La paradoja del cuerpo
Entre la pulsión de muerte y la posibilidad de ser inmortal sin alma

 
 Francis García Collado

 


 

 

 

 

A veces, en verano, cuando voy caminando por las calles calurosas y suenan las notas de un piano que proceden de una casa desconocida, me detengo silencioso y pienso que podría morir en un lugar así. Me gustaría morirme mientras escucho una pieza musical.

Robert Walser. Los cuadernos de Fritz Kocher. Pre-Textos.

 

I

Posiblemente en alguna ocasión todos hayamos pensado en como nos gustaría morir. En cierto sentido, ese pensamiento podría reforzar la siguiente idea de Freud:

La meta de toda vida es la muerte1.

Esta cuestión sobre la muerte, indudablemente debe formularse en referencia al cuerpo, dado que éste, el soma, es una sustancia potencialmente mortal en contraposición a la idea de alma.

Con Homero nos situamos ante una idea, según la cual, el ser humano tiene un claro objetivo, el de ser un “cuerpo abierto”2. Este críptico mensaje nos dice que la finalidad ansiada para el ser humano consiste en ser una carne herida, abierta. Que la batalla da sentido a la vida de los hombres, dado que con ella alcanza la muerte su objetivo vital útil: defender la polis.

Mientras que para la mujer, también esa vida consistiría en llegar a alcanzar el objetivo útil para la ciudad-estado, que para ellas venía dado con el parto, momento en el que la mujer trae un fruto para la ciudad y queda igualada al hombre como “carne abierta”.

No es de extrañar que la guerra para el hombre, del mismo modo que el parto para la mujer sean considerados batallas equiparables e igualadoras, hasta el punto que el caer de hinojos en la batalla encuentra su correspondencia en el dar a luz de rodillas de las mujeres pertenecientes a aquella época pretérita3, en la que la muerte heroica, resultaba ser un objetivo claro, razón por la que como nos cuenta Plutarco, únicamente el hombre caído en la batalla y la mujer muerta en el parto pudieran tener sema, es decir una tumba con un epitafio donde constara el nombre. De modo que paradójicamente la individualidad surge por la total entrega y aportación a la polis; en cierto sentido, parece que algo semejante a la inmortalidad empieza para el guerrero y para la parturienta con su muerte. 
Si nos detuviéramos en el análisis pormenorizado de la idea del héroe4, posiblemente nos viniera a mientes la cuestión de que en realidad el objetivo no sea el de morir, sino el de alcanzar la inmortalidad a través de los propios actos; si el héroe con su acción lo que pretende es morir sin más, entonces no es un valiente, sino un temerario5, otra cosa bien diferente sería el amedrentarse ante la adversidad y no mostrarse activo, si uno muere de modo activo muere en defensa de la vida. Sin embargo llegados a este punto nos saldrían al paso la siguiente objeción de Freud:

El organismo no quiere morir sino a su manera6.

II

La dificultad a la hora de hablar de la idea de cuerpo en el mundo antiguo consiste en que el carácter unitario del mismo le hace aparecer únicamente como soma; como mero despojo sin vida. Sin el principio vital unitario de lo somático y lo psíquico (el ménos), sin aliento (el thymós), el individuo, no sería más que soma. Para los griegos arcaicos la conciencia es tan mortal como el organismo7. Pero en todo este embrollo podrían preguntarse: ¿dónde está la psijé?
 
En aquel momento la psijé no era más que una imagen, un eidolon que escapaba del cuerpo al convertirse éste en soma8. Tendrá que pasar un tiempo hasta que la psijé pase a ser concebida como la parte inmortal del sujeto, de eso que vendrá a llamarse cuerpo y cuya psijé lo habita (el alma).
De modo que de la idea unitaria, se pasa a un dualismo cuyo resultado es el de la invención de la idea de cuerpo, surgida como el resto del alma, un concepto negativo cuyo origen, le debe su existencia a la invención de la idea de alma.

III

¿Deberíamos pues hablar aquí del alma en lugar de centrarnos en el cuerpo?
Sea como sea no lo haremos, volviendo a una idea antigua hablaremos del sujeto en su manifestación vital conjunta para relacionarlo con la idea de cuerpo, dividiendo esta idea en dos; de nuevo una escisión. Mediante este corte lograremos volver a la citada idea arcaica de que la conciencia era tan mortal como el organismo.

Así, nos encontramos con las ideas de cuerpo-organismo y cuerpo-discursivo, cuya unión forma al sujeto, concepciones que manarían de la conciencia que todos tenemos de nuestro cuerpo (res extensa cartesiana) y del hablante pensante que somos (res cogitans cartesiana)9.

Esa magia aparente del lenguaje que nos hace conectar con el afuera. La proyección del lenguaje como algo que vía voz traspasa las barreras de lo corpóreo, podría ser que hubiera influenciado sobremanera en la creencia en la existencia separada de eso que se llama alma respecto al cuerpo.

No es de extrañar que el ménos, según la tradición arcaica hubiera sido insuflado por los dioses en el cuerpo, otorgándole así la vida al cuerpo todavía inerte. Lo neumático tiene un gran interés para los antiguos, no en vano, el alma (psijé) acabará siendo relacionada con ese aliento vital10
.
No es de extrañar que al lenguaje se le atribuya ese poder11, a las ideas prístinas sobre la conciencia, las cuales respaldarían la existencia de un exocerebro que complementa al cerebro, concepciones esgrimidas entre otros por Ricoeur, vienen a sumarse las más recientes de Bartra12. Esa especie de filtrado del afuera realizado mediante la interpretación de los signos del lenguaje y de la palabra oral puede resultar ser la causante de crear en el hombre la ilusión de que hay algo que sobrevive al lenguaje mismo, ese algo sería la esencia de las cosas13
.
En este caso, en cuanto al sujeto se refiere, todo apunta a que bien podríamos estar refiriéndonos a eso que la tradición ha llamado alma, eso que aquí identificamos con el concepto de  cuerpo-discursivo y que según nuestro desarrollo desaparecería con la muerte al ser también cuerpo. Y es que según vamos acercándonos al final de esta breve exposición parece que con la pérdida del alma se nos escaparía algo todavía más importante: la posibilidad de inmortalidad inherente a la idea misma de alma.

¿Pero es eso así? ¿Suponiendo que no tengamos alma perderíamos con ello la posibilidad de ser inmortales?

IV

Paradójicamente, es en el mismo texto de Freud donde desarrolla la idea del instinto de muerte donde se nos abre la posibilidad de la inmortalidad, cuestión que una vez expuesta la posibilidad de estar privados de alma se torna suculenta.

Así, leemos:

(…) se oponen estas células germinativas a la muerte de la sustancia viva y saben conseguir para ella aquello que  nos tiene que aparecer como inmortalidad potencial14, (…)

La cuestión a la que nos conduce esta  y otras cuestiones es la siguiente, la de diferenciar dos tipos de nociones sobre el cuerpo, por una parte el cuerpo-organismo y por otro lado el cuerpo-discursivo.
Mediante un análisis aproximativo nos encontramos que desde el descubrimiento de la muerte celular programada, apoptosis, la teoría freudiana del instinto de muerte recobra su fuerza; no es el exterior (o, no únicamente, el que acaba con nuestro cuerpo) sino que nuestras propias células se encuentras programadas para destruirse. En los mamíferos existe un gen que activa dicha muerte (ICE) y otro que la inhibe (BCL2). Eso es así hasta el punto que si no se llega a producir dicha activación de la muerte celular programada, se acaba desencadenando la formación de tumores que podrían desembocar en la muerte del individuo15.
  
A priori, dicha teoría seguiría reforzando el posicionamiento freudiano según el cual el objetivo de toda vida encarnada en un cuerpo es el de dirigirse a su propia muerte16.

La flexibilidad del yo, le hace no tener más identidad que la de ser un mecanismo que repite aquello que le funcionó en su momento en una lenta adaptación. El yo en cuanto a uno mismo, en cuanto al ser que se pregunta a sí mismo, funciona como referente, pero al estar hecho a base de lenguaje no está tan relacionado con el alma (inmortal, eterna, única) sino con el cuerpo, (flexible, adaptable), dado que éste es una máscara, el prosopon griego que dará paso a la idea de persona de los latinos (per-sonare)17

El cuerpo sirve para presentarse ante los demás, pero a su vez es el modo escogido para presentarnos ante uno mismo, el cuerpo es la huella encarnada indescifrable del tiempo. Permítanme una extraña alegoría. Imaginemos que decenas de ratones hubieran pasado por un mismo terreno en un mismo instante y por su consistencia y por una acción casual (que no causal) hubieran dejado el equivalente a las proporciones de una huella de elefante y con la apariencia indistinguible de la misma. La huella de elefante no sería más que eso, más que una huella, pero no hay elefante, y no puede repetirse el instante de asentamiento de los roedores en su interacción con el momento concreto del cuerpo en su asimilación conjunta de influjo ejercido por los roedores. Si uno intentase rellenar la huella con una pata de elefante podría hacerlo, pero en realidad no es la pata de elefante lo que ha causado la huella y resulta imposible hacer confluir de nuevo todos los factores que crearon la huella misma para ser así evocada, id est, no solo reunir de nuevo a los mismos ratones resultaría imposible, sino reunirlos del mismo modo dado que un acontecimiento no puede ser repetido por una cuestión espaciotemporal que se produce en el fluir constante y  por ende está ligada al cambio de todo lo somático.

Así, se forma el yo, el yo no es el concepto del uno mismo más que en un sentido metafórico, el yo es una huella cuyo vestigio es irrepetible por estar sujeto al espacio-tiempo; así, no es de extrañar que uno recurra al yo para recordar a aquel que cree ser en momentos en que peligra su integridad, su fidelidad hacia la idea del uno mismo.

Aquello que se repite es el organismo, el cuerpo en su faceta orgánica, nuestra identidad, en sentido estrictamente etimológico entendida como repetición es resueltamente orgánica, se repite la acción mecánica de nuestro cuerpo-organismo18. No nuestro yo, todo lo que nos circunda pasa por el molde-huella del yo, y por ello todo termina teniendo su forma, todo termina por adaptarse, así, no es de extrañar que tanto las ciencias “psi” como la autoayuda recomienden al sujeto asentarse en el presente para que no se desborde su estado mental. Cuando ello sucede, cuando la mente se altera, los resortes mentales protectores nos crean instantes de irrealidad (por ejemplo un brote psicótico) para hacer más pasajero el momento de dolor, de desequilibrio; una irrealidad deseada por el sujeto es preferible para la mente a la realidad pura de un acontecimiento para la que no se está preparado (la muerte de alguien, el abandono de la pareja…) ¿Cuántas ocasiones puede llegar a morir eso que venimos a llamar yo a lo largo de la vida para adaptarse a lo real circundante?

El yo debe morir miles de ocasiones para que el sujeto no muera, seguimos habitando nuestro cuerpo-organismo, y seguimos entendiéndonos y confundiéndonos gracias a la existencia de nuestro cuerpo-discursivo. Cuando aseguramos no ser de tal modo estamos diciéndole de algún modo a otro, que pese a la idea que tenemos de uno mismo, en esta ocasión no vamos a ser fieles a ese uno mismo para poder continuar siendo un “uno mismo”.

“Yo no soy un asesino”, podría decir nuestro yo hipotético tras haber acabado con la vida de otro que nos amenazaba. El yo debe adaptarse, el yo no está desnudo, conoce sus limitaciones, sabe que debe y que no debe hacer para seguir siendo “yo”, pero en lo real se suceden los cambios, el yo debe adaptarse, el yo debe seguir recurriendo al efecto del deseo mimético, a ese double bind, que consiste en imitar del Otro aquello que encontramos útil mientras nos repetimos ingenuamente hasta la saciedad el grado de originalidad de nuestras acciones19
.
¿Acaso no es nuestro cuerpo-discursivo un conglomerado de signos?

V

El descubrimiento de las neuronas espejo20 hace apenas dos décadas nos habla de la importancia de los signos a la hora de adquirir un cuerpo, es decir, una máscara con la que presentarnos no sólo ante los demás, sino ante uno mismo. Pensemos porque vestimos de tal modo, o nos peinamos de tal manera y no de otra; seguro que podemos pensar que somos muy originales, pero siempre estamos en cierto sentido copiando a otro o a una mezcla del Otro. En realidad el cuerpo-discursivo, nuestra tarjeta de presentación frente a los demás, lo es también frente a uno mismo.

El cuerpo-discursivo lo es hasta tal punto, que el consabido sistema motor resultó que en realidad no era el encargado de entender los movimientos del otro como se había pensado, sino de captar sus acciones, tremendo cambio substancial. ¿Cómo entender las acciones del otro sin información, es decir, sin lenguaje?

Tal como avanzo por la senda de este cuerpo que sin duda es “yo”, me voy percatando de que no necesito hablar de un alma. Y no por el hecho de que en cierto sentido el par alma-cuerpo (discursivo) sean lo mismo, sino, porque exista o no el alma, el cuerpo en realidad no puede ser el alma, si el alma siguiendo a Platón es única, eterna e inmutable, nada puede llegar a tener con el cuerpo-discursivo, dado que este es flexible y cambiante.

Se podría objetar que la unión cuerpo-organismo y cuerpo-discursivo se produce gracias a la inmutabilidad del alma, pero en realidad, en ese sentido se continúa dando más importancia a la supuesta alma, al confundir la necesidad de un punto de referencia donde edificar el uno mismo, que no a un yo mismo realmente inmutable. Nuestra abertura al mundo nos pone frente a una serie de ilusiones, como la que nos hace pensar que el cuerpo-organismo y el cuerpo-discursivo se basan en la repetición (nos dice Freud) cuando en realidad se basan en la búsqueda de puntos de referencia medianamente consistentes. No hay tal repetición, no es más que un fantasma. Un ser basado exclusivamente en la repetición corre un extremo peligro de saturación y muerte21. No debería confundirse la repetición con la búsqueda de un punto de referencia, hemos dicho, del mismo modo que no debe confundirse tampoco la repetición con la imitación, remedamos las conductas que creemos que pueden aportarnos un buen resultado, y las repetimos sí, hasta que en el mundo de los objetos, la afectación del fluir constante nos llama a prestar atención al cambio y a la consabida sentencia de Heráclito que nos dice que todo fluye (Panta rei). Por tanto, si para hablar de “Yo” no hace falta el alma, podría despedirme con lágrimas en los ojosde la  posibilidad de aspirar a la inmortalidad, pero no quiero desistir, en mi intento de ser inmortal.

Por tanto, seguimos. Mi cuerpo es siempre cuerpo para otro en lo que se refiere a cuerpo afectado por el discurso, es cuerpo para mi en un sentido orgánico, incluso en cuanto a que es cuerpo pasable y no pasable por el discurso, cuerpo en el que se habita, y cuerpo que se es.

Alguien al que se le ha implantado un prótesis sigue siendo el mismo “yo”, debe adaptarse para intentar ser, como dice la voz popular “después del accidente ya no ha vuelto a ser el que era”. La prótesis, pro títhemi, “en el lugar de X, yo coloco Y…” substituye para dar continuidad al cuerpo-organismo pero no es sino con el cuerpo-discursivo, mediante aquel que somos, como finalmente se secunda la unión continuando así la vida. Un rechazo sería fatal, la desunión psicosomática puede causar estragos insuperables en el sujeto.

Una desfiguración facial puede afectar a un sujeto más que una patología somática irreversible, desembocando en una profunda depresión.

Al paso nos surgen un par de cuestiones:

¿Por qué no se planteó Freud que tal vez el papel de la vida no sea más que el de perpetuarse en la vida misma y que para ello necesita ser más resistente? Es decir, en la citada obra de Freud leemos:

El hecho de que la vida tenga una determinada duración media, por lo menos entre los animales superiores, habla a favor de la muerte motivada por causas internas22.

¿Por qué no considerar que la apoptosis celular no es una respuesta en favor de la muerte como finalidad de la vida (cosa de suyo absurda) sino la de perpetuar la vida en un momento de suma vitalidad que hará que el ser perpetuado lo sea en el momento de mayor posibilidades evolutivas y de supervivencia?23

No sería muy alocado pensar que la apoptosis conduce a la muerte celular para permitir que la vida siga saliendo de las células más vigorosas, tal vez ese sea el motivo por el que al no activarse el gen activador de la apoptosis, ICE, y tener prioridad el BCL2 que inhibe dicha muerte celular, lo que sucede es que ese mal llamado exceso de vida de la célula que debería haber muerto, se convierte en un tumor que atenta contra la vida misma del sujeto.

La célula no debe morir porque sí, debe morir para que el sujeto pueda seguir viviendo de forma saludable. La calidad del esperma, por ejemplo, disminuye con la edad, la calidad de un embarazo también disminuye con la edad de la mujer. La finalidad de la vida en este sentido sería perpetuar la vida, algo que parece de suyo una obviedad siguiendo lo hasta aquí expuesto.

De manera que la apoptosis, lejos de ser un justificante para la afirmación de que la finalidad de la vida es la muerte, en realidad nos da como resultado que sería una respuesta a favor de la vida misma, una evolución, una generación más resistente, con capacidad de mayor adaptación, algo que viene sin duda marcado por el intercambio genético abierto por la sexuación en los organismos multicelulares, y no algo que acaba con la sexuación si seguimos a Freud y a la inmortalidad que les atribuye a los organismos unicelulares al carecer de sexuación.

Cuando leemos:

(…) todo la animado tiene que morir por causas internas24.

Podemos señalarlo como una obviedad, en defensa de la vida no puede perpetuarse lo enfermo, lo débil, ya que eso debilitaría la especie haciéndola menos resistente. Cuando los espartanos ponían a los niños en un redil repleto de zorros no lo hacían para disfrutar de la carnicería, sino con claros tintes eugenésicos, aunque brutales.25.

Para finalizar volvemos a leer en la citada obra de Freud:

(…) diferenciación  de la sustancia viva en una mitad mortal y otra inmortal; la mortal es el cuerpo en su más estrecho sentido, el soma, sólo ella está sujeta a la muerte natural. En cambio, las células germinativas son potencia inmortal, en cuanto se hallan capacitadas bajo determinadas condiciones favorables, para formar un nuevo individuo, o, dicho de otro modo, para rodearse de un nuevo soma.26

En ella encontramos la puerta a la inmortalidad dado que las células germinativas llevan la carga genética, el ADN, por lo que mediante la reproducción el hombre se hace inmortal en cierto sentido siguiendo al mismo Freud. Por lo tanto aquello que hace funcionar al cuerpo-organismo, aquello que lo ha creado puede volverse a reproducir evolucionado en otro cuerpo que albergará las bases primitivas de la vida primigenia27. Podríamos afirmar que la existencia individual de eso que viene a llamarse cuerpo se produce de dos formas, la primera, como ya hemos señalado, sería la que viene de la reproducción, la segunda la que surge de aquel que somos en base a la cuestión que la persona que somos es fruto de eso que podemos llamar estadio del espejo, deseo mimético, double bind, o la máscara mediante la que nos hacemos escuchar; en definitiva, de la interacción simbólica con el otro que ha construido a aquel que somos en base a la mezcolanza entre el cuerpo-organismo y la captación simbólica.

La afirmación o inmortalización de aquel que somos se rinde ante la evidencia que cualquier inmortalidad potencial al respecto se encuentra ligada al mundo de los objetos, en el cual todo es perecedero incluso aquel que somos y que va evolucionando con el pasar del tiempo, por lo que la inmortalidad del cuerpo-discursivo podría parecerse a lo escrito por Ovidio en las Metamorfosis:

Que ese día que no tiene derecho más que a mi cuerpo, acabe cuando quiera con el devenir incierto de mi vida; que yo, en mi parte más noble, ascenderé inmortal por encima de las altas estrellas y mi nombre jamás morirá, y por donde el poderío de Roma se extiende sobre el orbe sojuzgado la gente recitará mis versos, y gracias a la fama, si algo de verdad hay en los presagios de los poetas, viviré por los siglos de los siglos.28

O bien con ese movimiento vital nietzscheano que consiste en vivir la vida con la intensidad que le prestaríamos a algo que deseáramos que se repitiera eternamente.

El sujeto quiere ser inmortal, el organismo también, ¿dónde está la pulsión de muerte? Lo que existe es el conocimiento de muerte, la toma de conciencia de la finitud, el saber que todo ser acaba muriendo y que a uno no le quedan más que dos opciones para alcanzar la inmortalidad: la del cuerpo-organismo y la del cuerpo-discursivo (o su mezcla) lo cual nos recuerda a lo dicho por el protagonista de la novela de Unamuno Amor y pedagogía, en cuanto a las opciones se refiere y no en cuanto a la supuesta calidad:

Los grandes amores tienen por fin producir grandes obras poéticas; los amores vulgares terminan en hacer hijos.

 

Barcelona, 30 de marzo de 2010.

NOTAS


1 Freud, Sigmund. Más allá del principio de placer. Obras completas (p, 2526). Así, más adelante en la página 2533 nos dice: “(…) hemos arribado inesperadamente al puerto de la filosofía de Schopenhauer, pensador para el cual la muerte es el “verdadero resultado” y, por tanto, el objeto de la vida y, en cambio, el instinto sexual la encarnación de la voluntad de vivir”. Esta es la cuestión que intentaremos desenmarañar en este escrito.

2 Nicole Loraux. Las experiencias de Tiresias. El Acantilado, 2004. señala que el hombre era considerado un “cuerpo cerrado” cuyo objetivo es el de ser abierto por la batalla, y el de la mujer resulta ser un “cuerpo abierto” (la menstruación entendida como abertura sangrante) que debe ser cerrado mediante el embarazo. Para evitar confusiones en cuanto a la idea de cuerpo (existente para los griegos homéricos únicamente como cadáver, soma, así lo vemos en R. B. Onians. Les origines de la pensée européenne, Seuil), J. Redfield La tragedia de Héctor, Destino, B. Snell El descubrimiento del espíritu, El Acantilado. e incluso en la obra citada de la misma N. Loraux) nos ceñimos a calificar como “carne” la palabra khrós, (la cual se ha llegado a traducir como cuerpo, pero su literalidad nos lleva al significado de piel o carne) abierta y cerrada. 

3 En otras culturas como la japonesa medieval el mismo médico que curaba al guerrero era el que atendía los partos según nos cuenta Loraux Op. cit.

4 En J. M. Redfield. La tragedia de Héctor. Destino. se desarrolla la idea de la inmortalidad del héroe en lo tocante a diversos campos, uno de los cuales es el de la gestión funeraria de los cuerpos.

5 Siguiendo la línea empezada por Aristóteles sobre la estrecha línea que separa la valentía de la temeridad, Montaigne escribe: “El valor tiene sus límites, como todas las virtudes; y cuando los traspasamos, caemos por la pendiente del vicio; de manera que a través de él podemos llegar a la temeridad, obstinación y locura”. Ensayos I, XV.

6 Op. cit. (p, 2526).

7 J. M. Redfield, Op Cit. (p, 313).

8. Así lo explica Rohde, Erwin en su obra Psiqué.

9.En Lacan, Jacques leemos: “(…) hombres, que debemos siempre proveernos de un homúnculo en nuestra cabeza para hacer de lo real mismo una realidad”. Escritos. “Posición del inconsciente”, (p, 825).

10. La obra de Dodds, E. R. Los griegos y lo irracional. Alianza editorial. Es un clásico sobre esta cuestión.

11. Un personaje trágico por excelencia, Edipo, mata a la esfinge con la palabra al resolver los enigmas que esta le propone.

12. Al respecto resulta interesante su intercambio de opiniones con el neurólogo Jean-Pierre Changueux en la obra publicada Lo que nos hace pensar. Península 1999. En ella igual que en la obra de Roger Bartra Antropología del cerebro. Pre-Textos 2006. se concibe la conciencia como una botella de klein, sin afuera y sin adentro.

13. Henri Bergson “L’âme et le corps” en L’énergie spirituelle. PUF, 2009. (p, 59). Nos dice el autor “La vie mentale déborde la vie cérébrale”. Marcándonos esa escisión entre el cuerpo-organismo y el cuerpo- discursivo mediante el par cerebro/mente.

14. Op. cit. (p, 2527).

15. La activación de dicho gen es de suma importancia para las nuevas teorías oncológicas como el lector podrá imaginar.

16. Las alusiones al suicidio las omitimos ya que consideramos que pese a la semejanza con la cuestión tratada, en realidad ciertos matices de peso la hacen diferir sobremanera y terminarían confundiendo al lector más que echando luz sobre la cuestión.

17. En referencia a que el origen de la palabra persona radica en la máscara mediante la cual “se hacían sonar” los actores del teatro griego. En el reciente seísmo producido en Chile escuché en la radio una intervención del expresidente chileno Ricardo Lagos el cual se refirió a las tareas de búsqueda de este modo: “bajo los escombros esperamos encontrar personas y no cuerpos”.

18 Hasta el momento hemos señalado la idea de cuerpo-organismo, en adelante desarrollaremos la idea de cuerpo-discursivo. Para un acercamiento a las diferentes teorías sobre el alma y el cuerpo, monistas, dualistas, paralelistas… resultan recomendables las conferencias de Henri Bergson “L’âme et le corps” y “Le cerveau et la pensée” que pueden encontrarse en L’énergie spirituelle. PUF, 2009, acompañada de un extenso estudio sobre la obra, lugar del cual hemos extraído la inspiración sobre la idea de la huella de nuestra alegoría.

19. Sigo aquí la idea desarrollada por René Girard en La Violence et le sacré. Y no el concepto psicológico propio del double bind en lo tocante a la esquizofrenia clínica.

20. Rizzolazzi, Giacomo. Las neuronas espejo. Paidós, 2006.

21. Así habla Bartra sobre la hipótesis de la existencia de un exocerebro: “Se dice que un motor o una máquina neumática (como el cerebro en el que pensaba la medicina galénica, animado por el pneuma “sufre” cuando se aplica a una tarea superior a sus fuerzas. El resultado es que se para. Como experimento mental, supongamos que ese motor neumático es un “cerebro en estado de naturaleza” enfrentado a resolver un problema que está más allá de su capacidad. Este motor neumático está sometido a un “sufrimiento”. Ahora supongamos que este cerebro neumático abandona su estado de naturaleza, y no se apaga ni se para como le ocurriría a un  motor limitado a usar únicamente sus recursos “naturales”. En lugar de detenerse y quedarse estacionado en su condición natural, este hipotético  motor neuronal genera una prótesis mental para sobrevivir a pesar del intenso sufrimiento”. Bartra, Roger. Antropología del cerebro. Pre-Textos, 2006. (p, 22).

22. Freud, Op. cit. (p, 2529).

23. Esta cuestión tiene una clara tendencia darvinista, en cuanto a que evoca el principio de que en la carrera evolutiva sobreviven los más aptos, y que los más aptos son los que sobreviven.

24. Freud Op. cit. (p, 2529)

25. La eugenesia es hoy en día una clara bandera de la ciencia. ¿Es para conducir a la muerte o para reforzarse en la cadena evolutiva?

26. Op. cit. (p, 2530).

27. Así, tanto Platón como Aristóteles veían algo referente a la inmortalidad en la misma reproducción humana.

28. Epílogo perteneciente a Ovidio. Metamorfosis.