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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XV, núm. 383 (2), 5 de diciembre de 2011
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

UN RECORRIDO A TRAVÉS DE LA GEOGRAFÍA CRÍTICA: DE LA GEOGRAFÍA AGRARIA A LA GEOGRAFÍA DE GÉNERO

Conferencia con motivo de la entrega del Premio Internacional Geocrítica 2011

Maria Dolors Garcia Ramon
Universidad Autónoma de Barcelona


Quiero empezar expresando mi satisfacción por haber sido distinguida con este Premio Internacional Geocrítica 2011, premio que hace un tiempo me fue comunicado, personalmente, por el profesor Horacio Capel en nombre del Jurado Internacional. Verdaderamente, me siento muy halagada pues el prestigio del entorno de Geocrítica es notorio en nuestro país y todavía lo es más a nivel internacional. El componente crítico ha sido siempre un pilar en Geocrítica (y una de las razones de su nacimiento en 1976), y como para mi esto es crucial en mi manera de entender la geografía, el premio me halaga de manera particular.

El profesor Horacio Capel me ha pedido que en mi intervención reflexione sobre mi carrera académica y su evolución, y que lo haga en relación con la geografía catalana, la española y a la geografía internacional, los tres ámbitos donde se ha desarrollado. Plantearé la reflexión desde una perspectiva muy personal, pues la visión puramente académica la podríais tener simplemente observando mi currículum. La verdad es que la preparación de esta intervención me ha obligado a hacer un verdadero ejercicio de introspección (y también de autocrítica) que creo que me ha sido provechoso e iluminador.

Básicamente, he trabajado sobre tres grandes temas: geografía rural, pensamiento geográfico y  geografía de género, y a menudo los he entrelazado de forma un poco diferente en distintas etapas de mi vida académica. Pero tengo que añadir que siempre he considerado que la dimensión de género es transversal y debe tenerse en cuenta en toda investigación. Más adelante hablaré de estas líneas de trabajo pues me servirán de referencia y de hilos conductores de esta presentación. También citaré algunos de los libros más representativos de mi trayectoria, a pesar de que mi carrera he tendido a publicar artículos y capítulos de libro más que a publicar libros, propiamente dichos. Quiero añadir que siempre he creído en el poder de la palabra escrita, es decir, en las publicaciones, tal vez por mis primeras experiencias en el mundo académico americano como luego  explicaré. No se trata tan sólo de hacer currículum sino que la publicación es la única manera que tenemos de que nuestros colegas conozcan nuestra investigación y, aún más, la única forma de que nos la puedan comentar y criticar.

La mayor parte de mi vida académica ha transcurrido en la Universidadt Autònoma de Barcelona (UAB), universidad de que me siento muy patriota, pero mi Alma Mater fue la Universitat de Barcelona (UB), en la que me licencié en Geografía e Historia en 1966, y donde pasé algunos de los años más interesantes de mi vida, en un ambiente estudiantil de gran efervescencia intelectual y política. Y es en la UB donde tuve como profesores a dos personas que después han sido muy importantes en mi vida académica: Enric Lluch, en el curso 1964-65, y Joan Vilà Valentí, a partir de enero de 1966, justo después de llegar de la Universidad de Murcia. Ellos me hicieron descubrir la geografía y suscitaron en mi lo que podríamos llamar como una potencial “vocación” geográfica. Pronto tuve la posibilidad de ir a la University of  California, en Berkeley, donde, con una beca de la misma universidad, pude cursar mis estudios y donde obtuve el Master in Geography en 1970 (creo que fui la  primera persona en la geografía española que obtuvo un título reglado en los EEUU). Por aquel entonces, solo cinco españoles estábamos en Berkeley (3 catalanes), mientras que actualmente solo catalanes, ya debe haber dos centenares largos… Este periodo en la universidad americana fue crucial para mi trayectoria académica pero no de inmediato, pues la geografía española era muy tradicional, y yo creo que hasta la podríamos llamar inmovilista, en esos momentos. Por ejemplo, en mis primeras oposiciones, en 1978 en Madrid, pasaba de puntillas sobre mi etapa en Berkeley pues no me atrevía a resaltarlo demasiado delante de un tribunal de siete numerarios de la universidad española porque creía que me podía perjudicar. Ahora bien, esta primera experiencia americana, vista con el paso del tiempo, me ha abierto muchas puertas a los contactos y a las redes internacionales y ha sido realmente trascendental y decisiva, no sólo para mi visión de la geografía sino también para mi carrera académica.

En Berkeley entré en contacto con la geografía cultural saueriana y tuve la suerte de conocer directamente a Carl Sauer, aunque mi tutor de tesis de Master fue un discípulo suyo, Jim Parsons. Allí me interesé por cuestiones de América Latina (que era una de las especialidades del departamento) desde una perspectiva culturalista, como por ejemplo, la masticación de la coca y su relación con la altura en el altiplano andino, el paisaje histórico-cultural de California o los recursos pesqueros de plataforma en Cuba, antes y después de la revolución (tema de la tesis de Master y para la que obtuve una beca para hacer el trabajo de campo en Cuba, en 1969). Si bien es cierto que mi contacto en Berkeley fue sobre todo con los culturalistas (que me cautivaron en aquel entonces por la importancia que daban a los aspectos histórico-culturales del paisaje) también tengo que decir que la geografía cuantitativa ya empezaba a ser conocida allí, y tuve que matricularme en un par de cursos con Allan Pred y Greer Wooten (uno de ellos obligatorio) quienes me introdujeron en esta disciplina, no sin algún pequeño trauma (¡no había hecho matemáticas desde 4º de bachillerato!). Creo que mi interés por el pensamiento geográfico viene ya desde mi periodo berkeliano, sorprendida por este contraste de enfoques (al cual se añadía mi formación vidaliana de Barcelona) y que al principio me supuso un verdadero choque académico-cultural. Me di cuenta de que en el mundo, con el nombre de geografía, se hacían cosas muy diferentes en el espacio y en el tiempo, y reflexionar sobre esta diversidad y variedad me atrajo desde entonces.

Después, las relaciones de aquellos años me abrieron oportunidades para viajar al extranjero (en largos o cortos periodos de tiempo), oportunidades que siempre traté de aprovechar. Estas experiencias me han permitido estar al tanto de lo que se hacía y de las nuevas corrientes en la geografía internacional, en particular en la angloamericana. Pero quiero añadir que durante la década de los setenta y de los ochenta tuve bastante relación con los grupos más innovadores de la geografía francesa como Geopoint o el Grupo RECLUS de Montpellier. Todo esto es evidente que ha dado alas a mi interés por el pensamiento geográfico hasta el día de hoy.

Al llegar a Barcelona en 1969, Enric Lluch me pidió que colaborase con él, como ayudante, en la enseñanza de geografía en el Departamento de Ciencias Sociales de la recién creada Facultat de Lletres de la UAB. La concepción de este departamento era innovadora y me sentí muy a gusto allà. El ambiente de la Autónoma era muy especial en aquellos primeros años. Parecía que era posible ignorar los moldes de la normativa ministerial… Parecía que cualquier buena idea se podía llevar a la práctica y en cierto modo así era… Con el tiempo no sería exactamente así, pero aquel ambiente estimulaba el espíritu innovador en una disciplina todavía poco institucionalizada como lo era la geografía en España.

También, en el mismo momento, Vilà Valentí me nombró ayudante en prácticas en la UB (por aquel entonces se podía compatibilizar con la otra ayudantía en la UAB y se entiende: ¡sólo eran 1800 pesetas al mes cada una!). Con esto y una beca del Ministerio( FPI que se convocaban por primera vez ) me puse a hacer la tesis doctoral, de la que era director Joan Vilà Valentí. Daba muchas clases en la UAB y no demasiadas en la UB, pero tengo que decir que el ambiente en el edificio de la plaza Universitad también era muy alentador en esos momentos en que se empezaba a crear lo que sería el primer Departamento de Geografía en España, y las discusiones metodológicas eran constantes y vivaces.

Volviendo al tema de mi tesis, yo quería estudiar los cambios en la agricultura en el Baix Camp de Tarragona, de donde procedía la familia de mi madre. En un principio, mi enfoque era bastante tradicional: empecé por el vaciado de los amillaramientos en los archivos municipales. Pero en el Ayuntamiento de Castellvell me enteré, por casualidad, de que había otra investigadora que buscaba los mismos materiales que yo. Descubrí así que una tal Josefina Cardó, que yo no conocía, realizaba un estudio similar al mío para todo el Camp de Tarragona. Esto me obligó a replantear mi tesis y fue entonces me decanté por estudiar solamente el periodo más moderno (a partir de las terribles heladas del febrero del 1956) y con un enfoque nuevo y cuantitativo, que había empezado a conocer en Berkeley, y que ahora tenía la posibilidad y casi la necesidad de aplicarlo. Quería estudiar los procesos de cambio en la agricultura y las transformaciones de ésta en relación con la evolución económica y  la introducción de  cambios tecnológicos. Y los nuevos enfoques cuantitativos permitían una aproximación nueva y original en contraste con la tradicional. Es así como introduje los métodos de muestreo territorial espacial, el análisis factorial y canónico y validé el modelo de organización del espacio agrario de Von Thünen para poder medir los cambios en la actividad agrícola regional. En aquellos momentos pensaba que la geografía teorético-cuantitativa hacía más “científica” la disciplina geográfica y, por lo tanto, me empleé en ella sin reservas. Pero hay que decir que tuve que obtener la mayoría de mis datos directamente sobre el terreno, a partir de entrevistas y cuestionarios a agricultores (más de 350). Lo destaco porque creo que el trabajo de campo ha sido una metodología básica en mi concepción de la investigación en geografía, tanto en sus inicios (la tesis de Master sobre Cuba) como en mis trabajos actuales más cualitativos, pasando por las entrevistas mencionadas en mi tesis doctoral. En definitiva, lo que quería demostrar en la tesis es que la unidad de explotación familiar era innovadora y que tenía capacidad para cambiar y adaptarse a las nuevas circunstancias después de los estragos de las heladas, y creo que conseguí demostrarlo. También quería experimentar el potencial del enfoque teorético-cuantitativo para responder a las cuestiones que yo me planteaba. Sobre esto empecé a tener mis dudas.

Una vez terminada la tesis obtuve una beca post-doctoral de la Comisión Fulbright, en 1975, en la Universidad de Clark (Massachussets). Quería perfeccionar mi formación en métodos analíticos cuantitativos en geografía agraria pero el contexto de la geografía norteamericana de ese momento me llevó por caminos bien distintos de los que yo preveía. En Clark conocí por un lado a Richard Peet, fundador y editor de la nueva revista Antipode, a radical journal of geography y a David Harvey, asiduo visitante del departamento. Por otro lado, conocí a Anne Buttimer, una de las precursoras de lo que se ha llamado “geografía humanista”, y que en aquel momento simpatizaba con el grupo de geografía radical. Durante aquel curso en Clark me impliqué en el grupo de estudiantes posgraduados relacionados con Antipode y conjuntamente con Myrna Breitbart, Kirsten Jonson y Cindy Katz me interesé por los temas del paisaje agrario anarquista y la organización espacial de los colectivos agrarios durante la guerra civil española. Otra vez, en Clark, y como ya me había sucedido en Berkeley, me confrontaba con formas bien distintas de entender y practicar la geografía, en particular, en este caso, con la geografía radical anglosajona, un enfoque muy crítico con la geografía cuantitativa y con un fuerte compromiso social.

Esto me motivó, de regreso a Barcelona, a mirar mi investigación anterior bajo otro prisma,(o si se quiere con otras gafas), para poder explicar la difusión de las formas de producción capitalista en el campo catalán. En los artículos sobre geografía agraria de esos años utilicé métodos cuantitativos más “blandas” que en la tesis, por ejemplo, la estadística no paramétrica. La experiencia de Clark me había hecho reflexionar mucho sobre la metodología cuantitativa y su utilidad social y también sobre la relación entre los esfuerzos realizados y los resultados obtenidos. A partir de mi experiencia de la tesis me di cuenta de que a menudo los resultados obtenidos con metodologías muy sofisticadas podían ser sólidos pero obvios y, a veces, triviales. En cambio, los esfuerzos invertidos en una aproximación cualitativa eran, a menudo, más interesantes y más relevantes socialmente. En ese momento, el compromiso social era para mí un componente importante de las decisiones sobre la orientación de la investigación, como consecuencia de mi etapa en Clark, y también me empujaba el entorno que encontré al volver a nuestro país en 1976, un momento en que se iniciaba un esperanzador camino hacia la democracia. Esta evolución se refleja bien en mi primer libro, Conceptos y Métodos en Geografía Rural (1981) que recopila artículos míos sobre el mundo rural desde diferentes perspectivas metodológicas.

Todos estos hechos influyeron en mi investigación posterior y, a partir de finales de los setenta, he tendido más a buscar objetos de estudio definidos a priori como relevantes y en los que la metodología no absorbiera todo el esfuerzo de investigación. La verdad es que desde entonces me he sentido más cómoda con los métodos cualitativos y etnográficos, por otro lado cada vez más utilizados y aceptados en la geografía (sobre todo en la angloamericana), pero que en la geografía española costó mucho introducir y conseguir que fuesen aceptados. Durante mucho tiempo ha parecido, en la geografía española, que las metodologías cualitativas no eran lo bastante “científicas” y no se preocupaban por la representatividad estadística. Una explicación de ello es que a finales de los ochenta y de los noventa se pasó directamente, y casi de repente de una geografía regional vidaliana a una geografía con enfoque funcionalista con gran énfasis en las técnicas, en particular por los Sistemas de Información Geográfica. Por eso, con pocas excepciones, la geografía española pasó de puntillas por los planteamientos relacionados con el giro cultural, de gran actualidad en aquellos momentos en la geografía internacional, y que recurría a metodologías cualitativas con profusión. Como anécdota, puedo explicar que fue complicado para mí encontrar un tribunal adecuado para la tesis de Gemma Cànoves presentada en 1990 y que se realizó dentro de un proyecto internacional. Era la primera tesis que se presentaba en España sobre temas de género y utilizaba metodologías cualitativas, sobre todo entrevistas en profundidad. Le tuve que recomendar que introdujese también un capítulo de análisis estadística porque no me veía capaz de encontrar un tribunal competente en agricultura que valorase la metodología cualitativa de forma adecuada.

El estudio del pensamiento geográfico ya lo comencé muy pronto, en mis artículos de mediados de los setenta sobre las aportaciones de la geografía teorética y cuantitativa en la geografía agraria. A pesar de mi entusiasmo inicial por este enfoque ya apuntaba entonces algunas de mis reticencias posteriores. También publiqué distintos balances sobre la geografía radical, que tuve la suerte de poder conocer muy de cerca y de la mano de algunos de sus protagonistas. Una de las publicaciones más conocidas fue la del número monográfico de Documentos de Análisis Geográfica (un pre-DAG) editado por mí sobre La geografía radical anglosajona en 1977, que se publicó en la UAB después de haber invitado a David Harvey a David Harvey a la UAB en Bellaterra. Era su primera visita a España.

Con afán de dar a conocer de forma más amplia al público español algunas de las geografías que yo había vivido en los EEUU publiqué el libro Teoría y Método en la Geografía Humana Anglosajona (1985), y lo quise hacer de la mano y en las palabras de sus mismos protagonistas. El volumen pretendía reevaluar los enfoques más significativos de la geografía anglófona desde mediados del siglo XX (la geografía cultural, la teorético-cuantitativa, la radical y la humanista).

En una línea similar me interesó comparar la geografía catalana con la española, desde finales de los sesenta a finales de los ochenta, en lo referente a su permeabilidad a nuevas corrientes geográficas del exterior, y lo llevé a cabo mediante un análisis bibliométrico de las revistas de geografía. Mientras que la geografía española demostraba una escasa permeabilidad y una fuerte inercia de los planteamientos arraigados, la geografía catalana pasaba por una fase de máxima apertura a nuevos planteamientos y metodologías. Quizás a partir de los noventa no se podría afirmar lo mismo ya que el ritmo de cambio en la geografía en el resto de España se aceleró. Pero la conclusión básica de aquellos años es que la geografía universitaria catalana había sido un vehículo fundamental para la transmisión de nuevos planteamientos en geografía, en unos años de grandes transformaciones a nivel internacional y en los cuales la geografía española no se caracterizaba precisamente por su apertura hacia el exterior.

A propuesta de Anne Buttimer –a quien había conocido en Clark-, Joan Nogué y yo participamos en un programa internacional sobre la historia de la geografía con un enfoque muy nuevo, el fenomenológico. Desde esta perspectiva nosotros entrevistamos y grabamos en video a una serie de personas significativas de la geografía española y catalana, unos documentos que creo que hoy en día tienen un valor histórico indudable. La publicación representativa de esta línea de investigación es el libro de 1992 publicado con J. Nogué y A. Albet, La práctica de la geografía en España: innovación metodológica y trayectorias personales en la geografía académica (1992).

En 1983 tuve unos contactos que resultarán decisivos para el inicio de la tercera línea de investigación antes mencionada, la de la geografía de género. Siempre consideré que la dimensión de género era transversal y, por lo tanto, lo que me propuse fue introducirla  en mis trabajos. Conocía estudios de inspiración feminista en otras ciencias sociales ( para mi había sido toda una referencia Lourdes Beneria de Cornell University) pero no fue hasta ese año que “descubrí” realmente la posibilidad de hacer investigación académica en geografía sobre temas de género. Efectivamente, en enero de 1983 me invitaron a un congreso del Insitute of British Geographers (IBG), en la Universidad de Durham, y allí asistí a una sesión titulada “Womens’role in changing the face of the earth”, alusión crítica a la famosa frase “Men’s role in changing the face of the earth”, consagrada por el título de un libro de uno de los geógrafos más prestigiosos, Carl Sauer, ¡a quién yo precisamente había tenido como profesor en Berkeley! También me enteré de la creación de un Grupo de Trabajo sobre género dentro de la Asociación de Geógrafos Británicos (IBG) y de la publicación inminente de un primer texto universitario que se titularía Geography and Gender: an introduction to feminist geography,que aparecería en 1984. Los contactos con geógrafas británicas de este grupo –que aun persisten- me hicieron ver la posibilidad de enlazar mis intereses personales feministas con mis intereses académicos y científicos. Para mí, los contactos con la geografía feminista internacional han sido desde siempre muy importantes e inspiradores. Así fue como rápidamente fui cofundadora del Grupo de Trabajo de Geografía y Género de la Unión Geográfica Internacional, en el congreso de Sydney de 1988, y después he sido secretaria del Grupo y actualmente editora de la Circular en español (Newsletter). Tengo que decir que en este camino hacia la geografía del género, mi estancia en 1987-1988, al lado de Jan Monk en la Universidad de Arizona, fue determinante.

En este contexto me di cuenta de que el hecho de no considerar la dimensión de género en la investigación en geografía humana debilitaba su capacidad explicativa, la dejaba coja, en cierto modo. En mi caso, curiosamente, en ninguna de las entrevistas hechas para la tesis doctoral había hecho ninguna pregunta explícita sobre el papel de las mujeres en la explotación agraria familiar. El contacto con la geografía feminista académica me hacía ver que esto me había ocultado un aspecto básico de la realidad de la explotación familiar. Quizás no invalidaba mis conclusiones, pero las hacía incompletas. En trabajos posteriores sobre la explotación familiar he puesto en el centro el estudio del papel de las mujeres, crucial en la reestructuración de esta forma de empresa. Como he comentado a menudo con mis colegas, si no te pones las “gafas de género” el patriarcado y sus manifestaciones te parecen “naturales” porqué no ves la complejidad de las relaciones de género en el espacio que se difuminan y quedan en un segundo plano borroso, irrelevante o anecdótico. Estas gafas son las que me puse a partir de mi experiencia en la universidad de Durham y, desde entonces, una de las formas más claras de ejercer mi compromiso social ha sido, para mí, introducir esta nueva mirada en el estudio de las relaciones sociales y de los lugares. Es así, también, como se puede contribuir a la lucha por una sociedad más justa en la cual las relaciones entre hombres y mujeres, en el espacio y el entorno, sean más igualitarias.

Aquí, tal vez cabe apuntar que, en 1981, yo ya era profesora agregada por oposición, que en esos momentos aún se hacían en Madrid. Y en 1984 ya era catedrática, justo antes de la aplicación de la Ley de Reforma Universitaria. Mirando este hecho con perspectiva, creo que fue importante para la aceptación (o simple tolerancia) de mi investigación en geografía feminista dentro de la comunidad española de geógrafos, quienes y quizás aun son, muy convencionales en algunos aspectos. Yo ya era suficientemente conocida y reconocida en algunos temas de investigación (geografía rural e historia del pensamiento geográfico) y esto me daba respetabilidad ¡a pesar de que desde entonces me dedicase a temas poco interesantes o marginales según el parecer de un buen número de geógrafos españoles! La experiencia de algunas colegas de mi generación (en otras disciplinas) que todavía no eran catedráticas cuando se dedicaron a temas de género ha sido más complicada y quizás no encontraron la misma tolerancia y aceptación que yo encontré en la comunidad de geógrafos por el hecho de ser ya catedrática.

Para desarrollar el enfoque de género en geografía en la UAB fue muy importante la creación de un pequeño Grupo de Estudios de Geografía y Género, en 1987, en nuestro Departamento con dos profesoras jóvenes que estaban realizando el doctorado (Gemma Cànoves y Montse Solsona). También, ese mismo año, obtuvimos el primer proyecto competitivo del Ministerio (sobre agricultura y género) e incluimos en nuestro equipo a geógrafas de las universidades de Sevilla, Girona y Santiago, a quienes convencimos para trabajar en temas de género (desde entonces y hasta hoy siempre hemos tenido en nuestros proyectos a investigadores de estas universidades, a las que se añadió, un poco más tarde, la de Valencia). Este Grupo de Estudio se formalizó en la UAB, en 1995, como Grupo ANE y desde 1994 hasta el momento actual también hemos sido reconocidos, sin interrupción, como Grupo de Investigación de Calidad de la Generalitat de Cataluña.. Hace falta añadir que ha sido un grupo muy activo internacionalmente con proyectos, publicaciones y con la organización de seminarios o congresos.

Recuerdo que en el entorno de nuestro Departamento no fue difícil introducir los estudios de género al principio, en parte porque había un alto número de mujeres como profesoras y, en parte, porque yo era prácticamente la única catedrática en el Departamento en 1983. También porque quien fue el segundo catedrático –Antoni Tulla- no solo lo veía con buenos ojos sino que participó activamente en él. En este sentido, en nuestro Departamento las cosas han sido más difíciles en la última década debido a las nuevas prioridades en los planes de estudio, inspirados por una concepción más técnica y aplicada de la disciplina.

En una primera etapa apliqué el enfoque de género a mis trabajos de geografía agraria, en particular al papel de la mujer agricultora en la explotación familiar en España. Como geógrafas, nos interesaba no solo hacer visible el trabajo femenino que a menudo pasaba desapercibido en las estadísticas, sino que también queríamos demostrar la relación existente entre los diferentes contextos regionales y las características peculiares del trabajo de la mujer en cada sitio o lugar. El análisis lo llevábamos a cabo con la óptica integradora característica de la geografía feminista, en la que se estudia conjuntamente el mundo del trabajo y el ámbito doméstico. Comprobamos que el trabajo de la mujer era clave para la supervivencia de la explotación familiar y no sólo en zonas donde la agricultura era marginal, como en Galicia, sino también en algunas donde la agricultura competía con éxito con los usos industriales y turísticos, como en el Maresme. El libro que recoge el resultado de estas investigaciones en equipo es el publicado en 1995 Mujer y agricultura en España: trabajo, género y contexto regional.

Ahora bien, está claro que la explotación agraria familiar ha ido desapareciendo en España, en particular desde el ingreso en la Unión Europea, y por eso se hacía necesario examinar el papel de las mujeres en la reestructuración económica de las áreas rurales. Y en esta línea publicamos un libro editado por Mireia Baylina y yo misma en el año 2000 sobre El nuevo papel de la mujer en el desarrollo rural. En este volumen se documenta el rol creciente de las mujeres en la reestructuración del espacio rural mediante la investigación, por un lado, de sectores de actividades “nuevas”, como el teletrabajo o el turismo rural y, por otro, de sectores más “tradicionales”, como la industria alimentaria o el trabajo industrial sumergido a domicilio. Estos dos libros sobre mujer y mundo rural creo, sinceramente, que han abierto nuevas líneas de investigación en geografía rural.

También sobre este mismo tema del trabajo de la mujer y la vida cotidiana, en la década de los noventa participé en distintos proyectos del Instituto de la Mujer, sobre todo en relación a los usos del tiempo en el espacio urbano, publicando conjuntamente con Maria Prats Las mujeres y el uso del tiempo, en 1995. También la participación en tres proyectos europeos durante esta década dio una dimensión internacional a nuestra investigación y el libro que refleja buena parte de estos trabajos es Women of the European Union: the politics of work and daily life, editado conjuntamente con Jan Monk en 1996.

A partir del 2000 la participación en proyectos europeos (con la universidad de Hannover y el CNRS de París) nos llevó, al Grupo y a mi, a adentrarnos en temas de geografía urbana, una línea de trabajo que compartía con la anterior la perspectiva de género y una metodología cualitativa. Trabajamos principalmente sobre una serie de operaciones urbanísticas llevadas a cabo en Cataluña en los últimos treinta años, a fin de analizar su capacidad para eliminar la exclusión social y de género sobre todo en el actual contexto de fuerte inmigración. En términos generales, hemos constatado el potencial integrador de los espacios públicos pero también el hecho de que las mujeres y sus necesidades específicas no cuentan demasiado en la planificación urbanística, ni como usuarias ni tampoco como “urbanistas”, diseñadoras potenciales de estos espacios.

Ahora retomaré la línea de investigación de pensamiento geográfico que conjuntamente con Joan Nogué y otros colegas ampliamos hacia la geografía política y el colonialismo, en particular en el Marruecos colonial. Los resultados, en parte, se vieron reflejados en un libro colectivo de 1999 editado por J. Nogué y J.L. Villanova sobre España en Marruecos: Discursos geográficos e intervención territorial. La preocupación por la dimensión de género y el interés por los temas coloniales me llevaron a reevaluar la historia de la geografía a través del análisis crítico de los relatos de viajeras y exploradoras, tradicionalmente menospreciadas desde el mundo académico. En un libro un poco posterior y titulado Una mirada catalana a l’Àfrica: viatgers i viatgeres dels segles XIX i XX (2008) –editado por Joan Nogué, Perla Zusman y yo misma- ampliamos esta temática al relacionar el colonialismo con el nacionalismo. En efecto, a través del estudio de los viajeros y viajeras catalanes en África descubrimos toda una serie de reflexiones y de posicionamientos respecto al hecho colonial, identitario y territorial que revelan una percepción singular, bien distinta de la de otros viajeros españoles de la época.

Los estudios postcoloniales feministas en el mundo angloamericano han cuestionado las tesis de E. Said en Orientalismo por su visión homogénea del hecho colonial visto o entendido como simple confrontación entre colonizadores y colonizados, sin dejar espacio a la ambigüedad que, en cambio, caracteriza las narrativas de viajeras y exploradoras. Esto me motivó para emprender un análisis detallado de la catalana Aurora Bertrana, la británica Gertrude Bell y la suiza-francófona Isabelle Eberhardt, análisis desde el que se descubren nuevas perspectivas sobre las visiones establecidas del colonialismo, sobre la imagen del Otro, y también sobre la historia de nuestra disciplina, entendida en el sentido amplio. Así he mirado de expresarlo con la publicación de mi discurso de ingreso en el Institut d’Estudis Catalans(IEC), titulado Exploració, geografia i estudis postcolonials. Una mirada de gènere sobre les narratives de viatges (2007).

Un tema al que me he dedicado en la última década es el de la institucionalización de la geografía española y la “generización” (disculpad el anglicismo) de las carreras académicas. Lo había tratado en publicaciones de hace más de 25 años pero ahora he vuelto sobre el tema con algunas colegas jóvenes (Anna Ortiz y Hermínia Pujol). En 1985 ya había detectado que la presencia de las mujeres en la geografía académica era destacable, aunque su producción científica y su estatus eran más bien bajos. En nuestro actual contexto, se ha comprobado que su presencia, producción científica y estatus ha tendido a estancarse (sobre todo si lo comparamos con la evolución de otros países) y, aun más, hemos detectado un proceso de masculinización.

Es interesante observar cómo disminuyen los efectivos de chicas entre el alumnado pero, sobre todo, entre las nuevas generaciones que se incorporan en los primeros escalafones del profesorado. Esto tiene que ver con que la carrera académica es cada vez más competitiva pero también tiene mucho que ver con los cambios de contenido de nuestra disciplina, es decir, una mayor tecnificación de los currículos y una mayor profesionalización de las salidas de empleo, anteriormente muy relacionadas con la docencia y actualmente mucho más relacionadas con la planificación, los Sistemas de Información Geográficos (SIG) y la ordenación del territorio.

He comentado varias veces en esta presentación la gran importancia que para mi formación y mis orientaciones de investigación han tenido la geografía americana y la británica. Pero en los últimos años, me han preocupado cada vez más las clamorosas asimetrías de poder que existen en la geografía académica internacional, es decir, la hegemonía angloamericana en geografía ha impuesto su agenda de investigación de manera excluyente. Esto es debido, ciertamente, a los méritos y al atractivo de su propia tradición, tan dinámica y siempre innovadora, pero también lo explica el ascenso del inglés como lengua global, que sitúa la geografía en lengua inglesa en una posición privilegiada y ha facilitado el reconocimiento general de sus revistas nacionales como revistas internacionales. Y éstas se han convertido en revistas de referencia para la evaluación del trabajo en la mayoría de los países marginando así, de facto, las temáticas y las prioridades de investigación propias de otras tradiciones geográficas. Para contrarrestar los efectos negativos de esta situación, es decir, para desestabilizar esta hegemonía, hace falta construir nuevas estrategias, y una de las más efectivas es crear fórums y revistas realmente internacionales, como, por ejemplo, este entorno de Geocrítica con la revista Scripta Nova, entre otras. Otro ejemplo interesante es ACME: an internacional E-journal for Critical Geographies, por citar algunas). Son revistas que publican en distintas lenguas y que tienen una gama de censores (referees) que no son mayoritariamente angloamericanos.

Me he expresado sobre esta cuestión en diferentes artículos y lo he analizado bibliométricamente en el caso de la geografía feminista. En esta línea fue importante la organización de un seminario internacional entre la UAB y la Societat Catalana de Geografia en 2006 con el título de “Geografia  i gènere al món, qüestionant l’hegemonia angloamericana”, del cual resultó un número monográfico de la revista Belgeo: revue belge de Geographic, en 2007, siendo las editoras, Jan Monk y yo misma.

Y antes de terminar, querría comentar que siempre he creído que conviene organizar la investigación de forma colectiva y en equipo, pensándola para financiarse a través de proyectos financiados. Además, tengo que confesar que en los últimos treinta años he disfrutado mucho con mis alumnos y en particular con mis doctorandos. He dirigido más de veinte tesis doctorales (ocho hombres y trece mujeres) y aun tengo algunas entre manos. Aunque los temas son bastante variados, la mayoría de ellos están relacionados con las líneas de investigación que he ido mencionando. La verdad es que esta relación con los doctorandos y con los profesores jóvenes (bastantes de los cuales antiguos doctorado) ha sido una de las cosas más agradables que me ha ocurrido en la vida académica y me ha compensado en gran manera. Y de estas relaciones estoy muy satisfecha tanto a nivel personal como intelectual.

Ahora bien, visto con la perspectiva que da el tiempo (más de cuarenta años en la universidad, ¡que son muchos!) creo que mi generación ha tenido el privilegio de vivir unos momentos decisivos en la evolución de la universidad española. Hoy podemos protestar sobre como funcionan muchas cosas, pero la verdad es que la universidad de hoy en día no tiene nada que ver con aquella en la que me licencié en 1966, en pleno franquismo. Es mucho mejor tanto desde una perspectiva académica como intelectual. Pienso y tengo que decir que mi generación ha sido afortunada ya que ha tenido muchas oportunidades para hacer cambiar las cosas en el mundo universitario y, por supuesto, en nuestra disciplina. Si lo hemos logrado, son otros quienes lo tienen que juzgar.

Finalmente, para mí, preparar y presentar mi largo recorrido por la geografía académica ha sido un placer intelectual, nostálgico en algunos puntos y con el pesar de no haber podido alcanzar algunas de las metas que me había propuesto en otros. Pero antes de poner el punto final quiero insistir en una idea, y es que batallar por la introducción de la temática de género y de las metodologías que le son propias o más pertinentes ha sido mi manera de hacer y entender la geografía crítica y el compromiso social en geografía.

 

© Copyright Maria Dolors Garcia Ramon, 2011.
© Copyright Scripta Nova, 2011.

 

Edición electrónica del texto realizada por Gerard Jori.

 

Ficha bibliográfica:

GARCIA RAMON, Maria Dolors. Un recorrido a través de la geografía crítica: de la geografía agraria a la geografía de género. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 5 de diciembre de 2011, vol. XV, nº 383 (2). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-383/sn-383-2.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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