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19-05-2021

Biodiversidad, la última frontera

Jordi Serra-Cobo, profesor de la Facultad de Biología y del Instituto de Investigación de la Biodiversidad (IRBio) de la UB, es experto en ecoepidemiología y destaca por sus estudios con murciélagos como reservorios naturales de agentes infecciosos como los coronavirus. Con motivo del Día Internacional de la Biodiversidad Biológica el 22 de mayo, con el lema «Somos parte de la solución», Serra-Cobo recuerda que romper las fronteras de la biodiversidad conlleva un riesgo incalculable para la humanidad.

«Es importante cambiar de estrategia, dedicar más esfuerzos a la prevención y no esperar a reaccionar cuando ya tenemos el problema»

Una compleja conjunción de factores biológicos, epidemiológicos y sociales han facilitado la expansión global del SARS-CoV-2 en países de todo el mundo. Pero esta no ha sido la única crisis epidemiológica causada por los coronavirus en el siglo XXI. En 2003 y 2012 irrumpían el SARS y el MERS, y las crisis sanitarias que ocasionaron ya nos avisaban de lo que podía pasar. En un artículo publicado en la revista Frontiers in Microbiology, Jordi Serra-Cobo nos alerta de los puntos del planeta donde la destrucción de la biodiversidad podría originar futuras pandemias. Los cambios rápidos y forzados en el mundo natural ponen en peligro la salud global, y ante ellos se hace necesaria una reflexión general para poner límites a las actividades de explotación humanas en un mundo ecológicamente hiperconectado y finito.

La aparición de una epidemia o pandemia por coronavirus ¿es un fenómeno extraordinario o es más probable de lo que pensamos?

Los coronavirus están presentes en especies animales de todo el mundo. Por lo tanto, en teoría las epidemias podrían surgir en cualquier lugar del planeta. Sin embargo, la historia epidemiológica del SARS, la COVID-19 y el MERS nos indica que no es así: los brotes epidémicos se suelen producir en regiones con elevada biodiversidad y alteraciones ambientales profundas, lo que llamamos puntos calientes.

Para que se desencadene una epidemia deben confluir varios factores esenciales: la circulación del virus en la naturaleza, la capacidad del virus para reconocer los receptores de las células humanas y ser compatible con ellos, los contactos entre virus y humanos, la amplificación de los contagios por la transmisión entre las personas y la dispersión del virus. Los coronavirus están presentes en murciélagos de todo el mundo. Sin embargo, la presencia de coronavirus en los murciélagos no parece ser suficiente para desencadenar una epidemia en la población humana. Eso nos lleva al concepto de que son necesarios huéspedes intermediarios para que se produzca la transferencia de coronavirus de los murciélagos a las personas.

Ratpenats

Hablamos de una emergencia zoonótica, y eso implica no solo los murciélagos, la vida silvestre y los sistemas naturales, sino también diversos aspectos antropogénicos y sociales. Las emergencias zoonóticas son fenómenos muy raros, causan pocas infecciones en humanos y suelen desaparecer sin originar epidemias o pandemias. El entorno social humano es determinante en la aparición de las enfermedades transmisibles. La compatibilidad biológica no es suficiente para provocar una epidemia.

Coronavirus y otros virus se organizan en metapoblaciones y parasitan otros organismos vivos también distribuidos en metapoblaciones. Son características poblacionales que explican la gran diversidad de poblaciones virales —y de genotipos— en la fauna salvaje. Una epidemia es solo una posibilidad entre muchas: una determinada población de virus —entre una multitud de poblaciones relacionadas genéticamente— que se expone casualmente a una conjunción única de eventos biológicos y sociales.

Jordi Serra-Cobo
El profesor Jordi Serra-Cobo es experto en estudios ecoepidemiológicos.

¿Proteger la biodiversidad es la mejor vacuna contra futuras epidemias?

La deforestación de las zonas tropicales ha contribuido a la exposición de los humanos a nuevos virus y a la propagación de virus ya conocidos. Cuando se destruyen los bosques tropicales, muchos animales abandonan la zona deforestada y buscan nuevas áreas, y otros permanecen en su hábitat original. Las especies que habitan ahora en la zona deforestada buscarán alimento y refugio en granjas, casas, etc. El contacto dejará de ser anecdótico si alguna de las especies animales es reservorio de virus zoonóticos y termina infectando a los habitantes de la zona, al ganado o a los animales domésticos. Conservar la biodiversidad es una herramienta para protegernos de la emergencia de enfermedades.

Aparte del sudeste asiático, el centro y el sur del continente americano son regiones favorables a la aparición de enfermedades infecciosas emergentes, especialmente la selva amazónica. La deforestación masiva, la conversión de tierras para la agricultura y la minería y la creación de carreteras incrementan el riesgo de que aparezcan nuevas enfermedades en esta región americana. El África central, con una gran biodiversidad e importantes cambios ambientales, es otra región planetaria en riesgo de ver surgir nuevas epidemias. La antropización del medio natural causa cambios que pueden transformar regiones —inicialmente libres de los coronavirus— en nuevos puntos calientes. Los sarbecovirus —un subgénero de los coronavirus— pueden convertirse en una futura amenaza en un mundo extremadamente conectado.

En una hoja de ruta para el futuro, ¿qué habría que apuntar?

Debemos ser conscientes de que los cambios rápidos y masivos que estamos produciendo en los sistemas naturales pueden tener consecuencias en términos de salud humana. Tenemos que aprender que hay límites a nuestras actividades en un mundo ecológicamente muy conectado y finito. Es importante cambiar de estrategia, dedicar más esfuerzos a la prevención y no esperar a reaccionar cuando ya tenemos el problema. El cambio climático facilitará aún más la dispersión de las enfermedades infecciosas y la circulación de nuevos patógenos confinados actualmente en el permafrost.

Es necesario tomar más precauciones en el intercambio de mercancías que pueden transportar vectores de enfermedades (mosquitos, garrapatas) o especies plaga (avispa asiática, oruga del boj, etc.). El sector turístico también debería aprender la lección de la pandemia de COVID-19 e incorporar medidas preventivas. Y, sobre todo, hay que preparar las ciudades para hacer frente a las futuras epidemias con protocolos de prevención, detección y actuación rápidas.

Font: PrensaUB