Joaquim Prats
Catedrático de la Universidad de Barcelona

Bien está que la Academia de la Historia se preocupe de la Historia de España. Con ello cumple con su cometido y con su derecho a expresar su opinión y a darla a conocer libremente. También es cierto que su "autoridad" se limita al campo estricto de esta disciplina. Pero consideramos que sería un grave error extender dicha autoridad a otros campos que académica y científicamente no le son propios.

El Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona, una vez examinado el Informe sobre los textos y cursos de Historia en los centros de Enseñanza Media, considera que es su obligación puntualizar, sin menoscabo de otros aspectos del contenido de dicho informe, sobre el tratamiento acientífico y absolutamente arcaico acerca de la enseñanza de la Historia que en él se postula.

En el informe de la Academia , amén de referirse todavía a la extinta enseñanza "media" para opinar sobre la actual Educación Secundaria, se especifica como uno de los males de dicha enseñanza que "se observa, asimismo, una preocupación por dar a conocer a los escolares, aunque en grado elemental, las técnicas de investigación que utilizan los historiadores. A veces da la impresión de que se pretendiera no tanto enseñar como enseñar a investigarla. Ello obedece al influjo, que juzgamos excesivo, desde la perspectiva en que nos situamos, del formalismo pedagógico" (punto 6 del informe). Esta frase textual del informe revela a todas luces un profundo desconocimiento no ya del pensamiento didáctico actual y de la investigación en el campo de la enseñanza/aprendizaje de las Ciencias Sociales, sino que nos retrotrae a debates absolutamente superados en el campo de esta disciplina.

La refutación de esta posición ya fue realizada por un académico ilustre, nos referimos a don Rafael Altamira y Crevea, el cual en su discurso leído en la misma Real Academia el 24 de diciembre de 1922, se refirió al valor social del conocimiento histórico. Dicho historiador y pedagogo escribió: "el error fundamental que yace bajo estas razones es que no se concibe el trabajo personal en Historia, el estudio y conocimiento de las fuentes, sino como trabajo de gabinete, reservado para los especialistas que dedican a él su vida, sin que a los alumnos de facultades e institutos quepa más que recoger los resultados dogmáticos de tales estudios y asimilárselos, como una droga misteriosamente preparada, sin crítica ninguna de su procedencia. A esta apreciación falsa de las cosas júntase una de las creencias más incomprensibles, una de las idolatrías más ciegas e infundadas de nuestro tiempo: la idolatría del libro y la creencia que es capaz de sustituir a la realidad (...)"

No era necesario recurrir a tan conocido académico para sostener la necesidad del estudio del método y procedimientos de análisis de la Historia como parte esencial de la enseñanza y aprendizaje de la disciplina. Bastaría recurrir al sentido común para observar que todas las disciplinas introducen en su enseñanza aspectos fundamentales que derivan de las técnicas y método de análisis de las mismas. En este sentido resulta evidente que no es posible aprender Física sin conocer y practicar aspectos derivados del método de esta disciplina. De la misma manera que el aprendizaje de las Ciencias Naturales es más sólido y significativo si los alumnos realizan actividades derivadas del método del biólogo o del geólogo.

A principios del siglo XXI parece evidente que la función de la Historia en la enseñanza primaria y secundaria no consiste en memorizar cronológicamente una sucesión de todos los hechos acaecidos desde la Prehistoria hasta nuestros días, cerrados en única interpretación. La dimensión educativa de la Historia consiste, más bien al contrario, en desarrollar la reflexión sobre algunas dimensiones humanas del pasado para crear y estimular en el alumnado el espíritu crítico. Es decir, enseñar que lo pasado como lo presente puede ser explicado de diversas maneras. El alumnado ante las interpretaciones sociales debe saber siempre plantearse en su maduración la pregunta siguiente: ¿cómo sé que lo que leo o me dicen es verdad? De esta manera se puede convertir en sujeto libre y resistente a las manipulaciones.

La ciencia didáctica actual establece que cualquier modelo que se quiera aplicar a la enseñanza y aprendizaje de la Historia que no parta de la consideración de que los hechos del pasado responden a un complejo causal o que renuncie a establecer jerarquía de causas y consecuencias no puede explicar el hecho social. Y para explicar la jerarquía de causas la ciencia histórica establece hipótesis, analiza fuentes, aplica la crítica textual, y formula modelos explicativos de la realidad. Cualquier modelo didáctico que pretenda intervenir en la enseñanza de la Historia y que no contemple estos parámetros yerra el objeto de análisis ya que no enseña Historia sino narración mítica, educación cívico-patriótica o adoctrinamiento ideológico.

Finalmente, les recomendaríamos modestamente desde el Departamento de Didáctica de las Ciencias Sociales de la Universidad de Barcelona que se plantearan no sólo la enseñanza de la Historia sino también los problemas de su aprendizaje. También queremos manifestar la necesidad se reconducir estas cuestiones al ámbito que le es propio, el académico, y evitar el espectáculo mediático de un tema, como es la educación, que necesita reflexión y grandes dosis de responsabilidad

Barcelona , 3 de julio de 2000