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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XIV, núm. 340, 1 de noviembre de 2010
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

EL MODELO RURAL Y EL IMPACTO DE LOS PROGRAMAS LEADER Y PRODER EN EXTREMADURA (PROPUESTA METODOLÓGICA)

Ana Nieto Masot
Dpto. de A. y Ciencias del Territorio – Universidad de Extremadura
ananieto@unex.es

José L. Gurría Gascón
Dpto. de A. y Ciencias del Territorio – Universidad de Extremadura
jlgurria@unex.es

Recibido: 6 de noviembre de 2008. Devuelto para revisión: 7 de enero de 2010. Aceptado: 18 de marzo de 2010.

El modelo rural y el impacto de los programas LEADER y PRODER en Extremadura (Propuesta metodológica) (Resumen)

Se analiza, por una parte, el modelo rural en Extremadura y, por otra, el impacto de las políticas europeas de desarrollo rural territorial, a través de la Iniciativa LEADER y del Programa PRODER, que se están gestionando en la región desde 1991. El medio rural ha experimentado una serie de transformaciones recientes, que se sintetizan en la terciarización de las economías rurales, en un sistema de rentas plurisectoriales y en la estabilización de la población, a las que han contribuido en alguna medida estas iniciativas europeas. Se planteará una metodología, a través de un análisis multivariado, para explicar y definir el modelo rural actual, los procesos recientes y el impacto concreto de estas políticas rurales.

Palabras clave: modelo rural, LEADER, PRODER, análisis multivariante.

The rural model and the impact of the LEADER and PRODER program in Extremadura (Methodological proposed) (Abstract)

It is analyzed, on the one hand, the rural model in Extremadura and, by another, the impact of the European politics of territorial rural development, through the Initiative LEADER and of the Program PRODER, that are being managed in the region since 1991. The rural areas has experienced a series of recent transformations, that are synthesized in the terciarización of the rural economies, in a multi-sector system of incomes and in the stabilization of the population, to the ones that they have contributed in some measure these European initiatives. A methodology will be presented, through a Multivariate Analysis, to explain and to define the current rural model, the recent processes and the concrete impact of these rural politics.

Key words: rural model, LEADER, PRODER, multivariate analysis.


Extremadura, como región agraria y rural, ha sido secularmente una de las regiones más atrasadas de España, debido a un permanente desajuste entre la población y los recursos. La respuesta inmediata a este desequilibrio fue una intensa emigración en los años sesenta y setenta del siglo pasado, que se fue nutriendo de jornaleros y pequeños empresarios agrarios, sin distinción de edad o sexo. Este éxodo actuaba como válvula de escape para las sucesivas generaciones a medida que iban accediendo a la edad activa, pero la interrupción de estas corrientes emigratorias a comienzos de los ochenta, como consecuencia de la reconversión industrial, se tradujo en unos elevados índices de paro de manera inmediata. Las profundas transformaciones socioeconómicas y demográficas acontecidas en las últimas décadas también han incidido de manera negativa en el empleo, de tal manera que el paro no cesó de incrementarse hasta finales de los noventa y se ha mantenido en niveles por encima de las medias nacionales hasta la actualidad[1].

Las limitaciones naturales, la desigual distribución de la tierra y de los recursos, su extensividad y baja productividad, entre otros factores, han generado esta situación de atraso socioeconómico, debido a una excesiva dependencia del sector agrario hasta muy recientemente[2].

Hasta el Plan de Estabilización Nacional de 1959, la población agraria suponía más del 75% de la población total extremeña. En los ámbitos rurales se vivía bajo unas condiciones de estricta subsistencia, con un predominio de jornaleros (66%), sometidos a un subempleo crónico y a misérrimos salarios[3]. Por otra parte, la distribución de la propiedad ha sido otra limitación estructural, por la tradicional dicotomía entre el latifundio y el minifundio. Tal es así que, según el Censo Agrario de 1962, el 7% de las explotaciones disponían de casi el 75% de toda la superficie regional, de la que el 65% no estaba labrada[4]. El índice familiar, en definitiva, en los núcleos rurales era del 36’8% en relación con la media española[5]

Desde entonces, se asiste a una profunda y acelerada transformación de los ámbitos rurales, que han pasado de esa economía agraria de subsistencia a una nueva economía de los servicios y se pretende también que de la Información.

Debido a este proceso, la población agraria se vio reducida a la mitad entre 1960 y 1985 y, desde la entrada en la CEE, de nuevo a menos de la mitad hasta la actualidad. En estos momentos, el sector todavía tiene una ocupación próxima al 15% de la población activa, más del doble que la media nacional. Paralelamente, el sector de los servicios ha pasado de un 15 a un 60%. Se ha producido, por lo tanto, un intenso proceso de terciarización (Figura 1), en el que los ingentes excedentes agrarios, como consecuencia de este proceso, no tienen cabida por la falta de cualificación.

 

Figura 1. Población activa en Extremadura por tamaño de los municipios (2001).
Fuente: Elaboración Propia a partir de los datos del INE.

 

Según el gráfico precedente, los núcleos con menos de 5.000 habitantes presentan una estructura sectorial con algo más del 40% de su población activa en el sector de los servicios y todavía con una tercera parte en el sector agrario. Existe una diferencia sustancial ya con los núcleos comprendidos entre los 5.000 y los 30.000 habitantes, puesto que en éstos la población agraria desciende a valores del 15%, mientras que el sector servicios se aproxima al 60%. A partir de los 30.000 habitantes, se encuentran las ciudades, con casi un 80% de su población en el sector servicios; se trata de las ciudades que conforman la estructura urbana básica de la región.

La población rural, sin embargo, ha sabido adaptar su secular economía agraria de subsistencia a los nuevos contextos socioeconómicos de este momento, sobre una base de rentas plurisectoriales: se aprovechan los recursos agrarios, cada vez como actividad más secundaria o a tiempo parcial, pero sobre todo las oportunidades laborales en el resto de los sectores de actividad, normalmente en las ciudades próximas. Dentro de estas rentas, juegan también un papel relevante las rentas pasivas (subsidios agrarios, subvenciones comunitarias, pensiones, etc.). En las comarcas más rurales, estos ingresos pasivos pueden oscilar entre el 40 y el 60% del total. Son rentas plurisectoriales y complementarias, que han permitido la estabilización de la población rural en las últimas décadas. No obstante, buena parte de esta población se sigue debatiendo entre la necesidad de la subsistencia y la obligatoriedad de incorporarse a una economía competitiva, en un mercado global, con las consiguientes dificultades impuestas por las restricciones naturales y estructurales y por la negativa influencia de la PAC[6]

Con todo ello, en los ámbitos rurales se han conseguido generar unas rentas que permiten la subsistencia e, incluso, el ahorro, sobre la base de un nivel de autoconsumo todavía elevado y un gasto reducido, garantizando un bienestar y un nivel de vida digno en los pueblos y esa estabilidad de la población. También hay que tener en cuenta que se trata de rentas rurales que generan una serie de sinergias, a través del gasto, en el resto de los sectores de actividad de los propios núcleos y de las ciudades vecinas[7], contribuyendo así a intensificar ese proceso de terciarización en los ámbitos rurales y en sus ciudades y cabeceras comarcales.

En todo caso, se trata de economías muy precarias, por lo que cualquier acción, por pequeña que parezca, puede desencadenar efectos irreversibles en uno u otro sentido, permitiendo la estabilización de la población y la pervivencia de los pueblos, como ha ocurrido en estas dos últimas décadas o, por el contrario, condenarlos a un abandono definitivo, como ya ha sucedido en otras áreas rurales españolas. Hasta la fecha, no se ha abandonado ningún municipio en la región.

Entre estas rentas, el sector agrario sigue teniendo todavía un peso relativo, pues de hecho, con un 11’2% del VAB regional, triplica a la media nacional. Y todavía este porcentaje puede aproximarse hasta el 30% en los núcleos menores de 5.000 habitantes. Por el contrario, la industria es casi testimonial (7’4%), erigiéndose en uno de los factores principales de ese atraso socioeconómico persistente[8].

La construcción, nicho natural de empleo para los constantes excedentes agrarios y recurso tradicional de las políticas e inversiones públicas para hacer frente al paro, es uno de los motores de la economía extremeña, con más de un 15’0% del VAB regional en 2005, muy por encima del 10’9% del conjunto nacional.

El sector de los servicios, con el 62,4% del VAB, es la expresión del intenso proceso de terciarización que se está produciendo, tanto en las zonas urbanas como en las rurales. Su aportación al VAB regional está muy próximo al nacional, aunque con un mayor peso de los servicios públicos en la región (18’4%), relación que se invierte en los servicios privados (43’9 frente al 53’5) según el Informe 2005 del CES [9].

Se ha producido, en consecuencia, una necesaria diversificación de las actividades, del empleo y de las rentas fuera de un sector como el agrario, que ha estado sometido en las cuatro últimas décadas a una larga y agónica reconversión, tanto espontánea inicialmente como inducida en las dos últimas décadas por la PAC. Esto ha propiciado un mayor desarrollo y la estabilización de la población[10].

Así se constata en Extremadura, región en la que las cuencas sedimentarias, más productivas, se han erigido en los ejes del desarrollo regional, al centralizar las principales inversiones productivas en la agroindustria, los servicios y los equipamientos, que han ejercido una fuerte atracción sobre la población. Son las cuencas del Tajo (Tiétar, Ambroz, Alagón y Árrago), en el norte de la provincia de Cáceres, y de las Vegas del Guadiana-Tierra de Barros, en el norte y centro de la provincia pacense. Todas las ciudades de mayor rango, a excepción de la capital cacereña, se localizan en estos dos ejes y todas ellas, a su vez, en el trazado de las dos principales vías de comunicación, la N-630 o Vía de la Plata y la Autovía del Suroeste hacia Madrid, sistema urbano sobre el que gravita la mayor parte de la región.

Es necesario destacar, por lo tanto, el papel del sistema de transportes y del sistema urbano en la creciente movilidad y en la diversificación de actividades y rentas en el medio rural. En Extremadura, no existe una red bien jerarquizada de ciudades, pero conforman un sistema policéntrico en el territorio.  Las diecinueve ciudades de mayor rango apenas acogen a algo más de la mitad de la población, pero en el radio de los 15 minutos de desplazamientos hasta ellas se concentra prácticamente el 90% de la población regional, sin llegar a constituir conurbaciones o áreas metropolitanas. Podríamos hablar por ello de un sistema de “núcleos rurales periurbanos” y de “agrociudades” pequeñas, bien dotadas y distribuidas en el territorio, que ha facilitado la diversificación de actividades y rentas y ha contribuido en gran medida a la estabilización de la población en los núcleos rurales de sus respectivas áreas de influencia[11].

El abandono de los ámbitos rurales ha sido generalizado a nivel nacional durante el desarrollismo de los sesenta, pudiendo considerarse en realidad una adaptación a las profundas transformaciones socioeconómicas y tecnológicas de las últimas décadas. Se trata de  una respuesta lógica ante las exigencias actuales de calidad de vida y bienestar social, que han llevado a la población rural a concentrarse en los núcleos urbanos y en algunas cabeceras comarcales. Pero, a pesar de ello, los núcleos rurales extremeños han conseguido estabilizarse en las dos últimas décadas en función de los mencionados cambios y del nuevo sistema de rentas, rompiéndose la secular tendencia emigratoria (Figura 2).

Nos encontramos ante el período más largo de estabilización de la población, tanto a nivel regional como rural, en el último siglo.

La despoblación fue muy intensa en las décadas de los sesenta y setenta, período en el que los núcleos menores de 5.000 habitantes llegaron a perder cerca de la mitad de la población que tenían a mediados de siglo, pero se ha moderado en los últimos veinte años, en los que tan sólo han perdido un 5’0%. Esta despoblación ha sido más intensa en los núcleos con menos de 1.000 habitantes, que también han seguido unas pautas similares, aunque perdieron más de la mitad de su población hasta 1981. Sin embargo, también han registrado una tendencia a la estabilización en este mismo período, con unas pérdidas tan sólo del 1’6% en la última década. Este descenso se ha debido más a un crecimiento natural negativo, ya desde los años setenta, que a la emigración, como ocurriera en las décadas precedentes.

 

Figura 2. Evolución de la población absoluta por tamaño de los municipios (1950-2005).
Fuente: Elaboración Propia a partir de los datos del INE.

 

Este es un aspecto que invita al optimismo, al menos parece estar dando tiempo para articular proyectos capaces de dinamizar estos ámbitos rurales. Pero, en todo caso, han de ser medidas urgentes, ya que su situación no deja de ser bastante crítica a tenor del envejecimiento, de la caída de la fecundidad y de las elevadas cifras de paro. Si el envejecimiento es la característica dominante de la situación demográfica de los núcleos rurales extremeños, el paro es la síntesis de su precaria situación socioeconómica, pudiendo considerarse como el problema más grave y acuciante, puesto que numerosos municipios no disponen de más oferta que la derivada de un sector agrario en declive. Es un problema secular y persistente, oculto durante siglos bajo el subempleo crónico y los misérrimos salarios de ese gran contingente de jornaleros, en una economía de estricta subsistencia. Los ámbitos rurales han seguido un proceso de envejecimiento persistente desde comienzos de los años sesenta, como consecuencia de la emigración (Figura 3).

 

Figura 3. Estructura de la población (2001).
Fuente: Elaboración Propia a partir de los datos del INE.

 

Por el contrario, los ámbitos urbanos, receptores de esa población joven emigrante, presentan una estructura mucho más joven y sus índices de envejecimiento son muy inferiores.

A destacar, igualmente, el fuerte estrangulamiento de la pirámide rural entre los 35 y los 65 años, ocasionado por la emigración de los años sesenta, lo que se traduce, a su vez, en una inmediata caída de la natalidad, que afecta a los segmentos de población por debajo de los 35 años. Este efecto se proyectará, posteriormente, hasta la misma base de la pirámide, por la caída de la fecundidad en los núcleos rurales a partir de los años 80.

Junto a estos estrangulamientos, se destaca la fuerte acumulación de personas en las edades superiores a los 65 años, especialmente en los núcleos rurales. No existe ningún municipio abandonado en la región, pero son numerosos los núcleos, sobre todo en la mitad norte de la región, con índices de envejecimiento superiores al 100%. Esto, unido a esa baja fecundidad, no sólo limita el potencial de desarrollo endógeno de estos municipios, sino que los aboca a un futuro muy incierto, incluso a corto plazo.

En relación con el paro, hasta la crisis económica de 1973, era inexistente en la región, por el hecho de que las distintas generaciones, a medida que se iban incorporando a la edad activa, pasaban a engrosar los enormes contingentes emigratorios. Sin embargo, como consecuencia de esa crisis, las ciudades dejaron de ofertar el empleo masivo sin cualificación de la década anterior y los jóvenes se fueron quedando retenidos en sus lugares de origen por falta de oportunidades para emigrar. La necesaria reconversión industrial de principios de los ochenta todavía tuvo mayores impactos socioeconómicos, ya que generó importantes bolsas de paro en las ciudades y obligó a retornar a numerosos emigrantes, hecho que probablemente pudo acentuarse por el establecimiento del subsidio de desempleo agrario en la región. Las cifras de paro, que no habían superado las diez mil personas hasta ese momento, se dispararon hasta casi las cien mil al finalizar los ochenta. A esto contribuyeron también el acceso de generaciones muy numerosas a la edad activa, la tardía, pero intensa, incorporación de la mujer al mundo laboral y los constantes excedentes agrarios, que se intensificaron a raíz de la entrada en la CEE y de los negativos efectos de la PAC. Un paro que afectó, sobre todo, a los jóvenes, a las mujeres y a las personas del sector agrario con menor cualificación. Sin embargo, desde comienzos de los noventa, se ha conseguido reducir este paro casi a la mitad. A ello han contribuido las profundas transformaciones acontecidas en la estructura económica, con un subsector de la construcción que ha sido capaz de acoger a estos excedentes agrarios y a los jóvenes de menor cualificación y con un sector de los servicios que se ha nutrido de los jóvenes y, en especial, ha podido paliar en parte la masiva incorporación de la mujer.

Numerosos factores y complejos procesos se han sucedido, por lo tanto, para explicar estas transformaciones socioeconómicas y demográficas recientes. En este artículo, se pretende desarrollar una metodología que permita definir las estructuras rurales extremeñas en la actualidad, cada vez más complejas. Y una metodología que permita medir, en segundo lugar, la influencia y los impactos que, a buen seguro, han tenido las políticas comunitarias de desarrollo rural en estas transformaciones, puesto que se han acelerado a partir de la entrada en la CEE a mediados de los ochenta, y de la aplicación de la PAC y de los Programas Europeos de Desarrollo Rural desde comienzos de los noventa.

Con esta finalidad, se hará una síntesis de la Política Europea de Desarrollo Rural y de los distintos Programas que se han ejecutado en Extremadura, sus iniciativas e inversiones y los impactos que hayan podido ejercer en la estructura socioeconómica y demográfica global.

Las iniciativas e inversiones, aunque sea de manera más genérica, se analizarán en función de las evaluaciones de cada uno de los Programas desde 1991, con las principales estrategias seguidas y medidas ejecutadas, movilización de recursos endógenos, creación de empleo y dinamización del tejido empresarial.

Pero, ante todo, nos interesa profundizar en una metodología capaz de medir estos impactos en la estructura rural territorial en su conjunto y, más concretamente, su influencia en esas transformaciones. Para ello, se ha estimado conveniente la aplicación de un análisis multivariante, como herramienta idónea para aprehender una realidad que cada vez va adquiriendo una mayor complejidad y unos límites más difusos, tanto por las múltiples variables y factores que lo definen, como por los recientes e intensos procesos que le afectan.


Las Políticas de Desarrollo Rural de Base Territorial en Extremadura: LEADER-PRODER

Desde hace dos décadas, todas las Administraciones Públicas, desde la europea hasta la local, han colaborado en la implementación de medidas para favorecer el desarrollo de los territorios rurales, debido a la profunda crisis que atraviesan, que se ha venido agudizando en Europa desde comienzos de los años cincuenta del siglo pasado y en España desde los sesenta. El persistente abandono de las actividades, sobre todo de las agrarias, la continua degradación del medio ambiente, así como la intensa emigración y la despoblación, han obligado a todas las administraciones a tomar medidas para frenar este deterioro generalizado de los ámbitos rurales[12].

Numerosos trabajos han analizado recientemente estas políticas en distintas regiones desde aproximaciones metodológicas diversas, desde distintos enfoques, o desde la perspectiva de sus impactos en las estructuras socioeconómicas. Se pueden citar, entre otros, Trigueros (1995),  Zapatero (1998), Regidor (2000), Esparcia et al. (2000), Herrero (2000), Cortés (2001), Garrido  y Moyano (2002), Alfaro y et al. (2004),  García y otros (2005), Pérez y López (2005), Plaza (2006), Frutos et al. (2006), Alario y Baraja (2006), Márquez et al. (2006), Caravaca (2007), Mondéjar et al. (2007), Pillet et al. (2007).

Las distintas Iniciativas irán surgiendo de la evolución de la Política Agraria Comunitaria (PAC), que desde una concepción netamente agraria y productivista en sus orígenes[13], llegará a impulsar  cada vez con más convencimiento un desarrollo rural endógeno, integrado, sostenible, innovador, descentralizado y gestionado por la población local[14]. Es un modelo que se plantea, como objetivo prioritario, la diversificación de las actividades económicas, sobre la base de los recursos endógenos, intentando favorecer el empleo, especialmente fuera del sector agrario, y las rentas plurisectoriales a través de la movilización del tejido social y empresarial[15].

La Iniciativa pionera y experimental, a nivel europeo, fue LEADER I (1991-94), con los objetivos prioritarios de mejorar el desarrollo económico y frenar los procesos emigratorios, mediante la diversificación de las actividades económicas (Figura 4).

En Extremadura, se seleccionaron cuatro Grupos de Acción Local (Sierra de Gata, Valle del Jerte, Alcántara y La Serena), los dos primeros en zonas de montaña y los dos últimos en áreas de penillanura extensiva de pastos, en uno y otro caso con economías muy deprimidas. Afectó a una superficie de 6.459  Km² (15% del total regional), 57 municipios (15%) y 97.357 habitantes  (9%).

Después de esta primera experiencia piloto y ante el efecto demostración, concurrieron masivamente a la siguiente convocatoria de LEADER II (1995-2001) la mayor parte de las áreas rurales de la región (22 candidaturas), seleccionándose únicamente otros seis Grupos, además de los cuatro ya existentes. En este caso, parece que predominaron criterios equitativos de distribución territorial entre las dos provincias y, por ello, los seleccionados tenían características socioeconómicas bastante dispares. Seguirán los mismos planteamientos con los que se inició LEADER I, incorporando además el carácter innovador en los proyectos y estrategias de desarrollo.

 

Figura 4. Evolución de los Grupos de Acción Local (1991-2006).
Fuente: Elaboración Propia a partir de los datos de la Red Extremeña de Desarrollo Rural.

 

Ante esta masiva demanda, se decide crear en España el Programa PRODER (1995-2001), bajo una concepción y un modelo de gestión similares a los de LEADER, con pequeñas diferencias: no se exigirá el carácter innovador ni transnacional ni recibirán financiación del FSE, por lo que no dispondrán de recursos inicialmente para la formación y el empleo. Según se aprecia en la Figura 4, se concedieron doce PRODER I que, junto a los diez LEADER ya existentes, afectaron ya a 302 municipios (79% del total), con una superficie de 30.444 Km2 (73%) y 563.855 habitantes (53%).

Con la Agenda 2000, se desarrollará la última etapa finalizada (2001-2006), a través de LEADER + y PRODER II. En Extremadura se mantuvieron los diez LEADER anteriores (con muy ligeras variaciones en su composición territorial). Se incrementaron los diez Grupos PRODER existentes con otros tres más de nueva creación (Monfragüe, Trasierra-Cáparra y Vegas Altas del Guadiana).

Finalmente, el PRODER de Tajo-Salor se fusionó con el LEADER de Alcántara. Se habían constituido veinticuatro Grupos, que engloban a 374 municipios (97’6% del total regional), con 37.228 Km2 (70’9%) y 761.157 habitantes en 2001 (70’9%). Estos 24 Grupos han permanecido hasta la actualidad.

El nuevo período de Programación (2007-2013) surge con el Fondo Europeo Agrícola para el Desarrollo Rural (FEADER), que recoge toda la PAC y el desarrollo rural, con la finalidad de mejorar la condiciones de vida y la diversificación de las actividades, siguiendo los principios de la concepción LEADER: enfoque integral, multisectorial, territorial y ascendente, Grupo de Acción Local (GAL), innovación, modalidad de gestión y financiación, organización en red y cooperación transnacional en su Eje 4. En Extremadura, se han presentado los mismos Grupos de Acción Local ya existentes, que seguirán gestionando esta nueva Iniciativa a partir de 2008 incluida en el Eje 4 del FEADER.

Otro aspecto a destacar es la reciente aprobación de la Ley para el Desarrollo Sostenible del Medio Rural[16], con una financiación que supera los 9.000 millones y que, indudablemente, tendrá repercusiones en los territorios rurales españoles.

Gestionados por los propios agentes locales, estos Grupos realizan inversiones en distintas actividades productivas, sobre la base de una cofinanciación pública y privada. En la parte pública, están financiados por la UE, a través de sus Fondos Estructurales (FEDER, FSE, FEOGA-O y/o FEADER), y por las distintas Administraciones Nacionales (Central, Autonómica y Local). En la parte privada, existen inversiones particulares de los distintos agentes locales cuando se trata de “medidas productivas”.

Debido a la complejidad de la normativa, a la heterogeneidad de las Medidas contempladas en cada uno de los Programas y a sus continuos cambios, ha sido necesario el establecimiento de las oportunas correspondencias entre las distintas Medidas de LEADER y de PRODER, a fin de poder realizar análisis comparativos de todos los Grupos de Acción Local (Figura 5).

Con el fin de alcanzar una primera aproximación al impacto de estas medidas, se ha analizado el volumen de inversiones por Medidas, el total de proyectos y beneficiarios, el empleo, las empresas y el número de camas de turismo rural creados con estas inversiones.

 

Figura 5. Medidas LEADER y PRODER.
Fuente: Nieto, A y Gurría, J.L. (2008), siguiendo a Pillet (2001).

 

En un primer balance global de las sucesivas etapas de LEADER y PRODER, a lo largo de los últimos quince años, se constata que LEADER, como Iniciativa Europea, ha tenido siempre un mayor volumen de financiación, un menor número de Grupos y un ámbito territorial y poblacional más reducido. En esta Iniciativa, dentro de las medidas productivas, el mayor volumen de inversiones y proyectos se ha orientado a PYMES, mientras que en PRODER ha sido el Turismo Rural el que ha concentrado las inversiones más elevadas. Por otra parte, LEADER ha gestionado inversiones en cooperación transnacional y en formación y empleo, que no han existido en PRODER hasta el último período[17].

En su conjunto, se han invertido 282,729 millones de Euros, que se han distribuido de manera bastante uniforme entre las tres Medidas productivas de Turismo (A3), PYMES (A4) y Valorización de las Producciones Agrarias (A5), con valores entre el 20 y el 30% cada una. Estas inversiones se han canalizado a través de 5.513 proyectos y  5.296 beneficiarios, que han generado 776 nuevas empresas, 6.780 camas de turismo rural y 7.819 empleos, de los cuales aproximadamente la mitad han sido empleos fijos (Figura 6). Por el contrario, las inversiones en formación y empleo (A2) y en cooperación transnacional (A6) han sido muy reducidas, tanto a lo largo de toda la etapa LEADER como a partir de PRODER II.

 

Figura 6. Financiación por Medidas en LEADER  y PRODER II (1994-2006).
Fuente: Nieto, A.  y Gurría, J.L., 2008.

 

Los gastos de funcionamiento, por su parte, que oscilan entre el 10 y el 15 %, no son suficientes para constituir equipos humanos y cuadros técnicos sólidos, capaces de alcanzar una mayor eficiencia en las inversiones y de impulsar el desarrollo rural.


El Modelo Rural en Extremadura y los Impactos de los Programas de Desarrollo

Como se comentaba anteriormente, se aplicará en este capítulo un análisis multivariante, con el objetivo fundamental de explicar la estructura y el modelo rural, los procesos recientes y, esencialmente, el impacto concreto de las políticas europeas a través de los Programas de Desarrollo Rural.

Se pretende definir y desentrañar la complejidad de los ámbitos rurales y de los procesos que han impulsado esas transformaciones, que sólo parcialmente se pueden medir, puesto que son el resultado de un entramado sistema de relaciones de causalidad como indican Sánchez (1999) y Carrasco (2005), entre las que suponemos que han ejercido un cierto papel estas políticas de desarrollo rural.

Con esta finalidad, se elaboraron dos bases de datos complementarias para los veinticuatro Grupos de la región, con toda una serie de variables, a tenor de las características y de los procesos indicados en la introducción:

a) Una base de datos inicial, para 2005, con todas las variables demográficas y socioeconómicas disponibles.

Entre las demográficas: la población absoluta, la dinámica demográfica en el último quinquenio (natalidad, mortalidad, crecimiento natural y saldos migratorios) y la estructura de la población (www.ine.es).

Entre las socioeconómicas: las agrarias (INE: Censo Agrario, 1999); la estructura sectorial de la población activa y el nivel de estudios (INE: Censo de Población, 2001) ; las licencias industriales y de servicios por ramas de actividad (Cámaras de Comercio e Industria de Cáceres y de Badajoz); el paro por edad y sexo, por sectores de actividad y por niveles formativos (SEXPE y Consejería de Economía de la Junta de Extremadura); las infraestructuras de comunicaciones y turísticas (Junta de Extremadura y elaboración propia); otras variables socioeconómicas de la Fundación La Caixa; y los presupuestos municipales (Ministerio de Administraciones Públicas).

Se incluyeron casi 300 variables en principio. A esta base se aplicará un primer análisis multivariante con el objetivo de conocer la estructura rural y, en función de ella, el modelo territorial y la tipología de los Grupos.

b) Una segunda base, en la que se incluirán, junto a los datos de la base anterior, todas las inversiones de cada Grupo, a 31 de diciembre de 2005, armonizadas para LEADER y PRODER: inversiones por Medidas, beneficiarios, empleo, alojamientos rurales y empresas generadas.

A esta base, se aplicará otro análisis, con la finalidad de descubrir las hipotéticas relaciones causales entre las variables que han experimentado las principales transformaciones y las iniciativas ejecutadas por cada Grupo. Esto constataría sin duda, de confirmarse, los impactos de estos Programas en las transformaciones rurales más recientes y, además, se podría realizar una valoración de las estrategias llevadas a cabo por cada Grupo y del éxito de su gestión, a tenor de su situación socioeconómica actual.

Se trata de un método lógico y explicativo, a través del cual se pretenden aprehender unas estructuras rurales complejas y sus procesos de transformación, en los que intervienen factores externos importantes[18], como son los emanados de la UE y de otras iniciativas privadas y públicas. Se persigue también la construcción de un modelo rural de base territorial, a través del cual se puedan definir, interpretar y clasificar los espacios rurales y los impactos de las políticas comunitarias[19], modelo que podría generalizarse y utilizarse en otros ámbitos rurales españoles y europeos con los correspondientes ajustes.


La estructura rural de los Grupos y el modelo territorial

Se realizaron previamente una serie de análisis prospectivos, con la finalidad de ir perfilando y depurando las bases de datos. Para ello, se fueron eliminando las variables menos explicativas y aquellas otras que eran redundantes, a fin de reducir al máximo las variables más complejas y de menor contribución a la explicación de la varianza. La base de datos quedó finalmente con los 24 Programas y con las 30 variables demográficas y socioeconómicas más explicativas, a las que se añadieron, en la segunda fase, otras 28 variables relativas a las inversiones por Medidas y a los logros alcanzados por cada Grupo.

Los resultados del Análisis Factorial en Componentes Principales confirmaron los procesos ya iniciados anteriormente, constataron una serie de transformaciones e introdujeron una mayor diversidad en la estructura rural de los distintos Programas de Desarrollo.

Estas transformaciones podrían sintetizarse, desde el punto de vista socioeconómico, en el paso de una economía agraria de subsistencia a una economía competitiva de los servicios y, desde el punto de vista demográfico, en la estabilización progresiva de la población en los ámbitos rurales. Estos procesos se iniciaron ya antes de 1991, a partir de una red de ciudades bien distribuida en el territorio, de la mejora del sistema de transportes y de la descentralización de equipamientos y servicios, como características territoriales de la primera fase del Estado de las Autonomías, en la década de los ochenta. Pero parece indudable que, desde la puesta en marcha de los Programas de Desarrollo Rural, a comienzos de los noventa, se ha producido una aceleración e intensificación en todos estos procesos.

El resultado de este Análisis Multivariante se concreta en una serie de Componentes Principales, que representan las diversas estructuras territoriales. Cada una de estas estructuras está conformada por un conjunto de variables interrelacionadas entre sí, normalmente por relaciones múltiples de causalidad. Su expresión formal son los diferentes modelos rurales.

Los dos primeros Componentes son los que aportan una mayor explicación a la varianza y los que recogen las características básicas y generales de todos los Programas. Entre ambos Componentes aportan una explicación del 52% de la varianza: el primer Componente con un 32’3%  y el segundo con un 19’4. Es un porcentaje aparentemente bajo en principio, lo que viene a constatar la complejidad territorial de una extensa región de características naturales y socioeconómicas muy diversificadas[20]. A ello se suma la complejidad territorial de los LEADER y PRODER, por su heterogeneidad, puesto que no se han delimitado, prácticamente en ningún caso, con criterios pertinentes, ni desde el punto de vista natural ni desde el punto de vista socioeconómico. Creemos, no obstante, que es una explicación suficiente y, en todo caso, los resultados habrán de confirmar su validez.

Estos dos Componentes presentan una estructura bipolar, con variables de signo positivo y negativo, que están indicando subestructuras contrapuestas.

La yuxtaposición de estos dos Componentes da como resultado cuatro subestructuras que, fundamentalmente, constituyen los cuatro modelos básicos del espacio rural extremeño o, más propiamente, de las comarcas con Programas de Desarrollo Rural (Figura 7):

La subestructura A, con las variables de signo positivo en los dos Componentes, presenta las siguientes características:

A tenor del C1, tiene un mayor dinamismo demográfico, con una estructura de la población joven, con una ligera inmigración y, por ello, con un crecimiento natural y real positivo. Este dinamismo es el fiel reflejo de una estructura plurisectorial de actividades y rentas, con un sector productivo de regadío o de cuencas sedimentarias de secano intensivo, que se complementan con una agroindustria importante en función de sus recursos endógenos. También el sector de los servicios se encuentra muy desarrollado, debido a la existencia de una densa red de agrociudades, bien distribuidas y comunicadas. Son las áreas con mayor desarrollo socioeconómico y con una dinámica demográfica más progresiva. Sin embargo, como contrapunto, tienen un importante paro en los sectores agrario y servicios, que afecta sobre todo a los jóvenes y a las mujeres, el problema más grave y una constante en todos los ámbitos rurales.

De acuerdo con las variables positivas del C2, correlacionadas con las anteriores, existe en esta subestructura una tasa de actividad más elevada, con una mayor dedicación a la construcción, al sector agrario (subsector ganadero) y, en menor medida, al comercio mayorista. El paro en la construcción es la variable más negativa.

Participan de las características de esta subestructura los Programas localizados en una franja central en la provincia de Badajoz, que se extiende de manera continua de noreste a suroeste (Figura 8). Lo esencial en este modelo es el desarrollo de la agroindustria, integrada en unos recursos endógenos muy especializados en cada una de estas comarcas: arroz y tomate en las Vegas Altas del Guadiana; viñedo y olivar en Tierra de Barros y Zafra; porcino ibérico en las extensas dehesas del suroeste (Olivenza, Jerez y Tentudía). Existen, además, otras importantes iniciativas empresariales en el suroeste, en el eje Jerez-Zafra-Barros (Grupos Cristián Lay y Gallardo, con bisutería, siderúrgica, cementera y, próximamente, petroquímica). La densa red de pequeñas y medianas ciudades en estas comarcas ha concentrado equipamientos y servicios, complementando a los otros sectores de actividad.

 

Figura 7. Modelo Estructural de Desarrollo en Extremadura (2005).
Fuente: Elaboración Propia.

 

La subestructura B, con signo negativo en los dos Componentes, es la contrapuesta a la anterior, por lo que se caracteriza por la mayor depresión  socioeconómica y por la demografía más regresiva:

 

Figura 8. Localización del Modelo Estructural de Desarrollo Rural de Extremadura (2005).
Fuente: Elaboración Propia.

 

Por el C1, las variables dominantes son el envejecimiento y la tasa de mortalidad, que nos pone en relación con una intensa emigración precedente por sus limitados recursos. Los tres sectores de actividad están muy poco desarrollados, por lo que sus índices de correlación son bajos, con algo más de desarrollo los subsectores de la construcción, la hostelería y el comercio minorista. En relación con el elevado envejecimiento, se encuentra una importante población sin estudios.

En cuanto a las variables del C2, menos definitorias aún, podría caracterizarse por una incipiente industria agroalimentaria y por un cierto desarrollo de los servicios, que vendría acompañado de un elevado paro en este sector, afectando sobre todo a las mujeres. También en esta subestructura se aprecia el proceso de terciarización, aunque con un menor desarrollo.

Participan de esta subestructura las comarcas localizadas en la mitad occidental del Sistema Central y en su piedemonte (Gata, Hurdes, Valle del Alagón y Cáparra), así como en Los Montes de Toledo (Villuercas-Ibores y Campo Arañuelo, Jara e Ibores). Son comarcas con economías de montaña, en las que los recursos endógenos son muy limitados, el sector industrial es casi inexistente y, además, son comarcas periféricas, aisladas y acéfalas, sin una red de ciudades capaz de impulsar el sector de los servicios, de diversificar las actividades, el empleo y las rentas fuera de un sector agrario muy deprimido. Han sido tradicionalmente las áreas rurales más atrasadas, en las que, a pesar de ello, también se vislumbra una cierta tendencia hacia la terciarización, aunque sea todavía bastante incipiente.

La subestructura C se caracterizaría por las variables positivas del primer Componente y por las negativas del segundo. A tenor del C1, tiene un buen desarrollo industrial y de los servicios, pero en cambio, por el C2, su dinámica demográfica tiende a ser negativa. El paro femenino y el de los servicios serán los principales problemas de esta subestructura.

En función de estas características, es una subestructura aparentemente contradictoria, ya que concurren en ella una dinámica demográfica regresiva, consecuencia de características estructurales heredadas del pasado, y un nuevo dinamismo socioeconómico, por el reciente proceso de industrialización y terciarización. El sector agrario, caracterizado por una ganadería ovina muy extensiva, ha pasado a una actividad secundaria o a tiempo parcial, no siempre integrada en la industria existente en todos los casos.

En esta subestructura, se integran las comarcas de penillanura y montaña baja. Aunque es el denominador común a todas ellas, este aspecto físico parece secundario, a tenor de que estas comarcas vienen definidas por el desarrollo industrial y de los servicios y por una población regresiva con tendencia a la estabilización. Existen dos conjuntos de comarcas claramente diferenciadas, uno en cada provincia:

Las de la mitad sur de la provincia cacereña, localizadas en el entorno o no muy distantes de la capital cacereña. Las de Montánchez-Tamuja y Tajo-Salor-Almonte se sitúan en sus proximidades, al sureste y suroeste, respectivamente. Tanto la una como la otra se encuentran bajo la influencia de la capital, con movimientos pendulares diarios muy intensos hasta la misma. Por otra parte, se ha producido una deslocalización industrial hacia polígonos industriales en los municipios de su periferia, consecuencia del suelo más barato, de menores impuestos y, en algunos casos, de una financiación adicional con cargo a estos Programas de Desarrollo Rural. De ello se ha beneficiado sobre todo la comarca de Tajo-Salor-Almonte.

También quedan incluidas en este conjunto las comarcas de Miajadas-Trujillo y Sierra de San Pedro-Los Baldíos, algo más retiradas al este y oeste, pero no muy distantes, de la capital cacereña en el primer caso y de la capital pacense en el segundo. En estas dos comarcas, en cambio, se ha desarrollado una agroindustria en relación con sus recursos endógenos.

En Miajadas-Trujillo, se concentran las grandes empresas conserveras del tomate, la empresa Navidul y otras relacionadas con la ganadería ovina. Al mismo tiempo, como cabeceras comarcales, concentran equipamientos y servicios, comercio, etc., se encuentran bien comunicadas en la Autovía de Madrid y, además, Trujillo ejerce una fuerte atracción turística, que ha permitido un mayor desarrollo de sus servicios.

En Sierra de San Pedro-Los Baldíos, con predominio de la dehesa, se han desarrollado la industria del corcho y, en menor medida, la del porcino ibérico. Con dos cabeceras comarcales y un tercer centro urbano de similares características, también han conseguido articular la comarca y dotarla de los equipamientos y servicios necesarios. Habría que añadir la atracción del turismo cinegético de caza mayor.

Por otra parte, las tres comarcas de la franja más oriental de Badajoz, tradicionalmente muy deprimidas: La Siberia, La Serena y la Campiña Sur. La primera y la segunda, también de montaña baja y de penillanura respectivamente, mientras que la tercera es una comarca de suelos más profundos con dedicación cerealista. Tienen unos recursos muy extensivos y limitados, por lo que han padecido una intensa emigración. Son, además, comarcas muy periféricas y aisladas, tanto por su situación como por su inaccesibilidad y por la ausencia de ciudades con un cierto rango urbano.

La Subestructura D se define por las características negativas del C1 y por las positivas en el C2.

Según las características negativas del C1, estamos ante un nuevo modelo rural con una estructura sectorial menos diversificada y de menor rentabilidad, con una mayor dedicación a la construcción y al subsector ganadero, complementados en alguna medida con el comercio mayorista.

La construcción es la actividad de mayor desarrollo, pero ante su inestabilidad y sensibilidad  a la recesión económica actual, presenta elevados índices de paro. Al dejar de actuar, por ello, como nicho natural de empleo de los continuos excedentes agrarios, también el sector agrario presenta un paro muy acentuado, que afecta a los más jóvenes.

Los índices de envejecimiento y las tasas de mortalidad serán elevados, si bien por las características positivas del C2, esta dinámica regresiva podría verse atenuada y estabilizada por un crecimiento natural menos negativo, sobre todo en algunos casos en los que pueden disponer de un mayor porcentaje de tierras labradas e, incluso, de regadío.

En esta subestructura, se integra un conjunto homogéneo de comarcas en la mitad oriental del Sistema Central (La Vera, Jerte, Ambroz) y su prolongación hasta Monfragüe, con un sector agrario especializado, pero en declive, o con una fuerte atracción turística. La ciudad de Plasencia, cabecera de estas comarcas y muy próxima a ellas, ha propiciado también un fuerte desarrollo de la actividad constructiva en función de las segundas residencias y de la expansión urbana. De cualquier manera, existe una escasa diversificación de las actividades y tanto el sector agrario como el turismo o la construcción, por sí solos, son incapaces de impulsar el desarrollo socioeconómico de estas comarcas.

En síntesis, se han detectado cuatro modelos rurales en Extremadura, caracterizados por sus correspondientes estructuras:

La primera, es propia de las cuencas sedimentarias más productivas y especializadas o de áreas como el suroeste de Badajoz, con productos de reducida oferta en el mercado (porcino ibérico extensivo). Han conseguido integrar este sector agrario con la agroindustria, concentrando las inversiones productivas, el empleo y las rentas en las últimas décadas, lo que ha supuesto una fuerte atracción para la población y un crecimiento ininterrumpido de sus ciudades. Éstas han impulsado los servicios y han contribuido a diversificar el empleo y las rentas fuera del sector agrario, propiciando un sistema de rentas plurisectoriales y complementarias, que han conseguido estabilizar a la población en los núcleos rurales de sus áreas de influencia y una dinámica demográfica progresiva.

La segunda es contraria a la anterior, siendo característica de las áreas de montaña más deprimidas y aisladas, tanto en la mitad  occidental del Sistema Central (Gata, Hurdes, etc.) como en los Montes de Toledo (Villuercas, Ibores y La Jara). Se caracteriza por la escasa diversificación de las actividades, con un predominio de la construcción, de la hostelería y de un comercio minorista, que indica una incipiente terciarización, muy limitada, puesto que se debe, casi en exclusiva, a un cierto incremento del turismo y no a un proceso estructural.

La tercera es, aparentemente contradictoria, puesto que en ella convergen recientes procesos de industrialización y desarrollo, con tendencias demográficas regresivas heredadas del pasado. Estos nuevos procesos de industrialización se deben a una relocalización empresarial en la periferia de las dos capitales o a importantes inversiones adaptadas a los recursos endógenos. Se trata de las áreas de penillanura o montaña baja, que con una fuerte depresión socioeconómica tradicional, han sufrido una intensa emigración, cuyos efectos alcanzan hasta el presente y todavía se proyectan hacia el futuro, aunque se puede apreciar una tendencia hacia su estabilización.

La cuarta, finalmente, también presenta una escasa diversificación de sus actividades, con un sector agrario especializado y productivo, pero en una situación incierta (tabaco, cerezo, etc.), o con una dedicación turística dada la proximidad y la demanda de Madrid, bien en el Sistema Central o en el Parque Nacional de Monfragüe. Estas actividades, junto al desarrollo urbano de Plasencia, han propiciado el desarrollo de la construcción. Pero tanto la construcción como el sector agrario están sufriendo los efectos de la recesión económica, lo que unido a la escasa diversificación, está generando cifras de paro elevadas y una recesión más profunda. También está afectando a zonas de montaña y riberos del Tajo.

Por lo tanto, la primera y la tercera, son áreas con actividades y rentas diversificadas, plurisectoriales y complementarias entre los tres sectores de actividad. Son las comarcas localizadas en las cuencas sedimentarias o en  áreas de reciente industrialización, bien por una relocalización industrial, bien por una mayor integración agro-industrial en función de sus recursos endógenos. Las ciudades han ejercido un papel fundamental en este proceso y presentan una dinámica demográfica progresiva o con tendencia a la estabilización.

Sin embargo, la segunda y la cuarta, se caracterizan por la escasa diversificación de sus actividades, con dedicaciones al turismo, a la construcción o al sector agrario. Los procesos de diversificación son incipientes, careciendo sobre todo de un sector industrial y de un mayor desarrollo del sector de los servicios. A tenor de ello, presentan una dinámica demográfica regresiva. Ambas estructuras caracterizan a las comarcas localizadas en la montaña media y en los Riberos del Tajo, comarcas en todo caso muy deprimidas tradicionalmente.


El impacto de los Programas de Desarrollo Rural

Sobre la nueva base de datos, a la que se añadieron las inversiones y logros alcanzados por cada Grupo o Programa, se aplicó un nuevo Análisis de Componentes Principales, con el fin de analizar las posibles interrelaciones de estas variables con las socioeconómicas y demográficas y, en última instancia, el impacto que hayan podido tener las estrategias seguidas por cada Grupo en su desarrollo actual.

Al tratarse de una base de datos de mayor complejidad, tanto por el mayor número de variables como por la complejidad de las nuevas, los dos primeros Componentes redujeron su explicación de la varianza hasta un 35’4%, aunque con el tercer Componente se supera el 56’0%.

Inicialmente, se desprende de este Análisis que las variables relativas a las inversiones y logros de cada Programa mantienen unas correlaciones relativamente bajas con las socioeconómicas y las demográficas. Es evidente que las inversiones de los Programas de Desarrollo Rural no pueden explicar en su totalidad la complejidad de los procesos rurales, ya iniciados con anterioridad. No pueden tener tanta repercusión como para alterar o modificar sustancialmente las estructuras territoriales previas. Sin embargo, sí se aprecia nítidamente que estas nuevas variables modifican las subestructuras anteriores y también la clasificación de los Programas. Según las interrelaciones existentes, se podría concluir que estas inversiones podrían tener un grado de significación entre el 15 y el 20% en la definición de la estructura rural. Esta sería su repercusión. Y, en cuanto a la tipificación de los distintos Programas, también se aprecia con nitidez que ahora se clasifican en mayor medida en función de las inversiones y estrategias seguidas por cada Programa.

Los resultados se expresan en un modelo territorial, conformado igualmente por cuatro subestructuras (Figura 9), a través de las cuales se pretenden definir y diferenciar distintos niveles de impacto, efectividad y operatividad de las Políticas de Desarrollo Rural.

La subestructura A, con las variables de signo positivo en los dos Componentes, engloba las mayores inversiones y logros en los últimos quince años: mayor captación de inversiones, tanto públicas como privadas y, en consecuencia, mayor volumen de proyectos y de beneficiarios, sobre todo de empresas. Han orientado su estrategia a la valorización de las producciones agrarias (M5) y a las PYMES (M4), lo que les ha llevado a la mayor creación de empleo total y de empleo femenino, así como a la potenciación de la agroindustria, en un entorno que en parte se caracteriza por las grandes explotaciones. Aunque tienen el problema de un cierto paro agrario, todo ello les ha llevado a una estabilización e, incluso, crecimiento de su población.

Se incluyen en este conjunto (Figura 10) todos los Grupos de la subestructura A anterior, ocupando el centro y suroeste de Badajoz (a excepción de Jerez): Barros, Zafra, Olivenza y Tentudía, con una especialización agraria, que se complementa con una agroindustria muy desarrollada en función de estos recursos agrarios y con una densa red de ciudades bien equipadas y comunicadas, que han contribuido a potenciar las inversiones de los respectivos Programas de Desarrollo Rural. Han obtenido unos impactos positivos, a tenor de que partían también de una situación ventajosa, tanto a nivel de producciones agrarias como de tradición empresarial, además de que su red urbana se ha visto muy favorecida por el proceso de descentralización regional.

 

Figura 9. Modelo Estructural de Desarrollo Rural y Gestión de Programas LEADER y PRODER (2005).
Fuente: Elaboración Propia.

 

La subestructura B se diferencia por su dedicación al sector agrario (ganadería extensiva en algunos casos) y a la construcción, actividades características de las zonas más atrasadas y deprimidas. Consecuencia de este atraso y del elevado envejecimiento existente, su dinámica demográfica es muy regresiva. Todas estas variables se correlacionan con la Medida 3, que está indicando una estrategia tendente a la generación de infraestructuras turísticas. No obstante, es una orientación bastante generalizada en las primeras etapas de gestión de la mayoría de los Programas e imprescindible, por otra parte, para impulsar posteriormente el turismo rural. Sus principales beneficiarios han sido las asociaciones. En este sentido, es evidente que el turismo por sí solo y en sí mismo es incapaz de impulsar el desarrollo socioeconómico de comarcas muy deprimidas. Sin embargo, se ha visto anteriormente que esta Medida, orientada a la valorización de los recursos turísticos y con la promoción de la industria y de las PYMES, sí puede conseguir un desarrollo rural, según se ha podido constatar en el efecto demostración de otros Grupos ya mencionados.

 

Figura 10. Localización del Modelo Estructural de Desarrollo y Gestión de Programas LEADER y PRODER (2005).
Fuente: Elaboración Propia.

 

Se caracterizan por esta subestructura los Programas de montaña, sus piedemontes y Riberos del Tajo: Gata, Hurdes y Cáparra en la mitad occidental del Sistema Central y Villuercas-Ibores-La Jara en los Montes de Toledo; Miajadas-Trujillo y Monfragüe entre la penillanura y los Riberos del Tajo.

Lo más llamativo es el caso de Miajadas-Trujillo, con una cierta extensión de regadío en las Vegas del Guadiana y una importante actividad empresarial en Miajadas y Trujillo, aunque están muy focalizadas en estas dos poblaciones, en medio de una extensa penillanura muy deprimida. Son comarcas de fuertes limitaciones naturales para el desarrollo agrario, sin un tejido empresarial previo y, en su mayoría, muy aisladas, por su localización periférica y por ser comarcas acéfalas y distantes de las principales ciudades. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, además de ello, algunos de estos Grupos han dispuesto de unos recursos económicos reducidos o han sido los que se han integrado más tardíamente a los Programas de Desarrollo Rural (Monfragüe y Hurdes).

Los impactos de estos Programas han sido, hasta el momento, limitados, pero parece que han procedido de manera correcta ante la importancia de sus recursos turísticos en todos los casos, la falta de iniciativas empresariales, las limitaciones tradicionales de sus recursos, su aislamiento, etc.

La subestructura C presenta, desde el punto de vista socioeconómico, un predominio del sector servicios y de la industria, junto a un mayor porcentaje de tierras labradas, lo que le confiere una estructura plurisectorial y la estabilización de la población que, en algunos casos, puede ser ligeramente positiva, a tenor de una estructura de la población más joven y de tasas de natalidad más elevadas. Su modelo de gestión se ha fundamentado, en su primera fase, en la potenciación del patrimonio natural e histórico-artístico (M6), tanto por el volumen de inversión total como por la aportación privada, mientras que en su segunda fase, ha tendido a potenciar el desarrollo de la industria y de las PYMES (M4), mediante la movilización del tejido social, igualmente con una aportación privada importante. Con todo ello, ha conseguido el desarrollo de la industria e incrementar el empleo fijo, sobre todo entre las mujeres, aunque por el desarrollo del sector servicios, sigue presentando un paro importante en este sector, entre las mujeres y, en menor medida, entre los jóvenes.

Dentro de esta subestructura, se localizan prácticamente los mismos Grupos que conformaban este mismo conjunto en el análisis de la estructura rural de 2005: la Siberia, La Serena y la Campiña Sur, en una amplia franja oriental de Badajoz, y Jerez, en el Suroeste; Montánchez y Tajo-Salor-Almonte en el entorno de la capital cacereña; y Sierra de San Pedro-Baldíos en la frontera, entre las dos capitales provinciales.

Son Grupos de desarrollo reciente y, aunque por factores diferentes, en buena medida se ha debido al impacto positivo de los Programas de Desarrollo Rural. Los tres primeros Grupos quizás sean los más emblemáticos desde el punto de vista del éxito de las políticas rurales, en cuanto que partían de una situación de aguda depresión socioeconómica, de una localización muy periférica e inaccesible y de una dinámica demográfica muy regresiva por la intensa emigración anterior. En este corto período, han conseguido dinamizar su tejido social y empresarial, han generado empleo y tienen una clara tendencia a la estabilización de su población.

En el caso de Jerez, esta misma situación ha venido más impulsada por las grandes inversiones del Grupo Gallardo (siderurgia y cementera) y de Cristian Lay (textil, bisutería, etc.), lo que convierten a este Grupo en uno de los más dinámicos de la región.

También han sido diferentes los casos de Montánchez y de Tajo-Salor-Almonte que, además de los efectos positivos de sus Programas, han debido su desarrollo a la fuerte atracción de la capital cacereña, a la diversificación de las actividades e, incluso, a la creación de algunos polígonos industriales (Tajo-Salor-Almonte).

Finalmente, la Sierra de San Pedro-Los Baldíos, bajo la atracción un poco más distante de la capital pacense, también ha conseguido potenciar su tejido empresarial, al amparo de las industrias corcheras y del porcino ibérico, al igual que sus servicios, con tres centros urbanos muy próximos (Valencia de Alcántara, San Vicente de Alcántara y Alburquerque).

La subestructura D, por su parte, está caracterizada por una importante tasa de actividad, con dedicación prioritaria a un sector agrario de regadío, que se complementa con el comercio mayorista y con los servicios. Con un tejido de grandes grupos empresariales en las zonas de regadío, sus principales beneficiarios han sido las cooperativas y se han orientado a la valorización de las producciones agrarias y a la creación de infraestructuras turísticas (hostelería y plazas hoteleras), con lo que han conseguido crear un cierto empleo temporal, sobre todo entre las mujeres. En base a esta economía, tienen un crecimiento natural positivo y una dinámica demográfica progresiva.

Se caracterizan por esta subestructura todos los Grupos del regadío, tanto en el Tajo como en el Guadiana, que han constituido tradicionalmente los dos principales ejes del desarrollo regional, centralizando todas las inversiones productivas en las últimas décadas, tanto en la industria como en los servicios. Son los Grupos de Campo Arañuelo, La Vera, Jerte y Valle del Alagón en los regadíos del Tajo, al norte de Cáceres; y Vegas Altas y Bajas en el Guadiana, al norte de Badajoz.

Los impactos de los Programas de Desarrollo Rural han sido limitados en estas comarcas del regadío, por una parte porque la mayoría han sido las últimas en acogerse a estos Programas y no han dispuesto de tiempo material y, por otra parte, porque son las que partían de una situación previa de mayor desarrollo socioeconómico. En este sentido, los impactos serán menos perceptibles tanto en éstas comarcas más desarrolladas como en las que se encuentran en una situación de mayor atraso. En unas y en otras, por exceso o por defecto, es mucho más complicado incrementar, de manera ostensible, sus niveles de desarrollo o alterar sustancialmente su situación de partida.

Finalmente, habría que mencionar la subestructura correspondiente al tercer Componente, puesto que presenta una perfecta tipología que diferencia nítidamente los LEADER y los PRODER, estableciendo una jerarquización de los distintos Programas en función del tiempo de ejecución de cada uno. Lógicamente, los primeros LEADER, por esta razón, han acumulado una mayor experiencia y formación de sus recursos humanos, han dispuesto de mayores recursos técnicos y, sobre todo, de una financiación más elevada. Por todo ello, han tenido efectos más evidentes que aquellos Programas que únicamente han actuado a partir del PRODER II. Por lo tanto, estos últimos no han dispuesto de tiempo material para que sus iniciativas y actuaciones se reflejen sobre unos elementos y procesos socioeconómicos y demográficos, cuya transformación es lenta por ser estructural. El período de actuación, en consecuencia, que podría pasar desapercibido quizás por evidente, es fundamental para alcanzar los impactos perseguidos en cualquier tipo de iniciativa.


Conclusiones

Tradicionalmente, los ámbitos rurales se han caracterizado por el predominio del sector agrario, por el atraso socioeconómico y por una persistente emigración. Desde comienzos de los años sesenta del siglo pasado, se han producido una serie de profundas transformaciones, que han dado lugar a una diversificación de actividades y rentas y a la estabilización de la población. En este proceso, el sector agrario se ha ido relegando paulatinamente a una actividad secundaria o a tiempo parcial y ya no es un identificador exclusivo, ni los espacios rurales presentan la homogeneidad anterior.

Ahora son espacios más complejos, lo que conlleva mayores dificultades de definición y clasificación, por lo que el primer objetivo que se plantea en este artículo es la definición de  las características estructurales y la clasificación de los ámbitos rurales según las distintas tipologías existentes.

La UE se ha preocupado, desde sus inicios, por el sector agrario, diseñando la PAC, pero ante los limitados resultados de la misma y de su coste insostenible, se ha ido inclinando progresivamente hacia una política más integral de desarrollo rural. Su objetivo esencial es la diversificación de las actividades y de las rentas fuera del sector agrario, para impulsar un desarrollo socioeconómico capaz de estabilizar a la población en sus ámbitos rurales. Para ello, propugna un desarrollo endógeno integral, multisectorial, territorial, innovador e impulsado por iniciativa de sus propios actores locales. Para llevar a cabo estos planteamientos, diseñó la Iniciativa de Desarrollo Rural LEADER, a partir de 1991 y, más tarde, los Programas PRODER desde 1996. Posteriormente, se han sucedido LEADER II y LEADER+ y PRODER II, para fusionarse en el actual FEADER (2007-2013), que también integrará la PAC.

En Extremadura se han ido incorporando sucesivos Grupos de Acción Local, desde sus inicios, hasta los 24 Programas actuales, que ocupan todo el territorio regional, a excepción de las cuatro ciudades principales (las tres capitales y Plasencia).

Se han analizado todas las inversiones realizadas por estos Programas de Desarrollo Rural desde sus inicios hasta el momento y, a tenor de ello y de sus resultados, se constata que han prevalecido las inversiones en las tres Medidas productivas, con valores que oscilan entre el 20 y el 30% cada una.

No obstante, se aprecian diferencias entre unos Programas y otros: los LEADER han dispuesto de más aportaciones, tanto públicas como privadas y han conseguido mejores resultados al orientar sus estrategias hacia las PYMES y hacia la valorización de las producciones agrarias, impulsando una mayor integración entre los recursos endógenos y el sector industrial; los PRODER, por el contrario, se han orientado en mayor medida a las inversiones en infraestructuras turísticas, a falta de una cultura y de un tejido empresarial previo, obteniendo peores resultados, si bien han tenido menores recursos y menor tiempo de actuación. En su conjunto, se han invertido 282,729 millones de Euros, con un total de 5.513 proyectos y 5.296 beneficiarios, que han generado 776 nuevas empresas, 6.780 camas de turismo rural y 7.819 empleos.

Es evidente que estos Programas han conseguido acelerar los procesos rurales iniciados anteriormente, por lo que el segundo objetivo de este artículo será analizar en qué medida y hasta qué punto han intervenido estos Programas en las transformaciones rurales a través de las inversiones ejecutadas, de las estrategias adoptadas y de los logros alcanzados.

Para alcanzar los dos objetivos señalados, se han aplicado dos Análisis Multivariantes, el primero sobre una base de datos con variables socioeconómicas y demográficas, para definir las estructuras rurales actuales y realizar una tipificación de los distintos Programas; el segundo, se ha aplicado a la misma base de datos, en la que también se han incluido las inversiones por Medidas y los logros de cada Programa, para extraer un modelo de relaciones entre las variables más dinámicas y las inversiones realizadas y una nueva tipificación de los distintos Programas en función de ello.

En relación con la estructura rural actual, los resultados del primer Análisis Multivariante  constatan los planteamientos que se hacen en la introducción, en el sentido de que las variables agrarias tienen una aportación muy reducida en la definición de los espacios rurales, mientras que ahora es el desarrollo de la agroindustria, en función de los recursos endógenos y, sobre todo, el sector de los servicios los que tienen una mayor significación.

Se ha producido, por lo tanto, un proceso de industrialización y terciarización, en el que el sistema policéntrico de ciudades ha jugado un papel esencial. Los Programas que han impulsado estrategias en este sentido, han conseguido acelerar su proceso de desarrollo, pero existen otros que, por distintas circunstancias, no han adoptado estos planteamientos o no han podido y siguen presentando características más tradicionales y un mayor atraso económico.

En lo que respecta a la dinámica demográfica, hay que tener en cuenta que la mayoría de las comarcas perdieron entre el 40 y el 60% de su población entre 1960 y 1980, por lo que no sólo se siguen arrastrando sus secuelas, sino que todavía se proyectan hacia el futuro. En este caso, algunos Programas siguen manteniendo una dinámica demográfica moderadamente progresiva, frente a otros que, con un elevado envejecimiento, muestran tendencias totalmente contrarias. No obstante, los Programas que han conseguido la diversificación de sus actividades presentan una clara tendencia a la estabilización de su población, frente a los más deprimidos, en los que esta tendencia es regresiva.

En relación con la definición de la estructura rural y de la correspondiente clasificación de los Programas, se han deducido cuatro modelos:

El primero, caracterizado por la diversificación y complementariedad entre los tres sectores de actividad, esencialmente por el mayor desarrollo e integración de los recursos endógenos y de la agroindustria. La existencia de una red policéntrica de ciudades ha conseguido el desarrollo de los servicios y una mayor diversificación. Se caracterizan por este modelo los Grupos de las cuencas sedimentarias de Badajoz y el suroeste de esta misma provincia. Presenta una dinámica demográfica progresiva o estabilizada.

El segundo se caracteriza, por el contrario, por la escasa diversificación de las actividades, con un predominio de la construcción, de la hostelería y de un comercio minorista. Su dinámica demográfica es muy regresiva. Se clasifican en este modelo las áreas de montaña más deprimidas y aisladas de la mitad occidental del Sistema Central y de los Montes de Toledo.

En el tercero convergen recientes procesos de industrialización y desarrollo, con tendencias demográficas regresivas del pasado, por su atraso tradicional. Estos nuevos procesos de industrialización se deben a una relocalización empresarial en la periferia de las dos capitales o a importantes inversiones adaptadas a los recursos endógenos. Sus ciudades también han ejercido un papel fundamental en este reciente desarrollo. Sin embargo, a diferencia de la primera estructura, su dinámica demográfica es regresiva, aunque con tendencia a la estabilización.

La cuarta, finalmente, también presenta una escasa diversificación de sus actividades, con dedicación al sector agrario o al turismo, que pueden complementarse con la construcción. Son los sectores más sensibles a la recesión económica actual y presentan importantes cifras de paro. También está afectando a zonas de montaña en el Sistema Central y a los  Riberos del Tajo.

Es evidente que las comarcas con una mayor diversificación y complementariedad de actividades y rentas han conseguido reactivar su desarrollo y estabilizar a su población en los núcleos rurales. Sin embargo, una escasa diversificación, aunque sea con actividades productivas (sector agrario o turismo), son incapaces por sí solas para impulsar el desarrollo y estabilizar a la población. Parece, pues, que la movilización del tejido empresarial y su integración en los recursos endógenos son indispensables para alcanzar el desarrollo, bien en zonas con sistemas policéntricos de ciudades, que impulsan el sector de los servicios también, o en zonas periféricas y de escasa accesibilidad, que también lo han conseguido.

 

Notas

[1]   Gurría y Nieto, 2006, p. 95-97.

[2]  Frutos (1979, p. 8-12) indica que “el sector primario es hoy esencial para Extremadura, pero constituye a un tiempo su riqueza y su pobreza… De hecho, el predominio de la agricultura y la ganadería forman parte de un patrimonio de pobreza que Extremadura arrastra desde el medioevo, y que pervive hoy porque perviven similares estructuras… Todos los subsectores quedan por debajo de la productividad nacional… Pero si la producción agropecuaria debería ser la que apoyase el desarrollo regional, de hecho no es sino un foco más de depresión…”.

[3]   Pérez, 1995.

[4]   CECA, 1976.

[5]   Ministerio de Agricultura, 1969, p.133.

[6]  Gurría y Nieto, 2006, p. 113-114. Como aparece en el Informe de TESYT (1991, p.172-173): “… un elevado número de familias que, tanto en el pasado como en la actualidad, nutren la economía familiar de fuentes muy diversas y en su práctica totalidad irregulares e incontables”.

[7]  Gurría, 2007.

[8]  Informe 2005 del Consejo Económico y Social de Extremadura, p. 61-62.

[9]  Consejo Económico y Social de Extremadura,  2005, p.61-62.

[10] García Sanz (1996, p. 24-46) manifiesta que “la experiencia de los últimos años nos está indicando que se puede dar un desarrollo rural cada vez con menos bases agrarias” y, más adelante, añade: “las zonas rurales demográficamente más positivas son aquellas que han sabido avanzar en los procesos de diversificación ocupacional, entre los que tienen un puesto destacado los servicios, pero también, la industria agroalimentaria”.

[11] Tal y como se indica en la Estrategia Territorial Europea (ETE, 1999: Art. 92, p. 25-26), “la ciudad y el campo forman una unidad funcional y territorial, caracterizada por múltiples relaciones e interdependencias” y, más adelante, llega incluso a sentenciar que “el futuro de numerosas zonas rurales está cada vez más vinculado al desarrollo de las ciudades” y, por ello, “conviene, pues, prestar una atención muy especial a las ciudades del campo, en la concepción de estrategias integradas de desarrollo rural” (Art. 93,p. 26).

[12]  Laguna y Lasanta, 2007, p. 30.

[13]   Quintana et al., 1999.

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© Copyright Ana Nieto Masot y José L. Gurría Gascón, 2010. 
© Copyright Scripta Nova, 2010.

 

Edición electrónica del texto realizada por Joan Maresma.

 

Ficha bibliográfica:

NIETO MASOT, Ana y José L. GURRÍA GASCÓN. El modelo rural y el impacto de los programas LEADER y PRODER en Extremadura (Propuesta metodológica)Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de noviembre de 2010, vol. XIV, nº 340. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-340.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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