Joaquim Prats
Catedrático de la Universidad de Barcelona
Publicado en: LA VANGUARDIA. 11 de febrero de 2002

 

¿Hay que reformar la Reforma?. Desde mi punto de vista es evidente que se hace necesaria una intervención que intente corregir los problemas fundamentales. Y, quizá, el más preocupante es el insuficiente nivel de aprendizaje que se detecta en gran parte de alumnado que acaba sus estudios secundarios. Pero este hecho no se produce de manera igual en toda la población estudiantil. Los bajos rendimientos se están produciendo, de una manera mucho más acusada, en los estudiantes que pertenecen a familias de niveles sociales más bajos y, sobre todo, en aquellas cuyos padres poseen un menor nivel cultural. Esto siempre ha sido así, la diferencia es que ahora el dato se nos presenta de manera explicita en la medida que los jóvenes deben permanecer obligatoriamente en los centros educativos hasta los 16 años y conocemos su nivel de rendimiento. El alumnado que pertenece a estos sectores sociales menos favorecidos se concentra en un 80% en centros públicos, mientras que los centros privados concertados se nutren mayoritariamente de las clases medias y medias altas.

Como consecuencia, se está configurando una doble red de centros (sobre todo de Educación Secundaria): una, de titularidad la pública, con más dificultades para la instrucción y educación, a la que acude un alumnado muy variado, con una presencia mucho mayor de estudiantes que, por razones de origen social y cultural, tienen menos posibilidades de éxito escolar, y otra, de titularidad privada, que se financia con fondos públicos, a la que acuden mayoritariamente las clases medias, las medias altas y, en lugares como Cataluña, también las altas. Este proceso conduce a una progresiva descohesión del sistema educativo y a una desigualdad de posibilidades para el alumnado en función del centro en el que les corresponda cursar sus estudios secundarios. Es posible afirmar que los principios de igualdad de oportunidades, de favorecimiento de la integración y la cohesión social, y de compensación de la desigualdad que formulaba la Reforma en su carta de intenciones no lleva camino de conseguirse. Con las leyes vigentes y con las que prevé promulgar el gobierno del Partido Popular, me temo que podríamos llegar a tener uno de los sistemas educativos más clasistas de toda la Unión Europea.

Si admitimos que lo señalado constituye uno de los principales problemas, parece evidente que la reforma que se precisa no pasa, fundamentalmente, por hacer de la trayectoria escolar una carrera de obstáculos con el argumento que estas medidas elevaran el nivel. Posiblemente, la anulación de la promoción automática de curso, las formulas flexibles de agrupamiento en la ESO, e incluso la implantación de pruebas finales que evalúen la madurez y los conocimientos puedan ser admisibles y, probablemente, convenientes, según como se planteen. Pero no son, ni mucho menos, la solución a los problemas señalados. La reforma de la Reforma debe contemplar, desde mi punto de vista, la ejecución de políticas para mejorar la atención a la diversidad de alumnado, la potenciación de la innovación didáctica olvidando el fracasado modelo curricular que impuso la administración, el procurar no concentrar en centros determinados a los estudiantes con más dificultades y, sobre todo, se deberá ejercer una discriminación positiva y compensatoria en recursos, en formación y en personal, a los centros que tengan más niveles de fracaso escolar, evitando caer en el error de la falacia ecológica que tan frecuentemente ha acompañado a las reformas educativas en todos los países.

Además de estas políticas, también son necesarias medidas legislativas que incidan en el terreno de ordenación, en la organización interna de los centros, en la mejora de la financiación y en otros aspectos del sistema. Pero hay una acción que es fundamental e imprescindible: la promoción del impulso profesional de los docentes para que se les considere, a diferencia de lo ocurrido en las últimas dos décadas, actores privilegiados para la mejora del sistema; sólo así será posible recuperar la tradición de renovación educativa que ha caracterizado al sector durante muchos años, y que será el instrumento fundamental para acertar en la solución a los problemas actuales.

Joaquim Prats