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Scripta Nova
REVISTA ELECTRÓNICA DE GEOGRAFÍA Y CIENCIAS SOCIALES
Universidad de Barcelona. ISSN: 1138-9788. Depósito Legal: B. 21.741-98
Vol. VI, núm. 119 (68), 1 de agosto de 2002

EL TRABAJO

Número extraordinario dedicado al IV Coloquio Internacional de Geocrítica (Actas del Coloquio)
 

UNA REFLEXIÓN SOBRE LOS MERCADOS DE TRABAJO EN LAS CONDICIONES DE LA GLOBALIZACIÓN: EL EJEMPLO LATINOAMERICANO DE BRASIL

Cezar Guedes*
Departamento de Economia. Universidade Federal Rural de Rio de Janeiro.

Mario Gómez Olivares
ISEG, Universidade Técnica de Lisboa


Una reflexión sobre los mercados de trabajo en las condiciones de la globalización: el ejemplo latinoamericano de Brasil (Resumen)

La integración del mercado de trabajo en el desarrollo del capitalismo latinoamericano y del Brasil fue un proceso que se presenta con contornos necesariamente discutibles. El proceso de industrialización por sustitución de importaciones, que se inicia con la Grande depresión en los años 30´ aumentó la articulación del mercado de trabajo en el territorio nacional, transformando lo que era un archipiélago de economías regionales aisladas en una economía integrada mas de acuerdo a los padrones europeos y conforme los resultados del avance tecnológico. Es esta integración parcial del mercado de trabajo, donde la industria, la agricultura y la industria extractiva siguen lógicas limitada en su dimensión y dinamismo, que se va a dar la inflexión a partir de los anos 80, representada por dos variables ínter penetradas: la menor capacidad de generar nuevos puestos de trabajo y la informalización de las relaciones de trabajo. La incorporación de los nuevos contingentes y de los desempleados sucede en su mayor parte a través del auto-empleo o por el aumento del trabajo precario. En los años noventa se profundizan las dificultades iniciadas en los años ochenta, aumentan los desafíos colocados por la abertura comercial y financiera, el programa de privatizaciones y por el proceso de reestructuración productiva. El objetivo de este artigo es analizar el mercado de trabajo brasileño en un contexto comparativo con la situación de América latina y de Portugal en los anos 90, apuntando algunas tendencias.

Palabras clave: mercado de trabajo, desarrollo, empleo, desempleo, capitalismo latinoamericano


A reflection on the labor markets  in globalization conditions: the latin-american example of Brazil (Abstract)

The integration of the market’s labor in the development of Latin American’s capitalism and of Brazil was a process that appears with necessarily debatable contours. The process of industrialization by substitution of imports that begins with the Great Depression in the years 30´ increased the joint of the market of labor in the national territory, transforming what was an ensemble of isolated regional economies in an integrated but according to the European registers and in economy concordance with the results of the technological advance. It is this partial integration of the labor market, where the industry, agriculture and the extractive industry follow limited logics in their dimension and dynamism, that is going away to give the flexion from the 80, represented by two interpenetrated variables: the smaller capacity to generate new jobs and the informalization of the labor relations. The incorporation of the new contingents and the unemployed happens to a large extent through the self-employment or by the increase of the precarious of labor. In the Nineties the difficulties initiated in the Eighties are deepened, increasing the challenges placed by the commercial and financial globalization, the program of privatizations and by the process of productive reconstruction. The objective of this paper is to analyze the Brazilian labor market in a comparative context with the situation of Latin America and Portugal in s 90´s, pointing some tendencies.

Key words: Labor market, development, employment, unemployment, Latin American’s capitalism


Después del mediano desempeño que las economías latinoamericanas han tenido en términos de creación de empleo productivo durante los años ochenta, parecía que las mejores condiciones económicas le serían más favorables durante la mayor parte de la década de los noventa. La visión neo-liberal profetizó tasas de crecimiento más altas y propuso reformas profundas orientadas a aumentar la eficiencia de los mercados. Se vaticinaba que mejoraría la situación laboral, estrechamente vinculada con los altos niveles de pobreza. Sin embargo, la recuperación moderada del crecimiento a nivel regional no ha incidido en una vigorosa formación de empleo productivo. La creación de nuevos puestos de trabajo se ha concentrado en gran parte en ocupaciones de baja productividad media y se ha reducido la participación de las actividades formales en la estructura de empleo. Por otro lado, en la segunda mitad de esa década, la tasa de paro abierto regional se ha colocado en niveles elevados, no vistos desde la crisis de inicios de los años ochenta, por otro lado los salarios reales de las actividades formales aún no han alcanzado los niveles existentes en 1980.

En este trabajo se revisan las principales tendencias en la creación de puestos de trabajo, de esta manera se pretende estudiar el desempeño hasta ahora poco satisfactorio en los indicadores laborales. Saber si se debe, principalmente, a los complejos procesos inherentes a una transición hacia una nueva modalidad de desarrollo o si la debilidad de creación de empleo productivo es una característica de la misma modalidad de desarrollo emergente, sin que se pretenda ofrecer respuestas definitivas.

Este análisis de los mercados laborales en América Latina durante los años noventa requiere ser concebida en el contexto de los procesos de más largo plazo. Primero, es de suponer que existen estructuras y dinámicas, vigentes durante las décadas previas, que condicionan de manera profundo en las transformaciones de los noventa; segundo, son los quiebres y modificaciones de tendencias anteriores los que requieren ser identificados e interpretados para entender lo característico de la década actual. Se toma implícitamente como referencia la discusión reciente sobre la evolución laboral en los países industrializados, ya que permite evaluar en un marco más amplio las tendencias en los mercados de trabajo de la región. Se considera la evolución del empleo en términos de cantidad y de calidad y se hace énfasis en los nuevos procesos de heterogeneización del mercado de trabajo, tomando como base el ejemplo brasileño.

La constitución del mercado de trabajo brasileño, en su todo, es un proceso que sucede en simultaneo con la rápida transformación de una economía agro-exportadora para una economía urbana-industrial. El proceso de industrialización por substitución de importaciones a partir de la Grande Depresión articuló el territorio nacional transformándolo desde un archipiélago de economías regionales aisladas en una economía integrada, según la matriz tecnológica registrada por la Segunda Revolución Industrial.

En los inicios de los años 80, la crisis cambial fue la parte más visible de un proceso mucho más grave y complejo: la modalidad de desarrollo que había servido como suporte a las tasas de crecimiento económico elevadísimas entraba en colapso. A partir de aquí, el mercado de trabajo brasileño empieza una trayectoria de inflexión, contrariando tendencias consolidadas que lo dominaban desde su origen. Es que pesar de los desequilibrios macroeconómicos, regionales y a la concentración de la renta, havia sido posible (aunque de forma problemática), la absorción por el mercado de trabajo de los inmigrantes y de los contingentes internos que se dislocaban del campo para las ciudades. En resumen, independientemente de la conjuntura política,. la economía brasileña crecía con dinamismo generando nuevas vacantes, mas que esto, crecía el trabajo regular y reglado.

En los años noventa se ahondan las dificultades iniciadas en los años ochenta, aumentadas por los desafíos que resultan de las reformas liberalizantes, el programa de privatizaciones, por el proceso de reestructuración productiva y por las presiones de flexibilización del mercado de trabajo que configuran una nueva modalidad de desarrollo.

Es también objetivo de este artigo analizar el cuadro en que se emplaza el mercado de trabajo brasileño en los años 90, señalando algunas tendencias. Para tanto, después de esta breve introducción, el artículo está estructurado en cuatro partes: en la primera se presenta el pasado reciente, enfatizando la inflexión del mercado de trabajo; en la segunda, se trata de algunas comparaciones en los mercados de trabajo; la tercera son discutidos los hechos empíricos sobre empleo, ingreso para la economía brasilera nos anos 90 y en la cuarta se discute algunas políticas de empleo. Finalmente, son retiradas algunas conclusiones y apuntados los desafíos presentes en relación al futuro.
 

La estructura económica del mercado de trabajo latinoamericano: el caso brasileño

Entre 1950 y 1980 las condiciones económicas para la creación de puestos de trabajo fueron relativamente favorables, ya que el PIB latinoamericano alcanzó altas tasas de crecimiento: 5.1 por ciento en los años cincuenta, 5.8 por ciento en los sesenta y 6.0 por ciento en los setenta, y la industria manufacturera, que creció por sobre este promedio, subió su participación de 18.7 por ciento a 26.1 por ciento ( CEPAL (a): 1995). En el mismo contexto, se dio un rápido proceso de urbanización de muchas sociedades predominantemente rurales. Sin embargo, la crisis de la deuda y la transición de los años ochenta se reflejaron en una caída en el ritmo del crecimiento, que alcanzó sólo un 0.5 por ciento entre 1980 y 1985 y 1.8 por ciento entre 1985 y 1990 (CEPAL (a): 1995), lo que tuvo un impacto muy negativo en los mercados laborales de la región.

Antes de los ochenta, los problemas de empleo solían expresarse como subempleo, el cual se concentró en el sector informal urbano y la economía campesina. Sin embargo, la crisis de los primeros años de los ochenta incidió, entre otros, en un fuerte aumento del paro abierto. En la segunda mitad de la década de los ochenta, la tasa de paro se redujo, pero volvió a subir en el primer lustro de los años noventa, a pesar de que se registraran tasas de crecimiento económico más elevadas (CEPAL (b): 1998).

Entre 1950 y 1980, el proceso de recomposición de la estructura de empleo por grandes sectores fue acompañado por un aumento de los niveles del empleo asalariado. Si bien las categorías de ocupación que generalmente reflejan productividades e ingresos laborales menores - trabajadores por cuenta propia y trabajadores familiares no remunerados - mantuvieron una participación elevada en la PEA, durante estas décadas específicamente el empleo asalariado en actividades no agropecuarias creció fuertemente, lo que refleja un importante aumento de la demanda de mano de obra que surgió de los dinámicos procesos de acumulación de la época. Las estadísticas nos indican claramente la tendencia de un aumento de la proporción de los asalariados no agropecuarios en la fuerza de trabajo para algunos países de la región. La reducción de esta proporción en Chile entre 1970 (cuando poseía la participación más alta entre los países con información disponible) y 1980, refleja los efectos de la reestructuración de su economía, que se expresó en el mercado de trabajo - entre otros - en una reducción de la demanda por mano de obra asalariada y altas tasas de paro.

También en el empleo agropecuario, la relación entre el sector moderno y el sector campesino se mantuvo constante, creciendo ambos sectores con bajas tasas anuales y bajando su participación en el empleo total. El conjunto de los segmentos formales - el no-agrícola formal y el agrícola moderno - aumentaron su participación conjunta en el empleo total solamente de 54 por ciento a 60 por ciento. Cabe advertir, sin embargo, que en la agricultura latinoamericana moderna, con la excepción de ciertos enclaves, los salarios siempre han sido bajos, como reflejo de una distribución funcional muy desfavorable al factor trabajo (Franco, R.:1996 y 1999), lo que ha sido compensado con bajos salarios en la agricultura, sosteniendo una política de bajos precios en la Agricultura.

El caso brasileño es en este sentido un caso ejemplar y paradigmático. Al final de los años 70 la economía brasileña presenta una de las mayores tasas de crecimiento del PIB de postguerra (en torno al 7 por ciento anual) y concluye aceleradamente la instalación de una base productiva siguiendo los padrones tecnológicos asociados con la Segunda Revolución Industrial, lo que permite dar continuidad a la implantación de la industria de base en los años 50 y generar toda la dinámica que esto significó para el desarrollo capitalista brasileño.

La economía, después de un periodo de crecimiento acelerado sobre la base de endeudamiento externo de largo plazo y a tasas de interés bajas, entraba a partir de 1979 en un periodo de dificultades por los efectos combinados del segundo choque del petróleo y del aumento impropio de los intereses. Con la interrupción de los flujos financieros típico de los años sesenta fue necesario celebrar un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (1982) y reajustar la balanza de pagos frente a la necesidad de responder a los montantes crecientes del servicio de la deuda externa. La política económica es orientada para la creación de excedentes a través de un aumento del saldo comercial. Brasil y América Latina, en general, se transformaron en exportadores líquidos de capital.

En la práctica, como resultado de grandes saldos en la balanza comercial (hasta 1994) llevó al cambio de la deuda externa por una deuda interna, en la medida en que el Banco Central tuvo que convertir los ingresos de divisas en moneda nacional. Para que la base monetaria no creciese descontroladamente, la venda de papeles de deuda pública se dilató, dando inicio a un especie de "rueda financiera" que, juntamente al conflicto distributivo, está en el origen del proceso hiperinflacionario de Brasil, hasta el inicio de los años 90. Hasta entonces las experiencias históricas hiperinflacionarias estaban ligadas a convulsiones sociales, guerras e, principalmente, deudas de guerra. Ahora era apenas la lógica del mercado.

Más allá de los aspectos económicos-financieros, hay también cuestiones de naturaleza tecnológica y organizacional que expresaban la fragilidad del proceso de industrialización. Resumidamente, no hubo esfuerzo de innovación propio, aspecto que será considerado en la tercera parte del trabajo.
 

Empleo y salario: algunas comparaciones internacionales

Para el ano de 1999 la tasa de desempleo abierta en el mundo alcanzó 5,5 por ciento de la PEA. Este número es más del doble del vigente en 1975, que fue de 2,3 por ciento. En este período la participación de los países no-desarrollados se amplia absoluta y relativamente en la producción del excedente mundial de mano de obra, pasando de 59 por ciento en 1975 para 79,4 por ciento en 1999. Para los mismos años hay una reducción en la participación de los países desarrollados: de 41 por ciento para 20,6 por ciento. En el caso de Brasil, considerando el año 1999, aunque represente 3,12 por ciento de la PEA mundial, concentra el 5,61 por ciento del total del desempleo abierto, (Pochmann: 2001)

Durante las últimas décadas surgieron problemas en los mercados de trabajo de los países desarrollados que parecían superados en el contexto de la regulación postguerra: altas tasas de paro y caídas de los salarios reales con una ampliación de la diferencia entre los estratos de mayores y menores ingresos laborales (Jürgen Weller: 1998 a). Debido a que el desempeño de los mercados de trabajo varía, especialmente entre Estados Unidos y Europa occidental, las discusiones correspondientes se centran en diferentes temas. En Estados Unidos el debate se concentra en las causas de la caída del salario real y en las razones del aumento de la diferencia entre los niveles salariales altos y bajos observados desde los años setenta.

En este debate, no ha surgido consenso sobre el peso de los diferentes factores explicativos, especialmente sobre a la importancia del comercio exterior. Sin embargo, hay coincidencia en que no existe un factor único responsable de esta evolución. Mas bien los estudios empíricos señalan una serie de factores vigentes, muchos de los cuales juegan un papel preponderante en los procesos de globalización (cambios tecnológicos que aumentan la demanda por mano de obra altamente calificada en detrimento de los trabajadores de baja calificación y la competencia externa, tanto desde países de la OCDE como desde países del "Tercer Mundo"), y que presionan principalmente sobre los empleos y salarios de los trabajadores de baja calificación, los cambios de las preferencias de los consumidores por productos más sofisticados que requieren capacidades relativamente mayores en el proceso de producción (1).

En Estados Unidos, los niveles de paro son relativamente bajos y la discusión sobre problemas laborales se concentra en los niveles y la distribución de los salarios y el grupo de los trabajadores pobres. Europa occidental en contraste, desde los años setenta sufre niveles de paro más elevados lo que marca el debate europeo. Nuevamente, no se puede identificar un factor causante único. Mientras las explicaciones de los aumentos del paro se concentran en los factores que inciden negativamente en el crecimiento económico, para explicar su persistencia se enfatiza la rigidez en los mercados de trabajo que evitarían una reducción de los salarios reales y no estimulan los esfuerzos de los desocupados para buscar puestos de trabajo rápidamente( Malinvaud: 1980).

Entre los años cincuenta y setenta, la fuerza de trabajo de los países latinoamericanos o población económicamente activa (PEA) no sólo creció continuamente, sino que lo hizo con tasas de crecimiento cada vez más altas. Mientras entre 1950 y 1960, la fuerza de trabajo se expandió en un 1.9 por ciento p.a., y entre 1960 y 1970 en un 2.3 por ciento, en los años setenta este aumento alcanzó un 3.8 por ciento p.a.

Si bien, hasta los años setenta se aceleró la expansión de la fuerza de trabajo, debido a un alto crecimiento demográfico y – en muchos países desde los años sesenta, pero sobre todo desde los años setenta – una participación laboral cada vez más elevada de las mujeres. Este tendencia se frenó en los años ochenta, con tasas de crecimiento de la población en edad de trabajar que empezaron a descender y una leve reducción del dinamismo de la incorporación de las mujeres al mercado laboral. Aún así, con casi 3 por ciento anual, la fuerza de trabajo expandió con alta velocidad. Durante todo el período el sistema educativo se extendió alcanzándose tasas crecientes de cobertura; aún así una proporción elevada de la fuerza laboral todavía registra bajos niveles de educación formal.

Durante los años noventa el empleo nuevo se genera en forma polarizada, con la creación de nuevos puestos de alto y de bajo nivel a la vez, con una preponderancia de estos últimos. Esta pauta también caracteriza la creación de puestos de trabajo de mujeres en un contexto de creciente participación laboral femenina ( Leiva, 2000). Por un lado, dentro del empleo femenino, las ocupaciones de alto nivel (profesionales y técnicos) generalmente tienen una alta participación, tradicionalmente sobre todo por su presencia en el sector público. Ahora, la transformación productiva abre nuevos espacios en una serie de actividades terciarias en modernización. Además, se registran lentos procesos de mayor acceso de mujeres a puestos directivos. En el otro extremo, en una serie de actividades en expansión surgen puestos de trabajo precarios y de bajas remuneraciones para mujeres, por ejemplo en algunas actividades de agroexportación, la maquila, el trabajo a domicilio y el empleo doméstico (Candia, 1996). Esta mayor incorporación laboral de las mujeres ocurre en el contexto de una persistente discriminación salarial, la cual incluso tiende a aumentar en niveles educativos más altos (Arriagada, 1997).

En relación con el empleo del sector terciario, es necesario apuntar que la ausencia de una industria mas desarrollada, teniendo en cuenta la precariedad de las infraestructuras y de las tecnologías de información y de comunicaciones, hace que predominen condiciones desfavorables relativamente a la creación de empleo de mayor calidad. Este problema, en los países desarrollados, está mas ligado a formas atípicas de empleo, como el trabajo a tiempo parcial o a tiempo cierto, o la subcontratación a través de empresas de servicios o de intermediación de empleo. Como consecuencia de esto se puede apuntar que tanto para Brasil e los países latinoamericanos, incluyendo Portugal es el debilitamiento de las instituciones sindicales. (Cerdeira, 2000).

Más allá de la naturaleza dos vínculos, una otra característica central de la calidad de los puestos de trabajo son las remuneraciones. Durante los años ochenta los salarios reales el sector formal mostraron ser mucho más flexibles que frecuentemente se había supuesto y - facilitado frecuentemente por altos niveles de inflación - sufrieron fuertes caídas en el contexto de productividades medias decrecientes. Con la reversión de las tendencias adversas en la evolución de la productividad laboral, en los años noventa los salarios reales de las empresas formales volvieron a subir. Sin embargo, en varios países, a mediados de los años noventa, todavía no se han podido compensar las pérdidas previas (CEPAL (b), 1998 y volúmenes anteriores).

La información para la mayoría de los países de la región con información disponible es que durante los años ochenta la diferencia de los salarios medios relativos entre personas con educación universitaria y personas con educación primaria se ha reducido debido a un aumento de la oferta de mano de obra con mayores niveles educativos como consecuencia de las políticas de educación aplicadas durante las décadas anteriores.

Sin embargo, en el contexto de los procesos de liberalización se ha observado que los salarios relativos de las personas con niveles educativos más altos crecen. Como explicación se ha sugerido que la apertura comporta cambios tecnológicos que se traducen en aumentos de la demanda por trabajo más calificado Con las transformaciones productivas ocurren cambios en el grado de calificación requerido. En procesos paralelos de creación y destrucción de puestos de trabajo, algunas calificaciones laborales se hacen obsoletas, mientras aumenta la demanda por otras. Si los sistemas de educación y capacitación no logran modificar la oferta de mano de obra según los cambios en la demanda laboral - y generalmente se trata de procesos no muy ágiles con un impacto rezagado - puede aumentar la diferencia de los ingresos salariales entre diferentes grupos de asalariados. Así, en los años noventa parece prevalecer el aumento relativo de la demanda por trabajo calificado lo que en la mayoría de los casos está incidiendo en mayores diferencias salariales.

Adicionalmente, las reformas estructurales pueden haber afectado la segmentación en los mercados laborales. En los años ochenta, las caídas de los salarios reales en el sector formal generalmente incluso han sido mayores que en el caso de los salarios de las microempresas, con lo cual la diferencia salarial entre ambos tipos de empresa tendió a reducirse. Sin embargo, no está claro si esto se debe a que se haya debilitado la estructura oligopólica reinante en muchos otros mercados en el marco del desarrollo periférico o si, al contrario, la segmentación en los otros mercados se haya mantenido (o incluso se haya profundizado) y factores político-institucionales, sobre todo el debilitamiento de las organizaciones sindicales, hayan incidido en que la distribución funcional del ingreso en el sector formal haya empeorado para los trabajadores.

Cuanto al mercado de trabajo brasileño, aunque era visible un grande dinamismo presente en la creación de puestos de trabajo y en la expansión del trabajo regular y reglamentado, havia también una intensa disparidad del ingreso y un cambio en la naturaleza de los vínculos contractuales entre las diferentes regiones, en el sentido de una mayor precariedad. Y más, la mayor parte de los ocupados (en cualquier trabajo) no tenían contrato de trabajo y no eran contribuyentes de la Seguridad Social (2). Esto hace con que el Estado (en sus tres niveles) sea de hecho el mayor empleador y haya siempre cumplido un papel de destaque en la creación y conservación del mercado de trabajo formal (3). Este es un indicador de como el grado de formalidad en las relaciones de trabajo avanzó poco en ciertas regiones del Norte e Norte-Este, al contrario del Sur y Sudeste donde el sector privado tiene mas dinamismo, generando niveles de renta mas elevados (4).

Por tanto, si el proceso de integración del mercado de trabajo en las relaciones capitalistas es un proceso complicado, su desarrollo siempre presentó limites muy claros y críticos. Y es sobre esta integración parcial, limitada en su alcance y dinamismo, que se va a dar la inflexión a partir de los años 80, representada por dos variables: la menor capacidad de generar nuevas vacantes y la informalización de las relaciones de trabajo. La incorporación de los nuevos agrupamientos de trabajadores y de los desocupados sucede y se realiza, en su mayor parte, por el auto-empleo y a través de trabajo precario. (Guedes y Natal: 1998).

La peculiaridad del mercado de trabajo brasileño presenta una naturaleza emblemática y ejemplar, considerando aspectos demográficos y sociales. En los años 40 la población rural alcanzaba aproximadamente 70 por ciento da población total. Por los resultados parciales del Censo 2000, 82 por ciento da población vive en las ciudades. En una situación de bajo dinamismo económico y bloqueada de forma evidente la movilidad social ascendente esperada, estos números dicen relación estrecha con los niveles de precariedad de la vida social y permiten adivinar las cifras exultantes de la violencia social creciente que se genera en los situs urbanos desde el inicio de los años 80, momento a partir del cual el Producto Interno Bruto per capita brasileño crece a ritmo bajo. Hasta entonces, desde 1950, este valor se havia quintuplicado.

Hacia el final de los años setenta, el movimiento social y particularmente, el sindical, había conquistado un espacio público, pasando a la búsqueda de la concretización de una agenda social exigente, de modo a superar el atraso del periodo autoritario. Se da así la emergencia del "nuevo sindicalismo" y de las negociaciones colectivas directas entre patrones y empleados en el mismo momento en que asintoticamente la economía brasileña ingresaba en un periodo de dificultades, sin el dinamismo característico de los años sesenta y que dominó hasta aquel momento. Este es el aspecto irónico y paradojal. De cualquier modo, durante los años 80, existe un crecimiento del número de sindicalizados y negociaciones colectivas ( al contrario de la tendencia mundial ), donde los sindicatos consiguen mantener el poder de compra de los salarios y algún avance en la democratización de las relaciones de trabajo. En los años 90, al contrario, hay un reflujo en las reivindicaciones que pasan a tener un carácter meramente defensivo, en la medida en que el paro aumenta y se transforma en una amenaza permanente.

Así, en los años 90, el segmento formal y organizado reduce su protagonismo en la sociedad y en el mercado de trabajo brasileño, el cual pasa a crecer en la égida de la informalidad y la precariedad.

Cuando observamos os estudios e pesquisas realizados en el Brasil a lo largo de los años 90, podemos constatar que los temas de la informalidad, asociativismo, micro crédito aumentaron en mayor densidad. Así, el escenario social de los años 90 está marcado por la manifestación y presencia de actores sociales de naturaleza diversa, mas que expresan la relación la creciente precariedad en las relaciones de trabajo.

En el sector estatal, en sus diferentes niveles, hay un nuevo aparato legal más orientado para fomentar el microcrédito y la capacitación. Inclusivamente el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social, tiene desde 1996 un programa dirigido al financiamiento de pequeños empresarios y de cooperativas. Finalmente, universidades, organizaciones gubernamentales (ONG) y los propios sindicatos han sido ejecutores y co-ejecutores de algunos programas financiados por el Fundo de Amparo al Trabajador, siguiendo una óptica microeconómica e de mercado.

Fue la creación del FAT en 1990 (Ley no 7.998/90) que permitió la mayor parte de estas iniciativas. La Constitución de 1988 confirmó el programa de seguro de paro (criado en 1986 con o Plano Cruzado) y determinó la formación de un fondo público para garantizar los recursos destinados a la concesión del beneficio a los desocupados. Hubo también iniciativas de los gobiernos al nivel del estado y de los ayuntamientos desvinculados del FAT(5).

Estas medidas son indicadoras de la búsqueda de respuestas realizadas por diferentes agentes, con el fin de disminuir el cuadro de dificultades que se fue dibujando en los años 90. Grande parte de las cuestiones abordadas en esta sección del trabajo están restringidas a la realidad brasileña, pero hacen parte de una experiencia que se puede extender a los países de América latina y a Portugal, donde el Estado Social y las políticas de pleno empleo llegan tarde en la historia, siguiendo caminos diferentes del que se dió después del post-guerra en los países desarrollados hasta los años 70. En este sentido debe ser destacado que Brasil, así como la mayoría de los países de América latina nunca tuvo un Estado Social, sólo un conjunto de dispositivos legales expresos, por ejemplo en la CLT - Consolidación de las Leyes del Trabajo en 1943 que, a lo largo del tempo, fue abarcando una parcela creciente de los trabajadores urbanos brasileros. La Constitución de 1988 fue elaborada bajo el impulso de redemocratización y tuvo una vocación universalista en lo que dice relación a la Educación, Salud y algunas cuestiones de la Seguridad Social, como ilustra el tratamiento dado a los trabajadores rurales, incluidos en el régimen de pensiones. En los años 90 asistimos a un intenso debate sobre el costo del trabajo y los gastos sociales, relaciones de trabajo y Seguridad Social, que, con algunas alteraciones y diferencias relativamente a la situación europea, discuten el problema de la "flexibilidad del mercado de trabajo"(6), lo que viene confirmado por los cambios legislativos que han sido promovidos desde inicios del año de 2002, por el gobierno a través del Congresos brasileño, buscando formas de concordia social e de acuerdo empresarial-sindical, que de cualquier modo no salvaguardan garantías sindicales básicas e no permite una simetría empresarios-sindical
 

Trabajo y renta en los años noventa

El trabajo es la principal forma de supervivencia de los contingentes populacionales. Las estadísticas del trabajo buscan traducir toda la diversidad de los vínculos contractuales de naturaleza laboral, estructura ocupacional, ingresos y calificaciones. Las estadísticas del trabajo en el Brasil poseen un tratamiento casi de empadronamiento en lo que dice relación a los puestos de trabajo donde existen vínculos laborales formales (7). La evolución del empleo formal, que en 1997 era de 23,1 millones de puestos de trabajo, es ligeramente superior al vigente en 1980, cuando alcanzó 22,9 millones. En este período, el ponto mas alto fue el ano de 1989, con un total de 25,5 millones. Lo que debe ser destacado, es que el volumen del empleo formal se encuentra prácticamente estacionario desde 1980, para una PEA que no paró de crecer, llegando a ser de cerca de 79 millones de personas en 1999. Ese curso expresa la tendencia a la reducción de los vínculos de empleo en el conjunto de la Población Económicamente Activa (PEA), dando lugar al crecimiento de las relaciones de trabajo precarias y al auto-empleo.

Más allá de esto, ambas instituciones poseen metodologías diferentes. En la Encuesta Mensual del Empleo del IBGE, sobre empleo y paro, la población es dividida en dos grandes bloques (ocupados y desocupados). Son consideradas desocupadas las personas que en la semana de referencia: no tenían trabajo, pero estaban dispuestas a trabajar, habiendo tomado algunas providencias en este sentido. Por tanto, aunque las estadísticas oficiales divulguen tasas de paro, se trata en rigor de tasas de ocupación e desocupación. Técnicamente designado como paro abierto, lo podríamos considerar un paro sui generis.

Las estadísticas de la Encuesta de Empleo y Paro, elaboradas a partir de 1984, por el DIEESE y la Fundación SEADE – Sistema Estadual de Análisis de Dados, inicialmente sólo aplicadas en San Paulo, tuvieron su metodología basada en estudios del PREALC - Programa Regional de Empleo para América Latina y el Caribe y toman en consideración otras formas de paro más allá del paro abierto. Son considerados el paro oculto por el trabajo precario y por el desaliento. Estas informaciones son suministradas de forma desagregada y agregada. Pero sintonizadas con la problemática brasileña, esta perspectiva desea discutir un problema que siempre estuvo presente en el pensamiento económico da CEPAL, que es la percepción de un "terciario hinchado", como depósito de excluidos y variable síntesis de un conjunto de problemas y soluciones.

El DIEESE no calcula una tasa nacional, hasta porque apenas S. Paulo posee una serie desde 1984. Todas las demás regiones metropolitanas iniciaran el levantamiento a lo largo de los años noventa. Por tanto, la serie a seguir dice relación al grande São Paulo y, sin considerar las diferencias metodológicas, el comportamiento de la tasa de paro es idéntico al verificado en el IBGE, es decir, la ascensión se observa a partir de 1989, la contención es visible entre 1993 e 1995 y, a partir de este punto, un incremento más acentuado hasta atingir una tasa que representa el doblo en 1999, cuando a tasa de desempleo en la región metropolitana de S. Paulo saltó de 8,8 por ciento en 1989 para 19,3 por ciento en 1999.

En su conjunto las estadísticas presentadas, independiente de las diferencias metodológicas, indican una evolución en el sentido del agravamiento de la inflexión en el mercado de trabajo. Mas allá del crecimiento de la tasa de desempleo en los anos 90, hubo también un cambio en su estructura, que puede ser entendido en las estadísticas de la Pesquisa Nacional de Amostra Domiciliar do Instituto Brasileiro de Geografia e Estatística (PNAD/IBGE): hasta los años 80 el desempleo se concentraba entre los jóvenes y personas sin formación profesional. Actualmente el perfil de desempleo se encuentra más inclinado para las personas: (i) con mas de 8 años de escolaridad; (ii) con mas de 49 años; (iii) del sexo femenino; (iv) jefes de familia blancas; (vi) que buscan el re-empleo e; (vii) que residen en la región Sudeste, donde esta concentrada la industria(Pochmann, 2001: 106).

En relación con la distribución funcional del ingreso, en 1998 la repartición del PIB fue el siguiente:36 por ciento para la remuneración del trabajo; 44 por ciento para el capital; 6 por ciento de ingreso autónomo y 14 por ciento de impuestos líquidos de subsidios sobre la producción e importación (Dieese, 2001: 34). En lo que se relaciona con la distribución personal de la renta, los dados de 1999 muestran que os 10 por ciento mas ricos tienen 46,8 por ciento del ingreso y los 20 por ciento mas pobres 3,6 por ciento (Dieese: 2001: 37).

Confrontando estos dados brasileños con los de la región, podemos decir que en relación a los ingresos laborales en el marco latinoamericano, se ha constatado que entre 1960 y 1980 la participación de los salarios en el producto regional, se mantuvo relativamente constante, en torno a 35 por ciento, a pesar del aumento de la participación de los asalariados en el empleo total (PREALC, 1991: 14). Esto indica que el conjunto de los asalariados participó sólo parcialmente en el crecimiento de la productividad. Al mismo tiempo, aparentemente aumentaron los ingresos laborales medios de las actividades informales urbanas, como consecuencia de la diferenciación de los segmentos informales, donde surgió un grupo con mejores niveles de ingreso, y de las altas tasas de crecimiento del producto y de la masa salarial (PREALC: 1991).
 

El mercado de trabajo y las políticas de empleo

A elaboración de política económica e demás directrices sufren condicionamientos del cuadro internacional y del desarrollo previo de cada país. En el mismo sentido, una política industrial y tecnológica no se escribe en un espacio en blanco. Lo que se sugiere es la necesidad de que se ejerzan márgenes de acción que las condiciones permiten, pues la articulación entre lo social y lo económico no se da automáticamente. Sin creatividad y voluntad política de enfrentar esos problemas, la fragmentación y las dificultades en el mercado de trabajo e en la sociedad brasileña tienden a profundizarse.

Diferentes organismos internacionales han analizado las tendencias en los mercados de trabajo en los países industrializados y han hecho importantes aportes a la discusión. Sus contribuciones sobre las causas de los problemas del empleo en los países industrializados y sobre las políticas para combatirlas muestran coincidencias en algunas áreas y divergencias en otras ( Jürgen Weller: 1998 b).

Coinciden, primero, en que el mayor crecimiento económico es una condición necesaria para aumentar los niveles del empleo y combatir las altas tasas de paro y, segundo, en rechazar algunas hipótesis muy comunes en los propios países industrializados sobre las causas del paro específicamente en estos países:

- Que la liberalización del comercio internacional haya destruido empleo en forma masiva debido al aumento de las importaciones de productos baratos.

- Que un cambio tecnológico acelerado haya llevado a fuertes aumentos de la productividad en detrimento de la creación de empleo.

- Que (por lo menos en algunos países) una fuerte inmigración haya desplazado mano de obra local.

Si bien en algunos sectores no competitivos la intensificación del comercio internacional destruye empleo, esta intensificación a la vez implica una mayor demanda por productos de los sectores competitivos, donde se generan nuevos puestos de trabajo. Desde mediados de los años setenta la tasa de crecimiento de la productividad laboral ha estado por debajo de los niveles previos. Si bien algunos sectores vivieron un cambio tecnológico sustitutivo del factor trabajo, a nivel agregado no hubo un importante tradeoff entre productividad y empleo. Más bien, durante este período el menor crecimiento de la productividad "creó" puestos de trabajo. Además, a más largo plazo el aumento de la productividad es condición básica para una mayor competitividad y un mayor crecimiento económico y, en consecuencia, para una mayor creación de empleo. Empíricamente esta relación queda confirmada por el crecimiento simultáneo de la productividad y del empleo en los países con mayores tasas de crecimiento. Si bien una fuerte inmigración de personas de calificación relativamente baja puede presionar los salarios relativos del segmento correspondiente hacia la baja y/o puede contribuir a un mayor paro en este segmento, a nivel agregado este impacto es débil y en términos relativos no ha aumentado durante los años ochenta. Además, frecuentemente los migrantes trabajan en oficios poco demandados por la fuerza de trabajo local.

Las principales divergencias de los organismos se refieren al funcionamiento del mercado de trabajo mismo. Así, por ejemplo, la OCDE y el Banco Mundial plantean que aparte de las causas coyunturales del paro las cuales se atacarían por medio de políticas macroeconómicas adecuadas, existen causas estructurales que limitan la flexibilidad del mercado de trabajo, lo que impide su funcionamiento satisfactorio. Con ello se obstaculiza la movilidad de los trabajadores desde sectores y regiones en contracción hacia otros donde existe una mayor demanda por mano de obra y se dificulta la entrada al mercado para principiantes.

Específicamente, se hace referencia a que la regulación favorece excesivamente la estabilidad en el empleo, que la flexibilidad salarial está reducida, especialmente para principiantes, que los costos no salariales de la mano de obra son excesivos, etc.

La OIT y la UNCTAD en contraste, aceptando que puedan existir regulaciones en los mercados de trabajo que afectan su funcionamiento en forma negativa y las cuales habría que analizar en cada caso y si es el caso corregir, hacen hincapié, primero, en que los sistemas de regulación del mercado de trabajo existentes son resultados de los procesos socio-históricos y que en diferentes países diferentes sistemas han generado resultados positivos para el crecimiento.

Es importante distinguir entre los efectos de corto y de largo plazo de las regulaciones. Todos los países más ricos de la OCDE comparten el problema de la insuficiencia de la creación de empleo productivo mientras lo que los diferencia es la forma de enfrentarlo, una estrategia de beneficios sociales en los países de Europa continental (seguro de paro, subsidios sociales), una estrategia de empobrecimiento en los EEUU y el Reino Unido (salarios reales decrecientes para las ocupaciones de baja calificación) y una estrategia de protección en Japón (estabilidad laboral, proteccionismo). Considerando el "paro encubierto", principalmente la ocupación en actividades de baja productividad y bajas remuneraciones, las tasas de paro de estos países estarían en un nivel muy parecido.

De esta manera, las recomendaciones de la OIT y la UNCTAD se concentran en un reforzamiento del crecimiento, lo que requeriría una acción globalmente concertada para evitar desequilibrios. Si bien las regulaciones laborales en todos los países pueden requerir ciertos ajustes, una desregulación generalizada causaría más daño (inestabilidad, reducción de la demanda agregada, inequidad) que beneficios.

Consenso prevalece, nuevamente, entre los diferentes organismos en la importancia clave de la educación y la capacitación. Aquí, como en la discusión sobre el crecimiento las diferencias radican en los instrumentos para lograr un sistema educativo eficiente y de alto nivel.

En resumen, para los organismos internacionales los procesos de globalización ofrecen una serie de oportunidades en términos de crecimiento y mayor eficiencia para los países industrializados. La carga recaería sobre las personas de los niveles de capacitación más bajos, las cuales requerirían apoyo especial para poder ajustarse a las nuevas condiciones laborales.

Mientras las discusiones resumidas hasta aquí, sobre todo de parte de los organismos internacionales, hacen énfasis en las oportunidades creadas por las nuevas tecnologías y los procesos de globalización para la creación de empleo, otras contribuciones representan unas perspectivas más inseguras y menos positivas, tanto respecto a los esquemas de regulación laboral emergentes, como respecto a la creación de empleo como tal.

En relación con el volumen y a la composición del empleo, se subraya que las nuevas tecnologías sustituyen masivamente trabajo humano por maquinaria y software. Este proceso que al inicio ha afectado grandes sectores industriales, sobre todo al nivel de líneas de producción, desde los años noventa crecientemente está alcanzando a actividades de servicio en la industria manufacturera y al sector terciario. Muchas de las actividades terciarias en expansión son intensivas en capital (incluyendo el capital humano), pero poco intensivas en mano de obra, sobre todo, poco calificada.22 Por lo tanto se argumenta que la creación de empleo en rubros en expansión, vinculados precisamente con las transformaciones tecnológicas, no es suficiente para compensar las pérdidas de empleo que tienen lugar, en parte, en estos mismos rubros..

En consecuencia, el empleo en los antiguos países industrializados se diferenciaría en tres grandes segmentos ( Jürgen Weller: 1998)

1. los "analistas simbólicos" que serían quienes trabajan en intermediación estratégica, e identificación y resolución de problemas y cuyo mercado es global; su participación en la fuerza laboral y sus ingresos aumentan.

2. los trabajadores rutinarios de producción, con ingresos y una participación laboral declinante; y

3. los trabajadores en servicios en personas (limpieza, seguridad, salud), con un aumento de la fuerza laboral, pero ingresos bajos. Casi por definición, la expansión de los puestos de trabajo de "analistas simbólicos" no puede incorporar satisfacer las necesidades de creación de empleo de los hogares, por lo que se observa una heterogeneización de las condiciones laborales en comparación con las tendencias prevalecientes anteriormente, con aumento del paro y/o la expansión del empleo precario, lo que resulta en que la desigualdad entre los ingresos laborales tienda a crecer. Por otra parte, el aumento en la intensidad de capital que significa la transformación tecnológica en muchos rubros, a la vez incide en el empeoramiento de la distribución funcional del ingreso. En consecuencia y dada la ausencia de nuevos mecanismos de integración social que sustituyan los antiguos esquemas de desarrollo y un creciente distanciamiento socio-cultural de los "analistas simbólicos" del resto de la sociedad, se registraría una mayor exclusión social.

Finalmente, respecto a los países de la OCDE y principalmente aquellos con mayor ingreso per cápita, existen dudas crecientes tanto sobre la factibilidad como la deseabilidad de que un mayor crecimiento solucione los problemas que se reflejan en los indicadores del mercado de trabajo. Este escepticismo se basa, principalmente, en el argumento que la sostenibilidad del desarrollo requiere limitar el crecimiento en estos países, debido a que ésta peligra tanto por el consumo masivo de los recursos naturales como por el efecto de contaminación y el debilitamiento de los equilibrios ecológicos.

En este contexto y partiendo de la idea de que la solución de los mencionados problemas laborales en los países de la OCDE no puede basarse en estimular el crecimiento económico, se ha desarrollado una discusión sobre aspectos como la reinterpretación del concepto "trabajo", la reducción de la jornada laboral y la redistribución del empleo remunerado.

En resumen, durante las últimas décadas se observan transformaciones profundas en los mercados de trabajo de los países industrializados. El menor crecimiento económico, el cambio tecnológico, la globalización y otros factores redujeron la demanda laboral, lo que se expresó en un mayor paro y/o la creación de puestos de baja calidad, salarios reales decrecientes y mayores diferencias salariales. Elementos característicos de los mercados laborales del período dorado pierden peso y se observa una mayor heterogeneización de la estructura ocupacional.

Existen políticas que son estrategias de reducción de la pobreza, las cuales se presentan a tres niveles. En la base debería estar una estrategia que apoye tasas de crecimiento positivas ya que el crecimiento económico es el factor que mayor influencia tiene sobre la pobreza. A pesar de que los efectos de "cascada" a partir de un mayor crecimiento en mejoras en la distribución del ingreso son discutibles, es extremadamente difícil lograr cualquier meta ambiciosa de pobreza sin crecimiento. En el medio debería estar una estrategia redistributiva, i.e. un sistema progresivo de ingresos y gasto público que automáticamente traduzca el crecimiento total o las mejoras en los ingresos individuales en transferencias netas más altas de los ricos hacia los pobres. Finalmente, sobre estos dos niveles debería estar un sistema de gasto público que mejore la formación del capital humano a fin de mejorar las oportunidades de los pobres de participar activamente en la economía formal (Rainer Schweickert: 2001).

Para el caso brasileño, se puede decir que existe una política de empleo puesta en práctica en los anos 90, es limitada cuando consideramos su alcance en el conjunto del mercado de trabajo y, principalmente, cuando observamos la falta de articulación con las demás políticas de gobierno, particularmente en la ausencia de políticas macroeconómicas, mas favorables a la creación de empleo y renta
 

Consideraciones finales

Una de las principales características de la modalidad de desarrollo de la posguerra fue el surgimiento de amplios procesos de integración social en los cuales los mercados de trabajo jugaron un papel central, creación de empleo, productividades y salarios reales crecientes, tendencias hacia la reducción de las diferencias salariales (Jürgen Weller, 1998 a). Sin embargo, a partir de los años setenta las menores tasas de crecimiento económico, la reestructuración de la división internacional del trabajo y el cambio tecnológico incidieron fuertemente en la creación de empleo. El proceso de globalización abrió un nuevo proceso, un conjunto de actividades competitivas directamente vinculadas a los mercados internacionales; como consecuencia de esto muchas actividades sufrieron fuertes transformaciones eliminando mano de obra. Debido en parte a las variaciones y presiones sobre la institucionalidad laboral, estas tendencias se expresaron en los diferentes países en un elevado y persistente paro o en la creación preponderante de empleo de baja calidad, en una ampliación de las diferencias salariales y una mayor heterogeneidad de la estructura ocupacional.

En contraste a la evolución que presentaron los países industrializados, en los mercados laborales latinoamericanos entre 1950 y 1980 se registraron tendencias simultáneas de incorporación y exclusión social (PREALC: 1991: 2): Mientras una proporción creciente de la población económicamente activa logró incorporarse en actividades formales, hubo un gran número de personas que en el contexto de procesos entrelazados de atracción y expulsión salieron del sector agropecuario y, en gran parte, migraron hacia las grandes urbes donde pudieron ocuparse solamente en actividades de baja productividad y de bajos ingresos laborales.

En los años ochenta el agotamiento de la modalidad de desarrollo de la posguerra, acelerado por factores externos, desembocó en una profunda crisis económica, la cual redujo la capacidad de los sectores formales de generar empleo productivo, y la mayor parte de los puestos de trabajo que surgieron se concentraron en el sector informal. La agricultura, después de servir transitoriamente como "refugio", siguió reduciendo su participación en el empleo. La expansión del empleo en el sector secundario se frenó. En contraste se mantuvo la expansión del sector terciario, que desde los años ochenta abarcó más de la mitad del empleo y concentró gran parte del sector informal. De esta manera, en muchos países la expansión de la participación del empleo asalariado no agropecuario en la composición del empleo se estancó o retrocedió. A la vez, la productividad laboral media cayó y, si bien se acercaron las productividades medias sectoriales, la heterogeneidad estructural se profundizó. En este contexto, los salarios reales medios sufrieron fuertes caídas [Jürgen Séller: 1998 b]

Frente a esta situación adversa en los mercados de trabajo de muchos países de la región, las reformas económicas fundamentadas principalmente en la teoría neoclásica generaron expectativas de fuerte creación de empleo, ya que - debido a la abundancia relativa de los factores - la eliminación de distorsiones existentes en los mercados de bienes y factores favorecería las actividades y tecnologías intensivas en mano de obra. En este contexto, los rubros orientados a las exportaciones generarían una parte importante del nuevo empleo, sobre todo para la fuerza de trabajo con niveles de calificación más bajos.

Sin embargo, durante los años noventa estas expectativas sobre creación de empleo en América Latina no se han cumplido y la principal base teórica en que se fundamentaron mostró ser inadecuada para explicar las dinámicas laborales de la región. Sobre todo, en el actual contexto en que los mercados de factores, bienes y servicios están cada vez más integrados y en los que la competitividad se determina cada vez más por elementos sistémicos pierde vigencia el supuesto que los procesos de apertura necesariamente llevan a una expansión del empleo determinada por las ventajas comparativas que supuestamente tendría la región en actividades y tecnologías intensivas en mano de obra. En efecto, se observa una concentración de la creación de empleo en las actividades terciarias, mientras los sectores primario y secundario en los años noventa se caracterizan por importantes repuntes de la productividad laboral. Así, en contraste con las expectativas, a nivel de los grandes sectores la evolución del empleo y productividad laboral se asemeja a lo que ocurre en los países de la OCDE: en los grandes sectores productores de bienes transables aumenta la productividad pero se genera poco empleo, y en las actividades terciarias surgen puestos de trabajo, pero la productividad media crece poco.

A la vez, se registran serias deficiencias en la calidad del empleo generado en este período y en muchos países el paro abierto se mantiene en niveles elevados, a pesar de una ligera reducción del crecimiento de la oferta laboral causada por las tendencias demográficas.

De esta manera, en América Latina durante los años noventa la evolución del empleo ha sido desfavorable en comparación con las décadas anteriores a 1980, siendo el principal quiebre de tendencia la debilidad de la creación de empleo productivo en el sector manufacturero. En consecuencia, el empleo nuevo se concentró casi exclusivamente en el sector terciario, en gran parte en actividades de baja productividad, por lo que no se pudo retornar a la combinación benévola que caracterizó este sector durante las décadas previas a 1980, de una fuerte creación de empleo con un incremento continuo de la productividad laboral media.

En algunos países de la región, este desempeño poco satisfactorio se debe en parte a la aplicación relativamente reciente de reformas que tienen un impacto negativo inmediato en el empleo, como fueron los procesos de apertura relativamente acelerados que llevaron al cierre de empresas u obligaron a otras a reducir su planilla para aumentar la productividad laboral y las privatizaciones que generalmente han sido seguidas de reducciones de personal. Algunos de estos procesos son específicos de la primera fase de las reformas y dejan de tener impacto posteriormente. Sobre todo en la industria manufacturera, una primera onda de racionalización afecta fuertemente al empleo y genera un fase de crecimiento sin creación de empleo. Sin embargo, en una segunda fase y en un contexto esperado de un mayor volumen de inversiones y de mayor crecimiento, el resultado en términos de empleo puede ser más favorable, sin que la industria se transforme en el motor de la creación de empleo directo.

Por lo tanto, a mayor parte del desempeño poco favorable de la región en términos de sus mercados laborales se debe a características de los procesos de transición hacia una nueva modalidad de desarrollo. En este sentido, la concentración de los nuevos puestos de trabajo en actividades de bienes y servicios no transables no sería tan sorprendente. Sin embargo, la revisión de las tendencias de la creación de empleo a nivel sectorial indica la existencia de factores económicos y tecnológicos que frenan una masiva creación de puestos de trabajo en las actividades de bienes transables y que mantendrán su impacto más allá de períodos de transición y ajuste. De esta manera, la preocupación de los países industrializados sobre cómo aprovechar las nuevas oportunidades de empleo generadas por la globalización, cómo limitar el impacto negativo en sectores "perdedores" y cómo generar empleo productivo más allá de los sectores internacionalmente competitivos – que necesariamente pertenecería en gran parte, si bien no exclusivamente, al sector terciario – debería constituir también un tema relevante para la región latinoamericana. Esta discusión obviamente tendría que enmarcarse en la realidad empírica de la región y considerar la segmentación existente en el mercado de trabajo.

Al respecto es importante recalcar que en la estructura ocupacional se observan procesos de heterogeneización, frecuentemente vinculados a una polarización creciente. En efecto, la reestructuración productiva de los años noventa incide en una creación de empleo diferenciada, que puede caracterizarse como triple polarización. Primero, la mayor parte del empleo nuevo se concentra en actividades informales, contribuyendo éstas cada vez más al empleo en su conjunto.

Segundo, dentro de las actividades formales, se observa la creación simultánea de empleo de alta productividad y bien remunerado, para personal con altos niveles de calificación, y de puestos de bajo nivel de calificación y productividad. Tercero, dentro del sector informal hay procesos paralelos entre microempresas que logran aprovecharse de las nuevas oportunidades – frecuentemente con encadenamientos con empresas más grandes – y las típicas actividades de sobrevivencia que dependen del "goteo" de los ingresos generados en el sector formal.

La deterioración del mundo del trabajo en todo el mundo, y, particularmente en Brasil, nos podría llevar a discutir la evidencia de como mejorar este cuadro reconocidamente oscuro, existen creencia e posibilidades para eso?

Vivimos una transición acelerada para una economía basada en el conocimiento y la innovación. Los vínculos de la producción capitalista con a ciencia ganaran dimensión en el final del siglo XIX, se profundizaron a partir da Segunda Guerra Mundial e, en los últimos 20 años tuvieron un desarrollo expansivo. En esta perspectiva la innovación como motor del desarrollo pasa a ser considerada y administrada estratégicamente en organizaciones y países donde las cadenas productivas y sus cadenas más nobles están en el centro de la cuestión del trabajo.

La competitividad, el volumen y la cualidad en el empleo dependen de inversiones y de un proceso de innovaciones sustentado por la construcción deliberada de la competitividad, que se materializaría en su dimensión sistémica (Guedes: 1998). La competitividad también está ligada a problemas de naturaleza económica y financiera de curto plazo que determinan el largo plazo, como son los problemas cambiales o las tasas de interés. La manutención de variables competitivas de largo plazo está ligada as innovaciones.

Más allá de los problemas económicos-financieros característicos de los países de la periferia, la industria latinoamericana y brasileña posee una fragilidad tecnológica expresa en la ausencia de capacidad inovativa: "las empresas industriales brasileñas, con pocas excepciones desarrollaron capacitación y talento propio. El esfuerzo tecnológico acumulado a lo largo del proceso de substitución de importaciones, se ha limitado a aquel necesario a la producción propiamente dicha" (Coutinho y Ferraz, 1994: p. 29). Larraín y Sachs argumentan que una tasa de crecimiento de 6 por ciento define una tasa mínima de crecimiento por debajo de la cual no se puede esperar ningún efecto significativo de nivelación ("catching-up") o de cascada. Con base en esta relación de largo plazo, la meta para la tasa de inversión interna sería 23.9 por ciento del PIB, que es significativamente más alta que la inversión actual nos países de América latina.( Larraín, F., Sachs J.D.:1998).

Cuando observamos la presencia brasileña en el comercio mundial, se nota la mayoritaria participación de bienes intensivos en materia prima, energía o de mano de obra barata. Entre 1985 y 1999 la industria brasileña presentó una tendencia de crecimiento de la producción física mayor que en la mitad de los 80`, pero las facturas tuvieron una caída 23 por ciento y el contingente de trabajadores es la mitad del que fue en 1985 (Siquiera: 2000). En un cuadro mundial marcado por la aceleración de la producción y de difusión del conocimiento, donde cadenas productivas se reorganizan impactadas por el comercio y las nuevas formas de administración en el espacio virtual o ciberespacio, estamos al frente del refuerzo de un nuevo dualismo en el mercado de trabajo. Cómo se puede hacer esta transición en Brasil o en cualquier país de la periferia, evitando que los números del mercado de trabajo se agraven aun mas?

Sin una agenda de inversiones y una política económica dirigida para un proyecto de desarrollo, vamos a continuar asistiendo a las montadoras de la industria automotriz, recibiendo todo tipo de beneficios fiscales y crediticio, (incluyendo la guerra fiscal entre los estados federados de Brasil), con la finalidad de producir para un mercado con superproducción en el ámbito mundial. En cuanto esto, las carencias de inversiones en energía, infraestructura y saneamiento básico, restringen la competitividad y la instalación de círculos virtuosos. La privatización, la abertura comercial y la reestructuración productiva no son un mal en sí mismo. El problema es aún implementar estas políticas sólo con argumentos cuantitativos, donde la órbita financiera se sobrepone a la órbita productiva, de forma subordinada a intereses externos que siguen una lógica propia o contradictoria a los intereses de los mercados latinoamericanos, desencuadradas de políticas industriales y tecnológicas.
 

Notas

(1) En consecuencia, varios factores inciden en un aumento relativo de la demanda por mano de obra calificada con el efecto de crecientes retornos a la educación, lo cual explicaría una parte importante de la creciente desigualdad.
Otros factores mencionados que influirían en las tendencias salariales son el debilitamiento de los sindicatos lo que permitió ejercer presión hacia los pisos salariales, la aplicación de políticas corporativas de diferenciación salarial con fin de aumentar la productividad, la caída del salario mínimo real y, por el lado de la oferta la inmigración de obreros de baja calificación.
(2) Para 1999, por los dados de la Pesquisa de Amostra Domiciliar (PNAD/IBGE), hay en el Brasil un total de 71,7 millones de ocupados, siendo de 31,2 millones el total de contribuyente (DIEESE, 2001: p. 67)
(3) Principalmente en las regiones Norte, Nordeste y Centro-Oeste, considerando las estadísticas del RAIS/MTb - Relatório Anual de Informaciones Sociales / Ministério del Trabajo.
(4) Sobre a discusión de la integración del mercado de trabajo brasileño, las diferentes regiones y el significado de la participación del Estado en la PEA, ver Guedes, (1994).
(5) Los recursos del FAT se originan a partir del PIS/PASEP - Programa de Integración Social/Programa de Formación del Patrimonio del Servidor Público y de otros cosas. Su administración es hecha por el CODEFAT - Consejo Deliberativo del Fundo de Amparo al Trabajador, de composición tripartita e paritaria con tres representantes de los trabajadores, tres de los empresarios e tres del gobierno.
(6) A respecto del debate sobre el coste del trabajo y encargos sociales y flexibilización, ver (Santos, 1996) y (Pochmann e Santos, 1996).
(7) Trata-se del RAIS / MTb - Relatório Anual de Informações Sociais/Ministério do Trabalho
 

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Bolseiro da CAPES no ISEG/UTL
Universidade Técnica de Lisboa
Investigador do CEDIN  magoliv@iseg.utl.pt
 

© Copyright Cezar Guedes, 2002
© Copyright Scripta Nova, 2002
 

Ficha bibliográfica

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