativas.

 

Cuadro  3.
Alumnos matriculados y oferta de transporte colectivo


Fuente: GEMOTT, 2004.

 

Los municipios con un nivel alto de oferta constituyen el entorno más inmediato del Campus y presentan una mediana del 60 por ciento de universitarios municipales matriculados en la Autónoma. La ciudad de Barcelona, fruto de la competencia ejercida por el resto de los centros universitarios metropolitanos envía, sólo el 15 por ciento de sus universitarios a la UAB y reduce ostensiblemente este porcentaje.

El grupo de municipios con un nivel medio de oferta es más reducido y heterogéneo, integrado por los de la comarca del Vallès Oriental que tienen en su término municipal dos líneas de cercanías RENFE, más Hospitalet de Llobregat y Barberà del Vallès. Con una media de 32 por ciento de universitarios matriculados en la UAB, este grupo tiene extremos dispersos, que van desde el 70,4 por ciento de universitarios municipales que envían Barberà del Vallès (que linda  con el Campus) al 2 por ciento que vienen de Mollet del Vallès.

El grupo de nivel de oferta bajo, esta constituido por 24 municipios que envían una media de 28 por ciento de sus universitarios. Dentro de este, los porcentajes aumentan en los municipios de la comarca del  Vallès Occidental y del Bages, que resiguen la línea C4 de cercanías RENFE, en la zona de transición entre el Vallès Occidental y el Vallès Oriental, o en los municipios del Baix Maresme. Muy alejados de la media se encuentran los municipios del Baix Llobregat y del extremo oriental del Vallès Oriental.

Existen 48 municipios que integran el grupo de nivel de oferta muy baja, con una media de 17,2 por ciento de universitarios matriculados a la UAB. Lo lideran este grupo las capitales de comarca como Manresa y Mataró, o algunos municipios del sur del Vallès Oriental y la parte meridional de la comarca de Osona, que envían más del 30 por ciento de sus universitarios a la Autónoma. Por debajo de la media hay los municipios de la parte sur-occidetal del ámbito metropolitano  (Garraf, Baix Penedès, Baix Llobregat y Alt Penedès), del Alto Maresme y de la zona de transición entre el Vallès Oriental y la Selva.

Entre los 11 municipios con dos o menos expediciones diarias al Campus de Bellaterra, el 88 por ciento de universitarios de Badia del Vallès (al lado de la Autónoma) hacen subir significativamente la media del grupo hasta el 22 por ciento de universitarios municipales matriculados a la UAB (la mediana seria del 15 por ciento si excluyéramos Badia del Vallès).

Otra fuente de información que permite añadir complejidad analítica a la delimitación espacial de los ámbitos territoriales de la UAB es la que deriva de la Encuesta de hábitos de movilidad de la comunidad universitaria (UAB, 2006). En su última edición se identifica el lugar de residencia de estudiantes y trabajadores que acuden a la universidad y estos se han relacionado con el corredor ferroviario[5] donde se inscriben (Figura 15).

 

Figura 15. Corredores ferroviarios en la Región Metropolitana de Barcelona.
Fuente: UAB, 2006.

 

Esto ha permitido saber, tal y como se aprecia en el Cuadro 4, que más del 70 por ciento de la comunidad universitaria reside a lo largo de tres corredores de transporte ferroviario: uno identificado con los Ferrocarriles de la Generalitat (28,9 %) y los otros dos con RENFE (42,5 %).

 

Cuadro 4.
Utilización de los corredores de la Región Metropolitana de Barcelona


Fuente:
UAB, 2006.

 

Con esta misma fuente de información, otra forma de acercarse a los territorios de la UAB es a través del tiempo de desplazamiento. El valor tiempo es una variable cada vez más usada para evaluar el uso social del territorio. La configuración física del espacio y de las infraestructuras de apoyo a la movilidad condicionan las dinámicas territoriales que determinan el tiempo de desplazamiento. A menudo la facilidad de movimiento, referida al tiempo que se consume, no tiene una relación directa con la distancia (medida en unidades espaciales) ni tampoco esta relacionada con la velocidad de los medios de transporte. El tiempo de la movilidad es el resultado de todo un conjunto de variables, donde las características de entorno (la oferta de transporte y las densidades urbanas, entre otras) tienen un papel fundamental  (Miralles-Guasch, 2006).

El tiempo es una variable esencial para de valorar la proximidad entre los distintos orígenes y destinos de los desplazamientos. Más si, como se ha visto, la UAB compite con otras posibles destinaciones que tienen un carácter más urbano y por lo tanto mayor accesibilidad. Los corredores ferroviarios antes mencionados tienen tiempos de recorrido medio por trayecto bastante diversos, relacionados con el volumen de personas que, desde los distintos territorios llegan al Campus (Figura 16).

 

Figura 16.  Tiempo medio de desplazamiento en función del corredor de residencia.
Fuente: UAB, 2006.

 

Los corredores de los FGC y los de RENFE de las comarcas del Vallès Occidental y del Bages, que implican alrededor de los 25 minutos de viaje son los que, como se ha visto, concentran más del 70 por ciento de los orígenes. Sin embargo el valor tiempo tiene que relacionarse con la desigual distribución de la población en las distintas partes del área metropolitana, pues Barcelona, con un tiempo medio de recorrido de 48 minutos, situado en la franja alta de los valores (Figura 17) concentra un tercio de la población que llega a la UAB.

 

Figura 17. Tiempo medio de desplazamiento en función del municipio o la comarca  de residencia.
Fuente: UAB, 2006.

 

Conclusiones

Los análisis sobre la universidad desde una perspectiva de política territorial son, en España, más bien escasos. El mundo académico español ha reflexionado raramente sobre su papel como agentes sociales y territoriales. Sin embargo, y de forma creciente, en todo el mundo occidental, se otorga a la universidad un papel de liderazgo en las nuevas economías del conocimiento, pues es desde la universidad desde donde se crea la capacidad,  la innovación y el aprendizaje para que surja el entramado de ciencia, tecnología, cultura e instrucción que de paso a las nuevas redes económicas, sociales y territoriales que permiten a los entornos avanzar en productividad y riqueza.

El artículo analiza la Universitat Autónoma de Barcelona,  como un agente impulsor de la economía del conocimiento en su ámbito metropolitano. La UAB nace en los años sesenta, como una de las tres universidades Autónomas españolas diseñadas para ampliar la oferta universitaria en las periferias de los tres polos de desarrollo de la época –Madrid, Barcelona y Bilbao–. Las tres nacen con grandes deficiencias estructurales, especialmente en términos físicos y territoriales.

La UAB se emplaza aislada de cualquier núcleo urbano y, en su génesis, tiene importantes carencias de conectividad con su entorno más inmediato, con los municipios de la segunda corona metropolitana y con la ciudad capital, Barcelona. Además esta carencia en el entorno se incrementa en la medida que la UAB es un equipamiento de carácter metropolitano en una época y en un ámbito donde la escala metropolitana de gestión y planeamiento no existe. La fragmentación del mapa administrativo, la pobreza en los planteamientos supramunicipales, el retraso de las infraestructuras de transporte y el fracaso del planeamiento urbanístico metropolitano implican para la universidad, en sus primeros años, un incremento de su aislamiento. La UAB no tiene interlocutores territoriales de su misma naturaleza supramunicipal y aunque sea un elemento metropolitano singular le es difícil reconocerse como parte de su entorno. Todo ello la sitúa como un ente cerrado en si mismo sin estrategias de aprendizaje formalizar estrategias de redes territoriales en su entorno, lo que incrementa su déficit relacional. Un déficit que perdura hasta hoy. En 2004 la UAB solicitó ser evaluada por la Asociación Europea de Universidades (EUA)[6]. En octubre del 2005 se presentó el informe en el que se apuntaban los puntos fuertes y débiles de la institución académica, y entre estos últimos se hacía referencia a las conexiones con el mundo exterior:

A la vez parecía que el mundo exterior no existía, para buena parte de la UAB, a excepción de obtener financiación para la investigación...De todas  formas el equipo evaluador observó pocas muestras de relaciones entre grupos de la UAB, la sociedad civil y grupos de empresarios” (EUA, 2005, p.15).

A finales del siglo XX, a pesar de esta dinámica historia,  se empiezan a vislumbrar cambios importantes. Se construyen infraestructuras de conexión de gran capacidad en transporte público (dos estaciones de ferrocarril en el propio campus) para que los enlaces sean más adecuados a los  desplazamientos de los miembros de la comunidad universitaria y con ello suplantar su aislamiento endémico. También se construyen algunas viviendas, servicios y comercios. La UAB emprende una nueva etapa con el objetivo de ser un campus multifuncional, que se asemeje a una ciudad, donde existan todas aquellas funciones propias de un núcleo urbano.

En paralelo, la Región Metropolitana de Barcelona se va configurando como un espacio plurimunicipal con objetivos conjuntos, muchos municipios se asocian para mancomunar servicios o simplemente para actuar como lobby de intereses comunes. Se van completando los tres subambitos metropolitanos –Barcelona, la primera y la segunda corona–. Y en todo este proceso la UAB se perfila como un polo metropolitano singular, sin que sea un municipio, es un nodo de un territorio que se empieza a pensar y percibir en red y desde donde se interactúa con el espacio concreto de los lugares. De forma creciente, los elementos intangibles van siendo protagonistas indiscutibles de esta dinámica, el capital intelectual, humano, social, cultural son factores inmateriales que van configurando unas redes socio institucionales de cooperación con el objetivo de propiciar la innovación territorial (Caravaca y González 2009). Un territorio a escala local donde interactúan las distintas organizaciones públicas y privadas, y donde la universidad es un elemento fundamental para que el entorno pueda ser un espacio de innovación y conocimiento. 

La UAB es un polo metropolitano de conocimiento, integrado en un red territorial de innovación, que tienen unos limites variables no circunscritos al campus universitario ni a los limites administrativos del municipio –Cerdanyola del Vallès– donde se ubica. Los territorios de la UAB los dibujan, entre otros, los desplazamientos que realizan los miembros de la comunidad universitaria y aquellas personas que utilizan el campus para actividades no directamente relacionadas con la academia.

La UAB en esta nueva economía del conocimiento tiene que actuar como un líder territorial para ser un agente transformador de su entorno, con colaboración con los agentes públicos y privados del territorio, fortaleciendo la triple hélice antes mencionada y consolidando un papel de nodo metropolitano.

 

Notas

[1] El impulsor fue el Ministro Villar Palasí. Tanto El libro Blanco de la Educación como la Ley General de Educación y financiación de la reforma educativa del año 1970 ponían énfasis en la necesidad de dotar a las universidades de una mayor autonomía y potenciar el modelo de campus al estilo anglosajón.

[2] La superan Londres, Colonia, París, Liverpool-Manchester, Ámsterdam-Rótterdam, Milán, Madrid y Nápoles.

[3] Las ciudades capitales de comarca se han organizado en una agrupación que adopta el normbre de Arco metropolitano. Forman parte de él Mataró, Granollers, Terrassa, Martorell, Vilafranca del Penedès y Vilanova y la Geltrú. Los objetivos de esta asociación de ciudades esta claramente orientados hacia la ordenación del territorio metropolitano.

[4] El GEMOTT (Grupo de Estudios de Movilidad, Transporte y Territorio) grupo de investigación consolidado de la UAB que se creó el año  1994 en el  Departamento de Geografía de la UAB.

[5] Para aislar los corredores ferroviarios se han excluido los miembros de la comunidad universitaria que proceden de Barcelona o que viven en el propio campus.

[6] Esta petición se planteó en el marco de la propuesta del gobierno catalán que requería que todas las universidades públicas catalanas fueran evaluadas por la EUA. La evaluación tiene una función global constructiva, al ofrecer a la universidad la posibilidad de mejorar la gestión y la estrategia. El equipo evaluador esta formada por responsables de universidades europeas con amplia experiencia académica.

 

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[Edición electrónica del texto realizada por Gerard Jori]

 

Ficha bibliográfica:

MIRALLES-GUASCH, Carme. De universidad-campus, aislada y suburbana, a polo metropolitano del conocimiento. El caso de la Universitat Autònoma de Barcelona. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de abril de 2010, vol. XIV, nº 319. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-319.htm>. [ISSN: 1138-9788].


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