A T. S. Eliot, in memoriam

 
 

 


 


                                                                                                                                       

Sí, fue exacta tu poética descripción: los hombres huecos, la tierra baldía, miércoles de ceniza… Y cuando en agosto se produce esa cíclica estampida vacacional,  las diversas mascaradas que renueva el tiempo producen en mi la desoladora certeza del vértigo: no hay sistema, ni infra- ni supraestructura… No hay cárcel social… -acaso la hay, sí… pero nada  encierra ya  este  lúgubre desierto urbano… En nosotros está la causa, el olvido, y su consecuencia, el olvido; la culpa del hastío, catedralicio hastío…

Sí, bien, mezcla adúltera de todo… pero ese profundo e incurable  hastío, la miserable soledad del yo que se disuelve en interminables pesadillas –a su vez precipitadas en otro sinfín de  macilentas agonías…   nunca habrá estación término;  este horror vacui  que para ser colma cada cuerpo de tristeza, teje y desteje la fibra humana – ínfima calidad del motivo, confieso…

Mas,    Dios tiene rostro... Qué serenidad mientras no cesamos de desmoronarnos.  Porque Dios –cruelmente, quizás , si nosotros no podemos sino ser cobardes…- tolera ausente nuestra caída en el sin-fondo. Está ahí, accesible e inmóvil para quien  opta en este terremoto con epicentro inter nos por la fuga sin fin

 

(fuga
sin
fin)

 

 

T. S. Eliot