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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 331 (73), 1 de agosto de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

LAS DINÁMICAS SOCIOESPACIALES DE LOS CENTROS HISTÓRICOS VERSUS LAS POLÍTICAS PÚBLICAS DE CONSERVACIÓN DEL PATRIMONIO URBANO. EL CASO DE BOGOTÁ (1994-2010)

Thierry Lulle
Universidad Externado de Colombia
thierry.lulle@uexternado.edu.co

Amparo De Urbina
Universidad Externado de Colombia
amparo.deurbina@uexternado.edu.co

Las dinámicas socioespaciales de los centros históricos versus las políticas públicas de conservación del patrimonio urbano. El caso de Bogotá (1994-2010) (Resumen)

Los rápidos procesos de urbanización de las ciudades latinoamericanas han tenido un impacto directo e indirecto en su centro, en especial su centro histórico, afectando sus dinámicas espaciales, sociodemográficas, económicas, culturales. El centro histórico de Bogotá no ha sido ajeno a esta situación. Con el fin de revitalizarlo, desde principios de los años 1980, una serie de políticas urbanas y culturales han sido diseñadas y parcialmente aplicadas tanto en el campo de la renovación urbana como en el de la conservación del patrimonio urbano construido. Recientemente serían objeto de una cierta reorientación. Se evaluaran estas políticas y sus impactos a la luz de la naturaleza de las transformaciones socio espaciales del centro histórico durante los últimos 16 años (1994-2010).

Palabras clave: políticas públicas, conservación, patrimonio urbano, centro histórico de Bogotá, vivienda.

Socio-spatial dynamics vs. public policy of urban heritage conservation. The case of the historical center of Bogota (1994-2010) (Abstract)

The rapid urbanization of Latin American cities have had a direct and indirect impact in their centers, especially its historic centers, affecting their spatial dynamics, demographic, economic, cultural. The historic center of Bogotá has not been immune to this situation. In order to revitalize it, since the early 1980s, a series of urban and cultural policies have been designed and partially implemented both in the field of urban renewal and the conservation of urban heritage built. It seems that lately the subject of a certain shift. These policies will be assessed and their impacts in the light of the nature of the socio-spatial transformations of the historic center during the past 16 years (1994-2010).

Key words: public policy, conservation, urban heritage, historic center of Bogotá, housing.

En las últimas décadas el centro histórico de Bogotá ha sufrido una serie de transformaciones físicas, económicas, sociales y culturales producto de dinámicas ocurridas en su ámbito urbano mayor. Procesos de expansión, (re-) densificación, metropolización y aparición de nuevas centralidades en la ciudad afectan también al patrimonio construido, un patrimonio que tiende a ser cada vez más importante en el marco de procesos de clasificación e inventarios, en donde se incorporan nuevos criterios, tipos, estilos y períodos arquitectónicos. Paralelamente a esta situación se están dando también cambios en las condiciones socioeconómicas de los habitantes de este sector, que ahora se "elitizan" o empobrecen. Frente a estas tendencias, se plantean varias preguntas: ¿Cuáles han sido los cambios en la estructura de usos en el centro histórico? ¿De qué manera se adaptan las estructuras existentes a las nuevas demandas en el sector? ¿Se ha logrado conservar este patrimonio? ¿Cuál ha sido realmente el impacto de las políticas de patrimonio y de desarrollo urbano y sus normas respectivas en el devenir del centro histórico?

Gran parte de estos mismos interrogantes derivan de los planteados en el marco de una investigación en curso titulada: “Patrimonio de uso residencial en el centro histórico de Bogotá. Prácticas de los habitantes y políticas públicas”, financiada por Colciencias (Departamento administrativo de la investigación científica en Colombia) y la Universidad Externado de Colombia y realizada por un equipo pluridisciplinario. El objetivo de la misma es conocer las formas de apropiación de las viviendas reconocidas como bienes de interés cultural (BIC) y sus entornos barriales en el centro histórico de Bogotá por parte de sus habitantes, así como la incidencia de las políticas urbanas y culturales en la transformación de este patrimonio en las últimas dos décadas.

En el manejo de los BIC en el país han intervenido diferentes entidades; el patrimonio ha sido objeto de una gran variedad de normas, decretos, leyes, etc. y es aun objeto de discusión permanente. Han pasado muchas cosas desde los primeros intentos para su protección jurídica cuando, por ejemplo, con la ley 5 de 1940 el Gobierno Colombiano pudo declarar inmuebles con valores históricos y artísticos como de utilidad pública (Murcia, 2008). Sin embargo, asumimos como punto de referencia la creación en 1980 de la Corporación La Candelaria, entidad que administró el patrimonio arquitectónico del centro histórico de la ciudad hasta 2006, año en el que se transformó en el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, que tiene ahora a cargo el tema patrimonial pero a nivel distrital. En cuanto a nuestras fuentes, nos apoyamos en una serie de fichas elaboradas en 1994 para la Corporación La Candelaria (TEURA, 1994) que hacen referencia a 2156 predios, y donde se encuentran registradas varias características de cada inmueble del centro y, en algunos casos, los planos de los mismos; ésta información se contrastó con datos actualizados obtenidos desde el Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro, 2010) para el sector histórico. Por otra parte, a partir de varias fuentes secundarias (censos de población de 1993 y 2005, Encuesta Calidad de Vida –ECV- de 2007) así como resultados de encuestas realizadas durante los últimos cuatro años o en curso por el mismo equipo de investigadores (en especial ver Parias y Palacio, 2006; de Urbina, 2008), pudimos elaborar un sondeo sociodemográfico para caracterizar los habitantes del centro histórico, sus formas de movilidad residencial, así como sus relaciones con el patrimonio.

Así mismo, más bien a manera de primeras pistas de reflexión, en esta ponencia trataremos también de plantear una serie de preguntas e hipótesis acerca de los desfases que existen entre las políticas públicas y de protección del patrimonio con la situación actual del mismo. Este texto se divide en tres partes, la primera se refiere a los cambios espaciales en el centro histórico, la segunda a los cambios sociodemográficos de los residentes y la tercera a la norma y a la naturaleza de su posible impacto en el patrimonio de uso residencial.

El centro histórico durante los últimos quince años: pocos cambios visibles en lo físico espacial, variaciones en los usos

El centro histórico de Bogotá[1] declarado Monumento Nacional desde 1959 está conformado por los barrios Egipto, La Concordia y Las Aguas en el sector oriental y Centro Administrativo y Catedral en el sector occidental; dichos barrios junto con Santa Bárbara y Belén conforman la localidad de La Candelaria (Figura 1) que en el caso particular de este sector constituye también la Unidad de Planeación Zonal del mismo nombre[2]. La zona a su vez forma parte de una pieza urbana mayor denominada Centro Metropolitano, delimitada y definida en el Plan de Ordenamiento Territorial de Bogotá[3] como tal “por efecto de su condición como centro administrativo nacional y por reunir los espacios de más alta representatividad y dinámica económica de nivel metropolitano, regional y nacional” (Articulo 115, decreto 619 de 2000). Su papel de centro urbano lo hace por lo tanto ideal para la localización de actividades terciarias, es un centro de servicios con unas condiciones físicas especiales: además de ser Monumento Nacional concentra la mayor parte[4] del patrimonio de la ciudad, algunos de los cuales son bienes de protección distrital -patrimonio arquitectónico- y otros de protección nacional -monumentos nacionales-.

 

Figura 1. Localización área de estudio.
Fuente: DAPD Alcaldía mayor de Bogotá.

 

La mayor parte del espacio urbano construido de Bogotá se dio durante la segunda mitad del siglo XX, cuyo inicio estuvo marcado con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, el 9 de abril de 1948 y con la consecuente destrucción parcial del centro de la ciudad y de numerosas construcciones antiguas (El Bogotazo), dando paso a las construcciones en altura o edificios de renta. Para ese momento, Bogotá, como sede de la IX Conferencia Panamericana, venía realizando pocos años atrás una serie de obras de apoyo logístico que trajo impulsos modernizadores especialmente para el centro. Desde ese momento y hasta la década de los ochenta la estructura físico espacial del sector histórico se fue densificando, en especial en sus bordes occidental y norte, es decir en los barrios Catedral y Centro Administrativo atravesados por la Carrera Séptima (eje principal), una zona que había sido muy afectada por el Bogotazo.

A partir de los años noventa la tendencia ha sido a la reconversión, rehabilitación o restauración de construcciones existentes, en donde a pesar de respetar la volumetría se afectan de forma irreversible las estructuras interiores; ésta situación se genera, frecuentemente, por la modificación en los usos originales (en cambio e intensidad) detonando también procesos de englobe y/o desenglobe de los predios; al respecto, la norma de protección del Patrimonio (de orden distrital y nacional) no intervienen, definen o sancionan el uso que se le dé a los bienes de interés cultural, los usos se definen desde la norma urbana establecida a través de la Unidad de Planeación Zonal de La Candelaria.

Las estructuras patrimoniales en un centro histórico, por estar ubicadas en un centro de servicios, están expuestas por lo tanto, a los procesos de terciarización de un centro urbano; la actividad comercial está en permanente proceso de mutación, cambio y ajuste, situación que afecta las estructuras patrimoniales en un centro histórico: “El cambio de uso de áreas centrales, tanto en el interior del centro inicial como en su expansión, a menudo se hace sobre un parque inmobiliario que no fue construido para esos fines y lo somete a una gran tensión con resultados con frecuencia muy destructivos tanto sobre los inmuebles mismos como sobre el espacio público.” (Jaramillo. 2006, pp. 16). La Candelaria no es una excepción: la actividad predominante en el sector es la actividad comercial con un 37% de metros cuadrados construidos, le sigue la actividad educativa con un 22% y luego la residencial y la educativa cada una con un 16 % (Figura 2).

 

Figura 2. Destinación catastral de los inmuebles.
Fuente. elaboración propia a partir de datos del Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro 2010).

 

Según mapas construidos para la investigación sobre el Patrimonio de uso residencial en el centro histórico (Mapa 2), y según datos del Observatorio Inmobiliario Catastral de 2010, la estructura actual de los usos del suelo (Grafico 2) podría resumirse así: la actividad comercial se ubica principalmente en los barrios occidentales (con un 43%) coincidiendo con la zona donde se concentran los edificios de mayor altura de el sector; en el barrio Centro Administrativo prevalece la actividad cultural e institucional del sector (con un 27%). La actividad residencial tiende a concentrarse en los Barrios orientales (con un 31%) donde existe una presencia importante de instituciones educativas (27%); según cifras de la Encuesta de Calidad de Vida 2007, en el centro histórico existen 7.648 viviendas, de las cuales el 54.6% corresponde a apartamentos, el 21.9% a casa, el 18.8% a cuartos en “inquilinatos”[5] y el 4.4% restante a otro tipo de vivienda. Estos datos no se diferencian mucho de los del promedio de Bogotá, salvo con respecto al número de inquilinatos, el cual es bastante elevado pues a nivel de Bogotá equivale a tan solo el 3% de las viviendas.

 

Figura 3. Usos del suelo en el centro histórico 1994 – 2010.
Fuente. elaboración propia a partir de TEURA (1994) y Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro 2010).

 

Aunque en líneas generales podría percibirse que la estructura de usos se ha conservado de 1994 a la actualidad (Figura 3), no quiere decir que no se vengan dando cambios en la zona a lo largo del tiempo afectando o modificando ciertas dinámicas urbanas. Desde la Propuesta de Plan Especial de Protección PEP (Zabala Corredor, 2005) y en un ejercicio por reconstruir la evolución de los usos generales, pueden identificarse algunas dinámicas urbanas entre 1982[6] y 2005. Se diferencian cuatro periodos con características específicas: de 1982 a 1991, de 1991 a 1996, de 1996 a 2000 y de 2000 a 2005. Persisten en las descripciones de cada uno de ellos los mismos fenómenos: consolidación de actividad institucional, especialmente educativas en la zona oriental, procesos de terciarización en sectores cercanos a universidades privadas presionando la actividad residencial, proceso de deterioro físico constante y fuga de población residente, situaciones que se acentúan en el periodo 1996-2000, momento en el cual se menciona también un déficit de equipamientos básicos para la población residente.

 

Figura 4. Destinación Catastral de inmuebles por sector.
Fuente. elaboración propia a partir de datos del Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro 2010).

 

El aspecto donde se hace mayor énfasis durante la descripción anterior es el constante y prolongado proceso de consolidación que ha mostrado la actividad educativa en el sector oriental y la consecuente presión que genera esta situación en la actividad residencial. En el gráfico 2 es evidente para el 2010 el predominio en esta zona de los usos residencial (31%), educativo (27%) y comercial (24%) ¿Cuál es el impacto de la actividad educativa y comercial en la dinámica residencial de los barrios Egipto, Las Aguas y Concordia? Encontrar una respuesta a esta pregunta desde levantamientos urbanos, datos y cifras catastrales es muy difícil, en apariencia para el ojo del observador que está en la calle parece no estar pasando nada especial en cada inmueble, pero de puertas para adentro la situación es distinta; la forma como la fuerte presencia de actividades educativas afecta la actividad residencial y las dinámicas de los residentes de los barrios orientales del centro -donde se concentra la muestra más importante - es una serie de prácticas de propietarios y poseedores[7] tan “sutiles”, que se van a dejar planteadas a manera de hipótesis desde la investigación “Patrimonio de uso residencial en el centro histórico de Bogotá”.

Hacia nuevos usos

Con la consolidación de la actividad educativa en el sector oriental del centro, la demanda de servicios para estudiantes se incrementa (habitaciones estudiantiles[8] y actividades comerciales como papelerías, café Internet, restaurantes, cafeterías, etc.) en detrimento de equipamiento básico para la población residente; ante la oportunidad de obtener ganancias por prestar estos servicios, algunos poseedores, propietarios e incluso moradores modifican las estructuras de sus viviendas para adecuarlas a estos nuevos usos. Estas modificaciones se hacen sin el debido permiso de las instituciones encargadas de vigilar y conservar el patrimonio; dado que las actividades comerciales demandadas por la población estudiantil pueden funcionar en espacios reducidos, las modificaciones pueden pasar desapercibidas, y el aporte en metros cuadrados destinados para la actividad comercial en esta zona –24% según datos del Observatorio Inmobiliario Catastral 2010- son pocos en comparación al aporte de la misma actividad en el sector occidental (43%), lo que no quiere decir que no estén afectando la integridad del patrimonio de uso residencial.

Con los servicios de habitaciones para estudiantes la situación es más sutil aún, pues obviamente desde las fachadas no se evidencia este uso, como sí sucede con las actividades comerciales, que requieren un acceso independiente desde la calle; entonces tanto los residentes como los inquilinos comparten la misma entrada a la casa lo que obviamente en fachada no evidencia el uso real; sucede también que muchos inmuebles que funcionaban como inquilinatos, ahora lo hacen como habitaciones estudiantiles, suponiendo que se podría cobrar un poco más por este servicio[9]. Aunque desde la Unidad de Planeación Zonal de la Candelaria estos usos son permitidos, para hacerlos legales debe hacerse una adecuación en el inmueble, que por su naturaleza de patrimonio o por el solo hecho de estar ubicado en un sector de interés cultural necesita ser aprobada previamente por el Instituto de Patrimonio Cultural Distrital para posteriormente sacar una licencia de modificación. Dada la complejidad del trámite estas adecuaciones suelen hacerse sin la debida autorización recargando las estructuras e interviniendo en el patrimonio. Pero ésta no es la única modalidad de modificación de estructuras, en los últimos años se ha venido dando también un fenómeno de rehabilitación de estructuras para uso residencial, son multifamiliares destinados a sectores pudiente de población, con apartamentos tipo de área reducidas; dicha actividad sigue ubicándose hacia la zona oriental de forma dispersa pero cada vez más evidente. Finalmente, hay que señalar una última práctica: la rehabilitación de casas ocupadas generalmente por un solo hogar cuyos ingresos son más bien altos, es decir relevando del proceso de gentrification. El diseño de la rehabilitación tiene que ser objeto de un control por parte del IDPC, lo cual no se da sin tensiones. ¿A qué cambios sociodemográficos responden los cambios observados en las estructuras espaciales y los usos?

Los habitantes del centro histórico: algunos cambios sociodemográficos marcados[10]

Según datos de la ECV 2007, para ese año Bogotá cuenta con una población de 7’035.155 de las cuales tan solo el 0,3% reside en La Candelaria (22.115 habitantes). En este sector de la ciudad coexisten diversas dinámicas sociodemográficas lo cual contribuye a una situación cada vez más compleja, difícilmente restituida en su conjunto: empobrecimiento, inseguridad, y más recientemente gentrification o cosmopolitización, todo esto se da en un proceso de despoblamiento: la población de éste sector, ha sufrido en los últimos 34 años un descenso marcado, pasando de 35.047 habitantes en 1973 a 22.621 en 2005.

La composición sociodemográfica

Además del proceso de fuga de población se nota un cambio en la composición por grupos de edad en el sector: la tendencia es una reducción de los menores de 15 años (26.5% en 1993 a un 20% en 2005), mientras existe un incremento de los mayores de 60 años (10% en 1993 a un 12.5% en 2005) (Dureau y Piron, 2009). Aunque pocos, es importante mencionar también los residentes migrantes en el sector; los de procedencia nacional vienen de regiones alejadas y pobladas en gran parte por las llamadas minorías étnicas (indígenas y afrocolombianos): Orinoquía, Amazonía y Pacifico; respecto a los extranjeros son principalmente europeos quienes eligen residir en el centro, aunque su presencia no es proporcionalmente tan alta como en otras localidades (Alfonso, 2009)[11].

En un intento por caracterizar la situación social de la población del sector se van a abordar dos aproximaciones socio económicas: el Índice de Necesidades Básicas Insatisfechas (INBI) y el Indicador de Condición Social (ICS). Según el INBI, La Candelaria es una zona que presenta niveles de pobreza medianos, comparados con otras localidades de Bogotá: el 8.7% de la población es pobre en la Candelaria, mientras Santa Fe la otra localidad del centro tiene un 15.3%, en Chapinero (la localidad más rica) un 3.1 % y, en Ciudad Bolívar (la localidad la más pobre), un 17.4%.

El ICS es una aproximación más fina, se obtiene a partir de una formula que relaciona los años de escolaridad de los miembros del hogar mayores de 15 años y el hacinamiento (número de personas por pieza) en la vivienda ocupada por el hogar. En su trabajo sobre “El cambio social en el centro de Bogotá (1993-2005)”[12], las investigadoras Françoise Dureau y Marie Piron (2009) calcularon este índice para la ciudad de Bogotá y sus localidades diferenciando 6 clases de los más pobres a los más ricos. En La Candelaria, se observa una disminución de las dos clases más bajas, una permanencia de la clase más alta, un leve crecimiento de las clases intermedias. Por otra parte, este trabajo muestra cómo en esta localidad ha habido una cierta “complejización” sociodemográfica entre los años 1993 y 2005: degradación, conservación y mejoramiento de la condición de los hogares; por un lado, una población inmóvil en un contexto de deterioro social y por el otro, una clase de “gentrificadores” que han llegado al centro. Finalmente, la llegada de estudiantes que constituyen una nueva población del centro de la ciudad.

Con respecto al tipo de hogares presentes en el sector, es muy importante resaltar la importancia numérica de los hogares unipersonales. En Bogotá existen un total de 1’978.528 hogares de los cuales el 0.4% están ubicados en La Candelaria, lo que corresponde a 7.820 hogares. En cuanto al número de personas que residen en cada hogar, en La Candelaria la mayoría de los hogares, están conformados por una (26.6%) o dos (23.1%) personas. Hogares con 3 personas representan un 18% del total y el 16.9% con 4. Con más de 4 personas se tiene un 15% de hogares del área. A nivel de Bogotá, los hogares unipersonales tan solo representan el 9% del total de hogares en la ciudad y los hogares con dos personas el 17,6%. Los hogares de La Candelaria ocupan en gran mayoría una vivienda sin compartirla. El hacinamiento es bajo pues 1,022 %.

En cuanto a la forma de tenencia de la vivienda, más del 55% de los hogares viven en arriendo o subarriendo y el 35,2% en vivienda propia, ya sea pagada totalmente o que la están pagando y el 9,4% residen en usufructo u ocupante de hecho. A nivel de Bogotá, el 41.4% reside en arriendo o subarriendo y el 52,2% en vivienda propia totalmente pagada o que están pagándola y el 6,4% restante vive en usufructo u ocupante de hecho. Se puede concluir que en La Candelaria la relación entre propietarios y arrendatarios es inversa con respecto a la de Bogotá. En cambio, en esta misma localidad, la rotación de la vivienda es más baja que en otras localidades. En varios trabajos sobre el centro (en especial Lulle y Chaparro, 2006), pudimos constatar que el espacio de vida de la población del centro histórico es generalmente bastante reducido, muchos de los residentes trabajando o estudiando en el centro, teniendo un tiempo de desplazamiento promedio más bajo, dado que una buena parte de ellos se desplazan a pie.

Finalmente, a partir de los resultados de una investigación previa realizada por este grupo de investigadores (Parias y Palacio, 2006) podemos señalar que, entre los habitantes del centro histórico, se observa un abanico de actitudes hacia el patrimonio bastante amplio: desde la valoración hasta extrema del vivir en el patrimonio hasta una indiferencia total pasando por la valoración del vivir en el centro (sin que el componente patrimonial de este mismo centro sea tan presente), el desconocimiento, el aprovechamiento, la trasgresión o el cuestionamiento de las normas de conservación por ser consideradas como excesivas o inadecuadas. Estas características y cambios en la población y sus practicas residenciales y cotidianas nos permiten definir una cierta demanda (la cual estaría creciendo y cambiando con nuevos perfiles, en especial los estudiantes o gente de clase media y media alta a veces extranjera), pero también probables estrategias de parte de dueños de vivienda (alquilar o vender) o inversionistas interesados en aprovechar el segmento de esta nueva demanda que tendría mayores recursos económicos. Sin embargo, no se puede olvidar la permanencia de la presencia a veces muy antigua de una población de bajos recursos.

Impacto de la norma en la conservación del patrimonio

Para intentar reflexionar respecto al impacto que ha podido tener la norma en el patrimonio, se hará inicialmente un muy breve recorrido por las políticas patrimoniales y los hitos de la planificación urbana que intervienen en el centro histórico, se plantea desde preguntas e hipótesis el impacto que han podido tener en el patrimonio la aplicación simultanea de dos criterios normativos: el decreto 678 de 1994 que define las categorías de tratamiento predio a predio y la norma urbana aplicada en el sector desde la Unidad de Planeación Zonal La Candelaria. Teniendo en cuenta las categorías de tratamiento se inicia una reflexión en torno al impacto que éstas puedan tener en los precios por metro cuadrado y si este impacto, es finalmente, positivo o no para la conservación del patrimonio material.

Antecedentes de la norma

En el manejo de los BIC en el país han intervenido diferentes entidades, el patrimonio ha sido objeto de una gran variedad de normas, decretos, leyes, etc. y es aun tema de discusión permanente. Han pasado muchas cosas desde los primeros intentos de protección jurídica del mismo cuando a través de la ley 14 de 1936 se incorporaron los principios de la Carta de Atenas de 1933, o cuando con la ley 5 de 1940 el Gobierno Colombiano pudo declarar inmuebles con valores históricos y artísticos como de utilidad pública. Centrándonos en el caso de Bogotá y su centro fundacional vamos a recorrer su historia más reciente, teniendo como punto de partida los años 80, decenio en el que se creó la Corporación La Candelaria (Murcia, 2008).

Dicha entidad a través de la aplicación de una normativa arquitectónica especial para el sector, se encargó de la conservación del centro histórico fomentando la actividad residencial y cultural, promoviendo el mejoramiento y adecuación de infraestructura urbana. Para el año 2000, el Plan de Ordenamiento Territorial[13] reconoce el patrimonio como un elemento estructurante del territorio y encarga a la Corporación de la conservación del mismo, esta vez a una escala distrital acompañada por dos actores nuevos: el Consejo Asesor del Patrimonio Distrital que asesora en el diseño de políticas de conservación al Departamento Administrativo de Planeación Distrital; este último tiene también a su cargo los procesos de planeación, manejo, intervención y preservación del patrimonio construido (Murcia, 2008).

En noviembre de 2006 y mediante el acuerdo 256 del mismo año la Corporación la Candelaria se transforma en el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural; adicionalmente a los controles y entidades mencionadas, cualquier intervención en el centro debe tener en cuenta el decreto 678 de 1994 que define las categorías de tratamiento de todos los inmuebles ubicados en La Candelaria, cuya reglamentación a su vez está registrada en el Plan Zonal Centro a través de la Unidad de Planeación de la Candelaria (Murcia, 2008). Estos actores no están solos en los procesos de gestión y conservación del patrimonio, es pertinente mencionar a la Empresa de Renovación Urbana (ERU)[14] que desde 1999 gestiona actuaciones urbanas integrales para recuperar sectores deteriorados de la ciudad generando una tensión en el sector pues a través de los procesos de renovación urbana privilegian la inversión privada poniendo en riesgo la integridad del patrimonio material.

 

Figura 5. Cronología de limites del centro histórico.
Fuente. Propuesta Plan Especial de Protección del Centro (Zabala 2005).

 

Pero no solo ha sido el patrimonio y su gestión un punto de discusión a lo largo del tiempo: la delimitación del centro histórico se ha modificado de una norma a otra. En la figura 5 se ilustran las últimas cinco delimitaciones que ha tenido, cada una de las cuales responde a un acuerdo o decreto en un año específico y con un criterio especial, pero ¿Cuáles son las consecuencias de este permanente cambio de delimitación en el sector patrimonial? Definir los limites del centro histórico es un punto de partida para su valoración y para la aplicación de la norma de protección, por lo tanto del control de usos del suelo y procesos de densificación; según se afirma en la Propuesta de Plan Especial de Protección (Zabala, 2005), existe un sector que ha sido incluido en todos los limites establecidos (correspondiente al de 1980) y que es el que actualmente estaría mejor conservado que en zonas donde la medida no ha sido constante y por lo tanto, algunas estructuras originales han desaparecido o donde los usos y las densidades han sido mas rentables.

Sin embargo, y aunque en apariencia la norma parece haber conservado el patrimonio, por que las volumetrías y fachadas de ciertos sectores se mantienen, la realidad al interior de muchos de estos inmuebles ha sido otra. Como bien se describió en la primera parte de esta ponencia, existen formas para el pequeño propietario de transgredirla para su beneficio particular; el hecho de que estén vigentes simultáneamente un decreto con las categorías de tratamiento para cada inmueble (678 de 1994) y la norma urbana desde la Unidad de Planeación Zonal genera inconsistencias, confusiones y vacíos. Mientras desde el decreto se prohíben ciertos usos como el de habitaciones estudiantiles y hostales[15], desde la UPZ se permiten, realizando un tramite previo tan complejo que muchos residentes prefieren obviarlo y transgredir la norma. Cualquier intervención o arreglo locativo que se deba hacer en Monumentos Nacionales o de conservación arquitectónica, deben ser aprobados previamente por el Instituto Distrital de Patrimonio Cultural para posteriormente, según sea el caso tramitar la licencia de construcción correspondiente. La amenaza de ruina que, desde el decreto 678 de 1994, no era causal de cambio de categoría -esto con el fin de prevenir acciones que atentaran contra la integridad del patrimonio, para conseguir mejores derechos de construcción- es algo que no se tiene en cuenta desde la UPZ. La gran pregunta es: ¿Realmente se ha conseguido desde la norma una preservación del patrimonio? La respuesta depende del concepto que se tenga de patrimonio.

Impacto de las categorías de tratamiento

La ley 163 de 1959 declara Monumento Nacional al centro histórico de Bogotá y fija como limites el área comprendida entre carrera 7 y Avenida Circunvalar y entre la calle 7 y la calle 13; el decreto 326 de 1992 amplia el área previamente definida hasta la carrera 10 y la Avenida Jiménez, adicionando nuevas manzanas hacia el costado norte y occidente y creando la necesidad de iniciar un nuevo proceso de reconocimiento de la zona y de cada uno de los inmuebles que en ella se encuentran. La antigua Corporación la Candelaria -hoy Instituto Distrital de Patrimonio Cultural- pone en marcha entonces un proyecto de reconocimiento urbano del sector: Morfología urbana y tipologías edificatorias en el centro histórico de Santafé de Bogotá (TEURA 1994).

 

Cuadro 1.
Categorías de tratamiento según decreto 678 de 1994.
Derechos de construcción y exenciones tributarias

Fuente. Elaboración propia a partir de el Decreto 678 de 1994.

 

El producto de ésta consultoría dirigida por las Arquitectas María Eugenia Martínez y Trudy Jordan desde el Taller del Espacio Urbano, Restauración y Arquitectónica TEURA (1994), son una serie de fichas arquitectónicas que hacen referencia a 2.156 predios del centro histórico, y la base para asignar las categorías de conservación de cada uno de los inmuebles ubicados en él según su valor arquitectónico, histórico, artístico y de contexto; el decreto 678 de 1994 define la categoría A como Monumento Nacional y su protección es de orden Nacional, la categoría B como de Conservación Arquitectónica cuya protección es de orden Distrital, la categoría C como inmueble re edificable y lote no edificado y la categoría D como inmuebles de transición. La asignación de cada una de estas categorías generan derechos de construcción (Categorías C y D) y exenciones tributarias (Categorías A y B) que pueden beneficiar o afectar los propietarios según sea su interés particular (ver tabla 1).

Este listado de categorías de tratamiento para cada uno de los inmuebles que componen el sector declarado como centro histórico de la ciudad, es adoptado en 2007 para la UPZ de La Candelaria (reglamentada en el decreto 492 de dicho año); en el mismo se determina que “En un plazo máximo de dos (2) años los predios clasificados como de Conservación Arquitectónica [Categoría B] por el Decreto Distrital 678 de 1994, deberán ser re categorizados de acuerdo con lo establecido por el Decreto Distrital 190 de 2004 y demás normas aplicables”[16]. Al respecto llama la atención encontrar que el mencionado listado que aborda el centro predio a predio, es finalmente adoptado por la norma para ser parte del manejo y conservación del patrimonio material del sector histórico de la ciudad, a pesar de que la misma plantea la necesidad de revisarlo para re-categorizar todos los inmuebles de conservación arquitectónica -es decir la categoría B- que representa la mayor cantidad de inmuebles[17] (ver Figura 6).

 

Figura 6. Georeferenciación de las categorías de tratamiento según decreto 678 de 1994 para 2010.
Fuente: Decreto 678 de 1994 y Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro 2010).

 

Si la UPZ La Candelaria no fue diseñada en respuesta a dicho listado y sin embargo lo adopta entonces ¿Cuáles han sido las consecuencias de tal situación en la conservación del centro histórico de la ciudad? Estos derechos de construcción y exenciones tributarias asignadas según categorías de tratamiento a cada uno de los inmuebles que componen el sector declarado como centro histórico de la ciudad ¿Imponen un manejo predio a predio que prevalece incluso sobre normas como el Plan Zonal Centro y la Unidad de Planeación Zonal de la Candelaria? ¿El manejo de un listado de categorías de tratamiento predio a predio impide o contradice de alguna manera lo estipulado en la UPZ? ¿Estas categorías obstaculizan la intención de manejo urbanístico de la UPZ? Teniendo en cuenta que para marzo de 2010 se finalizó una consultoría cuyo objeto era re-categorizar los inmuebles de conservación arquitectónica (categoría B) para cumplir con los requerimientos de la UPZ la Candelaria ¿Cuáles han podido ser las consecuencias en estos diez años de vigencia de la norma en el patrimonio de uso residencial?

Tal vez desde una perspectiva económica, haciendo un análisis comparativo para el uso residencial entre las categorías de tratamiento establecidas en el decreto 678 de 1994, se podrían identificar posibles impactos de la norma, esto teniendo en cuenta que La Candelaria como sector patrimonial tiene unas condiciones inmobiliarias especiales. En sectores donde no existen BIC los valores de metro cuadrado de tierra son más o menos homogéneos para la zona, pues las condiciones de edificabilidad son similares para todos y el precio permanece estable ¿Qué pasa con las condiciones de edificabilidad del centro histórico? A pesar de que las categorías de tratamiento se asignan según las condiciones físicas del inmueble, estas afectan directamente al lote que conserva la categoría asignada a pesar de que la construcción desaparezca[18], esta situación se da mientras el propietario solicite ante el Departamento de Planeación Distrital una re-categorización. Teniendo en cuenta que la categoría A tiene las mayores restricciones del sector seguida por la categoría B y luego la C (Cuadro 2), el precio del metro cuadrado de tierra de los inmuebles categoría A seria inferior a los precios de metro cuadrado de categoría B y este a su vez inferior al precio del metro cuadrado de categoría C.

 

Cuadro 2.
Valor promedio metro cuadrado lote y espacio construido

Fuente: Observatorio Inmobiliario Catastral (Unidad Administrativa de Catastro 2010).

 

Curiosamente, cuando se revisan los precios de metro cuadrado de tierra para cada categoría en el área de estudio (Cuadro 2) es la categoría A -con mayores restricciones de edificabilidad- la que muestra el precio por metro cuadrado mas costoso específicamente en los barrios La Catedral y en Centro Administrativo, ambos barrios con una fuerte presencia de actividad terciaria e institucional; el precio del suelo está incluso por encima del precio del metro cuadrado construido. ¿Esta situación pone en peligro la integridad del activo construido, en este caso el Monumento Nacional? En el barrio La Catedral para las tres categorías de tratamiento presentes, el valor de metro cuadrado de tierra es superior al valor del activo construido, entonces, y siguiendo con el orden de ideas planteado: ¿Corren o han corrido peligro los BIC ubicados en el Barrio La Catedral? Los precios promedio por metro cuadrado de tierra para los barrios orientales de la Candelaria, es decir Egipto, La Concordia y Las Aguas son los más bajos de la zona, y muy similares a los precios de metro cuadrado construido en los mismos, al respecto y continuando por la misma línea: ¿Los BIC de estos barrios tienen mayores garantías para su preservación? ¿Los bajos precios por metro cuadrado responden a la reducida área de los lotes o a la poca área construida en ellos? Lo cierto es que los precios más baratos de tierra están donde están los lotes más pequeños del barrio, es decir en las zonas con una importante concentración residencial: los barrios orientales.

El documento “Desarrollo y complementación de la política de patrimonio cultural construido del Distrito Capital” (Martínez, 2004), haciendo alusión a un estudio de caso del sector histórico, desarrollado por la firma Borrero & Ochoa para ésta consultoría, concluyen a partir de un juicioso ejercicio de análisis utilizando datos de ofertas, avalúos y transacciones comerciales en 2001 y 2002, que el buen estado de la construcción incide en el precio del metro cuadrado construido, es decir lo hace más costoso. Esta afirmación se basa en que para los BIC del área de estudio, aquello que adquiere el comprador es finalmente un espacio construido que será rehabilitado, restaurado o recuperado posteriormente porque las posibilidades de aprovechar los índices de construcción son muy restringidas; por lo tanto, se sugiere que los posibles costos de las obras necesarias a futuro para ocupar el lugar inciden en el precio del metro cuadrado construido haciéndolo más costoso. ¿Puede interpretarse esto como un indicador de conservación del patrimonio? ¿Funciona como una especie de incentivo para los propietarios del patrimonio? ¿Esta situación es algo que se ha logrado desde el manejo predio a predio según categorías de tratamiento?

Conclusión

Los cambios que se han presentado en el centro histórico de Bogotá desde principios de los años 1990, han sido más bien discretos y contribuyendo a una cierta complejidad de la situación socio espacial propia del mismo. Esta constatación podría hacer pensar en una primera lectura que, de hecho, las normas hacia la conservación del patrimonio cultural construido han sido efectivas. Sin embargo, al identificar más detalladamente estos diversos cambios y al tratar de analizarlos, confrontándolos con las normas de conservación y de urbanismo, son en realidad muchos los interrogantes que se abren a partir de un intento de entender el impacto de la política de protección del patrimonio.

Desde la norma no siempre se han logrado resultados positivos en lo que se refiere al tema de la conservación. Son tantos los decretos, leyes, resoluciones expedidas que con la intención de conservar el patrimonio intervienen en el tema que finalmente se convierte en una tarea confusa tratar de desenredar los procedimientos y entender los criterios. Lo que está claro es que existe un interés por conservar nuestra herencia. Sin embargo, se necesita aclarar cómo se entiende el patrimonio, su conservación, las tensiones entre la conservación y la renovación, entre lo cultural y lo urbanístico, así como evidenciar las interacciones entre los distintos actores del sistema que produce la ciudad y sus componentes: el sector público, el sector privado y los habitantes, organizados o no. En una coyuntura en la cual el mercado en el sector parecería volverse más dinámico, es importante definir con claridad el papel del sector público. Hacer que la norma funcione no es suficiente, hay que ver al servicio de quiénes, con qué intereses. Integrar la comunidad con toda su diversidad y complejidad a participar en estos procesos, no es una tarea fácil, pero necesaria para que la conservación del patrimonio sea social y culturalmente compartida.

 

Notas

[1] Bogotá, capital de Colombia, fue fundada en 1538; su población en 1900 era apenas cercana a los 100.000 y hoy en día supera los 7´000.000 de habitantes. La mayor parte de su espacio urbano construido se ha dado en forma desmesurada en la segunda mitad del siglo XX, mientras entre 1938 y 1973 su población se multiplicó por 9 y su área urbanizada por 12.

[2] Las localidades son unidades territoriales compuestas por barrios, funcionan como unidades administrativas que están bajo la jurisdicción de un Alcalde Menor. Las Unidades de Planeación Zonal son la herramienta para planificar el desarrollo urbano a nivel zonal; suelen ser en área más pequeñas que las localidades y más grandes que un barrio; La Candelaria es un caso especial en la división político administrativa y de planificación urbana en la ciudad pues corresponde a la misma área. Es importante precisar aquí que los datos que provienen de los censos o Encuestas Calidad de Vida, se refieren a la localidad de La Candelaria y no al centro histórico mismo.

[3] Desde el Plan de Ordenamiento Territorial [POT], aprobado en 2000, ajustado en 2004 y en actual proceso de reformulación, se determina la destinación general del suelo teniendo en cuenta la vocación del territorio. El POT de Bogotá delimita el Centro Metropolitano como centro expandido existente, es decir la UPZ de la Candelaria y su pericentro, abarcando un área mucho mayor al área de estudio.

[4] El total de Bienes de Interés Cultural de Bogotá se ubica en forma dispersa en la ciudad, en un área ocupando un área mayor a la del centro histórico.

[5] Es una edificación adaptada o transformada en la cual se encuentran varias viviendas que, carece de servicio sanitario y de cocina en su interior o como máximo dispone de uno de estos servicios (ECV 2007).

[6] En 1982 la Corporación La Candelaria llevaba dos años en la función de liderar, regular y acompañar actuaciones sobre el patrimonio del centro histórico de la ciudad.

[7] Existen en el sector varias categorías de responsables de inmuebles de patrimonio a tener en cuenta: a diferencia de los propietarios, los poseedores tienen el usufructo del bien pero no su propiedad; los arrendatarios e inquilinos pagan a un propietario o poseedor por ocupar un cuarto o apartamento; los moradores no pagan nada por el usufructo del bien pero no son ni poseedores ni propietarios.

[8] Es evidente que ha crecido la potencial demanda en alojamiento de parte de los estudiantes pues su número ha aumentado fuertemente; sin embargo, hay que precisar también que el perfil del estudiante demandante es relativamente reciente, generalmente la vivienda de sus padres quedando bastante lejos del centro o incluso de la ciudad.

[9] Habría que mencionar también el fenómeno de adecuación de edificios (generalmente casas antiguas amplias) para hostales, en los cuales se alojarían principalmente turistas extranjeros con recursos limitados.

[10] Esta parte presenta datos procesados a partir de los censos de población de 1993 y 2005, así como de la Encuesta de Calidad de Vida ECV 2007. Se contó con la colaboración de Carlos Moreno, miembro del equipo de investigadores del Externado.

[11] Con respecto a las migraciones, en su trabajo: “Epicentro en mutación, concurrencia, metropolización y cosmopolitización del centro histórico de Bogotá”, Oscar Alfonso resalta dichos fenómenos a partir de datos del censo 2005.

[12] Trabajo realizado en el marco del programa METAL (“Metrópolis de América Latina en la mundialización”), financiado principalmente por el ANR-AIRD de Francia, que tiene como objetivo estudiar las reconfiguraciones territoriales que se están llevando a cabo en la actualidad en tres ciudades latinoamericanas (Sao Paulo, Santiago de Chile y Bogotá) y que iniciaron después de los años 1980, en especial la evolución de la población y las nuevas formas de su diferenciación espacial en las ciudades.

[13] Desde el Plan de Ordenamiento Territorial [POT] se determina la destinación general del suelo teniendo en cuenta la vocación del territorio.

[14] Empresa comercial e industrial del Distrito Capital, vinculada a la Secretaría de Hábitat.

[15] Un hostal es un lugar de hospedaje para turistas de menor categoría que un hotel, por lo tanto más económico.

[16] Parágrafo 3 del articulo 31, decreto 492 de 2007.

[17] Para el 2010 la categoría B o de conservación arquitectónica predomina en el sector con 6499 inmuebles declarados desde 1994, le sigue la categoría C (inmuebles re edificables y sin edificar) con 3352 casos; solo existen 78 Monumentos Nacionales en el sector cuyo manejo corresponde al Ministerio de Cultura; sin categoría por cambio de numero catastral 28 inmuebles y sin asignar desde el decreto 678 de 1994, 282 inmuebles. Información extraída a partir de datos del Observatorio Inmobiliario Catastral 2010 y el listado de clasificación de categorías de tratamiento decreto 678 de 1994.

[18] Parágrafo 2, del articulo 5 del decreto 678 de 1994 “La categoría asignada por el presente Decreto a los predios y edificaciones no se pierde al desaparecer la construcción”.

 

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© Copyright Thierry Lulle y Amparo De Urbina, 2010. 
© Copyright Scripta Nova, 2010.

 

Ficha bibliográfica:

LULLE, Thierry y Amparo DE URBINA. Las dinámicas socioespaciales de los centros históricos versus las políticas públicas de conservación del patrimonio urbano. El caso de Bogotá (1994-2010)Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de agosto de 2010, vol. XIV, nº 331 (73). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-331/sn-331-73.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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