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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. XVIII, núm. 468, 20 de febrero de 2014
[Nueva serie de Geo Crítica. Cuadernos Críticos de Geografía Humana]

 

La identidad en juego: las ligas de fútbol como espacio-tiempo para la reproducción cultural entre inmigrantes

Francisco José Cuberos Gallardo
Centro de Investigação e Estudos de Sociologia – Instituto Universitário de Lisboa (CIES-IUL)
francisco.jose.cuberos@iscte.pt

Recibido: 21 de marzo de 2013. Aceptado: 31 de octubre de 2013.

La identidad en juego: las ligas de fútbol como espacio-tiempo para la reproducción cultural entre inmigrantes (Resumen)

Los inmigrantes latinoamericanos organizan desde hace una década ligas de fútbol en la ciudad de Sevilla (Andalucía, España). En torno a estas ligas cientos de personas se reúnen cada fin de semana, organizados en equipos y campeonatos. Las ligas demuestran ser un potente dispositivo para la reproducción de un conjunto amplio y diverso de identidades culturales importadas desde los países de origen de los inmigrantes. Para entender el potencial de estas ligas en la reproducción cultural de los inmigrantes es preciso caracterizar las coordenadas espacio-temporales en que operan. A través del método etnográfico podemos describir estas coordenadas, que responden simultáneamente a la potencialidad trasnacional de los flujos culturales globales y a la precariedad que los inmigrantes padecen en su incorporación a la ciudad.

Palabras clave: inmigración, trasnacionalismo, reproducción cultural, espacio-tiempo, paisaje étnico.

Identity at Stake: football leagues as a space-time for cultural reproduction among immigrants (Abstract)

During the last decade Latin American immigrants have been organizing football leagues in the city of Seville (Andalusia, Spain). Hundreds of people gather every weekend around these leagues, organized into teams and championships. The leagues prove to be a powerful device for reproduction of a wide and diverse cultural identities imported from the home countries of immigrants. In order to understand the potential of these leagues in the cultural reproduction of immigrants, it is necessary to characterize the space-time coordinates in which they operate. Through ethnographic method we describe these coordinates, simultaneously responding to potential transnational global cultural flows and to deprivation which immigrants suffer when joining the city.

Key words: immigration, transnationalism, cultural reproduction, space-time, ethnoscape.


En este artículo abordamos el análisis de unas ligas de fútbol organizadas por inmigrantes en la ciudad de Sevilla. Nos interesa particularmente discutir el papel que estas ligas juegan en tanto dispositivo para la reproducción de un conjunto amplio de identidades culturales importadas de los países de origen. A través de la descripción etnográfica de este caso, pretendemos estimular el debate sobre las pautas de reproducción cultural entre los inmigrantes y, por extensión, sobre el lugar que la identidad de origen ocupa en el proceso de inserción en la sociedad receptora.

A lo largo de la última década, cientos de inmigrantes residentes en Sevilla han conformado un sistema de ligas de fútbol que goza de gran reputación entre ellos. En esas ligas participan cada fin de semana personas originarias en su gran mayoría de diferentes países de Latinoamérica. Las ligas ofrecen a estos inmigrantes un lugar donde hacer deporte. Pero en las ligas también ponen en juego identidades culturales que tienen una importancia específica en sus vidas cotidianas.

Las ligas se articulan conformando un espacio-tiempo particular, que dota de sentido las prácticas y discursos de los migrantes que participan de ellas. El espacio-tiempo de las ligas, a su vez, es indisociable del contexto migratorio en el que se enmarca. Debemos comenzar por tanto caracterizando la forma en que el contexto migratorio impone a las ligas unas coordenadas espacio-temporales particulares. A este respecto nos interesa abordar dos dimensiones estructurantes de las migraciones actuales. De una parte, encontramos un contexto migratorio de carácter transnacional, que habilita a los inmigrantes para trazar conexiones en tiempo real con lugares distantes. De otra, observamos una incorporación precaria de los inmigrantes a los espacios y tiempos de la sociedad local en la que viven. Estas dos dimensiones tienen un efecto decisivo sobre las formas de reproducción cultural de las poblaciones inmigrantes.


La reproducción cultural de los grupos en contextos transnacionales

Por encima de sus diferencias, todos los autores que han caracterizado la etapa actual de globalización coinciden en que en ésta se produce una interconexión creciente y en tiempo real entre localidades geográficamente muy distantes entre sí[1]. Las migraciones contemporáneas se inscriben en un mundo marcado por el movimiento constante y por la velocidad en los intercambios. Los flujos trasnacionales de personas, mercancías, capitales, ideas e información no sólo facilitan la opción del desplazamiento entre dos puntos fijos, sino que hacen del desplazamiento mismo un espacio estratégico para la construcción y reproducción de identidades culturales. El migrante ya no puede ser concebido como alguien que abandona definitivamente una sociedad para, posteriormente, insertarse en otra diferente. Hoy las poblaciones migrantes son grupos humanos instalados en su condición de tales, que interactúan y redefinen su identidad en torno a dicha condición[2]. Este régimen de conectividad espacial e inmediatez temporal altera de manera decisiva el debate sobre la reproducción cultural de los grupos.

Lejos de romper vínculos con sus sociedades de origen, los migrantes sostienen con ellas relaciones sociales, económicas y políticas. Autores como Nina Glick Schiller han adoptado el término "transnacionalismo" para ilustrar la emergencia de estos campos sociales que traspasan fronteras geográficas, políticas y culturales[3]. A los efectos del presente trabajo, nos interesa remarcar cómo dichos campos operan como flujos por los que circulan de manera permanente imágenes, discursos, ideas, valores y otros referentes decisivos en el proceso de reproducción de identidades colectivas. Ciertamente puede decirse que, en el contexto trasnacional descrito, es conveniente re-conceptualizar términos como comunidad, membresía o nación[4].

De cara a esa tarea, una propuesta interesante es el concepto de paisaje étnico, formulado por el antropólogo Arjun Appadurai en su trabajo “Disjuncture and Difference in the Global Cultural Economy”[5]. Con esta denominación se refiere Appadurai a la identidad de un conjunto amplio de colectivos -turistas, inmigrantes, refugiados, exiliados, trabajadores invitados, entre otros- que se definen fundamentalmente por su movimiento, esto es, por el carácter fluido de sus formas de vida[6]. Estos grupos ya no son un objeto antropológico tradicional, en la medida en que ya no están estrictamente territorializados, delimitados espacialmente ni son culturalmente homogéneos[7]. Desde la perspectiva de Appadurai, los paisajes étnicos son el resultado de una reformulación de las identidades locales en un contexto transnacional.

En ese contexto transnacional, por tanto, la formación del paisaje étnico no significa que las identidades locales desparezcan: estas identidades son rearticuladas en torno a nuevas condiciones materiales[8]. Así, las poblaciones migrantes disponen hoy de acceso directo a medios de comunicación en red, técnicas publicitarias, modas, estilos de ropa y otros variados instrumentos de homogeneización[9]. La reproducción identitaria, que antes bebía fundamentalmente de la memoria compartida por los miembros del grupo, encuentra ahora un arsenal de referentes que integran de manera permanente los paisajes de la identidad. Esos referentes vertebradores de la identidad de origen, que antes se encontraban circunscritos territorialmente al espacio geográfico de la propia sociedad de origen, hoy se incorporan a los distintos flujos culturales globales, esto es, a los distintos paisajes étnicos, mediáticos, tecnológicos, financieros e ideológicos que conectan las sociedades de origen y de destino[10]. Seguir siendo colombiano en Sevilla ya no depende exclusivamente de retener en la memoria las prácticas y discursos que uno dejó en el país de origen. Hoy esta tarea depende, fundamentalmente, de seguir tomando parte del flujo de relaciones, ideas e intercambios que define la colombianidad en la distancia.

En el contexto transnacional los migrantes tienen acceso permanente a una pluralidad de fuentes desde las que reconstruir sus identidades. La preservación de vínculos estables con la sociedad de origen facilita la activación de símbolos, discursos y prácticas que son actualizados en el marco del proceso de integración. Ahora bien, la inserción en la sociedad receptora también impone sus propias condiciones a la reproducción cultural de los inmigrantes.


La inserción en Sevilla: incorporación precaria al espacio-tiempo local

Cuando los inmigrantes reproducen sus identidades locales, lo hacen a través de prácticas concretas que se encuentran condicionadas por el régimen espacio-temporal que impone la sociedad receptora. Para entender el sentido de estas prácticas es necesario, por tanto, contextualizarlas dentro del régimen espacio-temporal en que se inscriben[11]. En el caso de Sevilla, como en muchos otros, observamos que los inmigrantes latinoamericanos se insertan en la sociedad local en condiciones de subalternidad estructural. El contexto de inserción está marcado por el acceso precario a la vivienda, la carencia de espacios públicos, situaciones recurrentes de irregularidad jurídica y pautas de inserción en mercados de trabajo secundarios[12]. Todos estos factores concurren para precarizar el acceso de estas personas a los espacios físicos y simbólicos de la ciudad, así como para dificultar el establecimiento de formas de control sobre los tiempos de sus vidas. El acceso precario al espacio-tiempo local tiene consecuencias directas sobre los modos de reproducción de la identidad.

El acceso de los inmigrantes latinoamericanos a la vivienda se ha visto fuertemente condicionado por el contexto económico de hiperinflación del precio del suelo ligado a la especulación inmobiliaria[13]. Para tener un sitio en el que vivir, los inmigrantes han de movilizar una cantidad considerable de recursos económicos, que es además mayor en relación al bajo nivel de sus ingresos. El alquiler compartido, modelos alternativos de sub-alquiler como el de “camas calientes”[14] y formas solidarias de alojamiento temporal gratuito son frecuentes entre una población siempre precaria en su capacidad de acceso estable a un alojamiento digno[15]. Dentro de estas estrategias de acceso a la vivienda es fundamental el papel de las redes migratorias. Especialmente en los primeros momentos, encontrar un lugar para vivir depende del apoyo de redes basadas en la amistad o el parentesco. La importancia de las funciones que estas redes asumen explica que los migrantes se preocupen por conservarlas, practicando para ello un refuerzo de las identidades locales y regionales en torno a las cuales suelen organizarse[16].

En cuanto al modelo de incorporación laboral a Sevilla, éste ha seguido una pauta que se ajusta razonablemente al modelo de mercados duales definido por Piore[17]. La mayor parte de los inmigrantes latinoamericanos se ha incorporado a un conjunto de sectores laborales de carácter secundario, marcados por una fuerte precariedad en los salarios, un alto grado de informalidad en la contratación y una práctica sistemática de la segmentación étnica[18]. Dicha segmentación ha sido, de hecho, decisiva en el sostenimiento de la precariedad e invisibilidad del trabajo de estas personas. Tanto las leyes económicas de la oferta y la demanda como las políticas migratorias que regulan el ritmo de entrada y asentamiento de cada colectivo nacional, se han conjugado para dar como resultado sectores laborales diferenciados que son ocupados por trabajadores inmigrantes especialmente vulnerables en sus derechos. En ámbitos como la hostelería, la agricultura o el trabajo doméstico, se observa la recurrencia de formas de dumping transnacional[19], que reproducen y perpetúan la precariedad que caracteriza a estos sectores. Lo que observamos en este punto es que el modelo de acumulación capitalista intenta activar en su propio beneficio la identidad de origen de los inmigrantes, con el objetivo de fomentar líneas de competencia entre ellos que contribuyan a abaratar el precio del factor trabajo[20]. De esta forma, es frecuente que los colectivos nacionales de más larga presencia en la ciudad vivan con incomodidad la llegada a ella de nuevos inmigrantes que, por su mayor exposición a la precariedad, están dispuestos a trabajar a cambio de salarios inferiores. La identidad de origen, como vemos, también juega un papel central en la ordenación del acceso a los mercados de trabajos de la sociedad receptora. Pero los inmigrantes, lejos de ser espectadores pasivos, desarrollan sus propias estrategias aprovechando la dimensión extraeconómica de esta segmentación, que se basa en “factores de diferenciación cultural, demográfica, étnica, de género y de condición migratoria”[21]. Nos encontramos así con que, al igual que en el acceso a la vivienda, la forja de redes basadas en la identidad cultural compartida también es una estrategia exitosa para maximizar las opciones de acceso al mercado de trabajo.

Si abordamos la situación jurídico-administrativa de los inmigrantes procedentes de Latinoamérica, encontramos que éstos atraviesan en su mayoría una primera etapa de irregularidad relacionada con la caducidad de su permiso de estancia como turistas y la ausencia de permiso de trabajo y residencia. Con el tiempo, la mayoría logra regularizar su situación. Sin embargo, la situación de crisis económica que se acentúa a partir del año 2008 ha tenido un efecto negativo entre aquellos inmigrantes sujetos a la necesidad de renovar su permiso de trabajo y residencia. A causa del creciente desempleo, es común que estas personas se vean afectadas de manera recurrente por situaciones de “irregularidad sobrevenida”[22]. Ahora bien, el impacto de la irregularidad administrativa también es desigual entre los distintos colectivos nacionales. La situación de irregularidad tiende a estar más extendida entre aquellos colectivos de más reciente presencia en Sevilla. Así, y para el caso de los latinoamericanos, la tasa de irregularidad es más alta entre los colectivos boliviano o paraguayo que entre los peruanos y ecuatorianos. La identidad de origen también tiene por tanto un peso específico en esta cuestión, esta vez en su forma de nacionalidad oficial-ciudadanía de origen. Afirmar la pertenencia a la red de compatriotas facilita las formas de apoyo mutuo ante el problema de compartido regularizar la situación en España.

De esta breve descripción se deduce que la precarización de la presencia inmigrante en Sevilla tiene efectos directos sobre los modos en que las identidades locales son rearticuladas. Dichos efectos son de dos tipos básicamente. De un lado, la precariedad a todos los niveles dificulta la construcción de formas de sociabilidad que sirvan como estructura para la reproducción cultural. Los inmigrantes carecen generalmente del tiempo, el espacio y los recursos que permitían los modos de sociabilidad propios de sus sociedades de origen. La escasez de tiempo libre, la dificultad para acceder a los espacios públicos y la necesidad de renegociar las formas de co-presencia en ellos con la población autóctona imponen restricciones evidentes a los modos de sociabilidad.

De otro lado la re-articulación de las identidades de origen, si bien es materialmente dificultada, cobra una especial importancia por su valor estratégico en el proceso de integración. En ausencia de otros recursos, se torna crucial la vertebración de redes de apoyo mutuo que canalizan información, recursos y formas específicas de ayuda[23]. Los inmigrantes necesitan activar distintas redes para maximizar sus posibilidades de éxito ante los distintos retos que plantea el proceso de integración -vivienda, trabajo, permisos de residencia y trabajo, etc.-. Las identidades locales ofrecen un gran potencial en tanto factor aglutinador que vertebra, cohesiona y carga de significado la organización social y la participación de estos agentes sociales[24]. En un contexto de formas precarias y flexibles de organización, el recurso a la identidad cobra fuerza como reacción defensiva[25].

En las siguientes páginas nos proponemos abordar cómo unas ligas deportivas pueden ser una herramienta eficaz en la estrategia de rearticulación de las identidades de origen en el contexto migratorio. Dichas estrategias se nutren de las ventajas de inmediatez y conectividad que brinda el proceso de globalización, frente a las constricciones espacio-temporales que impone el proceso de inserción en Sevilla. Necesitamos de un método de estudio que dé cuenta de las prácticas y discursos con que los migrantes afrontan la reproducción cultural en estas condiciones.


El abordaje etnográfico en el contexto transnacional

El método etnográfico nos permite un acceso directo a las prácticas y discursos de los sujetos estudiados. Sin embargo, el contexto trasnacional descrito impone unas condiciones espacio-temporales novedosas a dichas prácticas y discursos. Para llevar a cabo un abordaje etnográfico de nuestro objeto de estudio necesitamos plantear una actualización del propio método etnográfico.

Los trabajos de la Antropología clásica reflejaban poblaciones territorializadas, poblaciones cuyo un espacio propio contenía en su interior los referentes que sustentaban la identidad del grupo, y que disponían de tiempo suficiente para construir prácticas y discursos que transmitían dicha identidad de generación en generación. En esos trabajos el antropólogo debía sumergirse en un espacio acotado durante el tiempo suficiente como para registrar todo cuanto dicho espacio contenía. Esa inmersión era la que a la postre le permitía, según el célebre argumento de Geertz, convencer al lector de su verdad desde el argumento de “haber estado allí”[26]. En el caso de las migraciones actuales, sin embargo, el “estar allí” se torna imposible. Nos encontramos con grupos transnacionales que se nutren de los flujos culturales globales para rearticular sus identidades de origen en un contexto marcado por una escasez de espacios propios y de tiempo suficiente. Estas peculiares condiciones representan un desafío para la propia etnografía como método de investigación.

A la hora de abordar el paisaje étnico que se configura en torno a unas ligas de fútbol latinas, nos encontramos con estas dificultades de carácter metodológico. La principal de ellas es que el paisaje resultante involucra en muy poco tiempo a un conjunto amplio de identidades locales y regionales que proceden además de lugares muy diversos. Dichas identidades movilizan referentes que, de un lado, desbordan por completo el ámbito geográfico de observación -refieren a Bolivia, a Quito, a Santa Cruz, a la Costa peruana-; y, de otro, plantean una actualización permanente de identidades cuyos contextos culturales fueron abandonados hace tiempo. Para captar la presencia de esos referentes identitarios y para entender su sentido aquí y ahora hemos de aprehender la conexión entre las dimensiones local y global que define la espacialidad de estas ligas[27].

Para abordar estos procesos, la etnografía multilocal de George E. Marcus nos sugiere una revisión necesaria del modo en que el antropólogo ha de perseguir la aprehensión de su objeto de estudio. Y decimos “perseguir” porque de eso se trata exactamente: a diferencia de esas comunidades que la etnografía clásica abordaba en contextos espacio-temporales herméticamente cerrados, la etnografía multilocal surge de “seguir empíricamente el hilo conductor de procesos culturales” tejidos en contextos glocales[28]. El análisis de las ligas latinas de Sevilla se torna imposible si restringimos nuestro análisis al marco espacial en que se inscriben físicamente. Es tarea del antropólogo la construcción etnográfica –parcial al menos- del sistema total a partir de las conexiones y asociaciones que aparecen sugeridas en el lugar de observación[29]. Para entender las ligas de fútbol que los inmigrantes celebran en Sevilla, es preciso recoger cómo las prácticas y discursos que sustentan estas ligas engarzan con identidades referentes a la experiencia pasada en las sociedades de origen.

Frente al modelo clásico de etnografía, donde el investigador aborda desde fuera un objeto de estudio perfectamente contenido en un espacio acotado, nos enfrentamos a una redefinición del trabajo etnográfico que deriva necesariamente de los cambios profundos en las coordenadas espacio-temporales de nuestro objeto de estudio. Los límites entre dentro y fuera se desplazan y reconstruyen de manera constante[30]. Hemos de explicitar qué conductos conectan a nuestros vecinos con identidades forjadas a miles de kilómetros de distancia. Para ello, hemos de saber colocarnos en los márgenes de la acción social, y registrar los nexos que la entretejen hasta dar como resultado el paisaje latino que nos interesa.

Para construir este abordaje etnográfico de las ligas nos apoyamos fundamentalmente en un ejercicio de observación intensa a lo largo de cinco años. Nuestra presencia continuada en las canchas nos ha permitido registrar las prácticas cotidianas que los migrantes desarrollan en ellas. Se ha priorizado los ejercicios de observación, técnica que ha demostrado ser fundamental en el registro de actitudes que la gente no verbaliza fácilmente[31]. La observación también ha sido útil a la hora de acceder a discursos que la gente no suele emplear en el contexto formalizado de una entrevista. No obstante, también hemos llevado a cabo entrevistas en profundidad a los principales impulsores de estos campeonatos, con el objetivo de recoger de forma ordenada sus discursos sobre las ligas. Finalmente, se ha revelado útil la utilización auxiliar de un análisis de red que, si bien a un nivel básico, nos ha permitido contextualizar las prácticas y discursos de cada individuo en el contexto de las redes que éste integra.

Las ligas latinas de Sevilla demuestran organizarse según una lógica orientada a la reproducción de un abanico amplio de identidades de origen en un contexto espacio-temporal de precariedad. Nuestro objetivo es plasmar mediante la descripción etnográfica una estructura organizativa en la que radica, desde nuestro punto de vista, la clave del éxito de estos campeonatos entre los inmigrantes latinoamericanos.


Las ligas como espacio-tiempo para la reproducción cultural

Las canchas deportivas de San Jerónimo como espacio-tiempo alternativo a la ciudad

La población latinoamericana residente en Sevilla ha protagonizado un crecimiento intenso durante los últimos quince años. Si en 1996 Sevilla apenas contaba con 3.755 habitantes nacidos en el extranjero -0,54% de la población total de la ciudad- hoy ese número ha ascendido hasta las 51.076 -7,27% de la población total-[32]. De entre los extranjeros, destaca el número de personas de origen latinoamericano. Éstas alcanzan ya las 23.112 personas, y representan el 45% del total de los sevillanos de origen inmigrante. La población latinoamericana, que estuvo compuesta mayoritariamente por mujeres durante los primeros años de la etapa de crecimiento citada[33], ha ido equilibrándose en cuanto a su composición de género a través, fundamentalmente, de los procesos de reagrupación familiar.

La inserción habitacional de la inmigración en los barrios de Sevilla se ajusta bien al llamado por algunos “modelo europeo”[34] en el que, por contraste con el caso estadounidense, el factor clase tiene una importancia mayor que la etnicidad en las pautas de segregación residencial[35]. Así, estos inmigrantes han tendido a insertarse en barrios en los que generalmente son una minoría frente a una mayoría de población autóctona[36]. En estos barrios los inmigrantes encuentran dificultades específicas para el desarrollo de formas de sociabilidad propias. La principal de estas dificultades es que estos barrios se encuentran por regla general infradotados en cuanto a espacios públicos. Los espacios públicos son importantes  en cuanto los recién llegados precisan de lugares accesibles en los que reproducir sus pautas culturales de sociabilidad[37]. Cuando los espacios públicos resultan insuficientes, los inmigrantes han de construir estrategias de ocupación del espacio ajustadas a dicha carencia. En este tipo de contextos los inmigrantes optan con frecuencia por la creación de espacios etnizados alejados del barrio[38].

Las canchas de San Jerónimo se encuentran física y simbólicamente fuera de la ciudad, ocultas tras el cementerio municipal de San Fernando y aisladas por la ronda de circunvalación SE-30. Cementerio y circunvalación marcan, como en muchas otras ciudades, el límite simbólico de la ciudad de Sevilla. En este territorio liminal, más allá de la presencia y las miradas de la población autóctona, los inmigrantes encontraron en 2001 unas instalaciones deportivas que habían permanecido en estado de abandono durante años. El grado de deterioro de las canchas era importante, pero fue precisamente este abandono el que atrajo a unos inmigrantes necesitados de encontrar un lugar de uso exclusivo[39].

Estas canchas deportivas comenzaron a acoger, desde hace ya una década, uno de los campeonatos deportivos más concurridos de la ciudad de Sevilla. Estos campeonatos, conocidos popularmente como “ligas latinas”, cuentan con la participación directa de más de doscientos deportistas. Los deportistas, hombres y mujeres, son inmigrantes en su inmensa mayoría, y proceden en su mayor parte de países de América Latina. En San Jerónimo practican fútbol, baloncesto y ecua-voley, pero también conversan, comen, beben, comercializan artículos de sus países de origen –comida fundamentalmente- y, en definitiva, trazan redes de apoyo mutuo que apelan básicamente a identidades culturales compartidas. De este modo, y con el transcurrir de los años, San Jerónimo ha ido cuajando como una referencia central en el imaginario de los inmigrantes, que identifican estas canchas como un lugar distinto, y en gran medida un lugar “propio”.

Ha sido la única zona que se encontró. Estaba en ese tiempo, siete años atrás, tenía hierba, donde los inmigrantes fueron a quitarle la hierba, y a hacerlo ya una cancha donde ya el Ayuntamiento la pudo pavimentar y dejarlo en condiciones. Y por los inmigrantes, que yo no contaba en ese tiempo, según lo que me han comentado dice que eso lo iban a quitar, pero hubo una pelea con el Ayuntamiento: que lo dejaron ese espacio. Y lo han dejado y ahora ha quedado como centro deportivo ahí (Ricardo, Club Blooming).

La afluencia de ecuatorianos a las canchas crecerá mucho en poco tiempo. Esta población, que por estos años se encuentra en pleno proceso de crecimiento, acude a las canchas durante los fines de semana. Las canchas de San Jerónimo pronto se harán muy populares. Los campeonatos ofrecen una alternativa de ocio atractiva para una población latinoamericana que, en su gran mayoría, se encuentra aún recién llegada a la ciudad. En San Jerónimo encuentran un lugar donde practicar deporte y divertirse, un espacio para conocer gente y hacer amistades, para beber en compañía y charlar con los compatriotas, para descansar un rato y para buscar empleo.

Usted podía ir a compartir, aunque sea una comida o algo así ¿no? Estaba tranquilo ¿no? Era bueno, porque usted era la única parte donde puede ir a hablar, a encontrarse con bastante gente de su país, o de otros países. Porque aquí en otra parte no hay. Es lo bueno (Ricardo, Club Blooming).

Para entender el rápido éxito de estas ligas es aconsejable conceptualizar sus coordenadas espacio-temporales en relación con el conjunto de la ciudad de Sevilla. Dichas coordenadas representan, desde nuestro punto de vista, el reverso de aquéllas que marcan el grueso del proceso de integración. San Jerónimo posibilita a los inmigrantes un lugar donde revertir las constricciones que la inserción en la ciudad impone a sus pautas de sociabilidad. Frente a la inserción en barrios saturados e infradotados en cuanto a espacios públicos y zonas de recreo[40], las canchas proporcionan espacio suficiente para albergar a un amplio número de personas de forma cómoda y agradable. Frente a un tiempo de trabajo saturado, marcado por largas jornadas laborales, San Jerónimo ofrece la tranquilidad propia del tiempo de ocio, igualitario y relativamente exento de vigilancia externa. Frente a la precariedad de las relaciones afectivas en el tiempo de trabajo, dificultadas por una precariedad extrema, el predominio de relaciones verticales y una sistemática falta de tiempo, San Jerónimo es un lugar para el esparcimiento, una isla de tranquilidad donde reencontrarse cada semana con los amigos dentro de unos códigos compartidos.

Este carácter invertido de San Jerónimo, esta naturaleza contrapuesta al orden de la vida de cotidiana en la ciudad, es una clave que condiciona por completo su lógica organizativa. Ante la dificultad material para construir formas de sociabilidad que posibiliten la reproducción de identidades culturales específicas durante el tiempo de trabajo, este espacio-tiempo alternativo se sobrecarga de significado, y se convierte en escenario privilegiado para la reproducción cultural. Es sólo en este lugar, y sólo durante el fin de semana, que es posible entablar relaciones donde ser quiteño, limeño, colla, serrano, camba o paisa quiere decir algo. Es sólo aquí que los inmigrantes tienen la garantía de poder reproducir pautas culturales significativas para sus interlocutores. Frente al anonimato del tiempo-espacio de la ciudad, las canchas se convierten durante el fin de semana en un espacio para el reencuentro entre personas con identidades propias.

San Jerónimo se torna así, durante el tiempo de no-trabajo, en un espacio sobredeterminado para la reproducción cultural. Las canchas son, por excelencia, el dónde y el cuándo para el desarrollo de discursos sobre la identidad que no tienen cabida en el resto de la ciudad. Ahora bien, ¿cómo lograr hacer de este espacio un escenario solvente para la reproducción de un número vasto y diversificado de identidades en un puñado de horas? Para contestar a esta pregunta, es preciso reconstruir la evolución seguida por estos juegos desde sus inicios y hasta la actualidad. Una genealogía de estos campeonatos nos permite comprender cómo un conjunto amplio de trayectorias locales desembocan en una compleja estructura transnacional[41].


Haciendo paisaje: la estructura articulada de las ligas de San Jerónimo

Las ligas comenzaron hace una década en torno a un grupo inicial de ecuatorianos procedentes en su mayoría de la Sierra central del país. Conforme otros ecuatorianos van descubriendo los partidos organizados por estos pioneros en las lejanas canchas de San Jerónimo, se van organizando como nuevos jugadores que se incorporan a los partidos con sus propios equipos. En la medida en que el número de jugadores aumenta en las canchas, va cuajando un grupo de responsables que asume las funciones de organización de los partidos. Esta labor les reporta cierto prestigio, y les habilita para actuar como una junta directiva que organiza las ligas en el tiempo y el espacio. Conforme las ligas se desarrollen y crezcan, serán ellos quienes marquen los horarios de los enfrentamientos entre los distintos equipos y quienes distribuyan dichos enfrentamientos entre las distintas canchas que integran el recinto deportivo. Además designan a los árbitros y llevan la cuenta de los resultados. Asimismo, es este grupo el que controla los fondos económicos de las ligas, que tienen como fin tanto la retribución a los árbitros como la compra de material deportivo –balones y redes- y el alquiler por horas de estas canchas deportivas municipales.

Alrededor de este círculo de dirigentes se irán articulando los equipos que van sumándose a las ligas. Para participar, un equipo debe aportar los fondos económicos que sustentan las ligas, a través de las cuotas de inscripción en los campeonatos y el pago periódico de las cuotas de arbitraje. Las cuantías de los pagos pueden oscilar levemente entre unos campeonatos y otros. No obstante, el coste de la inscripción en unos campeonatos suele ser de sesenta euros por equipo. Cada equipo aporta además, en el momento de la inscripción, una fianza de cincuenta euros. La devolución de esta fianza queda pospuesta hasta el final de los campeonatos, y condicionada al cumplimiento por parte del equipo de todas las normas que integran los campeonatos. Estas normas no están escritas, pero son conocidas por todos y tienen que ver, fundamentalmente, con el respeto de los horarios, el respeto al resto de deportistas y a los árbitros, y el pago puntual de las cuotas de arbitraje. Estas últimas tienen un valor simbólico de entre tres y cinco euros, y son entregadas directamente por los equipos que disputan un partido al árbitro encargado de dirigirlo. Los árbitros, por lo demás, son a su vez inmigrantes que acuden a jugar a las canchas y que con frecuencia toman parte también de los campeonatos en calidad de jugadores.

Cada equipo debe designar un capitán, que es el encargado de mediar entre los jugadores de su equipo y los organizadores de las ligas. La función del capitán, en este sentido, consiste fundamentalmente en informarse de los horarios de los partidos y garantizar la presencia puntual de los jugadores de su equipo. El capitán también es el responsable último del comportamiento de los jugadores de su equipo en las canchas. Y también es responsabilidad suya el que su equipo se mantenga al día de los pagos de inscripción y arbitraje. Es el capitán quien ha de hacer llegar el dinero de la cuota de inscripción a los organizadores de las ligas, y quien debe igualmente garantizar el pago de las cuotas de arbitraje. Para ello, el capitán recauda aportaciones proporcionales entre los integrantes de su equipo. El correcto funcionamiento de las ligas descansa por tanto sobre la responsabilidad de los capitanes de los equipos, pero cada uno de éstos depende a su vez de la colaboración activa de sus jugadores. Las ligas funcionan porque cada equipo cumple, y cada equipo cumple porque en ello está en juego el buen nombre de ese barrio, ese cantón o esa ciudad que todos los demás conocen.

Como se observa, la liga se organiza como un sistema articulado donde las funciones y responsabilidades están distribuidas en distintos niveles. Una vez descrita formalmente esta estructura organizativa, pasamos a reconstruir su historia. Una genealogía del proceso organizativo de estas ligas nos dará acceso al papel determinante que las identidades locales y regionales de los inmigrantes han tenido en su desarrollo.


El embrión de las ligas latinas: identidades locales y regionales en un juego para ecuatorianos

La celebración de los primeros campeonatos en San Jerónimo tiene lugar a raíz de la llegada a Sevilla de un número muy importante de inmigrantes ecuatorianos, cuyo ritmo de entrada  a la ciudad es especialmente alto entre los años 1998 y 2003. Este flujo migratorio está directamente relacionado con la fuerte crisis política, financiera e institucional que se desatará en Ecuador en torno a 1998[42]. Sólo será a partir de 2003, con la imposición de la obligatoriedad de visado por parte de la UE para los nacionales del país andino, que el número de entradas baje significativamente respecto al de otros inmigrantes como los paraguayos o bolivianos. Los años precedentes están así marcados por una aplastante preponderancia numérica de los ecuatorianos en Sevilla y también en las ligas de San Jerónimo. Estos nuevos vecinos harán pronto de las ligas un espacio privilegiado para la convivencia entre connacionales. Todos ellos entienden, desde el principio, que el significado de estas ligas excede con creces el terreno del deporte.

Pensábamos que bueno, esto del deporte es una forma natural de socializar que se tiene en Sudamérica ¿no? Entonces intentamos mantener estos espacios deportivos de baloncesto, de fútbol, porque luego se convierte en una red social fuerte ¿no? En la que se apoya mutuamente la gente. (Andrea. Club América Mestiza)

En estos primeros años las ligas jugarán un papel decisivo en la reproducción de identidades locales y regionales entre los inmigrantes ecuatorianos. Para entender este papel es preciso describir en detalle su surgimiento y primeros años de desarrollo. Las ligas comienzan a ser organizadas por un grupo de varones ecuatorianos de mediana edad. Es importante notar que estas personas no sólo pertenecen al mismo país, sino que proceden en su práctica totalidad de la ciudad de Salcedo y, en menor medida, de la vecina Latacunga. Hablamos por tanto de redes cuyos orígenes se circunscriben a un área muy concreta, perteneciente a la provincia de Cotopaxi, en la Sierra Central ecuatoriana. En esas ciudades de origen, varias de estas personas habían estado ya involucrados en la organización de actividades deportivas de base antes de emigrar a España. Por tanto, no hablamos de redes de sociabilidad que nazcan con la llegada a Sevilla. Más bien encontramos formas de sociabilidad que ya estaban muy presentes en estas redes antes de la migración, y que una vez en Sevilla son reactivadas para el disfrute del tiempo libre en los fines de semana.

Esta continuidad en las prácticas de sociabilidad se plasma claramente  en las reglas de los campeonatos. Dichas reglas difieren claramente de la normativa deportiva que suele usarse en Sevilla por parte de la población autóctona. Los ecuatorianos asumen que, entre ellos, el juego comporta peculiaridades que remiten directamente a una experiencia compartida en el país de origen: cierta permisividad con el contacto físico, leves variaciones en el desarrollo de ciertas facetas del juego -saques de banda, por ejemplo-, etc. Los campeonatos asumen así una manera de funcionar que marca desde el principio los límites específicos para el deporte entre connacionales. Las normas de los campeonatos son asumidas por el conjunto de los ecuatorianos, y marcan a su vez un límite frente a la población autóctona.

El grupo promotor de ecuatorianos de Cotopaxi comenzará a organizar cada vez más partidos en las canchas. Los partidos tienen lugar durante el fin de semana, generalmente durante la tarde del sábado y a lo largo de todo el domingo. Con estos partidos como reclamo, un número de creciente de ecuatorianos irá asistiendo a las canchas, donde encuentran un espacio de ocio abierto, tranquilo y gratuito. El deseo de incorporarse a estos juegos irá motivando la organización de nuevos equipos entre los migrantes. Para poder disputar partidos, los inmigrantes conforman equipos en torno a sus redes de sociabilidad. En unos momentos en que la mayor parte de ecuatorianos lleva poco tiempo en Sevilla, es común que estos equipos sean construidos en torno a las propias redes migratorias, donde abundan entre las personas los lazos de parentesco, vecindad y paisanaje. Es común, por tanto, que los nuevos equipos sean construidos en torno a identidades locales y regionales. Estas identidades se tornan significativas en la medida en que se confrontan con la identidad local del grupo promotor: frente a los serranos de Cotopaxi, nuevas redes migratorias se integrarán en las ligas activando identidades de otras ciudades de la Sierra ecuatoriana –Ibarra, Sur de Quito, etc.- o bien identidades costeñas –Durán, Guayas-. Los nuevos equipos se organizarán fundamentalmente en torno a identidades de barrios, ciudades, cantones y provincias de Ecuador. De esta forma, por ejemplo, pronto pasa a integrar las ligas un equipo cuyos miembros proceden del cantón Pedro Carbo, ubicado en la provincia del Guayas, en la región costera del país. Lo interesante en este punto es que equipos como el de Pedro Carbo sostienen un discurso de tipo localista-regionalista que reproduce en Sevilla algunas de las rivalidades que estructuran la vida política del país de origen. Así, los deportistas del equipo Pedro Carbo no sólo adoptarán el nombre de su cantón para el equipo: además lo hacen, fundamentalmente, por oposición a la fuerte identidad serrana que rodea a otros equipos.

Las identidades locales y regionales pronto atravesarán el conjunto de las ligas. Los equipos toman sus nombres de los equipos de sus ciudades de origen, de sus barrios o de personajes ligados a la cultura local-regional propia. Las ropas de los equipos también evocan los de la bandera del cantón, o bien los del equipo del que son hinchas los inmigrantes. Y los partidos, a su vez, pronto adoptan la forma de desafíos rituales entre identidades locales y regionales enfrentadas. Las rivalidades locales y/o regionales serán una constante. Si en un equipo hay una mayoría de jugadores de Latacunga, la identidad local es activada en el partido que les enfrenta a los de Salcedo, y que dirime a la postre la coronación del mejor equipo de Cotopaxi. Pero cada uno de estos equipos refuerza a su vez su identidad provincial si se enfrenta a otro compuesto por jugadores de la ciudad de Quito. A su vez, todos los jugadores de la Cordillera ponen en juego una identidad serrana cuando se enfrentan a un equipo costeño, como el de Pedro Carbo. Pero este último, a su vez, se afirma como guayaco cuando juega contra un equipo manabita, y afila el discurso cantonal cuando los adversarios proceden de la ciudad de Guayaquil.

Las ligas de San Jerónimo, eminentemente integradas por ecuatorianos en sus primeras ediciones, serán una potente herramienta en la reproducción de identidades locales y regionales. Si en el contexto de la ciudad de Sevilla los ecuatorianos son percibidos básicamente como “inmigrantes” o “inmigrantes latinoamericanos” a lo sumo, el esquema organizativo de las canchas permite construir discursos que revitalizan otros niveles de la identidad. Con el paso de los años, las ligas irán siendo crecientemente participadas por otros colectivos de inmigrantes sudamericanos. A continuación detallamos las transformaciones que esta evolución ocasionará.


El crecimiento de un modelo: de las ligas ecuatorianas a las ligas latinas y los mundialitos

Con el transcurrir de los años, las ligas de San Jerónimo fueron cada más frecuentadas por otros colectivos de inmigrantes latinoamericanos. Se trata de nuevas poblaciones que se van asentando en la ciudad de Sevilla, generalmente en los mismos barrios que habían ocupado mayoritariamente los ecuatorianos: Macarena, Amate, Triana y Distrito Sur. Muchos de estos nuevos inmigrantes comenzarán a frecuentar las ligas de San Jerónimo durante el fin de semana. De esta forma los campeonatos, organizados originariamente por un grupo específico de ecuatorianos, van creciendo e incorporando a nuevos inmigrantes con muy diversas identidades. El crecimiento y diversificación acelerados de los deportistas marcará, a la postre, una reconversión de las ligas ecuatorianas en “ligas latinas”. Poco a poco peruanos, bolivianos, paraguayos y colombianos irán conformando sus propios equipos, e irán reivindicando un protagonismo creciente en la confección de los campeonatos.

Este proceso de transformación no estará exento de fricciones. En una primera fase, la entrada en las ligas no será fácil para los nuevos inmigrantes. Éstos comenzarán a participar en pequeños grupos de las ligas de los ecuatorianos, e irán ganando peso con el paso del tiempo. Al principio, la participación de estos nuevos inmigrantes se limitará al nivel de la participación como deportistas, quedando reservada las labores organizativas al grupo promotor de ecuatorianos serranos. Las siguientes palabras son del capitán de un equipo de fútbol masculino compuesto por peruanos. En estas declaraciones, tomadas en el año 2008, éste aún se queja del control exclusivo de los ecuatorianos sobre las ligas:

Hace cinco o seis años había más ecuatorianos acá. Llegaron al polideportivo, y hicieron su centro de atracción deportivamente. Y obviamente había puros ecuatorianos. No había mucho boliviano, no había mucho peruano, no había mucho paraguayo, brasilero, como ahora, que hay paraguayos… entonces se empoderaron. En cierta forma de decirlo así: se empoderaron. (…) ¡Pero el problema nace cuando ellos se creen que ellos son dueños de la cancha! Dicen: esto son de los ecuatorianos. Usted sabe que eso no puede ser así. (Fernando. Club Así es mi Perú)

La incorporación creciente de inmigrantes procedentes de Perú, Bolivia y Paraguay va otorgando a las ligas un perfil latinoamericano. Este proceso supone la incorporación al interior de las ligas de un criterio añadido de diferenciación entre grupos: la identidad estatal. En este caso, y a los efectos de las ligas, estas identidades no hacen referencia tanto a rasgos culturales compartidos como a trayectorias migratorias y legitimidad sobre las canchas. Los ecuatorianos son, genéricamente, “los antiguos” y organizadores primigenios de las ligas. Frente a ellos otros inmigrantes movilizan, a través del deporte, criterios de pertenencia vinculados al país de origen y relativos a la nacionalidad oficial. La estructura organizativa de las ligas consigue así absorber y dar forma a un nuevo sistema de identidades en juego. Junto a los campeonatos originales, que enfrentan a equipos conformados por redes de base local-regional, pronto se irán intercalando en las ligas partidos entre selecciones estatales. En ellos distintos colectivos nacionales miden sus fuerzas y, al mismo tiempo, reivindican sobre el terreno de juego la legitimidad de su presencia en San Jerónimo.

La aparición de estas nuevas fronteras culturales de base estatal no significa que las diferencias entre identidades locales, étnicas y regionales queden subsumidas en ellas. Por el contrario, este abanico de identidades infra-estatales subsiste en las canchas, e incluso se ve enriquecido con las aportaciones de los nuevos deportistas. De esta forma, los peruanos trasladan a las canchas su propia versión del binomio Sierra-Costa, en este caso fuertemente marcado por el papel central de lo limeño como factor de unión y distinción entre los peruanos. Por su parte, los bolivianos no tardarán en dividirse claramente en equipos collas y equipos cambas. Los discursos sobre la autonomía de la región oriental y sobre las diferencias entre las ciudades de Sucre, Santa Cruz y Cochabamba se plasmarán nítidamente en la composición de los equipos y en la simbología de los mismos. Ricardo es un boliviano de Santa Cruz de la Sierra, fuertemente identificado con su raíz camba. Su equipo, íntegramente formado por cambas, se llama Blooming en honor al equipo emblemático de esta zona del país. En pleno conflicto sobre la autonomía de la región oriental de Bolivia, Ricardo nos cuenta su plasmación en las canchas.

[Los bolivianos:] nos diferenciamos por distintas razas. Nosotros le decimos, le voy a hablar: yo vengo del oriente ¿no?. Yo hablo el español. No lo hablaré cien por cien, pero nosotros somos descendientes de españoles. Por decir. Pero está la gente nativa de mi país, yo creo que hay igual en Ecuador, hay en el Perú. La gente nativa que habla el quechua, el aymara, otras lenguas nativas ¿no? Entonces hay ese… ¿cómo le dijera? hay ese recelo, ese éste que usted, que allá que dice el colla o el que a nosotros nos dicen cambas. Porque nosotros somos del oriente, le digo. Y la gente del interior son collas. Entonces no hay esa buena relación. (…) Existe algo que no nos deja vivir ¿me entiende? Ni estar en contacto. Porque una pequeña palabra, usted, por decir: la gente que habla el otro idioma, ¿que hacen? Ellos pueden hablar bien el español, pero cualquier cosa ya la hablan en su idioma. Y no sabe usted ni qué le dicen. Es que no hay esa buena relación, ya le digo. Claro: entre los que hablamos el mismo idioma no tenemos problema. Pero con la otra gente siempre existe… no sé si ellos se creen menospreciados, yo no sé. Pero hay un pequeño distanciamiento entre la regiones de cada país. De una región a otra. (Ricardo. Club Blooming)

En el discurso de Ricardo queda bien reflejada la compleja articulación de los distintos niveles identitarios en el contexto de las canchas. Este deportista reconoce que los nacionales de su país se dividen en torno a identidades regionales a la hora de competir en las canchas. Y estas divisiones, a su vez, conviven con aquellas otras que ordenan a los deportistas por su nacionalidad oficial. De hecho, Ricardo reconoce el mismo distanciamiento “entre las regiones de cada país”.

Las formas de articulación entre las diversas identidades son complejas y cambiantes. Distintos niveles identitarios pueden ser articulados en función de los diferentes partidos. Sirva como ejemplo el siguiente episodio presenciado en las ligas. En aquella ocasión, el equipo ecuatoriano-costeño de Pedro Carbo se hallaba contrariado por la forma en que los dirigentes de las ligas –ecuatorianos-serranos, recordar- habían aplicado la normativa deportiva. Los de Pedro Carbo habían sido sancionados por su conducta violenta durante un partido. En un clima de tensión creciente, los dirigentes de las ligas fueron respaldados por la mayor parte de los equipos, que entendían que el equipo de Pedro Carbo había vulnerado las normas de las ligas. Al ser muchos de estos deportistas ecuatorianos y peruanos, los jugadores de Pedro Carbo se sintieron doblemente ofendidos. Consideraban que los serranos de su país les perjudicaban en lo deportivo por pertenecer a la otra gran región ecuatoriana. Pero paralelamente, también se sentían violentados por unos peruanos cuya legitimidad sobre las ligas, como ecuatorianos, no reconocían. El doble recelo del equipo ecuatoriano-costeño se plasmaba a la perfección en una frase que repitieron varias veces a sus rivales durante algunos días y a modo de provocación: “Serranos y peruanos, todos marranos”.

La llegada de nuevos inmigrantes a las canchas, en definitiva, añade complejidad a una estructura organizativa que, en lo fundamental, demuestra seguir siendo útil en su estructura básica. Los distintos equipos pueden seguir organizándose en torno a redes de paisanaje que tienden a movilizar de manera alterna tanto identidades locales y/o regionales como nuevas identidades derivadas de la nacionalidad oficial de cada grupo. La dinámica de conexión y desconexión con el resto de equipos a través de campeonatos cíclicos permite ir reordenando a los deportistas para dar cabida a nuevas identidades en torno a un modelo fractal.

Pero la lógica fractal de la estructura organizativa de las ligas aún conocerá un tercer nivel de desarrollo. Éste ha tenido lugar, fundamentalmente, a raíz de la intervención de varias instituciones que han pretendido aprovechar la popularidad de estos campeonatos para potenciarlos como herramienta de convivencia e integración. Tanto el Ayuntamiento como varias ONG y asociaciones de inmigrantes, e incluso entidades privadas de reconocida importancia en la ciudad, han fomentado la celebración de campeonatos entre selecciones nacionales compuestas por inmigrantes residentes en la ciudad. Estos campeonatos, celebrados en distintas ocasiones y con diferentes perfiles, son genéricamente conocidos como “mundialitos”.

El propio Sevilla Fútbol Club SAD, con motivo del centenario de su creación, organizó en 2005 un campeonato de este tipo en el que confluyeron selecciones de países como México, Colombia, Armenia o Senegal, y donde también la población nativa estuvo representada en la selección andaluza[43]. Este acontecimiento contó con una cuantía considerable de medios, y gozó de una amplia difusión en los medios de comunicación locales. Con este campeonato uno de los clubes de fútbol de la ciudad, dotado de un amplio prestigio y una enorme capacidad de influencia, utilizaba el modelo del mundialito para reforzar una imagen de compromiso con la diversidad cultural y con el respeto hacia las identidades nacionales de los inmigrantes. Bajo esta iniciativa subyace el reconocimiento implícito de un fuerte potencial en el deporte de base para conectar con amplias capas de la población inmigrante de la ciudad.

Sin embargo, el Sevilla F.C. no ha sido el único en advertir la popularidad de este modelo de competición deportiva. Diferentes grupos de inmigrantes ya habían organizado de manera autónoma “mundialitos” de una escala considerable en años anteriores. Sabemos que la Asociación de Ecuatorianos de Andalucía (ADEA), forjada en torno a los primeros campeonatos de San Jerónimo en 2001-2002, llegó a organizar en estas canchas unos mundialitos de dimensiones más modestas. Posteriormente otro club deportivo, la Liga Independiente Ecuador, tomó el relevo en la organización de este tipo de iniciativas. La lógica en estos casos es celebrar campeonatos deportivos que organizan a los jugadores en torno a un criterio de nacionalidad oficial. Cuando los campeonatos han sido organizados por los propios inmigrantes, han tendido a predominar las nacionalidades latinoamericanas que ostentan una mayor representación en las ligas de San Jerónimo y otras similares como la de Parque Amate. En la medida en que estos campeonatos han recibido apoyo externo de entidades públicas, como el Ayuntamiento, o bien de entidades privadas como en el caso citado del Sevilla F.C. se ha logrado en mayor medida involucrar a deportistas de otras nacionalidades africanas, europeas y asiáticas, e incluso con frecuencia a jugadores autóctonos que se integran en el modelo fractal reconociendo simbólicamente la co-presencia en la ciudad de Sevilla de un conjunto amplio y diverso de identidades.

Si bien los mundialitos sólo han sido organizados en ocasiones contadas, su celebración ha permitido la activación de nuevas identidades entre los mismos inmigrantes. En estas ocasiones los distintos colectivos latinoamericanos han podido afirmar su especificidad frente a otros colectivos inmigrantes, procedentes de otros continentes. La idea de lo “latino” cobra presencia cuando los nacionales de países latinoamericanos se alinean junto a una selección de Paraguay que disputa un partido frente a Senegal. Más allá incluso, la condición compartida de “inmigrantes” se plasma sobre el terreno de juego cuando un equipo de algún país extranjero se enfrenta a otro compuesto por población autóctona.


Colores para un paisaje: reproducción cultural e integración social en torno a las ligas

La conversión de las originales ligas ecuatorianas en ligas latinas y mundialitos se ha producido a través de la conservación de una estructura organizativa básica que ha ido creciendo según una lógica fractal. Hoy los ecuatorianos se organizan ya en varias ligas que se celebran en distintos centros deportivos de la ciudad. Paralelamente, los paraguayos han creado un fuerte campeonato propio en el barrio de Amate, mientras que otros colectivos hacen lo propio en lugares como Triana o el Alamillo. Dentro de cada campeonato se mantienen vivas unas identidades locales y regionales que sólo en ese espacio-tiempo son afirmadas expresamente y comprendidas por todos. Entre los distintos campeonatos, a su vez, existen conexiones que se manifiestan ocasionalmente en mundialitos o simples partidos entre selecciones nacionales. Mediante la participación de estos campeonatos, una misma persona puede activar un abanico amplio de identidades de escala local, regional y nacional. El paisaje resultante está compuesto por una gama rica y diversa de colores que se articulan de manera cambiante en función de las circunstancias. Este paisaje, por desarrollarse dentro de un espacio-tiempo autónomo, permite la aparición de colores que no suelen ser reconocidos en el espacio-tiempo de la ciudad.

Las ligas ofrecen un espacio-tiempo autónomo donde los inmigrantes pueden relacionarse entre sí dentro de unos códigos específicos. Frente a la ciudad, donde el inmigrante es un sujeto invisible que participa de un modo precario, en las canchas todos se reconocen precisamente en torno a esa precariedad compartida. Todos allí comparten unos problemas básicamente comunes. Las ligas ofrecen un espacio estratégico para la obtención de información sobre trámites administrativos, asesoramiento jurídico o información sobre empleo.

La exposición a la precariedad, además, se ve atravesada por líneas que refieren a la identidad de origen. La segmentación étnica de los mercados de trabajo, como ya se ha explicado, estructura la incorporación al empleo de los inmigrantes promoviendo la competencia entre grupos en función de la nacionalidad oficial. Los grupos de menor trayectoria en Sevilla, como los bolivianos, padecerán una mayor tasa de irregularidad y precariedad económica. Los que llevan algo más de tiempo en la ciudad, como los ecuatorianos, pueden ver en los propios bolivianos una fuente de competencia en sectores laborales como la construcción, la hostelería o el servicio doméstico. Las identidades nacionales se cargan así de significados que no son caprichosos, sino que entroncan directamente con el proceso de inserción en la ciudad. Sin embargo, la propia ciudad apenas ofrece espacios en los que visibilizar estas identidades. Es en las canchas donde éstas pueden ser activadas y visibilizadas. Si en el espacio-tiempo de la ciudad todos los inmigrantes son vistos indistintamente como mano de obra, las canchas ofrecen un espacio donde articular identidades propias y diferenciadas.

De la misma forma que la nacionalidad oficial, también las identidades étnicas, así como a las identidades locales y regionales, tienen una importancia específica en Sevilla. Aunque el espacio-tiempo de la ciudad categorice de la misma forma a todos los ecuatorianos, su experiencia les dice que las identidades locales y regionales juegan un papel central en el proceso de integración. Las redes que ayudan a buscar vivienda o a obtener empleo se organizan con frecuencia entre personas que comparten la procedencia del mismo pueblo, o de la misma región. Aunque esta lógica tiende a debilitarse con el paso del tiempo, sí es muy importante durante los primeros años de una corriente migratoria. La búsqueda de empleo en sectores como el servicio doméstico, la hostelería o la construcción sigue a menudo cauces informales donde resultan determinantes este tipo de redes. Ser de Pedro Carbo, ser del guayas, ser camba o ser de Cochabamba tiene un significado en la pertenencia a redes que canalizan información importante sobre empleo y vivienda. La lógica de los mercados de trabajo secundarios y del acceso precario a la vivienda hace que el sostenimiento de estas redes sea importante. Y para lograr ese sostenimiento, se torna crucial el refuerzo de las identidades locales y regionales que las vertebran. Las ligas permiten conformar equipos que rearticulan esas identidades en Sevilla. Ante la ausencia de opciones para la sociabilidad camba en el espacio-tiempo de la ciudad de Sevilla, la población camba consigue sostener su identidad organizándose en torno a un equipo de fútbol que, en el espacio-tiempo diferenciado de las canchas, asume el nombre y los colores del Blooming de Santa Cruz. Durante unas cuantas horas, en el espacio pequeño y aislado de unas canchas de fútbol, la lógica de equipos y partidos permite recrear un conjunto indefinido de identidades de este tipo. Dichas identidades aluden a la sociedad de origen, pero al mismo tiempo refuerzan redes que facilitan el acceso al empleo o la vivienda en Sevilla.


Recapitulando: las ligas como dispositivo para la reproducción de identidades

Frente a una ciudad de la que se participa precariamente, las ligas de fútbol funcionan como un poderoso dispositivo en la reproducción de las identidades culturales de los inmigrantes latinoamericanos. Las ligas reconstruyen unas coordenadas espacio-temporales que permiten, en el espacio acotado de unas canchas deportivas, la actualización constante y simultánea de un conjunto diverso de identidades. Ante la imposibilidad de recrear formas de sociabilidad tradicionales en el contexto migratorio, las ligas permiten a los inmigrantes la rearticulación de sus identidades de origen en un paisaje múltiple y cambiante. La estructura articulada de equipos y partidos entre equipos permite la activación de identidades a diferentes niveles: en las canchas una misma persona puede ser reconocida en distintos momentos como oriundo de Sangolquí, natural del Valle de los Chillos, del área metropolitana de Quito, serrano, ecuatoriano, andino y latinoamericano. Múltiples identidades culturales son así activadas e incorporadas al paisaje en tiempo real.

Cada una de estas identidades adquiere una importancia renovada en el contexto fragmentado y fuertemente precarizado del proceso de integración en Sevilla. Asumir estas identidades significa acceder a redes que permiten afrontar en mejores condiciones el proceso de integración social. Las identidades locales, regionales y nacionales sirven como ejes articuladores de estrategias de acceso a recursos básicos, como la vivienda, el trabajo o el permiso de residencia. El éxito de las ligas latinas consiste por tanto en facilitar la reproducción simultánea de unas identidades que son cruciales en un contexto espacio-temporal adverso.

La estructura de las ligas permite visibilizar, siquiera en unas canchas y durante unas horas, identidades que tienden a ser invisibilizadas en el espacio-tiempo que rige la vida pública en Sevilla. Frente a una ciudad en la que escasean los espacios y los tiempos para ser latinoamericano, estos campeonatos habilitan una articulación alternativa de la identidad en el tiempo y el espacio. En el desarrollo de los juegos, el espacio de las canchas es puesto al servicio de identidades que remiten a un origen lejano. En la medida en que la identidad se activa en cada partido, el país distante se torna cercano y la Historia compartida se actualiza.

 

Notas

[1] Giddens, 1999; Castells, 1997; Harvey, 1990.

[2] Kearney, 1995; 2003.

[3] Glick Schiller, 2010; Glick Schiller, Basch y Szatón-Blanc, 1999.

[4] Goldring, 1999: 297.

[5] Appadurai, 1990. En adelante este trabajo de Appadurai será citado en su edición de 1996, fecha en que fue publicado dentro de la obra del mismo autor Modernity at Large. Cultural Dimensions of Globalization.

[6] Appadurai, 1996, p. 33.

[7] Appadurai, 1991, pp. 71-72.

[8] Sobre cómo la identidad de origen es reconstruida en el contexto migratorio sobre nuevas bases, se sugiere la lectura de Lestage (2001).

[9] Appadurai, 1996, p. 42.

[10] Appadurai, 1996.

[11] Martín et al., 2008; Pujadas, 1990; Torres, 2006; 2008.

[12] Capel, 2002.

[13] Arbaci, 2008.

[14] El sistema de “camas calientes” consiste en el sub-alquiler de una habitación, una cama o un camastro por parte de varias personas, que le dan uso de manera rotatoria. Es usado por personas que, al tener horarios de trabajo diferentes, pueden hacer turnos ordenados para dormir.

[15] Rodríguez y Araya, 2003.

[16] Gurak y Caces, 1998; Pedone, 2000.

[17] Piore, 1979; 1983.

[18] Massey et al., 1993; 1998.

[19] Martín Díaz et al. 2008.

[20] Martín, Cuberos y Castellani, 2012.

[21] Canales y Zlolniski, 2000.

[22] Jarrín, Rodríguez y De Lucas, 2012.

[23] Gurak y Caces, 1998.

[24] Martín y Pujadas, 1999.

[25] Castells, 2003, pp. 97-99.

[26] Geertz, 1989.

[27] Sassen, 1999; 2003.

[28] Marcus, 2001, p. 112.

[29] Marcus, 2001: 112.

[30] Cruces, 2003.

[31] Hannerz, 1986, p. 343.

[32] Instituto Nacional de Estadística, 2013.

[33] Herrera, 2006.

[34] Arbaci, 2007.

[35] Musterd y De Winter, 1998, p. 672.

[36] Torres, 2006, p. 100.

[37] Martín, 1990.

[38] Torres, 2006, pp. 121-122.

[39] Cuberos y Martín, 2012.

[40] Torres Gutiérrez et al., 2011.

[41] Appadurai, 1996, p. 92.

[42] Ramírez y Ramírez, 2006.

[43] Moreno, 2006, p. 217.

 

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Ficha bibliográfica:

CUBEROS GALLARDO, Francisco José. La identidad en juego: las ligas de fútbol como espacio-tiempo para la reproducción cultural entre inmigrantes. Scripta Nova. Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales. [En línea]. Barcelona: Universidad de Barcelona, 20 de febrero de 2014, vol. XVIII, nº 468. <http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-468.htm>. ISSN: 1138-9788.

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