Joaquim PratsCatedrático de la Universidad de Barcelona
Publicado en las actas de las:JORNADES D'ENSENYAMENT SECUNDARI de FETE UGT- Catalunya
LA REFORMA A DEBAT 1 de Diciembre del 2001

 

La reforma del sistema educativo ha sido una de las operaciones sociales, políticas y culturales más interesantes y trascendentales de la democracia española. Como toda gran transformación social son muchas las luces y también sombras que se pueden detectar en ella. Las leyes más importantes que constituyeron el cañamazo legal sobre el que se tejieron la mayor parte de los cambios fueron, para la enseñanza universitaria, la LRU, que en los días en que se escribe este texto está en plena revisión a través de la discusión de una nueva ley, la LOU; y para la enseñanza infantil, primaria y secundaria la LODE y la LOGSE. En este artículo no haré referencia explícita a la Reforma en el sector universitario.

Pese al tono crítico que puede desprenderse de las reflexiones que siguen a continuación, mi valoración general sobre el funcionamiento de la educación es la siguiente: nunca en España había existido una situación mejor que la actual en el terreno educativo, y ello se demuestra, entre muchas otras cosas, con la existencia de la universalización de los derechos a ser educado, el buen funcionamiento del sistema, los extraordinarios recursos didácticos existentes, una financiación impensable hasta hace unas décadas, el nivel medio de la cultura ciudadana, etc.. El sistema democrático ha significado para la educación la etapa más dorada que jamás ha existido. Por ello, no se debe ver en las críticas subsiguientes la existencia del más mínimo elemento de nostalgia de tiempos pasados. La comparación no debe hacerse con la situación del sistema educativo en otras épocas, sino con las expectativas y objetivos que se propuso la mencionada Reforma.

Pero esta valoración tan positiva no impide el deber de todo intelectual preocupado por la educación del país a ser crítico (y en mi caso anticrítico) con la marcha del sistema que ha propiciado la llamada Reforma. Creo que existe un deber moral y político de reflexionar públicamente sobre los puntos débiles que todavía tiene este proceso con la clara voluntad de mejorarlo.

Todas las leyes que constituyen el núcleo de la reforma del sistema se promulgaron por iniciativa de los gobiernos socialistas. Por esta razón, y según mi punto de vista, recogen los principios que forman una visión progresista de la educación y que son, sin duda, los puntos más importantes que deben orientar un cambio progresista en la educación. Son, también, estos principios los que deben servir de criterio para evaluar el mayor o menor éxito que ha tenido el proceso de reforma llevado a cabo en la últimas dos décadas.

Los objetivos que inspiraron las medidas normativas que se han venido adoptando en los quince años que duró la fase legislativa de la reforma son los siguientes:

-En primer lugar, el sistema educativo debería garantizar el principio de igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos y ciudadanas. Ello implica, no solamente que todo ciudadano o ciudadana debe alcanzar una instrucción y una educación básica y suficiente para defenderse en la vida y ejercer como ciudadano libre y con criterio, sino también que la promoción de las élites sociales (en todos los campos) se debe realizar con independencia del origen cultural y la condición social de cada cual.

-En segundo lugar, el sistema educativo debe ser un elemento importante para propiciar la cohesión social, cohesión que supone la coordinación de intereses y el compartir objetivos fundamentales entre los diversos grupos sociales.

-En tercer lugar, el sistema educativo, en relación con la profundización de la idea de solidaridad, debe tratar de manera desigual al que es desigual, o dicho de otra forma, el sistema deberá compensar con todo tipo de medida y recursos las desigualdades culturales, sociales o personales, para que todos tengan la posibilidad de progresar en su educación y en su instrucción.

-Por último, que el sistema ha de ser, por si mismo, una pieza clave de progreso social; debe preparar a los estudiantes para poder realizar una transición positiva y con posibilidades al mundo del trabajo y la producción.

La consecución de estos objetivos son los que pueden, a mi juicio, determinar las diferencias entre una política progresista frente a otra conservadora. ¿Pero la Reforma que diseñaron los gobiernos socialistas ha conseguido o está consiguiendo todos estos objetivos?. Como es evidente no existe una respuesta simple que se limite a un si o un no. Aunque, como he señalado anteriormente, la Reforma, globalmente, puede ser valorada como exitosa, aunque hay indicadores que hacen temer que en alguno de los aspectos fundamentales citados no se ha acertado plenamente. Se puede afirmar, por ejemplo, que el sistema de conciertos con los centros privados, que fue considerado una pieza fundamental de la viabilidad del sistema, ha provocado un efecto perverso en la medida que ha beneficiado las tradicionales reivindicaciones de los sectores más conservadores de la educación, históricamente partidarios de una enseñanza clasista, sin ofrecer contrapartidas para conseguir un sistema que garantice las finalidades que acabo de apuntar. Al tiempo que, el diseño de la financiación del sistema y, sobre todo, los graves errores en ordenación y organización escolar han perjudicado sensiblemente a la red pública, mejor dotada, en principio, para realizar una reforma educativa avanzada.

Estos aspectos son aún más evidentes en la etapa secundaria de la educación obligatoria. Hay datos, como las tendencias de matriculación en centros de educación secundaria (públicos o privados concertados), que avalan esta idea. Investigaciones recientes confirman que frente a la gran diversidad de alumnado de los centros públicos, los privados solamente recogen alumnos procedentes de capas sociales medias, medias altas, o altas. Los centros privados concertados, pese a estar financiados con fondos públicos, tan solo recogen un 13% de las clases bajas que acuden en un 87% a los centros públicos. Las políticas de estos centros concertados en relación a la admisión o al despido de alumnado (sutiles, y en ocasiones de dudosa legalidad) han conseguido hacer recaer en los centros públicos la responsabilidad de escolarizar a la mayor parte de un amplio sector de la tipología de alumnado que, antes de la aplicación de la LOGSE, abandonaban el sistema educativo. Por esta razón, y otras, es lógico que los niveles de fracaso en los institutos sean mayores. Los últimos estudios realizados sobre resultados de instrucción, están ofreciendo casi un punto más de media al alumnado de los centros concertados respecto a los de los centros públicos. Además, los centros públicos tienen algunas dificultades añadidas que se desprenden de la deficiente organización de la red pública: poca potenciación de la función directiva, escasa autonomía organizativa y pedagógica, falta de estímulos al profesorado, etc.

Se ha producido, y se está produciendo, un proceso de selección social que afecta de manera determinante en los resultados educativos. Creo que se puede afirmar que, el propio diseño del sistema (que desprecia implícitamente la instrucción y mata la innovación educativa con un invalido diseño didáctico) ha provocado en amplias zonas suburbiales (y no suburbiales) que exista una doble red de centros (sobre todo de Educación Secundaria): una más asistencial a la que acude un alumnado muy variado, aunque con una presencia mucho mayor de los estudiantes que, por origen social y cultural, tienen menos posibilidades de éxito escolar, y otra red en manos de la iniciativa privada, que se financia con fondos públicos, a la que acuden las clases medias, las medias altas y, en lugares como Catalunya, también las altas. Si a esta tendencia del propio sistema le sumamos las políticas educativas que han aplicado los gobiernos de los partidos de derecha o centro derecha (PP, CIU, CC o PNV)se puede concluir que la tendencia que ha seguido la Reforma ha favorecido, de manera evidente, al sector privado, y no ha ayudado a superar de la crisis que ha provocado la aplicación de la LOGSE en el sector público.

Este proceso no deja de conducir a una progresiva descohesión social. Si no se buscan soluciones urgentes, se tenderá a formar una doble red educativa en la que la pública tendrá cada vez más dificultades para promocionar a su alumnado a posiciones de salida competitivas para generar las elites sociales, culturales, profesionales y políticas de la sociedad. Parece, por el contrario, que esta misión tiende a consolidarse en la red privada, formada por centros que, como se ha dicho, a los que no acuden los amplios sectores populares pertenecientes a los grupos sociales con menos poder económico y social. Es posible afirmar que los principios de igualdad de oportunidades, de favorecimiento de la cohesión social, y de compensación de la desigualdad no han sido precisamente un éxito. No se han alcanzado plenamente los objetivos que expresaban las leyes citadas. Y, desde mi punto de vista, lo que es peor, con leyes socialistas y las que prevé promulgar el gobierno del Partido Popular, podríamos llegar a tener uno de los sistemas educativos más reaccionarios y clasistas de toda la Unión europea.

Debemos, pues, repetir la pregunta, ¿es posible, pues, conseguir que tengan éxito los principios que informaban la reforma del sistema educativo, sobre todo aquellos que hacen referencia a la igualdad de oportunidades en educación para todos los ciudadanos y ciudadanas, con independencia de la condición social, económica o cultural?. En el tiempo presente es cada día más difícil pero hay que poner los medios para evitar la tendencia a la dualización del sistema. Un primer paso es, sin duda, una reflexión autocrítica y general de los grupos políticos progresistas y de los sectores de la comunidad educativa que defendemos una educación basada en los principios de la socialdemocracia avanzada.

Es una gran responsabilidad de los sectores progresistas el no haber sabido reaccionar a tiempo ante este rumbo negativo que, en algunos aspectos, han tomado los caminos de la Reforma. Uno de los elementos que más ha impedido una reacción a tiempo ha sido el confundir Reforma con la aplicación de modelos didácticos o sistemas psicopedagógicos. La cuestión sobre el empleo de unos u otros modelos pedagógicos es un debate interesante en el mundo profesional y académico, pero no se puede hacer depender de las cuestiones epistemológicas ni técnicas, como en muchas ocasiones se ha hecho, el sentido más o menos progresista de la Reforma. Este desafortunado fenómeno que se ha producido en España es un hecho insólito en los países de tradición democrática. En los países de nuestro entorno, que tienen sistemas educativos potentes y consolidados no se vincula la ordenación ni el funcionamiento del sistema educativo a teorías psicopedagógicas que, evidentemente, forman parte del debate de los profesionales de la enseñanza y cambian en función de la evolución de las culturas profesionales. Hay que recordar que la acción didáctica es parte integrante de la cultura profesional de los enseñantes y debe ser generada y modificada desde la propia evolución de dicha cultura y no, como se ha hecho en España, desde la imposición del marco legal basado en una supuesta autoridad pedagógica de la administración.

También se han producido otros errores de aplicación del proceso de reforma del sistema. Uno de ellos es la incapacidad de incorporar con ilusión al proceso a los sectores profesionales implicados, en especial al del profesorado de educación secundaria, que es el colectivo que más esfuerzo debe realizar para integrar a su labor diaria los difíciles retos que supone el trabajo en las aulas, en especial en la etapa obligatoria de la Secundaría. Si a ello le sumamos la exigencia de aplicar un determinado modelo de toma de decisiones curriculares que complica, innecesariamente, la programación didáctica de los centros y que no ha partido de la tradición pedagógica y la cultura profesional de nuestros docentes, podemos decir que las soluciones que proponía la LOGSE para los principales problemas didácticos (diversidad, asunción competencias y conocimientos, criterios de promoción etc) no se han ajustado a las exigencias. Otro problema de aplicación ha sido el que la apuesta por la comprensividad no se ha visto acompañada de periodos de adaptación ni de medidas técnicas y económicas que la hicieran posible, y lo que es peor, creíble.

Estas líneas no deberían empañar las importantes luces y avances que se han producido en nuestro sistema educativo. Es cierto que son muchos los problemas que se deben solucionar y trascendentes los objetivos que deben ser, todavía, conseguidos. Pero en muchos aspectos el propio diseño de la Reforma ya ha sido, y está siendo, un evidente éxito. Citaré algunos elementos que consideró grandes avances en educación española: las luces de la Reforma.

En primer lugar, se ha producido una histórica expansión de la oferta educativa en todos los niveles del sistema, lo que ha significado doblar las plazas de enseñanza superior, escolarizar al cien por cien de los niños y jóvenes de 6 a 16 años, y ofrecer plazas para todos que lo soliciten en la educación infantil de 3 a 6 años. Aquí debe hacerse mención como un importante logro la concepción de etapa educativa que tiene la educación Infantil.

En segundo lugar, la institución del concepto de Comunidad educativa en el seno de cada centro docente. Esta idea, inspirada en el famoso "Decreti Delegati" italiano, ha sido una auténtica aportación en el marco de los sistemas educativos occidentales. Otra cosa distinta es el camino que se ha elegido para hacer realidad la participación eficaz y constructiva de cada uno de los estamentos de la comunidad escolar. Según mi opinión, no se ha sido capaz de articular de manera adecuada los niveles y grados de participación de cada sector. En muchos casos, se ha magnificado una determinada versión del contenido del concepto de participación en perjuicio de otros elementos también importantes para el funcionamiento del sistema, como son, por ejemplo, la profesionalización de la función directiva, la eficacia de la gestión, la mejor organización de los centros públicos, la distinción entre control, gestión y dirección, etc.

En tercer lugar, se han producido evidentes avances en el camino hacia una progresiva descentralización del estado español. Para ello, se han establecido muchos procedimientos nuevos en nuestra historia educativa, tanto en la propia ordenación del sistema, como en la estructura de toma de decisiones fundamentales.

En cuarto lugar, se ha producido una decidida y potente acción en pro de los sectores escolares con más dificultades: me refiero al tratamiento de los alumnos de educación especial, tradicionalmente marginados del derecho a la educación. Pese a muchos problemas técnicos sobre las ventajas y los límites de la llamada integración, creo que se puede afirmar que en este tema se ha avanzado mucho.

En quinto lugar, la incorporación a la estructura del sistema de elementos de calidad: formación permanente del profesorado, creación de servicios de orientación en los centros de secundaria etc. Si bien es cierto que estos elementos están definidos y exigidos en la LOGSE, su cumplimiento no está garantizado ni esta bien valorado por amplios sectores de los docentes, pero debe señalarse que, pese a todo, los cambios en su definición y en la propia realidad pueden ser considerados un paso importante.

En sexto lugar, dentro de las luces de la Reforma, hay que incluir la incorporación al sistema, y su consiguiente dignificación, de las enseñanzas tradicionalmente marginadas como son la educación artística y musical.

Por último, y desde un punto de vista laboral, la Reforma provocó a principios de los años noventa, mejoras significativas de los niveles retributivos del profesorado, a pesar de que en los últimos años la tendencia no ha continuado y los salarios no han crecido de la misma forma que el coste de la vida, al menos en Catalunya.

Siendo la Reforma un éxito importante de la democracia española, tanto por su filosofía, como por la repercusión social que ha tenido, son muchos los aspectos puntuales que deberían corregirse y debería pensarse desde las posiciones progresistas una reforma de la Reforma. Pero para reformar lo hecho no es lo más importante un nuevo cambio legislativo general, sino la planificación de políticas que afecten a los aspectos más preocupantes del sistema que he intentado poner de relieve en esta breve reflexión. Y junto a las medidas correctoras en el terreno de ordenación, organización, formación inicial y permanente, financiación, etc, es fundamental la promoción y la recuperación del impulso profesional de los docentes, para que se les considere, a diferencia de lo ocurrido con la Reforma, como actores privilegiados para la mejora del sistema.

Joaquim Prats
Catedrático de la Universidad de Barcelona

Publicado en las actas de las:

JORNADES D'ENSENYAMENT SECUNDARI de FETE UGT- Catalunya
LA REFORMA A DEBAT 1 de Diciembre del 2001

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La reforma del sistema educativo ha sido una de las operaciones sociales, políticas y culturales más interesantes y trascendentales de la democracia española. Como toda gran transformación social son muchas las luces y también sombras que se pueden detectar en ella. Las leyes más importantes que constituyeron el cañamazo legal sobre el que se tejieron la mayor parte de los cambios fueron, para la enseñanza universitaria, la LRU, que en los días en que se escribe este texto está en plena revisión a través de la discusión de una nueva ley, la LOU; y para la enseñanza infantil, primaria y secundaria la LODE y la LOGSE.  En este artículo no haré referencia explícita a la Reforma en el sector universitario.

Pese al tono crítico que puede desprenderse de las reflexiones que siguen a continuación, mi valoración general sobre el funcionamiento de la educación es la siguiente:  nunca en España había existido una situación mejor que la actual en el terreno educativo, y ello se demuestra, entre muchas otras cosas, con la existencia de la  universalización de los derechos a ser educado, el buen funcionamiento del sistema, los extraordinarios recursos didácticos existentes, una financiación impensable hasta hace unas décadas, el nivel medio de la cultura ciudadana, etc.. El sistema democrático ha significado para  la educación la etapa más dorada que jamás ha existido.  Por ello, no se debe ver en las críticas subsiguientes la existencia del más mínimo elemento de nostalgia de tiempos pasados. La comparación no debe hacerse con la situación del sistema educativo en otras épocas, sino con las expectativas y objetivos que se propuso la mencionada Reforma.

Pero esta valoración tan positiva no impide el deber de todo intelectual preocupado por la educación del país a ser crítico (y en mi caso anticrítico) con la marcha del sistema que ha propiciado la llamada Reforma. Creo que existe un deber moral y político de reflexionar públicamente sobre los puntos débiles que todavía tiene este proceso con la clara voluntad de mejorarlo.

Todas las leyes que constituyen el núcleo de la reforma del sistema se promulgaron por iniciativa de los gobiernos socialistas. Por esta razón, y según mi punto de vista, recogen los principios que forman una visión progresista de la educación y que son, sin duda, los puntos más importantes que deben orientar un cambio progresista en la educación. Son, también, estos principios los que deben servir de criterio para evaluar el mayor o menor éxito que ha tenido el proceso de reforma llevado a cabo en la últimas dos décadas.

Los objetivos que inspiraron las medidas normativas que se han venido adoptando en los quince años que duró la fase legislativa de la reforma son los siguientes:

-En primer lugar, el sistema educativo debería garantizar el principio de igualdad de oportunidades entre todos los ciudadanos y ciudadanas. Ello implica, no solamente que todo ciudadano o ciudadana debe alcanzar una instrucción y una educación básica y suficiente para defenderse en la vida y ejercer como ciudadano libre y con criterio, sino también que la promoción de las élites sociales (en todos los campos) se debe realizar con independencia del origen cultural y la condición social de cada cual.

-En segundo lugar, el sistema educativo debe ser un elemento importante para propiciar la cohesión social, cohesión que supone la coordinación de intereses y el compartir objetivos fundamentales entre los diversos grupos sociales.

-En tercer lugar, el sistema educativo, en relación con la profundización de la idea de solidaridad, debe tratar de manera desigual al que es desigual, o dicho de otra forma, el sistema deberá compensar con todo tipo de medida y recursos las desigualdades culturales, sociales o personales, para que todos tengan la posibilidad de progresar en su educación y en su instrucción.

-Por último, que el sistema ha de ser, por si mismo, una pieza clave de progreso social; debe preparar a los estudiantes para poder realizar una transición positiva y con posibilidades al mundo del trabajo y la producción.

La consecución de estos objetivos son los que pueden, a mi juicio, determinar las diferencias entre una política progresista frente a otra conservadora. ¿Pero la  Reforma que diseñaron los gobiernos socialistas ha conseguido o está consiguiendo todos estos objetivos?. Como es evidente no existe una respuesta simple que se limite a un si o un no. Aunque, como he señalado anteriormente, la Reforma, globalmente, puede ser valorada como exitosa, aunque hay indicadores que hacen temer que en alguno de los aspectos fundamentales citados no se ha acertado plenamente. Se puede afirmar, por ejemplo, que el sistema de conciertos con los centros privados, que fue considerado una pieza fundamental de la viabilidad del sistema, ha provocado un efecto perverso en la medida que ha beneficiado las tradicionales reivindicaciones de los sectores más conservadores de la educación, históricamente partidarios de una enseñanza clasista, sin ofrecer contrapartidas para conseguir un sistema  que garantice las finalidades que acabo de apuntar. Al tiempo que, el diseño de la financiación del sistema y, sobre todo, los graves errores en ordenación y organización escolar han perjudicado sensiblemente a la red pública, mejor dotada, en principio, para realizar una reforma educativa avanzada.

Estos aspectos son aún más evidentes en la etapa secundaria de la educación obligatoria. Hay datos, como las tendencias de matriculación en centros de educación secundaria (públicos o privados concertados), que avalan esta idea. Investigaciones recientes confirman que frente a la gran diversidad de alumnado de los centros públicos, los privados solamente recogen alumnos procedentes de capas sociales medias, medias altas, o altas. Los centros privados concertados, pese a estar financiados con fondos públicos, tan solo recogen un 13% de las clases bajas que acuden en un 87% a los centros públicos. Las políticas de estos centros concertados en relación a la  admisión o al despido de alumnado (sutiles, y en ocasiones de dudosa legalidad) han conseguido hacer recaer en los  centros públicos la responsabilidad de escolarizar a la mayor parte de un amplio sector de la tipología de alumnado que, antes de la aplicación de la LOGSE, abandonaban el sistema educativo. Por esta razón, y otras,  es lógico que los niveles de fracaso en los institutos sean mayores. Los últimos estudios realizados sobre resultados de instrucción, están ofreciendo casi un punto más de media al alumnado de los centros concertados respecto a los de los centros públicos. Además, los centros públicos tienen algunas dificultades añadidas que se desprenden de la deficiente organización de la red pública: poca potenciación de la función directiva, escasa autonomía organizativa y pedagógica, falta de estímulos al profesorado, etc.

Se ha producido, y se está produciendo, un proceso de selección social que afecta de manera determinante en los resultados educativos. Creo que se puede afirmar que, el propio diseño del sistema (que desprecia implícitamente la instrucción y mata la innovación educativa con un invalido diseño didáctico) ha provocado en amplias zonas suburbiales (y no suburbiales) que exista una doble red de centros (sobre todo de Educación Secundaria): una más asistencial a la que acude un alumnado muy variado, aunque con una presencia mucho mayor de los estudiantes que, por origen social y cultural, tienen menos posibilidades de éxito escolar, y otra red en manos de la iniciativa privada, que se financia con fondos públicos,  a la que acuden las clases medias, las medias altas y, en lugares como Catalunya, también las altas. Si a esta tendencia del propio sistema le sumamos las políticas educativas que han aplicado los gobiernos de los partidos de derecha o centro derecha (PP, CIU, CC o PNV)se puede concluir que la tendencia que ha seguido la Reforma ha favorecido, de manera evidente, al sector privado, y no ha ayudado a superar de la crisis que ha provocado la aplicación de la LOGSE en el sector público.

Este proceso no deja de conducir a una progresiva descohesión social. Si no se buscan soluciones urgentes, se tenderá a formar una doble red educativa en la que la pública tendrá cada vez más dificultades para promocionar a su alumnado a posiciones de salida competitivas para generar las elites sociales, culturales, profesionales y políticas de la sociedad. Parece, por el contrario, que esta misión tiende a consolidarse en la red privada, formada por centros que, como se ha dicho, a los que no acuden los amplios sectores populares pertenecientes a los grupos sociales con menos poder económico y social.  Es posible afirmar que los principios de igualdad de oportunidades, de favorecimiento de la cohesión social, y de compensación de la desigualdad  no han sido precisamente un éxito. No se han alcanzado plenamente los objetivos que expresaban  las  leyes citadas. Y, desde mi punto de vista, lo que es peor, con leyes socialistas y las que prevé promulgar el gobierno del Partido Popular, podríamos llegar a tener uno de los sistemas educativos más reaccionarios y clasistas de toda la Unión europea.

Debemos, pues, repetir la pregunta, ¿es posible, pues, conseguir que tengan éxito los principios que informaban la reforma del sistema educativo, sobre todo aquellos que hacen referencia a la igualdad de oportunidades en educación para todos los ciudadanos y ciudadanas, con independencia de la condición social, económica o cultural?.  En el tiempo presente es cada día más difícil pero hay que poner los medios para evitar la tendencia a la dualización del sistema. Un primer paso es, sin duda, una reflexión autocrítica y general de los grupos políticos progresistas y de los sectores de la comunidad educativa que defendemos una educación basada en los principios de la socialdemocracia avanzada.

Es una gran responsabilidad de los sectores progresistas el no haber sabido reaccionar a tiempo ante este rumbo negativo que, en algunos aspectos, han tomado  los caminos de la Reforma. Uno de los elementos que más ha impedido una reacción a tiempo ha sido el confundir Reforma con la aplicación de modelos didácticos o sistemas psicopedagógicos.  La cuestión sobre el empleo de unos u otros modelos pedagógicos es un debate interesante en el mundo profesional y académico, pero no se puede hacer depender de las cuestiones epistemológicas ni técnicas, como en muchas ocasiones se ha hecho, el sentido más o menos progresista de la Reforma.  Este desafortunado fenómeno que se ha producido en España es un hecho insólito en los países de tradición democrática. En los países de nuestro entorno, que tienen sistemas educativos potentes y consolidados no se vincula la ordenación ni el funcionamiento del sistema educativo a teorías  psicopedagógicas que, evidentemente, forman parte del debate de los profesionales de la enseñanza y cambian en función de la evolución de las culturas profesionales. Hay que recordar que la acción didáctica es parte integrante de la cultura profesional de los enseñantes y debe ser generada y modificada desde la propia evolución de dicha cultura y no, como se ha hecho en España, desde la imposición del marco legal basado en una supuesta autoridad pedagógica  de la administración.

También  se han producido otros errores de aplicación del proceso de reforma del sistema.  Uno de ellos es la incapacidad de incorporar con ilusión al proceso a los sectores profesionales implicados, en especial al del profesorado de educación secundaria, que es el colectivo que más esfuerzo debe realizar para integrar a su labor diaria los difíciles retos que supone el trabajo en las aulas, en especial en la etapa obligatoria de la Secundaría. Si a ello le sumamos la exigencia de aplicar un determinado modelo de toma de decisiones curriculares que complica, innecesariamente, la programación didáctica de los centros y que no ha partido de la tradición pedagógica y la cultura profesional de nuestros docentes, podemos decir que las soluciones que proponía la LOGSE para los principales problemas didácticos (diversidad, asunción competencias y conocimientos, criterios de promoción etc) no se han ajustado a las exigencias.  Otro problema de aplicación ha sido el que la apuesta por la comprensividad no se ha visto acompañada de periodos de adaptación ni de medidas técnicas y económicas que la hicieran posible, y lo que es peor, creíble.

Estas líneas  no deberían empañar las importantes luces y avances que se han producido en nuestro sistema educativo. Es cierto que son muchos los problemas que se deben solucionar y trascendentes los objetivos que deben ser, todavía, conseguidos. Pero en muchos aspectos el propio diseño de la Reforma ya ha sido, y está siendo, un evidente éxito. Citaré algunos elementos que consideró  grandes avances en educación española:  las luces de la Reforma.

En primer lugar, se ha producido una histórica expansión de la oferta educativa en todos los niveles del sistema, lo que ha significado doblar las plazas de enseñanza superior, escolarizar al cien por cien de los niños y jóvenes de 6 a 16 años, y ofrecer plazas para todos que lo soliciten en la educación infantil de 3 a 6 años. Aquí debe hacerse mención como un importante logro  la concepción de etapa educativa que tiene la educación Infantil.

En segundo lugar, la institución del concepto de Comunidad educativa en el seno de cada centro docente. Esta idea, inspirada en el famoso “Decreti Delegati” italiano,  ha sido una auténtica aportación en el marco de los sistemas educativos occidentales.  Otra cosa distinta es el camino que se ha elegido para hacer realidad la participación eficaz y constructiva de cada uno de los estamentos de la comunidad escolar. Según mi opinión, no se ha sido capaz de articular de manera adecuada los niveles y grados de participación de cada sector. En muchos casos, se ha magnificado una determinada versión del contenido del concepto de participación en perjuicio de otros elementos  también importantes para el funcionamiento del sistema, como son, por ejemplo, la profesionalización  de la función directiva, la eficacia de la gestión, la mejor organización de los centros públicos, la distinción entre control, gestión y dirección,  etc.

En tercer lugar, se han producido evidentes avances en el camino hacia una progresiva descentralización del estado español. Para ello, se han establecido muchos procedimientos nuevos en nuestra historia educativa, tanto en la propia ordenación del sistema, como en la estructura de toma de decisiones fundamentales.

En cuarto lugar, se ha producido una decidida y potente acción en pro de los sectores escolares con más dificultades: me refiero al tratamiento de los alumnos de educación especial, tradicionalmente marginados del derecho a la educación. Pese a muchos problemas técnicos sobre las ventajas y los límites de la llamada integración, creo que se puede afirmar que en este tema se ha avanzado mucho.

En quinto lugar, la incorporación a la estructura del sistema de elementos de calidad: formación permanente del profesorado, creación de servicios de orientación en los centros de secundaria etc. Si bien es cierto que estos elementos están definidos y exigidos en la LOGSE, su cumplimiento no está garantizado ni esta bien valorado por amplios sectores de los docentes, pero debe señalarse que, pese a todo, los cambios en su definición y en la propia realidad pueden ser considerados un paso importante.

En sexto lugar, dentro de las luces de la Reforma, hay que incluir la incorporación al sistema, y su consiguiente dignificación, de las enseñanzas tradicionalmente marginadas como son la educación artística y musical.

Por último, y desde un punto de vista laboral, la Reforma provocó a principios de los años noventa, mejoras significativas de los niveles retributivos del profesorado, a pesar de que en los últimos años la tendencia no ha continuado y los salarios no han crecido de la misma forma que el coste de la vida, al menos en Catalunya.

Siendo la Reforma un éxito importante de la democracia española, tanto por su filosofía, como por la repercusión social que ha tenido, son muchos los aspectos puntuales que deberían corregirse y debería pensarse desde las posiciones progresistas una reforma de la Reforma. Pero para reformar lo hecho no es lo más importante un nuevo cambio legislativo general, sino  la planificación de políticas que afecten a los aspectos más preocupantes del sistema que he intentado poner de relieve en esta breve reflexión. Y junto a las medidas correctoras en el terreno de ordenación, organización, formación inicial y permanente, financiación, etc, es fundamental la promoción y la recuperación del impulso profesional de los docentes, para que se les considere, a diferencia de lo ocurrido con la Reforma, como actores privilegiados para la mejora del sistema.