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Forma y función: una aproximación a Louis Hjelmslev

Inés Gelpí

La pregunta por la existencia de una estructura lógico-sintáctica con la forma sujeto + predicado (en adelante S + P) me llevan a considerar, en primer lugar, la cuestión del decir en general para, posteriormente, tratar algo de lo que Louis Hjemslev aportó a la lingüística tras el legado de Saussure. Planteo este tema con el fin de ver o al menos vislumbrar que las lenguas están sujetas a las mismas leyes sintácticas, pues se observa que las oraciones de todas ellas, por muy distintas que sean entre sí, están compuestas por elementos en las que cada uno cumple una determinada función, se manifieste cada una de ellas mediante un procedimiento u otro: es lo que define a la oración como el originario acto de decir algo de algo otro y cuya estructura formal definida como S + P tiene, por tanto, validez universal.

Para que eso que comúnmente se entiende por mensaje sea inteligible es necesario que las partes que lo forman se manifiesten de manera ordenada, es decir, que las palabras o signos lingüísticos que forman la oración se sigan unas a otras siguiendo un determinado criterio o norma.

Todo acto comunicativo es, originariamente, un decir algo de algo, que como unidad mínima con significado completo es tal en cuanto predica algo de un sujeto, en términos sintácticos. Podemos concebir la estructura S + P como universal porque sujeto y predicado se dan formal y subyacentemente en todas las oraciones de todas las lenguas, a pesar de que las ejecuciones materiales (los procedimientos en términos de Hjemslev) de los elementos (palabras) que forman las oraciones sean de naturaleza muy diversa según cada lengua concreta. Sujeto y predicado son etiquetas o categorías de orden sintáctico y, por tanto, formal, cuyo quid se define por las relaciones funcionales que tienen los elementos que componen cada una de las formas (con mayor propiedad figuras) concretas que adoptan estas dos categorías. De ahí el apartado dedicado a las relaciones funcionales.

El decir en general y su primera tematización histórica
Como es sabido y como explicó Saussure, el signo lingüístico es algo referencial que, como tal, remite a un determinado contenido, es decir, que tiene un significado concreto.
Retrocediendo en el tiempo y situándonos en el origen de la filosofía vemos que los griegos tomaron conciencia de que se daban nombres para referirse a cosas u objetos determinados. Teniendo en cuenta lo que al respecto dice Eugenio Coseriu, fue en Grecia donde se inició cierto estudio sobre el lenguaje estableciéndose la relación entre nombre y cosa. El ὄνομα ‘nombre’ era considerado, en principio, sonido; y la cosa todo aquello que tenía cierta entidad y que, además, tenía un significado. Esta toma de conciencia no es gratuita si tenemos en cuenta que fue precisamente en Grecia donde nació la filosofía. Al asunto que aquí y ahora nos atañe subyace una ontología particular, que es la que toma como objeto el lenguaje. Así pues, la conciencia que tenían los griegos de la relación entre nombre y cosa implica la pregunta por “en qué consiste dicha relación”, cuestión que en términos modernos será denominada mediante el término función.

La voz ὄνομα suele traducirse por ‘nombre’1, y así es, porque el ὄνομα designa algo, y como tal es sonido + significado referido a la cosa designada (ahora ya no es meramente sonido). Pero el nombre por sí mismo es mera referencia a la cosa sin decir (sin predicar, sin aportar información) todavía nada acerca de ella: solo la señala, la designa. Sin embargo, como dice Coseriu, tras este mero nombrar se da un paso más, que supone la distinción de tipos de cosas o modos de ser. Así, dice al respecto:

El lenguaje pone a disposición de las “ciencias de lo universal” los objetos (gracias a “nombres de clases” como árbol, animal, etc.), a disposición de la historia (mediante nombres propios como Pedro, Berlín) y también para la filosofía (con nombres “abstractos” como verdad o virtud).2

Asimismo, en el plano del mero nombrar Coseriu expone el siguiente esquema:


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en el que el ὄνομα (Name) representa el mero nombrar o la mera referencia a la cosa (Sache) y N1, N2 y N3 son materialles Zeichen, es decir, los distintos signos que se le da a la cosa según cada lengua concreta.

Por otro lado, el simple ὄνομα, además, por el hecho de que solo nombra no es susceptible de ser calificado de verdadero o falso. Lo verdadero o falso es la oración porque es en ella en la que lo que se dice es adecuado o no al ente del que “lo dicho” es predicado3. Voy, pues, a continuación, a considerar la oración (en qué consiste) y su estructura.

El decir se produce, acontece o se manifiesta cuando a este ὄνομα se le añade algo: una información. Esto es lo que lo griegos establecieron mediante la articulación entre ὄνομα y ῥῆμα. A menudo se ha traducido el término ῥῆμα por ‘verbo’; sin embargo, equivale con mayor propiedad a ‘predicado’4. Dicha articulación es la referencia de algo a algo; dicho de otro modo, es la adjudicación de un ῥῆμα a un ὄνομα. Con esto se da ya oración porque, como articulación de ὄνομα y ῥῆμα que es, ya no es mera designación, puesto que da información sobre la cosa –sobre un determinado ente al que le corresponde la imagen de un determinado ὄνομα–. Así pues, puede afirmarse que el ῥῆμα es lo que genera el decir. Con el ὄνομα solamente designamos la cosa, pero decimos algo de ella cuando le añadimos un ῥῆμα, una información remática; solo así decimos algo de algo: solo así comunicamos un contenido y solo así hay oración.

Pero demos ahora un paso más. Para que la articulación ὄνομα - ῥῆμα sea posible se necesita un elemento: el verbo. Que el ὄνομα solamente designe y que el ῥῆμα sea lo que se dice del ὄνομα implica que este último se convierta, en términos formales (sintácticos), en ὑποκείμενον (subiectum) como algo sub-yacente de lo que se predica o se dice algo: el ῥῆμα, que pasará a ser κατηγορούμενον (praedicatum). Esta conversión, a saber, que el ὄνομα sea ὑποκείμενον y que el ῥῆμα sea κατηγορούμενον supone una toma de conciencia de la relación que tienen las palabras entre sí dentro de la oración, que es lo que denominamos función en términos sintácticos modernos. Así pues, con los esquemas articulatorios ὄνομα - ῥῆμα y ὑποκείμενον - κατηγορούμενον mediante un verbo ya se da oración, enunciado, juicio o proposición5. Al respecto dice Aristóteles: «La proposición es un enunciado afirmativo o negativo de algo acerca de algo».6 Es precisamente con esta articulación con la que se constituye la estructura oracional, que he fijado inicialmente mediante la fórmula S + P, y que es el soporte del decir en general como manifestación de un contenido (al fin y al cabo lo que pretende la construcción de cada oración es comunicar un mensaje).

Coseriu utiliza la expresión «der “logos” als “Satz” oder “Rede”»7. El término λογοϛ, que viene del verbo λέγειν ‘decir’, tiene el significado de “el decir” (el acto de decir algo, que genera “lo dicho”, entendiendo “lo dicho” como un decir efectivo de facto), y puesto que el decir solo se da mediante la articulación ὄνομα - ῥῆμα, el λογοϛ es ya oración, a la que Coseriu le adjudica la estructura S + P: «Subjekt “ist” Prädikat»8.

La determinación que queda expresada mediante el esquema S + P es denominada por Aristóteles –y explicada por Coseriu– λογοϛ ἀποφαντικός, que por ser ya oración es susceptible de ser calificada de verdadera o falsa (véase de nuevo la nota 6) –Aristóteles utiliza el término ἀπόφανσις para referirse a la relación y conexión entre ὑποκείμενον y κατηγορούμενον–.

Tenemos, pues, hasta aquí, lo que es la oración o proposición, de dónde surge y su estructura originaria. La suma de oraciones da lugar al discurso, que en lingüística es también y con total propiedad (y legitimidad) objeto de la ciencia del lenguaje. Que la oración esté formada por signos lingüísticos requiere la tarea de categorizar tipos de palabras (cuestión morfológica), que si bien no es un quehacer propio de la lingüística, sino que es parte o disciplina relativa a la gramática, sí es una tarea necesaria para poder tratar la cuestión de las relaciones funcionales (cuestión sintáctica) que se dan entre los elementos que constituyen la oración y que Louis Hjemslev trató de manera pormenorizada.

Las relaciones funcionales
Si la distinción sausseriana entre langue y parole justificó en su momento la aceptación de la existencia de leyes y reglas que rigen la cadena hablada, también justifica que sea necesaria esta clasificación de tipos de palabras para que pueda hablarse de relaciones funcionales entre los elementos o sintagmas que forman la oración. Esto es lo que Hjemslev plantea como punto de partida de su teoría lingüística desde Principios de gramática general.9

Si bien la teoría lingüística de Hjelmslev sufre cambios de cierta relevancia desde los Principios de gramática general hasta los Ensayos lingüísticos, la esencia de su concepción lingüística se mantiene desde su planteamiento inicial. Ya desde los Principios defiende la necesidad de concebir una forma del lenguaje como una estructura universal que da sentido y ordena no solo la materia y el contenido (significante y significado en términos de Saussure) del signo lingüístico, sino también y sobre todo el enunciado y el discurso o texto, que denomina proceso y que fija como el fin del estudio del lenguaje.

La teoría de la forma de Hjemslev parte de la constatación de que lo que nos es dado es algo empírico: lo dicho de facto –oraciones, textos, discursos–. Tomando este objeto como tal no hay otra opción que proceder por inducción con el fin de establecer principios generales y universales, proceso que ha de darse necesariamente por abstracción dada la naturaleza empírica del doble objeto que tiene la lingüística –por un lado el conjunto de las manifestaciones concretas del lenguaje, que es una cuestión empírica y, como tal, diacrónica; y, por otro, algo de orden formal, que rige y ordena el material empírico de las manifestaciones concretas–. Si la forma le es esencial a todo objeto o ente que tiene un soporte material (si no lo fuera, la materia sería algo indeterminado y amorfo), lo es también en toda manifestación lingüística empezando por el signo lingüístico: en este, el contenido o significado se determina por la expresión (el significante en términos de Saussure). Así pues, el modo de proceder o método irá desde lo empírico hasta lo conceptual, de lo particular a lo general y de la palabra al texto o proceso. Pero para establecer principios generales y universales debe llevarse a cabo un análisis de las partes en las que se divide el proceso textual.

Una vez realizada la tarea del establecimiento de leyes o principios gracias al análisis de casos concretos en distintas lenguas (como hace el propio Hjemslev), tendrá que darse también y necesariamente un proceder deductivo para aplicar las leyes a los casos concretos (a todos: a los efectivos e incluso a los posibles de cada lengua). Solo así podrá verse la universalidad de tales principios: que la estructura formal oracional   S + P es válida para todas las lenguas.

Que para el establecimiento de principios haya que partir de lo particular supone la división del texto (concretamente de las oraciones que lo componen) en los signos que lo forman categorizándolos según tipos de palabras, quehacer que, como ya se ha dicho, es propio de la morfología. La distinción de tipos de palabras es tarea indispensable para determinar la relación que tienen los signos dentro de la oración porque los signos lingüísticos no se suceden unos a otros de cualquier manera, sino bajo un determinado criterio, cuya concreción dictarán las normas de cada lengua. Este criterio es la relación que se da entre los elementos que forman la oración y que recibe el nombre de función, que dará como resultado la rección que determinará qué signos pueden unirse con qué otros.
En el punto II de los Principios, que lleva por título “La forma gramatical” y cuyo primer apartado se centra en los conceptos de forma y función, dice Hjemslev, de entrada, que la noción de forma conduce frecuentemente a equívocos. Y no le falta razón si observamos que comúnmente se asocia al concepto de figura. Así, el lingüista danés dice que en muchas ocasiones se utiliza para hacer exclusiva referencia al aspecto fónico –aquí incluyo también el aspecto gráfico–, pero que también y más propiamente se hace uso de la noción de forma para aludir al sistema gramatical abstracto –no en vano Aristóteles distinguió ὑλή de μορφή entendiendo esta última no como la figura que tiene todo ente material, sino como aquello que ordena la materia convirtiéndola en un determinado objeto–.
Así pues, para Hjemslev, la forma clasifica las palabras, en primer lugar, según tipos o categorías (morfológicas) y, en segundo, según la relación que se da entre ellas (relación funcional y, por tanto, sintáctica). Que haya forma en todo acto de habla es algo universal y, como principio universal que es, es siempre una y la misma, aunque se manifieste de distinto modo según las distintas lenguas. Por ello dice Hjemlslev que dos lenguas pueden tener una misma forma (y efectivamente la tienen) expresada mediante procedimientos distintos:

Es sabido que una misma categoría puede expresarse de una manera diferente en estados de lenguas diferentes: aquí por el orden de las palabras, allí mediante prefijos, en otra parte sirviéndose de sufijos, y así sucesivamente. Por tanto, esas diferencias de fonemas carecen de importancia cuando se trata de reconocer categorías gramaticales.10

Los procedimientos propios de cada lengua son, además de convencionales, particulares; pero no la forma, que como tal es de naturaleza distinta a los fonemas o sonidos por ser estos particulares, porque la forma es estructural e independiente de toda figura concreta fónica y gráfica. No obstante, no puede obviarse que la forma no es del todo ajena al contenido que poseen los signos lingüísticos; todo lo contrario: la forma, como forma que es, es una estructura (gramatical) universal. Por este motivo en su razón de ser está el que ha de poder aplicarse a cualquier manifestación lingüística concreta, y toda manifestación lingüística concreta posee un contenido (genera un mensaje). A fin de cuentas será el mensaje lo que comunicará algo si posee una estructura subyacente que le da forma.

Entro ahora en la cuestión sintáctica de la función. Hjemslev concibe la noción de función como la relación que se da entre los elementos que componen la oración. A pesar de que su concepción sobre ella no cambia en esencia desde los Principios hasta los Ensayos, sí cambia el término del que hace uso para referirse a este concepto (en los Principios utiliza el término función mientras que en los Prolegómenos prefiere el de funtivo, que entiende como aquello que tiene una determinada relación –función– con otros objetos o entidades).

Si el método, para Hjemslev, consiste en la definición de conceptos y posterior análisis de las partes del proceso textual, la función será la dependencia que se da entre los elementos analizados. Así, hay función entre las partes que forman la cadena textual en virtud de la relación que se da entre ellas siendo cada una de esas partes un funtivo.

Sin embargo, para Hjemslev la función gramatical también tiene en cuenta el procedimiento que determina el orden de los elementos que componen la oración (sean palabras o grupos de palabras, es decir, sintagmas). Lo relevante en el ámbito formal es, por tanto, la relación que tienen los elementos oracionales entre sí, que si bien se genera (dicha relación) en virtud de la categoría morfológica que tiene cada palabra, se halla dentro de otro ámbito: el sintáctico, como ya he dicho. Así pues, a pesar de que morfología y sintaxis sean disciplinas diferentes, sus quehaceres se requieren mutuamente, pues sin la categorización de las palabras no podría identificarse la función de cada elemento oracional, es decir, no podría verse la relación que cada elemento tiene con el resto. Por ello tras la tarea morfológica, dice Hjemslev: «estamos ya en condiciones de ofrecer un esbozo sistemático de los diferentes tipos de función».11

Las marcas morfológicas permiten, por tanto, indicar la función que tiene cada elemento dentro de la oración (sea mediante marcas flexivas, de caso o con morfo cero), es decir, la relación que tiene cada elemento con el resto –cada elemento es lo que es por la función que posee–. Así, un elemento es funcionalmente sujeto, por ejemplo (es funtivo sujeto), si tiene unas determinadas marcas morfológicas: concordancia en persona y número con el verbo (mediante morfemas flexivos) en unas lenguas, como en español, francés e italiano; o concuerda en persona y número con el verbo, pero además dispone de caso, como en nominativo en alemán o en ruso. El mismo elemento, en cambio, ejerce otra función si se relaciona con el verbo y resto de elementos de distinta manera sea también mediante un procedimiento u otro según la lengua. Así pues, un elemento cuya función sea la de complemento directo o de acusativo no exige concordancia de número con el verbo, pero mientras que en español, por ejemplo, dicho elemento tiene una determinada flexión de género y número, y además de caso si se trata de un pronombre, en alemán un complemento de acusativo tiene marca de género, número y caso se trate de un pronombre o de un sintagma nominal. De cualquier modo, como ya he dicho, las marcas morfológicas son necesarias para determinar la función de los elementos oracionales, pero el procedimiento mediante el que se materializa es irrelevante en cuanto a la función en sí misma –cada procedimiento pertenece al ámbito de lo particular, que como tal queda incluido dentro de la universalidad que posee la regla o ley relativa a lo funcional–.

Siguiendo con la teoría de la forma de Hjemslev puede verse que la originaria relación ὄνομα - ῥῆμα es la que ya los griegos mismos (recordemos a Aristóteles) tematizaron como la relación ὑποκείμενον - κατηγορούμενον (equivalente a la relación subiectumpraedicatum), expuesta inicialmente, en un orden ya sintáctico, es decir, funcional y, por tanto, de naturaleza formal.

A pesar de que el orden (lineal) de los elementos en la oración es relevante, cada orden, que en cada caso es dictado por las reglas propias de cada lengua (los distintos procedimientos de los que habla Hjemslev), por ser algo particular, no es universal; sí lo es, en cambio, la función de cada uno de ellos. Por eso dice Hjemslev que a pesar de que una misma categoría pueda expresarse de manera diferente según las distintas lenguas, se da una semejanza entre lenguas, que es precisamente el hecho de que comparten un mismo principio estructural: una misma función. Además, cada una de ellas (sujeto, complemento directo o de acusativo, complemento indirecto o de dativo, etc.) puede tener una estructura más o menos compleja, pero precisamente en virtud de la estructura formal oracional S + P (sujeto + verbo + posibles argumentos y/o adjuntos) se detecta cada función. Creo, por tanto, que el concepto de forma según Hjemslev, que se explica por la noción de función, da lugar a la estructura universal S + P y que es universal independientemente tanto del orden que ocupen los elementos que forman la oración como de la complejidad que tenga cada uno de ellos.

Creo, pues, que tras todo lo expuesto puede afirmarse lo que sigue: que es un principio universal que en todo acto de habla haya forma a pesar de que la concreción de la misma sea algo particular según cada lengua, pero el caso es que forma ha de haberla.


 

NOTAS

1. El signo referido al lenguaje ha recibido a lo largo de la historia distintas denominaciones: signo lingüístico, palabra, voz, etc. Los griegos lo llamaron ὄνομα, que fue traducido al latín por nomen; de ahí que en nuestra lengua equivalga (etimológicamente) a nombre.
2. Lenguaje y discurso. El lenguaje entre Φύσει y θέσει. 5.2.2.
3. Al respecto dice Coseriu: «Das ὄνομα ist nicht das ἒπος, das Sagen, sondern es ist das Wort als Bezeichnung» (El ὄνομα no es el ἒπος, el decir, sino la palabra como mera designación). Die Geschichte der Sprachphilosophie von der Antike bis zur Gegenwart. Teil I, 3.6.
4. No en vano la GRAE se refiere al predicado como la información remática o rema como la información que se da de un tema: «Desde el punto de vista informativo, es posible dividir los enunciados en dos segmentos: la información que se presenta como conocida (información temática o tema) y la información que se presenta como novedosa (información remática o rema).» GRAE, 1. La gramática. Las funciones.
5. Aquí no incluyo el término frase como sinónimo de los términos que acabo de emplear para evitar la confusión que puede generar la palabra frase como sinónima de sintagma con la noción de oración –tras la etiqueta genérica de estructuralismo se distingue frase nominal de frase verbal como sintagma nominal y sintagma verbal respectivamente–.
6. Analíticos primeros, 24a 16. El original griego dice: Πρότασις μὲν οὖν ἐστι λόγος καταϕατικὸς ἢ ἀποϕατικός τινος κατά τινος. Atendiendo al texto original vemos que Aristóteles entiende la oración como un decir manifestante (λόγος ἀποϕατικός), que manifiesta (dice) algo acerca de algo (τινος κατά τινος), es decir, predicando algo de un sujeto.
7. Die Geschichte der Sprachphilosophie von der Antike bis zur Gegenwart. Teil I, 3.5.
8. Ibíd, 9.11.
9. Hjemslev publicó los Principios de gramática general en 1928. Posteriormente, en 1931, fue uno de los fundadores del Círculo Lingüístico de Copenhague. A partir de este momento desarrolló su teoría glosemática tratando de forma explícita una teoría de la forma, que expuso en Prolegómenos a una teoría del lenguaje (1943) y, más adelante, en Ensayos lingüísticos (1959).
10. Principios de gramática general, II La forma gramatical.
11. Prolegómenos a una teoría del lenguaje [32].