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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XV, núm. 380, 10 de noviembre de 2011
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

ECONOMÍA DEL CONOCIMIENTO Y CALIDAD DEL EMPLEO EN LA REGIÓN METROPOLITANA DE MADRID: UNA PERSPECTIVA CRÍTICA

Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle
Instituto de Economía, Geografía y Demografía. CSIC
ricardo.mendez@cchs.csic.es

Jesús Tébar Arjona
Instituto de Economía, Geografía y Demografía. CSIC
jesus.tebar@cchs.csic.es

Luis Daniel Abad Aragón
Instituto de Economía, Geografía y Demografía. CSIC
luis.abad@geografos.org

Recibido: 29 de noviembre de 2010. Aceptado: 23 de junio de 2011.

Economía del conocimiento y calidad del empleo en la región metropolitana de Madrid: una perspectiva crítica (Resumen)

En la actualidad, las interrelaciones existentes entre conocimiento, capital humano y desarrollo urbano cobran creciente importancia en la bibliografía internacional sobre geografía económica. Este artículo analiza la importancia de la economía basada en el conocimiento y de los trabajadores del conocimiento dentro de la región metropolitana de Madrid, su evolución reciente, las desigualdades en su distribución espacial y su impacto sobre la nueva jerarquía urbana en el interior de la aglomeración. La segunda parte del texto plantea una revisión crítica sobre la calidad y estabilidad del empleo en las actividades intensivas en conocimiento y la nueva división interurbana del trabajo que resulta, proponiendo nuevas líneas de investigación futura.

Palabras clave: economía del conocimiento, capital humano, regiones metropolitanas, división espacial del trabajo, Madrid.

Knowledge economy and quality of work in the metropolitan region of Madrid: a critical perspective (Abstract)

Nowadays, interrelationships between knowledge, human capital and urban development arouse an increasing attention on the international bibliography of economic geography. This article analyse the relevance of knowledge-based economy and the knowledge workers into the metropolitan region of Madrid, your recent evolution, spatial inequalities and the impact across the new hierarchy of cities. The second part propose a critical review on the quality and stability of work in knowledge intensive activities and the new interurban division of labour, and suggest new lines of research.

Key words: knowledge-based economy, human capital, metropolitan regions, spatial division of labour, Madrid.


Las grandes aglomeraciones metropolitanas europeas se enfrentan hoy a la creciente competencia derivada del actual contexto de globalización e integración regional, a lo que se suma la crisis de su anterior modelo de crecimiento
[1]. En el caso de las metrópolis españolas, la explosión de la burbuja inmobiliario-financiera ha generado un impacto de especial intensidad, que no sólo acabó de forma abrupta con el periodo de fuerte expansión registrado entre 1993 y 2007, sino que también ha puesto de manifiesto la inaplazable necesidad de avanzar hacia una economía más competitiva, intensiva en el uso de recursos específicos, generadora de empleos de más calidad y con menores costes ambientales.

Desde esa perspectiva, cobran especial interés la reflexión y el análisis sobre aquellas actividades intensivas en la generación y uso de conocimiento, asociadas a un mayor esfuerzo innovador y a empleos de alta cualificación, al tiempo que exigen un entorno territorial con ciertas características difíciles de sustituir, lo que limita los riesgos de deslocalización. La denominada economía del conocimiento se convierte así en objeto de investigación relevante para los estudios urbanos, tanto desde el punto de vista analítico como propositivo.

En el primer caso, se trata de identificar la importancia actual y el dinamismo reciente de aquellas actividades que se asocian con esta denominación, pero también de aquellos empleos más cualificados y con exigencias formativas superiores, cualquiera que sea el sector en que se integren. A partir de ahí, se consideran sus pautas de localización y su contribución a las transformaciones que registran los modelos de organización territorial metropolitanos, pero también el tipo de ambientes que pueden favorecer el desarrollo de clusters hoy valorados como estratégicos. En el plano propositivo, se trata de investigar las formas de gobernanza que subyacen a la desigual evolución de la economía del conocimiento en las diferentes aglomeraciones metropolitanas, para derivar orientaciones prácticas en relación con las coaliciones de actores y las políticas más adecuadas de promoción y ordenación.

Pero la inclusión de la economía del conocimiento en las agendas de investigación no está exenta de algunas debilidades y olvidos, voluntarios o no, que exigen también una revisión crítica de algunos de sus fundamentos y resultados. Eso afecta al propio concepto y a su traslación al ámbito urbano, generador de ciertas confusiones y de una multiplicación de términos (ciudades del conocimiento, del aprendizaje, inteligentes, creativas, cognitivas, etc.) que no contribuye a precisar su verdadero significado, al margen de modas pasajeras.

Al mismo tiempo, en una bibliografía internacional que aumenta con rapidez, algunas ideas tienden a convertirse casi en axiomas aceptados de modo acrítico, aún cuando la base empírica en que se fundamentan sea a menudo escasa. Es lo que ocurre, por ejemplo, con la aceptación de que estas actividades se concentran de manera especialmente intensa en las principales aglomeraciones y apenas están presentes en ciudades de menor tamaño, por lo que resultan un indicador particularmente significativo de la nueva jerarquía urbana, aunque está por analizar su efectiva contribución a la tendencia hoy predominante de evolucionar hacia formas metropolitanas más difusas. En relación con el empleo, el supuesto de que –al menos en las economías avanzadas- estas actividades generan cada vez más puestos de trabajo, menos sometidos a oscilaciones cíclicas y, sobre todo, que se asocian a trabajadores con mayor nivel formativo, ocupaciones de alta cualificación, formas de contratación más estables y mejores condiciones de trabajo, son otras tantas cuestiones habitualmente aceptadas, pero que deben ser sometidas a revisión para verificar en qué medida se trata de una asociación siempre presente o que está sometida a significativas diferencias en función de otro tipo de factores no considerados en tales argumentos.

Con esa perspectiva, el artículo centrar su objetivo en analizar los vínculos entre economía del conocimiento y desarrollo urbano, con especial atención a las cuestiones relacionadas con el capital humano y su contribución a la nueva división espacial del trabajo a escala intrametropolitana. Sus objetivos específicos se concretan en: (i) Analizar la situación actual (2009) y evolución reciente (2005-2009) de los empleos en actividades intensivas en conocimiento a partir de diversos indicadores complementarios; (ii) Identificar su distribución espacial dentro de la región metropolitana y relacionarla con los debates teóricos sobre las tendencias al policentrismo, la post-suburbia, o la creciente fragmentación de los espacios metropolitanos; (iii) Considerar los contratos correspondientes a esas actividades firmados en los cinco últimos años y revisar la supuesta correlación que a menudo se establece con la mayor cualificación de los recursos humanos y calidad del empleo, en el marco de las transformaciones actuales de los mercados de trabajo.

Para lograrlo, el estudio se basa en la utilización de dos fuentes estadísticas, que permiten trabajar con información a escala local, incluyendo los 179 municipios integrados en la región metropolitana. Por una parte, la afiliación a la Seguridad Social a 31 de diciembre de 2009 (Tesorería General de la Seguridad Social), con datos disponibles sobre el número de empresas y volumen de trabajadores en todo tipo de las actividades a dos dígitos de la Clasificación Nacional de Actividades Económicas. Por otra, los contratos registrados en la región desde el 1 de enero de 2005 al 31 de diciembre de 2009 (Instituto Nacional de Empleo y Observatorio Regional de Empleo de la Comunidad de Madrid), con identificación de la rama de actividad, localización de la empresa, características del trabajador (edad, sexo, nivel formativo…), del puesto de trabajo (ocupación profesional) y del contrato firmado (carácter indefinido o temporal, a tiempo completo o parcial). El texto finaliza con una revisión crítica de algunas hipótesis habituales en estos estudios, no considerada hasta el momento en la bibliografía internacional considerada, así como un breve comentario sobre algunas líneas de investigación necesitadas de nuevas investigaciones.


Economía del conocimiento en regiones metropolitanas: significado y cuestiones a debate

Conocimiento, innovación y competitividad urbana

En el marco de la creciente presión a que se ven sometidas las principales regiones metropolitanas de la Unión Europea dentro del sistema de ciudades mundiales, se ha difundido y aceptado de forma progresiva la necesidad de reforzar su posición relativa mediante una estrategia competitiva consciente y sistemática en la que destacan cinco objetivos principales.

a) Aumentar la capacidad de producir, transferir y aplicar conocimiento, un recurso siempre presente en la historia de las sociedades pero que ahora se valora como estratégico, tanto para aumentar la generación de valor y la competitividad de empresas y territorios, como para mejorar la calidad de vida. Ese conocimiento, tanto científico-técnico, como aplicado o simbólico, presente en las personas, las empresas y las organizaciones, puede incrementarse mediante la intensificación de los procesos de aprendizaje, tanto de carácter individual a través del sistema educativo, como de carácter colectivo mediante el reforzamiento de diversos tipos de interacciones y del trabajo en común, que reduce los costes de transacción en la transmisión del conocimiento tácito y no codificado [2].

b) Construir un entorno institucional adecuado, donde las diferentes instancias del Estado multinivel mantengan sus funciones de dirección y coordinación, actuando como catalizadores de las iniciativas promovidas por los restantes actores locales (stakeholders) y desarrollando políticas que promuevan el conocimiento y la innovación. Eso supone favorecer la constitución de redes internas que impulsen la formación de comunidades de conocimiento[3], propiciando al mismo tiempo aquellas iniciativas de carácter colectivo que supongan respuestas creativas frente a los problemas y retos urbanos, tanto heredados como derivados del nuevo contexto.

c) Favorecer una adecuada inserción en redes de carácter multiescalar, incluyendo actuaciones que aseguren una presencia efectiva en las políticas promovidas desde el gobierno central o desde instancias supraestatales, junto a una mejor inserción en los mercados globales[4].

d) Transformar las características de la economía metropolitana, apoyando la presencia de actividades y empresas intensivas en el uso de conocimiento. Las acciones para lograrlo pasan por la renovación de la base productiva local y la atracción de nuevas actividades capaces de elevar la productividad media, ser menos susceptibles de deslocalización por basar su anclaje territorial en recursos específicos construidos localmente y generar empleo de mayor calidad, con un desplazamiento progresivo de la estructura profesional hacia ocupaciones con exigencias de cualificación crecientes.

e) Reflejar todo lo anterior en un aumento de las tasas de innovación urbana, tanto en el plano empresarial (mejora de procesos, productos u organización, capacidad exportadora, generación de patentes y marcas, etc.) como en el de la innovación social e institucional, promoviendo una gestión pública más eficaz, un mayor asociacionismo y movilización social, creación de foros estables de debate y participación, etc.

Esos procesos conllevan un cambio en las relaciones de poder, aumentando el de aquellas ciudades que poseen un stock de conocimiento mayor en cantidad y calidad, lo que afecta a su capacidad competitiva y se convierte en indicador relevante para describir las nuevas formas de desigualdad y jerarquización en los sistemas urbanos y a escala intrametropolitana. Para comprender las claves de esas diferencias, el análisis conjunto de las estrategias aplicadas por los actores globales, junto a las diversas respuestas dadas en cada lugar (capacidad de generación y puesta en valor de su capital físico, humano, social e institucional, construcción de sistemas de innovación…) aportan un marco interpretativo capaz de encontrar razones para las diferentes trayectorias observadas.

En resumen, más allá de las frecuentes operaciones de marketing urbano que desacreditan el uso de este tipo de conceptos relativos al conocimiento, utilizados con escaso  rigor[5], la construcción efectiva de lo que algunos autores denominan ciudades del conocimiento o knowledge-based cities[6], hace referencia a un proceso complejo, que incluye una dimensión económica, pero también otras sociales e institucionales. En ese sentido, los intentos realizados para identificar la posición relativa de las diferentes ciudades integrantes de un sistema urbano desde esta perspectiva exigen considerar indicadores múltiples, acordes con la complejidad del propio concepto[7]. Por el contrario, en la presente investigación se pretende profundizar de forma exclusiva en el significado actual de la llamada economía del conocimiento en las transformaciones que experimenta una región metropolitana, tomando el empleo como indicador básico para el análisis. Eso exige una reflexión específica sobre el concepto de capital humano, las diferentes lógicas espaciales que orientan su desigual distribución en el interior de la aglomeración, así como los procesos de segmentación que experimentan el territorio y los mercados de trabajo metropolitanos, considerados desde esta nueva perspectiva.


El empleo en la economía del conocimiento y su significado para los estudios metropolitanos

Los estudios dedicados a la economía del conocimiento consideran al empleo como  variable de particular significación para identificar la posición actual y el dinamismo reciente de cualquier territorio desde perspectivas complementarias. En primer lugar, la existencia de trabajadores cualificados, asimilables al concepto de capital humano, constituye un recurso competitivo de especial importancia, por lo que su mayor o menor presencia se convierte tanto en factor explicativo como en indicador que permite hacer comparaciones espaciales y temporales. Al mismo tiempo, suele aceptarse que el avance en esta nueva economía genera cambios en la organización y contenido del trabajo, así como en la calidad del empleo, que algunos asocian con una mejora generalizada mientras otros ponen el acento de la aparición de nuevos riesgos de segmentación[8].

 La aproximación a la economía del conocimiento desde la perspectiva del empleo se remonta en sus orígenes casi medio siglo y se ha realizado a partir de enfoques diversos. Los trabajos clásicos de Machlup o Bell[9] supusieron el primer intento de destacar la creciente importancia que, en las economías avanzadas y como tendencia de futuro, adquirían determinadas actividades y, sobre todo, unos grupos profesionales heterogéneos, a los que calificaron como trabajadores del conocimiento. Más tarde, otros autores correlacionaron positivamente su presencia con las tasas de crecimiento más elevadas de determinadas regiones. En una definición más reciente, Stehr[10] identifica estos empleos como aquellos que “se desarrollan en torno a la producción, transmisión y aplicación del conocimiento: empleos ocupados por quienes adquieren, manipulan, organizan, regulan y transmiten conocimiento y, por tanto, para quienes el conocimiento es una fuerza productiva inmediata”.

Pese a la creciente importancia concedida al capital humano, concepto que Florida sustituye por el muy discutido de clases creativas[11], las frecuentes limitaciones en la información disponible a escala local justifican el escaso número de publicaciones sobre áreas urbanas dedicadas a esta temática. Hay, en cambio, numerosas evidencias de que su presencia varía de forma significativa con el tamaño y la centralidad, contribuyendo a rediseñar una nueva jerarquía metropolitana[12]. A partir de las escasas propuestas existentes a este respecto[13], puede valorarse la posición relativa de cada área urbana a partir de tres perspectivas complementarias: (i) según el volumen de empleo en aquellas actividades más intensivas en la incorporación de conocimiento; (ii) según la presencia de trabajadores con un elevado nivel formativo, que a menudo se identifica con una titulación universitaria; (iii) en función de la importancia que alcanzan aquellas ocupaciones profesionales que exigen una elevada cualificación. Cada uno de esos criterios modifica la delimitación de aquellos empleos que pueden relacionarse con la economía del conocimiento, por lo que tan sólo la diversidad de puntos de vista puede permitir una visión tridimensional del fenómeno a estudiar.

a)  Capital humano y estructura por actividades.

Según este enfoque, el conocimiento es un atributo de las empresas y varía según el uso que de él hace cada tipo de actividad. Desde los años 80 del pasado siglo, la importancia concedida a la revolución de las TIC y al concepto de sociedad/economía informacional centró la atención en las industrias high tech, relacionadas con la producción de nuevas tecnologías (microelectrónica, informática, robótica, biotecnología, nuevos materiales, aeronáutica y aeroespacial, etc.). A esos sectores se sumó pronto el interés las actividades financieras o los servicios avanzados a las empresas, que realizan tareas de alto valor añadido y están altamente especializados, en ámbitos tan diversos como los de la ingeniería, consultoría, diseño, I+D+i, servicios informáticos y de telecomunicación, de asesoramiento legal y contable, publicidad, etc., que se convirtieron en elemento central de los estudios clásicos sobre las ciudades globales, o sobre la red de ciudades mundiales que promueve la Globalization and World Cities Research Network [14].

Sólo en fechas más recientes el concepto de actividades intensivas en conocimiento se ha ampliado para incluir otros dos tipos, que le aproximan en mayor medida a la propuesta inicial de Machlup, aunque su aceptación dista aún de haberse generalizado. Están, por un lado, los servicios de salud y educación, que cuentan a menudo con una destacada presencia del sector público y que emplean una elevada proporción de profesionales cualificados. Pero tal vez la mayor novedad radica en la creciente atención prestada ahora a las múltiples actividades que proveen de bienes y servicios culturales, protegidos en bastantes casos por leyes de propiedad intelectual, entre los que se cuentan algunos de larga tradición (edición de libros, medios de comunicación, producción musical y  audiovisual, diseño y moda, archivos, bibliotecas y museos, actividades artísticas…), junto a otros relacionados con las nuevas tecnologías digitales (productos multimedia e infográficos, videojuegos, etc.). El concepto de ciudad creativa, de uso frecuente en la última década, concede particular atención a este último tipo de actividades relacionadas con el conocimiento simbólico, por considerarlas no sólo capaces de generar un cluster dinámico en un contexto de creciente mercantilización de la cultura, sino también por su posible aportación en los planos de la dinamización local, la oferta de amenidades urbanas y la calidad de vida, considerados a su vez factores de atracción para los grupos profesionales más cualificados[15].

Pese al interés de un análisis específico sobre estas actividades, transversal y superador de la clásica división sectorial entre industria y servicios, su principal debilidad radica en la exclusión de empresas pertenecientes a otras ramas, pero que han sido capaces de mantener una alta tasa de innovación. Por otra parte, la segmentación productiva en el seno de grandes empresas-red de algunos de estos sectores puede localizar en algunas ciudades centros de trabajo con personal de baja cualificación, para llevar a cabo de tareas de escaso valor, lo que exige incorporar visiones alternativas.

b)  Capital humano y nivel formativo.

Según este enfoque, el conocimiento es un atributo de las personas, que lo adquieren principalmente a través del sistema educativo. En ese sentido, se constata que en aquellas sociedades en las que progresa la economía del conocimiento también se produce un aumento general en la presencia de recursos humanos con alto nivel formativo, ya se trate de titulaciones universitarias, o incluso de una formación profesional especializada, en tanto retrocede la proporción de trabajadores poco formados. Por ese motivo, la participación de titulados superiores en la población ocupada se considera un indicador relevante para los estudios urbanos, si bien eso no impide que otras investigaciones señalen que, en paralelo, también están aumentando en bastantes áreas urbanas los empleos poco cualificados y mal pagados, que conocen una alta rotación en mercados secundarios, asimilables a las categorías de trabajadores precarios y excluidos propuestas en su día por Reich[16], con los consiguientes riesgos de dualización o segmentación laboral creciente.

No obstante, esa tendencia puede derivarse tanto de una mejora generalizada en la oferta educativa, como de la demanda de nuevas competencias por parte de las empresas y administraciones públicas, que exigen trabajadores más especializados. Como ambas tendencias no siempre se dan en paralelo, pueden aparecer en ciertos casos fenómenos de sobrecualificación de una mano de obra que no encuentra empleos adecuados a su formación, por lo que “el aprendizaje individual a través de los diferentes niveles de la enseñanza oficial y de formación proporciona una base esencial para los procesos de innovación, pero no garantiza en modo alguno que las innovaciones realmente se producirán”[17]. Se necesita, pues, activar esos recursos humanos mediante su incorporación a puestos de trabajo acordes con su trayectoria formativa, lo que supone una tercera vía de análisis complementaria a las anteriores.

c)  Capital humano y ocupación profesional.

Según este enfoque, el conocimiento se asocia al tipo de puesto de trabajo y el grado de cualificación que éste exige. En consecuencia, la presencia en una ciudad de grupos profesionales con titulación superior, técnicos y profesionales de apoyo, científicos e ingenieros, o directivos y gerentes, tanto de empresas como en la administración pública, se convierte en indicador destacado de su posición relativa en la economía del conocimiento. Los estudios de Florida sobre la especial concentración de estos grupos profesionales de alto nivel en las grandes regiones metropolitanas y, de modo especial, en aquellas ciudades con elevada capacidad para aunar lo que denominó las tres T (tecnología, talento y tolerancia) han sido la base de numerosos estudios, no siempre coincidentes en sus conclusiones, pero que suelen asociar su presencia a elevados niveles de renta y mayor estabilidad laboral[18].

En resumen, la economía del conocimiento, como otros muchos conceptos que se difunden con rapidez  a partir de definiciones diversas y, en ocasiones, poco precisas, permite una nueva perspectiva de la actividad económica y del empleo de notable interés actual en el marco de la globalización y la creciente competencia interurbana, pero también está sometida a cierto grado de mitificación[19], derivada de la aceptación acrítica de algunos supuestos no demostrados. De ahí la importancia de su estudio desde perspectivas múltiples, sometiendo esas ideas a una revisión crítica con objeto de lograr una mejor aproximación al trabajo realmente existente, considerando que “la investigación social no es sólo una cuestión de descubrimiento de lo desconocido, sino también y sobre todo, una perpetua lucha contra la corriente de las interpretaciones dominantes en la sociedad, contra una maraña que se teje y se desteje sin cesar de metáforas adormecidas”[20]. En esa perspectiva, su estudio puede ser también de ayuda para contrastar algunas ideas actuales sobre las nuevas formas territoriales metropolitanas asociadas a los cambios económicos y tecnológicos, planteadas ahora de forma esquemática.


Economía del conocimiento y reorganización de los territorios metropolitanos

Resulta un hecho bien conocido que las aglomeraciones metropolitanas viven un proceso de transformación acelerada que afecta tanto a su organización interna como a la identificación de unos límites externos cada vez más difusos y los cambios económicos son, sin duda, uno de sus principales factores explicativos[21]. Algunas esas tendencias generales se han convertido en referencia habitual, entre las que pueden recordarse tres específicas:

Son, en cambio, escasas las evidencias sobre la aportación de la economía del conocimiento a esta nueva organización espacial metropolitana, confirmando o cuestionando la validez de ideas como las expuestas. Sí existen, sin embargo, estudios sobre las pautas de localización de determinados clusters intensivos en conocimiento, tanto industriales como de servicios avanzados a las empresas o relacionados con las finanzas y seguros, que en el pasado destacaron su tendencia a la concentración en áreas dotadas de alta centralidad, donde se localizan buena parte de los recursos específicos que necesitan y del capital simbólico asociado a la imagen urbana.

No obstante, en los últimos años han llamado más la atención ciertos procesos deslocalizadores relacionados con la promoción de parques industriales y de oficinas, centros financieros o parques científico-tecnológicos en espacios suburbanos, que parecen debilitar el fuerte gradiente centro-periferia característico de actividades que son poco intensivas en el consumo de suelo, materias primas o trabajo poco cualificado y por ello se habrían resistido más que otras a la dispersión. En todos estos análisis se plantea la duda de saber hasta qué punto los modelos de poblamiento urbano heredados por cada metrópoli establecen diferencias aún sustantivas en la materialización actual de estos procesos o, por el contrario, su creciente homogeneización es un rasgo característico de esta nueva revolución urbana.

Finalmente, apenas existen estudios a escala intrametropolitana sobre la distribución espacial de esos empleos vinculados a ocupaciones profesionales de alta cualificación y a trabajadores que cuentan con titulación superior. La genérica suposición de que su comportamiento se asocia al de las actividades intensivas en conocimiento y que, por tanto, tienden también a desconcentrarse en los últimos tiempos parece ser una idea bastante aceptada y la propia escasez de fuentes disponibles para llevar a cabo investigaciones detalladas ha sido un obstáculo adicional para obtener conclusiones más precisas.

El análisis realizado en la región metropolitana de Madrid ofrece ya algunos resultados de carácter panorámico que permiten contrastar las ideas que acaban de presentarse y cuestionar algunas de ellas, abriendo así el camino a nuevas investigaciones destinadas a profundizar en las claves interpretativas de tales tendencias, que se verían notablemente reforzadas de existir estudios comparativos realizados en otras aglomeraciones.


Actividades y empleos de la economía del conocimiento en la región metropolitana de Madrid

Trayectoria reciente de la economía madrileña

La región metropolitana de Madrid, identificable con el territorio de la Comunidad Autónoma, se mantiene como la primera concentración urbana de España, tanto por su volumen demográfico como por su potencial económico. El conjunto de externalidades asociadas a la aglomeración, la acumulación de inversiones públicas derivadas de la capitalidad, la presencia de capital humano altamente cualificado, o la existencia de clusters empresariales innovadores son algunas de las claves generadoras de ventajas competitivas dinámicas que justificaron su fuerte crecimiento en las dos últimas décadas[25]. Como contrapunto, esa expansión se hizo a costa del declive de otras actividades de larga tradición, de importantes costes ambientales derivados de un modelo de urbanización extensivo que provocó un fuerte incremento de la movilidad forzada, así como de la integración laboral de un elevado volumen de inmigrantes.

En el momento actual, la economía metropolitana presenta los rasgos característicos de este tipo de territorios, que la profunda crisis económica vivida en los tres últimos años no ha modificado de forma significativa. El primero es su dimensión cuantitativa, con 242.943 empresas al finalizar 2009, con que registraron un crecimiento del 21,77% entre 2000 y 2006, frente a un retroceso del 5,38% en los tres años siguientes, junto a un volumen de 2.817.644 trabajadores afiliados a la Seguridad Social, con una evolución casi idéntica a la anterior: aumento del 29,71% y disminución del 5,31% respectivamente en las dos fases del ciclo económico.

Completado hace décadas el proceso de desagrarización, los últimos años han conocido la hipertrofia del sector terciario, que ya suponía el 78,41% del empleo al comenzar la década, pero alcanza el 83,45% al finalizar 2009. Pero la novedad más representativa del modelo de crecimiento aplicado durante más de una década fue la rápida expansión del sector de la construcción y obras públicas, que de 209.879 empleos en el año 2000 pasó a 315.638 en 2006 (+50,39%), con lo que su cociente en relación al empleo industrial, que era de 0,75 en la primera fecha, pasó a 1,15 en la segunda. Es también éste el sector que sintió de forma inmediata el estallido de la burbuja inmobiliario-financiera, pues el empleo se redujo en casi un tercio (-31,79%) en apenas tres años, hasta quedar en los 215.297 de 2009, recuperando un cociente de 0,89 respecto a la industria.

Esta última ha experimentado una progresiva debilidad, al acentuarse los procesos de difusión y deslocalización hacia entornos próximos o lejanos, al tiempo que se profundiza la segmentación productiva, con externalización de aquellas tareas más extensivas y de menor productividad. Se mantienen así en el interior de la ciudad de Madrid todo un conjunto de actividades relacionadas con el terciario industrial, mientras se desplazan otras a la periferia metropolitana, aún sin compensar el proceso desindustrializador de las áreas centrales en términos de empleo. De este modo, los 280.552 ocupados del año 2000 pasaron a 275.206 en 2006 y se reducen ya a 240.326 en 2009, al agravarse las pérdidas por los efectos indirectos derivados del freno de la demanda interna y la limitada capacidad exportadora. El resultado es que tan sólo un empleo de cada doce en la región es aún industrial (8,53%), lo que supone ciertos riesgos desde el objetivo de mantener una deseable diversificación económica y laboral, elevar la capacidad de innovación y generar empleos de mayor calidad y estabilidad, aspectos en los que la industria mantiene mejores condiciones relativas.

Estas tendencias, aplicables al conjunto de la aglomeración, se acentúan en la capital, donde hasta el 88,29% de los ocupados trabajan en los servicios por tan sólo un 6,34% en la construcción y apenas un 5,14% en la industria. Pero hasta aquí, nada de lo comentado se aleja demasiado lo de habitual en otras muchas aglomeraciones metropolitanas del entorno, por lo que son necesarias nuevas ópticas, capaces de detectar movimientos de fondo de mucha mayor significación para comprender los cambios profundos que experimenta su base económica. La utilización de una perspectiva funcional puede resultar un complemento adecuado a la tradicional perspectiva sectorial.

Existen en este ámbito diferentes aproximaciones, que clasifican las actividades según su funcionalidad en el proceso económico, entre las que puede considerarse de especial interés aquella que propone una distinción en cuatro tipos básicos. Están, por un lado, las correspondientes a la producción de bienes materiales, sean agrarios, industriales o relacionados con la construcción. Están luego las de distribución o reproducción, que ponen esos bienes y todo un amplio conjunto de servicios a disposición de la población, en relación directa con la capacidad de consumo y la oferta de bienes públicos (salud, educación, cultura…) que inciden sobre el bienestar. Especial protagonismo se concede a las actividades de circulación o de intermediación, encargadas de gestionar los flujos de personas, mercancías, capital, información y conocimiento que hacen funcionar el sistema[26]. Se incluyen, por último, las de regulación, que lo administran y establecen sus normas de funcionamiento.

Con esta plantilla de análisis, la economía madrileña muestra un neto predominio de aquellas actividades asociadas a la distribución de bienes y servicios, que representan casi dos tercios de las empresas (65,54%) y más de la mitad del empleo (51,41%). Pero tan significativo como esto es el hecho de que las actividades de intermediación generan ya un volumen de empleo (23,21%) bastante superior a las de producción (18,06%). Esto puede relacionarse con la progresiva desmaterialización de las economías metropolitanas, así como con el reforzamiento de su posición como nodo central en las redes de flujos materiales e inmateriales que conectan la metrópoli a la economía nacional e internacional y su posición como sede de un volumen creciente de funciones de comando, tanto en los ámbitos financiero como empresarial[27]. Esa posición se ve reforzada por la presencia de las administraciones central, autonómica y local que, no obstante, tan sólo representan un 7,32% del empleo total (tabla 1).

 

Cuadro 1.
Estructura sectorial y funcional del empleo en la región metropolitana de Madrid, 2009

SECTORES

Nº Empleos

% total

FUNCIONES

Nº Empleos

% total

Agricultura

10.574

0,38

Producción

509.206

18,06

Industria

240.326

8,53

Distribución

1.448.577

51,41

Construcción

215.297

7,64

Intermediación

653.700

23,21

Servicios

2.351.447

83,45

Regulación

206.161

7,32

Total

2.817.644

100

Total

2.817.644

100

Fuente: Tesorería General de la Seguridad Social y elaboración propia.

 

Complementario a estas dos perspectivas, el análisis de la economía y el empleo metropolitanos a partir de la presencia que aquí alcanzan las actividades más intensivas en conocimiento permite un enfoque transversal, que es el objetivo central de la investigación abordada.

Importancia y distribución de los sectores intensivos en conocimiento: dinámicas de proximidad y clusters territoriales

Enfrentadas a la competencia creciente que suponen tanto otras grandes metrópolis pertenecientes a la red de ciudades mundiales, como núcleos de menor tamaño y rango dentro de sus propios sistemas urbanos, las regiones metropolitanas necesitan incrementar y poner en valor su capital territorial, tanto físico como humano, social y de conocimiento, para transformar su base económica y mejorar su inserción en un entorno global tan inestable como el actual. Desde esa perspectiva, la idea de que aquellas actividades que son más intensivas en el uso de conocimiento tienen hoy un carácter estratégico para estas aglomeraciones, tanto por su mayor resistencia a la deslocalización, como por su capacidad para generar más y mejor empleo, justifica el creciente interés que se les otorga, si bien apenas existe aún investigación específica en el caso de Madrid.

Según los datos disponibles para 2009, el conjunto de actividades que suelen integrarse bajo tal denominación suponen un total de 41.043 empresas y 859.655 empleos en la región metropolitana, equivalentes al 16,89% y al 30,51% del total respectivamente, debido a que el tamaño medio empresarial (20,95 trabajadores) casi duplica el promedio regional (tabla 2). Su presencia relativa resulta aún más elevada en la ciudad de Madrid, donde ya representan una tercera parte (33,51%) del empleo total, mientras en el resto de la región metropolitana esa participación se reduce a una cuarta parte (25,41%).

 

Cuadro 2.
Importancia de la economía del conocimiento en la región metropolitana de Madrid, 2009

ACTIVIDADES

Empresas

% total

Empleos

% total

Industrias de alta intensidad tecnológica

511

0,21

36.631

1,30

Finanzas y seguros

2.357

0,97

112.358

3,99

Servicios avanzados a las empresas

22.146

9,12

348.295

12,36

Educación

5.585

2,30

140.070

4,97

Sanidad

5.213

2,15

133.989

4,76

Industrias y servicios culturales

5.231

2,15

88.312

3,13

Total Economía del Conocimiento

41.043

16,89

859.655

30,51

Restantes actividades económicas

201.900

83,11

1.957.989

69,49

TOTAL

242.943

100

2.817.644

100

Fuente: Tesorería General de la Seguridad Social y elaboración propia.

 

En este caso, los servicios avanzados a las empresas representan casi la mitad de esos efectivos laborales (casi 350.000 empleos, un 12,36% del empleo total metropolitano), seguidos de lejos por la educación, la sanidad y el sector financiero, que en conjunto suman poco más de la cifra anterior. En posición más modesta se sitúan las industrias y servicios culturales, que apenas superan los 88.000 empleos, mientras las industrias high tech cuentan ya con menos de la mitad de esa cifra. En resumen, los servicios representan lo esencial de la economía del conocimiento en Madrid y, entre ellos, los de carácter público vinculados a la educación y la sanidad suponen algo menos de una tercera parte del total, en tanto los denominados knowledge intensive business services (KIBS) y los vinculados al mundo de las finanzas son ya ampliamente predominantes, como corresponde a su posicionamiento internacional[28].

Si se desagrega esa información, las actividades que destacan por su mayor aportación al empleo regional son las de educación (140.070) y sanidad (133.989), junto a las de programación, consultoría y servicios informáticos (79.687), servicios financieros (70.124), servicios de arquitectura e ingeniería (65.915), actividades jurídicas y de contabilidad (64.990), junto a telecomunicaciones (40.014), que suman  en conjunto casi 600.000 puestos de trabajo. En el extremo opuesto, tanto la industria farmacéutica como el sector aeronáutico superan ligeramente cada una los 11.000 empleos, ante el traslado de buena parte de las actividades de producción, mientras las industrias del sector de las TIC no llegan a los 15.000, bastante por debajo de otras regiones metropolitanas españolas. También resulta débil la presencia del sector cultural, salvo en el caso de la industria editorial (29.401 empleos), que representa más de una tercera parte del total, mientras actividades como las cinematográficas, de video, radio y televisión (22.174), reproducción de soportes grabados y multimedia (21.949), creación artística y espectáculos (11.801), u otras actividades culturales (2.987), generan cifras de empleo relativamente modestas si se tiene en cuenta que corresponden a la mayor aglomeración metropolitana del país.

Estamos, por tanto, en presencia de un conjunto muy heterogéneo, formado por piezas de características e importancia muy desiguales, que han mostrado un comportamiento reciente también contrastado, pero menos favorable de lo que cabría esperar si se atiende a las supuestas ventajas competitivas derivadas de la propia escala urbana. Pese a la dificultad de hacer análisis evolutivos, asociada al cambio en la Clasificación Nacional de Actividades Económicas (CNAE), la aproximación realizada permite observar un fenómeno de especial importancia para el debate sobre la asociación entre economía del conocimiento y regiones metropolitanas[29].

Entre 2000 y 2006, el empleo en los sectores de la economía del conocimiento aumentó un 28,83%, tal como corresponde a una fase fuertemente expansiva, aunque esa tasa fue ligeramente inferior a la registrada por la economía regional en su conjunto (29,71%), con los servicios avanzados a las empresas (36,80%), la sanidad (35,15%) y la educación (32,23%) como los más dinámicos. No obstante, con el estancamiento producido en 2007 y la profunda crisis posterior estas actividades no sólo se mostraron incapaces de mantener ese crecimiento, sino que entre 2006 y 2009 perdieron empleos a un ritmo muy superior (-19,96%) al registrado por el sistema productivo regional en su conjunto (-5,31%) debido, sobre todo, al fuerte retroceso de los servicios avanzados (-39,52%) y, en menor medida, las industrias de alta intensidad tecnológica (-13,23%), lo que cuestiona su supuesta estabilidad.

Pero la emergencia de esta economía del conocimiento también contribuye a transformar los modelos de organización territorial heredados. Las estrategias de localización que aplican las empresas integradas en este conjunto, que responden a lógicas de comportamiento espacial características, cobran creciente importancia para dinamizar determinadas áreas de la aglomeración que muestran ahora una especial capacidad de atracción, mientras su abandono de otras es una de las principales causas de su declive. En ese sentido, las políticas de promoción económica y de la innovación basan un número cada vez mayor de actuaciones en el apoyo a clusters intensivos en conocimiento y en la construcción de espacios destinados a albergar este tipo de actividades, ya se trate de centros financieros y de servicios globales, parques científico-tecnológicos, o iconos culturales destinados a renovar la propia imagen urbana.

La localización del empleo en la economía del conocimiento dentro de la región metropolitana de Madrid, no investigada hasta ahora de manera específica, muestra significativas regularidades que permiten contrastar algunas de las ideas predominantes sobre las nuevas formas metropolitanas asociadas a esta fase de desarrollo capitalista.

El primer rasgo a destacar es la elevada concentración espacial que aún muestran estas actividades si se analizan de forma conjunta. Aunque los procesos de difusión espacial de la industria, la logística o las grandes superficies comerciales tienen  en Madrid una historia de décadas, los sectores de la economía del conocimiento muestran un comportamiento mucho más concentrado, en donde la capacidad de atracción mostrada por la ciudad central apenas parece debilitarse pese al incremento de las deseconomías externas en este espacio de alta densidad. Un 70,25% de las empresas y el 69,17% de los empleos siguen localizados en la capital, con una especial polarización en torno al centro de negocios y los barrios que hacia el norte y el aeropuerto amplían el perímetro de esa área de forma progresiva, pero sin provocar aún su sustitución por nuevos centros suburbanos de suficiente entidad.

En ese sentido, sin negar la tendencia general hacia modelos metropolitanos más difusos y policéntricos, no debe ignorarse la influencia de los modelos urbanos heredados y la consiguiente definición de trayectorias específicas derivadas de ese hecho. En aglomeraciones metropolitanas de tradición fuertemente monocéntrica, como es el caso de Madrid, la existencia de suelo disponible para nuevos desarrollos en la capital y, sobre todo, el capital simbólico aún asociado a esas áreas centrales actúa como recurso intangible que frena el traslado de numerosas empresas –en especial sus centros de decisión y representación- así como de instituciones universitarias, científicas y culturales hacia los espacios suburbanos y, aún más, periurbanos.

La permanencia de un efecto de aglomeración se acentúa al considerar que si a la ciudad de Madrid se suman las diez ciudades metropolitanas con mayor volumen de empleo, el conjunto representa ya el 89,51% del total, (figura 1), o que al contabilizar todas las localizadas en la primera corona metropolitana, a menos de diez kilómetros de la capital, esa proporción asciende al 97,43% del total. En ese reducido grupo de ciudades destacan las localizadas en los sectores metropolitanos de más alta valoración social y ambiental, que hasta hace tres décadas mantenían sobre todo una función residencial ahora complementada con nuevas áreas empresariales, campus universitarios y financieros, universidades privadas, etc., como es el caso de Alcobendas, Tres Cantos y San Sebastián de los Reyes en el eje norte, o Pozuelo de Alarcón, Las Rozas y Boadilla del Monte en el eje oeste. No obstante, también debe destacarse la inclusión de otras tres ciudades del Sur Metropolitano que fueron antiguos núcleos industriales (Getafe) y ciudades dormitorio para grupos sociales de baja renta (Leganés y Móstoles), donde los gobiernos locales se convirtieron en principales impulsores de un proceso de renovación que incluyó la promoción de nuevas áreas tecnológicas y de servicios, o la atracción de universidades públicas, tal como también ocurrió en el caso de Alcalá de Henares, situada en el eje del Henares (este).

Al mismo tiempo, el peso relativo del empleo en estas actividades sobre el total existente en cada ciudad permite confirmar la fuerte selectividad de comportamientos que mantienen una lógica geográfica estricta y contribuyen a dibujar una nueva división espacial del trabajo en el interior de la aglomeración. En primer lugar, debe destacarse que, si bien la economía del conocimiento reúne ya el 30,51% del empleo regional, ese valor está sesgado por la influencia de la ciudad de Madrid, que con más de un 33% eleva un promedio que se reduce al 12,90% si se calcula el correspondiente a los 179 municipios de la región sin incluir ningún tipo de ponderación. Pero lo más relevante es que las proporciones más elevadas también corresponden a los municipios del cuadrante noroccidental, mientras en el resto suelen limitarse a las ciudades próximas a la capital, con valores particularmente bajos en los núcleos del cuadrante sureste. Esa dualidad noroeste-sureste, que se reproduce a otra escala dentro de la propia ciudad de Madrid, pone de manifiesto la necesidad de combinar macro y microdiferencias para lograr una más efectiva comprensión de las nuevas geometrías que hoy se construyen, necesitadas también de indicadores adecuados para identificar nuevas formas de desigualdad, tanto en términos cuantitativos como cualitativos.

 

Figura 1. Distribución del número de afiliados vinculados con la Economía del Conocimiento en la Comunidad de Madrid, 2009.
Fuente: Elaboración propia.

 

Una última evidencia a destacar es la presencia de pautas de localización notoriamente diferentes según tipos de actividades, lo que pone de manifiesto la persistencia de dinámicas de concentración en determinadas áreas, no sólo por la existencia de factores de atracción específicos, sino también en bastantes casos por la existencia de interrelaciones múltiples entre las empresas de un mismo sector, que intercambian conocimiento tácito a partir del establecimiento de dinámicas de proximidad.

 

Figura 2. Especialización según tipos de actividades intensivas en conocimiento, 2009.
Fuente: Elaboración propia.

 

Los mapas de la figura 2 sintetizan esos comportamientos mediante el establecimiento de cocientes de localización según la proporción de empleo sobre el total respecto al promedio de cada actividad en la región. Así se constata que las industrias de alta intensidad tecnológica han abandonado ya la capital, pero se concentran en los ejes radiales que parten de la misma, con especial presencia aún en el Sur. Por el contrario, tanto los servicios avanzados como, aún en mayor medida, la educación superior tienen una presencia bastante superior a la habitual en la franja suburbana occidental, que es también la que cuenta con niveles de renta más elevados. Por su parte, tanto las actividades financieras y de seguros, como hasta cierto punto las relacionadas con la salud, son las que mantienen una mayor resistencia a abandonar la ciudad de Madrid, comenzando a descentralizar una parte de su actividad hacia municipios contiguos, sobre todo a partir de grandes operaciones inmobiliarias como la Ciudad Financiera del Banco de Santander (BSCH), junto a la presencia de residencias sanitarias en el área de la sierra de Guadarrama. El sector cultural es el que muestra una distribución más compleja, debido a la variedad de actividades que engloba y a la importancia que en algunos casos han tenido las políticas públicas desarrolladas por los gobiernos locales en su promoción y desarrollo.


Los nuevos contratos en la economía del conocimiento: contradicciones y contrastes territoriales

Una perspectiva diferente sobre la economía del conocimiento es la que se obtiene a partir del análisis de los contratos firmados por empresas e instituciones localizadas en la región metropolitana durante los últimos cinco años. Su complementariedad con la fuente anterior se produce en diferentes planos: (i) Permite un análisis dinámico para comprobar hasta qué punto se observan tendencias estables de crecimiento o disminución a lo largo del tiempo o, por el contrario, aparecen oscilaciones cíclicas de carácter coyuntural; (ii) Hace posible considerar no sólo la evolución de las diferentes actividades, sino también el nivel formativo de las personas contratadas y el tipo de ocupación profesional para el que se las contrata, lo que permite ofrecer tres perspectivas complementarias sobre el impacto de la economía del conocimiento en el nuevo empleo; (iii) Permite igualmente identificar cómo evoluciona el grado de estabilidad o precariedad en la contratación, contrapunto de interés a la información anterior para valorar la calidad del empleo en los sectores más intensivos en conocimiento.

Durante el periodo 2005-2009 se firmaron en la región metropolitana de Madrid un total de 11,3 millones de contratos, con un máximo registrado en el año 2006 (2,6 millones) y una caída posterior, que alcanzó su nivel más bajo en 2009 (1,7 millones). De ellos, algo más de una tercera parte (35,48%) correspondieron a actividades intensivas en conocimiento (4,0 millones), que ganaron en importancia relativa con el paso de los años hasta suponer el 40,7% del total en 2008, pero se desplomaron en el último año, en que tan sólo representaron una cuarta parte del total (25,87%). En otras palabras, durante los años de crecimiento y en el inicio de la crisis su comportamiento fue positivo y bastante estable, pero el impacto de ésta se ha hecho sentir en todo tipo de actividades y las más intensivas en conocimiento tampoco han sido una excepción.

Pero esta forma de identificar los empleos del conocimiento y su importancia relativa dentro de la economía metropolitana sobreestima su significado real, lo que resulta evidente al comparar esos datos con los correspondientes a la cualificación de los puestos de trabajo y el nivel formativo de los nuevos contratados. En el primer caso, apenas dos millones correspondieron a ocupaciones clasificables entre las correspondientes a las  clases creativas, lo que representó un 18,06% del total, si bien debe señalarse una tendencia constante a aumentar su participación, desde el 15,27% de 2005 al 21,66% de 2009. En el trienio de la crisis (2007-2009), aunque su volumen de contratación retrocedió (-14,22%), lo hizo bastante menos que el promedio (-35,40%), siendo destacable que ese retroceso resultó bastante mayor entre directivos y gerentes (-32,13%), que entre cuadros  profesionales de nivel superior (-13,74%), o entre técnicos y profesionales de apoyo (-13,35%).

Por su parte, la contratación de titulados universitarios (licenciados y doctores) apenas representó el 8,21% del total (hasta el 8,70% en 2009), con menos de un millón de nuevos contratos, cifra similar a la representada por quienes tenían una titulación como técnicos de grado medio o diplomados (carreras de primer ciclo), pero bastante inferior, incluso, a los 1,5 millones que aún supusieron los contratos firmados por personas con tan sólo estudios primarios o sin estudios. Aunque cabe pensar que la rotación laboral de estos últimos es mayor y eso aumenta su presencia relativa en los contratos firmados anualmente, no puede ignorarse que buena parte del crecimiento económico reciente –tanto en España como en Madrid- siguió basándose en empleo poco especializado y relativamente barato, sobre todo en los ámbitos de la construcción y los servicios al consumo, lo que tiende a modificarse, pero de forma muy lenta según estos datos.

Esta última característica se relaciona con la correspondiente a la estabilidad en el empleo que refleja el tipo de contrato firmado. Como consecuencia de las sucesivas regulaciones del mercado de trabajo que, justificadas en los periodos de aumento del desempleo y orientadas a flexibilizar las relaciones laborales se saldaron con un aumento de la precariedad y una redistribución del excedente, sin afectar de modo evidente a la generación de nuevos empleos, la presencia de la contratación temporal se ha hecho ampliamente dominante y en Madrid correspondió a casi el 82% de los contratos firmados desde 2005, por poco más del 17% de los de carácter indefinido. Un 70% lo fueron a tiempo completo, por apenas un 30% a tiempo parcial, que es una figura poco utilizada hasta el momento en la región.

Pero el aspecto más destacable en este caso es el hecho de que, pese a que la proporción de contratos firmados a titulados superiores y para ocupaciones cualificadas tendió a aumentar, incluso en los años de crisis, no ocurrió lo mismo con los contratos indefinidos, que alcanzaron su máxima importancia relativa en 2007 (19,32% del total), para retroceder desde entonces (15,80% en 2009), lo que pone en cuestión algunas afirmaciones que pretenden una correlación entre ambos aspectos. Para profundizar en esta cuestión relativa a la calidad y estabilidad de los nuevos contratos correspondientes a actividades intensivas en conocimiento, se hizo un análisis específico para los firmados en 2009, al no ser posible hacerlo para el conjunto del periodo[30]. Esto permite confirmar de nuevo la diversidad interna que encierra esa caja negra denominada economía del conocimiento, también desde esta perspectiva, aspectos fundamental para contrastar afirmaciones a menudo demasiado genéricas y necesitadas de matizaciones que eviten su banalización.

En este último año, el peor de la serie analizada desde la perspectiva laboral, se firmaron en Madrid un total de 1.660.487 contratos y de ellos un 21,7% correspondieron a los grupos profesionales de alta cualificación ya mencionados. Todas las actividades intensivas en conocimiento superaron ampliamente esa proporción, pero con diferencias que alcanzaron desde el 80,5% en el sector educativo o el 65,2% en el de la cultura, a tan sólo el 24,5% en el sector financiero y apenas un 38,8% en los servicios avanzados a las empresas, quedando las industrias de alta intensidad tecnológica y la sanidad en valores en torno al 50% (figura 3).

 

Figura 3. Características de los contratos firmados en los sectores intensivos en conocimiento dentro de la región metropolitana de Madrid en 2009.
Fuente: INEM y elaboración propia,

 

Esos contrastes se repiten al considerar el nivel educativo de los contratados, aunque modificando la anterior jerarquía de actividades. Sigue destacando el hecho de que tres cuartas partes de los contratos correspondieron a personas que, en el mejor de los casos, no superaban la enseñanza secundaria obligatoria, mientras los titulados superiores de segundo y tercer ciclo (licenciados y doctores) sólo representaron un 8,7% del total, proporción que asciende al 17,7% de contabilizarse también los estudios técnicos y de primer ciclo universitario. De nuevo las actividades intensivas en conocimiento superaron con creces ese valor, llegando a proporciones superiores al 50% en los casos de la educación, las finanzas y las industrias de alta intensidad tecnológica, frente al 27,9% del sector cultural y el 32,9% de los servicios avanzados, que muestran una notable presencia de empleos para trabajadores con formación de nivel medio o bajo.

Pero el aspecto más llamativo es el referido al grado de estabilidad en la contratación, con tan sólo un 15,8% de contratos indefinidos, por un 83,3% de temporales y apenas un 1% de contratos formativos y otros. A diferencia de las variables anteriores, en este caso el comportamiento medio de las actividades intensivas en conocimiento se diferenció poco de esos valores, con un 17,9% de contratos indefinidos por un 80,4% de temporales. No obstante, la presencia de la temporalidad alcanzó niveles incluso superiores al promedio en los casos de las actividades culturales (91,3%), la sanidad (85,9%) y la educación (85,0%), lo que llama aún más la atención por la destacada presencia del sector público en todos ellos. Lo que también se aprecia en los dos últimos casos es una elevada presencia de trabajo a tiempo parcial (26,7% y 60,4% del total respectivamente), relacionado en buena medida con la elevada participación de la mujer en la nueva contratación, situación también presente en los servicios avanzados (33,7%). Por contra, esa situación de precariedad sólo afectó a menos de la mitad de los contratos en el caso de las industrias de alta intensidad tecnológica (48,4%) y estuvo próxima en el sector financiero (56,0%), actividades tradicionalmente más reguladas, con mayor presencia sindical y negociación colectiva.

Como síntesis de estas cifras puede afirmarse que el conjunto de actividades más ligadas al conocimiento, que en 2009 representaron poco más de una cuarta parte de los contratos firmados en esta región metropolitana, sumaron más del 56% de los firmados por titulados universitarios y del 57% de los destinados a ocupaciones profesionales de alto nivel, pero tan sólo el 28% de los contratos indefinidos a tiempo completo. Esto pone de manifiesto que la estabilidad en el puesto de trabajo –y la consiguiente posibilidad de desarrollar trayectorias formativas y rentabilizar a medio plazo el conocimiento adquirido, generar relaciones de confianza, etc.- no se deriva necesariamente de la mayor cualificación de las actividades o los trabajadores, sino que responde al sistema de relaciones laborales imperante y a la capacidad de negociación o conflicto entre los actores sociales, traducida en normas específicas.


Conclusiones provisionales

La crisis del modelo de crecimiento en que se basó la expansión registrada por las aglomeraciones metropolitanas españolas desde la pasada década exige promover el desarrollo de actividades más intensivas en conocimiento y menos fáciles de deslocalizar, que puedan favorecer una economía más competitiva, un empleo de más calidad y un menor impacto ambiental. Más allá de las declaraciones retóricas sobre sus potenciales beneficios, o de las simples estrategias de marketing urbano que a menudo sustentan el uso de calificativos como los de ciudades del conocimiento, inteligentes o creativas, resulta conveniente desarrollar una línea de investigación que haga posible conocer su verdadera importancia actual y diversidad interna, sus pautas de localización y la contribución al cambio de los modelos de organización territorial metropolitanos. Pero también parece necesario revisar de forma crítica algunas afirmaciones que asocian determinados sectores de actividad con empleos más cualificados y estables, sin considerar la existencia de un entorno institucional que define formas de regulación que pueden afectar de forma significativa esa relación.

La región metropolitana de Madrid presenta una base económica característica de este tipo de territorios, con una hipertrofia del sector de servicios (83,5% de los empleos), un lento proceso desindustrializador y un fuerte crecimiento de la construcción durante más de una década que se desplomó a partir de 2007, con la pérdida de casi una tercera parte de su empleo desde entonces y su efecto de arrastre sobre otros sectores. Más significativo aún es confirmar la primacía de las funciones de distribución de bienes y servicios (51,4% del empleo), pero también de aquellas otras de intermediación (23,2%), que permiten la circulación de los flujos materiales e inmateriales esenciales en una economía globalizada y que superan ya ampliamente en volumen de empleo tanto a las funciones productivas (18,1%) como a las de regulación (7,3%).

Los sectores que suelen integrar la economía del conocimiento por sus mayores gastos en I+D+i, presencia de recursos humanos cualificados y mejores resultados en diferentes tipos de innovaciones representan ya un 30% del empleo metropolitano y hasta el 33% en la capital, con un neto predominio de los servicios avanzados y una participación también destacada de la educación y la sanidad, con fuerte presencia pública. Como contrapunto, los clusters industriales de alta intensidad tecnológica y elevada dependencia de grupos transnacionales han conocido fuertes procesos deslocalizadores, en tanto el sector de industrias y servicios culturales tampoco alcanza el peso relativo esperable en la primera aglomeración urbana del país ni ha gozado de especial atención por parte de las políticas públicas.

Pese a que en los inicios de la actual crisis la resistencia de estos sectores fue algo mayor que la del resto, la evolución posterior ha resultado aún más negativa que la del conjunto de la economía metropolitana, con una caída de la afiliación del 20% entre 2006 y 2009 debido, sobre todo, al mal comportamiento de los servicios avanzados (-39,5%), que se mostraron como uno de los sectores más frágiles en coyunturas recesivas, lo que cuestiona afirmaciones en sentido contrario y exige análisis más detallados.

Este conjunto de actividades han mostrado bastante resistencia a abandonar las áreas centrales de la aglomeración, con casi un 70% del empleo aún concentrado en la capital y hasta un 90% si se contabilizan las diez ciudades con más trabajadores. Aunque estas últimas pueden calificarse como subcentros, el contraste con la difusión de otro tipo de actividades menos dependientes de los beneficios de la centralidad es manifiesto y el factor accesibilidad o ciertas operaciones inmobiliarias parecen condicionar en buena medida los desplazamientos producidos. El modelo de poblamiento heredado y el capital simbólico asociado a determinados espacios centrales parecen ejercer una influencia capaz de compensar aún los mayores costes, frenando la tendencia a una mayor dispersión.

Al mismo tiempo, se aprecia una fuerte selectividad en las pautas de localización de estos empleos según el tipo de actividad, pudiendo hablarse de clusters territoriales en que existen dinámicas de proximidad, pero con un neto predominio actual de los sectores septentrional y occidental de la aglomeración, que son también los social y ambientalmente más valorados. La nueva división espacial del trabajo entre las ciudades de la aglomeración tiende a desdibujarse si se consideran indicadores clásicos como la densidad de empleo o la especialización sectorial, pero se refuerza al considerar criterios cualitativos como los aquí utilizados, que definen formas emergentes de jerarquización territorial muy acusadas.

Esas conclusiones se refuerzan al utilizar una fuente apenas empleada en estudios urbanos como es la relativa a nuevas contrataciones, que permite profundizar en la calidad y cualificación del empleo creado. El análisis de los más de once millones de contratos firmados en los cinco últimos años corrobora una tendencia a incrementar la proporción de los destinados a sectores intensivos en conocimiento, que también sufrió una brusca ruptura en 2009, más acusada que en las restantes actividades. Pero las debilidades del proceso se aprecian mejor al considerar que apenas el 8,2% de los contratos correspondieron a titulados universitarios, cifra que se duplica al incluirse las titulaciones técnicas de grado medio y las diplomaturas. Esa proporción no resultó muy distinta a la representada por las ocupaciones de alta cualificación, asimiladas por Florida a las clases creativas (18,1% del total) y por los contratos de carácter indefinido (17,2%), que deja al margen a más de cuatro quintas partes del total de los trabajadores.

Al limitar la observación al último año y a los sectores intensivos en conocimiento, se confirma su mejor comportamiento relativo, pero con fuertes contrastes internos según actividades, así como según el tipo de indicador utilizado, que viene a cuestionar la supuesta correlación existente entre todos ellos. Por último, la precariedad no sólo no está ausente en estas actividades de excelencia, sino que su proporción apenas se diferencia de la del resto, lo que parece demostrar que la calidad del empleo y las condiciones de trabajo responden a claves explicativas de índole social e institucional ajenas a lo aquí analizado.

Más allá de profundizar en el comentario de estos indicadores o de incorporar otros nuevos, el estudio realizado a escala intrametropolitana deja pendientes otros dos objetivos de investigación complementarios, que permitan integrar escalas múltiples. Por una parte, comparar las tendencias aquí observadas con lo ocurrido en las restantes aglomeraciones metropolitanas españolas o de otros ámbitos para reflexionar sobre claves comunes y trayectorias específicas. Por otra, llevar a cabo estudios monográficos en determinadas ciudades de la aglomeración para ahondar en las estrategias público-privadas que en cada caso favorecen o dificultan el desarrollo de la economía del conocimiento y su específica traducción en términos de estabilidad del empleo o calidad de vida, aspectos que no están determinados tan sólo por la base económica urbana y exigen otras claves explicativas de carácter multiescalar.

 

Notas

[1] El presente artículo se integra dentro del proyecto financiado por el Plan Nacional de I+D+i  sobre Las regiones metropolitanas españolas en la sociedad del conocimiento: tendencias económicas y transformaciones territoriales (CSO2009-10888).

[2] Lundvall, 2002.

[3] Lindqvist, 2005.

[4] Fernández y Brandão (dir.), 2010.

[5] Romeiro y Méndez, 2008.

[6] Carrillo (ed.), 2006; Winden, Berg y Pol, 2007.

[7] Méndez et al., 2009.

[8] Benner, 2002.

[9] Machlup, 1962; Bell, 1973.

[10] Stehr, 2002, p. 159.

[11] Florida, 2002; Peck, 2005.

[12] Berry y Glaeser, 2005; Scott, 2009.

[13] Lesemann y Goyette, 2003; Beckstead, Brown y Newbold, 2008.

[14] Sassen, 1991; Taylor, 2004 y 2008.

[15] Hall, 2000; Florida, 2005.

[16] Reich, 1991.

[17] OCDE, 2001, p. 16.

[18] Shearmur, 2006.

[19] Laroche, 2001.

[20] Castillo, 2005, p. 21-22.

[21] Scott (ed.), 2001; Méndez, 2007; De Mattos, 2010.

[22] Borsdorf, 2005.

[23] Burdack, 2006.

[24] Ascher, 1995.

[25] OCDE, 2007.

[26] Halbert, 2005.

[27] Sánchez Moral, Calatrava y Melero, 2008.

[28] Simmie y Strambach, 2006.

[29] Para hacer la comparación hubo que trasladar los grupos de actividades definidos por la CNAE de 1993 –mucho menos precisa para nuestros objetivos- a los que presenta la CNAE 2009. Como en la clasificación anterior algunos de esos grupos integraban actividades como las deportivas, de ocio, las empresas de trabajo temporal, etc., poco vinculadas a la economía del conocimiento, el resultado provoca cierta sobrevaloración, que en año 2009 (en que es posible comparar las dos clasificaciones) supone un 8,60%. No obstante, el sesgo que eso puede introducir en los resultados se considera mínimo y no invalida las conclusiones derivadas.

[30] Hasta 2009 la clasificación de actividades (CNAE-93) agrupaba en el epígrafe de Otros servicios a las empresas tanto algunos avanzados plenamente asimilables a la economía del conocimiento, como empresas de trabajo temporal (ETTs), que suponen el máximo nivel de precariedad laboral y han absorbido más de dos millones de contratos en estos cinco años, equivalentes a una tercera parte (33,54%) de todos los firmados en la región metropolitana. De ahí que el cruce entre actividades intensivas en conocimiento y características de la contratación se haya debido limitar al último año, donde esa información aparece ya desagregada, pese al inevitable sesgo que conlleva un periodo de observación demasiado breve.

 

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© Copyright Ricardo Méndez Gutiérrez del Valle, Jesús Tébar Arjona y Luis Daniel Abad Aragón, 2011.
© Copyright Scripta Nova, 2011.

 

Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

MÉNDEZ GUTIÉRREZ DEL VALLE, Ricardo; Jesús TÉBAR ARJONA y Luis Daniel ABAD ARAGÓN. Economía del conocimiento y calidad del empleo en la región metropolitana de Madrid: una perspectiva crítica. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de noviembre de 2011, vol. XV, nº 380. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-380.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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