En los últimos años están apareciendo numerosas publicaciones académicas, informes y estadísticas de organismos europeos e internacionales que abordan el papel de la innovación, la cultura o la creatividad en los procesos de desarrollo. La UNCTAD (2010) nos informa que “un nuevo paradigma de desarrollo está surgiendo de los vínculos de la economía y la cultura, que abarca aspectos económicos, culturales, tecnológicos y sociales del desarrollo, tanto a nivel macro como micro”, la Comisión Europea (2010) nos muestra que las Industrias Culturales y Creativas contribuyen a reforzar las economías locales en declive así como a la aparición de nuevas actividades económicas, creando nuevos empleos sostenibles y reforzando el atractivo de las regiones y las ciudades de Europa. También la OCDE (2005) insiste en el papel de las industrias culturales y creativas como palanca para el desarrollo social y personal. Dichas industrias generan crecimiento económico y constituyen el núcleo esencial de la definición de la “competitividad glocal” (OCDE, 2005). Este fenómeno tampoco es específico del mundo europeo y occidental, sino que se trata de un discurso que ha calado en distintos espacios geográficos. La Organización de Estados Iberoamericanos en su Carta Cultural (OEI, 2006) destaca el valor estratégico que tiene la cultura en la economía y su contribución fundamental al desarrollo económico, social y sustentable de la región; y el Foro Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos en su Agenda 21 de la Cultura(UCLG, 2004), aprobada en 2004, enfatizan que aunque no hay que percibir a los bienes y servicios culturales meramente como mercancías, “es necesario destacar la importancia de la cultura como factor de generación de riqueza y desarrollo económico.”

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La novedad conceptual en la readaptación del gráfico anterior es que la creatividad cultural afecta también a los procesos de innovación que, como simples mecanismos de acumulación de capital humano capital social y capital relacional, (Sacco, P.L y Segre, G., 2009) constituyen en sí mismo procesos de desarrollo.
A través de la tipología definida en el Manual de Oslo (OCDE,2005), se confirma la naturaleza diversa, compleja e interactiva de los procesos de innovación en las organizaciones, ya que comprenden mucho más que los aspectos exclusivamente tecnológico y productivo, dando entrada a cuestiones de índole cultural a través de dos grandes dimensiones: la gestión del conocimiento (valores dominantes, gozo estético, creatividad, imaginación, etc.) y las estrategias de organización (enfoque abierto y cooperación en red). El conocimiento y la organización interactúan mutuamente y resultan imprescindibles para gestionar procesos complejos, tal y como nos muestra el paradigma de la gobernanza, fundamentado en los principios de anticipación y consenso (Abeledo Sanchis, 2010).

En este contexto de percepción de la innovación, el proyecto plantea cómo extender dichos procesos en sectores como la vivienda que genera enormes implicaciones tanto en  el empleo, la satisfacción de derechos básicos y la conformación de los espacios urbanos, así como el efecto de arrastre que tiene sobre actividades creativas como los servicios de arquitectura, el diseño en el equipamiento doméstico o el urbanismo.

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