Introducción

De la reproducción a la ficción
Martí Peran

Sense matriu es, naturalmente, una expresión intencionadamente retórica. Por un lado quiere subrayar la posibilidad de una imagen impresa que ya no se gesta en una matriz previa sino que, al contrario, se produce exclusivamente por la mediación tecnológica. Si el grabado tradicional requería de un oficio escrupuloso a la hora de diseñar las matrices de la estampa, las nuevas técnicas de impresión permiten repensar tanto el proceso como el producto final de una forma drástica. En esta perspectiva, el mismo enunciado Sense matriu también queríamos que fuese capaz de sugerir algunas de les situaciones nuevas que se desarrollan a partir de estos replanteamientos; en especial, las múltiples modalidades con las cuales se genera una narratividad y una ficción que desplaza las categorías de la representación y de la reproducción tradicionales.

Como es sabido, el grabado convencional, con la diversidad de técnicas que puede llegar a cubrir, enfatiza dos aspectos. En primer lugar, se impone como creación de un producto físico, con una naturaleza de texturas de extrema importancia. Esta característica, obviamente, se entorpece substancialmente cuando la imagen impresa ya no se determina a partir de los trazos sobre la plancha sino que se concreta a partir de un tecleado. Con esta mutación, la evolución de la impresión, curiosamente, incrementa su registro visual en la misma proporción que reduce su existencia material. No es nada nuevo: los mundos virtuales, como si tuviesen de reparar sus déficit de realidad con alguna reacción, se maquinan a partir de una sobreconstrucción que los hiperrealiza. Este hecho, probablemente, no es alieno a otra característica del grabado tradicional que también varia con los nuevos procedimientos. En efecto, el otro principio vinculado a la idea convencional del grabado era su profecía de la reproducción. El grabado, aunque mantenga su condición material, es sobretodo la técnica que ha de permitido la reproducción, la difusión amplia y democrática de la representación, aunque en esta expectativa haya de inventarse ideas paradoxales como la del original múltiple. Como probáramos de argumentar, las nuevas mediaciones tecnológicas de la impresión comporten una progresiva erosión de este principio convencional del grabado en beneficio de un mayor protagonismo del elemento puramente narrativo. La hiperrealización y la nueva ficción son, naturalmente, dos claras constataciones de la condición desértica del real o, si se quiere, de la condición ruinosa de la matriz del mundo.

Para calibrar la dimensión de estos cambios se tiene que subrayar el alto grado tecnológico que ha acabado por imponerse. Solo a partir de esta mediación altamente tecnológica se explica la eficacia con la cual los nuevos medios son capaces de imponer sus especificidades. Este es un punto muy importante para corregir el diagnóstico demasiado precipitado según el cual la cultura contemporánea, sencillamente, sufre una fascinación por la técnica sin asumir todavía que todo esto es solo un instrumento más elaborado. La situación ya es otra. La capacidad de desarrollar una experiencia altamente tecnificada permite convertir a la propia técnica en el referente específico de la experiencia en cuestión. Así, toda la pensatividad y todos los procesos productivos que se desarrollan por medio del universo digital, de alguna manera, están obligados a explorar y coger sus propios medios tal y como su objeto. Por eso, el horizonte que acaba por imponerse en el desarrollo de la nueva imagen técnica ya no es su posible eficacia representativa sino, al contrario, su propia competencia para construir una nueva representación. A la vez, en este cambio de acento, su ilusión ya no es tampoco la simple multiplicación de la imagen, sino su auténtica realización y desarrollo. Para plantearlo estrictamente en el ámbito que ahora nos ocupa: si el grabado tradicional genera una imagen fija capaz de reproducirse, la impresión digital manipula la imagen para garantir su desarrollo en el tiempo, en su despliegue narrativo. El grabado tradicional representa, de alguna manera, el paradigma de las expectativas que puede soñar la representación: reproducirse y multiplicarse. A la vez, la imagen absolutamente técnica de la impresión digital se desarrolla en otro registro; su sueño es ahora la realización y el montaje de la misma representación, alcanzando la condición de ser una imagen-tiempo.

Naturalmente, las vías para el desarrollo de esta imagen-tiempo - una idea cogida a Deleuze- son aquellas que construyen una narratividad, una expansión más allá de la quietud del plano de la imagen tradicional. Esta narratividad puede habilitarse, aprovechando los mismos recursos del volumen tecnológico que hemos reconocido, por muchos diferentes procedimientos: la proyección, la animación, la interacción. Para cualquiera de estas estrategias, la imagen técnica se entiende como un acontecimiento; adquiere un tiempo de realización que le atorga un grado de factura capaz de sustituir la realidad. De hecho, lo real se vuelve el marco en el interior del cual es sobreponen ficciones infinites. Esta es la doble ausencia de matriz. Así, ya que no hay una plancha sobre la cual trazar una representación, tampoco hay una realidad capaz de permanecer detrás de la ficción de la imagen técnica.

Es verdad que en el conjunto de la exposición conviven proyectos muy diferentes; pero de todas formas, nos parece que el auténtico hilo conductor del conjunto se podría encontrar en el cuerpo de ideas que hemos planteado más arriba. Por un lado, el trabajo de Bernat Cisneros, que utiliza el fotograbado para reconstruir el árbol genealógico de una comunidad gitana, se podría interpretar como la reserva en la cual una técnica tradicional todavía es capaz de canalizar un documento real. Detrás de él, las litografías de R.G.Bianchi, ya enfatizan toda la potencialidad retórica de la visibilidad en convertir los datos reales en recortables susceptibles de ser recompuestos en formas múltiples. En otros trabajos -cuando ya desaparecen definitivamente las matrices del grabado tradicional- la soberanía de la ficción tecnológica que hemos subrayado se hace más explícita. Hay ocasiones en las cuales esta ficción estalla literalmente en forma de narraciones virtuales; este es el caso de los espacios especulativos de Ibon Sáenz o del juego de ordenador ideado por Carmen Romero que, de una forma bien significativa, propone al espectador la construcción de una biografía ficticia. Podemos decir que, este mismo trabajo de Carme Romero, también señala una cuestión muy recurrente en otros proyectos presentados a la exposición: la exploración de la identidad, allá donde toda la carga de ficciones se vuelve más punzante. En efecto, este es el eje que plana detrás del esfuerzo escenificado por Eufrina Ramis, los perfiles y las sombras de Jessie Morin, la condición estrictamente epidérmica del autorretrato de Montse Carreño y, incluso, la melancolía y el recogimiento del lecho construido por Anna Marín. A su turno, Joan Morey presenta una nueva entrega de la marca STP, un auténtico modelo de esta inclinación contemporánea por a emplazar lo real dentro de un escenario puramente retórico.