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Índice de Scripta Nova

Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (30), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

LAS MUJERES CAMELÔS. UNA RELACIÓN ENTRE LUGAR, TRABAJO Y HOGAR

Susana María Veleda da Silva
Prof. Depto. Geociencias. FURG, Rio Grande, Brasil
Doctoranda en Geografía UAB, Barcelona, España


Las mujeres camelôs. Una relación entre lugar, trabajo y hogar (Resumen)

La participación de las mujeres en el mercado informal, como trabajadoras en el comercio callejero en el sur de Brasil, se estudia en esta comunicación, a través de la interconexión entre el trabajo productivo y reproductivo, por lo tanto, a través de los estudios del género y, también, desde la perspectiva del la relación lugar y trabajo, es decir, el trabajo en el espacio público.

Palabras clave: mercado informal, Brasil, género


The camelôs women.  A relation between place, work and home (Abstract)

The present article deals with the women`s participation as workers in the informal market like a street vendors en el sur de Brazil. This participation is studied through the interconnection between the productive and reproductive work, consequently through the gender studies and also from the perspective of the relation between place and work, in the other words, work in the public space.

Key words: informal market, Brazil, gender


Este artículo forma parte de un trabajo de investigación que estamos realizando con las trabajadoras y los trabajadores del comercio callejero —llamados popularmente camelos— en el sur de Brasil. En el, tratamos de la participación de las mujeres en ésta actividad haciendo hincapié en su relación con el trabajo productivo y reproductivo desde la perspectiva de la relación lugar y trabajo, o sea, el trabajo en el espacio público.

En Brasil, a partir de los años setenta, se da un crecimiento muy importante de la participación femenina en el mercado de trabajo. Este fenómeno es descrito por Bruschini (1994, p.179) como "uma das mais marcantes transformações sociais ocorridas no país". Según Leone (2000), este crecimiento se da en un contexto de expansión de la economía con un acelerado proceso de industrialización y una creciente urbanización. El crecimiento de la participación femenina en el mercado de trabajo se mantiene a partir de la década de los ochenta, a pesar del estancamiento de la actividad económica y del deterioro de las oportunidades de ocupación.

De hecho, a principios de la década de los ochenta, el país sufre cambios importantes en su organización política y económica debido a la implantación de las prácticas neoliberales. La crisis de la deuda externa, los planos de ajuste económico y las restricciones de los gastos públicos en lo social llevan a la precarización del mercado de trabajo y al aumento de la exclusión social.

A mediados de los ochenta la fuerza de trabajo se traslada del sector industrial al sector terciario y, según Bruschini (2000), los sectores más destacados en la generación de empleos fueron, entre otros, la prestación de servicios, el comercio, las actividades sociales y la administración publica. Esto significa que los puestos de trabajo perdidos en la industria se vieron substituidos por los de los sectores del comercio y servicios. Estos nuevos puestos de trabajo, en su mayoría, eran informales, con productividad baja y salarios menores que en la industria.

En este contexto, los años noventa se caracterizan por la apertura económica, por las débiles inversiones de capital en lo social y por la terciarización de la economía; no obstante, la incorporación de la mujer en el mercado de trabajo continua creciendo.

Esta reestructuración de la economía provoca una pérdida de puestos de trabajo en sectores formales y la flexibilización de las relaciones de trabajo. En este escenario, las trabajadoras brasileñas pasaron a representar en 1995 un 40,4% de la fuerza de trabajo del país que supone un incremento significativo frente al 33,5% de 1985 (Bruschini, 2000).

En la década de los noventa, según Bruschini (2000), hay más mujeres que hombres en el sector de los servicios y particularmente en el de comercio. Es precisamente en este sector en el que se da la mayor flexibilización de las relaciones de trabajo, la mayor pérdida de empleos formales y el mayor aumento de las actividades informales y precarias (1).

Lavinas (2000) apunta que la participación de las mujeres fue y continua siendo importante en el comercio y en los servicios. Lo paradójico es que la tasa de desempleo femenino en el comercio viene siendo sistemáticamente superior a la masculina. La autora indica que las mujeres, sólo con estudios primarios y secundarios, son las más vulnerables a la caída de la oferta de puestos de trabajo en el comercio, presentando tasas de desempleo relativamente altas a lo largo de la década. Hasta 1995, el comercio estaba más abierto a los grupos con menor escolaridad (primaria incompleta), sin distinción de sexo, pero a partir de 1996 hay mayor demanda de la mano de obra más cualificada. Para Lavinas este fenómeno se debe a la reestructuración del sector; por ejemplo: la incorporación de la informática provoca la pérdida de puestos de trabajo para mujeres que se van a la economía informal. También es cierto que las mujeres más escolarizadas (licenciadas universitarias) sufren relativamente más desempleo que los hombres en la misma situación, pero nunca llegan a niveles de desempleo como las mujeres con menor educación.

El comercio informal se da en las calles y plazas de las ciudades, o sea, en los espacios públicos considerados de paso y de ocio. Este comercio compite con los establecimientos comerciales —por lo tanto formales— captando el flujo de pasajeros de las terminales de autobuses y/o de metro. El comercio callejero se realiza por trabajadores/as autónomos o empleados/as que prestan servicios vendiendo productos diversos, artesanales o industriales, nacionales o extranjeros. Este tipo de comercio ofrece mercancías para las clases más bajas (Lipietz, 1987) y se constituye como una forma de absorción de los/las trabajadores excluidos del proceso productivo en países periféricos como Brasil (Harvey, 1992) (2).

En este comercio, la participación de las mujeres es cada vez más numerosa, tanto solas cómo en parejas o hasta familias suelen vender en las calles, plazas o en los camelódromos, lugares públicos destinados al comercio callejero por los ayuntamientos.

La metodología utilizada fue la cualitativa pues consideramos que ella permite una aproximación mayor con las personas estudiadas y, además, se adecua a las características del objeto de estudio, como vimos en el transcurso de la investigación. De hecho, observar y entrevistar a las trabajadoras callejeras nos permitió un análisis basado en sus percepciones y representaciones de sus actividades y, más aún, fue posible captar los matices de sus discursos y adecuar las preguntas a lo largo de las entrevistas.

La mayoría de las trabajadoras eran amas de casa o venían de actividades poco remuneradas y, además tienen una baja escolaridad. Por lo tanto, tienen escasas alternativas a la hora de trabajar en una actividad formal —por ejemplo en los servicios de limpieza— pero esta opción no agrada a las mujeres, por dos motivos: los bajos salarios (generalmente un salario mínimo) y el bajo prestigio social. Así que el trabajo en la calle, plaza o camelódromo es la única opción que les permite no solo mejores ingresos sino también compaginar el trabajo con las tareas del hogar.

De hecho, tanto mujeres como hombres vienen de profesiones poco rentables o fueron despedidos de sus empleos. La actividad en el comercio callejero les permite mayores ingresos y, por consiguiente, posibilidad de ascenso social.

Aunque algunas de las personas entrevistadas opinen que el trabajo doméstico y familiar debe ser compartido entre las parejas, la responsabilidad de estas tareas todavía es de las mujeres y sobre ellas recae el mayor peso de este trabajo. En la actividad callejera el negocio propio posibilita la flexibilidad en los horarios; además, las parejas pueden compaginar sus horarios en el puesto y en el hogar. Los/las ayudantes o empleados/as también posibilitan que los/las dueños de los puestos puedan flexibilizar sus horarios, aunque los/las primeros no disfruten de esta ventaja pues tienen un horario fijo, a pesar de no tener un contrato formal.

En este punto creemos trascendente reafirmar el hallazgo que compartimos con algunas feministas en que es cierto que las mujeres aún cargan con la responsabilidad de las tareas domésticas y familiares en nuestra cultura; pero el peso de la carga de éste trabajo está relacionado con la participación en la fuerza de trabajo y varía con el tipo de trabajo y con el sueldo. Así que las mujeres pueden negociar mejor si tienen una posición mejor en el mundo del trabajo remunerado.
 

La compaginación: trabajo callejero y los quehaceres domésticos

En el comercio informal hay mujeres y hombres casi por igual; la mayoría son adultos/as y viven en parejas, constituyendo familias nucleares. En este punto, nos interesa analizar cómo estas parejas compaginan las tareas familiares y domésticas con el trabajo en el comercio callejero.

División sexual del trabajo: viejos y nuevos modelos

El trabajo en el hogar —la realización de las tareas domésticas y la atención a los hijos/as y a la familia— aun es considerado como una responsabilidad de la mujer. Asimismo, más de la mitad de los hombres ayudan en la realización de algunas tareas domésticas y familiares. Aquí, la palabra "ayuda" aún subraya que la responsable de estas actividades es la mujer y los hombres, si quieren, pueden hacerlo, pero es una actividad que no les compite.

"En casa quién hace las faenas soy yo misma…pero mi marido cuando trabajaba fuera… siempre me ayudó… hacía la cena… y por la mañana está en la casa y prepara el almuerzo… pues ahora está desempleado… tiene más tiempo en casa" (Lila, 42 años)

Aún así existen parejas las cuales el marido o compañero no ayuda en nada, y las mujeres aunque experimenten una doble jornada laboral tienen conciencia de que no es justo que se les imputen esta responsabilidad.

"En casa no… en la casa lo hago todo yo misma. ¡No hay división! Si me ayudasen…que bueno, ¿no? Pero que hacer … ¡el hombre no ayuda mucho, no! (Vera, 30 años)

"Cuándo me separé tenía los tres hijos pequeños y mi marido nunca me ha ayudado (risas) ¡no ayudaba nada! (Gilda, 39 años)

"Quién hace todas las tareas del hogar soy yo… ¡todo yo! La responsabilidad es toda mía… pero yo pienso que no debería ser así… pero es difícil… ¿sabes cómo es? Yo pienso que debería haber una división… pero a él (su marido) le gusta mucho llegar al hogar e ir frente al ordenador. Él tiene mucho más tiempo libre que yo… bastante más… ¡Yo no paro! Trabajo en la calle y en el hogar (Lucia, 31 años)

"¡La responsabilidad del hogar y del cuidado de los hijos es mía! (Joana, 44 años)

Merece la pena subrayar que los arreglos y las divisiones de tareas en el hogar sufren variaciones según los cambios ocurridos en la vida profesional de las parejas.

"…mi marido ayuda mucho, la mayor parte de las cosas las hace él. Yo hago la comida con antelación, la ropa… él es quien cuida de la casa… él está jubilado, entonces se queda más en casa, y tiene más tiempo libre, y lo hace y no se incomoda. Él nunca ha hecho nada, es la primera vez. Cuando trabajaba nunca había hecho nada. Él nunca había hecho nada (nunca levantou um fiapo do chão). Pero ahora…después que yo vine trabajar aquí… (…) Pero la mayor parte de la responsabilidad con los hijos es mía (…) Cuando mi marido trabajaba él salía por la mañana y sólo volvía a la noche… él trabajaba en la Barra, en el Terminal, entonces quien se quedaba más en la casa era yo, pero ahora se ha invertido… quién se queda más en la casa es él" (Regina, 49 años)

De hecho, los cambios sufridos en el mundo del trabajo, ya sea el desempleo, los bajos sueldos, o la incorporación masiva de las mujeres —junto con los cambios personales, como por ejemplo una jubilación— suelen producir cambios en las familias y, cómo consecuencia, alteraciones en los roles sociales que las mujeres y los hombres hasta entonces desempeñaban. Así es como algunas mujeres pasan a desempeñar funciones tradicionalmente masculinas y los hombres desempeñan roles tradicionalmente femeninos en el hogar, tales cómo la crianza de los hijos/as y las faenas domésticas.

De hecho, la mayoría de los hombres entrevistados tienen conciencia de que es la mujer la que se encarga de las actividades domésticas, aunque la mayoría de ellos no considere que esto sea lo correcto.

"en la sociedad… ella tiene un trabajo mayor… por más que el hombre no quiera admitir… hoy en día hombres y mujeres trabajan juntos, ¿no?… es la necesidad de ganar más… claro que la mujer siempre va a trabajar más… ella trabaja en el servicio y en la casa, ella hace más. Yo ayudo mi mujer pero no soy yo que hago la mayor parte… claro, ¿no? Es natural… a veces el hombre es un poco perezoso" ( Leoncio, 37 años)

"… quién ayuda a mi hijo en las tareas de la escuela soy yo y también lo llevo y lo voy a buscar a la escuela (…) las tareas del hogar… yo reconozco: el trabajo de la mujer yo no lo haría… yo prefiero trabajar aquí a tener que trabajar en el hogar… la mujer siempre tuvo esta realidad… hay algunos (hombres) que perciben… yo pienso que el trabajo que las mujeres hacen en el hogar debería ser pagado… ¡debería ser pagado! (João, 34 años)

Parece claro que es la mujer quién toma la iniciativa e impone nuevos roles domésticos cuando ejerce un trabajo remunerado; los hombres suelen asumir las actividades del trabajo reproductivo cuando no les queda otra alternativa y la supervivencia económica de la familia está, también, en las manos de las mujeres. Pero aún no es una tarea de fácil negociación y las parejas suelen discutir mucho sobre quién y cómo van a repartir las tareas; aquí, el papel de las hijas mayores también es importante, ya sea haciendo las faenas del hogar o cuidando de los/las hermanos más pequeños.

"yo no tengo empleada, soy yo quien hace todo, y ellos (marido e hijas) me ayudan en casa, es parejo. Nosotros dividimos, a veces hasta exijo de más… (…) Pero tiene que haber una colaboración entre todos ¿no? (Jana, 37 años)

"La mayor (hija) cuidaba de los pequeños y ayudaba" (Gilda, 39 años)

"…nosotros compartimos… cuando vengo para la Plaza y él se queda en la casa… él hace todas las faenas para mí… limpia la casa… lava la ropa y ahí cuando él sale quién hace todo soy yo… que está bien hecho ¿no?… él hace pero no está bien hecho. Porque hombre es solamente para despistar (para enganar)… pero está dispuesto a hacerlo e intenta ayudar… y mi hija con once años ya ayuda mucho… arregla las camas, barre el suelo… y limpia muy bien… quita el polvo y las cosas parecen espejos. Tiene once años y la privo de jugar, ¿no? Nosotros compartimos todas las tareas" (Lisiane, 27 años)

Este testimonio muestra que, paradójicamente, aunque los hombres desempeñen tareas consideradas tradicionalmente de las mujeres, esto no significa necesariamente que estos roles se cambien de forma efectiva; es decir, algunas mujeres aún consideran que las tareas domésticas y familiares son su responsabilidad y que los hombres no saben hacerlo bien, y sólo lo hacen por una necesidad momentánea.

"Mi mujer es una excelente dueña de casa…cuida muy bien de los niños y de la casa. Yo trabajo aquí todos los días (…) A mí me gusta esto de familia… la madre en la casa cuidando de los hijos, ¿entiendes? (Luciano, 30 años)

Los papeles tradicionales aún están representados en el comercio callejero. El testimonio descrito arriba es de un joven adulto, que tiene tres hijos, es dueño del puesto, tiene un empleado y una renta que le permite tener coche, una moto, casa propia y todos los aparatos domésticos que componen el sueño de la clase media; su esposa a veces ayuda en el puesto, pero su responsabilidad son las tareas del hogar:
 

Flexibilidad del horario: la facilidad en compaginar las tareas

El trabajo en el comercio callejero es, sin duda, una actividad que facilita la compaginación de las tareas. Las mujeres consideran que ésta es una actividad ideal para que puedan atender las responsabilidades domésticas y aún así ganar un dinero en la calle o en el camelódromo.

"Lo facilita porque yo fijo mi horario, Si no quiero venir temprano, no vengo… Hago lo que tengo que hacer primero (en la casa), y después vengo, no tengo que cumplir horario ni dar explicaciones a nadie" (Vera, 30 años)

Pero cuando son las únicas dueñas del puesto tienen la conciencia de que sus ingresos se ven disminuidos:

"…a veces no vengo… si tengo una cosa para resolver yo no vengo… entonces mi ingreso es más pequeño, pero aquí no es regular… un día sacas más otro menos" ( Joana, 44 años)

De hecho, cuando la pareja comparte el puesto, la flexibilidad en el trabajo no sólo facilita la compaginación sino que permite que los ingresos no cesen pues el puesto se queda abierto.

"…como nosotros somos los dueños… y trabajamos los dos juntos… Por ejemplo, si hoy por la tarde decido limpiar la casa, mi marido se queda. ¡yo limpio la casa! Si mis hijas se enferman yo me quedo en casa, porque él (su marido) está aquí" (Jana, 37 años)

"Esta actividad facilita porque yo puedo quedarme en casa… otro día ella (su hija) estaba enferma y durante una semana me quedé en casa" (Nora, 31 años)

Este tipo de trabajo también les permite estar junto con sus hijos/as, aún que no consideran que ésta sea una buena solución:

"…lo negativo es que mi hija ha de estar aquí conmigo… porque no tengo con quién dejarla… ella podría estar en casa, hoy es sábado… podría estar mirando la tele… hoy ya no puede ver un dibujo en la tele" (Lila, 42 años)

Las mujeres consideran importante esta faceta que la actividad informal les proporciona y la consideran cómo una ventaja, aún que esto signifique la doble jornada de trabajo.
 

La conciliación de trabajo y familia en el espacio público

Trabajo y familia es una relación de múltiples facetas y no se hace, por supuesto, sin contradicciones y tensiones, más allá si éste es realizado en un espacio público. En el comercio callejero puede ser analizada, por un lado, bajo el punto de vista de las relaciones personales y laborales entre las parejas o entre familiares, como padres/madres e hijos/as dueños de puesto. Por otro lado, el análisis puede ser la compaginación de tareas (como vimos en el apartado anterior) o más allá de la compaginación, es decir, desde las preocupaciones de los padres y las madres para que sus hijos/as estudien y no hagan el mismo trabajo que sus padres, hasta parejas que comparten el trabajo y están satisfechas con eso.

Aunque consideren que en el comercio callejero obtienen más rendimientos que en el sector formal, los/las trabajadores, cuando se refieren al futuro de sus hijos/as suelen expresarse como el fragmento del discurso siguiente:

"Mira… yo estoy trabajando aquí para darle un estudio a mí hija… claro que es válido… pero de pronto ella se gradúa y ¿dónde va a conseguir trabajo?… Está en psicología… la otra va a hacer odontología… pero yo pienso así… yo no tengo estudios y quiero darles estudios a los tres… pienso así… si ella con el diploma no consigue empleo… ¡imagina sin diploma! Lo que va a ser de ella… nada… por lo menos tiene una carta en la manga, ¿no? Sólo con la secundaria es duro… no eres nadie" (Regina, 49 años)

"No pienso en estudiar, estoy muy vieja… pero mis hijos, gracias a Dios están estudiando" ( Lucia, 31 años)

Asimismo hay mujeres a quienes les gustaría estudiar y sus maridos no se lo permiten, aunque sea una minoría.

"…abandoné la escuela y con trece me casé… con 14 tuve mi primer hijo… entonces… mira, yo tenía muchas ganas de estudiar… pero mi marido no me dejó… hoy todavía tengo, pero él no me deja. Porque es un poco ignorante… no entiende… estudió hasta el tercero de la primaria… él piensa que no es importante… pero yo pienso que lo es. Si yo pudiera… hoy en día… si esto no me causase problemas… yo estudiaría… seguramente… para poder tener un empleo mejor… tener un bienestar en la vida" (Ana, 37 años)

Este testimonio es de una empleada que tiene ganas de tener un puesto y además de experimentar la doble jornada no encuentra el apoyo de su marido.

"Para mí es bueno por eso ahí… estoy charlando… no estoy pensando en la vida… ¿no?… Y de malo es que haya lluvia o haya sol… tienes que estar aquí… frío… el frío aquí es terrible. ¡Es esto! A veces llego a casa y hablo que estoy cansada y mi marido pregunta: ¿cansada de qué?… ¡Si no haces nada!" (Ana, 37 años)

La relación entre trabajo y familia también se expresa en el uso del tiempo para el ocio. Todavía es el hombre quien tiene más tiempo libre, incluso cuando los dos trabajan en el puesto. La mujer suele trabajar en las tareas domésticas y familiares en su tiempo libre.

"Mi marido tiene más tiempo libre, ¡pues él es jubilado! A veces…a mi me gusta trabajar más el domingo que en día de semana, pues a veces se vende mucho mejor que en la semana. Entonces monto el puesto y trabajo el domingo, ¿no? Por ejemplo, en lunes es muy malo, es débil, nosotros no vendemos casi nada, a veces se gasta más… entonces dejo el lunes para hacer las cosas de casa" (Julia, 43 años)

"¿Tiempo libre? Los domingos yo no vengo aquí… entonces en la casa a mi me gusta hacer una limpieza general. Siempre trabajando, lo que yo no puedo hacer durante la semana lo hago en el domingo. Después me queda libre para mí el resto del domingo… y los días puente tampoco nosotros venimos a trabajar. Él tiene más tiempo libre, pero pasamos todo el día aquí, sólo vamos de noche para casa"(Vera, 30 años)

"Yo pienso que debería haber una división… pero a él le gusta mucho llegar a casa y sentarse delante del ordenador. Él tiene mucho más tiempo libre que yo… bastante más" (Lucia, 31 años)

Como vimos, tenemos muchas evidencias de la combinación entre trabajo y familia. Avanzando algo más en esta línea, subrayamos que en el caso de las familias que tradicionalmente viven del comercio callejero desde hace más de veinte años, los padres suelen tener un puesto y los hijos tienen también su puesto propio; pero comparten sus negocios y se ayudan ya sea en las compras de las mercancías o incluso en atender los puestos cuando uno de ellos no puede hacerlo. Cuando las parejas tienen hijos/as, los/las abuelos suelen ayudar también, ya yendo a buscar los/las niños a la escuela o incluso quedándose con ellos un rato en el puesto. También es corriente que amigos/as o parientes pasen por el lugar del comercio para charlar – incluso sobre problemas familiares o domésticos, y también atiendan a los/las clientes.

Las categorías público/privado se transforman y las fronteras no están claras. El comercio callejero —sea en las calles, en las plazas o en los espacios específicos como los camelódromos— es, al mismo tiempo lugar de trabajo, de ocio, de paso y de relaciones familiares.
 

Notas

(1) En 1980 había un 28,3 por ciento de mujeres empleadas en el comercio y, en 1991, el porcentaje era del 34,9 por ciento. De éstas, el 47 por ciento ganaban hasta dos salarios mínimos (SM) y un 38 por ciento de los hombres ganaban hasta dos SM (Bruschini, 2000). Un SM = R$ 180 = 83 Dólares.

(2) En este punto merece la pena decir que aunque nuestro estudio empírico esté ubicado en un lugar determinado y, por eso, tenga sus características específicas, ello debe ser visto dentro de un contexto global.
 

Bibliografía

BRUSCHINI, C. O Trabalho da Mulher no Brasil: tendências recentes. In: Anais do III Encontro Nacional de Estudos do Trabalho. São Paulo: ABET, 1994. Vol. 1.

BRUSCHINI, C. Gênero e trabalho no Brasil: novas conquistas ou persistência da discriminação? Brasil, 1985-95. In ROCHA, M. I. (Org.): Trabalho e Gênero. Mudanças, Permanências e Desafios. São Paulo: Ed. 34, 2000. p. 13-58.

HARVEY, D. Condição Pós-Moderna. Uma pesquisa sobre as origens da mudança cultural. São Paulo: Edições Loyola, 1992

LAVINAS, L. Evolução do desemprego feminino nas áreas Metropolitanas. In ROCHA, M. I. (Org.): Trabalho e Gênero. Mudanças, Permanências e Desafios. São Paulo: Ed. 34, 2000. p.139-157.

LEONE, E. Renda familiar e trabalho da mulher na Região Metropolitana de São Paulo nos anos 80 e 90. In ROCHA, M. I. (Org.): Trabalho e Gênero. Mudanças, Permanências e Desafios. São Paulo: Ed. 34, 2000. p.85-110.

LIPIETZ, A. Miragens e Milagres. São Paulo: Nobel. 1987.
 

© Copyright Susana María Veleda da Silva, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

VELEDA DA SILVA, S.M. Las mujeres camelôs. Una relación entre lugar, trabajo y hogar.  Scripta Nova, Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales, Universidad de Barcelona, vol. VI, nº 119 (30), 2002. [ISSN: 1138-9788]  http://www.ub.es/geocrit/sn/sn119-30.htm


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