LA MADRE, LA CHINGADA, EL SER

Para cualquier extranjero en México resultará por lo menos paradójico el universo lingüístico que gira en torno a la madre y al chingar. México está lleno de madre, se dice:

“está de poca madre”, “me vale madre”, “chinga tu madre”, “está de a madres”, “qué poca madre”, “esto no tiene madre”, “no tienes madre”, “se partió la madre”, “ya valió madres”, “se lo madreó”, “me madreaste”, “le di unos madrazos”, “echar desmadre”, “lo desmadraste”, etc.

Paralelamente, decimos: “está bien chingón”, “me vale pura chingada”, “está chingón”, “se lo cargó la chingada”, “son chingaderas”, “esta es una chingadera”, “se chingó”, “se lo chingaron”, “está de la chingada”, “le puse unos chingadazos”, “le puse una chinga”, “es un chingaquedito”, “es un chingón”, “una chingonería”, etc.

Si México está lleno de madre, está lleno de la chingada. La madre es el universo social, la matriz lingüística del chingar, la chingada misma. Pues la chingada es en principio la madre, la chingada por antonomasia, venimos de la madre y venimos por tanto de la chingada, y en la medida en que es una omnipresencia, queremos también volver a ella, se trata de una paradoja: venimos de la chingada, y vamos a la chingada, lo que es lo peor, pero también lo mejor: de la madre y el chingar proceden también las expresiones de alabanza más altas:

“esto no tiene madre”, “es una chingonería”, “es un chingón”; es la mater abnegabilis, universo al que tienden a reconfortarse los brazos del imaginario, la madre es la chingada y justo por serlo es también lo más chingón, la dualidad, la búsqueda imperfecta y angustiosa. Por eso la madre es también lo más sagrado, lo intocable, innombrable, se puede matar si te mandan seriamente a chingar a tu madre, y de ahí también que tengamos en México la mayor procesión del mundo hacia la madre, la madre de México, la virgen, la Guadalupana, por ella se redime la chingada, por ella la madre deja de chingarse. 

Lo había dicho Paz, “para el mexicano la vida se reduce a chingar lo más posible y a no dejarse chingar”, es decir, “a madrear a los demás y a no dejarse madrear”: el universo del imaginario mexicano madrea, chinga, pero su madrear es también la posibilidad de incluirse en él como artífice del chingar, del madrear, y pasar entonces al universo de los chingones, de la chingonería.

Del Ser se pueden predicar muchas cosas, pero sobre todo que chinga, que está de la chingada, y que hay que ser sobre todo muy chingones y no dejarse chingar, y que todo lo demás te valga madre. Es la hipótesis de la angustia, del velo de la dualidad sobre la vida.

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