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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 416, 10 de octubre de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

PAISAJES DEL BOSQUE EN ANDALUCÍA. CARACTERES, HITOS Y EMOCIONES*

Juan F. Ojeda Rivera
Depto. de Geografía, Historia y Filosofía – Universidad Pablo de Olavide
jfojeriv@upo.es

Recibido: 1 de junio de 2011. Devuelto para revisión: 30 de noviembre de 2011. Aceptado: 26 de marzo de 2012.

Paisajes del bosque en Andalucía. Caracteres, hitos y emociones (Resumen)

La comprensión del paisaje como realidad natural, histórica y cultural conduce a una presentación de los paisajes del bosque en Andalucía desde aquella triple consideración: la de unos componentes arbóreos cuyos caracteres se relacionan con circunstancias climáticas, geomorfológicas y biogeográficas; la de unos hitos que han ido marcando sus evoluciones de bosques potenciales a paisajes forestales y, por último, la de unas emociones que a través de metáforas y representaciones culturales literarias o pictóricas los consolidan como paisajes.

Palabras clave: paisaje, bosque, historia, literatura, pintura, Andalucía.

Forest landscapes in Andalusia. Features, milestones in developpment and emotions. (Abstract)

The understanding of landscape as a natural, historical and cultural reality leads to the representation of forest landscapes in Andalusia, from a three-fold view: the actual tree groups whose features are related to climatic, geomorphological and biogeographical realities. Further, their development from primeval woods to forest landscapes. And finally, the addition of emotive features which enhance the objective realities to the full landscape concept through metaphors, literary and pictoric cultural representations.  

Key words: landscape, forest, history, literature, painting, Andalusia.


El paisaje no debe ser entendido como un mero sumatorio de relaciones entre elementos objetivos presentes en un lugar (ambiente, ecosistema o espacio geográfico) sino como una realidad compleja, en la que convergen tales componentes espaciales objetivos, con sus propios órdenes históricos en un territorio y – sobre todo- con las percepciones o representaciones culturales que aquellos componentes y órdenes sucesivos han ido suscitando.

Realidad concreta, de raíz oriental taoista y de carácter medial o trayectivo, o sea, situada entre los dos polos teóricos de lo subjetivo y de lo objetivo[1] el paisaje es interacción entre marco vital y cultura territorial de una comunidad humana y suscita interpretaciones y creaciones que van revelando sus claves comprensivas y que se transmiten mediante imágenes o metáforas.

Las investigaciones más recientes sobre la naturaleza hermenéutica de las descripciones paisajísticas en la Geografía Moderna están poniendo en evidencia que en cada paisaje -y con independencia de su profundidad temporal- se genera un núcleo de sentido o universo de significado  que contiene sus valores paisajísticos, presentes como marco vital interiorizado, cultura histórico-territorial y tradiciones creativas acumuladas[2].  

Asumiendo y compartiendo tales planteamientos se pretende, con esta aproximación a los paisajes del bosque en Andalucía, desarrollarlos a partir de  tres sucesivas consideraciones e hipótesis comprensivas:

  1. Si el paisaje responde, en una primera instancia, a la presencia objetivable de unos elementos y caracteres vinculados a la propia naturaleza que lo acoge, se comenzará intentando demostrar que por razón de una naturaleza climática y biogeográficamente situada en el borde de lo arbóreo, el bosque potencial de Andalucía  debió caracterizarse como marco vital por ser bastante diversificado, pero achaparrado, perennifolio y más fósil que maderable.
  2. Si el paisaje es también un palimpsesto o acumulador de sucesivas capas territoriales, se procurará reconocer esquemáticamente los hitos de la cultura histórico-territorial que han ido propiciando la sustitución de aquel potencial marco vital del  bosque en Andalucía por las actuales y reales explotaciones agroganaderas y forestales de la región.
  3. Si se  termina entendiendo que el paisaje no es reducible jamás a su realidad física o al escenario geográfico-histórico donde humanos y animales desarrollan su producción y reproducción, sino que se concibe sustancialmente como inteligencia compartida de tradiciones creativas, se culminarán estas líneas intentando mostrar algunas de las más significativas y connotadoras emociones que el bosque en Andalucía ha ido produciendo en distintos terrenos de la creación artística y cuyas metáforas literarias e iconográficas han ido revelando sus claves comprensivas.


Caracteres y elementos distintivos del bosque potencial de la región andaluza

La región andaluza, con sus distintas unidades geomorfológicas y ambientales (figura 1), se encuentra en la frontera del árbol, por razones climáticas –marcada sequía estival y cierta torrencialidad en las precipitaciones-, geoedafológicas –muchos suelos erosionados, en pendiente y esqueléticos- y biogeográficas –escaso período vegetativo con obligado dominio de la estrategia perennifolia y presencia de áreas semidesérticas no arbóreas-[3].

 

Figura 1. Unidades geomorfológicas y ambientales de Andalucía.
Fuente: Instituto de Estadística y Cartografía de Andalucía (I.E.C.A.).

 

Según los botánicos[4], la vegetación arbórea potencial de Andalucía debió caracterizarse -como bosque termo y mesomediterráneo-  por la heterogeneidad biológica (más de 40 especies y de 50 subvariedades), fisonómica (escleróficos, coníferas, caducifolios y azonales) e histórica (densos, poco densos y  dispersos o  matorrales); la fosilización,  por progresiva destrucción del suelo cuando los árboles aún están en pie, lo que imposibilita en muchas ocasiones su regeneración (bosques fósiles, que sólo subsistirán mientras los árboles  existentes se mantengan vivos) y la inestabilidad y vulnerabilidad.

Si a todas las anteriores caracteristicas, se añaden razones genéticas (muchas especies relictas), ecológicas (sequía estival, torrencialidad y erosión) y antropozoogénicas (vieja civilización), la extensa y variada Andalucía llega a representar, en este terreno de la vegetación potencial, como un epítome de la Península Ibérica, con cuyo cruce de pisos bioclimáticos y tipos de ombroclima, el Dr. Rivas Martínez llegó a dibujar un hipotético mapa-esquema de vegetación potencial del bosque andaluz, que aparece en la figura 2, mostrando las asociaciones más características de la región, que son las que se citan a continuación.

 

Figura 2. Vegetación potencial andaluza. Dominios del bosque.
Fuente: Rivas Martínez, S. (1987).

 

1.- Bosques planoesclerófilos, con mecanismos adaptativos a los rigores de la sequía estival: gruesa cutícula aislante y varios estratos epidérmicos muy endurecidos y perennifolios,como ventajosa posibilidad de comenzar las cortas estaciones favorables a la actividad vegetal con el aparato fotosintético preparado y al completo. Netamente dominantes en Andalucía, de forma que más del 90 por ciento de su bosque potencial y más del 88 por ciento de su espacio geográfico, serían estos bosques formados por:

2.- Bosques de coníferas. De caracteres morfológicos y fisiológicos  comunes con los planoesclerófilos (hojas reducidas, aciculares y escamosas) para responder a la sequía y a los fríos intensos y heladas, no todas las coníferas presentes en Andalucía forman bosques propios, sino que algunas participan como especies secundarias en otros bosques (enebros en carrascales), otras arbolan poblaciones arbustivas y matorrales (pinos de Alepo y resinero) y otras han experimentado importantes extensiones secundarias a costa de la destrucción humana de otros bosques (piñoneros litorales...) porque fueron adoptadas por los forestales españoles como genuinamente repobladoras  en la llamada etapa de los pinares[6].

3.- Bosques planocaducifolios. El óptimo biogeográfico del bosque caducifolio se encuentra en las regiones templadas no mediterráneas de veranos lluviosos (hayedos, abedulares...), sin embargo aparecen aquí algunos caducifolios con distribuciones mixtas (mediterráneos y atlánticos) como los melojares e incluso estrictamente mediterráneos como los quejigares. Además de tolerar las sequías estivales moderadas, melojares y quejigares comparten otros rasgos adaptativos diferenciales: el desarrollo de revestimientos pelosos en las hojas (de claras connotaciones xerófilas) o su largo periodo de marcescencia (aunque se marchitan en otoño, las hojas no se desprenden totalmente del árbol hasta la primavera siguiente). Por todo ello, los factores que los favorecen frente a los esclerófilos son el incremento de las precipitaciones, los climas frescos que atenúan la evapotranspiración y las posiciones topográficas que favorecen el balance hídrico. Ubicados en áreas de montaña frescas y lluviosas, han sufrido menos el impacto agrícola y urbano, aunque su gran enemigo ha sido, paradógicamente, la política de repoblaciones forestales de coníferas.

4.-Bosques azonales. Ocupan espacios excepcionales por sus condiciones ecológicas y, entre ellos, pueden distinguirse en Andalucía:

En definitiva, la naturaleza debió dotar a este espacio geográfico o marco vital andaluz -situado en la frontera entre lo templado y lo subtropical y más serrano que campiñés- con un bosque, caracterizado por ser biodiverso y heterogéneo, pero, a su vez y paradójicamente, achaparrado, fundamentalmente perennifolio y más fósil que maderable.


Hitos históricos configuradores y transformadores

Pero, según nuestras hipótesis de trabajo, el paisaje no es sólo realidad geofísica o marco biogeográfico o vital, sino también palimpsesto o acumulador de capas territoriales sucesivas. En función de ello, en este segundo apartado se quieren presentar los hitos históricos que han ido transformando el hipotético bosque climácico de esta región en el bosque realmente existente al iniciarse el vigente Plan Forestal Andaluz (1987)[7]. Así nuestro cuadro 1, ofrece datos que evidencian una serie de procesos generales en la evolución histórica de un bosque que –como todo bosque y en función de las intervenciones humanas- ha ido transformándose botánica y funcionalmente.

 

Cuadro 1.
Evolución de las distintas formaciones vegetales del bosque en Andalucía desde su hipotética situación climácica
(ocupación potencial) a su situación en 1987 - Plan Forestal Andaluz- (ocupación real) (Valores en kilómetros cuadrados)

Tipos de formaciones y especies principales

Ocupación potencial (1)

Ocupación real (2)

Bosque denso

82.151

(100%)

(94%)

11.563

(100%)

(26%)

Quercíneas

79.724

(97%)

(91%)  

968

(8%)

(2%)

Coníferas

2.427

(3%)

(3%)

7.879

(68%)

(18%)

Eucaliptos

     

2.560

(22%)

(6%)

Otras frondosas

     

156

(1%)

 

Forestal con arbolado no denso

     

14.497

(100%)

(33%)

Quercíneas (dehesas)

     

13.228  

(91%)

(30%)

Otras

     

1.269

(9%)

(3%)

Matorrales o desarbolado

5.117

 

(6%)

17.734

 

(41%)

Totales

87.268 

100%

(100%)

43.794

50%

(100%)

Fuentes: (1) Junta de Andalucía. Anuario Estadístico de Andalucía. 1985. (2) Junta de Andalucía. Informe del Medio Ambiente de Andalucía. 1987.

 

Tales procesos pueden concretarse en:

Distintas intervenciones humanas que han ido convirtiendo los paisajes potenciales e imaginariamente originales o climácicos de los bosques en Andalucía –anteriormente caracterizados-, en una serie de reales ecosistemas forestales que quedaron exhaustivamente recogidos en el Mapa de Unidades de Vegetación del Plan Forestal Andaluz (figura 3) y en su cuadro-resumen explicativo (cuadro 2). 

 

Figura 3. Mapa de Unidades Forestales Andaluzas en 1987.
Fuente: Junta de Andalucía. Plan Forestal Andaluz (1987).

 

Cuadro 2.
Resumen descriptivo de Unidades Forestales Andaluzas
.

Fuente: Junta de Andalucía. Plan Forestal Andaluz (1987).

 

La constatación de aquellos datos evolutivos seculares y de los sintéticos procesos que los mismos sugieren, conducen a convertir en interrogante la segunda de nuestras hipótesis de partida: ¿Cuáles son los hitos de la cultura histórico-territorial andaluza que han ido propiciando la sustitución de aquel primitivo o potencial marco vital del bosque en Andalucía por las actuales y reales explotaciones agroganaderas y forestales de la región?


Bosques en Andalucía durante la antigüedad

Estrabón, en su Geografía, se refiere a los extensos bosques de Jaén y Córdoba, de las montañas entre Gibraltar y Málaga, de Sierra Nevada, de Cádiz (acebuches)... y existen otros muchos textos romanos (Pomponio Mela, Plinio o Cesar) que aluden a bosques o a falta de ellos (escasez de madera en los campos cercanos a Munda, antes de la célebre batalla del año 45 a.C.).

Tras sus análisis -y siguiendo a Wilkomm-, A. Schulten apunta que ya en tiempos de Estrabón una gran parte del territorio andaluz había iniciado su caminar hacia la deforestación total en función del pastoreo, las minas y otros muchos usos de la madera. La llamada hipótesis germánica para explicar la pronta decadencia del bosque mediterráneo sostiene que mientras que para los mediterráneos el bosque sólo sirve para obtener beneficios, para los pueblos germánicos y célticos era algo sagrado[8].

Aquella hipótesis puede explicar también la proliferación de leyes visigóticas de protección del bosque (regulaciones de cortas, penas para el robo de madera, normas para la montanera y la apicultura...) que constituyen asimismo una evidencia de las graves pérdidas que los bosques españoles habían sufrido en época romana.

En relación con la propiedad de los bosques, desde la "Lex Sempronia”, la propiedad pública fue disminuyendo en favor de la privada, aunque permanecen ciertas propiedades comunales ("compascua") para el pastoreo, de uso gratuito o con un canon (scriptura).  En el reino hispano-godo -que había suscrito un pacto o "foedus" con los romanos- existe una organización local rudimentaria ("conventus publicus vicinorum"), que trataba entre otros asuntos de la regulación de aprovechamientos comunales de prados y bosques  ("ager compascuus" y "campi vacantes o baldíos")[9].


Bosques medievales

La madera es durante la Edad Media una materia básica como energía, alimento, vivienda, industria y transporte, lo que supone una destrucción de los bosques españoles, de la que se tiene conciencia clara a partir del s. XIII por parte de las autoridades[10].

En Andalucía -como puede observarse en la figura 4- las circunstancias especiales de la permanencia del reino nazarí y el mantenimiento de una frontera física y cultural durante tantas centurias serán factores decisivos en la morfología y organización de sus bosques, de tal forma que pueden encontrarse:

 

Figura 4. Los bosques medievales andaluces.
Fuente: Elaboración propia a partir de la lectura de López Ontiveros y otros (1987).

 

En relación con la propiedad, el proceso conquistador y repoblador y las normas legales que lo acompañaban, fueron configurando los distintos tipos de propiedades forestales, que al terminar la reconquista estaban conformados por los montes de la corona o de realengo (baldíos), los montes de las villas o pueblos -de usos gratuitos (comunales) o arrendados por los concejos para pagar sus necesidades (comunales arbitrados y propios)- y los montes de propiedad privada (aunque solían tener servidumbres de tipo germánico para los vecinos).


Administración moderna de los bosques

En 1501, los Reyes Católicos promulgan el llamado “Edicto de Posesión”, que iniciará en toda España un largo periodo de dos siglos (XVI y XVII) de auge de la ganadería. Ello supondrá importantes cambios morfológicos (deforestaciones) y estructurales (revalorizaciones de baldíos) en los paisajes españoles.

La leña y la madera falta crónicamente en muchos pueblos de Andalucía, ya desde fines el XVI, según las "Relaciones de los Pueblos de España", de Felipe II, lo que induce un progresivo aumento de la presión de la Marina y sus necesidades para ir consiguiendo el dominio en la administración de los bosques, que termina siendo efectiva con el ilustrado Marqués de la Ensenada y sus departamentos de Marina. 

De manera que, en el siglo XVIII, Andalucía queda incluida en el departamento de marina de Cádiz, aunque una pequeña porción de los bosques de Segura-Cazorla quede bajo la jurisdicción de Cartagena. A escala provincial, son nueve las circunscripciones marino-forestales andaluzas: Ayamonte, Sevilla, Sanlúcar de Barrameda, Cádiz, Tarifa, Málaga, Motril, Almería y Segura.

El examen de los datos ofrecidos por las visitas de Marina –pormenorizados en el conocido texto de Bauer[12]- nos ha permitido establecer, en la figura 5, una aproximación a los tipos de bosque de cada una de aquellas circunscripciones andaluzas, durante la segunda mitad del siglo XVIII.

 

Figura 5. Aproximación a tipos de bosque en Andalucía a finales del Antiguo Régimen.
Fuente: Elaboración propia a partir de la lectura de las visitas de Marina, publicadas por Bauer, F. (1980).

 


Bosques y contemporaneidad

Los ilustrados y liberales españoles del siglo XVIII estaban ya proponiendo la privatización de los montes públicos o de manos muertas como una de las soluciones a los problemas de la escasez productiva. Para detener los resortes que generaban la pobreza había que proceder en primer lugar a la sustitución de las formas de apropiación de origen comunal y privilegiado por la propiedad privada o "perfecta", según las tesis de Jovellanos en su “Informe sobre la Ley Agraria”. Pero estos deseos ilustrados y liberales chocaban con otros intereses, de modo que en este drama, que desembocará en las desamortizaciones, podría distinguirse –según la síntesis efectuada por Sanz Fernández[13]-  tres tipos o personajes:

La dialéctica del enfrentamiento entre aquellos intereses y fuerzas condujo a lo largo del siglo XIX y primer tercio del XX a importantes conflictos en el seno de las sociedades rurales españolas[15]. Aquellas diversas situaciones conflictuales quedaron secuenciadas para toda España por el propio Sanz Fernández[16] en cuatro fases:

Tras la guerra civil y el boicot de los países democráticos al régimen franquista -con las consiguientes necesidades de madera, papel y derivados- el protagonismo corre a cargo del Estado obligadamente autárquico que, por medio del Patrimonio Forestal (P.F.E.), desarrolla un ambicioso Plan General de Repoblación Forestal de España (1939), que inicia la llamada "edad de oro forestal española"[17]. Con una propuesta inicial de repoblación de 6 millones de hectáreas en un siglo, el P.F.E. irá revalorizando innumerables terrenos baldíos y degradados, al transformarlos en nuevas masas arbóreas de especies de crecimiento rápido, esencialmente pinos y eucaliptos.

Se crean nuevos paisajes en el sentido más ampliamente geográfico de la palabra: nuevos aprovechamientos, nuevas técnicas, nueva estructura de apropiación, nuevos pobladores, nueva economía y nuevos discursos e interpretaciones creativas[18].  

Entre 1940 y 1986 se repueblan en Andalucía, por parte de la Administración Forestal (Divisiones Hidrológicas/ P.F.E. / I.C.O.N.A.) unas 860.000 has., lo que supone una media anual aproximada de 20.000 has. Si a ello se añaden las repoblaciones particulares, que aprovechan subvenciones específicas, podemos afirmar que en el conjunto andaluz se repoblaron en aquellas fechas más de un millón de hectáreas.

Comparando la labor repobladora estatal y particular, puede decirse que la primera, a pesar de haber optado claramente por especies de crecimiento rápido, ha mantenido una mayor aproximación al bosque originario, al elegir fundamentalmente las coníferas, que en muchas áreas eran especies al menos paraclimácicas. Mientras que las repoblaciones particulares han ido más directamente al beneficio, lo que se ha traducido en una primacía absoluta del eucaliptal y las choperas, especies exóticas en esta región andaluza, pero más  mercantiles. Todo ello condujo al esquema que se presenta en la figura 6 sobre dominios de explotaciones forestales andaluzas al iniciarse las competencias autonómicas en la materia.

 

Figura 6. Grandes dominios  de explotaciones forestales  andaluzas (1985).
Fuente: Junta de Andalucía. Plan Forestal Andaluz (1987).

 

Asumidas las competencias forestales por parte de la Junta de Andalucía -en el nuevo marco democrático del Estado Autonómico Español- comienza a elaborarse el ya citado Plan Forestal Andaluz, que se aprueba en 1989 y cuenta con una vigencia de 60 años, estableciendo unas fases de revisiones periódicas de su propio cumplimiento. Encuadrado, en una primera instancia, en el Instituto Andaluz de Reforma Agraria (I.A.R.A.) de la Consejería de Agricultura y Pesca, su primera actualización se desarrolló ya en 1997, tras la creación de la Consejería de Medio Ambiente -que asume su competencia- y duró hasta 2001.

La segunda revisión y adecuación del Plan Forestal Andaluz se aprobó en julio de 2003 -a partir de los datos de la figura 7 y el cuadro 3- y se cerró en 2007, llegándose a repoblar durante este periodo unas 47.000 hectáreas y mejorándose 8.289 kilómetros de caminos forestales, así como lográndose la certificación de calidad ambiental para más de 148.500 hectáreas de montes públicos. El Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía inició, a finales del 2007, los trámites de una nueva adecuación del Plan Forestal Andaluz para el periodo 2008-2015.

 

Figura 7. Mapa Forestal Andaluz. 2003.
Fuente: Consejería de Medio Ambiente. 3ª Adecuación del Plan Forestal Andaluz, Horizonte 2015, p. 40.

 

Cuadro 3.
Evolución de la superficie forestal andaluza según formaciones vegetales (miles ha)

Formaciones vegetales

1956**

1989*

1999**

2003**

Coníferas

374,6

764,1

684,5

683,7

Quercíneas

1.469,0

1.029,3

1.317,2

1.320,3

Matorrales

2.109,0

1.181,0

1.596,4

1.564,9

Mezcla de Pinus y Quercus

31,6

131,5

80,2

80,0

Eucaliptal

33,9

267,3

211,6

195,9

Formaciones herbáceas

351,0

426,9

340,1

327,7

Vegetación ripícola

135,8

 

110,3

109,6

Zonas húmedas

106,3

34,7

55,3

55,1

Zonas con escasa vegetación

24,8

 

84,0

112,0

Playas, dunas y arenales

8,9

 

6,3

6,3

Otras frondosas

143,8

193,1

149,5

148,5

Total forestal

4.788,7

4.027,9

4.635,4

4.604,0

Terrenos agrícolas marginales

 

623,2

   

No Forestal (Construcciones)

49,9

 

194,0

213,4

No Forestal (Cultivos)

3.857,3

 

3.837,9

3.845,7

No Forestal (Láminas de agua)

47,0

 

93,2

97,2

*Plan Forestal Andaluz 1989.
**Mapas de usos y coberturas vegetales de Andalucía 1956, 1999, 2003.
Fuente: Consejería de Medio Ambiente. 3ª Adecuación del Plan Forestal Andaluz, Horizonte 2015, p. 41.

 

Tal gestión forestal regional planificada  ha conducido a que Andalucía llegue al año 2003 contando con una superficie forestal más cercana a la de 1956 que a la de 1989 - cuando se iniciaba el Plan Forestal- cuya ejecución ha ido propiciando la recuperación de 600.000 hectáreas de las casi 800.000 perdidas en toda la etapa del desarrollismo, manteniéndose en la consideración amplia de uso forestal a más de la mitad del territorio andaluz.  Y de aquella superficie total, la mitad corresponde a terrenos arbolados, destacando las quercíneas (encinas, alcornoques y, en menor medida, quejigos y robles) que solas o mezcladas con pinos ocupan 1,4 millones de hectáreas, y las distintas variedades de coníferas, extendidas por 683.700 hectáreas. Comparando datos puede concluirse que el Plan Forestal Andaluz había conseguido hasta 2003 -en sus 14 años de vigencia- que las quercíneas y coníferas de los bosques de Andalucía aumentasen sus respectivas superficies a costa de la deforestación de eucaliptales y otras frondosas -probablemente exóticas- muchas de cuyas parcelas todavía se encontrarían desarboladas y engrosando la superficie de matorral y áreas de escasa vegetación.

Este peso físico del medio forestal andaluz tiene su correspondencia en unos  beneficios económicos que, en su Informe Anual de Medio Ambiente (2007), la propia Consejería de la Junta calculaba en torno a los 20.453 millones de euros anuales para toda la comunidad autónoma. Imputando casi el 60 por ciento de tal cantidad a beneficios de tipo medioambiental derivados del papel de los bosques en la lucha contra la erosión y como absorbentes naturales de la contaminación por dióxido de carbono, algo más del 25 por ciento a beneficios productivos de la explotación directa de los recursos (madera, corcho, caza, etc.) y el 15 por ciento restante al uso recreativo.

La tercera adecuación del Plan Forestal Andaluz para el horizonte 2015, ha sido definitivamente aprobada por el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía el pasado 7 de septiembre de 2010 y, como las anteriores, se ha basado en un proceso exhaustivo de estudio y examen de la situación forestal y en una participación de los agentes interesados. La introducción y presentación oficial del texto de aprobación de esta última adecuación del Plan Forestal Andaluz -con la grandilocuencia típica de estas presentaciones-  se convierte en una buena muestra de los elementos y categorías que enmarcan el actual discurso político, traducidos al ámbito rural-forestal (competitividad, demanda social de bienes y servicios, cohesión territorial, participación pública, sostenibilidad)[19].

Los últimos párrafos de la novela de Juan Villa a la que más tarde nos referiremos –Crónica de las arenas- sobre el espacio forestal del Abalario, que en estos asuntos de las forestaciones y deforestaciones puede considerarse epítome de Andalucía entera, pueden constituir una original transición entre este y el anterior apartado de nuestro texto -más  cuantitativos y dedicados a los caracteres biogeográficos, los procesos e hitos históricos y la reciente gestión política forestal que han ido configurando los que podríamos denominar “territorios forestales” en Andalucía- y el apartado que sigue -más cualitativo y poético, porque pretende mostrar algunos ejemplos de metáforas literarias e iconográficas que irán produciendo la metamorfosis de aquellos territorios o países en paisajes-. Valga también el texto seleccionado de Villa como corolario de un Plan Forestal Andaluz, que parece encontrarse a caballo entre el  discurso ambientalista y la tozuda realidad de una tierra con serias limitaciones biogeográficas para el bosque y muy castigada por una larga historia de explotación muchas veces irracional y casi siempre colonial de los recursos naturales:

Revuelto con toda esta faramalla habría de llegar a nuestro suelo el espíritu ecologista…En el marco de esta nueva corriente de pensamiento, o de sentimientos, se llega a la conclusión de que todo lo hecho a lo largo de cuarenta años en el Sureste de Huelva es una estafa, una auténtica atrocidad, que el eucalipto es una plaga y que hay que arrasar con todo, volver a los orígenes y dejar a la madre Naturaleza libre de seguir su curso normal, que a estas alturas, y después de tanto vapuleo, nadie sabía a ciencia cierta cuál podría ser.[20]


El bosque como paisaje: emoción y creatividad en bosques andaluces

Andalucía como país de montes y bosques

Prescindiendo de las categorías botánicas e históricas que hasta ahora hemos ido empleando, la impresión o percepción primera de los 3 millones de hectáreas aproximadas que quedan hoy en Andalucía como muestras evidentes e inequívocas ante cualquier mirada de lo que constituye el “país del monte y el bosque andaluz” recogen a superficies consideradas fisonómicamente como breñales o matorrales (montes), a breñales arbustivos y arbolados (montes con arbustos y árboles diseminados)  y a bosques propiamente dichos y de distintas densidades arbóreas (de dehesas ahuecadas a bosques cerrados). Dichos montes y bosques fisonómicos o inequívocamente percibidos como tales quedan bien y sintéticamente recogidos en la figura 8 y el cuadro 4 sobre Unidades Fisonómicas de Montes y Bosques andaluces actuales y sus respectivas  significaciones.

 

Figura 8. Mapa de Unidades Fisonómicas de Breñal y/o Bosque andaluz.
Fuente: Consejería de Medio Ambiente.  Mapa de usos y coberturas vegetales de Andalucía. 2007.

 

Cuadro 4.
Significación proporcional de Unidades Fisonómicas de Breñal y/o Bosque en Andalucía
(Sobre una superficie total aproximada de 3 millones de hectáreas)

Unidades

%

Breñal

17

Breñal arbolado

47

Significación de los montes

64

Dehesa

20

Significación de los bosques ahuecados

20

Encinar, castañar, alcornocal y otros bosques de frondosas

5

Pinar, pinsapar y otros bosques de coníferas

9

Eucaliptal

1

Vegetación de rivera

1

Significación de los bosques densos

16

 

La metamorfosis de país a paisaje: artealización y emoción

Pero la sensibilidad paisajística es uno de los más tardíos logros del refinamiento de las culturas humanas... porque el paisaje no es reducible jamás a su realidad física cuantificable o a su consideración como escenario geográfico donde humanos y animales van desarrollando su producción y reproducción (país), sino que sólo se concibe como percepción emocionada y desinteresada[21]. O sea, que entre país (objeto observable y cuantificable) y paisaje (representación comprensiva y/o metafórica de lo observado) hay una metafísica o una metamorfosis producida por las llamadas artealizaciones - in situ et in visu-[22].

En función de todo ello, nuestra hipótesis de trabajo en este apartado sería la siguiente: Los paisajes implican experiencias vividas y se conciben sustancialmente como inteligencia compartida de tradiciones creativas que suelen transmitirse mediante metáforas literarias o iconográficas. Por ello, el intento de exhaustividad tipológica en este tipo de tarea resultaría frustrante para el investigador, porque el campo de las metáforas a categorizar es totalmente abierto y su tratamiento exige un método más hermenéutico y exegético que cuantitativo y taxonómico. Con tal convicción, se desarrolla aquí un núcleo de sentido o universo de significado que contiene tres valoraciones paisajísticas del bosque en la cultura homologada de la Andalucía contemporánea:

Pero antes de entrar de lleno en la materia, parece interesante aludir a los planteamientos que Antonio García Abril, Leopoldo Yoldi y José Luís Cangas efectúan en el conocido Libro Rojo de los Bosques Españoles (1989) sobre la dialéctica consideración del bosque como paisaje primigenio, acogedor y refugio y, también, como antipaisaje repulsivo, cerrado, antipanorámico. De manera que si la sensibilidad paisajística es, como acabamos de decir, un logro de culturas refinadas, ya Humboldt decía que la juventud de una civilización –y consecuentemente su no refinamiento-  se prueba por la existencia de sus bosques. Pero, a su vez, Chateaubriand entendía que mientras que los bosques preceden a los pueblos, los desiertos les siguen. En definitiva, el bosque y el árbol -además de sus utilidades como fuentes de productos y protectores del régimen hidrológico y del suelo- han despertado sentimientos contradictorios de respeto, admiración y temor en el hombre, fruto del simbolismo que se les concedía.

Así, por su aspecto poderoso, el árbol fue divinizado antes de la aparición de dioses antropomorfos y después suele asociarse a algunos de tales dioses. Por su parte, el bosque, profundo, silencioso, misterioso evocaba la idea de las divinidades, el respeto, el temor, el misterio y cuando los dioses se humanizan muchos bosques se transforman en templos y se convierten en bosques sagrados de aquellas divinidades. Escribe al respecto Séneca en sus Cartas Morales a Lucilo: Estos bosques sagrados poblados de árboles añosos y gigantescos cuyas ramas se entrelazan ocultando el cielo, la frondosidad y el misterio de la selva, la impresión que produce en nosotros esta sombra profunda que se extiende en lontananza, ¿no nos sugiere la idea de que allí reside un dios? O comenta Plinio: No menos que en las estatuas divinas en las que resplandece el oro y el marfil, adoramos a los bosques sagrados, y en ellos el silencio mismo.

Pero también es verdad que, aunque admirable y sagrado, el bosque es un lugar hostil, es el antipaisaje, donde el horizonte se pierde y no se pueden ver las estrellas; refugio de fieras o bandoleros, lugar para visitar, pero no para vivir; hogar de ermitaños, en el punto del mundo más alejado de la civilización. La foresta era lo que estaba fuera, alejado de los lugares habitados, lo más apartado de la civilitas en ambiente, y donde se podían encontrar hombres feroces[23]. A pesar de ello, la compleja realidad del bosque se resiste a ser encajonada en el simple dilema paisaje/antipaisaje y se convierte en evocación paisajística por excelencia cuando se observa que en la más primitiva cultura con sensibilidad hacia el paisaje que se conoce –el taoismo chino- la primera palabra que designa al propio paisaje es “shen-sui”, en la que se une agua y monte, o sea, el bosque.


Seleccionadas  metáforas literarias e iconográficas sobre el bosque andaluz

El bosque paisaje fundante e imagen de la madre naturaleza

En dialéctica compensación respecto de su carácter tenebroso u hostil, el bosque se constituye en paisaje fundante, cercano y acogedor para quien lo conoce y lo vive a diario como Antonio Parrón Camacho, pastor y  vecino del mundo mariánico sevillano con el que se siente poéticamente identificado, describiendo con maestría machadiana el rostro humedecido de sus bosques en un atardecer otoñal[24]:

Mientras la noche eriza sus escamas
sobre el hondo barranco atardecido
y el viento del otoño por las ramas
ha dejado el carámbano dormido,
las tiernas florecillas de retamas
son lágrimas de sol entristecido.
En el rostro invernal de la arboleda,
el beso eterno de la tarde queda.

Porque el bosque, como el otoño, como la noche o como la sombra, es –a la vez- vacío y plenitud, es fin y comienzo en el eterno ciclo de la luz, es metáfora sublime de la madre naturaleza. Así penetra José Ángel Valente en el bosque fecundante, querido y temido, a través de su poema “Declinación de la luz”[25]:

¿Cómo podría adentrarme más en este otoño,
como podría a lo menos visible
entrar desde los oros
de tu feraz recogimiento, madre
naturaleza?

El sueño de los arces vuela
del amarillo al rojo incorruptible.

Sobre las encendidas hojas
cumple la luz su ciclo
oscuro y cede a la impalpable
fecundación
-oh luminosa noche-
de la sombra

Con ese mismo sentido de respeto, cariño y misterio que cualquier acercamiento a un paisaje fundante exige, penetra Paco Broca (2001) con sus metáforas pictóricas en los castañares de la sierra de Huelva o Mari Pecino (2004) con su metáfora fotográfica en el tarifeño bosquete de melojos de los Llanos del Juncal:

 

 

Figura 9. Paco Broca. El castañar.

 

Figura 9b. Mari Pecino. Bosquete de melojos.

 

Y Federico García Lorca,  siempre brillante y atrevido, se siente franciscanamente unido al bosque y a su floresta de quienes aprende, a quienes interroga y con quienes se identifica en estas escogidas estrofas de un largo poema de 1919[26]:

…Aprendí secretos de melancolía,
dichos por cipreses, ortigas y yedras;
supe del ensueño por boca del nardo,
canté con los lirios canciones serenas.
En el bosque antiguo, lleno de negrura,
todos me mostraban sus almas cual eran:
el pinar, borracho de aroma y sonido;
los olivos viejos, cargados de ciencia;
los álamos muertos, nidales de hormigas;
el musgo, nevado de blancas violetas.
…Yo comprendo toda la pasión del bosque:
Ritmo de la hoja, ritmo de la estrella.
Mas decidme, ¡oh cedros!, si mi corazón
Dormirá en los brazos de la luz perfecta.
…¡Conozco el misterio que cantas, ciprés;
Soy hermano tuyo en noche y en pena;
Tenemos la entraña cuajada de nidos,
Tú de ruiseñores y yo de tristezas!
…¡Oh laurel divino, de alma inaccesible,
Siempre silencioso,
Lleno de nobleza!
¡Vierte en mis oídos tu historia divina,´
Tu sabiduría profunda y sincera!
…¡Oh gran sacerdote del saber antiguo!
¡Oh mudo solemne cerrado a las quejas!
Todos tus hermanos del bosque me hablan,
¡sólo tú, severo, mi canción desprecias!


El bosque en la frontera, como refugio, defensa y despensa

Profundo, salvaje y misterioso, el bosque es también frontera, refugio, defensa y lugar de emboscados. Desde Sherwood, bosque caducifolio atlántico de aquel emboscado Robín Hood, parecido o idéntico al bosque de leñadores de Caperucita Roja o al de Blanca Nieve y sus enanitos -pasando por la selva ecuatorial africana o bosque de Tarzán o por la taiga de Dersu Usala y la laurisilva de Gorilas en la Niebla- y hasta llegar a los fantasmas y emboscados atraídos mágicamente por el bosque gallego o cantábrico, animado literariamente por Wenceslao Fernández Flores y cinematográficamente por Rafael Azcona y José Luís Cuerda, los hechos históricos y las narraciones se han ido mezclando para construir el elaborado tópico o metáfora del bosque como refugio y defensa.

El guardabosques y novelista andaluz Juan Pino Palma ha efectuado una magistral lectura de obras clásicas de Cervantes o Vicente Espinel para escribir su relato -“Nubes en el corazón”[27]- situando en el bosque de la Sauceda (Parque Natural de Alcornocales) una especie de república utópica durante el siglo de oro español. Allí –en el corazón de las nubes, en el mundo de Juan Lobón, que, en palabras de Luís Berenguer, no está en los mapas, sino según se va, tirando para arriba, en la encrucijada de los que nunca perdieron la fe en sus destinos-  hallan refugio y cabida quienes buscan satisfacciones fuera del alcance del orden establecido. El Roque Amador –seudónimo tras el que se oculta el capitán desaforado Pedro Machuca- gobierna la ínsula boscosa de la Sauceda, según sus leyes y normas, lo que supone un imperdonable desafío para el mayor poder de la tierra en aquellos momentos. Doña Merguelina de Aybar, dama de la corte de Felipe II conocida por su audacia y hermosura, se ve forzada a dejar España con su marido por motivos poco confesables. Tras graves incidentes con los piratas en el Estrecho de Gibraltar, la dama recala en la Sauceda donde se ampara bajo la protección del capitán de aquellos bandoleros, dando lugar a una leyenda paralela a la de Robin Hood y su Lady Mariam, en este particular Sherwood en que se constituye el bosque mediterráneo con influencia atlántica de la Sauceda, en el actual Parque Natural de los Alcornocales.

De aquellos caracteres atlánticos de la Sauceda, relacionados con las humedades y  nubosidades permanentes y con la frondosidad de su arboleda, dan cuenta también las  miradas creativas de las figuras 10 y 10b.

 

 

Figura 10. A. Gordillo (2004). Privilegio.         

 

Figura 10b. Díaz Galeote (2004). Quejigal de la Sauceda desde Pico Montero (fragmento).

 

Pero, además, el bosque es refugio y defensa porque puede ser también despensa. Así, la encina o quercus ilex, deriva su apellido de electus (escogido) pues parece que su fruto fue el primero elegido por los hombres para su manutención: “Antes de que se comenzase a utilizar los cereales, los hombres primitivos de alimentaban de bellotas”, dice San Isidoro en sus Etimologías, XVII, 7. Por otro lado, el nombre de fagaceas, familia que incluye a robles, castaños y hayas, proviene de fagia, en griego phagomai (comer).

En otros lugares y paisajes boscosos de esta variopinta región, Manuel Moya, uno de los mas reconocidos creadores literarios actuales de la Sierra Morena onubense, prologa una Antología del grupo poético Aljife mostrando –desde su Fuenteheridos, pueblo sin horizontes abiertos, rodeado de árboles, tapias y suaves laderas- esta semblanza, amplia y detallada a la vez, de los bosques serranos onubenses en “Palabras para Aljife”[28]:

La Sierra…es una región boscosa, cambiante en su paisaje, estremecida y propicia tanto a la intimidad como a la niebla, atenta por igual al tesón del hombre como a la enigmática caligrafía de sus caminos. A quienes por ella andamos y sufrimos no se nos oculta cuánto hay en esta tierra de don y de estremecimiento. Pero no está reñida, que se sepa, la orgullosa belleza de nuestros bosques  con su tensión dramática, la bondad de sus aires con su estricta desazón interior, la copiosa luz de sus huertos o dehesas con su fulgor de incertidumbre. Así también, como elementos entrañados en su paisaje, sus gentes calladas, inquietas, envueltas y encostradas de sí mismas, abonadas a ese vasto mundo interior donde esplende la luz severa y macerada del misterio. Y, como no, de sus poetas…

Aljife es, según lo veo yo, como el puente que llaman del Infierno, en el cruce de las Chinas (una de las muchas aldeas serranas) un puente del Infierno que  tuviera cinco ojos y en el que cada poeta explorara y vivificara su particular mirada, pero atendiendo a un mismo sentido, determinando un espacio común y a la vez diverso, imbricado, cómo no, en el paisaje matricial de la Sierra.

El más asumido estereotipo de bosque galería en la Sierra Morena sevillana es el de la Rivera del Hueznar que, además de constituirse en paisaje identificador de estos paisanos, ha sido objeto de múltiples miradas artísticas: Pintores, literatos, fotógrafos y cineastas han sabido ir captando las distintas improntas estacionales de este cambiante arroyo en bosque galería, en el que aparecen muchos parajes distintos, marcados no sólo por los árboles, sino también por el agua, las rocas, las cuevas y las edificaciones artesano-industriales. Este bosque, acogedor y generoso, es descrito como refugio, defensa y despensa -a través de uno de sus molinos- por Sánchez Chamorro, en su novela Viaje en el tiempo por la ribera del Huéznar[29]:

El molino de los Nogales, donde vivía el amigo de mi abuelo, era un hermoso lugar, todo rodeado de nogales, cerezos, membrilleros y otros árboles frutales muy bien cuidados, con su pequeña huerta y también con una parra a la entrada... Se encontraba a más o menos medio camino de San Nicolás del Puerto y de la Estación de Cazalla, en un lugar cercano a la fábrica de luz llamada de El Martinete... y de la cueva de Los Tobales, llamada así porque eran unas como cavernas hechas en las piedras y terrenos de toba por el agua del Huéznar, y que antaño se decía que fueron refugio de bandidos célebres. Por aquellos lugares, el cauce del Huéznar se hacía muy bravío, con torrentes, terraplenes y despeñaderos encajonados entre los cerros que daba miedo mirarlos, mayormente en las épocas de crecida. Con la fuerza que allí tenía el agua del río, era lugar muy propio y aparente para molinos y batanes y otras industrias de esa clase.

Todos aquellos elementos, en los que se mezclan las típicas funciones de un bosque humanizado, son también recogidos iconográficamente por José Mª Labrador, pintor asentado en  Nerva (Cuenca Minera de Riotinto-Huelva)  e identificado desde 1916 con la lucha social minera y exponente de la generación del 27, que -en su Paisaje serrano de alcornoques y encinares junto a un arroyo entre roquedales, de la figura 11- se decanta por una plástica colorista y densa de herencia “fauvista”:

 

Figura 11. J.Mª Labrador (1921) Fuente entre árboles.

 

En el extremo opuesto de Andalucía, los bosques de Cazorla, Segura y la Villas, variados y repoblados, constituyen el mayor y más alto parque natural de la región y son cuna del padre Guadalquivir. Todas ellas son cualidades dignas de connotaciones literarias y pictóricas especialmente significativas de la Andalucía bético-alpina y fronteriza. José Gómez Muñoz, poeta de Cazorla, considera a sus paisajes como El Último Edén, desde donde puede hablar con Dios directamente y sin distorsiones[30]:

Por la senda que recorre al barranco oscuro, / poniéndose el sol,/ esta tarde he subido con mi vida a cuestas/ y en la cañada de las madroñeras viejas /y el tapiz del verde musgo,/ me he parado a coger tres piñas secas/ y al mirar al arroyo, desde el balcón del viento,/ te he visto a Ti sosteniendo mis pies/ y regalándome el vital aliento

Tanto el bosque híbrido y complementado con campos cultivados, imagen típica de la montaña media mediterránea en Cazorla, como los pinares de los montes altos -fuente primera de la madera en Andalucía- quedan bien recogidos en las figuras 12 y 13, cuadros anónimos y correspondientes a un concurso popular celebrado en 2007, sobre pintura rápida de aquellos paisajes:

 

Figura 12 Concurso pintura rápida 2007. Tierras de Cazorla.

 

Figura 13. Concurso pintura rápida 2007. Pinar en Cazorla.

 

Pero será de nuevo Federico García Lorca, el poeta andaluz por antonomasia, quien despida esta metáfora del bosque como frontera y refugio con algunos fragmentos de su poema “Manantial”[31], en los que  no sólo se refugia en el bosque, sino que se convierte en chopo centenario, para intentar entender al agua:

Yo me incrusté en el chopo centenario
con tristeza y con ansia.
Cual Dafne varonil que huye miedosa
de un Apolo de sombra y de nostalgia.
Mi espíritu fundióse con las hojas
y fue mi sangre savia.
En untuosa resina convirtióse
la fuente de mis lágrimas.
El corazón se fue con las raíces,
y mi pasión humana,
haciendo heridas en la cruda carne,
fugaz me abandonaba.

…¿No podrán comprender mis dulces hojas
el secreto del agua?
¿Llegarán mis raíces a los reinos
donde nace y se cuaja?
Incliné mis ramajes hacia el cielo
que las ondas copiaban,
mojé las hojas en el cristalino
diamante azul que canta,
y sentí borbotar los manantiales
como de humano yo los escuchara.
Era el mismo fluir lleno de música
y de ciencia ignorada.


El bosque original ahuecado, domesticado, simbolizado y colonizado: De chaparral a dehesa,  a ejido, a monumentos naturales  y a bosque colonial

En un territorio con carencia estructural de agua, como es la mayor parte de Andalucía, el bosque más genuino –como se ha visto en la primera parte- es el constituido por las quercíneas perennifolias (encinares y alcornocales), cuyo escaso periodo vegetativo no les permite el lujo de perder sus hojas, porque no podrían recobrarlas. Bosque que, cuando es muy denso apenas llega a la categoría de arbóreo y se queda en arbustivo: los innumerables topónimos de chaparrales en Andalucía dan testimonio de tal pobreza. La encina carrasca  (Quercus rotundifoliae), típicamente andaluza es una adaptación a tales circunstancias limitantes y tiene su máximo competidor en otra encina cercana, de manera que la sabiduría humana, que condujo al ahuecamiento de los chaparrales y a la configuración de la dehesa –a modo de sabana-, es la que ha ido consiguiendo que muchos de aquellos chaparros arbustivos primigenios sean hoy bellas encinas arbóreas.

Pensar en espacios naturales vírgenes en estas latitudes, como en bosques vírgenes andaluces o mediterráneos es un atrevimiento, que toma caracteres de grotesco cuando se traduce en gestión forestal conducente a reconstruir por aquí los densos bosques originales de quercíneas. Los que han podido permanecer en biotopos de rincones limitantes a la presencia humana  (Barrancos de las sierras de Cazorla y Segura o de Grazalema –figura 14-  y Ronda, Arroyo de las Rocinas o Canutos de Alcornocales) constituyen hoy auténticas reliquias o fósiles de otros tiempos, como ocurre también con los pinsapares de Benamahoma o de la sierra de la Nieves.

 

Figura 14. Díaz Galeote (2004).Valle de Tavizna en Grazalema.

 

De los demás bosques potenciales de la geografía andaluza, la inmensa mayoría, ha ido desapareciendo al socaire de la cultura y la civilización o adaptándose a sus exigencias. De manera que los grandes chaparros o encinas solitarias -El chaparro de la Vega, en Coripe o La Encina del siguiente soneto de Antonio Parrón[32]-, rodeados de tierras campiñesas o campos serranos, suelen ser hoy especialmente considerados como retazos o huellas de aquellos bosques primigenios y, como prueba de ello, algunos son calificados como “monumentos naturales”, otros son  reconocidos por sus nombres y sus portes y otros llegan a ser cantados por poetas y creadores:

Una tormenta derrumbó a la encina
en un pequeño valle solitario,
su corazón rojizo y centenario
se pudre entre la sombra y la neblina.

Revelan sus entrañas la rutina
de la lluvia. Un viejo calendario
de páginas resecas. Y un precario
desgarrón de madera blanquecina

es ya todo lo poco que le queda.
En las noches oscuras del invierno
suena el viento en su tronco deshojado,

como un ronco gemido en la arboleda.
Y en la hojarasca, un ramito tierno
heredará la clara que ha dejado.

Pero los restos del viejo bosque no sólo están presentes en los árboles solitarios de las campiñas, sino también en las herrizas, cantadas por José Antonio Muñoz Rojas como refugios de la hermosura y reinos de la libertad, en una de sus memorables prosas poéticas sobre “Las cosas del campo”[33]:

Refugios de la hermosura, herrizas, únicos lugares donde la Naturaleza hace de las suyas bellísimas. Da gloria tras tanto campo arado, tras tanto olivo compuesto, tras tanto surco ordenado, tras tanto habar sin libertad, este puro reino de la libertad y la hermosura que son las herrizas. Gracias a que Dios puso piedras sobre las lomas y a las piedras sólo Él las labra a fuerza de poder y florecen de hermosura. ¡Oh carrascas!¡Oh acebuches!¡Oh coscojas!¡Oh torvisco, romerales, tomillos y lentiscos! ¡Oh toda mata áspera! ¡Oh silvestre libertad! Y donde menos se espera, en la rendija de dos piedras, en el minúsculo horadamiento de la roca, allí una tierra increíble donde crece el narciso silvestre, amarillo y aromoso, y el lirio blanco y azul, casi ángel de las flores.

Ya quedan pocas, pero ¡qué bien pagan estas herrizas la subida áspera, qué recompensa la de las piedras generosas dando frutos de belleza! ¡Oh reino donde el arado no llega ni se hunde la planta del hombre! ¡Oh reino que bien pudiera compararse a la libertad!

Las dehesas o bosques ahuecados y convertidos en explotaciones agro-silvo- pastoriles, con su apariencia de sabana y su reconocida sabiduría ecológica, son hoy los bosques más extendidos por las sierras y presierras andaluzas y constituyen en sí mismas unas auténticas metáforas del bosque culto y de la inteligencia compartida. Así lo entienden (figuras 15 y 15b) dos creadores enamorados de la Sierra de Huelva que los acoge: Patxi Serveto (2008) con su homenaje fotográfico a las dehesas y Paco Broca (2001) con su metáfora pictórica del alcornocal recién descorchado.

 

 

Figura15. Dehesa. P. Serveto (2008).

 

Figura 15b. Alcornocal. P. Broca (2001).

 

Pero quedan todavía unos restos de antiguas dehesas incrustadas en muchos casos en los cascos urbanos de los pueblos andaluces: los ejidos. Parajes comunales cuya función, eminentemente autárquica, era la de mantener al ganado de carne para el abastecimiento de la población a lo largo del año y que hoy suelen ser parques urbanos o espacios abiertos cercanos a los núcleos habitados y sedes anuales de las ferias y fiestas locales.

No obstante, y sin pretender provocar, hay que reconocer que quizás el bosque colonial sea el más presente en la Andalucía actual. Aquel bosque que no se merece tal nombre sino el de explotación forestal, porque ha sido producto de una decisión repobladora normalmente vinculada a las necesidades nacionales de madera, celulosa o papel. Choperas, eucaliptales y pinares llenan las tierras más endebles o encharcadizas del territorio andaluz, siendo objetos tanto de recriminación puritano-ecológica como de creatividades y connotaciones estéticas interesantes. El Majadal, es el nombre virtual que Juan Villa otorga en su ya citada Crónica de las arenas al poblado de Cabezudos, uno de los núcleos de repoblación forestal posbélica de los arenales del entorno de Doñana[34]:

Ocurrió cuando aquel mundo se estrenaba. Comenzaban por entonces a tomar cuerpo los experimentos de los holandeses en forma de flexibles arbolitos de olor penetrante, y la hermosa casa de la plantación era cada vez más visitada por activos señores de hablar oscuro que echaban el día paseando y tomando notas por el arboreto junto a don Pedro y don Tomás, que no cabían en el pellejo de satisfacción. Sus cálculos habían resultado. Aquella tierra malsana e ignorada era óptima para plantar eucaliptos y extraer de ellos maderas y esencias de calidad.

Jorge Camacho (2002) y Adolfo Piche (1991) se han encargado de convertir también aquellos pinos –que detienen dunas- y eucaliptos –que resultaron después excesivamente exóticos y enemigos de la virginidad añorada- en las bellas metáforas iconográficas de las figuras 16 y 16b.

 

 

Figura 16. Pinares en médanos J.Camacho (2002).

 

Figura 16b Eucalipto. A. Piche (1991).

 

Porque en el Mediterráneo -paradigma de lo híbrido y lo domesticado según González Bernaldez, F.[35]- todo se adopta y termina adaptándose, como ha ocurrido ejemplarmente con los pinares del litoral de Doñana, antiguamente sede de un denso bosque de sabinas y enebros y, desde mediados del siglo XVIII, cuna de un bosque de corrales dunares, cuyos pinos mueren y nacen en función del avance de miríadas de sílice que, empujadas por el viento, los digieren y, a su vez, los polinizan[36]. Las dunas móviles de Doñana y los pinares de sus corrales constituyen hoy un prodigio de naturaleza, publicitada como virginal, pero real y paradójicamente configurada por la mano del repoblador que la ha colonizado y convertido en paisaje por muchas miradas creativas, como la fotográfica de Jorge Camacho, la pictórica  de Regla Alonso y la literaria de Francisco José Cruz[37]:

 

 

Figura 17. Cruces de Doñana. J. Camacho (1994).

 

Figura 17b. Duna y corral.  R. Alonso (1994).

 

Maneras dunáticas

I
Avanza, ¿avanzan?, sin rostro.
Atónitos pinos esperan / (ni asombro, ni alarma)/
la ciega insistencia del viento/que arrea  a las masas/
de seres de cuerpos cambiantes/ y misma constancia.
Los pinos se quedan adentro/de formas en marcha/
y, al cabo de un tiempo invisible,/ las cruces señalan/
la eterna quietud de los pinos/ (son palos de nada)/
y al dócil rebaño que empuja /con manos fantasmas.
Lo tierno y terrible en la arena/ se mezclan y agrandan/
el cuerpo infalible y sonámbulo/ de obedientes masas/
que el viento, como nadie, lleva/ guardando distancia/
entre unas y otras, sin fin,/ del todo a la nada.

II
¿Y si son los pinos,/ en verdad, los que avanzan hacia/
montañas de arena,/  apoyados en sus raíces?
Andan cuando nadie los mira,/ tal vez, renqueantes/
por viejos y enormes. Van/ enfilando el bosque,/
sin prisas y absortos, buscando/ entrar hasta el fondo/
de las inabarcables dunas/ y aguardar allí/
 a que el tiempo insomne los deje/ sin ramas ni rostro.
¿Y si son los pinos/ los que, por propia voluntad,/
cansados deciden/ enterrarse para perder/ la vida, sin más,/
porque piensan que ya no tienen/ que decirnos nada?
Puede que los pinos/ anden cuando nadie los ve,/
por no despertar/ la sospecha de que los hombres/
ya no son los únicos/ seres que se mueven erguidos/ al  pisar la tierra.


A modo de conclusiones

En esta aproximación a los paisajes del bosque en Andalucía, se ha partido de una consideración del paisaje como realidad medial o trayectiva entre los polos de lo objetivo y lo subjetivo y, por lo tanto, como interacción entre unos espacios geográficos -con sus limitaciones dificultades y recursos- unos marcos vitales o territoriales -con sus redes, nodos y superficies ordenados en el tiempo- y unos discursos culturales de una comunidad humana, cuyas interpretaciones y creaciones van revelando sus claves comprensivas, que se transmiten mediante imágenes o metáforas.

Se ha ido demostrando –en una primera instancia y mediante el recurso a los estudios botánicos más significativos de la escala regional- que, por razón de una naturaleza climática y biogeográficamente situada en la frontera entre lo templado y lo subtropical, el bosque potencial presente en el espacio geográfico andaluz es el tipicamente mediterráneo. Como producto biogeográfico, tal bosque se caracteriza por ser muy diversificado, pero necesariamente adaptado a unas circunstancias de escasos periodos de crecimiento vegetativo y, consecuentemente, dominado por estrategias de xerofilia,  perennifolía y fosilización.  En definitiva, unos ecosistemas cuyas situaciones climácicas estarían constituidas por un extenso encinar achaparrado, con variantes atlánticas de acebuchales y alcornocales y manchas de coníferas serranas, en algunos casos relictas –como los pinsapares-, quedando lo marcescente y lo cadufolio en algunos rincones húmedos o en las riberas de ríos y arroyos.

Pero en cualquier rincón de nuestro planeta y sobre todo en un territorio tan poblado, domesticado y civilizado como es el andaluz hay que entender que lo climácico responde fundamentalmente a un ejercicio académico, ya que los procesos históricos han ido conduciendo a la configuración de aquellos bosques potenciales en territorios forestales en cuyas superficies, redes y nodos han ido dejando sus huellas las sucesivas comunidades humanas, creando países con sus órdenes territoriales sucesivos y paisajes con sus culturas contextuales específicas. De manera que los actuales paisajes del bosque en Andalucía han ido adquiriendo sus configuraciones objetivas mediante la acumulación de capas territoriales, en las que -a modo de palimpsesto u hojaldre- se han ido superponiendo capacidades técnicas, discursos paradigmáticos, normas legales de usos y costumbres para responder a la cobertura de necesidades más o menos urgentes y a distintas percepciones identitarias, connotativas y simbólicas.

Algunos textos antiguos y medievales y sus posteriores lecturas e interpretaciones nos han permitido plantear hipótesis evolutivas del bosque en Andalucía, concretadas en distintos hitos o momentos de los que hemos mostrado la importante deforestación ya constatada por Estrabón, Plinio o Cesar; el papel rehabilitador de ciertos bosques por parte de la cultura visigótica en la que convergen las consideraciones positivas del árbol y de las propiedades colectivas; la diversidad de bosques medievales condicionada por la permanencia de dos civilizaciones cuyos órdenes territoriales y percepciones del bosque son distintos y de una frontera, cuya consolidación como tierra de nadie durante algunos siglos propicia una recuperación de la vegetación natural explicativa de que gran parte de aquella medieval franja fronteriza cristiano-nazarí esté hoy ocupada por espacios naturales protegidos.

El apoyo del primer estado moderno unitario español a la ganadería se constituye en criterio determinante de otro proceso de destrucción del bosque,  pero las posteriores necesidades de madera para mantener la potencia naval del estado ilustrado jugarán en la dirección repobladora y administradora. Los documentos de tal administración de los bosques españoles por la marina nos han permitido una nueva aproximación a los tipos de bosque en Andalucía en la segunda mitad del siglo XVIII. Esta larga historia secular de procesos opuestos en relación con los bosques tiene también sus expresiones más contemporáneas en el contexto desamortizador de bienes públicos y la consecuente y responsable tarea repobladora asumida por el cuerpo profesional de los ingenieros de monte, así como en el reciente estado autonómico cuyos Planes Forestales de Andalucía terminan configurando lo que hoy puede ser considerado como paisajes del bosque o paisajes forestales en esta región mediterránea.

Pero los paisajes implican experiencias vividas y se conciben sustancialmente como inteligencia compartida de tradiciones y culturas creativas que suelen transmitirse mediante metáforas literarias o iconográficas. Tal convicción justifica el tercer y fundamental apartado de este artículo en el que se hace converger a los dos anteriores –o sea al espacio potencialmente boscoso y a los distintos territorios reales del bosque en Andalucía- en algunas de sus comprensiones emocionadas que han ido convirtiendo tales espacios y territorios en paisajes. Y, se ha utilizado  un método hermenéutico y exegético que, sin ser exhaustivo ni taxonómico, nos ha permitido seleccionar algunas de las valoraciones paisajísticas del bosque en la cultura homologada de la Andalucía contemporánea, mostrando tres núcleos de sentido o universo de significado de sus paisajes para la cultura territorial andaluza: El bosque como paisaje fundante e imagen de la madre naturaleza; el bosque en la frontera, como refugio, defensa y despensa y el bosque original ahuecado, domesticado, simbolizado y colonizado. Tres atributos que se repiten en literatura y en pintura y que comprenden y sintetizan evidentes valores del bosque en Andalucía y de algunos de sus más conspicuos componentes paisajísticos.

 

Notas

* Este trabajo se ha elaborado en el marco del Proyecto de Investigación CSO-12225-C05-05, financiado por el Ministerio de Investigación, Ciencia e Innovación y titulado: Unidades básicas de paisajes agrarios de España. Identificación, delimitación, caracterización y valoración. La España meridional andaluza.

[1] Berque, A., 2009.

[2] Caballero Sánchez, J.V., 2007, 2009, 2010, 2012 y López Gómez, C., 2012.

[3] Ojeda Rivera, J.F., 1989.

[4] Rivas Martínez, S., 1987.  Este investigador ha marcado una época en los estudios de series de vegetación en España, pudiéndose afirmar que sus esquemas y mapas -tras una veintena de años- siguen constituyendo la fuente básica de las investigaciones en series españolas de vegetación potencial o climácica. Aquellos primeros esquemas de pisos bioclimáticos y mapa de vegetación potencial  en Andalucía (reproducidos en nuestras figuras 2 y 3) fueron adelantados en una publicación francesa de 1982 (citada en la bibliografía) y quedaron bien desarrollados en sus Mapa y Memoria de Series de Vegetación de España (ICONA, 1987). De las investigaciones posteriores en Andalucía del Dr. Rivas Martínez, queda un artículo referido a la escala regional y publicado en Journal of Biogeography 24, 1997, que firmó junto a un grupo de jóvenes botánicos andaluces.  Las posteriores investigaciones andaluzas en torno al tema de bosques climáticos o potenciales a escala regional han sido desarrolladas fundamentalmente por el equipo granadino del profesor Valle Tendero (Fitosociología, Cartografía y Dinámica Vegetal: Modelos de Restauración de la Vegetación. Código del Plan Andaluz de Investigación RNM207)  autores -entre otras muchas publicaciones (Arrojo y otros 2007, Valle y otros, 2007)- del Mapa de Series de Vegetación del Atlas de Andalucía (Tomo 2, cap.11), Junta de Andalucía 2005, en cuya introducción declaran explícitamente que “el Mapa que se reproduce respeta escrupulosamente el elaborado por Rivas Martínez (1987), habiéndose llevado a cabo sólo un ajuste cartográfico de series climatófilas y geoseries a la base cartográfica utilizada en este tomo del Atlas de Andalucía” (2005, p. 147).

[5] Marañón, T. y Ojeda, J.F., 1998.

[6] Ortuño, F. y Ceballos, L., 1977.

[7] Los estudios previos al Plan Forestal de Andalucía (P.F.A.) se inician en 1985 y en 1989 se aprueba y comienza a desarrollarse, con una vigencia de 60 años y con revisiones aproximadamente decenales de su cumplimiento y adaptaciones sucesivas de sus objetivos y propuestas.

[8] Schulten, A., 1958.

[9] García de Valdeavellano, L., 1973, p. 170-172.

[10] Carlé, M.C., 1976.

[11] López Ontiveros, A. y otros, 1987.

[12] Bauer, E., 1980.

[13] Esta caracterización de los personajes del drama de los comunales como el establecimiento de la secuencia en cuatro fases del secular proceso de enfrentamiento de intereses en relación con el futuro de los montes comunales y públicos (a la que se aludirá inmediatamente, en la nota 16) se han convertido en tesis clásicas de la historia forestal española, desde que J. Sanz Fernández  las desarrollase en capítulos de la conocida obra que edita, en 1985 y 9986 y junto a Ramón Garrabou, sobre Historia Agraria de la España Contemporánea 2, p.193-228.

[14] Gómez Mendoza, J., 1992.

[15] González de Molina, M.  y Ortega Santos, A., 2000.

[16] Sanz Fernández, J., 1986, Historia Agraria de la España Contemporánea 3, p. 142-170.

[17] Gómez Mendoza, J.  y Mata Olmo, R., 1992.

[18] Villa, A.A. y Ojeda, J.F., 2005.

[19] Esta tercera adecuación plasma los objetivos específicos y necesidades del sector forestal andaluz, cuya incidencia en el ámbito rural lo sitúa como un pilar básico desde el punto de vista de la competitividad y la cohesión territorial. La necesidad de asegurar la estabilidad de las masas forestales andaluzas y su aprovechamiento sostenible en aras de dar respuesta, de un lado, a las demandas sociales de bienes y servicios y, de otro, a preservar sus funciones ambientales, ha hecho imprescindible la planificación y ordenación de la política y gestión forestal andaluza…Para ello se han tenido en cuenta las nuevas circunstancias físicas y socioeconómicas que caracterizan en este momento el territorio andaluz, así como los efectos y experiencias puestos de manifiesto a lo largo de la vigencia y desarrollo del Plan y, con estas referencias, orientar en el buen camino las propuestas de actuación que hagan reales los resultados esperados… La previsión total de inversiones de las distintas Administraciones vinculadas a la gestión forestal   (en unos momentos de ya reconocida y profunda crisis) es de 2.444.986.364,96 €”  (Consejería de Medio Ambiente. Boletín Electrónico Andalucía Forestal, nº 3. Enero de 2011).

[20] Villa, Juan, 2005, p. 237.

[21] Kessler, M., 2000.

[22] Roger, A., 1997.

[23] García Abril, A., Yoldi, L., y Canga, J.L., 1989, p. 109-111.

[24] Parrón Camacho, A., 2004, p. 80.

[25] Valente, J.A, 2006, p. 368.

[26] Poema Invocación al Laurel, dedicado a Pepe Cienfuegos en 1919 por Federico García Lorca, recogido en el texto del Círculo de Lectores, 1976, p. 119-121.

[27] Pino Palma. J., 2001.

[28] Moya, M., 1996,  p.10.

[29] Sánchez Chamorro, M., 1999,  p. 3-5.

[30] Gómez Muñoz, J., 2008. <www.ibubok.com/libros>.

[31] Poema Manantial, de Federico García Lorca, 1919, recogido en el texto citado en la bibliografía, 1976, p. 110-114.

[32] Parrón Camacho, A., 2004, p. 59.

[33] Muñoz Rojas, J. A., 1999, p. 27-28.

[34] Villa, Juan, 2005, p. 156.

[35] González Bernáldez, F., 1992, p.42-67.

[36] Drago, J., 2002, p. 23.

[37] Cruz Pérez, F., 1998. Texto inédito, cedido por el autor en páginas fotocopiadas.

 

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© Copyright Juan F. Ojeda Rivera, 2012. 
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Edición electrónica del texto realizada por Jenniffer Thiers.

 

Ficha bibliográfica:

OJEDA RIVERA, Juan F. Paisajes del bosque en Andalucía. Caracteres, hitos y emociones. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 10 de octubre de 2012, vol. XVI, nº 416. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-416.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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