IMPOSTURAS CIENTÍFICAS

De paso  por Barcelona, el director de la prestigiosa revista Nature tuvo ocasión de responder a quiénes lo inquirían sobre el fraude de Hwang Woo-Suk que, hace algunos meses, enturbió la reputación de la revista Science. Curiosamente, su respuesta era idéntica a la que hace ya algunos años dio el director de Social Text cuando se le preguntó por las razones que habían llevado a su revista a publicar la impostura del físico Alan Sokal. Tanto el director de Nature como, primero, el de Social Text respondieron que no existe manera de protegerse contra el engaño, puesto que se parte del supuesto de que quien envía una contribución suscribe lo que dice, con independencia de que ello sea o no correcto; y que, por otra parte, no existe, para una publicación como una revista, la posibilidad de verificar si todos los datos son ciertos y correctos puesto que ello obligaría a repetir la investigación de quien envía su trabajo y, por lo tanto, a publicarlo demasiado tarde.  Sin embargo, en ninguno de los dos casos se acusaba a la revista de haber publicado investigaciones o trabajos errados, pues eso sucede todos los días y es lo que justifica la investigación misma y la discusión. Lo que se juzgaba es haber publicado a dos mentirosos. La respuesta sólo puede ser la que se ha dado en las dos ocasiones: resulta absurdo suponer que alguien diga algo para engañar a los lectores, a pesar de que ello sea posible, del mismo modo que nos resultaría complicadísimo entablar una conversación con alguien, si cada vez tuviéramos que sospechar que su único propósito es hacernos perder el tiempo o burlarse de nosotros. En cualquier caso, lo que no deja de ser curioso es que tanto en el affaire Social Text como en el Science los impostores eran dos científicos.

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