LA LETRA DEL DESENGAÑO

Una canción habla de desengaños o de desencuentros amorosos. Parece razonable que, tras reconocerse en ella, quien la escucha caiga en profunda melancolía y piense que esa letra anónima describe su propio desengaño. Así, cuando la letra del tango de Discépolo “Esta noche me emborracho” termina:

Esta noche me emborracho bien,
me mamo, ¡bien mamao!,
pa’ no pensar.

adquiere, por efecto de una magia sin regla, una universalidad insólita que comunica entre sí la desdicha de innumerables individuos abandonados.

Pero también es razonable descubrir en virtud de esa misma letra que todos los desengaños se parecen y que lo que esa canción describe es rematadamente tópico, más o menos como son de tópicas casi todas las experiencias humanas. Peor aún –más decepcionante todavía– es escuchar ese tango memorable o cualquier otra canción semejante y sentir las dos cosas al mismo tiempo.

En efecto, ese es un desengaño muy distinto.

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