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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVI, núm. 418 (73), 1 de noviembre de 2012
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

PENSAR EL MUNDO A TRAVÉS DE LA GEOGRAFÍA: UN CAMINO RECORRIDO EN LA CONSTRUCCIÓN DE UNA “GEOGRAFÍA POSIBLE”

Conferencia con motivo de la entrega del Premio Internacional Geocrítica 2012

Ana Fani Alessandri Carlos
Universidad de São Paulo


“Que las palabras estén de acuerdo con la vida”
Séneca.

Qué puedo decir sobre mi trayectoria académica que ha ido articulando, a lo largo de tres décadas, enseñanza e investigación? El acta que me concede este premio parece dar respuesta, de forma irreprensible a esa pregunta, dando visibilidad a mi trayectoria, lo que me dejó inmensamente agradecida.

Pienso aquí agregar algunas ideas sobre el modo en que vengo pensando mi actividad; es decir, cómo la Geografía puede permitir un conocimiento de mundo y qué dirección escogí. Inicialmente es necesario afirmar que entiendo la universidad como el locus privilegiado, aunque no el único, de la construcción de un pensamiento sobre el mundo real que, a mi parecer, tiene fuerza transformadora. Lugar de ejercicio de la libertad, la universidad contribuye a la formación de la ciudadanía, esa idea norteó mi práctica académica.

Saramago nos previene de que “el hombre nacido de la mujer es escaso de días y rico en inquietudes”. Inquietudes, necesarias –y yo las tengo a montones- pero insuficientes para hacer avanzar el conocimiento. Con todo, no deja de ser un punto de partida nada despreciable para lanzarnos a los caminos del descubrimiento. Así, la inquietud se suma a la necesidad de realización de un gran esfuerzo de investigación, ya que, como afirma Reclus[1], el pensamiento que aprehende la realidad debe trabar una lucha contra la inercia que lo hace refugiarse en opiniones ya prontas.

Siempre estuvo presente en mí la idea de que el camino del descubrimiento de un mundo en constante transformación se impone casi como una misión. El esclarecimiento sobre este camino me obliga a establecer, inicialmente, un punto de referencia, de modo de localizar mi historia particular en el conjunto más amplio de la construcción de un pensamiento sobre la realidad brasilera a partir de la Geografía. Mi recorrido académico no fue el de justificar una Geografía, sino el de descubrir su potencia, sin desconsiderar sus límites en el conjunto de las ciencias humanas, por su condición de ciencia parcelaria. De este modo, es menester pensar que el conocimiento apunta hacia la totalidad que impone, a todos, la necesidad de superar las fragmentaciones necesarias, pero no absolutas, del acto de conocer, señalando la necesidad de pensar la Geografía en una totalidad más amplia del pensamiento y del mundo. En el plano de la actividad de investigación también nos encontramos con las diferentes posibilidades de comprender el mundo a través de la Geografía, sin que ninguna de estas aparezca como verdadera o falsa, sino como tentativas de construcción de una comprensión sobre el mundo.

Debo confesar, que de forma osada y peligrosa, mi camino jamás evitó el riesgo, porque lo comprendo como sinónimo de libertad. De igual manera, mis actividades de investigación y enseñanza siempre caminaron juntas –ambos campos reales de realización de este ejercicio. Pero, hoy, la exacerbación de la especialización, que rompe la unidad del conocimiento, y la postura que hace de la eficiencia y la competencia (cualidades intrínsecas de la burocracia) quesitos para la realización de la actividad académica, levantan barreras al debate y generan el prejuicio contra la teoría –cualidad de tiempo lento de la reflexión que se opone frontalmente a la instauración de la lógica del mercado que ha ido invadiendo la universidad, trayendo con ella la intolerancia y el prejuicio.

En gran medida, hay prejuicios e inmensas dificultades en aceptar la diferencia, lo que es irónico, ya que la universidad es el lugar precipuo de la reflexión que se hace en la y por la diferencia como momento necesario de la construcción del conocimiento, en la medida en que éste contempla su propia crítica.

Mi camino, por otro lado, desemboca en la constitución de una Geografía radical –que he llamado metageografía– como exigencia de un movimiento de superación de una Geografía en crisis en el mundo moderno. El camino de esta geografía crítica, tiene por objetivo detectar las relaciones espaciales en el origen de las relaciones de producción de la sociedad, evidenciar la necesidad de superación de la separación teoría/mundo social, apostando a las contradicciones como movimiento de comprensión de la realidad, lo que no exime, sino que más bien propone, una fundamentación filosófica para el tratamiento de la realidad por la Geografía.

Mis investigaciones comenzaron con una cuestión aparentemente simple, pero que me ha costado décadas de trabajo en intentos de responderla. Después de terminar el curso de graduación en Geografía, en la segunda mitad de los años 70, fue devastador verificar que los cuatro años de estudios no habían contribuido, satisfactoriamente, a la comprensión de lo que podría ser entendido por “espacio geográfico” –cuestión que acabó dando origen a mi tesis de maestría. En los años de formación geográfica me enfrentaba a la idea de que la geografía aparecía como una posibilidad de comprensión del mundo a través del análisis de la localización y distribución de las actividades y de los hombres en la superficie de la tierra, definiendo patrones de diferenciación espacial. Con esta postura, la Geografía se limitaba al mundo fenoménico, dejando en un plano secundario los contenidos más profundos de esta acción sobre la tierra y de los sujetos de esa acción. El filósofo Paul Ricoeur[2] demuestra esta orientación cuando escribe que en Francia, la geografía de Vidal de la Blache valorizó las nociones de medio, modo de vida, cotidianidad (…) una geografía en el sentido de que su objeto es, ante todo, lugares, paisajes, efectos visibles en la superficie terrestre de los diversos fenómenos naturales humanos (…) El lado humano es marcado por los conceptos de origen biológico, célula, tejido, organismo (…) la preferencia por la descripción expresada en el florecimiento de las monografías regionales”.  Orlando Ribeiro[3] en su “Geografía y civilización”, corrobora esta orientación al escribir que las formas, los sitios, los paisajes, constituyen el campo de trabajo del geógrafo, pero completa, de una manera tendenciosa, “partiendo de la observación él asciende hasta el hombre”.

En esta contingencia la dimensión de localización de los fenómenos produjo, y todavía produce, la correlación inmediata de la Geografía a la localización de los fenómenos a punto de definir el término geografía. Aunque necesaria, esa perspectiva, presenta limitaciones. Inmersa en la materialidad impuesta por la idea de la distribución de las actividades y de los grupos humanos en la superficie de la tierra, aprisionada a la descripción de los lugares, la geografía acabó por naturalizar los procesos históricos. Pero no sólo eso. Lacoste escribe, en los años 70, que la mayor parte de los geógrafos teorizaba “lo menos posible, y se satisface afirmando, sin ningún pudor, que la Geografía es una ciencia sintética (…) tales declaraciones exprimen contemporáneamente la ignorancia de las características no menos sintéticas de las disciplinas a las cuales los geógrafos recurren, su aislamiento (…) y su escasa preocupación por problemas teóricos, aún aquellos más elementales que todas las ciencias tuvieron que enfrentar y, en ciertos casos, hace más tiempo. Muchos geógrafos no disimulan su desprecio por las consideraciones más abstractas (…) y hacen de esto un mérito, declarando su predilección por lo concreto"[4]. Esta crítica generó cuestionamientos profundos en ese período de la historia y arribó con fuerza en la Geografía que se hacía en Brasil, principalmente en Rio de Janeiro y San Paulo, donde se cuestionaba el modo en que los geógrafos construían su ciencia y, con esa postura, se abría la posibilidad de la superación del análisis de la localización en la búsqueda de sentido y contenido de las actividades humanas.

Inicio con este debate, entonces, el momento en el que ingreso al curso de Geografía de la Universidad de San Paulo, marcado por el debate en torno a la renovación de la geografía –cuyos vientos soplaban desde los Estados Unidos y Francia –y que va a influenciar mi trayectoria así como a delimitar mis preocupaciones. La llamada "geografía crítica", que caracterizó este período en Brasil, trae perspectivas proficuas para pensar el sentido de la geografía en el análisis del mundo moderno, y la responsabilidad social del geógrafo. Es también central en mi formación, la localización del Departamento de Geografía en el seno de la Facultad de Filosofía de la Universidad de São Paulo, abriendo las perspectivas a los encuentros que el libre tránsito con los otros departamentos permitía en los cursos ofrecidos, en el contacto en reuniones de todo tipo. El espíritu de esa Facultad creó el suelo fértil para pensar los conflictos vividos en la realidad y la posición del investigador en ese contexto histórico.  

Este ambiente académico, me permitió cuestionar el procedimiento que aplana el conocimiento geográfico sintetizándolo como pura objetividad y abrir la reflexión en busca del fundamento de la explicación del mundo, posible a través de la Geografía. De este modo, el aspecto esencial de la Geografía, el tratamiento de la localización de las actividades del hombre, de un grupo humano, se abre para pensar la actividad del hombre, que además de localizarse es capaz de organizar un espacio. En un segundo momento, la reflexión me condujo a pensar el pasaje del enfoque del análisis de la organización del espacio hacia el de la producción del espacio. Se supera, en este movimiento, la reducción de la geografía a la localización de los fenómenos sin, no obstante, ignorarla. En ese camino, se desplazó el foco de las actividades en el espacio hacia la producción del espacio y así se iluminaron los contenidos sociales del espacio.

En el plano de la geografía, la exigencia teórica permeó el debate y produjo avances importantes, cuyos fundamentos le permitieron consolidarse como ciencia social, apoyándose en el materialismo histórico, permitiendo pensar/construir el pasaje del espacio en su dimensión de localización de los fenómenos en dirección a la consideración de la relación dialéctica sociedad-espacio, por la mediación del trabajo – dato central del proceso de constitución de esta “nueva geografía” como un modo de entender la realidad brasilera.

Pero este momento también traía la necesidad de la crítica de esa orientación, no siempre predestinada a la comprensión de la totalidad de la realidad social, lo que significa, que está instalada, hasta hoy, la necesidad de la construcción de un conocimiento crítico como condición para la construcción de un entendimiento del mundo moderno en su totalidad, lo que no se hace porque la Geografía nos pone ante los límites de las ciencias parcelarias, cuya especialización tiende a limitar el campo de los problemas, poniendo la necesidad de la superación del campo disciplinar nacido de la división de tareas de la investigación sobre el mundo. Así, el camino de la construcción del pensamiento geográfico se encuentra en la posibilidad de elaboración constante de un pensamiento crítico que permita pensar su papel en el proceso de desvendar del mundo moderno, superando incesantemente la dimensión empírica. Pensar el espacio como proceso de producción social implica pensar el hombre por entero, en su dimensión humana y social, en su posibilidad de resistir/intervenir en el mundo como sujeto. Tal abordaje permite vislumbrar el espacio como una de las producciones del hombre, lo que significa también afirmar que la producción del espacio es inmanente a la producción de la constitución de la humanidad del hombre.

La comprensión según la cual la Geografía es una ciencia esencialmente social - que, infelizmente, no encuentra unanimidad entre los geógrafos - señala la preocupación por el análisis de la sociedad, cuya finalidad es desvendar las relaciones entre la sociedad y el espacio. Relación esta esencialmente productora, objetivando la realización de la reproducción de la vida. En su condición de sujeto de la acción, esa sociedad mantiene, por lo tanto, una relación activa con la naturaleza; a través de la cual se va constituyendo un conjunto de producciones dirigidas a la reproducción de la especie – como momentos civilizatorios. Una de ellas es la producción del espacio. En esa perspectiva es posible pensar que la sociedad, a través de una actividad productiva, transforma la naturaleza en algo que le es propio. Lo que también le confiere al espacio una dimensión histórica, por que la sociedad, a lo largo del proceso histórico, se va constituyendo, extendiendo su actividad por la faz de la tierra, produciendo espacios. De este modo el espacio puede ser comprendido como momento de la construcción de la humanidad del hombre concretamente, como práctica socio-espacial, señalando la indisociabilidad entre la producción del hombre y la producción del espacio. Y aquí la Geografía asume una tarea más amplia, volviéndose hacia la comprensión de la realización de la vida, concretamente, a través del espacio.

La Geografía, al producir un conocimiento sobre la producción del espacio, aporta una contribución importante al esclarecimiento del movimiento del mundo moderno. Esta producción, analizada en sus contenidos sociales, permite vislumbrar el movimiento que lo transforma en mercadería, un paso necesario para la comprensión de los conflictos sociales que aparecen, como la lucha por la vivienda, por el transporte público, por infraestructura urbana, por la tierra para el cultivo, etc.

Por lo tanto nuestra presuposición es que el acto que produce la vida es, al mismo tiempo, el acto que produce el espacio en tanto que objetividad y subjetividad. En esa dirección desarrollamos la tesis según la cual el espacio, comprendido en su movimiento, se define como condición, medio y producto de la reproducción de la sociedad[5]. Lo que significa afirmar que la práctica socio espacial revela la condición objetiva de la existencia humana – en sus alienaciones. También revela, además de esta objetividad, la subjetividad contenida en la conciencia que viene de esta práctica, una práctica que revela dramáticamente, hoy, las crisis originadas en las cisiones profundas que puntúan la vida cotidiana.

Esta concepción de espacio contempla la relación teoría-práctica, lo que significa la construcción de la dialéctica constante entre el plano de la vida (realizándose como práctica socio espacial), el de las condiciones objetivas de la existencia del individuo en dirección a su realización (superando cisiones y alienaciones) y el del conocimiento. Por lo tanto, trata-se de la indisociabilidad entre el conocimiento y la realidad, entre espacio como concepto y práctica socio espacial. Así, pude establecer el camino de la comprensión del mundo moderno – una tarea que no siempre es fácil - que me obligó a sumergirme en los contenidos filosóficos del término “producción".  Esta perspectiva implica llevar la noción de espacio a un nivel superior, permitiendo descubrir el contenido social que fundamenta la producción del espacio como movimiento continuo de la historia.

El análisis del espacio pasaría, así, a tener una doble determinación –es localización de las actividades, locus de producción, pero es, también, expresión y contenido de las relaciones sociales y producto social –con sus contenidos civilizatorios –lo que significa decir que ni el individuo, ni el grupo, viviría sin un espacio apropiado. En esta condición, el espacio es producto social e histórico al mismo tiempo, en que realidad inmediata, pasado y presente están imbricados (sin dejar de contener el futuro que emerge como condición de vivencia de los conflictos). El pensamiento, por lo tanto, no concibe sólo la producción material –la morfología espacial-, sino, necesariamente, el conjunto de los procesos y relaciones sociales que dan contenido y sentido a la praxis. El proceso es, así, objetivo, y camina hacia la objetivación en tanto que realización del hombre en sociedad. La naturaleza del espacio es, por lo tanto, social en su fundamento. Esta perspectiva de análisis, a partir del espacio banal, real es el punto de partida para la construcción del entendimiento del proceso de reproducción de la sociedad en todos sus niveles, señalando la perspectiva espacial como elemento analizador de la realidad. El acto de desvendar el contenido del mundo moderno pasaría, consecuentemente, por la discusión sobre la reproducción continuada del planeta, en su condición de inacabamiento[6], centrado el análisis del movimiento contradictorio de la realidad.

Sumergirse en la comprensión dialéctica del mundo como camino hacia la construcción de una teoría capaz de explicitarlo aparece en el horizonte como una perspectiva no-negligenciable. El método dialéctico, como método de pensamiento –iluminando el lazo entre teoría- como forma de aprehender la realidad –y práctica social, entre concepción del mundo y la acción social que lo transforma, me permitía pensar la realidad en el movimiento del devenir –posibilidad del pensamiento utópico como realización de la esencia perdida del hombre (su libertad creadora, su emancipación ante las condiciones que lo esclavizan, bajo nuevas formas). El camino, sin embargo, no es simple, dado que no existe, como punto de partida, un conjunto de presuposiciones, por lo tanto, tampoco existen modelos de análisis –focalizando la vida real tal cual es, con sus mediaciones.

Éste es el camino central de mi trabajo académico, que sitúa la noción de producción del espacio en el centro del pensamiento que pretende desvendar la realidad. De este modo, la exigencia de una interpretación materialista del espacio –y consecuentemente del tiempo –permite avanzar hacia la producción del espacio encontrando, no sólo sus contenidos y fundamento, sino también el sujeto productor en sus condiciones históricas determinadas. La centralidad de la producción del espacio trajo el cuestionamiento de categorías de análisis geográficas. Es decir, situar la noción de producción del espacio en el centro del debate trae exigencias teóricas que no siempre pueden ser fácilmente superadas.

En primer lugar, la historia de la construcción del pensamiento geográfico permite vislumbrar el desplazamiento del análisis de la noción de “medio geográfico” hacia la de espacio como producción civilizatoria, iluminando sus contenidos sociales. En segundo, la “noción de producción” impone, como necesidad, pensar los contenidos del término “producción”, indicando un pasaje necesario de la noción de organización del espacio hacia la de producción del espacio. En tercer lugar, nos permite pensar los sujetos de esta producción, lo que llevó al cuestionamiento del concepto de población.

En su sentido más profundo, el análisis de la producción del espacio, hoy, revela una contradicción importante entre su proceso de producción social (del espacio) y su apropiación privada, esto porque en una sociedad fundada en el intercambio, la apropiación del espacio, él mismo producido, como mercadería reproductible, define los accesos. Esta contradicción tiene como una de sus determinaciones las estrategias del Estado, que, a través de sus acciones, busca la producción de un espacio dominado, en conflicto con los usos del espacio que buscan la reproducción de la vida. Una contradicción que la práctica espacial revela, como norma. Conviene señalar que el Estado, en sus alianzas con los sectores productivos de la sociedad, tiene un papel importante en la reproducción del capital, que se revela en la práctica como segregación socio-espacial. En este sentido, se desdobla la contradicción fundante de la producción espacial, iluminando la orientación de las necesidades económicas y políticas, determinando la reproducción del espacio de la vida social. La producción del espacio revela también la existencia de la propiedad, una de las condiciones que explicitan la desigualdad social revelada en las formas de uso y modos de apropiación del espacio como separación y diferenciación de grupos y clases sociales ante la lógica de la reproducción de la riqueza social. En su forma abstracta, la propiedad privada señala la alienación en la práctica permeada y sostenida por cisiones profundas. La existencia de la propiedad propone la separación sujeto (que produce y transforma) y objeto (producto de la acción) así como las relaciones constitutivas de esa separación que se enfrentan con la racionalidad capitalista donde la valorización orienta la finalidad de la producción del espacio.

En el plano de la investigación, la construcción de un camino posible para pensar el espacio como producción medio y producto de la reproducción social, me condujo al análisis de lo urbano, de la realidad urbana que se generaliza en el mundo moderno, imponiendo la constitución de una nueva problemática. En esta perspectiva, se torna necesario entender el conjunto de los procesos y relaciones sociales que hacen de la ciudad el campo de consolidación de la racionalidad fundada en la reproducción siempre ampliada del capital, -bajo el comando del estado –al mismo tiempo que, contradictoriamente, es lugar de la realización de la vida humana en todas sus dimensiones.

La producción del espacio urbano revela, desde el punto de vista de la producción espacial como momento de la acumulación, dos momentos. El primero, en que el espacio producido se vuelve mercadería, asentado en la expansión de la propiedad privada del suelo urbano en el conjunto de la riqueza. La producción del espacio urbano, bajo el capitalismo, transforma el sentido de la ciudad por el movimiento de su producción en tanto mercadería transformando profundamente la vida urbana. En esta condición, el espacio se revela en su valor de uso y de cambio como momento necesario de la acumulación capitalista, orientando las formas de intervención en la ciudad, teniendo como objetivo la realización de los procesos de valorización.  De este modo, el espacio fragmentado por el sector inmobiliario, entra en el circuito de producción de la riqueza, sea a través de la producción de espacios urbanos como condición de los momentos de realización del ciclo del capital, sea a través de la construcción de la infraestructura necesaria para la acumulación, o aún a través de la construcción de viviendas. La industrialización, no sólo construye la materialidad del espacio, con sus usos y formas de acceso, sino también un modo de percibirlo. Pero el proceso de urbanización se generalizó, el desarrollo de la industria permitió la instauración del mundo de la mercadería, su extensión desplazó la problemática de la industria hacia la ciudad. La industrialización produjo la urbanización.

Un segundo momento, que es derivado de la superación del primero, sin, no obstante, extinguirlo, se refiere al movimiento de pasaje de la hegemonía del capital industrial a la del capital financiero, redefiniendo el sentido del espacio que asume también la condición de producto inmobiliario y, así, da un nuevo sentido a la acumulación. El espacio, o mejor dicho, su producción, se torna el momento importante de la acumulación en el mundo moderno.

Esos momentos revelan que el capitalismo se realiza hoy a través de la reproducción del espacio. Sus estrategias orientan y aseguran la reproducción de las relaciones en el espacio y, a través de él, los intereses privados de los diversos sectores económicos de la sociedad que ven en el espacio la condición de realización de la reproducción económica –aquí los lugares de la ciudad aparecen como lugares de la infraestructura necesaria para el desarrollo de cada actividad, en particular, de manera de entrever una ecuación favorable a la realización del lucro. Pero cada fracción de capital actúa según su lógica (ya sea contraponiéndose, o articulándose para realizar, prontamente, su fin que es la reproducción constante), bajo la orientación del sector financiero –el proceso de valorización, como fundamento y horizonte de la reproducción, se realiza en el contexto de los cambios en el sentido del espacio en este proceso.

La acumulación se refiere al proceso de producción de la mercadería – ya sea material o inmaterial- el proceso de reproducción engloba este plan para superarlo en dirección a la comprensión de la reproducción social dentro y fuera de la fábrica, extendiéndose a la ciudad, a lo político, a sus relaciones con lo económico, al plano de las relaciones sociales, contemplando el universo de la vida cotidiana como práctica socio espacial. Aquí se trata del proceso de abstracción del espacio y del tiempo que, transformados por las nuevas estrategias de reproducción del capitalismo, caracterizan la modernidad contemporánea. Ese proceso de abstracción invade la vida, sometiéndola a los modelos éticos y culturales de un nuevo orden. Aquí, la tendencia a la constitución de un mundo globalizado se depara con la autonomización de los momentos de la vida, aprisionada en un individualismo exacerbado bajo la égida de los movimientos constitutivos del valor de cambio. Así, la reproducción del espacio repone constantemente la dialéctica entre apropiación/propiedad privada justificada por los poderes jurídicos como fundamento de la segregación y en el papel disciplinante del Estado en relación a la construcción de instrumentos de control del espacio, de direccionamiento de las inversiones.

Se camina, así, a la producción abstracta del espacio, donde la contradicción valor de uso/valor de cambio, con la imposición del segundo término sobre el primero, señaliza la constitución de una “sociedad terrorista” donde las opresiones, no reconocidas, asedian la vida, regularizándola, ordenándola, dirigiéndola, reduciendo la contestación al silencio, por haberla criminalizado.

A su vez, la orientación de las políticas espaciales reponiendo constantemente, en el mundo moderno el valor de cambio por la concentración de la propiedad privada –en sus variadas formas –señala la contradicción centralidad/segregación como contenidos nuevos de la relación centro/periferia, como movimiento de extensión del tejido urbano. Esas contradicciones como momentos necesarios del movimiento del proceso de producción del espacio capitalista, explotan en conflictos.

Como consecuencia de ese proceso, la ciudad se construye como exterioridad, vivida con extrañeza, porque los productos de la producción humana se autonomizan, dotados de potencia reaccionan a la vida en la ciudad. La práctica socio espacial revela la dimensión de la producción del espacio, como negación de la apropiación, puesto que dominada por el valor de cambio – como condición de la existencia y extensión de la propiedad privada que vacía el uso y define las estrategias de las políticas urbanas en la dirección de la realización de la reproducción social. La práctica socio espacial en la ciudad va a realizar/revelar las fragmentaciones de la vida (del individuo) y de la ciudad. Lo cotidiano es la instancia que liga espacio-tiempo y que revela el vaciado y debilitamiento de las relaciones sociales en la ciudad –la pérdida de referencias, el aislamiento, las cisiones a las cuales la vida está sometida en espacio-tiempos separados, funcionalizados. Sin embargo, el hombre “tiene necesidad de actuar, de producir, de crear para existir humanamente, pero las condiciones de vida se oponen a eso. En conflicto, la reproducción de la vida entra en choque con las políticas que producen la ciudad en la dirección de la realización de la reproducción política y económica (no sin conflictos entre esos dos planos) produciendo la ciudad como fragmentación de lugares y momentos de la vida urbana.

Así, la problemática urbana en el mundo moderno contempla la teoría de la alienación, actualizada por el proceso que produce la ciudad como exterioridad, percibida como extrañamiento, concebida como norma. De este modo, la historicidad, al producir la reproducción del capital como alienación produce su otro: las luchas de clase se desdoblan y amplían (no sin inmensas dificultades). En este momento es posible afirmar que la lucha de clases se realiza como lucha por el espacio y revela, hoy, la extensión del capitalismo que dejó el lugar del trabajo para inmiscuirse y determinar todos los momentos y todos los espacios-tiempo de la vida cotidiana. Las luchas –que señalan urgencias dado que no hay vida sin un espacio apropiable –evidencia la concentración de la riqueza –en sus varias formas –tanto en el campo como en la ciudad –señalando la explosión de las antiguas relaciones ciudad-campo y haciendo urgente el debate sobre los accesos diferenciados al suelo y a la tierra por la existencia y desarrollo de la propiedad privada que recibe nuevos contornos con el desarrollo del agronegocio y de las renovaciones urbanas, por ejemplo. Así, si el desarrollo del hombre genérico reside en el pleno desarrollo de sus capacidades creadoras como realización de virtualidades, la historia muestra aquello que frena este proceso: la producción desigual en una sociedad de clases fundada en la concentración de la propiedad y de la riqueza, que hace a la ciudad una exterioridad en relación al ser social.

La comprensión de este proceso revela la necesidad de una crítica profunda al Estado cuyo poder se ejerce a través del espacio, como dominación política normatizando su uso por la dirección y jerarquización de las inversiones en los lugares de la ciudad, una vez que éstas objetivan la superación de las contradicciones inherentes al pleno desarrollo de la acumulación del capital. Por lo tanto, tomo aquí el camino inverso de los análisis que ven en la acción del Estado y en el redireccionamiento de las políticas públicas para el plano social la solución a los grandes problemas enfrentados en las ciudades.


El plano del saber: la metageografía

El proceso de investigación es aquel que levanta preguntas. Las transformaciones del mundo contemporáneo necesitan, por lo tanto, ser explicitadas, sus fundamentos aclarados. Un dilema particularmente llama la atención de los investigadores y requiere explicaciones: ante el increíble desarrollo de la técnica que amplía las posibilidades de acción, nos deparamos con la profundización de las desigualdades, producto del aumento de la acumulación y concentración de la riqueza, sedimentando un escenario de crisis profundizada.

Ante estos cambios y la necesidad de explicitarlos una pregunta se hace inevitable: ¿cuál es la potencia y los límites de la Geografía como ramo del saber para desvendar esa situación crítica? Si es posible atribuir a la Geografía una preocupación con el análisis espacial delimitando así un campo pertinente de investigación en el conjunto de las ciencias sociales; ¿de qué modo la geografía produce un conocimiento de las nuevas dinámicas espaciales de las sociedades contemporáneas /con qué contenidos? Es decir, ¿cómo los geógrafos reflexionan sobre el mundo en tiempos de crisis?  

Desde el punto de vista de la producción del saber, a mi entender, también se instaura una crisis. Inundada por pensamiento neoliberal, que impone la eficiencia y la competencia –calidad intrínseca a la burocracia –como objetivo último, el vaciado del tiempo lento de la reflexión sometido al tiempo veloz que nos hace “producir por producir” sometiendo la actividad de investigación a las exigencias del mercado, viene reduciendo la capacidad de respuesta de la Geografía de ir a la raíz de los procesos actuales. Ésta, no raramente, ve sus contenidos ensombrecidos con la producción de un saber técnico en perjuicio de un conocimiento que desvende el mundo al mismo tiempo que ilumina las situaciones que bloquean las vías capaces de superar las contradicciones vividas. Esa situación vuelve a levantar la cuestión del papel del geógrafo en la comprensión de la sociedad actual y sus contribuciones a la construcción de un proyecto de sociedad.  En un sentido más amplio, se trata de pensar el lugar de la geografía en la explicación de la realidad.

El reconocimiento de un estado de crisis da la geografía y en sus límites de ciencia parcelaria, de comprender el mundo moderno, me llevó a presentar la necesidad de un pensamiento crítico y radical, capaz de cuestionar el modo en que algunos producen la Geografía del mundo de hoy en dirección a lo que he tratado como metageografía.

La idea de una “metageografía” aparece como hipótesis de investigación como posibilidad de, a través de la crítica al pensamiento establecido, en el plano de la Geografía, realizar la crítica de la producción teórica sobre el mundo tratando de entender, en profundidad, la dinámica contradictoria del mundo. Es la construcción del pensamiento como momento crítico, objetivando ir más allá de la investigación fragmentaria y, al mismo tiempo, volviéndose hacia la comprensión de la praxis como lugar de los residuos. El desafío de una geografía crítica, a mi entender, es el de superar las cisiones resultantes de la profundización de sus especializaciones, por la comprensión de la praxis en su totalidad –las relaciones sociales realizándose a través del espacio en su totalidad –cuestionando la lógica capitalista que orienta la producción continua de la ciudad y el saber sometida a las nuevas leyes del mercado, buscando modelos de coherencia. En fin, haciéndose productiva. Así, la crítica a la geografía señalaría un plano superior al de la metageografía, enfrentando las limitaciones de la Geografía como ciencia parcelar, introduciéndola, como pensamiento fragmentario, al movimiento del proceso general del conocimiento –como crítica al pensamiento establecido.

Cuando me refiero a la “metageografía” no pretendo, con eso, fundar otra Geografía, ni tampoco crear una nueva subdivisión de la geografía, es, más bien, la propuesta de un camino teórico-metodológico de superación del estado de crisis en que se encuentra la disciplina. Ésta puede ser pensada como el camino en busca de los fundamentos de la Geografía, como ciencia social, en que se localizarían las bases de constitución en lo humano, en un retorno a la filosofía. El punto de partida, ya anunciado, es el entendimiento de la producción del espacio como momento de la construcción de la humanidad del hombre, revelándose como espacio-tiempo de la actividad que produce el hombre y el mundo; las condiciones objetivas de la existencia del ciudadano en dirección a su realización, superando cisiones y alienaciones, así como la producción alienada del espacio.

En esa dirección incluye una investigación sobre lo posible – legado de Marx que significa la unidad de lo real y del conocimiento, de la naturaleza y del hombre, que explora la totalidad en devenir. Un devenir que surge en el interior del pensamiento y se abre para lo mundial. Por lo tanto, el desvendar de la espacialidad de la sociedad, involucra la posibilidad de pensamiento utópico.

La metageografía propone, así, una nueva inteligibilidad, proporcionando un punto de partida: donde la actitud crítica y la reflexión radical se presentan como atributos indispensables para la comprensión del mundo moderno en su totalidad. El análisis involucra, por lo tanto, la exigencia de un momento crítico –como el de la interrogación, de la búsqueda de la totalidad como necesidad de superación de las fragmentaciones a las cuales el pensamiento está sometido. En los términos de una meta-geografía es posible trazar un camino de cuestionamientos, imponiendo superaciones en relación: a)a la atomización de la investigación cada vez más invadida por el tiempo rápido; b)a la subyugación al saber técnico que instrumentaliza el planeamiento estratégico realizado bajo la batuta del Estado, justificando su política; c)a la reducción de la problemática espacial a la de la gestión del espacio, con el objetivo de restituir la coherencia del proceso de crecimiento; d) al discurso ambiental que vacía la relación sociedad-naturaleza, identificando la dimensión social e histórica de la producción del espacio a su dimensión natural. Así, cuestionar la estructura contractual en que reposa nuestra sociedad en dirección a la constitución de un derecho capaz de superar la contradicción en que se funda la producción espacial – producción social / apropiación privada, realizando lo social en torno a la realización de las posibilidades plenas de la apropiación del espacio.

El camino de una metageografía exige, por lo tanto, la construcción de un proyecto de “sociedad nueva” fundada en una “ciencia renovada” capaz de poner en el centro del debate las necesidades de la realización de la humanidad del hombre libre de las ideologías y representaciones provenientes del mundo de las cosas, manipulado por la comunicación mediática y por el Estado, captando las posibilidades existentes en un mundo en transformación, como totalidad realizándose, hoy, como mundialidad, excediendo, abriendo el camino teórico necesario para elucidar la dialéctica del mundo. En esa dirección, el análisis del espacio se presenta como revelador de las relaciones sociales; su producción y el camino de su reproducción Pensar en esta dirección significa pensar en el futuro de la Geografía – en dirección a un horizonte respondiendo cuestiones que emergen de lo real para comprenderlo en sus contenidos más profundos.

Éste es el camino, no siempre fácil, está siendo profundizado a través de mi trabajo, que se está desdoblando en el GESP –grupo de investigación de geografía urbana crítica radical –como posibilidad de una crítica al capital y a las siempre renovadas “formas de lucro”, así como a las nuevas formas de sumisión del individuo a lo económico, el empobrecimiento de lo humano aprisionado al universo de las cosas orientadoras de las necesidades que se encuentran travestidas en deseo, saciadas en el plano del consumo. Lo negativo es la búsqueda de la producción de un conocimiento que trabaje con las contradicciones vividas, desmitificando las lógicas y racionalidades de la reproducción social sometida al capital. De ahí la necesidad de una Geografía capaz de construir un pensamiento crítico, que desmitifique la misión civilizadora del capital –proyecto moderno que hoy juzga posible un desarrollo armónico contra el de la emancipación del sujeto colectivo, haciendo del conocimiento una fuerza productiva.


¿Una conclusión posible?

Si una conclusión es posible, lo que nos parece central es el compromiso del pensamiento crítico con el desvendamiento de la lógica de la reproducción de la sociedad capitalista reducido hoy a críticas periféricas de una izquierda intelectual que localiza en el Estado el proyecto de transformación de la sociedad.

La fe en el estado, en la posibilidad de que su acción y existencia sean capaces de situarse como único proyecto posible, señala la victoria de la lógica contra la dialéctica. Significa creer en el capitalismo como posibilidad de establecer los términos de superación de la condición del hombre como consumidor, lo que nos pone delante de un futuro sombrío. Como recuerda Sève[7] vivimos el momento donde el capital “autoproclamado gestionario del planeta, da libre curso a su tendencia constitutiva: la subordinación, sin freno, de los sujetos humanos a su majestad, la tasa de lucro. En un aforismo que nos toca, hoy como ayer, en el sentido más profundo. Marx escribía en 1844 que la depreciación del mundo de los hombres aumentaba en relación directa al mundo de las cosas. Éste continúa siendo el desafío a ser enfrentado.

A mi modo de ver, lo negativo se localiza hoy en la construcción de un proyecto que busca la transgresión del orden vigente legitimada y justificada porque nada parece contradecirla, imponiendo el capitalismo como destino final de la humanidad.

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La tarea de escribir sobre mi trayectoria me hizo pensar en Séneca. En su libro “sobre la brevedad de la vida” Séneca se ocupa de la cuestión del uso del tiempo de la vida y sobre sus contenidos para concluir que su plena realización se da por la filosofía como recurso libertador. Es decir, la filosofía como arte de vida (ars vitae). A mi entender, el acto de conocer crea también esta posibilidad, creando un contenido diferenciado para mi vida. Hice de la Geografía esta posibilidad, sin, no obstante, dejar de lado la pasión que es parte del acto de conocer, iluminando aquello que la racionalidad esconde.

“La pasión no es un obstáculo para el conocimiento. Es el camino hacia él” (Passoti)

 

Notas

[1] Elisée Rreclus. O homem e a terra in Élisée Reclus. Org. Manoel Correia de Andrade. São Paulo: Editora Ática, 1985.

[2] Paul Ricoeur. A memória, a história, o esquecimento. Campinas: Editora Unicamp, 2010, p. 1.260.

[3] Orlando Ribeiro. Geografia e Civilização. Lisboa: Livros Horizonte, 1992, p. 10.

[4] Lacoste, la geographie in marxismo e Geografia, Maximo Quaini, Paz e Terra, Rio de Janeiro, p. 26.

[5] Tesis desarrollada en el libro A (re)produção do espaço urbano: o caso de Cotia. São Paulo: Editora da USP, 1986.

[6] Ana Fani Carlos. A condição espacial. São Paulo: Editora Contexto, 2011.

[7] Lucien Sève. L´homme. Paris: La Dispute, 2008, p. 560.

 

© Copyright Ana Fani Alessandri Carlos, 2012.
© Copyright Scripta Nova, 2012.

 

Ficha bibliográfica:

CARLOS, Ana Fani Alessandri. Pensar el mundo a través de la geografía: un camino recorrido en la construcción de una “geografía posible”. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 1 de noviembre de 2012, vol. XVI, nº 418 (73). <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-418/sn-418-73.htm>. [ISSN: 1138-9788].

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