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Nuestro grupo de investigación inspira su nombre en el modelo de “homo invictus” de Peter Suedfeld, un eminente psicólogo social, que ha constatado en sus estudios que, en las más difíciles situaciones tiende a manifestarse con claridad un insólito poder que hay dentro de nosotros, el de nuestro espíritu “invencible”. Así lo refleja en su famoso artículo: “Homo Invictus: la especie indomable” (1997)

Afirma Suedfeld en su página web:

“Frente al enfoque típico de los profesionales de la salud mental y de los medios de comunicación de masas, en el que se representa a la persona como una víctima de sucesos y emociones estresantes… la investigación de este autor se ha guiado por una visión menos frágil de la psique humana.

Con un fundamento constante en los hallazgos de investigación, se ve a la persona media como relativamente adaptativa, resistente y no traumatizada incluso en las experiencias y situaciones más difíciles. Sin duda que el estrés, la pérdida y el dolor tienen lugar, pero también hay que contar con el afrontamiento, ya que la reacción humana típica es levantarse para enfrentarse a la adversidad y vencerla”.

El programa de investigación de Suedfeld, con el “homo Invictus” como trasfondo, se centró en el estudio del ser humano en situaciones extremas, en ambientes que suele creerse que producen daños inevitables. Este autor sospechó que tales situaciones, más temidas que abordadas en estudios, habían creado mitos acerca de una sobredimensionada fragilidad humana. Y derribó con investigación empírica algunos de estos mitos, demostrando, por ejemplo, que:

  La vida en regiones polares (científicos en observatorios in situ) lejos de comportar siempre irritabilidad, depresión o aburrimiento, producía efectos beneficiosos tales como desarrollo de fuertes vínculos emocionales, ingenio y camaradería.

El hecho de ser superviviente del holocausto no conllevaba necesariamente, como suele creerse, ser personas traumatizadas y no recuperables: las entrevistas realizadas por Suedfeld describían con frecuencia a supervivientes bien adaptados y que habían desarrollado rasgos positivos importantes, como resiliencia y autoeficacia.

En resumen, las investigaciones inspiradas en el “homo invictus” refuerzan su teoría de que los entornos desafiantes muestran con nitidez la sorprendente capacidad de los humanos para afrontar la adversidad y salir adelante. Suedfeld probablemente intuyó que, sin esta rara cualidad, el ser humano no hubiera sobrevivido en su larga marcha por el planeta. En esta prolongada lucha contra la adversidad fue donde se forjó, como en un banco de pruebas, esa “especie indomable” que somos.

La visión de Invictus es cercana a la imagen del ser humano proactivo que aportó Viktor Frankl. Como Suedfeld, su visión positiva emergió en el escenario más negativo: Auschwitz. Pero, a diferencia de él, Frankl no fue un mero observador del holocausto: sus padres, su esposa y un hermano, perecieron en las cámaras de gas y él mismo, después de ser despojado de todas sus pertenencias, estuvo a punto de correr la misma suerte. Fue allí donde descubrió que, como humano, era un ser proactivo, el único dueño de su vida, y que su libertad interior era un tesoro que ni los nazis, ni la más cruel coacción externa, podrían jamás arrebatarle.

Es de justicia recordar en estas líneas el poema Invictus, que inspiró la idea de Suedfeld y que fue recitado por luchadores natos como Nelson Mandela, durante sus 27 años de cautiverio. Mandela encontró fuerzas para no tirar la toalla nunca repitiendo los versos de Henley (1875), un poeta victoriano que escribió el poema en una situación dramática: a sus 26 años, con una pierna amputada y en la cama de un hospital. El joven Henley afrontó la adversidad como un “homo invictus”:

“Mas allá de la noche que me envuelve

negra como un abismo insondable,

doy gracias a los dioses que hubiere por mi alma inquebrantable.

Desgarrado por el destino,

no he gemido ni he llorado.

Apuñalado por el azar,

mi cabeza sangra, pero no se inclina

Soy el dueño de mi destino

soy el capitán de mi alma”