Picture for Woman, Jeff Wall
Ensayo sobre lo que no se ve

a Enrique (Buenos Aires, 1948 - Barcelona, 2020)

He hojeado mis apuntes del libro Ensayo sobre lo que no se ve, que como el propio Dr. Lynch decía, leí antes de su publicación para poder hacer aportaciones pertinentes, y vuelvo a encontrar la obra tremendamente edificante, atractiva para el lector curioso y de una documentación y altura intelectual del que para mí es el mejor trabajo de su autor.

Ensayo sobre lo que no se ve es una lenta obra de más de diez años y eso se nota: meditada, pausada, nada confusa, y sobre todo revisada. Puede encontrarse en sus páginas cierto carácter ecléctico, producto a partes iguales por el arbitrio del autor y la imposibilidad de continuar con esta tarea documental, que como todo lo fascinante del ser humano, tiende al infinito; y no caer en ese abismo fue la causa de la falta de simetría entre ambas partes, ambos mundos, lo que se ve y lo que no se ve. No hay que olvidar que este libro es 280 páginas, 83 referencias bibliográficas y 18 capítulos nacidos a raíz de una foto, Picture for women de Jeff Wall. ¡Una muestra de hasta dónde puede llegar la fuerza de la especulación y la reflexión crítica!

En el capítulo VI. Ídolo, icono y representación de la primera parte se encuentra para mí una de las apreciaciones más interesantes y que se repite a lo largo de otros capítulos de la misma sección.

La ambigüedad de la obra de arte la hace particularmente adorable y la coloca bajo un
efecto de tensión, lo mismo que el signo religioso. El contemplador se ve forzado a tenerla
a la vez como sagrada y profana pues, lo mismo que kolossós, tanto pertenece al orden de
las cosas visibles como al de las invisibles. (LYNCH, 2020: 16).

A Enrique Lynch le impresionaba profundamente la presencia de lo sagrado en las obras pictóricas y especialmente en las pinturas rupestres. Por eso, recibió con gran satisfacción cómo el público ha captado su mirada a propósito de este punto. La habilidad irónica del Barroco, en cierta medida, está justamente en poder salirse de la absoluta devoción y encontrar así los límites de la representación. Lo que hizo Jeff Wall es a mi juicio mucho más sutil, un truco de magia como aquel en el que David Copperfield (el ilusionista) hizo desaparecer la estatua de la libertad, más cercano a la construcción del cine, ese constante satélite orbitando en el libro, pero que soslaya inexplicablemente, porque es este medio el verdadero reino de lo que no se ve, mucho más que el arte digital o el simulacro virtual. En cualquier caso, Picture for women es ya en su título un enigma que nos deja prendados desde su iluminación hasta en el juego de ciberchrome (otra fatal ausencia), pasando por las miradas del propio Wall y la modelo.

Y aquí, llegamos a la clave: la mirada. La mirada es siempre un juicio y es siempre una herramienta. La mirada es la que hace todo el trabajo, y no el ojo, por eso el medio nunca es el canal. La mirada es la que atraviesa el espejo y acompaña a Alicia, es la que puede ser engañada, la que asocia y, por tanto, la que recuerda.

El recuerdo es otro tema importante en el libro, salta a la vista de la lectura que es una obra escrita a lo largo de muchos años y que recurre constantemente a experiencias vividas. Por eso, me tomo el lujo de compartir aquí algunos recuerdos a propósito de ello.

“Te lo advertí” decía el último correo de Enrique Lynch el domingo 8 de noviembre de 2020, respondía jocosamente a un comentario sarcástico de los muchos que nos hemos despachado el uno al otro. Su sentido del humor no era apto para todos los públicos, pero creo que con el tiempo fue la mejor manera que había encontrado de filtrar. Si te quedabas, valías. Es imposible no quedarse con sus sombras, además de la imponente luz que arrojaba, pero eso es producto del afecto y cercanía que despacha una amistad como cualquiera, con la diferencia nada desdeñable de horas y horas de discusión sobre los temas más obscuros: el lenguaje, lo fragmentario, lo cómico, lo cuántico… y los autores más variados: Montaigne, Carroll, Rauschenberg y Lacan. Éstos, los que se circunscriben a las nubes, el medio que compartimos y compartiremos siempre; el resto de incansables conversaciones triviales y trascendentes quedarán en este diálogo infinito que es la memoria, con las trampas constantes que tiene el recuerdo.

La última vez que hicimos algo filosofante juntos, intenté reconstruir un Nubarrón (reflexiones breves y variadas que se encuentran en esta web) que él sólo podía esbozar en la oralidad. Mi proyecto fracasó, porque él no veía en ese ejercicio su autoría, y esto es muy importante, porque si algo me parece de una honestidad brutal y digna de admiración de su persona es eso: uno puede estar seguro que todo lo que aparece con el nombre de Enrique Lynch está escrito por él, desde su libro Hobbes hasta ese gracioso “te lo advertí”.

Todas las mentes pueden ser dialécticas, hay algunas personas que necesitamos esa dialéctica para poder pensar con mayor claridad, para desarrollar nuestras ideas. Muchas veces, Enrique resumía esto diciendo “tengo una mente dialéctica”; comparto con él esta visión de mi lógica interna, por lo que no digo con patetismo esto, sino con una melancolía avanzada: echaré de menos esas discusiones de horas en las reuniones de Las Nubes, donde a veces parecía que no hubiera nadie más. Me discutía con mucha habilidad y creo que él, aunque no lo admitió nunca, reconocía en mí un interlocutor válido a la hora de testear sus argumentos. Por eso no sé qué pasará mañana, cuando yo quiera discutir con él un párrafo de Hegel, aclarar unos versos de Ovidio o destrozar alguna crítica panfletaria, y ese amigo no responda con parsimonia y sin sorpresa, traduciendo mi nombre al inglés, “¡Charles…!”, y me ofrezca un apunte interesante, un chiste irónico o termine consultándome qué nueva máquina debería comprarse.

Barcelona, 10 de noviembre de 2020

NOTA BIBLIOGRÁFICA
Lynch, Enrique; Ensayo sobre lo que no se ve. Abada. Madrid. 2020